AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Raven of Dispersion — Privado
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Raven of Dispersion — Privado
En la suave medianoche de primavera
Se oye un zumbido de alas
Cortando el aire, furtivas;
Moviéndose en la noche inquieta.
—Alas en la Noche. Katharine Tynan.
Se oye un zumbido de alas
Cortando el aire, furtivas;
Moviéndose en la noche inquieta.
—Alas en la Noche. Katharine Tynan.
Las ramas desnudas de los árboles formaban figuras fantasmagóricas, raras y siniestras, capaz de perturbar el sueño de cualquiera. De vez en cuando se paseaban las almas en penas, atormentadas por sus penas y por la soledad de su muerte. Atrás de ellas se escuchaban risas grotescas, no de personas, sino de aves; aves de un plumaje tan negro como la noche. Aquellas eran mensajeras infernales, vigilantes de las puertas del submundo, y fieles lacayos del cuervo mayor, el morador del quinto círculo abismal. Estaban ahí por las leyes de su propia existencia, persiguiendo almas, vigilando mortales y criaturas, porque así lo deseaba su líder. Los muertos huían aterrados de aquellas risotadas que provenían de los árboles; se sentían fusilados por las miradas negras de los cuervos que los observaban. ¡Viles y malditas criaturas! Continuaban posadas en las ramas desnudas como moradores de la muerte, hallando alguna víctima que ofrecerle a su enigmática y sádica reina.
Alzaron vuelo por toda la ciudad, bajo un cielo tormentoso, sobre tejados que escondían miserias y pecados. Nadie reparaba de aquel espectáculo, pues ya se habían acostumbrado al vuelo de los pájaros de la noche, aquellos seres que volaban en silencio, como eternos vigilantes. Al frente de la bandada estaban Hugin y Munin como guías; ellos todo lo sabían y muchas memorias llevaban sus ojos dormidos. Sus alas cortaron el aire con agilidad y se dirigieron a las zonas pantanosas y cenicientas del bosque. Los pantanos clamaban su atención. Desde un frondoso árbol, un cuervo más les esperaba, era Graffiacane. Los había invitado a una reunión en su ciénaga, ya que tenía entre su pico plateado a una presa.
Todos aquellos seres se ocultaron entre el follaje oscuro, observando atentos a la nada. Escuchaban muy cerca la melodía de un violín herido; la música de un inmortal arrancaba sonrisas maliciosas de las alimañas del bajo mundo. Esos cuervos no poseían ningún atisbo de misericordia, tampoco sentía melancolía o tristeza por el arte de los hombres. Graffiacane era el único que parecía removerse bajo el encanto de la sinfonía que escuchaba; pero no se removía por alguna emoción cercana a la miseria, sino, al deseo de poseer al autor de tan significante y agraciada pieza. ¿Qué tan brillante era la mente de ese músico abatido? ¿Qué tanta agonía existía en su alma? Pereza e ira juntas. Ambas poseían un significado mucho más profundo que el dado por filósofos o supuestos expertos del tema.
Voló a otro árbol, mucho más cercano a la figura que vigilaba desde hacía rato. Lo contempló varios minutos más hasta que decidió romper el silencio sepulcral. Irrumpió en su mente con aquella voz cercana a la de un demonio, pero mucho más dulce, como la de un ángel.
—En la horca negra, amable manco, bailan, bailan los paladines, los descarnados actores del diablo. Danzan que danzan sin fin los esqueletos de Saladín —susurró en la oscuridad de su mente, haciéndole llegar el mismo pensamiento al hombre—. ¿Harás danzar a los esqueletos esta noche? ¿O la melodía que arrancas de ese desdichado violín sólo es dedicada a la nada? Podrías levantar a los muertos de sus tumbas si sigues tocando de esa manera —volvió a recitar—. ¿Por qué tan decaído ser inmortal? ¿Acaso la eternidad es causante de excesivo delirio? Uh, qué mal. Pero eso no cambia nada.
Soltó una condenada risotada, de esas siniestras que provenían sólo de seres del averno.
Erinnia S. Graffiacane- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 73
Fecha de inscripción : 26/10/2014
Re: Raven of Dispersion — Privado
Aturdido, poseído, y elocuente se encuentra el inmortal que de un cuervo se describe, la misma imagen de un ser oscuro, de un ave torturada tras arrancarle sus alas, tanto que había devorado, que poco a poco los grandes lo hacían pagar por tan grotesca presencia a su mundo, era demasiado su demencia subliminal, que además de ser un arte, era una realidad abstracta hacia las sombras. Mientras unos ansían dominar las tierras, él con desesperación busca ser rey de las penumbras, mientras otros con plegarias ruegan por ir al paraíso, él, maldice hasta encontrarse en la nada con su solo sufrimiento. Nadie se imaginaba que mentalidad poseía este tuerto violinista que de sobrenombre fue arrojado hacia su visión. Al fin el momento había llegado, ese por el cual, Nicolás se ha aferrado encontrar, el mundo de las sombras llegó, lo arropo en su hermoso manto después de que al fin su ceguera avanzó. Estaba maldito, y ahí fue la evidencia, ningún inmortal estaba protegido.
Ya no veía nada de lo que nunca deseo ver, de lo que quiso ver y no podía, pero que a fin reino. Estaba complacido, tirado bajo de un árbol, después de una caminata, que vaya la coincidencia, en los pantanos donde los espíritus permanecen fue a dar. El olor era un perfume extravagante para sus fosas nasales, una podredumbre bella aflora, así como el aura húmeda era acogedora. Palpando el estuche de su violín para liberarlo, desencadenando ese placer sumido en la melancolía, guiándose por sus manos porque era momento de llamar a la tragedia. Y con la compañía de la naturaleza, interpreta una melodía triste, exponiendo la misma historia, pero con un final siniestro, estaba siendo abrazado, las lágrimas ya no fluían, era la música quien lo hacía, siempre ha sido una víctima ese corazón de madera, porque en él deposita sus emociones, por algo lo llamo anima. Nadie podría arrebatarle su talento, ni la ceguedad fue un impedimento, es como si siempre lo hubiese estado, no cambió en nada. Que los ángeles siniestros siguen alzando vuelo bajo el estigma de la devastación. Presiente fuerzas, se siente rodeado de ellas, moviéndose como lo hacía el arco entre su mano; movimientos elegantes que producen voces, anunciando bajo el velo de la máscara de una instantánea alegría que no era más que para otros, dolor.
Escondiéndose entre esa melodía, comenzaron a distinguirse otras voces, susurraban un camino hasta el final, al fin decidieron expresarse esas presencias, con producto de su demencia, fue como un graznido que se prolongó en la mente...«Una u otra, ya no pueden soportar tener las alas rotas, heridas y sangrantes almas, no más sueños perdidos piden los esqueletos, me han llamado para llevarlos a la realidad, golpearlos con el dolor para que no olviden que la muerte solo es una fantasía; un sueño anhelado por el dolor, algo insaciable que les hace desaparecer frente al caos. Todo suena tan débil, perdidos cadáveres que no quieren fluir más con agonía y desesperación, quieren sentir un arrullo de salvación, quieren dormir en paz en el eterno páramo frío y desolado, donde la quietud y las glorias pasadas melodiosamente quieren que desaparezcan lento y tranquilamente…» arguye el violinista, elevando el ritmo y la precisión, bestial lo era todo, ¿Por quién no lo era en ese paraje? Hasta las aguas pantanosas esperan por asesinar.
«Mas estoy aquí, negándoles lo que piden, la agonía nunca debe dejar de existir, ellos son quienes deben sufrir para hacer honor a tan magnífico sentir. Que se retuercen de la congoja, que griten al ritmo de mi música, nadie los quiere ver descansar. Mi tristeza los debe de despertar, nadie está en el paraíso, todos somos un juego para el diablo, hasta tu, quien ha escuchado a su titiritero»
Con una entonación afligida, subió la nota y la bajo al mismo tiempo, transmitiendo una befa que solo se liberaba después de tanta pesadumbre. «Me han otorgado las sombras, ¿Por qué he de estar decaído? Si, yo fui quien suplico por esta viciosa eternidad...»Podría ser que haya descubierto su debilidad, él por un momento creyó que era la misma soledad, más era un error, él gritaba por llamar a quien una vez le enseño lo que era la esperanza. Temía volver a caer a los brazos del demonio; Asmodeo. Estaba logrando encarcelarlo a su mundo, le regala todo aquello que una vez quiso, y eso, era su mas temible adoración.
Ya no veía nada de lo que nunca deseo ver, de lo que quiso ver y no podía, pero que a fin reino. Estaba complacido, tirado bajo de un árbol, después de una caminata, que vaya la coincidencia, en los pantanos donde los espíritus permanecen fue a dar. El olor era un perfume extravagante para sus fosas nasales, una podredumbre bella aflora, así como el aura húmeda era acogedora. Palpando el estuche de su violín para liberarlo, desencadenando ese placer sumido en la melancolía, guiándose por sus manos porque era momento de llamar a la tragedia. Y con la compañía de la naturaleza, interpreta una melodía triste, exponiendo la misma historia, pero con un final siniestro, estaba siendo abrazado, las lágrimas ya no fluían, era la música quien lo hacía, siempre ha sido una víctima ese corazón de madera, porque en él deposita sus emociones, por algo lo llamo anima. Nadie podría arrebatarle su talento, ni la ceguedad fue un impedimento, es como si siempre lo hubiese estado, no cambió en nada. Que los ángeles siniestros siguen alzando vuelo bajo el estigma de la devastación. Presiente fuerzas, se siente rodeado de ellas, moviéndose como lo hacía el arco entre su mano; movimientos elegantes que producen voces, anunciando bajo el velo de la máscara de una instantánea alegría que no era más que para otros, dolor.
Escondiéndose entre esa melodía, comenzaron a distinguirse otras voces, susurraban un camino hasta el final, al fin decidieron expresarse esas presencias, con producto de su demencia, fue como un graznido que se prolongó en la mente...«Una u otra, ya no pueden soportar tener las alas rotas, heridas y sangrantes almas, no más sueños perdidos piden los esqueletos, me han llamado para llevarlos a la realidad, golpearlos con el dolor para que no olviden que la muerte solo es una fantasía; un sueño anhelado por el dolor, algo insaciable que les hace desaparecer frente al caos. Todo suena tan débil, perdidos cadáveres que no quieren fluir más con agonía y desesperación, quieren sentir un arrullo de salvación, quieren dormir en paz en el eterno páramo frío y desolado, donde la quietud y las glorias pasadas melodiosamente quieren que desaparezcan lento y tranquilamente…» arguye el violinista, elevando el ritmo y la precisión, bestial lo era todo, ¿Por quién no lo era en ese paraje? Hasta las aguas pantanosas esperan por asesinar.
«Mas estoy aquí, negándoles lo que piden, la agonía nunca debe dejar de existir, ellos son quienes deben sufrir para hacer honor a tan magnífico sentir. Que se retuercen de la congoja, que griten al ritmo de mi música, nadie los quiere ver descansar. Mi tristeza los debe de despertar, nadie está en el paraíso, todos somos un juego para el diablo, hasta tu, quien ha escuchado a su titiritero»
Con una entonación afligida, subió la nota y la bajo al mismo tiempo, transmitiendo una befa que solo se liberaba después de tanta pesadumbre. «Me han otorgado las sombras, ¿Por qué he de estar decaído? Si, yo fui quien suplico por esta viciosa eternidad...»Podría ser que haya descubierto su debilidad, él por un momento creyó que era la misma soledad, más era un error, él gritaba por llamar a quien una vez le enseño lo que era la esperanza. Temía volver a caer a los brazos del demonio; Asmodeo. Estaba logrando encarcelarlo a su mundo, le regala todo aquello que una vez quiso, y eso, era su mas temible adoración.
Nicolás D' Lenfent- Vampiro/Realeza [Admin]
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Fecha de inscripción : 23/11/2010
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Re: Raven of Dispersion — Privado
Un cielo tormentoso era testigo de un encuentro destinado a las sombras. Un demonio y un alma condenada debatiendo sobre las miserias del mundo; un ave y un hombre mirándose con ojos muertos entre la negrura. Ambos rodeados de árboles de tronco encorvado y hojas marchitas, con las ramas como pedestales para decenas de alimañas emplumadas. Trovadores del abismo, cazadores de la noche, heraldos del mal. Y su líder, como quien se deleita con el dolor ajeno, se carcajeaba en susurros al escuchar las tribulaciones de un errante hijo de Nyx. Aquel que había llamado a su obra a un cuervo desalmado. ¡Y es que el cuervo no era un animal! El demonio del quinto círculo abismal le escuchaba con atención; su pico plateado brillaba en la penumbra y su presencia poderosa hacía que el cielo se volviera como una gran mancha negra, sin firmamento y sin luna. Era una cacería, una búsqueda del placer curioso de uno de los regentes del infierno.
—¿Cuántas penas pesan en tu espíritu demacrado? ¡Y nada de negarme que no tengas uno! Yo lo sé, lo puedo ver; su desgracia se esparce entre los rincones de este solitario bosque —canturreó el cuervo—. ¿Crees que la muerte es un espejismo? —inquirió, acercándose un poco más, haciéndose tan visible que sus plumas casi brillaron—. Muchas preguntas, ninguna respuesta. Pero en algo coincidimos: el dolor es belleza. Tú lo sufres, yo lo disfruto. Es el arte del averno, la manifestación de la podredumbre humana, el alimento de las bestias de los nueve reinos y sus prisiones.
Y el ave extendió sus magníficas alas talladas en sombras; su cuerpo elegante se irguió, mostrando a una figura hecha de la más pura noche. Graffiacane era el emisario más terrible al que se podía enfrentar criatura alguna. Era astucia y maldad; caos y orden; pensamiento e ignorancia. Hasta los suyos temían sus sentencias, pues sus palabras, como recitales apocalípticos, evocaban las pesadillas del cosmos. A los dioses que dormían en las altas cumbres heladas y habitaban las cavernas de los desconocidos océanos.
—No —susurró—. ¿Qué sabes tú de mí y de mi señor? —Agitó las alas con demencia suprema y guardó silencio—. No sabes nada; nadie sabe nada. Ni los primigenios, ni los condenados ignorantes. ¡Nadie, nadie, nadie! —Repitió de manera grotesca, siendo su pensamiento como una punzada en el cráneo—. Somos nueve hermanos, somos nueve signos, nueve monarcas, nueve prisiones, nueve desterrados, nueve arcángeles, nueve caídos —cantó para sí misma. ¿Su misión era despistar al inmortal? Sí. Porque Graffiacane nunca era coherente, prefería la cizaña y la locura. Pero no poseerla, sino causarla—. ¿Qué hace un cuervo en medio de la noche? ¿Qué hacen decenas de cuervo vigilando entre el follaje de este lugar hediondo?
Voló entonces el cuervo, rodeando la figura del hombre. Su ritmo seguía la forma de un círculo perfecto e invisible; era maestro de su propia brujería sin ser ningún mago arcano. Pero era un demonio al fin y al cabo. Sus compañeros alados rieron en su escondite, susurraron frases de idiomas extintos en las sociedades primitivas del universo y silenciaron sus rezos cuando el cuervo mayor terminó la quinta vuelta; luego regresó a una rama situada justo frente a la mirada perdida del vampiro.
—El violinista del diablo, ¿eso eres? Es la primera vez que escucho semejante cosa. Aunque, a mi señor le contentaría tener a un artista de lo oscuro entre su corte —aseguró Graffiacane—. Eres una criatura curiosa, ¿cuál es tu nombre? Me agradas. Vuelve a tocar para mí y los bandidos que siguen mis vuelos nocturnos.
Graffiacane exigió como un dios oscuro; una aparición arcaica surgida desde otra dimensión. Quizás si lo era.
—¿Cuántas penas pesan en tu espíritu demacrado? ¡Y nada de negarme que no tengas uno! Yo lo sé, lo puedo ver; su desgracia se esparce entre los rincones de este solitario bosque —canturreó el cuervo—. ¿Crees que la muerte es un espejismo? —inquirió, acercándose un poco más, haciéndose tan visible que sus plumas casi brillaron—. Muchas preguntas, ninguna respuesta. Pero en algo coincidimos: el dolor es belleza. Tú lo sufres, yo lo disfruto. Es el arte del averno, la manifestación de la podredumbre humana, el alimento de las bestias de los nueve reinos y sus prisiones.
Y el ave extendió sus magníficas alas talladas en sombras; su cuerpo elegante se irguió, mostrando a una figura hecha de la más pura noche. Graffiacane era el emisario más terrible al que se podía enfrentar criatura alguna. Era astucia y maldad; caos y orden; pensamiento e ignorancia. Hasta los suyos temían sus sentencias, pues sus palabras, como recitales apocalípticos, evocaban las pesadillas del cosmos. A los dioses que dormían en las altas cumbres heladas y habitaban las cavernas de los desconocidos océanos.
—No —susurró—. ¿Qué sabes tú de mí y de mi señor? —Agitó las alas con demencia suprema y guardó silencio—. No sabes nada; nadie sabe nada. Ni los primigenios, ni los condenados ignorantes. ¡Nadie, nadie, nadie! —Repitió de manera grotesca, siendo su pensamiento como una punzada en el cráneo—. Somos nueve hermanos, somos nueve signos, nueve monarcas, nueve prisiones, nueve desterrados, nueve arcángeles, nueve caídos —cantó para sí misma. ¿Su misión era despistar al inmortal? Sí. Porque Graffiacane nunca era coherente, prefería la cizaña y la locura. Pero no poseerla, sino causarla—. ¿Qué hace un cuervo en medio de la noche? ¿Qué hacen decenas de cuervo vigilando entre el follaje de este lugar hediondo?
Voló entonces el cuervo, rodeando la figura del hombre. Su ritmo seguía la forma de un círculo perfecto e invisible; era maestro de su propia brujería sin ser ningún mago arcano. Pero era un demonio al fin y al cabo. Sus compañeros alados rieron en su escondite, susurraron frases de idiomas extintos en las sociedades primitivas del universo y silenciaron sus rezos cuando el cuervo mayor terminó la quinta vuelta; luego regresó a una rama situada justo frente a la mirada perdida del vampiro.
—El violinista del diablo, ¿eso eres? Es la primera vez que escucho semejante cosa. Aunque, a mi señor le contentaría tener a un artista de lo oscuro entre su corte —aseguró Graffiacane—. Eres una criatura curiosa, ¿cuál es tu nombre? Me agradas. Vuelve a tocar para mí y los bandidos que siguen mis vuelos nocturnos.
Graffiacane exigió como un dios oscuro; una aparición arcaica surgida desde otra dimensión. Quizás si lo era.
Erinnia S. Graffiacane- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/10/2014
Re: Raven of Dispersion — Privado
La melodía proseguía sonando entre notas bajas y altas, agudas y suaves, como un llanto lóbrego, no existía en ese mundo ni en otro un inmortal que interpretara con esa majestuosidad un violín, que lo trate como un ánima a quien doblegar para que emita las evocaciones del maldito Nicolás. Tan funestas, cánticos de óbitos, vibraciones tétricas, y notas vesánicas que al compás de la podredumbre del lugar se acompasan. ¡Tan demandada es la sinfonía! Que no esperan y se unen las sombras una vez más, por la eternidad esta vez prevalecerán, siendo magnífico la oquedad en el que se sitúa. Coordinando los aleteos de las aves, muchos creen que es de mal augurio, pero para él es una prosperidad que se debe de alabar, idolatra su compañía, pues es dichoso de tenerlos como audiencia ante un concierto sombrío que es especialmente dedicado a la mera lobreguez. Así, entre sus graznidos, canturreos preciosísimos no se pueden asemejar a una nota, son más esplendorosos, más apasionados que nunca. Golpeando con el arco, el salvajismo entre las notas se percibe, aumentando su agudeza, no solo es llanto, son gritos, una efímera agonía se entiende.
Con la euforia, desierta a todo aquello que se esconda en el pantano, nadie, absolutamente nadie puede descansar, las animas se elevan y empiezan a glorificar el dolor, torturándose el violinista con su propia música, este era un auténtico músico. Sin más, el violinista que sin ojos se deja guiar al ritmo de los cuervos. ¡No son penas! Si, son temores que lo embellecen, pues, ¿qué animal no temería a que le mostrasen la luz? Ese su mayor miedo, que lo liberen de la penumbra, que sea entregado al demonio quien lo ha creado para apoderarse de él y que ahí quede lo que ya es; un cuervo. ¡No es demencia, ni ilusión! ¿Quién como él para describir a un ave negra? Perfectos, tan elegantes y esplendorosos. « ¿Espíritu? ¿Cuántas veces he de decir que no tengo espíritu? Ese a quien tu vislumbras no soy yo, solo escucha mi música y conocerás al auténtico Nicolás, el ave moribunda que terminó amando sus alas rotas.» se alzó, el inmortal ya no quiso yacer debajo de ese árbol, se elevó con el violín agitado, guiándose por los corazones latentes de las aves. Sintiéndose parte de ellos. « Deja que vague ese espíritu, solo así espero que jamás regrese, devorarlo, destrúyelo cuanto antes, este es el festín que te brindo,» vehemente gira en el entorno, soltándose sus cabellos, que cae el listón negro, una suavidad entre estos, roza con su piel pero es que no hay manera de describir que quisiera que sean plumas las que se liberen de su cuerpo. « Si tan solo fuese desgracia, los maldigo a todos, exclusivamente todos deben caer a los pies de la oscuridad…» rio, como lo haría una nota burlona, befándose con elegancia, y pudor. « Todo es una quimera, que entre más te hundes en ella, sabrás de su existencia cruel. » Estaba viendo solo oscuridad, pero interpretaba ese plumaje, la manera en que su cercanía se aclaraba. La podía sentir tan cerca.
No estaba en diferenciar las preciosidades, el dolor es belleza, si, si disfrutan del sufrimiento, si saborean las lágrimas, era algo que solo bestias hermosas podían decir, pero lo último, le hizo reír, « nueve reinos y prisioneros. ¡Que blasfemia! Solo existe un reino, y ese es aquel en el que se encuentra, no hay más. » Su miseria es el reinado del ciego.
« Se más de lo que te imaginarias, cierra los ojos y trata de controlar tus pensamientos, yo soy el que devorando está en tu mente. » debía llamar al dramatismo, jugando entre los momentos en que el violín debía frenar, meneando la cabeza de un lado a otro, riendo y llorando, gritando y pausando la voz musical, imitando la voz de su acompañante, como la de un perfecto mimo. Figurando un teatrillo, donde todos ríen, aplauden con sus sonidos vocales, hahahahaha, pequeñas aves escandalosas, se ve que han presenciado un portentoso espectáculo. Que no ha cesado, apenas está en su máxima nota. « Oh, el consejo de los nueve, ¡escuchad!¡Nefilims! Aquí y ahora, esto es el violinista del diablo…» bramo, mostrando el poder de sus manos, con una agilidad bestial, embrujando, atrapando los tímpanos de quien estuviese a su alrededor, los invita a que se inclinen. « Están para devorar a los espíritus, tienen hambre, la carne ya no satisface, ni de pecados se han de satisfacer, buscan, están cautivando a su presa, quieren jugar, danzar a este compás con el banquete de la sangre»
Seguía el vuelo, esas alas agitándose, no podía embriagarse de esa belleza, pero era suplantada por las sombras, y el crujir de la rama, y de sus patas que se posaron esta percató. Sabiendo girarse para brindar un pequeño vals atrevido. « La primera y la única vez, más no soy todo lo que ves, ni escuchas, ni seré aquello que piensas. » entablaba la conversación con su mente, cuánta magnificencia posee, que no es necesario que hable, todo era transmitido hasta con su música. « Nicolás D’ Lenfent, el violinista que vendió su alma al diablo y el cual terminó siendo un fiel admirador de umbría»
Callo a su violín, alzando la falange al agitarla en ademán de saludos. — Yo solo toco para mí—. Que eso se traduce que solo toca para satanás, a él le pidió la magia, y a él le debe de pagar. Y es como su voz retumbo, a la furia del mismo fango.
Con la euforia, desierta a todo aquello que se esconda en el pantano, nadie, absolutamente nadie puede descansar, las animas se elevan y empiezan a glorificar el dolor, torturándose el violinista con su propia música, este era un auténtico músico. Sin más, el violinista que sin ojos se deja guiar al ritmo de los cuervos. ¡No son penas! Si, son temores que lo embellecen, pues, ¿qué animal no temería a que le mostrasen la luz? Ese su mayor miedo, que lo liberen de la penumbra, que sea entregado al demonio quien lo ha creado para apoderarse de él y que ahí quede lo que ya es; un cuervo. ¡No es demencia, ni ilusión! ¿Quién como él para describir a un ave negra? Perfectos, tan elegantes y esplendorosos. « ¿Espíritu? ¿Cuántas veces he de decir que no tengo espíritu? Ese a quien tu vislumbras no soy yo, solo escucha mi música y conocerás al auténtico Nicolás, el ave moribunda que terminó amando sus alas rotas.» se alzó, el inmortal ya no quiso yacer debajo de ese árbol, se elevó con el violín agitado, guiándose por los corazones latentes de las aves. Sintiéndose parte de ellos. « Deja que vague ese espíritu, solo así espero que jamás regrese, devorarlo, destrúyelo cuanto antes, este es el festín que te brindo,» vehemente gira en el entorno, soltándose sus cabellos, que cae el listón negro, una suavidad entre estos, roza con su piel pero es que no hay manera de describir que quisiera que sean plumas las que se liberen de su cuerpo. « Si tan solo fuese desgracia, los maldigo a todos, exclusivamente todos deben caer a los pies de la oscuridad…» rio, como lo haría una nota burlona, befándose con elegancia, y pudor. « Todo es una quimera, que entre más te hundes en ella, sabrás de su existencia cruel. » Estaba viendo solo oscuridad, pero interpretaba ese plumaje, la manera en que su cercanía se aclaraba. La podía sentir tan cerca.
No estaba en diferenciar las preciosidades, el dolor es belleza, si, si disfrutan del sufrimiento, si saborean las lágrimas, era algo que solo bestias hermosas podían decir, pero lo último, le hizo reír, « nueve reinos y prisioneros. ¡Que blasfemia! Solo existe un reino, y ese es aquel en el que se encuentra, no hay más. » Su miseria es el reinado del ciego.
« Se más de lo que te imaginarias, cierra los ojos y trata de controlar tus pensamientos, yo soy el que devorando está en tu mente. » debía llamar al dramatismo, jugando entre los momentos en que el violín debía frenar, meneando la cabeza de un lado a otro, riendo y llorando, gritando y pausando la voz musical, imitando la voz de su acompañante, como la de un perfecto mimo. Figurando un teatrillo, donde todos ríen, aplauden con sus sonidos vocales, hahahahaha, pequeñas aves escandalosas, se ve que han presenciado un portentoso espectáculo. Que no ha cesado, apenas está en su máxima nota. « Oh, el consejo de los nueve, ¡escuchad!¡Nefilims! Aquí y ahora, esto es el violinista del diablo…» bramo, mostrando el poder de sus manos, con una agilidad bestial, embrujando, atrapando los tímpanos de quien estuviese a su alrededor, los invita a que se inclinen. « Están para devorar a los espíritus, tienen hambre, la carne ya no satisface, ni de pecados se han de satisfacer, buscan, están cautivando a su presa, quieren jugar, danzar a este compás con el banquete de la sangre»
Seguía el vuelo, esas alas agitándose, no podía embriagarse de esa belleza, pero era suplantada por las sombras, y el crujir de la rama, y de sus patas que se posaron esta percató. Sabiendo girarse para brindar un pequeño vals atrevido. « La primera y la única vez, más no soy todo lo que ves, ni escuchas, ni seré aquello que piensas. » entablaba la conversación con su mente, cuánta magnificencia posee, que no es necesario que hable, todo era transmitido hasta con su música. « Nicolás D’ Lenfent, el violinista que vendió su alma al diablo y el cual terminó siendo un fiel admirador de umbría»
Callo a su violín, alzando la falange al agitarla en ademán de saludos. — Yo solo toco para mí—. Que eso se traduce que solo toca para satanás, a él le pidió la magia, y a él le debe de pagar. Y es como su voz retumbo, a la furia del mismo fango.
Nicolás D' Lenfent- Vampiro/Realeza [Admin]
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