AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En un oscuro callejón (Privado)
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En un oscuro callejón (Privado)
La noche había caído en su máxima oscuridad. Al ser invierno, el cielo totalmente nublado apenas filtraba la luz de la luna. Una gruesa capa de nieve, sucia por las pisadas, forraba el camino cual tapete grisáceo. Una silueta delgada caminaba con velocidad, con pasos ligeros que apenas dejaban huella en la nieve. Se trataba de la heredera, que como siempre que se encontraba por aquellos lares, no tenía otro motivo que el de cazar; buscando a hijos de los bajos fondos para saciar su sed.
No, por mucho que se pensase, Antoinette no era admiradora de su nueva vida. Desde siempre se le había complicado arrancar vidas para satisfacer la suya. Había intentado todo a su alcance para cambiar aquellos hábitos dañinos, pero había sido todo inútil; no quedándole otra opción que vagar por callejones oscuros, lejanos, inhóspitos, para así conseguir a algún pobre infeliz del cual alimentarse.
A pesar de que la sangre de sus víctimas no tenía el mismo exquisito sabor que la de alguien saludable y bien atendido; era mejor que nada. Se había casi acostumbrado al ligero sabor del alcohol, a ver caras sucias, rostros demacrados, cuerpos famélicos, ropas raídas. Procuraba siempre no vaciar del todo a su víctima, pero casi siempre la mala salud de las mismas fallaba llevándolos a una muerte fija. Tras 50 años, a Antoinette aún le dolía la muerte.
Aquella noche en particular, el clima inclemente traía consigo una temperatura bajísima. Vientos fríos, movían en corrientes casi imperceptibles los copos de nieve que aún caían en menos proporción, por lo que la gruesa capa negra con capucha que portaba, estaba cubierta con un polvillo blanco, como de escarcha. La castaña siguió su camino rápido, sin inquietarse porque los filos de su elegante vestido azul real estuviesen mojándose y manchándose. No podía dejar de imaginar cuánta gente moriría en las calles antes de navidad. Si tan solo pudiera hacer algo para ayudar a tantos desafortunados... en sus travesías por aquellos lugares se había topado con casos muy desagradables de gente humilde que a falta de un techo habían muerto sin que nadie los echara en falta.
Como una sombra, llegó finalmente hacia un callejón casi vacío. El olor a alcohol estaba presente en el aire como un indicador de que algún alcohólico estaba cerca. Automáticamente, se tensó. Sus sentidos se agudizaron, y dejó lentamente que el hambre se apoderara de sus miembros, poseyéndola como si de un títere se tratase. Caminó un poco más, y efectivamente, un hombre de unos 50 años aproximadamente, daba tumbos a través del helado camino, zigzagueando a causa del alcohol. La vampiresa se acercó con lentitud, y bajando la capucha que cubría su identidad con delicadeza, se reveló ante el hombre que la miró, maravillado.
—¡ Oh gracias al cielo! Monsieur... —El tono de su voz era sutil, casi hipnotizante. —Mi carruaje se ha averiado en el camino principal, y mi hijo y yo necesitamos regresar pronto a nuestro hogar. El cochero ha desaparecido, y yo en verdad no tengo idea de donde estamos. El pequeño se ha quedado solo en el carruaje.... y yo... ¿cree usted que podría ayudarnos? Se lo compensaré, lo prometo —Suplicó, con la voz peligrosamente sollozante. El hombre ni corto ni perezoso, soltó la botella que se quebró al chocar con el suelo. La miró, relamiéndose, seguramente con pensamientos oscuros formándose en su cabeza. Siguiéndola obedientemente, Antoinette lo guió hacia una calleja sin salida, y lo miró, sonriente. Todo rastro de preocupación había desaparecido de sus facciones de porcelana.
—Esto me duele más a mi que a usted... —Se despidió, acercándose al atónito hombre que la miraba sin comprender absolutamente nada. Con un movimiento rápido, la Boissieu hincó los dientes en el cuello del hombre, que aterrado intentó escapar sin éxito. Ella lo sintió desvanecerse en sus brazos, y lo dejó ahí, en medio de la calle. Nadie sospecharía nada. Extrayendo un perfumado pañuelo de seda de sus bolsillos, la ojisazules se limpió los labios, eliminando así la evidencia. Aún no estaba satisfecha del todo, pero eso bastaría para tener el hambre a raya. Se alejó por los callejones, en busca de otra posible presa. Esta vez, se daría el gusto de ser un poco más selectiva.
No, por mucho que se pensase, Antoinette no era admiradora de su nueva vida. Desde siempre se le había complicado arrancar vidas para satisfacer la suya. Había intentado todo a su alcance para cambiar aquellos hábitos dañinos, pero había sido todo inútil; no quedándole otra opción que vagar por callejones oscuros, lejanos, inhóspitos, para así conseguir a algún pobre infeliz del cual alimentarse.
A pesar de que la sangre de sus víctimas no tenía el mismo exquisito sabor que la de alguien saludable y bien atendido; era mejor que nada. Se había casi acostumbrado al ligero sabor del alcohol, a ver caras sucias, rostros demacrados, cuerpos famélicos, ropas raídas. Procuraba siempre no vaciar del todo a su víctima, pero casi siempre la mala salud de las mismas fallaba llevándolos a una muerte fija. Tras 50 años, a Antoinette aún le dolía la muerte.
Aquella noche en particular, el clima inclemente traía consigo una temperatura bajísima. Vientos fríos, movían en corrientes casi imperceptibles los copos de nieve que aún caían en menos proporción, por lo que la gruesa capa negra con capucha que portaba, estaba cubierta con un polvillo blanco, como de escarcha. La castaña siguió su camino rápido, sin inquietarse porque los filos de su elegante vestido azul real estuviesen mojándose y manchándose. No podía dejar de imaginar cuánta gente moriría en las calles antes de navidad. Si tan solo pudiera hacer algo para ayudar a tantos desafortunados... en sus travesías por aquellos lugares se había topado con casos muy desagradables de gente humilde que a falta de un techo habían muerto sin que nadie los echara en falta.
Como una sombra, llegó finalmente hacia un callejón casi vacío. El olor a alcohol estaba presente en el aire como un indicador de que algún alcohólico estaba cerca. Automáticamente, se tensó. Sus sentidos se agudizaron, y dejó lentamente que el hambre se apoderara de sus miembros, poseyéndola como si de un títere se tratase. Caminó un poco más, y efectivamente, un hombre de unos 50 años aproximadamente, daba tumbos a través del helado camino, zigzagueando a causa del alcohol. La vampiresa se acercó con lentitud, y bajando la capucha que cubría su identidad con delicadeza, se reveló ante el hombre que la miró, maravillado.
—¡ Oh gracias al cielo! Monsieur... —El tono de su voz era sutil, casi hipnotizante. —Mi carruaje se ha averiado en el camino principal, y mi hijo y yo necesitamos regresar pronto a nuestro hogar. El cochero ha desaparecido, y yo en verdad no tengo idea de donde estamos. El pequeño se ha quedado solo en el carruaje.... y yo... ¿cree usted que podría ayudarnos? Se lo compensaré, lo prometo —Suplicó, con la voz peligrosamente sollozante. El hombre ni corto ni perezoso, soltó la botella que se quebró al chocar con el suelo. La miró, relamiéndose, seguramente con pensamientos oscuros formándose en su cabeza. Siguiéndola obedientemente, Antoinette lo guió hacia una calleja sin salida, y lo miró, sonriente. Todo rastro de preocupación había desaparecido de sus facciones de porcelana.
—Esto me duele más a mi que a usted... —Se despidió, acercándose al atónito hombre que la miraba sin comprender absolutamente nada. Con un movimiento rápido, la Boissieu hincó los dientes en el cuello del hombre, que aterrado intentó escapar sin éxito. Ella lo sintió desvanecerse en sus brazos, y lo dejó ahí, en medio de la calle. Nadie sospecharía nada. Extrayendo un perfumado pañuelo de seda de sus bolsillos, la ojisazules se limpió los labios, eliminando así la evidencia. Aún no estaba satisfecha del todo, pero eso bastaría para tener el hambre a raya. Se alejó por los callejones, en busca de otra posible presa. Esta vez, se daría el gusto de ser un poco más selectiva.
Antoinette Bellerose- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/07/2013
Edad : 31
Localización : París
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Re: En un oscuro callejón (Privado)
Finalmente el invierno había llegado, nevaba y nevaba, cubriéndolo todo de blanco, como si quisieran ocultar la suciedad de las calles, de la gente, de la ciudad. Y convertirla en algo blanco y vaporoso como una enorme nube helada.
Eso era hermoso, a Javi le encantaba ver como la nieve se posaba en todos sitios y convertía las cosas feas en bonitas y las bonitas en algo maravilloso. Pero la nieve comportaba frío, mucho muchísimo frío, en esas épocas, antes de la navidad, había más de uno que perecía bajo el helado abrazo del clima. Por ello, tenia que buscar un refugio, un buen refugio, intentaría estar en su forma animal ya que con el pelo era más fácil entrar en calor y ropas no tenia muchas tampoco.
Buscando y pensando, llegó a la conclusión de que lo mejor de todo era buscar una casa con chimenea, de familia rica y hacerse un nido al lado de la chimenea con sus ropas. Los ladrillos estarían tibios a causa del humo constante y seria más fácil no congelarse como aquel hombre que hacia dos inviernos tuvieron que cortarle cuatro dedos porque no se los protegió bien. Era duro vivir en la calle, sobretodo cuando la noche era tu peor enemiga, ella era la peor asesina de todas en aquella época, ni los vampiros podían igualarla. La navidad era amarga siempre.
Por ello, Javi andaba y andaba, aun no había encontrado una casa que le convenciera y no podía parar de moverse o se congelaría con ese frío, así que seguía y seguía tenazmente, haciendo equilibrios en los tejados.
De repente, algo en el suelo llamó su atención, poniéndose de rodillas para no caer, se asomó hacia la calle y observó en silencio lo que ocurría a pocos metros. Una mujer pedía ayuda, o eso parecía, aunque era raro, iba bien abrigada y eso normalmente quería decir que era rica, así que si llamaba a una puerta, no la echarían ni nada, más bien le darían cobijo. ¿Entonces, porque pedía ayuda a un borracho de la calle? La cosa era demasiado curiosa como para que el niño lo dejara así como así, de forma que los siguió por los tejados, todo lo rápido y silencioso que podía.
Cuando finalmente dejaron de moverse y los localizó, la mujer estaba ya encima del hombre, aunque des de tan lejos no podía ver bien que le hacia. Pero, al caer el cuerpo del hombre en la nieve, pesadamente, no quedaba mucho lugar a dudas.
"Una vampira. ¿Como no vi su aura? Aah, ya se, la confundí con la nieve, la tienen tan pálida que cuesta de ver. Yo no quiero tener problemas, y esta parece con hambre aun, mejor me voy."
Pero justo en ese momento, una nube se movió dejando que la luz lunar incidiera en la nieve, creando mil destellos de hermosos colores. Javier se quedó mirando la luz que surgía débilmente del suelo mientras su pie resbalaba acercándolo cada vez más al borde del tejado. De normal, el habría echo un paso hacia delante, se movería buscando un lugar seguro para no caer, se cogería para no seguir resbalando. Pero no podía. Sacudido por un ataque de su desconocida enfermedad, se quedó paralizado, como si fuera un muñeco al que se le hubiera terminado la cuerda. Y así, en esa posición semi agachada, sin ruido alguno, cayó de forma inexorable hacia el suelo impactando contra un montón de nieve y allí se quedó, con los ojos abiertos y la mano extendida, sin reaccionar de modo alguno.
Eso era hermoso, a Javi le encantaba ver como la nieve se posaba en todos sitios y convertía las cosas feas en bonitas y las bonitas en algo maravilloso. Pero la nieve comportaba frío, mucho muchísimo frío, en esas épocas, antes de la navidad, había más de uno que perecía bajo el helado abrazo del clima. Por ello, tenia que buscar un refugio, un buen refugio, intentaría estar en su forma animal ya que con el pelo era más fácil entrar en calor y ropas no tenia muchas tampoco.
Buscando y pensando, llegó a la conclusión de que lo mejor de todo era buscar una casa con chimenea, de familia rica y hacerse un nido al lado de la chimenea con sus ropas. Los ladrillos estarían tibios a causa del humo constante y seria más fácil no congelarse como aquel hombre que hacia dos inviernos tuvieron que cortarle cuatro dedos porque no se los protegió bien. Era duro vivir en la calle, sobretodo cuando la noche era tu peor enemiga, ella era la peor asesina de todas en aquella época, ni los vampiros podían igualarla. La navidad era amarga siempre.
Por ello, Javi andaba y andaba, aun no había encontrado una casa que le convenciera y no podía parar de moverse o se congelaría con ese frío, así que seguía y seguía tenazmente, haciendo equilibrios en los tejados.
De repente, algo en el suelo llamó su atención, poniéndose de rodillas para no caer, se asomó hacia la calle y observó en silencio lo que ocurría a pocos metros. Una mujer pedía ayuda, o eso parecía, aunque era raro, iba bien abrigada y eso normalmente quería decir que era rica, así que si llamaba a una puerta, no la echarían ni nada, más bien le darían cobijo. ¿Entonces, porque pedía ayuda a un borracho de la calle? La cosa era demasiado curiosa como para que el niño lo dejara así como así, de forma que los siguió por los tejados, todo lo rápido y silencioso que podía.
Cuando finalmente dejaron de moverse y los localizó, la mujer estaba ya encima del hombre, aunque des de tan lejos no podía ver bien que le hacia. Pero, al caer el cuerpo del hombre en la nieve, pesadamente, no quedaba mucho lugar a dudas.
"Una vampira. ¿Como no vi su aura? Aah, ya se, la confundí con la nieve, la tienen tan pálida que cuesta de ver. Yo no quiero tener problemas, y esta parece con hambre aun, mejor me voy."
Pero justo en ese momento, una nube se movió dejando que la luz lunar incidiera en la nieve, creando mil destellos de hermosos colores. Javier se quedó mirando la luz que surgía débilmente del suelo mientras su pie resbalaba acercándolo cada vez más al borde del tejado. De normal, el habría echo un paso hacia delante, se movería buscando un lugar seguro para no caer, se cogería para no seguir resbalando. Pero no podía. Sacudido por un ataque de su desconocida enfermedad, se quedó paralizado, como si fuera un muñeco al que se le hubiera terminado la cuerda. Y así, en esa posición semi agachada, sin ruido alguno, cayó de forma inexorable hacia el suelo impactando contra un montón de nieve y allí se quedó, con los ojos abiertos y la mano extendida, sin reaccionar de modo alguno.
Javier Moraru- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/07/2013
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Localización : Pues... aquí, supongo
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Re: En un oscuro callejón (Privado)
Las orbes cristalinas de la inmortal pasearon por todo el callejón, buscando algún posible testigo, pero no parecía haber ninguno. Parpadeó un par de veces, con un rastro de culpa que siempre le surgía cuando andaba de caza. Casi imperceptiblemente, sus pupilas dilatadas volvieron a la normalidad, el tono de sus ojos tornó a un violeta a causa de la mezcla del rojo vampírico, con su zafiro natural. Sus mejillas se sonrosaron levemente, y su piel de marfil elevó su temperatura unos mínimos grados. Se sentía mejor, incluso podía asegurar que estaba más ágil que lo usual. La sangre fresca sin duda tenía sus beneficios.
Estaba dispuesta a darse de baja en su cacería habitual, dos cadáveres en la misma zona podrían causar algo de pánico, aunque afortunadamente nada que importara mucho a las autoridades Parisinas.
Su estilizada figura se movió a través de la capa, colocando de nuevo la capucha en su rostro. No quería ni necesitaba a alguien que pudiese identificarla, aunque bajo el frío era poco probable que alguien se interesara por ella más que por intentar buscar un refugio para no morir congelado. Dio un par de pasos en la nieve, preguntándose qué haría a continuación. De seguro tomaría un baño, pediría a Mathilde que prenda la chimenea, más que por la necesidad de calidez, por el simple hecho de que una chimenea encendida le recordaba sus épocas mortales. Suspiró de manera casi imperceptible. Que solitaria se había vuelto desde entonces.
Se permitió distraerse un poco en el trayecto, segura de que no llamaría la atención de ningún transeúnte. Tanto se distrajo que estuvo a punto de tropezar con un montículo de nieve. Lo miró, con poca atención, hasta que descubrió algo que la sorprendió de sobremanera. Un niño pequeño se encontraba tirado de cualquier manera sobre la helada nieve. Con los ojos sumamente abiertos, parecía estar en una especie de trance. —Pero qué demo.... —Antoinette lo miró sorprendida, y luego recorrió el sitio con la mirada, sin poder encontrar a ninguna madre preocupada. Quizás el pequeño se había perdido, o quizás se había escapado de su hogar. Su semblante pálido indicaba que había pasado frío por tiempo prolongado, quizás incluso tendría el estómago vacío. Por el modo que estaba tirado asumió que había caído desde una altura notable, y no tardó en descubrir un tejado sobre su cabeza. ¿Qué rayos había pasado con él?
Estuvo sumamente tentada a seguir con su camino, de dejar al destino hacer lo suyo y esperar a que una madre preocupada saliera de las sombras y rescatara al pequeño, y quizás con suerte con el cobijo un poco de comida caliente podría llenar su estómago. Se alejó unos cuantos pasos, y oculta entre las sombras esperó, pero nada sucedió. El pequeño seguía ahí, inconsciente, y la manera en la que se encontraba era lo que más inquietaba a la heredera. Nunca había visto a alguien con los ojos tan abiertos y el rostro tan inexpresivo. Los minutos pasaron, y pudo observar el pequeño cuerpo palidecer hasta tomar un tono grisáceo leve. Si seguía en la helada lo más probable era que una hipotermia tomara su vida. Con un acto más de impulso que racional, la Boissieu salió de su escondite, y tomó al niño con delicadeza, arropándolo con la gruesa capa que portaba. Si tenía suerte lograría llegar a la residencia antes de que muriera, y con suerte despertaría, si es que podía despertar.
Caminó, o mejor dicho, corrió hacia la exclusiva zona residencial donde se alzaba la recién restaurada mansión Boissieu, intentando ser más rápida que el frío congelante del ambiente. Al ingresar, miró a Mathilde con apremio, y llevó al niño directamente a sus aposentos. La mulata asintió ante la petición no formulada por la heredera, y prendió fuego en la chimenea, mientras Antoinette depositaba al niño con suavidad entre los ropajes de la elegante cama. Lo arropó ante la atenta mirada de la sirvienta, que había aprendido a no formular preguntas indiscretas sobre el extraño comportamiento de la castaña. El calor del fuego empezó a inundar la habitación, sin embargo, la expresión ausente seguía, impasible, en el rostro del pequeño. Sus ojos más abiertos que nunca, inquietaban de sobre manera a la inmortal. Con un suspiro, se sentó a un costado de la gran cama adoselada, en una butaca, y esperó a que el niño despertara. Quizás podría revelar cual era su identidad, y felizmente podría volver con sus padres. Odiaba el simple hecho de que el niño haya estado solo, pues le recordaba con dolor su propia experiencia de orfandad. Con suerte el niño tendría familia y podría regresar a los brazos de su madre tan pronto se recuperara. Solo quedaba esperar.
Estaba dispuesta a darse de baja en su cacería habitual, dos cadáveres en la misma zona podrían causar algo de pánico, aunque afortunadamente nada que importara mucho a las autoridades Parisinas.
Su estilizada figura se movió a través de la capa, colocando de nuevo la capucha en su rostro. No quería ni necesitaba a alguien que pudiese identificarla, aunque bajo el frío era poco probable que alguien se interesara por ella más que por intentar buscar un refugio para no morir congelado. Dio un par de pasos en la nieve, preguntándose qué haría a continuación. De seguro tomaría un baño, pediría a Mathilde que prenda la chimenea, más que por la necesidad de calidez, por el simple hecho de que una chimenea encendida le recordaba sus épocas mortales. Suspiró de manera casi imperceptible. Que solitaria se había vuelto desde entonces.
Se permitió distraerse un poco en el trayecto, segura de que no llamaría la atención de ningún transeúnte. Tanto se distrajo que estuvo a punto de tropezar con un montículo de nieve. Lo miró, con poca atención, hasta que descubrió algo que la sorprendió de sobremanera. Un niño pequeño se encontraba tirado de cualquier manera sobre la helada nieve. Con los ojos sumamente abiertos, parecía estar en una especie de trance. —Pero qué demo.... —Antoinette lo miró sorprendida, y luego recorrió el sitio con la mirada, sin poder encontrar a ninguna madre preocupada. Quizás el pequeño se había perdido, o quizás se había escapado de su hogar. Su semblante pálido indicaba que había pasado frío por tiempo prolongado, quizás incluso tendría el estómago vacío. Por el modo que estaba tirado asumió que había caído desde una altura notable, y no tardó en descubrir un tejado sobre su cabeza. ¿Qué rayos había pasado con él?
Estuvo sumamente tentada a seguir con su camino, de dejar al destino hacer lo suyo y esperar a que una madre preocupada saliera de las sombras y rescatara al pequeño, y quizás con suerte con el cobijo un poco de comida caliente podría llenar su estómago. Se alejó unos cuantos pasos, y oculta entre las sombras esperó, pero nada sucedió. El pequeño seguía ahí, inconsciente, y la manera en la que se encontraba era lo que más inquietaba a la heredera. Nunca había visto a alguien con los ojos tan abiertos y el rostro tan inexpresivo. Los minutos pasaron, y pudo observar el pequeño cuerpo palidecer hasta tomar un tono grisáceo leve. Si seguía en la helada lo más probable era que una hipotermia tomara su vida. Con un acto más de impulso que racional, la Boissieu salió de su escondite, y tomó al niño con delicadeza, arropándolo con la gruesa capa que portaba. Si tenía suerte lograría llegar a la residencia antes de que muriera, y con suerte despertaría, si es que podía despertar.
Caminó, o mejor dicho, corrió hacia la exclusiva zona residencial donde se alzaba la recién restaurada mansión Boissieu, intentando ser más rápida que el frío congelante del ambiente. Al ingresar, miró a Mathilde con apremio, y llevó al niño directamente a sus aposentos. La mulata asintió ante la petición no formulada por la heredera, y prendió fuego en la chimenea, mientras Antoinette depositaba al niño con suavidad entre los ropajes de la elegante cama. Lo arropó ante la atenta mirada de la sirvienta, que había aprendido a no formular preguntas indiscretas sobre el extraño comportamiento de la castaña. El calor del fuego empezó a inundar la habitación, sin embargo, la expresión ausente seguía, impasible, en el rostro del pequeño. Sus ojos más abiertos que nunca, inquietaban de sobre manera a la inmortal. Con un suspiro, se sentó a un costado de la gran cama adoselada, en una butaca, y esperó a que el niño despertara. Quizás podría revelar cual era su identidad, y felizmente podría volver con sus padres. Odiaba el simple hecho de que el niño haya estado solo, pues le recordaba con dolor su propia experiencia de orfandad. Con suerte el niño tendría familia y podría regresar a los brazos de su madre tan pronto se recuperara. Solo quedaba esperar.
Antoinette Bellerose- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/07/2013
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Re: En un oscuro callejón (Privado)
De repente, como si alguien hubiera accionado una palanca, Javier se movió hacia adelante intentando sujetar algo delante de el y al no notar nada una expresión de terror le cruzó el rostro hasta que se dio cuenta de que no había nada de que temer. Estaba en una mullida cama, calentito y bien arropado, el fuego crepitaba llenando la sala con su calor y olor.
Desorientado, se pasó la mano por el pelo y miró a su alrededor en un tic inconsciente, acarició las sabanas, observo el fuego y sin creer lo que veía, se frotó los ojos un par de veces. "¿Que ha pasado? ¿Donde estoy?" A veces se encontraba que había caído y no sabía como, que alguien con quien estaba hablando se había ido, que el vagabundo de al lado le había quitado la comida de las manos cuando estaba a punto de comerla. Pero nunca había aparecido a otro lugar distinto. Era algo insólito que lo desconcertaba a pesar de encontrar más bien normal todas las otras anormalidades, a causa de que toda la vida le habían ocurrido.
Echando un buen vistazo a la habitación se dio cuenta de que era una casa muy, muy cara. Principalmente porque el nunca había visto nada así nunca, de forma que por fuerza tenia que ser una de esas mansiones donde decían que te lo hacían todo, hasta bañarte. El hacia tiempo que no se bañaba, sobretodo desde que el invierno había llegado y eso podía ser su perdición, congelarse para estar limpio no era uno de sus objetivos. De repente se fijó en algo que relucía en la oscuridad, parecía niebla, no, no, más bien parecía un halo, o... un aura. Pero esa aura tan pálida solo podía pertenecer a un ser. "La vampira de antes!" Se llevó las manos al cuello y se apartó a la vez, cayendo de la cama de cabeza. Levantándose lo más rápido que pudo comprobó que tenia las manos limpias, que no tenia sangre en ellas y finalmente, jadeando entornó sus ojos intentando distinguir a la mujer que sentada en aquella butaca parecía una estatua de mármol.
-¿Porque me has traído aquí? ¿Acaso quieres mi sangre?- Carraspeó y sacudió su cabeza, si, si, primero se tenia que presentar, ser educado era importante o eso le decía aquella mujer de sus recuerdos -Hola, me llamo Javier. Perdón señora por no presentarme antes pero no se como he llegado aquí y te he visto matar al señor del callejón, a Dave y no quiero que me dejes como el.
El chico cogió aire, alterado y en alerta, eran demasiadas cosas raras a la vez como para entenderlas. Solo tenia clara una cosa, si la mujer se acercaba mucho se convertiría y huiría por patas, no le gustaba ser la cena de nadie.
Desorientado, se pasó la mano por el pelo y miró a su alrededor en un tic inconsciente, acarició las sabanas, observo el fuego y sin creer lo que veía, se frotó los ojos un par de veces. "¿Que ha pasado? ¿Donde estoy?" A veces se encontraba que había caído y no sabía como, que alguien con quien estaba hablando se había ido, que el vagabundo de al lado le había quitado la comida de las manos cuando estaba a punto de comerla. Pero nunca había aparecido a otro lugar distinto. Era algo insólito que lo desconcertaba a pesar de encontrar más bien normal todas las otras anormalidades, a causa de que toda la vida le habían ocurrido.
Echando un buen vistazo a la habitación se dio cuenta de que era una casa muy, muy cara. Principalmente porque el nunca había visto nada así nunca, de forma que por fuerza tenia que ser una de esas mansiones donde decían que te lo hacían todo, hasta bañarte. El hacia tiempo que no se bañaba, sobretodo desde que el invierno había llegado y eso podía ser su perdición, congelarse para estar limpio no era uno de sus objetivos. De repente se fijó en algo que relucía en la oscuridad, parecía niebla, no, no, más bien parecía un halo, o... un aura. Pero esa aura tan pálida solo podía pertenecer a un ser. "La vampira de antes!" Se llevó las manos al cuello y se apartó a la vez, cayendo de la cama de cabeza. Levantándose lo más rápido que pudo comprobó que tenia las manos limpias, que no tenia sangre en ellas y finalmente, jadeando entornó sus ojos intentando distinguir a la mujer que sentada en aquella butaca parecía una estatua de mármol.
-¿Porque me has traído aquí? ¿Acaso quieres mi sangre?- Carraspeó y sacudió su cabeza, si, si, primero se tenia que presentar, ser educado era importante o eso le decía aquella mujer de sus recuerdos -Hola, me llamo Javier. Perdón señora por no presentarme antes pero no se como he llegado aquí y te he visto matar al señor del callejón, a Dave y no quiero que me dejes como el.
El chico cogió aire, alterado y en alerta, eran demasiadas cosas raras a la vez como para entenderlas. Solo tenia clara una cosa, si la mujer se acercaba mucho se convertiría y huiría por patas, no le gustaba ser la cena de nadie.
Javier Moraru- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/07/2013
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Re: En un oscuro callejón (Privado)
Los minutos pasaron lentos, el fuego en la chimenea haciendo su labor. Lentamente, el color grisáceo fue desapareciendo de las facciones del niño, un leve sonrosado avanzaba a través de sus mejillas, indicando que la sangre había vuelto a circular con normalidad.
Sangre... desde que la heredera había depositado al niño en la cama se había recriminado por su imprudencia. Ella era una vampiresa, absolutamente atípica, nada natural, y con un pequeño problemita de dieta. Y se le había ocurrido traerse a un niño que no conocía a su hogar, su refugio, el único lugar donde ella podía ser verdaderamente quien era. Quería tomar una decisión, lo necesitaba, mas tendría que aguardar hasta que el niño recuperase la conciencia, era importante saber si había visto algo que no debía.
Lo miraba detalladamente, con curiosidad y una pizca de desconfianza. No podría tener más de 6, 7 quizá. Definitivamente tenía menos de 10. A pesar de que era aparentemente inofensivo; en un mundo donde existían vampiros y licántropos era poco prudente confiar en las apariencias, ¿no?
Finalmente, la espera concluyó. Tras un par de pestañeos, el pequeño cuerpo cobró vida nuevamente. Evidentemente desorientado, el castaño se incorporó de una manera rápida, quizás alimentada por el miedo que habría sentido al despertar en una casa ajena. Resbalando de la cama, las sospechas de la inmortal se confirmaron al cruzar sus cristalinas orbes con las del niño. El miedo y la desconfianza que irradiaba fueron suficientes para que Antoinette confirmara que el niño lo había visto todo. Las palabras que salieron atropelladamente del pequeño ser solo reconfirmaron sus pensamientos.
Lo escuchó, con una máscara perfectamente elaborada de indiferencia. Sí, el niño creía que era un monstruo, y quizá no se equivocaba. No del todo.
—Estás vivo, Javier. Eso indica que no, no quiero tu sangre —Obvió la castaña con una pequeña mueca de disgusto. Sus facciones de marfil podían reflejar la contrariedad que la invadía al no poder refutar los argumentos que presa del miedo habían salido como una corriente imparable a través de los labios de Javier. Intentó fusionar su mente con la del niño, y así conocer sus pensamientos. Evidentemente él estaba aterrado, y bastante desorientado. No detectaba peligro, aunque sí una pizca de algo... inusual. Con un suspiro, prosiguió.
—Eso que has visto... No me enorgullezco de lo que hago para sobrevivir, Javier. Mi intención no fue matarlo, no. Pero... lastimosamente él estaba demasiado débil para sobrevivir... —Continuó, con una postura relajada en la butaca. No se acercaría pues solo lograría que el niño huyera por su vida y tampoco quería aterrorizarlo más de lo que ya estaba. Una nívea mano jugueteó con uno de los bucles que caían despreocupadamente sobre sus hombros.
—Estabas muy enfermo. Probablemente estarías muerto en este punto de la noche. No tuve elección. Yo... yo no podía dejarte morir. —Se confesó, mirándolo a través de sus pestañas. Un poco bizarro para un vampiro que toma vidas ajenas, ¿no? "Irónico, muy irónico" la reprendió su conciencia.
—Pero bueno, supongo que tendrás algo de hambre, ¿no? Mathilde ha ido por un poco de sopa caliente, si gustas... —Invitó con amabilidad, a pesar de que estaba consiente de que el niño desconfiaba de ella. ¿Quien no lo haría en su lugar? La castaña se incorporó, despacio de la butaca, y dirigió sus orbes hacia el rostro del niño. Se presentó, a pesar de que su lado más racional le decía que aquello era una locura. Era siempre una mejor idea no dejar testigos.
—Me llamo Antoinette, Antoinette Boissieu. Te he traído a mi hogar, aunque eres libre de volver con tu familia en cuanto lo sientas oportuno. No eres mi prisionero, tampoco quiero que seas mi cena —Comentó, su rostro impasible, ni un rastro de emoción. A pesar de la perfecta máscara, un ápice de repulsión le nubló por un brevísimo instante. Realmente no se sentía orgullosa de su naturaleza, y una pequeña parte también sentía amargo el imponer miedo a un niño inocente. No, no lo mataría; pero tendría que buscar una forma de hacerlo callar. No necesitaba que París entrara en pánico, menos aún al estar estableciéndose apenas. Aguardó, a la respuesta de Javi.
Sangre... desde que la heredera había depositado al niño en la cama se había recriminado por su imprudencia. Ella era una vampiresa, absolutamente atípica, nada natural, y con un pequeño problemita de dieta. Y se le había ocurrido traerse a un niño que no conocía a su hogar, su refugio, el único lugar donde ella podía ser verdaderamente quien era. Quería tomar una decisión, lo necesitaba, mas tendría que aguardar hasta que el niño recuperase la conciencia, era importante saber si había visto algo que no debía.
Lo miraba detalladamente, con curiosidad y una pizca de desconfianza. No podría tener más de 6, 7 quizá. Definitivamente tenía menos de 10. A pesar de que era aparentemente inofensivo; en un mundo donde existían vampiros y licántropos era poco prudente confiar en las apariencias, ¿no?
Finalmente, la espera concluyó. Tras un par de pestañeos, el pequeño cuerpo cobró vida nuevamente. Evidentemente desorientado, el castaño se incorporó de una manera rápida, quizás alimentada por el miedo que habría sentido al despertar en una casa ajena. Resbalando de la cama, las sospechas de la inmortal se confirmaron al cruzar sus cristalinas orbes con las del niño. El miedo y la desconfianza que irradiaba fueron suficientes para que Antoinette confirmara que el niño lo había visto todo. Las palabras que salieron atropelladamente del pequeño ser solo reconfirmaron sus pensamientos.
Lo escuchó, con una máscara perfectamente elaborada de indiferencia. Sí, el niño creía que era un monstruo, y quizá no se equivocaba. No del todo.
—Estás vivo, Javier. Eso indica que no, no quiero tu sangre —Obvió la castaña con una pequeña mueca de disgusto. Sus facciones de marfil podían reflejar la contrariedad que la invadía al no poder refutar los argumentos que presa del miedo habían salido como una corriente imparable a través de los labios de Javier. Intentó fusionar su mente con la del niño, y así conocer sus pensamientos. Evidentemente él estaba aterrado, y bastante desorientado. No detectaba peligro, aunque sí una pizca de algo... inusual. Con un suspiro, prosiguió.
—Eso que has visto... No me enorgullezco de lo que hago para sobrevivir, Javier. Mi intención no fue matarlo, no. Pero... lastimosamente él estaba demasiado débil para sobrevivir... —Continuó, con una postura relajada en la butaca. No se acercaría pues solo lograría que el niño huyera por su vida y tampoco quería aterrorizarlo más de lo que ya estaba. Una nívea mano jugueteó con uno de los bucles que caían despreocupadamente sobre sus hombros.
—Estabas muy enfermo. Probablemente estarías muerto en este punto de la noche. No tuve elección. Yo... yo no podía dejarte morir. —Se confesó, mirándolo a través de sus pestañas. Un poco bizarro para un vampiro que toma vidas ajenas, ¿no? "Irónico, muy irónico" la reprendió su conciencia.
—Pero bueno, supongo que tendrás algo de hambre, ¿no? Mathilde ha ido por un poco de sopa caliente, si gustas... —Invitó con amabilidad, a pesar de que estaba consiente de que el niño desconfiaba de ella. ¿Quien no lo haría en su lugar? La castaña se incorporó, despacio de la butaca, y dirigió sus orbes hacia el rostro del niño. Se presentó, a pesar de que su lado más racional le decía que aquello era una locura. Era siempre una mejor idea no dejar testigos.
—Me llamo Antoinette, Antoinette Boissieu. Te he traído a mi hogar, aunque eres libre de volver con tu familia en cuanto lo sientas oportuno. No eres mi prisionero, tampoco quiero que seas mi cena —Comentó, su rostro impasible, ni un rastro de emoción. A pesar de la perfecta máscara, un ápice de repulsión le nubló por un brevísimo instante. Realmente no se sentía orgullosa de su naturaleza, y una pequeña parte también sentía amargo el imponer miedo a un niño inocente. No, no lo mataría; pero tendría que buscar una forma de hacerlo callar. No necesitaba que París entrara en pánico, menos aún al estar estableciéndose apenas. Aguardó, a la respuesta de Javi.
Antoinette Bellerose- Vampiro Clase Alta
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Re: En un oscuro callejón (Privado)
Ante la explicación de la señora, de la dama, Javier se relajó visiblemente y sonrió enseñando todos sus dientes, rotos y desiguales. Si la vampiresa decía que no quería su sangre, el la creería, no veía porque tendría que mentirle. Asintió entendiéndolo, el también cazaba a veces, no personas, claro, pero cuando podías hablar con los animales suponía que debía parecerse mucho a lo que pasaba entre vampiros y humanos. Seguramente si ella no se lo hubiera comido, hubiera muerto igualmente a causa del frío.
-Vale, no pasa nada. La gente se muere, si no eras tu seria otro mañana o se hubiera congelado.- se encogió de hombros y ante sus palabras puso cara de preocupado -¿Estoy enfermo? ¿Mucho? ¿Me he muerto?- Javi abrió mucho los ojos, preocupado, malentendiendo sus palabras -¿Me has transformado? ¿Soy un vampiro?
Se empezó a examinar como si palpándose o mirándose pudiera descubrir si algo en el había cambiado. No le molestaban los vampiros, no le daban miedo mientras no quisieran merendarselo, pero transformarse le daba pánico. No lo recordaba, pero sus padres le dijeron que la vida de vampiro era la peor de las torturas, que si el se volviera así, dejaría de poder cambiar a su forma animal y que entonces ya no seria nunca más parte de su familia y perdería su respeto y amor. Obviamente eso no era posible, pero el no lo sabia y esa era un leyenda que circulaba entre los cambiaformas de clase baja, que, no tenían conocimiento sobre las otras especies.
La palabra "sopa" acompañada por la mágica y extraña "caliente", que tan poco común era en su día a día, le hizo darse cuenta de que tenia un hambre de mil demonios, que la barriga le rugía famélica y que, si tenia hambre de sopa, no podía ser un vampiro.
-Sopa caliente! Hacia años que no tomaba sopa. ¿De que es? ¿Lleva pollo o pescado?- se dirigió hacia la salida de la habitación emocionado hasta que ella se presentó -¿Antoniette Boisau? Mucho gusto señora, gracias por la sopa. ¿Familia?- la miró desconcertado -¿Mi familia? Se fue, creo que murieron.
Su simpleza y despreocupación con la que anunció tal echo era preocupante si no tomábamos en cuenta de que, hacia ya nueve años que Javier vivía solo en la calle y que apenas recordaba a los padres que le criaron.
-Vale, no pasa nada. La gente se muere, si no eras tu seria otro mañana o se hubiera congelado.- se encogió de hombros y ante sus palabras puso cara de preocupado -¿Estoy enfermo? ¿Mucho? ¿Me he muerto?- Javi abrió mucho los ojos, preocupado, malentendiendo sus palabras -¿Me has transformado? ¿Soy un vampiro?
Se empezó a examinar como si palpándose o mirándose pudiera descubrir si algo en el había cambiado. No le molestaban los vampiros, no le daban miedo mientras no quisieran merendarselo, pero transformarse le daba pánico. No lo recordaba, pero sus padres le dijeron que la vida de vampiro era la peor de las torturas, que si el se volviera así, dejaría de poder cambiar a su forma animal y que entonces ya no seria nunca más parte de su familia y perdería su respeto y amor. Obviamente eso no era posible, pero el no lo sabia y esa era un leyenda que circulaba entre los cambiaformas de clase baja, que, no tenían conocimiento sobre las otras especies.
La palabra "sopa" acompañada por la mágica y extraña "caliente", que tan poco común era en su día a día, le hizo darse cuenta de que tenia un hambre de mil demonios, que la barriga le rugía famélica y que, si tenia hambre de sopa, no podía ser un vampiro.
-Sopa caliente! Hacia años que no tomaba sopa. ¿De que es? ¿Lleva pollo o pescado?- se dirigió hacia la salida de la habitación emocionado hasta que ella se presentó -¿Antoniette Boisau? Mucho gusto señora, gracias por la sopa. ¿Familia?- la miró desconcertado -¿Mi familia? Se fue, creo que murieron.
Su simpleza y despreocupación con la que anunció tal echo era preocupante si no tomábamos en cuenta de que, hacia ya nueve años que Javier vivía solo en la calle y que apenas recordaba a los padres que le criaron.
Javier Moraru- Cambiante Clase Baja
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Re: En un oscuro callejón (Privado)
El ambiente se relajó un poco cuando el niño habló de nuevo. Parecía de repente más relajado, incluso aliviado. Aquel cambio en el ambiente resultó un tanto reconfortante para la vampiresa, que aunque estaba consiente de que no debía confiar tan rápido en un niño que apenas conocía, no podía evitar el hecho de sentir una conexión entre ambos. Como si el niño supiera de lo que ella estaba hablando, como si él lo hubiera experimentado en carne propia.
A pesar de que las habilidades de la heredera apenas estaban desarrollándose, Antoinette aún no podía leer del todo la mente del niño. Sin embargo, podía percibir retazos de pensamientos, ideas que iban tomando forma en la mente del niño. Supo entonces que el episodio de inconsciencia vivido horas atrás había tenido lugar en otras tantas ocasiones. Respondió la pregunta con la mayor naturalidad de la que fue capaz.
—Pues en si.. no sé qué tan grave sea tu enfermedad. Afortunadamente llegamos a tiempo para evitar que pescaras una hipotermia.. pero estabas ausente. De verdad estabas ausente... —Afirmó, mirándolo curiosa.
—No sería capaz de transformarte. Es un peso muy grande para un niño como tú... es... es el infierno en persona —Admitió, con sinceridad. Nunca en sus años de existencia había siquiera considerado la posibilidad de crear un compañero. La sola idea le resultaba repugnante. Jamás tomaría la vida de alguien que pudiese elegir, y quiso reflejarse ella misma en su creencia. Quizás la depresión en la que estaba sumida entonces le hubiese arrebatado la vida también, ella así lo quería. Intentó no recordar más los detalles del pasado, y se enfocó en el presente; en el niño que tenía en frente.
—No podría decirte de qué es la sopa —Sonrió, mirándolo con cierta ternura. —Aunque puedo afirmarte que ninguno de mis comensales ha quedado insatisfecho. Es una lástima que yo no haya podido degustar de la sazón de Mathilde... —Comentó, con un ligero deje de añoranza.
Lo siguiente que dijo Javier, sin duda la dejó asombrada. No tenía padres, supuso que apenas los recordaba. Sabrá Dios desde cuando ese pequeño niño estuvo viviendo solo en las calles. El tono de su voz indicaba que eso no era algo en lo que se preocupara demasiado.
—¿Y has estado todo este tiempo solo? —Inquirió la castaña completamente sorprendida. Sin padres, solo en el mundo... ella entendía lo difícil que podía ser para un niño.
—Es un milagro que no hayas muerto hasta ahora. Sin duda sabes moverte bien por los callejones, y has aprendido a sobrevivir. Es un peso muy grande para un niño tan pequeño... Dime Javier, ¿qué edad tienes? — Preguntó, sintiéndose preocupada de repente. En ese preciso momento, Mathilde llegó a la habitación, con una bandeja de plata entre sus manos. En ella, una sopa de salmón caliente, y a un lado una canastilla llena de pan casero. El olor era tan fuerte que invitaba a comerla. Exquisito para cualquiera que no tuviese su dieta basada en sangre. Suspiró. Era una pena que no pudiese dar crédito de su sabor. La mulata depositó con suavidad la bandeja sobre la mesita de té, y se retiró con una leve reverencia. Antoinette invitó al niño con un movimiento ligero de cabeza a que tomara asiento y degustara del platillo.
—Adelante, eso tiene muy buen aspecto— Sonrió, y esperó a que el niño empezara a comer. Sabía que se sentiría mucho más tranquila sabiendo que Javi tenía algo de alimento en su estómago.
A pesar de que las habilidades de la heredera apenas estaban desarrollándose, Antoinette aún no podía leer del todo la mente del niño. Sin embargo, podía percibir retazos de pensamientos, ideas que iban tomando forma en la mente del niño. Supo entonces que el episodio de inconsciencia vivido horas atrás había tenido lugar en otras tantas ocasiones. Respondió la pregunta con la mayor naturalidad de la que fue capaz.
—Pues en si.. no sé qué tan grave sea tu enfermedad. Afortunadamente llegamos a tiempo para evitar que pescaras una hipotermia.. pero estabas ausente. De verdad estabas ausente... —Afirmó, mirándolo curiosa.
—No sería capaz de transformarte. Es un peso muy grande para un niño como tú... es... es el infierno en persona —Admitió, con sinceridad. Nunca en sus años de existencia había siquiera considerado la posibilidad de crear un compañero. La sola idea le resultaba repugnante. Jamás tomaría la vida de alguien que pudiese elegir, y quiso reflejarse ella misma en su creencia. Quizás la depresión en la que estaba sumida entonces le hubiese arrebatado la vida también, ella así lo quería. Intentó no recordar más los detalles del pasado, y se enfocó en el presente; en el niño que tenía en frente.
—No podría decirte de qué es la sopa —Sonrió, mirándolo con cierta ternura. —Aunque puedo afirmarte que ninguno de mis comensales ha quedado insatisfecho. Es una lástima que yo no haya podido degustar de la sazón de Mathilde... —Comentó, con un ligero deje de añoranza.
Lo siguiente que dijo Javier, sin duda la dejó asombrada. No tenía padres, supuso que apenas los recordaba. Sabrá Dios desde cuando ese pequeño niño estuvo viviendo solo en las calles. El tono de su voz indicaba que eso no era algo en lo que se preocupara demasiado.
—¿Y has estado todo este tiempo solo? —Inquirió la castaña completamente sorprendida. Sin padres, solo en el mundo... ella entendía lo difícil que podía ser para un niño.
—Es un milagro que no hayas muerto hasta ahora. Sin duda sabes moverte bien por los callejones, y has aprendido a sobrevivir. Es un peso muy grande para un niño tan pequeño... Dime Javier, ¿qué edad tienes? — Preguntó, sintiéndose preocupada de repente. En ese preciso momento, Mathilde llegó a la habitación, con una bandeja de plata entre sus manos. En ella, una sopa de salmón caliente, y a un lado una canastilla llena de pan casero. El olor era tan fuerte que invitaba a comerla. Exquisito para cualquiera que no tuviese su dieta basada en sangre. Suspiró. Era una pena que no pudiese dar crédito de su sabor. La mulata depositó con suavidad la bandeja sobre la mesita de té, y se retiró con una leve reverencia. Antoinette invitó al niño con un movimiento ligero de cabeza a que tomara asiento y degustara del platillo.
—Adelante, eso tiene muy buen aspecto— Sonrió, y esperó a que el niño empezara a comer. Sabía que se sentiría mucho más tranquila sabiendo que Javi tenía algo de alimento en su estómago.
Antoinette Bellerose- Vampiro Clase Alta
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Re: En un oscuro callejón (Privado)
El niño frunció el ceño concentrándose, no es que fuera tonto, pero nunca había frecuentado altos círculos y palabras técnicas como "hipotermia" le eran totalmente desconocidas.
-¿Se pescan peces en la nieve? No lo sabía. ¿Está rica la "ipoterma"?- preguntó confundiendo el sentido de la frase -Claro, si no, hubiera cogido la "ipoterma" porque yo pesco muy bien.
Se quedó pensando unos instantes, el no recordaba nada de eso, ni el pescado ni la señora ayudandole ni como había llegado aquí. Después de pensarlo un rato, se encogió de hombros y decidió que ya volvería a intentarlo más tarde. Y si no lo conseguía... Bueno, tampoco era tan grave, ya se lo explicaría la señora.
Sus serias palabras sobre la transformación, indicaron al niño que era mejor no hablar de ese tema. No era el primer vampiro que veía ni seria el ultimo, y aquella señora, la señora "Boisau" era muy simpática con el, de forma que el sería simpático con ella y no hablaría de eso.
El tema de la sopa salió, pero ella no sabía de que era la sopa, tampoco pasaba nada por esperar aunque Javier se perdía la mitad de las cosas que Antoinette decía ya que usaba expresiones y palabras demasiado sofisticadas para la comprensión de un niño que apenas sabía leer.
-Señora "Boisau", no entiendo lo que dice, usa palabras raras que no se que quieren decir.- confesó avergonzado -Lo siento. ¿Podría decirlo en francés?
Parecía francés lo que había dicho, pero para Javi estaba claro que no debía ser el mismo francés porque si no seria más fácil de comprender aquella frase aparentemente tan simple.
-¿Solo? No, había gente conmigo, como Dave el borracho, Claire la señora de la esquina, el viejo Enrí, Sloan del trabajo, la señora de la falda rosa, el niño del pescado...- Enumeró intentando recordarlos, algunos habían muerto ya, otros iban y venían dependiendo de la ocasión -Tengo... tengo... Mmmm... No me acuerdo cuantos años tengo. Vaya, que cosas, supongo que me olvidé de contar los cumpleaños.
Ante lo ultimo la voz de Javi se volvió un poco triste, como si de repente se diera cuenta de que des de que su madre se fue nadie le había preparado un pastel ni le ayudaban a dormir con cuentos, ni tampoco se preocupaban de si se lavaba las manos antes de comer...
La visión de la mujer entrar con aquel plato que olía a las mil maravillas, devolvió la sonrisa a su rostro e hizo que se acercara con rapidez. A pesar de que el estomago hacia ya un buen rato que se quejaba, el niño no se sentó delante del plato hasta que la mujer no le dio permiso a hacerlo, llevaba demasiado tiempo aguantando el hambre como para que ahora supusiera un problema esperar.
-Vaya, huele genial! Y hay pan!- El niño empezó a comer a dos manos, en una la cuchara y en la otra el panecillo crujiente, sin muchos modales y sin mirar si se ensuciaba, ya estaba muy sucio como para preocuparse de ello -Efta cadienfe... Que dico.- Siguió comiendo con voracidad y en apenas unos minutos terminó con todo el plato -¿Se puede repetir? Si no, no pasa nada. Ha sido la mejor comida del mes.
La miró contento, emocionado, lleno de migas de pan y con otro panecillo en las manos.
-Gracias.
-¿Se pescan peces en la nieve? No lo sabía. ¿Está rica la "ipoterma"?- preguntó confundiendo el sentido de la frase -Claro, si no, hubiera cogido la "ipoterma" porque yo pesco muy bien.
Se quedó pensando unos instantes, el no recordaba nada de eso, ni el pescado ni la señora ayudandole ni como había llegado aquí. Después de pensarlo un rato, se encogió de hombros y decidió que ya volvería a intentarlo más tarde. Y si no lo conseguía... Bueno, tampoco era tan grave, ya se lo explicaría la señora.
Sus serias palabras sobre la transformación, indicaron al niño que era mejor no hablar de ese tema. No era el primer vampiro que veía ni seria el ultimo, y aquella señora, la señora "Boisau" era muy simpática con el, de forma que el sería simpático con ella y no hablaría de eso.
El tema de la sopa salió, pero ella no sabía de que era la sopa, tampoco pasaba nada por esperar aunque Javier se perdía la mitad de las cosas que Antoinette decía ya que usaba expresiones y palabras demasiado sofisticadas para la comprensión de un niño que apenas sabía leer.
-Señora "Boisau", no entiendo lo que dice, usa palabras raras que no se que quieren decir.- confesó avergonzado -Lo siento. ¿Podría decirlo en francés?
Parecía francés lo que había dicho, pero para Javi estaba claro que no debía ser el mismo francés porque si no seria más fácil de comprender aquella frase aparentemente tan simple.
-¿Solo? No, había gente conmigo, como Dave el borracho, Claire la señora de la esquina, el viejo Enrí, Sloan del trabajo, la señora de la falda rosa, el niño del pescado...- Enumeró intentando recordarlos, algunos habían muerto ya, otros iban y venían dependiendo de la ocasión -Tengo... tengo... Mmmm... No me acuerdo cuantos años tengo. Vaya, que cosas, supongo que me olvidé de contar los cumpleaños.
Ante lo ultimo la voz de Javi se volvió un poco triste, como si de repente se diera cuenta de que des de que su madre se fue nadie le había preparado un pastel ni le ayudaban a dormir con cuentos, ni tampoco se preocupaban de si se lavaba las manos antes de comer...
La visión de la mujer entrar con aquel plato que olía a las mil maravillas, devolvió la sonrisa a su rostro e hizo que se acercara con rapidez. A pesar de que el estomago hacia ya un buen rato que se quejaba, el niño no se sentó delante del plato hasta que la mujer no le dio permiso a hacerlo, llevaba demasiado tiempo aguantando el hambre como para que ahora supusiera un problema esperar.
-Vaya, huele genial! Y hay pan!- El niño empezó a comer a dos manos, en una la cuchara y en la otra el panecillo crujiente, sin muchos modales y sin mirar si se ensuciaba, ya estaba muy sucio como para preocuparse de ello -Efta cadienfe... Que dico.- Siguió comiendo con voracidad y en apenas unos minutos terminó con todo el plato -¿Se puede repetir? Si no, no pasa nada. Ha sido la mejor comida del mes.
La miró contento, emocionado, lleno de migas de pan y con otro panecillo en las manos.
-Gracias.
Javier Moraru- Cambiante Clase Baja
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Re: En un oscuro callejón (Privado)
La inmortal no pudo menos que sonreír ante la ingenuidad del niño. No podía negar que le producía una cierta ternura que no había sentido desde hace mucho, desde las épocas en las que aún era humana. En cierta manera le recordaba a si misma, aunque si bien no había estado sola cuando habían muerto sus padres, su tutor no había sabido llenar el vacío que ambos progenitores habían dejado. Y bien, si la situación era poco comparable con la de Javi, había algo que sin duda se había establecido con determinación en los pensamientos de la castaña: no dejaría al niño solo. No suponía mayor problema, no parecía asustado de saber que se trataba de una inmortal que además tenía una dieta basada en sangre, de hecho incluso parecía que el pequeño había comprendido y hasta se había solidarizado con su condición. Qué cosa más rara.
—No, Javi. La hipotermia es cuando tienes mucho frío, y entonces los dedos de los pies se te ponen primero azules, y luego tan negros que se caen... —Intentó explicárselo lo mejor que pudo. Podía percibir que el niño era bastante inteligente y que pillaba las ideas casi al vuelo.
Antoinette tomó asiento en una de las mullidas sillas que formaban parte del conveniente juego de muebles para la hora del té. Miraba al niño con nostalgia, con preocupación incluso. Sus orbes lilas no expresaban mucho de lo que pasaba por la cabeza de la heredera, aunque era evidente que todo rastro de dureza e indiferencia habían desaparecido ya.
Al escucharle hablar de las personas con las cuales había pasado todo ese tiempo, la Boissieu no pudo menos que sentirse mal por haber matado a aquel borracho. Quizás no había sido un hombre digno toda su vida, y seguramente antes de caer en el nefasto vicio del alcohol habría sido alguien, quizás con esposa e hijos; no lo sabía. Pensó que tal vez Dave el borracho -como lo había llamado él- habría sabido ser al menos una compañía para el niño, pudiendo incluso haber cuidado de él en algunas ocasiones. El resto de personas que mencionó sonaron tan lejanas que Antoinette pudo saber con certeza que habían estado presentes solamente en contadas ocasiones y no todo el tiempo. Su semblante se tornó pensativo a medida que escuchaba todo aquello. Sus rasgos de porcelana, reflejaron una leve contrariedad, cuando lo miró una vez más a través de sus pestañas.
No sabía cuantos años tenía. Tampoco era capaz de recordar cuantos había vivido. Apostaba que jamás habría tenido la satisfacción de soplar las velas de un pastel glaseado, y que incluso no habría recibido un cálido abrazo de felicitaciones. La castaña sintió entonces tanta pena, que deseó cambiar de alguna forma el destino de su pequeño acompañante.
Sonrió con satisfacción al ver como Javi tomaba la sopa con bastante entusiasmo. Era innegable que había padecido de hambre desde sabe Dios cuándo, y el solo hecho de verle comiendo aligeraba enormemente el peso de la preocupación que se había formado por el muchachito. ¿Desde cuándo le había empezado a importar el porvenir de Javier?
El plato se vació con rapidez, y una petición fue formulada. El agradecimiento reflejado en los ojos del pequeño, junto con la afirmación de que aquella había sido "la mejor comida del mes" pudieron finalmente con la inmortal, que observó al pequeño con afecto, incluso con ternura. La ojisazules asintió con suavidad, dedicándole una sonrisa cálida antes de continuar —Por supuesto. Hay para repetir las veces que quieras.
No tuvo ni siquiera que llamar a la mulata. Mathilde había estado pendiente de lo que ocurría en la habitación de su señora, y se acercó con rapidez a la mesita para retirar la bandeja de plata con los utensilios. Dejó a un lado la cestita con algunos panecillos todavía, y se alejó con rapidez hacia las cocinas, con la intención de volver con un plato lleno de nuevo. La castaña aprovechó esa pausa para formular con timidez aquel pensamiento que le estaba rondando en la cabeza.
—Es ya bastante tarde, y se me ocurrió que si quieres puedes quedarte aquí hasta que amanezca. En esta mansión hay tantas habitaciones que puedes ocupar la que tú quieras —Afirmó, animándolo con una sonrisa. —Aunque... si quieres, puedes no sé... quedarte aquí por un tiempo. Esta casa es muy grande para Mathilde y para mí, y nos vendría bien un poquito de compañía... —El tono de su voz dejaba bastante claro que no se trataba de una trampa. Ella de verdad quería saber que Javier no volvía a las calles, donde seguro pasaría otra noche mala como aquella. Además, estaba el tema de aquella enfermedad desconocida. Si un episodio de inconsciencia volvía a darle, y si no había nadie para ayudarle, ¿qué iba a ser de él?
La heredera esperó, con una sensación completamente nueva invadiéndole. En otras circunstancias habría considerado que era muy imprudente hacer una propuesta de ese tipo, más sabiendo lo peligroso que era el ser vampiro y tener que ocultar cualquier indicio. El no confiar en nadie había sido siempre su lema, y le había salvado el pellejo en diversas ocasiones, pero ahora había algo que le impulsaba a ser imprudente. Jugueteó con el mantel bordado, mientras aguardaba la respuesta.
—No, Javi. La hipotermia es cuando tienes mucho frío, y entonces los dedos de los pies se te ponen primero azules, y luego tan negros que se caen... —Intentó explicárselo lo mejor que pudo. Podía percibir que el niño era bastante inteligente y que pillaba las ideas casi al vuelo.
Antoinette tomó asiento en una de las mullidas sillas que formaban parte del conveniente juego de muebles para la hora del té. Miraba al niño con nostalgia, con preocupación incluso. Sus orbes lilas no expresaban mucho de lo que pasaba por la cabeza de la heredera, aunque era evidente que todo rastro de dureza e indiferencia habían desaparecido ya.
Al escucharle hablar de las personas con las cuales había pasado todo ese tiempo, la Boissieu no pudo menos que sentirse mal por haber matado a aquel borracho. Quizás no había sido un hombre digno toda su vida, y seguramente antes de caer en el nefasto vicio del alcohol habría sido alguien, quizás con esposa e hijos; no lo sabía. Pensó que tal vez Dave el borracho -como lo había llamado él- habría sabido ser al menos una compañía para el niño, pudiendo incluso haber cuidado de él en algunas ocasiones. El resto de personas que mencionó sonaron tan lejanas que Antoinette pudo saber con certeza que habían estado presentes solamente en contadas ocasiones y no todo el tiempo. Su semblante se tornó pensativo a medida que escuchaba todo aquello. Sus rasgos de porcelana, reflejaron una leve contrariedad, cuando lo miró una vez más a través de sus pestañas.
No sabía cuantos años tenía. Tampoco era capaz de recordar cuantos había vivido. Apostaba que jamás habría tenido la satisfacción de soplar las velas de un pastel glaseado, y que incluso no habría recibido un cálido abrazo de felicitaciones. La castaña sintió entonces tanta pena, que deseó cambiar de alguna forma el destino de su pequeño acompañante.
Sonrió con satisfacción al ver como Javi tomaba la sopa con bastante entusiasmo. Era innegable que había padecido de hambre desde sabe Dios cuándo, y el solo hecho de verle comiendo aligeraba enormemente el peso de la preocupación que se había formado por el muchachito. ¿Desde cuándo le había empezado a importar el porvenir de Javier?
El plato se vació con rapidez, y una petición fue formulada. El agradecimiento reflejado en los ojos del pequeño, junto con la afirmación de que aquella había sido "la mejor comida del mes" pudieron finalmente con la inmortal, que observó al pequeño con afecto, incluso con ternura. La ojisazules asintió con suavidad, dedicándole una sonrisa cálida antes de continuar —Por supuesto. Hay para repetir las veces que quieras.
No tuvo ni siquiera que llamar a la mulata. Mathilde había estado pendiente de lo que ocurría en la habitación de su señora, y se acercó con rapidez a la mesita para retirar la bandeja de plata con los utensilios. Dejó a un lado la cestita con algunos panecillos todavía, y se alejó con rapidez hacia las cocinas, con la intención de volver con un plato lleno de nuevo. La castaña aprovechó esa pausa para formular con timidez aquel pensamiento que le estaba rondando en la cabeza.
—Es ya bastante tarde, y se me ocurrió que si quieres puedes quedarte aquí hasta que amanezca. En esta mansión hay tantas habitaciones que puedes ocupar la que tú quieras —Afirmó, animándolo con una sonrisa. —Aunque... si quieres, puedes no sé... quedarte aquí por un tiempo. Esta casa es muy grande para Mathilde y para mí, y nos vendría bien un poquito de compañía... —El tono de su voz dejaba bastante claro que no se trataba de una trampa. Ella de verdad quería saber que Javier no volvía a las calles, donde seguro pasaría otra noche mala como aquella. Además, estaba el tema de aquella enfermedad desconocida. Si un episodio de inconsciencia volvía a darle, y si no había nadie para ayudarle, ¿qué iba a ser de él?
La heredera esperó, con una sensación completamente nueva invadiéndole. En otras circunstancias habría considerado que era muy imprudente hacer una propuesta de ese tipo, más sabiendo lo peligroso que era el ser vampiro y tener que ocultar cualquier indicio. El no confiar en nadie había sido siempre su lema, y le había salvado el pellejo en diversas ocasiones, pero ahora había algo que le impulsaba a ser imprudente. Jugueteó con el mantel bordado, mientras aguardaba la respuesta.
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Re: En un oscuro callejón (Privado)
-Aah, entiendo, eso le pasó a un señor el año pasado- asintió recordándolo, ahora le llamaban "Francis sin dedos" -gritaba mucho hasta que se le pusieron azules y entonces dijo que ya no los sentía y se le cayeron. No sabía que eso era la "impoterma", me alegro de no tenerla.
Aunque el niño no dijo nada, se percató de que la señora había cambiado su expresión a una más preocupada, cosa extraña en la gente de su naturaleza. Pero también supuso que no era buena idea hacérselo notar ya que parecía triste o no muy contenta con todo aquello al menos. Decidió que sería mejor no sacar el tema, no volver a hablar sobre sus compañeros de calle, la gente que le acompañaba y a veces compartían con el sus historias y comida.
Ella estaba siendo muy amable, y con la gente amable se tenia que ser amable, era de lógica, sobretodo porque le había ayudado y le había dado comida. Y eso era muy importante.
Finalmente la señora sonrío y vaya, debería hacerlo más porque estaba guapa y no parecía triste, y no estar triste era muy importante.
-Vaya ¿De verdad? ¿Tantas? Si que hace sopa para ser alguien que come sangre. Muchas gracias.- El chico siguió con la mirada a la criada mientras lo recogía todo -Cocina muy bien señora, está muy rico.
El chico sonrío a la mulata que tan amablemente le estaba tratando y que además le estaba dejando el pan para que pudiera seguir comiendo, cosa que Javi, sin pensárselo dos veces, hizo.
De repente la señora hizo un ofrecimiento, la escuchó embelesado sin creerse que de verdad alguien le ofreciera un lugar tan lujoso para dormir. El se conformaba con un fuego y un techo, no pedía sabanas ni colchones mullidos, si le hubiera dicho que le dejaba dormir en el suelo delante de hogar, ni se lo hubiera pensado y además le hubiera agradecido por siempre aquel gesto.
Javi nunca se había preocupado mucho ni de su higiene ni del estado de sus ropas ya que las perdía cada vez que se transformaba y cada vez tenía que encontrar unas nuevas o recorrer todo el camino buscando las viejas. A veces cuando encontraba una pieza nueva de ropa, la escondía en algún lugar para otro día que la necesitara poder ponerse, por ello sus ropas siempre estaban rotas, sucias, mojadas o chamuscadas dependiendo de donde las había sacado o donde las escondía.
Pero en aquel momento, ante tal ofrecimiento, observó critico sus ropajes y sus manos que no daban muy buena imagen. Y se preocupó por ello, lo hizo porque se podía ver con claridad que aquella señora lo tenía todo impecable y él se lo ensuciaría.
-Me gustaría mucho dormir en su casa tan bonita, pero... Voy a ensuciarle la cama, seguro que le he ensuciado aquella- señalo la cama donde poco antes se había despertado -mejor me quedo aquí y así no tiene que limpiarlo todo luego.
Su voz era resignada, aunque su mirada y gestos denotaban que se moría de ganas por salir corriendo e investigar toda aquella enorme mansión.
Se acercó a ella e hizo un amago extraño hasta que se atrevió a cogerle una mano y estrecharla entre las suyas, sacudiéndola con energía.
-Es usted muy amable señora "Boisau", se lo agradezco mucho. Si yo puedo hacer algo por tu dímelo que yo lo haré porque tengo que devolverle el favor.
Aunque el niño no dijo nada, se percató de que la señora había cambiado su expresión a una más preocupada, cosa extraña en la gente de su naturaleza. Pero también supuso que no era buena idea hacérselo notar ya que parecía triste o no muy contenta con todo aquello al menos. Decidió que sería mejor no sacar el tema, no volver a hablar sobre sus compañeros de calle, la gente que le acompañaba y a veces compartían con el sus historias y comida.
Ella estaba siendo muy amable, y con la gente amable se tenia que ser amable, era de lógica, sobretodo porque le había ayudado y le había dado comida. Y eso era muy importante.
Finalmente la señora sonrío y vaya, debería hacerlo más porque estaba guapa y no parecía triste, y no estar triste era muy importante.
-Vaya ¿De verdad? ¿Tantas? Si que hace sopa para ser alguien que come sangre. Muchas gracias.- El chico siguió con la mirada a la criada mientras lo recogía todo -Cocina muy bien señora, está muy rico.
El chico sonrío a la mulata que tan amablemente le estaba tratando y que además le estaba dejando el pan para que pudiera seguir comiendo, cosa que Javi, sin pensárselo dos veces, hizo.
De repente la señora hizo un ofrecimiento, la escuchó embelesado sin creerse que de verdad alguien le ofreciera un lugar tan lujoso para dormir. El se conformaba con un fuego y un techo, no pedía sabanas ni colchones mullidos, si le hubiera dicho que le dejaba dormir en el suelo delante de hogar, ni se lo hubiera pensado y además le hubiera agradecido por siempre aquel gesto.
Javi nunca se había preocupado mucho ni de su higiene ni del estado de sus ropas ya que las perdía cada vez que se transformaba y cada vez tenía que encontrar unas nuevas o recorrer todo el camino buscando las viejas. A veces cuando encontraba una pieza nueva de ropa, la escondía en algún lugar para otro día que la necesitara poder ponerse, por ello sus ropas siempre estaban rotas, sucias, mojadas o chamuscadas dependiendo de donde las había sacado o donde las escondía.
Pero en aquel momento, ante tal ofrecimiento, observó critico sus ropajes y sus manos que no daban muy buena imagen. Y se preocupó por ello, lo hizo porque se podía ver con claridad que aquella señora lo tenía todo impecable y él se lo ensuciaría.
-Me gustaría mucho dormir en su casa tan bonita, pero... Voy a ensuciarle la cama, seguro que le he ensuciado aquella- señalo la cama donde poco antes se había despertado -mejor me quedo aquí y así no tiene que limpiarlo todo luego.
Su voz era resignada, aunque su mirada y gestos denotaban que se moría de ganas por salir corriendo e investigar toda aquella enorme mansión.
Se acercó a ella e hizo un amago extraño hasta que se atrevió a cogerle una mano y estrecharla entre las suyas, sacudiéndola con energía.
-Es usted muy amable señora "Boisau", se lo agradezco mucho. Si yo puedo hacer algo por tu dímelo que yo lo haré porque tengo que devolverle el favor.
Javier Moraru- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/07/2013
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Localización : Pues... aquí, supongo
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Re: En un oscuro callejón (Privado)
La gratitud del niño la conmovía. Sí, de vez en cuando se sentía bien hacer algo por alguien, una buena acción. El pequeño le parecía indefenso, aunque podía notar que se había cuidado muy bien él solo. Verlo comer le producía mucha satisfacción, porque sabía que al menos no pasaría la noche sin probar bocado. Suspiró.
Un recuerdo se hizo presente en sus pensamientos. Ella, tenía solo 7 años cuando le trajeron la peor noticia de su vida. Sus padres habían fallecido, no volverían más. Ella no entendía en realidad cómo funcionaba todo eso, afrontó el entierro con serenidad, con la esperanza de que todo fuera mentira. Luego, le trataron de explicar que tendría un tutor, alguien que administraría su "herencia" hasta que fuera mayor. Su viejo tío que no siempre fue amoroso ni paciente con ella. Aún así, ella aprendió a quererlo a su manera... creció, se enamoró... y luego perdió a su tío y al amor casi a la misma vez. Estuvo a punto de enloquecer, claro que sí. Y ya tenía 20 años, era una mujer madura y absolutamente consiente del mundo. Nunca le faltó nada, salvo el amor y la calidez de sus padres. ¿Cómo había logrado Javier a tan corta edad superar todo aquel impacto emocional? Sin nadie que esté 100% pendiente de su bienestar, ni de su vida. La heredera coincidió que el pequeño era valiente, y ese fue un rasgo que le impulsó a querer protegerlo. Se dirigió hacia una de las mesas de asistencia laterales, y se sirvió una copa de vino suave, frutal. Una de las pocas cosas que podía disfrutar como vampiro.
Mathilde regresó con rapidez y un nuevo plato de sopa estaba ya en la mesa. Antoinette indicó al pequeño que comiera sin preocupaciones. Ella solo se limitó a sentarse a su lado, y beber de su vino. Escuchó las palabras de Javi, y lo miró con sinceridad y ternura al mismo tiempo.
—Por ensuciar no te preocupes. Apuesto que un baño no te caería nada mal ¿o si? —Invitó con una sonrisa. —Sé que Mathilde puede conseguirte algo de ropa limpia, si quieres. Eres mi invitado, y puedes quedarte el tiempo que gustes —Sentenció, tendiéndole una nívea mano sin pensarlo. Quizás Javi se asustaría ante la frialdad mortal de su piel, pero él ya sabía lo que era, y la había aceptado. Eso no pasaba todos los días.
Lo miró, totalmente sucio, y con la ropa hecha harapos. Seguramente ni siquiera ya podía filtrar un poco el frío de fuera, y mira que estaba nevando. La carita sucia, ¿desde hace cuanto él habría tenido ocasión de tomar un baño? Una cama suave, algo de comida caliente todos los días. Eso era algo que nadie debía echar en falta. Pudo distinguir en la mirada del niño las ansias de aceptar aquel ofrecimiento, sin embargo con sencillez había declinado su oferta. Si estaba en sus posibilidades el ofrecerle todo eso, Antoinette iba a insistir. Le había tomado aprecio.
—No tienes que devolverme ningún favor. —Lo miró con ternura, casi maternal. Acunó suavemente su mano entre las suyas, tras depositar con suavidad la copa de vino en la mesa. —Eres bueno, Javi. Y además eres un niño muy inteligente. Sé que vas a estar bien... —Sentenció. Ella se encargaría de eso. Javi sería su protegido.
Un recuerdo se hizo presente en sus pensamientos. Ella, tenía solo 7 años cuando le trajeron la peor noticia de su vida. Sus padres habían fallecido, no volverían más. Ella no entendía en realidad cómo funcionaba todo eso, afrontó el entierro con serenidad, con la esperanza de que todo fuera mentira. Luego, le trataron de explicar que tendría un tutor, alguien que administraría su "herencia" hasta que fuera mayor. Su viejo tío que no siempre fue amoroso ni paciente con ella. Aún así, ella aprendió a quererlo a su manera... creció, se enamoró... y luego perdió a su tío y al amor casi a la misma vez. Estuvo a punto de enloquecer, claro que sí. Y ya tenía 20 años, era una mujer madura y absolutamente consiente del mundo. Nunca le faltó nada, salvo el amor y la calidez de sus padres. ¿Cómo había logrado Javier a tan corta edad superar todo aquel impacto emocional? Sin nadie que esté 100% pendiente de su bienestar, ni de su vida. La heredera coincidió que el pequeño era valiente, y ese fue un rasgo que le impulsó a querer protegerlo. Se dirigió hacia una de las mesas de asistencia laterales, y se sirvió una copa de vino suave, frutal. Una de las pocas cosas que podía disfrutar como vampiro.
Mathilde regresó con rapidez y un nuevo plato de sopa estaba ya en la mesa. Antoinette indicó al pequeño que comiera sin preocupaciones. Ella solo se limitó a sentarse a su lado, y beber de su vino. Escuchó las palabras de Javi, y lo miró con sinceridad y ternura al mismo tiempo.
—Por ensuciar no te preocupes. Apuesto que un baño no te caería nada mal ¿o si? —Invitó con una sonrisa. —Sé que Mathilde puede conseguirte algo de ropa limpia, si quieres. Eres mi invitado, y puedes quedarte el tiempo que gustes —Sentenció, tendiéndole una nívea mano sin pensarlo. Quizás Javi se asustaría ante la frialdad mortal de su piel, pero él ya sabía lo que era, y la había aceptado. Eso no pasaba todos los días.
Lo miró, totalmente sucio, y con la ropa hecha harapos. Seguramente ni siquiera ya podía filtrar un poco el frío de fuera, y mira que estaba nevando. La carita sucia, ¿desde hace cuanto él habría tenido ocasión de tomar un baño? Una cama suave, algo de comida caliente todos los días. Eso era algo que nadie debía echar en falta. Pudo distinguir en la mirada del niño las ansias de aceptar aquel ofrecimiento, sin embargo con sencillez había declinado su oferta. Si estaba en sus posibilidades el ofrecerle todo eso, Antoinette iba a insistir. Le había tomado aprecio.
—No tienes que devolverme ningún favor. —Lo miró con ternura, casi maternal. Acunó suavemente su mano entre las suyas, tras depositar con suavidad la copa de vino en la mesa. —Eres bueno, Javi. Y además eres un niño muy inteligente. Sé que vas a estar bien... —Sentenció. Ella se encargaría de eso. Javi sería su protegido.
Antoinette Bellerose- Vampiro Clase Alta
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