[Privado]Carrera contra reloj, final inesperado. [Contessa Luciano ]

Caminé en silencio por la calle con las manos en los bolsillo. Habían pasado días desde el incidente de la calle con aquella extraña mujer...bueno en verdad no sabia lo que era. Osea si, era una chica, pero era extraña y misteriosa, no podía olvidar cuando había tirado de mi con tantísima fuerza de la mano. Apreté esta con fuerza. Joder. Y tanta fuerza. Eso no era normal. Aunque después de todo era una emplumada. Y últimamente se había escuchado cosas curiosas y nada buenas de bastantes seres del lugar.

Suspiré para mi encogiéndome de hombros. Yo ahora mismo estaba trabajando y si salía bien me pagarían bien asi que no debía retrasarme. Aceleré el paso subiendo una mano a cogerme fuerte la gorra para que no se me fuese. Nuevamente iba de chico. A quien iba engañar era la forma más fácil de conseguir trabajos y en estos en los que pedían ser veloces aún más. Me detuve entonces frente a una puerta. Si no había errado en las indicaciones estaba ante la casa a la que debía entregar una carta. Llamé a la puerta con ligereza pero cierta fuerza en mis nudillos no quería que nadie me descubriese. No se escuchó respuesta. Esperé unos minutos pacientes esperando a que quien fuese saliese, pero nadie salía. Cuando iba ya a irme alguien abrió la puerta. Hice un pequeño saludo con la cabeza. Me preguntaron si traía eso y de mis pantalones saqué un pequeño sobre algo manchado de negro. Se lo entregué intentando que nadie lo viese y el me dio a cambio una bolsa con algunas monedas. Eran más de las que acostumbraba a recibir. Asentí y me cerraron la puerta en las narices. Va..vaya que fuerza.

Tragué saliva y suspiré golpeando una piedra con el zapato mientras me disponía a seguir andando. Cuando no llevaba más de dos calles sentía que alguien me estaba siguiendo. Lo llevaba sintiendo desde que salí de aquella puerta. Trague saliva nerviosa y algo asustada, me prometieron que era un trabajo fácil, no iba a haber problemas. Solo una entrega y luego cada uno a lo suyo. Aceleré el paso con miedo. Mi corazón comenzaba a acelerase. Tragué saliva y aceleré más el paso. Y en cuanto vi un pequeño hueco entre la gente eché a correr. Sentí que dos personas comenzaban a correr también tras de mi. Pero llevaba ventaja si podía mante...no...caí al suelo de culo al chocar contra un puesto. Encima mía cayeron algunas frutas. Ahogué un pequeño quejido y escuché la voz enfadada del vendedor. - Lo..lo siento...disculpe... . - Murmuré mientras me ponía de pie con rapidez antes de que el hombre me cogiese por la ropa. Escuché entonces unas voces a mi espalda que pedian que me detuviese. Eran dos hombres. Tragué saliva y salí a correr por un callejón lateral. Sentía cada vez más cerca a los hombres y podía jurar que no iban con buenas intenciones. Callejee saltando, colándome por agujeros y por pequeñas calles. Pero los hombres aún continuaban siguiendome. Si era sencilla no sabía ya en que parte de la ciudad estaba. Llevaba un buen rato corriendo y fue entonces cuando llegué a una amplia calle con varios carros pasando. Debía jugarme ahora mismo el todo por el todo. No iba a dejar que me atrapasen y me hicesen algo por nada que había hecho. Corrí acelerando y en el último momento pasé con rapidez tirandome bajo las ruedas de un carro alto. Milagrosamente pasé sin que estas me tocasen. Los hombres se pararon con sorpresa, pero yo me puse en pie y seguí corriendo.

Benditos eran los pantalones ahora mismo seguí corriendo hasta encontrarme en un callejón. Sin pensarlo comencé a saltar cajas y escalar por ellas hasta llegar al borde de la valla de madera. Me aupé en un ultimo esfuerzo y caí al otro lado. Noté resentido el tobillo pero seguí corrienod, sabía que eso no les detendría, pero llevaba corriendo más de 15 minutos y el poco alimento que llevaba encima y la falta de este se notaba demasiado además el calor no ayudaba. Cuando estaba llegando a otra calle bastante elegante perdí el equilibrio con una tonta piedra. Tanta carrera para acabar tropezando con algo así. Caí d bruces cuan larga era por el suelo de tierra. Me raspé las manos y aunque intenté ponerme en pie noté como se me nublaba la vista y vi una figura a lo lejos acercarse y unas voces por detrás empezando a acercarse. Merde pensé.

Un día, bueno más bien casi noche, como otro cualquiera, decidí salir de casa para cuidar un poco el inmenso jardín que abrazaba mi propiedad. Era un inmenso jardín, casi todo cubierto de césped, uno de los más grandes y bonitos de la calle, y no es porque lo diga yo. Poblado por caminos cubiertos de arcos de enredaderas que los protegía y me protegían del sol, conducirán a los múltiples cenadores y zona de descanso y lectura de los que disponía la propiedad.

Ataviada con guantes, tapada ropa y un amplio sombrero, salí a regar las flores de mi pequeño Versalles. La fascinación que me provocaron esos jardines cuando fui a verlos hace más de cuarenta años me causó tal fascinación que, desde entonces, cuando tengo la oportunidad de vivir en una casa encargo hacer un jardín parecido.
Aún recuerdo el cordial trato que recibí de la corte francesa. En especial de la que aún era delfina, que en paz descanse, me trató como a una más entre su séquito las pocas semanas que había estado allí. Baile, teatro, todo tipo de entretenimientos estaban en la palma de la mano. Hasta podía tomarme el lujo de tomarle el pelo inocentemente al aún joven y arisco Luis. Es una pena que las cosas acabaran así y puede que estos jardines que voy dejando por el mundo sea un homenaje a ellos.

Una vez acabadas mis tareas de mantenimiento y, viendo que, aún es pronto para ir a la ciudad, decido pasear por la calle y despejarme un poco.

Pero, qué raro que me pase a mí, la tranquilidad se ha acabado. Un olor conocido, no llegando a familiar, llega a mí. Me suena, mucho, pero no soy capaz de identificar a quien pertenece. Afino el olfato y miro hacia el fondo de la calle donde veo un pequeño cuerpo tirado en el suelo.

-Anda, pero si es…- digo con una media sonrisa al identificar a la chica que me ayudó hacía poco.

Cuando me iba acercando a ella, vi como dos hombres, o más bien vampiros, se iba acercando a nosotras. No podía ser…¿En qué estaba metida esta chica para que la persiguieran justo ellos? Me puse justo delante de la chica, a modo de escudo. Ahora que tenía la presa tan cerca de mis fauces no iba a dejar que esos dos descerebrado sigue órdenes me la arrebataran.

-Vaya, vaya, madame Contessa, hacía mucho que no se la veía por aquí- me saludaron.

-Es mademoiselle, mis queridos Alexandre y Bricius.

-¿Le importaría dejarnos pasar? Esa señorita es nuestra- dijo Alexandre de malas maneras.

-Me temo que no puedo, niños. Esta chica es mía. No sé en que líos la habréis metido pero no creo que sea tan inteligente como para meterse en asuntos con vosotros a sabiendas de lo que está haciendo.

Esos dos eran los gorilas de una asociación de vampiros con objetivos poco éticos. ¿Qué por qué los conocía? Pues porque obviamente soy parte de ese grupo cuando me conviene y tengo bastante poder como para detener a esos dos armarios que se enfrentaban a una pequeña y frágil chica como yo.

-¡Muévete ya!- me exigió Bricius amenazando con su puño, más grande que mi cabeza.

-¿Acaso no te han enseñado a respetar a tus mayores?

A continuación, me acerqué felinamente a él y, con voz seductora le dije:

-Más os vale no enfadarme, no queréis verme enfadada. Ni os conviene que vuestro jefe se entere que me habéis hecho enfadar. Aquí somos todo lo suficientemente inteligentes, supongo, como para saber qué pasaría. Así que idos por donde habéis venido y buscad lo que estabais buscando en otro lugar- clavé mis fríos ojos en ambos vampiros y huyeron con el rabo entre las piernas, como cobardes que son.

Finalmente, me giré y vi a la chica. Respiraba, pero no se movía por lo que no me quedó otra que llevarla a casa. Otra vez me debía una.

La tumbé en el salón principal de la casa y le preparé un té para cuando despertara.

Ahí estaba, tan inocente, indefensa. Podría haberla matado en otro momento pero…algo me decía que podía disfrutar de ella de muchas más maneras antes de matarla. Así que esperé pacientemente leyendo un libro a que la bella durmiente despertara

-Sí que tiene que tener apretada esa gorra- pensé-, no se le ha  caído en todo el camino.

Todo se había vuelto negro, todo habia desaparecido a mi alrededor, por un segundo pensé si no estaba ya muerta. Miré mis manos, estaba rodeada de oscuridad por todos lados. Me puse en pie. ¿Donde estaba? ¿Que era esto? Lo último que recuerdo era estar huyendo de aquellos extraños tipos y lo siguiente... Lo siguiente era encontrarme aquí...en la nada... Y por eso pensaba..Estaba...estaba muerta...? Era tal vez eso...

Mamá? Escuché un grito a lo lejos y vi a mis padres siendo arrastrados por extraños hombres armados. Me pedían ayuda desesperados y extendían sus manos hacia mí. Abrí la boca y los observé. Tenía que ayudarlos. La sorpresa de verlos era mayor que el hecho de no saber que ocurría. Comencé a correr y a gritar sus nombres, a llamarlos desesperada, pero por alguna razón que no podía entender no conseguía acercarme. Yo corría pero no me movia, intenté correr mas, pero seguía igual. Y por más que gritaba nada ocurría. Ellos seguían llamandome y yo estiré la mano intentando cogerlos. Pero pero...comenzaron a desaparecer en la lejanía. Grité todo lo que pude, notaba incluso las lagrimas caer por mi cara, pero nada ellos se alejaban y yo caí de rodillas gritando por una vez más sus nombres.

Todo cambió entonces. Estaba en otro lugar. Este era blanco entero. Tan blanco que deslumbraba mis ojos. Tapé estos con cierto dolor intentando acostumbrarme. Vi una silueta acercarse a mi. Era una mujer pequeñita. La llamé. Tal vez ella pudiese ayudarme decirme donde o que... Ella se acercó, intenté hablar pero toda respuesta fue un quejido de dolor. Mire hacia abajo, me había apuñalado en el estomago. Tragué saliva...y comencé a ver borroso antes de caer incosciente de nuevo...

Abrí los ojos de golpe. ¿Donde estaba? Tenía la respiración acelerada y notaba el sudor por mis poros. Todo había sido un sueño...un maldito sueño. Lleve las manos a mi adomen. No había ninguna herida, y había parecido tan real...Cogí aire y me detuve de golpe. ¿Donde estaba? Lo ultimo que recordaba era aquella calle fria donde caí. Pero esto no era la calle. Y yo no estaba en el suelo. Estaba en un...un...asiento de esos comodos de los ricos y la casa...donde parecía estar...ni en mis mejores sueños podría tener yo una así...¿Donde estaba?

Tragué saliva y entonces reparé en que había alguien a mi lado. Al principio mi rostro se puso palido al completo al verla. Era ella...sacudí la cabeza. Solo era un sueño. Pero...aún así...era la mujer extraña a la que salvé la vida. ¿Por que estaba en su casa? Me moví hacia atrás con velocidad hasta acabar saltando fuera del sofa mientras la observaba con miedo y buscaba una salida. No sabía que estaba pasando y me sentía...muy....indefensa...

Seguía en el salón, esperando que la niña despertara, inmersa mientras en las líneas de mi libro. Era el primero que había cogido de la estantería, pero no me había arrepentido de mi elección. Ese libro era una de las pocas pertenencias que había atesorado desde el día en que lo compré. Un libro que me devolvió las ganas de vivir y de volver a amar, cuyas frases me recomponen tras cualquier golpe de la vida. Aunque es triste, lo sé, donde el amor solo puede vivir tras la muerte, pero la vida no es feliz, solo nos aferramos a la más mínima felicidad para poder sobrellevar la crudeza de la vida. Regla que, alguien condenado a vivir eternamente, debería haber aprendido ya hacía muchos años. Pero soy tonta, así que mantengo la esperanza.

“Ojos, mirad por última vez. Brazos, dad vuestro ultimo abrazo. Y labios…” Algo interrumpió mi lectura. Miré hacia donde estaba tumbada la chica y la vi convulsionarse violentamente.

-Una pesadilla- pensé.

Hice una marca en el libro y me levanté hasta la cocina. Allí cogí un pequeño trapo y lo humedecí para luego, volver al salón para colocarlo en la frente de la chica, necesitaba enfriar la cabeza para lograr relajarse. Mientras esperaba que se calmara, volví a la cocina. Por muchos motivos no era el lugar que más frecuentaba de la casa, pero, a veces hacía mis experimentos por si algún día tenía que disimular. Saqué de la despensa unas cuantas verduras y un poco de carne, los corté y las puse en una olla de porcelana con agua al fuego para hacer una sopa.

Mientras se hacía, volví al salón, viendo que la chica estaba algo más calmada. Comprobando que su estado estaba bien, decidí subir a mi habitación a por algunas cosas. Una vez en mi ostentoso dormitorio, me metí en mi armario y, buscando, logré encontrar lo que estaba buscando: un camisón blanco de la mejor seda traída de China.

Volví al salón y dejé la fina prende sobre una de las sillas para volver a la cocina. Al parecer, mi experimento culinario había sido un éxito, no sé cómo sabría, pero al menos olía bien. Eché un poco en un cuento y, con un trozo de pan lo llevé al salón en una bandeja.

De vuelta en el salón, me senté a esperar que despertara. Cuando, finalmente, la vi moverse y despertar. Se la veía desconcertada, normal, así que no dije nada, esperando que se calmara un poco. Pero la cosa no se arregló cuando notó mi presencia ya que pude notar que su cara se volvió pálida como la nieve.

Suspiré pesadamente y la saludé con amabilidad:

-Buenos días bella durmiente. Antes de preguntar algo, come un poco, te sentará bien- le dije señalando la comida que, aún caliente, descansaba sobre la mesa.

Como si estuviera viendo un animalito salvaje al que se intenta alimentar, pero tiene demasiado miedo como para acercarse, espero pacientemente a que vea que, por ahora no hay peligro, y que mire por su salud.

La continué mirando desde detrás del sofa aquel. Notaba mi corazón acelerado, la cabeza dolorida y no podía evitar dejar de mirar a aquella chica como si de un momento a otro fuese a matarme. Escuché su saludo y retrocedí ligeramente sin decir ni una sola palabra. Solo la observaba. Me llevé una mano a la cabeza y ahogué un pequeño quejido sin dejar de mirarla. Bella durmiente? Miré hacia donde me señalaba. Parecía sopa caliente y pan. Tragué saliva. ¿Que debería hacer?

Quizás debía irme...de allí, corriendo. Miré a mi alrededos buscando alguna salida. Había ventanas, y la puerta quien sabe donde estaría. Aunque por otro lado...aquella sopa...se veía tan deliciosa...Y yo comía tan poco..que ver aquello hacía que sintiese una presión en ele stomago. Tal vez..y solo tal vez. Aquella mujer fuese buena...Tal vez me hubiese ayudado en respuesta a cuando le ayudé yo... No todo el mundo es malo Ivy...y aquello olía tan bien..

Tragué saliva y rodee el sofá lentamente por el lado más alejado del que estaba la mujer. Me senté en la esquina y con cuidado acerqué aquello hacia mi. Lo cogí entre mis manos. Estaba tan calentito...Me relamí suavemente y soplé un poco antes de beber con cuidado para no quemarme. No tardé mucho en beberlo. Me relamí ligeramente y cogi el pan comiendomelo sin dejar de mirar de reojo a la mujer.

Cuando acabé busqué con la mirada una servilleta para intentar parecer algo..educada, pero al no encontrar cogí y me limpié la boca con la mano. Dejé todo aquello allí y volví a mirar a mi alrededor. Bueno...en verdad aquello estaba bueno y podría que no pasase nada. Y... Abrí los ojos un poco al recordar aquel sueño y miré de reojo a la mujer poniendome en pie. Miré la ventana, podría tirar algo, romper el cristal y salir de allí de un salto.

O podría dejar aquello como plan B e intentar excusarme para salir, no tenía por que pensar mal, pero no podía evitar hacerlo. Aquellas personas no solían hacer nada por gusto...y menos hacia una rata de calle... Si pudiese convencerme o ver que no era mala persona y no me iba a hacer daño tal vez pudiese bajar algo la guardia... pero como no era el caso..

-Merci madame... - hice una pequeña reverencia, aunque no sabía muy bien que había pasado, o como había llegado allí. - Pero creo que ya molesté...demasiado...será mejor que me vaya...te..tengo prisa...

Comencé a dar algunos pasos hacia atrás con cuidado..

Dios mío… esto era peor que alimentar a un animalillo callejero al que le habían dado demasiadas palizas. Pero no iba a desistir, soy una niña caprichosa y me había encaprichado con ella. ¿Por qué? Quizás sabía la respuesta pero no quisiera admitirla o simplemente mi corazón destrozado buscaba algo a lo que aferrarse para poder rearmarse poco a poco. Pero como no lo tenía claro, prefería pensar que era por simple diversión, por corromper esa inocencia que me miraba con miedo desde su inútil escondite.

Su mirada desorientada, solo parecía buscar una manera desesperada de huir, pero eso le sería imposible. Las casas a las que me mudo siempre tienen fuertes mecanismos de seguridad que, en lugar de evitar que alguien entrara en la cosa, tenían la función de evitar que mis juguetes escaparan antes de tiempo. Así que, no iba a lograr escapar, viva, de aquella casa sin mi consentimiento.

Finalmente, accedió a darle una oportunidad a mi experimento culinario. No pareció disgustarle, pero tampoco podía fiarme mucho del paladar de alguien como ella, pero bueno…algo es algo. Al menos había logrado que confiara en mí.

-Si quieres algo más, pídemelo.

Pero volví a ver como se levantaba para volver a intentar huir.

-Oh querida-le dije siguiéndola con la mirada, sin levantarme ni dejar a un lado mi libro-. Aún estás herida, necesitas descansar y, tomar un baño para relajar ese cuerpo dolorido. Ten- le señalé el camisón que había preparado de antemano-, póntelo después del baño, seguro que es más cómodo que lo que llevas ahora. Mientras te iré preparando uno de los cuartos para que duermas un poco.

A veces, hablaba como una completa abuelita, pero era la mejor forma de ganarme su confianza, así que no cambié mi tono dulce ni la forma en la que me dirigía hacia ella, aunque me hiciera parecer, demasiado mayor.

Cuando la vi caminar, le levanté molesta y prácticamente le ordené:

-Será mejor que tomes un baño antes- dije con mis ojos ardiendo de furia.

Un iba a dejar que una humana me ninguneara.

Cuando la otra chica se fijo en que estaba intentando excusarme para irme parece que no se lo tomó demasiado bien. Osea, parecía que seguía amable…pe..pero por bien que pareciese su oferta…yo…yo prefería irme. No quería estar allí. Aquello era peligroso, lo sabía yo y cualquiera de mi clase. No por nada, pero yo no valgo nada para que alguien por que si me ofrezca tantas cosas, menos alguien que hacía días antes se había enfadado por que se le manchase su vestido, aunque esto hubiese sido para salvarse de ser atropellada.

- No… no se preocupe..de verdad. Me encuentro perfectamente. Ya…descansaré en mi casa…Estoy bien con esta ropa… - Murmuraba si dejar de dar pequeños pasos hacia atrás. No quería problemas de ningún tipo, por eso como en mi casa…en ningún sitio.. Además aquel no era mi mundo y dudaba mucho que llegase a serlo en algún momento. Demasiadas almohadas podíamos decir si nos poníamos a bromear con ello.

Y entonces pasó. Parecía que verdaderamente se había enfadado y había sacado esa furia hacia fuera. No pude evitar encogerme un poco sobre mi misma con cierto miedo? No, más bien con cierto respeto hacia ella. Por un momento sentí algo extraño, como que yo era mucho más pequeña que ella y no me refería solo al dinero. Fue extraño, pero como llegó desapareció.

Me mordí el labio pensando rápido, dejando pasar muchas palabras por mi mente sin llegar a ninguna solución, no sabía a donde acabar, a donde llegar. No sabía que hacer, pero quizás podría ceder un poco sin hacerlo del todo, para poco a poco ir excusándome y marchándome de allí. No pensaba pasar allí la noche, pero por que no aprovecharse de la repentina amabilidad estúpida de aquella mujer y darme un baño. Tampoco haría daño y podría probar un poco los placeres de la gente con dinero. Todos ganábamos. Y luego me iría.

- Bueno…esta bien. Me tomaré un baño, pero tras él me iré a mi casa…Tengo asuntos que atender allí.

Tragué saliva y me crucé de brazos en una especie de abrazo a mi misma. No conocía la casa, ni sabía nada, y lo máximo que me había dado yo un baño era en el lago o en un barreño en casa…Por ello bueno, estaba un poco perdida en aquel momento.

- Donde me baño y eso..?

Me mordí el labio mirándola mientras me encogía de hombros. Aquello era raro no íbamos a negarlo, pero tal vez aquella mujer había pensado lo que ocurrió el otro día y se había arrepentido.. Tal vez quisiese compensarme por salvarle la vida y yo me estaba pasando de la raya con ella…Algo me decía que pronto acabaría de aclararme con ello. O eso esperaba.

Al menos había conseguido convencerla para que se quedara un poco. Niña tonta, negarse a mis órdenes son peores que dejarme hacer lo que me plazca. Al menos era lo suficientemente espabilada como para saber que corría peligro si no elegía la opción adecuada. Y, en mi caso, la opinión podía variar a cada minuto, lo que hacía la situación de aquella niña hasta más entretenida.

Al parecer mi pequeño enfado fue suficiente como para que entrara en razón.

Y, de nuevo lo hizo, se volvió a morder el labio. Ese gesto que tanto repetía y que me llamaba poderosamente la atención. ¿Por qué? Realmente no lo sabía, pero algo me hacía querer ver como ese labio acababa sangrando y poder beber cada gota de la sangre de aquella chica.

Al menos, finalmente aceptó a darse un baño. Al menos así mi casa no apestaría a sudor de la clase obrera. Le dije que cogiera el camisón y la acompañé escalera arriba hacia el baño de mi habitación.

-Es por aquí- le indiqué hasta llegar al final del pasillo.

Allí, abrí las grandes puertas que daban a la habitación del dueño de la casa. Osea, yo. Siempre lo había considerado como una casa dentro de la propia casa, con una sala a la entrada para recibir a las visitas más cercanas, un despacho privado, vestidor, dormitorio y baño propio.

-Este es el baño, querida- le dije abriendo las puertas de la lujosa habitación-. Espero que sea de tu agrado. Y descuida, tomate el tiempo que necesites.

Tras dedicarle una sonrisa. Cerré la puerta del baño para darle algo de intimidad. Pero, la verdad es que la noche se asomaba realmente interesante. Quizás pudiera divertirme con ella más adelante.