AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
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Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Recuerdo del primer mensaje :
Y ahí estaba Leonidas, con esa sonrisa embriagadora por una parte y detestable por otra.
Conmigo la llevaba clara si pensaba que iba a conquistarme con toda esa bravuconería de ligón de turno. Y yo que pensaba que lo había visto todo en lo que hombres se refería; aquel hombre era un especimen digno de estudio.
- "Compartir montura", guapo..- contesté ofuscada mientras hacía el mismo gesto de comillas que él- .. es ir en el mismo caballo. Y viendo que tu hermano se ha ido y que solo tenemos un caballo, me tendré que resignar y aguantarte detrás todo el camino...- maldije, de aquello también podía sacar más comillas.- Y no se te ocurra abrir más esa bocaza o te juro que tendrás que llegar al hostal a pie cargando con las maletas tú solo.
¿A qué se refería con eso de un uno contra cuatro? Preferí no preguntar, pues sabía que su respuesta me sacaría de quicio todavía más, y estaba empezando a cruzar una línea de no retorno. Andaba hacia el caballo ofuscada mientras apretaba los puños por no estampárselos en su preciosa cara mientras oía todo tipo de burradas tras de mí. Pero llegó la gota que colmó el vaso, un vaso que estaba siempre lleno todo sea dicho, y me giré clavando mis ojos en los suyos a punto es explotar.
- Que te quede muy clara una cosa, campeón. Ni con todas las botellas de la taberna conseguirás que te toque ni con un palo- dije enfurecía mientras sentía como mis orejas se volvían rojas por la rabia.- Así que olvídate de mí y de mi culo.
Me giré de nuevo y comencé a contar desde cero hasta...no lo sé. Perdí la cuenta por el camino al hostal, durante el cual aquel hombre que ahora notaba pegado a mi espalda era incapaz de mantener la boca cerrada. Sus comentarios me enfurecían y divertían por momentos, y para que negarlo, también me excitaban. Sentía la dureza de sus músculos a cada trote del caballo, y enfadarme con él me costaba en esos momentos. Así que decidí hablar lo justo mientras llegábamos a nuestro destino. Al fin y al cabo, ya hablaba bastante él por los dos.
Atravesamos París y por fin llegamos al modesto Hostal donde había decidido alojarme. Estaba cercano a un bosque, y pasear por el mismo me ayudaba a pensar.
Bajamos del caballo mientras Leonidas se quejaba de nuevo mientras veía en envejecido local.
- Te recuerdo que solo vas a dejar el equipaje. ¿Qué más te dará como esté? .- contesté mientras lo dejaba solo encargándose de las maletas y me encaminaba escaleras arriba hacia mi habitación, seguía en breve por los comentarios soeces del cazador.
Sentía como mi corazón palpitaba a medida que llegábamos a la alcoba. Estar allí dentro con Leonidas se me antojaba peligroso. No porque le tuviese miedo a él, sino porque éramos dos bombas atómicas a punto de estallar, y no sabía si para bien o para mal.
Abrí la puerta y ambos entramos, cerrando él la puerta tras de sí mientras yo lo miraba dejar el equipaje en el suelo. Bueno, una parte del trato realizada. ¿Y ahora qué?
Más parecía que Leonidas no tenía dudas sobre qué hacer, porque con un paso decidido y seductor se acercó a mí más de lo prudencialmente correcto, asiéndome de la cintura para pegar nuestros cuerpos.
- Prefiero a palo seco.- contesté con una pícara sonrisa, para a continuación soltarle un tortazo en la otra mejilla, mientras sus ojos se clavaban en los míos presos de la rabia y la lujuria.
Mala combinación se formaba entre nosotros. Acabaríamos destrozando aquella habitación de un modo u otro.
Y ahí estaba Leonidas, con esa sonrisa embriagadora por una parte y detestable por otra.
Conmigo la llevaba clara si pensaba que iba a conquistarme con toda esa bravuconería de ligón de turno. Y yo que pensaba que lo había visto todo en lo que hombres se refería; aquel hombre era un especimen digno de estudio.
- "Compartir montura", guapo..- contesté ofuscada mientras hacía el mismo gesto de comillas que él- .. es ir en el mismo caballo. Y viendo que tu hermano se ha ido y que solo tenemos un caballo, me tendré que resignar y aguantarte detrás todo el camino...- maldije, de aquello también podía sacar más comillas.- Y no se te ocurra abrir más esa bocaza o te juro que tendrás que llegar al hostal a pie cargando con las maletas tú solo.
¿A qué se refería con eso de un uno contra cuatro? Preferí no preguntar, pues sabía que su respuesta me sacaría de quicio todavía más, y estaba empezando a cruzar una línea de no retorno. Andaba hacia el caballo ofuscada mientras apretaba los puños por no estampárselos en su preciosa cara mientras oía todo tipo de burradas tras de mí. Pero llegó la gota que colmó el vaso, un vaso que estaba siempre lleno todo sea dicho, y me giré clavando mis ojos en los suyos a punto es explotar.
- Que te quede muy clara una cosa, campeón. Ni con todas las botellas de la taberna conseguirás que te toque ni con un palo- dije enfurecía mientras sentía como mis orejas se volvían rojas por la rabia.- Así que olvídate de mí y de mi culo.
Me giré de nuevo y comencé a contar desde cero hasta...no lo sé. Perdí la cuenta por el camino al hostal, durante el cual aquel hombre que ahora notaba pegado a mi espalda era incapaz de mantener la boca cerrada. Sus comentarios me enfurecían y divertían por momentos, y para que negarlo, también me excitaban. Sentía la dureza de sus músculos a cada trote del caballo, y enfadarme con él me costaba en esos momentos. Así que decidí hablar lo justo mientras llegábamos a nuestro destino. Al fin y al cabo, ya hablaba bastante él por los dos.
Atravesamos París y por fin llegamos al modesto Hostal donde había decidido alojarme. Estaba cercano a un bosque, y pasear por el mismo me ayudaba a pensar.
Bajamos del caballo mientras Leonidas se quejaba de nuevo mientras veía en envejecido local.
- Te recuerdo que solo vas a dejar el equipaje. ¿Qué más te dará como esté? .- contesté mientras lo dejaba solo encargándose de las maletas y me encaminaba escaleras arriba hacia mi habitación, seguía en breve por los comentarios soeces del cazador.
Sentía como mi corazón palpitaba a medida que llegábamos a la alcoba. Estar allí dentro con Leonidas se me antojaba peligroso. No porque le tuviese miedo a él, sino porque éramos dos bombas atómicas a punto de estallar, y no sabía si para bien o para mal.
Abrí la puerta y ambos entramos, cerrando él la puerta tras de sí mientras yo lo miraba dejar el equipaje en el suelo. Bueno, una parte del trato realizada. ¿Y ahora qué?
Más parecía que Leonidas no tenía dudas sobre qué hacer, porque con un paso decidido y seductor se acercó a mí más de lo prudencialmente correcto, asiéndome de la cintura para pegar nuestros cuerpos.
- Prefiero a palo seco.- contesté con una pícara sonrisa, para a continuación soltarle un tortazo en la otra mejilla, mientras sus ojos se clavaban en los míos presos de la rabia y la lujuria.
Mala combinación se formaba entre nosotros. Acabaríamos destrozando aquella habitación de un modo u otro.
Última edición por Menyara Chartier el Miér Ago 17, 2016 1:32 pm, editado 1 vez
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/08/2016
Localización : París
Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Sonreí con dulzura al escuchar a mi dios griego hablar tras de mí, hasta que caí en la cuenta de que quizás había escuchado lo que había susurrado junto a sus labios momentos antes. Suspiré contrariada al pensarlo; quizás no le diese más importancia y lo dejase correr. Me costaba mucho expresar mis sentimientos, y si lo había hecho era porque pensaba que no sería consciente como para salir corriendo al escucharlo.
Leonidas se levantó de la cama y comenzó a caminar desnudo por la habitación mientras le explicaba a su hermano nuestra peculiar forma de "dejar el equipaje"; por diosss...hasta le estaba enumerando las veces que lo habíamos hecho. Me puse roja como un tomate y mis orejas comenzaron a arder. Si hubiese podido, habría metido la cabeza debajo de una piedra para no mostrarle mi inseguridad en esos momentos. Juro que no había pasado tanta vergüenza en mi vida, y por si fuera poco, se paseaba desnudo buscando sin suerte algo con lo que taparse. A mí me costaba hasta respirar viéndolo así; ¿cómo podía volverme loca incluso a metros de distancia?
Encontré lo que buscaba colgando de la lamparilla que se encontraba en la mesilla de noche. Cogí sus calzoncillos y se los lancé, mientras él me devolvía una sonrisa que me hacia estremecer. ¿Qué era aquello? ¿Por qué solo con su sonrisa era capaz de hacerme tan vulnerable? Había conseguido en unas solas horas que quitase todos mis escudos frente a él, y ahora con su sonrisa y esos ojos que me buscaban, se iba metiendo en mi corazón. Un corazón que hasta ahora solo había tenido hueco para la batalla, y que ahora...ahora estaba tan confundido como yo. Porque ya no deseaba solo luchar contra los sobrenaturales, ahora deseaba tener algo más con aquel dios griego al que apenas conocía.
Seth se adentró al cuarto de baño sin levantar la vista del suelo, mientras yo cerraba la puerta y miraba horrorizada como estaba la habitación. Nuestras ropas y armas estaban esparcidas por doquier, las sábanas manchadas quitadas de la cama; y mis braguitas sobre el sillón de terciopelo que había al lado de la ventana. Tenía que ordenar un poco aquello con urgencia.
Parecía que algo le pasaba a mi futuro cuñado, y Leo también debió percatarse, porque lo siguió al aseo y cerro la puerta. Tenían que hablar, pensé.
Me arrodillé en el suelo, separando nuestras ropas y armas, vistiéndome aprovechando el momento de intimidad mientras los hombres continuaban hablando. No parecía que a Seth le hubiese impresionado encontrarnos en aquellas circunstancias, lo que me hizo pensar en que no era la primera vez que pillaba a Leo de semejante guisa. Pensé en que otras mujeres, seguramente muchas, habrían sucumbido a los encantos de Leo; que otras habrían sentido sus caricias y que él las habría hecho gozar. Comencé a sentir una rabia que jamás había sentido. Ni si quiera cuando mataba vampiros mi enfado era tan enorme. Una rabia que me hacía cabrearme conmigo misma por no saber porque la sentía...
Cogí un shuriken y lo lancé contra la pared; estaba enfadada..mucho..y sabía que no tenía razones para estarlo.
Joder, estaba celosa. Tenía celos de que otra pudiese tocar a Leo, de que él pudiese amar a otra mujer más que a mí...me puse en pie caminando en círculos, recriminándome ser tan, tan...idiota.
Escuché como se abría la puerta, y de nuevo mi dios griego apareció ante mis ojos. Sonreí mientras mis pasos se acercaban a él, y le tendí los pantalones que había recogido de detrás del sillón.
Leo me acercó a él rodeándome por la cintura, y quitando de mi cabeza todos aquellos celos que me habían atacado durante unos minutos. ¿Cómo podía sentir eso ya por él? Nuestras lenguas se acariciaron de nuevo, mientras yo descubría que después de Leo, ya nada volvería a ser lo mismo.
- Pues podemos pedir algo y que nos lo suban; y así podemos descansar.- susurré mientras pegaba mis labios a los suyos.- Y si pedimos chocolate líquido, tengo una idea para comernos después el postre.
Sonreí con picardía mientras mordía su labio inferior, sabiendo que el postre seríamos nosotros y que quizás nos vendrían bien un par de juegos de sábanas más.
Leonidas se levantó de la cama y comenzó a caminar desnudo por la habitación mientras le explicaba a su hermano nuestra peculiar forma de "dejar el equipaje"; por diosss...hasta le estaba enumerando las veces que lo habíamos hecho. Me puse roja como un tomate y mis orejas comenzaron a arder. Si hubiese podido, habría metido la cabeza debajo de una piedra para no mostrarle mi inseguridad en esos momentos. Juro que no había pasado tanta vergüenza en mi vida, y por si fuera poco, se paseaba desnudo buscando sin suerte algo con lo que taparse. A mí me costaba hasta respirar viéndolo así; ¿cómo podía volverme loca incluso a metros de distancia?
Encontré lo que buscaba colgando de la lamparilla que se encontraba en la mesilla de noche. Cogí sus calzoncillos y se los lancé, mientras él me devolvía una sonrisa que me hacia estremecer. ¿Qué era aquello? ¿Por qué solo con su sonrisa era capaz de hacerme tan vulnerable? Había conseguido en unas solas horas que quitase todos mis escudos frente a él, y ahora con su sonrisa y esos ojos que me buscaban, se iba metiendo en mi corazón. Un corazón que hasta ahora solo había tenido hueco para la batalla, y que ahora...ahora estaba tan confundido como yo. Porque ya no deseaba solo luchar contra los sobrenaturales, ahora deseaba tener algo más con aquel dios griego al que apenas conocía.
Seth se adentró al cuarto de baño sin levantar la vista del suelo, mientras yo cerraba la puerta y miraba horrorizada como estaba la habitación. Nuestras ropas y armas estaban esparcidas por doquier, las sábanas manchadas quitadas de la cama; y mis braguitas sobre el sillón de terciopelo que había al lado de la ventana. Tenía que ordenar un poco aquello con urgencia.
Parecía que algo le pasaba a mi futuro cuñado, y Leo también debió percatarse, porque lo siguió al aseo y cerro la puerta. Tenían que hablar, pensé.
Me arrodillé en el suelo, separando nuestras ropas y armas, vistiéndome aprovechando el momento de intimidad mientras los hombres continuaban hablando. No parecía que a Seth le hubiese impresionado encontrarnos en aquellas circunstancias, lo que me hizo pensar en que no era la primera vez que pillaba a Leo de semejante guisa. Pensé en que otras mujeres, seguramente muchas, habrían sucumbido a los encantos de Leo; que otras habrían sentido sus caricias y que él las habría hecho gozar. Comencé a sentir una rabia que jamás había sentido. Ni si quiera cuando mataba vampiros mi enfado era tan enorme. Una rabia que me hacía cabrearme conmigo misma por no saber porque la sentía...
Cogí un shuriken y lo lancé contra la pared; estaba enfadada..mucho..y sabía que no tenía razones para estarlo.
Joder, estaba celosa. Tenía celos de que otra pudiese tocar a Leo, de que él pudiese amar a otra mujer más que a mí...me puse en pie caminando en círculos, recriminándome ser tan, tan...idiota.
Escuché como se abría la puerta, y de nuevo mi dios griego apareció ante mis ojos. Sonreí mientras mis pasos se acercaban a él, y le tendí los pantalones que había recogido de detrás del sillón.
Leo me acercó a él rodeándome por la cintura, y quitando de mi cabeza todos aquellos celos que me habían atacado durante unos minutos. ¿Cómo podía sentir eso ya por él? Nuestras lenguas se acariciaron de nuevo, mientras yo descubría que después de Leo, ya nada volvería a ser lo mismo.
- Pues podemos pedir algo y que nos lo suban; y así podemos descansar.- susurré mientras pegaba mis labios a los suyos.- Y si pedimos chocolate líquido, tengo una idea para comernos después el postre.
Sonreí con picardía mientras mordía su labio inferior, sabiendo que el postre seríamos nosotros y que quizás nos vendrían bien un par de juegos de sábanas más.
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/08/2016
Localización : París
Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Sonreí contra sus labios cuando su proposición de pasar el resto de la noche en aquella habitación se me ofreció.
-me parece perfecto, sobre todo lo del chocolate -susurre contra su boca volviendo a saborearla deslizando mi lengua entre sus labios con los ojos cerrados.
Acapare sus labios para mi, relamiendome cuando el beso termino dejándome con ganas de mas.
-¿podríamos pasear por la playa? Me muero por ir a una taberna, cenar, beber y luego escuchar el ruido de las olas romper contra las rocas, supongo que demasiado tiempo en una isla hace que el mar te llame cuando lo tienes lejos.
¿aceptas sirena mía? Luego podemos volver, pedir fresas, chocolate y champagne
Sin duda mi plan era prometedor, quizás demasiado, acabábamos de conocernos, me gustaba y a su vez me asustaba encapricharme de ella, pues mi misión era clara, buscar a Agarwaen y volver con el a Grecia.
El barco estaba atracado en el puerto y todo preparado para nuestra inminente partida, solo faltaba nuestro príncipe.
Ronroneé contra su cuello ligeramente, algo que me hizo sonreír con picardia recordando a mi cambiante. ¿cuantas veces le habría funcionado ese truco?
-¿sabes? Seguramente te lo han dicho muchas veces, pero tienes un culo épico, cuando te lo he visto en el puerto...uffff
Recordé entonces el guantazo, algo que me hizo sonreír, me había ganado muchos a lo largo de mi vida y para que mentir muchos habían terminado del mismo modo que este, mas en ella había algo especial algo que me invitaba a conocerla un poco mas, a pasear por la playa, a compartir una velada.
No quería solo sexo, quizás eso era lo que ella esperara, que aceptara el quedarnos toda la noche en la cama, quizás eso hubiera querido con otra, pero quería escuchar...no se, conocerla, ¿saber de donde venia?, ¿que la había traído a París? ¿que la empujo a convertirse en lo que es?
Una parte de mi renegó frente a esa curiosidad que en mi despertaba, sabia que no debía, que la mejor idea era la suya, quedarnos en la habitación, seguir acostándonos hasta el alba para cuando cogiera el barco, algo que tarde o temprano haría solo supusiera un amor efímero, ese que dejas uno en cada puerto.
Y para eso no debía conocerla.
-Quizás tengas razón -susurré contra su boca, lamí sus labios con los míos invitándola a la lujuria que aquella noche nos presentaba -podríamos beber aquí, cenar y.. -mire el lecho dejandole claras mis intenciones ¿te parece?
Vi a Seth salir del baño, al parecer mucho mas calmado, sin dar ni explicaciones ni intercambiar muchas palabras abandonó la habitación dejándonos de nuevo completamente solos.
-¿que desea hacer ahora con el equipaje? -pregunte sonriendo mientras admiraba el precioso caos de esa habitación antes de alzar la vista para perderme en sus ojos miel.
-me parece perfecto, sobre todo lo del chocolate -susurre contra su boca volviendo a saborearla deslizando mi lengua entre sus labios con los ojos cerrados.
Acapare sus labios para mi, relamiendome cuando el beso termino dejándome con ganas de mas.
-¿podríamos pasear por la playa? Me muero por ir a una taberna, cenar, beber y luego escuchar el ruido de las olas romper contra las rocas, supongo que demasiado tiempo en una isla hace que el mar te llame cuando lo tienes lejos.
¿aceptas sirena mía? Luego podemos volver, pedir fresas, chocolate y champagne
Sin duda mi plan era prometedor, quizás demasiado, acabábamos de conocernos, me gustaba y a su vez me asustaba encapricharme de ella, pues mi misión era clara, buscar a Agarwaen y volver con el a Grecia.
El barco estaba atracado en el puerto y todo preparado para nuestra inminente partida, solo faltaba nuestro príncipe.
Ronroneé contra su cuello ligeramente, algo que me hizo sonreír con picardia recordando a mi cambiante. ¿cuantas veces le habría funcionado ese truco?
-¿sabes? Seguramente te lo han dicho muchas veces, pero tienes un culo épico, cuando te lo he visto en el puerto...uffff
Recordé entonces el guantazo, algo que me hizo sonreír, me había ganado muchos a lo largo de mi vida y para que mentir muchos habían terminado del mismo modo que este, mas en ella había algo especial algo que me invitaba a conocerla un poco mas, a pasear por la playa, a compartir una velada.
No quería solo sexo, quizás eso era lo que ella esperara, que aceptara el quedarnos toda la noche en la cama, quizás eso hubiera querido con otra, pero quería escuchar...no se, conocerla, ¿saber de donde venia?, ¿que la había traído a París? ¿que la empujo a convertirse en lo que es?
Una parte de mi renegó frente a esa curiosidad que en mi despertaba, sabia que no debía, que la mejor idea era la suya, quedarnos en la habitación, seguir acostándonos hasta el alba para cuando cogiera el barco, algo que tarde o temprano haría solo supusiera un amor efímero, ese que dejas uno en cada puerto.
Y para eso no debía conocerla.
-Quizás tengas razón -susurré contra su boca, lamí sus labios con los míos invitándola a la lujuria que aquella noche nos presentaba -podríamos beber aquí, cenar y.. -mire el lecho dejandole claras mis intenciones ¿te parece?
Vi a Seth salir del baño, al parecer mucho mas calmado, sin dar ni explicaciones ni intercambiar muchas palabras abandonó la habitación dejándonos de nuevo completamente solos.
-¿que desea hacer ahora con el equipaje? -pregunte sonriendo mientras admiraba el precioso caos de esa habitación antes de alzar la vista para perderme en sus ojos miel.
Leonidas Kana- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/08/2016
Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Parecíamos incapaces de dar una tregua a nuestros labios, que se buscaban una y otra vez separándose solo durante segundos para sugerir ideas con las que convertir la noche que nos quedaba por delante en una velada inolvidable para ambos.
Mis ojos brillaron de forma inusual cuando su plan propuesto se convirtió en lo que me parecía algo más que una cena. Me mordí el labio nerviosa por lo que supondría aceptar todo lo que se me antojaba como el principio de algo que no podía suceder entre nosotros. No porque yo no lo desease, no porque mi corazón no albergase la loca idea de tener una relación estable con él, sino porque sabía que en cuanto Leo y Seth encontrasen lo que habían ido a buscar se marcharían de nuevo a su hogar.
Ya no era solo la idea que había mantenido tanto tiempo de no formar una familia, juraría que esa idea la había desterrado de mi mente en cuanto me desperté a su lado y su rostro dormido fue lo primero que vi; lo que me daba miedo era enamorarme y que Leo se marchase de todas formas, dejando a mi corazón destrozado. ¿Acaso no lo dejaría ya si se marchase en esos momentos? Negué con la cabeza tratando de no confirmar lo que me daba tanto miedo admitir. Él era un guerrero, y la lealtad a los suyos valdría más que un futuro a mi lado.
- Me apetece pasear por la playa contigo; la noche no acaba más que empezar, y siempre podemos dejar el postre para cuando volvamos. Es una idea magnífica.- susurré frente a sus labios al tiempo que su boca se hacía de nuevo con la mía.
Mis manos lo acariciaban suavemente por la espalda, mientras parecía imposible que nuestros cuerpos fuesen capaces de moverse de esa posición en que se mantenían pegados el uno al otro, en ese cálido abrazo que nos mantenía unidos como a uno solo al rodear mi cintura con sus fuertes brazos, al tiempo que su boca buscaba mi cuello
Reí ante su comentario, y los recuerdos de nuestro primer encuentro volvieron a mi mente. Era cierto que en muchas ocasiones había escuchado comentarios soeces de otros hombres, más un tortazo no era lo único que habían recibido. Miré el shuriken clavado en la pared y sonreí con malicia. En poco tiempo, todos los hombres de la aldea dejaron de mirarme como una mujer inocente, y se cuidaban de no cabrearme con sus impertinencias.
- Alguna vez me han dicho algo, sí.- sonreí clavando mi mirada en la suya; esa mirada que me deshacía por momentos y que llegaba a cada punto de mi ser.- Pero también te puedo asegurar que ninguno de los que lo hicieron tuvieron la osadía a repetírmelo.
Nuestros labios siguieron profesándose esos besos que tanto anhelábamos , mientras pensaba en todo lo que había sucedido desde que lo conocí. Quien me hubiese dicho que entregaría mi virginidad a ese hombre al que me había dado ganas de estrangular varias veces en menos de diez minutos, lo habría tachado de loco. Y allí estaba yo, dispuesta a entregar mi corazón a aquel dios griego que se lo había ganado con creces.
- ¿Qué clase de guía sería si en lugar de enseñarte París, te encerrase en este mugroso hostal?- le guiñé un ojo divertida esperando que no se arrepintiese de haberme propuesto aquello que parecía por completo una cita entre los dos. Su lengua saboreó mis labios, incitándome a escoger la primera opción; quedarnos allí y disfrutar el tiempo que nos quedase juntos. Pero, necesitaba conocerlo; aunque con ello me rompiese el corazón cuando se marchase, aunque su despedida fuese más dolorosa..necesitaba saber todo de él, para luego poder recordarlo el resto de mi vida como el hombre por el que habría sido capaz de dejar todo por estar junto a él.
Seth salió minutos después, y sin cruzar muchas más palabras que al entrar, se despidió de nosotros hasta el día siguiente. La noche empezaba, y yo no sabía ni como reaccionar. Me encontraba perdida a su lado.
- Dejarlo donde está, y recogerlo a la vuelta.- sonreí con timidez mientras mis dedos en entrelazaban con los suyos, y con un pequeño tirón lo movía hacía la puerta.
Mis ojos brillaron de forma inusual cuando su plan propuesto se convirtió en lo que me parecía algo más que una cena. Me mordí el labio nerviosa por lo que supondría aceptar todo lo que se me antojaba como el principio de algo que no podía suceder entre nosotros. No porque yo no lo desease, no porque mi corazón no albergase la loca idea de tener una relación estable con él, sino porque sabía que en cuanto Leo y Seth encontrasen lo que habían ido a buscar se marcharían de nuevo a su hogar.
Ya no era solo la idea que había mantenido tanto tiempo de no formar una familia, juraría que esa idea la había desterrado de mi mente en cuanto me desperté a su lado y su rostro dormido fue lo primero que vi; lo que me daba miedo era enamorarme y que Leo se marchase de todas formas, dejando a mi corazón destrozado. ¿Acaso no lo dejaría ya si se marchase en esos momentos? Negué con la cabeza tratando de no confirmar lo que me daba tanto miedo admitir. Él era un guerrero, y la lealtad a los suyos valdría más que un futuro a mi lado.
- Me apetece pasear por la playa contigo; la noche no acaba más que empezar, y siempre podemos dejar el postre para cuando volvamos. Es una idea magnífica.- susurré frente a sus labios al tiempo que su boca se hacía de nuevo con la mía.
Mis manos lo acariciaban suavemente por la espalda, mientras parecía imposible que nuestros cuerpos fuesen capaces de moverse de esa posición en que se mantenían pegados el uno al otro, en ese cálido abrazo que nos mantenía unidos como a uno solo al rodear mi cintura con sus fuertes brazos, al tiempo que su boca buscaba mi cuello
Reí ante su comentario, y los recuerdos de nuestro primer encuentro volvieron a mi mente. Era cierto que en muchas ocasiones había escuchado comentarios soeces de otros hombres, más un tortazo no era lo único que habían recibido. Miré el shuriken clavado en la pared y sonreí con malicia. En poco tiempo, todos los hombres de la aldea dejaron de mirarme como una mujer inocente, y se cuidaban de no cabrearme con sus impertinencias.
- Alguna vez me han dicho algo, sí.- sonreí clavando mi mirada en la suya; esa mirada que me deshacía por momentos y que llegaba a cada punto de mi ser.- Pero también te puedo asegurar que ninguno de los que lo hicieron tuvieron la osadía a repetírmelo.
Nuestros labios siguieron profesándose esos besos que tanto anhelábamos , mientras pensaba en todo lo que había sucedido desde que lo conocí. Quien me hubiese dicho que entregaría mi virginidad a ese hombre al que me había dado ganas de estrangular varias veces en menos de diez minutos, lo habría tachado de loco. Y allí estaba yo, dispuesta a entregar mi corazón a aquel dios griego que se lo había ganado con creces.
- ¿Qué clase de guía sería si en lugar de enseñarte París, te encerrase en este mugroso hostal?- le guiñé un ojo divertida esperando que no se arrepintiese de haberme propuesto aquello que parecía por completo una cita entre los dos. Su lengua saboreó mis labios, incitándome a escoger la primera opción; quedarnos allí y disfrutar el tiempo que nos quedase juntos. Pero, necesitaba conocerlo; aunque con ello me rompiese el corazón cuando se marchase, aunque su despedida fuese más dolorosa..necesitaba saber todo de él, para luego poder recordarlo el resto de mi vida como el hombre por el que habría sido capaz de dejar todo por estar junto a él.
Seth salió minutos después, y sin cruzar muchas más palabras que al entrar, se despidió de nosotros hasta el día siguiente. La noche empezaba, y yo no sabía ni como reaccionar. Me encontraba perdida a su lado.
- Dejarlo donde está, y recogerlo a la vuelta.- sonreí con timidez mientras mis dedos en entrelazaban con los suyos, y con un pequeño tirón lo movía hacía la puerta.
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/08/2016
Localización : París
Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Una patada a mi petate empujándolo debajo de la cama fue mi respuesta a ese orden desordenado y caótico de la habitación, dejándome así orillar a su cuerpo que tiraba de mi hacia el exterior de esa habitación que nos había echo uno hacia escasas horas.
Rodeé con mis brazos su cintura caminando tras ella desplegando mis encantos contra su cuello.
-Guía, llévame a un lugar donde sirvan buena carne y mejor vino -bromeé entre risas mientras ambos bajábamos ahora si dándonos tontos empujones por las escaleras.
-Y si puede ser que me sirvan en pelotas.
Esquivé el capón que iba directo a mi cabeza mientras le sonreía de medio lado -no me has dejado acabar...-susurré en plan conciliador acercándome a su cuerpo para abrazarla hundiendo mi cabeza en su cuello dejándome acariciar por su pelo y su olor.
-¿que me sirvan en ropa interior? -pregunté ahora si, echando una ligera carrera mientras reía divertido para que no me alcanzara.
Me detuve en el exterior del hostal mirando a ambos lados de la calle mas perdido que un moro en cuaresma.
-¿Izquierda o derecha? -pregunté antes de enlazar mi mano a la suya -perdono lo de las mujeres desnudas con la condición de que el postre me lo sirvas sobre tu piel.
Hundí mis ojos en los suyos con picardia dejándome guiar por las calles de París, quedando preso de esa sonrisa, de esa mirada y de sus dulces palabras. ¡vale! Dulces, dulces, no eran, pero...¿como culparme por que a mi me lo parecieran?
Sonreí frente a mis propias ideas mientras de nuevo nuestros labios enredándose con esa pasión de la que desde que nos conocíamos hacíamos gala.
Paseando me di cuenta de que no eramos muy distintos a cualquier pareja Parisiense, mas pronto me di cuenta de que aquella realidad nunca iría conmigo, no porque no pudiera soñar con un futuro así, prometedor, donde la paz pudiera existir para nosotros.
Lejos de seres sobrenaturales, en una pequeña casa en Grecia, con nuestros hijos correteando por los confines de nuestras vallas.
Mas la realidad era que yo era un cazador y que para que otros pudieran vivir en paz yo debía vivir en guerra. Para eso había nacido, para eso había sido educado, y así y no de otro modo moriría.
Pocos de nosotros llegaban a viejos y muchos eran los niños huérfanos que quedaban por el camino, niños que a su vez se convertirían en guerreros.
Muchos finales trágicos había vivido, mas no por ello me quejaba de mi sino, lo asumía, de echo, lo ansiaba, pues eso era, y estaba orgulloso de serlo.
Supongo que eso era lo que me obligaba a vivir el momento, nunca volvería a estar aquí, ni con ella, nunca podría amarla como ahora, desearla como ahora, necesitarla como ahora. Por eso, el ahora era lo único que me importaba pues mi futuro era incierto.
Rodeé con mis brazos su cintura caminando tras ella desplegando mis encantos contra su cuello.
-Guía, llévame a un lugar donde sirvan buena carne y mejor vino -bromeé entre risas mientras ambos bajábamos ahora si dándonos tontos empujones por las escaleras.
-Y si puede ser que me sirvan en pelotas.
Esquivé el capón que iba directo a mi cabeza mientras le sonreía de medio lado -no me has dejado acabar...-susurré en plan conciliador acercándome a su cuerpo para abrazarla hundiendo mi cabeza en su cuello dejándome acariciar por su pelo y su olor.
-¿que me sirvan en ropa interior? -pregunté ahora si, echando una ligera carrera mientras reía divertido para que no me alcanzara.
Me detuve en el exterior del hostal mirando a ambos lados de la calle mas perdido que un moro en cuaresma.
-¿Izquierda o derecha? -pregunté antes de enlazar mi mano a la suya -perdono lo de las mujeres desnudas con la condición de que el postre me lo sirvas sobre tu piel.
Hundí mis ojos en los suyos con picardia dejándome guiar por las calles de París, quedando preso de esa sonrisa, de esa mirada y de sus dulces palabras. ¡vale! Dulces, dulces, no eran, pero...¿como culparme por que a mi me lo parecieran?
Sonreí frente a mis propias ideas mientras de nuevo nuestros labios enredándose con esa pasión de la que desde que nos conocíamos hacíamos gala.
Paseando me di cuenta de que no eramos muy distintos a cualquier pareja Parisiense, mas pronto me di cuenta de que aquella realidad nunca iría conmigo, no porque no pudiera soñar con un futuro así, prometedor, donde la paz pudiera existir para nosotros.
Lejos de seres sobrenaturales, en una pequeña casa en Grecia, con nuestros hijos correteando por los confines de nuestras vallas.
Mas la realidad era que yo era un cazador y que para que otros pudieran vivir en paz yo debía vivir en guerra. Para eso había nacido, para eso había sido educado, y así y no de otro modo moriría.
Pocos de nosotros llegaban a viejos y muchos eran los niños huérfanos que quedaban por el camino, niños que a su vez se convertirían en guerreros.
Muchos finales trágicos había vivido, mas no por ello me quejaba de mi sino, lo asumía, de echo, lo ansiaba, pues eso era, y estaba orgulloso de serlo.
Supongo que eso era lo que me obligaba a vivir el momento, nunca volvería a estar aquí, ni con ella, nunca podría amarla como ahora, desearla como ahora, necesitarla como ahora. Por eso, el ahora era lo único que me importaba pues mi futuro era incierto.
Leonidas Kana- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/08/2016
Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Entre risas y caricias abandonamos aquella habitación que se me antojaba nuestro pequeño trocito de cielo, un lugar donde había sentido cosas insospechadas por el tiempo que conocía a mi dios griego, bromeando mientras Leo me abrazaba desde atrás regalándome besos sin medida por mi cuello. Parecíamos dos chiquillos jugando por las escaleras, peleándonos y bromeando mientras bajábamos hacia la calle.
Enarqué una ceja al escuchar sus desvergonzadas palabras, que me crisparon hasta el punto de lanzarme sobre él con la intención de atizarle una merecida colleja, que fue esquivada y cambiada por un dulce abrazo que me hizo claudicar de nuevo ante mi perdición. No entendía porque me molestaban tanto sus bromas, por qué me ponía celosa si en el fondo sabía que Leo no me pertenecía.
- Al final vas a hacer que me arrepienta de haber aceptado ser tu guía.- susurré cuando su cabeza se hundió en mi pelo. Sonreí con malicia mientras su boca besaba mi cuello, buscando una reconciliación por sus bromas; dejándome embaucar por esos maravillosos labios que calmaban mi rabia solo con un roce sobre los míos..hasta que el muy canalla volvió a soltar otra soez por su boca, y salió corriendo escaleras abajo mientras mi mirada ojiplática y enojada se posaba en su espalda. Resoplé saliendo tras él para darle su merecido, aunque su sonora risa y esa mirada que se cruzaba con la mía mientras giraba la cabeza para controlar las distancias disiparon toda rabia hacia él. No podía enfadarme; bueno, si podía, pero bastaba una simple sonrisa suya para que mi corazón derribase cualquier enojo que me hacía sentir.
Llegué a la calle jadeando por la carrera que sin duda él había ganado; y que entrelazando su mano con la mía, me hizo olvidar el por qué lo perseguía con aquella mala leche que me subía y bajaba como en una noria. Los celos de que otra mujer lo tocase, o que él desease tocar a otra mujer me corroían por dentro. ¿Cómo podía ser tan tonta? Ni que me hubiese prometido amor eterno.
- Crucemos la calle.- contesté mientras tiraba de él y escogía aquella dirección solo por llevarle la contraria, sin tener muy claro donde nos dirigíamos.- Y ya veremos si al final de la noche tienes postre o un azote en el culo.
Reí ante mi comentario, pues juraba que no había sonado a amenaza de ninguna forma. Nuestros labios se buscaron de nuevo, deseosos los unos de los otros. Dudaba que a este paso consiguiésemos llegar al restaurante antes de que cerrasen, pero no me importaba. Adoraba sentir su boca sobre la mía, sentir de nuevo su sabor en mi lengua, que jugaba sin tregua con la suya; deseaba recordar cada momento y hacerlo único.
Las bromas y las caricias se sucedieron mientras buscaba un lugar acertado donde cenar. No es que conociese mucho de París, pero había una taberna en la que había cenado en alguna ocasión y que parecía más íntima que el resto.
Fijé mi mirada en aquellas parejas de enamorados que paseaban cogidos de la manos como nosotros; como se miraban y regalaban caricias, como también nos pasaba a nosotros... negué con la cabeza. No podía ser..no habría un nosotros en el futuro. Por mucho que yo desease, por mucho que yo lo quisiese, sabía que Leo seguiría a los suyos hasta la muerte.
Solo teníamos un presente efímero, un tiempo que no sabíamos cuanto duraría y que tendríamos que aprovechar al máximo. Quizás el destino nos uniese de nuevo en otra vida, quizás nuestras almas liberadas podrían ser felices juntas eternamente, y recordar todos esos momentos que en nuestra vida terrenal habíamos compartido. Apreté la mandíbula para no ponerme a llorar; no me bastaba con aquello, no me bastaba con pensar que nuestras almas gemelas podrían encontrarse de nuevo, quería poder disfrutar de cada segundo de mi vida junto a él; aunque nuestra muerte fuese prematura, merecería la pena el sufrimiento por cada recuerdo que pudiésemos albergar en nuestro corazón.
- ¿Te parece bien en esa taberna de ahí?.- dije con un hilo de voz señalando una pequeña puerta de madera y cristal azulado, mientras trataba de despejar toda la desazón que sentía de mi pecho.- No es muy lujosa, pero se come bien...y el que sirve la comida es un tabernero obeso.
Reí consciente de que parecía querer fastidiarle sus planes de cenar mientras miraba a mujeres desnudas, pero es que era cierto que se comía muy bien ahí. Aunque no descartaba que la otra idea hubiese estado azuzando mi mente mientras elegía donde llevarlo.
Enarqué una ceja al escuchar sus desvergonzadas palabras, que me crisparon hasta el punto de lanzarme sobre él con la intención de atizarle una merecida colleja, que fue esquivada y cambiada por un dulce abrazo que me hizo claudicar de nuevo ante mi perdición. No entendía porque me molestaban tanto sus bromas, por qué me ponía celosa si en el fondo sabía que Leo no me pertenecía.
- Al final vas a hacer que me arrepienta de haber aceptado ser tu guía.- susurré cuando su cabeza se hundió en mi pelo. Sonreí con malicia mientras su boca besaba mi cuello, buscando una reconciliación por sus bromas; dejándome embaucar por esos maravillosos labios que calmaban mi rabia solo con un roce sobre los míos..hasta que el muy canalla volvió a soltar otra soez por su boca, y salió corriendo escaleras abajo mientras mi mirada ojiplática y enojada se posaba en su espalda. Resoplé saliendo tras él para darle su merecido, aunque su sonora risa y esa mirada que se cruzaba con la mía mientras giraba la cabeza para controlar las distancias disiparon toda rabia hacia él. No podía enfadarme; bueno, si podía, pero bastaba una simple sonrisa suya para que mi corazón derribase cualquier enojo que me hacía sentir.
Llegué a la calle jadeando por la carrera que sin duda él había ganado; y que entrelazando su mano con la mía, me hizo olvidar el por qué lo perseguía con aquella mala leche que me subía y bajaba como en una noria. Los celos de que otra mujer lo tocase, o que él desease tocar a otra mujer me corroían por dentro. ¿Cómo podía ser tan tonta? Ni que me hubiese prometido amor eterno.
- Crucemos la calle.- contesté mientras tiraba de él y escogía aquella dirección solo por llevarle la contraria, sin tener muy claro donde nos dirigíamos.- Y ya veremos si al final de la noche tienes postre o un azote en el culo.
Reí ante mi comentario, pues juraba que no había sonado a amenaza de ninguna forma. Nuestros labios se buscaron de nuevo, deseosos los unos de los otros. Dudaba que a este paso consiguiésemos llegar al restaurante antes de que cerrasen, pero no me importaba. Adoraba sentir su boca sobre la mía, sentir de nuevo su sabor en mi lengua, que jugaba sin tregua con la suya; deseaba recordar cada momento y hacerlo único.
Las bromas y las caricias se sucedieron mientras buscaba un lugar acertado donde cenar. No es que conociese mucho de París, pero había una taberna en la que había cenado en alguna ocasión y que parecía más íntima que el resto.
Fijé mi mirada en aquellas parejas de enamorados que paseaban cogidos de la manos como nosotros; como se miraban y regalaban caricias, como también nos pasaba a nosotros... negué con la cabeza. No podía ser..no habría un nosotros en el futuro. Por mucho que yo desease, por mucho que yo lo quisiese, sabía que Leo seguiría a los suyos hasta la muerte.
Solo teníamos un presente efímero, un tiempo que no sabíamos cuanto duraría y que tendríamos que aprovechar al máximo. Quizás el destino nos uniese de nuevo en otra vida, quizás nuestras almas liberadas podrían ser felices juntas eternamente, y recordar todos esos momentos que en nuestra vida terrenal habíamos compartido. Apreté la mandíbula para no ponerme a llorar; no me bastaba con aquello, no me bastaba con pensar que nuestras almas gemelas podrían encontrarse de nuevo, quería poder disfrutar de cada segundo de mi vida junto a él; aunque nuestra muerte fuese prematura, merecería la pena el sufrimiento por cada recuerdo que pudiésemos albergar en nuestro corazón.
- ¿Te parece bien en esa taberna de ahí?.- dije con un hilo de voz señalando una pequeña puerta de madera y cristal azulado, mientras trataba de despejar toda la desazón que sentía de mi pecho.- No es muy lujosa, pero se come bien...y el que sirve la comida es un tabernero obeso.
Reí consciente de que parecía querer fastidiarle sus planes de cenar mientras miraba a mujeres desnudas, pero es que era cierto que se comía muy bien ahí. Aunque no descartaba que la otra idea hubiese estado azuzando mi mente mientras elegía donde llevarlo.
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/08/2016
Localización : París
Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Reí frente al comentario de que el que serviría la comida era un hombre oves y no bellas doncellas vírgenes en ropa interior.
Bueno quizás lo de doncellas vírgenes me lo había inventado un poco, pero es que mi imaginación volaba mas rauda que mis palabras.
Sonreí de medio lado orillandola hacia mi para volver a apoderarme de sus labios, paladear aquel sabor que ya añoraba en mi boca al entrelazar nuestras lenguas en una.
-¿Tengo que preocuparme? -pregunte alzando una ceja y poniéndome serio -¿te gustan los gordos obesos?
No pude evitar echarme a reír cuando su mano golpeo mi pecho seguramente pensando que iba a decirle algo mucho mas interesante que una absurda pregunta.
-Comamos en esa taberna, bebamos hasta que estés tan borracha que pueda aprovecharme de ti -bromeé de nuevo -y luego paseemos por la playa ¿te parece?
Nuestras manos se entrelazaron de nuevo mientras cruzábamos la calle rumbo al lujar elegido por la dama.
Un mesón bastante antiguo, con una puerta de madera oscurecida por el tiempo y con tachuelas clavadas en ellas de un modo rustico.
Nos adentramos por su umbral dando paso a una sala de ambientación sajona, con mesas pequeñas distribuidas por el local y una chimenea que dotaba el lugar con un encanto personal.
Sonreí de medio lado al ver al gordo acercarse a nosotros para acomodarnos en una de las mesas, que yo insistí fuera cerca de aquella preciosa lumbre que nos mantendría calientes.
Tomamos asiento entre miradas cómplices mientras nuestras bocas se buscaban con avidez, acariciando nuestros rostros para atraernos le uno contra el otro, choque de corrientes que la misma luna subía con la marea, eso eramos uno frente al otro.
Pedimos la comanda que no tardo en ser servida, estaba hambriento así que hundí el tenedor en el bistec para poco a poco ir cortándolo y llevándolo a mi boca.
Cerré los ojos dejando escapar un ummm acompañado de la cara de placer jamas vista.
No pude evitar reir cuando Menyara me miro embobada.
-Llevo en un barco un mes comiendo las asquerosidades que Zorro preparaba, créeme, esto es un manjar.
Vi como sus ojos mostraban cierta curiosidad por lo dicho, así que me llevando mi mano hacia la suya para acariciar sus nudillos seguí hablando.
-En el barco se ha quedado el capitán, Poseidon, Gatto que es mi cambiante, y Zorro que es el cambiante de Poseidon, nosotros hemos bajado para dar con Agarwaen, nuestro príncipe y volver a Grecia, a nuestra isla de regreso cuanto antes mejor.
Pude ver como mis palabras le causaban cierto desasosiego, acaricie sus dedos lentamente.
-Por eso no puedes enamorarte de mi -bromeé guiñándole un ojos -no soy de los que se comprometen con nada mas que la lucha, aunque eso tu como cazadora lo entenderás mejor que nadie.
Supongo que estamos condenados a tener un amor en cada puerto y por ende la soledad en nuestras almas -bromee antes de pasar la carne y las palabras con un buen trago de vino.
-¿y tu? ¿cuéntame algo de ti?
Bueno quizás lo de doncellas vírgenes me lo había inventado un poco, pero es que mi imaginación volaba mas rauda que mis palabras.
Sonreí de medio lado orillandola hacia mi para volver a apoderarme de sus labios, paladear aquel sabor que ya añoraba en mi boca al entrelazar nuestras lenguas en una.
-¿Tengo que preocuparme? -pregunte alzando una ceja y poniéndome serio -¿te gustan los gordos obesos?
No pude evitar echarme a reír cuando su mano golpeo mi pecho seguramente pensando que iba a decirle algo mucho mas interesante que una absurda pregunta.
-Comamos en esa taberna, bebamos hasta que estés tan borracha que pueda aprovecharme de ti -bromeé de nuevo -y luego paseemos por la playa ¿te parece?
Nuestras manos se entrelazaron de nuevo mientras cruzábamos la calle rumbo al lujar elegido por la dama.
Un mesón bastante antiguo, con una puerta de madera oscurecida por el tiempo y con tachuelas clavadas en ellas de un modo rustico.
Nos adentramos por su umbral dando paso a una sala de ambientación sajona, con mesas pequeñas distribuidas por el local y una chimenea que dotaba el lugar con un encanto personal.
Sonreí de medio lado al ver al gordo acercarse a nosotros para acomodarnos en una de las mesas, que yo insistí fuera cerca de aquella preciosa lumbre que nos mantendría calientes.
Tomamos asiento entre miradas cómplices mientras nuestras bocas se buscaban con avidez, acariciando nuestros rostros para atraernos le uno contra el otro, choque de corrientes que la misma luna subía con la marea, eso eramos uno frente al otro.
Pedimos la comanda que no tardo en ser servida, estaba hambriento así que hundí el tenedor en el bistec para poco a poco ir cortándolo y llevándolo a mi boca.
Cerré los ojos dejando escapar un ummm acompañado de la cara de placer jamas vista.
No pude evitar reir cuando Menyara me miro embobada.
-Llevo en un barco un mes comiendo las asquerosidades que Zorro preparaba, créeme, esto es un manjar.
Vi como sus ojos mostraban cierta curiosidad por lo dicho, así que me llevando mi mano hacia la suya para acariciar sus nudillos seguí hablando.
-En el barco se ha quedado el capitán, Poseidon, Gatto que es mi cambiante, y Zorro que es el cambiante de Poseidon, nosotros hemos bajado para dar con Agarwaen, nuestro príncipe y volver a Grecia, a nuestra isla de regreso cuanto antes mejor.
Pude ver como mis palabras le causaban cierto desasosiego, acaricie sus dedos lentamente.
-Por eso no puedes enamorarte de mi -bromeé guiñándole un ojos -no soy de los que se comprometen con nada mas que la lucha, aunque eso tu como cazadora lo entenderás mejor que nadie.
Supongo que estamos condenados a tener un amor en cada puerto y por ende la soledad en nuestras almas -bromee antes de pasar la carne y las palabras con un buen trago de vino.
-¿y tu? ¿cuéntame algo de ti?
Leonidas Kana- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/08/2016
Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
De nuevo cada respuesta suya venía acompañada de una caricia, de un beso, de esa sensación de bienestar que se hacía con mi ser cuando me encontraba a su lado. De su necesidad por orillarme junto a su cuerpo; necesidad que para mí era tan vital como el aire con el que respiraba.
- Por supuesto, me encanta hacer el salto de calma y salir rebotando de sus panzas.- contesté con mirada traviesa sin poder evitar la carcajada por haber dicho semejante estupidez.
¿Debería haberle dicho que no tenía que preocuparse por nada? ¿Qué en mi corazón sola había cabida para uno, y que era él quien lo ocupaba?- Mucho tendrás que emborracharme para que te deje que te aproveches de mí.
Entres risas y empujones infantiles llegamos cogidos de la mano hasta aquella taberna que aunque no era lujosa ni muy distinta de las demás, tenía un encanto personal. Además de que la cocinera tenía un don digno de los ángeles, la luz de la lumbre invitaba a dejarse llevar por aquel ambiente tan íntimo y cautivador.
En breve nos sentamos en una de las mesas, mientras las caricias y los besos se regalaban por doquier. Eramos incapaces de mantener una conversación sin acariciarnos, sin buscar al final de cada frase los labios ajenos. Sus palabras me llenaban a cada momento que nuestros cuerpos se acercaban.
La cena no se hizo de esperar, y comenzamos a sacar partido de aquellos manjares dignos de los mejores restaurantes. Leo estaba hambriento, su cara de satisfacción mientras saboreaba la comida me dejó atónita. No por el hecho de verlo comer, que también me resultaba embriagador, sino por esos gestos de placer que me recordaban a los vividos horas antes en el hostal. Observaba sus labios anhelando besarlos y volver a sentirlos jadear juntos a los míos, ahogando sus gemidos mientras...¿Acababa de decir que tenía un cambiante?
Me explicó con detalle con quien más había compartido tan arduo viaje, además de con Seth; el objetivo de su cometida, y como tanto había temido, que en cuanto encontrasen a su príncipe, su partida sería inminente. Pero no fue eso lo que me dolió, no eran sus palabras las que me decían que se marcharía cuando terminase, era el darme cuenta de que yo no era nadie especial en su vida; que como bien decía en cada puerto tenía un amor, y en París me había tocado a mí ser el corazón al que dejaría destrozado con su marcha.
- Si, supongo que así es la vida de un cazador.- susurré al tiempo que miraba como su mano acariciaba la mía mientras seguíamos comiendo. La vida de los cazadores era complicada, la mayoría de nosotros no conocería a sus nietos, y eso si llegaba a tener hijos..pero la diferencia era que yo no dejaba un amor en cada puerto. Yo solo lo había querido a él, y me sentía incapaz de pensar en volver a entregarme de ese modo con otra persona.- Y tranquilo, no tenía intención de enamorarme.- porque ya lo estaba.
- Mi madre murió el mismo día que yo nací, y fui mi padre quien tuvo que ocuparse de mí. Él era cazador, así que decidió instruirme y educarme para hacer de mí la mejor cazadora de la comarca. No he conocido otra vida aparte de esa, aunque no descarto la idea de que algún día eso pueda cambiar.- le conté mientras trataba de despejar de mi mente las palabras que me habían dolido tanto.- Hace unos meses mi padre falleció de muerte natural, y yo decidí cumplir la promesa que le hizo a un amigo suyo antes de morir. Por eso estoy en París, para hacer frente a una inminente amenaza. Cuando termine, no sé lo que haré; en Egipto no me queda nada, así que...
Así que podría haberme marchado con él si me lo pidiese, si me quisiese de la misma forma en que yo lo quería a él. Podía haber renunciado a una parte de mi vida por intentar un futuro a su lado; pero eso no era lo que él quería. Me mordí el labio tratando de calmarme y pensar que todas esas ilusiones solo me las había hecho yo; que él nunca me había indicado lo contrario. Sino que desde el principio había sido sincero conmigo. Suspiré despacio mientras trataba de coger fuerzas de nuevo.
- ¿Brindamos por un intenso encuentro?- propuse mientras alzaba mi copa y buscaba sus preciosos ojos. A pesar de todo, a pesar de que sabía que no me correspondería, estaba dispuesta a pasar el máximo de tiempo posible a su lado.
- Por supuesto, me encanta hacer el salto de calma y salir rebotando de sus panzas.- contesté con mirada traviesa sin poder evitar la carcajada por haber dicho semejante estupidez.
¿Debería haberle dicho que no tenía que preocuparse por nada? ¿Qué en mi corazón sola había cabida para uno, y que era él quien lo ocupaba?- Mucho tendrás que emborracharme para que te deje que te aproveches de mí.
Entres risas y empujones infantiles llegamos cogidos de la mano hasta aquella taberna que aunque no era lujosa ni muy distinta de las demás, tenía un encanto personal. Además de que la cocinera tenía un don digno de los ángeles, la luz de la lumbre invitaba a dejarse llevar por aquel ambiente tan íntimo y cautivador.
En breve nos sentamos en una de las mesas, mientras las caricias y los besos se regalaban por doquier. Eramos incapaces de mantener una conversación sin acariciarnos, sin buscar al final de cada frase los labios ajenos. Sus palabras me llenaban a cada momento que nuestros cuerpos se acercaban.
La cena no se hizo de esperar, y comenzamos a sacar partido de aquellos manjares dignos de los mejores restaurantes. Leo estaba hambriento, su cara de satisfacción mientras saboreaba la comida me dejó atónita. No por el hecho de verlo comer, que también me resultaba embriagador, sino por esos gestos de placer que me recordaban a los vividos horas antes en el hostal. Observaba sus labios anhelando besarlos y volver a sentirlos jadear juntos a los míos, ahogando sus gemidos mientras...¿Acababa de decir que tenía un cambiante?
Me explicó con detalle con quien más había compartido tan arduo viaje, además de con Seth; el objetivo de su cometida, y como tanto había temido, que en cuanto encontrasen a su príncipe, su partida sería inminente. Pero no fue eso lo que me dolió, no eran sus palabras las que me decían que se marcharía cuando terminase, era el darme cuenta de que yo no era nadie especial en su vida; que como bien decía en cada puerto tenía un amor, y en París me había tocado a mí ser el corazón al que dejaría destrozado con su marcha.
- Si, supongo que así es la vida de un cazador.- susurré al tiempo que miraba como su mano acariciaba la mía mientras seguíamos comiendo. La vida de los cazadores era complicada, la mayoría de nosotros no conocería a sus nietos, y eso si llegaba a tener hijos..pero la diferencia era que yo no dejaba un amor en cada puerto. Yo solo lo había querido a él, y me sentía incapaz de pensar en volver a entregarme de ese modo con otra persona.- Y tranquilo, no tenía intención de enamorarme.- porque ya lo estaba.
- Mi madre murió el mismo día que yo nací, y fui mi padre quien tuvo que ocuparse de mí. Él era cazador, así que decidió instruirme y educarme para hacer de mí la mejor cazadora de la comarca. No he conocido otra vida aparte de esa, aunque no descarto la idea de que algún día eso pueda cambiar.- le conté mientras trataba de despejar de mi mente las palabras que me habían dolido tanto.- Hace unos meses mi padre falleció de muerte natural, y yo decidí cumplir la promesa que le hizo a un amigo suyo antes de morir. Por eso estoy en París, para hacer frente a una inminente amenaza. Cuando termine, no sé lo que haré; en Egipto no me queda nada, así que...
Así que podría haberme marchado con él si me lo pidiese, si me quisiese de la misma forma en que yo lo quería a él. Podía haber renunciado a una parte de mi vida por intentar un futuro a su lado; pero eso no era lo que él quería. Me mordí el labio tratando de calmarme y pensar que todas esas ilusiones solo me las había hecho yo; que él nunca me había indicado lo contrario. Sino que desde el principio había sido sincero conmigo. Suspiré despacio mientras trataba de coger fuerzas de nuevo.
- ¿Brindamos por un intenso encuentro?- propuse mientras alzaba mi copa y buscaba sus preciosos ojos. A pesar de todo, a pesar de que sabía que no me correspondería, estaba dispuesta a pasar el máximo de tiempo posible a su lado.
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
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Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Vaciando entre mis labios la copa de vino escuche su historia, no muy diferente a la de la mayoría de cazadores que empezaban esto, unos por venganza, otros por desgraciadas historias que pesan sobre sus hombros, mas otros muchos por duras perdidas, esas que te ensombrecen el alma para arrástrate al infierno de la caza.
Supongo que ninguna persona en su sano juicio elegiría esto como trabajo, al menos no nadie que no hubiera nacido cazador, que su linaje se remontara a sus ancestros que no existiera otro modo de vida para el que este, morir joven, vivir rápido y aprovechar el presente porque en esto no hay futuro.
Lo que me sorprendió de su relato era la esperanza, decía que quizás algún día lo cambiaría todo por otro destino, en ese momento mi intriga aumento, pocos de nosotros pensábamos abandonar nuestro sino. Todos sabíamos que la muerte seria el final del camino, mas nunca oí a ningún cazador decir que lo dejaría cuando sus huesos pesaran, cuando su cuerpo se cansara o cuando su alma errante pidiera seguir otro camino.
Ella era la primera capaz de albergar esperanza a otro tipo de vida, a que su historia tuviera un final feliz.
Sonreí de medio lado moviendo la copa en mi mano antes de volver a llevarla a mis labios.
-Vaya, parece que lo tienes todo planeado. -dije con una picara sonrisa
Lleve de nuevo mis labios sobre los suyos con suma delicadeza, dejando que mi lengua acariciara su boca para entrar por ella buscando la suya, húmeda, ávida de mi.
Acaricie con la yema de mis dedos su rostro, acariciando cada una de sus perfectas facciones, esas cinceladas por los dioses para mi.
-¿entonces te gustan los gordos? -pregunté antes de echarme a reir divertido -¿saltar en su panza?
Deje escapar una carcajada antes de volver a apoderarme de su boca.
-Yo por el contrario no tengo un destino pensado, solo la realidad que vivimos todos, no me imagino de viejo frente a la chimenea de mi casa con mi preciosa esposa y un plantel de nietos, mi vida sera corta ¿me ayudas a que sea intensa? -le dije guiñándole un ojo.
La cena fue acabándose, así como nuestro estado de animo aumentando por el buen vino y por la mejor compañía.
Acaricié su mano con suavidad sin despegar mis ojos de los suyos, su mirada parda era cautivadora, sus labios letales, era todo lo que yo anhelaba por hoy.
Una noche en la que conocernos, en la que poder ser uno mas de París, uno de esos hombres que paseaban junto al amor de su vida planeando un futuro juntos.
Quizás yo no podía pensar en futuro, mas el presente era magnifico, ella, yo, el vino, las olas del mar que pronto romperían a nuestras espaldas.
Pedí la cuenta y una botella de vino con sendas copara para lleva, el posadero muy servicial nos trajo la comanda y entre risas y con nuestras manos enzarzadas continuamos con nuestro bello paseo hacia la playa.
-¿te planteas quedarte en París?
Supongo que ninguna persona en su sano juicio elegiría esto como trabajo, al menos no nadie que no hubiera nacido cazador, que su linaje se remontara a sus ancestros que no existiera otro modo de vida para el que este, morir joven, vivir rápido y aprovechar el presente porque en esto no hay futuro.
Lo que me sorprendió de su relato era la esperanza, decía que quizás algún día lo cambiaría todo por otro destino, en ese momento mi intriga aumento, pocos de nosotros pensábamos abandonar nuestro sino. Todos sabíamos que la muerte seria el final del camino, mas nunca oí a ningún cazador decir que lo dejaría cuando sus huesos pesaran, cuando su cuerpo se cansara o cuando su alma errante pidiera seguir otro camino.
Ella era la primera capaz de albergar esperanza a otro tipo de vida, a que su historia tuviera un final feliz.
Sonreí de medio lado moviendo la copa en mi mano antes de volver a llevarla a mis labios.
-Vaya, parece que lo tienes todo planeado. -dije con una picara sonrisa
Lleve de nuevo mis labios sobre los suyos con suma delicadeza, dejando que mi lengua acariciara su boca para entrar por ella buscando la suya, húmeda, ávida de mi.
Acaricie con la yema de mis dedos su rostro, acariciando cada una de sus perfectas facciones, esas cinceladas por los dioses para mi.
-¿entonces te gustan los gordos? -pregunté antes de echarme a reir divertido -¿saltar en su panza?
Deje escapar una carcajada antes de volver a apoderarme de su boca.
-Yo por el contrario no tengo un destino pensado, solo la realidad que vivimos todos, no me imagino de viejo frente a la chimenea de mi casa con mi preciosa esposa y un plantel de nietos, mi vida sera corta ¿me ayudas a que sea intensa? -le dije guiñándole un ojo.
La cena fue acabándose, así como nuestro estado de animo aumentando por el buen vino y por la mejor compañía.
Acaricié su mano con suavidad sin despegar mis ojos de los suyos, su mirada parda era cautivadora, sus labios letales, era todo lo que yo anhelaba por hoy.
Una noche en la que conocernos, en la que poder ser uno mas de París, uno de esos hombres que paseaban junto al amor de su vida planeando un futuro juntos.
Quizás yo no podía pensar en futuro, mas el presente era magnifico, ella, yo, el vino, las olas del mar que pronto romperían a nuestras espaldas.
Pedí la cuenta y una botella de vino con sendas copara para lleva, el posadero muy servicial nos trajo la comanda y entre risas y con nuestras manos enzarzadas continuamos con nuestro bello paseo hacia la playa.
-¿te planteas quedarte en París?
Leonidas Kana- Cazador Clase Alta
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Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Negué con la cabeza pensando en la respuesta a su comentario. Realmente nunca me había planteado vivir de otra forma que no fuese como cazadora; nunca había imaginado un futuro distinto hasta que lo conocí a él. A sabiendas de que nuestro destino no era unir nuestros caminos, ese sentimiento que albergaba mi corazón me hacía tener esperanzas sobre otro modo de vida.
- No tengo nada planeado, simplemente creo que llegará el momento en el que algo haga cambiar mi rumbo, replantearme las cosas y entonces me dejaré llevar.- contesté mientras izaba mi copa y daba un sorbo a aquel maravilloso vino tinto mientras buscaba sus ojos con mi mirada.
Quizá no había sido del todo sincera; porque aquel momento ya había llegado, y ese "algo" al que me refería era él. Era él quien me hacía replantearme mi vida, el pensar en un futuro distinto; aunque después de sus palabras mis esperanzas se evaporaban al ritmo que el vino de nuestras copas.
Sus labios buscaban los míos de nuevo, entreabriéndolos con dulzura y juntando nuestras lenguas como horas antes lo habían hechos nuestros cuerpos. Abrasando mi cuerpo con cada caricia que me regalaba y que me hacía estremecer por completo.
Reímos a carcajadas recordando mi comentario sobre los obesos. Solo con él las cosas más tontas tomaban un cáliz tan distinto; cualquier cosa nos hacía estrechar todavía más nuestros lazos, cualquier escusa era buena para volver de nuevo a esos besos que eran la muestra de nuestra pasión contenida. Todo con él era divertido, apasionante...
- Cariño, voy a hacer que esta noche sea tan intensa que por la mañana cuando despiertes no querrás dejarme marchar.- sonreí divertida dándole un pequeño mordisco en su cuello de forma juguetona. Un preludio de lo que esperaba que acabase siendo aquella noche; una noche inolvidable para ambos.
Aunque cada momento desde que nos habíamos conocido sería inolvidable para mí; y si nuestros caminos se separaban, nuestras almas seguirían unidas por lo vivido.
La cena llegaba a su fin, aunque no por ello la velada que teníamos planeada y esperaba que fuese de esas que se graban a fuego en tu memoria. No quería olvidar ninguna de sus sonrisas, de sus bromas, de su forma de besarme..quería poder mantener su sabor y poder sentir sus caricias cuando partiese.
Con una botella de vino, y despidiéndonos del cantinero orondo, salimos cogidos de la mano entre besos y caricias. Adoraba estar con él como si tuviésemos un futuro, como si no fuésemos dos extraños que apenas se conocían; porque en lo más profundo de mi ser sentía como si Leo hubiese estado siempre dentro de mí.
- Si te soy sincera, no sé donde me estaré cuando todo esto termine. No tengo destino fijo, y todo lo que necesito lo porto en mi petate.- susurré mientras me cogía a su cintura abrazándolo con fuerza y pegando nuestros cuerpos, mientras él pasaba su brazo por encima de mis hombros, y conseguía aquel abrazo perfecto mientras andábamos.- Si no tengo nada que me ate a este lugar, pues supongo que me marcharé, aunque no sé a donde. En mi pueblo tampoco me queda un hogar como tal, así que, soy un alma libre.
Aunque aquello no era del todo cierto, porque mi alma tenía dueño, y era el que paseaba junto a mí en esos momentos con destino a la playa.
- No tengo nada planeado, simplemente creo que llegará el momento en el que algo haga cambiar mi rumbo, replantearme las cosas y entonces me dejaré llevar.- contesté mientras izaba mi copa y daba un sorbo a aquel maravilloso vino tinto mientras buscaba sus ojos con mi mirada.
Quizá no había sido del todo sincera; porque aquel momento ya había llegado, y ese "algo" al que me refería era él. Era él quien me hacía replantearme mi vida, el pensar en un futuro distinto; aunque después de sus palabras mis esperanzas se evaporaban al ritmo que el vino de nuestras copas.
Sus labios buscaban los míos de nuevo, entreabriéndolos con dulzura y juntando nuestras lenguas como horas antes lo habían hechos nuestros cuerpos. Abrasando mi cuerpo con cada caricia que me regalaba y que me hacía estremecer por completo.
Reímos a carcajadas recordando mi comentario sobre los obesos. Solo con él las cosas más tontas tomaban un cáliz tan distinto; cualquier cosa nos hacía estrechar todavía más nuestros lazos, cualquier escusa era buena para volver de nuevo a esos besos que eran la muestra de nuestra pasión contenida. Todo con él era divertido, apasionante...
- Cariño, voy a hacer que esta noche sea tan intensa que por la mañana cuando despiertes no querrás dejarme marchar.- sonreí divertida dándole un pequeño mordisco en su cuello de forma juguetona. Un preludio de lo que esperaba que acabase siendo aquella noche; una noche inolvidable para ambos.
Aunque cada momento desde que nos habíamos conocido sería inolvidable para mí; y si nuestros caminos se separaban, nuestras almas seguirían unidas por lo vivido.
La cena llegaba a su fin, aunque no por ello la velada que teníamos planeada y esperaba que fuese de esas que se graban a fuego en tu memoria. No quería olvidar ninguna de sus sonrisas, de sus bromas, de su forma de besarme..quería poder mantener su sabor y poder sentir sus caricias cuando partiese.
Con una botella de vino, y despidiéndonos del cantinero orondo, salimos cogidos de la mano entre besos y caricias. Adoraba estar con él como si tuviésemos un futuro, como si no fuésemos dos extraños que apenas se conocían; porque en lo más profundo de mi ser sentía como si Leo hubiese estado siempre dentro de mí.
- Si te soy sincera, no sé donde me estaré cuando todo esto termine. No tengo destino fijo, y todo lo que necesito lo porto en mi petate.- susurré mientras me cogía a su cintura abrazándolo con fuerza y pegando nuestros cuerpos, mientras él pasaba su brazo por encima de mis hombros, y conseguía aquel abrazo perfecto mientras andábamos.- Si no tengo nada que me ate a este lugar, pues supongo que me marcharé, aunque no sé a donde. En mi pueblo tampoco me queda un hogar como tal, así que, soy un alma libre.
Aunque aquello no era del todo cierto, porque mi alma tenía dueño, y era el que paseaba junto a mí en esos momentos con destino a la playa.
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
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Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Cogidos de la mano entre risas y con un buen vino abandonamos la cantina poniendo rumbo a la playa.
Era agradable la sensación efímera de un futuro, de una noche que te invitara a soñar en que todo era posible aunque yo tenia muy claro que no lo era.
Pronto mi príncipe seria encontrado y yo, junto a Seth y Agarwaen partiríamos en el barco que en el muelle del puerto estaba atracado.
Sus palabras hablaban de cuando todo esto termine, me encantaba su inocencia ¿de verdad pensaba que esto terminaría algún día?
Bese sus labios con necesidad antes de dejarle proseguir hablando, escuche que no tenia camino que guiara sus pasos, destino final a su viaje y por un momento me sentí tentado a ofrecerle el mio, mi camino, mi destino.
Pronto me di cuenta del craso error que decirlo hubiera sido, pues de hacerlo quizás hubiera pensado en un “nosotros” no podía arrastrarla a una isla donde los seres sobrenaturales abundaban mas incluso que lso propios cazadores, allí el mal se desataba en estado puro.
Siempre en guerra, no habia descanso ni tregua, por no contar las veces que habíamos viajado fuera de esa isla para ayudar con otros casos de difícil o ninguna solución. ¿Cuantos de los nuestros habían perdido la vida?
-vi a mi madre llorar la muerte de mi padre durante años, siempre a escondidas, como si tuviéramos la obligación de asumir nuestro sino, desde que falleció, jamas volví a verla sonreír. Tuve que ocuparme pronto de ser el hombre de la casa junto a Seth.
No me malinterpretes, mi madre, es una cazadora, entiende los riesgos de esto, los asume, es de las mejores, pero el dolor lo lleva por dentro.
No quiero que una mujer llore mi muerte a escondidas, ni que unos niños crezcan sin padre.
Es complicado, pero cuando a tu alrededor has visto tanto dolor, a veces te vuelves insensible a el, bromeamos mientras caminamos hacia la muerte sin saber si volveremos de ella, es así como vivimos, es triste pero esa y no otra es nuestra vida.
Por eso no podía llevarla a esa vida, por eso era mejor que siguiera con sus planes de futuro, porque aun siendo cazadora, comparado con el tipo de cazadores que eramos nosotros lo suyo era un juego de niños.
-dejemos de hablar de esto, ¿cuéntame como vas ha hacer mi día inolvidable? -pregunté hundiendo mi azul mirada en la suya parda.
Entreabrí mis labios frente a los suyos en una clara invitación para que los acallara
-Te deseo Menyara, desde que vi tu culo en el puerto -susurré contra su boca con una picara sonrisa.
Era agradable la sensación efímera de un futuro, de una noche que te invitara a soñar en que todo era posible aunque yo tenia muy claro que no lo era.
Pronto mi príncipe seria encontrado y yo, junto a Seth y Agarwaen partiríamos en el barco que en el muelle del puerto estaba atracado.
Sus palabras hablaban de cuando todo esto termine, me encantaba su inocencia ¿de verdad pensaba que esto terminaría algún día?
Bese sus labios con necesidad antes de dejarle proseguir hablando, escuche que no tenia camino que guiara sus pasos, destino final a su viaje y por un momento me sentí tentado a ofrecerle el mio, mi camino, mi destino.
Pronto me di cuenta del craso error que decirlo hubiera sido, pues de hacerlo quizás hubiera pensado en un “nosotros” no podía arrastrarla a una isla donde los seres sobrenaturales abundaban mas incluso que lso propios cazadores, allí el mal se desataba en estado puro.
Siempre en guerra, no habia descanso ni tregua, por no contar las veces que habíamos viajado fuera de esa isla para ayudar con otros casos de difícil o ninguna solución. ¿Cuantos de los nuestros habían perdido la vida?
-vi a mi madre llorar la muerte de mi padre durante años, siempre a escondidas, como si tuviéramos la obligación de asumir nuestro sino, desde que falleció, jamas volví a verla sonreír. Tuve que ocuparme pronto de ser el hombre de la casa junto a Seth.
No me malinterpretes, mi madre, es una cazadora, entiende los riesgos de esto, los asume, es de las mejores, pero el dolor lo lleva por dentro.
No quiero que una mujer llore mi muerte a escondidas, ni que unos niños crezcan sin padre.
Es complicado, pero cuando a tu alrededor has visto tanto dolor, a veces te vuelves insensible a el, bromeamos mientras caminamos hacia la muerte sin saber si volveremos de ella, es así como vivimos, es triste pero esa y no otra es nuestra vida.
Por eso no podía llevarla a esa vida, por eso era mejor que siguiera con sus planes de futuro, porque aun siendo cazadora, comparado con el tipo de cazadores que eramos nosotros lo suyo era un juego de niños.
-dejemos de hablar de esto, ¿cuéntame como vas ha hacer mi día inolvidable? -pregunté hundiendo mi azul mirada en la suya parda.
Entreabrí mis labios frente a los suyos en una clara invitación para que los acallara
-Te deseo Menyara, desde que vi tu culo en el puerto -susurré contra su boca con una picara sonrisa.
Leonidas Kana- Cazador Clase Alta
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Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Leo hablaba de una vida que por desgracia conocía bien; no porque lo hubiese visto en mi padre, pero que sí había presenciado por el hecho de vivir en una comunidad de cazadores. Hasta hace poco yo pensaba igual, nada de relaciones, nada de dejar a una familia que llorase mi ausencia por el camino, pero ahora, después de conocerlo, después de que sus labios buscasen continuamente a los míos y sentir lo que sus caricias eran capaces de producir en mí, mis expectativas habían cambiado. Mi destino ya no lo tenía tan claro, y por primera vez en mi vida, tenía miedo a morir. Miedo de no poder haber disfrutado de cada minuto regalado a su lado.
- No me malinterpretes, yo también nací cazadora y moriré como tal. No conozco otro modo de vida, y que mi apariencia no te invite a pensar que no seré capaz de luchar hasta que la muerte me lleve por delante. Pero si en algún momento un hombre me amase, cosa ya complicada de por sí, y yo le correspondiese..no dudaría en darle una oportunidad a ese amor; porque aunque después el dolor por la pérdida fuese enorme, cada momento, cada segundo con esa persona a la que amas, por efímero que fuese nuestro tiempo, habría merecido la pena.- dije dándome cuenta de que ese hombre que esperase que me amase era él, y que el resto ya lo tenía decidido. Busqué su labios como tantas veces había hecho él a lo largo de la noche, y con suavidad, deposité un dulce beso en ellos.
Continuamos el paseo mientras nuestras manos permanecían unidas, mientras nuestros besos se repetían cada dos pasos demostrando que éramos incapaces de demostrar lo que sentíamos..probablemente se haría de día antes de llegar a la playa. Pero no cambiaría nada por el hecho de sentir la suavidad de sus labios juntos a los míos.
- Los mejores recuerdos surgen de momentos que no estaban planeados, así que..simplemente esta noche me dejaré llevar.- susurré junto a sus labios encontrándose nuestras miradas, manteniéndola fija en la ajena, buscando eso que eran capaces de decirse mientras nuestros labios permanecían sellados.- Y que sepas que yo te odio desde aquel primer beso robado en el puerto.
Mentía; mentía como una bellaca porque era parte de aquel beso la que me había hecho enamorarme de mi dios griego. Porque desde ese beso, y después de nuestro encuentro en el hostal sabía porque había estado esperando tanto tiempo antes de dejar que alguien conociese la parte más íntima de mí; porque él y solo él, había sido marcado por las estrellas para ser mi futuro.
Sonreí con picardía, y sujetándole la nuca le di el beso más apasionado del que fui capaz, orillando mi cuerpo al suyo y entrelazando nuestras lengua en un arduo baile que no tendría final.
- El último que llegue es el primero que se desnuda y se mete en el agua.- dije divertida mientras con un cachete en su maravilloso trasero echaba a correr hacia la playa entre risas y miradas cómplices.
- No me malinterpretes, yo también nací cazadora y moriré como tal. No conozco otro modo de vida, y que mi apariencia no te invite a pensar que no seré capaz de luchar hasta que la muerte me lleve por delante. Pero si en algún momento un hombre me amase, cosa ya complicada de por sí, y yo le correspondiese..no dudaría en darle una oportunidad a ese amor; porque aunque después el dolor por la pérdida fuese enorme, cada momento, cada segundo con esa persona a la que amas, por efímero que fuese nuestro tiempo, habría merecido la pena.- dije dándome cuenta de que ese hombre que esperase que me amase era él, y que el resto ya lo tenía decidido. Busqué su labios como tantas veces había hecho él a lo largo de la noche, y con suavidad, deposité un dulce beso en ellos.
Continuamos el paseo mientras nuestras manos permanecían unidas, mientras nuestros besos se repetían cada dos pasos demostrando que éramos incapaces de demostrar lo que sentíamos..probablemente se haría de día antes de llegar a la playa. Pero no cambiaría nada por el hecho de sentir la suavidad de sus labios juntos a los míos.
- Los mejores recuerdos surgen de momentos que no estaban planeados, así que..simplemente esta noche me dejaré llevar.- susurré junto a sus labios encontrándose nuestras miradas, manteniéndola fija en la ajena, buscando eso que eran capaces de decirse mientras nuestros labios permanecían sellados.- Y que sepas que yo te odio desde aquel primer beso robado en el puerto.
Mentía; mentía como una bellaca porque era parte de aquel beso la que me había hecho enamorarme de mi dios griego. Porque desde ese beso, y después de nuestro encuentro en el hostal sabía porque había estado esperando tanto tiempo antes de dejar que alguien conociese la parte más íntima de mí; porque él y solo él, había sido marcado por las estrellas para ser mi futuro.
Sonreí con picardía, y sujetándole la nuca le di el beso más apasionado del que fui capaz, orillando mi cuerpo al suyo y entrelazando nuestras lengua en un arduo baile que no tendría final.
- El último que llegue es el primero que se desnuda y se mete en el agua.- dije divertida mientras con un cachete en su maravilloso trasero echaba a correr hacia la playa entre risas y miradas cómplices.
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
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Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
No tardamos en vislumbrar el mar a lo lejos, así que sin dejar de besarnos adentramos nuestros pies en aquella bella arena dorada sintiendo como se hundían ligeramente sobre la tierra fría.
Me soltó deshaciéndose de los zapatos para empezar a correr con ellos en la mano hacia la orilla del mar, una apuesta y a mi que no me gustaba perder ni jugando a las canicas fue el detonante para que de nuevo nuestras risas se unieran bajo el firmamento estrellado.
Imité su gesto quitándome así los zapatos para salir tras ella corriendo , una palmada en su culo fue el gesto que le demostró que la alcanzaba mientras miraba ese cuerpo, esa cara, todo en ella desbordaba felicidad, algo que se contagiaba con su mirada.
La adelante mientras buscaba sus ojos desde delante sin poder evitar dibujaban en mis labios una sonrisa picara
-O corres mas o te desnudas para mi, quiero un steeptes -bromeé para volver a centrarme en la carrera.
Mis pies no tardaron en tocar el mar, para poco después encontrarse con el cuerpo de Menyara que se freno contra mis brazos entre jadeos por el esfuerzo.
-Ya puedes empezar -susurré mientras tarareaba una canción sexy que se me vino a la cabeza y dejaba los zapatos en el suelo para acomodarme sobre la arena mirándola.
-Muévete princesa -dije entre risas al ver su cara de mala leche.
Otra a la que tampoco le gustaba perder a las canicas, hice un ligero mohin para suplicar que siguiera el ritmo de la música trazada por mis labios.
-Venga -me quejé frunciendo el ceño -has perdido.
Tímidamente empezó a moverse, mas enseguida se dejo caer de rodillas para despistarme atrapando mis labios.
Reí divertido analizando la escena, buscando su mirada parda.
-Te da vergüenza -susurré contra su boca poniéndome de un salto en pie.
-La vergüenza solo por hacer cosas malas -dije entre risas mientras esta vez yo siguiendo el ritmo de mi propia música empezaba a quitarme la camiseta frente a sus ojos.
Sonreí de medio lado bailando lentamente para ella, notando como sus mejillas se tornaban rosadas, aquella parte de esa niña fuerte, esa que parecía segura ,me gustaba, fue la misma que vi cuando aun virgen la tome, esa que a veces la dejaba ser sensible, asustada.
Me soltó deshaciéndose de los zapatos para empezar a correr con ellos en la mano hacia la orilla del mar, una apuesta y a mi que no me gustaba perder ni jugando a las canicas fue el detonante para que de nuevo nuestras risas se unieran bajo el firmamento estrellado.
Imité su gesto quitándome así los zapatos para salir tras ella corriendo , una palmada en su culo fue el gesto que le demostró que la alcanzaba mientras miraba ese cuerpo, esa cara, todo en ella desbordaba felicidad, algo que se contagiaba con su mirada.
La adelante mientras buscaba sus ojos desde delante sin poder evitar dibujaban en mis labios una sonrisa picara
-O corres mas o te desnudas para mi, quiero un steeptes -bromeé para volver a centrarme en la carrera.
Mis pies no tardaron en tocar el mar, para poco después encontrarse con el cuerpo de Menyara que se freno contra mis brazos entre jadeos por el esfuerzo.
-Ya puedes empezar -susurré mientras tarareaba una canción sexy que se me vino a la cabeza y dejaba los zapatos en el suelo para acomodarme sobre la arena mirándola.
-Muévete princesa -dije entre risas al ver su cara de mala leche.
Otra a la que tampoco le gustaba perder a las canicas, hice un ligero mohin para suplicar que siguiera el ritmo de la música trazada por mis labios.
-Venga -me quejé frunciendo el ceño -has perdido.
Tímidamente empezó a moverse, mas enseguida se dejo caer de rodillas para despistarme atrapando mis labios.
Reí divertido analizando la escena, buscando su mirada parda.
-Te da vergüenza -susurré contra su boca poniéndome de un salto en pie.
-La vergüenza solo por hacer cosas malas -dije entre risas mientras esta vez yo siguiendo el ritmo de mi propia música empezaba a quitarme la camiseta frente a sus ojos.
Sonreí de medio lado bailando lentamente para ella, notando como sus mejillas se tornaban rosadas, aquella parte de esa niña fuerte, esa que parecía segura ,me gustaba, fue la misma que vi cuando aun virgen la tome, esa que a veces la dejaba ser sensible, asustada.
Leonidas Kana- Cazador Clase Alta
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Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Las risas y las copas de vino que comenzaban a hacer mella en mí y nublaban un poco mi mirada, fueron el detonante para que en escasos metros Leo me adelantara sin esfuerzo, mientras yo juro que trataba de correr más rápido, aunque sabiendo que acabaríamos los dos desnudos sobre la arena y poco importaba quien lo hiciese primero.
Además, ver su preciosa cara de satisfacción girándose para observar como me sacaba una clara ventaja mientras continuaba soltando sus rememorables bromas contra mi persona, era mayor premio que ganar aquella apuesta que sabía de antemano fiel perdedora. Su sonrisa encandilaba mi mirada, que ya no estaba pendiente del camino que debía recorrer, sino guiada por aquellos dos ojos azules que se habían convertido en el faro donde guiar mi barco esa noche; la brújula que guiaba a mi alma y cuyo destino no era otro lugar que sus brazos.
- Me parece que si quieres un streeptease tendrás que esperarlo sentado.- respondí esperando que no lo dijese en serio. ¿Bailar yo? Ni por asomo.
Mi dios griego alcanzó la orilla como era previsible antes que yo, que segundos después jadeaba junto a su cuerpo tratando de recuperar la respiración mientras acariciaba su torso con cara de pocos amigos, escuchando una musiquilla tarareada por él y que me encaminaba a pagar mi apuesta de una forma que jamás sería capaz de hacer: bailando mientras me desnudaba.
Pero él, con toda la cara dura que le caracterizaba y dispuesto a recibir su premio, tiró sus botas a la playa junto a la botella de vino, tumbándose en la arena, mientras su mirada se clavaba en mí esperando que diese comienzo a aquel baile que me espantaba por segundos.
Juro que traté de mover mis caderas al ritmo que Leo me marcaba con su dichosa cancioncilla, contoneándolas y moviendo la cintura, pero verlo tan expectante mientras a mí se me antojaba estar haciendo un ridículo tan espantoso...sentí como mis mejillas ardían y perdía toda la confianza en mí misma que junto a Leo parecía desaparecer. Me hacía sentir insegura, voluble..algo que jamás me había sucedido con nadie; no sabía que sentía con él, porque parecía como si toda mi fuerza se desvaneciese con el roce de sus caricias.
Me arrodillé a su lado, atrapando sus labios con los míos y llevándolo por un sendero donde podría demostrarle que él había sido el vencedor y yo la vencida, pero mi engaño no surgió efecto, y contra todo pronóstico de un salto fue él quien comenzó a bailar de una forma particularmente sexy, mientras yo hipnotizada por aquellos sensuales movimientos para quitarse la camiseta era incapaz de hacer otra cosa que no fuese admirarlo con la boca abierta. La camisola dio paso a la maravillosa vista de aquel cuerpo cincelado y digno de un dios del olimpo, al tiempo que yo me acomodaba sobre la arena para disfrutar del segundo premio que obtenía de la carrera.
- ¿Sabes? Si la vida de cazador no te va bien, podrías dedicarte a esto del baile exótico.- reí mientras sentía como mis mejillas me delataban y mis ojos buscaban los suyos, anhelantes de deseo. Entonces caí en la cuenta de mi comentario; otras mujeres podrían disfrutar de aquel cuerpo que solo quería que fuese mío; fruncí el ceño enfadándome conmigo misma por haber dicho aquello y luego por sentir aquellos celos incomprendidos.- Aunque pensándolo mejor, y viendo que pasarías hambre, mejor sigue como cazador.
Sonreí de la forma más pícara que pude, quitándole importancia al asunto para que no notase que haber pensado en que otras podrían tenerlo como yo en aquel precioso momento me había molestado, y que tomase mi comentario como un sarcasmo más del que ambos utilizábamos para expresar lo que no queríamos decir con palabras.
- ¿Y bien? ¿Cuándo voy a terminar de disfrutar mi premio por haber ganado la carrera? - pregunté divertida mientras girando mi dedo señalaba sus pantalones y me mordía el labio recordando lo que había debajo de aquella fina tela.
Además, ver su preciosa cara de satisfacción girándose para observar como me sacaba una clara ventaja mientras continuaba soltando sus rememorables bromas contra mi persona, era mayor premio que ganar aquella apuesta que sabía de antemano fiel perdedora. Su sonrisa encandilaba mi mirada, que ya no estaba pendiente del camino que debía recorrer, sino guiada por aquellos dos ojos azules que se habían convertido en el faro donde guiar mi barco esa noche; la brújula que guiaba a mi alma y cuyo destino no era otro lugar que sus brazos.
- Me parece que si quieres un streeptease tendrás que esperarlo sentado.- respondí esperando que no lo dijese en serio. ¿Bailar yo? Ni por asomo.
Mi dios griego alcanzó la orilla como era previsible antes que yo, que segundos después jadeaba junto a su cuerpo tratando de recuperar la respiración mientras acariciaba su torso con cara de pocos amigos, escuchando una musiquilla tarareada por él y que me encaminaba a pagar mi apuesta de una forma que jamás sería capaz de hacer: bailando mientras me desnudaba.
Pero él, con toda la cara dura que le caracterizaba y dispuesto a recibir su premio, tiró sus botas a la playa junto a la botella de vino, tumbándose en la arena, mientras su mirada se clavaba en mí esperando que diese comienzo a aquel baile que me espantaba por segundos.
Juro que traté de mover mis caderas al ritmo que Leo me marcaba con su dichosa cancioncilla, contoneándolas y moviendo la cintura, pero verlo tan expectante mientras a mí se me antojaba estar haciendo un ridículo tan espantoso...sentí como mis mejillas ardían y perdía toda la confianza en mí misma que junto a Leo parecía desaparecer. Me hacía sentir insegura, voluble..algo que jamás me había sucedido con nadie; no sabía que sentía con él, porque parecía como si toda mi fuerza se desvaneciese con el roce de sus caricias.
Me arrodillé a su lado, atrapando sus labios con los míos y llevándolo por un sendero donde podría demostrarle que él había sido el vencedor y yo la vencida, pero mi engaño no surgió efecto, y contra todo pronóstico de un salto fue él quien comenzó a bailar de una forma particularmente sexy, mientras yo hipnotizada por aquellos sensuales movimientos para quitarse la camiseta era incapaz de hacer otra cosa que no fuese admirarlo con la boca abierta. La camisola dio paso a la maravillosa vista de aquel cuerpo cincelado y digno de un dios del olimpo, al tiempo que yo me acomodaba sobre la arena para disfrutar del segundo premio que obtenía de la carrera.
- ¿Sabes? Si la vida de cazador no te va bien, podrías dedicarte a esto del baile exótico.- reí mientras sentía como mis mejillas me delataban y mis ojos buscaban los suyos, anhelantes de deseo. Entonces caí en la cuenta de mi comentario; otras mujeres podrían disfrutar de aquel cuerpo que solo quería que fuese mío; fruncí el ceño enfadándome conmigo misma por haber dicho aquello y luego por sentir aquellos celos incomprendidos.- Aunque pensándolo mejor, y viendo que pasarías hambre, mejor sigue como cazador.
Sonreí de la forma más pícara que pude, quitándole importancia al asunto para que no notase que haber pensado en que otras podrían tenerlo como yo en aquel precioso momento me había molestado, y que tomase mi comentario como un sarcasmo más del que ambos utilizábamos para expresar lo que no queríamos decir con palabras.
- ¿Y bien? ¿Cuándo voy a terminar de disfrutar mi premio por haber ganado la carrera? - pregunté divertida mientras girando mi dedo señalaba sus pantalones y me mordía el labio recordando lo que había debajo de aquella fina tela.
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
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Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Sonreí cuando me dijo que podía dedicarme al baile erótico, mas pronto se contradijo a si misma asegurando que mis posibilidades en un burdel mermarían demasiado con mi falta de arte.
Le saque la lengua continuando con esa danza tarareada mientras desabrochaba mi pantalón dejándolo bajar despacio para de espaldas enseñarle el culo que moví delante de sus ojos al ritmo de esa música inventada.
-Un poco de emoción por favor, unos billetes en el tanga -bromeé entre risas hundiendo en ella mi picara mirada.
No tarde mucho mas en quitarme los zapatos y tras esto el pantalón que con un sutil movimiento le lance hasta su manos emitiendo sonidos con mi boca como si hubiera un coro animando mis actos.
No podía dejar de reír frente a su mirada clavada ahora en mi polla, seguramente pensando que yo solo me bastaba para montar un espectáculo en cualquier lado.
-Bueno, dado que has tenido tiempo de sobra -susurré acercándome a ella para tomarla de la tierra como si fuera un saco.
Esta dejo caer mis pantalones al suelo mientras veía entre risas el mundo boca abajo y se deshacía intuyendo mis planes de su camisola y chaleco de piel a marchas forzadas mientras yo corría hacia el agua.
Golpeó mi culo con una palmada a lo que yo respondí con un ligero mordisco en su cachete mientras ambos reíamos algo ebrios introduciéndonos en las frías aguas el mar.
Allí la baje con suavidad, quedando a escasos centímetros de mi boca, sintiendo su aliento caliente sobre mis labios ahora fríos y ligeramente amoratados por las bajas temperaturas.
-Eres preciosa -asegure acercándome despacio para enredar mis dedos en su pelo atrayendola contra mi boca.
La bese despacio, enredando mi lengua en la suya, bebiendo cada resquicio de ella, de ese dulce sabor a fruta madura, a alcohol, a ella.
Nuestros cuerpos se pegaron despacio, buscando el calor que uno y otro emanaba cuando se encontraban, sintiendo mi pene recto golpear su sexo mientras los jadeos acompasaban el deseo que sentíamos por el otro.
-Tengo ganas de follar contigo -aseguré contra su boca de forma seductora, arrastrando cada una de mis palabras -porque no vamos a la arena, hacemos un fuego y bailamos al ritmo de las estrellas, unas copas para entrar en calor y ...-no acabe la frase cuando la sentí gemir, acaba de meterme en su interior.
Una sonrisa picara cuando sus labios se entreabrieron dejando escapar roncos jadeos.
-Me gusta sorprenderte -aseguré contra su boca.
Sujeté sus muslos atrayendolos una y otra vez hacia mi, dejando así que entrara despacio cada vez mas y mas dentro.
El mar bañaba su cuerpo de plata, mostrándome unas tetas firmes que rebotaban salvajes con cada movimiento.
Pechos que sumergí en mi boca incrementando así los bruscos movimientos mientras su espalda se arqueaba entre mis manos dejándome hacer, cada vez mas hondo, cada vez mas dentro, gruñía contra sus pezones con cada movimiento.
Los lamí con la lengua succionandolos, mordiéndolos, tirando de ellos entre bruscos jadeos.
Le saque la lengua continuando con esa danza tarareada mientras desabrochaba mi pantalón dejándolo bajar despacio para de espaldas enseñarle el culo que moví delante de sus ojos al ritmo de esa música inventada.
-Un poco de emoción por favor, unos billetes en el tanga -bromeé entre risas hundiendo en ella mi picara mirada.
No tarde mucho mas en quitarme los zapatos y tras esto el pantalón que con un sutil movimiento le lance hasta su manos emitiendo sonidos con mi boca como si hubiera un coro animando mis actos.
No podía dejar de reír frente a su mirada clavada ahora en mi polla, seguramente pensando que yo solo me bastaba para montar un espectáculo en cualquier lado.
-Bueno, dado que has tenido tiempo de sobra -susurré acercándome a ella para tomarla de la tierra como si fuera un saco.
Esta dejo caer mis pantalones al suelo mientras veía entre risas el mundo boca abajo y se deshacía intuyendo mis planes de su camisola y chaleco de piel a marchas forzadas mientras yo corría hacia el agua.
Golpeó mi culo con una palmada a lo que yo respondí con un ligero mordisco en su cachete mientras ambos reíamos algo ebrios introduciéndonos en las frías aguas el mar.
Allí la baje con suavidad, quedando a escasos centímetros de mi boca, sintiendo su aliento caliente sobre mis labios ahora fríos y ligeramente amoratados por las bajas temperaturas.
-Eres preciosa -asegure acercándome despacio para enredar mis dedos en su pelo atrayendola contra mi boca.
La bese despacio, enredando mi lengua en la suya, bebiendo cada resquicio de ella, de ese dulce sabor a fruta madura, a alcohol, a ella.
Nuestros cuerpos se pegaron despacio, buscando el calor que uno y otro emanaba cuando se encontraban, sintiendo mi pene recto golpear su sexo mientras los jadeos acompasaban el deseo que sentíamos por el otro.
-Tengo ganas de follar contigo -aseguré contra su boca de forma seductora, arrastrando cada una de mis palabras -porque no vamos a la arena, hacemos un fuego y bailamos al ritmo de las estrellas, unas copas para entrar en calor y ...-no acabe la frase cuando la sentí gemir, acaba de meterme en su interior.
Una sonrisa picara cuando sus labios se entreabrieron dejando escapar roncos jadeos.
-Me gusta sorprenderte -aseguré contra su boca.
Sujeté sus muslos atrayendolos una y otra vez hacia mi, dejando así que entrara despacio cada vez mas y mas dentro.
El mar bañaba su cuerpo de plata, mostrándome unas tetas firmes que rebotaban salvajes con cada movimiento.
Pechos que sumergí en mi boca incrementando así los bruscos movimientos mientras su espalda se arqueaba entre mis manos dejándome hacer, cada vez mas hondo, cada vez mas dentro, gruñía contra sus pezones con cada movimiento.
Los lamí con la lengua succionandolos, mordiéndolos, tirando de ellos entre bruscos jadeos.
Leonidas Kana- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/08/2016
Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Su pícara y sensual forma de bailar me mantenía ensimismada admirando el cuerpo de aquel dios griego que se movía al ritmo que el mío se excitaba; mi mirada fijada en su cintura y más abajo de ésta cuando con gráciles movimientos de sus caderas dejaba al descubierto un magnífico y duro trasero que palmeé cuando se acercó para provocarme.
- Mejor te lo pago luego en el hostal, que me he dejado allí el dinero..y así, me repites el bailecillo este.- sonreí mientras le sacaba la lengua divertida esperando recompensarle el baile, pero de otra forma que no fuesen billetes en su tanga; además, si no llevaba ropa interior...
Pero su desvergonzada actuación no terminó ahí, sino que dándose la vuelta me dejó a la vista su endurecido miembro, dejándome ojiplática y con la boca abierta mientras se quitaba los pantalones y me lo tiraba encima. Sentí como mis mejillas se sonrojaban al ser incapaz de desviar la vista hacia otro lugar que no fuese su cuerpo ; haciéndome estallar a carcajadas cuando lanzó sus pantalones sobre mi cara y conseguí reaccionar.
Leo era el hombre más perfecto que había conocido en la vida; ese que me hacía reír con sus locuaces comentarios, el que me sorprendía con un baile inesperado, el que era capaz de hacerme sentir en la cama única y, sobre todo, el único con el que había sido capaz de dejarme llevar. Sabía que no debía, que sentir algo fuerte por él solo complicaría la despedida, pero me era imposible no verlo allí delante sonriéndome de esa manera y no amarlo, no desear si quiera atisbar una esperanza de futuro junto a él.
- ¿Tiempo de sobra, para qué?- pregunté confusa cuando de pronto me cogió colocándome sobre su hombro como si fuese un saco y comenzó a correr divertido hacía el agua, mientras yo no podía evitar reírme a carcajadas. Estaba loco, y por la dirección donde se dirigía, imaginaba sus intenciones...así que comencé a desnudarme todo lo rápido que pude dejando un rastro con mi ropaje a lo largo del camino.
Me reí desorbitada cuando un mordisco en mi trasero fue la respuesta a un cachete en el suyo; solo él me hacía sentir plena, solo con él las bromas se convertían en hechos inolvidables.
Jadeé cuando las frías aguas cubrieron mi piel y Leo me depositó frente a él, sintiendo como nuestros cuerpos rezumaban calor a través del agua que se colaba entre ellos, orillándonos el uno al otro cuando de nuevo las caricias volaban sobre nuestra desnudez y nuestros labios se buscaban con necesidad.
Nuestras lenguas danzaban como minutos antes lo había hecho mi dios griego, disfrutando de su sabor, haciéndolo tan mío como él me hacía suya; enredándonos ambos en una batalla sin final donde nuestros cuerpos se declararían ambos vencedores. Mis piernas se enredaron en su cintura aproximando así más nuestros sexos, sintiendo como el roce de su miembro excitaba mi vagina que se preparaba para él.
Su proposición se vio interrumpida por un fuerte jadeo escapado de mis labios cuando me penetró sin terminar de hablar, con una grata sorpresa que iluminó mi sonrisa, mientras buscaba sus labios para hacerlos míos tratando de ahogar los gemidos que salían de mi garganta con la profundidad de sus envestidas.
- Me gusta tu forma de sorprenderme; tomaré nota para cuando quiera sorprenderte yo a ti.- susurré frente a sus labios mordiendo su labio inferior con lujuria; deseando que el ritmo de sus envestidas se incrementase al tiempo que me sujetaba a sus hombros para no dejarme llevar por las olas.
Mi espalda se arqueaba por el placer, consiguiendo aquella excitación que precedía al orgasmo. Esa sensación única que solo había conseguido con él; Leo, el único hombre al que había querido entregar mi cuerpo y que ahora solo deseaba que le perteneciese.
Sentía como su pene quedaba aprisionado por las húmedas paredes de mi vagina, cuando mis caderas comenzaron a seguir el ritmo de sus rápidas envestidas, como buscaban el placer de él con mis movimientos cuando succionó mis pezones con fuerza y solté un grito de placer; un grito que fue el comienzo de un sobrecogedor orgasmo que me dejó a su merced, dejando mi cuerpo sin fuerzas, abrazándome a él por el esfuerzo.
Besé sus labios con suavidad, mientras Leo seguía con sus movimientos; encajando su cadera entre mis muslos, continuando con sus embestidas que conseguirían llevarme no solo al segundo clímax, sino haciéndome tocar el mismísimo cielo con las dos manos. No me hacía falta tumbarme en la arena para ver las estrellas, pues en sus ojos era capaz de ver los luceros más bellos del firmamento, en sus labios los astros que guiaban mi camino, y en él, la estela que marcaría mi destino.
- Te deseo como jamás he deseado a nadie.- susurré frente a sus labios para arquear de nuevo la espalda y dejarme llevar al ritmo de sus profundas y salvajes envestidas.
- Mejor te lo pago luego en el hostal, que me he dejado allí el dinero..y así, me repites el bailecillo este.- sonreí mientras le sacaba la lengua divertida esperando recompensarle el baile, pero de otra forma que no fuesen billetes en su tanga; además, si no llevaba ropa interior...
Pero su desvergonzada actuación no terminó ahí, sino que dándose la vuelta me dejó a la vista su endurecido miembro, dejándome ojiplática y con la boca abierta mientras se quitaba los pantalones y me lo tiraba encima. Sentí como mis mejillas se sonrojaban al ser incapaz de desviar la vista hacia otro lugar que no fuese su cuerpo ; haciéndome estallar a carcajadas cuando lanzó sus pantalones sobre mi cara y conseguí reaccionar.
Leo era el hombre más perfecto que había conocido en la vida; ese que me hacía reír con sus locuaces comentarios, el que me sorprendía con un baile inesperado, el que era capaz de hacerme sentir en la cama única y, sobre todo, el único con el que había sido capaz de dejarme llevar. Sabía que no debía, que sentir algo fuerte por él solo complicaría la despedida, pero me era imposible no verlo allí delante sonriéndome de esa manera y no amarlo, no desear si quiera atisbar una esperanza de futuro junto a él.
- ¿Tiempo de sobra, para qué?- pregunté confusa cuando de pronto me cogió colocándome sobre su hombro como si fuese un saco y comenzó a correr divertido hacía el agua, mientras yo no podía evitar reírme a carcajadas. Estaba loco, y por la dirección donde se dirigía, imaginaba sus intenciones...así que comencé a desnudarme todo lo rápido que pude dejando un rastro con mi ropaje a lo largo del camino.
Me reí desorbitada cuando un mordisco en mi trasero fue la respuesta a un cachete en el suyo; solo él me hacía sentir plena, solo con él las bromas se convertían en hechos inolvidables.
Jadeé cuando las frías aguas cubrieron mi piel y Leo me depositó frente a él, sintiendo como nuestros cuerpos rezumaban calor a través del agua que se colaba entre ellos, orillándonos el uno al otro cuando de nuevo las caricias volaban sobre nuestra desnudez y nuestros labios se buscaban con necesidad.
Nuestras lenguas danzaban como minutos antes lo había hecho mi dios griego, disfrutando de su sabor, haciéndolo tan mío como él me hacía suya; enredándonos ambos en una batalla sin final donde nuestros cuerpos se declararían ambos vencedores. Mis piernas se enredaron en su cintura aproximando así más nuestros sexos, sintiendo como el roce de su miembro excitaba mi vagina que se preparaba para él.
Su proposición se vio interrumpida por un fuerte jadeo escapado de mis labios cuando me penetró sin terminar de hablar, con una grata sorpresa que iluminó mi sonrisa, mientras buscaba sus labios para hacerlos míos tratando de ahogar los gemidos que salían de mi garganta con la profundidad de sus envestidas.
- Me gusta tu forma de sorprenderme; tomaré nota para cuando quiera sorprenderte yo a ti.- susurré frente a sus labios mordiendo su labio inferior con lujuria; deseando que el ritmo de sus envestidas se incrementase al tiempo que me sujetaba a sus hombros para no dejarme llevar por las olas.
Mi espalda se arqueaba por el placer, consiguiendo aquella excitación que precedía al orgasmo. Esa sensación única que solo había conseguido con él; Leo, el único hombre al que había querido entregar mi cuerpo y que ahora solo deseaba que le perteneciese.
Sentía como su pene quedaba aprisionado por las húmedas paredes de mi vagina, cuando mis caderas comenzaron a seguir el ritmo de sus rápidas envestidas, como buscaban el placer de él con mis movimientos cuando succionó mis pezones con fuerza y solté un grito de placer; un grito que fue el comienzo de un sobrecogedor orgasmo que me dejó a su merced, dejando mi cuerpo sin fuerzas, abrazándome a él por el esfuerzo.
Besé sus labios con suavidad, mientras Leo seguía con sus movimientos; encajando su cadera entre mis muslos, continuando con sus embestidas que conseguirían llevarme no solo al segundo clímax, sino haciéndome tocar el mismísimo cielo con las dos manos. No me hacía falta tumbarme en la arena para ver las estrellas, pues en sus ojos era capaz de ver los luceros más bellos del firmamento, en sus labios los astros que guiaban mi camino, y en él, la estela que marcaría mi destino.
- Te deseo como jamás he deseado a nadie.- susurré frente a sus labios para arquear de nuevo la espalda y dejarme llevar al ritmo de sus profundas y salvajes envestidas.
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
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Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Gruñí contra su boca cuando sentí mi falo rugir violento entre sus piernas al compás de las olas que producían el vaivén de nuestros cuerpos chocando contra si.
-voy a tener que venir mas veces a París -apunté entre jadeos sonriendo contra su piel mientras de nuevo mi boca buscaba el manantial de su boca.
Entre risas salimos al exterior, el agua perlaba nuestra piel con gotas resbaladizas mientras nuestra desnudez encendía de nuevo nuestros ojso que apasionados se buscaban devorándose por dentro.
Se dejo caer sobre la arena mientras yo me las ingeniaba con lo que teníamos para prender un buen fuego, uno que llameante calentara mas, si es que eso era posible nuestros cuerpos que con solo rozarse hacían saltar chispas de puro deseo.
Volví a su lado dejándome caer sobre la arena con la cabeza en su regazo. No había cubierto mi desnudez, a diferencia de ella que se había colocado las braguitas, la camisola y el chaleco. Fruncí ligeramente el ceño con mi mástil ahora en su forma habitual, mientras mis ojos se alzaban para mirar los suyos.
-Me gustabas mas desnuda -añadí con una picara sonrisa mientras llevaba mi mano sin ningún tipo de vergüenza a mi pene y lo cogía con mi mano para mostrárselo ,ahora relajado -así con ropa -lo alce hacia arriba -así sin ropa -¿tu eliges?
Debió pensar que estaba loco, y no dudaba que fuera en parte cierto, pues pronto ambos nos fundimos en risas frente a mi descarado comentario.
Sus mejillas adquirían ese tono rosado que tanto me divertía cuando conseguía avergonzarla lo suficiente con mis locuazes palabras, y por suerte últimamente era siempre.
Alce la vista ahora perdiéndose en el firmamento, contemplando las constelaciones de las que tantas y tantas veces había oído a mi padre contarme sus leyendas, algunas épicas, otras de amor, mas todas dignas de copar el firmamento con su luz y fulgor.
-No has pensado nunca en lo inmensamente pequeños que somos si nos comparas con esos astros.
Alargue la mano para coger la botella y darle un profundo trago.
-Pequeños y capaces deshacer grandes cosas, cambiar el rumbo del mundo.
Quizás algún día nuestros nombres copen algunas de esas estrellas, nuestras hazañas en la lucha, en el amor sean recordadas por lso nuestros, contadas a sus descendientes hablando asi de sus ancestros ¿imaginas mejor gloria que la de convertirte así en un inmortal.
-voy a tener que venir mas veces a París -apunté entre jadeos sonriendo contra su piel mientras de nuevo mi boca buscaba el manantial de su boca.
Entre risas salimos al exterior, el agua perlaba nuestra piel con gotas resbaladizas mientras nuestra desnudez encendía de nuevo nuestros ojso que apasionados se buscaban devorándose por dentro.
Se dejo caer sobre la arena mientras yo me las ingeniaba con lo que teníamos para prender un buen fuego, uno que llameante calentara mas, si es que eso era posible nuestros cuerpos que con solo rozarse hacían saltar chispas de puro deseo.
Volví a su lado dejándome caer sobre la arena con la cabeza en su regazo. No había cubierto mi desnudez, a diferencia de ella que se había colocado las braguitas, la camisola y el chaleco. Fruncí ligeramente el ceño con mi mástil ahora en su forma habitual, mientras mis ojos se alzaban para mirar los suyos.
-Me gustabas mas desnuda -añadí con una picara sonrisa mientras llevaba mi mano sin ningún tipo de vergüenza a mi pene y lo cogía con mi mano para mostrárselo ,ahora relajado -así con ropa -lo alce hacia arriba -así sin ropa -¿tu eliges?
Debió pensar que estaba loco, y no dudaba que fuera en parte cierto, pues pronto ambos nos fundimos en risas frente a mi descarado comentario.
Sus mejillas adquirían ese tono rosado que tanto me divertía cuando conseguía avergonzarla lo suficiente con mis locuazes palabras, y por suerte últimamente era siempre.
Alce la vista ahora perdiéndose en el firmamento, contemplando las constelaciones de las que tantas y tantas veces había oído a mi padre contarme sus leyendas, algunas épicas, otras de amor, mas todas dignas de copar el firmamento con su luz y fulgor.
-No has pensado nunca en lo inmensamente pequeños que somos si nos comparas con esos astros.
Alargue la mano para coger la botella y darle un profundo trago.
-Pequeños y capaces deshacer grandes cosas, cambiar el rumbo del mundo.
Quizás algún día nuestros nombres copen algunas de esas estrellas, nuestras hazañas en la lucha, en el amor sean recordadas por lso nuestros, contadas a sus descendientes hablando asi de sus ancestros ¿imaginas mejor gloria que la de convertirte así en un inmortal.
Leonidas Kana- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/08/2016
Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Sentí como su miembro convulsionaba en mi interior, como la calidez de su simiente abrasaba las paredes de mi sexo mientras nuestros labios se buscaban de nuevo voraces, como si aquella pasión descontrolada fuese imposible de saciar. Un deseo que nos envolvía a ambos, empujando de nuevo a nuestros cuerpos a buscarse con necesidad. Ya no sentía las frías aguas, tan solo era capaz de sentir la calidez de su cuerpo pegado al mío.
- Espero que cuando regreses todavía siga aquí, porque reconoce que París no sería lo mismo sin mí.- bromeé guiñándole el ojo, siendo consciente de que no había duda alguna en que nuestros caminos se separarían tarde o temprano.
Caminamos con la manos entrelazadas hacia la orilla, entre bromas y caricias en las que nuestras miradas decían mucho más que nuestras palabras, y donde ese deseo incontrolable volvía a aparecer en nuestros gestos. Me tumbé en la arena completamente extasiada, cubriéndome antes con las braguitas y la parte superior de mi ropa. Temía quedarme dormida por el estupor del momento y no era plan permanecer desnuda por completo ante posibles miradas indiscretas.
Observé, deleitándome con la desnudez de mi dios griego, como se ocupaba de encender un buen fuego para calentar nuestros más que ardientes cuerpos. ¿Cómo iba a ser capaz de separarme de él si cada parte de mi alma me empujaba a amarlo? ¿Si había conseguido en apenas unas horas desear tener una vida distinta a la de ser cazadora? ¿Cómo proponerle unir nuestros caminos aunque solo fuese como compañeros de cacería? Demasiadas preguntas que no obtendrían respuesta aquella preciosa noche en la que solo estábamos nosotros, lejos de sobrenaturales, lejos de misiones que nos separaban; esta noche solo éramos él y yo. Dos amantes que apenas se conocían y que habían cruzado sus caminos por caprichos del destino, uniendo también sus almas de una forma u otro.
Lo seguí con la mirada mientras se acercaba hasta mí para tumbarse a mi lado, con la cabeza en mi abdomen y esa traviesa sonrisa dibujada en sus labios que me hacía enloquecer, y que era el preludio de alguna broma de las suyas. Lo miré ojiplática cuando sin reparo alguno zarandeó su pene dándome una clara explicación de lo que mi desnudez causaba en él. Lo miré fijamente a los ojos, varios segundos..tratando de aguantar la risa ante sus locuras, pero fue imposible, ambos estallamos en carcajadas al tiempo que nuestras cómplices miradas volvían a unirse en una.
- Cielo, si lo hago por ti; para que te recuperes. No quiero que luego te quejes de que no soy buena guía porque hago que te "canses" mucho.- contesté imitando ahora el gesto de sus comillas y sonriéndole con picardía.
Nuestras risas fueron relajándose poco a poco, encontrando un equilibrio de calma con el sonido de las olas golpeando la orilla como música ambiental; ¿sería aquello el paraíso? Escuché como Leo me hablaba de las estrellas, de las leyendas y el recuerdo de los héroes que tenían la suya propia. Acariciaba su pelo imaginando nuestras hazañas en la guerra, sonriendo cuando me percaté de que él ya tenía su propia leyenda grabada a fuego en mi corazón, pues su hazaña en el amor perduraría siempre en mi alma inmortal.
- Mi padre decía que todos los cazadores tenemos nuestra propia constelación, la constelación del cazador.- susurré mientras la buscaba en el cielo para señalársela con el dedo índice, trazando las líneas imaginarias que unían las estrellas que la formaban.- ¿La ves allí? ¿Con forma de dos trapecios invertidos? También es conocida como la Constelación de Orión, y la parte central es su cinturón, formado por tres de las estrellas más importantes.Representa a un cazador alzando su arco y su espada, cubriéndose con su escudo.
Hice una breve pausa, recordando la cantidad de noches que había pasado con mi padre observando las estrellas, siendo él quien me contaba todas aquellas historias; leyendas de héroes, dioses y bestias que daban nombre a cada una de las constelaciones que estábamos observando en esos momentos. Echaba de menos a mi padre, y en esos momentos en los que su recuerdo golpeaba mi mente, me recriminé no haber sido capaz de llorarlo desde su muerte.
-Además, tú ya tienes una lluvia de estrellas con tu nombre. ¿O es que no conoces las Leónidas?- apunté tratando de darle un toque alegre a mi voz, continuando mi labor de acariciarle el pelo.- Es una lluvia de estrellas que ocurre a mediados de Noviembre, si no me equivoco. ¿Qué te parece? Ya tienes una parte de tu historia en el cielo, ahora solo te falta conseguir alguna hazaña en el amor.
Bromeé sabiendo que también la tenía, pero que en lugar de lucir en el cielo, esa hazaña que lo haría inmortal, se encontraba en mi corazón.
Orión
- Espero que cuando regreses todavía siga aquí, porque reconoce que París no sería lo mismo sin mí.- bromeé guiñándole el ojo, siendo consciente de que no había duda alguna en que nuestros caminos se separarían tarde o temprano.
Caminamos con la manos entrelazadas hacia la orilla, entre bromas y caricias en las que nuestras miradas decían mucho más que nuestras palabras, y donde ese deseo incontrolable volvía a aparecer en nuestros gestos. Me tumbé en la arena completamente extasiada, cubriéndome antes con las braguitas y la parte superior de mi ropa. Temía quedarme dormida por el estupor del momento y no era plan permanecer desnuda por completo ante posibles miradas indiscretas.
Observé, deleitándome con la desnudez de mi dios griego, como se ocupaba de encender un buen fuego para calentar nuestros más que ardientes cuerpos. ¿Cómo iba a ser capaz de separarme de él si cada parte de mi alma me empujaba a amarlo? ¿Si había conseguido en apenas unas horas desear tener una vida distinta a la de ser cazadora? ¿Cómo proponerle unir nuestros caminos aunque solo fuese como compañeros de cacería? Demasiadas preguntas que no obtendrían respuesta aquella preciosa noche en la que solo estábamos nosotros, lejos de sobrenaturales, lejos de misiones que nos separaban; esta noche solo éramos él y yo. Dos amantes que apenas se conocían y que habían cruzado sus caminos por caprichos del destino, uniendo también sus almas de una forma u otro.
Lo seguí con la mirada mientras se acercaba hasta mí para tumbarse a mi lado, con la cabeza en mi abdomen y esa traviesa sonrisa dibujada en sus labios que me hacía enloquecer, y que era el preludio de alguna broma de las suyas. Lo miré ojiplática cuando sin reparo alguno zarandeó su pene dándome una clara explicación de lo que mi desnudez causaba en él. Lo miré fijamente a los ojos, varios segundos..tratando de aguantar la risa ante sus locuras, pero fue imposible, ambos estallamos en carcajadas al tiempo que nuestras cómplices miradas volvían a unirse en una.
- Cielo, si lo hago por ti; para que te recuperes. No quiero que luego te quejes de que no soy buena guía porque hago que te "canses" mucho.- contesté imitando ahora el gesto de sus comillas y sonriéndole con picardía.
Nuestras risas fueron relajándose poco a poco, encontrando un equilibrio de calma con el sonido de las olas golpeando la orilla como música ambiental; ¿sería aquello el paraíso? Escuché como Leo me hablaba de las estrellas, de las leyendas y el recuerdo de los héroes que tenían la suya propia. Acariciaba su pelo imaginando nuestras hazañas en la guerra, sonriendo cuando me percaté de que él ya tenía su propia leyenda grabada a fuego en mi corazón, pues su hazaña en el amor perduraría siempre en mi alma inmortal.
- Mi padre decía que todos los cazadores tenemos nuestra propia constelación, la constelación del cazador.- susurré mientras la buscaba en el cielo para señalársela con el dedo índice, trazando las líneas imaginarias que unían las estrellas que la formaban.- ¿La ves allí? ¿Con forma de dos trapecios invertidos? También es conocida como la Constelación de Orión, y la parte central es su cinturón, formado por tres de las estrellas más importantes.Representa a un cazador alzando su arco y su espada, cubriéndose con su escudo.
Hice una breve pausa, recordando la cantidad de noches que había pasado con mi padre observando las estrellas, siendo él quien me contaba todas aquellas historias; leyendas de héroes, dioses y bestias que daban nombre a cada una de las constelaciones que estábamos observando en esos momentos. Echaba de menos a mi padre, y en esos momentos en los que su recuerdo golpeaba mi mente, me recriminé no haber sido capaz de llorarlo desde su muerte.
-Además, tú ya tienes una lluvia de estrellas con tu nombre. ¿O es que no conoces las Leónidas?- apunté tratando de darle un toque alegre a mi voz, continuando mi labor de acariciarle el pelo.- Es una lluvia de estrellas que ocurre a mediados de Noviembre, si no me equivoco. ¿Qué te parece? Ya tienes una parte de tu historia en el cielo, ahora solo te falta conseguir alguna hazaña en el amor.
Bromeé sabiendo que también la tenía, pero que en lugar de lucir en el cielo, esa hazaña que lo haría inmortal, se encontraba en mi corazón.
Orión
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
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Localización : París
Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
La escuché reír, hablar de las estrellas, de las constelaciones, ella no era diferente a mi, su vida lejos de ser la de una niña rica había estado llena de historias de guerras, bestias, animales mitológicos y guerreros, ambos crecimos con la firme idea de ser héroes.
Salvar a la humanidad de esas bestias que surcan la noche y ahora allí estábamos hablando como una pareja enamorada de nuestros sueños, de nuestros anhelos.
Sonreí al sentir como ss manos se deslizaban por mi pelo, como sus caricias surcaban cada terminación nerviosa de mi piel evocando un presente que me gustaría convertir en futuro.
A veces los caminos se cruzan, se hacen uno, a veces no puedes luchar contra el sino que los dioses trazan desde el Olimpo con los simples mortales.
Quizás Menyara fuera el principio y el final de mis pasos, quizás no quedara solo como un amor en un puerto, ella a diferencia de muchas, hablaba mi idioma, ese de las estrellas, de las bestias de la caza.
Me gustaba estar con ella, me sentía bien entre sus brazos y sabia que nadie mejor que ella entendería lo que era apretar una venda para seguir luchando.
Tenia le espíritu de mi madre, el de una guerrera y sabia que sufriría con cada despedida, mas también que no me lo diría, supongo que no quería una mujer en casa, quería seguir libre, mas de elegir una, estaba convencido de que esta y no otra podría hacerme feliz, cumplir esa utopía que aunque todos nos negamos a soñar, sin duda la soñamos.
Esa en la que nuestra mujer pasea de nuestra mano por las playas de la isla con nuestros hijos entre los brazos.
El fuego chisporroteaba frente a nosotros, sus ojos pardos brillaban frente a el mientras nos buscábamos los labios una y otra vez, sin duda hoy no era un día de caza, aunque una parte de mi se sentía cazado por esa mujer que en una noche había robado una pequeña porción de mi.
-Tendré que ir con cuidado cazadora o acabaras cazando mi corazón -bromeé antes de enredar mi boca con la suya necesitado de bber de ese manantial que ella me ofrecía con su lengua.
Salvar a la humanidad de esas bestias que surcan la noche y ahora allí estábamos hablando como una pareja enamorada de nuestros sueños, de nuestros anhelos.
Sonreí al sentir como ss manos se deslizaban por mi pelo, como sus caricias surcaban cada terminación nerviosa de mi piel evocando un presente que me gustaría convertir en futuro.
A veces los caminos se cruzan, se hacen uno, a veces no puedes luchar contra el sino que los dioses trazan desde el Olimpo con los simples mortales.
Quizás Menyara fuera el principio y el final de mis pasos, quizás no quedara solo como un amor en un puerto, ella a diferencia de muchas, hablaba mi idioma, ese de las estrellas, de las bestias de la caza.
Me gustaba estar con ella, me sentía bien entre sus brazos y sabia que nadie mejor que ella entendería lo que era apretar una venda para seguir luchando.
Tenia le espíritu de mi madre, el de una guerrera y sabia que sufriría con cada despedida, mas también que no me lo diría, supongo que no quería una mujer en casa, quería seguir libre, mas de elegir una, estaba convencido de que esta y no otra podría hacerme feliz, cumplir esa utopía que aunque todos nos negamos a soñar, sin duda la soñamos.
Esa en la que nuestra mujer pasea de nuestra mano por las playas de la isla con nuestros hijos entre los brazos.
El fuego chisporroteaba frente a nosotros, sus ojos pardos brillaban frente a el mientras nos buscábamos los labios una y otra vez, sin duda hoy no era un día de caza, aunque una parte de mi se sentía cazado por esa mujer que en una noche había robado una pequeña porción de mi.
-Tendré que ir con cuidado cazadora o acabaras cazando mi corazón -bromeé antes de enredar mi boca con la suya necesitado de bber de ese manantial que ella me ofrecía con su lengua.
Leonidas Kana- Cazador Clase Alta
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Re: Cruce de Caminos (Continuación) (Leonidas Kana) (+18)
Mis caricias continuaron sobre su sedoso pelo mientras los dos nos sumíamos en un pequeño pero agradable silencio, cada uno con sus pensamientos, cada uno con sus recuerdos, pero los dos juntos en un particular momento de intimidad. Esa que puedes conseguir con la persona a la que amas de cualquier forma, tanto en un beso, como paseando, o simplemente como estábamos nosotros, compartiendo nuestras historias y las estrellas, compartiendo partes comunes de nuestras vidas, porque al fin y al cabo, no distábamos tanto el uno del otro.
En esos momentos pensé en mi padre; él, que me decía que debía conocer a un hombre que me hiciese feliz, que me diese hijos, y a quien yo siempre respondía que ese hombre no existía, que ninguno me llenaba lo suficiente ni siquiera como para intentarlo.
Seguro que se alegraría desde donde quiera que estuviese de verme tan dichosa, de comprobar que había encontrado a ese hombre que estaba predestinado para mí, mi alma gemela, aunque para ello hubiese tenido que viajar miles de kilómetros, y no pudiese estar aquí para conocerlo.
Pero pronto fui consciente de que igual que lo había encontrado lo perdería en cuanto Leo cumpliese la misión que lo había llevado a París, la búsqueda de su príncipe. Y entonces, como cuando era una niña inocente que todavía creía en la magia, comencé a buscar en el firmamento una estrella fugaz a la que pedirle mi mayor y más fervoroso deseo, que los caminos de Leo y mío jamás se separasen; que esos caminos que había unido el destino en el puerto permaneciesen unidos para siempre. Y fue entonces, cuando un cometa cruzó el estrellado cielo, y con una sonrisa infantil supe que todavía habrían esperanzas.
Mi dios griego se acercó a mí, tomando con su boca mis labios que ya no eran míos, sino suyos; agitando mi respiración con el simple tacto de su piel, con la calidez de su cercanía. Me era imposible concebir una vida diferente de esta después de haberlo conocido, después de haber estado tanto tiempo esperándolo sin saber que era él quien me robaría el corazón.
- ¿El cazador cazado? Es un buen título para una nueva leyenda.- sonreí frente a sus labios para tomarlos de nuevo, y tirando de su brazo incitarle a ponerse sobre mí.
Deseaba sentir el peso de su cuerpo de nuevo sobre el mío, sentir su aliento abrasando mi cuello mientras lo besaba, y por supuesto, deseaba sentirlo de nuevo dentro de mí.
En esos momentos pensé en mi padre; él, que me decía que debía conocer a un hombre que me hiciese feliz, que me diese hijos, y a quien yo siempre respondía que ese hombre no existía, que ninguno me llenaba lo suficiente ni siquiera como para intentarlo.
Seguro que se alegraría desde donde quiera que estuviese de verme tan dichosa, de comprobar que había encontrado a ese hombre que estaba predestinado para mí, mi alma gemela, aunque para ello hubiese tenido que viajar miles de kilómetros, y no pudiese estar aquí para conocerlo.
Pero pronto fui consciente de que igual que lo había encontrado lo perdería en cuanto Leo cumpliese la misión que lo había llevado a París, la búsqueda de su príncipe. Y entonces, como cuando era una niña inocente que todavía creía en la magia, comencé a buscar en el firmamento una estrella fugaz a la que pedirle mi mayor y más fervoroso deseo, que los caminos de Leo y mío jamás se separasen; que esos caminos que había unido el destino en el puerto permaneciesen unidos para siempre. Y fue entonces, cuando un cometa cruzó el estrellado cielo, y con una sonrisa infantil supe que todavía habrían esperanzas.
Mi dios griego se acercó a mí, tomando con su boca mis labios que ya no eran míos, sino suyos; agitando mi respiración con el simple tacto de su piel, con la calidez de su cercanía. Me era imposible concebir una vida diferente de esta después de haberlo conocido, después de haber estado tanto tiempo esperándolo sin saber que era él quien me robaría el corazón.
- ¿El cazador cazado? Es un buen título para una nueva leyenda.- sonreí frente a sus labios para tomarlos de nuevo, y tirando de su brazo incitarle a ponerse sobre mí.
Deseaba sentir el peso de su cuerpo de nuevo sobre el mío, sentir su aliento abrasando mi cuello mientras lo besaba, y por supuesto, deseaba sentirlo de nuevo dentro de mí.
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
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