AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Si mi única salida es la muerte... - Privado (Kristian Vekel)
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Si mi única salida es la muerte... - Privado (Kristian Vekel)
¿Cuantos días habían pasado de aquella noche, en que los secretos, las mentiras se revelaran? Vannia no lo recordaba, aunque sabía que tras aquella dolorosa verdad descubierta, ella había huido, del que fuera el amor de su vida. Aunque mas le desesperaba haber dejado a sus amados hijos, le dolía el corazón de solo pensar en ellos, mas sabía que estaría bien protegidos por Walter. Había sido cobarde, porque ella no reveló las cartas amenazantes, ni los intentos de secuestro que había sufrido, días antes de la aparición de la amante del pintor. Además, ¿de que valdría? no necesitaba que él la protegiera, ya el pobre tenía bastante con aquella niña. ¿lo odiaba? no, por el contrario, muy en el interior de su alma, agradecía que fuera un ser íntegro y que se hiciera cargo de aquella pequeña, - si llegara a pasarme algo, si las amenazas, si los intentos de secuestro, se convierten en hechos consumados. Si por mi obcecación por recuperar lo perdido, me quitan la vida... por lo menos estaré tranquila que él cuidará de nuestros pequeños - caviló, sentada en el ventanal del la construcción que hoy servía de refugio a la bruja.
Tras su desavenencia ficticia con su pareja, la bruja se había refugiado en la primera mansión que tuviera al llegar a París, antes de comprar el aras que llevaba el nombre de su padre. Jamás había podido reformar, aquel lugar, como tampoco vivir en él, pues le recordaba dolorosamente que su padre había muerto de forma misteriosa. Todo había sido elegido por el y a su gusto. El noble, había comprado aquel lugar para que sirviera de hogar a su hija, cuando abandonaran Inglaterra, pero el caballero, no pudo cumplir con sus deseos, ya que murió antes de poder embarcar. Fue entonces cuando la bruja, decidió dejar todo atrás y comenzar una nueva vida lejos de todos aquellos peligros, de toda la codicia que había sido la responsable directa de la muerte de su progenitor y de tantas desgracias a lo largo de su vida, que se instaló en aquella mansión. Huyendo de su pasado, había cambiado hasta su nombre, dejándose de llamar Shanon, para ser conocida como Vannia. Mas el pasado siempre alcanza a sus victimas, y la escocesa no fue la excepción. Los que antes habían odiado a su padre, decidieron ir contra ella, en el momento en que ésta, deseara recuperar lo que otrora fuera el legado de su padre, y desde ese momento, no tuvo ni un instante de tranquilidad.
Suspiró, entristecida por tantos recuerdos, por el triste destino de su padre, por la separación con Walter, su frustrado matrimonio, y por las amenazas que se hacían cada vez mas agresivas. la angustia que sentía en su pecho estalló en lagrimas, en golpes de frustración, que fueron descargados en sus propias piernas. Ella era la responsable de aquel destino, no podía culpar a nadie, ni a su padre, ni al pintor, y menos aún a una pequeña niña que nada tenía que ver con el peligro que la asechaba.
Tras pasar casi toda la tarde en su alcoba, decidió que una buena cabalgata le haría bien, pues siempre que sentía la que la realidad la asfixiaba, tomaba uno de sus caballos y huía, hacia algún lugar tranquilo, en el que pudiera sentirse a salvo. por esa razón, hizo ensillar su mas veloz caballo, una yegua mora, montando apenas estar lista, espoleando al animal y salió como alma que la llevaba el diablo. El viento en su rostro, el frío de la joven noche la hicieron sonreír, hacía demasiado tiempo que no se sentía tan libre.
Su cabello se liberó del lazo de terciopelo negro con el que los había atado en una coleta, haciendo que su oscura cabellera se moviera con libertad. Adoraba montar, iba vestida con unos pantalones de montar blancos, botas altas, camisa y chaqueta de paño. Vestía como un hombre, ¿pero acaso eso le importaba? no, claro que no, pues por una parte le daba un anonimato que podría ayudarla a pasar inadvertida al salir de su propiedad, y ser confundida por un hombre. Por otra parte, estaba en mitad de los campos que se extendían lejos de la ciudad de París, ¿quién podría reconocerla?
El sonido de caballos acercándose, la volvieron al presente, a la realidad ¿que estaba pasando? un disparo, otro mas, el rose doloroso de una bala, en su brazo derecho, le hicieron darse cuenta que la caza había comenzado, y que ella era la presa.
Tras su desavenencia ficticia con su pareja, la bruja se había refugiado en la primera mansión que tuviera al llegar a París, antes de comprar el aras que llevaba el nombre de su padre. Jamás había podido reformar, aquel lugar, como tampoco vivir en él, pues le recordaba dolorosamente que su padre había muerto de forma misteriosa. Todo había sido elegido por el y a su gusto. El noble, había comprado aquel lugar para que sirviera de hogar a su hija, cuando abandonaran Inglaterra, pero el caballero, no pudo cumplir con sus deseos, ya que murió antes de poder embarcar. Fue entonces cuando la bruja, decidió dejar todo atrás y comenzar una nueva vida lejos de todos aquellos peligros, de toda la codicia que había sido la responsable directa de la muerte de su progenitor y de tantas desgracias a lo largo de su vida, que se instaló en aquella mansión. Huyendo de su pasado, había cambiado hasta su nombre, dejándose de llamar Shanon, para ser conocida como Vannia. Mas el pasado siempre alcanza a sus victimas, y la escocesa no fue la excepción. Los que antes habían odiado a su padre, decidieron ir contra ella, en el momento en que ésta, deseara recuperar lo que otrora fuera el legado de su padre, y desde ese momento, no tuvo ni un instante de tranquilidad.
Suspiró, entristecida por tantos recuerdos, por el triste destino de su padre, por la separación con Walter, su frustrado matrimonio, y por las amenazas que se hacían cada vez mas agresivas. la angustia que sentía en su pecho estalló en lagrimas, en golpes de frustración, que fueron descargados en sus propias piernas. Ella era la responsable de aquel destino, no podía culpar a nadie, ni a su padre, ni al pintor, y menos aún a una pequeña niña que nada tenía que ver con el peligro que la asechaba.
Tras pasar casi toda la tarde en su alcoba, decidió que una buena cabalgata le haría bien, pues siempre que sentía la que la realidad la asfixiaba, tomaba uno de sus caballos y huía, hacia algún lugar tranquilo, en el que pudiera sentirse a salvo. por esa razón, hizo ensillar su mas veloz caballo, una yegua mora, montando apenas estar lista, espoleando al animal y salió como alma que la llevaba el diablo. El viento en su rostro, el frío de la joven noche la hicieron sonreír, hacía demasiado tiempo que no se sentía tan libre.
Su cabello se liberó del lazo de terciopelo negro con el que los había atado en una coleta, haciendo que su oscura cabellera se moviera con libertad. Adoraba montar, iba vestida con unos pantalones de montar blancos, botas altas, camisa y chaqueta de paño. Vestía como un hombre, ¿pero acaso eso le importaba? no, claro que no, pues por una parte le daba un anonimato que podría ayudarla a pasar inadvertida al salir de su propiedad, y ser confundida por un hombre. Por otra parte, estaba en mitad de los campos que se extendían lejos de la ciudad de París, ¿quién podría reconocerla?
El sonido de caballos acercándose, la volvieron al presente, a la realidad ¿que estaba pasando? un disparo, otro mas, el rose doloroso de una bala, en su brazo derecho, le hicieron darse cuenta que la caza había comenzado, y que ella era la presa.
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Re: Si mi única salida es la muerte... - Privado (Kristian Vekel)
Shannon, Vannia, Jeanne… Qué importancia tenía un nombre. La esencia; eso era lo que más valoraba el vampiro. Con dos milenios y medio a cuestas, había conocido a muchas, demasiadas personas, pero ninguna poseedora de un espíritu tan puro como el de aquella mujer. Por eso lo había cautivado desde aquel primer encuentro. El primero, y el único. Esa noche, en su estudio, la inexperta joven había entregado más que su cuerpo a un desconocido, cautivando irremediablemente a Kristian Vekel, que en el fondo, como todo artista, no era más que un romántico.
Dos años transcurrieron desde aquella vez, y aunque Shannon había mostrado entusiasmo ante la posibilidad de volver a reunirse con él, la ocasión nunca se presentó. Kristian no llegó a permitirlo; no lo creyó prudente. Sin embargo, nunca desapareció por completo. Vigilándola desde las sombras, incapaz de reprimir esa curiosa e imperiosa necesidad de protegerla, el inmortal se convirtió en el más ferviente espectador de su vida. Fue así que llegó a enterarse de que ya no era más aquella inocente niña. Ahora era una mujer; esposa; la madre de dos niños. Pero como solía ocurrir, en la vida de la joven, no todo era dicha. Vekel también estaba al tanto de las dificultades a las que se había enfrentado, mismas que continuaba encarando hoy en día. El peligro la rondaba más que nunca, y él no la abandonaría.
Apenas se hubo ocultado el sol, su peor enemigo, la siguió. Una inmensa sensación de abandono se percibía en aquel paraje solitario. Estaba tan silencioso. Desde lejos observó cómo ésta salía a montar y la contempló, maravillado con su destreza. El viento llevó el aroma de Shannon hasta su nariz, desatando en la memoria del vampiro los recuerdos de aquella noche en que había sido tuya. Pero la tranquilidad duró poco. Súbitamente, los sentidos de Kristian se alertaron ante la amenazadora presencia de dos extraños.
El sonido de un disparo se dejó escuchar, seguido por otro, y apenas tres segundos después, un tercero. Preocupado por la seguridad de Shannon, rodeó la propiedad, acercándose lo más que pudo. Entonces, pudo verla. Shannon yacía herida; el olor a sangre se lo confirmaba. Su caballo corría a toda velocidad, asustado por el tiroteo. Lastimada, como estaba, ella se aferraba a su corcel; pero aquellos hombres, que también montaban, la seguían de cerca. Kristian temió lo peor, y con pesar supo que si él no intervenía, aquella sería la última vez que la vería con vida.
—No tú —musitó desde las sombras. Sus rasgos se endurecieron con ira. Apretó los puños a ambos lados del cuerpo—. Cualquiera, pero no tú.
Dos años transcurrieron desde aquella vez, y aunque Shannon había mostrado entusiasmo ante la posibilidad de volver a reunirse con él, la ocasión nunca se presentó. Kristian no llegó a permitirlo; no lo creyó prudente. Sin embargo, nunca desapareció por completo. Vigilándola desde las sombras, incapaz de reprimir esa curiosa e imperiosa necesidad de protegerla, el inmortal se convirtió en el más ferviente espectador de su vida. Fue así que llegó a enterarse de que ya no era más aquella inocente niña. Ahora era una mujer; esposa; la madre de dos niños. Pero como solía ocurrir, en la vida de la joven, no todo era dicha. Vekel también estaba al tanto de las dificultades a las que se había enfrentado, mismas que continuaba encarando hoy en día. El peligro la rondaba más que nunca, y él no la abandonaría.
Apenas se hubo ocultado el sol, su peor enemigo, la siguió. Una inmensa sensación de abandono se percibía en aquel paraje solitario. Estaba tan silencioso. Desde lejos observó cómo ésta salía a montar y la contempló, maravillado con su destreza. El viento llevó el aroma de Shannon hasta su nariz, desatando en la memoria del vampiro los recuerdos de aquella noche en que había sido tuya. Pero la tranquilidad duró poco. Súbitamente, los sentidos de Kristian se alertaron ante la amenazadora presencia de dos extraños.
El sonido de un disparo se dejó escuchar, seguido por otro, y apenas tres segundos después, un tercero. Preocupado por la seguridad de Shannon, rodeó la propiedad, acercándose lo más que pudo. Entonces, pudo verla. Shannon yacía herida; el olor a sangre se lo confirmaba. Su caballo corría a toda velocidad, asustado por el tiroteo. Lastimada, como estaba, ella se aferraba a su corcel; pero aquellos hombres, que también montaban, la seguían de cerca. Kristian temió lo peor, y con pesar supo que si él no intervenía, aquella sería la última vez que la vería con vida.
—No tú —musitó desde las sombras. Sus rasgos se endurecieron con ira. Apretó los puños a ambos lados del cuerpo—. Cualquiera, pero no tú.
Elijah Caverhill- Humano Clase Alta
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Re: Si mi única salida es la muerte... - Privado (Kristian Vekel)
Apretó su mandíbula, intentando ahogar un grito de dolor, ¿de que valdría desperdiciar sus fuerzas en ello?, desconcentrarse no era una opción, debía poner todos sus sentidos en huir de allí, perder a esos cazadores, mercenarios que, sabían cuanto costaba su vida. Estaba dispuesta a dar su mejor esfuerzo, no permitiría entregarse a la muerte tan fácilmente, jamás como un cobarde, pero ¿que podía hacer si no había cargado un arma? si sus cálculos habían fallado, debería enfrentar su destino.
Intentó moverse en zig zag, se suponía que así no sería un blanco facil, pero ella era una sola, mientras sus enemigos se movían en grupo de tres. Un nuevo disparo, el impacto de la bala dio directo en su brazo izquierdo, aunque no quebró el hueso, el dolor fue insoportable, tanto así que por un segundo creyó que perdería la conciencia. Ya no podía seguir sosteniendo las riendas con sus dos manos, y aunque intentó aferrar sus manos a las crines de la cabalgadura, su mano izquierda no tenía fuerza para aferrarse, ademas, el dolor en el brazo hizo que gritara, las lagrimas se deslizaban por sus mejillas, eran lagrimas de frustración, de enojo por todo aquello que había dejado atrás y que ya no podría volver a vivir.
Aunque el caballo seguía galopando, las fuerzas de la mujer se extinguían, su vista se nubló, podía sentir como su camisa se empapaba de aquel liquido preciado, ese que la mantenía en éste mundo y que pronto dejaría, las cartas habían sido rebeladas, y ella había perdido la partida, no existía forma de lograr huir de un destino pre fijado. Su cabeza no dejaba de pensar, en aquello que dejaría atrás, las palabras del vampiro que había conocido asía solo unas noches, le retumbaban en su cabeza, ¿porque no había usado sus poderes? ¿porque se había comportado como si fuera una mujer común y corriente? tal vez porque toda su vida había deseado ser aceptada, no ser diferente y sobre todo, jamás usar su don para el mal. Mas ahora, en ésa hora aciaga, ¿servía de algo haber vivido honestamente? no quiso responderse, simplemente deseaba usar esos últimos momentos de vida en recordar a sus amados, a sus dos pequeños niños, a su querido esposo, que debería odiar pero que no podía hacerlo, ni siquiera en un momento así. Un recuerdo, atesorado en su corazón, surgió, como un dulce bálsamo, sus labios pronunciaron aquel nombre, - Kristian - hacía tantos años que no sabía de él, y esa noche moriría sin despedirse, sin decirle que había sido el hombre mas importante de su vida, luego de sus hijos, y aun antes de su esposo, aunque hubiera intentado no reconocerlo durante tanto tiempo. Volvieron a surgir las lagrimas de sus ojos, - Lo siento tanto, siento no poder haber sido sincera contigo, con mis propios sentimientos, por negar que eras tan importante para mi, por haberte intentado borrar de mi pasado y mantener tu existencia solo para mi. - fueron los últimos pensamientos, antes de que sus manos comenzaran a soltar su amarre y sus ojos se cerraran, los sonidos se apagaron y la oscuridad se apoderó de ella.
Intentó moverse en zig zag, se suponía que así no sería un blanco facil, pero ella era una sola, mientras sus enemigos se movían en grupo de tres. Un nuevo disparo, el impacto de la bala dio directo en su brazo izquierdo, aunque no quebró el hueso, el dolor fue insoportable, tanto así que por un segundo creyó que perdería la conciencia. Ya no podía seguir sosteniendo las riendas con sus dos manos, y aunque intentó aferrar sus manos a las crines de la cabalgadura, su mano izquierda no tenía fuerza para aferrarse, ademas, el dolor en el brazo hizo que gritara, las lagrimas se deslizaban por sus mejillas, eran lagrimas de frustración, de enojo por todo aquello que había dejado atrás y que ya no podría volver a vivir.
Aunque el caballo seguía galopando, las fuerzas de la mujer se extinguían, su vista se nubló, podía sentir como su camisa se empapaba de aquel liquido preciado, ese que la mantenía en éste mundo y que pronto dejaría, las cartas habían sido rebeladas, y ella había perdido la partida, no existía forma de lograr huir de un destino pre fijado. Su cabeza no dejaba de pensar, en aquello que dejaría atrás, las palabras del vampiro que había conocido asía solo unas noches, le retumbaban en su cabeza, ¿porque no había usado sus poderes? ¿porque se había comportado como si fuera una mujer común y corriente? tal vez porque toda su vida había deseado ser aceptada, no ser diferente y sobre todo, jamás usar su don para el mal. Mas ahora, en ésa hora aciaga, ¿servía de algo haber vivido honestamente? no quiso responderse, simplemente deseaba usar esos últimos momentos de vida en recordar a sus amados, a sus dos pequeños niños, a su querido esposo, que debería odiar pero que no podía hacerlo, ni siquiera en un momento así. Un recuerdo, atesorado en su corazón, surgió, como un dulce bálsamo, sus labios pronunciaron aquel nombre, - Kristian - hacía tantos años que no sabía de él, y esa noche moriría sin despedirse, sin decirle que había sido el hombre mas importante de su vida, luego de sus hijos, y aun antes de su esposo, aunque hubiera intentado no reconocerlo durante tanto tiempo. Volvieron a surgir las lagrimas de sus ojos, - Lo siento tanto, siento no poder haber sido sincera contigo, con mis propios sentimientos, por negar que eras tan importante para mi, por haberte intentado borrar de mi pasado y mantener tu existencia solo para mi. - fueron los últimos pensamientos, antes de que sus manos comenzaran a soltar su amarre y sus ojos se cerraran, los sonidos se apagaron y la oscuridad se apoderó de ella.
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Re: Si mi única salida es la muerte... - Privado (Kristian Vekel)
Kristian.
Ella pronunció su nombre. Fue apenas un susurro, estaban a una gran distancia el uno del otro, pero Kristian lo percibió como si se lo dijera al oído. Acto seguido, el vampiro captó cada una de las sensaciones que Jeanne estaba experimentando. Tristeza, angustia, dolor… y miedo. Mucho miedo. Cerró los ojos inconscientemente y casi tembló. Para un alma con la sensibilidad que ella poseía, todo aquello era demasiado. Supo que no podía dejarla. Y, cuando la vio caer del caballo, entendió que postergar por más tiempo su irrupción en la inhumana escena, no tenía razón de ser.
Con la rapidez de un rayo se aproximó a los malhechores. La táctica fue usar su presencia para atemorizar a los caballos y que éstos, al intentar huir, lanzaran al suelo a los delincuentes. Y así ocurrió. Una vez abajo, nivelado el campo de juego, terminar con su miserable e indeseada existencia era pan comido. Estaban indefensos, aunque aún no lo sabían.
Corpulento y vigoroso, Kristian se irguió por encima de ellos. Ambos hombres casi parecían pequeños ante sus pies. El más joven e impulsivo de ellos empuñó su pistola, la misma que utilizó para herir a Jeanne, y le disparó al vampiro sin siquiera dudarlo. La bala se incrustó en el pecho de Kristian pero, éste, ante la mirada atónita de los hombres, permaneció estático y sereno, revelando así su naturaleza sobrenatural. Los ojos del joven se agrandaron, estaba asustado, pero negándose a aceptar su destino ya escrito, mientras se arrastraba sobre el pasto imitando a su compañero, disparó dos veces más, fallando ambos tiros. Kristian, cansado de la situación y cada vez más convencido de que el mundo sería un mejor lugar sin esos dos, los levantó del suelo y sin el menor esfuerzo les partió el cuello. No era un vampiro violento, jamás mataba por placer, pero la satisfacción que lo inundó al ver los dos cuerpos inertes, fue inquietantemente genuina.
Un quejido lo sacó del ensimismamiento. Era Jeanne. Se arrodilló junto a ella y estudió sus heridas. Había recibido un balazo, justo en el hombro, pero aunque resultarse doloroso, no era lo que se merecía su preocupación. Lo verdaderamente alarmante era el golpe que se había dado en la nuca al caer sobre una roca. El riesgo de muerte era sumamente alto.
—Jeanne, mírame —cogió su mano y la acunó entre la suya. Sus dedos ya comenzaban a sentirse fríos y débiles—. Soy Kristian. Tú me llamaste. Estoy aquí. Estoy aquí...
Kristian se inclinó más, pero Jeanne no parecía reconocerlo. Lucía muy pálida, como si llevara meses enferma; no se parecía en nada a la joven llena de vitalidad que había visto montar esa misma tarde. Tenía la mirada desenfocada y percibía su respiración dificultosa. El vampiro temió lo peor.
—Se fuerte —casi se lo suplicó—. Hazlo por tus hijos. Ellos te necesitan.
Pero ni el recuerdo de sus dos seres más amados parecía ser lo suficientemente importante para regresarla a la vida. Puede que en el fondo estuviera luchando por quedarse, pero en sus ojos había muerte.
Ella pronunció su nombre. Fue apenas un susurro, estaban a una gran distancia el uno del otro, pero Kristian lo percibió como si se lo dijera al oído. Acto seguido, el vampiro captó cada una de las sensaciones que Jeanne estaba experimentando. Tristeza, angustia, dolor… y miedo. Mucho miedo. Cerró los ojos inconscientemente y casi tembló. Para un alma con la sensibilidad que ella poseía, todo aquello era demasiado. Supo que no podía dejarla. Y, cuando la vio caer del caballo, entendió que postergar por más tiempo su irrupción en la inhumana escena, no tenía razón de ser.
Con la rapidez de un rayo se aproximó a los malhechores. La táctica fue usar su presencia para atemorizar a los caballos y que éstos, al intentar huir, lanzaran al suelo a los delincuentes. Y así ocurrió. Una vez abajo, nivelado el campo de juego, terminar con su miserable e indeseada existencia era pan comido. Estaban indefensos, aunque aún no lo sabían.
Corpulento y vigoroso, Kristian se irguió por encima de ellos. Ambos hombres casi parecían pequeños ante sus pies. El más joven e impulsivo de ellos empuñó su pistola, la misma que utilizó para herir a Jeanne, y le disparó al vampiro sin siquiera dudarlo. La bala se incrustó en el pecho de Kristian pero, éste, ante la mirada atónita de los hombres, permaneció estático y sereno, revelando así su naturaleza sobrenatural. Los ojos del joven se agrandaron, estaba asustado, pero negándose a aceptar su destino ya escrito, mientras se arrastraba sobre el pasto imitando a su compañero, disparó dos veces más, fallando ambos tiros. Kristian, cansado de la situación y cada vez más convencido de que el mundo sería un mejor lugar sin esos dos, los levantó del suelo y sin el menor esfuerzo les partió el cuello. No era un vampiro violento, jamás mataba por placer, pero la satisfacción que lo inundó al ver los dos cuerpos inertes, fue inquietantemente genuina.
Un quejido lo sacó del ensimismamiento. Era Jeanne. Se arrodilló junto a ella y estudió sus heridas. Había recibido un balazo, justo en el hombro, pero aunque resultarse doloroso, no era lo que se merecía su preocupación. Lo verdaderamente alarmante era el golpe que se había dado en la nuca al caer sobre una roca. El riesgo de muerte era sumamente alto.
—Jeanne, mírame —cogió su mano y la acunó entre la suya. Sus dedos ya comenzaban a sentirse fríos y débiles—. Soy Kristian. Tú me llamaste. Estoy aquí. Estoy aquí...
Kristian se inclinó más, pero Jeanne no parecía reconocerlo. Lucía muy pálida, como si llevara meses enferma; no se parecía en nada a la joven llena de vitalidad que había visto montar esa misma tarde. Tenía la mirada desenfocada y percibía su respiración dificultosa. El vampiro temió lo peor.
—Se fuerte —casi se lo suplicó—. Hazlo por tus hijos. Ellos te necesitan.
Pero ni el recuerdo de sus dos seres más amados parecía ser lo suficientemente importante para regresarla a la vida. Puede que en el fondo estuviera luchando por quedarse, pero en sus ojos había muerte.
Elijah Caverhill- Humano Clase Alta
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Re: Si mi única salida es la muerte... - Privado (Kristian Vekel)
Un golpe seco, apena un quejido que se escapa de sus labios, tendida en el suelo, desmadejada como una muñeca que su dueño a decidido olvidar, se encontraba Jeanne. El caballo, había seguido su camino, dejándola sola, ante el inevitable destino. Sus enemigos, a corta distancia, ya se acercaban a dar fin a su vida.
Intentar moverse le era imposible, si hasta abrir su parpados, parecía una empresa titánica, respirar el sufrimiento mas grande, y aunque los sonidos del exterior se velaban lentamente, el latido de su propio corazón, se escuchaba mas fuerte, como la última canción que se escucha en la noche. No necesitaba tener tantos conocimientos, para darse cuenta que se encontraba a las puertas de la muerte. ¿que podía hacer? ¿suplicar a los cielos por un milagro? ¿a que Dios? si desde hacía un tiempo, había dejado de confiar en el supremo ser, ese que su padre con todo el amor del mundo había intentado inculcarle. ¿Temía morir? no, tampoco sentía miedo por ella, sino por sus hijos, por todo lo que dejaría atrás, por las palabras no dichas, los sentimientos ocultos, que se perderían tras su muerte.
Las lagrimas descendieron por su rostro mojando sus orejas y cabello, intentó inspirar, pero el dolor era insoportable, quiso moverse, pero sus brazos y manos no respondían. Apenas pudo girar su cabeza levemente, hacia donde se encontraban sus enemigos, pensó ¿cuantos segundos pasaría antes de que le dieran el tiro de gracia? Pero en ese instante, el cuerpo de un hombre, cubrió su visión, aquel personaje no se inmutó ante la agresión de los asesinos, que le dispararon con la misma arma que utilizaran contra ella. Por un segundo, Jeanne, pensó en quien podría ser ese hombre, la espalda ancha, los cabellos rubios, le hicieron pensar en Kristian, pero eso era imposible, pues durante todo el tiempo en que viviera en París, no le había vuelto a ver. ¿Como podría él estar allí? si tan solo había dicho su nombre. Claro que eso era imposible, por mas inmortal que fuera, pero que hermoso era esa alucinación, causada por su propia agonía.
Una débil sonrisa se formó en sus labios, -Cuan piadosa es la muerte, que nos permite ilusionarnos con ver por última vez a quien mas amamos en la vida - pensó, mientras sus parpados cansados de luchar por mantenerse abiertos, se volvía a cerrar, y las lagrimas seguían derramándose. Estaba en paz, si éste era el final, si la noche eterna había llegado, Jeanne aceptaría su destino. Sus hijos, se encontrarían a salvo pues su esposo les protegería, con su propia vida. Su amigo, aquel vampiro que le había propuesto ayudarla en su venganza, en su lucha, y que le reprendía cada noche por no desarrollar mas sus poderes, Vlad, él también podría seguir adelante, tal cual lo había hecho hasta ahora. Mas al único que no había podido ver y por el que sufría dejar éste mundo sin despedirse, era a su querido Kristian, - Perdón amigo mio - pensó, sintiendo las lagrimas humedecer sus cabello.
Un segundo de inconsciencia, tras el cual una voz conocida, logró hacer que ella abriera nuevamente sus ojos, mas no pudo enfocar, solo era un rostro borroso, mas la voz, tan querida, como añorada, pudo traspasar aquella bruma de la inconsciencia. Su boca seca, quiso pronunciar nuevamente aquel nombre, pero la saliva espesa, de sabor metálico, al estar mezclada por su propia sangre, no le permitió tragar, para así poder pronunciar alguna mínima palabra. El sentido del tacto en sus manos apenas podía percibirlo, mas intuía que él tomaba su mano. - Gracias, gracias querido mio... mas es tarde, para todo lo que desearía haber dicho y hecho - caviló derrotada.
Volvió a caer en la inconsciencia, aunque algo extraño pasó, pues de pronto se sintió extrañamente ligera, y observaba la escena por encima de la cabeza del vampiro, lo veía, era él, era Kristian, e intentaba hacer que ella reaccionara, - Lo siento, lo lamento tanto... - quiso gritar. Se observó, desmadejada entre los brazos de Kristian, y se negó a morir, no sin antes poder decirle que jamás lo había olvidado, sin confesar que siempre había estado en su corazón. Fue entonces cuando sintió como algo volvía a arrastrarla a la obscuridad, para momentos después, abrir sus parpados, y fijar con suma dificultad su mirada en el rostro de vampiro, - ¿Kristian? estás aquí - susurró, con suma dificultad, quiso llevar su mano al rostro del vampiro, pero le fue imposible, se conformó mirarle aunque mas no fuera un instante antes de morir.
Intentar moverse le era imposible, si hasta abrir su parpados, parecía una empresa titánica, respirar el sufrimiento mas grande, y aunque los sonidos del exterior se velaban lentamente, el latido de su propio corazón, se escuchaba mas fuerte, como la última canción que se escucha en la noche. No necesitaba tener tantos conocimientos, para darse cuenta que se encontraba a las puertas de la muerte. ¿que podía hacer? ¿suplicar a los cielos por un milagro? ¿a que Dios? si desde hacía un tiempo, había dejado de confiar en el supremo ser, ese que su padre con todo el amor del mundo había intentado inculcarle. ¿Temía morir? no, tampoco sentía miedo por ella, sino por sus hijos, por todo lo que dejaría atrás, por las palabras no dichas, los sentimientos ocultos, que se perderían tras su muerte.
Las lagrimas descendieron por su rostro mojando sus orejas y cabello, intentó inspirar, pero el dolor era insoportable, quiso moverse, pero sus brazos y manos no respondían. Apenas pudo girar su cabeza levemente, hacia donde se encontraban sus enemigos, pensó ¿cuantos segundos pasaría antes de que le dieran el tiro de gracia? Pero en ese instante, el cuerpo de un hombre, cubrió su visión, aquel personaje no se inmutó ante la agresión de los asesinos, que le dispararon con la misma arma que utilizaran contra ella. Por un segundo, Jeanne, pensó en quien podría ser ese hombre, la espalda ancha, los cabellos rubios, le hicieron pensar en Kristian, pero eso era imposible, pues durante todo el tiempo en que viviera en París, no le había vuelto a ver. ¿Como podría él estar allí? si tan solo había dicho su nombre. Claro que eso era imposible, por mas inmortal que fuera, pero que hermoso era esa alucinación, causada por su propia agonía.
Una débil sonrisa se formó en sus labios, -Cuan piadosa es la muerte, que nos permite ilusionarnos con ver por última vez a quien mas amamos en la vida - pensó, mientras sus parpados cansados de luchar por mantenerse abiertos, se volvía a cerrar, y las lagrimas seguían derramándose. Estaba en paz, si éste era el final, si la noche eterna había llegado, Jeanne aceptaría su destino. Sus hijos, se encontrarían a salvo pues su esposo les protegería, con su propia vida. Su amigo, aquel vampiro que le había propuesto ayudarla en su venganza, en su lucha, y que le reprendía cada noche por no desarrollar mas sus poderes, Vlad, él también podría seguir adelante, tal cual lo había hecho hasta ahora. Mas al único que no había podido ver y por el que sufría dejar éste mundo sin despedirse, era a su querido Kristian, - Perdón amigo mio - pensó, sintiendo las lagrimas humedecer sus cabello.
Un segundo de inconsciencia, tras el cual una voz conocida, logró hacer que ella abriera nuevamente sus ojos, mas no pudo enfocar, solo era un rostro borroso, mas la voz, tan querida, como añorada, pudo traspasar aquella bruma de la inconsciencia. Su boca seca, quiso pronunciar nuevamente aquel nombre, pero la saliva espesa, de sabor metálico, al estar mezclada por su propia sangre, no le permitió tragar, para así poder pronunciar alguna mínima palabra. El sentido del tacto en sus manos apenas podía percibirlo, mas intuía que él tomaba su mano. - Gracias, gracias querido mio... mas es tarde, para todo lo que desearía haber dicho y hecho - caviló derrotada.
Volvió a caer en la inconsciencia, aunque algo extraño pasó, pues de pronto se sintió extrañamente ligera, y observaba la escena por encima de la cabeza del vampiro, lo veía, era él, era Kristian, e intentaba hacer que ella reaccionara, - Lo siento, lo lamento tanto... - quiso gritar. Se observó, desmadejada entre los brazos de Kristian, y se negó a morir, no sin antes poder decirle que jamás lo había olvidado, sin confesar que siempre había estado en su corazón. Fue entonces cuando sintió como algo volvía a arrastrarla a la obscuridad, para momentos después, abrir sus parpados, y fijar con suma dificultad su mirada en el rostro de vampiro, - ¿Kristian? estás aquí - susurró, con suma dificultad, quiso llevar su mano al rostro del vampiro, pero le fue imposible, se conformó mirarle aunque mas no fuera un instante antes de morir.
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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