Transgression [Privado]

por **Vasyl Shevchenko** Sáb Sep 17, 2016 10:55 pm

Los pantanos no eran una zona que Vasyl soliera frecuentar. De hecho quizás era el último lugar en el que un hombre como él decidiera pasar una tarde, detalle que lo volvía el punto de reunión perfecto para el ucraniano y un viejo amigo de sus años de soldado, alguien que al parecer le daría información que le resultaría muy interesante. Decidir llevar la reunión en un sitio como aquel radicaba en que ninguno de los dos hombres deseaban ser vistos juntos, ambos tenían mucho que perder si se descubría que seguían en contacto, ya que ambos guardaban oscuros secretos que se revelaban las noches de luna llena.

Como era usual para Shevchenko, llegó mucho antes de la hora pactada para el encuentro, solo para tener la oportunidad de revisar el lugar y asegurarse de que no existía nada, ni nadie que comprometiera sus reuniones o sus vidas. Aquel peculiar y extraño hábito lo desarrollo durante sus primeros años en la milicia, en aquellos donde le hicieron tragarse la historia de que su seguridad era lo primordial no solo en sus misiones, sino en su vida diaria también. Caminando entonces por el pantano con mucha precaución, observando de un lado a otro como si realmente estuviera en una misión de vida o muerte, el licántropo se adentro lentamente en las zonas más pantanosas y quizás peligrosas de aquel lugar, todo para darse por satisfecho algunos minutos después y volver sobre sus pasos, hasta llegar a un árbol marcado, sitio donde debía aguardar a su amigo. Con aparente desinterés, Vasyl recargó su espalda en el tronco del árbol, aguardando porque el tiempo pasara pronto y su amigo de armas llegará hasta el lugar.

Pasados algunos minutos desde que Vasyl se cerciorara de que no existía peligro en aquel lugar, algo cambio. El grito de una mujer alertó al soldado, quien inmóvil desde su sitio, atento y listo para si debía defenderse observo en la dirección de donde provenía el grito únicamente para algunos segundos después ver una cabellera rubia y detectar el olor de su especie. Detrás de la mujer de cabellos rubios, venían dos hombres de ropas negras que se burlaban abiertamente de lo inútil que resultarían los intentos de la mujer de huir. Una sonrisa ligera apareció en los labios de Vasyl. Aquel par de hombres, quienes evidentemente formaban parte de las filas de la inquisición no sabían donde se habían metido pero pronto él les demostraría, que interrumpir sus planes, hacerle molestar atacando a una mujer y una perteneciente a su especie, era el peor error que podían cometer. Avanzó algunos pasos en dirección a los hombres que ya acorralaban a la rubia y fue su voz la que resonó en aquellos pantanos, sonando mucho más fuerte que la de aquellos humanos comunes.
– Tratar así a una mujer, debería darles vergüenza caballeros – cuando ambos inquisidores giraron en su dirección y lo miraron fue el momento en que Shevchenko les reto de manera directa – Si tienen algún problema con ella, resuélvanlo conmigo.

por **Carys Bain** Vie Sep 30, 2016 7:34 am

No hacía mucho que se encontraba radicada en París, por ese motivo no era extraño que Anna, mas de una vez, perdiera el rumbo y acabara en alguna región un tanto inhóspita o peligrosa, de esas que en la ciudad de las luces, abundaban. De allí que muchas veces prefería quedarse en su hogar, saliendo solo cuando su cochero la podía acompañar. Suspiró, mientras pensaba en que su chofer era ya muy anciano, le había acompañado desde italia, junto con su esposa, - Niña, como pretende que la dejemos sola, ¿que tipo de servidores seríamos si no la acompañáramos al exilio? le había dicho, la tarde en que decidiera dejar Italia.

Asi fue que al final, tras pensarlo un buen rato, husmeando por la ventana de su habitación, al apacible hombrecito, que dormia su siesta de media tarde, decidió que lo mejor sería dejarle descansar y tomar uno de los caballos, saliendo a realizar unas visitas a sus abogados, y posteriormente dar un paseo. Tras hacer aquellos recados, se decidió explorar un poco los alrededores de París, el sol de la tarde se encontraba tan agradable, que se dejó llevar, observando el paisaje, las cazuchas cada vez mas bajas, hasta entrar en una zona que, aunque boscosa, existían charcas, árboles con sus troncos enterrados en el agua, todo ese lugar, era recorrido gracias a un camino que lo cruzaba, ensanchado en algunos sectores, pero muy estrecho y difícil de transitar por otro, movida por descubrir éste nuevo sector de Paris, fue internándose cada vez mas en el pantano.

Al ver que la noche pronto llegaría, Anna intentó volver por el camino, mas éste se veía tétrico y apenas iluminado por el sol que moría. Asustada tragó saliva y buscó un poco de valor en su interior, mas en ese momento le salieron cortando el paso unos bandidos, quienes apuntando con sendas armas, la hicieron bajar de su montura, tironeando de sus ropas, provocando que éstas se rompieran a la altura de sus mangas y escote. Los bandidos - inquisidores en realidad - rieron ante los gritos de la joven, ¿quien podría escuchar sus suplicas o su pedido de auxilio? - clama preciosa, no somos bandidos, sino algo a lo que deberías temer mas - sonrío de medio lado, el hombre que parecía ser el jefe de la banda, mostrando un brillo ambarino en su mirada, descubriendo así que era un lobo como ella. Anna tembló, había dejado Italia, pensando que de esa manera, la inquisición no la molestaría, pero allí delante de sus ojos, un grupo de soldados, intentaban sacar un buen premio, por aquella redada.

Cuando pensó que todo estaba perdido, ya que su caballo, se había escapado, un hombre salió de los matorrales, por el aura que lo cubría supo que era otro licantropo, quiso ser fuerte y no llorar, pero los nervios la traicionaron, y solo atinó a cubrir su pecho que había quedado expuesto tras el tironeo recibido al desmontar el caballo.

por **Vasyl Shevchenko** Lun Oct 17, 2016 9:24 pm

Realmente lo enojaba que trataran a las mujeres como si fueran meros objetos, como si su valor fuese nulo. Observando entonces a los dos hombres de ropas oscuras que lo miraban de mala manera, Vasyl se preguntó ¿Acaso los servidores de la iglesia eran todos tan viles? Él como soldado hizo muchas cosas de las que no se encontraba orgulloso, aun así, nunca uso su poder para atacar a aquellos que creía inocentes y la mujer a la que los inquisidores acosaban definitivamente era inocente. La rubia lo miraba por entre los cuerpos de los hombres, temblaba contra el tronco y trataba de cubrirse lo mejor que podía, ya que su vestido había sufrido algunas rasgaduras. Los ojos de licántropo pasaron entonces de la figura de la muchacha a la de los agresores.
– ¿Y bien? ¿Tienen o no algún problema que debamos resolver? – Poco le importaba tener que ensuciarse las manos por una buena causa, siempre había sido de esa manera y ni los años ni las diversas circunstancias enfrentadas recientemente lo harían cambiar.
– ¡Lárgate! Este asunto no es de tu incumbencia y lo mejor será que te retires antes de que salgas herido – soltó con desinterés aquel que parecía ser el líder, un hombre que para desgracia también resulto ser de los suyos.
– ¿Herido? – el ucraniano se rió – eso lo veremos – y de dos zancadas puso fin a la distancia que existía entre ambos. De un rápido movimiento sujeto la cabeza del líder de aquel ataque y sin pensarlo mucho estrelló la cabeza del mismo contra el árbol, a centímetros del rostro dela muchacha que se mantenía aun inmóvil. Una vez que soltó la cabeza del inquisidor condenado, este cayó al suelo y antes siquiera de que Vasyl girase a ver al otro individuo, el sujeto ya había pegado carrera.

La mirada seria del Shevchenko se posó entonces en el rostro de la joven, quien parecía estar en completo shock pues seguía sin moverse, lo cual era lo único que no debía hacer. Vasyl sospechaba que el inquisidor que escapaba iría a pedir refuerzos y lo más sabio era que la muchacha y él ya no estuviesen en el sitió cuando más inquisidores arribaran.
– ¡Camina muchacha! – ordenó con aquella voz que solía usar cuando estaba de servicio en el ejercito – ¡Apresúrate antes de que vengas más hombres de ellos! – al no ver o escuchar respuesta, acabó tomando a la joven por el brazo, arrastrándola prácticamente tras de si – ¿Nombre? Y explica ¿Qué les hiciste a esos hombres para que te atacaran? – cuestionó, aún usando su técnica de soldado.

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