Una amistad inusual (Privado)

Acababa de salir por la puerta del teatro con el amigo de Damon del brazo, cuando su proximidad comenzó a darme nauseas. De nuevo esa maldita sensación que llevaba atormentándome toda la noche.
Sabía que tenía que librarme de aquel hombre con rapidez y volver dentro, a la fiesta de compromiso de mi alfa. Al fin y al cabo todavía estaba por resolver el asunto con aquel otro lobo que había subido escaleras arriba.
Anduvimos un par de manzanas cuando decidí que ya no estábamos al alcance de miradas curiosas. Era mi momento.
-Podríamos atravesar por este callejón, así llegaremos más rápido a las caballerizas.- susurré con dulzura mientras lo miraba de forma seductora, y aquel hombre embobado asentía pensando seguramente que podría aprovechar dicho atajo.

No le di más tiempo para pensar en lo que estaba sucediendo. Conforme entramos en la oscuridad del callejón, de un golpe empotré su espalda contra la pared, mientras de detrás del corsé sacaba una daga para ponérsela en el cuello. Clavando levemente su afilada hoja, a modo de amenaza.

- Los hombres como tú me dais asco. - siseé sobre su cara presa de la rabia mantenida durante toda la noche mientras mis ojos ámbar se clavaban en los suyos.- Te voy a dar la oportunidad de escapar, pero no quiero volver a verte en la vida. Si mañana al amanecer encuentro tu rastro en alguna parte de París, te mataré. Y ahora..vete.

Gruñí mientras el hombre me miraba desafiante, para después claudicar y marcharse por donde habíamos venido. Respiré profundo tratando de calmarme. Una parte del trabajo estaba hecha. Me giré para volver al teatro cuando escuché unos gritos al fondo del callejón.
Fruncí el ceño y me acerqué para ver que sucedía.

Mis ojos se tornaron ámbar y un gruñido ronco salió de mi garganta cuando comprendí lo que estaba pasando ante mi mirada. Un grupo de hombres había acorralado, a saber con qué fines, a una joven muchacha de color que gritaba y suplicaba por su liberación.
Uno de los hombres se giró y sonrió de medio lado al verme allí plantada; dándole un codazo a otro para llamar su atención. Entonces comenzaron a andar hacia mí riéndose.
Pero no les di mucho más tiempo para sonreír. De un salto hundí mi puño sobre la nariz de uno, rompiéndosela sin dudar; mientras clavaba mis ojos ámbar en el otro que me observaba atemorizado.

- Dejadla en paz.- rugí mientras me acercaba al grupo que al verme con ese aspecto no dudaron en salir despavoridos.

Cerré los ojos y traté de calmarme mientras me acercaba a la pobre muchacha que estaba sentada en el suelo.

- ¿Estás bien? ¿Te han hecho daño?- le pregunté mientras le ofrecía mi mano para ayudarla a levantarse.