AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una velada en familia [Privado]
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Una velada en familia [Privado]
Recuerdo del primer mensaje :
No tenía muy claro como había sido capaz de sobrevivir aquella fatídica y eterna semana desde que Reidar había abandonado la que iba a ser nuestra casa con su hijo en brazos; cómo pude ser tan estúpida de creer que contándole toda la verdad sería capaz de comprenderlo y aceptarlo, como en un solo minuto había destrozado mi vida y la suya, pues poco arreglo veía ya a esa brecha que se había abierto entre nosotros. Lo quería con todas mis fuerzas, como jamás había amado a nadie, y sentía como la única razón de mi existir se resbalaba entre mis dedos a cada minuto que pasaba.
Había pasado los últimos días encerrada en la trastienda del herbolario, comiendo lo mínimo para mantenerme con vida, llorando día y noche sumida en la más profunda oscuridad, albergando la esperanza de que quizás aquella noche pudiese volver a verlo y hablar con él. Me sentía cansada, abatida, sin más ganas de dejarme llevar al infierno del que nunca debería haber salido. Aunque fuese por última vez, aunque con mi presencia desatase su odio contra mí, pero necesitaba ver su rostro antes de dar por finalizada mi existencia. En unas horas tendría lugar la cena que con tanto mimo había organizado, donde todo había sido detallado y convenido al dedillo con la empresa de eventos a la que había contratado. Un cenador preparado para la ocasión sobre la arena, rodeado de antorchas y todo decorado en blanco y dorado, como si de una fiesta griega se tratase. Y para alegrar la velada, comida y bebida como para alimentar a un regimiento.
La tarde antes de nuestra pelea, cuando Reidar todavía me amaba y pensaba que era lo mejor que le había pasado en su vida, me encomendó la tarea de mandarle una invitación a sus hermanos, así como a Erlend y Adaline, que también serían invitados, para una agradable velada en la playa donde todas las presentaciones de los nuevos miembros de la familia serían realizadas, y la estrategia que Erlend le había propuesto a Reidar, expuesta ante su hermano Damon para convencerlo de que participase en la batalla.
Sabía que en aquella cena Reidar presentaría a su familia a Lobbo, e imaginaba que también lo hubiese hecho conmigo; y ahora…ahora ya no tenía hueco en su corazón, ni siquiera sabía porque me había aventurado a presentarme en un lugar en el que era obvio que sobraba. Entre estos pensamientos llegué al lugar acordado, sintiendo aquel dolor en el pecho que de nuevo me impedía respirar cuando lo vi con el pequeño en brazos, jugando con las orquídeas blancas de uno de los centros de mesa.
Bajé del caballo sujetándole las riendas, y me acerqué unos metros hacia el amor de mi vida, ese que había encontrado y perdido en menos de tres días, observándolo de lejos y sabiendo que él también podía sentirme. Ahogué las ganas de llorar como pude, respiré hondo y apenas pude dar un par de pasos hacia delante. Pero, ¿qué estaba haciendo? ¿No me había dejado ya bastante claro que no me quería en su vida?
El miedo de ser rechazada de nuevo se apoderó de mí; mis penas y mi tristeza me impidieron acercarme más, y girándome hacia mi caballo, decidí que lo mejor sería dejarle ser feliz, pues estaba claro que a mi lado no lo conseguiría. Había vivido ya muchos años, y gracias a Reidar había conocido lo que era el amor verdadero, lo que era amar y ser amada; gracias a él sabía lo que era la felicidad plena, y que los sueños pueden cumplirse. Pero ahora me tocaba retirarme; ser capaz de solo pensar en él y no en mí, reconocer que no era buena para él, y que sin duda podría ser más feliz sin una inmortal que no hiciese más que ocasionarle problemas.
-Vamos pequeño. Volvamos a casa.- le susurré al caballo acariciándole el hocico y posando mi frente sobre la suya, dejando salir esas lágrimas que había tratado de retener durante todo el camino. Mi final estaba escrito, y al menos había podido verlo de lejos.
No tenía muy claro como había sido capaz de sobrevivir aquella fatídica y eterna semana desde que Reidar había abandonado la que iba a ser nuestra casa con su hijo en brazos; cómo pude ser tan estúpida de creer que contándole toda la verdad sería capaz de comprenderlo y aceptarlo, como en un solo minuto había destrozado mi vida y la suya, pues poco arreglo veía ya a esa brecha que se había abierto entre nosotros. Lo quería con todas mis fuerzas, como jamás había amado a nadie, y sentía como la única razón de mi existir se resbalaba entre mis dedos a cada minuto que pasaba.
Había pasado los últimos días encerrada en la trastienda del herbolario, comiendo lo mínimo para mantenerme con vida, llorando día y noche sumida en la más profunda oscuridad, albergando la esperanza de que quizás aquella noche pudiese volver a verlo y hablar con él. Me sentía cansada, abatida, sin más ganas de dejarme llevar al infierno del que nunca debería haber salido. Aunque fuese por última vez, aunque con mi presencia desatase su odio contra mí, pero necesitaba ver su rostro antes de dar por finalizada mi existencia. En unas horas tendría lugar la cena que con tanto mimo había organizado, donde todo había sido detallado y convenido al dedillo con la empresa de eventos a la que había contratado. Un cenador preparado para la ocasión sobre la arena, rodeado de antorchas y todo decorado en blanco y dorado, como si de una fiesta griega se tratase. Y para alegrar la velada, comida y bebida como para alimentar a un regimiento.
La tarde antes de nuestra pelea, cuando Reidar todavía me amaba y pensaba que era lo mejor que le había pasado en su vida, me encomendó la tarea de mandarle una invitación a sus hermanos, así como a Erlend y Adaline, que también serían invitados, para una agradable velada en la playa donde todas las presentaciones de los nuevos miembros de la familia serían realizadas, y la estrategia que Erlend le había propuesto a Reidar, expuesta ante su hermano Damon para convencerlo de que participase en la batalla.
Sabía que en aquella cena Reidar presentaría a su familia a Lobbo, e imaginaba que también lo hubiese hecho conmigo; y ahora…ahora ya no tenía hueco en su corazón, ni siquiera sabía porque me había aventurado a presentarme en un lugar en el que era obvio que sobraba. Entre estos pensamientos llegué al lugar acordado, sintiendo aquel dolor en el pecho que de nuevo me impedía respirar cuando lo vi con el pequeño en brazos, jugando con las orquídeas blancas de uno de los centros de mesa.
Bajé del caballo sujetándole las riendas, y me acerqué unos metros hacia el amor de mi vida, ese que había encontrado y perdido en menos de tres días, observándolo de lejos y sabiendo que él también podía sentirme. Ahogué las ganas de llorar como pude, respiré hondo y apenas pude dar un par de pasos hacia delante. Pero, ¿qué estaba haciendo? ¿No me había dejado ya bastante claro que no me quería en su vida?
El miedo de ser rechazada de nuevo se apoderó de mí; mis penas y mi tristeza me impidieron acercarme más, y girándome hacia mi caballo, decidí que lo mejor sería dejarle ser feliz, pues estaba claro que a mi lado no lo conseguiría. Había vivido ya muchos años, y gracias a Reidar había conocido lo que era el amor verdadero, lo que era amar y ser amada; gracias a él sabía lo que era la felicidad plena, y que los sueños pueden cumplirse. Pero ahora me tocaba retirarme; ser capaz de solo pensar en él y no en mí, reconocer que no era buena para él, y que sin duda podría ser más feliz sin una inmortal que no hiciese más que ocasionarle problemas.
-Vamos pequeño. Volvamos a casa.- le susurré al caballo acariciándole el hocico y posando mi frente sobre la suya, dejando salir esas lágrimas que había tratado de retener durante todo el camino. Mi final estaba escrito, y al menos había podido verlo de lejos.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Una velada en familia [Privado]
Las manos de mi prometida se aferraron a las mías, podía detectar su aura, tan alterada como la mía, pidiendo a los dioses que los extraños se fueran y por fin quedáramos en familia.
Acaricié despacio su palma mientras mis labios buscaron los suyos al susurrar en mi oído palabras que daban vida a mi propios pensamientos.
-Te quiero -dije dejando que muriendo en su boca ese susurro que le daba a todo sentido.
Por suerte, pronto Reidar se alzó y empezó a entrar en materia, a explicar lo difícil que era la situación de sus bosques, de sus gentes y de su manada.
No negaré que Oda ya me había informado de todo eso, tampoco negaré, que no estaba de acuerdo con Reidar en muchas cosas, mas si sabia que finalizado su turno de palabra, llegaba el mio.
Así que esta vez fui yo quien irrumpió con voz ronca en aquella mesa mientras de nuevo se hacia el silencio.
-Todos sabéis que amo a esta mujer y del mismo modo es sabido, que si su alfa me lo permite, la desposaré como marcan las tradiciones establecidas por madre Gaia.
Damon parecía complacido por mis palabras y por como las tradiciones marcarían nuestras vidas.
-Es por eso, que protegeré su manada actual, y daré no solo mi sangre y espada para ello si no que junto a mi me acompañará un ejercito.
Mas tengo condiciones Reidar, en el mismo bando no estará mi espada y la del inmortal que has sentado a esta mesa.
Siento ser tan duro, mas yo no creo que los asuntos de lobos tengan que ser arreglados por inmortales..te recuerdo que ellos proceden de los nosferatu..y te recuerdo que ellos sajan la vida de los nuestros.
Somos enemigos naturales..madre Gaia no dice que tengamos que luchar codo con codo.
Podía sentir los ojos rojos del inmortal hundirse en mi, y le dedique una mirada ámbar llena de desprecio que logro hacer dar un respingo a la engreída de su mujer. Esa que había osado desafiar a la mía.
-Reidar, toma mi espada , la de tu hermano y partamos de inmediato. Cuanto antes volvamos, antes tu hijo tendrá manada que liderar y primos para jugar -dije con una sonrisa mirando a mi preciosa futura esposa que acariciaba a Lobbo.
-Seras una madre estupenda -susurré con una tierna sonrisa que se quebró al sentir la mano del sobrenatural en mi hombro.
-Si vuelves a asustar a mi mujer, tu corazón, acompañara al mar para golpear aun palpitante las rocas de este lugar.
No tarde en girarme para enfrentarlo sintiendo como la mano de mi esposa tiraba de mi y la de la ajena del propio Erlend.
Nuestras miradas se desafiaban mientras sus colmillos crecían y mis gruñidos rompían la noche.
Acaricié despacio su palma mientras mis labios buscaron los suyos al susurrar en mi oído palabras que daban vida a mi propios pensamientos.
-Te quiero -dije dejando que muriendo en su boca ese susurro que le daba a todo sentido.
Por suerte, pronto Reidar se alzó y empezó a entrar en materia, a explicar lo difícil que era la situación de sus bosques, de sus gentes y de su manada.
No negaré que Oda ya me había informado de todo eso, tampoco negaré, que no estaba de acuerdo con Reidar en muchas cosas, mas si sabia que finalizado su turno de palabra, llegaba el mio.
Así que esta vez fui yo quien irrumpió con voz ronca en aquella mesa mientras de nuevo se hacia el silencio.
-Todos sabéis que amo a esta mujer y del mismo modo es sabido, que si su alfa me lo permite, la desposaré como marcan las tradiciones establecidas por madre Gaia.
Damon parecía complacido por mis palabras y por como las tradiciones marcarían nuestras vidas.
-Es por eso, que protegeré su manada actual, y daré no solo mi sangre y espada para ello si no que junto a mi me acompañará un ejercito.
Mas tengo condiciones Reidar, en el mismo bando no estará mi espada y la del inmortal que has sentado a esta mesa.
Siento ser tan duro, mas yo no creo que los asuntos de lobos tengan que ser arreglados por inmortales..te recuerdo que ellos proceden de los nosferatu..y te recuerdo que ellos sajan la vida de los nuestros.
Somos enemigos naturales..madre Gaia no dice que tengamos que luchar codo con codo.
Podía sentir los ojos rojos del inmortal hundirse en mi, y le dedique una mirada ámbar llena de desprecio que logro hacer dar un respingo a la engreída de su mujer. Esa que había osado desafiar a la mía.
-Reidar, toma mi espada , la de tu hermano y partamos de inmediato. Cuanto antes volvamos, antes tu hijo tendrá manada que liderar y primos para jugar -dije con una sonrisa mirando a mi preciosa futura esposa que acariciaba a Lobbo.
-Seras una madre estupenda -susurré con una tierna sonrisa que se quebró al sentir la mano del sobrenatural en mi hombro.
-Si vuelves a asustar a mi mujer, tu corazón, acompañara al mar para golpear aun palpitante las rocas de este lugar.
No tarde en girarme para enfrentarlo sintiendo como la mano de mi esposa tiraba de mi y la de la ajena del propio Erlend.
Nuestras miradas se desafiaban mientras sus colmillos crecían y mis gruñidos rompían la noche.
Errol Dow- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 27/07/2016
Localización : Paris
Re: Una velada en familia [Privado]
Golpeé ligeramente y con fingida indignación el pecho de mi amor cuando respondió riendo que estaba conmigo porque estaba buena y sonreí lentamente cuando me llamó la vaina de su espada. No tenía idea de lo que sus palabras significaban para mi, tan sencillas pero tan relevantes a la vez. Nada deseaba más que ser una buena esposa para él, una de la que pudiera sentirse orgulloso cada vez que me presentase como la señora Cannif. Acaricié su mano cariñosamente y entrelacé mis dedos con los suyos. De habernos encontrado en mejores circunstancias me hubiera sentido mucho a más a gusto por encontrarme en la playa con él. Incluso tenía deseos de levantarme y llevármelo conmigo para que caminásemos sobre la arena, dejando que el aire salado nos acariciara, que los elementos nos envolvieran y que de esa manera nos perdiéramos juntos sobre cerca del lugar adonde las aguas rompían junto a las rocas.
Pero la realidad era que seguíamos en una reunión en la que a pesar de mis esfuerzos por conciliar al menos algunos ánimos, la tensión seguía notándose en el ambiente. Mi previa inquietud acerca de Moira dio paso a una verdadera preocupación cuando la escuché al acercarse para aceptar el vino. Ya no tenía dudas acerca de que algo sucedía entre ella y Reidar. -Ánimo amiga.- fue todo lo que pude decirle a la vez que presioné su mano, antes de que volviera a sentarse.
Apoyé un momento mi cabeza sobre el hombro de Erlend y sopesé la situación. La mirada que me había dedicado el lobo mayor hace unos minutos había bastado para que de cierta forma se ganara mi respeto. Había algo en él que imponía sin necesidad de que expresara mayores palabras, contrario al futuro cuñado de Reidar que exudaba alevosía en todo momento. Me contrarió sobremanera ver como la hermana de Reidar tomaba a Lobbo sin dirigir ni una palabra a Moira. Por supuesto no había nada de malo en que pasase tiempo con su sobrino pero lo que realmente me preocupaba era que no parecía enterada de la importancia del pequeño para la vampiresa, es más, nadie parecía haberse percatado del lazo que unía a Reidar y a Moira.
Reidar había expuesto con bastante claridad su necesidad de que los presentes se unieran para ir a esa guerra que continuaba abatiéndome y que cada vez parecía volverse más real. Mis dedos presionaron la mano masculina inconscientemente, demasiados demonios despertaba en mi todo esto por lo que ni siquiera presté mucha atención a lo que decía el otro lobo hasta que menciono a mi esposo, menospreciando su ayuda y tornándose sus ojos de color ámbar para mirarnos amenazadoramente, logrando con tan simple gesto alterarme y que un temblor inusitado me recorriera.
Mi marido se percató, sin necesidad de que yo dijera nada, aullidos feroces eran los que escuchaba ahora mientras mi mente dibujaba otras imágenes, aquella visión otra vez de un licántropo que me perseguía en pesadillas, con ojos ámbar similares a los de ese otro lobo que se encontraba al otro lado de la mesa. Antes de que pudiera recomponerme intentando controlar mis latidos y dilucidar si lo que acababa de ver era un recuerdo o no, vi saltar a un Erlend furioso que se enfrentaba ahora a aquel licántropo beligerante. Me levanté rápidamente y tiré de su mano intentando apaciguarlo. Las cosas se estaban saliendo de control y ya no me importaba demasiado que todo se fuera al traste pero mi amiga se había puesto también de pie y era por amor a ella que ambos estábamos aquí. -Erlend, espera. Recuerda a que vinimos y por qué.-
No estaba segura de que me estuviera prestando atención. Estaba genuinamente asustada, aunque sabía que en ese encuentro era él quien tenía mayores probabilidades de arrancar el corazón de su rival. -¿Qué demonios pasa en esta reunión? ¿Tantos deseos tienen de matarse unos a otros para de esa manera no pisar la tierra que supuestamente desean proteger? ¿Así demuestran su hombría?- exclamé dirigiéndome a todos aquellos incomprensibles licántropos.
En ningún momento mi mano abandonó el brazo de Erlend. -Por si no se percatan, mi esposo les aventaja un milenio en experiencia y es su mejor oportunidad de ganar la guerra.- Otra vez intentaba apelar a Damon, observándolo por momentos y luego regresando la mirada a mi esposo, mi pecho subiendo y bajando con virulencia, consciente de que la espada bastarda estaba a unos centímetros de mi alcance en caso de que él la necesitara.
Pero la realidad era que seguíamos en una reunión en la que a pesar de mis esfuerzos por conciliar al menos algunos ánimos, la tensión seguía notándose en el ambiente. Mi previa inquietud acerca de Moira dio paso a una verdadera preocupación cuando la escuché al acercarse para aceptar el vino. Ya no tenía dudas acerca de que algo sucedía entre ella y Reidar. -Ánimo amiga.- fue todo lo que pude decirle a la vez que presioné su mano, antes de que volviera a sentarse.
Apoyé un momento mi cabeza sobre el hombro de Erlend y sopesé la situación. La mirada que me había dedicado el lobo mayor hace unos minutos había bastado para que de cierta forma se ganara mi respeto. Había algo en él que imponía sin necesidad de que expresara mayores palabras, contrario al futuro cuñado de Reidar que exudaba alevosía en todo momento. Me contrarió sobremanera ver como la hermana de Reidar tomaba a Lobbo sin dirigir ni una palabra a Moira. Por supuesto no había nada de malo en que pasase tiempo con su sobrino pero lo que realmente me preocupaba era que no parecía enterada de la importancia del pequeño para la vampiresa, es más, nadie parecía haberse percatado del lazo que unía a Reidar y a Moira.
Reidar había expuesto con bastante claridad su necesidad de que los presentes se unieran para ir a esa guerra que continuaba abatiéndome y que cada vez parecía volverse más real. Mis dedos presionaron la mano masculina inconscientemente, demasiados demonios despertaba en mi todo esto por lo que ni siquiera presté mucha atención a lo que decía el otro lobo hasta que menciono a mi esposo, menospreciando su ayuda y tornándose sus ojos de color ámbar para mirarnos amenazadoramente, logrando con tan simple gesto alterarme y que un temblor inusitado me recorriera.
Mi marido se percató, sin necesidad de que yo dijera nada, aullidos feroces eran los que escuchaba ahora mientras mi mente dibujaba otras imágenes, aquella visión otra vez de un licántropo que me perseguía en pesadillas, con ojos ámbar similares a los de ese otro lobo que se encontraba al otro lado de la mesa. Antes de que pudiera recomponerme intentando controlar mis latidos y dilucidar si lo que acababa de ver era un recuerdo o no, vi saltar a un Erlend furioso que se enfrentaba ahora a aquel licántropo beligerante. Me levanté rápidamente y tiré de su mano intentando apaciguarlo. Las cosas se estaban saliendo de control y ya no me importaba demasiado que todo se fuera al traste pero mi amiga se había puesto también de pie y era por amor a ella que ambos estábamos aquí. -Erlend, espera. Recuerda a que vinimos y por qué.-
No estaba segura de que me estuviera prestando atención. Estaba genuinamente asustada, aunque sabía que en ese encuentro era él quien tenía mayores probabilidades de arrancar el corazón de su rival. -¿Qué demonios pasa en esta reunión? ¿Tantos deseos tienen de matarse unos a otros para de esa manera no pisar la tierra que supuestamente desean proteger? ¿Así demuestran su hombría?- exclamé dirigiéndome a todos aquellos incomprensibles licántropos.
En ningún momento mi mano abandonó el brazo de Erlend. -Por si no se percatan, mi esposo les aventaja un milenio en experiencia y es su mejor oportunidad de ganar la guerra.- Otra vez intentaba apelar a Damon, observándolo por momentos y luego regresando la mirada a mi esposo, mi pecho subiendo y bajando con virulencia, consciente de que la espada bastarda estaba a unos centímetros de mi alcance en caso de que él la necesitara.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Una velada en familia [Privado]
Ese lobo era un autentico inepto. Se atrevía a mantenerse en pie desafiando mi inteligencia y aun algo peor..mi paciencia.
Mi esposa tiraba de mi mano, mas ya era demasiado tarde, si la obedecía, quedaría claro que pasaba por alto esta ofensa y de hacerlo,el ganaría la batalla, mas yo nunca perdía.
Sus ojos ámbar chocaron con los míos, que ahora rojo sangre le desafiaban sin remedio.
Un gruñido escapó de su garganta, uno que dejaba claro, que la batalla se había desatado, y que por ende, la guerra empezara en esa playa.
Mis dientes crecieron, dispuestos a saciarse de sangre, y mis garras a cumplir la promesa que hacia escasos minutos había escapado de mis labios.
Pues yo jamas hablaba en vano, y de no deponer su actitud, su corazón acompañaría a las sirenas aquella noche sin estrellas.
Un golpe seco en la mesa fue lo que hizo que todos los lobos, incluida mi esposa, que nerviosa tiraba de mi tratando de con palabras sabias calmar a los presentes, desviaran en completo silencio su mirada hacia Damon. Ahora en pie y con los ojos ámbar miraba a todos los presentes, incluida a mi persona.
-¡Sentaos! -rugió.
He de admitir que ese hombre imponía, para ser un lobo. Claro que yo, era un vampiro, y el miedo para mi no era conocido.
Vi complacido como todos los presentes tomaban asiento, incluido el necio de su cuñado, que ahora apartaba la mirada del alfa por excelencia.
Damon camino con paso decidido hacia mi, el único que había permanecido en pie, y que ahora cubría con mi cuerpo el de mi mujer, esperando la reacción de un hombre, que bien sabia podría complicarme la vida.
No era la primera vez que nos encontrábamos, admito que su forma de luchar era legendaria y que en nuestro ultimo encuentro de un modo u otro habíamos quedado en tablas.
-Damon, ahora que has echo callar a los cachorros hablaré yo.
Su mirada de desaprobación frente a mis palabras resulto evidente, mas yo no era uno de su manada, no le debía obediencia y empezaba a cansarme esta farsa.
-Mi preciosa mujer ha venido hasta aquí esta noche para ayudar a una amiga y del mismo modo yo también.
Esa amiga a la que todos parecéis ignorar y de echo, hasta despreciar.
Todos incluido tu -dije apretando el gesto señalando al desgraciado de su marido -tu , que compartiste una boda conmigo, una en la que los dioses y el amor, fueron testigos de algo que hoy pareces negarte a ti mismo.
Créeme, no habrá lugar en el cielo ni en la tierra que pueda esconderte de mi si Moira derrama una sola lagrima mas por tu torpeza.
Mis ojos se desviaron hacia el mismo Damon.
-Que me odias es sabido, que del mismo modo, el perro que se sienta junto a tu hermana también lo hace, es un echo. Mas si queréis que esas tierras queden libres de nosferatu, yo soy vuestra única baza.
Os mataría a todos sin despeinarme, y aun me quedarían fuerzas para tirarme a mi mujer sobre esta mesa. Así que hacer el favor de escuchar mi propuesta, pues de no hacerlo, me iré y perderéis esta guerra.
Mi esposa tiraba de mi mano, mas ya era demasiado tarde, si la obedecía, quedaría claro que pasaba por alto esta ofensa y de hacerlo,el ganaría la batalla, mas yo nunca perdía.
Sus ojos ámbar chocaron con los míos, que ahora rojo sangre le desafiaban sin remedio.
Un gruñido escapó de su garganta, uno que dejaba claro, que la batalla se había desatado, y que por ende, la guerra empezara en esa playa.
Mis dientes crecieron, dispuestos a saciarse de sangre, y mis garras a cumplir la promesa que hacia escasos minutos había escapado de mis labios.
Pues yo jamas hablaba en vano, y de no deponer su actitud, su corazón acompañaría a las sirenas aquella noche sin estrellas.
Un golpe seco en la mesa fue lo que hizo que todos los lobos, incluida mi esposa, que nerviosa tiraba de mi tratando de con palabras sabias calmar a los presentes, desviaran en completo silencio su mirada hacia Damon. Ahora en pie y con los ojos ámbar miraba a todos los presentes, incluida a mi persona.
-¡Sentaos! -rugió.
He de admitir que ese hombre imponía, para ser un lobo. Claro que yo, era un vampiro, y el miedo para mi no era conocido.
Vi complacido como todos los presentes tomaban asiento, incluido el necio de su cuñado, que ahora apartaba la mirada del alfa por excelencia.
Damon camino con paso decidido hacia mi, el único que había permanecido en pie, y que ahora cubría con mi cuerpo el de mi mujer, esperando la reacción de un hombre, que bien sabia podría complicarme la vida.
No era la primera vez que nos encontrábamos, admito que su forma de luchar era legendaria y que en nuestro ultimo encuentro de un modo u otro habíamos quedado en tablas.
-Damon, ahora que has echo callar a los cachorros hablaré yo.
Su mirada de desaprobación frente a mis palabras resulto evidente, mas yo no era uno de su manada, no le debía obediencia y empezaba a cansarme esta farsa.
-Mi preciosa mujer ha venido hasta aquí esta noche para ayudar a una amiga y del mismo modo yo también.
Esa amiga a la que todos parecéis ignorar y de echo, hasta despreciar.
Todos incluido tu -dije apretando el gesto señalando al desgraciado de su marido -tu , que compartiste una boda conmigo, una en la que los dioses y el amor, fueron testigos de algo que hoy pareces negarte a ti mismo.
Créeme, no habrá lugar en el cielo ni en la tierra que pueda esconderte de mi si Moira derrama una sola lagrima mas por tu torpeza.
Mis ojos se desviaron hacia el mismo Damon.
-Que me odias es sabido, que del mismo modo, el perro que se sienta junto a tu hermana también lo hace, es un echo. Mas si queréis que esas tierras queden libres de nosferatu, yo soy vuestra única baza.
Os mataría a todos sin despeinarme, y aun me quedarían fuerzas para tirarme a mi mujer sobre esta mesa. Así que hacer el favor de escuchar mi propuesta, pues de no hacerlo, me iré y perderéis esta guerra.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Una velada en familia [Privado]
Parecía que las aguas volvían a su cauce, al menos de momento, cuando fue el hermano de Damon quien levantándose de su asiento tomó la palabra, haciendo girar a todos los presentes las miradas hacia él. Expuso el tema con calma, explicando cómo tanto su manada como otras colindantes corrían el riesgo de seguir la misma suerte que la del pequeño que decía ser su hijo y que jugaba con el pelo de la vampiresa que se sentaba a su lado. Una manada que, incapaz de defenderse, había desaparecido a manos de los nosferatu. Planteó una situación que yo ya conocía, la misma que le había escuchado exponer ante Damon durante su estancia en la casa de mi alfa, suplicándonos una ayuda que si bien no tenía nada que ver con nosotros. ¿Por qué ayudar a unos completos desconocidos cuando nadie nos había ayudado a nosotros cuando nos habíamos tenido que enfrentar a nuestros enemigos?
Observé de reojo mientras bebía de mi zumo como la hermana pequeña de Damon se levantaba a coger al pequeño en brazos, ese que según las palabras de Reidar se había convertido en su sobrino. Hice un gesto de disgusto cuando caí en la cuenta que el niño que portaba en mi vientre también sería el sobrino de esos dos patanes que incapaces de defender su manada, venían sollozando a por la ayuda de la nuestra. Desde luego que el padre de Damon había dotado a mi alfa con la mejor parte de sus genes, porque la de los otros dos dejaba mucho de desear.
Puse los ojos en blanco cuando de nuevo la loba con aires de grandeza abrió la boca para hablar, proseguida de su prometido que al parecer se pensaba ser alguien importante e indispensable en esa reunión, en la que solo estaba invitado por tener el mal gusto de querer prometerse con la “hermanita” de Damon. Juraría que me estaban dando arcadas de escuchar tanta estupidez y soberbia por parte de todos, más de pronto las cosas comenzaron a ponerse interesantes. El lobo engreído y con pocos modales parecía dispuesto a hacer saltar la liebre antes de dar cuenta de la cena, con el hambre que yo tenía; pues no dudó en provocar a Erlend con sus “amistosas” palabras. Me enderecé en mi asiento para ver bien toda la pelea, donde sin duda alguna saldría vencedor aquel vampiro embravecido por la presencia de su mujer, y que no tardaría ni un segundo en cumplir su amenaza. Había visto sus manos amenazar el pecho de Damon en nuestro primer encuentro, y aquel lobo que hacía buena pareja con Odalyn por creerse más de lo que eran, no sería rival para él.
Más mi alfa, poniéndose en pie con los ojos ámbar, me fastidió el espectáculo, pues dando un palmetazo en la mesa consiguió que todos y cada uno de ellos se sentase de nuevo en sus asientos. Una pequeña carcajada salió de mis labios al ver como el prometido lobo feroz se sentaba en silencio con el rabo entre las piernas, y como tanto la humana como la vampiresa que también se habían puesto en pie con la intención de detener a Erlend hacían lo propio. Mucho ladrar pero poco morder; a estos les daría yo una lección en cuanto me quitasen el reposo al que estaba sometida.
Damon se encaminó hacia Erlend, el único que se mantenía en pie, haciéndonos participes de su opinión al respecto. No pude evitar mirar a la vampiresa mientras me levantaba y me colocaba tras Damon; podía ser que Reidar y Damon supiesen de mi flaqueza, pero para los demás era la beta y protegería a mi alfa si osaban con pasarse de la raya. Moira parecía incómoda cuando todas las miradas se clavaron en ella por las palabras de Erlend, esas que nos acusaban de tratarla con desprecio; ¿Y que esperaba siendo inmortal? ¿Qué la invitase a tomar el té y a hablar sobre bebés y pañales? De nuevo nauseas al pensar en que yo debería cambiárselos a mi hijo. La ansiedad me agolpaba por momentos cuando suspiré tras mi alfa y esperé que fuese él quien pusiese a cada uno en su sitio, y se dejasen ya de tonterías. El embarazo me daba hambre, y por tanta tontería la cena se estaba demorando.
Observé de reojo mientras bebía de mi zumo como la hermana pequeña de Damon se levantaba a coger al pequeño en brazos, ese que según las palabras de Reidar se había convertido en su sobrino. Hice un gesto de disgusto cuando caí en la cuenta que el niño que portaba en mi vientre también sería el sobrino de esos dos patanes que incapaces de defender su manada, venían sollozando a por la ayuda de la nuestra. Desde luego que el padre de Damon había dotado a mi alfa con la mejor parte de sus genes, porque la de los otros dos dejaba mucho de desear.
Puse los ojos en blanco cuando de nuevo la loba con aires de grandeza abrió la boca para hablar, proseguida de su prometido que al parecer se pensaba ser alguien importante e indispensable en esa reunión, en la que solo estaba invitado por tener el mal gusto de querer prometerse con la “hermanita” de Damon. Juraría que me estaban dando arcadas de escuchar tanta estupidez y soberbia por parte de todos, más de pronto las cosas comenzaron a ponerse interesantes. El lobo engreído y con pocos modales parecía dispuesto a hacer saltar la liebre antes de dar cuenta de la cena, con el hambre que yo tenía; pues no dudó en provocar a Erlend con sus “amistosas” palabras. Me enderecé en mi asiento para ver bien toda la pelea, donde sin duda alguna saldría vencedor aquel vampiro embravecido por la presencia de su mujer, y que no tardaría ni un segundo en cumplir su amenaza. Había visto sus manos amenazar el pecho de Damon en nuestro primer encuentro, y aquel lobo que hacía buena pareja con Odalyn por creerse más de lo que eran, no sería rival para él.
Más mi alfa, poniéndose en pie con los ojos ámbar, me fastidió el espectáculo, pues dando un palmetazo en la mesa consiguió que todos y cada uno de ellos se sentase de nuevo en sus asientos. Una pequeña carcajada salió de mis labios al ver como el prometido lobo feroz se sentaba en silencio con el rabo entre las piernas, y como tanto la humana como la vampiresa que también se habían puesto en pie con la intención de detener a Erlend hacían lo propio. Mucho ladrar pero poco morder; a estos les daría yo una lección en cuanto me quitasen el reposo al que estaba sometida.
Damon se encaminó hacia Erlend, el único que se mantenía en pie, haciéndonos participes de su opinión al respecto. No pude evitar mirar a la vampiresa mientras me levantaba y me colocaba tras Damon; podía ser que Reidar y Damon supiesen de mi flaqueza, pero para los demás era la beta y protegería a mi alfa si osaban con pasarse de la raya. Moira parecía incómoda cuando todas las miradas se clavaron en ella por las palabras de Erlend, esas que nos acusaban de tratarla con desprecio; ¿Y que esperaba siendo inmortal? ¿Qué la invitase a tomar el té y a hablar sobre bebés y pañales? De nuevo nauseas al pensar en que yo debería cambiárselos a mi hijo. La ansiedad me agolpaba por momentos cuando suspiré tras mi alfa y esperé que fuese él quien pusiese a cada uno en su sitio, y se dejasen ya de tonterías. El embarazo me daba hambre, y por tanta tontería la cena se estaba demorando.
Arely Pucini- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/06/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una velada en familia [Privado]
Todo se iba a pique, la maldita cena, se había convertido en un patio de colegio en el que unos y otros se median la polla para ver quien la tenia mas grande.
Escuchaba las amenazas de todos, como si aquello lejos de una comida “familiar” fuera un campo de batalla donde pronto empezaría a derramarse la sangre del mas incauto.
Reidar había hablado, también Errol y aunque comprendía a ambos, no estaba descuerdo con ninguno de ellos.
Adaline parecía suplicarme con la mirada que intercediera, creo que consciente de que pronto su marido destriparía al prometido de mi hermana.
Mi gesto se tensó, no quería intervenir, sabia que no debía hacerlo ,pues Reidar en esta ocasion tenia que mostrar su liderazgo y no yo.
Un manotazo en la mesa fue lo único que me alivio, mis ojos se centraron en todos y cada uno de los presentes, mientras estos volvían a tomar asiento.
Ojos ámbar que clavé en los de Erlend, que en pie y desafiante, me dedicaba su roja mirada.
Su sonrisa de medio lado era toda una declaración de intenciones, y sus palabras no daban lugar a dudas que el se creía por encima de todos nosotros. Mas aunque en parte hoy fuera así, cuando madre luna acariciara mi piel, Erlend y yo, seriamos dos grandes contrincantes, y de esa pelea, ni el ni yo saldríamos indemnes.
Caminé seguido de mi beta hacia su posición, no quería pelea, solo entablar una conversación que nos ayudara a todos a comprendernos mejor.
Mas no seria con Erlend con quien pudiera entenderme, eso lo sabia tan bien como que en mi ausencia todos se mantendrían quietos y en silencio degustando la comida que había sido servida.
-Con tu permiso Erlend, me gustaría conversar con tu preciosa mujer, creo que ella es la mas sensata de todos los aquí presentes.
Erlend hundió su mirada en la mía, casi podía leer sus pensamientos, un “si la tocas te mato”, mas asintió con la cabeza al tiempo que yo extendí mi brazo para que la dama lo tomara con delicadeza.
Caminamos despacio hacia la playa, hasta que nuestros pies rozaron la parte mas húmeda de la arena.
-Siento el comportamiento de los míos, se que nos tienes miedo, aunque desconozco el por que. Tampoco pido que me lo cuentes, todos portamos cargas a nuestras espaldas de las que es mejor no hablar..al menos con un desconocido.
Intuirás que el motivo por el que deseo pasear contigo, no es meramente lo placentera que me pueda o no resultar tu compañía, si no, que sé que eres la única capaz de controlar a la bestia que se esconde tras ese inmortal.
Hice una pausa, quizás porque en le fondo Erlend y yo no eramos tan distintos, porque en mi interior también moraba un monstruo, y solo Jade, lograba de un modo u otro apaciguarle.
-Bien, dicho esto. Tu, la vaina de su espada, es decir la única que le trae paz en tiempos de guerra, has de tratar, por el bien de todos controlar su temperamento.
Se que los lobos tampoco están poniendo demasiado de su parte, mas por eso los he llamado al orden.
Este no era el papel que yo deseaba asumir esta noche, ni siquiera las tierras por las que moriré si es necesario son mías. Mas deseo ayudar a mis hermanos, y vosotros a Moira de algún modo.
Soy consciente de que tu marido es una gran baza para esta causa, del mismo modo admito que luchar codo con codo con el no me gusta. Esa no seria la decisión que hubiera tomado para mi manada, mas esta no es mía, si no de Reidar.
Asumiré su decisión, pero, has de poner paz entre esos dos o esta cena acabará de un modo bien distinto para el que se pensó.
También se como miráis a mi hermano, que os habéis dado cuenta de lo mal que esta con Moira y seguramente en esto tampoco pensemos lo mismo.
Yo veo el sufrimiento de Reidar porque las cosas se han hecho mal. Se que la quiere, pero el no quería ese tipo de boda, el ansiaba otra cosa. Se lo dijo muchas veces, que tenia que ir despacio, que una guerra se le cernía sobre sus hombros y que en estos momento la manada era lo único importante.
¿Como crees que se tomara una manada de lobos que se haya casado con una inmortal? ¿que crees que pensaran cuando mientras ellos mueren el esta en París desposándose?
Las cosas no son fáciles Adaline...y Moira tenia que haber respetado a mi hermano y no forzarlo borracho a casarse sin pensarlo.
Dejé escapar el aire esperando su contra respuesta, del mismo modo, mis ojos bailaban hacia el lugar de la cena, desde donde Erlend, fijo en nosotros nos observaba como si fuéramos su presa.
-Te quiere -le dije con una triste sonrisa.
Quizás lo sabia, porque en sus ojos veía, el modo en el que yo había mirado a la mujer que a fecha de hoy aun no había olvidado.
Escuchaba las amenazas de todos, como si aquello lejos de una comida “familiar” fuera un campo de batalla donde pronto empezaría a derramarse la sangre del mas incauto.
Reidar había hablado, también Errol y aunque comprendía a ambos, no estaba descuerdo con ninguno de ellos.
Adaline parecía suplicarme con la mirada que intercediera, creo que consciente de que pronto su marido destriparía al prometido de mi hermana.
Mi gesto se tensó, no quería intervenir, sabia que no debía hacerlo ,pues Reidar en esta ocasion tenia que mostrar su liderazgo y no yo.
Un manotazo en la mesa fue lo único que me alivio, mis ojos se centraron en todos y cada uno de los presentes, mientras estos volvían a tomar asiento.
Ojos ámbar que clavé en los de Erlend, que en pie y desafiante, me dedicaba su roja mirada.
Su sonrisa de medio lado era toda una declaración de intenciones, y sus palabras no daban lugar a dudas que el se creía por encima de todos nosotros. Mas aunque en parte hoy fuera así, cuando madre luna acariciara mi piel, Erlend y yo, seriamos dos grandes contrincantes, y de esa pelea, ni el ni yo saldríamos indemnes.
Caminé seguido de mi beta hacia su posición, no quería pelea, solo entablar una conversación que nos ayudara a todos a comprendernos mejor.
Mas no seria con Erlend con quien pudiera entenderme, eso lo sabia tan bien como que en mi ausencia todos se mantendrían quietos y en silencio degustando la comida que había sido servida.
-Con tu permiso Erlend, me gustaría conversar con tu preciosa mujer, creo que ella es la mas sensata de todos los aquí presentes.
Erlend hundió su mirada en la mía, casi podía leer sus pensamientos, un “si la tocas te mato”, mas asintió con la cabeza al tiempo que yo extendí mi brazo para que la dama lo tomara con delicadeza.
Caminamos despacio hacia la playa, hasta que nuestros pies rozaron la parte mas húmeda de la arena.
-Siento el comportamiento de los míos, se que nos tienes miedo, aunque desconozco el por que. Tampoco pido que me lo cuentes, todos portamos cargas a nuestras espaldas de las que es mejor no hablar..al menos con un desconocido.
Intuirás que el motivo por el que deseo pasear contigo, no es meramente lo placentera que me pueda o no resultar tu compañía, si no, que sé que eres la única capaz de controlar a la bestia que se esconde tras ese inmortal.
Hice una pausa, quizás porque en le fondo Erlend y yo no eramos tan distintos, porque en mi interior también moraba un monstruo, y solo Jade, lograba de un modo u otro apaciguarle.
-Bien, dicho esto. Tu, la vaina de su espada, es decir la única que le trae paz en tiempos de guerra, has de tratar, por el bien de todos controlar su temperamento.
Se que los lobos tampoco están poniendo demasiado de su parte, mas por eso los he llamado al orden.
Este no era el papel que yo deseaba asumir esta noche, ni siquiera las tierras por las que moriré si es necesario son mías. Mas deseo ayudar a mis hermanos, y vosotros a Moira de algún modo.
Soy consciente de que tu marido es una gran baza para esta causa, del mismo modo admito que luchar codo con codo con el no me gusta. Esa no seria la decisión que hubiera tomado para mi manada, mas esta no es mía, si no de Reidar.
Asumiré su decisión, pero, has de poner paz entre esos dos o esta cena acabará de un modo bien distinto para el que se pensó.
También se como miráis a mi hermano, que os habéis dado cuenta de lo mal que esta con Moira y seguramente en esto tampoco pensemos lo mismo.
Yo veo el sufrimiento de Reidar porque las cosas se han hecho mal. Se que la quiere, pero el no quería ese tipo de boda, el ansiaba otra cosa. Se lo dijo muchas veces, que tenia que ir despacio, que una guerra se le cernía sobre sus hombros y que en estos momento la manada era lo único importante.
¿Como crees que se tomara una manada de lobos que se haya casado con una inmortal? ¿que crees que pensaran cuando mientras ellos mueren el esta en París desposándose?
Las cosas no son fáciles Adaline...y Moira tenia que haber respetado a mi hermano y no forzarlo borracho a casarse sin pensarlo.
Dejé escapar el aire esperando su contra respuesta, del mismo modo, mis ojos bailaban hacia el lugar de la cena, desde donde Erlend, fijo en nosotros nos observaba como si fuéramos su presa.
-Te quiere -le dije con una triste sonrisa.
Quizás lo sabia, porque en sus ojos veía, el modo en el que yo había mirado a la mujer que a fecha de hoy aun no había olvidado.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: Una velada en familia [Privado]
Mis pensamientos derrotistas se vieron interrumpidos por las palabras de aquel lobo al que amaba a pesar de todo, a pesar de rechazarme de esa forma tan cruel y a pesar de que me culpase injustamente de haberle traicionado. Unas palabras que pese a relatar la precaria situación de su manada, así como de la suerte corrida por otras manadas colindantes a manos de los nosferatu, fueron dichas con la entereza propia del alfa que era. Me resultaba imposible no escuchar su discurso embobada, dejándome mecer por el tono de su voz, por la calidez de sus palabras. Podía sentir los cambios en su aura, que se tornaba de colores vivos como el fuego de las antorchas que nos iluminaban, producidos por la rabia al recordar los estragos que provocaban estos despreciables seres, sembrando el terror por allá donde pasaban. Me vi tentada a unir mi mano con la suya, tratar de transmitirle mi apoyo incondicional promovido por ese amor que le profesaba, pero de nuevo, el miedo a que me rechazase me sublevó, y después de haber extendido mi mano hasta sentir el calor de sus dedos, retrocedí y la llevé hasta mi regazo, tras un suspiro por el desear tanto volver a tocarlo y no poder hacerlo.
Nada de lo que dijo era nuevo para mí, conocía la situación de su manada porque él me la había explicado con anterioridad, porque me había dicho un sinfín de veces lo mal que se sentía por estar allí en París mientras su gente corría grave peligro. Era por esto por lo que me había pedido paciencia, por lo que me había prometido que volvería después de la guerra para poder hablar sobre nuestras opciones para estar juntos; entendía que quería primero saber que su manada permanecía a salvo, y después de escuchar de nuevo en mi mente cada una de esas palabras que me había dicho varias veces, comprendí porqué se sentía traicionado. Pero se equivocaba; jamás lo traicionaría ni haría nada que le dañase. Solo me había dejado llevar por la ilusión del momento, pensando que tal vez él había cambiado de opinión, que no quería esperar hasta después de la guerra, que necesitaba tanto como yo tener algo por lo que volver; ¿acaso era un crimen querer casarse con la persona a la que amabas, aunque fuese de esa forma tan alocada?
Fue entonces cuando presentó a Lobbo a su hermana y a su futuro cuñado, pues por lo que podía deducir, tanto Damon como su beta bien sabían quién era el pequeño que jugaba entre mis piernas con algo encontrado en la arena. Esperé que quizás también había llegado el momento en el que me presentaría a mí como su mujer, pero su discurso finalizó sin mencionar una sola palabra al respecto. Más no fue el hecho de que no me presentase lo que me dolió, sino que al sentarse de nuevo a mi lado, fue incapaz siquiera de mirarme a los ojos; unos ojos que lo buscaban con desesperación, sintiéndome totalmente ignorada por el hombre que para mí era el centro de mi universo, y para quien yo no significaba absolutamente nada.
Escuché a su hermana hablar otra vez, sin importarme mucho lo que decía mientras me mantenía absorta en mis pensamientos, que se vieron de nuevo interrumpidos cuando sin más dilación cogió al pequeño quillan entre sus brazos, separándolo de nuevo de mi lado. Traté de esbozar una sonrisa cuando Lobbo me miró fijamente, esperando ver en mi rostro un gesto que le indicase que aquella mujer que se lo llevaba hasta su asiento tenía mi bendición, más ¿qué podía hacer yo si ella realmente era su familia? Observé sonreír a Reidar al ver a Odalyn con su hijo, la sonrisa de un padre orgulloso de su pequeño. Sin duda sería un buen padre, y por lo que veía ya no me necesitaba a su lado para cuidar de éste.
Solté el aire despacio tratando de calmarme, recordando por lo que estaba allí; para ayudar al lobo al que amaba más que a mi eternidad y por quien lucharía para salvar a su manada y dar muerte a los nosferatu, aunque sabía que al igual que en su vida presente, él no contaba con mi presencia durante la batalla.
Fueron las estúpidas palabras de su futuro cuñado las que me hicieron torcer el gesto de pura incredulidad, ¿acaso se pensaba que por llevar a su manada podrían salir victoriosos de esa gesta en la que había caído una manada tras otra? ¿Es que no se daba cuenta que la única forma de pararles los pies a los nosferatu era meter a los inmortales de por medio, una táctica que desde luego no esperarían y que proporcionaría cierta ventaja a la manada de Reidar sobre éstos? Ni Erlend ni yo lucharíamos hasta la muerte por defender a ninguna manada si no fuese porque me había enamorado de Reidar; si no fuese porque mi mayor deseo era que resultase ileso de esa guerra y que pudiese disfrutar de su legado con su hijo. ¿Acaso se pensaría que lo ayudaríamos a él (y con él me refería al futuro cuñado de mi marido) para salvar a la suya? Nada más lejos de la realidad. La diferencia es que nosotros nos callábamos lo que pensábamos, e intentábamos no empeorar las cosas que de por sí ya estaban bastante complicadas.
Tal vez debería hablar solo por mí, pues ante las amenazas y un gruñido provocado por la garganta de Errol, la situación se descontroló hasta un punto muy delicado, y ese inmortal que yo pensaba que mantendría la compostura se puso en pie como si de un muelle se tratase. Sentí que el miedo de Adaline la hacía estremecerse en su silla de pies a cabeza, podía ver en su mente el recuerdo de un ataque lupino algo borroso, unos ojos amarillos que la acechaban; un pequeño flashback que la dejó atemorizada en su asiento durante unos segundos, tiempo suficiente para que Erlend se encarase a aquel lobo al que devolvió la amenaza con creces.
Me puse en pie como un resorte, sabiendo que solo yo sería capaz de llegar a tiempo de apartar la mano de Erlend del pecho de aquel lobo que se quedaría sin ese músculo que necesitaba para vivir, y en cuya extracción del mismo mi amigo era un experto; y por lo que veía en la mirada del inmortal, era una amenaza que disfrutaría cumpliendo.
-Erlend, por favor, ahora son mi familia.- supliqué en un susurro, consciente de que me había escuchado perfectamente, y que solo la voz de Adaline sería capaz de aplacar su rabia, posando su mano sobre su brazo y meciéndolo con esas palabras que esperaba que consiguiese calmar sus demonios. Busqué su mirada, rogándole que se detuviese en su empeño, que no cumpliese esa amenaza en la que todos nos veríamos envueltos en un punto de no retorno.
Si empezaba una lucha, podría sacar a Adaline de allí, pero conseguir que él saliese ileso sería más complicado, sobretodo porque conociéndolo no descansaría hasta que el último lobo estuviese muerto, o en caso contrario, hasta que fuese él quien terminase desmembrado. Aquello no pintaba nada bien, y era consciente de que mis palabras poco o nada influirían en Erlend , más fue un manotazo de Damon sobre la mesa lo que nos hizo a todos los que nos encontrábamos en pie preparados para lo peor, quedarnos paralizados; seguido de una orden gritada con ímpetu, que sentó de nuevo a los presentes en sus asientos sin que fuésemos capaces de emitir sonido alguno. El pequeño Lobbo comenzó a llorar por el susto, buscándome con la mirada y esperando que lo reconfortase entre mis brazos. Necesitaba cogerlo, pero no quería empeorar las cosas en un momento tan precario como el que sucedía en ese instante, y donde mi acción podría ser malinterpretada.
Todos permanecimos callados, excepto Erlend, que tomó este gesto de Damon como la concesión de su turno de palabra, en el que no solo se despachó a gusto con los lobos, sino que además amenazó a mi marido si osaba hacerme llorar (menos mal que no era capaz de leerme la mente). Negué con la cabeza, agradeciendo en el fondo que me estuviese demostrando la gran amistad que nos unía, esa por la que mantenía su amenaza a un lado, aunque seguía demostrando que la sutileza no era lo suyo. Por un momento las miradas se clavaron en mí y en Reidar, y mordiéndome el labio nerviosa, dirigí la mirada hacia Adaline que parecía confundida por la invitación de Damon a hablar con ella en lugar de con Erlend.
No tardaron en alejarse de la mesa donde la cena comenzó a servirse por las doncellas del catering contratadas para la ocasión, y que después de vagar por sus recuerdos me percaté de que no habían presenciado tal desafortunado encuentro. El pequeño Lobbo seguía sollozando alargando sus manitas hacía mí, ante la mirada de Reidar que se encontraba sentado entre ambos. Clavé mis ojos en los suyos, yo necesitaba a ese niño tanto como él a mí, más no estaba en mi mano decidir con quien debía estar el pequeño. Deseaba que durante al menos unos segundos me diese una tregua, que nos diese la oportunidad de hablar y solucionar lo sucedido. Necesitaba volver a sentirme envuelta entre sus brazos, acunada por la calidez de su cuerpo, pues desde hacía una semana, me había sentido más fría de lo normal.
Desvié por unos segundos la mirada hacia Erlend, que permanecía tenso al ver a Damon caminando hacia la orilla con su mujer.
-Erlend, no te preocupes, con Damon estará bien, es un buen hombre y sabes que no la lastimaría. Quizás sea más fácil para ellos tratar con una humana que con nosotros.- susurré trasnmitiéndole con la mirada toda la serenidad que pude en unos momentos en los que todo mi ser se desmoronaba por los problemas que tenía con Reidar.- Confía en mí, si Damon lo ha decidido así, es porque es lo mejor para todos.
Nada de lo que dijo era nuevo para mí, conocía la situación de su manada porque él me la había explicado con anterioridad, porque me había dicho un sinfín de veces lo mal que se sentía por estar allí en París mientras su gente corría grave peligro. Era por esto por lo que me había pedido paciencia, por lo que me había prometido que volvería después de la guerra para poder hablar sobre nuestras opciones para estar juntos; entendía que quería primero saber que su manada permanecía a salvo, y después de escuchar de nuevo en mi mente cada una de esas palabras que me había dicho varias veces, comprendí porqué se sentía traicionado. Pero se equivocaba; jamás lo traicionaría ni haría nada que le dañase. Solo me había dejado llevar por la ilusión del momento, pensando que tal vez él había cambiado de opinión, que no quería esperar hasta después de la guerra, que necesitaba tanto como yo tener algo por lo que volver; ¿acaso era un crimen querer casarse con la persona a la que amabas, aunque fuese de esa forma tan alocada?
Fue entonces cuando presentó a Lobbo a su hermana y a su futuro cuñado, pues por lo que podía deducir, tanto Damon como su beta bien sabían quién era el pequeño que jugaba entre mis piernas con algo encontrado en la arena. Esperé que quizás también había llegado el momento en el que me presentaría a mí como su mujer, pero su discurso finalizó sin mencionar una sola palabra al respecto. Más no fue el hecho de que no me presentase lo que me dolió, sino que al sentarse de nuevo a mi lado, fue incapaz siquiera de mirarme a los ojos; unos ojos que lo buscaban con desesperación, sintiéndome totalmente ignorada por el hombre que para mí era el centro de mi universo, y para quien yo no significaba absolutamente nada.
Escuché a su hermana hablar otra vez, sin importarme mucho lo que decía mientras me mantenía absorta en mis pensamientos, que se vieron de nuevo interrumpidos cuando sin más dilación cogió al pequeño quillan entre sus brazos, separándolo de nuevo de mi lado. Traté de esbozar una sonrisa cuando Lobbo me miró fijamente, esperando ver en mi rostro un gesto que le indicase que aquella mujer que se lo llevaba hasta su asiento tenía mi bendición, más ¿qué podía hacer yo si ella realmente era su familia? Observé sonreír a Reidar al ver a Odalyn con su hijo, la sonrisa de un padre orgulloso de su pequeño. Sin duda sería un buen padre, y por lo que veía ya no me necesitaba a su lado para cuidar de éste.
Solté el aire despacio tratando de calmarme, recordando por lo que estaba allí; para ayudar al lobo al que amaba más que a mi eternidad y por quien lucharía para salvar a su manada y dar muerte a los nosferatu, aunque sabía que al igual que en su vida presente, él no contaba con mi presencia durante la batalla.
Fueron las estúpidas palabras de su futuro cuñado las que me hicieron torcer el gesto de pura incredulidad, ¿acaso se pensaba que por llevar a su manada podrían salir victoriosos de esa gesta en la que había caído una manada tras otra? ¿Es que no se daba cuenta que la única forma de pararles los pies a los nosferatu era meter a los inmortales de por medio, una táctica que desde luego no esperarían y que proporcionaría cierta ventaja a la manada de Reidar sobre éstos? Ni Erlend ni yo lucharíamos hasta la muerte por defender a ninguna manada si no fuese porque me había enamorado de Reidar; si no fuese porque mi mayor deseo era que resultase ileso de esa guerra y que pudiese disfrutar de su legado con su hijo. ¿Acaso se pensaría que lo ayudaríamos a él (y con él me refería al futuro cuñado de mi marido) para salvar a la suya? Nada más lejos de la realidad. La diferencia es que nosotros nos callábamos lo que pensábamos, e intentábamos no empeorar las cosas que de por sí ya estaban bastante complicadas.
Tal vez debería hablar solo por mí, pues ante las amenazas y un gruñido provocado por la garganta de Errol, la situación se descontroló hasta un punto muy delicado, y ese inmortal que yo pensaba que mantendría la compostura se puso en pie como si de un muelle se tratase. Sentí que el miedo de Adaline la hacía estremecerse en su silla de pies a cabeza, podía ver en su mente el recuerdo de un ataque lupino algo borroso, unos ojos amarillos que la acechaban; un pequeño flashback que la dejó atemorizada en su asiento durante unos segundos, tiempo suficiente para que Erlend se encarase a aquel lobo al que devolvió la amenaza con creces.
Me puse en pie como un resorte, sabiendo que solo yo sería capaz de llegar a tiempo de apartar la mano de Erlend del pecho de aquel lobo que se quedaría sin ese músculo que necesitaba para vivir, y en cuya extracción del mismo mi amigo era un experto; y por lo que veía en la mirada del inmortal, era una amenaza que disfrutaría cumpliendo.
-Erlend, por favor, ahora son mi familia.- supliqué en un susurro, consciente de que me había escuchado perfectamente, y que solo la voz de Adaline sería capaz de aplacar su rabia, posando su mano sobre su brazo y meciéndolo con esas palabras que esperaba que consiguiese calmar sus demonios. Busqué su mirada, rogándole que se detuviese en su empeño, que no cumpliese esa amenaza en la que todos nos veríamos envueltos en un punto de no retorno.
Si empezaba una lucha, podría sacar a Adaline de allí, pero conseguir que él saliese ileso sería más complicado, sobretodo porque conociéndolo no descansaría hasta que el último lobo estuviese muerto, o en caso contrario, hasta que fuese él quien terminase desmembrado. Aquello no pintaba nada bien, y era consciente de que mis palabras poco o nada influirían en Erlend , más fue un manotazo de Damon sobre la mesa lo que nos hizo a todos los que nos encontrábamos en pie preparados para lo peor, quedarnos paralizados; seguido de una orden gritada con ímpetu, que sentó de nuevo a los presentes en sus asientos sin que fuésemos capaces de emitir sonido alguno. El pequeño Lobbo comenzó a llorar por el susto, buscándome con la mirada y esperando que lo reconfortase entre mis brazos. Necesitaba cogerlo, pero no quería empeorar las cosas en un momento tan precario como el que sucedía en ese instante, y donde mi acción podría ser malinterpretada.
Todos permanecimos callados, excepto Erlend, que tomó este gesto de Damon como la concesión de su turno de palabra, en el que no solo se despachó a gusto con los lobos, sino que además amenazó a mi marido si osaba hacerme llorar (menos mal que no era capaz de leerme la mente). Negué con la cabeza, agradeciendo en el fondo que me estuviese demostrando la gran amistad que nos unía, esa por la que mantenía su amenaza a un lado, aunque seguía demostrando que la sutileza no era lo suyo. Por un momento las miradas se clavaron en mí y en Reidar, y mordiéndome el labio nerviosa, dirigí la mirada hacia Adaline que parecía confundida por la invitación de Damon a hablar con ella en lugar de con Erlend.
No tardaron en alejarse de la mesa donde la cena comenzó a servirse por las doncellas del catering contratadas para la ocasión, y que después de vagar por sus recuerdos me percaté de que no habían presenciado tal desafortunado encuentro. El pequeño Lobbo seguía sollozando alargando sus manitas hacía mí, ante la mirada de Reidar que se encontraba sentado entre ambos. Clavé mis ojos en los suyos, yo necesitaba a ese niño tanto como él a mí, más no estaba en mi mano decidir con quien debía estar el pequeño. Deseaba que durante al menos unos segundos me diese una tregua, que nos diese la oportunidad de hablar y solucionar lo sucedido. Necesitaba volver a sentirme envuelta entre sus brazos, acunada por la calidez de su cuerpo, pues desde hacía una semana, me había sentido más fría de lo normal.
Desvié por unos segundos la mirada hacia Erlend, que permanecía tenso al ver a Damon caminando hacia la orilla con su mujer.
-Erlend, no te preocupes, con Damon estará bien, es un buen hombre y sabes que no la lastimaría. Quizás sea más fácil para ellos tratar con una humana que con nosotros.- susurré trasnmitiéndole con la mirada toda la serenidad que pude en unos momentos en los que todo mi ser se desmoronaba por los problemas que tenía con Reidar.- Confía en mí, si Damon lo ha decidido así, es porque es lo mejor para todos.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Una velada en familia [Privado]
En brazos de esa mujer de olor a canela con piel fría y suave nos acercamos hasta una mesa donde había más adultos reunidos. Observé atento como se hablaban unos a otros, y aunque era pequeño para entender de estas cosas, algo me decía que no parecían muy contentos de verse las caras, parecían niños pequeños discutiendo y cambiandose de asientos como si ya no se ajuntasen tras la riña; aunque también era cierto que me importaba bastante poco lo que hiciesen si podía seguir jugando con los rizos de ella. Conocía a casi todos los presentes de haberlos visto en alguna ocasión, pero sin duda eran sus brazos en los que deseaba estar.
Parecía que se había calmado con mi abrazo, y había dejado de sollozar. Sabía que eso era lo que necesitaba, pensé orgulloso de mí mismo por ser el hombre que la había consolado. Aunque mis suaves mordiscos en su hombro pronto se vieron interrumpidos; aquella mujer que conocí noches atrás y que parecía la mujer del otro hombre de la piel fría, cogió de la mano a aquel ángel que me sujetaba y nos acercó hasta mi papá, que se tensó de nuevo cuando ella estuvo a su lado. No fue tan malo como la última vez que estuvieron en esa casa con el jardín tan grande, pero sus miradas me decían que no estaban bien. ¿Por qué no podía estar con ella como el día que los conocí, cuando en sus ojos solo se veía felicidad? Era bonito verlos dándose besos y abrazados a todas horas, ¿qué había cambiado? Ella si lo miraba del mismo modo, aunque con la mirada más triste. Ella quería a mi papa, y yo los quería a los dos. ¿Ella me querría a mí también? Por la forma en que me besaba en el cuello juraría que sí. ¿Y mi papá, nos querría a los dos? Recordando como se miraban días antes, también podría jurar que sí.
Pronto tomamos asiento, yo sobre las piernas de esa dama que me abrazaba en su seno, infundándome tranquilidad con cada caricia que sobre mi pelo depositaba. Miré confundido cuando mi papá se puso en pie y comenzó a hablar a los demás en voz alta, mirándolos todos con atención. Hablaba muy bien, pero como no entendía nada de lo que decía, me limité a observar a un pequeño animal que andaba por la arena de forma extraña. Me aventuré a darle caza descendiendo por la pierna de la dama para intentar cogerlo; más no pude alcanzarlo, pues otra mujer a la que no conocía me cogió en sus brazos y me alejó de ella, mientras buscaba su mirada para que me rescatase.
No quería perderla otra vez, la había echado mucho de menos. Miré a esa mujer que no conocía y que me hablaba como si yo entendiese lo que decía, riéndose sola y sonriéndole al hombre que la acompañaba, ¿por qué los adultos nos hablaban de esa forma tan extraña? ¿Pensarían que por hacer caras ñoñas y voz estridente los íbamos a entender mejor? Poco después el hombre extraño y gesto serio se puso también en pie como mi papá, y desató la furia del resto. Ojos amarillos y rojos fue todo lo que pude ver, pues cerré los ojos con fuerza para despertar de esa pesadilla. Del miedo que me dio, me hice pipí encima, menos mal que llevaba los pañales, pues no quería enfurecer más al hombre de ojos amarillos por mojar a su mujer.
Acabé llorando y buscándola a ella con mis manitas cuando el hombre dueño de la casa en la que llevaba varios días viviendo golpeó la mesa y gritó con fuerza. Nunca lo había visto de esa forma, y me daba mucho miedo. Necesitaba volver a sus brazos, necesitaba que me calmase como solo ella sabía, y los brazos de la desconocida me lo impedían. Así que sin pensármelo dos veces, le di un mordisco para que me soltase y pasar a los brazos de mi padre, que sin duda sabría lo que yo quería, estar con ella.
Parecía que se había calmado con mi abrazo, y había dejado de sollozar. Sabía que eso era lo que necesitaba, pensé orgulloso de mí mismo por ser el hombre que la había consolado. Aunque mis suaves mordiscos en su hombro pronto se vieron interrumpidos; aquella mujer que conocí noches atrás y que parecía la mujer del otro hombre de la piel fría, cogió de la mano a aquel ángel que me sujetaba y nos acercó hasta mi papá, que se tensó de nuevo cuando ella estuvo a su lado. No fue tan malo como la última vez que estuvieron en esa casa con el jardín tan grande, pero sus miradas me decían que no estaban bien. ¿Por qué no podía estar con ella como el día que los conocí, cuando en sus ojos solo se veía felicidad? Era bonito verlos dándose besos y abrazados a todas horas, ¿qué había cambiado? Ella si lo miraba del mismo modo, aunque con la mirada más triste. Ella quería a mi papa, y yo los quería a los dos. ¿Ella me querría a mí también? Por la forma en que me besaba en el cuello juraría que sí. ¿Y mi papá, nos querría a los dos? Recordando como se miraban días antes, también podría jurar que sí.
Pronto tomamos asiento, yo sobre las piernas de esa dama que me abrazaba en su seno, infundándome tranquilidad con cada caricia que sobre mi pelo depositaba. Miré confundido cuando mi papá se puso en pie y comenzó a hablar a los demás en voz alta, mirándolos todos con atención. Hablaba muy bien, pero como no entendía nada de lo que decía, me limité a observar a un pequeño animal que andaba por la arena de forma extraña. Me aventuré a darle caza descendiendo por la pierna de la dama para intentar cogerlo; más no pude alcanzarlo, pues otra mujer a la que no conocía me cogió en sus brazos y me alejó de ella, mientras buscaba su mirada para que me rescatase.
No quería perderla otra vez, la había echado mucho de menos. Miré a esa mujer que no conocía y que me hablaba como si yo entendiese lo que decía, riéndose sola y sonriéndole al hombre que la acompañaba, ¿por qué los adultos nos hablaban de esa forma tan extraña? ¿Pensarían que por hacer caras ñoñas y voz estridente los íbamos a entender mejor? Poco después el hombre extraño y gesto serio se puso también en pie como mi papá, y desató la furia del resto. Ojos amarillos y rojos fue todo lo que pude ver, pues cerré los ojos con fuerza para despertar de esa pesadilla. Del miedo que me dio, me hice pipí encima, menos mal que llevaba los pañales, pues no quería enfurecer más al hombre de ojos amarillos por mojar a su mujer.
Acabé llorando y buscándola a ella con mis manitas cuando el hombre dueño de la casa en la que llevaba varios días viviendo golpeó la mesa y gritó con fuerza. Nunca lo había visto de esa forma, y me daba mucho miedo. Necesitaba volver a sus brazos, necesitaba que me calmase como solo ella sabía, y los brazos de la desconocida me lo impedían. Así que sin pensármelo dos veces, le di un mordisco para que me soltase y pasar a los brazos de mi padre, que sin duda sabría lo que yo quería, estar con ella.
Lobbo Landvik- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/08/2016
Re: Una velada en familia [Privado]
Todo se descontrolaba, aquella reunión familiar, lejos de ser le punto de unión entre todos para salvar mi manada, esa que se desvanecía con los minutos y que al parecer a ellos les importaba una mierda, se había convertido en un juego de egos.
Estaba desespero, parecía imposible o mejor dicho increíble como esos dos hombres se peleaban por una tontería, sin haber escuchado una sola palabra de las pronunciadas por mis labios ¿que parte de que mi manada se moría no habían escuchado?
Empezó a parecerme todo una mala idea, admito que el desanimo se apodero de mi y que pro un momento sentí que aquel viaje había sido no solo una perdida de tiempo si no la utopía de un lobo que pensaba que podía salvar sus bosques y a su linaje con ellos.
El golpe brusco de la mano de Damon contra la mesa causo un efecto sobrecogedor en los presentes, ese que hizo a todos menos al inmortal tomar asiento y sumirse en un áspero silencio solo roto pro el llanto de mi hijo, que al parecer deseaba correr al frio refugio de los brazos de mi mujer.
Le tome, ligeramente molesto ,quizás porque siempre encontraba en ella ese calor uqe n ose porque yo no le daba y del mismo modo lo deposité en sus brazos sin tan siquiera dedicarle una mirada.
Llegó el turno de palabra del inmortal ,ese que se tomo el por si mismo, haciendo caso omiso de todo lo demás.
Como siempre hacia amigos con cada una de sus frases, a veces no entendía que podía Moira haber visto en ese hombre que parecía un monstruo sarcástico y despiadado.
Aun menos entendía que hacia esa bella mujer que se había agenciado como esposa y que a su lado tendría un final trágico pues el aura de ese hombre era demasiado intensa para creer en los finales felices.
Fue con su amenaza cuando mis ojos se tornaron ámbar enfrentando a su mirada, esa que roja seguía desafiando a los presentes, quizás mi hermana y Errol tenían razón, quizás había sido una mala idea confiar en los inmortales y las cosas de lobos, entre lobos debían de quedar.
Mas de nuevo fue mi hermano mayor el que puso cordura a esta locura, no dialogando con un hombre incapaz de hacerlo, si no con la victima de este, esa que como yo había sido engañada en ese claro por la magia de esos monstruos milenarios.
La única diferencia es que ella aun no se había percatado del engaño.
Damon tomó a la doncella caminando con suavidad por la playa, mientras en la mesa se desataba el infierno de miradas silenciosas, ámbar, rojas, todos dispuestos a saltar sobre el enemigo.
Podía ver a Errol acariciar el mango de su cuchillo con mi hermana a su lado, supongo que en un afán desesperado de proteger a Odalyn aunque eso le costara la vida.
Era un buen hombre, quizás demasiado impulsivo, mas que lobo no era así cuando le tocaban lo que es suyo.
La hostilidad hacia mi hermana por parte de esos inmortales era evidente y con ella empezaban a ponerme de su contra y a darme cuenta de que había errado en muchas cosas desde que alcance París, la peor esa noche en la que los conocí.
Estaba desespero, parecía imposible o mejor dicho increíble como esos dos hombres se peleaban por una tontería, sin haber escuchado una sola palabra de las pronunciadas por mis labios ¿que parte de que mi manada se moría no habían escuchado?
Empezó a parecerme todo una mala idea, admito que el desanimo se apodero de mi y que pro un momento sentí que aquel viaje había sido no solo una perdida de tiempo si no la utopía de un lobo que pensaba que podía salvar sus bosques y a su linaje con ellos.
El golpe brusco de la mano de Damon contra la mesa causo un efecto sobrecogedor en los presentes, ese que hizo a todos menos al inmortal tomar asiento y sumirse en un áspero silencio solo roto pro el llanto de mi hijo, que al parecer deseaba correr al frio refugio de los brazos de mi mujer.
Le tome, ligeramente molesto ,quizás porque siempre encontraba en ella ese calor uqe n ose porque yo no le daba y del mismo modo lo deposité en sus brazos sin tan siquiera dedicarle una mirada.
Llegó el turno de palabra del inmortal ,ese que se tomo el por si mismo, haciendo caso omiso de todo lo demás.
Como siempre hacia amigos con cada una de sus frases, a veces no entendía que podía Moira haber visto en ese hombre que parecía un monstruo sarcástico y despiadado.
Aun menos entendía que hacia esa bella mujer que se había agenciado como esposa y que a su lado tendría un final trágico pues el aura de ese hombre era demasiado intensa para creer en los finales felices.
Fue con su amenaza cuando mis ojos se tornaron ámbar enfrentando a su mirada, esa que roja seguía desafiando a los presentes, quizás mi hermana y Errol tenían razón, quizás había sido una mala idea confiar en los inmortales y las cosas de lobos, entre lobos debían de quedar.
Mas de nuevo fue mi hermano mayor el que puso cordura a esta locura, no dialogando con un hombre incapaz de hacerlo, si no con la victima de este, esa que como yo había sido engañada en ese claro por la magia de esos monstruos milenarios.
La única diferencia es que ella aun no se había percatado del engaño.
Damon tomó a la doncella caminando con suavidad por la playa, mientras en la mesa se desataba el infierno de miradas silenciosas, ámbar, rojas, todos dispuestos a saltar sobre el enemigo.
Podía ver a Errol acariciar el mango de su cuchillo con mi hermana a su lado, supongo que en un afán desesperado de proteger a Odalyn aunque eso le costara la vida.
Era un buen hombre, quizás demasiado impulsivo, mas que lobo no era así cuando le tocaban lo que es suyo.
La hostilidad hacia mi hermana por parte de esos inmortales era evidente y con ella empezaban a ponerme de su contra y a darme cuenta de que había errado en muchas cosas desde que alcance París, la peor esa noche en la que los conocí.
Reidar Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 12/07/2016
Localización : En los bosques
Re: Una velada en familia [Privado]
-Si vuelves a asustar a mi mujer, tu corazón, acompañara al mar para golpear aun palpitante las rocas de este lugar.
Aquellas eran las palabras que marcarían el principio de una reunión muy diferente. Desde el principio de la misma, la tensión era palpable, pero aquellas palabras de mi prometido habían sido una provocación en toda regla; una provocación que sabía no quedaría en vano en la mente de aquel vampiro.
Compartía los sentimientos de Errol. No deseaba a inmortales ni extraños en nuestra lucha, bastante vergüenza me daba el tener que pedir ayuda a nuestro hermano mayor para que nos sacara las castañas del fuego como para ahora, luchar codo con codo con aquellos a los que hubiera matado gustosa. Pero al fin y al cabo, Reidar era el alfa de la manada, él mandaba y yo sólo podía aconsejarle y esperar que su caída no fuera muy estrepitosa.
-Errol basta... Por favor- supliqué llevando mi mano a su rostro para que interrumpiera el contacto visual con Erlend. -Es la manada de Reidar, mi manada todavía y entiendo si no compartes su idea de luchar con estos seres en el campo de batalla. Mas no puedes obligarle a que se ponga de tu lado, no tienes que luchar si quieres, no le debes lealtad. Yo sí y por eso te pido...-
Mis palabras fueron interrumpidas por el rugido de mi hermano mayor seguido de un golpe en la mesa. Se había hartado y quería poner orden, al fin, pues de lo contrario ninguno saldría vivo de aquella carpa.
-Salgamos fuera también Errol...- susurré buscando el contacto de su piel. Necesitaba apaciguarle, necesitaba la calma que él había traído a mi vida y que ahora amenazaba con destruirse. Mis dedos buscaron su piel, ahora cálida como un volcán al borde de la erupción. Acaricié el dorso de su brazo con lentitud mientras mis ojos se clavaban en los suyos, esperando a que retomaran el color habitual, aquel que me indicara que el peligro había pasado y que por fin sería dueño de sus actos. Cuando ocurrió deslice con lentitud mi mano hasta la suya, estrechándola para llevarle fuera conmigo, lejos de los sobrenaturales, lejos de Damon y aquella humana que había caído en las garras de Erlend.
Solté su mano con lentitud, sintiendo en la palma aún el rastro que su piel me dejaba con cada caricia, su olor, su esencia. Levanté el bajo de mi vestido y me deshice de los zapatos de tacón. La arena entre mis pies, y mis pies buscando el agua del mar.
-No puedes imponerle condiciones a mi hermano Errol... Es su manada y si sus decisiones no te gustan no tienes por qué acatarlas, del mismo modo que él jamás te diría cómo has de dirigir la tuya... la nuestra cuando sea tu esposa- mis labios dejaron escapar un leve suspiro y mi cuerpo se volvió buscando su mirada, su contacto de nuevo piel con piel.
Como si leyera mis pensamientos se deshizo de sus zapatos y caminó hacia mi hasta quedar a mi espalda. Sus brazos me envolvieron de nuevo, devolviéndome a mi hogar, ese que era su piel y su compañía -Entiendo que quieras protegerme de los sobrenaturales... y te lo agradezco, pero no deseo que pierdas la vida en el intento y mi hermano sus apoyos... No hace falta que luches con ellos, o que mandes tus hombres a la guerra, ya daremos mi hermano y yo con otra idea-
Giré mi cuerpo, quedando frente a él y apoyando mi frente sobre la suya. Estaba cansada, cansada de aquellas personas, cansada de ser la última en enterarme de todo lo relacionado con mi hermano y mi familia, cansada de tener que agachar las orejas, cansada de las humillaciones que estaba teniendo que aguantar aquella tarde, una tarde que se suponía sería en familia, con Reidar y Damon para presentarles a mi prometido... Lejos de eso se había convertido en una tarde con extraños que nos odiaban tanto a mi como al hombre que era el protagonista de mi dicha.
-Te necesito para aguantar esta horrible tarde sin deshonrar a mi hermano... Estoy cansada de las miradas de desprecio de Arely, de que todos hayan ninguneado mi decisión con los sitios para tratar de evitar enfrentamientos, estoy harta de ser la última en enterarme de que Reidar ha tirado al suelo nuestras tradiciones y leyes por esa mujer sin corazón latiente, estoy harta de que nadie me cuente que tengo sobrinos, uno correteando y otro en camino... Estoy cansada Errol y tú eres mi único apoyo, así que por favor te ruego que no seas hoy también un motivo más por el que preocuparme, sino alguien en quien apoyarme-
El viento mecía nuestros cabellos mientras nuestras mirabas se clavaban la una en la otra. No sabía que decisión tomaría él, solo esperaba que fuera la que fuera nos hiciera más fuertes. Mis labios se curvaron en una tímida sonrisa y se acercaron a los ajenos para besarlos con lentitud, sin prisas.
-Sólo deseo que acabe esta maldita guerra para poder estar entre tus brazos y poder pintar en tus labios la misma sonrisa que has esbozado al ver al pequeño Lobbo...- Mis manos tomaron las suyas y las llevaron con lentitud hasta mi vientre –Parece ser que seré la última de los Landvik en aumentar la familia-
Aquellas eran las palabras que marcarían el principio de una reunión muy diferente. Desde el principio de la misma, la tensión era palpable, pero aquellas palabras de mi prometido habían sido una provocación en toda regla; una provocación que sabía no quedaría en vano en la mente de aquel vampiro.
Compartía los sentimientos de Errol. No deseaba a inmortales ni extraños en nuestra lucha, bastante vergüenza me daba el tener que pedir ayuda a nuestro hermano mayor para que nos sacara las castañas del fuego como para ahora, luchar codo con codo con aquellos a los que hubiera matado gustosa. Pero al fin y al cabo, Reidar era el alfa de la manada, él mandaba y yo sólo podía aconsejarle y esperar que su caída no fuera muy estrepitosa.
-Errol basta... Por favor- supliqué llevando mi mano a su rostro para que interrumpiera el contacto visual con Erlend. -Es la manada de Reidar, mi manada todavía y entiendo si no compartes su idea de luchar con estos seres en el campo de batalla. Mas no puedes obligarle a que se ponga de tu lado, no tienes que luchar si quieres, no le debes lealtad. Yo sí y por eso te pido...-
Mis palabras fueron interrumpidas por el rugido de mi hermano mayor seguido de un golpe en la mesa. Se había hartado y quería poner orden, al fin, pues de lo contrario ninguno saldría vivo de aquella carpa.
-Salgamos fuera también Errol...- susurré buscando el contacto de su piel. Necesitaba apaciguarle, necesitaba la calma que él había traído a mi vida y que ahora amenazaba con destruirse. Mis dedos buscaron su piel, ahora cálida como un volcán al borde de la erupción. Acaricié el dorso de su brazo con lentitud mientras mis ojos se clavaban en los suyos, esperando a que retomaran el color habitual, aquel que me indicara que el peligro había pasado y que por fin sería dueño de sus actos. Cuando ocurrió deslice con lentitud mi mano hasta la suya, estrechándola para llevarle fuera conmigo, lejos de los sobrenaturales, lejos de Damon y aquella humana que había caído en las garras de Erlend.
Solté su mano con lentitud, sintiendo en la palma aún el rastro que su piel me dejaba con cada caricia, su olor, su esencia. Levanté el bajo de mi vestido y me deshice de los zapatos de tacón. La arena entre mis pies, y mis pies buscando el agua del mar.
-No puedes imponerle condiciones a mi hermano Errol... Es su manada y si sus decisiones no te gustan no tienes por qué acatarlas, del mismo modo que él jamás te diría cómo has de dirigir la tuya... la nuestra cuando sea tu esposa- mis labios dejaron escapar un leve suspiro y mi cuerpo se volvió buscando su mirada, su contacto de nuevo piel con piel.
Como si leyera mis pensamientos se deshizo de sus zapatos y caminó hacia mi hasta quedar a mi espalda. Sus brazos me envolvieron de nuevo, devolviéndome a mi hogar, ese que era su piel y su compañía -Entiendo que quieras protegerme de los sobrenaturales... y te lo agradezco, pero no deseo que pierdas la vida en el intento y mi hermano sus apoyos... No hace falta que luches con ellos, o que mandes tus hombres a la guerra, ya daremos mi hermano y yo con otra idea-
Giré mi cuerpo, quedando frente a él y apoyando mi frente sobre la suya. Estaba cansada, cansada de aquellas personas, cansada de ser la última en enterarme de todo lo relacionado con mi hermano y mi familia, cansada de tener que agachar las orejas, cansada de las humillaciones que estaba teniendo que aguantar aquella tarde, una tarde que se suponía sería en familia, con Reidar y Damon para presentarles a mi prometido... Lejos de eso se había convertido en una tarde con extraños que nos odiaban tanto a mi como al hombre que era el protagonista de mi dicha.
-Te necesito para aguantar esta horrible tarde sin deshonrar a mi hermano... Estoy cansada de las miradas de desprecio de Arely, de que todos hayan ninguneado mi decisión con los sitios para tratar de evitar enfrentamientos, estoy harta de ser la última en enterarme de que Reidar ha tirado al suelo nuestras tradiciones y leyes por esa mujer sin corazón latiente, estoy harta de que nadie me cuente que tengo sobrinos, uno correteando y otro en camino... Estoy cansada Errol y tú eres mi único apoyo, así que por favor te ruego que no seas hoy también un motivo más por el que preocuparme, sino alguien en quien apoyarme-
El viento mecía nuestros cabellos mientras nuestras mirabas se clavaban la una en la otra. No sabía que decisión tomaría él, solo esperaba que fuera la que fuera nos hiciera más fuertes. Mis labios se curvaron en una tímida sonrisa y se acercaron a los ajenos para besarlos con lentitud, sin prisas.
-Sólo deseo que acabe esta maldita guerra para poder estar entre tus brazos y poder pintar en tus labios la misma sonrisa que has esbozado al ver al pequeño Lobbo...- Mis manos tomaron las suyas y las llevaron con lentitud hasta mi vientre –Parece ser que seré la última de los Landvik en aumentar la familia-
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: Una velada en familia [Privado]
Mi prometida trato de poner paz girando mi rostro para desviar mis ojos de los de ese inmortal.
No le tenia miedo, nunca tuve miedo de esos seres a los que no les latía el corazón en el pecho. Puede que se creyera invencible, mas a mas de uno de su calaña había arrancado la cabeza entre mis fauces y el no seria la excepción si decidía plantarme cara en esta guerra.
Cedí, cedí porque sus dedos me acariciaron con miedo, temblando y mi amor por ella pudo mas que el odio y la ira.
El manotazo de su hermano mayor, solo me trajo al orden porque esa alfa en potencia me había sacado de mi estado de abducción.
Ella la espada de mi vaina, como para Erlend era su dama, quizás ese era el único punto que ambos teníamos en común punto que logré entender pues como Erlend también hubiera saltado yo para proteger a mi mujer.
Odalyn me arrastró hacia la arena, sus labios mecían con palabras mi rostro, mientras mis ojos seguían aquel cuerpo que abrigué tras quitarme los zapatos con mis brazos.
-te quiero odalyn, nunca he estado tan seguro de nada en mi vida. pero entiende que esta guerra no se puede ganar con inmortales ¿como pedir a los lobos que luchen con esos seres que durante siglos nos han devastado.
Mis labios recorrieron su cuello antes de que su frente se apoyara contra la mía, jadeé al sentir su boca tan cerca necesitado no solo del calor de su aliento si no de la humedad de sus labios en este paraje que ahora si se me antojaba perfecto.
-te protegeré hasta el final de mis días. Eres dueña de mi espada, de mi escudo y de mi vida, luchare junto a ti en esta guerra aunque me cueste la vida, mas si ellos entran en combate, no puedo pedir a mis hombres, a mi manda que luchen con ellos, codo con codo. No puedo pedir a mi manada que olviden su odio, pues ha sido alimentado como el mio, con sangre, sudor y lagrimas de muchas viudas que por el camino quedaron.
Entiendo que no deseas importunar a tu hermano, pero este se equivoca. Cambia 200 espadas, por un inmortal...el cambio es una tontería sin igual.
Colisioné con sus labios paladeando cada resquicio de su boca, siguiendo esos senderos que ahora conocidos me sabían a arena, a sal y a fuego. La idolatraba, la amaba y junto a ella estaba dispuesto a crear una familia. Nuestra manada. Pero permitir que esos idiotas la ningunearan me estaba sacando de mis casillas.
Allí solo me sentía afín con Damon, y empezaba a cansarme de las tonteras de todos ellos incluidas las de esas hembras a las que yo ya hubiera puesto firmes de ser el alfa de su manada.
-Vamonos amor, demos la cena por concluida y volvamos al hotel, quiero hacerte mía. -Mis ojos se tornaron ámbar esta vez fruto del deseo mientras mi mano sobrevoló su vientre antes de alzar mis ojos pardos y centrarme en los suyos.
-Si voy a ir a la guerra, dame un motivo para volver de ella.
Esperaba fuera capaz de entender esas palabras y su significado pues nunca estuve mas seguro de la locura que estaba a punto de cometer.
No le tenia miedo, nunca tuve miedo de esos seres a los que no les latía el corazón en el pecho. Puede que se creyera invencible, mas a mas de uno de su calaña había arrancado la cabeza entre mis fauces y el no seria la excepción si decidía plantarme cara en esta guerra.
Cedí, cedí porque sus dedos me acariciaron con miedo, temblando y mi amor por ella pudo mas que el odio y la ira.
El manotazo de su hermano mayor, solo me trajo al orden porque esa alfa en potencia me había sacado de mi estado de abducción.
Ella la espada de mi vaina, como para Erlend era su dama, quizás ese era el único punto que ambos teníamos en común punto que logré entender pues como Erlend también hubiera saltado yo para proteger a mi mujer.
Odalyn me arrastró hacia la arena, sus labios mecían con palabras mi rostro, mientras mis ojos seguían aquel cuerpo que abrigué tras quitarme los zapatos con mis brazos.
-te quiero odalyn, nunca he estado tan seguro de nada en mi vida. pero entiende que esta guerra no se puede ganar con inmortales ¿como pedir a los lobos que luchen con esos seres que durante siglos nos han devastado.
Mis labios recorrieron su cuello antes de que su frente se apoyara contra la mía, jadeé al sentir su boca tan cerca necesitado no solo del calor de su aliento si no de la humedad de sus labios en este paraje que ahora si se me antojaba perfecto.
-te protegeré hasta el final de mis días. Eres dueña de mi espada, de mi escudo y de mi vida, luchare junto a ti en esta guerra aunque me cueste la vida, mas si ellos entran en combate, no puedo pedir a mis hombres, a mi manda que luchen con ellos, codo con codo. No puedo pedir a mi manada que olviden su odio, pues ha sido alimentado como el mio, con sangre, sudor y lagrimas de muchas viudas que por el camino quedaron.
Entiendo que no deseas importunar a tu hermano, pero este se equivoca. Cambia 200 espadas, por un inmortal...el cambio es una tontería sin igual.
Colisioné con sus labios paladeando cada resquicio de su boca, siguiendo esos senderos que ahora conocidos me sabían a arena, a sal y a fuego. La idolatraba, la amaba y junto a ella estaba dispuesto a crear una familia. Nuestra manada. Pero permitir que esos idiotas la ningunearan me estaba sacando de mis casillas.
Allí solo me sentía afín con Damon, y empezaba a cansarme de las tonteras de todos ellos incluidas las de esas hembras a las que yo ya hubiera puesto firmes de ser el alfa de su manada.
-Vamonos amor, demos la cena por concluida y volvamos al hotel, quiero hacerte mía. -Mis ojos se tornaron ámbar esta vez fruto del deseo mientras mi mano sobrevoló su vientre antes de alzar mis ojos pardos y centrarme en los suyos.
-Si voy a ir a la guerra, dame un motivo para volver de ella.
Esperaba fuera capaz de entender esas palabras y su significado pues nunca estuve mas seguro de la locura que estaba a punto de cometer.
Errol Dow- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/07/2016
Localización : Paris
Re: Una velada en familia [Privado]
Aquellas palabras pronunciadas tan cerca de mis labios consiguieron que mi piel se erizara y que mis mejillas, antes azuzadas por la brisa de aquel mar embravecido, ahora aumentaran su temperatura y se tiñeran de aquel color que normalmente teñía mis labios. Sabía lo que sus palabras significaban, sabía lo que quería, y sabía también que era aquello que nosotros queríamos preservar para la boda. Aquella decisión implicaría romper las tradiciones y todo lo que se esperaba de mi, que fuera una mujer virgen hasta la noche de luna llena de la boda para que así mi futuro esposo pudiera tomarme tanto en mi forma humana como en mi forma lupina.
Mis ojos se cerraron y mis labios se curvaron en una dulce sonrisa, pues aunque me daba pánico aquello que él me proponía y aunque suponía romper mis votos, no podía negar que lo deseaba casi tanto o más que aquel hombre que había robado mi corazón y mi razón. Sentía en mi vientre no sólo las ansias de concederle lo que él me pedía sino también un sinfín de sensaciones encontradas que me pedían a gritos no separarme de su lado jamás, pues sus brazos eran mi único hogar ahora y así lo serían siempre.
Busqué de nuevo sus labios, sintiendo como los míos temblaban al tiempo que se entreabrían para recibir a su lengua, tímida al principio, vigorosa tras unos segundos de beso en los que nuestros ojos fueron de nuevo iguales, ambos del color del ámbar, ambos del color del deseo. -No veo mejor manera de fundirnos en uno solo que la que tú me propones- De nuevo, mi mano buscando la suya para entrelazarse con ella, para aferrarse y no soltarse nunca más -La guerra siempre es incierta y podría separarte de mi o por el contrario, dejarte a ti sin la mujer que esperas comparta contigo las glorias y sinsabores de liderar una manada. Vale la pena echar por tierra nuestras tradiciones si con ello no echamos por tierra la oportunidad de ser el uno del otro en un futuro incierto...-
Podía sentir su sonrisa incipiente dibujándose a escasos milímetros de mis labios, su respiración agitada al acceder a cometer aquella locura que el me proponía e, incluso, podía de nuevo oler su aroma, ese que semanas atrás, me había hecho enloquecer de la misma manera que a él le habían hecho enloquecer mis hormonas en pie de guerra. -Déjame despedirme de mis hermanos y del pequeño Lobbo- susurré sin apartar mis orbes de los suyos y sintiendo como nuestros alientos se entremezclaban de nuevo. -Ensilla los caballos, volveré en cinco minutos y ya nada ni nadie podrá separarme de entre tus brazos-
Mis manos deshicieron aquel abrazo con las suyas con lentitud, tratando de alargar aquel mágico momento que él había creado instantes atrás con sus palabras. Caminé con pasos lentos hasta la carpa, volviéndome de cuando en cuando con una tonta sonrisa en los labios para mirarle y cerciorarme de que aquello ni era uno de mis sueños, ni había muerto y estaba en mi Cielo particular. Al pasar junto a Damon y Adaline dediqué una tierna sonrisa a mi hermano mayor y proseguí mi camino hasta la carpa.
Allí todo parecía seguir igual, Arely con su mueca de disgusto y suficiencia, Moira jugueteando con el pequeño Lobbo en su regazo, Reidar guardando una fría y prudente distancia con ellos y Erlend con sus ojos rojos como la sangre y su mirada cargada de odio clavada en la mía. Ignoré a este último y caminé con paso decidido hasta mi hermano. Su rostro era un puzzle de emociones, le veía débil, derrotado, inseguro y debatiendo consigo mismo y con sus sentimientos qué era lo que debía hacer, qué era lo correcto. Mis manos se enredarron entre sus cabellos y mi cuerpo se acercó al suyo para darle un beso en una de sus mejillas.
-Me temo que Errol y yo ya no pintamos mucho aquí, así que nos retiramos ya al hotel- dije mientras sus manos tomaban las mías y sus labios se curvaban en una sonrisa desganada –Reidar- dije con firme convicción en mi voz –hagas lo que hagas yo voy a apoyarte y estar a tu lado. Soy la misma de siempre y te voy a querer igual si aciertas o si yerras, si ganas esta guerra o la pierdes, simplemente haz lo que te dicte el corazón- dije llevando una de mis manos hasta su pecho -pues esa es la decisión acertada Reidar...-
Mis labios viajaron hasta sus cabellos para depositar allí un suave y largo beso. Nadie podía alterar mi dicha y mi paz en aquel momento y yo, tan sólo deseaba infundirle algo de aquello a mi hermano. -¿Quedamos mañana para comer? Hay muchas cosas que tenemos que contarnos... muchas preguntas y pocas respuestas-
Él asintió con lentitud y yo caminé hasta ahora hacia a Moira y mi sobrino. -Espero que podamos vernos y charlar en otra ocasión más... tranquila e íntima. De nuevo gracias por haber salvado mi vida- Sonreí y me agaché para quedar a la altura del pequeño Lobbo. Era increíble lo mucho que se parecía a su madre, el primer amor de Reidar. Mi mano viajó hasta sus rollizas mejillas para depositarle una suave caricia –Nos vemos pronto chiquitín... no te va a faltar de nada, ni tampoco personas que te quieran, sólo espero que en unas semanas sigas teniendo una tierra que gobernar cuando crezcas- Dejé un beso entre sus cabellos y él me correspondió con un pequeño gorjeo que me hizo reír a mi. Era una delicia de niño.
Mis pasos se dirigieron raudos hacia fuera de la carpa, ignorando al resto y, una vez fuera me apresuré hasta el caballo en el que me esperaba Errol. De un salto subí tras él y me abracé a su torso al tiempo que mi cabeza se recostaba en su espalda. -Vámonos... no veo el momento de estar a solas al fin-
Mis ojos se cerraron y mis labios se curvaron en una dulce sonrisa, pues aunque me daba pánico aquello que él me proponía y aunque suponía romper mis votos, no podía negar que lo deseaba casi tanto o más que aquel hombre que había robado mi corazón y mi razón. Sentía en mi vientre no sólo las ansias de concederle lo que él me pedía sino también un sinfín de sensaciones encontradas que me pedían a gritos no separarme de su lado jamás, pues sus brazos eran mi único hogar ahora y así lo serían siempre.
Busqué de nuevo sus labios, sintiendo como los míos temblaban al tiempo que se entreabrían para recibir a su lengua, tímida al principio, vigorosa tras unos segundos de beso en los que nuestros ojos fueron de nuevo iguales, ambos del color del ámbar, ambos del color del deseo. -No veo mejor manera de fundirnos en uno solo que la que tú me propones- De nuevo, mi mano buscando la suya para entrelazarse con ella, para aferrarse y no soltarse nunca más -La guerra siempre es incierta y podría separarte de mi o por el contrario, dejarte a ti sin la mujer que esperas comparta contigo las glorias y sinsabores de liderar una manada. Vale la pena echar por tierra nuestras tradiciones si con ello no echamos por tierra la oportunidad de ser el uno del otro en un futuro incierto...-
Podía sentir su sonrisa incipiente dibujándose a escasos milímetros de mis labios, su respiración agitada al acceder a cometer aquella locura que el me proponía e, incluso, podía de nuevo oler su aroma, ese que semanas atrás, me había hecho enloquecer de la misma manera que a él le habían hecho enloquecer mis hormonas en pie de guerra. -Déjame despedirme de mis hermanos y del pequeño Lobbo- susurré sin apartar mis orbes de los suyos y sintiendo como nuestros alientos se entremezclaban de nuevo. -Ensilla los caballos, volveré en cinco minutos y ya nada ni nadie podrá separarme de entre tus brazos-
Mis manos deshicieron aquel abrazo con las suyas con lentitud, tratando de alargar aquel mágico momento que él había creado instantes atrás con sus palabras. Caminé con pasos lentos hasta la carpa, volviéndome de cuando en cuando con una tonta sonrisa en los labios para mirarle y cerciorarme de que aquello ni era uno de mis sueños, ni había muerto y estaba en mi Cielo particular. Al pasar junto a Damon y Adaline dediqué una tierna sonrisa a mi hermano mayor y proseguí mi camino hasta la carpa.
Allí todo parecía seguir igual, Arely con su mueca de disgusto y suficiencia, Moira jugueteando con el pequeño Lobbo en su regazo, Reidar guardando una fría y prudente distancia con ellos y Erlend con sus ojos rojos como la sangre y su mirada cargada de odio clavada en la mía. Ignoré a este último y caminé con paso decidido hasta mi hermano. Su rostro era un puzzle de emociones, le veía débil, derrotado, inseguro y debatiendo consigo mismo y con sus sentimientos qué era lo que debía hacer, qué era lo correcto. Mis manos se enredarron entre sus cabellos y mi cuerpo se acercó al suyo para darle un beso en una de sus mejillas.
-Me temo que Errol y yo ya no pintamos mucho aquí, así que nos retiramos ya al hotel- dije mientras sus manos tomaban las mías y sus labios se curvaban en una sonrisa desganada –Reidar- dije con firme convicción en mi voz –hagas lo que hagas yo voy a apoyarte y estar a tu lado. Soy la misma de siempre y te voy a querer igual si aciertas o si yerras, si ganas esta guerra o la pierdes, simplemente haz lo que te dicte el corazón- dije llevando una de mis manos hasta su pecho -pues esa es la decisión acertada Reidar...-
Mis labios viajaron hasta sus cabellos para depositar allí un suave y largo beso. Nadie podía alterar mi dicha y mi paz en aquel momento y yo, tan sólo deseaba infundirle algo de aquello a mi hermano. -¿Quedamos mañana para comer? Hay muchas cosas que tenemos que contarnos... muchas preguntas y pocas respuestas-
Él asintió con lentitud y yo caminé hasta ahora hacia a Moira y mi sobrino. -Espero que podamos vernos y charlar en otra ocasión más... tranquila e íntima. De nuevo gracias por haber salvado mi vida- Sonreí y me agaché para quedar a la altura del pequeño Lobbo. Era increíble lo mucho que se parecía a su madre, el primer amor de Reidar. Mi mano viajó hasta sus rollizas mejillas para depositarle una suave caricia –Nos vemos pronto chiquitín... no te va a faltar de nada, ni tampoco personas que te quieran, sólo espero que en unas semanas sigas teniendo una tierra que gobernar cuando crezcas- Dejé un beso entre sus cabellos y él me correspondió con un pequeño gorjeo que me hizo reír a mi. Era una delicia de niño.
Mis pasos se dirigieron raudos hacia fuera de la carpa, ignorando al resto y, una vez fuera me apresuré hasta el caballo en el que me esperaba Errol. De un salto subí tras él y me abracé a su torso al tiempo que mi cabeza se recostaba en su espalda. -Vámonos... no veo el momento de estar a solas al fin-
Odalyn Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 72
Fecha de inscripción : 15/07/2016
Re: Una velada en familia [Privado]
Todo, absolutamente todo en esa cena se iba a pique, pero a mi lo único que me importaba era Erlend. Mis dedos incluso acariciaron el mango de aquel arma suya, en un ligero roce que presagiaba lo que estaba dispuesta a hacer en caso de que las aguas no se calmaran. Para mi sorpresa, fueron mis miradas dirigidas hacia Damon las que interrumpieron la belicosa escena y trajeron calma a los presentes, incluyendo ese licántropo joven que con sus acciones desafiaba temerariamente los que podrían ser los últimos minutos de su vida.
Un rugido por parte del lobo mayor y posteriormente la marcha de sus pies hacia nosotros mientras mi esposo me cubría protectoramente dieron un giro a los eventos, y fue bastante grande mi sorpresa cuando él expresó su deseo de hablar conmigo.
Sé que mi marido acababa de poner las cartas sobre la mesa, incluyendo lo que todos habíamos notado, que las cosas no andaban bien entre Reidar y Moira, pero me aparté momentáneamente de esa escena para aceptar la caminata a la que me invitaba el lobo, no sin antes acercarme a Erlend y mirarlo un momento. -Estaré bien.- le indiqué, acariciando su brazo con calor y cariño.
Giré sobre mis pies para abandonar la carpa y tomar del brazo a Damon, pequeña pausa que acepté mientras caminábamos sobre la arena, en medio de aquel escenario iluminado de antorchas, y que tengo que admitir, sirvió por un momento para sosegar mi espíritu, solo que lo hubiera disfrutado más si fuera mi amor a quien acompañaba.
Nos detuvimos muy cerca de adonde morían las olas, pequeñas gotas de agua salada alcanzaban a salpicarnos y el aire nos traía el olor a sal. Lo escuché con atención y sonreí de medio lado, un tanto contemplativa bajo aquellas estrellas. -Erlend es una fuerza de la naturaleza, un remolino que lo arrasa todo y que una vez en marcha nada puede detener.- expliqué, al pararme frente a él y observarlo antes de desviar mi mirada de vuelta hacia la carpa y atisbar aquella figura que por momentos nos observaba y que yo amaba intensamente. –Precisamente es esa entereza y ese arrojo el que desplegará en batalla y por el cual ganaréis la guerra.- Aseveré con calma, haciendo resaltar aquella verdad. -Quizás puedo influir en él un poco para calmar su ánimo pero es precisamente eso que ven lo que inclinará la balanza a favor de las fuerzas que respalden a Reidar…-
Solté su brazo para agacharme y recoger una pequeña piedra de color azul refulgente que llamó mi atención. -Posiblemente no hay razón por la cual deba confiar en él Damon pero ¿confiaría usted en mi? Tengo la impresión de que puede hacerlo y de ser así, básese en mis palabras antes de que regresemos con los demás. A la mejor si, son las fuerzas de su hermano y por eso usted le respalda en la entrada en escena de mi marido de forma reticente. Poco sé yo de lobos, pero lo que si sé, es que si estamos aquí es porque él desea que unan fuerzas. Entonces soy yo quien le pide que hagan a un lado sus diferencias, al menos en esta empresa, y soy yo quien le da mi palabra de que él cumplirá y de que pueden trabajar perfectamente codo a codo como eficientes aliados.-
Aquello que me reveló con respecto a Reidar y Moira logró que comprendiera el predicamento en el cual ahora se encontraba mi amiga, pero de igual forma la comprendí. Recordaba perfectamente cada detalle compartido con ella en la noche de mi boda y podía evocar su entusiasmo, su nerviosismo y el amor que reflejaban sus ojos ante el sacerdote cuando se desposaba con Reidar. ¿Se le podía acusar de haberlo hecho con mala intención? Mi corazón sabía la respuesta.
Las últimas palabras del lobo me hicieron sonreir con un deje algo triste mientras acariciaba la superficie lisa del pequeño objeto que tenía en mis manos. -El me quiere y yo a él. Lo he querido con todo lo que soy desde el primer instante en que lo vi, y por eso preferiría tenerle conmigo y que no formase parte de esta empresa, pero a veces tenemos que hacer a un lado nuestros propios deseos para apoyar a quienes queremos…- La desazón me invadía por momentos muy a mi pesar.
No pasé por alto la expresión del lobo, algo oscurecida y nostálgica, lo cual me orilló a presionar su brazo de forma consoladora. -Yo diría que se desenvuelve usted muy bien para ser alguien que ha perdido… Véalo así Damon… Moira también ha perdido, al igual que Reidar, ambos están en una situación imposible… y solo el tiempo dirá que puede suceder.-
Suspiré, elevando los dedos para apartar algunos mechones de cabello oscuro que el viento hacía que cubriese rebeldemente mi rostro. -Si acepta tomar mi palabra como aval regresemos a esa carpa y escuche las ideas que mi esposo tiene para ofrecerles.- Fue una última mirada la que dediqué a aquel lobo, y en aquel silencio creí comprender que de alguna forma ambos nos entendíamos.
Devolvimos nuestros pasos hacia los demás y al regresar al lugar de la cena me apresuré a alcanzar a Erlend y rodear su cintura con mis brazos. -Te quiero.- palabras que no me cansaba de pronunciar y que nunca me parecían fuera de lugar adonde quiera que estuviéramos. Por un momento me olvidé de adonde estábamos y con quienes y simplemente fundí mis labios con los de mi marido. Al diablo todo, él era mi presente, mi futuro, la evocación de esas olas que rompían con fuerza contra las rocas, y el sabor de su boca mi única paz.
Me separé de él despacio, pasando mi mano dulcemente por su pecho antes de mirar de soslayo y ver como dos de los invitados nos abandonaban. Giré entonces tomando la mano de mi esposo y observé a Moira y al ver al pequeño Lobbo de vuelta en sus brazos me hizo sonreír. -¿Ahora si escucharán los planes de mi esposo?- Olí la comida y llevé mis dedos hasta ella para arrancar un pequeño bocado. -Mi sugerencia sería que lo hicieran mientras nos entretenemos con el festín y con el buen vino. Siempre se habla con mejor disposición con el estómago lleno.- dirigí una breve mirada hacia mi amor, quien desafortunadamente no podía paladearla pero poseía otros apetitos que podríamos saciar después. -O la sed, al menos.-
Un rugido por parte del lobo mayor y posteriormente la marcha de sus pies hacia nosotros mientras mi esposo me cubría protectoramente dieron un giro a los eventos, y fue bastante grande mi sorpresa cuando él expresó su deseo de hablar conmigo.
Sé que mi marido acababa de poner las cartas sobre la mesa, incluyendo lo que todos habíamos notado, que las cosas no andaban bien entre Reidar y Moira, pero me aparté momentáneamente de esa escena para aceptar la caminata a la que me invitaba el lobo, no sin antes acercarme a Erlend y mirarlo un momento. -Estaré bien.- le indiqué, acariciando su brazo con calor y cariño.
Giré sobre mis pies para abandonar la carpa y tomar del brazo a Damon, pequeña pausa que acepté mientras caminábamos sobre la arena, en medio de aquel escenario iluminado de antorchas, y que tengo que admitir, sirvió por un momento para sosegar mi espíritu, solo que lo hubiera disfrutado más si fuera mi amor a quien acompañaba.
Nos detuvimos muy cerca de adonde morían las olas, pequeñas gotas de agua salada alcanzaban a salpicarnos y el aire nos traía el olor a sal. Lo escuché con atención y sonreí de medio lado, un tanto contemplativa bajo aquellas estrellas. -Erlend es una fuerza de la naturaleza, un remolino que lo arrasa todo y que una vez en marcha nada puede detener.- expliqué, al pararme frente a él y observarlo antes de desviar mi mirada de vuelta hacia la carpa y atisbar aquella figura que por momentos nos observaba y que yo amaba intensamente. –Precisamente es esa entereza y ese arrojo el que desplegará en batalla y por el cual ganaréis la guerra.- Aseveré con calma, haciendo resaltar aquella verdad. -Quizás puedo influir en él un poco para calmar su ánimo pero es precisamente eso que ven lo que inclinará la balanza a favor de las fuerzas que respalden a Reidar…-
Solté su brazo para agacharme y recoger una pequeña piedra de color azul refulgente que llamó mi atención. -Posiblemente no hay razón por la cual deba confiar en él Damon pero ¿confiaría usted en mi? Tengo la impresión de que puede hacerlo y de ser así, básese en mis palabras antes de que regresemos con los demás. A la mejor si, son las fuerzas de su hermano y por eso usted le respalda en la entrada en escena de mi marido de forma reticente. Poco sé yo de lobos, pero lo que si sé, es que si estamos aquí es porque él desea que unan fuerzas. Entonces soy yo quien le pide que hagan a un lado sus diferencias, al menos en esta empresa, y soy yo quien le da mi palabra de que él cumplirá y de que pueden trabajar perfectamente codo a codo como eficientes aliados.-
Aquello que me reveló con respecto a Reidar y Moira logró que comprendiera el predicamento en el cual ahora se encontraba mi amiga, pero de igual forma la comprendí. Recordaba perfectamente cada detalle compartido con ella en la noche de mi boda y podía evocar su entusiasmo, su nerviosismo y el amor que reflejaban sus ojos ante el sacerdote cuando se desposaba con Reidar. ¿Se le podía acusar de haberlo hecho con mala intención? Mi corazón sabía la respuesta.
Las últimas palabras del lobo me hicieron sonreir con un deje algo triste mientras acariciaba la superficie lisa del pequeño objeto que tenía en mis manos. -El me quiere y yo a él. Lo he querido con todo lo que soy desde el primer instante en que lo vi, y por eso preferiría tenerle conmigo y que no formase parte de esta empresa, pero a veces tenemos que hacer a un lado nuestros propios deseos para apoyar a quienes queremos…- La desazón me invadía por momentos muy a mi pesar.
No pasé por alto la expresión del lobo, algo oscurecida y nostálgica, lo cual me orilló a presionar su brazo de forma consoladora. -Yo diría que se desenvuelve usted muy bien para ser alguien que ha perdido… Véalo así Damon… Moira también ha perdido, al igual que Reidar, ambos están en una situación imposible… y solo el tiempo dirá que puede suceder.-
Suspiré, elevando los dedos para apartar algunos mechones de cabello oscuro que el viento hacía que cubriese rebeldemente mi rostro. -Si acepta tomar mi palabra como aval regresemos a esa carpa y escuche las ideas que mi esposo tiene para ofrecerles.- Fue una última mirada la que dediqué a aquel lobo, y en aquel silencio creí comprender que de alguna forma ambos nos entendíamos.
Devolvimos nuestros pasos hacia los demás y al regresar al lugar de la cena me apresuré a alcanzar a Erlend y rodear su cintura con mis brazos. -Te quiero.- palabras que no me cansaba de pronunciar y que nunca me parecían fuera de lugar adonde quiera que estuviéramos. Por un momento me olvidé de adonde estábamos y con quienes y simplemente fundí mis labios con los de mi marido. Al diablo todo, él era mi presente, mi futuro, la evocación de esas olas que rompían con fuerza contra las rocas, y el sabor de su boca mi única paz.
Me separé de él despacio, pasando mi mano dulcemente por su pecho antes de mirar de soslayo y ver como dos de los invitados nos abandonaban. Giré entonces tomando la mano de mi esposo y observé a Moira y al ver al pequeño Lobbo de vuelta en sus brazos me hizo sonreír. -¿Ahora si escucharán los planes de mi esposo?- Olí la comida y llevé mis dedos hasta ella para arrancar un pequeño bocado. -Mi sugerencia sería que lo hicieran mientras nos entretenemos con el festín y con el buen vino. Siempre se habla con mejor disposición con el estómago lleno.- dirigí una breve mirada hacia mi amor, quien desafortunadamente no podía paladearla pero poseía otros apetitos que podríamos saciar después. -O la sed, al menos.-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Una velada en familia [Privado]
Mi preciosa esposa volvió acompañada por Damon, sin duda su charla había resultado al parecer productiva, pues este pidió cierta calma.
Claro que la paz real la trajo que esa loba y su futuro marido abandonaran aquella mesa.
Si ese lobo era el que tenia que solucionar los problemas de la manada de Reidar, la derrota estaba garantizada.
Mordí con suavidad el cuello de mi esposa cuando esta propuso que me escucharan y Damon me paso la palabra, dejando así a Reidar relegado a la nada.
No podía evitar estar molesto con ese lobo que estaba haciendo sufrir a Moira, desconocía el problema que ambos tenían, mas no lograba comprender como era capaz de rendirse tan pronto. Yo con Adaline nunca lo haría.
-Bien, solo hay un modo de ganar esa guerra...uno bien sencillo. Colaborando todos en una y no disgregados.
Hasta ahora, las manadas han luchado por sobrevivir, por proteger su hogar, su tierra y han perecido en el intento.
Tenéis que unir a las manada del bosque en una.
Reidar negaba, seguramente porque sabia que los distintos alfas nunca se asociarían para elegir al mas fuerte, pues acabada la guerra corrían el peligro de que este se alzara contra los demás, perdiendo así su endemonia el resto.
-Por eso, no sera ningún alfa del norte el líder si no uno que no tiene el menor interés en esas tierras, aunque si pertenece a ellas.
Damon es el aura mas fuerte tras la mía en este lugar. Damon tiene su propia manada en Italia, no tiene la menos intención de usurpar el norte y si lo planteáis bien, durante lo que dure la guerra el debería tomar el mando.
Tiene mas cocimientos en batalla que ninguno de los demás lobos y su férreas ideas a llevado a su manada a ser fuerte, no lo cuesta tomar difíciles decisiones y aun derrotado, pues su aura muestra lo mas oscuro de su alma, sigue en pie buscando soluciones para algo que no siente suyo si no de sus hermanos.
Admito que es un hombre digno de admirar, no encuentro mejor líder.
Dicho esto viene la segunda parte, los lobos no sois suficientes, no cuando la lucha es contra nosferatus.
Los conozco, son seres muy difíciles de matar, poderosos, nada que ver con un vampiro normal.
Es por eso que nos necesitáis, necesitáis a los vampiros, os guste u os disguste.
Puedo conseguir una milicia de mercenarios que me sigan y luchen a mi lado, conozco muchos y todos tienen un precio.
Hice una pausa tomando la mano de mi esposa, acariciándola con suavidad.
-¿Os preguntareis de donde sacareis el dinero para pagarlos? -sonreí de medio lado -de los humanos, esos que tras vuestros bosques tienen las ciudades y que si vuestras fronteras caen ¿quienes creéis serian el siguiente objetivo de los Nosferatu en su sed insaciable?
Eso es lo que hay que hacerles entender a los reyes humanos del norte, que esta guerra no solo pertenece a los lobos, que si vosotros caéis ellos serán los siguientes.
Apuesto a que si tienen dos dedos de frente, no solo pagaran a mis mercenarios si no que os ofrecerán un ejercito para luchar a vuestro lado.
Guardé silencio, poco mas tenia que aportar como idea inicial, era le turno de ruegos y preguntas.
Claro que la paz real la trajo que esa loba y su futuro marido abandonaran aquella mesa.
Si ese lobo era el que tenia que solucionar los problemas de la manada de Reidar, la derrota estaba garantizada.
Mordí con suavidad el cuello de mi esposa cuando esta propuso que me escucharan y Damon me paso la palabra, dejando así a Reidar relegado a la nada.
No podía evitar estar molesto con ese lobo que estaba haciendo sufrir a Moira, desconocía el problema que ambos tenían, mas no lograba comprender como era capaz de rendirse tan pronto. Yo con Adaline nunca lo haría.
-Bien, solo hay un modo de ganar esa guerra...uno bien sencillo. Colaborando todos en una y no disgregados.
Hasta ahora, las manadas han luchado por sobrevivir, por proteger su hogar, su tierra y han perecido en el intento.
Tenéis que unir a las manada del bosque en una.
Reidar negaba, seguramente porque sabia que los distintos alfas nunca se asociarían para elegir al mas fuerte, pues acabada la guerra corrían el peligro de que este se alzara contra los demás, perdiendo así su endemonia el resto.
-Por eso, no sera ningún alfa del norte el líder si no uno que no tiene el menor interés en esas tierras, aunque si pertenece a ellas.
Damon es el aura mas fuerte tras la mía en este lugar. Damon tiene su propia manada en Italia, no tiene la menos intención de usurpar el norte y si lo planteáis bien, durante lo que dure la guerra el debería tomar el mando.
Tiene mas cocimientos en batalla que ninguno de los demás lobos y su férreas ideas a llevado a su manada a ser fuerte, no lo cuesta tomar difíciles decisiones y aun derrotado, pues su aura muestra lo mas oscuro de su alma, sigue en pie buscando soluciones para algo que no siente suyo si no de sus hermanos.
Admito que es un hombre digno de admirar, no encuentro mejor líder.
Dicho esto viene la segunda parte, los lobos no sois suficientes, no cuando la lucha es contra nosferatus.
Los conozco, son seres muy difíciles de matar, poderosos, nada que ver con un vampiro normal.
Es por eso que nos necesitáis, necesitáis a los vampiros, os guste u os disguste.
Puedo conseguir una milicia de mercenarios que me sigan y luchen a mi lado, conozco muchos y todos tienen un precio.
Hice una pausa tomando la mano de mi esposa, acariciándola con suavidad.
-¿Os preguntareis de donde sacareis el dinero para pagarlos? -sonreí de medio lado -de los humanos, esos que tras vuestros bosques tienen las ciudades y que si vuestras fronteras caen ¿quienes creéis serian el siguiente objetivo de los Nosferatu en su sed insaciable?
Eso es lo que hay que hacerles entender a los reyes humanos del norte, que esta guerra no solo pertenece a los lobos, que si vosotros caéis ellos serán los siguientes.
Apuesto a que si tienen dos dedos de frente, no solo pagaran a mis mercenarios si no que os ofrecerán un ejercito para luchar a vuestro lado.
Guardé silencio, poco mas tenia que aportar como idea inicial, era le turno de ruegos y preguntas.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/05/2016
Edad : 1224
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Re: Una velada en familia [Privado]
Me sorprendió la proposición de Damon de pasear junto a la mujer del inmortal con el firme propósito de hablar tranquilamente de aquel asunto de vital importancia (al menos para sus dos hermanos) que hasta a la playa nos había llevado aquella noche.
Podía entender que daba por hecho que llegar a un acuerdo con el vampiro que, continuaba en pie en desacuerdo con que su esposa se marchase del brazo de mi alfa, era imposible; esos seres se movían por impulsos, bien fuesen de rabia o de sed, y por eso razonar con ellos era como esperar que un cerdo volase. Pero, ¿hablar con alguien tan ignorante como para haberse desposado con uno? No me gustaría estar en el pellejo de Damon en esos momentos, la verdad.
Hice un mohín al suponer que tendría que sentarme de nuevo y esperar el regreso de mi alfa, pues éste no me había incluido en su paseo, y una vez más yo sabía cual era mi lugar, que era lo que se esperaba de mí. Mohín que cambié por una sonrisa ilusionada al ver como varias doncellas traían la tan esperada cena. Volví a ocupar mi asiento de nuevo, recostándome en el respaldo de éste tras coger uno de los panecillos de mantequilla que habían dispuesto sobre la mesa.
La hermana de Damon y su prometido se disculparon y se alejaron también hacia la playa, aunque en dirección opuesta hacia donde se encontraba mi alfa, hecho que agradecí sobremanera pues su simple presencia me era molesta. He de reconocer que la situación era tensa, más como aquel problema de momento no iba conmigo, me importaba más bien poco si terminaban discutiendo. Busqué con la mirada a mi alfa, siguiendo la dirección de los ojos rojos de Erlend que no los perdía de vista. Ambos estaban hablando tranquilamente junto a la orilla y por sus auras podía decir que la conversación no estaba siendo problemática.
Un tenso silencio fue interrumpido de nuevo por Odalyn, esa loba que parecía tener siempre algo que decir, más esta vez agradecí su intervención, pues me dio la primera buena noticia de la noche. Ella y su egocéntrico prometido se marchaban de la cena. ¿No era su manada la que estaba en peligro? Cierto que la situación era complicada, pero si fuese la mía la que estaba en tan precaria situación no me hubiesen movido de allí hasta encontrar una solución ni aunque me hubiesen arrastrado hasta la salida de la cola.
-Espero que no os importe que empiece ya, tengo una boca más que alimentar.- apunté sin importarme en demasía si les importaba o no, y dándole un mordisco al panecillo que todavía daba vueltas en mi mano. Acababa de encontrar una ventaja en el embarazo, respecto a comida y otros temas que iría descubriendo, siempre podría decir que era culpa del embarazo y las hormonas.
- Realmente son dos bocas más las que tienes que alimentar.- afirmó Moira que con el pequeño Lobbo me miraba de forma dulce. ¿Por qué esa inmortal me miraba así? Me hacía sentir nauseas; ni que fuesémos amigas.- ¿De cuanto estás? ¿De unas cinco/seis semanas? Sus corazones todavía se escuchan levemente, pero sin duda serán fuertes como su padre.
Y ahí me quedé yo, incapaz de masticar ese trozo de pan que me había metido en la boca, mientras ella centraba de nuevo su atención en ese niño que jamás sería suyo. ¿Había dicho dos corazones? ¿Dos bebés? Debí palidecer en esos momentos, pues poco después sentí la mirada preocupada de Damon al encontrarme a su regreso con esa cara.
La humana y él volvieron a sus asientos, y esta vez fue ella quien tomó la palabra para dirigirse al resto, más en mi mente solo era capaz de repetir una y otra vez las reveladoras palabras de la inmortal. ¿Habría algo más en ella que pudiese ayudarme en ese embarazado? Negué con la cabeza por pensar semejante estupidez, ¿desde cuando me fiaba yo de los inmortales? Ni que fuese Reidar. Agradecí que Damon llegase después de esa revelación, y que no hubiese escuchado nada. No quería preocuparle más de la cuenta, y ambos sabíamos que un embarazo de más de un feto solía traer complicaciones.
-Aunque sea una locura, aunque puede que no esté del todo de acuerdo de luchar junto a ellos, sabes que podrás contar conmigo siempre que lo necesites. Sabes que pase lo que pase siempre estaré ahí para ti, y si tú lo estimas necesario, ayudaremos a tus hermanos.- le susurré a Damon mientras acaricié levemente su brazo, antes de que Erlend tomase de nuevo el turno de palabra, y yo me centrase en seguir con mi panecillo y asentir ante las palabras de la humana que por fin nos animaba a dar buena cuenta del banquete. Además con la marcha de los otros tocaríamos a más, pensamiento que me hizo dibujar una sonrisa ladina en mi rostro.
Nunca lo reconocería, pues no estaba en mis genes darle la razón a un inmortal, pero era muy posible que su descabellado plan fuese la mejor opción que la manada de Reidar tenía. Y si además de los nosferatu podía matar algún inmortal por error, pues eso que me llevaría de regalo. Lo complicado sería convencer al resto de las manadas colindantes de la de Reidar que colaborasen con los inmortales.
Podía entender que daba por hecho que llegar a un acuerdo con el vampiro que, continuaba en pie en desacuerdo con que su esposa se marchase del brazo de mi alfa, era imposible; esos seres se movían por impulsos, bien fuesen de rabia o de sed, y por eso razonar con ellos era como esperar que un cerdo volase. Pero, ¿hablar con alguien tan ignorante como para haberse desposado con uno? No me gustaría estar en el pellejo de Damon en esos momentos, la verdad.
Hice un mohín al suponer que tendría que sentarme de nuevo y esperar el regreso de mi alfa, pues éste no me había incluido en su paseo, y una vez más yo sabía cual era mi lugar, que era lo que se esperaba de mí. Mohín que cambié por una sonrisa ilusionada al ver como varias doncellas traían la tan esperada cena. Volví a ocupar mi asiento de nuevo, recostándome en el respaldo de éste tras coger uno de los panecillos de mantequilla que habían dispuesto sobre la mesa.
La hermana de Damon y su prometido se disculparon y se alejaron también hacia la playa, aunque en dirección opuesta hacia donde se encontraba mi alfa, hecho que agradecí sobremanera pues su simple presencia me era molesta. He de reconocer que la situación era tensa, más como aquel problema de momento no iba conmigo, me importaba más bien poco si terminaban discutiendo. Busqué con la mirada a mi alfa, siguiendo la dirección de los ojos rojos de Erlend que no los perdía de vista. Ambos estaban hablando tranquilamente junto a la orilla y por sus auras podía decir que la conversación no estaba siendo problemática.
Un tenso silencio fue interrumpido de nuevo por Odalyn, esa loba que parecía tener siempre algo que decir, más esta vez agradecí su intervención, pues me dio la primera buena noticia de la noche. Ella y su egocéntrico prometido se marchaban de la cena. ¿No era su manada la que estaba en peligro? Cierto que la situación era complicada, pero si fuese la mía la que estaba en tan precaria situación no me hubiesen movido de allí hasta encontrar una solución ni aunque me hubiesen arrastrado hasta la salida de la cola.
-Espero que no os importe que empiece ya, tengo una boca más que alimentar.- apunté sin importarme en demasía si les importaba o no, y dándole un mordisco al panecillo que todavía daba vueltas en mi mano. Acababa de encontrar una ventaja en el embarazo, respecto a comida y otros temas que iría descubriendo, siempre podría decir que era culpa del embarazo y las hormonas.
- Realmente son dos bocas más las que tienes que alimentar.- afirmó Moira que con el pequeño Lobbo me miraba de forma dulce. ¿Por qué esa inmortal me miraba así? Me hacía sentir nauseas; ni que fuesémos amigas.- ¿De cuanto estás? ¿De unas cinco/seis semanas? Sus corazones todavía se escuchan levemente, pero sin duda serán fuertes como su padre.
Y ahí me quedé yo, incapaz de masticar ese trozo de pan que me había metido en la boca, mientras ella centraba de nuevo su atención en ese niño que jamás sería suyo. ¿Había dicho dos corazones? ¿Dos bebés? Debí palidecer en esos momentos, pues poco después sentí la mirada preocupada de Damon al encontrarme a su regreso con esa cara.
La humana y él volvieron a sus asientos, y esta vez fue ella quien tomó la palabra para dirigirse al resto, más en mi mente solo era capaz de repetir una y otra vez las reveladoras palabras de la inmortal. ¿Habría algo más en ella que pudiese ayudarme en ese embarazado? Negué con la cabeza por pensar semejante estupidez, ¿desde cuando me fiaba yo de los inmortales? Ni que fuese Reidar. Agradecí que Damon llegase después de esa revelación, y que no hubiese escuchado nada. No quería preocuparle más de la cuenta, y ambos sabíamos que un embarazo de más de un feto solía traer complicaciones.
-Aunque sea una locura, aunque puede que no esté del todo de acuerdo de luchar junto a ellos, sabes que podrás contar conmigo siempre que lo necesites. Sabes que pase lo que pase siempre estaré ahí para ti, y si tú lo estimas necesario, ayudaremos a tus hermanos.- le susurré a Damon mientras acaricié levemente su brazo, antes de que Erlend tomase de nuevo el turno de palabra, y yo me centrase en seguir con mi panecillo y asentir ante las palabras de la humana que por fin nos animaba a dar buena cuenta del banquete. Además con la marcha de los otros tocaríamos a más, pensamiento que me hizo dibujar una sonrisa ladina en mi rostro.
Nunca lo reconocería, pues no estaba en mis genes darle la razón a un inmortal, pero era muy posible que su descabellado plan fuese la mejor opción que la manada de Reidar tenía. Y si además de los nosferatu podía matar algún inmortal por error, pues eso que me llevaría de regalo. Lo complicado sería convencer al resto de las manadas colindantes de la de Reidar que colaborasen con los inmortales.
Arely Pucini- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/06/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Una velada en familia [Privado]
Adaline era una mujer interesante, admito que parte de ella me recordaba a Jade, mi ex prometida. Fuerte, con principios y testaruda. Claro que esta parecía mas decidida a aguantar el tipo junto al inmortal, de lo que la mía lo hizo a mi lado.
No diré que fui un santo, todo lo contrario, entendía que tenia mas que motivos para abandonarme tras enterarse del embarazo de mi beta, aunque la verdad eso no hacia que doliera menos.
Volvimos junto al resto, tiempo breve pues mi hermana, junto a su prometido se marcharon de la playa.
Entendí la decisión de esta, Errol estaba demasiado alterado, posiblemente como lo hubiera estado yo en otra época.
Era mejor que se calmara lejos de ese inmortal que parecía mas que decidido a cumplir su promesa.
Promesa que hubiera desencadenado una masacre en aquella playa.
Erlend tomo la palabra, no me parecía del todo descabellado su plan, aunque admito tenia ciertos flecos.
La manada de Reidar puede que estuviera acostumbrada a luchar con inmortales, mas no la de Errol, perderíamos espadas a cambio de otras y era necesario evaluar cuales eran mas importantes.
Era cierto que Erlend valía por muchos hombre en cuanto al combate, así que supongo eso inclinaba la balanza a su favor.
Otro fleco era el de convertirme en líder, esa no era mi idea, y dudaba el resto de alfas, tal y como eramos cedieran.
Tampoco teníamos tiempo de mucho mas, así que me limité a guardar silencio y tomar asiento junto a mi beta.
Recoloqué la capa sobre sus hombros, el frio comenzaba a arreciar en demasía y esperé que fuera Reidar el que tomara la palabra a fin de cuentas el era el líder de esa manada.
Busqué mientras con los ojos a Arely atrapando su mano entre las mías.
-Tu no vas a ir a la guerra -advertí casi como un murmullo, aunque mi tono era de orden impetuosa.
Estaba claro que mientras mi hijo estuviera en sus entrañas ella permanecería en París.
Ya había perdido demasiado como para perderlos también a ellos y aunque algo me decía me tocaría discutir, de momento eso era todo cuanto tenia que decir.
No diré que fui un santo, todo lo contrario, entendía que tenia mas que motivos para abandonarme tras enterarse del embarazo de mi beta, aunque la verdad eso no hacia que doliera menos.
Volvimos junto al resto, tiempo breve pues mi hermana, junto a su prometido se marcharon de la playa.
Entendí la decisión de esta, Errol estaba demasiado alterado, posiblemente como lo hubiera estado yo en otra época.
Era mejor que se calmara lejos de ese inmortal que parecía mas que decidido a cumplir su promesa.
Promesa que hubiera desencadenado una masacre en aquella playa.
Erlend tomo la palabra, no me parecía del todo descabellado su plan, aunque admito tenia ciertos flecos.
La manada de Reidar puede que estuviera acostumbrada a luchar con inmortales, mas no la de Errol, perderíamos espadas a cambio de otras y era necesario evaluar cuales eran mas importantes.
Era cierto que Erlend valía por muchos hombre en cuanto al combate, así que supongo eso inclinaba la balanza a su favor.
Otro fleco era el de convertirme en líder, esa no era mi idea, y dudaba el resto de alfas, tal y como eramos cedieran.
Tampoco teníamos tiempo de mucho mas, así que me limité a guardar silencio y tomar asiento junto a mi beta.
Recoloqué la capa sobre sus hombros, el frio comenzaba a arreciar en demasía y esperé que fuera Reidar el que tomara la palabra a fin de cuentas el era el líder de esa manada.
Busqué mientras con los ojos a Arely atrapando su mano entre las mías.
-Tu no vas a ir a la guerra -advertí casi como un murmullo, aunque mi tono era de orden impetuosa.
Estaba claro que mientras mi hijo estuviera en sus entrañas ella permanecería en París.
Ya había perdido demasiado como para perderlos también a ellos y aunque algo me decía me tocaría discutir, de momento eso era todo cuanto tenia que decir.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 06/06/2016
Edad : 288
Localización : Bajo las estrellas
Re: Una velada en familia [Privado]
Aquella velada que podía haber sido el principio de un entendimiento entre licántropos e inmortales parecía irse al traste por momentos. Podía sentir el desasosiego en el aura de mi marido, que iba cambiando de tonalidad al igual que el brillo ámbar de su mirada. De nuevo su hijo jugaba entre mis brazos, entreteniéndose ahora con la cruz celta de mi madre que pendía de mi cuello sujeta por una cadena.
Podía entender perfectamente la reacción de Odalyn al tratar de apartar de allí a su prometido con la escusa de dar también ellos un paseo por la playa.Tal vez aquello calmase los ánimos del lobo, aunque todos sabíamos que la discusión con Erlend no había llegado a su fin, solo había quedado oculta tras el fuerte manotazo de Damon sobre la mesa. Una tensión no liberada que podría saltar en cualquier momento, y en esta ocasión nadie aseguraba que tuviese un feliz desenlace.
Sabía que la forma de ser de mi amigo era impulsiva, pero lo cierto es que al menos nosotros habíamos puesto de nuestra parte aceptando luchar mano a mano con lobos, nos gustase más o menos. No era justo que se nos rechazase de esa forma, siendo que habíamos acudido allí a ayudar. En poco tiempo yo había aprendido que no todos los lobos eran iguales, ¿Acaso eran ellos incapaces de ver que tampoco todos los inmortales éramos iguales? Yo había tratado de mostrárselo a Reidar en varias ocasiones, aunque al parecer mis esfuerzos habían sido en balde después de la forma en que me miraba; o mejor dicho, en que no me miraba.
El resto de asistentes de tan desastrosa cena permanecíamos sentados y en silencio; la tensión podía cortarse con cuchillo, y tal y como estaban las cosas con Reidar prefería no hacer ningún comentario que pudiese estropearlo todavía más. Erlend observaba cada uno de los movimientos de su esposa y de mi cuñado, que todavía conversaban junto a la orilla. Podía ver la inquietud en mi amigo, y esperé por el bien de todos que Damon no se demorase mucho en su paseo, o mi amigo acabaría buscando aquello que era suyo, y conociéndolo sus formas no serían las más apropiadas.
-Será un placer que podamos conversar en otra ocasión. Siento que la cena se haya torcido de este modo, pero sin duda podremos tomar algún té juntas y conocernos un poco más. Y no me des las gracias, me alegro muchísimo de que te hayas recuperado con tanta rapidez.- contesté con una sincera sonrisa a Odalyn cuando regresó para comunicarnos que se marchaban al hotel. Ojalá pudiésemos Reidar y yo terminar en breve aquella velada y marcharnos a su casa, aunque algo me decía que no me daría la oportunidad de disculparme por lo sucedido, que seguiría pensando que lo había traicionado a pesar de que mi forma de verlo era bien distinta. Necesitaba que supiese que mis sentimientos por él eran sinceros, que lo amaba de verdad.
Con un suspiro y tratando de aguantar las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos, volví la mirada al pequeño que tenía en brazos, dándole un dulce beso en la frente mientras el tiraba de mi pelo al acercarlo a mí.
Tras la marcha de Odalyn y su prometido, Arely hizo gala de nuevo de que aquella guerra le importaba más bien poco, justificando su ataque a la comida que estaban terminando de servir las doncellas con que tenía que alimentar a una boca más. Entonces me centré en su vientre; poco abultado para estar de mucho tiempo; además de que era incapaz de escuchar la voz del pequeño que en su interior crecía. Más si me percaté de lo más obvio, del latido de su corazón, o ¿debería decir corazones?
- Realmente son dos bocas las que tienes que alimentar.- confirmé tras asegurarme que eran dos débiles latidos los que se juntaban al de la loba los que podía percibir. Le pregunté de cuanto tiempo estaba, pero Arely parecía ausente de toda conversación mientras seguía comiendo su trozo de pan.
Entonces Lobbo alargó sus manitas hacia la mesa, consciente de que había comida en ésta, mientras hacía sonidos confusos mirándome a mí y de nuevo a la mesa. Tomé una pequeña cazuela de barro donde habían traído un puré que había pedido para él, y tras ponerle la servilleta sujeta al cuello para que no se manchase, lo ladeé en mi regazo y comencé a darle la cena, que devoró hambriento.
-¿Quieres que lo hagamos entre los dos?- le pregunté a Reidar en un susurro; intimidada por el hecho de que no me había dirigido ni una palabra desde que nos habíamos encontrado en la playa y me había confirmado con palabras lo mucho que me odiaba.
Damon y Adaline no tardaron en volver hasta la carpa donde el resto esperábamos en silencio, proponiendo ésta última con escuchar la propuesta de Erlend mientras el resto satisfacían su apetito. Escuché un plan que ya conocía de la boca del inmortal, comprobando cada vez que la escuchaba de nuevo que era la mejor opción que Reidar tenía para salvar a su manada. Tal vez Errol no llevaría a la suya, pero con un ejército de inmortales a nuestro favor, las fuerzas no se verían mermadas, sino más bien al contrario.
Cuando escuché las palabras de Arely a su alfa miré inconsciente a Reidar; yo también estaría a su lado pasase lo que pasase, solo que él todavía no lo sabía. Me había pedido que cuidase de su hijo durante su marcha, al menos me lo había pedido antes de discutir y que mi vida se hubiese hundido en el abismo. Ahora no sabía que quería, bueno sí lo sabía, deseaba no haberme conocido jamás. Pero como poco podía hacer ya al respecto, lo ayudaría en aquello que mejor se me daba; causaría la muerte a todo aquel que atentase contra su vida, y daría hasta la última gota de mi sangre porque saliese victorioso y pudiese cuidar de su pequeño. Ambos se merecían ser felices.
Podía entender perfectamente la reacción de Odalyn al tratar de apartar de allí a su prometido con la escusa de dar también ellos un paseo por la playa.Tal vez aquello calmase los ánimos del lobo, aunque todos sabíamos que la discusión con Erlend no había llegado a su fin, solo había quedado oculta tras el fuerte manotazo de Damon sobre la mesa. Una tensión no liberada que podría saltar en cualquier momento, y en esta ocasión nadie aseguraba que tuviese un feliz desenlace.
Sabía que la forma de ser de mi amigo era impulsiva, pero lo cierto es que al menos nosotros habíamos puesto de nuestra parte aceptando luchar mano a mano con lobos, nos gustase más o menos. No era justo que se nos rechazase de esa forma, siendo que habíamos acudido allí a ayudar. En poco tiempo yo había aprendido que no todos los lobos eran iguales, ¿Acaso eran ellos incapaces de ver que tampoco todos los inmortales éramos iguales? Yo había tratado de mostrárselo a Reidar en varias ocasiones, aunque al parecer mis esfuerzos habían sido en balde después de la forma en que me miraba; o mejor dicho, en que no me miraba.
El resto de asistentes de tan desastrosa cena permanecíamos sentados y en silencio; la tensión podía cortarse con cuchillo, y tal y como estaban las cosas con Reidar prefería no hacer ningún comentario que pudiese estropearlo todavía más. Erlend observaba cada uno de los movimientos de su esposa y de mi cuñado, que todavía conversaban junto a la orilla. Podía ver la inquietud en mi amigo, y esperé por el bien de todos que Damon no se demorase mucho en su paseo, o mi amigo acabaría buscando aquello que era suyo, y conociéndolo sus formas no serían las más apropiadas.
-Será un placer que podamos conversar en otra ocasión. Siento que la cena se haya torcido de este modo, pero sin duda podremos tomar algún té juntas y conocernos un poco más. Y no me des las gracias, me alegro muchísimo de que te hayas recuperado con tanta rapidez.- contesté con una sincera sonrisa a Odalyn cuando regresó para comunicarnos que se marchaban al hotel. Ojalá pudiésemos Reidar y yo terminar en breve aquella velada y marcharnos a su casa, aunque algo me decía que no me daría la oportunidad de disculparme por lo sucedido, que seguiría pensando que lo había traicionado a pesar de que mi forma de verlo era bien distinta. Necesitaba que supiese que mis sentimientos por él eran sinceros, que lo amaba de verdad.
Con un suspiro y tratando de aguantar las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos, volví la mirada al pequeño que tenía en brazos, dándole un dulce beso en la frente mientras el tiraba de mi pelo al acercarlo a mí.
Tras la marcha de Odalyn y su prometido, Arely hizo gala de nuevo de que aquella guerra le importaba más bien poco, justificando su ataque a la comida que estaban terminando de servir las doncellas con que tenía que alimentar a una boca más. Entonces me centré en su vientre; poco abultado para estar de mucho tiempo; además de que era incapaz de escuchar la voz del pequeño que en su interior crecía. Más si me percaté de lo más obvio, del latido de su corazón, o ¿debería decir corazones?
- Realmente son dos bocas las que tienes que alimentar.- confirmé tras asegurarme que eran dos débiles latidos los que se juntaban al de la loba los que podía percibir. Le pregunté de cuanto tiempo estaba, pero Arely parecía ausente de toda conversación mientras seguía comiendo su trozo de pan.
Entonces Lobbo alargó sus manitas hacia la mesa, consciente de que había comida en ésta, mientras hacía sonidos confusos mirándome a mí y de nuevo a la mesa. Tomé una pequeña cazuela de barro donde habían traído un puré que había pedido para él, y tras ponerle la servilleta sujeta al cuello para que no se manchase, lo ladeé en mi regazo y comencé a darle la cena, que devoró hambriento.
-¿Quieres que lo hagamos entre los dos?- le pregunté a Reidar en un susurro; intimidada por el hecho de que no me había dirigido ni una palabra desde que nos habíamos encontrado en la playa y me había confirmado con palabras lo mucho que me odiaba.
Damon y Adaline no tardaron en volver hasta la carpa donde el resto esperábamos en silencio, proponiendo ésta última con escuchar la propuesta de Erlend mientras el resto satisfacían su apetito. Escuché un plan que ya conocía de la boca del inmortal, comprobando cada vez que la escuchaba de nuevo que era la mejor opción que Reidar tenía para salvar a su manada. Tal vez Errol no llevaría a la suya, pero con un ejército de inmortales a nuestro favor, las fuerzas no se verían mermadas, sino más bien al contrario.
Cuando escuché las palabras de Arely a su alfa miré inconsciente a Reidar; yo también estaría a su lado pasase lo que pasase, solo que él todavía no lo sabía. Me había pedido que cuidase de su hijo durante su marcha, al menos me lo había pedido antes de discutir y que mi vida se hubiese hundido en el abismo. Ahora no sabía que quería, bueno sí lo sabía, deseaba no haberme conocido jamás. Pero como poco podía hacer ya al respecto, lo ayudaría en aquello que mejor se me daba; causaría la muerte a todo aquel que atentase contra su vida, y daría hasta la última gota de mi sangre porque saliese victorioso y pudiese cuidar de su pequeño. Ambos se merecían ser felices.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Una velada en familia [Privado]
Mi papá no tardó en comprender lo que deseaba en esos momentos en los que solo los brazos de la mujer de olor a canela me daba; esa calma y tranquilidad que ella con su dulce voz conseguía.
Traté de acariciar la cara de mi papá cuando me cogió para pasarme a los brazos de ella, pero lo hizo tan rápido que no me dio tiempo a jugar con él. ¿Por qué estaba tan enfadado si el otro hombre gruñón que había dado el golpe en la mesa se había marchado?
Celebré estar de nuevo en brazos de ella mordisqueándole un poco el hombro, me dolían mucho las encías y su fría piel me ayudaba a calmarlas, hasta que de pronto vi una cuerdecita que rodeada su cuello. La miré curioso, y cogiéndola con mi manita fui tirando de ella hasta que de su corsé surgió mi tesoro encontrado. Una especie de cruz extraña que no dudé en morder.
Entonces ella me miró fijamente y paré de morderla, esperando que me riñese por estar mordiendo todo lo que se ponía a mi alcance, más lo que hizo fue darme un beso en la frente y acariciar mi pelo. Sonreí contento de volver a verla, y continué con mi afanosa labor de descubrir a que sabía la cruz.
Entretenido de esta guisa estaba cuando la otra mujer que me había cogido momentos antes volvió para decirle algo a ella y luego a mí. Reí y solté un chillido agudo cuando me besó antes de marcharse con el hombre que también había gritado y que me daba miedo. Pero yo era el hombre más afortunado de todos, todos los besos de las bellas mujeres iban para mí.
Seguí jugando ahora con el pelo de ella, que olía a natillas, chupándolo de vez en cuando por si sacaba algo de sabor a éstas; pero nada, no sabía a natillas, con el hambre que yo tenía. Entonces me percaté de que estaban llenando la mesa de comida. Palmoteé y gesticulé hasta que con una sonrisa ella se dió cuenta de que quería comer.
Señalé un gran pavo para que me lo acercase para mí solo, seguro que con suficiente tiempo sería capaz de comérmelo, más ella me acercó un recipiente con puré, más realista que yo con mis posibilidades culinarias.
Miré al pavo con recelo mientras ella me anudaba una servilleta en el cuello, pensando que la próxima vez no se me escaparía, aunque solo pudiese chuparlo por fuera.
Miré a mi papá cuando ella le habló; no entendía lo que le decía, pero era la primera vez que se hablaban en toda la noche. Ella parecía nerviosa, su voz apenas era perceptible, y la mirada de mi papá no auguraba nada bueno. Entonces cogí la cuchara que ella me había dejado para que me entretuviese mientras me daba el puré y llenándola con un poco de éste se la ofrecí a mi papá, quizás también tuviese hambre y por eso estaba de tan mal humor. A mí también me pasaba, igual que cuando llevaba los pañales sucios; ¿llevaría mi papá los pañales sucios?
Traté de acariciar la cara de mi papá cuando me cogió para pasarme a los brazos de ella, pero lo hizo tan rápido que no me dio tiempo a jugar con él. ¿Por qué estaba tan enfadado si el otro hombre gruñón que había dado el golpe en la mesa se había marchado?
Celebré estar de nuevo en brazos de ella mordisqueándole un poco el hombro, me dolían mucho las encías y su fría piel me ayudaba a calmarlas, hasta que de pronto vi una cuerdecita que rodeada su cuello. La miré curioso, y cogiéndola con mi manita fui tirando de ella hasta que de su corsé surgió mi tesoro encontrado. Una especie de cruz extraña que no dudé en morder.
Entonces ella me miró fijamente y paré de morderla, esperando que me riñese por estar mordiendo todo lo que se ponía a mi alcance, más lo que hizo fue darme un beso en la frente y acariciar mi pelo. Sonreí contento de volver a verla, y continué con mi afanosa labor de descubrir a que sabía la cruz.
Entretenido de esta guisa estaba cuando la otra mujer que me había cogido momentos antes volvió para decirle algo a ella y luego a mí. Reí y solté un chillido agudo cuando me besó antes de marcharse con el hombre que también había gritado y que me daba miedo. Pero yo era el hombre más afortunado de todos, todos los besos de las bellas mujeres iban para mí.
Seguí jugando ahora con el pelo de ella, que olía a natillas, chupándolo de vez en cuando por si sacaba algo de sabor a éstas; pero nada, no sabía a natillas, con el hambre que yo tenía. Entonces me percaté de que estaban llenando la mesa de comida. Palmoteé y gesticulé hasta que con una sonrisa ella se dió cuenta de que quería comer.
Señalé un gran pavo para que me lo acercase para mí solo, seguro que con suficiente tiempo sería capaz de comérmelo, más ella me acercó un recipiente con puré, más realista que yo con mis posibilidades culinarias.
Miré al pavo con recelo mientras ella me anudaba una servilleta en el cuello, pensando que la próxima vez no se me escaparía, aunque solo pudiese chuparlo por fuera.
Miré a mi papá cuando ella le habló; no entendía lo que le decía, pero era la primera vez que se hablaban en toda la noche. Ella parecía nerviosa, su voz apenas era perceptible, y la mirada de mi papá no auguraba nada bueno. Entonces cogí la cuchara que ella me había dejado para que me entretuviese mientras me daba el puré y llenándola con un poco de éste se la ofrecí a mi papá, quizás también tuviese hambre y por eso estaba de tan mal humor. A mí también me pasaba, igual que cuando llevaba los pañales sucios; ¿llevaría mi papá los pañales sucios?
Lobbo Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 178
Fecha de inscripción : 16/08/2016
Re: Una velada en familia [Privado]
Tomé aire mirando a todos los presentes, aquella cena no estaba yendo según lo esperado, de echo me atrevería a decir que al único que le importaba mi manada era a mi.
Todos parecían decididos a medirse lo larga que la tenían y agradecí que mi hermana se llevara a Errol y que Damon relajara los ánimos con la mortal de Erlend.
Allí me quedé, en silencio, rodeado de mujeres y con un inmortal que me miraba cargado de ira mientras yo le desafiaba con la mirada ámbar que sin quererlo sobresalía de mis ojos.
No me daba miedo Erlend, aunque debería, mas yo no era manco en el combate y de atacarme me defendería.
Sabia que su rabia venia por la que se había convertido en mi mujer, el veía las cosas de un modo muy distinto a mi realidad.
Quizás me estaba juzgando sin saber las veces que le había dicho a Moira que las cosas tenían que ir despacio, que no estaba enamorado ¿quien cojones se enamora y casa en dos días? Ella sabia todo eso y aun así, aprovecho que estaba completamente borracho para desposarse conmigo.
Yo ahora tenia mi mente en otro sitio, en la guerra que se avecinaba, tenia que estar tranquilo y ella no era capaz de entender que llegar frente a mi manda y explicar que me había casado con una vampiro alimentaria una guerra interna entre la manda que no necesitaba.
Me obligaba a mentir, y yo no era un mentiroso
Cuanto mas lo pensaba mas ámbar se tornaban mis ojos, fue la mano de mi hermano sobre mi hombro la que logró hacerme entrar de nuevo en razón, aunque por supuesto no calmó mi desasosiego.
Mi hijo me acercó una cuchara con puré, le sonreí acercando mis labios para probarlo mientras Moira me hablaba.
La ignoré, estaba tan cabreado que ni siquiera la miré, fue entonces cuando sentí la mano de Erlend aferrar mi camisola y levantarme de la silla.
Gruñí acercando mi rostro al suyo, desafiantes ambos, nos miramos de frente.
-Suelta mi camisa Erlend -le ordené.
Damon no tardo en situarse a mi lado con los ojos igual de ámbar que los míos pero el vampiro no retrocedió ni un ápice, chulo y engreído.
Sus palabras al hablar del plan de guerra eran mas que razonables, pero no se podía confiar en los inmortales.
-¿De verdad queréis que esto suceda delante de tu mujer Erlend y de tu hijo Reidar? -apunto mi hermano, de nuevo siendo la voz de la razón en todo aquello.
Las manos de Erlend aflojaron su agarre mirando de soslayo a su preciosa mujer, creo que a sabiendas de su miedo hacia nuestra raza, trataba de protegerla de una visión que la estremeciera, del mismo modo yo traté de calmarme al sentirme libre de su agarre.
Así, pusimos final a una cena para olvidar, en el que el plan quedaba trazado a fuego y los ánimos de la velada cubiertos de sangre.
Fin
Todos parecían decididos a medirse lo larga que la tenían y agradecí que mi hermana se llevara a Errol y que Damon relajara los ánimos con la mortal de Erlend.
Allí me quedé, en silencio, rodeado de mujeres y con un inmortal que me miraba cargado de ira mientras yo le desafiaba con la mirada ámbar que sin quererlo sobresalía de mis ojos.
No me daba miedo Erlend, aunque debería, mas yo no era manco en el combate y de atacarme me defendería.
Sabia que su rabia venia por la que se había convertido en mi mujer, el veía las cosas de un modo muy distinto a mi realidad.
Quizás me estaba juzgando sin saber las veces que le había dicho a Moira que las cosas tenían que ir despacio, que no estaba enamorado ¿quien cojones se enamora y casa en dos días? Ella sabia todo eso y aun así, aprovecho que estaba completamente borracho para desposarse conmigo.
Yo ahora tenia mi mente en otro sitio, en la guerra que se avecinaba, tenia que estar tranquilo y ella no era capaz de entender que llegar frente a mi manda y explicar que me había casado con una vampiro alimentaria una guerra interna entre la manda que no necesitaba.
Me obligaba a mentir, y yo no era un mentiroso
Cuanto mas lo pensaba mas ámbar se tornaban mis ojos, fue la mano de mi hermano sobre mi hombro la que logró hacerme entrar de nuevo en razón, aunque por supuesto no calmó mi desasosiego.
Mi hijo me acercó una cuchara con puré, le sonreí acercando mis labios para probarlo mientras Moira me hablaba.
La ignoré, estaba tan cabreado que ni siquiera la miré, fue entonces cuando sentí la mano de Erlend aferrar mi camisola y levantarme de la silla.
Gruñí acercando mi rostro al suyo, desafiantes ambos, nos miramos de frente.
-Suelta mi camisa Erlend -le ordené.
Damon no tardo en situarse a mi lado con los ojos igual de ámbar que los míos pero el vampiro no retrocedió ni un ápice, chulo y engreído.
Sus palabras al hablar del plan de guerra eran mas que razonables, pero no se podía confiar en los inmortales.
-¿De verdad queréis que esto suceda delante de tu mujer Erlend y de tu hijo Reidar? -apunto mi hermano, de nuevo siendo la voz de la razón en todo aquello.
Las manos de Erlend aflojaron su agarre mirando de soslayo a su preciosa mujer, creo que a sabiendas de su miedo hacia nuestra raza, trataba de protegerla de una visión que la estremeciera, del mismo modo yo traté de calmarme al sentirme libre de su agarre.
Así, pusimos final a una cena para olvidar, en el que el plan quedaba trazado a fuego y los ánimos de la velada cubiertos de sangre.
Fin
Reidar Landvik- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 12/07/2016
Localización : En los bosques
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