Como las polillas a la luz ~ Privado

Una canción en mi cabeza. Esa que siempre suena cuando estoy preparando los utensilios de caza. Unas dagas, cuchillos, el carcaj lleno de flechas, y ella. Acaricio la ballesta negra con el lobo en un costado en plateado y sonrío, vale lo suyo, pero sin duda merece la pena. La cuelgo a mi espalda una vez que me he vestido con las ropas apropiadas, aunque está vez, las botas que llevo son algo más altas que las habituales. Esta noche no va a ser una caza cualquiera, va a ser una más arriesgada, más divertida, algo para lo que me he estado entrenando estos días con la excusa de enseñar a Jane a disparar sobre un objetivo móvil mientras va subida en Raksha. Hoy Helios va a ser mi compañero de caza, sé que está preparado para ello, es un caballo que sabe leerme el puto pensamiento y está cualificado para no asustarse de un maldito cadáver viviente. Como esta noche no hay luna llena, los mosquitos es lo que toca cazar, y pienso atraerlos a mí como una luz atrae a las polillas.

Cruzo la puerta de mi casa como un auténtico huracán, mi reloj de bolsillo viejo marca las 23:15 y tengo que darme prisa hasta la granja si quiero coger a Helios cuanto antes. Me monto en un carruaje, le indico la dirección y espero que no haga preguntas sobre mi atuendo, el cual se nota que no voy a ningún burdel ni a ningún otro sitio que no sea a la caza nocturna, pero eso al señor que conduce esta carraca, no le debe de importar, pues no dice nada. Tras unos minutos de repiqueteo sobre la "carretera" se para en un sitio sin asfaltar y me bajo, tras pagarle la cantidad que me ha indicado. Vuelvo a consultar el reloj nada más ver en la lejanía la granja de Thomas... Mi maestro. Las 23:45. Suspiro y aprieto el paso, no quiero pillar a Thomas cuando esté apunto de dormirse, ese viejo tiene muy mal despertar. Toco a la puerta, pues Helios está dentro del establo y necesito la maldita llave. ¿Porqué no me da una simple copia? Suspiro impaciente y le sonrio cuando me abre la puerta, mejor ponerle buena cara. ―Vengo a por Helios, ya me voy. Lo traeré cuando termine.― Cojo la llave de la mesa que tiene en el recibidor y me marcho sin decirle adiós, sé que cuanto antes me vaya, antes le dejaré en paz.

Acaricio el morro de Helios antes de montarme sobre él, coloco uno de los cuchillos en la silla de montar, tiene un pequeño bolsillo exclusivo para cuchillos o dagas, por si me quedo sin ellas. Solo falta que el mismo Helios aprenda a guardar un cuchillo en su boca... Río y le ordeno que empiece a galopar, no tenemos tiempo, ya son las doce en punto, la hora de cazar. Llegamos al bosque a los pocos minutos y hago que frene el paso, que tan solo vaya caminando por la espesura. Miro a mi al rededor, es el momento. Saco el cuchillo que he guardado previamente en la silla y lo miro relucir a la luz de la luna. Me remango la camiseta, hasta dejarla por encima del codo. Aproximo el cuchillo y me hago un corte no muy profundo, pero si lo suficiente como para que la sangre empiece a brotar de la herida. Cierro un poco los ojos, con esto bastará para atraer a las polillas. ―Anda con cautela, no sabemos cuantos o de donde pueden aparecer. Estate preparado.― Agudizo el oído por si las moscas, aunque aún tardarán un poco en llegar.

A lomos de Helios, voy estirando el brazo que emana sangre para que todo lo que hay a mi al rededor se impregne con esta, dejando manchas en troncos, en hojas o incluso en alguna que otra roca que hay por el suelo. El olor a sangre tiene que estar llegando a los vampiros que hay más próximos y su llegada no tardará mucho. Lo cual puede ser peligroso para Helios, si algún vampiro le hiere, no me lo perdonaré. Me bajo del caballo y lo dejo escondido entre una maleza, ahí estará seguro, hasta que sea el momento óptimo para volver a cogerlo y comenzar la persecución, que es a lo que realmente he venido esta noche.

Sigo a pie por el bosque y coloco una pequeña venda en el brazo, algo con lo que hacer un pequeño tapón, tampoco quiero perder mucha sangre y quedarme sin sentido en medio del bosque, podrían comerme las alimañas. Veo una sombra delante de mí. ¿Un caballo? Me acerco al animal y me quedo quieto, con una daga en la mano. Conozco a ese caballo y conozco a su dueña. ¿Qué hace aquí? ¿Me he dejado la puerta del establo abierta? Me quedo mirándolo desde lejos, cuando un ruido detrás mía capta mi atención. Ya está aquí.

Me giro sobre mí mismo y lo veo, abalanzándose sobre mi cuerpo. Un vampiro acaba de hacer acto de presencia y esta sediento, verdaderamente está deseoso por probar la sangre de mi brazo. Agarro su cabeza entre mis manos, alejándolo todo lo posible de mi cuello, no quiero ser su cena. Esta noche no va a ser mi noche. Clavo la daga en su clavícula y consigo escapar. Me percato de que tiene sangre en la boca, sin duda, la ha probado de los árboles. Bien. Estará desquiciado. Me pongo en pie mirándolo con una sonrisa. ―Te has hecho de rogar. Pero ya lo dicen, lo bueno se hace esperar.― Dejo escapar una carcajada y saco la ballesta, listo para disparar.

Dejo escapar una pequeña risotada al ver al vampiro herido como estaba, la daga en la clavícula le tenía que estar doliendo como mil demonios. La ballesta permanece en mis manos, lista para ser disparada, pero el vampiro se mueve mientras parpadeo, así de rápido son los cabrones y me la quita de las manos, lanzándola un poco lejos. Mascullo una palabrota cuando de repente ya lo tengo encima de mí de nuevo. Mierda. Vuelvo a pelear con él, sujetando su cabeza entre mis manos e intento en vano propinarle una patada. Este no era mi plan, nada está saliendo como yo quería.

De repente, algo cae encima del vampiro y veo como sus ojos se abren mientras los mantiene fijos en los míos. Y el brillo que tienen desaparece en el acto. El peso muerto del vampiro cae sobre mi cuerpo y lo aparto. La miro desde el suelo y sonrío. Maldito fantasma. Era como estar viendo un fantasma. Me levanto y río ante sus palabras. ―Dichosos los ojos, Xaryne. ¿Qué hacías en el árbol?― Me acerco hasta ella, pero dejando una distancia entre nosotros. Podría haber más vampiros que matar esta noche. Silbó y su caballo, el cual había visto antes aparece delante de nosotros. Miro mi herida y asiento. ―Tengo todo para curarme en la mochila, no te preocupes, me la he hecho yo mismo.― Llamo a Helios y este aparece trotando, meneando la cola. Sonrio y le acaricio. ―Me alegro de verte y gracias por aparecer. Me has salvado.― Le guiño el ojo y le concedo que se sienta especial porque le he dicho gracias.

La miro divertido al darme una colleja, era una mujer pequeñaja, lo que le daba una agilidad mayor, pero solo el verla dar un pequeño salto para poder darme el golpe me hizo sonreír. Habían pasado tres años y las cosas estaban como si el tiempo no hubiese hecho mella en nuestra relación, Thomas nos había entrenado al mismo tiempo, aunque yo fuese cinco años mayor que ella. Junta nuestras frentes y sonrío. ¿Estaba mimosa? ¿Tanto me había echado de menos? La abrazo tras sus palabras, dejando un beso en su mejilla. ―¿Donde has estado? Ha sido mucho tiempo así que no me digas que en ningún sitio.― La dejo escapar de mis brazos, pero no dejo de mirarla, seguía un poco en shock por tenerla delante. Ni siquiera se despidió cuando se marchó.

Llegamos hasta Helios, le dejé que me curase el brazo, sabía más cosas de medicina que yo, siempre era ella la que me curaba las heridas cuando entrenábamos. ¿Conocería a Elora? Ella también me había enseñado unas cuantas pociones para curar y como ponerme bien las vendas y esas cosas. Serían buenas amigas. Alzo mi ceja izquierda y aguanto las ganas de reír ¿Enserio me estaba diciendo eso? ―De Thomas he aprendido muchas cosas, pero ya no. Lo último que me enseñó, fue el nombre de una cortesana a la que podía visitar cuando me sintiera solo.― Dije cortesana y no puta porque aquella chica era Naitiri. ¿Qué estaría haciendo ahora? Tenía ganas de volver a verla.

Miro mi brazo una vez que ha terminado de curarme y sonrío. Ha quedado bien. ―Gracias por curarme.― Escucho su preocupación y asiento. ¿Cómo le iba a decir que todo en mi vida era una mentira? Suspiro.―Hace poco me pilló cazando... Y bueno. Ya sabes. Se armó una guerra entre nosotros.― Me rasco la nuca, no quiero hablar de eso. ―Hablemos mejor de ti. Cuéntame que ha sido de tu vida estos tres años.― Tenemos toda la noche para hablar.

Monto sobre Helios mientras ella lo hace sobre el suyo. Ambos caballos son hermanos y los dos negros como la boca de un lobo. Espero una respuesta por su parte sobre donde ha estado los últimos años y al final llega... Escueta, pero llega. ¿De verdad Thomas le había mandado allí? ¿Sóla? Ese viejo loco la quería muerta. ―Y tu vas y le haces caso... Ya no es lo que era Xaryne, cada vez es más mayor... Quizás te lo dijo de broma.― Encojo mis hombros un poco mientras la miro, enfrentarse a esa mafia de vampiros era un suicidio. Pero no era solo eso. Acaba de suspirar y mirar hacía el cielo, eso no puede significar otra cosa más que... Pero sabía que no me iba a contar nada a no ser que metiese alcohol en su cuerpo.

Sonreí, yo también quería beber un poco. ―Vamos, se un sitio tranquilo.― En la linde del bosque había una pequeña taberna en medio de la nada. Servía para que los exploradores o los viajeros durmiesen allí o se refugiasen de la lluvia y el frío. Era una taberna - motel de mierda. Llegamos en unos cuantos minutos, los cuales recorrimos en completo silencio, había que estar alerta por si venían más vampiros. Me bajo de Helios y lo dejo atado al poste, aquí va a estar bien. Entro en la taberna con Xaryne detrás y pido dos vasos de whisky, aunque me quedo la botella, sé que la vamos a acabar entera. ¿Porqué me paso todo el día borracho?

Nos sentamos en la última mesa de toda la taberna tras haber sido inspeccionados por todos y cada uno de los clientes y trabajadores que aquí estaban. Seguramente, los que conocían la existencia de los seres sobrenaturales, sabrían lo que éramos. Esperaba que no hubiese ninguna bestia escondida entre rostros humanos. Bebo despacio del vaso con hielo, quiero tener la mente lo suficientemente despejada como para volver a la granja, si no lo hago yo... Bueno, Xaryne no lo iba a hacer. Ya iba por el segundo vaso. Su historia no tardó mucho en aparecer, yo mientras, le presto atención, quiero saber todo lo que le ha ocurrido.

Dejo que entierre su rostro en mi pecho ¿Está llorando? Pocas veces la he visto llorar, es una mujer fuerte. Le acaricio el pelo con suavidad, tiene que relajarse. ―Thomas te mandó a Alemania. Sola. A matar a una mafia de vampiros. Tú aceptas... ¿Conoces a alguien? Y ellos la matan sin que tú puedas hacer nada por evitarlo.― Hago un resumen más para mí mismo que para ella, pero a comenzado a contármelo todo sin un orden y quiero ver si lo he cogido todo. ―No sé... Se supone que la venganza te alivia, te libera de todo el odio que tienes dentro. No puedo decírtelo con seguridad, sigo en busca de la mía personal.― Beso su coronilla con cariño. ―Seguro que quien conociste no quiere verte así, Xary... Y mucho menos que te dejes morir. Mereces dar guerra mucho más tiempo. No eres una débil.― La separo un poco de mí y le limpio las lágrimas, mientras le pongo el vaso lleno otra vez. ―Libera tus demonios. ― Le ordeno y espero. Estoy preparado para escuchar su historia.

La miro en todo momento mientros veo como poco a poco, sus ojos ya no miran a la taberna, ya no me miran a mí. Se acaba de ir lejos, muy lejos, hasta Berlín. Comienza a relatarme la historia, su historia, la que le ha llevado a tener una razón de peso para ser cazadora, la historia que nos ha marcado a todos los cazadores. La venganza. Pues sin venganza, no hay cazadores. ¿Porqué alguien se iba a molestar en perseguir a criaturas más fuertes que ellos sin ningún motivo? La venganza solía ser lo que nos mantenía en nuestra posición y lo que nos hacía mantener la cordura.

Escucho con atención toda la historia, hasta que lanza el vaso contra la pared que tenemos delante de nosotros. Unas cabezas se giran mirándonos, a lo cual les hago una mueca de disculpa. Sujeto sus manos y la obligo a mirarme. ―¿Porqué no abandonasteis la misión? Era un suicidio, era una auténtica locura, Xaryne. ― Acaricio su brazo, si Naitiri fuese una bruja y hubiésemos estado en la situación de ellas dos, sin duda me habría marchado. A la mierda la misión. Incluso aunque hubiese estado con Jane, nunca pondría en peligro a ninguna de las dos... ¿En que cojones estaba pensando Thomas? Doy un sorbo de mi vaso y suspiro. ―No puedo devolverte a Nahia... Pero... Podemos ir a buscar a los inquisidores. Nunca me han caído muy bien. Voy a estar a tu lado.― Digo con firmeza y le sonrío, una sonrisa que no llega a mis ojos. Todo es una mierda.

Todo era mucho más complicado de lo que me había contado en un principio. Había cosas que se callaba para decírmelas después, lo cual me ponía enfermo. Me gustaba saber todo a cada detalle, para así, no tener ningún problema después por falta de conocimiento. Muerdo mi labio y niego con la cabeza. ―¿Qué pasó con su hermano? ¿También murió?― Pregunto mientras termino el whisky de mi vaso. Estoy asqueado con Thomas y su locura de mandarla a Berlín, no es propio de un maestro mandar al infierno a sus aprendices... Eso no haría yo con Jane ni muerto, antes moriría yo.

La miro, lleva un rato callada mientras sigue navegando en las profundidades de su tristeza. Dejo escapar un suspiro cuando me informa de que se cargó a todos los inquisidores que había en Berlín. Suelto una pequeña risotada y me sirvo más whisky en el vaso, antes de que ella decida beber de morro. ―Ellos lo fueron primero, Xaryne. Les pagaste con su propia moneda. Qué pena que no estaba ahí Dios para salvarles.― Vuelvo a reír, esta vez algo más largo que la vez anterior.

Continua mirándome de esa forma, esa forma que tiene para que le cuente las cosas, como un gato abandonado. Miro al líquido de mi vaso y decido hablar, hacerle un pequeño resumen de lo que ha sido mi vida en este tiempo en el que ella ha estado ausente. ―He conocido a una mujer. Mi hermana sabe que soy cazador, sé que ella me oculta algo, pero no quiero saber que es, porque sé que no me va a gustar. Tengo una aprendiz a la que le estoy enseñando a cazar, es buena, lo sé. ― Me quedo pensativo, por si se me olvida algo más. ―Me reuní con la realeza escocesa para sacar información... Conozco a más cazadores... Nosé. Esto realmente no es importante, lo importante es lo primero que te he contado.― Me termino el vaso de un trago. Estos temas no me gustan.