AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una velada en familia [Privado]
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Una velada en familia [Privado]
No tenía muy claro como había sido capaz de sobrevivir aquella fatídica y eterna semana desde que Reidar había abandonado la que iba a ser nuestra casa con su hijo en brazos; cómo pude ser tan estúpida de creer que contándole toda la verdad sería capaz de comprenderlo y aceptarlo, como en un solo minuto había destrozado mi vida y la suya, pues poco arreglo veía ya a esa brecha que se había abierto entre nosotros. Lo quería con todas mis fuerzas, como jamás había amado a nadie, y sentía como la única razón de mi existir se resbalaba entre mis dedos a cada minuto que pasaba.
Había pasado los últimos días encerrada en la trastienda del herbolario, comiendo lo mínimo para mantenerme con vida, llorando día y noche sumida en la más profunda oscuridad, albergando la esperanza de que quizás aquella noche pudiese volver a verlo y hablar con él. Me sentía cansada, abatida, sin más ganas de dejarme llevar al infierno del que nunca debería haber salido. Aunque fuese por última vez, aunque con mi presencia desatase su odio contra mí, pero necesitaba ver su rostro antes de dar por finalizada mi existencia. En unas horas tendría lugar la cena que con tanto mimo había organizado, donde todo había sido detallado y convenido al dedillo con la empresa de eventos a la que había contratado. Un cenador preparado para la ocasión sobre la arena, rodeado de antorchas y todo decorado en blanco y dorado, como si de una fiesta griega se tratase. Y para alegrar la velada, comida y bebida como para alimentar a un regimiento.
La tarde antes de nuestra pelea, cuando Reidar todavía me amaba y pensaba que era lo mejor que le había pasado en su vida, me encomendó la tarea de mandarle una invitación a sus hermanos, así como a Erlend y Adaline, que también serían invitados, para una agradable velada en la playa donde todas las presentaciones de los nuevos miembros de la familia serían realizadas, y la estrategia que Erlend le había propuesto a Reidar, expuesta ante su hermano Damon para convencerlo de que participase en la batalla.
Sabía que en aquella cena Reidar presentaría a su familia a Lobbo, e imaginaba que también lo hubiese hecho conmigo; y ahora…ahora ya no tenía hueco en su corazón, ni siquiera sabía porque me había aventurado a presentarme en un lugar en el que era obvio que sobraba. Entre estos pensamientos llegué al lugar acordado, sintiendo aquel dolor en el pecho que de nuevo me impedía respirar cuando lo vi con el pequeño en brazos, jugando con las orquídeas blancas de uno de los centros de mesa.
Bajé del caballo sujetándole las riendas, y me acerqué unos metros hacia el amor de mi vida, ese que había encontrado y perdido en menos de tres días, observándolo de lejos y sabiendo que él también podía sentirme. Ahogué las ganas de llorar como pude, respiré hondo y apenas pude dar un par de pasos hacia delante. Pero, ¿qué estaba haciendo? ¿No me había dejado ya bastante claro que no me quería en su vida?
El miedo de ser rechazada de nuevo se apoderó de mí; mis penas y mi tristeza me impidieron acercarme más, y girándome hacia mi caballo, decidí que lo mejor sería dejarle ser feliz, pues estaba claro que a mi lado no lo conseguiría. Había vivido ya muchos años, y gracias a Reidar había conocido lo que era el amor verdadero, lo que era amar y ser amada; gracias a él sabía lo que era la felicidad plena, y que los sueños pueden cumplirse. Pero ahora me tocaba retirarme; ser capaz de solo pensar en él y no en mí, reconocer que no era buena para él, y que sin duda podría ser más feliz sin una inmortal que no hiciese más que ocasionarle problemas.
-Vamos pequeño. Volvamos a casa.- le susurré al caballo acariciándole el hocico y posando mi frente sobre la suya, dejando salir esas lágrimas que había tratado de retener durante todo el camino. Mi final estaba escrito, y al menos había podido verlo de lejos.
Había pasado los últimos días encerrada en la trastienda del herbolario, comiendo lo mínimo para mantenerme con vida, llorando día y noche sumida en la más profunda oscuridad, albergando la esperanza de que quizás aquella noche pudiese volver a verlo y hablar con él. Me sentía cansada, abatida, sin más ganas de dejarme llevar al infierno del que nunca debería haber salido. Aunque fuese por última vez, aunque con mi presencia desatase su odio contra mí, pero necesitaba ver su rostro antes de dar por finalizada mi existencia. En unas horas tendría lugar la cena que con tanto mimo había organizado, donde todo había sido detallado y convenido al dedillo con la empresa de eventos a la que había contratado. Un cenador preparado para la ocasión sobre la arena, rodeado de antorchas y todo decorado en blanco y dorado, como si de una fiesta griega se tratase. Y para alegrar la velada, comida y bebida como para alimentar a un regimiento.
La tarde antes de nuestra pelea, cuando Reidar todavía me amaba y pensaba que era lo mejor que le había pasado en su vida, me encomendó la tarea de mandarle una invitación a sus hermanos, así como a Erlend y Adaline, que también serían invitados, para una agradable velada en la playa donde todas las presentaciones de los nuevos miembros de la familia serían realizadas, y la estrategia que Erlend le había propuesto a Reidar, expuesta ante su hermano Damon para convencerlo de que participase en la batalla.
Sabía que en aquella cena Reidar presentaría a su familia a Lobbo, e imaginaba que también lo hubiese hecho conmigo; y ahora…ahora ya no tenía hueco en su corazón, ni siquiera sabía porque me había aventurado a presentarme en un lugar en el que era obvio que sobraba. Entre estos pensamientos llegué al lugar acordado, sintiendo aquel dolor en el pecho que de nuevo me impedía respirar cuando lo vi con el pequeño en brazos, jugando con las orquídeas blancas de uno de los centros de mesa.
Bajé del caballo sujetándole las riendas, y me acerqué unos metros hacia el amor de mi vida, ese que había encontrado y perdido en menos de tres días, observándolo de lejos y sabiendo que él también podía sentirme. Ahogué las ganas de llorar como pude, respiré hondo y apenas pude dar un par de pasos hacia delante. Pero, ¿qué estaba haciendo? ¿No me había dejado ya bastante claro que no me quería en su vida?
El miedo de ser rechazada de nuevo se apoderó de mí; mis penas y mi tristeza me impidieron acercarme más, y girándome hacia mi caballo, decidí que lo mejor sería dejarle ser feliz, pues estaba claro que a mi lado no lo conseguiría. Había vivido ya muchos años, y gracias a Reidar había conocido lo que era el amor verdadero, lo que era amar y ser amada; gracias a él sabía lo que era la felicidad plena, y que los sueños pueden cumplirse. Pero ahora me tocaba retirarme; ser capaz de solo pensar en él y no en mí, reconocer que no era buena para él, y que sin duda podría ser más feliz sin una inmortal que no hiciese más que ocasionarle problemas.
-Vamos pequeño. Volvamos a casa.- le susurré al caballo acariciándole el hocico y posando mi frente sobre la suya, dejando salir esas lágrimas que había tratado de retener durante todo el camino. Mi final estaba escrito, y al menos había podido verlo de lejos.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Una velada en familia [Privado]
Lobbo y yo llevábamos una semana viviendo en casa de mi hermano, esa casa que como la mía era recién comprada y que apenas tenia nada para vivir.
Sinceramente no esperé encontrar en ese hombre de aspecto rudo, al que yo ya consideraba mi hermano un apoyo así, pues al verme plantado en la puerta de su casa, destrozado y con mi hijo en brazos no se lo pensó dos veces para hacerme entrar.
Me escucho, me aconsejó , eso que hace un alfa, eso que hoy y era incapaz de hacer.
Damon tampoco estaba e un buen momento ,su mujer lo acababa de abandonar y el no parecía querer romper, lo intente muchas veces, servirle de consuelo como el lo estaba siendo para mi en esos malos momentos, pero el orgulloso parecía rehuir el tema centrándose en cuidar de una beta embarazada que no podía moverse y de Lobbo mientras yo vagaba por la esas como alma en pena evidenciando mi mas rotunda desgracia.
Era increíble verlo lidiar con todo en su día a día, no solo con las pequeñeces de contratar le servicio que se ocuparía de la mansión si no de como planeaba estrategias de guerra sobre mapas para enviar cuervos a su tío que desde Italia mantenía fuerte su manada.
Era complicado no relacionarlo con Padre en esos momentos, esos en los que su aura se lazaba fuerte por encima de la misma casa pese a que su dolor se evidenciaba en ella mostrando esas negras trazas que en su día a día trataba de disimular por el bien de todos los demás.
Supongo que una semana después, yo estaba mas sereno, al menos era capaz de volver a mirar a los ojos a mi mujer, parte de mi dolor habia disminuido y ahora solo quedaba la ira.
Damon por el contrario, incapaz de soltar la pesada carga seguía manteniendo todo retenido, dolor, ira, rabia, no me gustaría estar cerca cuando explotará.
Esa mañana todo había quedado dispuesto para asistir a la celebración que habíamos organizado al atardecer en la playa.
Allí presentaría a Lobbo a mi hermana y conocería a ese prometido suyo con el que solo había cruzado cuatro palabras en el hospital, pero que por l oque sabia hacia feliz a mi hermana.
Damon tomo a Arely entre sus brazos mientras ambos se miraban de forma cómplice.
Era evidente su buena relación, asi como el cariño que ambos se procesaban aunque en los ojos de Damon veía mil tormentas que luchar y en los de ella demasiado amor para dar.
Lobbo y yo habíamos conseguido estrechar nuestro lazo, supongo que con la ausencia de Moira yo había sido un padre mucho mas entregado y ahora ambos disfrutábamos de innumerables juegos en soledad, incluso había empezado a dar sus primeros pasos.
Estaba allí, frente al recio viento que impulsaba la marea de la playa cuando la presentí, aquel aura desdichada que prometía otras mil tormentas entre nosotros.
-Espera, -le pedí a Moira dejando a Lobbo en los brazos de Arely que reposaba sentada sobre la mullida arena sobre una gran capa de pieles de oso.
No tarde en llegar a su posición para hundir en ella mi casi amarillenta mirada.
Había imaginado ese encuentro tantas veces que la verdad, esperaba la rabia no quedara reflejada por mucho tiempo en el matiz de mi mirada.
-Hoy Lobbo y yo volveremos a casa ¿esta preparada? Algo me decía que no, pues su gesto la delataba -da igual, Lobbo se quedará con mi hermano por un día y en ese día lo dispondremos todo para que nuestro matrimonio, honrado por los dioses quede a partir de hoy inaugurado.
Intuyo que no será necesario mostrar que tu virginidad esta intacta, pues es obvio que no.
Así que “amada esposa mía” sonríe y empecemos con esta falsa, ahí tienes a mi, “nuestra” familia.
Dolor, era el dolor, la rabia y la frustración lo que en mi hablaban, enfado porque no fue capaz de respetarme, porque se lo había dicho miles de veces en cientos de conversaciones distintas.
Necesitaba tiempo, la quería pero no podía prometerle una vida juntos, un para siempre y un vivimos felices...no ahora, antes necesitaba solucionar los problemas de mi manada y no podia volver casado frente a los míos como sis sus problemas no me importaran.
Me había hecho desafiar la ley de mi gente, y no solo eso si no mis propios principios.
La quería, pero a su vez sentía que me había traicionado, que me había engañado que ella que iba en mejores condiciones que yo y a sabiendas de estas innumerables conversaciones mantenidas tenia que haberme parado.
Que posiblemente me dejé llevar ademas por el alcohol por el corazón, pero no era eso lo que yo quería, y ella lo sabia.
Sinceramente no esperé encontrar en ese hombre de aspecto rudo, al que yo ya consideraba mi hermano un apoyo así, pues al verme plantado en la puerta de su casa, destrozado y con mi hijo en brazos no se lo pensó dos veces para hacerme entrar.
Me escucho, me aconsejó , eso que hace un alfa, eso que hoy y era incapaz de hacer.
Damon tampoco estaba e un buen momento ,su mujer lo acababa de abandonar y el no parecía querer romper, lo intente muchas veces, servirle de consuelo como el lo estaba siendo para mi en esos malos momentos, pero el orgulloso parecía rehuir el tema centrándose en cuidar de una beta embarazada que no podía moverse y de Lobbo mientras yo vagaba por la esas como alma en pena evidenciando mi mas rotunda desgracia.
Era increíble verlo lidiar con todo en su día a día, no solo con las pequeñeces de contratar le servicio que se ocuparía de la mansión si no de como planeaba estrategias de guerra sobre mapas para enviar cuervos a su tío que desde Italia mantenía fuerte su manada.
Era complicado no relacionarlo con Padre en esos momentos, esos en los que su aura se lazaba fuerte por encima de la misma casa pese a que su dolor se evidenciaba en ella mostrando esas negras trazas que en su día a día trataba de disimular por el bien de todos los demás.
Supongo que una semana después, yo estaba mas sereno, al menos era capaz de volver a mirar a los ojos a mi mujer, parte de mi dolor habia disminuido y ahora solo quedaba la ira.
Damon por el contrario, incapaz de soltar la pesada carga seguía manteniendo todo retenido, dolor, ira, rabia, no me gustaría estar cerca cuando explotará.
Esa mañana todo había quedado dispuesto para asistir a la celebración que habíamos organizado al atardecer en la playa.
Allí presentaría a Lobbo a mi hermana y conocería a ese prometido suyo con el que solo había cruzado cuatro palabras en el hospital, pero que por l oque sabia hacia feliz a mi hermana.
Damon tomo a Arely entre sus brazos mientras ambos se miraban de forma cómplice.
Era evidente su buena relación, asi como el cariño que ambos se procesaban aunque en los ojos de Damon veía mil tormentas que luchar y en los de ella demasiado amor para dar.
Lobbo y yo habíamos conseguido estrechar nuestro lazo, supongo que con la ausencia de Moira yo había sido un padre mucho mas entregado y ahora ambos disfrutábamos de innumerables juegos en soledad, incluso había empezado a dar sus primeros pasos.
Estaba allí, frente al recio viento que impulsaba la marea de la playa cuando la presentí, aquel aura desdichada que prometía otras mil tormentas entre nosotros.
-Espera, -le pedí a Moira dejando a Lobbo en los brazos de Arely que reposaba sentada sobre la mullida arena sobre una gran capa de pieles de oso.
No tarde en llegar a su posición para hundir en ella mi casi amarillenta mirada.
Había imaginado ese encuentro tantas veces que la verdad, esperaba la rabia no quedara reflejada por mucho tiempo en el matiz de mi mirada.
-Hoy Lobbo y yo volveremos a casa ¿esta preparada? Algo me decía que no, pues su gesto la delataba -da igual, Lobbo se quedará con mi hermano por un día y en ese día lo dispondremos todo para que nuestro matrimonio, honrado por los dioses quede a partir de hoy inaugurado.
Intuyo que no será necesario mostrar que tu virginidad esta intacta, pues es obvio que no.
Así que “amada esposa mía” sonríe y empecemos con esta falsa, ahí tienes a mi, “nuestra” familia.
Dolor, era el dolor, la rabia y la frustración lo que en mi hablaban, enfado porque no fue capaz de respetarme, porque se lo había dicho miles de veces en cientos de conversaciones distintas.
Necesitaba tiempo, la quería pero no podía prometerle una vida juntos, un para siempre y un vivimos felices...no ahora, antes necesitaba solucionar los problemas de mi manada y no podia volver casado frente a los míos como sis sus problemas no me importaran.
Me había hecho desafiar la ley de mi gente, y no solo eso si no mis propios principios.
La quería, pero a su vez sentía que me había traicionado, que me había engañado que ella que iba en mejores condiciones que yo y a sabiendas de estas innumerables conversaciones mantenidas tenia que haberme parado.
Que posiblemente me dejé llevar ademas por el alcohol por el corazón, pero no era eso lo que yo quería, y ella lo sabia.
Reidar Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 12/07/2016
Localización : En los bosques
Re: Una velada en familia [Privado]
Hacía apenas dos días que había salido del hospital del brazo de mi prometido Errol. Sus cuidados y sus risas habían hecho que la recuperación fuera más llevadera, que se me pasara como un suspiro de sus labios y ahora, no podía creer que hubieran pasado semanas desde el momento de mi ataque y mi experiencia cercana a la muerte.
Aquella tarde él conocería de verdad a toda mi familia, presentaría sus respetos a mis hermanos y estaba segura de que ambos darían el visto bueno al alfa para tomar mi mano y abandonar mi manada de origen para ahora liderar con aquel escocés la suya. La verdad, poco me importaba ahora su manada o la mía, sólo sabía que quería desposarme con él por quién era cuando estaba conmigo, por su risa clara tiñendo mis días de color y sus cálidos abrazos en el lecho para las frías noches de invierno.
Al parecer no éramos los únicos con noticias, pues Reidar había insistido en que aquel encuentro se celebrara en la playa para mostrarnos y contarnos las novedades de sus últimos días. Días en los que entre ambos parecía haberse alzado una pequeña barrera; si bien antes no teníamos secretos el uno para el otro, y cada uno era la primera persona en saber o vivir las novedades del otro, desde mi llegada a París, parecíamos algo más distanciados yo por la complicidad con Errol, él sombrío y con el peso de la manada en sus hombros y quizá receloso de aquella intimidad y complicidad que habíamos adquirido Damon y yo en sus visitas al hospital para comprobar el estado de su hermana pequeña.
Esperaba que aquella velada rompiera de nuevo nuestras barreras y nos permitiera a los tres ser los hermanos que nunca fuimos, recuperar el tiempo y la confianza perdidas por los años de desconocimiento y distancia entre nosotros. Sabía que aquella tarde sería la mediadora entre ambos, que sus auras podrían chocar irremediablemente y yo tendría que impedirlo por el bien de todos, de nuestras manadas, de nuestra familia.
-¿Estás seguro de que quieres unirte a los Landvik?- pregunté entre risas a Errol mientras apoyaba mi cabeza sobre su pecho y mis pies golpeaban a la montura que compartíamos -Somos tercos y orgullosos amor... y créeme, yo soy una balsa comparada con mis hermanos- Reímos cómplices ante esas palabras y vislumbramos la playa y a mi hermano hablando con una mujer, una inmortal que me resultaba familiar aunque no sabía muy bien de qué o por qué.
-¡Reidar!- exclamé. Deseaba verle y estrecharle entre mis brazos pues, en sus visitas al hospital siempre me había encontrado dormida o con los médicos. De un salto brusco bajé de la montura y corrí hacia sus brazos dándole un fuerte abrazo -Tenía muchas ganas de verte hermano- mis ojos se deslizaron entonces hacia la mujer que lo acompañaba aunque no con una cara alegre -Nos conocemos ¿verdad? Tu rostro me resulta familiar pero la verdad, no consigo recordar dónde nos hemos visto antes. Soy Odalyn-
Acerqué mis pasos hasta ella para depositar dos suaves besos en las mejillas de aquella dama que olía a mi hermano en cada rincón de su ropa. ¿Ese era el secreto?¿Eran amantes?
Aquella tarde él conocería de verdad a toda mi familia, presentaría sus respetos a mis hermanos y estaba segura de que ambos darían el visto bueno al alfa para tomar mi mano y abandonar mi manada de origen para ahora liderar con aquel escocés la suya. La verdad, poco me importaba ahora su manada o la mía, sólo sabía que quería desposarme con él por quién era cuando estaba conmigo, por su risa clara tiñendo mis días de color y sus cálidos abrazos en el lecho para las frías noches de invierno.
Al parecer no éramos los únicos con noticias, pues Reidar había insistido en que aquel encuentro se celebrara en la playa para mostrarnos y contarnos las novedades de sus últimos días. Días en los que entre ambos parecía haberse alzado una pequeña barrera; si bien antes no teníamos secretos el uno para el otro, y cada uno era la primera persona en saber o vivir las novedades del otro, desde mi llegada a París, parecíamos algo más distanciados yo por la complicidad con Errol, él sombrío y con el peso de la manada en sus hombros y quizá receloso de aquella intimidad y complicidad que habíamos adquirido Damon y yo en sus visitas al hospital para comprobar el estado de su hermana pequeña.
Esperaba que aquella velada rompiera de nuevo nuestras barreras y nos permitiera a los tres ser los hermanos que nunca fuimos, recuperar el tiempo y la confianza perdidas por los años de desconocimiento y distancia entre nosotros. Sabía que aquella tarde sería la mediadora entre ambos, que sus auras podrían chocar irremediablemente y yo tendría que impedirlo por el bien de todos, de nuestras manadas, de nuestra familia.
-¿Estás seguro de que quieres unirte a los Landvik?- pregunté entre risas a Errol mientras apoyaba mi cabeza sobre su pecho y mis pies golpeaban a la montura que compartíamos -Somos tercos y orgullosos amor... y créeme, yo soy una balsa comparada con mis hermanos- Reímos cómplices ante esas palabras y vislumbramos la playa y a mi hermano hablando con una mujer, una inmortal que me resultaba familiar aunque no sabía muy bien de qué o por qué.
-¡Reidar!- exclamé. Deseaba verle y estrecharle entre mis brazos pues, en sus visitas al hospital siempre me había encontrado dormida o con los médicos. De un salto brusco bajé de la montura y corrí hacia sus brazos dándole un fuerte abrazo -Tenía muchas ganas de verte hermano- mis ojos se deslizaron entonces hacia la mujer que lo acompañaba aunque no con una cara alegre -Nos conocemos ¿verdad? Tu rostro me resulta familiar pero la verdad, no consigo recordar dónde nos hemos visto antes. Soy Odalyn-
Acerqué mis pasos hasta ella para depositar dos suaves besos en las mejillas de aquella dama que olía a mi hermano en cada rincón de su ropa. ¿Ese era el secreto?¿Eran amantes?
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: Una velada en familia [Privado]
Desde que salio del hospital, no nos habíamos separado ni un instante. El hotel, se había convertido en nuestro refugio y pasamos las horas muertas conversando como dos enamorados, incapaces de permanecer un instante sin tocarnos.
Pese a todo, pese a las risas y las tardes andando por el jardín de aquel precioso hotel donde se comportaron con nosotros de un modo exquisito, cuidando con mimo a la que pronto se ocnvertiria en mi mujer, sabia que algo le preocupaba, ademas de la manda y de lo lento que se iba recuperando pues sus heridas bien podían haberla matado.
Su preocupación estaba con esos dos hermanos suyos, esos que parecían no acabar de cuadrar entre ellos, uno deseando salvar su manada a toda consta aun teniendo que dejarla para ello en manos de su hermano y otro sumido en los fantasmas de un pasado que no les harían bien a ninguno de lso hermanos.
En medio de ambos Oda, mi prometida, que intentaba luchar en balde frente a aquello fuertes caracteres, dos tercos alfas que en mas de una ocasión acababan enfrentando su condición.
Acaricie su mejilla entrechocarla entre mis brazos.
-¿estas nerviosa? -le pregunté dejando que mis labios se deslizaran lentamente por su cuello -todo ira bien y si no los mataré a todos -bromee dando un suave mordisco a su cuello de manera dominante.
Aquel día las familias nos conoceríamos, la verdad es que cuando me pregunto llegando a la playa si estaba seguro de no desear huir en ese preciso instante, mi respuesta hubiera sido salir de alli por patas, claro que con ella cargada como un saco para volver a ese hotel y tomarla.
Estaba preciosa, sus ojos brillaban frente al ocaso y sus labios parecían fresas listas para ser degustadas.
Sonreí de medio lado cogido de su mano cuando esta vio a su hermano Reidar y soltándose de mi corrió para fundirse en un profundo abrazo con este, que resulto la mas de enternecedor, de no haber sido porque junto a el había una dama, que poco o nada tenia de eso y demasiado de asesina de humanos.
Acaso no se daba cuenta ese lobo que aquello que lo acompañaba no era un ser humano, mis ojos se tronaron ámbar, fue algo instintivo que no pude evitar y el color de Reidar cambio frente al mio del mismo modo.
Fue la mano de mi futura mujer sobre mi pecho lo que me forzó a encontrar una templanza perdida y tendiendo la mano a su hermano me presente como era debido.
-Soy Errol, el que si tu me das tu bendición y su mano, se convertirá futuro esposo de tu hermana.
Lo haremos como marcan las tradiciones, como dicta la ley, la madre que Gaia y madre luna nos conceda su bendición y nos ilumine con su plateada luz.
Pese a todo, pese a las risas y las tardes andando por el jardín de aquel precioso hotel donde se comportaron con nosotros de un modo exquisito, cuidando con mimo a la que pronto se ocnvertiria en mi mujer, sabia que algo le preocupaba, ademas de la manda y de lo lento que se iba recuperando pues sus heridas bien podían haberla matado.
Su preocupación estaba con esos dos hermanos suyos, esos que parecían no acabar de cuadrar entre ellos, uno deseando salvar su manada a toda consta aun teniendo que dejarla para ello en manos de su hermano y otro sumido en los fantasmas de un pasado que no les harían bien a ninguno de lso hermanos.
En medio de ambos Oda, mi prometida, que intentaba luchar en balde frente a aquello fuertes caracteres, dos tercos alfas que en mas de una ocasión acababan enfrentando su condición.
Acaricie su mejilla entrechocarla entre mis brazos.
-¿estas nerviosa? -le pregunté dejando que mis labios se deslizaran lentamente por su cuello -todo ira bien y si no los mataré a todos -bromee dando un suave mordisco a su cuello de manera dominante.
Aquel día las familias nos conoceríamos, la verdad es que cuando me pregunto llegando a la playa si estaba seguro de no desear huir en ese preciso instante, mi respuesta hubiera sido salir de alli por patas, claro que con ella cargada como un saco para volver a ese hotel y tomarla.
Estaba preciosa, sus ojos brillaban frente al ocaso y sus labios parecían fresas listas para ser degustadas.
Sonreí de medio lado cogido de su mano cuando esta vio a su hermano Reidar y soltándose de mi corrió para fundirse en un profundo abrazo con este, que resulto la mas de enternecedor, de no haber sido porque junto a el había una dama, que poco o nada tenia de eso y demasiado de asesina de humanos.
Acaso no se daba cuenta ese lobo que aquello que lo acompañaba no era un ser humano, mis ojos se tronaron ámbar, fue algo instintivo que no pude evitar y el color de Reidar cambio frente al mio del mismo modo.
Fue la mano de mi futura mujer sobre mi pecho lo que me forzó a encontrar una templanza perdida y tendiendo la mano a su hermano me presente como era debido.
-Soy Errol, el que si tu me das tu bendición y su mano, se convertirá futuro esposo de tu hermana.
Lo haremos como marcan las tradiciones, como dicta la ley, la madre que Gaia y madre luna nos conceda su bendición y nos ilumine con su plateada luz.
Errol Dow- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 27/07/2016
Localización : Paris
Re: Una velada en familia [Privado]
Mucho había acontecido en tan poco tiempo, eventos que junto al inmortal al que amaba con cada fibra de mi ser me habían llenado de una felicidad absoluta y otros que fueron mucho más difíciles pero que había podido superar gracias a ese amor mutuo, gigantesco y avasallador que seguía anclado en mi pecho con la misma intensidad que se había instalado en el desde que le conocí.
Ahora cabalgábamos sobre su fiel corcel, aquel hermoso animal con el que ya me había encariñado y que de un modo u otro había sido testigo de diversos encuentros que habría de llevar por siempre en mi memoria. Su galope era seguro y ágil en esa noche en la que la luna brillaba con fulgor encaminándonos hacia una reunión a la que una semana antes nos había sido enviada una invitación de parte de Moira, aquella vampiresa a la que aunque sólo conocí durante una noche ya consideraba una entrañable amiga.
Exhalé, con mis manos enredadas en las de mi esposo, sintiendo su respiración acompasada a la mia. Apenas horas antes un paseo semejante a este a su lado me hubiese llenado de felicidad y aunque mucho de mi se regodeaba de su compañía, aunque mis dedos no dejaban de sentir aquel ardor que me irradiaba el tacto de los suyos, aunque mi cuerpo se arrimaba a él incapaz de no buscarlo, aquel anuncio que me había dado hace poco aún hacía mella en mi sin que lograse apartarle de mi mente, causándome un inevitable desasosiego, aunque si de algo estaba segura era de que mi determinación siempre había sido muy fuerte y de que nada me hacía echarme atrás cuando en mi mente se fijaba un propósito.
Nuestro amor había atravesado pruebas y había salido avante por lo que en mi interior se fijó la convicción de que lo volvería a hacer, pasase lo que pasase. Me aferraría a su promesa, a aquellas palabras que me juraron que regresaría a mi.
Poco a poco el camino a la playa se fue acortando y pude vislumbrar el fuego de las antorchas, al igual que a un pequeño grupo sobre la arena hacia el cual nos dirigimos. Descendimos del caballo y antes de encaminarnos hacia ellos tomé la mano de mi esposo atrayéndolo hacia mi y acaricié su rostro, enlazando nuestras miradas en un instante de silenciosa comunicación antes de acercarme a él para unir nuestros labios.
Caminamos entonces hacia aquel lugar en la playa que estaba adornado para la ocasión, apenas a unos pasos de distancia reconocí a Moira y a Reidar a la par de dos desconocidos. Presioné sin percatarme la mano masculina en subconsciente reacción ante el hecho de que me estaba adentrando en una reunión de licántropos por lo cual por un momento mis latidos demostraron la inquietud que el hecho me causaba a pesar de mi decisión de seguir avanzando sobre mis pasos.
Me concentré sin embargo en los rostros conocidos y saludé a Reidar, estrechándo su mano antes de girar para acercarme a Moira a quien dediqué una sonrisa. -Me alegra volverlos a ver.- Para mi siempre tendría un espacio importante en mi corazón la pareja con la que compartí la noche más importante de mi vida.
No tenía la menor idea de como habían transcurrido sus días desde entonces y cuando fijé mi mirada en la vampiresa algo noté en su semblante que parecía diferente al que recordaba. Seguro, su piel era pálida pero ahora parecía algo deslucida, como si de alguna forma su semblante no estuviese tan animado. Me pregunté a qué se debería aquello y me incliné para abrazarla y para darle un beso en la mejilla. -Si quieres luego podemos hablar.- susurré en su oído antes de mirarla de frente, reteniendo sus ojos con los míos y presionando su mano un momento.
Desvié mi atención hacia el otro par presente, contemplando a una pareja joven que según acababa de oír estaba comprometida. -Buenas noches, soy Adaline.- dije a manera de presentación mientras mi marido también saludaba a los presentes. Mi mirada se desvió hacia la luna que esa noche se presentaba menguante y el viento que golpeaba mis mejillas me pareció demasiado helado.
Ahora cabalgábamos sobre su fiel corcel, aquel hermoso animal con el que ya me había encariñado y que de un modo u otro había sido testigo de diversos encuentros que habría de llevar por siempre en mi memoria. Su galope era seguro y ágil en esa noche en la que la luna brillaba con fulgor encaminándonos hacia una reunión a la que una semana antes nos había sido enviada una invitación de parte de Moira, aquella vampiresa a la que aunque sólo conocí durante una noche ya consideraba una entrañable amiga.
Exhalé, con mis manos enredadas en las de mi esposo, sintiendo su respiración acompasada a la mia. Apenas horas antes un paseo semejante a este a su lado me hubiese llenado de felicidad y aunque mucho de mi se regodeaba de su compañía, aunque mis dedos no dejaban de sentir aquel ardor que me irradiaba el tacto de los suyos, aunque mi cuerpo se arrimaba a él incapaz de no buscarlo, aquel anuncio que me había dado hace poco aún hacía mella en mi sin que lograse apartarle de mi mente, causándome un inevitable desasosiego, aunque si de algo estaba segura era de que mi determinación siempre había sido muy fuerte y de que nada me hacía echarme atrás cuando en mi mente se fijaba un propósito.
Nuestro amor había atravesado pruebas y había salido avante por lo que en mi interior se fijó la convicción de que lo volvería a hacer, pasase lo que pasase. Me aferraría a su promesa, a aquellas palabras que me juraron que regresaría a mi.
Poco a poco el camino a la playa se fue acortando y pude vislumbrar el fuego de las antorchas, al igual que a un pequeño grupo sobre la arena hacia el cual nos dirigimos. Descendimos del caballo y antes de encaminarnos hacia ellos tomé la mano de mi esposo atrayéndolo hacia mi y acaricié su rostro, enlazando nuestras miradas en un instante de silenciosa comunicación antes de acercarme a él para unir nuestros labios.
Caminamos entonces hacia aquel lugar en la playa que estaba adornado para la ocasión, apenas a unos pasos de distancia reconocí a Moira y a Reidar a la par de dos desconocidos. Presioné sin percatarme la mano masculina en subconsciente reacción ante el hecho de que me estaba adentrando en una reunión de licántropos por lo cual por un momento mis latidos demostraron la inquietud que el hecho me causaba a pesar de mi decisión de seguir avanzando sobre mis pasos.
Me concentré sin embargo en los rostros conocidos y saludé a Reidar, estrechándo su mano antes de girar para acercarme a Moira a quien dediqué una sonrisa. -Me alegra volverlos a ver.- Para mi siempre tendría un espacio importante en mi corazón la pareja con la que compartí la noche más importante de mi vida.
No tenía la menor idea de como habían transcurrido sus días desde entonces y cuando fijé mi mirada en la vampiresa algo noté en su semblante que parecía diferente al que recordaba. Seguro, su piel era pálida pero ahora parecía algo deslucida, como si de alguna forma su semblante no estuviese tan animado. Me pregunté a qué se debería aquello y me incliné para abrazarla y para darle un beso en la mejilla. -Si quieres luego podemos hablar.- susurré en su oído antes de mirarla de frente, reteniendo sus ojos con los míos y presionando su mano un momento.
Desvié mi atención hacia el otro par presente, contemplando a una pareja joven que según acababa de oír estaba comprometida. -Buenas noches, soy Adaline.- dije a manera de presentación mientras mi marido también saludaba a los presentes. Mi mirada se desvió hacia la luna que esa noche se presentaba menguante y el viento que golpeaba mis mejillas me pareció demasiado helado.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Una velada en familia [Privado]
Hacia apenas una semana que había confesado a Adaline el plan trazado por los hombres que asistiríamos hoy a esa reunión, esa que enmascarada como una sencilla cena en la playa seria la que inaugurara una guerra que ya estaba marcada.
Muchos planes sobrevolaban nuestras cabezas, muchas cosas por hacer y preparar antes de partir y yo solo podía pensar en una cosa,Ella.
Allí con su cuerpo contra el mio, perfectamente acoplados frene al trote del caballo, podía sentir que su gesto, lejos de ser sereno estaba abatido, sabia que su tristeza era inmensa, casi tanto como mi impotencia.
Juro que por primera vez estuve a punto de mandar la guerra al cuerno, mi trabajo como mercenario, incluso la vida de todos esos licantropos que en el bosque, defendiendo sus tierras contra los nosferatu la perderían.
No era mi guerra, no era mi bosque y por ende Adaline era todo lo que amaba en esta vida, mi mujer, mi perdición, mi estrella, mi diosa, mi amada.
Acaricié sus dedos despacio, tratando de infundirle ánimos, mientras en su oído susurraba aquellas palabras que evidenciaban lo vivido.
-Min doom -dije dejando que el viento azuzara su cara, que su pelo me acariciara como de costumbre calmando mi alma.
-Adaline, pídemelo, y no iré...te quiero, te quiero tanto que por ti bajaría a los infiernos y volvería de ellos. Pídemelo y me quedaré, pero se, que si le pasara algo a Reidar, si por eso Moira muriera ni tu ni yo nos lo perdonaríamos. Yo me enfadaría por no haber ido y tu te culparías por no habérmelo permitido.
Te quiero y te juro por la estrella del cazador que nos guía, por los dioses que juegan desde Asgar a trazar nuestro destino y por el amor que te proceso que volveré, en pie o caído siempre encontraré el camino de volver contigo.
Posé mis labios en su cuello dejando que su olor me inundara de nuevo, ese que olía a salitre, a mar y una sonrisa se dibujo en mi rostro al recordar por su olor a jabón, aquello que no hace mucho tiempo me desvelo mi mujer.
-Sigues sin despertarme cuando piensas en mi en la bañera, niña mal -bromeé sonriendo contra su piel -cuando volvamos señorita voy a tomarla en esa bañera para que mañana me recuerdes con mucho mas realismo esposa mía.
Entre bromas alcanzamos nuestro destino, desmontando del corcel para abrigar nuestros cuerpos con un beso y enlazar nuestros dedos dejando claro a los allí presentes que nuestro sino quedaría por siempre unido.
Felicidad, eso desprendía frente a esa mujer que me daba la vida, esa que había convertido un mundo vació, sin sentido en una vida que ansiaba vivir, que deseaba pasar junto a ella.
Mi mujer, que bien sonaba esa palabra que aun no me creía, se tenso frente a todos los licantropos que en congregación frente a las antorchas de la playa se encontraban, demasiados dada su situación, pues no podía olvidar que su padre murió a manos de uno de estos desgraciados. Mas pronto se rehízo, eso era lo que mas admiraba de ella, como era capaz de sobreponerse a las adversidades. Era la mujer mas fuerte que había conocido, ella, a la que su hermano y yo tratábamos de proteger como si se tratara de porcelana fina, podría sin duda darnos un repaso a los dos juntos en cuanto a voluntad férrea se tratara, en cuanto a fortaleza y sin duda a belleza.
¡Por Odin como la quería!
Saludé a Reidar con un abrazo mientras este me presentaba de inmediato a su hermana, una mujer de ojos castaños de gran belleza, prometida al parecer a otro licantropo, un alfa de tierras norteñas.
Observe por le rabillo del ojo como mi esposa saludaba a Moira, como la abrazaba.
No tarde en entender que a mi amiga le pasaba algo, algo que ocultaba y mis ojos se desviaron hacia ese licantropo que la había convertido en su mujer hacia apenas unas semanas y que al parecer lejos de hacerla feliz le daba mala vida.
No actué, no porque necesitaba mas información, porque quizás su estado de animo era a colación de la guerra que estaba por venir y no de alguna desgracia ocurrida netre los dos, así que permanecí en calma sin apartar mis ojos de los de mi esposa, que trataba de arropar a Moira.
Muchos planes sobrevolaban nuestras cabezas, muchas cosas por hacer y preparar antes de partir y yo solo podía pensar en una cosa,Ella.
Allí con su cuerpo contra el mio, perfectamente acoplados frene al trote del caballo, podía sentir que su gesto, lejos de ser sereno estaba abatido, sabia que su tristeza era inmensa, casi tanto como mi impotencia.
Juro que por primera vez estuve a punto de mandar la guerra al cuerno, mi trabajo como mercenario, incluso la vida de todos esos licantropos que en el bosque, defendiendo sus tierras contra los nosferatu la perderían.
No era mi guerra, no era mi bosque y por ende Adaline era todo lo que amaba en esta vida, mi mujer, mi perdición, mi estrella, mi diosa, mi amada.
Acaricié sus dedos despacio, tratando de infundirle ánimos, mientras en su oído susurraba aquellas palabras que evidenciaban lo vivido.
-Min doom -dije dejando que el viento azuzara su cara, que su pelo me acariciara como de costumbre calmando mi alma.
-Adaline, pídemelo, y no iré...te quiero, te quiero tanto que por ti bajaría a los infiernos y volvería de ellos. Pídemelo y me quedaré, pero se, que si le pasara algo a Reidar, si por eso Moira muriera ni tu ni yo nos lo perdonaríamos. Yo me enfadaría por no haber ido y tu te culparías por no habérmelo permitido.
Te quiero y te juro por la estrella del cazador que nos guía, por los dioses que juegan desde Asgar a trazar nuestro destino y por el amor que te proceso que volveré, en pie o caído siempre encontraré el camino de volver contigo.
Posé mis labios en su cuello dejando que su olor me inundara de nuevo, ese que olía a salitre, a mar y una sonrisa se dibujo en mi rostro al recordar por su olor a jabón, aquello que no hace mucho tiempo me desvelo mi mujer.
-Sigues sin despertarme cuando piensas en mi en la bañera, niña mal -bromeé sonriendo contra su piel -cuando volvamos señorita voy a tomarla en esa bañera para que mañana me recuerdes con mucho mas realismo esposa mía.
Entre bromas alcanzamos nuestro destino, desmontando del corcel para abrigar nuestros cuerpos con un beso y enlazar nuestros dedos dejando claro a los allí presentes que nuestro sino quedaría por siempre unido.
Felicidad, eso desprendía frente a esa mujer que me daba la vida, esa que había convertido un mundo vació, sin sentido en una vida que ansiaba vivir, que deseaba pasar junto a ella.
Mi mujer, que bien sonaba esa palabra que aun no me creía, se tenso frente a todos los licantropos que en congregación frente a las antorchas de la playa se encontraban, demasiados dada su situación, pues no podía olvidar que su padre murió a manos de uno de estos desgraciados. Mas pronto se rehízo, eso era lo que mas admiraba de ella, como era capaz de sobreponerse a las adversidades. Era la mujer mas fuerte que había conocido, ella, a la que su hermano y yo tratábamos de proteger como si se tratara de porcelana fina, podría sin duda darnos un repaso a los dos juntos en cuanto a voluntad férrea se tratara, en cuanto a fortaleza y sin duda a belleza.
¡Por Odin como la quería!
Saludé a Reidar con un abrazo mientras este me presentaba de inmediato a su hermana, una mujer de ojos castaños de gran belleza, prometida al parecer a otro licantropo, un alfa de tierras norteñas.
Observe por le rabillo del ojo como mi esposa saludaba a Moira, como la abrazaba.
No tarde en entender que a mi amiga le pasaba algo, algo que ocultaba y mis ojos se desviaron hacia ese licantropo que la había convertido en su mujer hacia apenas unas semanas y que al parecer lejos de hacerla feliz le daba mala vida.
No actué, no porque necesitaba mas información, porque quizás su estado de animo era a colación de la guerra que estaba por venir y no de alguna desgracia ocurrida netre los dos, así que permanecí en calma sin apartar mis ojos de los de mi esposa, que trataba de arropar a Moira.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Una velada en familia [Privado]
La última semana en nuestra nueva casa había sido de lo más extraña, no solo por el hecho de cambiar de hogar y tener un nuevo servicio al que organizar, sino por una inesperada visita. Aunque una parte de mí creía que ésta le había servido a Damon para centrar su mente en otros asuntos que no fuesen la marcha de Jade; una marcha que seguía destrozándole por dentro aunque fuese incapaz de confesármelo. Y eso que intentaba pasar con él todo el tiempo posible, recordarle mi apoyo incondicional, ese apoyo que tantas veces nos habíamos dado el uno al otro; pero él solo insistía en que debía descansar, que no debía preocuparme por nada, solo por el bebé. Un bebé que crecía en mi viente, y que gracias a los dioses no nos había vuelto a dar ningún susto.
Poco después de mudarnos allí, y dejar la mansión de aquella bruja que estaría celebrando nuestra marcha, así como yo celebraba perderla por fin de vista, llegó una noche el nuevo hermano de Damon, Reidar, con un bebé en brazos, que según contó era hijo suyo y cuya madre había fallecido por culpa de esos nosferatu que amenazaban con exterminar también a su manada. Algo había pasado con no sé qué mujer que lo había traicionado; lo cierto es que poco o nada me importaban los problemas amorosos de aquel lobo que solo nos traería problemas a nuestra manada.
Así que pasé la semana tratando de ser lo más cordial posible con su hermano, pero sin meterme más de la cuenta en asuntos que no eran de mi incumbencia. No estaba yo en situación de dar consejos sentimentales a nadie, cuando mi vida era terriblemente caótica. Y menos a un alfa que no conocía, aunque he de reconocer que con el paso de los días fue ganándose mi aprecio. Era admirable ver como se ocupaba de su pequeño a pesar de las circunstancias, y fueron quizás esos gestos los que me hicieron cambiar de opinión frente a él.
Aquella tarde salimos de la casa con rumbo hacia la playa, donde al parecer se había organizado una cena donde se harían algunas presentaciones importantes; aunque aquello era una tapadera, pues si no había escuchado mal cuando ellos habían estado hablando en privado, la razón de la misma era reorganizar a la manada y trazar un plan para luchar contra la amenaza que los acechaba.
Llegamos en menos de una hora al sitio indicado, una pequeña cala de la playa en la que habían colocado un cenador de madera, decorado con telas en tonos blancos y antorchas repartidas estratégicamente para dar un ambiente cálido y acogedor. Estaba claro que una mano femenina había tenido que ver en todo aquello, e imaginé por el aura de Reidar que parecía más nervioso que días anteriores, que era la mujer con la que había tenido sus diferencias quien se había encargado de hacerlo.
Damon me bajó del caballo con cuidado y conmigo en brazos, trazó el camino hasta la arena, depositándome sobre una capa de pieles que había colocado minutos antes. No podía quejarme, aún a pesar de la pena que portaba en su interior, todavía tenía tiempo para mí, para cuidarme, para mimarme como solo él sabía hacer. No había día en el que no pasásemos rato hablando en mi cama, en el que no cargase conmigo en brazos para evitarme esfuerzos. Si antes de todo aquello ya lo quería, el amor que iba sintiendo por él iba creciendo día a día.
De pronto sentí un aura que me confundió por momentos; una inmortal se acercaba a nosotros desde el otro extremo de la playa. Durante unos segundos mi cuerpo se tensó al verla, un ser así solo nos traería problemas y yo no estaba en condiciones de luchar; más fue cuando Reidar me dejó a Lobbo en brazos, cuando supe que era ella a quien había estado esperando.
- Reidar, si la quieres no lo estropees.- susurré antes de que se marchase. ¿De donde había salido aquello? ¿Acaso me había vuelto consejera matrimonial? Negué con la cabeza mientras dejaba al pequeño sobre la capa de pieles, y buscaba con la mirada a Damon, que había vuelto hacía los caballos para coger otra manta por si refrescaba.
En pocos minutos empezaron a aparecer el resto de invitados, y desde la distancia comencé a analizar uno por uno. La mujer que hablaba con Reidar era sin lugar a dudas la inmortal que me había cruzado ya un par de veces, menuda suerte la mía con lo grande que era París, pensé irónicamente. Después llegó la hermana de Damon y Reidar, aquella loba con la que había compartido algún día en el hospital cuando estuve velando por mi alfa, que iba acompañada por otro alfa (a este no lo conocía). Y la llegada más sorprendente y confusa, una bella humana que parecía acompañada por aquel vampiro con el que también había coincidido, ¿el inmortal se había llevado su propia cena?. Y yo que pensaba que el viaje a París iba a ser de lo más aburrido.
Poco después de mudarnos allí, y dejar la mansión de aquella bruja que estaría celebrando nuestra marcha, así como yo celebraba perderla por fin de vista, llegó una noche el nuevo hermano de Damon, Reidar, con un bebé en brazos, que según contó era hijo suyo y cuya madre había fallecido por culpa de esos nosferatu que amenazaban con exterminar también a su manada. Algo había pasado con no sé qué mujer que lo había traicionado; lo cierto es que poco o nada me importaban los problemas amorosos de aquel lobo que solo nos traería problemas a nuestra manada.
Así que pasé la semana tratando de ser lo más cordial posible con su hermano, pero sin meterme más de la cuenta en asuntos que no eran de mi incumbencia. No estaba yo en situación de dar consejos sentimentales a nadie, cuando mi vida era terriblemente caótica. Y menos a un alfa que no conocía, aunque he de reconocer que con el paso de los días fue ganándose mi aprecio. Era admirable ver como se ocupaba de su pequeño a pesar de las circunstancias, y fueron quizás esos gestos los que me hicieron cambiar de opinión frente a él.
Aquella tarde salimos de la casa con rumbo hacia la playa, donde al parecer se había organizado una cena donde se harían algunas presentaciones importantes; aunque aquello era una tapadera, pues si no había escuchado mal cuando ellos habían estado hablando en privado, la razón de la misma era reorganizar a la manada y trazar un plan para luchar contra la amenaza que los acechaba.
Llegamos en menos de una hora al sitio indicado, una pequeña cala de la playa en la que habían colocado un cenador de madera, decorado con telas en tonos blancos y antorchas repartidas estratégicamente para dar un ambiente cálido y acogedor. Estaba claro que una mano femenina había tenido que ver en todo aquello, e imaginé por el aura de Reidar que parecía más nervioso que días anteriores, que era la mujer con la que había tenido sus diferencias quien se había encargado de hacerlo.
Damon me bajó del caballo con cuidado y conmigo en brazos, trazó el camino hasta la arena, depositándome sobre una capa de pieles que había colocado minutos antes. No podía quejarme, aún a pesar de la pena que portaba en su interior, todavía tenía tiempo para mí, para cuidarme, para mimarme como solo él sabía hacer. No había día en el que no pasásemos rato hablando en mi cama, en el que no cargase conmigo en brazos para evitarme esfuerzos. Si antes de todo aquello ya lo quería, el amor que iba sintiendo por él iba creciendo día a día.
De pronto sentí un aura que me confundió por momentos; una inmortal se acercaba a nosotros desde el otro extremo de la playa. Durante unos segundos mi cuerpo se tensó al verla, un ser así solo nos traería problemas y yo no estaba en condiciones de luchar; más fue cuando Reidar me dejó a Lobbo en brazos, cuando supe que era ella a quien había estado esperando.
- Reidar, si la quieres no lo estropees.- susurré antes de que se marchase. ¿De donde había salido aquello? ¿Acaso me había vuelto consejera matrimonial? Negué con la cabeza mientras dejaba al pequeño sobre la capa de pieles, y buscaba con la mirada a Damon, que había vuelto hacía los caballos para coger otra manta por si refrescaba.
En pocos minutos empezaron a aparecer el resto de invitados, y desde la distancia comencé a analizar uno por uno. La mujer que hablaba con Reidar era sin lugar a dudas la inmortal que me había cruzado ya un par de veces, menuda suerte la mía con lo grande que era París, pensé irónicamente. Después llegó la hermana de Damon y Reidar, aquella loba con la que había compartido algún día en el hospital cuando estuve velando por mi alfa, que iba acompañada por otro alfa (a este no lo conocía). Y la llegada más sorprendente y confusa, una bella humana que parecía acompañada por aquel vampiro con el que también había coincidido, ¿el inmortal se había llevado su propia cena?. Y yo que pensaba que el viaje a París iba a ser de lo más aburrido.
Arely Pucini- Licántropo Clase Alta
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Re: Una velada en familia [Privado]
Habíamos pasado una semana en aquella casa nueva y ya creía que las paredes se me caían encima.
No bastaba con cuidar de Arely y de todos los problemas que el paso del tiempo y la ausencia del alfa causaban en mi manda si no que también la inesperada visita de un hermano al que conocía y al que a su vez no podía dejar tirado en la calle con un niño me forzó a abrir mis puertas convirtiendo aquello en un albergue y yo en el padre custodio de toda esa guardería.
Juro por los dioses, los antiguos y los nuevos que solo deseaba salir de ese manicomio, dejar de oír los problemas de Reidar, el llanto de Lobbo y como no, los antojos de una beta que me estaban volviendo loco.
Miraba con los ojos ámbar mas de una vez las botellas que en el mueble bar parecían pedir a gritos ser bebidas y para que mentir, mi vació las necesitaba para olvidar, para acallar así el dolor que partía mi alma en dos.
Ese que me guardaba para mi poniendo la mejor cara del mundo para que nadie fuera capaz de entender , ni siquiera de vislumbrar cuan quebrada estaba mi alma en esos momentos.
Se acerco el día en que habíamos quedado en la playa para hablar, hacia apenas unas semanas que había recibido la misiva de Moira la mujer que había traicionado a mi hermano pero que por ende se había encargado de todo lo referente a aquel encuentro que tendría lugar al anochecer por la presencia de dos inmortales.
Nunca me gusto tratar con estos seres, de echo una parte de mi estaba reacia a cualquier pacto ocn ellos, pero mi hermano me insistió sobre dar una oportunidad a Erlend, según el un hombre curtido en batallas, que podía ser determinante en uno u otro bando.
A regañadientes acepte, aunque no estaba seguro de que ese tal Erlend lograra que diera mi brazo a torcer.
¿Acaso no le había traicionado su propia mujer? Los sobrenaturales no eran de fiar, y Reidar lo estaba aprendiendo, a las malas sin duda.
Finalmente emprendimos el camino hacia aquella fiesta, había previsto todo para mantener a Arely descansada sobre la arena y unas pieles para cubrirla cuando la noche arreciara mas de la cuenta y así partimos todos hasta el sitio dispuesto.
Mientras todos interaccionaban me dediqué a acomodar a mi beta y solo cuando todos estuvieron ya presentados me acerque al resto con una sonrisa de medio lado.
-Mi nombre es Damon, encantado -un saludo breve y conciso, pero a fin de cuentas no había venido a hacer amigos.
No bastaba con cuidar de Arely y de todos los problemas que el paso del tiempo y la ausencia del alfa causaban en mi manda si no que también la inesperada visita de un hermano al que conocía y al que a su vez no podía dejar tirado en la calle con un niño me forzó a abrir mis puertas convirtiendo aquello en un albergue y yo en el padre custodio de toda esa guardería.
Juro por los dioses, los antiguos y los nuevos que solo deseaba salir de ese manicomio, dejar de oír los problemas de Reidar, el llanto de Lobbo y como no, los antojos de una beta que me estaban volviendo loco.
Miraba con los ojos ámbar mas de una vez las botellas que en el mueble bar parecían pedir a gritos ser bebidas y para que mentir, mi vació las necesitaba para olvidar, para acallar así el dolor que partía mi alma en dos.
Ese que me guardaba para mi poniendo la mejor cara del mundo para que nadie fuera capaz de entender , ni siquiera de vislumbrar cuan quebrada estaba mi alma en esos momentos.
Se acerco el día en que habíamos quedado en la playa para hablar, hacia apenas unas semanas que había recibido la misiva de Moira la mujer que había traicionado a mi hermano pero que por ende se había encargado de todo lo referente a aquel encuentro que tendría lugar al anochecer por la presencia de dos inmortales.
Nunca me gusto tratar con estos seres, de echo una parte de mi estaba reacia a cualquier pacto ocn ellos, pero mi hermano me insistió sobre dar una oportunidad a Erlend, según el un hombre curtido en batallas, que podía ser determinante en uno u otro bando.
A regañadientes acepte, aunque no estaba seguro de que ese tal Erlend lograra que diera mi brazo a torcer.
¿Acaso no le había traicionado su propia mujer? Los sobrenaturales no eran de fiar, y Reidar lo estaba aprendiendo, a las malas sin duda.
Finalmente emprendimos el camino hacia aquella fiesta, había previsto todo para mantener a Arely descansada sobre la arena y unas pieles para cubrirla cuando la noche arreciara mas de la cuenta y así partimos todos hasta el sitio dispuesto.
Mientras todos interaccionaban me dediqué a acomodar a mi beta y solo cuando todos estuvieron ya presentados me acerque al resto con una sonrisa de medio lado.
-Mi nombre es Damon, encantado -un saludo breve y conciso, pero a fin de cuentas no había venido a hacer amigos.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: Una velada en familia [Privado]
La voz de Reidar a mis espaldas detuvo en seco mis pasos que en ese momento se disponían a subir al caballo que me alejaría para siempre de su lado. Una pequeña esperanza de reconciliación inundó mi alma al escucharle pedir que esperase; el simple hecho de escuchar su voz, de sentir su presencia tras de mí conseguía que mi corazón volviese a latir. Lo había echado tanto de menos durante aquella semana, que volver a sentir su olor tan cerca era como devolverme la vida.
Me giré hacia él, atendiendo a su petición de que no me marchase, esperando un beso y un abrazo que fuesen el inicio de un perdón que debíamos pedirnos ambos, yo por no haber sido capaz de renunciar a lo que más deseaba pero para lo que Reidar no estaba todavía preparado, y él por haber reaccionado así cuando le confesé todo lo que había ocurrido. Me quedé esperando un beso y un abrazo que jamás llegó, más lo que recibí a cambio fue su mirada ámbar clavada en la mía, unos ojos cargados de ira y resentimiento; su aura irradiaba desprecio hacia mi persona, y conforme todas esas ilusiones y esperanzas habían llenado mi alma durante unos segundos de felicidad por tenerlo a mi lado, desaparecieron dejándome de nuevo en la más absoluta oscuridad. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida de pensar que una semana sin mí le habría hecho ver que nos queríamos?
Más cuan equivocada estaba si pensaba que su mirada era lo que peor que tenía preparado para mí; no por el hecho de que hubiese decidido volver a la casa que había comprado para él y Lobbo, donde yo también ahora viviría, sino por el desprecio y el sarcasmo con el que hablaba cuando se refería a nosotros, a nuestro matrimonio, a mí misma. Me mordí el labio ahogando las lágrimas que amenazaban con salir; sabiendo que solo yo era la culpable de habernos llevado a ese abismo en que nos encontrábamos. Lo quería tanto, lo amaba de una forma tan pura, que no se me ocurrió que ese precioso gesto de locura hecha por dos enamorados pudiese estropearlo todo, pudiese destrozar las promesas hechas por dos personas que se querían ¿qué había cambiado? Para mí nada; lo amaba de la misma forma incondicional que le había confesado aquella noche, seguía siendo mi lucero del alba que guiaba mi camino, seguía siendo mi principio y mi final. Quizás me había equivocado al pensar que para él yo significaría lo mismo; que tomaría aquello como un tonto arrebato que había precipitado las cosas, pero jamás pensé que lo vería como una traición.
-Siento haberte arruinado la vida, Reidar. Mañana dispondré de todo lo que necesites para amueblar tu hogar.- contesté con un débil tono de voz; temiendo que si hablaba más fuerte las lágrimas caerían de mis ojos.- Espero que algún día puedas perdonarme, porque yo te quiero.
Tomé aire y sin darle tiempo a contestar me di la vuelta para recibir con una sonrisa, la mejor que pude fingir en esos momentos, a su hermana que corrió a sus brazos, y a otro lobo que fue presentado más tarde como su prometido.
-Encantada de conocerte estando consciente. Me llamo Moira, y digamos que la primera vez que nos vimos estabas entre la vida y la muerte. -contesté tratando de olvidar lo hundida que me encontraba en esos momentos, y hacer lo que Reidar quería, fingir que todo iba bien. Dos besos en sendas mejillas me sorprendieron sobre manera; no estaba acostumbrada a que me saludasen así.- - Me alegro de que te hayas recuperado tan rápido.
Dirigí una rápida mirada al lobo que la acompañaba, y que no muy contento con mi presencia, se acercó a nosotros con los ojos ámbar. Di un paso atrás, instinto de supervivencia imagino, planteándome si esconderme detrás de Reidar o no; más no hizo falta, pues un gesto de Odalyn bastó para calmar los ánimos.
Fue entonces cuando aparecieron mis dos únicos amigos; las únicas personas quien me apreciaban en aquel lugar. Adaline y Erlend se acercaron cogidos de la mano, profesándose en cada gesto ese amor que sentían por el otro. Me alegraba muchísimo por ellos; de verdad que los dos se lo merecían. Adaline se había convertido en mi ángel, en una amiga con la que había compartido mis momentos más felices y con quien sabía que siempre nos uniría una verdadera amistad. Fue ella quien se percató de que algo me ocurría, quien con solo una mirada cuando se acercó a saludarnos supo que no estaba bien. El abrazo y el beso que había esperado de Reidar fue ella quien me lo dio, complicándome un poco la existencia, pues me costó la vida misma no echarme a llorar entre sus brazos y contarle lo desdichada que me sentía.
-Yo también me alegro de veros.- les sonreí a los dos lo mejor que pude, fingiendo el dolor que me mataba por dentro, intentando transmitirles una calma que no sentía y acariciando la mejilla de Adaline con mi mano para hacerle creer que todo estaba bien.- Tranquila, solo estoy cansada.
Sentí como la mirada de Erlend buscaba la mía cuando su esposa me preguntó, como también mi mejor amigo, mi ángel de la guarda, había sentido que algo no marchaba bien, más como sabía cómo terminaría aquello si se enteraba de todo lo que había sucedido, decidí guardar mis penas para mí, tragarme mi llanto, y seguir fingiendo “lo feliz que era”, eso sí, evitando que nuestras miradas se cruzasen o estaría perdida.
Las presentaciones entre todos se sucedieron en la más pura cordialidad, hasta que minutos después llegó Damon, y juró que no se por qué, pero todo mi cuerpo se tensó. Quizás porque nuestros encuentros habían sido de lo más complicados, quizás porque todavía podía sentir su zarpazo en mi muñeca, donde todavía quedaba una cicatriz o quizás fuese por esa aura fuerte que me indicaba que le molestaba nuestra presencia.
-Hola, yo soy Moira.- di un paso al frente ofreciéndole mi mano. Total, si me mataba tampoco perdería mucho.- Me alegro conocerte sin estar ebria y sin que tú estés en el filo de la inconsciencia.
El resto de presentaciones continuaron, y mientras el resto del grupo se acercaba entre cháchara hacia el cenador que había sido preparado para celebrar aquel encuentro, yo me adelanté fijando mis ojos en el pequeño quillan que se encontraba en brazos de la beta de Damon.
-Hola pequeño.- susurré arrodillándome frente a la loba que me miraba con cara de pocos amigos.- Me llamo Moira, ¿te importa si lo cojo?
Más no me hizo falta su contestación, pues fue el pequeño Lobbo quien dando torpes pasitos se tiró a mis brazos gritando divertido. Al menos él si me había echado de menos, y poniéndome en pie con él en brazos, comencé a darle besos por todas partes. En esos momentos mi sonrisa si era genuina, ahora no estaba fingiendo. El pequeño era capaz de darme con un solo gesto todo lo que necesitaba, y cuando sentí como se abrazaba a mi cuello, no pude contener más las lágrimas, y girándome para evitar que los demás se percatasen, comencé a llorar mientras achuchaba a aquel pequeño que me había devuelto la vida. No sabía si Reidar llegaría a perdonarme, si volveríamos a estar como antes, pero si sabía que mi amor por él o por el pequeño no habían cambiado, y que sin ellos mi vida llegaría a su fin.
Me giré hacia él, atendiendo a su petición de que no me marchase, esperando un beso y un abrazo que fuesen el inicio de un perdón que debíamos pedirnos ambos, yo por no haber sido capaz de renunciar a lo que más deseaba pero para lo que Reidar no estaba todavía preparado, y él por haber reaccionado así cuando le confesé todo lo que había ocurrido. Me quedé esperando un beso y un abrazo que jamás llegó, más lo que recibí a cambio fue su mirada ámbar clavada en la mía, unos ojos cargados de ira y resentimiento; su aura irradiaba desprecio hacia mi persona, y conforme todas esas ilusiones y esperanzas habían llenado mi alma durante unos segundos de felicidad por tenerlo a mi lado, desaparecieron dejándome de nuevo en la más absoluta oscuridad. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida de pensar que una semana sin mí le habría hecho ver que nos queríamos?
Más cuan equivocada estaba si pensaba que su mirada era lo que peor que tenía preparado para mí; no por el hecho de que hubiese decidido volver a la casa que había comprado para él y Lobbo, donde yo también ahora viviría, sino por el desprecio y el sarcasmo con el que hablaba cuando se refería a nosotros, a nuestro matrimonio, a mí misma. Me mordí el labio ahogando las lágrimas que amenazaban con salir; sabiendo que solo yo era la culpable de habernos llevado a ese abismo en que nos encontrábamos. Lo quería tanto, lo amaba de una forma tan pura, que no se me ocurrió que ese precioso gesto de locura hecha por dos enamorados pudiese estropearlo todo, pudiese destrozar las promesas hechas por dos personas que se querían ¿qué había cambiado? Para mí nada; lo amaba de la misma forma incondicional que le había confesado aquella noche, seguía siendo mi lucero del alba que guiaba mi camino, seguía siendo mi principio y mi final. Quizás me había equivocado al pensar que para él yo significaría lo mismo; que tomaría aquello como un tonto arrebato que había precipitado las cosas, pero jamás pensé que lo vería como una traición.
-Siento haberte arruinado la vida, Reidar. Mañana dispondré de todo lo que necesites para amueblar tu hogar.- contesté con un débil tono de voz; temiendo que si hablaba más fuerte las lágrimas caerían de mis ojos.- Espero que algún día puedas perdonarme, porque yo te quiero.
Tomé aire y sin darle tiempo a contestar me di la vuelta para recibir con una sonrisa, la mejor que pude fingir en esos momentos, a su hermana que corrió a sus brazos, y a otro lobo que fue presentado más tarde como su prometido.
-Encantada de conocerte estando consciente. Me llamo Moira, y digamos que la primera vez que nos vimos estabas entre la vida y la muerte. -contesté tratando de olvidar lo hundida que me encontraba en esos momentos, y hacer lo que Reidar quería, fingir que todo iba bien. Dos besos en sendas mejillas me sorprendieron sobre manera; no estaba acostumbrada a que me saludasen así.- - Me alegro de que te hayas recuperado tan rápido.
Dirigí una rápida mirada al lobo que la acompañaba, y que no muy contento con mi presencia, se acercó a nosotros con los ojos ámbar. Di un paso atrás, instinto de supervivencia imagino, planteándome si esconderme detrás de Reidar o no; más no hizo falta, pues un gesto de Odalyn bastó para calmar los ánimos.
Fue entonces cuando aparecieron mis dos únicos amigos; las únicas personas quien me apreciaban en aquel lugar. Adaline y Erlend se acercaron cogidos de la mano, profesándose en cada gesto ese amor que sentían por el otro. Me alegraba muchísimo por ellos; de verdad que los dos se lo merecían. Adaline se había convertido en mi ángel, en una amiga con la que había compartido mis momentos más felices y con quien sabía que siempre nos uniría una verdadera amistad. Fue ella quien se percató de que algo me ocurría, quien con solo una mirada cuando se acercó a saludarnos supo que no estaba bien. El abrazo y el beso que había esperado de Reidar fue ella quien me lo dio, complicándome un poco la existencia, pues me costó la vida misma no echarme a llorar entre sus brazos y contarle lo desdichada que me sentía.
-Yo también me alegro de veros.- les sonreí a los dos lo mejor que pude, fingiendo el dolor que me mataba por dentro, intentando transmitirles una calma que no sentía y acariciando la mejilla de Adaline con mi mano para hacerle creer que todo estaba bien.- Tranquila, solo estoy cansada.
Sentí como la mirada de Erlend buscaba la mía cuando su esposa me preguntó, como también mi mejor amigo, mi ángel de la guarda, había sentido que algo no marchaba bien, más como sabía cómo terminaría aquello si se enteraba de todo lo que había sucedido, decidí guardar mis penas para mí, tragarme mi llanto, y seguir fingiendo “lo feliz que era”, eso sí, evitando que nuestras miradas se cruzasen o estaría perdida.
Las presentaciones entre todos se sucedieron en la más pura cordialidad, hasta que minutos después llegó Damon, y juró que no se por qué, pero todo mi cuerpo se tensó. Quizás porque nuestros encuentros habían sido de lo más complicados, quizás porque todavía podía sentir su zarpazo en mi muñeca, donde todavía quedaba una cicatriz o quizás fuese por esa aura fuerte que me indicaba que le molestaba nuestra presencia.
-Hola, yo soy Moira.- di un paso al frente ofreciéndole mi mano. Total, si me mataba tampoco perdería mucho.- Me alegro conocerte sin estar ebria y sin que tú estés en el filo de la inconsciencia.
El resto de presentaciones continuaron, y mientras el resto del grupo se acercaba entre cháchara hacia el cenador que había sido preparado para celebrar aquel encuentro, yo me adelanté fijando mis ojos en el pequeño quillan que se encontraba en brazos de la beta de Damon.
-Hola pequeño.- susurré arrodillándome frente a la loba que me miraba con cara de pocos amigos.- Me llamo Moira, ¿te importa si lo cojo?
Más no me hizo falta su contestación, pues fue el pequeño Lobbo quien dando torpes pasitos se tiró a mis brazos gritando divertido. Al menos él si me había echado de menos, y poniéndome en pie con él en brazos, comencé a darle besos por todas partes. En esos momentos mi sonrisa si era genuina, ahora no estaba fingiendo. El pequeño era capaz de darme con un solo gesto todo lo que necesitaba, y cuando sentí como se abrazaba a mi cuello, no pude contener más las lágrimas, y girándome para evitar que los demás se percatasen, comencé a llorar mientras achuchaba a aquel pequeño que me había devuelto la vida. No sabía si Reidar llegaría a perdonarme, si volveríamos a estar como antes, pero si sabía que mi amor por él o por el pequeño no habían cambiado, y que sin ellos mi vida llegaría a su fin.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Una velada en familia [Privado]
No sé que había pasado entre aquel hombre que creo que era mi papá y aquella mujer de blanca piel que me cuidaba y a la que tanto echaba de menos. La última vez que los vi juntos mi papá se enfadó mucho y le gritó, y ella se quedó llorando en esa bonita casa donde había un jardín para jugar.
Desde entonces habíamos estado en la casa de otro hombre con el que mi papá hablaba muy a menudo de cosas que yo no comprendía, y que vivía con otra mujer que no parecía muy contenta con nuestra presencia, al menos al principio.
Ahora pasaba tiempo con mi papá, que me sacaba a pasear por el jardín, y hasta había aprendido a cambiar pañales; aunque algunas mujeres del servicio le ayudaban también en mi cuidado.
Notaba que seguía molesto; no había vuelto a sonreír de la misma forma que lo hacía cuando estaba con ella. Ahora parecía triste y enfadado al mismo tiempo. Los mayores eran muy raros; si estaban bien cuando estaban juntos ¿por qué no volvía a buscarla? Yo la echaba de menos, y era imposible que a él no le sucediese lo mismo.
Había empezado a ponerme en pie y dar varios pasos solo antes de caerme de culo; era toda una hazaña en la que mi padre me sonreía e infundaba ánimos cuando volvía a intentarlo una y otra vez. Así pasaron los días, hasta que aquella noche supe que había algo especial. Al oscurecer mi padre me montó en caballo con él y nos dirigimos a una preciosa playa donde había antorchas encendidas y una especie de comedor montado al aire libre. Ladeé la cabeza sin entender muy bien que era aquello, mientras pensaba como escaparme hacia el agua que en la orilla me invitaba a mojarme.
Fue entonces cuando mi padre me dejó en los brazos de aquella mujer de piel caliente que me depositó sobre la capa de pieles en las que se hallaba sentada. Empezaba a preguntarme si sabría andar, pues el hombre con el que hablaba mi padre y que era el dueño de la casa siempre la llevaba en brazos. Quizás le pasase como a mí y estaba todavía aprendiendo.
Metros más allá me pareció escuchar su voz; la voz de aquella mujer con olor a canela y piel fría que tanto había echado en falta. Otros adultos fueron llegando, algunos conocidos y otros no; más mi mirada estaba clavaba en ella. Hablaron durante unos minutos allá a lo lejos, minutos en los que yo traté de zafarme de aquella mujer que me sujetaba para gatear hasta ellos, pero que me fue imposible. Y de pronto vi como ella se separaba del resto y caminaba directa hacia mí, que echando mis manitas hacia arriba la esperaba impaciente.
Se arrodilló ante nosotros, diciéndome algo en su tono dulce de voz, que aunque no entendí, supe que iba dirigido a mí, y aproveché un descuido de la mujer que me sujetaba para ponerme en pie y dar varios pasos hacia ella, que feliz por verme, me cogió en brazos para llenarme de besos e inundar de nuevo mis sentidos de ese olor que tanto había echado de menos. Mordisqueé su cuello y su hombro como otras veces había hecho, cogiendo un mechón de su pelo para que no pudiese alejarse de nuevo, y sin saber por qué, de pronto se puso a llorar. ¿Le habría hecho daño con mis mordiscos? Entonces decidí que lo mejor sería abrazarla para que no llorase más.
Desde entonces habíamos estado en la casa de otro hombre con el que mi papá hablaba muy a menudo de cosas que yo no comprendía, y que vivía con otra mujer que no parecía muy contenta con nuestra presencia, al menos al principio.
Ahora pasaba tiempo con mi papá, que me sacaba a pasear por el jardín, y hasta había aprendido a cambiar pañales; aunque algunas mujeres del servicio le ayudaban también en mi cuidado.
Notaba que seguía molesto; no había vuelto a sonreír de la misma forma que lo hacía cuando estaba con ella. Ahora parecía triste y enfadado al mismo tiempo. Los mayores eran muy raros; si estaban bien cuando estaban juntos ¿por qué no volvía a buscarla? Yo la echaba de menos, y era imposible que a él no le sucediese lo mismo.
Había empezado a ponerme en pie y dar varios pasos solo antes de caerme de culo; era toda una hazaña en la que mi padre me sonreía e infundaba ánimos cuando volvía a intentarlo una y otra vez. Así pasaron los días, hasta que aquella noche supe que había algo especial. Al oscurecer mi padre me montó en caballo con él y nos dirigimos a una preciosa playa donde había antorchas encendidas y una especie de comedor montado al aire libre. Ladeé la cabeza sin entender muy bien que era aquello, mientras pensaba como escaparme hacia el agua que en la orilla me invitaba a mojarme.
Fue entonces cuando mi padre me dejó en los brazos de aquella mujer de piel caliente que me depositó sobre la capa de pieles en las que se hallaba sentada. Empezaba a preguntarme si sabría andar, pues el hombre con el que hablaba mi padre y que era el dueño de la casa siempre la llevaba en brazos. Quizás le pasase como a mí y estaba todavía aprendiendo.
Metros más allá me pareció escuchar su voz; la voz de aquella mujer con olor a canela y piel fría que tanto había echado en falta. Otros adultos fueron llegando, algunos conocidos y otros no; más mi mirada estaba clavaba en ella. Hablaron durante unos minutos allá a lo lejos, minutos en los que yo traté de zafarme de aquella mujer que me sujetaba para gatear hasta ellos, pero que me fue imposible. Y de pronto vi como ella se separaba del resto y caminaba directa hacia mí, que echando mis manitas hacia arriba la esperaba impaciente.
Se arrodilló ante nosotros, diciéndome algo en su tono dulce de voz, que aunque no entendí, supe que iba dirigido a mí, y aproveché un descuido de la mujer que me sujetaba para ponerme en pie y dar varios pasos hacia ella, que feliz por verme, me cogió en brazos para llenarme de besos e inundar de nuevo mis sentidos de ese olor que tanto había echado de menos. Mordisqueé su cuello y su hombro como otras veces había hecho, cogiendo un mechón de su pelo para que no pudiese alejarse de nuevo, y sin saber por qué, de pronto se puso a llorar. ¿Le habría hecho daño con mis mordiscos? Entonces decidí que lo mejor sería abrazarla para que no llorase más.
Lobbo Landvik- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/08/2016
Re: Una velada en familia [Privado]
Mi “mujer” aseguró que dispondría todo para volver a casa, era irritante ver el papel que ella había adquirido, ese en el que ella era la victima del cuento y yo por ende, el lobo feroz dispuesto a darle cacería.
Puede que pensará que mis reacciones y mis palabras no eran justas, que quedaban desmedidas, que al fin y al cabo si la quería que mas daba todo lo demás.
Pero para mi, no era así, yo necesitaba tiempo, mi ritmo, era el alfa de una manada que me necesitaba y eso implica ciertos deberes que hace tiempo le expliqué a Moira tener y que a ella al parecer le importaban mas bien nada.
Se lo dije, no puedo prometerte nada, iremos despacio y esa misma noche colocaba el anillo en mi dedo forzándome a ir a su ritmo y no al mio, a atar mi vida a una mujer que tenia todo claro, que me quería a su lado y le daba igual los medios con obtener el fin deseado.
La primera en llegar fue mi hermana, que se lanzo a mis brazos alegrándome así parte del día. Hundí mi cabeza en su cuello aspirando su olor, hoy la necesitaba mas que nunca y aunque no le había contado mi desdicha, ni con ella mi boda, hoy lo descubriría.
Saludé después a aquel hombre que a diferencia de mi cumplía las leyes como debía pidiéndome la mano de mi beta, de mi hermana y jurándome que las cosas se harían como Gaia quería.
Aferré su mano con una sonrisa, no podía imaginar mejor hombre para ella, ademas, las miradas cómplices que uno y otro se procesaban parecían sinceras, la de dos enamorados dispuestos compartir el resto de sus días.
-¿Estas seguro de lo que haces? -bromeé mirando a mi hermana de reojo antes de los dos estallar en carcajadas.
Odalyn hablaba con Moira, intuyo que la perspicaz de mi hermana en ese instante ya intuía que las cosas no iban como debían, mas detrás de ellos apareció el inmortal de la mano de esa mujer con la que al parecer se caso en el claro al igual que yo.
Juro no apostaba mucho por ese matrimonio que como el mio había surgido de un engaño, de la inconsciencia de una buena borrachera y no fruto del amor verdadero.
Mas ellos venían de la mano como dos enamorados, no me costo ver como se devoraban con los ojos, como Erlend infundía animo a su esposa y como sus labios se buscaban desesperados.
Todos reunidos empezaron las presentaciones, esas en las que Adaline muy cariñosa trataba de arropar a moira y Erlend se acercaba a nosotros para saludarnos de buen grado.
Podía notar el aura de Errol desbordada, se le notaba su odio por los sobrenaturales y sabia que Erlend era consciente de eso del mismo modo.
No tardo en unirse a la reunión Damon, que hasta hacia nada acomodaba a su beta sobre las mantas.
Se presento con esa voz grave que retumbo en la playa y sonrió a Errol, con el que al parecer habían coincidido mas de una vez, durante su estancia en el hospital.
Damon no miro a Erlend ni a la cara, y menos a mi mujer, se le notaba que no estaba de acuerdo con la presencia de ninguno, mas la respetó porque íbamos ha hablar de mi manda y no de la suya y supongo quería permanecer al margen de la ultima toma de decisiones al respecto.
Aquello parecía una bomba a punto de explotar, hombres con fuertes caracteres y la mayoría de nosotros pasando un momento en nuestra vida muy complicado.
Damon abandonado por su prometida y yo casado, que ironías tiene la vida.
Moira abandono le grupo para ir a ver a Lobbo y nosotros seguimos hablando un poco mas para pronto ir bajo esas carpas donde el alcohol correría antes incluso de la cena.
Lo bueno era que casado ya, poco mas me podía pasar
Puede que pensará que mis reacciones y mis palabras no eran justas, que quedaban desmedidas, que al fin y al cabo si la quería que mas daba todo lo demás.
Pero para mi, no era así, yo necesitaba tiempo, mi ritmo, era el alfa de una manada que me necesitaba y eso implica ciertos deberes que hace tiempo le expliqué a Moira tener y que a ella al parecer le importaban mas bien nada.
Se lo dije, no puedo prometerte nada, iremos despacio y esa misma noche colocaba el anillo en mi dedo forzándome a ir a su ritmo y no al mio, a atar mi vida a una mujer que tenia todo claro, que me quería a su lado y le daba igual los medios con obtener el fin deseado.
La primera en llegar fue mi hermana, que se lanzo a mis brazos alegrándome así parte del día. Hundí mi cabeza en su cuello aspirando su olor, hoy la necesitaba mas que nunca y aunque no le había contado mi desdicha, ni con ella mi boda, hoy lo descubriría.
Saludé después a aquel hombre que a diferencia de mi cumplía las leyes como debía pidiéndome la mano de mi beta, de mi hermana y jurándome que las cosas se harían como Gaia quería.
Aferré su mano con una sonrisa, no podía imaginar mejor hombre para ella, ademas, las miradas cómplices que uno y otro se procesaban parecían sinceras, la de dos enamorados dispuestos compartir el resto de sus días.
-¿Estas seguro de lo que haces? -bromeé mirando a mi hermana de reojo antes de los dos estallar en carcajadas.
Odalyn hablaba con Moira, intuyo que la perspicaz de mi hermana en ese instante ya intuía que las cosas no iban como debían, mas detrás de ellos apareció el inmortal de la mano de esa mujer con la que al parecer se caso en el claro al igual que yo.
Juro no apostaba mucho por ese matrimonio que como el mio había surgido de un engaño, de la inconsciencia de una buena borrachera y no fruto del amor verdadero.
Mas ellos venían de la mano como dos enamorados, no me costo ver como se devoraban con los ojos, como Erlend infundía animo a su esposa y como sus labios se buscaban desesperados.
Todos reunidos empezaron las presentaciones, esas en las que Adaline muy cariñosa trataba de arropar a moira y Erlend se acercaba a nosotros para saludarnos de buen grado.
Podía notar el aura de Errol desbordada, se le notaba su odio por los sobrenaturales y sabia que Erlend era consciente de eso del mismo modo.
No tardo en unirse a la reunión Damon, que hasta hacia nada acomodaba a su beta sobre las mantas.
Se presento con esa voz grave que retumbo en la playa y sonrió a Errol, con el que al parecer habían coincidido mas de una vez, durante su estancia en el hospital.
Damon no miro a Erlend ni a la cara, y menos a mi mujer, se le notaba que no estaba de acuerdo con la presencia de ninguno, mas la respetó porque íbamos ha hablar de mi manda y no de la suya y supongo quería permanecer al margen de la ultima toma de decisiones al respecto.
Aquello parecía una bomba a punto de explotar, hombres con fuertes caracteres y la mayoría de nosotros pasando un momento en nuestra vida muy complicado.
Damon abandonado por su prometida y yo casado, que ironías tiene la vida.
Moira abandono le grupo para ir a ver a Lobbo y nosotros seguimos hablando un poco mas para pronto ir bajo esas carpas donde el alcohol correría antes incluso de la cena.
Lo bueno era que casado ya, poco mas me podía pasar
Reidar Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 12/07/2016
Localización : En los bosques
Re: Una velada en familia [Privado]
Uno a uno fueron llegando todos y cada uno de los asistentes a aquella peculiar reunión. Entre ellos, rostros conocidos como el de mi otro hermano o el de la inmortal que ahora acababa de descubrir había sido mi salvador. Otros, me eran desconocidos por completo como el de aquel inmortal que compartía nuestro marcado acento norteño, la humana que lo acompañaba o el bebé que pedía los brazos de Moira como si estuviera ya acostumbrado a ellos,como si fueran los de su madre pero... Eso era imposible ¿no?
Muchas personas reunidas por una única causa y muchos inmortales entre ellos. Aquello no podía salir bien, pero si era Reidar quien había confiado en ellos para salvar a los nuestros yo no era quién para cuestionarle, para desconfiar de él. Era mi hermano, mi alfa y sus ojos me decían que hoy no era el día para llevarle la contraria; hoy debía ser su apoyo incondicional, la beta de su manada.
Moira, Arely y aquella humana estaban juntas, observando divertidas el rostro de aquel bebé que conseguía sacarles sonrisas, sonrisas que esperaba que en un futuro no muy lejano otro niño pintara en los labios de Errol. Sin embargo, ahora yo estaba en medio de todos aquellos hombres que estaban esperando el momento justo para atacarse y abalanzarse unos sobre otros. -Ahora no es el momento- susurré al oído de mi hermano Reidar -Pero me temo Reidar que tienes mucho que explicarme-
Deposité un dulce beso en su mejilla y, acto seguido, volví mi rostro hacia el resto de hombres que allí estaban. -Caballeros, mi hermano, como buen anfitrión habrá dispuesto vino y comida bajo la carpa ¿Qué les parece si dejamos los reproches y los prejuicios a un lado y discutimos lo realmente importante: la guerra que asola la tierra que nos vio nacer a Reidar y a mi-
Los ojos de Reidar brillaban de orgullo al observar cómo reconducía la situación como tantas otras veces había hecho ya para él, ya fuera en un consejo de guerra o frente a nuestro padre para que no fuera tan duro con él. Inicié la marcha hacia la tienda comprobando,con alivio, que todos ellos me seguían a poca distancia.
Una vez allí, pedí a Errol que tomara asiento entre Damon y Reidar, quedando así yo a un lado de Reidar y dejando un hueco libre para el resto de mujeres pero, sobre todo, para separar así a quienes era más fácil que se enzarzaran en una pelea: Reidar y Damon, Errol y los inmortales.
-Hace años que los nosferatu asolan nuestras tierras,nuestros bosques, nuestros hogares... Hasta ahora, mi padre y mi hermano han conseguido mantenerlos a raya aunque en el intento hemos perdido a valiosos guerreros, amigos, familiares... En mi vieron una líder débil, alguien a quien podrían matar fácilmente, sin complicaciones y aquí estoy, viva y dispuesta a luchar contra ellos. Hemos de volver a Noruega, luchar y demostrar que los Landvik no van a abandonar sus tierras, aquello que es suyo; no sin luchar. Así que, señores, en nombre de mi hermano,mi alfa, os pido que nos ayudéis a derrotarlos-
Lo básico estaba explicado, el camino allanado para mi hermano que ahora debía ser quien tomara las riendas de la situación, quien liderara los planes de batalla y les convenciera de unirse a nuestra causa.
Muchas personas reunidas por una única causa y muchos inmortales entre ellos. Aquello no podía salir bien, pero si era Reidar quien había confiado en ellos para salvar a los nuestros yo no era quién para cuestionarle, para desconfiar de él. Era mi hermano, mi alfa y sus ojos me decían que hoy no era el día para llevarle la contraria; hoy debía ser su apoyo incondicional, la beta de su manada.
Moira, Arely y aquella humana estaban juntas, observando divertidas el rostro de aquel bebé que conseguía sacarles sonrisas, sonrisas que esperaba que en un futuro no muy lejano otro niño pintara en los labios de Errol. Sin embargo, ahora yo estaba en medio de todos aquellos hombres que estaban esperando el momento justo para atacarse y abalanzarse unos sobre otros. -Ahora no es el momento- susurré al oído de mi hermano Reidar -Pero me temo Reidar que tienes mucho que explicarme-
Deposité un dulce beso en su mejilla y, acto seguido, volví mi rostro hacia el resto de hombres que allí estaban. -Caballeros, mi hermano, como buen anfitrión habrá dispuesto vino y comida bajo la carpa ¿Qué les parece si dejamos los reproches y los prejuicios a un lado y discutimos lo realmente importante: la guerra que asola la tierra que nos vio nacer a Reidar y a mi-
Los ojos de Reidar brillaban de orgullo al observar cómo reconducía la situación como tantas otras veces había hecho ya para él, ya fuera en un consejo de guerra o frente a nuestro padre para que no fuera tan duro con él. Inicié la marcha hacia la tienda comprobando,con alivio, que todos ellos me seguían a poca distancia.
Una vez allí, pedí a Errol que tomara asiento entre Damon y Reidar, quedando así yo a un lado de Reidar y dejando un hueco libre para el resto de mujeres pero, sobre todo, para separar así a quienes era más fácil que se enzarzaran en una pelea: Reidar y Damon, Errol y los inmortales.
-Hace años que los nosferatu asolan nuestras tierras,nuestros bosques, nuestros hogares... Hasta ahora, mi padre y mi hermano han conseguido mantenerlos a raya aunque en el intento hemos perdido a valiosos guerreros, amigos, familiares... En mi vieron una líder débil, alguien a quien podrían matar fácilmente, sin complicaciones y aquí estoy, viva y dispuesta a luchar contra ellos. Hemos de volver a Noruega, luchar y demostrar que los Landvik no van a abandonar sus tierras, aquello que es suyo; no sin luchar. Así que, señores, en nombre de mi hermano,mi alfa, os pido que nos ayudéis a derrotarlos-
Lo básico estaba explicado, el camino allanado para mi hermano que ahora debía ser quien tomara las riendas de la situación, quien liderara los planes de batalla y les convenciera de unirse a nuestra causa.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: Una velada en familia [Privado]
Tras mi futura esposa los hombres pasamos a la gran mesa dispuesta bajo la enorme carpa que seria testigo hoy de una conversación que algo me decía acabaría desmadrándose.
Podía leer el aura de todos, y ninguna estaba en paz aquella noche estrellad algo que no solo me inquietaba a mi si no a todos los allí presentes.
El gesto del vampiro tomando la mano de al que al parecer era su mujer era el claro ejemplo de que estaba alerta y posiblemente la presencia de esa mujer hiciera que se controlara bastante menos de la cuenta.
Damon guardaba silencio dejando hablar al hermano que en principio parecía ser el líder de esa manada que en principio debíamos salvar, esa que había visto nacer a ambos y que hoy se desquebrajaba frente a sus ojos.
Mi prometida trataba sin mucho éxito de mediar en los ánimos, mas algo me decía que aquello era una bomba a punto de explotar y era por eso por l oque mi aura vibraba igual de inquieta que la del resto.
-Señor Cannif creo que todos nos encontraríamos mas seguros si dejara su arma lejos de la mesa donde estamos comiendo ¿no cree?
Puede que le resto portáramos cuchillos encima, mas aquel vampiro portaba una bastarda a sus espaldas, arma con la que podría decapitarnos en un abrir y cerrar de ojos. No me fiaba de el, no me gustaba que estuviera aquí, y no comprendía porque Reidar confiaba la mano de los suyos en ese hombre, aunque si eran ciertos los rumores que a su hermana y a mi nos habían llegado, esos que la relacionaban con una inmortal, en el tampoco se podía confiar.
Desvié mis ojos hacia la vampiresa que con el pequeño bebe entre sus brazos se acercaba a la mesa.
El niño olía a Reidar, era su hijo, eso podía notarlo a la legua, lo que me indicaba que los rumores no solo eran ciertos si no que nos traía a esa mujer para ofendernos al resto.
Como podía Damon permitir esto de uno de los de su sangre, sabia que no tenia relación con el padre, que no quería inmiscuirse en la manda de su hermano, ¿mas merecía acaso Reidar ser líder cometiendo estos desacatos?
Dejé escapar el aire molesto contra el vidrio del cristal, yo cedería mi ejercito y mi vida a la causa de mi prometidas, mas no para llevarlos a la muerte segura junto a un mentecato incapaz no solo de controlar su vida si no forzando a los demás a confiar en esos seres despiadados que había traído a nuestra mesa.
Nos estaba insultando ¿acaso nadie mas se daba cuenta?
Podía leer el aura de todos, y ninguna estaba en paz aquella noche estrellad algo que no solo me inquietaba a mi si no a todos los allí presentes.
El gesto del vampiro tomando la mano de al que al parecer era su mujer era el claro ejemplo de que estaba alerta y posiblemente la presencia de esa mujer hiciera que se controlara bastante menos de la cuenta.
Damon guardaba silencio dejando hablar al hermano que en principio parecía ser el líder de esa manada que en principio debíamos salvar, esa que había visto nacer a ambos y que hoy se desquebrajaba frente a sus ojos.
Mi prometida trataba sin mucho éxito de mediar en los ánimos, mas algo me decía que aquello era una bomba a punto de explotar y era por eso por l oque mi aura vibraba igual de inquieta que la del resto.
-Señor Cannif creo que todos nos encontraríamos mas seguros si dejara su arma lejos de la mesa donde estamos comiendo ¿no cree?
Puede que le resto portáramos cuchillos encima, mas aquel vampiro portaba una bastarda a sus espaldas, arma con la que podría decapitarnos en un abrir y cerrar de ojos. No me fiaba de el, no me gustaba que estuviera aquí, y no comprendía porque Reidar confiaba la mano de los suyos en ese hombre, aunque si eran ciertos los rumores que a su hermana y a mi nos habían llegado, esos que la relacionaban con una inmortal, en el tampoco se podía confiar.
Desvié mis ojos hacia la vampiresa que con el pequeño bebe entre sus brazos se acercaba a la mesa.
El niño olía a Reidar, era su hijo, eso podía notarlo a la legua, lo que me indicaba que los rumores no solo eran ciertos si no que nos traía a esa mujer para ofendernos al resto.
Como podía Damon permitir esto de uno de los de su sangre, sabia que no tenia relación con el padre, que no quería inmiscuirse en la manda de su hermano, ¿mas merecía acaso Reidar ser líder cometiendo estos desacatos?
Dejé escapar el aire molesto contra el vidrio del cristal, yo cedería mi ejercito y mi vida a la causa de mi prometidas, mas no para llevarlos a la muerte segura junto a un mentecato incapaz no solo de controlar su vida si no forzando a los demás a confiar en esos seres despiadados que había traído a nuestra mesa.
Nos estaba insultando ¿acaso nadie mas se daba cuenta?
Errol Dow- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/07/2016
Localización : Paris
Re: Una velada en familia [Privado]
Una caricia cariñosa de Moira sobre mi mejilla unida a sus palabras me aseguraron que solo estaba cansada. Mi mirada se mantuvo un momento más sobre ella, porque lo veía en sus ojos no era fatiga como me indicaba, si no tristeza. Creo que algo sabía yo acerca de las miradas tristes y de la sutil diferencia en ellos que aunque disimulada podía apagar un rostro. Sin embargo no insistí, no era cuestión de hacerlo frente a todos los demás, lleve mi mano a la suya y en un gesto consolador la presione. -De acuerdo amiga.-
Ella se separó de nosotros para ir por Lobbo, aquel hermoso niño que me arrancaba sonrisas con su rostro angelical y sus ojos enormes. Sin titubear el pequeño se alejó de una joven loba que le cuidaba para lanzar sus bracitos hacia la vampiresa. Me distraje entonces de la escena, regresando mis pasos y mi mirada hacia mi esposo, con quien cálidamente entrelacé los dedos de mi mano, mientras al parecer el último invitado se presentaba, y de los tres licántropos era el que más imponía con su presencia.
Examiné rostros y memoricé nombres mientras se producía el intercambio de presentaciones y primeras impresiones, y pronto nos fue indicado que avanzáramos hacia la carpa, y hubiera sido un ambiente agradable, gracias a la manera en que todo estaba dispuesto, a las luces de las antorchas que nos iluminaban a los presentes, a la promesa de un festín en medio de una playa que con su olor a mar bastaba para caldear el ánimo, y cuyo viento salado me traía inapreciables recuerdos de momentos vividos con mi esposo; pero en su lugar notaba la tensión en que cada uno de los presentes. Incluso en Reidar. ¿Adónde estaban las miradas cómplices, las caricias tiernas, los dulces besos compartidos en una pareja de recién casados y que yo no podía dejar de prodigar a Erlend? Incluso mientras caminábamos hacia las mesas, no podía dejar de acariciar el dorso de su mano con mis dedos, de arrimarme a él buscando el cobijo de su cuerpo y de sentir que su presencia era más que suficiente para mantenerme tranquila en medio de aquella raza que nada estaba haciendo para que cambiara de opinión con respecto a ellos.
La manera en que distribuyeron los asientos provocó que me mordiera el labio. No me agradaba nada que nos dividieran a hombres y mujeres. Poco me importaba que se tratara de colocar a tres de sus líderes juntos. -Perdonen que discrepe de como nos estamos acomodando, pero ¿no sería más agradable que nos sentásemos cada una con nuestros maridos? No es como si no conociésemos los rangos de todos y además, si han de tratarse asuntos tan importantes, ¿no es mejor hacerlo con el cobijo de un cuerpo amado que libere tensiones y traiga serenidad de mente? Dudo que entre los hombres os podáis brindar ese mismo abrazo o es mi imaginación que les noto incómodos.-
De ninguna manera iba a pasar el resto de mi noche entre cuerpos tensos y miradas beligerantes. Ni siquiera aguardé a que me dieran el sí. Me acerqué a Moira para tomarla de la mano y llevarla hacia Reidar, hice movimientos con mis manos para que los hombres abrieran espacio y así la vampiresa se sentase al lado de su esposo, y con indicaciones logré que cada uno tomase asiento al lado de su mujer, terminando yo al lado de Erlend, y haciendo caso omiso de cualquier protesta que se pudiera realizar al respecto. El asiento principal lo seguía ocupando el lobo mayor y me pareció que era lo suficientemente apropiado para no lastimar jerarquías de ningún tipo aunque siendo honesta poco me importaban las costumbres de los licántropos, solo quería hacer la velada más agradable para todos quienes sabíamos de sobra que los hombres hablarían de un tema bastante delicado.
Fue entonces cuando escuché las palabras provenientes de aquel lobo joven y que dirigía hacia Erlend, a quien de inmediato sentí tensarse a un lado mío. Coloqué suavemente una mano en su pecho, procurando que se relajara. -Erlend siempre lleva la bastarda consigo Errol. Y es un acto de precaución no de provocación. Todos sabemos que hay personajes importantes en estas mesas y si llegara el caso de tener que protegernos de la llegada inesperada de intrusos que quisiesen hacernos daño, ¿nos ayudaría que su arma la mantuviera a varios metros de distancia?- Sostuve la mirada de forma apaciguadora sobre ese lobo que parecía el más dispuesto a perder los estribos en cualquier momento. -Pero estoy segura de que para su tranquilidad él podría bajarla y ponerla a un lado.- Desvié la mi mirada hacia las tormentas de mi amor, rogando silenciosamente que no le molestasen mis palabras.
-Por otro lado caballeros.- Y eso lo dije dirigiéndome a todos los presentes. -Propongo que al menos si hemos de estar todos reunidos dejemos nuestras reticencias personales a un lado. Dios sabe que yo tengo las mías pero ya que estamos aquí reunidos por la misma causa valdría la pena relajarnos y que se tocasen con mayor tranquilidad los puntos que les atañen. Si Erlend está aquí es por petición de Reidar y por amor a Moira, quien es una amiga entrañable para ambos. Así que si mi esposo ha de inclinar la balanza a favor de sus hombres en la batalla, lo menos que merece es que se le trate con la deferencia con la que cualquier anfitrión trata a sus invitados. Lo mismo para Moira, ya que si ella no estuviera aquí tampoco mi marido lo estaría.- Esas últimas palabras las dirigí al lobo mayor, Damon, que ni siquiera se tomaba la molestia de mirar a mi esposo y a mi amiga.
Me incliné hacia adelante para tomar una botella y descorcharla antes de verter el contenido en mi copa y en la de mi esposo. -¿Quién más quiere vino?-
Ella se separó de nosotros para ir por Lobbo, aquel hermoso niño que me arrancaba sonrisas con su rostro angelical y sus ojos enormes. Sin titubear el pequeño se alejó de una joven loba que le cuidaba para lanzar sus bracitos hacia la vampiresa. Me distraje entonces de la escena, regresando mis pasos y mi mirada hacia mi esposo, con quien cálidamente entrelacé los dedos de mi mano, mientras al parecer el último invitado se presentaba, y de los tres licántropos era el que más imponía con su presencia.
Examiné rostros y memoricé nombres mientras se producía el intercambio de presentaciones y primeras impresiones, y pronto nos fue indicado que avanzáramos hacia la carpa, y hubiera sido un ambiente agradable, gracias a la manera en que todo estaba dispuesto, a las luces de las antorchas que nos iluminaban a los presentes, a la promesa de un festín en medio de una playa que con su olor a mar bastaba para caldear el ánimo, y cuyo viento salado me traía inapreciables recuerdos de momentos vividos con mi esposo; pero en su lugar notaba la tensión en que cada uno de los presentes. Incluso en Reidar. ¿Adónde estaban las miradas cómplices, las caricias tiernas, los dulces besos compartidos en una pareja de recién casados y que yo no podía dejar de prodigar a Erlend? Incluso mientras caminábamos hacia las mesas, no podía dejar de acariciar el dorso de su mano con mis dedos, de arrimarme a él buscando el cobijo de su cuerpo y de sentir que su presencia era más que suficiente para mantenerme tranquila en medio de aquella raza que nada estaba haciendo para que cambiara de opinión con respecto a ellos.
La manera en que distribuyeron los asientos provocó que me mordiera el labio. No me agradaba nada que nos dividieran a hombres y mujeres. Poco me importaba que se tratara de colocar a tres de sus líderes juntos. -Perdonen que discrepe de como nos estamos acomodando, pero ¿no sería más agradable que nos sentásemos cada una con nuestros maridos? No es como si no conociésemos los rangos de todos y además, si han de tratarse asuntos tan importantes, ¿no es mejor hacerlo con el cobijo de un cuerpo amado que libere tensiones y traiga serenidad de mente? Dudo que entre los hombres os podáis brindar ese mismo abrazo o es mi imaginación que les noto incómodos.-
De ninguna manera iba a pasar el resto de mi noche entre cuerpos tensos y miradas beligerantes. Ni siquiera aguardé a que me dieran el sí. Me acerqué a Moira para tomarla de la mano y llevarla hacia Reidar, hice movimientos con mis manos para que los hombres abrieran espacio y así la vampiresa se sentase al lado de su esposo, y con indicaciones logré que cada uno tomase asiento al lado de su mujer, terminando yo al lado de Erlend, y haciendo caso omiso de cualquier protesta que se pudiera realizar al respecto. El asiento principal lo seguía ocupando el lobo mayor y me pareció que era lo suficientemente apropiado para no lastimar jerarquías de ningún tipo aunque siendo honesta poco me importaban las costumbres de los licántropos, solo quería hacer la velada más agradable para todos quienes sabíamos de sobra que los hombres hablarían de un tema bastante delicado.
Fue entonces cuando escuché las palabras provenientes de aquel lobo joven y que dirigía hacia Erlend, a quien de inmediato sentí tensarse a un lado mío. Coloqué suavemente una mano en su pecho, procurando que se relajara. -Erlend siempre lleva la bastarda consigo Errol. Y es un acto de precaución no de provocación. Todos sabemos que hay personajes importantes en estas mesas y si llegara el caso de tener que protegernos de la llegada inesperada de intrusos que quisiesen hacernos daño, ¿nos ayudaría que su arma la mantuviera a varios metros de distancia?- Sostuve la mirada de forma apaciguadora sobre ese lobo que parecía el más dispuesto a perder los estribos en cualquier momento. -Pero estoy segura de que para su tranquilidad él podría bajarla y ponerla a un lado.- Desvié la mi mirada hacia las tormentas de mi amor, rogando silenciosamente que no le molestasen mis palabras.
-Por otro lado caballeros.- Y eso lo dije dirigiéndome a todos los presentes. -Propongo que al menos si hemos de estar todos reunidos dejemos nuestras reticencias personales a un lado. Dios sabe que yo tengo las mías pero ya que estamos aquí reunidos por la misma causa valdría la pena relajarnos y que se tocasen con mayor tranquilidad los puntos que les atañen. Si Erlend está aquí es por petición de Reidar y por amor a Moira, quien es una amiga entrañable para ambos. Así que si mi esposo ha de inclinar la balanza a favor de sus hombres en la batalla, lo menos que merece es que se le trate con la deferencia con la que cualquier anfitrión trata a sus invitados. Lo mismo para Moira, ya que si ella no estuviera aquí tampoco mi marido lo estaría.- Esas últimas palabras las dirigí al lobo mayor, Damon, que ni siquiera se tomaba la molestia de mirar a mi esposo y a mi amiga.
Me incliné hacia adelante para tomar una botella y descorcharla antes de verter el contenido en mi copa y en la de mi esposo. -¿Quién más quiere vino?-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Una velada en familia [Privado]
Seguimos a esa mujer que parecía ser la alfa del grupo pese a que su aura decía mas bien lo contrario y la situaba a la misma altura jerárquica que la dama de las mantas, esa que al parecer y por el sonido del pequeño corazón que latía con fuerza en su vientre parecía estar en cinta.
Odalyn, la hermana de los dos alfas y prometida de uno de los jóvenes lobos que aparentaba dispuesto en cualquier momento a saltarme a la yugular caminaba decidida contoneándose frente a nuestros ojos, para hacernos pasar a unas grandes carpas, con una larga mesa repleta de esquistos manjares.
La playa estaba ataviada de varias antorchas dispuestas alrededor de la arena pendidas del intenso fuego que azuzado por el viento bailaba frente a nuestros ojos.
La mano de mi esposa, acariciaba la palma de la mía mientras nuestros pies se hundían ligeramente en la fina arena siguiendo a la dama.
Mis labios buscaron los suyos colisionando con deseo, recordando nuestro encuentro primero, aquel olor a salitre, las estrellas brillantes del cielo y los elementos que parecían bendecir nuestra unión.
-Jeg elsker min kone (te quiero esposa mía) -susurré contra su boca antes de que la beta nos colocara como ella había dispuesto las sillas para el evento, mis dedos rozaron los de mi esposa cuando esta se alejaba, mas la verdad, duro poco esa distancia, pues mi preciosa humana, esa que sin duda nos daba en carácter siete vueltas a todos se impuso a la beta decidida a no separarse de mi cuerpo ni un ápice.
No podía estar mas de acuerdo con sus palabras, ¿a fin de cuentas, no nos resultaría infinitamente mas agradable la conversación aplacados por el cuerpo de nuestras mujeres a nuestro lado?
Mi esposa reorganizó la mesa bajo la mirada de los alfas que miraban la escena atónitos, al menos todos menos Damon que parecía mas bien ausente, como si el lugar que ocupar en esa mesa le fuera mas bien indiferente.
Errol parecía arder, sentía su aura encenderse bastante mas de la cuenta, creo que por un lado porque mi mujer se había impuesto a su futura alfa, y segundo porque mi presencia la veía como un insulto a su condición.
Sonreí de medio lado frente a sus palabras, esas que me aconsejaban de forma beligerante que hiciera a un lado mi bastarda.
Acaricie la correa, mas que dispuesto a entablar si era necesario batalla.
-No necesito espada para arrancarte el c...
Mi esposa me callo, y en parte lo agradecí pues mis palabras hubieran desencadenado una guerra.
Su mano en mi pecho fue suficiente para hacerme guardar silencio. Así todos escucharon las palabras, mucho mas sabias de mi mujer, esa capaz de controlar tempestades, acaso no era eso lo que hacia conmigo, acallar mis demonios, iluminar mi abismo, en ese instante, agradecí a los dioses y a las estrellas que la hubiera puesto en mi camino.
-Para vuestra tranquilidad, depositaré la espada en custodia de mi esposa, como veis mucho mas templada que yo y también mucho mas guapa -bromeé suavizando así el ambiente mientras aflojaba la correa de mi pecho y colocaba la bastarda junto a la silla que mi mujer ostentaba
-cuidamela nena -le dije antes de apoderarme nuevamente de su boca.
Las siguientes palabras las dirigió al grupo, mas en especial a Damon, el alfa indiscutible de ese lugar por la fuerza de su aura.
Pude ver como este hundía sus ojos en los de mi mujer con intensidad, tenia que reconocer que su mirada era lobuna, penetrante y me sorprendió que mi esposa lograra mantenersela, pese a sus miedos a los licantropos.
Quizás tanto lidiar conmigo había aprendido a no temer a las bestias, pensé divertido.
-Erlend, ahora entiendo por que te has desposado con esa humana -dijo finalmente desviando los ojos de mi esposa a los míos.
-Porque esta muy buena -respondí entre risas acariciando la mano de mi mujer -y porque es perfecta en todos y cada uno de los sentidos que engloba esa palabra. La vaina de mi espada.
Frase que podría entender cualquier guerrero.
Acerqué mi copa a la botella que sostenia mi mujer
-gracias amor -le dije al ver que me servia.
Pronto Reidar se puso en pie, si algo había observado era que no había dicho ni una palabra a Moira. Entre ellos algo pasaba, lo veía hasta un niño y la demacracion de mi amiga, esa que decía que llevaba demasiado sin comer, no auguraba felicidad en su matrimonio.
Me removí en la silla inquieto ¿que abría pasado? No podía imaginar que la felicidad no les invadiera como me pasaba a mi con Adaline.
Odalyn, la hermana de los dos alfas y prometida de uno de los jóvenes lobos que aparentaba dispuesto en cualquier momento a saltarme a la yugular caminaba decidida contoneándose frente a nuestros ojos, para hacernos pasar a unas grandes carpas, con una larga mesa repleta de esquistos manjares.
La playa estaba ataviada de varias antorchas dispuestas alrededor de la arena pendidas del intenso fuego que azuzado por el viento bailaba frente a nuestros ojos.
La mano de mi esposa, acariciaba la palma de la mía mientras nuestros pies se hundían ligeramente en la fina arena siguiendo a la dama.
Mis labios buscaron los suyos colisionando con deseo, recordando nuestro encuentro primero, aquel olor a salitre, las estrellas brillantes del cielo y los elementos que parecían bendecir nuestra unión.
-Jeg elsker min kone (te quiero esposa mía) -susurré contra su boca antes de que la beta nos colocara como ella había dispuesto las sillas para el evento, mis dedos rozaron los de mi esposa cuando esta se alejaba, mas la verdad, duro poco esa distancia, pues mi preciosa humana, esa que sin duda nos daba en carácter siete vueltas a todos se impuso a la beta decidida a no separarse de mi cuerpo ni un ápice.
No podía estar mas de acuerdo con sus palabras, ¿a fin de cuentas, no nos resultaría infinitamente mas agradable la conversación aplacados por el cuerpo de nuestras mujeres a nuestro lado?
Mi esposa reorganizó la mesa bajo la mirada de los alfas que miraban la escena atónitos, al menos todos menos Damon que parecía mas bien ausente, como si el lugar que ocupar en esa mesa le fuera mas bien indiferente.
Errol parecía arder, sentía su aura encenderse bastante mas de la cuenta, creo que por un lado porque mi mujer se había impuesto a su futura alfa, y segundo porque mi presencia la veía como un insulto a su condición.
Sonreí de medio lado frente a sus palabras, esas que me aconsejaban de forma beligerante que hiciera a un lado mi bastarda.
Acaricie la correa, mas que dispuesto a entablar si era necesario batalla.
-No necesito espada para arrancarte el c...
Mi esposa me callo, y en parte lo agradecí pues mis palabras hubieran desencadenado una guerra.
Su mano en mi pecho fue suficiente para hacerme guardar silencio. Así todos escucharon las palabras, mucho mas sabias de mi mujer, esa capaz de controlar tempestades, acaso no era eso lo que hacia conmigo, acallar mis demonios, iluminar mi abismo, en ese instante, agradecí a los dioses y a las estrellas que la hubiera puesto en mi camino.
-Para vuestra tranquilidad, depositaré la espada en custodia de mi esposa, como veis mucho mas templada que yo y también mucho mas guapa -bromeé suavizando así el ambiente mientras aflojaba la correa de mi pecho y colocaba la bastarda junto a la silla que mi mujer ostentaba
-cuidamela nena -le dije antes de apoderarme nuevamente de su boca.
Las siguientes palabras las dirigió al grupo, mas en especial a Damon, el alfa indiscutible de ese lugar por la fuerza de su aura.
Pude ver como este hundía sus ojos en los de mi mujer con intensidad, tenia que reconocer que su mirada era lobuna, penetrante y me sorprendió que mi esposa lograra mantenersela, pese a sus miedos a los licantropos.
Quizás tanto lidiar conmigo había aprendido a no temer a las bestias, pensé divertido.
-Erlend, ahora entiendo por que te has desposado con esa humana -dijo finalmente desviando los ojos de mi esposa a los míos.
-Porque esta muy buena -respondí entre risas acariciando la mano de mi mujer -y porque es perfecta en todos y cada uno de los sentidos que engloba esa palabra. La vaina de mi espada.
Frase que podría entender cualquier guerrero.
Acerqué mi copa a la botella que sostenia mi mujer
-gracias amor -le dije al ver que me servia.
Pronto Reidar se puso en pie, si algo había observado era que no había dicho ni una palabra a Moira. Entre ellos algo pasaba, lo veía hasta un niño y la demacracion de mi amiga, esa que decía que llevaba demasiado sin comer, no auguraba felicidad en su matrimonio.
Me removí en la silla inquieto ¿que abría pasado? No podía imaginar que la felicidad no les invadiera como me pasaba a mi con Adaline.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Una velada en familia [Privado]
Pocos minutos después de que Damon dejase a mi lado una capa de pieles con la que poder abrigarme cuando comenzase a sentirse la humedad propia de la brisa marina, se acercó al resto de los invitados para presentarse y conocer a aquellos dos inmortales que sin duda sobraban en aquella velada, aunque si bien era cierto, para mí sobraban todos. Sus hermanos no nos traerían más que desgracias, y todo porque eran incapaces de cuidar ellos solos de su manada. Si habían demostrado ser unos inútiles, ¿por qué teníamos que pagar ahora nosotros sus platos rotos? ¿Es que acaso no teníamos ya bastante cada uno con sus propios quebraderos de cabeza como para tener que solucionar los de dos patanes? Desde luego que lo mejor de esa familia era mi alfa, porque el resto, bien podría marcharse por donde habían venido.
Era curioso observar a la lejanía las auras de todos los presentes cargadas de odio y rencor; como aquel lobo que parecía ser el prometido de la hermana pródiga tenía una seria dificultad para controlar su rabia; como Damon permanecía impasible antes los inmortales, juraría que evitándolos lo máximo posible, centrándose tan solo en esos hermanos que no eran más que fuente de problemas. Sería divertido ver la tensión que se mantendría durante toda la velada, esperando que cualquier palabra salida de tono terminase en una batalla campal en aquel precioso paraje decorado como si de seres civilizados nos tratásemos. Lo peor de que estallase dicha tensión, es que Damon no me dejaría participar, así que me quedaría con las ganas de patear los culos de esos inmortales que desde luego no tendrían lugar en mi mesa si nosotros hubiésemos organizado aquello. Todavía no entendía porque Damon permitía semejante osadía por parte de su hermano; más como no debía exaltarme, me limité a respirar con calma, mientras trataba de controlar a aquel pequeño lobo que no hacía más que intentar escaparse para perseguir a su padre. ¿Desde cuándo me había convertido yo en su niñera?
Los presentes decidieron acercarse con calma a aquella carpa donde nos esperaba una copiosa cena y botellas de alcohol por doquier, alcohol que yo no probaría porque Damon me lo tenía prohibido. Primero los hermanos, luego los inmortales y encima tenía que aguantarlos estando sobria; quizás me había equivocado y quien terminase estallando y matando a alguien sería yo misma.
Miré de mala gana a la inmortal que adelantó su paso acercándose a mí, acuclillándose frente a la manta donde yo me hallaba sentada con el bebé entre mis piernas. Sentí como mis ojos comenzaban a tornarse ámbar ante su presencia cuando pensé que su intención era presentarse e incluso ser amable conmigo; yo no tenía tanta paciencia como Damon, y no le debía lealtad a su hermano Reidar, así que como osase tocarme terminaría manca de una mano, o mejor aún, con una estaca en su corazón. Más cuando fue el pequeño lobo quien se abalanzó sobre ella y ésta se levantó con él cogido en brazos, resoplé pesadamente al tiempo que me levantaba para acercarme a la carpa donde los demás iban llegando. Me había quitado dos pesos de encima de golpe; al menos ahora sabía a quien más olía Lobbo a parte de a su padre. Sin duda esa mujer había compartido algo más que el lecho con Reidar, había cuidado de su hijo.
Escuché a la hermana de Damon, que con ciertos aires de grandeza trataba de organizar a los demás como a ella le venía en gana; ordenándonos al resto donde sentarnos y llamando nuestra atención sobre el asunto que hasta allí nos había llevado. Juró que pensé en oponerme obedecer cualquier orden que ella diese, ¿acaso se creía que era la alfa? Si al menos hubiese sido Reidar quien hubiese predispuesto un orden a los presentes, podría haber tenido un pase, ¿pero ella? A punto estaba de rebatir sus palabras cuando fue la insignificante humana que permanecía de la mano del inmortal, quien se me adelantó y concluyó más o menos lo que yo pensaba, pero con palabras mucho más diplomáticas y calmadas de las que yo habría sido capaz de decir, dibujándose en mi rostro una sonrisa ladina por la forma tan sutil en la que le había contestado a aquella loba cuya aura se encendía de impotencia por momentos.
De por sí los humanos que se relacionaban con vampiros no solían ser merecedores de mis respetos, pero la forma en la que aquella humana había dado la vuelta a la tortilla, fue digna de ser aplaudida. Así que sin poder evitar una sonrisa socarrona y divertida, me senté al lado de mi alfa, pues aunque yo no fuese su persona amada, sin duda era su mano derecha y persona de confianza; y a diferencia de la otra beta, sabía cual era mi lugar, y cuando mi turno de participar en los asuntos que nos trataban (al menos ahora, pues la mayoría de las veces prefería liarla y sacar a todos de sus casillas). Los demás se fueron sentando, colocándose cada uno como mejor se les antojó, continuando con conversaciones absurdas entre el lobo prometido con Odalyn y el inmortal; puse los ojos en blanco durante unos segundos cansada de escuchar tanta tontería, y tras servirme una copa con agua me acerqué al oído de Damon.
-Cuando te canses de tanta estupidez y comparación de quien la tiene más grande...la espada...quien tiene más grande la espada...- puntualicé guiñándole un ojo.- me avisas y mato a todos.- susurré bromeando, para después acomodarme en mi silla y esperar que el espectáculo comenzase.
Era curioso observar a la lejanía las auras de todos los presentes cargadas de odio y rencor; como aquel lobo que parecía ser el prometido de la hermana pródiga tenía una seria dificultad para controlar su rabia; como Damon permanecía impasible antes los inmortales, juraría que evitándolos lo máximo posible, centrándose tan solo en esos hermanos que no eran más que fuente de problemas. Sería divertido ver la tensión que se mantendría durante toda la velada, esperando que cualquier palabra salida de tono terminase en una batalla campal en aquel precioso paraje decorado como si de seres civilizados nos tratásemos. Lo peor de que estallase dicha tensión, es que Damon no me dejaría participar, así que me quedaría con las ganas de patear los culos de esos inmortales que desde luego no tendrían lugar en mi mesa si nosotros hubiésemos organizado aquello. Todavía no entendía porque Damon permitía semejante osadía por parte de su hermano; más como no debía exaltarme, me limité a respirar con calma, mientras trataba de controlar a aquel pequeño lobo que no hacía más que intentar escaparse para perseguir a su padre. ¿Desde cuándo me había convertido yo en su niñera?
Los presentes decidieron acercarse con calma a aquella carpa donde nos esperaba una copiosa cena y botellas de alcohol por doquier, alcohol que yo no probaría porque Damon me lo tenía prohibido. Primero los hermanos, luego los inmortales y encima tenía que aguantarlos estando sobria; quizás me había equivocado y quien terminase estallando y matando a alguien sería yo misma.
Miré de mala gana a la inmortal que adelantó su paso acercándose a mí, acuclillándose frente a la manta donde yo me hallaba sentada con el bebé entre mis piernas. Sentí como mis ojos comenzaban a tornarse ámbar ante su presencia cuando pensé que su intención era presentarse e incluso ser amable conmigo; yo no tenía tanta paciencia como Damon, y no le debía lealtad a su hermano Reidar, así que como osase tocarme terminaría manca de una mano, o mejor aún, con una estaca en su corazón. Más cuando fue el pequeño lobo quien se abalanzó sobre ella y ésta se levantó con él cogido en brazos, resoplé pesadamente al tiempo que me levantaba para acercarme a la carpa donde los demás iban llegando. Me había quitado dos pesos de encima de golpe; al menos ahora sabía a quien más olía Lobbo a parte de a su padre. Sin duda esa mujer había compartido algo más que el lecho con Reidar, había cuidado de su hijo.
Escuché a la hermana de Damon, que con ciertos aires de grandeza trataba de organizar a los demás como a ella le venía en gana; ordenándonos al resto donde sentarnos y llamando nuestra atención sobre el asunto que hasta allí nos había llevado. Juró que pensé en oponerme obedecer cualquier orden que ella diese, ¿acaso se creía que era la alfa? Si al menos hubiese sido Reidar quien hubiese predispuesto un orden a los presentes, podría haber tenido un pase, ¿pero ella? A punto estaba de rebatir sus palabras cuando fue la insignificante humana que permanecía de la mano del inmortal, quien se me adelantó y concluyó más o menos lo que yo pensaba, pero con palabras mucho más diplomáticas y calmadas de las que yo habría sido capaz de decir, dibujándose en mi rostro una sonrisa ladina por la forma tan sutil en la que le había contestado a aquella loba cuya aura se encendía de impotencia por momentos.
De por sí los humanos que se relacionaban con vampiros no solían ser merecedores de mis respetos, pero la forma en la que aquella humana había dado la vuelta a la tortilla, fue digna de ser aplaudida. Así que sin poder evitar una sonrisa socarrona y divertida, me senté al lado de mi alfa, pues aunque yo no fuese su persona amada, sin duda era su mano derecha y persona de confianza; y a diferencia de la otra beta, sabía cual era mi lugar, y cuando mi turno de participar en los asuntos que nos trataban (al menos ahora, pues la mayoría de las veces prefería liarla y sacar a todos de sus casillas). Los demás se fueron sentando, colocándose cada uno como mejor se les antojó, continuando con conversaciones absurdas entre el lobo prometido con Odalyn y el inmortal; puse los ojos en blanco durante unos segundos cansada de escuchar tanta tontería, y tras servirme una copa con agua me acerqué al oído de Damon.
-Cuando te canses de tanta estupidez y comparación de quien la tiene más grande...la espada...quien tiene más grande la espada...- puntualicé guiñándole un ojo.- me avisas y mato a todos.- susurré bromeando, para después acomodarme en mi silla y esperar que el espectáculo comenzase.
Arely Pucini- Licántropo Clase Alta
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Re: Una velada en familia [Privado]
Los hombres seguimos a mi hermana, que parecía tomar el control de la situación frente a un líder abatido, no por las desgracias personales que le acontecían y que sin duda eran propias de tener en cuenta, como por su incapacidad para tomar el mando de la situación y dar un manotazo en la mesa.
Yo había decidido guardar silencio, pese a ser el mayor de los hermanos, no quería que mi liderazgo se entrometiera entre mis hermanos y yo, así que iba a respetar la jerarquía dispuesta.
Reidar era el líder de su manada, y como tal tenia que actuar en consecuencia. Todos teníamos problemas y allí estábamos en pie, dando la cara por los nuestros. Reidar era un buen hombre, mas con demasiado que aprender, quizás por la prematura muerte de su Padre, nuestro padre.
Dejé escapar el aire escuchando como las damas se peleaban sobre que asientos ocupar, la verdad, es que esa humana en la que no reparé en un principio logro acaparar toda mi atención, era fuerte, decidida y valiente, una mujer con principios a la que no le costaba en absoluto luchar por sus ideas y llevarlas a cabo pese a estar frente a una manada de lobos.
No pude evitar pensar en lo mucho que se parecía a Jade, esa esposa que tan solo hacia unos días me había abandonado dejándome a mi suerte.
Apuré la copa volviendo a repletarla tratando de acallar así a mis pensamientos cargados de dolor.
También era cierto que estar junto a un hombre como Erlend ayudaba a poder hablar sin preocuparte de lo que tus palabras desentrañaran a continuación.
Finalmente las pequeñas disputas se solucionaron, todos quedamos ligeramente dispuestos en esa mesa, en la que por suerte el alcohol empezó a correr, quizás para calmar los humos o por contra para ponerlos mas a flor de piel.
Acaricié el dorso de la mano de Arely cuando esta se acercó para susurrar en mi oído unas palabras muy propias de mi beta.
No pude evitar dibujar una sonrisa, no descartando que antes de acabar la velada los aceros corrieran al ritmo del alcohol y de la sangre sobre la arena.
Mi hermano se puso en pie, parecía que lo importante empezaba, eso por lo que todos habíamos acudido a ese lugar.
Guardé silencio esperando escuchar las palabras que tenia que decir, esas que parecían no llegar mientras apuraba la copa entre mis labios observando a los allí presentes y la tensión que se respiraba en aquel lugar.
Yo había decidido guardar silencio, pese a ser el mayor de los hermanos, no quería que mi liderazgo se entrometiera entre mis hermanos y yo, así que iba a respetar la jerarquía dispuesta.
Reidar era el líder de su manada, y como tal tenia que actuar en consecuencia. Todos teníamos problemas y allí estábamos en pie, dando la cara por los nuestros. Reidar era un buen hombre, mas con demasiado que aprender, quizás por la prematura muerte de su Padre, nuestro padre.
Dejé escapar el aire escuchando como las damas se peleaban sobre que asientos ocupar, la verdad, es que esa humana en la que no reparé en un principio logro acaparar toda mi atención, era fuerte, decidida y valiente, una mujer con principios a la que no le costaba en absoluto luchar por sus ideas y llevarlas a cabo pese a estar frente a una manada de lobos.
No pude evitar pensar en lo mucho que se parecía a Jade, esa esposa que tan solo hacia unos días me había abandonado dejándome a mi suerte.
Apuré la copa volviendo a repletarla tratando de acallar así a mis pensamientos cargados de dolor.
También era cierto que estar junto a un hombre como Erlend ayudaba a poder hablar sin preocuparte de lo que tus palabras desentrañaran a continuación.
Finalmente las pequeñas disputas se solucionaron, todos quedamos ligeramente dispuestos en esa mesa, en la que por suerte el alcohol empezó a correr, quizás para calmar los humos o por contra para ponerlos mas a flor de piel.
Acaricié el dorso de la mano de Arely cuando esta se acercó para susurrar en mi oído unas palabras muy propias de mi beta.
No pude evitar dibujar una sonrisa, no descartando que antes de acabar la velada los aceros corrieran al ritmo del alcohol y de la sangre sobre la arena.
Mi hermano se puso en pie, parecía que lo importante empezaba, eso por lo que todos habíamos acudido a ese lugar.
Guardé silencio esperando escuchar las palabras que tenia que decir, esas que parecían no llegar mientras apuraba la copa entre mis labios observando a los allí presentes y la tensión que se respiraba en aquel lugar.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Localización : Bajo las estrellas
Re: Una velada en familia [Privado]
Todos aquellos familiares y amigos a los que había mandado aquella misiva reuniéndolos en tan esperada velada, fueron acercándose a la carpa donde sin duda les aguardaba un gran banquete y una generosa cantidad de alcohol, que esperaba crease un ambiente distendido en el que ahora solo existía una tensión palpable por parte de todos ellos. Reunir en un espacio tan reducido a vampiros y licántropos empezaba a parecerme no tan buena idea como al principio, especies encontradas de una forma u otra, y sobre todo sabiendo que Reidar me odiaba por lo que para él había sido una traición; aquello que para mí había sido la mejor noche de mi vida, y que horas después se había convertido en la razón para que mi marido me apartase de su lado.
De nuevo la sensación de ahogo presionaba mi pecho, viéndolo hablar felizmente con su familia y recordando cuales habían sido sus dolorosas palabras cuando a mí se había dirigido. ¿Cómo había sido tan estúpida de pensar que aquel maravilloso hombre podría amarme en tan solo un día? Lo había visto sonreír cuando el prometido de su hermana le había confesado que quería casarse como mandaba la tradición, esa que por mi estupidez y temor a perder al único hombre que había amado, había tirado por la borda.
Ni siquiera sentía ya ese palpitar ilusionado cuando pensaba en él como mi marido, ¿cómo estar feliz si no me quería? ¿si me había dejado claro que estaríamos juntos por que yo le había engañado y no por qué realmente necesitase mantenerme a su lado? Ahogué mis lágrimas en el cuello de Lobbo, que sin comprender bien que me pasaba, parecía entender que necesitaba ser abrazada, y con sus manitas rodeaba mi cuello dándome todo lo que necesitaba en esos momentos, sentir que alguien me quería; infundándome fuerzas con las que seguir luchando por recuperar el amor de Reidar, ese que ahora daba por perdido.
La beta de Damon se marchó en cuanto cogí al pequeño quillan en brazos, de modo que fui la última en llegar a aquel encuentro en el que sentía que yo era la única que sobraba. Escuché contrariada las palabras de Odalyn, la hermana de Reidar; esa que nos ordenaba una forma de sentarnos en la que al parecer no estábamos todos de acuerdo y que además empezaba un tema a tratar que desde luego no era el indicado para comenzar una cena. Sabía que debía mantenerme al margen, sabía que desconocía la mayoría de leyes lupinas, pero si no me equivocaba, Reidar era el alfa de la manada por la que íbamos a luchar, y por tanto, también debía ser él quien plantease un tema del que todos ya éramos conocedores. Era él quien debía llevar la voz cantante, y por ende, los demás esperar nuestro turno de palabra. Quizás yo fuese una inmortal sin escrúpulos, pero al menos sabía cual era mi sitio, y cual el de mi marido.
Me acerqué con Lobbo en brazos lentamente, escuchando las acertadas palabras de mi amiga Adaline, de mi ángel de la guarda, esa que siento dulce y conciliadora, terminaba por organizar los lugares donde sentarnos de una forma mucho más placentera.No pude evitar sonreir cuando cogiéndome de la mano me acercó hasta Reidar, dejando más que claro que debíamos permanecer juntos; al menos bajo sus ojos. De esta forma, cada uno podría disfrutar de la cercanía de su pareja durante la cena, donde podríamos buscar el calor del otro cuando la cuestión de la guerra que se cernía sobre nosotros saliese a relucir.
Ella, una débil humana que acababa de acallar las quejas de vampiros y licántropos, una humana que había conseguido dejar con la palabra en la boca al prometido de Odalyn y calmar los demonios de Erlend con una simple propuesta. Una mujer que acababa de hacerse de respetar por todos y cada uno de nosotros; sin duda Erlend había tenido mucha suerte de encontrarla, y yo de conocerla y poder contar con ella como amiga, mi única amiga.
Me senté con Lobbo sobre mis piernas al lado de Reidar, que mantenía fijada en mí una mirada cargada de rabia y resentimiento. La situación no iba a cambiar aquella noche, quizás no cambiase jamás. Si al menos fuese capaz de escucharme y tratar de entenderme, de comprender cuanto lo quería y cuanto necesitaba volver a sentir sus caricias...pero nunca me daría la oportunidad de arreglarlo.
Observé como al otro lado de la mesa Adaline y Erlend se profesaban aquellos besos y caricias que mantenían viva la llama de su amor, esos que yo llevaba sin sentir del lobo al que amaba desde hacía una semana. Una semana en la que me había limitado a subsistir con la esperanza de una reconciliación, y que aquella noche, desistiría en mi empeño. No era tan difícil, dos noches más sin comer, y Reidar quedaría viudo para casarse con quien amase. Era el mejor regalo de bodas que podía hacerle; ese, o aquella misma noche esperar al alba en el mismo claro del bosque donde nos casamos.
-Gracias Adaline.- susurré al acercar mi copa a la botella que ella sostenía en la mano, y que terminaba de ofrecer. Mi mirada decía más que mis palabras, unas palabras que no era capaz de pronunciar por temor a estropearlo más con Reidar, si es que aquello era posible.
Mi agradecimiento no solo era por servirme el vino, sino por estar allí, por saber que podía contar con ella, por hacer feliz a mi amigo, y por saber que cuidaría de él cuando yo no estuviese cerca.
Una triste sonrisa se dibujó en mi cara, y supe que tendría que darle una explicación de lo que me pasaba, que mi excusa no había sido tan buena, y que no podía engañarla.
De nuevo la sensación de ahogo presionaba mi pecho, viéndolo hablar felizmente con su familia y recordando cuales habían sido sus dolorosas palabras cuando a mí se había dirigido. ¿Cómo había sido tan estúpida de pensar que aquel maravilloso hombre podría amarme en tan solo un día? Lo había visto sonreír cuando el prometido de su hermana le había confesado que quería casarse como mandaba la tradición, esa que por mi estupidez y temor a perder al único hombre que había amado, había tirado por la borda.
Ni siquiera sentía ya ese palpitar ilusionado cuando pensaba en él como mi marido, ¿cómo estar feliz si no me quería? ¿si me había dejado claro que estaríamos juntos por que yo le había engañado y no por qué realmente necesitase mantenerme a su lado? Ahogué mis lágrimas en el cuello de Lobbo, que sin comprender bien que me pasaba, parecía entender que necesitaba ser abrazada, y con sus manitas rodeaba mi cuello dándome todo lo que necesitaba en esos momentos, sentir que alguien me quería; infundándome fuerzas con las que seguir luchando por recuperar el amor de Reidar, ese que ahora daba por perdido.
La beta de Damon se marchó en cuanto cogí al pequeño quillan en brazos, de modo que fui la última en llegar a aquel encuentro en el que sentía que yo era la única que sobraba. Escuché contrariada las palabras de Odalyn, la hermana de Reidar; esa que nos ordenaba una forma de sentarnos en la que al parecer no estábamos todos de acuerdo y que además empezaba un tema a tratar que desde luego no era el indicado para comenzar una cena. Sabía que debía mantenerme al margen, sabía que desconocía la mayoría de leyes lupinas, pero si no me equivocaba, Reidar era el alfa de la manada por la que íbamos a luchar, y por tanto, también debía ser él quien plantease un tema del que todos ya éramos conocedores. Era él quien debía llevar la voz cantante, y por ende, los demás esperar nuestro turno de palabra. Quizás yo fuese una inmortal sin escrúpulos, pero al menos sabía cual era mi sitio, y cual el de mi marido.
Me acerqué con Lobbo en brazos lentamente, escuchando las acertadas palabras de mi amiga Adaline, de mi ángel de la guarda, esa que siento dulce y conciliadora, terminaba por organizar los lugares donde sentarnos de una forma mucho más placentera.No pude evitar sonreir cuando cogiéndome de la mano me acercó hasta Reidar, dejando más que claro que debíamos permanecer juntos; al menos bajo sus ojos. De esta forma, cada uno podría disfrutar de la cercanía de su pareja durante la cena, donde podríamos buscar el calor del otro cuando la cuestión de la guerra que se cernía sobre nosotros saliese a relucir.
Ella, una débil humana que acababa de acallar las quejas de vampiros y licántropos, una humana que había conseguido dejar con la palabra en la boca al prometido de Odalyn y calmar los demonios de Erlend con una simple propuesta. Una mujer que acababa de hacerse de respetar por todos y cada uno de nosotros; sin duda Erlend había tenido mucha suerte de encontrarla, y yo de conocerla y poder contar con ella como amiga, mi única amiga.
Me senté con Lobbo sobre mis piernas al lado de Reidar, que mantenía fijada en mí una mirada cargada de rabia y resentimiento. La situación no iba a cambiar aquella noche, quizás no cambiase jamás. Si al menos fuese capaz de escucharme y tratar de entenderme, de comprender cuanto lo quería y cuanto necesitaba volver a sentir sus caricias...pero nunca me daría la oportunidad de arreglarlo.
Observé como al otro lado de la mesa Adaline y Erlend se profesaban aquellos besos y caricias que mantenían viva la llama de su amor, esos que yo llevaba sin sentir del lobo al que amaba desde hacía una semana. Una semana en la que me había limitado a subsistir con la esperanza de una reconciliación, y que aquella noche, desistiría en mi empeño. No era tan difícil, dos noches más sin comer, y Reidar quedaría viudo para casarse con quien amase. Era el mejor regalo de bodas que podía hacerle; ese, o aquella misma noche esperar al alba en el mismo claro del bosque donde nos casamos.
-Gracias Adaline.- susurré al acercar mi copa a la botella que ella sostenía en la mano, y que terminaba de ofrecer. Mi mirada decía más que mis palabras, unas palabras que no era capaz de pronunciar por temor a estropearlo más con Reidar, si es que aquello era posible.
Mi agradecimiento no solo era por servirme el vino, sino por estar allí, por saber que podía contar con ella, por hacer feliz a mi amigo, y por saber que cuidaría de él cuando yo no estuviese cerca.
Una triste sonrisa se dibujó en mi cara, y supe que tendría que darle una explicación de lo que me pasaba, que mi excusa no había sido tan buena, y que no podía engañarla.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Una velada en familia [Privado]
Aquella cena iba de mal en peor, la gente estaba tensa y aunque yo era consciente de que este y no otro era el único modo de que mi manara saliera ilesa de la afrenta a la que se enfrentaba, era consciente también que en esa mesa no contaba con los apoyos necesarios.
Damon, lobo terco aferrado a sus viejas costumbres hizo un gran esfuerzo sentándose junto a Erlend y Moira sendos inmortales a los que por el echo de serlo, los odiaba.
Errol de un modo de pensar similar, se revolvía inquieto calmado solo por la mano de mi hermana, que ahora en silencio parecía esperar que llegara un milagro cuando mis palabras retumbaran en aquel lugar.
Ajeno a todo estaba Lobbo que campaba a sus anchas comiendo arena, descubriendo como se jugaba con un pequeño cangrejo que había encontrado minutos antes.
-Señores, mi hermana ya os ha comentado como esta el tema, al menos el inicio de este.
Mi manda se muere -sentencié -mi impotencia me hizo venir en busca de Damon, mi hermano hace ya muchas lunas, lunas que han traído grandes acontecimientos en mi vida inesperados.
Lobbo -dije señalando al pequeño y sonriendo a mi hermana que aun no lo conocía -mi hijo, llego de la mano de un guerrero de uno de los clanes que junto al mio reina en los bosques del norte.
El, es hijo de la alfa de ese clan. Si hoy esta aquí es porque ese clan hoy no existe, esa manada ha quedado reducida a la nada por culpa de nuestros enemigos...los nosferatu.
El silencio se hizo en esa mesa, la atención estaba llamada y todos centraban sus ojos en mi, escuchando mis palabras.
-Es cuestión de tiempo que todos los clanes corramos el mismo sino...los nosferatu cada vez son mas, cada vez mas fuertes y cada vez mas sedientos y nosotros, menguamos tratando de detenerlos.
Mi hermana vino a buscarme a París pues al parecer las cosas han empeorado considerablemente desde mi partida. Hoy lo que se vive n esos bosques es un infierno.
No tengo tiempo, necesito vuestras espadas -miré a Erlend -la de todos. Esta guerra no vamos a ganarla solo los lobos.
Errol y Damon se revolvieron en el asiento, consciente era de que mucho tenían que aportar y que solo guardaban silencio por respeto.
-Dejemos atrás por una vez nuestras diferencias y escuchémonos. De nuestro entendimiento depende mi manada, así que por favor...
Tomé de nuevo asiento y di un sorbo de mi copa de vino, mirando a los presentes. Podía leer sus auras, ni una sola de ellas estaba en calma.
-Si no podemos entendernos entre nosotros que somos familia, no lograremos nada...
Mi animo iba decreciendo al ritmo que el vino agotándose en la mesa.
Espere paciente que alguien diera su opinión y empezar así la cruda conversación de como unos y otros veían aquella guerra que parecía iba a desatarse en aquella playa y no en mis bosques.
Damon, lobo terco aferrado a sus viejas costumbres hizo un gran esfuerzo sentándose junto a Erlend y Moira sendos inmortales a los que por el echo de serlo, los odiaba.
Errol de un modo de pensar similar, se revolvía inquieto calmado solo por la mano de mi hermana, que ahora en silencio parecía esperar que llegara un milagro cuando mis palabras retumbaran en aquel lugar.
Ajeno a todo estaba Lobbo que campaba a sus anchas comiendo arena, descubriendo como se jugaba con un pequeño cangrejo que había encontrado minutos antes.
-Señores, mi hermana ya os ha comentado como esta el tema, al menos el inicio de este.
Mi manda se muere -sentencié -mi impotencia me hizo venir en busca de Damon, mi hermano hace ya muchas lunas, lunas que han traído grandes acontecimientos en mi vida inesperados.
Lobbo -dije señalando al pequeño y sonriendo a mi hermana que aun no lo conocía -mi hijo, llego de la mano de un guerrero de uno de los clanes que junto al mio reina en los bosques del norte.
El, es hijo de la alfa de ese clan. Si hoy esta aquí es porque ese clan hoy no existe, esa manada ha quedado reducida a la nada por culpa de nuestros enemigos...los nosferatu.
El silencio se hizo en esa mesa, la atención estaba llamada y todos centraban sus ojos en mi, escuchando mis palabras.
-Es cuestión de tiempo que todos los clanes corramos el mismo sino...los nosferatu cada vez son mas, cada vez mas fuertes y cada vez mas sedientos y nosotros, menguamos tratando de detenerlos.
Mi hermana vino a buscarme a París pues al parecer las cosas han empeorado considerablemente desde mi partida. Hoy lo que se vive n esos bosques es un infierno.
No tengo tiempo, necesito vuestras espadas -miré a Erlend -la de todos. Esta guerra no vamos a ganarla solo los lobos.
Errol y Damon se revolvieron en el asiento, consciente era de que mucho tenían que aportar y que solo guardaban silencio por respeto.
-Dejemos atrás por una vez nuestras diferencias y escuchémonos. De nuestro entendimiento depende mi manada, así que por favor...
Tomé de nuevo asiento y di un sorbo de mi copa de vino, mirando a los presentes. Podía leer sus auras, ni una sola de ellas estaba en calma.
-Si no podemos entendernos entre nosotros que somos familia, no lograremos nada...
Mi animo iba decreciendo al ritmo que el vino agotándose en la mesa.
Espere paciente que alguien diera su opinión y empezar así la cruda conversación de como unos y otros veían aquella guerra que parecía iba a desatarse en aquella playa y no en mis bosques.
Reidar Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 12/07/2016
Localización : En los bosques
Re: Una velada en familia [Privado]
Debía reunir toda la paciencia que quedara en mi cuerpo, debía hacerlo por mi hermano, por mi familia, por mi manada. Debía hacerlo pero tampoco dejaría que me pisotearan y cuando todo eso hubiera acabado debería tener unas serias palabras con mi hermano. Había muchas cosas que él debía contarme y aclararme una vez estuviéramos a solas como, por ejemplo, qué había de verdad en los rumores que me habían llegado acerca de él y de Moira o por qué aquel pequeño adorable que se comía la tierra a puñados trataba a Moira como a una madre y olía a mi hermano en diez kilómetros a la redonda.
Quizá tratando de engañarme a mi misma, busqué las manos de mi prometido, acariciándolas y haciéndome creer que era a él a quien estaba sosegando en lugar de ser al contrario. Cada vez parecía faltar menos para que uno u otro estallara y se lanzara en pos de aquellos vampiros o la humana que los acompañaba.
-Esperemos que todo esto acabe pronto- susurré en el oído de Errol depositando un leve beso en su cuello –No veo la hora de que se vayan para que ambos podamos hablar con Damon y Reidar y formalizar lo que hace tiempo que nuestros corazones sienten-
Las palabras de mi hermano me llegaban lejanas, distantes, pues eran una realidad, una cruda realidad de la que a mi me hubiera gustado escapar, hubiera deseado no tener que pedir ayuda para salvar a los nuestros, que nuestro padre no hubiera muerto ni que nuestra manada estuviera abocada al mismo destino. Palabras que resonaron con fuerza en mis oídos al escuchar que aquel pequeño era el hijo de mi hermano y de aquella mujer a la que el había amado locamente.
Mis ojos se desviaron entonces hacia mi hermano mayor, reflejándose en ellos la amarga pena de saber que alguien más a quienes ambos habíamos conocido y apresado había caído presa también de aquellos monstruos que asolaban nuestros bosques. Me levanté de mi asiento y con una sonrisa en los labios caminé hasta el pequeño tomándolo entre mis brazos y acaricié su rostro sonriendo de nuevo al escuchar su risa clara.
-Lobbo... Eres el vivo reflejo de tu madre y tu padre, no sé cómo no he podido darme cuenta antes- A ese niño nunca le faltaría el cariño en nuestra familia, sabía de sobra que Reidar lo adoraba ya, y Damon con su fachada de duro, se derretiría seguramente con el tiempo, brindándose a jugar con él a cada instante y... En cuanto a Errol y a mi... aquel niñito iba a convertirse en el blanco de nuestras carantoñas, íbamos a malcriarlo como sólo puede hacerse con los sobrinos.
-Creo que no hace falta decir hermano que mi espalda estará junto a la tuya, defendiendo nuestros bosques y los intereses del futuro alfa de nuestra manada, el digno heredero de su madre y de la persona que ha conseguido que hoy aquí se reúnan vampiros, humanos y licántropos en una sola causa-
Caminé de nuevo a mi sitio junto a Errol, con el niño en mis brazos enredando sus pequeñas manitas en mis cabellos y provocando que de mis labios escaparan pequeñas carcajadas. Una vez en mi sitio, dirigí mi mirada al que sería mi marido si todo salí como habíamos previsto. Él me había prometido que su manada me protegería, que protegería a los míos pero a él, y solo a él, le correspondía brindar su apoyo y el de los ejércitos de su padre a mi hermano.
Quizá tratando de engañarme a mi misma, busqué las manos de mi prometido, acariciándolas y haciéndome creer que era a él a quien estaba sosegando en lugar de ser al contrario. Cada vez parecía faltar menos para que uno u otro estallara y se lanzara en pos de aquellos vampiros o la humana que los acompañaba.
-Esperemos que todo esto acabe pronto- susurré en el oído de Errol depositando un leve beso en su cuello –No veo la hora de que se vayan para que ambos podamos hablar con Damon y Reidar y formalizar lo que hace tiempo que nuestros corazones sienten-
Las palabras de mi hermano me llegaban lejanas, distantes, pues eran una realidad, una cruda realidad de la que a mi me hubiera gustado escapar, hubiera deseado no tener que pedir ayuda para salvar a los nuestros, que nuestro padre no hubiera muerto ni que nuestra manada estuviera abocada al mismo destino. Palabras que resonaron con fuerza en mis oídos al escuchar que aquel pequeño era el hijo de mi hermano y de aquella mujer a la que el había amado locamente.
Mis ojos se desviaron entonces hacia mi hermano mayor, reflejándose en ellos la amarga pena de saber que alguien más a quienes ambos habíamos conocido y apresado había caído presa también de aquellos monstruos que asolaban nuestros bosques. Me levanté de mi asiento y con una sonrisa en los labios caminé hasta el pequeño tomándolo entre mis brazos y acaricié su rostro sonriendo de nuevo al escuchar su risa clara.
-Lobbo... Eres el vivo reflejo de tu madre y tu padre, no sé cómo no he podido darme cuenta antes- A ese niño nunca le faltaría el cariño en nuestra familia, sabía de sobra que Reidar lo adoraba ya, y Damon con su fachada de duro, se derretiría seguramente con el tiempo, brindándose a jugar con él a cada instante y... En cuanto a Errol y a mi... aquel niñito iba a convertirse en el blanco de nuestras carantoñas, íbamos a malcriarlo como sólo puede hacerse con los sobrinos.
-Creo que no hace falta decir hermano que mi espalda estará junto a la tuya, defendiendo nuestros bosques y los intereses del futuro alfa de nuestra manada, el digno heredero de su madre y de la persona que ha conseguido que hoy aquí se reúnan vampiros, humanos y licántropos en una sola causa-
Caminé de nuevo a mi sitio junto a Errol, con el niño en mis brazos enredando sus pequeñas manitas en mis cabellos y provocando que de mis labios escaparan pequeñas carcajadas. Una vez en mi sitio, dirigí mi mirada al que sería mi marido si todo salí como habíamos previsto. Él me había prometido que su manada me protegería, que protegería a los míos pero a él, y solo a él, le correspondía brindar su apoyo y el de los ejércitos de su padre a mi hermano.
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
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