Callejón sin salida [Privado]

La poca información que había conseguido obtener sobre ese ser de las tinieblas al que llevaba semanas persiguiendo, me llevaron esa noche a visitar uno de los barrios más empobrecidos de París, donde la inmundicia y las enfermedades iban cogidas de la mano. No me resultaba necesario usar mis habilidades como vampiresa para darme cuenta de que el hedor a muerte inundaba cada callejón, ni percibir el aura de la muchedumbre para asegurar que la mayoría de ellos moriría de innanición en cuestión de tiempo. Solo con escuchar los débiles latidos de sus corazones me era suficiente para saber el precario estado en el que se encontraban.

Apenas unos minutos me fueron necesarios para percatarme de que aquel rastro me llevaba de nuevo a un callejón sin salida; un rastro erróneo que me había hecho perder una preciosa noche de mi eterna existencia. Con la intención de que el largo camino recorrido para llegar hasta allí no hubiese resultado inútil decidí tomarme una última copa de vino antes de marcharme. Adentrándome en una de las mugrosas tabernas de los alrededores, donde agradecí por una vez ser inmortal e incapaz de contraer alguna enfermedad contagiosa por beber de un vaso que bien parecía no haber sido lavado desde tiempo inmemoriales, tomé asiento para observar con curiosidad a la clientela del local. Lejos de mostrarse decaídos por las duras vidas con las que la mayoría de ellos tenían que lidiar, disfrutaban de cada minuto extra que la parca les regalaba.

Sonreía tras el vidrio de mi copa de vino, de la cual daba pequeños tragos con el fin de parecer una humana más, cuando un gran estruendo llamó mi atención y la del resto de desconocidos que allí se encontraban. Todas las miradas se dirigieron hacia el exterior a través de unas ventanas cuya suciedad convertía en una odisea averiguar lo sucedido en la calle.
Tanto yo como otros muchos clientes, salimos curiosos para tratar de descubrir cual había sido la razón de esa extraña explosión, cuando antes de que mis ojos llegasen a ver la verdadera razón, el olor a humo inundó mis fosas nasales y obtuve mi respuesta.

Gritos de auxilio y voces clamando al cielo en busca de ayuda retumbaban por doquier en un barrio donde de por sí reinaba el caos más absoluto. Gente corriendo de un lado a otro sin orden ninguno; unos que acudían con premura hacia el incendio para tratar de ayudar a las posibles víctimas, otros que huían de alli por la sencilla razón de salvar sus vidas, mientras yo, impasible, caminaba tranquilamente observando con atención a todos y cada uno de ellos. La conducta humana era algo que con el tiempo había aprendido a estudiar, y que me había servido en muchas ocasiones para encontrar a los humanos perfectos de los que alimentarme.

Pasados unos minutos y pareciendo que el fuego estaba controlado, mi atención comenzó a mermar y la opción de marcharme de nuevo hacia el centro de París para retomar el camino a casa iba tomando peso, pero de pronto una extraña aura llamó mi atención con creces. Asentí con suavidad en forma de un tímido saludo cuando nuestras miradas se cruzaron. Era extraño encontrar a un sobrenatural por esos lares, pero tal vez era el eslabón perdido que me había llevado a buscar pistas en aquel lugar.

Fruncí el ceño ligeramente cuando en lugar de corresponder a mi saludo, el rudo gruñido de aquel peculiar hechicero llegó hasta mi desarrollado sentido del oído. Estaba prácticamente segura de que la razón por la que los humanos habían conseguido controlar aquel incendio estaba directamente relacionado con el cambio de color del aura del brujo, ya que ésta indicaba que había usado su magia recientemente. Por lo tanto tal vez no fuese uno de éstos seres que se dedicaban a las artes oscuras, pues que no sería lógico que ayudase desinteresadamente a un grupo desconocidos en un asunto de esa envergadura. Pero entonces, ¿por qué mostrarse tan reacio a simplemente devolverme el saludo, si como el resto, yo también era una desconocida para él?

Mordía con suavidad mi labio inferior, desconcertada por cual debía ser mi reacción ante aquello, hasta que finalmente me aventuré a acercarme hasta el hechicero. Tal vez su gesto no iba dedicado a mí, o quizás me había confundido con otra persona. La cuestión es que me había dirigido a aquella parte de la ciudad con la intención de encontrar alguna pista que nos llevase a localizar a aquel inmortal que estaba haciendo estragos durante las noches parisinas, y que hasta el momento a Genji y a mí su búsqueda nos estaba resultando tediosa.

Finalmente, y esperando no estar cometiendo ninguna estupidez, me acerqué hasta el lugar donde el hechicero se mantenía recostado, deteniéndome a su lado para observarlo con atención.- Buenas noches, Monsieur. Lamento la interrupción, creo que no nos conocemos.- apunté esbozando una cálida sonrisa, esperando que reaccionase a mi llegada de forma satisfactoria. Alargue la mano a modo de saludo, ignorando si el hechicero tendría algo en contra de los de mi especie, y de ahí su parecido mal humor.- Mi nombre es Azure, Azure Dracarys. Estoy buscando un poco de información por estos lares, y tal vez vos seáis la persona idónea que pueda ayudarme en mi cometido.- añadí con una suave voz aterciopelada, esperando que tanto mis palabras como mis gestos le mostrasen que no era una asesina como el resto de los inmortales, y que solo esperaba un poco de cooperación por su parte.

El hechicero si bien había colaborado en aquel incendio siempre lo hacia desde un punto de vista neutral, no era que le gustara ayudar a la gente pero no le agradaba que estos murieran o perdieran sus cosas, realmente evitaba tener que evitar saber que era quien había ayudado o estuviera involucrado en alguna de las cosas, este suspiro levemente notando como aquella aura roja se acercaba a el, una vampira elevo la ceja levemente pero nada mas escuchar su voz gruño mirando para otro lado, no le interesaba para nada lo que tuviera para ofrecer la inmoral o quisiera, después de todo eran unas asesinos que deseaban únicamente la sangre de sus victimas, no era que el tuviera algo contra esa forma de vivir, pero realmente no le interesaba los problemas, hasta que ella menciono su apellido el giro la vista hacia la joven mirándola de arriba a bajo, como evaluando si lo que decía era verdad, claro estaba que el saludo no lo correspondió, de sus labios salieron algunas palabras únicamente.

-Una Dracarys, los vampiros que buscan conservar su humanidad, ayudando a los mas pobres.... se escucha hablar de ustedes entre los indigentes...

Menciona elevando la ceja mirando a la muchacha por unos instantes a los ojos, era un lugar que el brujo recorría con bastante normalidad, para mantenerse escondido y evitando el ojo acusador de la iglesia como también, de aquellos a los que el estafaba a veces o que le debía alguna que otra cosa, que debió pedir para poder ayudar alguna persona y se quedaba en números rojos, con personas que realmente no eran muy buenas.

Su primera reacción al presentarme frente a él fue de todo menos alentadora. Su gesto malhumorado y reacio a tener cualquier tipo de conversación conmigo mostraba realmente la imagen que tenía de los vampiros. Más no podía recriminarle nada, no todos éramos iguales, del mismo modo que no todos los hechiceros, humanos o cambiantes eran de la misma forma. Aquel joven debería haber aprendido, o tal vez aprendería con el tiempo, que no se debe juzgar a nadie por su naturaleza, sino por lo que alberga su corazón, aunque éste lleve milenios sin latir.

Aunque algo cambió de pronto en su semblante, cruzando esta vez nuestras miradas de forma distinta. ¿Qué era lo que había mencionado yo que le había hecho cambiar de opinión, para de momento al menos ser digna de una respuesta? Fruncí el ceño confundida cuando sin disimulo alguno el humano comenzó a recorrerme con la mirada toda mi anatomía, buscando no sé qué que se le hubiese perdido ahí. Ah, claro. Era mi apellido adoptado lo que había clamado su atención, si bien no sabía si era para bien o para mal, al menos había conseguido que permaneciese allí y no se marchase dándome la espalda como estaba dispuesto a hacer.

-No solo entre los indigentes, pero deduciré que está incluido en ese grupo y de ahí su conocimiento sobre nosotros.- apunté más cortante de lo que había deseado, siendo yo en este momento quien lo recorría con la mirada de arriba abajo. Era un espécimen digno de admirar, de eso no había ninguna duda. Y su aura despedía diferentes tonos, haciendo todavía más interesante al humano. Había algo él que atraía, y no solo me refería a su físico que era atractivo y varonil, sino en su persona. Era como si el peligro que transmitía actuase como imanes con el resto.

-Tal vez me haya equivocado de persona, disculpe. Acostumbro a creer que cualquiera estaría dispuesto a ayudar a una apacible inmortal con tal de sanar un mal mayor, pero está visto que siempre habrán clases y por desgracia estaré tachada de maldita el resto de mi inmortalidad.- susurré dando por concluida una conversación que ni siquiera había comenzado, asumiendo que el brujo jamás colaboraría con un vampiro.- Que tenga buena noche, Monsieur, no le entretengo más.- concluí girando levemente sobre mis talones, no sin antes dedicarle una entristecida mirada y una sonrisa de medio lado llena de nostalgia, producidas por el rechazo que me había afectado más de lo que habría imaginado de alguien desconocido.