AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Destino alcanzado: París [Privado]
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Destino alcanzado: París [Privado]
Tras duras semanas de viaje, donde la joven Lisbeth había utilizado todos los medios de transporte conocidos, llegó hasta París. Su tan largo trayecto había comenzado en Checoslovaquia, lugar que había sido su hogar desde la muerte de su madre hasta hacía bien poco. Su padre se había vuelto a casar con una duquesa de la zona, y dejando atrás su ciudad natal en Noruega, ella junto a su padre y sus hermanos se habían establecido en esas lejanas tierras que en nada se parecían al lugar que tanto añoraba y que tan buenos recuerdos le traía.
Cuando salió de casa, aproximadamente un mes antes, recorrió parte nordeste de Alemania hasta llegar a una zona portuaria de este gran país, donde se embarcó en un gran navío que le llevaría directamente a París. Según su padre, aquel camino por mar sería más seguro que el realizado por tierra, donde los ladrones y mercenarios podrían asaltar el carruaje que la portase hasta su destino.
Desconocía las verdaderas razones de su padre en mandarla tan lejos, aunque imaginaba que el hecho de que su madrastra y ella no congeniasen demasiado podía ser la verdadera causa de su partida. Incluso la envidiable relación que había mantenido con su padre durante tanto tiempo, se había visto truncada por la aparición de aquella mujer que parecía ahora ejercer un temible poder sobre su adorado padre. Por una cosa o por otra, la joven debía llegar hasta la casa de una tía abuela suya, familiar de su madre, que había aceptado acogerla en su casa, con el firme propósito de educarla en medida de lo posible como a una dama de la alta alcurnia parisina, para posteriormente hacer su presentación en sociedad.
No es que Lisbeth estuviese muy convencida de querer ser presentada en sociedad, pues sabía que ese era el primer paso antes de que la prometiesen con algún joven de la ciudad con el fin de conseguir alguna alianza provechosa para otros, pero dejar atrás un hogar que ya no consideraba como tal, sería como un soplo de aire renovado para ella.
Apenas sabía nada de quien acudiría a recogerla al puerto, pues según le había dicho su padre antes de salir, se encargaría de mandar una misiva a su tía para que ésta se encargase de todo.
El alba despuntaba en el cielo cuando el barco atracó en el puerto de la ciudad y acompañada por un mozo que portaba su equipaje, anduvo hasta el muelle a esperar a quien debía ir a buscarla. Se sentía un tanto desconcertada, pues desconocía quien debía escoltarla hasta casa de su tía en una ciudad que no había visto en su vida; en un lugar en el que se encontraba totalmente sola, y esperando a un hombre que debería portar su equipaje y que por su puesto sería un completo desconocido para ella.
Cuando salió de casa, aproximadamente un mes antes, recorrió parte nordeste de Alemania hasta llegar a una zona portuaria de este gran país, donde se embarcó en un gran navío que le llevaría directamente a París. Según su padre, aquel camino por mar sería más seguro que el realizado por tierra, donde los ladrones y mercenarios podrían asaltar el carruaje que la portase hasta su destino.
Desconocía las verdaderas razones de su padre en mandarla tan lejos, aunque imaginaba que el hecho de que su madrastra y ella no congeniasen demasiado podía ser la verdadera causa de su partida. Incluso la envidiable relación que había mantenido con su padre durante tanto tiempo, se había visto truncada por la aparición de aquella mujer que parecía ahora ejercer un temible poder sobre su adorado padre. Por una cosa o por otra, la joven debía llegar hasta la casa de una tía abuela suya, familiar de su madre, que había aceptado acogerla en su casa, con el firme propósito de educarla en medida de lo posible como a una dama de la alta alcurnia parisina, para posteriormente hacer su presentación en sociedad.
No es que Lisbeth estuviese muy convencida de querer ser presentada en sociedad, pues sabía que ese era el primer paso antes de que la prometiesen con algún joven de la ciudad con el fin de conseguir alguna alianza provechosa para otros, pero dejar atrás un hogar que ya no consideraba como tal, sería como un soplo de aire renovado para ella.
Apenas sabía nada de quien acudiría a recogerla al puerto, pues según le había dicho su padre antes de salir, se encargaría de mandar una misiva a su tía para que ésta se encargase de todo.
El alba despuntaba en el cielo cuando el barco atracó en el puerto de la ciudad y acompañada por un mozo que portaba su equipaje, anduvo hasta el muelle a esperar a quien debía ir a buscarla. Se sentía un tanto desconcertada, pues desconocía quien debía escoltarla hasta casa de su tía en una ciudad que no había visto en su vida; en un lugar en el que se encontraba totalmente sola, y esperando a un hombre que debería portar su equipaje y que por su puesto sería un completo desconocido para ella.
Lisbeth Hagebak- Humano Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 01/10/2016
Edad : 29
Localización : Paris
Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Hacia un par de idas había recibido otra misiva de mi tío, creo que desde que estaba en París su interés por tenerme controlado era soberbio y en ese interés irracional, me pedía que hiciera un alto en el camino, en esa búsqueda que ahora me tenia preso.
Al parecer quería que custodiara a una doncella hasta casa de su tía abuela, para que fuera preparada para su presentación en sociedad, es decir encontrar marido e hijos y convertirse en la esposa sumisa de cualquier rico.
Mas cuando leí el nombre de la dama mi cuerpo dio un respingo, mi imaginación corrió rauda hacia una niñez que ya apenas recordaba y a esos encuentros que durante un verano ambos disfrutamos entre bosques y ríos.
Creo que esa era la única niñez que recuerdo, pues los patios de armas estaban adheridos a mi vida como un mal sueño, tanto era así, que hoy, los necesitaba para mantenerme vivo.
Para eso había sido entrenado desde niño, para luchar o morir, para salir victorioso de cualquier afrenta, de cualquier enemigo que causara estragos a mi reino y a mi tío.
Aquella mañana como cualquier otra me vestí y desayune temprano, aunque me salí de la rutina pues en vez de marchar a blandir la espada cogí el caballo poniendo rumbo a la zona portuaria.
Tenia que confesar que estaba ligeramente nervioso, quizás porque el ultimo recuerdo que me asolaba era ese furtivo beso en los labios.
Ahora ella seria una dama y yo un caballero, aquello ya no era un juego de niños y no sabia a que debía atenerme, ni siquiera si era una enviada de mi tío para traicionarme por el camino.
No tarde en llegar frente al puerto, su olor a pescado, a salitre y amar se hacia presente por cada calle numerada de ese muelle que se perdía en el horizonte.
Busqué el numero marcado donde atracaría aquel navío del que bajaría aquella doncella, la que en el pasado fue mi amiga y hoy era una completa desconocida.
No tuve que esperar demasiado cuando el ruido del barco anuncio su llegada a puerto, y con el todos los que esperábamos nos acercamos.
Busqué entre el gentío que bajaba por la escalinata, era complicado reconocer a una mujer que posiblemente ya nada tendría que ver con esa niña de ojos pardos.
Al parecer quería que custodiara a una doncella hasta casa de su tía abuela, para que fuera preparada para su presentación en sociedad, es decir encontrar marido e hijos y convertirse en la esposa sumisa de cualquier rico.
Mas cuando leí el nombre de la dama mi cuerpo dio un respingo, mi imaginación corrió rauda hacia una niñez que ya apenas recordaba y a esos encuentros que durante un verano ambos disfrutamos entre bosques y ríos.
Creo que esa era la única niñez que recuerdo, pues los patios de armas estaban adheridos a mi vida como un mal sueño, tanto era así, que hoy, los necesitaba para mantenerme vivo.
Para eso había sido entrenado desde niño, para luchar o morir, para salir victorioso de cualquier afrenta, de cualquier enemigo que causara estragos a mi reino y a mi tío.
Aquella mañana como cualquier otra me vestí y desayune temprano, aunque me salí de la rutina pues en vez de marchar a blandir la espada cogí el caballo poniendo rumbo a la zona portuaria.
Tenia que confesar que estaba ligeramente nervioso, quizás porque el ultimo recuerdo que me asolaba era ese furtivo beso en los labios.
Ahora ella seria una dama y yo un caballero, aquello ya no era un juego de niños y no sabia a que debía atenerme, ni siquiera si era una enviada de mi tío para traicionarme por el camino.
No tarde en llegar frente al puerto, su olor a pescado, a salitre y amar se hacia presente por cada calle numerada de ese muelle que se perdía en el horizonte.
Busqué el numero marcado donde atracaría aquel navío del que bajaría aquella doncella, la que en el pasado fue mi amiga y hoy era una completa desconocida.
No tuve que esperar demasiado cuando el ruido del barco anuncio su llegada a puerto, y con el todos los que esperábamos nos acercamos.
Busqué entre el gentío que bajaba por la escalinata, era complicado reconocer a una mujer que posiblemente ya nada tendría que ver con esa niña de ojos pardos.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Lisbeth esperó desconcertada en la zona de desembarque observando como el resto de viajeros y tripulantes del navío con los que había compartido viaje las últimas semanas iban alejándose poco a poco de la zona portuaria. Unos se marchaban solos, seguramente acostumbrados a realizar este viaje que para ellos poco o nada importaba. Pero algunos afortunados, iban acompañados de sus seres queridos, esos que celebraban su reencuentro entre abrazos y gritos de jolgorio, y que tras el primer recibimiento, partían todos juntos hacía ese hogar que compartía.
En esos momentos a Lisbeth la invadió la melancolía, sabía que a partir de ese momento estaría sola, pues aunque viviese con más gente en la casa, ya no tendría a nadie con quien compartir sus risas y su preocupaciones; echaría en falta a sus hermanos, los cuales habían sido un gran apoyo desde la muerte de su madre.
La joven miraba con disimulo a un lado y otro del puerto, preguntándose como sería el hombre que su tía habría mandado para buscarla, e intentado imaginar si éste sabría el aspecto de ella. Su equipaje, compuesto por dos maletas de piel, descansaba a sus pies. Su padre le había asegurado que el resto de sus pertenencias se demoraría unos días, pues éstas viajarían por tierra, un modo más económico sin duda de mandar varios arcones que contenían toda su vida. Eso le hacía pensar, pues el hecho de que su madrastra hubiese insistido tanto en empaquetar todas sus cosas, era señal inequívoca de que no volvería a pisar aquel lugar que había considerado su hogar los últimos años.
Apenas quedaban viandantes por aquella zona, y fue entonces cuando Lisbeth se fijó en un joven muchacho de ojos castaños que la miraba fijamente. Inclinó levemente la cabeza, pues su rostro le resultaba familiar, y fue entonces cuando cayó en la cuenta de que aquel hombre al que habían mandado a recogerla no era otro que ese chico vivaracho con el que tantas veces había soñado; su mejor amigo de la infancia, su único amigo.
Una tímida sonrisa se dibujó en su rostro mientras daba pequeños pasos hacía él, asegurándose de que no era una ilusión lo que tenía delante, que aquel joven era sin duda Höor. Los últimos años no había pasado el día en que no se acordase de él, en el que no echase tanto de menos sus conversaciones; y sin lugar a dudas, aunque algunas facciones se habían endurecido en su rostro con el paso del tiempo, seguía transmitiéndole lo mismo que aquel último día de verano cuando sus labios se habían unido en un dulce beso que significó después una larga despedida.
- ¿Höor, eres tú? - preguntó con un suave hilo de voz, incrédula todavía por sentirse tan dichosa en esos momentos en los que solo auguraba tristeza y melancolía.
Se aproximó a él hasta quedarse a apenas dos pasos, dejando su equipaje a sus espaldas y dudando si echarse a sus brazos para darle un fuerte abrazo o mantener las distancias. Ya no eran niños, ahora debía comportase como la señorita que era, pero si había algo que más anhelaba en ese preciso instante, era volver a sentir el calor de sus abrazos.
En esos momentos a Lisbeth la invadió la melancolía, sabía que a partir de ese momento estaría sola, pues aunque viviese con más gente en la casa, ya no tendría a nadie con quien compartir sus risas y su preocupaciones; echaría en falta a sus hermanos, los cuales habían sido un gran apoyo desde la muerte de su madre.
La joven miraba con disimulo a un lado y otro del puerto, preguntándose como sería el hombre que su tía habría mandado para buscarla, e intentado imaginar si éste sabría el aspecto de ella. Su equipaje, compuesto por dos maletas de piel, descansaba a sus pies. Su padre le había asegurado que el resto de sus pertenencias se demoraría unos días, pues éstas viajarían por tierra, un modo más económico sin duda de mandar varios arcones que contenían toda su vida. Eso le hacía pensar, pues el hecho de que su madrastra hubiese insistido tanto en empaquetar todas sus cosas, era señal inequívoca de que no volvería a pisar aquel lugar que había considerado su hogar los últimos años.
Apenas quedaban viandantes por aquella zona, y fue entonces cuando Lisbeth se fijó en un joven muchacho de ojos castaños que la miraba fijamente. Inclinó levemente la cabeza, pues su rostro le resultaba familiar, y fue entonces cuando cayó en la cuenta de que aquel hombre al que habían mandado a recogerla no era otro que ese chico vivaracho con el que tantas veces había soñado; su mejor amigo de la infancia, su único amigo.
Una tímida sonrisa se dibujó en su rostro mientras daba pequeños pasos hacía él, asegurándose de que no era una ilusión lo que tenía delante, que aquel joven era sin duda Höor. Los últimos años no había pasado el día en que no se acordase de él, en el que no echase tanto de menos sus conversaciones; y sin lugar a dudas, aunque algunas facciones se habían endurecido en su rostro con el paso del tiempo, seguía transmitiéndole lo mismo que aquel último día de verano cuando sus labios se habían unido en un dulce beso que significó después una larga despedida.
- ¿Höor, eres tú? - preguntó con un suave hilo de voz, incrédula todavía por sentirse tan dichosa en esos momentos en los que solo auguraba tristeza y melancolía.
Se aproximó a él hasta quedarse a apenas dos pasos, dejando su equipaje a sus espaldas y dudando si echarse a sus brazos para darle un fuerte abrazo o mantener las distancias. Ya no eran niños, ahora debía comportase como la señorita que era, pero si había algo que más anhelaba en ese preciso instante, era volver a sentir el calor de sus abrazos.
Lisbeth Hagebak- Humano Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 01/10/2016
Edad : 29
Localización : Paris
Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Una joven se acerco a mi lentamente, su aspecto era inconfundible, habían pasado muchos años, demasiados desde la ultima vez que nos vimos, esa en la que como niños nuestros labios se juntaron.
Sonreí de medio lado cuando se detuvo frente a mi con sus inmensos orbes pardos haciendo una pregunta que creo la respuesta la sabíamos ambos.
-El mismo señorita -bromeé al verla parada frente a mi a unos pasos, con sus manos enzarzadas tímidamente y las mejillas sonrosadas.
Tiré de su mano hasta que nuestros cuerpos quedaron pegados, mientras la brisa se alzaba en el puerto dejando así su pelo alborotado acariciando nuestros rostros.
-¿que ha sido de tu vida? -pregunté separándome ahora para admirar a aquella mujer de belleza exquisita.
Aunque seguía siendo esa niña parecía haber cambiado en demasía, no veía la viveza de el terremoto que era, aunque si en parte aquella inocencia.
-Desde ese encuentro en el bosque, nunca volví a saber de ti, se de oídas que perdiste a tu madre, traté de escribirte, pero al parecer cambiaste de dirección y el emisario volvió con la misiva, así que, te perdí, perdí tu rastro.
Luego el tiempo, la guerra... -me excusé frente a ella.
-Tienes que ponerme al día señorita Hagebak, ¿que es de tus hermanos? ¿por que este viaje tan repentino?
Tomé su equipaje mientras empezaba el camino hacia mi montura que nos esperaba en la zona de fuera del muelle, tendríamos que pasar las aduanas, algo sencillo pues apenas llevaba una bolsa de mano con lo justo.
Sonreír de medio lado mirándola
-Cualquier otra hubiera traído tres o cuatro maletas, de echo tentado mientras venia estaba de hacerme acompañar por un carro, para así no cargas a mi pobre corcel con tanto trasto -bromeé
Atravesada la zona aduanera, llegamos frente a mi corcel y la dama me entrego una misiva donde ponía la dirección de su tía, aquel lugar donde al parecer la convertirían en mujer.
-¿vas a desposarte? -le pregunté con una amplia sonrisa, a fin de cuentas eso era lo que hacían las damas y sin duda que la enviaran a aprender a ser una mujer sumisa era la inequívoca señal de que si no tenia ya pretendiente buscado no tardaría eso en pasar.
Sonreí de medio lado cuando se detuvo frente a mi con sus inmensos orbes pardos haciendo una pregunta que creo la respuesta la sabíamos ambos.
-El mismo señorita -bromeé al verla parada frente a mi a unos pasos, con sus manos enzarzadas tímidamente y las mejillas sonrosadas.
Tiré de su mano hasta que nuestros cuerpos quedaron pegados, mientras la brisa se alzaba en el puerto dejando así su pelo alborotado acariciando nuestros rostros.
-¿que ha sido de tu vida? -pregunté separándome ahora para admirar a aquella mujer de belleza exquisita.
Aunque seguía siendo esa niña parecía haber cambiado en demasía, no veía la viveza de el terremoto que era, aunque si en parte aquella inocencia.
-Desde ese encuentro en el bosque, nunca volví a saber de ti, se de oídas que perdiste a tu madre, traté de escribirte, pero al parecer cambiaste de dirección y el emisario volvió con la misiva, así que, te perdí, perdí tu rastro.
Luego el tiempo, la guerra... -me excusé frente a ella.
-Tienes que ponerme al día señorita Hagebak, ¿que es de tus hermanos? ¿por que este viaje tan repentino?
Tomé su equipaje mientras empezaba el camino hacia mi montura que nos esperaba en la zona de fuera del muelle, tendríamos que pasar las aduanas, algo sencillo pues apenas llevaba una bolsa de mano con lo justo.
Sonreír de medio lado mirándola
-Cualquier otra hubiera traído tres o cuatro maletas, de echo tentado mientras venia estaba de hacerme acompañar por un carro, para así no cargas a mi pobre corcel con tanto trasto -bromeé
Atravesada la zona aduanera, llegamos frente a mi corcel y la dama me entrego una misiva donde ponía la dirección de su tía, aquel lugar donde al parecer la convertirían en mujer.
-¿vas a desposarte? -le pregunté con una amplia sonrisa, a fin de cuentas eso era lo que hacían las damas y sin duda que la enviaran a aprender a ser una mujer sumisa era la inequívoca señal de que si no tenia ya pretendiente buscado no tardaría eso en pasar.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Lisbeth miraba embobada el rostro de aquel joven caballero con el que tantas veces había soñado, en quien tantas veces había pensado a lo largo de estos años, quien con una preciosa sonrisa y sin dudarlo dos veces tiró de su delicada mano para envolverla en ese cálido abrazo que ella tanto había deseado, y que temerosa de las reacciones que éste pudiese acarrear no se había atrevido a dárselo antes.
Apenas quedaba ni un alma en el puerto, quizás algún marinero atareado con sus quehaceres cotidianos, o algún que otro viajero que todavía se demoraba en portar sus equipajes hasta los carros que esperaban en el exterior de la zona portuaria. La brisa marina azuzó sus cuerpos y el muchacho se separó despacio, soltándola de ese abrazo que tanto la reconfortaba.
- Mi madre murió poco después de nuestra despedida de ese verano.- contesté con timidez al tiempo que mis mejillas se sonrosaban recordando mi tierno beso en los labios al marcharme. Había imaginado tantas veces como sería aquel niño con el que había compartido tantas cosas, con el que se sentía tan feliz, que tenerlo en esos momentos delante era inaudito. Sus ojos eran capaces de transmitirme la misma calma que años atrás, aunque ahora parecían curtidos en mil batallas. Imagino que ninguno de los dos mantenía la inocencia de nuestra infancia, aunque la amistad que nos había unido seguía tan viva como entonces.- Perdóname por no haberme puesto en contacto contigo, por desaparecer como si me hubiese tragado la tierra, pero la muerte de mi madre fue un duro golpe para todos. Poco después mi padre conoció a una mujer de un país lejano, y cuando contrajeron segundas nupcias nos trasladamos allí.
Lisbeth hizo una pausa, reprendiéndose por no haber sido capaz de escribirle una carta a su mejor amigo, pero su vida no había sido digna de contar, más bien todo lo contrario. El resto de su infancia desde la muerte de su madre era algo que deseaba olvidar cada día; se había sentido desdichada y terriblemente sola. Quizás por ello había preferido desaparecer, no tener que preocupar a Höor con su tristeza, aunque ahora que lo volvía a ver, hubiese sido capaz de remover cielo y tierra por volver a encontrarse.
-Mi padre ha decidido enviarme con una tía abuela de mi difunta madre; según él quiere que me eduque como cualquier otra dama de la alta alcurnia francesa para después hacer mi presentación en sociedad. No sé bien que significa eso, pero sabiendo que iba a encontrarte aquí hubiese hecho el viaje mucho más contenta.- sonreí con dulzura, sorprendiéndome a mí misma por lo en ese estado de emoción era capaz de confesar.- Mis hermanos se han quedado junto a mi padre y su esposa, así que imagino que aquí estaré sola.
Höor cogió las dos maletas de la dama, y con ella sujetándose de su brazo se adentraron en las aduanas donde facturar su equipaje antes de acceder hasta su montura. Sus miradas se cruzaban si parar, era palpable el entusiasmo de ambos por aquel inesperado reencuentro.
-Según mi padre en unos días recibiré el resto de mis pertenencias; era mejor no venir cargada.- contesté con la misma respuesta que me había dado mi padre ante la misma pregunta que yo le había realizado incesantes veces. Le entregué una nota con la dirección donde debía llevarme y que casi se me cae de las manos.- ¿Has dicho desposarme?
El rostro de Lisbeth se quedó blanco como la nieve. Desconocía si Höor tenía más información que ella respecto al motivo de su viaje. Negó con la cabeza, presa del pánico. Ella no deseaba casarse, no con alguien a quien no conocía. Buscó inquieta con su mirada la de él, esperando que la tranquilizase, al igual que había hecho todas esas noches de tormentas en las que aterrorizada se metía en su cama buscando su protección.
Apenas quedaba ni un alma en el puerto, quizás algún marinero atareado con sus quehaceres cotidianos, o algún que otro viajero que todavía se demoraba en portar sus equipajes hasta los carros que esperaban en el exterior de la zona portuaria. La brisa marina azuzó sus cuerpos y el muchacho se separó despacio, soltándola de ese abrazo que tanto la reconfortaba.
- Mi madre murió poco después de nuestra despedida de ese verano.- contesté con timidez al tiempo que mis mejillas se sonrosaban recordando mi tierno beso en los labios al marcharme. Había imaginado tantas veces como sería aquel niño con el que había compartido tantas cosas, con el que se sentía tan feliz, que tenerlo en esos momentos delante era inaudito. Sus ojos eran capaces de transmitirme la misma calma que años atrás, aunque ahora parecían curtidos en mil batallas. Imagino que ninguno de los dos mantenía la inocencia de nuestra infancia, aunque la amistad que nos había unido seguía tan viva como entonces.- Perdóname por no haberme puesto en contacto contigo, por desaparecer como si me hubiese tragado la tierra, pero la muerte de mi madre fue un duro golpe para todos. Poco después mi padre conoció a una mujer de un país lejano, y cuando contrajeron segundas nupcias nos trasladamos allí.
Lisbeth hizo una pausa, reprendiéndose por no haber sido capaz de escribirle una carta a su mejor amigo, pero su vida no había sido digna de contar, más bien todo lo contrario. El resto de su infancia desde la muerte de su madre era algo que deseaba olvidar cada día; se había sentido desdichada y terriblemente sola. Quizás por ello había preferido desaparecer, no tener que preocupar a Höor con su tristeza, aunque ahora que lo volvía a ver, hubiese sido capaz de remover cielo y tierra por volver a encontrarse.
-Mi padre ha decidido enviarme con una tía abuela de mi difunta madre; según él quiere que me eduque como cualquier otra dama de la alta alcurnia francesa para después hacer mi presentación en sociedad. No sé bien que significa eso, pero sabiendo que iba a encontrarte aquí hubiese hecho el viaje mucho más contenta.- sonreí con dulzura, sorprendiéndome a mí misma por lo en ese estado de emoción era capaz de confesar.- Mis hermanos se han quedado junto a mi padre y su esposa, así que imagino que aquí estaré sola.
Höor cogió las dos maletas de la dama, y con ella sujetándose de su brazo se adentraron en las aduanas donde facturar su equipaje antes de acceder hasta su montura. Sus miradas se cruzaban si parar, era palpable el entusiasmo de ambos por aquel inesperado reencuentro.
-Según mi padre en unos días recibiré el resto de mis pertenencias; era mejor no venir cargada.- contesté con la misma respuesta que me había dado mi padre ante la misma pregunta que yo le había realizado incesantes veces. Le entregué una nota con la dirección donde debía llevarme y que casi se me cae de las manos.- ¿Has dicho desposarme?
El rostro de Lisbeth se quedó blanco como la nieve. Desconocía si Höor tenía más información que ella respecto al motivo de su viaje. Negó con la cabeza, presa del pánico. Ella no deseaba casarse, no con alguien a quien no conocía. Buscó inquieta con su mirada la de él, esperando que la tranquilizase, al igual que había hecho todas esas noches de tormentas en las que aterrorizada se metía en su cama buscando su protección.
Lisbeth Hagebak- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/10/2016
Edad : 29
Localización : Paris
Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Por un momento creí que se caería allí mismo de lo pálida que se puso, no pude evitar sonreír de medio lado liberando así la tensión que su rostro mantenía anclado al mio en un intento de descubrir, quizás información que yo pudiera tener sobre la suposición dicha.
-No señorita Hagebak, desconozco por completo si van o no a prometerla. Mas acaso no es esa la finalidad de toda dama, vos estáis en edad casadera y muchos serán los hombres que os cortejaran, es algo que inevitablemente terminara por suceder mi señora.
La ayude a montar sobre mi corcel e hice lo propio para emprender así la marcha, hacia mucho tiempo que no montábamos juntos, que no tocaba su piel y que aquel olor a grosellas que siempre portaba no lo sentía tan cerca.
Un olor que había quedado en el olvido y ahora impulsado por el viento me azotaba con fuerza.
-Espero disfrute de su estancia en París señorita Hagebak, me ofrecería como guía, mas la verdad, apenas llevo unos días y no conozco casi nada.
El pavimentado suelo de la ciudad fue acogiendo los cascos de mi montura que con un lento trote marcaban el ritmo de aquel extraño viaje lleno de recuerdos pasados.
Era una sensación distinta, esa que te convierte en un extraño frente a sus ojos, mas a la vez sientes que la conoces de toda la vida.
-Lamento mucho el fallecimiento de su madre señorita Hagebak, espero estos años le hayan servido para reconfortarla y poder sobreponerse a tal perdida.
Entre conversaciones varias, ninguna de ellas salidas de tono llegamos frente a una mansión en el centro de París, una casa enorme, de grandes ventanales y amplios jardines que desembocaba en la calle principal de París, a unas cuantas cuadras de teatro.
Sin duda su tía debía amasar grandes sumas de dinero, pues esa casa era una de las mejor ubicadas para quien le guste el bullicio de la corte y de todo lo que a la nobleza se refiere.
-Seguro que aquí seras feliz y tratada como mereces -susurré antes de ayudarla a bajar del caballo.
Tome de nuevo sus maletas encaminándonos ambos por la larga escalinata de piedra blanca rodeada de alegres enredaderas de jazmín que en aquella época florecían por doquier dándole un aspecto aun mas especial a la casa.
La dama toco a la puerta esperando que fuera abierta mientras yo aun le sujetaba las maletas.
-No señorita Hagebak, desconozco por completo si van o no a prometerla. Mas acaso no es esa la finalidad de toda dama, vos estáis en edad casadera y muchos serán los hombres que os cortejaran, es algo que inevitablemente terminara por suceder mi señora.
La ayude a montar sobre mi corcel e hice lo propio para emprender así la marcha, hacia mucho tiempo que no montábamos juntos, que no tocaba su piel y que aquel olor a grosellas que siempre portaba no lo sentía tan cerca.
Un olor que había quedado en el olvido y ahora impulsado por el viento me azotaba con fuerza.
-Espero disfrute de su estancia en París señorita Hagebak, me ofrecería como guía, mas la verdad, apenas llevo unos días y no conozco casi nada.
El pavimentado suelo de la ciudad fue acogiendo los cascos de mi montura que con un lento trote marcaban el ritmo de aquel extraño viaje lleno de recuerdos pasados.
Era una sensación distinta, esa que te convierte en un extraño frente a sus ojos, mas a la vez sientes que la conoces de toda la vida.
-Lamento mucho el fallecimiento de su madre señorita Hagebak, espero estos años le hayan servido para reconfortarla y poder sobreponerse a tal perdida.
Entre conversaciones varias, ninguna de ellas salidas de tono llegamos frente a una mansión en el centro de París, una casa enorme, de grandes ventanales y amplios jardines que desembocaba en la calle principal de París, a unas cuantas cuadras de teatro.
Sin duda su tía debía amasar grandes sumas de dinero, pues esa casa era una de las mejor ubicadas para quien le guste el bullicio de la corte y de todo lo que a la nobleza se refiere.
-Seguro que aquí seras feliz y tratada como mereces -susurré antes de ayudarla a bajar del caballo.
Tome de nuevo sus maletas encaminándonos ambos por la larga escalinata de piedra blanca rodeada de alegres enredaderas de jazmín que en aquella época florecían por doquier dándole un aspecto aun mas especial a la casa.
La dama toco a la puerta esperando que fuera abierta mientras yo aun le sujetaba las maletas.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Una sonrisa dibujada en el rostro del muchacho fue todo lo que necesitó Lisbeth para tranquilizarse ante la posibilidad de que ya hubiesen predispuesto un compromiso de antemano, y que la verdadera razón de su viaje no fuese otra que conocer a su prometido para desposarse. Esa sonrisa sumada a las palabras sinceras de Höor fueron las que le devolvieron la esperanza, al menos durante unos segundos. Ojalá su amigo se equivocase respecto a su futuro cercano, pues lo último que deseaba la joven en esos momentos en los que habían vuelto a retomar el contacto era tener que desposarse con otro hombre.
-Espero Señor Cannif que esté equivocado, y que no sean muchos los pretendientes que me cortejen. Sería agotador rechazar a tantos hombres.- contesté con gesto divertido, tratando de apartar esos pensamientos de mi mente y seguir disfrutando de esos minutos regalados por el destino en el que nuestras vidas habían vuelto a unirse; y que esperaba que para mucho tiempo.
El muchacho tomó a la dama por la cintura para subirla sin esfuerzo alguno sobre su montura, colocándose segundos después tras de ella con un ágil salto que demostraba sus habilidades como jinete. Asiendo éste las riendas del caballo, Lisbeth quedó rodeada por los brazos de Höor, gesto que la azuzó como la suave brisa que acariciaba su rostro al ponerse en marcha con un ligero trote. No era la primera vez que cabalgaban juntos, pero había pasado mucho tiempo desde esos días de su infancia en que los roces eran más triviales.
-No se preocupe, señor Cannif, seguro que mi tía me mantiene entretenida durante mi estancia y dispongo de poco tiempo para aburrirme.- contesté a su ofrecimiento que quedaba truncado por el desconocimiento de Höor acerca de la ciudad, y por la poca disponibilidad que sabía que yo tendría. Me hubiese gustado retomar aquella amistad que tanto nos había unido, esa que había perdurado en el tiempo a pesar del paso de los años, pero sabía que mi tía no me dejaría salir acompañada por él si su intención, y la de mi padre, era buscarme un pretendiente con el someter mi vida. Me tensé al escuchar su sincero pésame, al recordar cuanto pensé en él cuando mi madre falleció. Fueron momentos complicados en los que me hubiese gustado tenerlo a mi lado, ser consolada por sus abrazos. He hice lo que llevaba tanto tiempo haciendo desde entonces, fingir que estaba bien.- No hay nada que el tiempo no cure, mi señor. Fueron duros momentos, pero gracias a Dios las personas tenemos la sana habilidad de rehacernos de nuevo.
Continuaron su camino conversando trivialmente, recordando anécdotas que de niños se les habían grabado en sus inocentes mentes, dejándose llevar por un ligero trote que les llevó una hora después a una zona residencial bastante céntrica y muy bien cuidada. Los árboles cercados decoraban las amplias aceras que rodeaban las grandes mansiones allí situadas, proporcionándoles a los dueños de aquellas viviendas un espacio por donde disfrutar de largos paseos sin salir de la urbanización. Sin duda eran las casas de ciudadanos adinerados, donde los jardines privados de las casas eran casi tan grandes como los propios parques públicos repartidos por la ciudad. Lisbeth observó intimidada la majestuosidad de la mansión que se convertiría en su futuro hogar cuando Höor detuvo a su montura ante la puerta, y ambos observaron con detenimiento la fachada de aquel edificio que distaba mucho de los lugares donde la muchacha había vivido con anterioridad, y no precisamente porque éstos últimos fuesen de clase media.
La puerta del jardín estaba abierta, y todavía subidos en el caballo, los dos jóvenes se adentraron por el camino marcado de tierra hasta llegar a una escalinatas que daban paso a la casa. El camino estaba rodeado de un precioso y colorido jardín, cuidado con mimo y que alegraría el día a cualquiera que decidiese pasear por él.
Höor la ayudó a desmontar del caballo y pronto se encontraron los dos llamando a la aldaba de aquella mansión que permanecía en el silencio más sepulcral; hecho curioso pues con lo grande que era parecía inverosímil no escuchar o ver al servicio trajinando en las típicas labores domésticas.
-[color=yellow]Es extraño, no parece que haya nadie en la casa. – apunté buscando la mirada de Höor cuando tras varios minutos de espera no parecía moverse nadie en su interior.- ¿Seguro que es está la dirección?
Fue entonces cuando una joven y hermosa dama de cabellos dorados apareció por el camino de entrada, donde minutos antes ellos habían recorrido a lomos del corcel. Parecía portar una misiva en la mano, y ambos jóvenes se giraron al escucharla llamarlos. Por la expresión de Cannif, la dama no era desconocida, sino más bien todo lo contrario; y haciendo gala de la prudencia que la caracterizaba, Lisbeth esperó a que fuese éste quien se acercase a averiguar que ocurría, y el porqué lo extraño de la ausencia de su tía, pues algo le decía que aquella mujer portaba valiosa información.
-Espero Señor Cannif que esté equivocado, y que no sean muchos los pretendientes que me cortejen. Sería agotador rechazar a tantos hombres.- contesté con gesto divertido, tratando de apartar esos pensamientos de mi mente y seguir disfrutando de esos minutos regalados por el destino en el que nuestras vidas habían vuelto a unirse; y que esperaba que para mucho tiempo.
El muchacho tomó a la dama por la cintura para subirla sin esfuerzo alguno sobre su montura, colocándose segundos después tras de ella con un ágil salto que demostraba sus habilidades como jinete. Asiendo éste las riendas del caballo, Lisbeth quedó rodeada por los brazos de Höor, gesto que la azuzó como la suave brisa que acariciaba su rostro al ponerse en marcha con un ligero trote. No era la primera vez que cabalgaban juntos, pero había pasado mucho tiempo desde esos días de su infancia en que los roces eran más triviales.
-No se preocupe, señor Cannif, seguro que mi tía me mantiene entretenida durante mi estancia y dispongo de poco tiempo para aburrirme.- contesté a su ofrecimiento que quedaba truncado por el desconocimiento de Höor acerca de la ciudad, y por la poca disponibilidad que sabía que yo tendría. Me hubiese gustado retomar aquella amistad que tanto nos había unido, esa que había perdurado en el tiempo a pesar del paso de los años, pero sabía que mi tía no me dejaría salir acompañada por él si su intención, y la de mi padre, era buscarme un pretendiente con el someter mi vida. Me tensé al escuchar su sincero pésame, al recordar cuanto pensé en él cuando mi madre falleció. Fueron momentos complicados en los que me hubiese gustado tenerlo a mi lado, ser consolada por sus abrazos. He hice lo que llevaba tanto tiempo haciendo desde entonces, fingir que estaba bien.- No hay nada que el tiempo no cure, mi señor. Fueron duros momentos, pero gracias a Dios las personas tenemos la sana habilidad de rehacernos de nuevo.
Continuaron su camino conversando trivialmente, recordando anécdotas que de niños se les habían grabado en sus inocentes mentes, dejándose llevar por un ligero trote que les llevó una hora después a una zona residencial bastante céntrica y muy bien cuidada. Los árboles cercados decoraban las amplias aceras que rodeaban las grandes mansiones allí situadas, proporcionándoles a los dueños de aquellas viviendas un espacio por donde disfrutar de largos paseos sin salir de la urbanización. Sin duda eran las casas de ciudadanos adinerados, donde los jardines privados de las casas eran casi tan grandes como los propios parques públicos repartidos por la ciudad. Lisbeth observó intimidada la majestuosidad de la mansión que se convertiría en su futuro hogar cuando Höor detuvo a su montura ante la puerta, y ambos observaron con detenimiento la fachada de aquel edificio que distaba mucho de los lugares donde la muchacha había vivido con anterioridad, y no precisamente porque éstos últimos fuesen de clase media.
La puerta del jardín estaba abierta, y todavía subidos en el caballo, los dos jóvenes se adentraron por el camino marcado de tierra hasta llegar a una escalinatas que daban paso a la casa. El camino estaba rodeado de un precioso y colorido jardín, cuidado con mimo y que alegraría el día a cualquiera que decidiese pasear por él.
Höor la ayudó a desmontar del caballo y pronto se encontraron los dos llamando a la aldaba de aquella mansión que permanecía en el silencio más sepulcral; hecho curioso pues con lo grande que era parecía inverosímil no escuchar o ver al servicio trajinando en las típicas labores domésticas.
-[color=yellow]Es extraño, no parece que haya nadie en la casa. – apunté buscando la mirada de Höor cuando tras varios minutos de espera no parecía moverse nadie en su interior.- ¿Seguro que es está la dirección?
Fue entonces cuando una joven y hermosa dama de cabellos dorados apareció por el camino de entrada, donde minutos antes ellos habían recorrido a lomos del corcel. Parecía portar una misiva en la mano, y ambos jóvenes se giraron al escucharla llamarlos. Por la expresión de Cannif, la dama no era desconocida, sino más bien todo lo contrario; y haciendo gala de la prudencia que la caracterizaba, Lisbeth esperó a que fuese éste quien se acercase a averiguar que ocurría, y el porqué lo extraño de la ausencia de su tía, pues algo le decía que aquella mujer portaba valiosa información.
Lisbeth Hagebak- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/10/2016
Edad : 29
Localización : Paris
Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Hacía unos días, le llegó aquella carta en la que se le anunciaba que tendría otro huésped. ¿Otro? increíble. O se encontraba la casa vacía o por temporadas repleta de gente que iban abandonando la casa tal como llegaban. Esa carta, le avisaba que la señorita Hageback permanecería en su casa una temporada. Su madrastra y las buenas relaciones con los vecinos, qué iba a serle. El caso es que ella, la propia Valeria, tendría que lidiar con las visitas.
Suspiró largamente, dejando el papel de la carta doblado en su escritorio. Llegaría ese mismo día, así que dispuso una de las mejores habitaciones de invitados. El eco debía hacerse notar, una buena anfitriona…aún mejor que su propio padre, su madrastra. Una joven de clase alta, más o menos de su edad, rondando por su casa con su invitado Hoör y el señor Cross. No le agradó la idea, es más…pensó en alguna excusa para pedirle que se quedase en otro sitio pero tarde, ya estaría de camino, su reputación dejaría mucho que desear si hiciese tal cosa.
Para la ocasión, eligió un elegante vestido rojo de gasa, demasiado atrevido para la mayoría de ojos parisinos pero perfecto para cómo no, hacer una de sus estelares bienvenidas. Labios rojos como la sangre, cabello suelo y rebelde como era ella misma. Apenas había pasado diez minutos de la llegada de aquella señorita cuando a medida que bajaba las escaleras, oyó voces y la puerta, debía ser ella.
Con un gesto de cabeza, ordenó a uno de sus criados abriese la puerta. Ella terminaba de bajar las escaleras, movimientos elegantes y distinguidos, esa media sonrisa que la hacía realmente radiante.
-Señorita Hagebak…pase, sea bienvenida -sonrió, dedicándole una brevísima reverencia con la cabeza, clavando sus orbes esmeralda en su acompañante. ¿Qué hacía Hoör con la maleta y a su lado? Frunció el ceño ligeramente, apenas imperceptible -Veo que mi otro invitado , el señor Cannif, le ha recibido antes que la propia dueña de la casa… por favor, pase. Cenaremos en breve…señor Cannif -sonrió, sonrisa fugaz, se mordió el labio inferior de aquella manera provocadora que decía mucho más que cualquier otra palabra.
-¿Y cómo fue el viaje, querida? Espero que su estancia sea de su agrado, ya le habrá dicho el señor Cannif, Paris es la ciudad de las oportunidades…entre otras cosas o…eso dicen -se dirigió hacia una de las salas para que pudiesen entablar conversación, tomar un refrigerio antes de la cena -¿Y bien? ¿qué desea tomar? -dispuso tres copas, llenó dos con whisky, entregándosela a Hoör, a la señorita…esperó su petición, no conocía sus gustos… aquella media sonrisa misteriosa, no abandonaba los labios carmesí de la señorita Cavey.
Suspiró largamente, dejando el papel de la carta doblado en su escritorio. Llegaría ese mismo día, así que dispuso una de las mejores habitaciones de invitados. El eco debía hacerse notar, una buena anfitriona…aún mejor que su propio padre, su madrastra. Una joven de clase alta, más o menos de su edad, rondando por su casa con su invitado Hoör y el señor Cross. No le agradó la idea, es más…pensó en alguna excusa para pedirle que se quedase en otro sitio pero tarde, ya estaría de camino, su reputación dejaría mucho que desear si hiciese tal cosa.
Para la ocasión, eligió un elegante vestido rojo de gasa, demasiado atrevido para la mayoría de ojos parisinos pero perfecto para cómo no, hacer una de sus estelares bienvenidas. Labios rojos como la sangre, cabello suelo y rebelde como era ella misma. Apenas había pasado diez minutos de la llegada de aquella señorita cuando a medida que bajaba las escaleras, oyó voces y la puerta, debía ser ella.
Con un gesto de cabeza, ordenó a uno de sus criados abriese la puerta. Ella terminaba de bajar las escaleras, movimientos elegantes y distinguidos, esa media sonrisa que la hacía realmente radiante.
-Señorita Hagebak…pase, sea bienvenida -sonrió, dedicándole una brevísima reverencia con la cabeza, clavando sus orbes esmeralda en su acompañante. ¿Qué hacía Hoör con la maleta y a su lado? Frunció el ceño ligeramente, apenas imperceptible -Veo que mi otro invitado , el señor Cannif, le ha recibido antes que la propia dueña de la casa… por favor, pase. Cenaremos en breve…señor Cannif -sonrió, sonrisa fugaz, se mordió el labio inferior de aquella manera provocadora que decía mucho más que cualquier otra palabra.
-¿Y cómo fue el viaje, querida? Espero que su estancia sea de su agrado, ya le habrá dicho el señor Cannif, Paris es la ciudad de las oportunidades…entre otras cosas o…eso dicen -se dirigió hacia una de las salas para que pudiesen entablar conversación, tomar un refrigerio antes de la cena -¿Y bien? ¿qué desea tomar? -dispuso tres copas, llenó dos con whisky, entregándosela a Hoör, a la señorita…esperó su petición, no conocía sus gustos… aquella media sonrisa misteriosa, no abandonaba los labios carmesí de la señorita Cavey.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
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Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Entre risas cómplices la señorita Hagebak y yo abandonamos la mansión de su tía, para dirigirnos como nos había indicado uno de los mozos, que al parecer se había quedado para el mantenimiento mínimo de una casa vacía, hacia el hogar de la señorita Cavey, mi demonio con faldas.
No tardamos en llegar frente a su puerta, podía sentir los nervios de mi joven amiga. Instalarse en cada de una desconocida le trastocaba los planes y supongo la hacia sentirse ligeramente incomoda.
Alargué mi mano y acaricie con suavidad el dorso de la suya, una reacción que de niños ambos nos procesábamos a menudo, sobre todo ella a mi, pues siempre fui un niño inquieto y por costumbre solía llevarme grandes broncas no exentas de castigo físico.
Sus ojos me buscaron al tiempo que la puerta se abrió, le sonreí y le guiñe el ojo antes de que mi atención se viera completamente absorbida por esa mujer de labios rojos y vestido a juego que con sensuales movimientos parecía decidida a pedirme guerra en cualquier momento.
Mis ojos dibujaron cada curva de su cuerpo sin ningún tipo de disimulo, sus ojos me encontraron, parecía contrariada y sus palabras no hicieron mas que corroborar lo que su mirada esmeralda me decía.
Me adentré cruzando el umbral de esa puerta, para soltar allí sendas maletas. Uno de los mayordomos no tardó en recogerlas para llevarla posiblemente a la habitación que habían dispuesto para ella.
Mi cuerpo busco el ajeno, de nuevo jugábamos, mas esta vez no estábamos solos y mi amiga se merecía un claro respeto.
-¿Estas celosa? -susurré en su oído de modo casi imperceptible mientras mis labios rozaban con delicadeza el lóbulo de su oreja antes de apartarme.
Maldito olor a lilas y violetas, era embriagador y mi deseo corría al ritmo del vestido de gasa rojo que azuzado por sus movimientos nos invitaban a seguirla.
Esperé a que Lis atravesara aquel recio portón de madera, para tenderle el brazo cortésmente.
Juntos acortamos la distancia que nos separaba de la dueña de la casa, en dirección al pequeño salón donde imagine la señorita Cavey se presentaría como anfitriona.
-Yo también me alojo aquí señorita Hagebak, al final parece que nos veremos mucho mas de lo que teníamos previsto -bromeé guiándola por el largo pasillo de la mansión Cavey.
Los ojos de Lis miraban todo con curiosidad, casi podía percibir en ellos a esa niña del pasado, esa que admiraba las cosas con una intensidad tal, que frente a mis ojos lograba convertirlas en únicas.
Ya no era una niña y yo tampoco, ahora ambos teníamos responsabilidades, mas sinceramente me apetecía compartir algo de mi tiempo con ella, quizás podríamos una noche ir a la taberna y ponernos al día, mucho que contar, mas tendríamos tiempo.
Nos adentramos en el salón siguiendo a esa mujer de ardientes movimientos como el ron, para tomar asiento en unos amplios sillones. La señorita Cavey no tardo en servir sendas copas de whisky para nosotros y en preguntar no solo por el viaje de la dama recién llegada si no por sus gustos referentes al alcohol.
Llevé el vidrio a mis labios contemplándolas a ambas, sin duda no cabía mas belleza en esa estancia.
No tardamos en llegar frente a su puerta, podía sentir los nervios de mi joven amiga. Instalarse en cada de una desconocida le trastocaba los planes y supongo la hacia sentirse ligeramente incomoda.
Alargué mi mano y acaricie con suavidad el dorso de la suya, una reacción que de niños ambos nos procesábamos a menudo, sobre todo ella a mi, pues siempre fui un niño inquieto y por costumbre solía llevarme grandes broncas no exentas de castigo físico.
Sus ojos me buscaron al tiempo que la puerta se abrió, le sonreí y le guiñe el ojo antes de que mi atención se viera completamente absorbida por esa mujer de labios rojos y vestido a juego que con sensuales movimientos parecía decidida a pedirme guerra en cualquier momento.
Mis ojos dibujaron cada curva de su cuerpo sin ningún tipo de disimulo, sus ojos me encontraron, parecía contrariada y sus palabras no hicieron mas que corroborar lo que su mirada esmeralda me decía.
Me adentré cruzando el umbral de esa puerta, para soltar allí sendas maletas. Uno de los mayordomos no tardó en recogerlas para llevarla posiblemente a la habitación que habían dispuesto para ella.
Mi cuerpo busco el ajeno, de nuevo jugábamos, mas esta vez no estábamos solos y mi amiga se merecía un claro respeto.
-¿Estas celosa? -susurré en su oído de modo casi imperceptible mientras mis labios rozaban con delicadeza el lóbulo de su oreja antes de apartarme.
Maldito olor a lilas y violetas, era embriagador y mi deseo corría al ritmo del vestido de gasa rojo que azuzado por sus movimientos nos invitaban a seguirla.
Esperé a que Lis atravesara aquel recio portón de madera, para tenderle el brazo cortésmente.
Juntos acortamos la distancia que nos separaba de la dueña de la casa, en dirección al pequeño salón donde imagine la señorita Cavey se presentaría como anfitriona.
-Yo también me alojo aquí señorita Hagebak, al final parece que nos veremos mucho mas de lo que teníamos previsto -bromeé guiándola por el largo pasillo de la mansión Cavey.
Los ojos de Lis miraban todo con curiosidad, casi podía percibir en ellos a esa niña del pasado, esa que admiraba las cosas con una intensidad tal, que frente a mis ojos lograba convertirlas en únicas.
Ya no era una niña y yo tampoco, ahora ambos teníamos responsabilidades, mas sinceramente me apetecía compartir algo de mi tiempo con ella, quizás podríamos una noche ir a la taberna y ponernos al día, mucho que contar, mas tendríamos tiempo.
Nos adentramos en el salón siguiendo a esa mujer de ardientes movimientos como el ron, para tomar asiento en unos amplios sillones. La señorita Cavey no tardo en servir sendas copas de whisky para nosotros y en preguntar no solo por el viaje de la dama recién llegada si no por sus gustos referentes al alcohol.
Llevé el vidrio a mis labios contemplándolas a ambas, sin duda no cabía mas belleza en esa estancia.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Lisbeth acompañó a su amigo hasta una mansión vecina donde, según el sirviente que les había recibido en la casa de su tía, debería alojarse hasta su regreso. Aquello le inquietaba sobre manera, por si no fuese suficiente haber cruzado media Europa para irse a vivir con una tía desconocida, ahora Lisbeth tendría que convertirse en la inquilina de otra familia que seguramente tenía mejores cosas que hacer que cuidar de la joven. En esos momentos se sentía perdida, todo lo que conocía se había quedado a meses de viaje, y aquel amigo de la infancia era lo único que impedía que saliese corriendo. Él, y que no tenía donde ir.
Fueron las caricias de Höor sobre el dorso de su mano lo que la tranquilizó mientras deshacían sus pasos andados por aquel camino de fina tierra aglomerada, dirigiéndose ahora a otra mansión cercana hasta donde no fue necesario montar sobre el corcel para llegar. Las miradas entre ambos hacían real esa amistad que no había desaparecido con el paso del tiempo, donde su cariño y apoyo incondicional seguían siendo palpables entre ellos, y que en situaciones como aquella Lisbeth necesitaba más que el respirar. Gestos que habría necesitado durante todos estos años en los que había vivido lejos de Höor, esos que tras la muerte de su madre se habían convertido en su infierno, y en los que no había sido consciente cuanto lo había echado de menos hasta que lo había vuelto a ver en el puerto. La joven le devolvió una tímida sonrisa al guiño de él, justo antes de que la puerta principal de la casa se abriese ante ellos.
Un sirviente de aquella espectacular mansión fue quien les abrió la puerta, dándoles paso hasta un inmenso recibidor donde desembocaban unas escaleras por las que una bella dama de labios rojos y cabellos dorados descendía. Lisbeth se quedó sorprendida; sin duda la anfitriona de la casa era una mujer espectacular, cuyo porte denotaba una seguridad en sí misma abrumadora; seguridad que Lisbeth no poseía y que la hacía temblar como una hoja al encontrarse con tantas novedades el mismo día. Al parecer aquella exuberante mujer conocía ya a Höor, por lo que sus palabras podían dejar ver, y dándoles una cordial bienvenida, los invitó a seguirla hasta una sala donde acomodarse hasta la hora de la cena.
Lisbeth miró con curiosidad a su amigo, que le ofrecía cortesmente su brazo para recorrer aquel largo pasillo, confundida sin duda por las palabras de su anfitriona y por los gestos que había observado entre ambos. Rodeó con su mano el brazo de él, y siguieron por el pasillo que ella les mostraban.
-Sin duda poder tenerle cerca es la mejor noticia que he recibido desde hace meses. Así podrá contarme que es aquello que le ha hecho llegar hasta aquí, pues dudo que haya sido solo servirme de guía desde ele puerto.- susurré con timidez cuando me confirmó que se alojaba allí, siendo posiblemente ésta la razón por la que tendría esa especie de confianza con la mujer de labios carmesí.
Los tres jóvenes anduvieron por el pasillo hasta llegar a un acogedor salón, donde la anfitriona sirvió dos copas de whisky y continuó con el agradable recibimiento hacía Lisbeth, que sorprendida por el lujo que toda aquella mansión albergaba, no había podido evitar observar cada uno de los detalles que la decoraban durante el recorrido.
-Un ginger ale estará bien, si no es mucha molestia.- contesté un tanto intimidada por la situación. Me sorprendía que una joven que más o menos tenía mi edad tomase una bebida vigorizante; mi padre me lo habría prohibido sin dudarlo.- Muchas gracias por alojarme en su casa de una forma tan precipitada; seguro que mi tía volverá en breve.- no sabía porque mi tía se había ausentado si era conocedora de mi llegada desde hacía meses, y agradecía que aquella mujer se hubiese ofrecido a ofrecerme su hospitalidad.- Ha sido un viaje bastante largo, y para que mentir, aburrido. Espero que ahora que estoy de nuevo en tierra firme mi día a día sea más entretenido.
Era una situación extraña, en la que los tres jóvenes se observaban como si tuviesen más que decir de lo que realmente escapaba por sus labios. Lisbeth se sentía profundamente contrariada, fuera de lugar en una sociedad de la que nada conocía, y aunque la joven dama le había confesado que París era la tierra de las oportunidades, para ella se convertiría en la tierra de su mismísimo infierno donde, como bien había dicho Höor, acabaría prometida a algún hombre de buena familia, sin contar con su opinión.
Fueron las caricias de Höor sobre el dorso de su mano lo que la tranquilizó mientras deshacían sus pasos andados por aquel camino de fina tierra aglomerada, dirigiéndose ahora a otra mansión cercana hasta donde no fue necesario montar sobre el corcel para llegar. Las miradas entre ambos hacían real esa amistad que no había desaparecido con el paso del tiempo, donde su cariño y apoyo incondicional seguían siendo palpables entre ellos, y que en situaciones como aquella Lisbeth necesitaba más que el respirar. Gestos que habría necesitado durante todos estos años en los que había vivido lejos de Höor, esos que tras la muerte de su madre se habían convertido en su infierno, y en los que no había sido consciente cuanto lo había echado de menos hasta que lo había vuelto a ver en el puerto. La joven le devolvió una tímida sonrisa al guiño de él, justo antes de que la puerta principal de la casa se abriese ante ellos.
Un sirviente de aquella espectacular mansión fue quien les abrió la puerta, dándoles paso hasta un inmenso recibidor donde desembocaban unas escaleras por las que una bella dama de labios rojos y cabellos dorados descendía. Lisbeth se quedó sorprendida; sin duda la anfitriona de la casa era una mujer espectacular, cuyo porte denotaba una seguridad en sí misma abrumadora; seguridad que Lisbeth no poseía y que la hacía temblar como una hoja al encontrarse con tantas novedades el mismo día. Al parecer aquella exuberante mujer conocía ya a Höor, por lo que sus palabras podían dejar ver, y dándoles una cordial bienvenida, los invitó a seguirla hasta una sala donde acomodarse hasta la hora de la cena.
Lisbeth miró con curiosidad a su amigo, que le ofrecía cortesmente su brazo para recorrer aquel largo pasillo, confundida sin duda por las palabras de su anfitriona y por los gestos que había observado entre ambos. Rodeó con su mano el brazo de él, y siguieron por el pasillo que ella les mostraban.
-Sin duda poder tenerle cerca es la mejor noticia que he recibido desde hace meses. Así podrá contarme que es aquello que le ha hecho llegar hasta aquí, pues dudo que haya sido solo servirme de guía desde ele puerto.- susurré con timidez cuando me confirmó que se alojaba allí, siendo posiblemente ésta la razón por la que tendría esa especie de confianza con la mujer de labios carmesí.
Los tres jóvenes anduvieron por el pasillo hasta llegar a un acogedor salón, donde la anfitriona sirvió dos copas de whisky y continuó con el agradable recibimiento hacía Lisbeth, que sorprendida por el lujo que toda aquella mansión albergaba, no había podido evitar observar cada uno de los detalles que la decoraban durante el recorrido.
-Un ginger ale estará bien, si no es mucha molestia.- contesté un tanto intimidada por la situación. Me sorprendía que una joven que más o menos tenía mi edad tomase una bebida vigorizante; mi padre me lo habría prohibido sin dudarlo.- Muchas gracias por alojarme en su casa de una forma tan precipitada; seguro que mi tía volverá en breve.- no sabía porque mi tía se había ausentado si era conocedora de mi llegada desde hacía meses, y agradecía que aquella mujer se hubiese ofrecido a ofrecerme su hospitalidad.- Ha sido un viaje bastante largo, y para que mentir, aburrido. Espero que ahora que estoy de nuevo en tierra firme mi día a día sea más entretenido.
Era una situación extraña, en la que los tres jóvenes se observaban como si tuviesen más que decir de lo que realmente escapaba por sus labios. Lisbeth se sentía profundamente contrariada, fuera de lugar en una sociedad de la que nada conocía, y aunque la joven dama le había confesado que París era la tierra de las oportunidades, para ella se convertiría en la tierra de su mismísimo infierno donde, como bien había dicho Höor, acabaría prometida a algún hombre de buena familia, sin contar con su opinión.
Lisbeth Hagebak- Humano Clase Alta
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Edad : 29
Localización : Paris
Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Sus orbes esmeraldas, se clavaron en su inquilino… en aquel joven que la desafiaba sin proponérselo. Acababa de entrar del brazo de aquella hermosa señorita, su atención no podía centrarse en otra cosa que no fuesen la pareja. Esperando que entrasen en la sala, aquel maldito le lanzó una pregunta que negaría mil veces ¿si estaba celosa? Ante su pregunta, sonrió de medio lado , inclinándose lo suficiente para no solo rozar con sus labios su oreja…dejar que sintiese su risa en su cuello, de forma casual.
-¿Y si lo estuviese? -se separó buscando su mirada y sonreír de aquel modo, ese que podía significar cualquier cosa. Nunca había tenido tantos inquilinos para quedarse tanto tiempo, era extraño. Sus modales, siempre exquisitos como sus movimientos dejaron las copas a disposición de sus invitados, sentándose en su sillón de siempre…al lado de la chimenea.
Observó a ambos, detenidamente, mientras daba un largo trago de whisky. Los dos se conocían, estaba claro pero con eso no contaba. Carraspeó, dejando escapar un suspiro despreocupado… clavando sus orbes en la joven, le interesaba lo que podía contarle.
-Bueno, señorita Hagebak, veo que el señor Cannif y usted se conocían ¿puedo saber de qué? simple curiosidad -sonrió, mirando a Hoör, volviendo a mirarle intensamente… no le gustaba que le mintiesen eso que quedase suficientemente claro -Seguro que su día será muy entretenido, el señor Cannif ya conoce Paris y sus lugares más visitados aunque claro…depende de lo que sea divertido para usted. Esta noche tenía una reunión con unos amigos, tomar unas copas y hablar de temas sin sentido… podríamos ir los tres y conocerles, en el momento que quieran volver lo haríamos sin problemas. Eso o… le diré a Gerald que nos prepare algo de cenar
Dejó su vaso en la mesa, reclinándose en el sofá… cruzando las piernas, esperando que aquella velada se animase…los dos parecían tímidos ¿Sería por ella que intimidaba? Quién sabe… aún así no dejó de dar ideas, ya serían los otros dos quienes decidiesen.
-Le interesará saber que poseo un negocio de perfumes. Está en una de las ciudades más transitadas de Paris… si quiere podeis id ambos. Hoör aún no la conoce… -sonrió, seguramente él no sabría eso de ella.
-¿Y si lo estuviese? -se separó buscando su mirada y sonreír de aquel modo, ese que podía significar cualquier cosa. Nunca había tenido tantos inquilinos para quedarse tanto tiempo, era extraño. Sus modales, siempre exquisitos como sus movimientos dejaron las copas a disposición de sus invitados, sentándose en su sillón de siempre…al lado de la chimenea.
Observó a ambos, detenidamente, mientras daba un largo trago de whisky. Los dos se conocían, estaba claro pero con eso no contaba. Carraspeó, dejando escapar un suspiro despreocupado… clavando sus orbes en la joven, le interesaba lo que podía contarle.
-Bueno, señorita Hagebak, veo que el señor Cannif y usted se conocían ¿puedo saber de qué? simple curiosidad -sonrió, mirando a Hoör, volviendo a mirarle intensamente… no le gustaba que le mintiesen eso que quedase suficientemente claro -Seguro que su día será muy entretenido, el señor Cannif ya conoce Paris y sus lugares más visitados aunque claro…depende de lo que sea divertido para usted. Esta noche tenía una reunión con unos amigos, tomar unas copas y hablar de temas sin sentido… podríamos ir los tres y conocerles, en el momento que quieran volver lo haríamos sin problemas. Eso o… le diré a Gerald que nos prepare algo de cenar
Dejó su vaso en la mesa, reclinándose en el sofá… cruzando las piernas, esperando que aquella velada se animase…los dos parecían tímidos ¿Sería por ella que intimidaba? Quién sabe… aún así no dejó de dar ideas, ya serían los otros dos quienes decidiesen.
-Le interesará saber que poseo un negocio de perfumes. Está en una de las ciudades más transitadas de Paris… si quiere podeis id ambos. Hoör aún no la conoce… -sonrió, seguramente él no sabría eso de ella.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
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Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Sus ojos esmeralda, esos que me miraban inquisidores me hacían arder por dentro..no iba a admitir jamas que con solo una mirada lograba que una descarga eléctrica atravesara todos y cada uno de mis sentidos arrastrándome al infierno, ese en el que quería arder con ella.
Deseaba sus labios, deseaba su cuerpo y la deseaba a ella. Mas..¿funcionaria? Ni siquiera sabia como podía plantearme esa pregunta.
La señorita Cavey, no parecía de esas que se planteaban nada mas allá de una noche ¿quería yo algo mas que una noche? Hubiera preferido poder ser rotundo con esa respuesta, engañarme a mi mismo y asegurar que no. Mas la verdad, tras la noche anterior, esa en la que borracho no solo deseaba tomarla, si no que el amanecer no me encontrara, no estaba tan seguro.
Desvié mis ojos hacia aquella mujer que apenas reconocía, esa que de niño había compartido mil aventuras, esa que siempre me arropó cuando el dolor de mis heridas me quebraba contra el suelo. Ahora estaba allí, convertida en mujer y viviendo junto a mi en la casa de la señorita cavey.
El destino era caprichoso, y sin duda le encantaba jugar con nosotros.
-Ella es una amiga de la infancia señorita Cavey, hace tiempo que no sabíamos del otro, pues a corta edad abandonó el palacio cuando le sobrevino una desgracia.
Mis ojos se encontraron con los de mi amiga que creo agradeció fuera yo quien tomara la palabra.
Busqué su mano tratando de infundir esta vez yo las fuerzas que parecían faltarle frente a esa mujer que parecía intimidarle.
-Al parecer ha venido a París para formarse, para convertirse en una doncella. No le faltaran pretendientes -bromeé guiñándole un ojo tratando así de relajar el ambiente.
Escuché a la señorita Cavey hablar de una fiesta que daría esa misma noche, y para que mentir, sentía curiosidad por aquellas fiestas de las que todo Paris hablaba.
-Yo estaré encantado de asistir, y si la dama quiere, puedo ser su acompañante -me ofrecí ya que era lo lógico dado que mi amiga no conocía allí hombre alguno. Algo que intuía le sobraría a la señorita Cavey.
Admito que mi mirada buscó con intensidad la ajena, esos ojos esmeralda con los que no solo hubiera acudido a la fiesta si no al mismo infierno si me lo hubiera propuesto.
Di un sorbo de mi copa, que se vaciaba a paso lento mientras escuchaba ahora en silencio como hablaban de una perfumería que la parecer la señorita Cavey poseía, una de la que era dueña..
Sonreí de medio lado admirando aquella mujer fuerte y bella a la vez, mas que por otro lado se me antojaba mucho mas de lo que a simple vista alcanzaba a ver.
-Dudo que yo pueda encontrar placer alguno en una fabrica de perfumes, mas seguro que vosotras dos, os lo pasáis allí la mas de bien.
Miré a mi amiga y a ella de reojo por encima del vidrio de la copa, algo me decía que sus distintos caracteres no congeniaran demasiado bien.
Deseaba sus labios, deseaba su cuerpo y la deseaba a ella. Mas..¿funcionaria? Ni siquiera sabia como podía plantearme esa pregunta.
La señorita Cavey, no parecía de esas que se planteaban nada mas allá de una noche ¿quería yo algo mas que una noche? Hubiera preferido poder ser rotundo con esa respuesta, engañarme a mi mismo y asegurar que no. Mas la verdad, tras la noche anterior, esa en la que borracho no solo deseaba tomarla, si no que el amanecer no me encontrara, no estaba tan seguro.
Desvié mis ojos hacia aquella mujer que apenas reconocía, esa que de niño había compartido mil aventuras, esa que siempre me arropó cuando el dolor de mis heridas me quebraba contra el suelo. Ahora estaba allí, convertida en mujer y viviendo junto a mi en la casa de la señorita cavey.
El destino era caprichoso, y sin duda le encantaba jugar con nosotros.
-Ella es una amiga de la infancia señorita Cavey, hace tiempo que no sabíamos del otro, pues a corta edad abandonó el palacio cuando le sobrevino una desgracia.
Mis ojos se encontraron con los de mi amiga que creo agradeció fuera yo quien tomara la palabra.
Busqué su mano tratando de infundir esta vez yo las fuerzas que parecían faltarle frente a esa mujer que parecía intimidarle.
-Al parecer ha venido a París para formarse, para convertirse en una doncella. No le faltaran pretendientes -bromeé guiñándole un ojo tratando así de relajar el ambiente.
Escuché a la señorita Cavey hablar de una fiesta que daría esa misma noche, y para que mentir, sentía curiosidad por aquellas fiestas de las que todo Paris hablaba.
-Yo estaré encantado de asistir, y si la dama quiere, puedo ser su acompañante -me ofrecí ya que era lo lógico dado que mi amiga no conocía allí hombre alguno. Algo que intuía le sobraría a la señorita Cavey.
Admito que mi mirada buscó con intensidad la ajena, esos ojos esmeralda con los que no solo hubiera acudido a la fiesta si no al mismo infierno si me lo hubiera propuesto.
Di un sorbo de mi copa, que se vaciaba a paso lento mientras escuchaba ahora en silencio como hablaban de una perfumería que la parecer la señorita Cavey poseía, una de la que era dueña..
Sonreí de medio lado admirando aquella mujer fuerte y bella a la vez, mas que por otro lado se me antojaba mucho mas de lo que a simple vista alcanzaba a ver.
-Dudo que yo pueda encontrar placer alguno en una fabrica de perfumes, mas seguro que vosotras dos, os lo pasáis allí la mas de bien.
Miré a mi amiga y a ella de reojo por encima del vidrio de la copa, algo me decía que sus distintos caracteres no congeniaran demasiado bien.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Los inquisitivos ojos de Valeria se clavaban en la joven Lisbeth que cada vez se sentía más incómoda en presencia de aquella mujer que parecía estar molesta por la amistad infantil que Höor y ella habían mantenido. Aquello le hizo pensar que quizás su amigo y la bella dama mantenían algún tipo de relación sentimental, y que su simple presencia no era bien recibida.
Agradeció que fuese Höor quien se aventurase a contestar a la pregunta de la Señorita Cavey, explicando con total claridad las razones del lazo de los había unido en el pasado, y la casualidad de haber coincidido otra vez tantos años después. El tacto de su mano sobre la de ella originó una pequeña corriente que la muchacha era incapaz de describir. Un gesto que sin duda habían repetido miles de veces cuando eran niños y necesitaban el apoyo del otro, y que sin embargo, la sensación que ahora la embriagaba con ese roce era bien distinta. Ellos eran distintos, aunque fuesen las mismas personas. Habían crecido, se habían convertido en un hombre y una mujer, y como si por arte de magia se tratase, aquel beso dado en el bosque, volvió a la mente de Lisbeth como un preludio de lo que ya entonces comenzaba a sentir por Höor.
-No me gustaría que tuviese que cambiar sus planes por mi llegada, Señorita Cavey; suficiente esfuerzo hace ya alojándome en su casa. - contesté rauda ante la invitación de asistir a una reunión en petit comité con los conocidos de mi anfitriona. Sonreí con timidez a mi amigo que se había prestado como mi acompañante.- Estaré encantada de que me acompañe, aunque ¿ya habéis aprendido a bailar?
Lisbeth se mordió con suavidad el labio, ese gesto que delataba su nerviosismo ante una situación que se le escapaba de las manos no solo por estar en una casa extraña, sino por haberse reencontrado con ese niño de ojos vivarachos que se había convertido en un atractivo joven con una apabullante seguridad en sí mismo. Sus miradas furtivas hacia Höor eran más que notorias, y siendo consciente de ello, la joven trató de prestar atención a la nueva propuesta que la Señorita Cavey le ofrecía.
-Será un placer acompañarla a su fábrica de perfumes cuando me haya instalado. A diferencia del señor Cannif, me parece una visita fascinante.- apunté ilusionada por ver con mis propios ojos cómo se hacían esos perfumes parisinos de tanto renombre. Una sonrisa sincera apareció en mi rostro, desviando mi mirada hacia la de Höor que parecía divertido por posicionarme en un compromiso.
Lisbeth se relajó con la proximidad de su amigo, por esa mano que todavía sujetaba la suya y con su bebida todavía intacta se acercó hasta un sofá próximo, situado frente al de la señorita Cavey, tomando asiento y bebiendo despacio del vaso que portaba. La mirada de Valeria continuaba escrutando a los dos amigos, que parecían haber retomado aquella amistad que los unía como si el tiempo no hubiese pasado para ellos.
Agradeció que fuese Höor quien se aventurase a contestar a la pregunta de la Señorita Cavey, explicando con total claridad las razones del lazo de los había unido en el pasado, y la casualidad de haber coincidido otra vez tantos años después. El tacto de su mano sobre la de ella originó una pequeña corriente que la muchacha era incapaz de describir. Un gesto que sin duda habían repetido miles de veces cuando eran niños y necesitaban el apoyo del otro, y que sin embargo, la sensación que ahora la embriagaba con ese roce era bien distinta. Ellos eran distintos, aunque fuesen las mismas personas. Habían crecido, se habían convertido en un hombre y una mujer, y como si por arte de magia se tratase, aquel beso dado en el bosque, volvió a la mente de Lisbeth como un preludio de lo que ya entonces comenzaba a sentir por Höor.
-No me gustaría que tuviese que cambiar sus planes por mi llegada, Señorita Cavey; suficiente esfuerzo hace ya alojándome en su casa. - contesté rauda ante la invitación de asistir a una reunión en petit comité con los conocidos de mi anfitriona. Sonreí con timidez a mi amigo que se había prestado como mi acompañante.- Estaré encantada de que me acompañe, aunque ¿ya habéis aprendido a bailar?
Lisbeth se mordió con suavidad el labio, ese gesto que delataba su nerviosismo ante una situación que se le escapaba de las manos no solo por estar en una casa extraña, sino por haberse reencontrado con ese niño de ojos vivarachos que se había convertido en un atractivo joven con una apabullante seguridad en sí mismo. Sus miradas furtivas hacia Höor eran más que notorias, y siendo consciente de ello, la joven trató de prestar atención a la nueva propuesta que la Señorita Cavey le ofrecía.
-Será un placer acompañarla a su fábrica de perfumes cuando me haya instalado. A diferencia del señor Cannif, me parece una visita fascinante.- apunté ilusionada por ver con mis propios ojos cómo se hacían esos perfumes parisinos de tanto renombre. Una sonrisa sincera apareció en mi rostro, desviando mi mirada hacia la de Höor que parecía divertido por posicionarme en un compromiso.
Lisbeth se relajó con la proximidad de su amigo, por esa mano que todavía sujetaba la suya y con su bebida todavía intacta se acercó hasta un sofá próximo, situado frente al de la señorita Cavey, tomando asiento y bebiendo despacio del vaso que portaba. La mirada de Valeria continuaba escrutando a los dos amigos, que parecían haber retomado aquella amistad que los unía como si el tiempo no hubiese pasado para ellos.
Lisbeth Hagebak- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/10/2016
Edad : 29
Localización : Paris
Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Desde su posición, los observaba a ambos en silencio. No pasó desapercibido para Valeria, las miradas de la joven hacia su inquilino. Fueron y eran amigos pero esa mirada de complicidad, de adoración hacia él, le llevaban a pensar a la rubia que Lisbeth sentía algo más que una simple amistad. Sonrió por su propio descubrimiento, bebiendo de su copa y asentir a las palabras de ambos, no le quedaba duda alguna que fuesen amigos …más como se cogían de la mano… gesto que provocó que Valeria girara el rostro hacia las llamas de su chimenea.
-¿Bailar? Eso no lo esperaba ¿no sabe bailar, señor Cannif? -rió por lo bajo, divertida…jamás lo hubiese imaginado -Tendrá que poner todo de su empeño, más si va a alguna de las fiestas ¿y si la señorita quiere compartir una pieza…o dos? Deberá complacerla-las orbes verdes, se clavaron en él, segundos suficientes…le divertía el hecho de que no supiese bailar -También hay que sepan bailar y no encuentren acompañante perfecto -
Suspiró largamente contra su copa, necesitaba rellenarla. Despreocupadamente, tomó la botella de licor y volvió a llenar la copa, dejando escapar un suspiro. Oyendo a ambos amigos conversar, siempre habían sido buenos anfitriones y así sería. Acogería a ambos en las mejores habitaciones e intentaría hacer la visita lo más interesante y agradable posible.
-Bien, me alegra saber eso… en unos días puedo disponer una visita. Y vendrá, Señor Cannif, no sea mal acompañante… ¿no va a complacer a una dama? Creía que sabía bien cómo hacerlo -enarcó una ceja, de forma inquisitiva, riendo por lo bajo…ella y sus dobles sentidos -Será un cocktail tranquilo, contará solo con veinte personas aproximadamente…será en una mansión cercana. Yo ya estoy lista, si quereis venir sois bienvenidos -se bebió el vaso de golpe y les dedicó una reverencia, mirando fijamente al joven, entreabriendo los labios y terminar en una sonrisa de lo más picara…
Apenas unos minutos después, dio la orden al cochero a que preparasen su carruaje. Iría sola si ambos deseasen finalmente quedarse en la casa, así que esperó solo un par de minutos. Iba con su vestido rojo, aquellos labios carmesí y mirada decidida. Como un demonio dispuesto a subir a su carruaje… a llevarles al mismo infierno, a conocer la noche en Paris.
-¿Bailar? Eso no lo esperaba ¿no sabe bailar, señor Cannif? -rió por lo bajo, divertida…jamás lo hubiese imaginado -Tendrá que poner todo de su empeño, más si va a alguna de las fiestas ¿y si la señorita quiere compartir una pieza…o dos? Deberá complacerla-las orbes verdes, se clavaron en él, segundos suficientes…le divertía el hecho de que no supiese bailar -También hay que sepan bailar y no encuentren acompañante perfecto -
Suspiró largamente contra su copa, necesitaba rellenarla. Despreocupadamente, tomó la botella de licor y volvió a llenar la copa, dejando escapar un suspiro. Oyendo a ambos amigos conversar, siempre habían sido buenos anfitriones y así sería. Acogería a ambos en las mejores habitaciones e intentaría hacer la visita lo más interesante y agradable posible.
-Bien, me alegra saber eso… en unos días puedo disponer una visita. Y vendrá, Señor Cannif, no sea mal acompañante… ¿no va a complacer a una dama? Creía que sabía bien cómo hacerlo -enarcó una ceja, de forma inquisitiva, riendo por lo bajo…ella y sus dobles sentidos -Será un cocktail tranquilo, contará solo con veinte personas aproximadamente…será en una mansión cercana. Yo ya estoy lista, si quereis venir sois bienvenidos -se bebió el vaso de golpe y les dedicó una reverencia, mirando fijamente al joven, entreabriendo los labios y terminar en una sonrisa de lo más picara…
Apenas unos minutos después, dio la orden al cochero a que preparasen su carruaje. Iría sola si ambos deseasen finalmente quedarse en la casa, así que esperó solo un par de minutos. Iba con su vestido rojo, aquellos labios carmesí y mirada decidida. Como un demonio dispuesto a subir a su carruaje… a llevarles al mismo infierno, a conocer la noche en Paris.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Mi amiga desato sin apenas darse cuenta la sonrisa mas divertida de la propietaria de la mansión.
Ahora con sus ojos esmeralda fijos en los míos, inquisidora como de costumbre, y con la sonrisa mas pérfida de lo normal, bromeaba sobre mis dotes como bailarín.
Sonreí de medio lado siguiéndole el juego ,ese que me hacia desear acortar las distancias y mostrarle de estar solos cuan bien se me daba complacer a una dama.
Mi respiración se entrecortaba frente a la idea de tomarla contra la misma pared de esa sala y danzar con ella un baile excitante, que no olvidaríamos en ninguno de los casos.
Mas guarde la compostura dejando que la mano de mi amiga me acariciara, creo que le ayudaba a estar mas tranquila, admito que la presencia de la señorita Cavey podía llegar a intimidar a cualquier doncella.
-¿Estoy seguro señorita Cavey que podréis obsequiarme con unas clases, no desearía hacer el ridículo frente a al alta sociedad y como bien habéis dicho, nada me gustaría mas que poder complacer a las damas.
Sonreí de forma picara contemplando sus esmeraldas que de nuevo se centraban en mis orbes devorándome con al mirada.
Sabia bailar, no solo en el campo de batalla, si no en la corte real. Tomé clases junto a mi primo durante toda mi infancia, mas dejaría que pensara lo contrario ,a fin de cuentas, eso lo hacia todo infinitamente mas divertido.
La señorita Cavey finalmente se puso en pie, tan cortes como de costumbre, nos invitó a acudir a una especie de “fiesta tranquila” que n ose porque se me antojaba que de tranquila si estaba ella no tendría nada.
Admito que junto a esa mujer, una biblioteca se me antojaba un lugar de perdición.
-Estaré encantado de acompañarlas señoritas, siempre que no me exijan una buena danza -bromeé guiñándole el ojo a mi amiga y hundiendo mi mirada poco después en las tempestades de Valeria, mi demonio con faldas.
Ahora con sus ojos esmeralda fijos en los míos, inquisidora como de costumbre, y con la sonrisa mas pérfida de lo normal, bromeaba sobre mis dotes como bailarín.
Sonreí de medio lado siguiéndole el juego ,ese que me hacia desear acortar las distancias y mostrarle de estar solos cuan bien se me daba complacer a una dama.
Mi respiración se entrecortaba frente a la idea de tomarla contra la misma pared de esa sala y danzar con ella un baile excitante, que no olvidaríamos en ninguno de los casos.
Mas guarde la compostura dejando que la mano de mi amiga me acariciara, creo que le ayudaba a estar mas tranquila, admito que la presencia de la señorita Cavey podía llegar a intimidar a cualquier doncella.
-¿Estoy seguro señorita Cavey que podréis obsequiarme con unas clases, no desearía hacer el ridículo frente a al alta sociedad y como bien habéis dicho, nada me gustaría mas que poder complacer a las damas.
Sonreí de forma picara contemplando sus esmeraldas que de nuevo se centraban en mis orbes devorándome con al mirada.
Sabia bailar, no solo en el campo de batalla, si no en la corte real. Tomé clases junto a mi primo durante toda mi infancia, mas dejaría que pensara lo contrario ,a fin de cuentas, eso lo hacia todo infinitamente mas divertido.
La señorita Cavey finalmente se puso en pie, tan cortes como de costumbre, nos invitó a acudir a una especie de “fiesta tranquila” que n ose porque se me antojaba que de tranquila si estaba ella no tendría nada.
Admito que junto a esa mujer, una biblioteca se me antojaba un lugar de perdición.
-Estaré encantado de acompañarlas señoritas, siempre que no me exijan una buena danza -bromeé guiñándole el ojo a mi amiga y hundiendo mi mirada poco después en las tempestades de Valeria, mi demonio con faldas.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Destino alcanzado: París [Privado]
Lisbeth tenía la sensación de que algo más que una simple relación entre anfitriona e inquilino existía entre aquellos dos que compartían extrañas miradas y sonrisas ladinas. Llevaba tiempo sin ver a su amigo, un tiempo suficiente en el que ambos habían pasado de ser niños inocentes para convertirse en un hombre y una mujer con sus deseos y convicciones.
Observó con atención como Höor le reprobaba a la dama con afiladas palabras que bien podían tener un doble significado que no llegaba a comprender. Poco o nada quedaba en ese joven de su amigo de la infancia con el que tanto había compartido y a quien tanto había añorado. Cierto que Höor siempre había sido muy perspicaz en sus palabras, que siempre la había hecho reír cuando conseguía acallar con su audaz elocuencia a muchos de los soldados con los que entrenaba, pero entonces sus intenciones eran otras, la mayoría de las veces fastidiar a los demás y no dejarse avasallar por ser un simple niño al que había ordenado en filas antes de tiempo.
Lisbeth negó con la cabeza cuando escuchó las respectivas frases cargadas de doble sentido entre Höor y Valeria. No sabía bien si su desasosiego se debía a que veía a su amigo cortejar de una forma tan apasionada a una dama, o si se debía a que no hubiese sido ella quien estuviese en su lugar. De una forma u otra, no podía dejar pasar desapercibidas las miradas que ambos se dirigían y que la dejaban relegada a un simple mueble que es ignorado en una estancia.
Valeria apuró su copa tras comentarles brevemente el motivo de la fiesta en petit comité donde por segunda vez les había invitado a acompañarla, marchándose después con la premisa de que ella ya estaba lista y que si querían unirse les esperaría fuera. Durante unos segundos Lisbeth
quedó tentada por renunciar a tal evento, no solo porque estuviese exhausta por el largo viaje del que había desembarcado hacía pocas horas, sino por ese sentimiento de abatimiento que sentía en lo más profundo de su ser cuando observaba a su amigo y la señorita Cavey con su particular conversación. Pero le habían enseñado que se debe ser agradecido con la cortesía de sus anfitriones, que rechazar la invitación a una fiesta podría ser considerado un insulto a su generosidad y, sobre todo, le apetecía compartir más tiempo con aquel joven que en una pasado había sido su amigo.
-Me adecentaré un poco del viaje y en breve me reuniré con vos en la entrada.- soltó a Höor de la mano cuando observó que Valeria había desaparecido tras la puerta de aquella estancia, dejando una distancia más que prudencial entre ellos.- No tardaré; no me gustaría hacer esperar a su amiga.
Estas últimas palabras fueron pronunciadas con un ligero tono irónico, dando cuenta del quemazón que le producía que quizás su amigo quisiese enredarse en las faldas de esa mujer. Y sin saber muy bien porque sentía esa oleada de celos, emprendía su marcha tras una sirvienta que muy amablemente se había ofrecido en acompañarla hasta la que serían sus aposentos hasta el regreso de su tía.
Observó con atención como Höor le reprobaba a la dama con afiladas palabras que bien podían tener un doble significado que no llegaba a comprender. Poco o nada quedaba en ese joven de su amigo de la infancia con el que tanto había compartido y a quien tanto había añorado. Cierto que Höor siempre había sido muy perspicaz en sus palabras, que siempre la había hecho reír cuando conseguía acallar con su audaz elocuencia a muchos de los soldados con los que entrenaba, pero entonces sus intenciones eran otras, la mayoría de las veces fastidiar a los demás y no dejarse avasallar por ser un simple niño al que había ordenado en filas antes de tiempo.
Lisbeth negó con la cabeza cuando escuchó las respectivas frases cargadas de doble sentido entre Höor y Valeria. No sabía bien si su desasosiego se debía a que veía a su amigo cortejar de una forma tan apasionada a una dama, o si se debía a que no hubiese sido ella quien estuviese en su lugar. De una forma u otra, no podía dejar pasar desapercibidas las miradas que ambos se dirigían y que la dejaban relegada a un simple mueble que es ignorado en una estancia.
Valeria apuró su copa tras comentarles brevemente el motivo de la fiesta en petit comité donde por segunda vez les había invitado a acompañarla, marchándose después con la premisa de que ella ya estaba lista y que si querían unirse les esperaría fuera. Durante unos segundos Lisbeth
quedó tentada por renunciar a tal evento, no solo porque estuviese exhausta por el largo viaje del que había desembarcado hacía pocas horas, sino por ese sentimiento de abatimiento que sentía en lo más profundo de su ser cuando observaba a su amigo y la señorita Cavey con su particular conversación. Pero le habían enseñado que se debe ser agradecido con la cortesía de sus anfitriones, que rechazar la invitación a una fiesta podría ser considerado un insulto a su generosidad y, sobre todo, le apetecía compartir más tiempo con aquel joven que en una pasado había sido su amigo.
-Me adecentaré un poco del viaje y en breve me reuniré con vos en la entrada.- soltó a Höor de la mano cuando observó que Valeria había desaparecido tras la puerta de aquella estancia, dejando una distancia más que prudencial entre ellos.- No tardaré; no me gustaría hacer esperar a su amiga.
Estas últimas palabras fueron pronunciadas con un ligero tono irónico, dando cuenta del quemazón que le producía que quizás su amigo quisiese enredarse en las faldas de esa mujer. Y sin saber muy bien porque sentía esa oleada de celos, emprendía su marcha tras una sirvienta que muy amablemente se había ofrecido en acompañarla hasta la que serían sus aposentos hasta el regreso de su tía.
Lisbeth Hagebak- Humano Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 01/10/2016
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