AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Black Madonna — Privado
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Black Madonna — Privado
Podía pretender muchas veces que los humanos le desagradaban, pero no era así. No siempre ayudar a su hermano era agradable; aquello solía aburrirla mucho. Pandora, en sus más de doscientos años de existencia, no se acostumbraba a mantenerse mucho tiempo quieta, ni centrada en algo en particular. Aunque fuera muy responsable con el negocio familiar, también se le solían ir las cosas de las manos en algunas ocasiones, haciendo enojar un tanto a Vinicius. Pero, no siempre secuestrar y comprar jóvenes era una faena atractiva, en realidad, hasta podía generar conflictos innecesarios. Y más si no se sabía actuar adecuadamente; por suerte, Pandora si sabía qué hacer. Sólo que acudía a métodos que su hermano no consideraba tan fiables, porque, al fin y al cabo, eran maneras en donde la vampiresa sólo satisfacía sus deseos mundanos. Ella prefería matar dos aves de una sola pedrada; era una forma de hacer su no vida un poco más interesante.
Y esto sólo iba a llevarla hasta su punto de quiebre. Algo que aún ignoraba.
—¿Qué ocurre? Estás muy serio, ¿acaso no te gustó el vino? No has probado ni un poco —dijo, esbozando una sonrisa ladina—, puedo pedir que te traigan otra cosa.
Se quedó de pie frente al joven, escrutándolo con la mirada, queriendo hallar algo más en el gesto indiferente de él. A veces resultaba encantador, pero otras veces no tanto. Wallace estaba obsesionado con la idea de encontrar a su hermana menor, y Pandora, sabiendo toda la verdad, se la ocultaba. ¿El fin? Sólo quería fastidiarlo. Ella no era una mujer nada condescendiente; solía tratar a las personas como simple entretenimiento. Y esta vez, se aprovechaba del malestar de Wallace para quitarse el aburrimiento, dejando a un lado el interés que él le generaba. Incluso, llegaba a buscar excusas para verlo, sin llegar a admitirlo abiertamente.
Aquella vez lo había buscado en la tienda que era de su padre, usando la excusa de que deseaba algún disfraz para el carnaval y así pudo salirse con la suya. Wallace ya la conocía, pero no pudo negarse a sus deseos; además, los motivos que lo inclinaban a seguirle el juego eran mucho más poderosos que su orgullo.
—Veo que aún sigues enfadado conmigo. Pero, ya te lo dije, mis contactos se han tardado un poco; no es tarea sencilla lo que me pides. —Se sentó a su lado, sosteniéndole el mentón, obligándolo a que la mirara—. Además, eso también tiene un precio, y mientras pagues, mis servidores harán mejor el trabajo.
Se inclinó hacia adelante, acercando su rostro al del joven, acortando toda distancia existente entre ambos. Sabía que ese truco surtía efecto en él, y más cuando lo persuadía con sus habilidades vampíricas. Sólo bastaba una sonrisa, un simple roce de sus labios y una mirada penetrante, para que Wallace dejara a un lado su indiferencia hacia ella.
—Me gusta que sonrías, deberías hacerlo más a menudo, Wallace —habló con un tono de voz terso, mientras acariciaba las facciones masculinas con la punta de los dedos—. Eres tan complicado, caro. —Deslizó los dedos por su cuello, deteniéndose centímetros más abajo, justo sobre su pecho—. ¿Estás nervioso?
Era una pregunta retórica, la cual ensanchó más la sonrisa de sus labios. Pandora no solía disimular parte de sus emociones, y menos cuando éstas surgían de algo que ella consideraba atractivo. De algún modo u otro, estar con Wallace se incluía dentro de sus pasatiempos favoritos y pretendía alargarlo aún más, aunque él se negara.
Y esto sólo iba a llevarla hasta su punto de quiebre. Algo que aún ignoraba.
***
—¿Qué ocurre? Estás muy serio, ¿acaso no te gustó el vino? No has probado ni un poco —dijo, esbozando una sonrisa ladina—, puedo pedir que te traigan otra cosa.
Se quedó de pie frente al joven, escrutándolo con la mirada, queriendo hallar algo más en el gesto indiferente de él. A veces resultaba encantador, pero otras veces no tanto. Wallace estaba obsesionado con la idea de encontrar a su hermana menor, y Pandora, sabiendo toda la verdad, se la ocultaba. ¿El fin? Sólo quería fastidiarlo. Ella no era una mujer nada condescendiente; solía tratar a las personas como simple entretenimiento. Y esta vez, se aprovechaba del malestar de Wallace para quitarse el aburrimiento, dejando a un lado el interés que él le generaba. Incluso, llegaba a buscar excusas para verlo, sin llegar a admitirlo abiertamente.
Aquella vez lo había buscado en la tienda que era de su padre, usando la excusa de que deseaba algún disfraz para el carnaval y así pudo salirse con la suya. Wallace ya la conocía, pero no pudo negarse a sus deseos; además, los motivos que lo inclinaban a seguirle el juego eran mucho más poderosos que su orgullo.
—Veo que aún sigues enfadado conmigo. Pero, ya te lo dije, mis contactos se han tardado un poco; no es tarea sencilla lo que me pides. —Se sentó a su lado, sosteniéndole el mentón, obligándolo a que la mirara—. Además, eso también tiene un precio, y mientras pagues, mis servidores harán mejor el trabajo.
Se inclinó hacia adelante, acercando su rostro al del joven, acortando toda distancia existente entre ambos. Sabía que ese truco surtía efecto en él, y más cuando lo persuadía con sus habilidades vampíricas. Sólo bastaba una sonrisa, un simple roce de sus labios y una mirada penetrante, para que Wallace dejara a un lado su indiferencia hacia ella.
—Me gusta que sonrías, deberías hacerlo más a menudo, Wallace —habló con un tono de voz terso, mientras acariciaba las facciones masculinas con la punta de los dedos—. Eres tan complicado, caro. —Deslizó los dedos por su cuello, deteniéndose centímetros más abajo, justo sobre su pecho—. ¿Estás nervioso?
Era una pregunta retórica, la cual ensanchó más la sonrisa de sus labios. Pandora no solía disimular parte de sus emociones, y menos cuando éstas surgían de algo que ella consideraba atractivo. De algún modo u otro, estar con Wallace se incluía dentro de sus pasatiempos favoritos y pretendía alargarlo aún más, aunque él se negara.
Pandora***- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 26/07/2016
Re: Black Madonna — Privado
Su padre se encontraba cada día más decaído, su gemelo se centraba en cosas que en nada beneficiaban a la familia y Wallace, él se dedicaba a atender el negocio familiar como si nada hubiera sucedido aunque claro, eso distaba mucho de la realidad a la que los hombres Balzaretti se enfrentaban. La euforia de Wallace por la boda de Minerva se tornó horror cuando encontraron el cadáver del prometido de su hermana, después el horror se volvió alivio porque no encontrar el cuerpo de su hermana le daba esperanza y ese alivió termino por tornarse desesperación, preocupación, entre muchos otros sentimientos que afectaban a Wallace por dentro aunque por fuera se mostrase frió e inexpresivo, provocando algunas habladurías entre las personas que conocían a los hombres de la familia.
Enfocado entonces en descubrir lo ocurrido a su hermana y su paradero, Wallace había caído en las garras de una mujer que con su belleza y promesas de respuestas, lo termino atando a ella. Pandora era lo que el gemelo Balzaretti podía llamar su debilidad con todo y que ese día, después de la repentina aparición de la muchacha en el taller de los Balzaretti la estuviera tratando de una manera más distante de la usual.
– No es que no me guste el vino, simplemente tengo otras cosas en mente que me parecen más importantes que beber – de manera intencional la observo fijamente a los ojos pues ella sabía perfectamente cuál era el motivo de su trato. Wallace sabía perfectamente que Pandora disfrutaba de la compañía de varios jóvenes, algo de lo que se entero por medio de las habladurías de la gente y detalle que a él no le molestaba en lo más mínimo. Algo dentro del gemelo le decía que para ella, era especial. Tampoco lo molestaba el que hubiera aparecido a interrumpir su trabajo y hacer de las suyas, ya que la fémina estaba acostumbrada a siempre salirse con la suya. Lo que molestaba a Wallace y siempre lo haría, era fallarle a los suyos. El tiempo transcurría y aún no tenía noticia alguna de Minerva, su familia se caía a pedazos y Pandora, quien prometiera ayudarle solo le daba largas.
Alejo su mirada, centrándola en cualquier otro sitio que no fuera el bello y perfecto rostro de Pandora, quien prontamente dio en el clavo de la molestia del gemelo. Un suspiro salió de los labios de Wallace y sus ojos fueron obligador a contemplar los ajenos.
– Te he pagado tanto como puedo Pandora pero es imposible que siga haciéndolo cuando no veo resultado alguno. Sé muy bien que lo que pido no es sencillo pero date cuenta, es mi hermana la que esta perdida – ¿Cómo iba a pesar en cualquier otra cosa cuando la vida de Minerva podía estar en peligro? ¿Cómo no sentirse el peor hermano del mundo disfrutando de la compañía de Pandora cuando había fallado a la promesa de proteger a Minerva? El rostro del joven se encontraba completamente tenso pero fue esa manera tan peculiar que tenía su acompañante de acercarse a él lo que le llevó a relajarse un poco.
La cercanía del rostro femenino, la suavidad de sus manos y la caricia en sus palabras provocaron en Wallace un repentino remordimiento. Trataba a Pandora de una manera que ella no se merecía, todo debido a sus frustraciones personales.
– No soy complicado, me pasan muchas cosas últimamente que es diferente – conforme la mano de la muchacha descendía, el corazón de Wallace comenzaba a acelerarse de manera notoria. Ante la pregunta de Pandora, una sonrisa sincera apareció en los labios de Wallace, quien llevó su mano hasta la copa, para probar por primera vez el vino – Ya sabes que siempre me pones nervioso, así que no te hagas la inocente. Mejor deberías decirme – sonrió con picardía – ¿Soy tan irresistible que no podías pasar ni un segundo más sin verme?
Enfocado entonces en descubrir lo ocurrido a su hermana y su paradero, Wallace había caído en las garras de una mujer que con su belleza y promesas de respuestas, lo termino atando a ella. Pandora era lo que el gemelo Balzaretti podía llamar su debilidad con todo y que ese día, después de la repentina aparición de la muchacha en el taller de los Balzaretti la estuviera tratando de una manera más distante de la usual.
– No es que no me guste el vino, simplemente tengo otras cosas en mente que me parecen más importantes que beber – de manera intencional la observo fijamente a los ojos pues ella sabía perfectamente cuál era el motivo de su trato. Wallace sabía perfectamente que Pandora disfrutaba de la compañía de varios jóvenes, algo de lo que se entero por medio de las habladurías de la gente y detalle que a él no le molestaba en lo más mínimo. Algo dentro del gemelo le decía que para ella, era especial. Tampoco lo molestaba el que hubiera aparecido a interrumpir su trabajo y hacer de las suyas, ya que la fémina estaba acostumbrada a siempre salirse con la suya. Lo que molestaba a Wallace y siempre lo haría, era fallarle a los suyos. El tiempo transcurría y aún no tenía noticia alguna de Minerva, su familia se caía a pedazos y Pandora, quien prometiera ayudarle solo le daba largas.
Alejo su mirada, centrándola en cualquier otro sitio que no fuera el bello y perfecto rostro de Pandora, quien prontamente dio en el clavo de la molestia del gemelo. Un suspiro salió de los labios de Wallace y sus ojos fueron obligador a contemplar los ajenos.
– Te he pagado tanto como puedo Pandora pero es imposible que siga haciéndolo cuando no veo resultado alguno. Sé muy bien que lo que pido no es sencillo pero date cuenta, es mi hermana la que esta perdida – ¿Cómo iba a pesar en cualquier otra cosa cuando la vida de Minerva podía estar en peligro? ¿Cómo no sentirse el peor hermano del mundo disfrutando de la compañía de Pandora cuando había fallado a la promesa de proteger a Minerva? El rostro del joven se encontraba completamente tenso pero fue esa manera tan peculiar que tenía su acompañante de acercarse a él lo que le llevó a relajarse un poco.
La cercanía del rostro femenino, la suavidad de sus manos y la caricia en sus palabras provocaron en Wallace un repentino remordimiento. Trataba a Pandora de una manera que ella no se merecía, todo debido a sus frustraciones personales.
– No soy complicado, me pasan muchas cosas últimamente que es diferente – conforme la mano de la muchacha descendía, el corazón de Wallace comenzaba a acelerarse de manera notoria. Ante la pregunta de Pandora, una sonrisa sincera apareció en los labios de Wallace, quien llevó su mano hasta la copa, para probar por primera vez el vino – Ya sabes que siempre me pones nervioso, así que no te hagas la inocente. Mejor deberías decirme – sonrió con picardía – ¿Soy tan irresistible que no podías pasar ni un segundo más sin verme?
Wallace Balzaretti- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 28/05/2016
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Re: Black Madonna — Privado
Pandora solía usar las mentiras a su conveniencia; manipular a otros era, quizá, uno de sus pasatiempos favoritos. Con Wallace no había ninguna excepción, simplemente quería atarlo a su lado. Pero existía un problema, y era la familia de éste. Wallace estaba dispuesto a encontrar a su hermana, sin importarle nada, ni siquiera su propia seguridad al estar al lado de Pandora, quien le había prometido ayudarlo a cambio de cumplir sus caprichos. Sin embargo, las cosas parecían no marchar hacia ese añorado objetivo. La inmortal solía dar largas o inventar excusas inútiles; a pesar de que el muchacho le disgustaba todo ese asunto, terminaba cayendo ante los encantos de la dama. Y ella al saber esto, se aprovechaba aún más de la situación.
Ese día estaba guiando todo a su favor, una vez más.
Sabía que él no podría zafarse tan fácilmente de su poder de persuasión, y mucho menos estando ambos tan cerca. Pandora contemplaba con una sonrisa maliciosa como Wallace intentaba sacar valor de donde lo tuviera; escuchaba los latidos de su corazón y su voz sonaba temblorosa, aunque haya accedido a probar el vino. Ella era el depredador en ese momento, pero no duró mucho su victoria. La pregunta del joven logró sacarla un poco de sí; era como si fuese puesta en evidencia. Y ahí lo comprendió: Wallace también sabía jugar. ¿Podía sacar ventaja? Quizás sí. Y si lo haría, debía actuar rápido. Así que, simplemente, terminó apartándose un poco y le dedicó una sonrisa. Era curioso verse a sí misma en aquella escena, cuando se supone que era quien debía llevar el control.
—¿Qué clase de pregunta es esa? —inquirió, mientras lo escudriñaba con la mirada—. ¿Es inseguridad? No me digas que aún dudas de mis atenciones —se lamentó, haciendo una mueca de disgusto. Pero era simple teatro.
Sin dar tiempo a una respuesta elaborada por parte de Wallace, se volvió a acercar a él. Le había dado un tiempo para que respirara adecuadamente, pero cuando supo que él se creería vencedor, Pandora estaba haciendo de las suyas. Acarició su mejilla con la diestra, trazando un recorrido hasta su nuca, en donde tiró un poco de los cabellos rubios.
—¿Quieres jugar, no es así? No te hagas el desentendido. Puedo verlo en tu mirada; lo percibo en tu aroma. —Acercó tanto su rostro que logró rozar los labios del muchacho con los suyos—. Has dado un paso en falso, Wallace. Ahora tendrás que pagar por tus palabras —dijo con voz musical—. Demuestra que eres digno de saber cuál es la respuesta a esa pregunta.
Entonces fue cuando sus labios se unieron finalmente. Los brazos de la inmortal terminaron rodeando el cuello de Wallace, apegándose intencionalmente a su cuerpo. Las palabras de él eran un reto al que Pandora aceptó sin ningún tipo de decoro; no iba a dejar que un simple humano intentara contradecirla, y mucho menos, herir su orgullo. Ella siempre había estado acostumbrada a liderar, a que se le obedeciera sin chistar. Sin embargo, con Wallace iba perdiendo la jugada, aunque no lo quisiera aceptar.
Ese día estaba guiando todo a su favor, una vez más.
Sabía que él no podría zafarse tan fácilmente de su poder de persuasión, y mucho menos estando ambos tan cerca. Pandora contemplaba con una sonrisa maliciosa como Wallace intentaba sacar valor de donde lo tuviera; escuchaba los latidos de su corazón y su voz sonaba temblorosa, aunque haya accedido a probar el vino. Ella era el depredador en ese momento, pero no duró mucho su victoria. La pregunta del joven logró sacarla un poco de sí; era como si fuese puesta en evidencia. Y ahí lo comprendió: Wallace también sabía jugar. ¿Podía sacar ventaja? Quizás sí. Y si lo haría, debía actuar rápido. Así que, simplemente, terminó apartándose un poco y le dedicó una sonrisa. Era curioso verse a sí misma en aquella escena, cuando se supone que era quien debía llevar el control.
—¿Qué clase de pregunta es esa? —inquirió, mientras lo escudriñaba con la mirada—. ¿Es inseguridad? No me digas que aún dudas de mis atenciones —se lamentó, haciendo una mueca de disgusto. Pero era simple teatro.
Sin dar tiempo a una respuesta elaborada por parte de Wallace, se volvió a acercar a él. Le había dado un tiempo para que respirara adecuadamente, pero cuando supo que él se creería vencedor, Pandora estaba haciendo de las suyas. Acarició su mejilla con la diestra, trazando un recorrido hasta su nuca, en donde tiró un poco de los cabellos rubios.
—¿Quieres jugar, no es así? No te hagas el desentendido. Puedo verlo en tu mirada; lo percibo en tu aroma. —Acercó tanto su rostro que logró rozar los labios del muchacho con los suyos—. Has dado un paso en falso, Wallace. Ahora tendrás que pagar por tus palabras —dijo con voz musical—. Demuestra que eres digno de saber cuál es la respuesta a esa pregunta.
Entonces fue cuando sus labios se unieron finalmente. Los brazos de la inmortal terminaron rodeando el cuello de Wallace, apegándose intencionalmente a su cuerpo. Las palabras de él eran un reto al que Pandora aceptó sin ningún tipo de decoro; no iba a dejar que un simple humano intentara contradecirla, y mucho menos, herir su orgullo. Ella siempre había estado acostumbrada a liderar, a que se le obedeciera sin chistar. Sin embargo, con Wallace iba perdiendo la jugada, aunque no lo quisiera aceptar.
Pandora***- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 26/07/2016
Re: Black Madonna — Privado
Le gustaba aquella inmortal de ojos verdes y sonrisa seductora, aun cuando ella no fuera capaz de darle la respuestas que buscaba, a Wallace le gustaba y ese era un problema que enfrentaba simulando ser distante, aunque en el fondo supiera que eso no duraría mucho. Pandora era inteligente, sabía usar a la perfección las cartas que poseía y el Balzaretti sabía que era cuestión de tiempo para que ella usara sus cartas en contra de él, aún así, Wallace intentaba sacar valor para resistirse a los encantos femeninos. El joven italiano se decía a si mismo que no podía defraudar a los suyos, que no podía dejar de lado a Minerva y que si se concentraba en su hermana, podría afrontar a Pandora. ¡Que ingenuo de su parte!.
La cercanía de la inmortal le alteraba los sentidos. Su corazón latía desbocado en su pecho, sus pensamientos comenzaban a desviarse a situaciones que no debían hacerlo y fue por eso quizás, que decidió preguntar sobre su “irresistible personalidad”. La pregunta no llevaba ninguna clase de finalidad en especifico, solo obtener información y darle algo de tiempo a Wallace para recuperar la compostura, aunque inesperadamente, la interrogante hecha por el Balzaretti tuvo un efecto mayor del esperado.
– Es solo una pregunta, ¿Por qué te pones de esa manera? – le miró con cierto grado de extrañeza, solo para después mostrar nuevamente su enorme sonrisa a Pandora Era tan poco común ver a Pandora de esa manera que Wallace no evitó pensar que de verdad él era para ella que cualquiera de los otros a los que veía, y daba igual que ella lo negara con palabras porque son su mirada y sus actos, decía más que lo que Wallace esperaba obtener.
Con la sonrisa aún en el rostro, Wallace la vio acercarse a él.
– ¿Qué pasa? ¿No puedes estar realmente lejos de mi? – preguntó a manera de broma cuando sus cabellos eran halados, aunque claro que con su pregunta trataba de obtener respuestas con algo de verdad – ¿Estoy jugando? Pero si no he hecho nada más que preguntarte algo sobre lo que tenía curiosidad, no veo en que sea eso jugar – el valor obtenido y la perspectiva tomada hasta aquel momento se desmorono apenas los labios de Pandora rozaron los suyos. El corazón humano de Wallace latió nuevamente desbocado en su pecho, en esa ocasión no solamente por la cercanía sino también porque ante las ultimas palabras de la vampiro, el Balzaretti de verdad confirmaba que él era especial.
Los labios de ambos se unieron entonces y respondió a aquel beso que le era otorgado por la más hermosa y monstruosa criatura que sus ojos hubieran contemplado alguna vez. El tiempo pareció detenerse y al mayor de los gemelos no le importo en lo más mínimo, de hecho, solo fue capaz de volver a pensar con claridad cuando sus labios se separaron de los de Pandora, tras lo cual, la observó fijamente a los ojos.
– Ya has respondido a la pregunta que te formule, sin embargo, ahora tengo muchas más preguntas que hacerte – levantó una de sus manos hasta acariciar la inmaculada mejilla de la inmortal – ¿Vas a responderme todas con besos?
La cercanía de la inmortal le alteraba los sentidos. Su corazón latía desbocado en su pecho, sus pensamientos comenzaban a desviarse a situaciones que no debían hacerlo y fue por eso quizás, que decidió preguntar sobre su “irresistible personalidad”. La pregunta no llevaba ninguna clase de finalidad en especifico, solo obtener información y darle algo de tiempo a Wallace para recuperar la compostura, aunque inesperadamente, la interrogante hecha por el Balzaretti tuvo un efecto mayor del esperado.
– Es solo una pregunta, ¿Por qué te pones de esa manera? – le miró con cierto grado de extrañeza, solo para después mostrar nuevamente su enorme sonrisa a Pandora Era tan poco común ver a Pandora de esa manera que Wallace no evitó pensar que de verdad él era para ella que cualquiera de los otros a los que veía, y daba igual que ella lo negara con palabras porque son su mirada y sus actos, decía más que lo que Wallace esperaba obtener.
Con la sonrisa aún en el rostro, Wallace la vio acercarse a él.
– ¿Qué pasa? ¿No puedes estar realmente lejos de mi? – preguntó a manera de broma cuando sus cabellos eran halados, aunque claro que con su pregunta trataba de obtener respuestas con algo de verdad – ¿Estoy jugando? Pero si no he hecho nada más que preguntarte algo sobre lo que tenía curiosidad, no veo en que sea eso jugar – el valor obtenido y la perspectiva tomada hasta aquel momento se desmorono apenas los labios de Pandora rozaron los suyos. El corazón humano de Wallace latió nuevamente desbocado en su pecho, en esa ocasión no solamente por la cercanía sino también porque ante las ultimas palabras de la vampiro, el Balzaretti de verdad confirmaba que él era especial.
Los labios de ambos se unieron entonces y respondió a aquel beso que le era otorgado por la más hermosa y monstruosa criatura que sus ojos hubieran contemplado alguna vez. El tiempo pareció detenerse y al mayor de los gemelos no le importo en lo más mínimo, de hecho, solo fue capaz de volver a pensar con claridad cuando sus labios se separaron de los de Pandora, tras lo cual, la observó fijamente a los ojos.
– Ya has respondido a la pregunta que te formule, sin embargo, ahora tengo muchas más preguntas que hacerte – levantó una de sus manos hasta acariciar la inmaculada mejilla de la inmortal – ¿Vas a responderme todas con besos?
Wallace Balzaretti- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 28/05/2016
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Re: Black Madonna — Privado
Tal vez la misma trampa que le había tendido a Wallace también la encerró a ella, pero, de alguna u otra manera, buscaría la forma de escapar. Su orgullo iba por encima de todas las cosas, Pandora no podía sencillamente aceptar sus propios errores, y menos, sus sentimientos. Era una mujer fría, calculadora, quizá demasiado ruin y hasta despreciable. Sus caprichos a veces iban demasiado lejos y no le importaba en lo más mínimo si alguien tendría que salir lastimado, lo único que le interesaba era cumplir con sus fines. Sin embargo, con aquel humano no estaba obteniendo los resultados que pretendía, él se estaba encargando de herirle lo más profundo de su ego, aunque ella no lo demostrara. El juego, incluso, le era entretenido, a pesar de lo muy osado que resultaba ser Wallace. Pandora tampoco iba a dejarse llevar por un innecesario ataque de ira, era como darle la razón al mortal; además, estaba segura que si iba más lejos, lo tendría a sus pies, como debía ser, según ella.
Y si debía tener algo a favor en aquella situación, era el estado en que se encontraba Wallace. Comprendió que lo estaba dejando en evidencia, así como él lo hizo con ella; pero, había una abismal diferencia entre ambos; Pandora sabía cómo sacarle un maligno provecho a todo, podía simplemente cambiar la jugada a su favor. Balzaretti seguro se consideraba muy especial en ese instante (y sí que lo era), y aun así, eso no cambiaría la personalidad frívola de Pandora. La vampira sabía exactamente qué hacer. Así que sólo se quedó en su posición sin que la sonrisa de sus labios se borrara, podía escuchar los latidos del corazón mortal, por muy valiente que aparentara ser su dueño.
—Estás siendo un poco insensato, querido —acertó a decir, acariciando su mejilla con el dorso de la mano—. Es como si le estuvieras vendiendo tu alma a un demonio, ¿te das cuenta de ello? Puedes juzgarlo del modo que sea, pero seguiré conservando ventaja. —Le observó fijamente, mientras su diestra se deslizaba con tortuosa lentitud sobre su pecho, insinuando muchas cosas—. Y no, no creas que lograrás sacarte las dudas de la cabeza. Quizás termines con muchas más.
Sus labios volvían a rozar los del muchacho, incluso se atrevió a morderlos un poco, tomándose la libertad de sentarse sobre sus piernas, adoptando una postura mucho más cómoda. Esa sonrisa seductora y amenazante se mantenía firme en los labios de Pandora, quien empezaba a llevar la situación mucho más lejos, sin importarle siquiera las razones que habían llevado a Wallace hasta ahí. Sólo se dedicó a jugar con la camisa de su compañero, tirándola un poco como si quisiera arrancarla de un tirón. Luego depositó un par de besos efímeros sobre su cuello, aspirando ese olor tan característico de la mortalidad, aquel que ella había perdido hacía mucho.
—¿Y? ¿Quieres seguir con tu interrogatorio o tengo que ahorrármelo todo? Podría resultar tedioso, aunque me da igual, las respuestas seguirán siendo las mismas con preguntas y sin preguntas —aseguró, sin abandonar sus acciones en ningún momento—. No te preocupes, no me alimentaré de ti. Cené antes de que llegaras aquí, no quería interrupciones de ningún tipo, he quedado satisfecha, así que no habrá nada, ni nadie, que evite que te responda de manera adecuada. —Con gran facilidad se deshizo de su corbata—. Créeme, no necesitabas eso, tampoco necesitarás otras cosas.
Y si debía tener algo a favor en aquella situación, era el estado en que se encontraba Wallace. Comprendió que lo estaba dejando en evidencia, así como él lo hizo con ella; pero, había una abismal diferencia entre ambos; Pandora sabía cómo sacarle un maligno provecho a todo, podía simplemente cambiar la jugada a su favor. Balzaretti seguro se consideraba muy especial en ese instante (y sí que lo era), y aun así, eso no cambiaría la personalidad frívola de Pandora. La vampira sabía exactamente qué hacer. Así que sólo se quedó en su posición sin que la sonrisa de sus labios se borrara, podía escuchar los latidos del corazón mortal, por muy valiente que aparentara ser su dueño.
—Estás siendo un poco insensato, querido —acertó a decir, acariciando su mejilla con el dorso de la mano—. Es como si le estuvieras vendiendo tu alma a un demonio, ¿te das cuenta de ello? Puedes juzgarlo del modo que sea, pero seguiré conservando ventaja. —Le observó fijamente, mientras su diestra se deslizaba con tortuosa lentitud sobre su pecho, insinuando muchas cosas—. Y no, no creas que lograrás sacarte las dudas de la cabeza. Quizás termines con muchas más.
Sus labios volvían a rozar los del muchacho, incluso se atrevió a morderlos un poco, tomándose la libertad de sentarse sobre sus piernas, adoptando una postura mucho más cómoda. Esa sonrisa seductora y amenazante se mantenía firme en los labios de Pandora, quien empezaba a llevar la situación mucho más lejos, sin importarle siquiera las razones que habían llevado a Wallace hasta ahí. Sólo se dedicó a jugar con la camisa de su compañero, tirándola un poco como si quisiera arrancarla de un tirón. Luego depositó un par de besos efímeros sobre su cuello, aspirando ese olor tan característico de la mortalidad, aquel que ella había perdido hacía mucho.
—¿Y? ¿Quieres seguir con tu interrogatorio o tengo que ahorrármelo todo? Podría resultar tedioso, aunque me da igual, las respuestas seguirán siendo las mismas con preguntas y sin preguntas —aseguró, sin abandonar sus acciones en ningún momento—. No te preocupes, no me alimentaré de ti. Cené antes de que llegaras aquí, no quería interrupciones de ningún tipo, he quedado satisfecha, así que no habrá nada, ni nadie, que evite que te responda de manera adecuada. —Con gran facilidad se deshizo de su corbata—. Créeme, no necesitabas eso, tampoco necesitarás otras cosas.
Pandora***- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/07/2016
Re: Black Madonna — Privado
La presencia de Pandora en el taller comenzaba a provocar que Wallace perdiera la perspectiva de lo que era realmente importante. Si bien el muchacho repetía de manera casi constante que debía encontrar a Minerva, era la imagen del demonio vestido de ángel frente a él lo único verdaderamente presente en sus pensamientos. Para empeorar el asunto, al menos para él, la cercanía de la inmortal lo ponía peor y aunque sus “inocentes preguntas” eran una especie de barrera para poder él recuperar la compostura, las cosas comenzaban a írsele de las manos, siendo el beso de Pandora y la respuesta de Wallace al mismo lo que sin darse cuenta lo llevó a cavar su propia tumba.
– Puedo pedirte perdón por mi insensatez – respondió de manera juguetona, notando el frío en su mejilla. Tras escuchar lo que ella creía que hacía, Wallace no pudo evitar sonreír. ¿Le estaba vendiendo su alma a un demonio? Wallace creía firmemente que más que vendérsela, se la estaba regalando entera y hacerlo no le molestaba en lo más mínimo. El muchacho italiano daría a Pandora tanto como ella quisiera y haría todo lo que ella pidiera, pero no se lo diría de manera directa, al menos no aún – Yo no creo estar haciendo nada de eso que tu dices y – se encogió de hombros – quien sabe, quizás solo necesito una respuesta y me conformo con ella, después de todo, no soy un hombre codicioso – La vampiro era inteligente, más que él y para esos momentos ya debía saber la fuerza que simulaba no era más que una mascara que pronto iba a caerse.
Balzaretti fue muy ingenuo al creer que con aquello terminaba todo, que el juego se posponía y que podían decir que el asunto quedaba como un empate, pero olvidaba un detalle importante de su contrincante, detestaba perder. Antes de poder decir algo más, los labios de la inmortal fueron una vez más a rozar sus labios solo que en esta ocasión, ella no se detuvo ahí. Pandora se tomó la libertad de sentarse sobre las piernas de Wallace, provocando así que el italiano se quedase helado, desconociendo en ese instante la forma correcta de proceder. Nunca antes le ocurrió aquello, no con un espécimen femenino tan imponente como Pandora.
Su mente era incapaz de deducir que era lo que estaba sucediendo, afortunadamente su cuerpo parecía saber perfectamente a donde es que los estaban guiando las acciones de ambos.
– Las preguntas que tenía en mente están siendo respondidas, gracias – aseguró dejando que la situación siguiera su curso. Las manos de Wallace recorrían con lentitud la figura de Pandora por encima del elaborado vestido que usaba y una sonrisa juguetona se veía en su rostro – bueno, tendremos más tiempo para en interrogatorio entonces – saber que ella se había alimentado de alguien más antes de ir le causaba sentimientos encontrados. Por un lado estaba el hecho de que no se sentiría débil pero por el otro le carcomía la idea de que hubiera estado con alguien esa noche; claro que ese detalle se lo olvido apenas la vampiro le aseguro que no necesitaría más cosas – Yo también tengo ideas sobre lo que no necesitas – susurró aquello mientras que se acercaba a besar la blanca piel del cuello de la inmortal pero al hacer aquello, sus manos recorrían el vestido de Pandora, ese que se volvía ya un estorbo.
– Puedo pedirte perdón por mi insensatez – respondió de manera juguetona, notando el frío en su mejilla. Tras escuchar lo que ella creía que hacía, Wallace no pudo evitar sonreír. ¿Le estaba vendiendo su alma a un demonio? Wallace creía firmemente que más que vendérsela, se la estaba regalando entera y hacerlo no le molestaba en lo más mínimo. El muchacho italiano daría a Pandora tanto como ella quisiera y haría todo lo que ella pidiera, pero no se lo diría de manera directa, al menos no aún – Yo no creo estar haciendo nada de eso que tu dices y – se encogió de hombros – quien sabe, quizás solo necesito una respuesta y me conformo con ella, después de todo, no soy un hombre codicioso – La vampiro era inteligente, más que él y para esos momentos ya debía saber la fuerza que simulaba no era más que una mascara que pronto iba a caerse.
Balzaretti fue muy ingenuo al creer que con aquello terminaba todo, que el juego se posponía y que podían decir que el asunto quedaba como un empate, pero olvidaba un detalle importante de su contrincante, detestaba perder. Antes de poder decir algo más, los labios de la inmortal fueron una vez más a rozar sus labios solo que en esta ocasión, ella no se detuvo ahí. Pandora se tomó la libertad de sentarse sobre las piernas de Wallace, provocando así que el italiano se quedase helado, desconociendo en ese instante la forma correcta de proceder. Nunca antes le ocurrió aquello, no con un espécimen femenino tan imponente como Pandora.
Su mente era incapaz de deducir que era lo que estaba sucediendo, afortunadamente su cuerpo parecía saber perfectamente a donde es que los estaban guiando las acciones de ambos.
– Las preguntas que tenía en mente están siendo respondidas, gracias – aseguró dejando que la situación siguiera su curso. Las manos de Wallace recorrían con lentitud la figura de Pandora por encima del elaborado vestido que usaba y una sonrisa juguetona se veía en su rostro – bueno, tendremos más tiempo para en interrogatorio entonces – saber que ella se había alimentado de alguien más antes de ir le causaba sentimientos encontrados. Por un lado estaba el hecho de que no se sentiría débil pero por el otro le carcomía la idea de que hubiera estado con alguien esa noche; claro que ese detalle se lo olvido apenas la vampiro le aseguro que no necesitaría más cosas – Yo también tengo ideas sobre lo que no necesitas – susurró aquello mientras que se acercaba a besar la blanca piel del cuello de la inmortal pero al hacer aquello, sus manos recorrían el vestido de Pandora, ese que se volvía ya un estorbo.
Wallace Balzaretti- Humano Clase Media
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Re: Black Madonna — Privado
Pandora de esas mujeres que no hacían las cosas de manera correcta según la sociedad, sin embargo, su estatus económico, e inteligencia, lograban despistar las habladurías, pues sus víctimas no vivían mucho para contar algo. Su hermano era todo un desgraciado, y ella no se quedaba atrás. Por lo que, de alguna manera, Pandora se sentía con mucho poder sobre cualquiera y sin la necesidad de atarse a nadie; podía ser una libertina y nadie tenía porque juzgarla por ello. Además, siendo una inmortal, era mucho más sencillo actuar de maneras tan mal vistas, porque no corrían riesgos que cualquier mujer corriente correría. Pero, aunque actuara de ese modo, tampoco iba con cualquiera. En realidad era muy selectiva, quizás demasiado. A tal punto de su existencia, pocos llamaban su atención, y en otros casos, terminaba desechándolos muy rápido. Wallace, de momento, era su nuevo juguete; le atraía el muchacho, ¿para qué negarlo? Aparte, ya llevaban un tiempo viéndose, ¿por qué no dejar que las cosas siguieran su curso?
—¿Seguro que no estás haciendo nada? Que mal mentiroso eres. Para la próxima te enseñaré como mentir correctamente —le sugirió, mientras ladeaba el cuello, dejándole la libertad necesaria para que lo recorriera a su gusto—. Oh, sí, la maldita codicia. Que mal se ve eso en las personas... o quizás no. Algunas veces puede llevarte a obtener cosas magníficas, ¿no lo crees?
Sus palabras eran una invitación evidente, hasta presionó más su torso contra el de Wallace a propósito. Bien sabía que ya él se estaba resignando a caer en sus garras y bien que lo estaba aprovechando. También era algo que desde un principio pretendía hacer, así que, de algún modo, ambos se estaban recompensando mutuamente.
—Yo digo que tendremos toda la noche —le aseguró al momento en que terminaba de arrebatarle la camisa—. Ya te dije, no la necesitas.
Sus manos descendieron a través del torso masculino, luego lo hicieron sus labios, incluso se atrevió a rozar su piel con los colmillos. Pero terminada su labor, volvió a centrarse en el rostro de Wallace, mordiendo un poco su mentón.
—¿Y qué se supone que no necesito? —inquirió con tono juguetón, en lo que el filo de sus uñas marcaban su espalda—. Tengo varias cosas que no necesito, pero estoy muy ocupada como para dejarlas a un lado. Deberías ayudarme. —Entrelazó sus manos con las de él y las dirigió justo a sus piernas, introduciéndolas por debajo del elaborado faldón de su vestido—. Puedes empezar por aquí, o por aquí. —Esta vez lo dirigió hasta su espalda, justo en donde estaban los listones de la parte superior de su traje—. Tú decides o tendré que encargarme yo.
Y sí que lo hizo, luego de dedicarle una sonrisa jocosa. Simplemente le ayudó a deshacerse de los nudos de aquellos lazos para aflojar la parte del vestido que cubría su torso, tomando la iniciativa de retirarla ella misma, quedándose tan sólo con el corsé y la ropa interior.
—Te tardaste en tomar decisiones, pero es bueno que seas algo lento, eso brinda ciertas ventajas en estos casos —afirmó—. Aunque, tampoco alargues el inicio demasiado. Suele exasperarme un poco.
—¿Seguro que no estás haciendo nada? Que mal mentiroso eres. Para la próxima te enseñaré como mentir correctamente —le sugirió, mientras ladeaba el cuello, dejándole la libertad necesaria para que lo recorriera a su gusto—. Oh, sí, la maldita codicia. Que mal se ve eso en las personas... o quizás no. Algunas veces puede llevarte a obtener cosas magníficas, ¿no lo crees?
Sus palabras eran una invitación evidente, hasta presionó más su torso contra el de Wallace a propósito. Bien sabía que ya él se estaba resignando a caer en sus garras y bien que lo estaba aprovechando. También era algo que desde un principio pretendía hacer, así que, de algún modo, ambos se estaban recompensando mutuamente.
—Yo digo que tendremos toda la noche —le aseguró al momento en que terminaba de arrebatarle la camisa—. Ya te dije, no la necesitas.
Sus manos descendieron a través del torso masculino, luego lo hicieron sus labios, incluso se atrevió a rozar su piel con los colmillos. Pero terminada su labor, volvió a centrarse en el rostro de Wallace, mordiendo un poco su mentón.
—¿Y qué se supone que no necesito? —inquirió con tono juguetón, en lo que el filo de sus uñas marcaban su espalda—. Tengo varias cosas que no necesito, pero estoy muy ocupada como para dejarlas a un lado. Deberías ayudarme. —Entrelazó sus manos con las de él y las dirigió justo a sus piernas, introduciéndolas por debajo del elaborado faldón de su vestido—. Puedes empezar por aquí, o por aquí. —Esta vez lo dirigió hasta su espalda, justo en donde estaban los listones de la parte superior de su traje—. Tú decides o tendré que encargarme yo.
Y sí que lo hizo, luego de dedicarle una sonrisa jocosa. Simplemente le ayudó a deshacerse de los nudos de aquellos lazos para aflojar la parte del vestido que cubría su torso, tomando la iniciativa de retirarla ella misma, quedándose tan sólo con el corsé y la ropa interior.
—Te tardaste en tomar decisiones, pero es bueno que seas algo lento, eso brinda ciertas ventajas en estos casos —afirmó—. Aunque, tampoco alargues el inicio demasiado. Suele exasperarme un poco.
Pandora***- Vampiro Clase Alta
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Re: Black Madonna — Privado
El mal humor que experimentara momentos atrás se disipaba gracias a la presencia de Pandora, o más bien, a las acciones de ella. Para el humano, la inmortal era ligeramente responsable de que Wallace estuviera de malas en primer lugar después de todo, no estaba cumpliendo con su parte de trato ayudándole a dar con el paradero de Minerva. Su hermana, sin embargo, pasaba a segundo termino de momento.
Wallace era débil a Pandora, no importaba cuanto se esforzara por resistirse a ella, siempre acababa haciendo y dándole tanto como ella quería. ¿Quién podía culparlo? Nadie. Ya que creía inevitable que todo hombre que posara sus ojos en la belleza de la inmortal, cayera bajo su hechizo.
– No estoy mintiéndote – rió – Yo sinceramente no creo estar haciendo nada mal o quizás no me doy cuenta de ello – Era más que obvio, sabía lo que hacía pero no podía evitarlo. Le encantaba tener a Pandora cerca y de serle posible, la querría mucho más cerca de él. Enarcó la ceja, observando con atención cada uno de los gestos de la vampiro. El italiano necesitaba andarse con cuidado, lentamente entraba en terreno escabroso y las palabras de la fémina solo corroboraron esa certeza – Bueno, todo depende de que cosa maravillosa estemos planeando obtener – sin recato alguno, la mirada de Wallace recorrió el cuerpo de Pandora. Tenerla entre sus brazos y solo para él, definitivamente sería maravilloso. El italiano contuvo el aire en sus pulmones. La cercanía de Pandora era demasiado peligrosa para su cordura y si las cosas seguían por ese rumbo, sus impulsos tomarían el control de sus acciones y nada bueno – o demasiado bueno – saldría de ello.
Esa inmortal buscaba matarlo antes de tiempo, no existía otra explicación para lo que estaba sucediendo pero aunque esa fuera su intención, detenerse ya no estaba en los planes de Wallace que al final se dejo llevar por sus impulsos. Las manos frías de Pandora recorrieron su cuerpo antes de que lo hicieran sus labios y una risita divertida se le escapo a Wallace ante la mordida en su mentón. Al italiano le hubiese encantado ser quien ayudara a Pandora a quitar parte de sus ropas, no obstante, la majestuosidad de la inmortal en ese momento le dejaron en un estado bastante inútil. El mayor de los gemelos juraba que si se miraba al espejo, tendría la mayor cara de idiota que jamás viera en nadie y todo se lo debía a la mujer que quedaba frente a sus ojos en corsé y ropa interior.
– Me tardó porque quiero estar seguro de que sigo vivo – le sonrió como un estúpido enamorado de lo que veía – Y tranquila, que ya que me he cerciorado de que aun estoy en el plano terrenal no te dejare todo el trabajo – puestas ya las cartas sobre la mesa, el mayor de los Balzaretti besó el hombro de Pandora mientras que sus diestras manos desataban los listones que mantenían unido el corsé. Una vez que logró sacarle aquella molesta prenda a la inmortal, Wallace dio por primera ocasión gracias a la vida por nacer en una familia donde vestir – aunque en este caso desvestir – gente fuera a lo que se dedicaban.
Wallace era débil a Pandora, no importaba cuanto se esforzara por resistirse a ella, siempre acababa haciendo y dándole tanto como ella quería. ¿Quién podía culparlo? Nadie. Ya que creía inevitable que todo hombre que posara sus ojos en la belleza de la inmortal, cayera bajo su hechizo.
– No estoy mintiéndote – rió – Yo sinceramente no creo estar haciendo nada mal o quizás no me doy cuenta de ello – Era más que obvio, sabía lo que hacía pero no podía evitarlo. Le encantaba tener a Pandora cerca y de serle posible, la querría mucho más cerca de él. Enarcó la ceja, observando con atención cada uno de los gestos de la vampiro. El italiano necesitaba andarse con cuidado, lentamente entraba en terreno escabroso y las palabras de la fémina solo corroboraron esa certeza – Bueno, todo depende de que cosa maravillosa estemos planeando obtener – sin recato alguno, la mirada de Wallace recorrió el cuerpo de Pandora. Tenerla entre sus brazos y solo para él, definitivamente sería maravilloso. El italiano contuvo el aire en sus pulmones. La cercanía de Pandora era demasiado peligrosa para su cordura y si las cosas seguían por ese rumbo, sus impulsos tomarían el control de sus acciones y nada bueno – o demasiado bueno – saldría de ello.
Esa inmortal buscaba matarlo antes de tiempo, no existía otra explicación para lo que estaba sucediendo pero aunque esa fuera su intención, detenerse ya no estaba en los planes de Wallace que al final se dejo llevar por sus impulsos. Las manos frías de Pandora recorrieron su cuerpo antes de que lo hicieran sus labios y una risita divertida se le escapo a Wallace ante la mordida en su mentón. Al italiano le hubiese encantado ser quien ayudara a Pandora a quitar parte de sus ropas, no obstante, la majestuosidad de la inmortal en ese momento le dejaron en un estado bastante inútil. El mayor de los gemelos juraba que si se miraba al espejo, tendría la mayor cara de idiota que jamás viera en nadie y todo se lo debía a la mujer que quedaba frente a sus ojos en corsé y ropa interior.
– Me tardó porque quiero estar seguro de que sigo vivo – le sonrió como un estúpido enamorado de lo que veía – Y tranquila, que ya que me he cerciorado de que aun estoy en el plano terrenal no te dejare todo el trabajo – puestas ya las cartas sobre la mesa, el mayor de los Balzaretti besó el hombro de Pandora mientras que sus diestras manos desataban los listones que mantenían unido el corsé. Una vez que logró sacarle aquella molesta prenda a la inmortal, Wallace dio por primera ocasión gracias a la vida por nacer en una familia donde vestir – aunque en este caso desvestir – gente fuera a lo que se dedicaban.
Wallace Balzaretti- Humano Clase Media
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Re: Black Madonna — Privado
Se había desviado a propósito de sus intereses, tenía que reconocerlo. Claro, tampoco era algo que le fastidiara, no en esa situación, la misma que, tal vez, se le fue de las manos a Wallace, más no a ella. Pandora era caprichosa y libertina, como no. Estaba acostumbrada a involucrarse en cuestiones un tanto lascivas, algo que no representaba un escándalo, pues lo mantenía bajo absoluta discreción, al igual que los negocios familiares. Tenía que reconocer que la época estaba llena de prejuicios, y aunque no le agradaran, debía mantenerse al margen, no era tan estúpida, después de todo. Había, incluso, dejado a un lado el recuerdo de Blaise; en realidad, había dejado todos los pensamientos molestos a un lado. Se centró en lo que ocurría. Deseaba al humano, ¿a quién engañaba? Hasta sintió la necesidad de probar su sangre, pero eso lo dejaría para después.
—No te hagas el idiota, querido. Eres como un libro abierto, al que se puede leer fácilmente. Tus gestos, e incluso las reacciones de tu cuerpo, hablan por sí solas —murmuró sobre la piel de su cuello, mientras sus manos continuaban reconociendo cada centímetro de sus hombros y espalda—. ¿Siempre eres así con las mujeres? Digo, pareces cohibirte de muchas cosas, Balzaretti.
Sentenció. A ella le gustaba manejar las cosas, pero, en casos como esos, prefería que la otra parte hiciera lo suyo. Tal vez él se había encargado de arrebatarle la pieza que cubría su torso, dejando esa parte de su cuerpo al descubierto, sin embargo, eso no fue suficiente. En ese instante se puso de pie. Cubrió su pecho con el antebrazo y le miró con fingida seriedad, luego se giró para poder encargarse de la molesta falda de su vestido. Odiaba la moda de la época; era excesiva la manera de vestir.
—Esto me hace suponer que nunca has estado con ninguna otra, ¿o me equivoco? —dijo, en el momento en que retiraba el armador y sólo se dejaba las enaguas. Aún de espaldas alojó las manos a ambos lados de su cintura—.No me dejarás todo el trabajo a mí, ¿o sí? Voy a pretender que no me he ofendido.
Finalmente se dio media vuelta, mostrándole a Wallace una vista completa de su cuerpo (aunque una parte estaba aún cubierta). Continuaba con las manos en la cintura, y esta vez le miraba con una ceja enarcada. ¡Vaya manera de matar la pasión! ¿O no? A Pandora le gustaba jugar sucio; le encantaba sacar lo peor de cada persona. Lo peor era que lo conseguía y con Wallace no haría ninguna excepción. Estaba deseosa de conocer su reacción, ya se había cansado de verlo actuar como tonto. Tenía la seguridad de que detrás ese hombre dócil, se encontraba algo más, algo que ella quería descubrir esa noche.
—Si quieres encontrar a tu hermana, debes mantenerme contenta, Wallace Balzaretti —fue seria, demasiado, aunque sólo medía al otro. Sólo acortó nuevamente la distancia, sujetando su rostro con la mano—. Si quieres hacerme tuya, tienes que hacerlo bien, querido...
Y tras una sonrisa, terminó inclinándose hacia adelante para apoderarse nuevamente de los labios ajenos. Había una condenada necesidad carnal en ese acto; abrió su boca para afianzar más aquella unión, convirtiéndola en una danza pasional, muy diferente de lo que compartieron en un principio. Si tenía que arrastrarlo a la realidad, de seguro ese beso tan vehemente, podría desatar los resultados deseados.
—No te hagas el idiota, querido. Eres como un libro abierto, al que se puede leer fácilmente. Tus gestos, e incluso las reacciones de tu cuerpo, hablan por sí solas —murmuró sobre la piel de su cuello, mientras sus manos continuaban reconociendo cada centímetro de sus hombros y espalda—. ¿Siempre eres así con las mujeres? Digo, pareces cohibirte de muchas cosas, Balzaretti.
Sentenció. A ella le gustaba manejar las cosas, pero, en casos como esos, prefería que la otra parte hiciera lo suyo. Tal vez él se había encargado de arrebatarle la pieza que cubría su torso, dejando esa parte de su cuerpo al descubierto, sin embargo, eso no fue suficiente. En ese instante se puso de pie. Cubrió su pecho con el antebrazo y le miró con fingida seriedad, luego se giró para poder encargarse de la molesta falda de su vestido. Odiaba la moda de la época; era excesiva la manera de vestir.
—Esto me hace suponer que nunca has estado con ninguna otra, ¿o me equivoco? —dijo, en el momento en que retiraba el armador y sólo se dejaba las enaguas. Aún de espaldas alojó las manos a ambos lados de su cintura—.No me dejarás todo el trabajo a mí, ¿o sí? Voy a pretender que no me he ofendido.
Finalmente se dio media vuelta, mostrándole a Wallace una vista completa de su cuerpo (aunque una parte estaba aún cubierta). Continuaba con las manos en la cintura, y esta vez le miraba con una ceja enarcada. ¡Vaya manera de matar la pasión! ¿O no? A Pandora le gustaba jugar sucio; le encantaba sacar lo peor de cada persona. Lo peor era que lo conseguía y con Wallace no haría ninguna excepción. Estaba deseosa de conocer su reacción, ya se había cansado de verlo actuar como tonto. Tenía la seguridad de que detrás ese hombre dócil, se encontraba algo más, algo que ella quería descubrir esa noche.
—Si quieres encontrar a tu hermana, debes mantenerme contenta, Wallace Balzaretti —fue seria, demasiado, aunque sólo medía al otro. Sólo acortó nuevamente la distancia, sujetando su rostro con la mano—. Si quieres hacerme tuya, tienes que hacerlo bien, querido...
Y tras una sonrisa, terminó inclinándose hacia adelante para apoderarse nuevamente de los labios ajenos. Había una condenada necesidad carnal en ese acto; abrió su boca para afianzar más aquella unión, convirtiéndola en una danza pasional, muy diferente de lo que compartieron en un principio. Si tenía que arrastrarlo a la realidad, de seguro ese beso tan vehemente, podría desatar los resultados deseados.
Pandora***- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/07/2016
Re: Black Madonna — Privado
El mayor de los gemelos Balzaretti había tratado de mostrarse distante con Pandora. Expresarle con sus palabras falsamente inocentes que no quería jugar con ella, no ese día en que se encontraba tan molesto y preocupado por Minerva, sin embargo, de manera inesperada su plan se volvía en su contra. En lugar de que Pandora resultara ignorada y abandonara el taller de los Balzaretti, la inmortal terminaba siendo venerada por Wallace, que ya no podía apartar sus pensamientos y sobre todo su mirada, de la inmortal.
– No creí ser tan predecible – sonrió sin apartar ni un segundo sus ojos del cuerpo de Pandora – y no, nunca soy así con las mujeres que me rodean, solo contigo – se encogió de hombros antes de proseguir – Eres la excepción a muchas de mis reglas personales para tratar con mujeres – porque para el Balzaretti, lo principal era la familia pero cuando Pandora estaba cerca, todo era desplazado a un segundo puesto, ocupando la inmortal el primero. Wallace sabía a la perfección que el poder que la vampiro ejercía sobre él no era para nada sano. Su debilidad ante ella, volvía a la inmortal uno de los únicos seres, además de su familia, que podrían destruirlo en un abrir y cerrar de ojos.
Con cada movimiento, cada gesto y cada prenda que abandonaba el cuerpo de la vampiro; Wallace se ponía más nervioso. Cierto era que aquello no era la primera vez que interactuaba a solas con una mujer, sin embargo, era la primera vez que lo hacía de aquella manera tan intima. La vergüenza que le significaba ser descubierto por Pandora con respecto a que ella era a primera lo llevó a reír de manera nerviosa.
– Te ha resultado completamente evidente que eres la primera, ¿verdad? – decía aquello porque no existía forma alguna de que pudiera actuar como su supiera del todo que hacer. El mayor de los gemelos tenía nociones de cómo actuar y que hacer en circunstancias como aquella, sin embargo, la imaginación estaba muy lejos de la realidad – Lo siento, claro que no quiero dejarte todo el trabajo – sus ojos recorrieron con mayor deseo la espalda desnuda de Pandora, esa que se encontraba tan a su alcance.
Contuvo la respiración y fue incapaz de responder de alguna manera al finalmente ver a Pandora girarse. La vampiro lucía tan hermosa y deseable, que lo único que Wallace hizo fue tragar con dificultad. Sus ojos se centraron en los de Pandora, quien le miraba con una fiereza y una seriedad que nunca antes vio él. La forma en que la inmortal le observaba tenía claro un motivo, hacerlo despertar y no solo con su actitud sino también con sus palabras y sus acciones. Después de haberle llamado la atención al mortal, Pandora termino con la distancia que los separaba y lo beso de manera posesiva, reclamándole que fuera el hombre que siempre mostraba ser; no solo por él, también por el bien de su hermana.
Durante el pasional beso entre ambos, Wallace acabó por sostener a Pandora por la cintura, todo para poder ponerse de pie y sin dejar de devorar aquellos labios y acariciar la piel fría de la inmortal, la hizo quedar con los muslos pegados a la mesa donde antes de su llegada, el humano había estado trabajando.
– Creo que esta noche no serás la única contenta – susurró contra aquellos labios que abandonaba pues otras partes de la anatomía de la fémina necesitaban las atenciones del Balzaretti.
Wallace se acercó al cuello de Pandora y con sus labios, acarició aquella parte. La finalidad de aquella peculiar clase de caricia, no era otra que ir bajando de esa manera hasta los senos de la inmortal. El mayor de los gemelos besó entonces el seno derecho de Pandora al tiempo que el otro era atendido por su mano.
Estar de aquella manera con la vampiro era una de las cosas que Wallace más había deseado desde que la conoció y ya que llegaban a ese punto, nada podría hacer que se detuviera y después de aquella noche, Pandora nunca más abandonaría sus pensamientos.
– No creí ser tan predecible – sonrió sin apartar ni un segundo sus ojos del cuerpo de Pandora – y no, nunca soy así con las mujeres que me rodean, solo contigo – se encogió de hombros antes de proseguir – Eres la excepción a muchas de mis reglas personales para tratar con mujeres – porque para el Balzaretti, lo principal era la familia pero cuando Pandora estaba cerca, todo era desplazado a un segundo puesto, ocupando la inmortal el primero. Wallace sabía a la perfección que el poder que la vampiro ejercía sobre él no era para nada sano. Su debilidad ante ella, volvía a la inmortal uno de los únicos seres, además de su familia, que podrían destruirlo en un abrir y cerrar de ojos.
Con cada movimiento, cada gesto y cada prenda que abandonaba el cuerpo de la vampiro; Wallace se ponía más nervioso. Cierto era que aquello no era la primera vez que interactuaba a solas con una mujer, sin embargo, era la primera vez que lo hacía de aquella manera tan intima. La vergüenza que le significaba ser descubierto por Pandora con respecto a que ella era a primera lo llevó a reír de manera nerviosa.
– Te ha resultado completamente evidente que eres la primera, ¿verdad? – decía aquello porque no existía forma alguna de que pudiera actuar como su supiera del todo que hacer. El mayor de los gemelos tenía nociones de cómo actuar y que hacer en circunstancias como aquella, sin embargo, la imaginación estaba muy lejos de la realidad – Lo siento, claro que no quiero dejarte todo el trabajo – sus ojos recorrieron con mayor deseo la espalda desnuda de Pandora, esa que se encontraba tan a su alcance.
Contuvo la respiración y fue incapaz de responder de alguna manera al finalmente ver a Pandora girarse. La vampiro lucía tan hermosa y deseable, que lo único que Wallace hizo fue tragar con dificultad. Sus ojos se centraron en los de Pandora, quien le miraba con una fiereza y una seriedad que nunca antes vio él. La forma en que la inmortal le observaba tenía claro un motivo, hacerlo despertar y no solo con su actitud sino también con sus palabras y sus acciones. Después de haberle llamado la atención al mortal, Pandora termino con la distancia que los separaba y lo beso de manera posesiva, reclamándole que fuera el hombre que siempre mostraba ser; no solo por él, también por el bien de su hermana.
Durante el pasional beso entre ambos, Wallace acabó por sostener a Pandora por la cintura, todo para poder ponerse de pie y sin dejar de devorar aquellos labios y acariciar la piel fría de la inmortal, la hizo quedar con los muslos pegados a la mesa donde antes de su llegada, el humano había estado trabajando.
– Creo que esta noche no serás la única contenta – susurró contra aquellos labios que abandonaba pues otras partes de la anatomía de la fémina necesitaban las atenciones del Balzaretti.
Wallace se acercó al cuello de Pandora y con sus labios, acarició aquella parte. La finalidad de aquella peculiar clase de caricia, no era otra que ir bajando de esa manera hasta los senos de la inmortal. El mayor de los gemelos besó entonces el seno derecho de Pandora al tiempo que el otro era atendido por su mano.
Estar de aquella manera con la vampiro era una de las cosas que Wallace más había deseado desde que la conoció y ya que llegaban a ese punto, nada podría hacer que se detuviera y después de aquella noche, Pandora nunca más abandonaría sus pensamientos.
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Re: Black Madonna — Privado
A Wallace le faltaba experiencia, y mucha. No fue nada complicado percatarse de ese detalle; en realidad, en ese momento lo había confirmado todo, con todas las señales necesarias. ¡Es que no podía creerlo! Es más, ¿qué le había visto? Con lo que le estaba ocurriendo en ese instante era más que suficiente para no darle muchas vueltas al asunto. Uh, ya hasta se le iban desgastando las ganas poco a poco, ¡justo luego de haberse tragado su orgullo! Ya ni sabía qué hacer... Momento, ¡claro que sabía! ¿No se suponía que ella era quien se iba a encargar de descarriarlo? Por supuesto que sí. Además, por muy inexperto y esas cosas, seguía siendo un hombre. Estimular sus sentidos era tarea sencilla, simplemente debía dar en los puntos adecuados y ya lo demás sería pan comido. Nada complicado tratándose de ella.
¿Y qué mejor estimulo que ella semidesnuda? Era una invitación tentadora. Pero más lo fue la manera en que decidió besarlo. A ver si así lograba sacarlo de ese letargo ridículo que le estaba agotando la paciencia. Por supuesto, a diferencia de él, Pandora era una experta en el tema, ya hasta había perdido la cuenta en todo su vasto recorrido. Bueno, tratándose de una vampira de más de doscientos años, y una tan insaciable como ella... eh, ya no hacía falta hurgar mucho en los detalles. Así que, mientras tanto, lo dejó hacer de las suyas, como una manera de probar sus límites. ¡Y que buena dirección había tomado el muchacho! Pudo haber sonreído con descaro, pero sus labios estaban muy ocupados en los de Wallace, y cuando los abandonó, es porque él empezó a centrarse en otros lugares de su cuerpo.
¡Tenía que admitirlo! Le complació la iniciativa que había tomado Wallace. Su piel se erizaba ante el contacto de las manos masculinas recorriéndole cada centímetro de su cuerpo, en especial en sus pechos, y fue aún mejor cuando su boca se hizo cargo. Pandora se mordió la sonrisa, y no tuvo mejor respuesta que enredar la mano entre los cabellos rebeldes de él, jalándolos suavemente, y al mismo tiempo apegándolo más a ella. Pero no le bastaba, en lo absoluto. Quería más, su cuerpo así se lo exigía, y siendo como era, se impulsó para quedar sentada en el borde de la mesa, mientras sus piernas rodeaban las caderas masculinas y se pegaba por completo a su acompañante.
—Más te vale que tus palabras sean ciertas, o lo lamentarás —advirtió en voz baja. Era una suerte que no necesitara del oxígeno, porque de lo contrario estaría respirando con un poco de dificultad ante los estímulos que recibía su cuerpo—. Y ya que aseguras que no seré la única “contenta”...
Y supo exactamente qué hacer, más allá de acariciar su piel, de rasguñarle la espalda incluso... ¡Eso era tan básico! ¿Por qué mejor no...? Y ni se había terminado de formular la pregunta cuando su mano ya estaba entre su pantalón, acariciando su miembro con demasiada destreza, como la mujer experta que era cuando se trataba de aquellas situaciones. Es más, los resultados de sus propias acciones no se hicieron esperar, por lo que menos quiso detener los movimientos de su mano.
¿Y qué mejor estimulo que ella semidesnuda? Era una invitación tentadora. Pero más lo fue la manera en que decidió besarlo. A ver si así lograba sacarlo de ese letargo ridículo que le estaba agotando la paciencia. Por supuesto, a diferencia de él, Pandora era una experta en el tema, ya hasta había perdido la cuenta en todo su vasto recorrido. Bueno, tratándose de una vampira de más de doscientos años, y una tan insaciable como ella... eh, ya no hacía falta hurgar mucho en los detalles. Así que, mientras tanto, lo dejó hacer de las suyas, como una manera de probar sus límites. ¡Y que buena dirección había tomado el muchacho! Pudo haber sonreído con descaro, pero sus labios estaban muy ocupados en los de Wallace, y cuando los abandonó, es porque él empezó a centrarse en otros lugares de su cuerpo.
¡Tenía que admitirlo! Le complació la iniciativa que había tomado Wallace. Su piel se erizaba ante el contacto de las manos masculinas recorriéndole cada centímetro de su cuerpo, en especial en sus pechos, y fue aún mejor cuando su boca se hizo cargo. Pandora se mordió la sonrisa, y no tuvo mejor respuesta que enredar la mano entre los cabellos rebeldes de él, jalándolos suavemente, y al mismo tiempo apegándolo más a ella. Pero no le bastaba, en lo absoluto. Quería más, su cuerpo así se lo exigía, y siendo como era, se impulsó para quedar sentada en el borde de la mesa, mientras sus piernas rodeaban las caderas masculinas y se pegaba por completo a su acompañante.
—Más te vale que tus palabras sean ciertas, o lo lamentarás —advirtió en voz baja. Era una suerte que no necesitara del oxígeno, porque de lo contrario estaría respirando con un poco de dificultad ante los estímulos que recibía su cuerpo—. Y ya que aseguras que no seré la única “contenta”...
Y supo exactamente qué hacer, más allá de acariciar su piel, de rasguñarle la espalda incluso... ¡Eso era tan básico! ¿Por qué mejor no...? Y ni se había terminado de formular la pregunta cuando su mano ya estaba entre su pantalón, acariciando su miembro con demasiada destreza, como la mujer experta que era cuando se trataba de aquellas situaciones. Es más, los resultados de sus propias acciones no se hicieron esperar, por lo que menos quiso detener los movimientos de su mano.
Pandora***- Vampiro Clase Alta
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