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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ninette Vassiljeva Miér Sep 28, 2016 8:58 pm


Soy una casa olvidada por la suerte del fuego
que le ha dejado su reino al hielo más seco.
—Rafael Arráiz Lucca, Cuarto.




Había tenido una pésima noche. El sol ya estaba bastante alto, brillando con todo su esplendor, mientras que Ninette aún continuaba sepultada entre las cobijas. Pensar en levantarse era una idea muy alejada de sus planes para ese día; sólo necesitaba descansar. Tras la desaparición del plenilunio, se quedó bebiendo como una condenada, hasta que el alcohol deshizo su sensatez. Sí, era una mujer, y no estaba bien visto que bebiera de esa manera; pero eso era algo que no le importaba en lo más mínimo. Ella no estaba bajo las órdenes de nadie, y eso sólo significaba una sola cosa: que siempre podía hacer su real voluntad. Desde que había llegado a París, su vida empezaba a mejorar un poco. Estar alejada de todo aquel infierno que había vivido dentro de la Inquisición, era algo que la tranquilizaba. No se sentía del todo satisfecha, pero se conformaba con la poca paz que lograba respirar. Esa era la vida que siempre había querido tener, sin demasiadas preocupaciones.

Continuó sumergida en su letargo, ignorando el desgraciado dolor de cabeza que le hacía palpitar las sienes, sintiéndose como un oso en pleno invierno. Y de no ser por el grito de Vladimir –que casi la tumba de la cama–, hubiera estado así durante todo el día. ¿Por qué tenía que arruinarle el momento? Lo detestó infinitamente en ese instante. Hasta lanzó unas blasfemias en ruso, mientras, de mala gana, se quitaba las sábanas de encima. No entendía porque demandaba su presencia con tanta urgencia; de seguro se trataba de alguna tontería. Pero no era así, el motivo resultó ser de mucho peso, algo que no se esperaba.

En París había contactado con varios conocidos. Aunque no confiaba del todo en ellos, sabía que repudiaban a la Inquisición tanto como ella; eso era un punto a favor. Además, tarde o temprano iba a necesitar empleo. Y sí que terminaría consiguiendo uno, no tan digno como esperaba, pero al menos era algo que bien sabía hacer, y mucho mejor, le proporcionaría ventajas para cumplir con su venganza.

Alexandre Schubert era un hombre de pocas palabras, con una mirada que causaba muchísimo recelo a quien se atrevía a mirarle por más de cinco segundos. A Ninette le daba igual, y agradecía que no fuera un sujeto muy curioso, o terminaría rechazando la oferta sin siquiera pensárselo, por más conocido que fuera. Él tenía algo que ofrecerle, más específicamente, se trataba de un peculiar oficio; y ella, ni corta ni perezosa, aceptó. Vladimir se opuso en un principio, pero Ninette estaba fascinada con la idea; ya había estado demasiado tiempo sin hacer nada. Así que, siguió a Alexandre, primero a pie, luego abordaron un lujoso coche, y finalmente, pararon en la zona residencial de la ciudad. Aquel lugar rodeado de prestigiosas propiedades que Ninette ignoró, sólo estaba pendiente de los movimientos del hombre.

—Espero que valga la pena. O simplemente, me daré media vuelta y regresaré por donde vine —aseguró, sin cruzar mirada con Alexandre—. ¿Y quién es ese fulano?

Habló más de lo debido, pero era parte de su naturaleza. Sabía que tenía que haber omitido esa interrogante, y lo confirmó cuando Schubert le dirigió una mirada nada agradable; Ninette igual lo desafió, no obstante, terminó desistiendo. Sólo lo siguió hasta una residencia bien acomodada, oculta entre abundante vegetación. Sus ojos viajaron de un lado a otro, no perdiendo ningún detalle del sitio. Tenía que conocer el terreno que pisaba. Lo hacía con el mejor disimulo posible, mientras esperaba al supuesto anfitrión del que Alexandre tanto le habló.

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Mensaje por Pavel Václav Jue Nov 17, 2016 9:37 pm


“Lies require commitment.”
― Veronica Roth, Divergent


La gente lo sabía. Era así de simple; Pavel no era una persona, no era algo tangible; era un concepto, una idea que permea en todo y en todos, como un mito que se esparce por las calles, de boca en boca, entre susurros clandestinos, o algo más turbio. Así era, nadie nunca lo mencionaba, pero si preguntabas del modo correcto, a las personas indicadas, probablemente te guiarían hasta él. Y es que así debía ser, en su posición, simplemente no podía anunciarte quién era, y a qué se dedicaba: «vendo los secretos del mundo al mejor postor». Pero en esa misma dinámica, valía la pena mantener su contacto, no como algo recurrente, sino como esa última salida a la que sólo recurrirías de estar muy desesperado.

Y no era raro que gente que hace muchos años que no veía, volviera a buscarlo. Estaba acostumbrado, y tenía buena memoria para las caras, y para los tratos. Podía precisar qué convenio hizo con esa persona sin equivocarse. Si eres un mentiroso, como él, se requiere de una gran habilidad para retener datos. Era el precio que tenía que pagar, y resultaba una ironía que alguien que mercaba con información, fueran tan de poco fiar; sin embargo, si no se trataba de sus secretos, no había razón por la cual dudar.

Uno de esos viejos conocidos lo contactó. ¿Cómo si ya no estaba en Inglaterra? Del mismo viejo modo: todos los caminos llevan a Roma. Entre los que son como él, y los que usan servicios como los que ofrece, todos están conectados. Se conocen de uno u otro modo. Fue una sorpresa para ambos descubrir que los dos estaban en París. Sorpresa, y conveniente. Le mandó su dirección, diciéndole que debía buscar muy bien: no mentía, la residencia que había adquirido en la capital gala estaba escondida entre maleza. Siempre se había sentido más seguro de ese modo.

Así pues, el día indicado, a la hora acordada, se dispuso a recibir a sus invitados, porque le había advertido que iría acompañado. Hizo arreglar uno de los salones para visitas y se vistió con casualidad, pero elegancia. Todo su atuendo estaba pensado para decir una cosa: «este es mi terreno». De nuevo, su capacidad para mentir lo obligaba a cuidar todo mínimo detalle; cuando era más joven, convenció a su colegio entero que provenía de una acaudalada familia, después de todo. Estaba acostumbrado.

Se plantó frente a una de las ventanas de la fachada en el tercer piso de tres. Larga como flauta y que, más allá de las copas de los árboles, le permitía ver el camino que llegaba hasta su casa. Con la vista atenta y las manos entrelazadas en la espalda, vio en carruaje acercarse. Sonrió de lado, lo había conseguido, sin embargo, no se movió. La diligencia desapareció, en dirección a donde él estaba, y tras algunos minutos, un sirviente lo interrumpió.

Señor, sus invitados han arribado —anunció el hombre de pelo entrecano y bigote bien recortado. Para Pavel, alguien que no había crecido con lujos, pero que siempre los deseó, resultaba sumamente satisfactorio que lo trataran con ese respeto.

Gracias Marcel, enseguida voy —lo miró por sobre su hombro y con eso, el hombre se retiró.

Un momento después, Pavel bajó también, y cuando llegó a la planta baja, vio en el recibidos a otro de sus mozos abriéndole la puerta a Alexandre Schubert y a su acompañante, una chica pelirroja.

Schubert, cuánto tiempo —fue su manera de saludar. Sonrió, pero no parecía del todo sincero, más como si estuviera midiendo al otro, y a la chica. Había algo cauteloso y felino en su expresión—. Adelante por favor, bienvenidos a mi humilde hogar —un privilegio del que no muchos gozaban.
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Mensaje por Ninette Vassiljeva Vie Ene 06, 2017 9:30 pm


El cuervo es la cimera de estas cabezas rotas;
cuelga un jirón de carne de su flaca barbilla:
parecen, cuando giran en sombrías refriegas,
rígidos paladines, con bardas de cartón.
—Arthur Rimbaud.




¿Y si Vladimir tenía razón? ¿Y si no era buena idea? “Y si...” Siempre esa maldita duda rondándole cual buitre. Quizás se debía a esa repentina libertad, a ese modo de no seguir las órdenes de más nadie, salvo de su propia conciencia, que no estaba tan estable como hubiera querido. Ninette a veces resultaba ser muy impulsiva, obedeciendo sólo a sus caprichos infantiles, pero terminara arrepintiéndose de algún modo. Creyó, por un instante efímero, que aquella decisión le saldría cara, que se cobraría una parte importante de sí misma. Pero tal vez sólo estaba paranoica. El simple hecho de haber escapado de las garras de la Inquisición la dejaba en un estado de alerta continua, sintiéndose perseguida por todos los seguidores de Henry Sicard. Resultaba una sensación desagradable, algo que no podía borrarse de la piel, y mucho menos, de la memoria. Sin embargo, confiaba en las palabras de Schubert; aún siendo un sujeto reservado, cuando ofrecía lealtad, lo hacía sin mirar atrás. Era esa misma razón por la cual Ninette continuó hasta el final, incluso, se atrevió a refutarle.

Pero ahora, ya estando en aquella residencia, su actitud altiva había disminuido, siendo tan sólo migas de su orgullo. Echó un rápido vistazo a la vivienda, también al criado que los recibió. Se había acostumbrado a actuar de esa manera en la Inquisición; sus líderes se lo recalcaban una y otra vez. Aunque tenía que reconocer que, de algún u otro, resultaba beneficioso asumir ese tipo de actitudes, porque eran una forma de defenderse ante el mundo corrupto, del que ella formaría parte desde ese instante. Todo gracias a un Alexandre Schubert, que ahora mostraba una postura relajada y una sonrisa que no era sincera. Ninette se recalcó mentalmente que se hallaba en un nido de cuervos.

Su mirada viajó por toda la figura que ahora los recibía; fue un movimiento rápido, casi imperceptible. Sin duda, ese hombre poseía el mismo estatus de Alexandre. ¿En dónde demonios se había metido? Ya era tarde para arrepentirse. De todas maneras, necesitaba el empleo, y ese le iba como anillo al dedo.

—Václav, mi estimado Václav. Recuerda que el tiempo es algo escatológico tratándose de nosotros —Respondió Schubert, dirigiéndole al otro hombre una mirada de pura confidencialidad—. Ah, y antes de que se me olvide, ella es Ninette Vassiljeva, la chica de la que te hablé. —Guiño el ojo, recalcando aún más aquellas palabras—. Así que entremos en materia.

Ninette observó a Schubert, entrecerrando un poco los ojos, pero luego ignoró toda aquella introducción ridícula. Simplemente le dirigió una sonrisa al anfitrión, igual de mentirosa que la que él portaba.

—Un placer, señor Václav —agregó Ninette, haciendo una leve reverencia.

Luego fueron dirigidos a un salón, más lujoso que el anterior. Ahí les ofrecieron asiento, y tanto Schubert, como Ninette, se pusieron cómodos, o al menos eso aparentaban. Tras un silencio incómodo, ella fue quien primero decidió romper con tanta etiqueta, justo cuando estuvieron únicamente los tres.

—Y bien, se supone que fui traída aquí por un motivo importante. Lamento mi repentina honestidad, pero, ya saben, en los negocios ser directo es importante, en especial si tu cabeza está en juego —habló con completa seguridad. Ninette no era idiota, sabía perfectamente a quienes se enfrentaba y no bajaría la guardia, ni siquiera en ese momento.

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Mensaje por Pavel Václav Lun Ene 23, 2017 8:34 pm


“Sheep can befriend a hungry wolf only for briefly.”
― Jim Butcher, Changes


Pavel sonrió con un gesto amplio y fue al encuentro de Schubert, por un instante pareció que de hecho le daba gusto verlo, por el simple placer de su compañía, no porque significara un nuevo negocio con cifras de dinero inalcanzables para los mortales. Toda su vida, la avaricia lo había movido, y no que ello fuera algo malo, al contrario, el siempre querer más le impedía mantenerse en un solo lugar. Rio luego con educación, el checo no tenía una educación que lo precediera, no había nacido en cuna de oro, pero en su afán de aparentar algo que no era, aprendió desde muy joven todos los protocolos y los modales, por ello, su risa se prolongaba lo que debía hacerlo, ni un respiro más.

Giró el rostro hacia la chica y, tras la reverencia, tomó la mano de la joven y la beso, él mismo inclinando la cabeza como si recibiera a la mismísima reina de Inglaterra. Aún con ese semblante seguro y galante, los condujo hasta la habitación que hizo preparar expresamente para esa reunión. En ella ya había viandas preparadas de queso, uvas y nueces, además de un coñac añejo y tres vasos. El propio Pavel se dirigió hasta la mesilla donde todo estaba y comenzó a servir algo del licor. Alzó el rostro cuando ella fue la primera en hablar. A decir verdad, había estado esperando aquello. Alexandre le había dicho muchas cosas sobre la muchacha y quería comprobarlas. Volvió a reír con condescendencia, como quien se divierte con las travesuras infantiles de un niño que no sabe lo que está haciendo.

No exagerabas en tus descripciones, Schubert. Tiene garra —dijo como broma, aunque fue muy evidente en su rictus. Ignoró deliberadamente a la chica, como si no estuviera ahí si quiera. Tomó dos de los vasos y los colocó en una mesa de centro, más al alcance de sus invitados y luego él mismo se hizo con un vaso. Dio un leve trago, calentó el coñac en el paladar para luego tragarlo.

Bueno, joven Vassiljeva —al fin se dirigió a ella. Desde que había besado su mano, la había estado ignorando—. Creí que aquí, Alexandre Schubert presente, la habría traído con algo más de información —se mantuvo de pie y recargó el codo en la mesa donde estaban los refrigerios. Tenía el coñac en la mano y lucía demasiado seguro para alguien tan joven. Dio un nuevo trago—. No creo que sea mi posición aclararle. Schubert, por favor, creo que esa parte te toca a ti —comentó y su en su voz brilló un dejo de diversión.

Y es que Pavel estaba en su elemento, no que hubiera dejado de llevar a cabo su labor, para nada, pero pocos clientes, por llamar a Schubert de algún modo, le presentabas situaciones tan interesantes. En ese instante de silencio, como si desde fuera lo hubiera percibido, Marcel entró a la habitación y tomó la charola con los tentempiés y los ofreció a los invitados, para luego dejarlos en la mesa.

Gracias Marcel —el joven amo agradeció a su mayordomo, quien con una reverencia, se marchó.
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Mensaje por Ninette Vassiljeva Mar Mar 28, 2017 8:35 pm


Miento
y queda clavado el universo
en mis mentiras dementes.
—Georges Bataille.




¿En dónde diablos había metido las narices? De seguro en algo que no era demasiado digno para la sociedad; quizás, en un negocio que pondría, nuevamente, su vida en peligro. Pero, ¿qué más daba? Ya había pasado por mucho dentro de la Inquisición, hasta se obligó a sí misma a forjar su carácter con hierro caliente, sin importar el dolor, ni las cicatrices que fueran a quedar para siempre en su piel. A esas alturas ya no tenía nada que perder, y mucho menos, algo que ganar. Todo cuánto quiso quedó hecho cenizas por la presencia nefasta de Henri Sicard, el mismo hombre que traicionó, e intentó asesinar, a Alexandre Schubert en el pasado. ¿Quién mejor que Ninette Vassiljeva para derrumbar su imperio? Aunque, claro, esto era algo que ella desconocía en ese instante, pues el hombre no reveló más detalles sobre el supuesto empleo que le había conseguido. Simplemente estaban en aquella residencia elegante, acompañados por el arrogante dueño, a quien Vassiljeva quiso arrancarle la cabeza en su momento.

Václav creía sabérselas todas, subestimándola por completo, y eso era algo que le enfurecía; aun así, no lo demostró, prefería mostrar una postura relajada y una seguridad inalterable. El tipo, se le notaba, era un cretino, aparte de estar metido en labores poco honestas, eso se veía hasta en el traje que ostentaba orgulloso, y en esa sonrisa falsa y petulante que adornaba su rostro. También se esparcía tanto en su aura, como en el tono de voz. Era fácil percibir ese tipo de cosas si se poseía el significante plus de ser un ser sobrenatural, como ocurría en el caso de Ninette. Además, dichas actitudes no le eran para nada ajenas; ella misma había convivido entre alimañas durante años, y encontrarse con otra no podía ser menos predecible.

Observó a Schubert, primero de soslayo, y luego lo confrontó directamente, aún sonriendo, pero con la peculiaridad de hacerle entender su reciente descontento. Y él no pudo hacerse el desentendido; no iba tamaña oportunidad, y menos ahora, que iba tan bien. Su plan estaba marchando con viento en popa y no permitiría que se arruinara por una tontería cualquiera. Así que, con aquella gracia que lo caracterizaba, se puso de pie, luego de haberle regresado una mirada a Ninette, como pidiéndole que se tranquilizara, que él podía manejarlo todo.

—Ya te había dicho que tenía a una persona sagaz para estos tratos, Václav —habló finalmente Schubert, colocándose frente a la ventana, pretendiendo darles la espalda a sus acompañantes, mientras se apoyaba en su bastón de paseo—. Tengo más años en el negocio que tú, y por supuesto, que tu tío. Soy un zorro viejo, y mis experiencias superan las de muchos hombres. Aunque, no creo que supere las de Vassiljeva, pero esa es otra historia. —Se giró sobre sus talones, clavando esa mirada gélida en el joven Pavel—. Y desde mis años de extensa rutina supe que nunca debía juzgar a una mujer... por ser mujer.

Schubert terminó guiñando el ojo, como gesto de pura confidencialidad; como un lenguaje propiamente usado entre cuervos. Esto último sólo hizo que Ninette entornara la mirada con hastío. Su paciencia solía agotarse más rápido de lo que llegaba a aparentar. Y sí, para qué negarlo, las actitudes de ambos sujetos le parecían aburridas, no había nada novedoso en éstas.

—El zorro viejo dándole lecciones al zorro joven, ¿no es así? ¡Que tierno! —respondió Ninette, con ese peculiar sarcasmo que dejaba escapar en contadas ocasiones—. No se molesten, me conozco la historia de principio a fin; alguna vez fui un lobo joven, bajo las enseñanzas de un veterano. —Alzó los hombros, restándole importancia al recuerdo del desgraciado de Sicard—; sin embargo, señores, no estoy aquí para que hablemos mediante parábola. Sé perfectamente que estoy tratando con hombres deshonestos cuyas riquezas provienen de hacer más miserables a otros. Pero, ¿qué más da? Trabajo es trabajo, ¿verdad? —Exhaló, recargando luego su rostro en la palma de su mano—. Ya me conoces, Alexandre, también a Vladimir, así que mejor ahórrate las introducciones sin sentido.

—Václav, creo que le he dado suficientes detalles a la señorita. No seas maleducado, mi buen amigo, ahora es tu turno —reiteró Schubert, esta vez notándose como su semblante cobraba una seriedad que imponía temor.


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Mensaje por Pavel Václav Mar Abr 18, 2017 8:55 pm


“There is always danger for those who are afraid.”
― George Bernard Shaw


No juzgo a nadie por ser mujer —soltó. Y es que en verdad no lo hacía, en su negocio, las mujeres resultaban ser las más letales—. ¿Pero puedo juzgarla por ser hermosa? —Y rio mirando a Alexandre, una vez más, ignorando a la chica, aunque luego clavó los ojos en ella, y escuchó con atención.

No dijo nada, la dejó hablar, interactuar con el otro hombre; ese tiempo le sirvió para esclarecerse él mismo algunas cosas, y cómo debía actuar. Dio un trago al coñac y se movió por la habitación con una seguridad que daba miedo. Dejó su bebida en algún lugar que se cruzó en su camino y se detuvo de modo que tanto Alexandre, como Ninette, pudieran verlo sin distracciones. Había aprendido mucho de su tío Radek, sin saberlo, después de todo, éste lo había estado educando para legarle todo lo que era suyo. Propiedades y enemigos por igual.

Mi tío es un hombre muerto —comentó, mirando primero a Ninette y luego a Alexandre—, lo digo en serio, está muerto. Ni todos sus años en el negocio les ayudaron a lidiar con una enfermedad venérea, ja… ¿puedes creerlo? —Sonrió, aunque hubo amargura en su gesto y en sus palabras; Radek Václav fue la única persona a la que verdaderamente apreció en algún momento—. Pero ahí donde él falló, yo voy a triunfar, y no hablo de ser tan descuidado como él en cuanto a con quien se metía sexualmente se refiere —volvió la vista a Ninette. Había algo implícito ahí, algo muy sucio, y sutil.

Está bien, que conste que te había dado la oportunidad —señaló vagamente a Schubert y se sentó frente a Ninette, cruzó la pierna y lució como un hombre mayor, que es dueño de todo lo que toca—. Ya lo has dicho, todo esto es producto de negocios non santos, y como hombre metido en asuntos tan turbios… —fue cínico adrede y no lo ocultó—, necesito más y más gente, no sé si me entiendes. Este rostro y este nombre llegan a ser conocidos. Más de lo que me gustaría. Me gusta la fama, no me malentiendas, pero a veces es un lastre. En fin, en fin… a lo que voy, o vamos, no dejes que Schubert te engañe, él también tiene parte en esto, es a que necesitamos a alguien cuyos récords, al menos en París, estén más o menos limpios —aunque no había dejado de mirarla, esta vez le dedicó algo más, como si sus ojos significaran de manera diferente las palabras que estaba pronunciando en ese momento.

Y creemos, o creo yo al menos que tú eres la persona indicada, Ninette Vassiljeva. No te vamos a aventar al ruedo si no lo deseas, aunque según entiendo, no tiene mucha opción —miró a Schubert. Al menos eso le había dicho él.

La tarea es sencilla, o lo es para alguien con tus cualidades. La obtención de una lista de nombres, hombres poderosos metidos en un escándalo de desviación de fondos. Lo que vendrá después es tan simple que hasta me avergüenza, estoy acostumbrado a cosas más elaboradas. Sin embargo, lo sencillo tiene su encanto. Muchos de ellos van a pagar porque nunca develemos sus vínculos en ese asunto, y los que no… los que no tienen enemigos, que pagarán también. Es un gana-gana… para nosotros, claro, no para ellos —rio—, y como hablamos de mucho dinero, y de asuntos de las más altas esferas de esta ciudad, tú tendrías la tercera parte de las ganancias —arqueó una ceja. Eso no lo había hablado con Alexandre y aunque no lo miró, esperó una reacción de su parte. Era una decisión que acababa de tomar.
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Mensaje por Ninette Vassiljeva Lun Mayo 01, 2017 2:40 am


Mi corazón es amargo.
Deja que venga a justificar
Sus actos, ahora.
—D.H. Lawrence.




¿Impulsiva? ¿Cabezota? ¡Claro que sí! Aquello era parte de su esencia, de su manera de actuar, aunque luego terminaba de arrepentida, y no era para menos. Ninette no solía detenerse a pensar mucho en diferentes cuestiones, sólo le dedicaba neuronas al trabajo, pero no a las cuestiones de la vida. Por esa misma razón, cuando Alexandre Schubert le hizo semejante oferta, su respuesta fue un rotundo sí, a pesar de que Vladimir se lo advirtió; a pesar de saber con quién se estaba metiendo. Sabía que aquel sujeto era un enemigo acérrimo del padre Sicard y esa le era una gran ventaja, pero no podía creer que iba a ser su aliada, quizás sólo la utilizaría para un propósito, porque sí, reconocía lo muy profesional que resultaba la muchacha. Sin embargo, también tenía la ligera sospecha de que algún punto, de todo aquel negocio sucio, implicaba a Henri Sicard. Y si estaba en un fallo, que le cortaran la garganta por pensar en tonterías.

Llegó el punto en el que no pudo aislar la sensación de incomodidad y sólo quería salir corriendo, pero ella no solía tomar ese tipo de actitudes, se arriesgaba demasiado, quizás porque los años dentro de la Inquisición la habían endurecido; había descubierto tantas cosas horribles dentro de aquella organización, que ya nada le sorprendía. Aquellos dos hombres tampoco tenían porque ser la excepción. Su vida fue tan miserable, que no le importaba arriesgarla. Sí, quizá estaba siendo muy estúpida, una malagradecida; no obstante, su fe se marchitó lentamente luego de todos esos años viviendo bajo sombras.

Aunque Schubert era un desgraciado, no dejaba de inspirar respeto, aún en esa posición, en la que dejaba entrever una mínima parte de su compleja personalidad. Ya del otro tipo había deducido mucho, a pesar de que pretendía ser un buen actor. Le tocaba el turno de hablar, luego de la pausa extensísima de Alexandre. Ninette intentó sostener la mirada de Václav, fingiendo interés  por lo que decía, hasta sonreír de manera hipócrita. Pareciera que ambos estaban compitiendo para saber quién era más antipático. Incluso hubo un instante en que entrecerró la mirada; odiaba infinitamente que jugaran a ser los coquetos en asuntos tan serios.

—Preferiría que me juzgara por otras cosas. Y si vas a seguir ignorándome, avísame, así no me haces perder el tiempo a mí, y mucho menos a Alexandre —fue directa. Poco le agradaba que le tomaran el pelo o pasaran de ella, ¿quién se creía que era?—. Ah, pobre de tu tío. Al menos sufrió menos que otros. Ya sabes, en este negocio hay torturas más sucias que las mismas que se practican en la Inquisición. Pero, estamos aquí para tratar otras cosas, no importa con quien termines acostándote, esa es cosa tuya.

Hizo un ademán, como si se tratara de cualquier persona. Le costaba muchísimo mantenerse callada y casi podía intuir la sonrisa ladina de Alexandre, aunque estuviera de espaldas.

—Por favor, Václav. Deja de tentar más al lobo —habló Alexandre finalmente—. Bien, supongo que ya te ha quedado claro, Ninette. No es nuevo para ti, solías hacer ese tipo de trabajos para Sicard y eras muy buena en lo que te proponías, por eso pensé en ti. Sé que Vladimir terminará aceptando mi propuesta tarde o temprano, es cuestión de tiempo.

—No lo metas a él en esto, Schubert querido —Ninette podía ser tan condenadamente hipócrita con sus palabras y aún guardaba otra carta—. ¿Qué tiene que ver esto con Sicard? ¡No me digas! Parte de esos sujetos trabajan para él, ¿verdad que sí? Que me lancen a la hoguera si estoy en un error. —Ignoró por completo a Václav, como una pequeña venganza por haberlo hecho con ella.

Alexandre se giró de inmediato, tenía el ceño fruncido. Sin duda, aquellas palabras le afectaron un poco. Le dirigió la vista a Pavel y sonrió, complacido por los resultados obtenidos.

—Te dije que era buena. Un poco vengativa, eso sí. Así que mejor ve con cuidado. ¡Ah! Y lo del dinero podemos discutirlo luego...

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Mensaje por Pavel Václav Dom Mayo 28, 2017 5:04 am


Era joven. Pavel estaba demasiado consciente de su juventud, sobre todo cuando se desenvolvía en un negocio tan amañado, donde los hombres mayores parecían llevar la ventaja. Pero como había sido siempre, el checo le sacaba provecho a lo que parecía una desventaja o debilidad. Eso, y su hambre de seguir aprendiendo; era muy avaricioso en todo sentido, incluido el intelectual, de ese modo, era incansable también. Sus defectos como armas, era quizá uno de los hilos conductores más claros en su atribulada y corta vida. Sin embargo, se daba cuenta, con alegría y asombro, que no era el único. Ahí estaba ahora esa mujer con el cabello de fuego, mismo que parecía también habitar en su vientre. Ninette era, en cierta medida, como él. Pavel alcanzaba a ver los claroscuros de una situación, o una persona, como era el caso, y captaba esos puntos en común, así como las obvias diferencias.

Soltó una risa breve y por lo bajo mientras se inclinaba al frente en su asiento, apoyando ambos pies en el suelo. Ávido, como si le fueran a contar el secreto de la juventud eterna o algo más poderoso aún. Miró con intensidad a la chica, quería su atención, ¿no? Ahí la tenía. A pesar de la acusación, Pavel podía estar tratando negocios muy serios, y aún así jugar ese juego. Que no lo subestimara… aunque por ahora lo encontró entretenido.

Intercambió miradas con Schubert. Hombre al que respetaba. Tanto era así, que no se fiaba mucho de él. Si un embaucador es bueno, y lo sabes, más te vale no creer la mitad de lo que dice, y poner en duda la otra mitad. No obstante, esta vez había hablado con la verdad.

Es buena, sí. Lo admito —se puso de pie y se envaró. No era muy alto, más bien promedio para los estándares europeos. Sonrió y la volvió a mirar con esa ansiedad que incomodaba. Sí, aún más, la reunión había sido bastante tensa. Una competencia entre ellos dos, con Schuber como el mediador más inútil que Pavel podía recordar—. Y por favor, no dejemos que el dinero se interponga en esta sociedad —al fin despegó los ojos azules de la joven y regresó su atención al mayor, alzó ambas cejas, aún quedaba por discutirse ese asunto de irse a partes iguales.

Pavel no era dadivoso, todo lo contrario. Y no le interesaba la seguridad de nadie, ni de Ninette, ni de Schubert, ni la suya, vaya; pero consideró que quien estaba arriesgando el pellejo era ella y merecía esa tercera parte.

¿Brindamos para cerrar el trato? —Tomó una campana de bronce que descansaba en una mesa y el mayordomo atendió de inmediato, esta vez con una botella de champán. Sirvió tres copas y se quedó ahí esperando—. Confío en que este trato nos beneficie a los tres, y que los tres encontremos lo que buscamos —miró en especial a Ninette. No estaba al cien por ciento enterado del asunto que tuviera pendiente con Sicard, sin embargo, sus palabras no eran en vano, que él obtuviera sus ganancias, y ella su venganza, si quería, y si podía. Schubert era más gris, más difícil de leer. Por eso Pavel no confiaba en él, y no que eso fuera algo precisamente malo, era sólo lo más inteligente.


Última edición por Pavel Václav el Lun Jul 10, 2017 9:36 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Ninette Vassiljeva Mar Mayo 30, 2017 8:55 pm


Recuérdame cuando haya marchado lejos,
muy lejos, hacia la tierra silenciosa;
cuando mi mano ya no puedas sostener.
—Christina Rosetti.




Nuevamente su pasado la perseguía, era como su sombra, iba a todas partes con ella, encargándose de recordarle de dónde venía y cuál fue su lugar en algún momento. Sin embargo, no mostró ningún indicio de que aquello la afectara, aunque por dentro estuviera rota; quizás podía recuperar los fragmentos restantes al cumplir su venganza. Era un anhelo infantil, inalcanzable, pero, quería, por primera vez en su vida, darle cabida a la esperanza. Aun así, ¿sería eso lo que realmente necesitaba para ser feliz? ¡No lo sabía! Y terminó dándose cuenta de ello justo en ese lugar, rodeada de esos dos hombres cuervos. Se tuvo que obligar a sí misma a mantener la compostura y esa actitud tan arrogante que tuvo que asumir ante los comentarios y acciones de Pavel Václav.

Acordarse de que él aún seguía ahí (obvio, estaban en su casa), la hizo despertar repentinamente, sólo para enfrentarse a su mirada intensa, a aquellos ojos claros que la descolocaron por unos segundos, pero jamás bajó la guardia, aunque por dentro estaba más que se moría, no sólo de rabia. Ya ni sabía si quería culminar el negocio o no. Simplemente observó a Schubert, su presencia seguía siendo motivo de desconfianza; ahora comprendía la poca fe que le tenía Vladimir a ese hombre. Todo él era un misterio. Pero Ninette Vassiljeva nunca se apabullaba, y no era como si pudiera hacerlo en ese instante. No le quedaba más alternativa que continuar con su farsa, ¡su maldita farsa! Se odió un poco a sí misma.

—Hasta que al fin reconoce algo, aparte de su ego —agregó, porque su necedad no le permitía callar tanto tiempo. ¿Acaso pretendía ganarse el odio de Václav? Se vio obligada a evadir su mirada esta vez, le incomodaba por completo—. Un momento, ¿dijiste sociedad? —Se puso de pie de inmediato, dedicándole una mirada inquisitiva a Schubert, quien sólo sonrió con ese condenado misterio suyo—. Oh, es verdad... pero, no me digas, ¿tengo que seguir aguantándome a este con sus comentarios de viejo coqueto?

—Ninette, suficiente —replicó Schubert. Ya no estaba de humor para seguirle el juego—. Bien, ya que insistes, Václav... entonces que así sea. La tercera parte a cambio de su paciencia para tolerarte. También tendrás que lidiar con algunos asuntos, en realidad, tendrán que hacerlo juntos. Ya mi sobrina se encargará de darte las indicaciones —sentenció—. Espero que no haya inconveniente alguno en que puedan trasladarse a Inglaterra, ¿verdad?

Algo tramaba Schubert, algo muy sucio, pero que jamás dejó ver. Se tenía muy escondidas sus verdaderas intenciones; aquel negocio del que platicó Václav sólo era la punta del iceberg. Ninette sintió un escalofrío recorrerle toda la columna vertebral, como queriendo advertirle sobre una calamidad. ¿Tendría que huir de nuevo? Sólo miró a Pavel, aunque el tipo le era una verdadera molestia. Aun así, no descartaba el hecho de que quería escuchar su respuesta con respecto a lo antes propuesto por Alexandre. Lo necesitaba.

—Supongo que está bien. Negocio es negocio —fingió una sonrisa, aún extrañada por el rumbo que empezaban a tomar las cosas—. ¿Le comieron la lengua los ratones, señor Václav?

Aquellas palabras eran más un habla ya, que una pregunta cualquiera. No sabía si estaba esperanzada con que él se negara o si en verdad pretendía cumplir con la parte de su trabajo. Complicado... demasiado complicado.


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Mensaje por Pavel Václav Lun Jul 10, 2017 10:05 pm


Sonrió. Las agallas de Ninette no dejaban de asombrarlo, para bien, desde luego. Atesoraba esa tozudez. Es que estando en su posición, no sólo de hombre adinerado, sino de hombre poco confiable, provocaba que todos a su alrededor le obedecieran sin chistar y era algo aburrido, si era sincero consigo mismo. La presencia de esta chica era una bocanada de aire fresco. Esa sonrisa maliciosa se tornó rápidamente en una carcajada al escucharla quejarse y aguardó por la respuesta de Schubert.

La risa se apagó así de rápido como vino, no esperaba que Alexandre dijera aquello, y menos en ese tono. Miró a Ninette por primera vez sin tratar de provocarla, era más un enigma que quería compartirle, algo como «luego hablamos» aunque no estuvo seguro si ella captó todo eso en tan breve gesto. La idea de regresar a Inglaterra no le gustó mucho, por sus propias razones muy personales, sumado a todo eso estaba que Schubert parecía haberse delatado un poco y que había algo más turbio (sí, todavía más) en todo el asunto. Entonces la mente de Pavel comenzaba a galopar como diligencia sin cochero, a toda velocidad y comenzaba a sentirse paranoico. Conocía al otro sujeto, al menos lo suficiente y comenzó a dudar si era precisamente eso lo que quería, que pensara que les estaba ocultando algo, que debían cuidarse un flanco, cuando el ataque vendría de otro lado, mucho más inesperado.

Pavel era también de la idea que uno no podía averiguarlo hasta atreverse a enfrentar las cosas, así que le tocaría eso. La voz de Ninette lo trajo de vuelta al salón donde sellaba aquel pacto que parecía redactado por el mismísimo Satanás. ¿Y si estaba vendiendo su alma, y de paso la de la joven Vassiljeva? No es que ella le importara mucho, pero tampoco lo creía justo. Luego se reía para sus adentros, ¿qué alma iba a vender si ya no le quedaba ninguna?

Oh, no, no, ya veo que extraña mi voz —se giró y le guiñó un ojo con total descaro—. Estaba pensando cuando sería conveniente partir. Tengo asuntos en la ciudad, como podrán comprender, pero supongo que cuando usted disponga Slečna Vassiljeva —sonrió, aún pensando y analizando en segundo plano toda la situación. Utilizó una formalidad en su natal bohemio para referirse a ella.

Entonces sospecho que por ahora nos resta nada más esperar instrucciones de tu sobrina, ¿no Alexandre? —Se movió de modo que quedó al lado de Ninette, como si ambos enfrentaran al hombre. Si salían victoriosos de esta, se prometió tomarse unas largas vacaciones—. Perdón que insista en el asunto, pero me gusta creer que esto también interesa a la que será mi acompañante, ¿qué debemos esperar? ¿Una carta o una visita? ¿Sabes? Me sentiría más tranquilo conociendo a tu sobrina, sobre todo considerando que es quien nos dará instrucciones. O no sé… ¿usted que piensa? —Se dirigió a Ninette, haciendo un leve asentimiento de cabeza. Otra vez, con un gesto veloz trató de trasmitirle un mensaje completo: que no soltara el tema y le ayudara.

Aún no sabía hacia dónde estaban las lealtades de la rusa, quizá simplemente los estaba usando como vehículo para su venganza, y si era así, la respetaba todavía más. Con un poco de decepción, llegó a la conclusión que le iba a tocar averiguarlo sobre la marcha. Usualmente no se aventaría así a un trabajo, con tantos cabos sueltos, sólo que en esta ocasión creyó que era tarde para arrepentirse.
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Mensaje por Ninette Vassiljeva Dom Jul 30, 2017 2:27 am

Con la seriedad grabada en el rostro de Schubert, olvidó por completo que se encontraba en compañía del patán de Pavel; pero no logró pasar de él por mucho tiempo, aunque esta vez se centraría en su mirada para recriminarle por sus comentarios huecos. No, había algo más, como una sutil alerta. Desde luego, Alexandre Schubert logró sacarlos de ese plan de querer llevarse la contraria de manera constante, y era, precisamente, por lo que les acababa de mencionar. Ninette no podía dejar de pensar en la venganza que quería cumplir Schubert en contra de Sicard; ambos eran casi némesis, por decirlo de algún modo. Quizás ella estaría involucrada directamente en todo aquel asunto, y para disfrazar todo el asunto, terminó metiendo a Pavel Václav. ¿Por qué? Era un pedante, sí. También estaba dedicado a esos negocios sucios, sin embargo, no formaba parte del historial en donde se encontraba el nombre de su “padre” adoptivo.

Y claro, había captado la respuesta silenciosa de Pavel, a lo que ella le quiso dar entender que había entendido, aparte de querer gritarle que ambos estaban hasta el cuello, y no habría marcha atrás. Pero sólo tensó la mandíbula, también los puños. Vladimir había tenido razón todo el tiempo, ¡y ya era muy tarde para retractarse! Aun así, ella tampoco iba a apabullarse, en lo absoluto. Ni siquiera cuando estuvo dentro de la Inquisición, casi como una rata de laboratorio, mostró temor, a pesar de estar destrozada por dentro. ¡Y ahora no haría una excepción! Por favor, ella era Ninette Vassiljeva, el dolor de cabeza que el mal nacido de Henri Sicard quería hallar sí o sí. ¿Por qué no ser el dolor de cabeza de Alexandre Schubert? Uh, estaba jugándose dos cartas y eso no era nada bueno. Aunque tampoco tenía mucho que perder.

Sin embargo, no fue capaz de responder de inmediato a nada, quería escuchar algo más de Alexandre, quizá porque tenía la idea infantil de que fuera a hablar de más. No podía esperar a que su sobrina le revelara todo exclusivamente a Pavel, ¡y ella también era parte del trato! No lo veía justo.

—Tendrás que retrasar tus asuntos, Václav, porque esto es urgente, y más que todas esas cosas —habló Schubert, completamente convencido de su propuesta—. La conoces, Pavel, ya has coincidido con ella. Es Isolde. Supongo que te hará una visita para terminar de darte instrucciones; pero como me gusta asegurar la jugada por mi cuenta, sólo puedo decirte que no hallarás nada en París relacionado con este caso. Precisamente he hecho un seguimiento y los resultados nos llevan a Inglaterra. Como sé que estuviste un tiempo allá, será mucho más sencillo, así guías un poco a Ninette en ello.

Sentenció el hombre, sin titubeos, sin nada que delatara algo sucio, sólo que estaba manejando una misión rutinaria, nada más. Pero Ninette, conociéndolo, conservaba sus dudas, aunque igual la motivaba el hecho de poder vengarse de Sicard, así que no le quedó de otra que seguir el juego sucio de Alexandre Schubert. Por su parte, Václav, que parecía cero convencido, tampoco tuvo mucho de qué quejarse.

—Supongo que tu sobrina podría ser más específica que tú, Alexandre. Es decir, tenemos que viajar a Inglaterra, ¿a qué? ¿A buscar los nombres de algunos hombres que están defraudando a la sociedad en la que están implicados ustedes? ¡Bien! Hasta ahí todo bien, nada extraño. Lo único es que... ¿crees que esos hombres están infiltrados y que trabajan secretamente para Sicard? ¡Maravilloso! Entonces quieres arruinarle el negocio —expresó Ninette con notoria coherencia. La sonrisa ladina de Schubert sólo logró responder sus dudas, a pesar de seguir creyendo que había algo más—. Bueno, ya que hemos avanzado de esta manera, no tengo más objeciones. ¿Cuándo tendremos que partir?

—En tres días —concluyó Alexandre, sin dar tiempo a contradicciones por parte de ninguno.


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Mensaje por Pavel Václav Jue Ago 10, 2017 9:09 pm


Tampoco se esperaba otra cosa. No creía que Schubert, o la propia Ninette, fueran a esperarlo, y los asuntos que había mencionado eran más bien una invención; quiso ganar tiempo, pero fue en vano, por otro lado, creyó que era mejor de este modo. «Al mal paso, darle prisa» se dijo, para tranquilizarse. Estaba demasiado inquieto en su interior, dando vueltas y tratando de hallar huecos en lo que Alexandre dijera, no obstante, el hombre tenía el terreno planchado. Claro, esa intranquilidad no la demostró de forma clara, hacia el exterior, continuó siendo el Pavel usual, algo altanero, algo encantador.

Ya veo, Isolde, por supuesto. Espero entonces que nos visite antes de esos tres días, sino vamos a ir a ciegas. Ninette lo tiene claro, sin embargo, sigo encontrando lagunas, mismas que espero, tu sobrina, nos aclare —habló con seguridad y desfachatez. Pavel lucía como un hombre que no temía a la muerte, ni a nada, y en gran medida así era; había visto y hecho demasiado como para amilanarse con esas cosas.

Me encantaría que Slečna Vassiljeva esté también presente cuando Isolde se digne a contarnos más de este asunto. Entiendo que los dos tienen temas pendientes con Sicard, y me siento algo dejado de lado —sonrió, bromeó con cinismo y se rascó la nariz—. Me gustaría enterarme qué más voy a sacar de esto, aparte de dinero. ¿O es sólo eso, Alexandre? ¿Buscaste a alguien con tan pocos escrúpulos como yo para una misión como esta? Si es así, no te culpo, mucho menos por haber llegado a mí —rio brevemente—. En fin, si no tienen nada más que agregar, no queda más que esperar —oteó el salón, primero miró a Schubert, y luego se detuvo más de lo que era normal en Ninette.

A pesar de mis propias dudas, creo que ha sido una reunión productiva —sonrió ampliamente, como si acabara de dispararle a un hombre sólo para verlo morir. Esa era la expresión usual en él, la de un tramposo que disfruta con verte sufrir—. Agradezco la adición a la misión, Ninette ha resultado toda una revelación —volvió a hablar como si ella no estuviera ahí; lo hizo a propósito, para regresar la normalidad y las rencillas, quería hablar con la rusa, luego, a solas, y no quería delatarle a Alexandre esa intención, y tampoco a ella, de paso.

Hizo sonar nuevamente una campana, y al instante, un mayordomo se apareció para empezar a recoger los vasos y la botella de licor.

Tú llevas el timón de este barco, Schubert, así que espero noticias pronto. Antes de partir, si se puede, sería mucho más útil —se encaminó a la entrada del salón donde se había llevado a cabo la reunión. Se detuvo y se giró para ver a sus invitados—. Te conozco —le dijo al otro hombre y pareció que en esas palabras trató de decir algo mucho mayor—, sé que no invertirías tiempo en una causa perdida —habló con una convicción que no sentía. No porque Pavel no fuera un hombre seguro de sí mismo (todo lo contrario), sino porque en realidad no conocía a Alexandre. Nadie lo hacía, era parte del trabajo de ambos.

Mostrarse en totalidad, era un error que Pavel sabía fatal. Ni él, ni Schubert iban a hacerlo, se mantendrían como eternos desconocidos. Clavó los ojos azules en él, para luego posarlos en Ninette, ¿qué había de ella? ¿Su sed de venganza iba a ganarle? Un hombre —o una mujer— se conocía mejor a través de sus odios, eso era algo que había aprendido hace tiempo, y por eso mismo, Pavel no odiaba nada con intensidad.
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