AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El viaje comienza [Privado]
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El viaje comienza [Privado]
El camino hasta el puerto se me antojo eterno, no porque estuviera dejando con cada paso que daba la única vida que conociera, al igual que a mis personas más queridas, mis recuerdos y parte de lo que era en aquella ciudad; todo eso parecía estarlo llevando mucho mejor que en días previos. Lo que volvía a mi ver, eterno el camino, era el hecho de saber que estábamos siendo buscados, que fuimos atacados cerca de una hora antes y que en cualquier momento las cosas podían tornarse feas para nosotros, impidiéndonos así escapar de aquella ciudad en la que solo existía peligro tanto para Keath y para mi. Afortunadamente para nosotros, logramos llegar a nuestro destino sin contratiempos, sin ver señal alguna de peligro y eso aunque fuera solo un poco, aliviaba mis preocupaciones internas.
Mi amado perro y yo nos metimos en muchas cosas durante los años previos a encontrarnos, los dos éramos consientes de que todo lo que hicimos nos pasaría la factura tarde o temprano, sin embargo, creo que ninguno se esperaba que el cobró por nuestras andanzas previas fuese a llegar de una manera tan brusca a nuestras vidas, cambiándolo todo menos nuestra decisión de permanecer juntos a toda costa y para poder estarlo era necesario que abandonáramos París.
– ¿Crees que puedan sospechar que tomaremos un barco? – cuestione, mirando al hombre a quien planeaba seguir hasta llegar a su hogar, mi nuevo hogar – Es que sé que todo lo has hecho con mucho cuidado pero – suspire, observando la embarcación que pronto deberíamos abordar y en la que parte de la tripulación ordenaban todo, haciendo que el movimiento sobre el barco fuera constante al igual que los gritos entre los marineros – no puedo dejar de preocuparme y pensar que en cualquier momento aparecerán – el temor que experimentaba no estaba para nada enfocado en mi, sino en Keath. Ese perro era un impulsivo cuando se trataba de protegerme, me lo había demostrado muchas veces pero ninguna tan evidente como usar su propio cuerpo de escudo mientras corríamos por las callejuelas de la ciudad, escapando de los disparos de los inquisidores. Darme cuenta de lo que era capaz de hacer por mi me aterraba, no deseaba perder a ninguna otra persona importante para mi y mucho menos a él, el hombre que daba sentido a todo lo que estaba haciendo en aquellos momentos.
La distancia que me separaba del perro era poca, aun así, busque minimizarla al máximo cuando di un paso hacía él y me abrace a su cuerpo. La cercanía entre nosotros, el aroma del mar y el saber que podríamos partir esa misma noche, eran un rayo de esperanza para mi, una a la que deseaba aferrarme al igual que hizo mi cuerpo con el de Keath.
– Pronto dejaremos todo esto detrás Roggers, pronto ya no deberemos preocuparnos por más.
Mi amado perro y yo nos metimos en muchas cosas durante los años previos a encontrarnos, los dos éramos consientes de que todo lo que hicimos nos pasaría la factura tarde o temprano, sin embargo, creo que ninguno se esperaba que el cobró por nuestras andanzas previas fuese a llegar de una manera tan brusca a nuestras vidas, cambiándolo todo menos nuestra decisión de permanecer juntos a toda costa y para poder estarlo era necesario que abandonáramos París.
– ¿Crees que puedan sospechar que tomaremos un barco? – cuestione, mirando al hombre a quien planeaba seguir hasta llegar a su hogar, mi nuevo hogar – Es que sé que todo lo has hecho con mucho cuidado pero – suspire, observando la embarcación que pronto deberíamos abordar y en la que parte de la tripulación ordenaban todo, haciendo que el movimiento sobre el barco fuera constante al igual que los gritos entre los marineros – no puedo dejar de preocuparme y pensar que en cualquier momento aparecerán – el temor que experimentaba no estaba para nada enfocado en mi, sino en Keath. Ese perro era un impulsivo cuando se trataba de protegerme, me lo había demostrado muchas veces pero ninguna tan evidente como usar su propio cuerpo de escudo mientras corríamos por las callejuelas de la ciudad, escapando de los disparos de los inquisidores. Darme cuenta de lo que era capaz de hacer por mi me aterraba, no deseaba perder a ninguna otra persona importante para mi y mucho menos a él, el hombre que daba sentido a todo lo que estaba haciendo en aquellos momentos.
La distancia que me separaba del perro era poca, aun así, busque minimizarla al máximo cuando di un paso hacía él y me abrace a su cuerpo. La cercanía entre nosotros, el aroma del mar y el saber que podríamos partir esa misma noche, eran un rayo de esperanza para mi, una a la que deseaba aferrarme al igual que hizo mi cuerpo con el de Keath.
– Pronto dejaremos todo esto detrás Roggers, pronto ya no deberemos preocuparnos por más.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: El viaje comienza [Privado]
No podía decirle que ellos no fuesen a sospecharlo, sería una mentira, pero me tenía que obligar a estar seguro de todo, a confiar plenamente en que ésta vez nuestros planes no terminarían tan arruinados. Sino, íbamos a terminar de sentirnos derrotados y no podía permitirlo. Era difícil, pero para ella lo era más. Lo único que yo dejaba atrás era la historia de mis dos amores y un único amigo que resultaba tan profundo que no importaba que tan lejos estuviéramos, siempre era fácil volvernos a encontrar. Por lo que no tenía la herida tan salada, sin embargo Camila había pasado casi toda su vida e historia en esa ciudad y con cada paso que daba sentía su corazón entristecerse. Apreté los labios y en un suspiro casi de rebelión fue que tomé sus mejillas, acariciándolas dulcemente para poder ver a la felina y estilizada mujer a los ojos. — ¿Confías en mí? No voy a dejar que nada te pase, nunca. No tienes que temer. Tampoco te dejaré sola. — Le aseguré para pronto tomarla de la mano, sonriéndole para mostrarle todos mis dientes y tironearla, corriendo hacia la embarcación como dos enamorados en un viaje de placer. Pues bien, quizá no era lo que más hubiésemos querido hacer, pero era nuestra vida y teníamos que caminar hacia delante todo el tiempo, aceptando que en el tiempo habíamos hecho las cosas sin pensar demasiado en las consecuencias o quizá, pensando en que podríamos enfrentarlas. El problema es que nunca imaginamos que nos quedaríamos solos contra el mundo.
Acepté su abrazo antes de terminar de subir, forcejeando hasta hundirla enteramente contra mi pecho. El viento estaba golpeando tanto que daba la ilusión de la escena más romántica que alguna vez pude haber sentido. Dejé escapar una risa, besando su mejilla y luego su cuello, oliendo toda la esencia que ella emanaba, era una fémina tan hermosa que alteraba continuamente los asaltos que estaban en mi cuerpo. No pude parar hasta saber que tenía cada pequeño hueso de la mujer en mis manos, curioso, como si no supiera y conociera cada hueco y peca de su piel. Y créeme, conocía la toalidad de sus millones de pecas que iban desde su rostro abrillantado hasta la punta de sus pies. — Cuando estemos en nuestra cabina haré que te olvides de todo. Pero vas a tener que cuidar tus labios porque no puedes hacer que nos descubran. — Le recordé con tanto deseo que inevitablemente pase mis labios por arriba de los suyos, comenzando entonces a subir al barco. Teníamos que cruzar todo el océano atlántico norte para llegar a Pensilvania y luego eran unas cuatro horas desde las orillas de las playas hasta los bosques acalorados de la zona. Para nuestra suerte, estábamos en el mismo meridiano, lo que no nos cambiaba las estaciones del año en absoluto. Acomodé sus cabellos y estiré una mano, invitándola a pasar en lo que le daba los pasajes al hombre, mi memoria fotográfica me había permitido recordar todas las caras de los inquisidores que habíamos conocido, así que di un vistazo para todos lados. Por ahora no había molestias en las cercanías. Me aseguré de leer por arriba la mente de alguno de los cercanos animales, ellos nos alertarían por cualquier anomalía. Estábamos escapando. Por fin y hasta que toda la tragedia se alejara de nosotros. Miré a Camila desde atrás y empecé a caminar hacia ella, apoyando la mano sobre su hombro. —Ya está hecho. Somos libres. Espero que no te de miedo el agua gatito. Roggers está más a tus servicios que nunca. — Bromeé para cuando ya nos instalábamos en nuestro pequeño cuarto. Serían varios días hasta llegar a destino y rezaba que nada nos detenga, ya sea la naturaleza o el hombre mismo.
Acepté su abrazo antes de terminar de subir, forcejeando hasta hundirla enteramente contra mi pecho. El viento estaba golpeando tanto que daba la ilusión de la escena más romántica que alguna vez pude haber sentido. Dejé escapar una risa, besando su mejilla y luego su cuello, oliendo toda la esencia que ella emanaba, era una fémina tan hermosa que alteraba continuamente los asaltos que estaban en mi cuerpo. No pude parar hasta saber que tenía cada pequeño hueso de la mujer en mis manos, curioso, como si no supiera y conociera cada hueco y peca de su piel. Y créeme, conocía la toalidad de sus millones de pecas que iban desde su rostro abrillantado hasta la punta de sus pies. — Cuando estemos en nuestra cabina haré que te olvides de todo. Pero vas a tener que cuidar tus labios porque no puedes hacer que nos descubran. — Le recordé con tanto deseo que inevitablemente pase mis labios por arriba de los suyos, comenzando entonces a subir al barco. Teníamos que cruzar todo el océano atlántico norte para llegar a Pensilvania y luego eran unas cuatro horas desde las orillas de las playas hasta los bosques acalorados de la zona. Para nuestra suerte, estábamos en el mismo meridiano, lo que no nos cambiaba las estaciones del año en absoluto. Acomodé sus cabellos y estiré una mano, invitándola a pasar en lo que le daba los pasajes al hombre, mi memoria fotográfica me había permitido recordar todas las caras de los inquisidores que habíamos conocido, así que di un vistazo para todos lados. Por ahora no había molestias en las cercanías. Me aseguré de leer por arriba la mente de alguno de los cercanos animales, ellos nos alertarían por cualquier anomalía. Estábamos escapando. Por fin y hasta que toda la tragedia se alejara de nosotros. Miré a Camila desde atrás y empecé a caminar hacia ella, apoyando la mano sobre su hombro. —Ya está hecho. Somos libres. Espero que no te de miedo el agua gatito. Roggers está más a tus servicios que nunca. — Bromeé para cuando ya nos instalábamos en nuestro pequeño cuarto. Serían varios días hasta llegar a destino y rezaba que nada nos detenga, ya sea la naturaleza o el hombre mismo.
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: El viaje comienza [Privado]
Take me anywhere, I don't care
I don't care, I don't care
The Smiths – There is a light that never goes out
La cara de Keath me aseguraba que no podíamos estar seguros de nada hasta que no partiéramos, aun así, él trataba de permanecer lo más tranquilo posible y eso se lo agradecía enormemente. La tranquilidad forzada del perro me daba a mi paz para enfrentar todo lo que venía, además de para pensar en asesinar a todo aquel que tratará de impedir que nos fuésemos de París. De sus labios no salieron las palabras que yo esperaba oír, sin embargo, salieron unas que me hicieron sonreír mientras que nuestros ojos se mantenían fijos en los ajenos.
– Por supuesto que confió en ti, más de lo que confió en mi misma ahora – no era necesario que eso se lo expresara, se lo demostré muchas veces y me encontraba dispuesta a demostrárselo cuantas veces lo necesitara él. Definitivamente aquel perro era el hombre de mi vida, aquel a quien había esperado y que sabía amaría durante lo que me restara de vida.
Sujetando de manera firme su mano, demostrando una vez más la confianza ciega que tenia en él, me deje arrastrar fuera del escondite donde nos mantuvimos desde que llegamos al puerto. Corriendo por el puerto en dirección a la embarcación me fue imposible no reír. Escapábamos como lo hacían los enamorados a los que se les impedía estar juntos, de hecho, pensándolo detenidamente para los marineros eso debíamos ser, una historia de amor trágico que al final podía ver la luz y por extraño que pareciera, no distábamos mucho de ser una historia de desventura que prometía mejorar.
Mi corazón latía cada vez más acelerado en mi pecho, tanto por ver como nos acercábamos a la embarcación como por darme cuenta de que parecíamos estar completamente seguros. Fue ese sentimiento de seguridad y victoria lo que me llevó a abrazarlo, asegurándole que toda aquella pesadilla estaba por terminar. Me dolía saber todo lo que dejaba detrás pero me enfocaba en lo que estaba ganando; una nueva vida. Los besos de Keath hicieron que mi cuerpo se estremeciera y riera contra su pecho, aquel perro definitivamente seguía dejándose guiar más por impulsos que por cualquier otra cosa pero no me importaba, porque su manera de ser era lo que me había llevado a amarlo en primer lugar.
– Sé muy bien como mantener mis labios cerrados Roggers – sonreí juguetona antes de tomar su mano y terminar de subir al barco. De manera natural, olí el ambiente en busca de algo extraño y observe de un lado a otro en busca de algún marinero que actuara de manera poco usual, todo sin detectar nada fuera de lo normal; sabía que Keath estaba analizando la situación también, siendo su manera segura de proceder lo que me hizo volver a relajarme y confiar tanto en sus sentidos como en los míos.
Con la calma de la que no pude gozar en las últimas semanas, entre al cuarto que nos fue asignado y sonreí mientras que mis ojos recorrían la pequeña habitación.
– Libres… – susurre al tiempo que me giraba a mirarlo – Esa palabra es hermosa – fruncí el ceño después de decir aquello – pero no la palabra agua – me estremecí – No me molesta mojarme pero tampoco es algo que me fascine – camine lentamente hasta llegar a él – Aunque si llegó a caerme al agua… ¿Vas a rescatarme verdad? – solos y en aquel pequeño cuarto que simbolizaba el inicio de una nueva vida, no podía evitar sentirme contenta y entusiasmada por lo que me esperaba al lado de aquel perro.
I don't care, I don't care
The Smiths – There is a light that never goes out
La cara de Keath me aseguraba que no podíamos estar seguros de nada hasta que no partiéramos, aun así, él trataba de permanecer lo más tranquilo posible y eso se lo agradecía enormemente. La tranquilidad forzada del perro me daba a mi paz para enfrentar todo lo que venía, además de para pensar en asesinar a todo aquel que tratará de impedir que nos fuésemos de París. De sus labios no salieron las palabras que yo esperaba oír, sin embargo, salieron unas que me hicieron sonreír mientras que nuestros ojos se mantenían fijos en los ajenos.
– Por supuesto que confió en ti, más de lo que confió en mi misma ahora – no era necesario que eso se lo expresara, se lo demostré muchas veces y me encontraba dispuesta a demostrárselo cuantas veces lo necesitara él. Definitivamente aquel perro era el hombre de mi vida, aquel a quien había esperado y que sabía amaría durante lo que me restara de vida.
Sujetando de manera firme su mano, demostrando una vez más la confianza ciega que tenia en él, me deje arrastrar fuera del escondite donde nos mantuvimos desde que llegamos al puerto. Corriendo por el puerto en dirección a la embarcación me fue imposible no reír. Escapábamos como lo hacían los enamorados a los que se les impedía estar juntos, de hecho, pensándolo detenidamente para los marineros eso debíamos ser, una historia de amor trágico que al final podía ver la luz y por extraño que pareciera, no distábamos mucho de ser una historia de desventura que prometía mejorar.
Mi corazón latía cada vez más acelerado en mi pecho, tanto por ver como nos acercábamos a la embarcación como por darme cuenta de que parecíamos estar completamente seguros. Fue ese sentimiento de seguridad y victoria lo que me llevó a abrazarlo, asegurándole que toda aquella pesadilla estaba por terminar. Me dolía saber todo lo que dejaba detrás pero me enfocaba en lo que estaba ganando; una nueva vida. Los besos de Keath hicieron que mi cuerpo se estremeciera y riera contra su pecho, aquel perro definitivamente seguía dejándose guiar más por impulsos que por cualquier otra cosa pero no me importaba, porque su manera de ser era lo que me había llevado a amarlo en primer lugar.
– Sé muy bien como mantener mis labios cerrados Roggers – sonreí juguetona antes de tomar su mano y terminar de subir al barco. De manera natural, olí el ambiente en busca de algo extraño y observe de un lado a otro en busca de algún marinero que actuara de manera poco usual, todo sin detectar nada fuera de lo normal; sabía que Keath estaba analizando la situación también, siendo su manera segura de proceder lo que me hizo volver a relajarme y confiar tanto en sus sentidos como en los míos.
Con la calma de la que no pude gozar en las últimas semanas, entre al cuarto que nos fue asignado y sonreí mientras que mis ojos recorrían la pequeña habitación.
– Libres… – susurre al tiempo que me giraba a mirarlo – Esa palabra es hermosa – fruncí el ceño después de decir aquello – pero no la palabra agua – me estremecí – No me molesta mojarme pero tampoco es algo que me fascine – camine lentamente hasta llegar a él – Aunque si llegó a caerme al agua… ¿Vas a rescatarme verdad? – solos y en aquel pequeño cuarto que simbolizaba el inicio de una nueva vida, no podía evitar sentirme contenta y entusiasmada por lo que me esperaba al lado de aquel perro.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: El viaje comienza [Privado]
Entre gruñir, desear, pastar o lo que sea que hiciera un animal hambriento, engullí la boca de la rubia despampanante que tenía frente a mí, besarla era poco en lo que estaba queriendo hacerle. De poder, simplemente me la hubiese tragado entera. Ella había ido todo el camino con miedo, con tragedia a lo que podía o no sucedernos y ahora que una piedrita caía de todo el peso que cargábamos en la espalda, se sentía de otro mundo. Seguramente ella había pensado miles de veces lo mismo que yo, ¿qué era mejor? ¿Qué nos mataran de un flechazo o morir en la hoguera? ¿Realmente estábamos predestinados a fallecer así? ¿Era nuestra culpa todo lo que nos había pasado? ¿Nuestra raza era tan mala para el mundo? No. Nada de eso podía permitir que nos sucediera o fuese verdad. ¡Eran patrañas! Teníamos tantos sentimientos como cualquiera, incluso más. Ese lado animal nos daba más compasión, más amor, más instinto que siempre actuaba a favor de la vida. Los inquisidores no podían entender eso, sencillamente ellos no conocían qué estábamos teniendo ambos en nuestras mentes. Habían donado sus cuerpos y almas a una institución malévola que iba en contra del ser mismo del humano, por ejemplo ¿qué sentido tenía ser persona y cancelar la habilidad de reproducirse? ¿O el hecho estar solo para siempre? Para mí eso era la base de la demostración de que no tenían razón, claro que luego iban miles de pensamientos más que querían expulsarse. Algunos más burdos que otros, más despreciables y hasta desubicados por la sola forma de pensar que tenían.
— Muy bien marinera, no hay moros en la costa, o algo así. Camine. — Entre órdenes ridículas y algo divertidas fue que seguí sus pasos y los que nos guiaban a nuestro lugar en el mundo. Obviamente que tenía miedo a que cualquiera nos pudiera encontrar, así que miraba en cada rincón con tanto cuidado y sigilo que solo parecía ser un joven que pisaba una embarcación por primera vez en la vida y estaba anonadado por la travesía que podrían pasar. En parte, sí estaba nervioso y emocionado por volver a ver a mi familia y presentarles a un cambia formas como yo, que viviría por el mismo tiempo y con las mismas posibilidades. El miedo a perderla era menor, pero el terror a que ella misma se arrebatara de mi lado se multiplicaba mil veces. Probablemente el amor que tenía por Camila fuese el más profundo que había encontrado en mí mismo. — No veo la hora de llegar y correr por los campos verdes. Te va a encantar. — Aseguré cuando sentí el ruido de la puerta cerrarse y a la muchacha caminar hacia mí. Tomé su cintura, levantándola dulcemente del suelo para poder verla desde abajo, la curvatura de su mentón era sumamente delicada, así como las terribles pecas que estaban por todo su rostro. La bajé un poco, para poder apoyar mis labios en su cuello dejando su propio rostro sobre mi frente. Mastiqué delicadamente su piel, hasta que me vi saciado al menos hasta la mitad. — Claro, te llevaré en mi lomo y nadaré contigo arriba salvándote como lo haría cualquier héroe como yo. ¿No ves mis músculos? ¡Puedo llevar a cinco de ti en mi espalda! — Bromeando fue que terminé por pasar el dorso de mi mano por su mejilla, besando apenas el otro lado, siguiendo por sus ojos y su frente. Aminorando el paso para quedarme mirándola fijo desde esa posición tan dulcemente como así me era posible. — Ahora, para no estresarnos por cada cosa que se mueva en éste barco yo diría que tendrías que desnudarte y andar por toda la pieza así. Para que me distraigas a todas horas. — Alzando las cejas paseé una mano por su cadera, bajando un poco para apretujar sus glúteos de una manera más cómica que sensual, pues al final la saqué un poco del suelo. Aunque claro que eso no significaba en absoluto que no hablara en serio. Las noches en parís habían sido una más sufrida que la otra y hacer el amor era tan complicado como amarse en medio de la guerra. Por lo mismo, ahora cargaba con los deseos de meses que se desbordaban en mi mirada por demás de lujuriosa. Inflé mi nariz, igual que un toro yendo por la caza y atiné a agarrarla por todos lados. — En serio, ¿qué traes debajo de esa falda? A ver, déjame ver. — Jugué en lo que movía sus ropas a los lados, obviamente sin sacarle nada en absoluto, como siempre las bromas y deseos siempre tenían un límite para mí. Y me era imposible ir más allá aún si ella me regalaba esas sonrisas felinas de libertad.
— Muy bien marinera, no hay moros en la costa, o algo así. Camine. — Entre órdenes ridículas y algo divertidas fue que seguí sus pasos y los que nos guiaban a nuestro lugar en el mundo. Obviamente que tenía miedo a que cualquiera nos pudiera encontrar, así que miraba en cada rincón con tanto cuidado y sigilo que solo parecía ser un joven que pisaba una embarcación por primera vez en la vida y estaba anonadado por la travesía que podrían pasar. En parte, sí estaba nervioso y emocionado por volver a ver a mi familia y presentarles a un cambia formas como yo, que viviría por el mismo tiempo y con las mismas posibilidades. El miedo a perderla era menor, pero el terror a que ella misma se arrebatara de mi lado se multiplicaba mil veces. Probablemente el amor que tenía por Camila fuese el más profundo que había encontrado en mí mismo. — No veo la hora de llegar y correr por los campos verdes. Te va a encantar. — Aseguré cuando sentí el ruido de la puerta cerrarse y a la muchacha caminar hacia mí. Tomé su cintura, levantándola dulcemente del suelo para poder verla desde abajo, la curvatura de su mentón era sumamente delicada, así como las terribles pecas que estaban por todo su rostro. La bajé un poco, para poder apoyar mis labios en su cuello dejando su propio rostro sobre mi frente. Mastiqué delicadamente su piel, hasta que me vi saciado al menos hasta la mitad. — Claro, te llevaré en mi lomo y nadaré contigo arriba salvándote como lo haría cualquier héroe como yo. ¿No ves mis músculos? ¡Puedo llevar a cinco de ti en mi espalda! — Bromeando fue que terminé por pasar el dorso de mi mano por su mejilla, besando apenas el otro lado, siguiendo por sus ojos y su frente. Aminorando el paso para quedarme mirándola fijo desde esa posición tan dulcemente como así me era posible. — Ahora, para no estresarnos por cada cosa que se mueva en éste barco yo diría que tendrías que desnudarte y andar por toda la pieza así. Para que me distraigas a todas horas. — Alzando las cejas paseé una mano por su cadera, bajando un poco para apretujar sus glúteos de una manera más cómica que sensual, pues al final la saqué un poco del suelo. Aunque claro que eso no significaba en absoluto que no hablara en serio. Las noches en parís habían sido una más sufrida que la otra y hacer el amor era tan complicado como amarse en medio de la guerra. Por lo mismo, ahora cargaba con los deseos de meses que se desbordaban en mi mirada por demás de lujuriosa. Inflé mi nariz, igual que un toro yendo por la caza y atiné a agarrarla por todos lados. — En serio, ¿qué traes debajo de esa falda? A ver, déjame ver. — Jugué en lo que movía sus ropas a los lados, obviamente sin sacarle nada en absoluto, como siempre las bromas y deseos siempre tenían un límite para mí. Y me era imposible ir más allá aún si ella me regalaba esas sonrisas felinas de libertad.
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: El viaje comienza [Privado]
Los besos de Keath me daban seguridad, además de ser el aliciente que necesitaba para sin dudar, subir al barco que nos guiaría a nuestra nueva vida. Era consiente de que el sitió al que nos dirigíamos solo era nuevo para mi, no para el perro; América era su lugar natal, Pensilvania el lugar exacto al que nos dirigíamos y donde se encontraba su familia; por ahora, el único sitio que parecía seguro para nosotros. No estaba segura del alcance de la Inquisición, no sabía del todo si con el océano separándonos dejaríamos de ser buscados pero algo dentro de mi me decía que una vez fuera del continente, estaríamos seguros, seríamos olvidados y en un lugar nuevo como Pensilvania, donde según Keath los sobrenaturales convivían de una manera más abierta y tranquila, esperaba que tuviéramos una mejor vida. Ya no habría que preocuparnos por ser espiados o cazados, pasaríamos de esos temores fuera de lo común a preocuparnos por cosas más sencillas y eso, me encantaba. Nunca quise ser una persona normal, amaba mi naturaleza de cambiante solo que en los últimos tiempos había dejado de disfrutar quien era y lo que era, viví con miedo por mi vida y por la de mi compañero. A tal grado llegó mi temor que ni siquiera tuve la oportunidad de disfrutar realmente de lo que significaba vivir al lado de Keath y tenerlo únicamente para mi.
Con un prometedor futuro por delante, mi mirada se posó una vez más en el paisaje parisino desde el puerto. En aquella ciudad había encontrado grandes amigos, descubrí de todo lo que era capaz, disfrute y sufrí; eso me había vuelto la mujer que era, sin embargo, era tiempo de cómo un barco que zarpaba, soltar mis anclas y crecer mucho más junto al perro que me había acompañado en lo que consideraba la peor etapa de mi vida. Una enorme sonrisa apareció en mis labios al verlo tan alegre como siempre, tan llenó de energía. Ya me había prometido cuidarle por sobre todo, ser fuerte por él pero ahora también me prometía hacerlo el cambiante más feliz.
- Vaya Capitán, me encanta su manera de darme ordenes – reí, avanzando frente a él pero siguiendo a quienes nos guiaron hasta nuestro cuarto, un lugar que aunque pequeño me pareció acogedor, al menos lo más acogedor que podía ser un cuarto de viaje. Girando sobre mis propios pies observe con detenimiento a Keath – Me encantara estar en cualquier sitio mientras que estés a mi lado, de hecho, hasta podría acostumbrarme a vivir en un barco, siempre y cuando me pueda mantener bastante alejada del agua – sonreí antes de caminar en dirección al perro con mi característico andar felino. Siempre que estaba cerca de él me sentía tan pequeña, frágil y mimada, en especial cuando me cargaba. Que dijera que era mi héroe podía parecer una broma pero para mi de verdad lo era, yo había sido capaz de soportar muchas cosas gracias a su compañía y a su amor – Estoy segura que puedes llevar a cinco de mi, de eso no me cabe la menor duda – corrobore mientras que mis manos pasaban por sus brazos, haciendo como que realmente me cercioraba de lo musculoso que era. De sus brazos pase a sus hombros y ahí mantuve las manos mientras que él me besaba una y otra vez, antes de detenerse y mirarme – Roggers… – acaricie con mis manos su rostro, hasta sujetarle por el mentón, observándolo con atención – ¿Qué te esta pasando? ¿Siempre has sido tan apuesto o es que estas cambiando ahora porque quieres encontrarte con una ex novia? – pregunte, sonriendo después de preguntar eso, no porque lo preguntara en broma sino porque realmente Keath me parecía más apuesto que nunca, tanto que mi corazón latía desbocado en mi pecho, justo como las primeras veces en las que salimos.
El temor de meses, la seriedad de la situación, las dudas sobre si viviríamos o moriríamos, todo por lo que sufrimos quedaba en el pasado, siendo suplido por el presente, las risas y los jugueteos así como la necesidad de uno por el otro, esa que no hizo esperar cuando en medio de juegos Keath me estrujo.
– Por mi no habría problema en andar desnuda siempre y cuando tu hagas lo mismo – asegure, antes de hundir mi cabeza en su cuello y besarle con insistencia durante algunos segundos, hasta que las manos del perro comenzaron a moverse de un lado a otro sobre mi cuerpo – Si quieres saber que tengo bajo mi falda – me escabullí, escapando de él y yendo a subir sobre el camastro que compartiríamos durante el viaje – tendrás que venir aquí y convencerme de mostrarte Keath – moví uno de mis dedos, llamándole a que fuera a mi lado cuando un movimiento brusco me hizo perder ligeramente el equilibrio y los gritos por todo el barco nos anunciaban que finalmente estábamos partiendo. Espere sobre el camastro a que se acercará y cuando lo tuve a mi alcance, lo abrace – Capitán, debería estar con sus marineros, dando indicaciones y despidiéndose del puerto – levante entonces el rostro y le mordí el mentón – a menos que lo que este buscando sea celebrar que somos libres al fin – lo deseaba, vaya que si pero sabía bien que existía algo más que debíamos hacer antes – pero si celebrar es lo que quiere, antes, deberíamos dormir y reponer fuerzas – le sonreí – fue un día muy complicado.
Con un prometedor futuro por delante, mi mirada se posó una vez más en el paisaje parisino desde el puerto. En aquella ciudad había encontrado grandes amigos, descubrí de todo lo que era capaz, disfrute y sufrí; eso me había vuelto la mujer que era, sin embargo, era tiempo de cómo un barco que zarpaba, soltar mis anclas y crecer mucho más junto al perro que me había acompañado en lo que consideraba la peor etapa de mi vida. Una enorme sonrisa apareció en mis labios al verlo tan alegre como siempre, tan llenó de energía. Ya me había prometido cuidarle por sobre todo, ser fuerte por él pero ahora también me prometía hacerlo el cambiante más feliz.
- Vaya Capitán, me encanta su manera de darme ordenes – reí, avanzando frente a él pero siguiendo a quienes nos guiaron hasta nuestro cuarto, un lugar que aunque pequeño me pareció acogedor, al menos lo más acogedor que podía ser un cuarto de viaje. Girando sobre mis propios pies observe con detenimiento a Keath – Me encantara estar en cualquier sitio mientras que estés a mi lado, de hecho, hasta podría acostumbrarme a vivir en un barco, siempre y cuando me pueda mantener bastante alejada del agua – sonreí antes de caminar en dirección al perro con mi característico andar felino. Siempre que estaba cerca de él me sentía tan pequeña, frágil y mimada, en especial cuando me cargaba. Que dijera que era mi héroe podía parecer una broma pero para mi de verdad lo era, yo había sido capaz de soportar muchas cosas gracias a su compañía y a su amor – Estoy segura que puedes llevar a cinco de mi, de eso no me cabe la menor duda – corrobore mientras que mis manos pasaban por sus brazos, haciendo como que realmente me cercioraba de lo musculoso que era. De sus brazos pase a sus hombros y ahí mantuve las manos mientras que él me besaba una y otra vez, antes de detenerse y mirarme – Roggers… – acaricie con mis manos su rostro, hasta sujetarle por el mentón, observándolo con atención – ¿Qué te esta pasando? ¿Siempre has sido tan apuesto o es que estas cambiando ahora porque quieres encontrarte con una ex novia? – pregunte, sonriendo después de preguntar eso, no porque lo preguntara en broma sino porque realmente Keath me parecía más apuesto que nunca, tanto que mi corazón latía desbocado en mi pecho, justo como las primeras veces en las que salimos.
El temor de meses, la seriedad de la situación, las dudas sobre si viviríamos o moriríamos, todo por lo que sufrimos quedaba en el pasado, siendo suplido por el presente, las risas y los jugueteos así como la necesidad de uno por el otro, esa que no hizo esperar cuando en medio de juegos Keath me estrujo.
– Por mi no habría problema en andar desnuda siempre y cuando tu hagas lo mismo – asegure, antes de hundir mi cabeza en su cuello y besarle con insistencia durante algunos segundos, hasta que las manos del perro comenzaron a moverse de un lado a otro sobre mi cuerpo – Si quieres saber que tengo bajo mi falda – me escabullí, escapando de él y yendo a subir sobre el camastro que compartiríamos durante el viaje – tendrás que venir aquí y convencerme de mostrarte Keath – moví uno de mis dedos, llamándole a que fuera a mi lado cuando un movimiento brusco me hizo perder ligeramente el equilibrio y los gritos por todo el barco nos anunciaban que finalmente estábamos partiendo. Espere sobre el camastro a que se acercará y cuando lo tuve a mi alcance, lo abrace – Capitán, debería estar con sus marineros, dando indicaciones y despidiéndose del puerto – levante entonces el rostro y le mordí el mentón – a menos que lo que este buscando sea celebrar que somos libres al fin – lo deseaba, vaya que si pero sabía bien que existía algo más que debíamos hacer antes – pero si celebrar es lo que quiere, antes, deberíamos dormir y reponer fuerzas – le sonreí – fue un día muy complicado.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: El viaje comienza [Privado]
Una risa casi atorada se escapó de mis labios al verla corretear como una niña por la pequeña habitación. Simplemente parecía… ¡Parecía levitar! Era igual que ver a una pluma flotando y eso solamente perjudicaba mis signos vitales. Claramente quería engullirla o sufriría un ataque de ansiedad. Así que sin pelos en la lengua di un salto lo menos tosco posible, tambaleándome al sentir los gritos y el movimiento. De repente mis ojos se abrieron como si quisieran salirse, podía aparentar mucha seguridad no obstante, era obvio que temía que nos fuesen a encontrar. Para mi suerte la tranquilidad y afinidad auditiva de la mujer me tranquilizó, haciéndome sonreír como lo haría un salvaje hombre de las cavernas que está a punto de hacerle un hijo a alguna sensual hembra a su alcance. Apoyé ambas manos sobre el camastro y alcé la vista, enfocándola en sus labios para poder masticarlos ligeramente. — ¿A una ex? Si te refieres a mi mamá ella estará esperándome y por eso me puse más apuesto, le gusta verme sin barba, es mi señora madre. — Jugué con tanto chiste que recordaba la primera vez que la había invitado a salir, su rostro mofado y la diversión que me daba solo verle las expresiones. Era algo que claramente no cambiaba y no lo haría jamás. Había sentido sus caricias y su inminente calor que pasaba como si quisiera acurrucarme en su interior. Yo, por supuesto, estaba feliz ante la idea e intenté hundirme en su pecho. — Andas plana. — Bromeé ante las pequeñas curvas que la felina tenía en sus bustos, perfectas a su manera, entraban en mi mano y boca, así que no podía estar más a gusto con ello. Una risotada se escapó y la abracé rápidamente, esperando su chirrido. Era meramente inevitable jugar con ella y arrinconarla en el pedazo de pared que había escogido para llamarme.
— ¿Escuchas eso? ¿Lo sientes? Eso es que ganamos, en nuestra propia medida, pero lo hicimos. No creo poder dormirme. ¿Sabes hace cuánto tiempo que no puedo hacerte el amor sin tener un ojo y una oreja en la espalda? — Alcé la mano, tan violentamente que al apoyarla en la madera al costado de ella, la sentí áspera por la textura. Entrecerré los parpados, bajándolos como un niño ensoñado y agarré la muñeca ajena del otro costado, acercándola un poco más. Era como si le rogara que me mostrara todo lo que tenía abajo o arriba. No importaba donde, quería verla toda, sentirla y disfrutarla como hacía meses no podía hacerlo. Aunque sabía que ella tenía razón, mis piernas estaban exhaustas, habíamos estado corriendo de un lado a otro, incluso las heridas de mi piel escocían con ardor. Era como estar en un estado de ebriedad como aquellos de tiempos lejanos, en donde nunca sabía en dónde estaba parado, ni qué estaba haciendo. Era siempre algo nuevo y estrambótico. Ahora me sentía igual, aunque sabiendo que tenía a quién proteger y con quien estar. Camila no era solo una amante y futura esposa perfecta, sino que se había convertido en un escudo, un bastón y una espada. Nunca paraba de sorprenderme. — Sabes, tengo una bala atravesada ahora que me acuerdo. Y tú también. El ungüento no va a hacer mucho deja que te saco la de la pierna. Mi hombro ya no duele, el agua bendita se debe haber terminado de evaporar. Pero tiremos los restos al mar, por las dudas puedan oler algo. — El repentino cansancio y la leve seriedad se fundieron cuando nos empezábamos a encontrar mar adentro. Rápidamente me acomodé para retirar la bala de sus heridas y pasarle medicina por arriba. Como cambiaformas podíamos curarnos rápidamente y las medicinas calmaban el dolor lo suficiente para prácticamente no notar los tajos o disparos en ese caso. Alcé la vista, sonriéndole de lado en tanto cerraba un segundo los ojos, besando la piel que tenía en frente, con un leve temblor. Parecía que estábamos en un torbellino de emociones difíciles de superar y sí, así lo era. — ¿Te casarás conmigo apenas lleguemos? Con una corona de flores blancas en tu cabello rubio, te quedaría hermoso. — Farfullé apenas terminé con su herida y me acerqué para acomodarme en la diminuta cama que teníamos, era suficiente para que ambos entráramos y quedáramos pegados. No me podía quejar. Palmeé su cintura en tanto quitaba mi camisa, dejando por completo el torso al descubierto, la herida estaba a medio sanar pero el material seguía dentro. Cerré un poco los ojos, abriendo la boca a medias, igual que un perro dormido boca arriba. Solo quería apagarme por un instante.
— ¿Escuchas eso? ¿Lo sientes? Eso es que ganamos, en nuestra propia medida, pero lo hicimos. No creo poder dormirme. ¿Sabes hace cuánto tiempo que no puedo hacerte el amor sin tener un ojo y una oreja en la espalda? — Alcé la mano, tan violentamente que al apoyarla en la madera al costado de ella, la sentí áspera por la textura. Entrecerré los parpados, bajándolos como un niño ensoñado y agarré la muñeca ajena del otro costado, acercándola un poco más. Era como si le rogara que me mostrara todo lo que tenía abajo o arriba. No importaba donde, quería verla toda, sentirla y disfrutarla como hacía meses no podía hacerlo. Aunque sabía que ella tenía razón, mis piernas estaban exhaustas, habíamos estado corriendo de un lado a otro, incluso las heridas de mi piel escocían con ardor. Era como estar en un estado de ebriedad como aquellos de tiempos lejanos, en donde nunca sabía en dónde estaba parado, ni qué estaba haciendo. Era siempre algo nuevo y estrambótico. Ahora me sentía igual, aunque sabiendo que tenía a quién proteger y con quien estar. Camila no era solo una amante y futura esposa perfecta, sino que se había convertido en un escudo, un bastón y una espada. Nunca paraba de sorprenderme. — Sabes, tengo una bala atravesada ahora que me acuerdo. Y tú también. El ungüento no va a hacer mucho deja que te saco la de la pierna. Mi hombro ya no duele, el agua bendita se debe haber terminado de evaporar. Pero tiremos los restos al mar, por las dudas puedan oler algo. — El repentino cansancio y la leve seriedad se fundieron cuando nos empezábamos a encontrar mar adentro. Rápidamente me acomodé para retirar la bala de sus heridas y pasarle medicina por arriba. Como cambiaformas podíamos curarnos rápidamente y las medicinas calmaban el dolor lo suficiente para prácticamente no notar los tajos o disparos en ese caso. Alcé la vista, sonriéndole de lado en tanto cerraba un segundo los ojos, besando la piel que tenía en frente, con un leve temblor. Parecía que estábamos en un torbellino de emociones difíciles de superar y sí, así lo era. — ¿Te casarás conmigo apenas lleguemos? Con una corona de flores blancas en tu cabello rubio, te quedaría hermoso. — Farfullé apenas terminé con su herida y me acerqué para acomodarme en la diminuta cama que teníamos, era suficiente para que ambos entráramos y quedáramos pegados. No me podía quejar. Palmeé su cintura en tanto quitaba mi camisa, dejando por completo el torso al descubierto, la herida estaba a medio sanar pero el material seguía dentro. Cerré un poco los ojos, abriendo la boca a medias, igual que un perro dormido boca arriba. Solo quería apagarme por un instante.
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: El viaje comienza [Privado]
Finalmente partíamos. La realidad cayó sobre de la misma manera en que Keath lo hizo la primera vez que nos encontramos en los bosques, de hecho, al igual que en aquel entonces, el miedo ante la posibilidad de morir era sustituido por la certeza de que todo iba a estar bien desde ese momento y en adelante. Con una sonrisa en el rostro me enfoque en el rostro del perro, en esos ojos que me devoraban y en esas expresiones que me derretían completamente. Nunca me había considerado a mi misma una mujer celosa pero con Keath lo era, lo quería únicamente para mi y aunque lo mencionaba en broma, si me preocupaba que se encontrase con alguna ex novia guapa en Pensilvania, pero como siempre lo que él tenía para decirme me tranquilizaba.
– ¿Así que solo te vuelves más apuesto para mi suegra? – reí y arrugue la nariz – Quiero que seas siempre así de guapo para mi – acerque mi rostro al suyo, rozando con mis labios los suyos antes de morderlo ligeramente – y tienes razón, debes estar presentable para tu madre pero, a mi me parecer más sexy con barba – levante las cejas de manera sugerente y divertida. Decía todo aquello jugando pues ante mis ojos, Keath era apuesto y sexy como fuera, incluso en sus formas animales, esas que en un inicio de nuestra relación no eran de mi completo agrado. Lo mire fijamente fingiendo estar ofendida al escuchar su referencia a lo plana que era – Disculpa entonces porque no tenga más para ofrecerte – dije tratando de escapar nuevamente de él, en esta ocasión sin mucho éxito pues antes de que fuera capaz de hacerlo sus brazos ya me tenían cautiva. Acaricie sus cabellos cuando se pegó más a mi cuerpo, riendo de sus comentarios y de nuestras actitudes casi infantiles.
– Claro que lo siento y de verdad que me encantaría tenerte en estos momentos, no sabes cuanto pero hay cosas que hacer antes de eso – Tenerlo tan cerca sentir tanto su mirada como sus manos sobre mi era una completa tortura. Comprendía perfectamente lo que él sentía porque también yo lo estaba experimentando; lo necesitaba más cerca para darme cuenta de que todo era real y de que lo que estaba experimentando no era solo un producto de mi imaginación sino algo verdadero. Quería cerciorarme de que estábamos a salvo, de que estábamos juntos y que todo estaría bien, pero para poder hacerlo primero debíamos atendernos nosotros. Agradecí que me recordara que antes de descansar necesitábamos extraer las balas de nuestros cuerpos y curar las heridas, aunque antes de eso, solté una risita divertida. – Me había olvidado de la bala – le mire con algo de culpa – Es que todo esto parece tan irreal que no sé si lo que siento es verdadero – confesé antes de tomar el momento con total seriedad y sentarme en el camastro para ofrecerle mi perna herida a Keath. Las heridas dolían de manera soportable y dolieron mucho menos una vez que fueron tratadas por el perro.
La propuesta de Keath hizo que se me acelerara el corazón. Hablar de matrimonio era algo bastante común entre nosotros pero en aquella ocasión no era una simple charla, era una petición sería y fue por eso que no respondí. Me mantuve en silencio mientras que se acomodaba para darme un mejor acceso a su herida.
– Quédate quieto Roggers – fue lo único que dije antes de dedicarme en silencio a extraer la bala y curar las otras heridas que eran mucho más superficiales. Una vez que mi trabajo estaba terminado me acomode en el camastro, pegando mi cuerpo al suyo tanto como era posible y entonces suspire. Me gustaba el calor que emitía su cuerpo, la manera en que respiraba me tranquilizaba y buscando un poco más de esa tranquilidad le acaricie el pecho desnudo con los dedos. – No necesito una corona de flores – sentencie – Lo único que quiero es ser tu esposa. De hecho, me casaría ahora mismo contigo si el capitán estuviera dispuesto a oficiar una boda – reí después de ese comentario.
– ¿Así que solo te vuelves más apuesto para mi suegra? – reí y arrugue la nariz – Quiero que seas siempre así de guapo para mi – acerque mi rostro al suyo, rozando con mis labios los suyos antes de morderlo ligeramente – y tienes razón, debes estar presentable para tu madre pero, a mi me parecer más sexy con barba – levante las cejas de manera sugerente y divertida. Decía todo aquello jugando pues ante mis ojos, Keath era apuesto y sexy como fuera, incluso en sus formas animales, esas que en un inicio de nuestra relación no eran de mi completo agrado. Lo mire fijamente fingiendo estar ofendida al escuchar su referencia a lo plana que era – Disculpa entonces porque no tenga más para ofrecerte – dije tratando de escapar nuevamente de él, en esta ocasión sin mucho éxito pues antes de que fuera capaz de hacerlo sus brazos ya me tenían cautiva. Acaricie sus cabellos cuando se pegó más a mi cuerpo, riendo de sus comentarios y de nuestras actitudes casi infantiles.
– Claro que lo siento y de verdad que me encantaría tenerte en estos momentos, no sabes cuanto pero hay cosas que hacer antes de eso – Tenerlo tan cerca sentir tanto su mirada como sus manos sobre mi era una completa tortura. Comprendía perfectamente lo que él sentía porque también yo lo estaba experimentando; lo necesitaba más cerca para darme cuenta de que todo era real y de que lo que estaba experimentando no era solo un producto de mi imaginación sino algo verdadero. Quería cerciorarme de que estábamos a salvo, de que estábamos juntos y que todo estaría bien, pero para poder hacerlo primero debíamos atendernos nosotros. Agradecí que me recordara que antes de descansar necesitábamos extraer las balas de nuestros cuerpos y curar las heridas, aunque antes de eso, solté una risita divertida. – Me había olvidado de la bala – le mire con algo de culpa – Es que todo esto parece tan irreal que no sé si lo que siento es verdadero – confesé antes de tomar el momento con total seriedad y sentarme en el camastro para ofrecerle mi perna herida a Keath. Las heridas dolían de manera soportable y dolieron mucho menos una vez que fueron tratadas por el perro.
La propuesta de Keath hizo que se me acelerara el corazón. Hablar de matrimonio era algo bastante común entre nosotros pero en aquella ocasión no era una simple charla, era una petición sería y fue por eso que no respondí. Me mantuve en silencio mientras que se acomodaba para darme un mejor acceso a su herida.
– Quédate quieto Roggers – fue lo único que dije antes de dedicarme en silencio a extraer la bala y curar las otras heridas que eran mucho más superficiales. Una vez que mi trabajo estaba terminado me acomode en el camastro, pegando mi cuerpo al suyo tanto como era posible y entonces suspire. Me gustaba el calor que emitía su cuerpo, la manera en que respiraba me tranquilizaba y buscando un poco más de esa tranquilidad le acaricie el pecho desnudo con los dedos. – No necesito una corona de flores – sentencie – Lo único que quiero es ser tu esposa. De hecho, me casaría ahora mismo contigo si el capitán estuviera dispuesto a oficiar una boda – reí después de ese comentario.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: El viaje comienza [Privado]
Se me escapó una risa, mostrando los dientes y mirándola con tanta dulzura que seguramente me podría agarrar alguna enfermedad en la sangre de tanto amarla. Asentí y ante sus labios no podía hacer nada más que devorarlos. ¡Era especialmente deliciosa cuando su egoísmo felino salía a relucir! Encantadora por donde sea que la mirara. — ¿Te gusto más con barba? Crece y crece, en dos días volverá a parecer un torbellino de lana. — Bromeé y la palmeé una vez más, sintiendo el perfume de su propia esencia en el aire que me obligó a lamer con cuidado su mejilla y regalarle unos bufidos tristes por su escaso busto. Al instante dejé salir la risa que había estado conteniendo, desbocándome de la gracia que me daba su rostro entre sorprendido y haciéndose el enojado. Su belleza se hacía ver en esa sonrisa dulce y no tardé en volver a mordisquearla. Lo que decía la preciosa cambiaformas no eran otra cosa que verdades y sentimientos algo dolorosos. ¡Sí era verdadera la libertad! Teníamos que aceptar eso para poder seguir y alcé la cabeza para observarla, sus cabellos caían sobre su rostro, algo desacomodados y la leve transpiración se hacía presente en su cuello, eran los síntomas de haber estado todo el día sintiendo la presión de la muerte sobre nosotros. O de separarnos, estaba seguro de que eso era peor que cualquier otra cosa.
— Lo sé, mi hermosa damisela. Yo también me había olvidado, pero me moví y creo que se me enterró más. ¿No te duele? Voy a examinarla un poco y limpiar más adentro. No parecen ser raras, aunque por las dudas. — Avisé antes de hundir un poco un paño en su carne, sacando cualquier cosa que pudiese seguir allí dentro. Cuando terminé envolví la bala en el pañuelo sucio y lo dejé del lado blanco para poder tirarlo y que no quedaran huellas. Al final volví a besar su piel, notando como la herida se iba cerrando con más facilidad, complementándose con el ungüento. Mordí un costado y alcé la vista para poder encontrarme con sus hermosos ojos celestes y penetrantes, eran como una mezcla del cielo y una laguna, podía perderme en ellos por años. — ¡Sí, señora! Creo que estás metiéndome los dedos apropósito. ¿Me quieres perforar? — Consultaba entre risas divertidas, en verdad no me hacía ningún daño, mas jugar con sus habilidades y jactarlas de malas era algo que solía divertirme más de la cuenta, sus expresiones siempre tenían algo nuevo para darme. Incluso sabía que ese tipo de comentarios podían caerle mal a cualquier otra persona, pero ella era especial, podía enojarse, golpearme y volverse tan suave que se hundía en mi piel. Dejé salir un suspiro ante esos pensamientos, me agitaban la mente y cuando hube despertado de la ensoñación su cuerpo literalmente se había acurrucado como un pequeño muñeco buscando atención. La envolví con los brazos y besé su mejilla, luego su frente, mirándola cobardemente a los ojos. ¡Era un cobarde! No podía responderle sin sentir que todo mi interior se hacía una bola infame de sentimientos. — ¿Ahora mismo? Eso suena muy bien, pero prometimos que no llamaríamos la atención. Serás oficialmente mi mujer la noche que lleguemos a tierra. Y sí usaras una corona de flores. ¡Eres mi princesa! Y quiero que estés limpia y peinada. — Asentí fugazmente riéndome para besar sus labios, acunándola en mi pecho. Un momento después me alcé para acostarme en la cama con ella. Mordí su cuello y desesperadamente terminé buscando su hombro recorriéndolo como si me hubiese olvidado el camino de su cuerpo. Claramente eso era imposible, recordaba cada milímetro y lunar expuesto en su piel, desde su pecoso rostro hasta la pálida planta de sus pies. Un gruñido algo deseoso salía desde mis dientes y colmillos, no supe cuando fue que me pude controlar en no terminar por hacerla mía, no obstante me levanté de la cama de un salto. Las balas estaban esparcidas con algo de sangre alrededor, eso no era bueno. Iban a traer comida en algún momento y no podían verlo. Agarré tanto las balas como el pañuelo y no esperé ni un segundo en deslizarme por afuera del lugar. ¿Cuánto tiempo habría pasado? Quizá dos minutos, me había desecho por completo de la prueba del delito y ya me encontraba volviendo a la habitación. Ya había caído la noche por lo que noté que empezaban a entregar la cena. Nuestro pasaje era de habitación doble de clase media, con comidas incluidas. No era tan lujoso, empero se podía decir que estaba bastante bien para ambos. Me acerqué al camarero y pedí nuestra bandeja, al momento toqué la puerta de la habitación. — ¿Señora de Roggers? Disculpe, está la cena para la habitación. — Con la voz forzosamente gangosa e intentando no volcar nada, esperé a que me abriera.
— Lo sé, mi hermosa damisela. Yo también me había olvidado, pero me moví y creo que se me enterró más. ¿No te duele? Voy a examinarla un poco y limpiar más adentro. No parecen ser raras, aunque por las dudas. — Avisé antes de hundir un poco un paño en su carne, sacando cualquier cosa que pudiese seguir allí dentro. Cuando terminé envolví la bala en el pañuelo sucio y lo dejé del lado blanco para poder tirarlo y que no quedaran huellas. Al final volví a besar su piel, notando como la herida se iba cerrando con más facilidad, complementándose con el ungüento. Mordí un costado y alcé la vista para poder encontrarme con sus hermosos ojos celestes y penetrantes, eran como una mezcla del cielo y una laguna, podía perderme en ellos por años. — ¡Sí, señora! Creo que estás metiéndome los dedos apropósito. ¿Me quieres perforar? — Consultaba entre risas divertidas, en verdad no me hacía ningún daño, mas jugar con sus habilidades y jactarlas de malas era algo que solía divertirme más de la cuenta, sus expresiones siempre tenían algo nuevo para darme. Incluso sabía que ese tipo de comentarios podían caerle mal a cualquier otra persona, pero ella era especial, podía enojarse, golpearme y volverse tan suave que se hundía en mi piel. Dejé salir un suspiro ante esos pensamientos, me agitaban la mente y cuando hube despertado de la ensoñación su cuerpo literalmente se había acurrucado como un pequeño muñeco buscando atención. La envolví con los brazos y besé su mejilla, luego su frente, mirándola cobardemente a los ojos. ¡Era un cobarde! No podía responderle sin sentir que todo mi interior se hacía una bola infame de sentimientos. — ¿Ahora mismo? Eso suena muy bien, pero prometimos que no llamaríamos la atención. Serás oficialmente mi mujer la noche que lleguemos a tierra. Y sí usaras una corona de flores. ¡Eres mi princesa! Y quiero que estés limpia y peinada. — Asentí fugazmente riéndome para besar sus labios, acunándola en mi pecho. Un momento después me alcé para acostarme en la cama con ella. Mordí su cuello y desesperadamente terminé buscando su hombro recorriéndolo como si me hubiese olvidado el camino de su cuerpo. Claramente eso era imposible, recordaba cada milímetro y lunar expuesto en su piel, desde su pecoso rostro hasta la pálida planta de sus pies. Un gruñido algo deseoso salía desde mis dientes y colmillos, no supe cuando fue que me pude controlar en no terminar por hacerla mía, no obstante me levanté de la cama de un salto. Las balas estaban esparcidas con algo de sangre alrededor, eso no era bueno. Iban a traer comida en algún momento y no podían verlo. Agarré tanto las balas como el pañuelo y no esperé ni un segundo en deslizarme por afuera del lugar. ¿Cuánto tiempo habría pasado? Quizá dos minutos, me había desecho por completo de la prueba del delito y ya me encontraba volviendo a la habitación. Ya había caído la noche por lo que noté que empezaban a entregar la cena. Nuestro pasaje era de habitación doble de clase media, con comidas incluidas. No era tan lujoso, empero se podía decir que estaba bastante bien para ambos. Me acerqué al camarero y pedí nuestra bandeja, al momento toqué la puerta de la habitación. — ¿Señora de Roggers? Disculpe, está la cena para la habitación. — Con la voz forzosamente gangosa e intentando no volcar nada, esperé a que me abriera.
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: El viaje comienza [Privado]
– Me gusta todo de ti Roggers. Tu barba, tus ojos, tu sonrisa – le mire fijamente y sonreí como una mujer que experimenta por primera vez el amor, porque aunque había amado mucho a lo largo de mi vida, ningún amor podía compararse con el que experimentaba por el perro – y por eso es que de verdad espero que tu barba vuelva a crecer dentro de dos días – le acaricie el mentón con suavidad, olvidándome una vez más de todo, menos de él y de que era todo mío; tanto pensaba en eso que ni siquiera podía hacer una expresión molesta que fuera convincente, prueba de eso era que Keath me miraba y reía, llevándome a mi también a reír y olvidar el motivo por el que decidía simular estar molesta. Me resultaba imposible enojarme con él.
Deseaba tanto estar a su lado, saber que su presencia era real y que todo el peligro quedaba detrás de nosotros, que ni siquiera fui capaz de recordar las heridas en nuestro cuerpo. Saber que olvidaba algo como eso me hizo enrojecer y después reír al escuchar las preguntas de mi adorado perro.
– Pues entonces no te muevas por ahora, trata de dejar ese lado impulsivo y juguetón hasta que estés curado y me duele un poco, pero es más como una molestia soportable, no han dado a nada sumamente importante – asegure mientras que un oscuro pensamiento invadió mi mente en esos momentos y le mire con preocupación – ¿Crees que tengan algo las balas? ¿Podrán afectarnos de otra manera? – una vez más, los problemas que dejábamos en el puerto me perseguían, pero fue la mirada de Keath y su tranquilidad al limpiar mis heridas la que me llevó a descartar esa idea. Debía concentrar mis pensamientos en el presente y en el futuro, ese que salió a relucir con la interrogante del perro, esa que me orillo a curarle en completo silencio mientras que por dentro lo único que deseaba era echarme sobre sus brazos, besarlo y decirle una y mil veces que si aceptaba ser su esposa. Claro que antes de algo así, era necesario que le curara y eliminara amenazas potenciales – Quédate quieto o dolerá más y enserio parecerá que te perforo – dije, mirando su rostro con una seriedad que no era característica de mi, a no ser claro, que se debiera a la preocupación por él.
Una vez que las balas fueron extraídas de su cuerpo y que la paz regresaba a mi mente, di una respuesta a su pregunta, una que quizás era demasiado apresurada pues me solté a reír ante su mirada y sus siguientes palabras.
– Lo sé, es demasiado obvio que lo hagamos pero no puedo evitar desear ser tu esposa desde este momento – le bese el hombro una y otra vez, pegando mi cuerpo al suyo – No se me olvidara esto Keath, cuando llegue a tierra espero ser Camila Roggers – sonreí después de decir aquello – Me gusta como suena mi nombre y tu apellido – pero casi al instante resople, mordisqueándole el hombro que antes besara – ¿Insinúas que estoy despeinada y sucia? – hice una pausa – Porque quizás lo este pero ha sido por una razón importante – sentencie antes de volver a morderle y dejarme envolver por su cuerpo, aunque demasiado pronto para mi gusto el calor de Keath se alejo del mío, para sin explicación previa tomar las balas y salir de la habitación a deshacerse de la evidencia de nuestro enfrentamiento con los inquisidores, dejando definitivamente nuestro pasado.
En lo que Keath volvía, me senté en el camastro y peine mis cabellos. Las heridas ocasionadas por nuestro enfrentamiento en tierras francesas pasaba lentamente a formar también parte de los recuerdos y fue en ese momento, mientras que recorría con mis dedos la herida de mi pierna que el aroma de mi amado perro, seguida por la voz más divertida del mundo sonaba del otro lado de la puerta. De un salto me levante del camastro y dirigí mis pasos a la puerta, misma que abrí de golpe únicamente para poder ver a Keath con la bandeja de nuestra comida.
– De verdad que amo como se escucha eso – y de manera ya un tanto profesional debido al trabajo en el café, le quite al perro la bandeja de la comida – Entre señor Roggers, su casi esposa se muere de hambre y quiere llenarse de energía antes de tomarlo a usted de postre.
Deseaba tanto estar a su lado, saber que su presencia era real y que todo el peligro quedaba detrás de nosotros, que ni siquiera fui capaz de recordar las heridas en nuestro cuerpo. Saber que olvidaba algo como eso me hizo enrojecer y después reír al escuchar las preguntas de mi adorado perro.
– Pues entonces no te muevas por ahora, trata de dejar ese lado impulsivo y juguetón hasta que estés curado y me duele un poco, pero es más como una molestia soportable, no han dado a nada sumamente importante – asegure mientras que un oscuro pensamiento invadió mi mente en esos momentos y le mire con preocupación – ¿Crees que tengan algo las balas? ¿Podrán afectarnos de otra manera? – una vez más, los problemas que dejábamos en el puerto me perseguían, pero fue la mirada de Keath y su tranquilidad al limpiar mis heridas la que me llevó a descartar esa idea. Debía concentrar mis pensamientos en el presente y en el futuro, ese que salió a relucir con la interrogante del perro, esa que me orillo a curarle en completo silencio mientras que por dentro lo único que deseaba era echarme sobre sus brazos, besarlo y decirle una y mil veces que si aceptaba ser su esposa. Claro que antes de algo así, era necesario que le curara y eliminara amenazas potenciales – Quédate quieto o dolerá más y enserio parecerá que te perforo – dije, mirando su rostro con una seriedad que no era característica de mi, a no ser claro, que se debiera a la preocupación por él.
Una vez que las balas fueron extraídas de su cuerpo y que la paz regresaba a mi mente, di una respuesta a su pregunta, una que quizás era demasiado apresurada pues me solté a reír ante su mirada y sus siguientes palabras.
– Lo sé, es demasiado obvio que lo hagamos pero no puedo evitar desear ser tu esposa desde este momento – le bese el hombro una y otra vez, pegando mi cuerpo al suyo – No se me olvidara esto Keath, cuando llegue a tierra espero ser Camila Roggers – sonreí después de decir aquello – Me gusta como suena mi nombre y tu apellido – pero casi al instante resople, mordisqueándole el hombro que antes besara – ¿Insinúas que estoy despeinada y sucia? – hice una pausa – Porque quizás lo este pero ha sido por una razón importante – sentencie antes de volver a morderle y dejarme envolver por su cuerpo, aunque demasiado pronto para mi gusto el calor de Keath se alejo del mío, para sin explicación previa tomar las balas y salir de la habitación a deshacerse de la evidencia de nuestro enfrentamiento con los inquisidores, dejando definitivamente nuestro pasado.
En lo que Keath volvía, me senté en el camastro y peine mis cabellos. Las heridas ocasionadas por nuestro enfrentamiento en tierras francesas pasaba lentamente a formar también parte de los recuerdos y fue en ese momento, mientras que recorría con mis dedos la herida de mi pierna que el aroma de mi amado perro, seguida por la voz más divertida del mundo sonaba del otro lado de la puerta. De un salto me levante del camastro y dirigí mis pasos a la puerta, misma que abrí de golpe únicamente para poder ver a Keath con la bandeja de nuestra comida.
– De verdad que amo como se escucha eso – y de manera ya un tanto profesional debido al trabajo en el café, le quite al perro la bandeja de la comida – Entre señor Roggers, su casi esposa se muere de hambre y quiere llenarse de energía antes de tomarlo a usted de postre.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: El viaje comienza [Privado]
Lo sentía como estar en otro mundo, uno sin duda mucho mejor y lejano a las decepciones, a las traiciones o inquisiciones por parte de otros mortales. Ella sin duda era la reina entera de ese mundo imaginario que acababa de crear. Con toda su sonrisa y su diminuta nariz que se arrugaba con cada risa o bufido que largaba. ¡Y todo era mucho más que mío! Quería abrazarla y besarla durante horas y para mi desconcierto mi mente no me lo permitía. ¿Por qué? Pues porque estaba muy al tanto de que para poder darle tanto placer y felicidad como ella quería y reprochaba en ese instante debía deshacerme de todo lo malo. Reí un par de veces cuando sentí sus dedos escarbando la piel, las balas habían salido perfectamente y antes de eliminarlas su seriedad me obligó a sonreírle. Alzando la cabeza para buscar esos ojos de mar un rato más y asentir fogosamente hasta que terminé por tener todas las municiones en un pañuelo. Finalmente tomé su mentón, acercándolo no para besarla sino que desesperadamente pasé toda la lengua por su rostro y labios y mordí divertidamente una de sus mejillas para verla mejor, más cerca, más palpable, más real que nunca antes.
— Que hermosura tengo entre mis brazos. ¡Ah! ¡Camila Roggers! Eso suena realmente bien. ¿No sería De Roggers? Es decir, ¿mía? No, no. Mejor solo Roggers o quizá alguno de mi familia quiera robarte. Camila Roggers de Rose no suena mal tampoco. — Recordé entonces a su madre, verla a medio sonreír mientras moría lamida por las llamas del fuego achicharraba mi corazón y solo sus dulces palabras me obligaron a sacar una risotada. ¿Qué si estaba despeinada? Acabábamos de correr como fugitivos, el sudor y la sangre emanaban olores de nuestros cuerpos difíciles de aguantar, aunque claro que para mí ella era como rosas en una pradera, hermosa, natural y destellante. Podía lamerla así como estaba por un día entero. Pero sí, básicamente estábamos desastrosos a nivel humano, perfectos a nivel animal. El viaje era largo, por lo que no dudaba que nos recompondríamos antes de llegar a tierra o al menos eso esperaba, pensar en darles una mala imagen de mi viaje a Paris no era muy prometedor. Odiaba escuchar el “te lo dije” de las personas. ¡Seguía siendo un perro orgulloso! Al final me fui para deshacerme de la evidencia y cuando volví sentí sus pasitos por todo el suelo, correteando con tanta felicidad como si fuese que me hubiese ido por años. Podía estar seguro que amaba esa sensación. Ser esperado aunque haya pasado tan poco tiempo era reconfortante, sentirse lleno era algo que pocas veces había experimentado y tuve el impulso de abrazarla con fuerzas cuando me quitó la bandeja. Para mi suerte mi estupidez no llegaba tan al cielo y supe que tenía bastante hambre como para desperdiciar comida. Salté a su alrededor observando todo el procedimiento hasta que dejó las cosas en la mesa y la asalté por la espalda, mordiendo su cuello con suavidad hasta sentir que cada uno de los retazos de mi piel estaban apoyados sobre los de ella. — Me encantaría ir por el postre antes, casi esposa. ¿Qué hay de cena? Oh, se ve rico y huele rico. Vamos a cenar, quiero que ésta herida se me sane rápido, necesito energías. ¿No está tan mal, no? Estamos cruzando todo el Océano Atlántico de un lado al otro. Luego por tierra son tres horas. Mi familia está en Filadelfia seguramente, cerca del río Delaware. Cuando lleguemos verás una ciudad bastante poblada, ahí viven los humanos, nosotros vivimos más lejos, bordeando el río, en los bosques donde aún no llega la industria. Seguro te gustará. — Aseguré con bastante entusiasmo, si había algo que había apreciado a lo largo del tiempo era el agua de esa zona, impecablemente dulce y de fácil acceso, nos hundíamos por allí y por dentro del arboleo se escondían algunas reliquias naturales como fuentes de aguas termales que los hombres no habían hallado aún. Pues todo lo usaban para el comercio y sabía que en algún momento terminarían moviendo a toda mi familia de esas zonas. Cuando se trataba de salvajes ellos lo eran. Habían llegado para colonizar y las colonias aborígenes que estaban asentadas allí desde mucho antes terminaron mayormente masacradas. El recuerdo me hizo fruncir un poco la nariz, pero antes de lo previsto me encontré comiendo de mi plato, observando a la felina que también se ponía a eso. Sin duda el hambre se había apoderado de ambos. — Y luego de que seas mi mujer, ¿quieres viajar por los alrededores como luna de miel? Quizá te gustaría conocer el castillo en donde dicen que vive el primer vampiro. — El comenté entre risas y cuando terminé el plato y me atraganté con bebida terminé en el suelo boca arriba, estirando todo mi cuerpo hasta poner los brazos detrás de la espalda y disponerme a apreciar la figura femenina frente a mí. Un atisbo de lujuria se encendió, aunque estaba cansado era como si los deseos de todo un año se hubiesen alertado de la tranquilidad y se desesperaron por cumplir el capricho. Estiré el brazo y con cuidado toqué su pierna, apretándola apenas un poquito. — Te ves muy bonita así. —
— Que hermosura tengo entre mis brazos. ¡Ah! ¡Camila Roggers! Eso suena realmente bien. ¿No sería De Roggers? Es decir, ¿mía? No, no. Mejor solo Roggers o quizá alguno de mi familia quiera robarte. Camila Roggers de Rose no suena mal tampoco. — Recordé entonces a su madre, verla a medio sonreír mientras moría lamida por las llamas del fuego achicharraba mi corazón y solo sus dulces palabras me obligaron a sacar una risotada. ¿Qué si estaba despeinada? Acabábamos de correr como fugitivos, el sudor y la sangre emanaban olores de nuestros cuerpos difíciles de aguantar, aunque claro que para mí ella era como rosas en una pradera, hermosa, natural y destellante. Podía lamerla así como estaba por un día entero. Pero sí, básicamente estábamos desastrosos a nivel humano, perfectos a nivel animal. El viaje era largo, por lo que no dudaba que nos recompondríamos antes de llegar a tierra o al menos eso esperaba, pensar en darles una mala imagen de mi viaje a Paris no era muy prometedor. Odiaba escuchar el “te lo dije” de las personas. ¡Seguía siendo un perro orgulloso! Al final me fui para deshacerme de la evidencia y cuando volví sentí sus pasitos por todo el suelo, correteando con tanta felicidad como si fuese que me hubiese ido por años. Podía estar seguro que amaba esa sensación. Ser esperado aunque haya pasado tan poco tiempo era reconfortante, sentirse lleno era algo que pocas veces había experimentado y tuve el impulso de abrazarla con fuerzas cuando me quitó la bandeja. Para mi suerte mi estupidez no llegaba tan al cielo y supe que tenía bastante hambre como para desperdiciar comida. Salté a su alrededor observando todo el procedimiento hasta que dejó las cosas en la mesa y la asalté por la espalda, mordiendo su cuello con suavidad hasta sentir que cada uno de los retazos de mi piel estaban apoyados sobre los de ella. — Me encantaría ir por el postre antes, casi esposa. ¿Qué hay de cena? Oh, se ve rico y huele rico. Vamos a cenar, quiero que ésta herida se me sane rápido, necesito energías. ¿No está tan mal, no? Estamos cruzando todo el Océano Atlántico de un lado al otro. Luego por tierra son tres horas. Mi familia está en Filadelfia seguramente, cerca del río Delaware. Cuando lleguemos verás una ciudad bastante poblada, ahí viven los humanos, nosotros vivimos más lejos, bordeando el río, en los bosques donde aún no llega la industria. Seguro te gustará. — Aseguré con bastante entusiasmo, si había algo que había apreciado a lo largo del tiempo era el agua de esa zona, impecablemente dulce y de fácil acceso, nos hundíamos por allí y por dentro del arboleo se escondían algunas reliquias naturales como fuentes de aguas termales que los hombres no habían hallado aún. Pues todo lo usaban para el comercio y sabía que en algún momento terminarían moviendo a toda mi familia de esas zonas. Cuando se trataba de salvajes ellos lo eran. Habían llegado para colonizar y las colonias aborígenes que estaban asentadas allí desde mucho antes terminaron mayormente masacradas. El recuerdo me hizo fruncir un poco la nariz, pero antes de lo previsto me encontré comiendo de mi plato, observando a la felina que también se ponía a eso. Sin duda el hambre se había apoderado de ambos. — Y luego de que seas mi mujer, ¿quieres viajar por los alrededores como luna de miel? Quizá te gustaría conocer el castillo en donde dicen que vive el primer vampiro. — El comenté entre risas y cuando terminé el plato y me atraganté con bebida terminé en el suelo boca arriba, estirando todo mi cuerpo hasta poner los brazos detrás de la espalda y disponerme a apreciar la figura femenina frente a mí. Un atisbo de lujuria se encendió, aunque estaba cansado era como si los deseos de todo un año se hubiesen alertado de la tranquilidad y se desesperaron por cumplir el capricho. Estiré el brazo y con cuidado toqué su pierna, apretándola apenas un poquito. — Te ves muy bonita así. —
Keath Roggers- Cambiante Clase Media
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Re: El viaje comienza [Privado]
Sus sonrisas, sus ojos que buscaban los míos, su misma presencia me complicaban el hecho de permanecer seria mientras le curaba. Keath era mi completa debilidad, era el único por quien me preocupaba más que por mi misma, era ya mi única familia, lo único importante y valioso para mi en aquellos momentos donde todo estaba cambiando, menos nuestro amor.
– Quédate quieto un rato, así te curaras más pronto y podrás volver a ser el hombre lleno de energía que siempre has sido – le garantice después de haber curado sus heridas y acercado mi cuerpo al suyo. Adoraba el calor que despedía su cuerpo, no solo porque mi parte felina adorase los lugares cálidos sino porque me gustaba escuchar el sonido de su corazón, su respiración calma, ver su sonrisa y sumergirme en aquellos ojos que rara vez se despegaban de mi.
Una vez que llegáramos a tierra finalmente seríamos marido y mujer, algo que lejos de ponerme nerviosa me llenaba de gozo. Keath me ofrecía una nueva vida, una que iba a tomar no porque ya no quedara nada de la vieja, sino porque por estar a su lado, haría cualquier cosa. Los pensamientos sobre el pasado se desvanecían como las heridas en nuestros cuerpos y las promesas de un brillante porvenir nos hacían cambiar completamente de actitud. Volvíamos a jugar con el otro como en los viejos tiempos, algo más que reconfortante.
– Bueno técnicamente solo soy Camila Rose – sonreí, recordando una vez más a mi madre y el hecho de que ella me obligo a usar el De Rose mientras estuviera en París, con la excusa de que de esa manera, los viejos conocidos de la familia no me interrogarían tanto. Mi madre. Pensar en ella me dolía pero ese dolor solo volvía más brillante y hermoso mi presente – Mmmm… tienes razón en lo del apellido y nadie va a robarme de tu lado – le sonreí– Sere Camila De Roggers, tuya, aunque despeinada y sucia – algo inevitable después de lo acontecido, aunque lo bueno del asunto es que en pocos días estaríamos como nuevos pero en esos precisos instantes todo me daba igual. Quería tener a Keath cerca y eso era lo importante.
Aunque me habría encantado que el perro permaneciera quieto a mi lado un rato, sabía que eso era imposible para él. Keath y yo éramos polos opuestos. Él la energía y yo la calma. Le vi alejarse entre risas y entre pensamientos sobre el futuro. Sabiendo eso fue por lo que no trate de detenerle cuando se alejo de mi, dejándome únicamente su tan peculiar marca en mi rostro. Lo bueno del asunto es que tardo más en alejarse que en volver a la habitación, donde le recibí con una enorme sonrisa en el rostro.
Con la bandeja en la mano camine hasta la pequeña mesa siendo perseguida por el perro, quien me atacó apenas veía la bandeja a salvo.
– El postre va después – me removí contra su cuerpo – así que compórtate Roggers – después de decirle eso guarde silencio, imaginando como es que sería América y todo lo que nos deparaba allá – Claro que quiero viajar. Tengo tanto por conocer y no solo lo digo por tu familia – le mire fijamente mientras comenzaba a devorar todo lo que estaba frente a él – Tendrás que llevarme a tus sitios favoritos, conocer tus amigo… tendré que conocerte en tu hábitat natural Roggers – dije aquello en broma – y me gustara cualquier lugar en el que estés tu – asegure, enfocándome después en devorar los alimentos que teníamos enfrente. En nuestros platos había algo de carne, verduras y pan. La comida desapareció más rápidamente del plato de Keath que del mío, así que no hice otra cosa más que observarle y escucharle mientras estaba en el suelo y yo terminaba lo que quedaba en mi plato.
Una vez que mi plato quedó vació también, moví mi pierna para alejarla de él.
– ¿Cómo es así? – pregunté antes de moverme de mi lugar y buscar nuevamente su cercanía, terminando en esa ocasión sobre su cuerpo – Roggers, ¿Quieres ahora el postre? – le sonreí antes de morderle el mentón. El cansancio desaparecía siendo suplido por la necesidad de él, una necesidad que me consumía por dentro y me llevaba a actuar como una gata más mimada que de costumbre.
– Quédate quieto un rato, así te curaras más pronto y podrás volver a ser el hombre lleno de energía que siempre has sido – le garantice después de haber curado sus heridas y acercado mi cuerpo al suyo. Adoraba el calor que despedía su cuerpo, no solo porque mi parte felina adorase los lugares cálidos sino porque me gustaba escuchar el sonido de su corazón, su respiración calma, ver su sonrisa y sumergirme en aquellos ojos que rara vez se despegaban de mi.
Una vez que llegáramos a tierra finalmente seríamos marido y mujer, algo que lejos de ponerme nerviosa me llenaba de gozo. Keath me ofrecía una nueva vida, una que iba a tomar no porque ya no quedara nada de la vieja, sino porque por estar a su lado, haría cualquier cosa. Los pensamientos sobre el pasado se desvanecían como las heridas en nuestros cuerpos y las promesas de un brillante porvenir nos hacían cambiar completamente de actitud. Volvíamos a jugar con el otro como en los viejos tiempos, algo más que reconfortante.
– Bueno técnicamente solo soy Camila Rose – sonreí, recordando una vez más a mi madre y el hecho de que ella me obligo a usar el De Rose mientras estuviera en París, con la excusa de que de esa manera, los viejos conocidos de la familia no me interrogarían tanto. Mi madre. Pensar en ella me dolía pero ese dolor solo volvía más brillante y hermoso mi presente – Mmmm… tienes razón en lo del apellido y nadie va a robarme de tu lado – le sonreí– Sere Camila De Roggers, tuya, aunque despeinada y sucia – algo inevitable después de lo acontecido, aunque lo bueno del asunto es que en pocos días estaríamos como nuevos pero en esos precisos instantes todo me daba igual. Quería tener a Keath cerca y eso era lo importante.
Aunque me habría encantado que el perro permaneciera quieto a mi lado un rato, sabía que eso era imposible para él. Keath y yo éramos polos opuestos. Él la energía y yo la calma. Le vi alejarse entre risas y entre pensamientos sobre el futuro. Sabiendo eso fue por lo que no trate de detenerle cuando se alejo de mi, dejándome únicamente su tan peculiar marca en mi rostro. Lo bueno del asunto es que tardo más en alejarse que en volver a la habitación, donde le recibí con una enorme sonrisa en el rostro.
Con la bandeja en la mano camine hasta la pequeña mesa siendo perseguida por el perro, quien me atacó apenas veía la bandeja a salvo.
– El postre va después – me removí contra su cuerpo – así que compórtate Roggers – después de decirle eso guarde silencio, imaginando como es que sería América y todo lo que nos deparaba allá – Claro que quiero viajar. Tengo tanto por conocer y no solo lo digo por tu familia – le mire fijamente mientras comenzaba a devorar todo lo que estaba frente a él – Tendrás que llevarme a tus sitios favoritos, conocer tus amigo… tendré que conocerte en tu hábitat natural Roggers – dije aquello en broma – y me gustara cualquier lugar en el que estés tu – asegure, enfocándome después en devorar los alimentos que teníamos enfrente. En nuestros platos había algo de carne, verduras y pan. La comida desapareció más rápidamente del plato de Keath que del mío, así que no hice otra cosa más que observarle y escucharle mientras estaba en el suelo y yo terminaba lo que quedaba en mi plato.
Una vez que mi plato quedó vació también, moví mi pierna para alejarla de él.
– ¿Cómo es así? – pregunté antes de moverme de mi lugar y buscar nuevamente su cercanía, terminando en esa ocasión sobre su cuerpo – Roggers, ¿Quieres ahora el postre? – le sonreí antes de morderle el mentón. El cansancio desaparecía siendo suplido por la necesidad de él, una necesidad que me consumía por dentro y me llevaba a actuar como una gata más mimada que de costumbre.
Thalie De Rose- Cambiante Clase Media
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Re: El viaje comienza [Privado]
En ese momento me di cuenta que no había en el mundo nada más hermoso que la sonrisa de la felina cuando -con sus ojos estirados y de grandes pestañas- dejaba ver sus dientes y la curvatura de sus labios. Con su pequeño cuerpo entre mis brazos me quedé quieto, acunándola a la espera de que se detuviese y mi piel empezara la regeneración tranquila. La realidad es que era demasiado difícil quedarse en ese lugar, ¡estaba enloqueciendo por la sola idea de no poder engullirla de una vez por todas! La comida tenía un sabor diferente, pues el hambre que sentía latiendo en mi interior era distinto, no se saciaba con nada y solo aumentaba cada vez más, como gritos que provocaba que los vellos de mis brazos se levantaran por su solo roce. El halo de vapor salió entonces de mi boca, rozando de una vez su cuello y su oreja. La comida había tenido un efecto casi afrodisíaco, como unos disparados de lo que podría venir luego. ¡Me recordaba que estaba a un paso de ser realmente libre! — Me pregunto si mis amigos seguirán en el lugar, todos son viajeros, cuando cumplen una misión importante vuelven para ver a sus padres. La tradición es volver cuando se cumplen los cien años. Así que no estoy seguro de que haya alguien aparte de mi familia sanguínea. — Comenté en tanto pensaba en la real situación, en los probables cambios que habría por todos lados y un ligero miedo se sintió en mi pecho, como un presentimiento extraño y para nada amistoso. Dudé entonces de lo que estuviese creando en mi cabeza, por suerte la frase “Camila De Roggers” tuvo un efecto placebo que dejó que mi alma se durmiera y mi cuerpo despertase. Sonreí de lado a lado y casi esperando por la siguiente “parada” quedé observando su cintura, la forma de sus labios y los intensos ojos que simulaban una selva tropical.
— No me gusta mucho lo dulce, pero si eres tu entonces necesito dos raciones por favor. ¡O tal vez tres! — Rezongué y dejé salir una risa bastante cómica, pasé de una vez los brazos alrededor de su cintura y obligué a su espalda a bajar un poco hacia mí. La necesitaba tan obviamente que hasta mis propios dedos habían comenzado a temblar en la desesperación de poseerla. Por supuesto que no me hice esperar. ¡Ella había dado el punto de aceptación! Con lo cual me apuré a sujetar sus piernas que ya se habían entrelazado en mi cadera. Moví el cuerpo para que el ajeno estuviese más sobre mi pecho y busqué de una vez por todas esos labios tan delicados arriba y pulposos abajo, como si estuviesen pintados a mano. — Ni me hables… No creo que pueda controlarme demasiado, ¿mira si rompo las maderas de tanto darte contra ellas? — Bromeé aunque como siempre las bromas eran en gran medida verdades cuando se trataba de los deseos que surgían por ella. Relamí su perfecta y respingada nariz, bajando hasta sus labios y mentón. Su sabor se tatuó en mi boca obligándome a alzar las manos para acariciar cada pedazo de piel hasta apretarla y sentir cada uno de sus pechos torneados contra mi pecho. Tenerla tan cerca me obligó a hundir una mano en la nuca ajena y la otra en su glúteo, parecía que intentaba meterla dentro de mis piernas sin éxito. — Mucha ropa. Quítala o terminaré por romperla. — Me quejé en medio de la desesperación, desglosaba su vestimenta y pasados unos minutos no había absolutamente nada que me alejara de su aura. La posición que me había regalado se terminó deshaciendo en el momento exacto cuando ya no aguanté más el sufrimiento y moví quedadamente a la felina, depositándola en el suelo al tiempo que alzaba la mano derecha para tomar su quijada y apretar suavemente, obligando a que lentamente tuviese que abrir la boca. — ¿Tu lengua es como la cereza? ¿O quizá es otra cosa? — Con esa diversión y emoción que me embriagaba cuando estaba con ella tomé su lengua entre mis labios, succionándola con cuidado y mordiendo de una vez. La entrada a hacerle el amor estaba por abrirse y sin duda los deseos iban a hacer mucho más que hacer el amor, era la noche en la que nos íbamos a marcar en la totalidad de nuestra mente y nuestra libertad.
— No me gusta mucho lo dulce, pero si eres tu entonces necesito dos raciones por favor. ¡O tal vez tres! — Rezongué y dejé salir una risa bastante cómica, pasé de una vez los brazos alrededor de su cintura y obligué a su espalda a bajar un poco hacia mí. La necesitaba tan obviamente que hasta mis propios dedos habían comenzado a temblar en la desesperación de poseerla. Por supuesto que no me hice esperar. ¡Ella había dado el punto de aceptación! Con lo cual me apuré a sujetar sus piernas que ya se habían entrelazado en mi cadera. Moví el cuerpo para que el ajeno estuviese más sobre mi pecho y busqué de una vez por todas esos labios tan delicados arriba y pulposos abajo, como si estuviesen pintados a mano. — Ni me hables… No creo que pueda controlarme demasiado, ¿mira si rompo las maderas de tanto darte contra ellas? — Bromeé aunque como siempre las bromas eran en gran medida verdades cuando se trataba de los deseos que surgían por ella. Relamí su perfecta y respingada nariz, bajando hasta sus labios y mentón. Su sabor se tatuó en mi boca obligándome a alzar las manos para acariciar cada pedazo de piel hasta apretarla y sentir cada uno de sus pechos torneados contra mi pecho. Tenerla tan cerca me obligó a hundir una mano en la nuca ajena y la otra en su glúteo, parecía que intentaba meterla dentro de mis piernas sin éxito. — Mucha ropa. Quítala o terminaré por romperla. — Me quejé en medio de la desesperación, desglosaba su vestimenta y pasados unos minutos no había absolutamente nada que me alejara de su aura. La posición que me había regalado se terminó deshaciendo en el momento exacto cuando ya no aguanté más el sufrimiento y moví quedadamente a la felina, depositándola en el suelo al tiempo que alzaba la mano derecha para tomar su quijada y apretar suavemente, obligando a que lentamente tuviese que abrir la boca. — ¿Tu lengua es como la cereza? ¿O quizá es otra cosa? — Con esa diversión y emoción que me embriagaba cuando estaba con ella tomé su lengua entre mis labios, succionándola con cuidado y mordiendo de una vez. La entrada a hacerle el amor estaba por abrirse y sin duda los deseos iban a hacer mucho más que hacer el amor, era la noche en la que nos íbamos a marcar en la totalidad de nuestra mente y nuestra libertad.
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Re: El viaje comienza [Privado]
Amaba mirar a Keath, amaba la manera en que sonreía y bromeaba, en especial en esos momentos donde lo que más necesitábamos era volver a ser la pareja alegre y sin preocupaciones que alguna vez fuimos. Tratando entonces de regresa a ese punto en nuestras vidas, hablábamos de lo que nos aguardaba a nuestra llegada. De los labios de ambos salían promesas de una vida diferente, una en la que finalmente estaríamos ligados al otro mediante el matrimonio y esa idea, me encantaba.
Estando sobre su pecho le miraba fijamente a los ojos mientras que me hablaba de sus amigos. Keath me hablaba mucho de Pensilvania, de la gente que dejó ahí y de las cosas que había hecho pero saber que pronto conocería aquel lugar y a las personas importantes de mi amado allá, me emocionaba casi de la misma manera en que me daba nervios.
– Así que tú y tus amigos tienen el mismo “modus operandi” – mi expresión se volvió seria – Quizás debamos aguardar para la boda, dar tiempo para que lleguen tus amigos, así puedo ver si eres la mejor opción para esposo – solté aquello antes de sonreír. Me gustaba bromear con él de esas cosas porque si de algo estaba completamente segura era de que él era el hombre de mi vida – ¿Qué crees que pensará tu familia de mi? – pregunte aquello en busca de una respuesta que me hiciera sentir ya parte de su familia. Sospechaba que mi forma de ser, vivir y hablar distaba mucho de la que tenían en Pensilvania así que deseaba con todo el corazón que su familia me aceptara – ¿Me aceptaran?.
Arrugue la nariz y negué de manera firme.
– Como no te gusta lo dulce entonces tendrás solo una ración y no más – pesé a que aseguraba eso, mi cuerpo y mi peso acabo completamente sobre el de Keath. Lo deseaba y lo necesitaba como el aire que respiraba, fue por eso que cuando el se movió contra mi cuerpo, sonreí, solo para después moverme también, tentándole a tomarme ahí. Me reí al escucharlo y me acerque hasta su oído – Veamos entonces cuanto aguantan las maderas, te aseguro que resistirán más que tu – tras esas palabras, mordí su oreja de manera juguetona y fui a besar su cuello solo para después volver a mirarlo y ver en aquellos hermosos ojos como refulgía el deseo. Los labios de Keath apresaron los míos y sus manos me apretujaban contra su cuerpo con una necesidad que se volvía evidente para mi – La ropa no será problema por mucho – con la experiencia de tener que sacarme la ropa en diversas situaciones, pronto acabe completamente desnuda, lista para lo que vendría – Ven acá Roggers –le llame mientras que mi posición era cambiada por sus diestras manos y quedaba con la espalda en suelo de nuestro camarote.
Finalmente podría tenerlo como desde hacía tanto deseaba. No existía temor que nos obligara a detenernos y eso aumentaba más mi excitación. La manera en que se acercaba a mi y reclamaba cada parte de mi ser era adictiva, tanto que en el segundo que se apodero de mi lengua, cualquier pensamiento cuerdo paso a segundo plano y en lo único que podía pensar era que después de mucho tiempo, volveríamos a ser uno y desde ese momento en adelante, seguiríamos siendo uno por siempre.
Finalizado
Estando sobre su pecho le miraba fijamente a los ojos mientras que me hablaba de sus amigos. Keath me hablaba mucho de Pensilvania, de la gente que dejó ahí y de las cosas que había hecho pero saber que pronto conocería aquel lugar y a las personas importantes de mi amado allá, me emocionaba casi de la misma manera en que me daba nervios.
– Así que tú y tus amigos tienen el mismo “modus operandi” – mi expresión se volvió seria – Quizás debamos aguardar para la boda, dar tiempo para que lleguen tus amigos, así puedo ver si eres la mejor opción para esposo – solté aquello antes de sonreír. Me gustaba bromear con él de esas cosas porque si de algo estaba completamente segura era de que él era el hombre de mi vida – ¿Qué crees que pensará tu familia de mi? – pregunte aquello en busca de una respuesta que me hiciera sentir ya parte de su familia. Sospechaba que mi forma de ser, vivir y hablar distaba mucho de la que tenían en Pensilvania así que deseaba con todo el corazón que su familia me aceptara – ¿Me aceptaran?.
Arrugue la nariz y negué de manera firme.
– Como no te gusta lo dulce entonces tendrás solo una ración y no más – pesé a que aseguraba eso, mi cuerpo y mi peso acabo completamente sobre el de Keath. Lo deseaba y lo necesitaba como el aire que respiraba, fue por eso que cuando el se movió contra mi cuerpo, sonreí, solo para después moverme también, tentándole a tomarme ahí. Me reí al escucharlo y me acerque hasta su oído – Veamos entonces cuanto aguantan las maderas, te aseguro que resistirán más que tu – tras esas palabras, mordí su oreja de manera juguetona y fui a besar su cuello solo para después volver a mirarlo y ver en aquellos hermosos ojos como refulgía el deseo. Los labios de Keath apresaron los míos y sus manos me apretujaban contra su cuerpo con una necesidad que se volvía evidente para mi – La ropa no será problema por mucho – con la experiencia de tener que sacarme la ropa en diversas situaciones, pronto acabe completamente desnuda, lista para lo que vendría – Ven acá Roggers –le llame mientras que mi posición era cambiada por sus diestras manos y quedaba con la espalda en suelo de nuestro camarote.
Finalmente podría tenerlo como desde hacía tanto deseaba. No existía temor que nos obligara a detenernos y eso aumentaba más mi excitación. La manera en que se acercaba a mi y reclamaba cada parte de mi ser era adictiva, tanto que en el segundo que se apodero de mi lengua, cualquier pensamiento cuerdo paso a segundo plano y en lo único que podía pensar era que después de mucho tiempo, volveríamos a ser uno y desde ese momento en adelante, seguiríamos siendo uno por siempre.
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