Y esto, ¿cómo se mata? [Privado-Leonidas- Mefisto]

Habían pasado ya varias semanas desde que llegué a París y me había instalado en esa casa de locos que se había convertido en mi hogar. Un hogar que compartía con otros cazadores, incluyendo a mi dios griego particular con quien pasaba no solo los días, sino también las noches.
Sin apenas darnos cuenta nuestra relación se iba estrechando día a día, llegando al punto en el que sabía que despedirme de él iba a convertirse en mi infierno. Me había acostumbrado tanto a estar con él, que ahora no sabía vivir de otra manera. ¿Mis sentimientos? Prefería no reconocerlos en voz alta, aunque en cada gesto, en cada beso que le regalaba, eran muestras inequívocas de ellos.

Pero como todo cuento de hadas, llega el punto en el que los protagonistas tienen que poner de nuevo los pies sobre la tierra, y aunque Leo y yo habíamos cumplido juntos ya en alguna que otra misión encargada por su príncipe, el trabajo que teníamos por delante sería tedioso y complicado como el que más.

Volviendo un poco a la razón por la que yo había viajado desde Egipto a París, estaba el cumplir la promesa que le hizo mi padre a un amigo suyo de la capital francesa antes de morir; promesa que implicaba terminar con la vida de un nosferatu que había sembrado el pánico en alguna zona de la ciudad y que yo, tras su fallecimiento, decidí quedarme como encargada de llevar a cabo . A mi llegada a la ciudad, el conocido de mi padre estaba de viaje de negocios, así que sin más información relevante por donde empezar mi búsqueda, decidí esperar a su vuelta. Tiempo que había compartido con Leo hasta la vuelta de este hombre que me pondría sobre la pista de mi objetivo.

Aquella tarde mi dios griego insistió en acompañarme a la casa de éste; sabía que no quería dejarme sola en la caza de un sobrenatural que de por sí se nos antojaba particularmente peligroso, y a mi su compañía me parecía la mejor que podía tener. Así que tras varias tazas de café en una gran mansión, y un plano del bosque donde aseguró que lo encontraríamos, partimos con rumbo a la profundidad del bosque, donde no se llegaba por ningún camino ya trazado.

-Gracias por acompañarme, Leo.- susurré buscando su mirada, mientras nuestras monturas se encaminaban en silencio hacia el lugar indicado.- Cuando terminemos esta misión habré terminado mi labor en París, y podré marchar donde quiera.- sonreí de medio lado. Había imaginado un millón de veces que me pediría antes de su marcha que lo acompañase; pero sabía que aquello solo era un sueño, una utopía que sería difícil de cumplir. Observé durante unos segundos más a ese maravilloso hombre del que me había ido enamorando poco a poco, y  dirigiendo de nuevo la vista hacia delante le pregunté.- ¿Tú sabes como se matan los nosferatu? ¿Igual que a los vampiros?- lo que me llevó a pensar en algo que no me terminaba de cuadrar con respecto a este tema.- ¿No te parece extraño que si tan peligroso es ese ser, no nos hayamos enterado antes de su presencia, y que sin embargo ese hombre supiese donde podríamos encontrarlo?

No me había parado a pensar como matar a este tipo de seres y puesto que nunca me había cruzado con ninguno en Egipto, mi experiencia era nula. Aunque al final todas y cada una de esas bestias acababan muriendo de la misma forma agonizante bajo mis manos.

Aquel día Menyara se levanto decidida a seguir el rastro del sobrenatural que le había robado el sueño hacia demasiado tiempo.
Siempre supe que ese día llegaría, mas eso no quietaba que su implicación emocional en el asunto la convirtieran en un ser débil.

Decidí acompañarla porque quería protegerla, eso era evidente, mas del mismo modo quería que acabara con sus fantasmas y que lo hiciera ella. Trataría de ser su apoyo, su bastón, pero si las cosas se complicaban, serian mis espadas las que despuntarían sajando de cuajo la cabeza de ese mentecato.

Los pasos de los corceles lentos se perdían por le bosque. Su mirada centelleaba frente a la mía, parecía feliz por tener por fin un algo de donde tirar para dar con el inmortal.
Del mismo modo la veía nerviosa, como si supiera que estaba poniendo su vida en peligro.
-Cierto, cuando acabe esto, podrás ir donde quieras, seras libre.

Me sentí tentado de pedirle que me acompañara a Grecia, peor ¿para que? Aun nos quedaba una guerra que lidiar en París y yo no era hombre de pensar en el futuro, mas bien todo lo contrario.
El pasado estaba escrito en tinta vieja, el presente con sangre férrea que mostraba la única certeza y el futuro solo era la ilusión de los soñadores, la utopía de los tontos y el sueño de los malditos.

-Matar a un nosferatu no es tarea sencilla, son mas fuertes, mas duros y mas diestros que cualquier inmortal.
La cabeza, sajar su cabeza es la opción mas certera.
He matado algún Nosferatu, pero nunca solo, eso solo lo ha logrado Agarwaen, nuestro príncipe y acabo bastante herido tras el encuentro.

Detuve un instante el caballo para enfrentar su mirada.
-Menyara, no te hagas ilusiones, puede que escape, es mas puede que tengamos que escapar nosotros. Si esto se pone complicado, mas vale una retirada a tiempo que perder la vida en le intento.
Volveremos con Agarwaen de ser necesario, te lo prometo.

Justo por eso, porque sabia que era una trampa y nos estábamos adentrando en la boca del lobo la estaba advirtiendo de lo que podría sucedernos.
No quería volver sin ella y tampoco acabar muerto.

El abrazo de la noche se habia tornado sobre el bosque. Un bosque, profundo y denso, donde el nosferatu disfrutaba de una de sus actividades favoritas, la caza. Desde su llegada a París se había encargado de dejar falsas migas de pan, rastros contraproducentes, historias contradictorias sobre un nosferatu, llevando solo a aquelos con capacidad para enterarse de dichos bulos a lugares donde el propio inmortal esperaba al acecho para acabar uno a uno con ellos cazadores solitarios o inquidores demasiado entusiastas como para aventurarse en tan peligrosa empresa sin un apropiado batallon. Para colmo, en caso de que las cosas le fuesen mal al nosferatu siempre podría huir, ya que las pistas que habia dejado llevaban a los aventureros en una dirección completamente contraria de su verdadero escondite.

Sus pasos en el interior del bosque eran inaudibles, prácticamente levitando por encima de las hojas, caminaba mientras contemplaba los restos de un par de cadaveres de cazadores que pensaron que unos años de práctica podrían acabar con milenios de experiencia. En el corazón del bosque yacían esparcidos al menos una decena de cadaveres de insensatos que persiguieron historias imposibles. Sin embargo un olor llamó su atención, así como leves sonidos que se acercaban desde la distancia.

-Dos jovenes y palpitantes corazones - murmuró para si mismo - Y dos caballos...será una noche divertida - sonrió con su amplia mandibula llena de afilados dientes.

Usó sus poderes para conseguir forma humana, si eran jovenes era probable que lo tomasen por un vampiro más, no era muy normal el haber visto a un nosferatu. Tomó la pistola de un cazador que había intentado matarle hacía un par de semanas y tras comprobar que estaba cargada trepó a un arbol de un salto para esconderse en su copa. Usaría la pistola para matar a uno de los caballos, no quería que la pelea con los cazadores fuese tan corta, con ellos prefería usar sus manos, así como su mente.

Desde lo alto del arbol observó la luna, que con su luz iluminaba su rostro, ahora humano. reflejos de un pasado mucho mas distante que la vida de aquel bosque. Su mano, sin garras y con un tono rosaceo se mostraba firme mientras se preparaba para jalar el gatillo en cuanto el primer caballo asomase por entre los arboles, comenzando así el juego.