AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
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¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Habían pasado ya unos días desde nuestra llegada a aquella preciosa mansión donde Agarwaen me había acogido como una más de sus cazadores. Al parecer de momento su regreso a Grecia debía demorarse, y aunque no tenía muy claro el por qué, agradecí al destino poder disfrutar todo el tiempo posible al lado de Leonidas, mi dios griego, con quien las cosas no podían ir mejor. No dudaba en demostrarme cariño en público, y aunque no habíamos hablado acerca de aquello, sabía que entre nosotros había algo muy especial que iba creciendo día a día. Los besos y las caricias que nos profesábamos eran muestra de ello, y el hecho de que no se ocultase ante los demás y fuese de igual modo conmigo en su presencia, me hacía ver la suerte que había tenido al encontrarnos.
Al día siguiente de nuestra llegada a la casa y tras aceptar la propuesta de Agarwaen de quedarme allí con ellos, volví hasta la pensión que había sido mi hogar durante las últimas semanas; donde recogí todas mis pertenencias de mi alcoba y me despedí amablemente de la dueña. Me instalé en una de las habitaciones vacías continua a la de Leonidas. Imagino que era lo correcto, pues aunque la mayoría de las noches las pasábamos juntos en su habitación, al llegar el alba siempre despertamos separados. No podíamos pensar en otro tipo de relación; no cuando nuestro futuro era incierto, y aunque yo lo acompañaría al mismísimo infierno si me lo pidiese, sabía que nuestras vidas eran complicadas.
Era curioso ver como en aquella casa, excepto Kaia que era más inocente de lo que debería ser, cada uno tenía sus más y sus menos. Seth y su loba “prisionera” también compartían lecho, e incluso habitación; lo cual no dejaba mucho a la imaginación. Prometo que nos los juzgaba, que aunque fuese cazadora siempre habían sido los vampiros mis más acérrimos enemigos, y que aunque aquella mujer fuese una loba, el hecho de ver como se miraban cuando estaban juntos, me ayudaba a tolerarla un poco más. Luego estaba Agarwaen, que también tenía a una mujer prisionera en su alcoba (debía estar de moda eso de hacer “prisioneras”), aunque la relación entre ellos parecía más complicada que la de Seth y Nimue (la otra loba “prisionera”). En fin, entre ellos, y mis continuos paseos nocturnos para ir o venir de la habitación de Leo, la casa era de lo más divertida. Aunque sabía que tarde o temprano Kaia se enteraría de lo que ocurría en la habitación de Agarwaen, y que por como lo miraba, lo pasaría muy muy mal. Esperaba poder estar cerca de ella en esos momentos, pues aunque éramos como la noche y el día, le había cogido cariño en estos días. Lo cual me recordó, que para demostrarle a Agarwaen mi agradecimiento, iba a organizarle una fiesta sorpresa por su cumpleaños.
Esa mañana había decidido despertar a Leonidas de una forma especial, y entrando de puntillas en su cuarto me colé entre sus sábanas recorriendo con mis labios su abdomen, gateando sigilosamente desde abajo, ascendiendo hasta llegar a sus labios, que esbozando una pícara sonrisa, acogieron los míos de buena gana. Nuestras lenguas se enredaron necesitadas de la ajena, como si llevásemos meses sin vernos, y solo hacía unas horas que me había retirado a mi habitación para dormir.
-Buenos días, amor.- susurré junto a sus labios, mientras Leo trataba de abrir los ojos y despertarse del todo. Sonreí embobada disfrutando de ese perfecto rostro que tenía delante de mí y que me invitaba a mordisquearlo - Se me ha ocurrido una idea para celebrar el cumpleaños de tu príncipe. ¿Y si le organizamos una fiesta sorpresa aprovechando que se ha ido esta mañana temprano a una misión?
Busqué de nuevo sus labios con los míos, sedientos de pasión, necesitados de él. La fiesta sería por la noche y podía esperar, pero mis ganas de sentir de nuevo su cuerpo sobre el mío no daban opción a la demora. Suspiré apartando levemente mis labios de los suyos, mirando a aquel hombre que bajo mi cuerpo se había convertido en la persona más importante de mi vida, quien con un beso robado había enlazado nuestros caminos, y con quien deseaba pasar así el resto de mi vida. ¿Sería amor aquello que empezaba a sentir por él? Solo el tiempo lo diría.
Al día siguiente de nuestra llegada a la casa y tras aceptar la propuesta de Agarwaen de quedarme allí con ellos, volví hasta la pensión que había sido mi hogar durante las últimas semanas; donde recogí todas mis pertenencias de mi alcoba y me despedí amablemente de la dueña. Me instalé en una de las habitaciones vacías continua a la de Leonidas. Imagino que era lo correcto, pues aunque la mayoría de las noches las pasábamos juntos en su habitación, al llegar el alba siempre despertamos separados. No podíamos pensar en otro tipo de relación; no cuando nuestro futuro era incierto, y aunque yo lo acompañaría al mismísimo infierno si me lo pidiese, sabía que nuestras vidas eran complicadas.
Era curioso ver como en aquella casa, excepto Kaia que era más inocente de lo que debería ser, cada uno tenía sus más y sus menos. Seth y su loba “prisionera” también compartían lecho, e incluso habitación; lo cual no dejaba mucho a la imaginación. Prometo que nos los juzgaba, que aunque fuese cazadora siempre habían sido los vampiros mis más acérrimos enemigos, y que aunque aquella mujer fuese una loba, el hecho de ver como se miraban cuando estaban juntos, me ayudaba a tolerarla un poco más. Luego estaba Agarwaen, que también tenía a una mujer prisionera en su alcoba (debía estar de moda eso de hacer “prisioneras”), aunque la relación entre ellos parecía más complicada que la de Seth y Nimue (la otra loba “prisionera”). En fin, entre ellos, y mis continuos paseos nocturnos para ir o venir de la habitación de Leo, la casa era de lo más divertida. Aunque sabía que tarde o temprano Kaia se enteraría de lo que ocurría en la habitación de Agarwaen, y que por como lo miraba, lo pasaría muy muy mal. Esperaba poder estar cerca de ella en esos momentos, pues aunque éramos como la noche y el día, le había cogido cariño en estos días. Lo cual me recordó, que para demostrarle a Agarwaen mi agradecimiento, iba a organizarle una fiesta sorpresa por su cumpleaños.
Esa mañana había decidido despertar a Leonidas de una forma especial, y entrando de puntillas en su cuarto me colé entre sus sábanas recorriendo con mis labios su abdomen, gateando sigilosamente desde abajo, ascendiendo hasta llegar a sus labios, que esbozando una pícara sonrisa, acogieron los míos de buena gana. Nuestras lenguas se enredaron necesitadas de la ajena, como si llevásemos meses sin vernos, y solo hacía unas horas que me había retirado a mi habitación para dormir.
-Buenos días, amor.- susurré junto a sus labios, mientras Leo trataba de abrir los ojos y despertarse del todo. Sonreí embobada disfrutando de ese perfecto rostro que tenía delante de mí y que me invitaba a mordisquearlo - Se me ha ocurrido una idea para celebrar el cumpleaños de tu príncipe. ¿Y si le organizamos una fiesta sorpresa aprovechando que se ha ido esta mañana temprano a una misión?
Busqué de nuevo sus labios con los míos, sedientos de pasión, necesitados de él. La fiesta sería por la noche y podía esperar, pero mis ganas de sentir de nuevo su cuerpo sobre el mío no daban opción a la demora. Suspiré apartando levemente mis labios de los suyos, mirando a aquel hombre que bajo mi cuerpo se había convertido en la persona más importante de mi vida, quien con un beso robado había enlazado nuestros caminos, y con quien deseaba pasar así el resto de mi vida. ¿Sería amor aquello que empezaba a sentir por él? Solo el tiempo lo diría.
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
- Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 12/08/2016
Localización : París
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Desde que llegamos a aquella casa que Agarwaen había comprado para ocultarse de quien todos ya sabíamos y a quien no llamábamos pues decir su nombre era como invocar al mismo diablo, todo había sido muy raro.
Demasiado, a decir verdad. Reinaba una especie de calma tensa, esa que solo existe en el mar antes de la tempestad mas recia.
Algo iba mal, todos lo sabíamos y aunque Agarwaen no había contado todo lo que le inquietaba, sabia que había algo que nos ocultaba, algo referente a esa herida que no cerraba y de la que todos nos habíamos percatado.
Por si esos problemas que el arrastraba no eran suficientes, Seth estaba cada vez mas encoñado y por mucho que Agarwaen y yo tratábamos de pasarlo por lato, era evidente que lo suyo parecía ir mas en serio de lo que trataba de hacernos creer a simple vista.
Agarwaen también había encerrado una loba en su cuarto (se ve que era la moda, pon una loba en tu vida arrrr), aunque aparentaba que entre ellos todo era mucho mas complicado, como si hubiera algo pero a su vez no.
Entre Menyara y yo todo fluía, supongo que era la “no relación” mas sencilla de la casa, pasábamos el día juntos, parte de la noche también pero cuando el alba llegaba ambos amanecíamos en nuestras camas como tenia que ser. Era un gesto tonto, peor supongo era el modo de decirnos que esto era lo que era, un rollo con algo mas de por medio, mas no un compromiso a pasar la vida juntos.
Luego estaba la preciosa Kaia, enamorada como una loca de Agarwaen, y que ni imaginaba que pasaba tras la puerta de el cuarto de este.
Y como olvidar a nuestro jardinero Lev, ese que parecía esconder tras su fachada mas de un secreto que ocultar, si no porque compartir la vida con estos locos.
Aquella mañana Menyara me despertó como muchas otras, besos, caricias y mucha complicidad.
Había tenido una idea maravillosa, una que creo necesitábamos todos como agua de mayo. Una fiesta.
La escusa podía ser cualquiera, mas el cumpleaños de nuestro príncipe, que se acercaba en fecha me pareció la mejor de todas ellas, así que acepte de buen grado su propuesta mientras mi cuerpo le mostraba que ahora mis ganas eran de otro tipo de fiesta.
Tire la sabana sobre nosotros cubriendo nuestros cuerpos entre risas, mientras nuestros labios se encontraban voraces y nuestros cuerpos se acompasaban entre jadeos.
Las embestidas dieron paso a los gemidos y estas a un clímax que no tardo en llegar entre dos cuerpos que perlados en sudor parecían buscarse con ahincó.
Demasiado, a decir verdad. Reinaba una especie de calma tensa, esa que solo existe en el mar antes de la tempestad mas recia.
Algo iba mal, todos lo sabíamos y aunque Agarwaen no había contado todo lo que le inquietaba, sabia que había algo que nos ocultaba, algo referente a esa herida que no cerraba y de la que todos nos habíamos percatado.
Por si esos problemas que el arrastraba no eran suficientes, Seth estaba cada vez mas encoñado y por mucho que Agarwaen y yo tratábamos de pasarlo por lato, era evidente que lo suyo parecía ir mas en serio de lo que trataba de hacernos creer a simple vista.
Agarwaen también había encerrado una loba en su cuarto (se ve que era la moda, pon una loba en tu vida arrrr), aunque aparentaba que entre ellos todo era mucho mas complicado, como si hubiera algo pero a su vez no.
Entre Menyara y yo todo fluía, supongo que era la “no relación” mas sencilla de la casa, pasábamos el día juntos, parte de la noche también pero cuando el alba llegaba ambos amanecíamos en nuestras camas como tenia que ser. Era un gesto tonto, peor supongo era el modo de decirnos que esto era lo que era, un rollo con algo mas de por medio, mas no un compromiso a pasar la vida juntos.
Luego estaba la preciosa Kaia, enamorada como una loca de Agarwaen, y que ni imaginaba que pasaba tras la puerta de el cuarto de este.
Y como olvidar a nuestro jardinero Lev, ese que parecía esconder tras su fachada mas de un secreto que ocultar, si no porque compartir la vida con estos locos.
Aquella mañana Menyara me despertó como muchas otras, besos, caricias y mucha complicidad.
Había tenido una idea maravillosa, una que creo necesitábamos todos como agua de mayo. Una fiesta.
La escusa podía ser cualquiera, mas el cumpleaños de nuestro príncipe, que se acercaba en fecha me pareció la mejor de todas ellas, así que acepte de buen grado su propuesta mientras mi cuerpo le mostraba que ahora mis ganas eran de otro tipo de fiesta.
Tire la sabana sobre nosotros cubriendo nuestros cuerpos entre risas, mientras nuestros labios se encontraban voraces y nuestros cuerpos se acompasaban entre jadeos.
Las embestidas dieron paso a los gemidos y estas a un clímax que no tardo en llegar entre dos cuerpos que perlados en sudor parecían buscarse con ahincó.
Leonidas Kana- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 138
Fecha de inscripción : 12/08/2016
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Habían pasado unos días desde nuestra llegada a la mansión de Agarwaen, donde a pesar de un primer encuentro digno de olvidar, parecía que los ánimos se habían calmado un poco. Quizás también se debiera a que trataba de no coincidir demasiado con el resto, y que las salidas fuera de la habitación que Seth y yo compartíamos eran limitadas a largos paseos por el jardín, donde de vez en cuando nos perdíamos entre sus pequeños bosques situados dentro de la parcela que rodeaba a aquella inmensa casa. Me bastaba con poder disfrutar de mi amado cada segundo que nos regalase el destino, dando gracias a los dioses por cada noche que dormíamos juntos, por todos esos momentos que desde nuestro encuentro en el bosque había rememorado una y otra vez, esos que iban aumentando día a día y que llenaban de alegría cada resquicio de mi corazón, pues desde entonces, habíamos sido incapaces de separarnos.
Sabía que otros asuntos se mascaban en aquella casa, un hogar desde luego digno de ser estudiado por profesionales, pues yo que siempre había pensado que me faltaba un tornillo, había encontrado en aquella casa más de uno que podía ponerse a la par mía . El hermano de Seth y la cazadora que nos habían acompañado desde el hostal mantenían una extraña relación en la que pasaban todo el día juntos y parte de la noche, profesándose besos y caricias tanto en público como en privado, pero que sin embargo, no dormían en la misma alcoba. ¿Es que acaso no se daban cuenta de lo más evidente? Estaban perdiendo un tiempo precioso de poder compartir aquello que tanto anhelaban por miedo a enamorarse; aunque quizás yo fuese la menos indicada para decir nada al respecto, pues hasta que conocí a Seth en el bosque, hasta que el amor de mi vida se interpuso en mi camino, tampoco había creído en el amor. Y sin embargo, con él a mi lado, había aprendido a que debemos darle una oportunidad a nuestro corazón cuando la persona que tenemos a nuestro lado nos llena el alma hasta límites insospechados.
Por otra parte también estaba Agarwaen, su príncipe; ese que ahora mismo compartía habitación con una loba que escondía un gran secreto. Ese que quizás solo yo, o tal vez también Seth, éramos capaces de percibir por los poderes propios de nuestra raza. Una situación complicada la suya, pensé. Al igual que Lev, el jardinero, que con su porte amable y tranquilo, ocultaba ser un poderoso hechicero de magia blanca, más como no era de mi incumbencia, tampoco se me había ocurrido delatarlo. Si él deseaba pasar desapercibido, así sería.
Llevaba ya un rato observando el precioso rostro de mi amor todavía dormido, ese que no me cansaba de memorizar, ese que junto a su personalidad provocaba en mí los sentimientos más puros, y que ahora allí, iluminado levemente por los primeros rayos matutinos, se convertía en la viva imagen de un dios del Olimpo. Fue entonces cuando unos golpes en la puerta de nuestro dormitorio me sacaron de mi ensoñación, y tambalearon el descanso de mi amor. Pude sentir sin problema las auras propiedad de aquellos dos cazadores que tras la puerta esperaban una respuesta, y creí conveniente despertar a Seth por si se trataba de algo importante.
-Seth, mi amor, creo que tu hermano y la cazadora quieren hablar contigo.- susurré acariciando con dulzura su mejilla para sacarlo de ese profundo sueño en el que se encontraba. Podía haber abierto yo la puerta, pero la situación con Leonidas era lo suficientemente tensa como para recibirlo en la habitación como si de la señora de la casa me tratase. Observé como abría sus párpados con pesadez, mientras una cálida sonrisa se dibujaba en mi rostro y me acercaba con cuidado a sus labios para regalarle un tímido beso.- Buenos días, mi lobo ¿cómo has dormido?
Sabía que otros asuntos se mascaban en aquella casa, un hogar desde luego digno de ser estudiado por profesionales, pues yo que siempre había pensado que me faltaba un tornillo, había encontrado en aquella casa más de uno que podía ponerse a la par mía . El hermano de Seth y la cazadora que nos habían acompañado desde el hostal mantenían una extraña relación en la que pasaban todo el día juntos y parte de la noche, profesándose besos y caricias tanto en público como en privado, pero que sin embargo, no dormían en la misma alcoba. ¿Es que acaso no se daban cuenta de lo más evidente? Estaban perdiendo un tiempo precioso de poder compartir aquello que tanto anhelaban por miedo a enamorarse; aunque quizás yo fuese la menos indicada para decir nada al respecto, pues hasta que conocí a Seth en el bosque, hasta que el amor de mi vida se interpuso en mi camino, tampoco había creído en el amor. Y sin embargo, con él a mi lado, había aprendido a que debemos darle una oportunidad a nuestro corazón cuando la persona que tenemos a nuestro lado nos llena el alma hasta límites insospechados.
Por otra parte también estaba Agarwaen, su príncipe; ese que ahora mismo compartía habitación con una loba que escondía un gran secreto. Ese que quizás solo yo, o tal vez también Seth, éramos capaces de percibir por los poderes propios de nuestra raza. Una situación complicada la suya, pensé. Al igual que Lev, el jardinero, que con su porte amable y tranquilo, ocultaba ser un poderoso hechicero de magia blanca, más como no era de mi incumbencia, tampoco se me había ocurrido delatarlo. Si él deseaba pasar desapercibido, así sería.
Llevaba ya un rato observando el precioso rostro de mi amor todavía dormido, ese que no me cansaba de memorizar, ese que junto a su personalidad provocaba en mí los sentimientos más puros, y que ahora allí, iluminado levemente por los primeros rayos matutinos, se convertía en la viva imagen de un dios del Olimpo. Fue entonces cuando unos golpes en la puerta de nuestro dormitorio me sacaron de mi ensoñación, y tambalearon el descanso de mi amor. Pude sentir sin problema las auras propiedad de aquellos dos cazadores que tras la puerta esperaban una respuesta, y creí conveniente despertar a Seth por si se trataba de algo importante.
-Seth, mi amor, creo que tu hermano y la cazadora quieren hablar contigo.- susurré acariciando con dulzura su mejilla para sacarlo de ese profundo sueño en el que se encontraba. Podía haber abierto yo la puerta, pero la situación con Leonidas era lo suficientemente tensa como para recibirlo en la habitación como si de la señora de la casa me tratase. Observé como abría sus párpados con pesadez, mientras una cálida sonrisa se dibujaba en mi rostro y me acercaba con cuidado a sus labios para regalarle un tímido beso.- Buenos días, mi lobo ¿cómo has dormido?
Nimue Dow- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 29/07/2016
Localización : Paris
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Desde el fatídico día de nuestro encuentro, ese en el que Agarwaen y yo habíamos tenido por así decirlo, un desencuentro bastante considerable, las cosas trascurrían en esa casa con una calma tensa.
Todos habíamos emprendido nuestros quehaceres diarios, luchando ahora en París contra los sobrenaturales que traían el caos a sus calles.
Aun desconocíamos los motivos que llevaban a nuestro príncipe a forzarnos a quedarnos allí y no a partir hacia Gracia, nuestro hogar.
Mas yo imaginaba y no me equivocaba que la herida que cruzaba su hombro, esa que dibujaba sobre su piel la mas absoluta oscuridad y que no cerraba, era la causante, no solo de la preocupación que se dibujaba en su rostro, si no de mucho mas. Algo que parecía reticente a contarnos.
Nim y yo compartíamos habitación desde nuestra llegada a aquel lugar, y aunque la verdad, esta se dejaba ver poco, dentro de la situación que manteníamos, podía decirse que eramos felices.
Supongo que porque con estar juntos era mas que suficiente, porque la amaba y con despertarme a su lado cada mañana y dormirme mirando su rostro sobre mi pecho descansar de forma placida era mas que suficiente.
Aquella mañana el repiqueteo insistente de la puerta me sobresalto, mas fueron sus besos los que acabaron por traerme a la realidad.
Sonreí mirando el precioso rostro de esa loba que sin lugar a dudas algún día convertiría en mi mujer.
Me apoderé de sus labios con necesidad antes de incorporarme para colocarme unos pantalones.
-Voy!!!- gruñí desperezándome camino a la puerta, a sabiendas por las voces de fuera, por su aura y por su olor que se trataba de la parejita feliz.
Esa que fingía no ser nada mas que un polvo, pero que por ende parecían unos recién casados.
Abrí la puerta rascándome el pelo para centrar mi mirada en esos dos que sonreían como idiotas.
A ver que maravillosa idea se les había ocurrido para tener que romper mi reparador sueño en brazos de la diosa de mi Olimpo.
Todos habíamos emprendido nuestros quehaceres diarios, luchando ahora en París contra los sobrenaturales que traían el caos a sus calles.
Aun desconocíamos los motivos que llevaban a nuestro príncipe a forzarnos a quedarnos allí y no a partir hacia Gracia, nuestro hogar.
Mas yo imaginaba y no me equivocaba que la herida que cruzaba su hombro, esa que dibujaba sobre su piel la mas absoluta oscuridad y que no cerraba, era la causante, no solo de la preocupación que se dibujaba en su rostro, si no de mucho mas. Algo que parecía reticente a contarnos.
Nim y yo compartíamos habitación desde nuestra llegada a aquel lugar, y aunque la verdad, esta se dejaba ver poco, dentro de la situación que manteníamos, podía decirse que eramos felices.
Supongo que porque con estar juntos era mas que suficiente, porque la amaba y con despertarme a su lado cada mañana y dormirme mirando su rostro sobre mi pecho descansar de forma placida era mas que suficiente.
Aquella mañana el repiqueteo insistente de la puerta me sobresalto, mas fueron sus besos los que acabaron por traerme a la realidad.
Sonreí mirando el precioso rostro de esa loba que sin lugar a dudas algún día convertiría en mi mujer.
Me apoderé de sus labios con necesidad antes de incorporarme para colocarme unos pantalones.
-Voy!!!- gruñí desperezándome camino a la puerta, a sabiendas por las voces de fuera, por su aura y por su olor que se trataba de la parejita feliz.
Esa que fingía no ser nada mas que un polvo, pero que por ende parecían unos recién casados.
Abrí la puerta rascándome el pelo para centrar mi mirada en esos dos que sonreían como idiotas.
A ver que maravillosa idea se les había ocurrido para tener que romper mi reparador sueño en brazos de la diosa de mi Olimpo.
Seth Kana- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 13/08/2016
Localización : París
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Con la llegada de los amigos de Agarwaen la casa había cobrado vida, ya no solo por el hecho de que los demás dormitorios estuviesen ocupados, sino también por las comidas y cenas que siempre acababan en risas y bromas entre ellos. El ambiente distendido que reinaba en la casa era de agradecer, pues aunque la complicidad que había entre Agarwaen y yo seguía existiendo y aumentando cada día, no evolucionaba en la forma que a mí me gustaría.
Yo no podía evitar sentir algo más fuerte por él que una inocente amistad, no podía obviar como me latía el corazón cuando lo tenía cerca, cuando en nuestros entrenamientos rozaba mi mano y me hacía presa de los instintos más primarios. No podía evitar desear ser rodeada por sus brazos, besada por sus labios y retroceder semanas atrás cuando en la habitación de mi hostal podía haberme hecho suya.
Pero mi oportunidad había pasado, nuestra amistad se había ante puesto a cualquier otro sentimiento que Agarwaen hubiese podido tener por mí, y aunque todavía no había perdido la esperanza, sabía que algo más nos distanciaba, que algo me ocultaba, y que si lo hacía no sería nada bueno.
Agradecí la llegada de Menyara, una cazadora como yo pero que sin duda tenía otra visión de la vida; aprovechaba sin dudar cada oportunidad que le brindaba el destino sin preocuparle lo que pensasen los demás. "Carpe diem" era su lema preferido, y solo había que ver la felicidad que irradiaba cuando estaba con Leonidas; un amor que seguramente terminaría cuando los cazadores se marchasen a Grecia, pero que mientras tanto, aprovechaban a cada segundo que estaban juntos. Con ese carácter fuerte y divertido que la caracterizaba, se había convertido en mi mejor amiga y apoyo en aquella casa. Trataba de aconsejarme, y aunque quizás sus consejos llegasen tarde, agradecía de corazón la paciencia que tenía conmigo.
Con el resto de recién llegados las relaciones eran cordiales; lo cierto es que debido a mi timidez me costaba un tanto relacionarme tan rápido con los demás, y aunque todos ellos eran amables conmigo, quizás fuese con Seth y la mujer que lo acompañaba con quien menos contacto tuviese, además de que apenas se les veía por el resto de zonas comunes. La mayoría del tiempo estaban en su habitación o paseando por alguna parte. Otra extraña relación que no podía identificar.
Me había despertado con el alba, y vestido para entrenar aquella mañana con Agarwaen, más cuando bajé a desayunar, Lev, el jardinero y mozo de las caballerizas, me informó que mi maestro se había marchado temprano a una misión lejos de allí. De modo que sin demorarme más de la cuenta, tomé mi desayuno y subí de nuevo a mi habitación, donde llevaba horas tratando de leer un libro en el que no conseguía concentrarme.
Fue entonces cuando llamaron a la puerta de mi alcoba, y cuan fue mi sorpresa al abrirla y encontrarme con Menyara y Leonidas, que cogidos ambos por la cintura, parecían ilusionados con la preparación de una fiesta sorpresa para Agarwaen, con motivo de la celebración de su cumpleaños.
- Me parece una idea fantástica. Lev y yo nos encargaremos de la comida, mientras los demás repartís el resto de encargos para llevarla a cabo.- contesté con una tímida sonrisa. Quizás esa fiesta fuese lo que todos necesitábamos, una noche de diversión donde relajarnos y dejar a un lado los problemas.- Yo avisaré a Lev y por la tarde comenzamos con todo. Me ha dicho que Agarwaen se ha ido a una misión y que tardará en volver.
Preparar una fiesta de cumpleaños sorpresa se me antojaba divertido, y si encima era para aquel hombre que había conquistado mi corazón, pues mi ilusión se acrecentaba. Quizás aquella noche, entre risas y copas, podríamos hablar, y recuperar ese punto en el que nuestros caminos se habían separado de una forma u otra.
Yo no podía evitar sentir algo más fuerte por él que una inocente amistad, no podía obviar como me latía el corazón cuando lo tenía cerca, cuando en nuestros entrenamientos rozaba mi mano y me hacía presa de los instintos más primarios. No podía evitar desear ser rodeada por sus brazos, besada por sus labios y retroceder semanas atrás cuando en la habitación de mi hostal podía haberme hecho suya.
Pero mi oportunidad había pasado, nuestra amistad se había ante puesto a cualquier otro sentimiento que Agarwaen hubiese podido tener por mí, y aunque todavía no había perdido la esperanza, sabía que algo más nos distanciaba, que algo me ocultaba, y que si lo hacía no sería nada bueno.
Agradecí la llegada de Menyara, una cazadora como yo pero que sin duda tenía otra visión de la vida; aprovechaba sin dudar cada oportunidad que le brindaba el destino sin preocuparle lo que pensasen los demás. "Carpe diem" era su lema preferido, y solo había que ver la felicidad que irradiaba cuando estaba con Leonidas; un amor que seguramente terminaría cuando los cazadores se marchasen a Grecia, pero que mientras tanto, aprovechaban a cada segundo que estaban juntos. Con ese carácter fuerte y divertido que la caracterizaba, se había convertido en mi mejor amiga y apoyo en aquella casa. Trataba de aconsejarme, y aunque quizás sus consejos llegasen tarde, agradecía de corazón la paciencia que tenía conmigo.
Con el resto de recién llegados las relaciones eran cordiales; lo cierto es que debido a mi timidez me costaba un tanto relacionarme tan rápido con los demás, y aunque todos ellos eran amables conmigo, quizás fuese con Seth y la mujer que lo acompañaba con quien menos contacto tuviese, además de que apenas se les veía por el resto de zonas comunes. La mayoría del tiempo estaban en su habitación o paseando por alguna parte. Otra extraña relación que no podía identificar.
Me había despertado con el alba, y vestido para entrenar aquella mañana con Agarwaen, más cuando bajé a desayunar, Lev, el jardinero y mozo de las caballerizas, me informó que mi maestro se había marchado temprano a una misión lejos de allí. De modo que sin demorarme más de la cuenta, tomé mi desayuno y subí de nuevo a mi habitación, donde llevaba horas tratando de leer un libro en el que no conseguía concentrarme.
Fue entonces cuando llamaron a la puerta de mi alcoba, y cuan fue mi sorpresa al abrirla y encontrarme con Menyara y Leonidas, que cogidos ambos por la cintura, parecían ilusionados con la preparación de una fiesta sorpresa para Agarwaen, con motivo de la celebración de su cumpleaños.
- Me parece una idea fantástica. Lev y yo nos encargaremos de la comida, mientras los demás repartís el resto de encargos para llevarla a cabo.- contesté con una tímida sonrisa. Quizás esa fiesta fuese lo que todos necesitábamos, una noche de diversión donde relajarnos y dejar a un lado los problemas.- Yo avisaré a Lev y por la tarde comenzamos con todo. Me ha dicho que Agarwaen se ha ido a una misión y que tardará en volver.
Preparar una fiesta de cumpleaños sorpresa se me antojaba divertido, y si encima era para aquel hombre que había conquistado mi corazón, pues mi ilusión se acrecentaba. Quizás aquella noche, entre risas y copas, podríamos hablar, y recuperar ese punto en el que nuestros caminos se habían separado de una forma u otra.
Kaia Andersen- Cazador Clase Media
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 30/07/2016
Localización : París
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Como siempre pasaba, Sonae solo tenía concentración absoluta en lo que afectaba a su hermano Agarwen. Por eso, aunque ante los demás, el príncipe intentara ocultar lo que le pasaba, con ella no surtida efecto, tal vez porque lo había criado desde bebé, y su relación era el de una loba con su lobezno. Preocupada por la salud de su querido hermano, no dejaba de seguirlo a todas partes. En verdad, no solo a él, sino también al hechicero que se escondía detrás de un puesto de jardinero y al que mas de una vez había rondado convertida en zorro, husmeando entre los matorrales, acompañándolo como si fuera un animalito que ha decidido ser tu amigo, pero que no deja que nadie se le acerque, desconfiado por naturaleza. Por otro lado, vigilaba a sus demás cachorros, quienes absortos en sus sentimientos hacia sus respectivas compañeras, no se daban cuenta que las relaciones estaban mas que expuestas y que al final, todos las aceptaban.
Reflexionando en ello se encontraba, luego de dormir un par de horas tras volver de su ronda nocturna, la que por suerte había sido tranquila y sin enfrentamientos, no como noches atrás, cuando tuvo que enfrentarse con unos sobrenaturales que buscaban problemas. Aún así, un desasosiego la invadía, producto de no haber podido acompañar a su hermano a su última misión. Había intentado hacerle entender que no podía ir solo, pero el muy cabezotas no la escuchó, aduciendo que debía tomarse unos día de descanso, tras recibir una herida profunda en su cuerpo, producto del enfrentamiento con unos vampiros que buscaban alimentarse. Aunque le juró y perjuró que se encontraba sana, Agar, no le permitió acompañarlo, ordenándole que cuidara de sus hermanos menores.
Ya se había vestido para ir a visitar al brujo, y preguntarle, de buenas maneras, de ser posible, ¿como podían llegar a curar aquella herida que parecía irse apoderando de la voluntad, la fuerza y la razón de su querido cachorro?. Se miró al espejo, levantando la camisa que se había colocado, descubriendo una fina cicatriz a la altura de su costado, único recuerdo del enfrentamiento con el vampiro que la había atacado, no hacía mas de tres días.
Delineó con su dedo indice la fina huella, mientras maldecía al responsable de tan delicado souvenir y esperaba encontrarlo cara a cara nuevamente. Fue allí, cuando unos golpes se sintieron en la puerta, su mirada se dirigió a la entrada de su habitación, olfateando el aire al mismo tiempo, descubriendo de quienes se trataban, - Leonidas, entra, sabes bien que la puerta está abierta para mis pequeños y flacuchos niños, dime, ¿quien te ha tirado de la cama tan temprano? - dijo, mientras caminaba hacia la puerta y dejaba pasar a la comitiva que parecía traer alguna idea metida entre ceja y ceja.
Reflexionando en ello se encontraba, luego de dormir un par de horas tras volver de su ronda nocturna, la que por suerte había sido tranquila y sin enfrentamientos, no como noches atrás, cuando tuvo que enfrentarse con unos sobrenaturales que buscaban problemas. Aún así, un desasosiego la invadía, producto de no haber podido acompañar a su hermano a su última misión. Había intentado hacerle entender que no podía ir solo, pero el muy cabezotas no la escuchó, aduciendo que debía tomarse unos día de descanso, tras recibir una herida profunda en su cuerpo, producto del enfrentamiento con unos vampiros que buscaban alimentarse. Aunque le juró y perjuró que se encontraba sana, Agar, no le permitió acompañarlo, ordenándole que cuidara de sus hermanos menores.
Ya se había vestido para ir a visitar al brujo, y preguntarle, de buenas maneras, de ser posible, ¿como podían llegar a curar aquella herida que parecía irse apoderando de la voluntad, la fuerza y la razón de su querido cachorro?. Se miró al espejo, levantando la camisa que se había colocado, descubriendo una fina cicatriz a la altura de su costado, único recuerdo del enfrentamiento con el vampiro que la había atacado, no hacía mas de tres días.
Delineó con su dedo indice la fina huella, mientras maldecía al responsable de tan delicado souvenir y esperaba encontrarlo cara a cara nuevamente. Fue allí, cuando unos golpes se sintieron en la puerta, su mirada se dirigió a la entrada de su habitación, olfateando el aire al mismo tiempo, descubriendo de quienes se trataban, - Leonidas, entra, sabes bien que la puerta está abierta para mis pequeños y flacuchos niños, dime, ¿quien te ha tirado de la cama tan temprano? - dijo, mientras caminaba hacia la puerta y dejaba pasar a la comitiva que parecía traer alguna idea metida entre ceja y ceja.
Sonae- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 02/01/2016
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Después de un primer asalto entre las sábanas con mi dios griego, nos pusimos en marcha entre risas y bromas para ir despertando a cada uno de los inquilinos de aquella mansión en la que todos convivíamos en bastante armonía, teniendo en cuenta las tan diferentes naturalezas de las que hacíamos gala.
Cada uno de ellos nos fue confirmando lo que nosotros ya sabíamos, que celebrar de esa forma el cumpleaños de su príncipe era una maravillosa idea. No había nada como una fiesta sorpresa para aunar a todos en un propósito común sin discusiones ni impedimentos.
Mientras desayunábamos todos juntos en la cocina como una gran familia, entres risas e historias de como nuestros cazadores habían hecho de las suyas en el pasado, fuimos repartiendo las obligaciones que cada uno tendría para organizar aquella fiesta en unas horas. Teóricamente Agarwaen no llegaría hasta el anochecer, pero tampoco podíamos dejar todo para última hora, así que en cuanto terminamos de desayunar nos pusimos en marcha.
Como bien había dicho Kaia cuando Leo y yo acudimos a su alcoba, ella avisaría a Lev de la fiesta, y juntos irían a comprar los alimentos y bebidas alcohólicas necesarias para llevarla a cabo. No había nada sentimental entre ellos, Kaia estaba enamorada de Agarwaen hasta la médula, pero la compañía de Lev la relajaba. Era un hombre extraño, tímido y tranquilo, que desde nuestro encuentro al llegar a la casa para solicitar el empleo no había vuelto a acercarse a mí. Parecía ser algo más de lo que a simple vista demostraba, pero mientras no se convirtiese en lobo en luna llena, no me importaba en demasía su secreto.
Leo y Seth decidieron acudir al puerto donde su barco estaba anclado, y en el que se encontraban parte de sus compañeros de viaje, y amigos de Agarwaen. Mi amor dijo algo así como que no podían acompañarles ninguna mujer o que el capitán del navío ardería en cólera, y aunque me pareció de lo más extraño su comentario, imaginé que lo que querría era tener un rato a solas con su hermano, en el que poder hablar de aquella mujer que mantenía en su habitación.Si terminábamos pronto de organizar la fiesta quizás fuese a hablar con Nim, creo que ese era su nombre, pues aunque intentaba pasar desapercibida y su presencia no era muy notoria en las zonas comunes, no dejaba de ser uno más de los miembros de esa casa de locos. Así que tras un beso en los labios de mi dios griego y la promesa de no tardar mucho, ambos hermanos partieron tras Kaia y Lev.
Sonae y yo nos quedamos encargadas de adecentar la casa para la fiesta, de preparar el salón donde tendría lugar la misma, apartando a un lado los sofás y preparando los vasos que utilizaríamos después. También nos encargaríamos de preparar una tarta y si nos daba tiempo, de decorar con globos y guirnaldas el comedor. Quizás fuese un poco infantil, pero ¿Qué clase de cumpleaños sería sin globos y tarta?
Sabía que ella conocía a los cazadores desde bien pequeños, y aunque todavía no tenía muy clara cual era su naturaleza, sabía que era una mujer de fiar. Tenía la necesidad de preguntarle cosas sobre Leo, como había sido desde niño, si había tenido muchas novias (aunque ésto no tenía muy claro si sería buena idea saberlo), cuales eran sus manías, sus virtudes...más cuando entre nosotras se hacía el silencio, no me salían las palabras.
No quería reconocer que Leonidas me importaba mucho más que un simple lío de unos días, no quería hacerlo porque solo conseguiría lastimarnos a los dos en el momento de su partida. Pero mentiría si dijese que no era en quien pensaba antes de acostarme sola en mi cama; en quien pensaba al despertarme, y por quien temía si algo malo le pasaba. Se había convertido en mi brújula, esa que guiaba mis pasos; solo que en lugar de guiarlos hacia el norte, los guiaba hasta él.
- ¿Hace mucho que conoces a tus cachorros?- pregunté con timidez mientras ambas empujábamos de uno de los sofás para colocarlo en un lateral y crear más espacio. Supuse que era una pregunta abierta, nada que demostrase cuales eran mis sentimientos hacia él.
Escuché cada una de las palabras que de sus labios me ofrecían aquella información que yo deseaba, y así, entre preguntas "inocentes" y bromas, fuimos cumpliendo cada uno de los quehaceres que nos habíamos propuesto. Tras varias horas de trajín y para celebrar que habíamos terminado, nos sentamos abatidas en el sofá que habíamos apartado, con un vaso de limonada cada una, esperando la llegada de los demás.
No tardamos en escuchar la voz de Leo que con su risa contagiosa abría la puerta de la casa y entraba acompañado de su hermano y otros hombres a los que no conocía y que miré de soslayo. Me levanté como un resorte del sofá, y me acerqué hasta ellos para darles la bienvenida.
-¿Reconoce que estabais esperando para entrar a que Sonae y yo lo tuviésemos todo listo para no tener que ayudar?- apunté divertida tras darle un beso en los labios y una palmada en su trasero, ante las miradas de los demás que seguramente se preguntarían a que se debía tanta confianza, y que se acercaron a saludar a Sonae.
Cada uno de ellos nos fue confirmando lo que nosotros ya sabíamos, que celebrar de esa forma el cumpleaños de su príncipe era una maravillosa idea. No había nada como una fiesta sorpresa para aunar a todos en un propósito común sin discusiones ni impedimentos.
Mientras desayunábamos todos juntos en la cocina como una gran familia, entres risas e historias de como nuestros cazadores habían hecho de las suyas en el pasado, fuimos repartiendo las obligaciones que cada uno tendría para organizar aquella fiesta en unas horas. Teóricamente Agarwaen no llegaría hasta el anochecer, pero tampoco podíamos dejar todo para última hora, así que en cuanto terminamos de desayunar nos pusimos en marcha.
Como bien había dicho Kaia cuando Leo y yo acudimos a su alcoba, ella avisaría a Lev de la fiesta, y juntos irían a comprar los alimentos y bebidas alcohólicas necesarias para llevarla a cabo. No había nada sentimental entre ellos, Kaia estaba enamorada de Agarwaen hasta la médula, pero la compañía de Lev la relajaba. Era un hombre extraño, tímido y tranquilo, que desde nuestro encuentro al llegar a la casa para solicitar el empleo no había vuelto a acercarse a mí. Parecía ser algo más de lo que a simple vista demostraba, pero mientras no se convirtiese en lobo en luna llena, no me importaba en demasía su secreto.
Leo y Seth decidieron acudir al puerto donde su barco estaba anclado, y en el que se encontraban parte de sus compañeros de viaje, y amigos de Agarwaen. Mi amor dijo algo así como que no podían acompañarles ninguna mujer o que el capitán del navío ardería en cólera, y aunque me pareció de lo más extraño su comentario, imaginé que lo que querría era tener un rato a solas con su hermano, en el que poder hablar de aquella mujer que mantenía en su habitación.Si terminábamos pronto de organizar la fiesta quizás fuese a hablar con Nim, creo que ese era su nombre, pues aunque intentaba pasar desapercibida y su presencia no era muy notoria en las zonas comunes, no dejaba de ser uno más de los miembros de esa casa de locos. Así que tras un beso en los labios de mi dios griego y la promesa de no tardar mucho, ambos hermanos partieron tras Kaia y Lev.
Sonae y yo nos quedamos encargadas de adecentar la casa para la fiesta, de preparar el salón donde tendría lugar la misma, apartando a un lado los sofás y preparando los vasos que utilizaríamos después. También nos encargaríamos de preparar una tarta y si nos daba tiempo, de decorar con globos y guirnaldas el comedor. Quizás fuese un poco infantil, pero ¿Qué clase de cumpleaños sería sin globos y tarta?
Sabía que ella conocía a los cazadores desde bien pequeños, y aunque todavía no tenía muy clara cual era su naturaleza, sabía que era una mujer de fiar. Tenía la necesidad de preguntarle cosas sobre Leo, como había sido desde niño, si había tenido muchas novias (aunque ésto no tenía muy claro si sería buena idea saberlo), cuales eran sus manías, sus virtudes...más cuando entre nosotras se hacía el silencio, no me salían las palabras.
No quería reconocer que Leonidas me importaba mucho más que un simple lío de unos días, no quería hacerlo porque solo conseguiría lastimarnos a los dos en el momento de su partida. Pero mentiría si dijese que no era en quien pensaba antes de acostarme sola en mi cama; en quien pensaba al despertarme, y por quien temía si algo malo le pasaba. Se había convertido en mi brújula, esa que guiaba mis pasos; solo que en lugar de guiarlos hacia el norte, los guiaba hasta él.
- ¿Hace mucho que conoces a tus cachorros?- pregunté con timidez mientras ambas empujábamos de uno de los sofás para colocarlo en un lateral y crear más espacio. Supuse que era una pregunta abierta, nada que demostrase cuales eran mis sentimientos hacia él.
Escuché cada una de las palabras que de sus labios me ofrecían aquella información que yo deseaba, y así, entre preguntas "inocentes" y bromas, fuimos cumpliendo cada uno de los quehaceres que nos habíamos propuesto. Tras varias horas de trajín y para celebrar que habíamos terminado, nos sentamos abatidas en el sofá que habíamos apartado, con un vaso de limonada cada una, esperando la llegada de los demás.
No tardamos en escuchar la voz de Leo que con su risa contagiosa abría la puerta de la casa y entraba acompañado de su hermano y otros hombres a los que no conocía y que miré de soslayo. Me levanté como un resorte del sofá, y me acerqué hasta ellos para darles la bienvenida.
-¿Reconoce que estabais esperando para entrar a que Sonae y yo lo tuviésemos todo listo para no tener que ayudar?- apunté divertida tras darle un beso en los labios y una palmada en su trasero, ante las miradas de los demás que seguramente se preguntarían a que se debía tanta confianza, y que se acercaron a saludar a Sonae.
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
- Mensajes : 52
Fecha de inscripción : 12/08/2016
Localización : París
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Seth y yo abandonamos aquella casa de locos para dirigir nuestros pasos hacia el puerto, la verdad es que en gran parte de camino, entre nosotros reino un incomodo silencio aplacado por el ruido de los cascos que pisaban las pocas hojas que cubrían la fresca hierba de aquel frondoso bosque donde la casa se alojaba.
Pronto el paisaje cambio, sustituyendo el verde por le pavimento, mas nuestros silencio seguía patente.
Los dos posiblemente pensando en lo mismo, en su relación con esa loba que había conocido en París.
Entendía mejor que nadie que un hombre tiene sus necesidades, también podía hasta comprender lo prometedor que resultaba que una mujer te calentará el lecho cuando volvieras rendido, herido y con la mente perdida de esas largas guerras en las que no solo nos dejábamos la piel si no parte de nuestra alma.
Todos por muy orgullosos que fuéramos habíamos alguna vez pensado en la idea de tener a quien nos arropar,a quien nos amara y quien nos consintiera cada noche frente a la hoguera de la chimenea.
El problema era que nosotros no eramos hombres normales, que la guerra corría por nuestras venas y a eso tenia que sumarle Seth, que la mujer elegida era no una cazadora, si no una loba. Ella era eso a lo que perseguíamos y dábamos caza en luna llena.
Entendía que el también lo era, entendía que su condición y la de ella iban cogidas de la mano.
Mas el fue educado como cazador por mi madre, enseñado a reprimir su bestia.
Había visto sus trasformaciones, sus noches de luna llena y también el desprecio que muchos de los de la isla le dedicaban.
¿Que pasaría si volvía con otro de los suyos para compartir vida? Ya nos costo que lo aceptaran a el y eso que la mayoría lo había visto correr por la isla desde niño...imagina una loba que sabían que había abrazado tantas veces a la luna llena.
Entre divagaciones varias llegamos al puerto y tras pasar las aduanas, esas que me recordaban a la preciosa cazadora que me esperaba en casa.
Lugar donde un guantazo y un beso marco nuestro sino.
No tardamos en alcanzar el barco de Poseidon, atracado en el mismo muelle donde lo dejamos y de fondo escuchando las voces de Zorro y el discutiendo por nos se bien que, mientras Gatto se quejaba de que no le decían nada bueno de su comida.
No pudimos evitar reírnos tras la primera mirada cómplice del día.
Había cosas que nunca cambiaban y esos tres parecían un matrimonio mal avenido.
Nos adentramos en le barco, para pronto unirnos a sus risas, y tras ponernos ligeramente al día, decidimos invitarlos a la fiesta que se celebraría aquella noche para nuestro príncipe.
Parece que la idea les motivo lo suficiente como para dejar de discutir y junto a nosotros abandonar le barco hasta la mañana siguiente.
Rehicimos le camino hasta la mansión de Agarwaen y pronto los cinco cruzamos el umbral saludando a los presentes.
Nuestro buen humor al estar todos juntos era excelente. Las bromas corrían por doquier, y la verdad, me apetecía bastante presentarles a la mujer que me había robado las noches y quizás también una pequeña porción de corazón.
Pronto el paisaje cambio, sustituyendo el verde por le pavimento, mas nuestros silencio seguía patente.
Los dos posiblemente pensando en lo mismo, en su relación con esa loba que había conocido en París.
Entendía mejor que nadie que un hombre tiene sus necesidades, también podía hasta comprender lo prometedor que resultaba que una mujer te calentará el lecho cuando volvieras rendido, herido y con la mente perdida de esas largas guerras en las que no solo nos dejábamos la piel si no parte de nuestra alma.
Todos por muy orgullosos que fuéramos habíamos alguna vez pensado en la idea de tener a quien nos arropar,a quien nos amara y quien nos consintiera cada noche frente a la hoguera de la chimenea.
El problema era que nosotros no eramos hombres normales, que la guerra corría por nuestras venas y a eso tenia que sumarle Seth, que la mujer elegida era no una cazadora, si no una loba. Ella era eso a lo que perseguíamos y dábamos caza en luna llena.
Entendía que el también lo era, entendía que su condición y la de ella iban cogidas de la mano.
Mas el fue educado como cazador por mi madre, enseñado a reprimir su bestia.
Había visto sus trasformaciones, sus noches de luna llena y también el desprecio que muchos de los de la isla le dedicaban.
¿Que pasaría si volvía con otro de los suyos para compartir vida? Ya nos costo que lo aceptaran a el y eso que la mayoría lo había visto correr por la isla desde niño...imagina una loba que sabían que había abrazado tantas veces a la luna llena.
Entre divagaciones varias llegamos al puerto y tras pasar las aduanas, esas que me recordaban a la preciosa cazadora que me esperaba en casa.
Lugar donde un guantazo y un beso marco nuestro sino.
No tardamos en alcanzar el barco de Poseidon, atracado en el mismo muelle donde lo dejamos y de fondo escuchando las voces de Zorro y el discutiendo por nos se bien que, mientras Gatto se quejaba de que no le decían nada bueno de su comida.
No pudimos evitar reírnos tras la primera mirada cómplice del día.
Había cosas que nunca cambiaban y esos tres parecían un matrimonio mal avenido.
Nos adentramos en le barco, para pronto unirnos a sus risas, y tras ponernos ligeramente al día, decidimos invitarlos a la fiesta que se celebraría aquella noche para nuestro príncipe.
Parece que la idea les motivo lo suficiente como para dejar de discutir y junto a nosotros abandonar le barco hasta la mañana siguiente.
Rehicimos le camino hasta la mansión de Agarwaen y pronto los cinco cruzamos el umbral saludando a los presentes.
Nuestro buen humor al estar todos juntos era excelente. Las bromas corrían por doquier, y la verdad, me apetecía bastante presentarles a la mujer que me había robado las noches y quizás también una pequeña porción de corazón.
Leonidas Kana- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 138
Fecha de inscripción : 12/08/2016
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
A pesar de haber deseado pasar toda la mañana retozando entre las sedosas sábanas que Seth y yo habíamos convertido en nuestro lecho de amor, aquel día la casa se movía empujada por la organización de una fiesta sorpresa pensada para celebrar el cumpleaños de Agarwaen. Así que tras profesarnos unas cuantas carantoñas más y con la promesa de no tardar mucho, el dueño de mi corazón se marchó tras tomarse el desayuno junto a sus compañeros en la cocina. Observé desde el cristal de la ventana como partía junto a su hermano, y aunque en otras ocasiones le había acompañado a realizar algún encargo fuera de la mansión, pensé que pasar un tiempo a solas les vendría muy bien a ambos, así quizás podrían hablar y arreglar sus diferencias, Seth lo necesitaba, y seguro que su hermano también.
Le había asegurado que bajaría a tomar un tentempié en cuando la casa se quedase más tranquila, pues aunque parecía que la mayoría de ellos iban tolerando mi presencia, esa mañana todos estaban de muy buen humor como para crear tensiones de nuevo entre ellos. Así que asomándome al rellano de la escalera a donde accedía desde nuestra habitación, esperé sigilosamente a que todos y cada uno de ellos hubiesen salido de la casa con la intención de cumplir con su parte para preparar de la fiesta, y cuando Menyara y Sonae pasaron hacia el comedor para organizar el lugar donde ésta sucedería, bajé las escaleras y me dirigí hacia la cocina, donde seguramente Seth habría dejado a un lado mi parte del desayuno.
Tras dedicarle unos pocos minutos a mi alimentación, volví de nuevo a la habitación donde permanecería seguramente la mayor parte del día. Sabía que Kaia y Menyara no me odiaban del todo, quizás solo me matarían cuando me viesen transformada en licántropo, pero de ahí a poder entablar una conversación amistosa con ellas iba un trecho. Con los demás, poco o nada conocía de su opinión hacía mí, pues prefería mantenerme apartada hasta que mi presencia fuese algo habitual y se percatasen de que no era una amenaza para ellos, y como bien Seth decía, podían confiar en mí. Sabía que aquel día llegaría, que en algún momento me aceptarían como lo aceptaban a él, y con esa idea volví a tumbarme en mi cama compartida. Una cama que olía a mi amor incondicional, olía a hogar, a él. Cerré los ojos y traté de imaginar que ese sería el aroma que podría aspirar el resto de mi vida, complementado por supuesto con la calidez de su cuerpo orillado al mío, y con ese pensamiento en la mente, volví a quedarme dormida.
No sabía cuanto tiempo había pasado cuando desperté al escuchar su voz cruzando el umbral de nuevo, junto con las voces de otros hombres que no conocía, y la de su hermano Leonidas, que al parecer acababan de llegar y se encontraban todos en la planta inferior. Me levanté de la cama, y tras recolocarme un poco el vestido y atusarme el pelo, me aventuré hacia el exterior de aquella habitación que se había convertido en mi refugio, descendiendo hasta la mitad de las escaleras. Escuchaba las voces salir del comedor, risas y saludos de bienvenida eran la mayoría de las palabras que conseguía percibir, y sentándome en el peldaño donde me había detenido, esperé que fuese el momento idóneo para hacer acto de presencia.
-¿Tanto me has echado de menos que acabas de llegar y ya vienes a buscarme?- bromeé cuando vi a mi ángel salir del comedor para encaminarse escaleras arriba, topándose sorprendido con mi presencia. No quería que se tuviese que estar apartado de los demás por el simple hecho de tener que estar conmigo, y esperaba que aquella noche en la fiesta, la situación se relajase y Seth pudiese disfrutar tanto de su familia como de mi presencia. Sabía que él lo necesitaba, y yo necesitaba que él fuese feliz. De modo que aquella noche, aprovechando el ambiente distendido que sin duda una fiesta propiciaba, trataría de relacionarme con el resto de la casa; dejaría que me conociesen un poco más y que se diesen cuenta de que no era muy distinta a ellos, que solo una noche al mes en la que la luna se adueñaba de mi cuerpo pero no de mi alma, no era razón suficiente para no poder convivir todos juntos en perfecta armonía.
Le había asegurado que bajaría a tomar un tentempié en cuando la casa se quedase más tranquila, pues aunque parecía que la mayoría de ellos iban tolerando mi presencia, esa mañana todos estaban de muy buen humor como para crear tensiones de nuevo entre ellos. Así que asomándome al rellano de la escalera a donde accedía desde nuestra habitación, esperé sigilosamente a que todos y cada uno de ellos hubiesen salido de la casa con la intención de cumplir con su parte para preparar de la fiesta, y cuando Menyara y Sonae pasaron hacia el comedor para organizar el lugar donde ésta sucedería, bajé las escaleras y me dirigí hacia la cocina, donde seguramente Seth habría dejado a un lado mi parte del desayuno.
Tras dedicarle unos pocos minutos a mi alimentación, volví de nuevo a la habitación donde permanecería seguramente la mayor parte del día. Sabía que Kaia y Menyara no me odiaban del todo, quizás solo me matarían cuando me viesen transformada en licántropo, pero de ahí a poder entablar una conversación amistosa con ellas iba un trecho. Con los demás, poco o nada conocía de su opinión hacía mí, pues prefería mantenerme apartada hasta que mi presencia fuese algo habitual y se percatasen de que no era una amenaza para ellos, y como bien Seth decía, podían confiar en mí. Sabía que aquel día llegaría, que en algún momento me aceptarían como lo aceptaban a él, y con esa idea volví a tumbarme en mi cama compartida. Una cama que olía a mi amor incondicional, olía a hogar, a él. Cerré los ojos y traté de imaginar que ese sería el aroma que podría aspirar el resto de mi vida, complementado por supuesto con la calidez de su cuerpo orillado al mío, y con ese pensamiento en la mente, volví a quedarme dormida.
No sabía cuanto tiempo había pasado cuando desperté al escuchar su voz cruzando el umbral de nuevo, junto con las voces de otros hombres que no conocía, y la de su hermano Leonidas, que al parecer acababan de llegar y se encontraban todos en la planta inferior. Me levanté de la cama, y tras recolocarme un poco el vestido y atusarme el pelo, me aventuré hacia el exterior de aquella habitación que se había convertido en mi refugio, descendiendo hasta la mitad de las escaleras. Escuchaba las voces salir del comedor, risas y saludos de bienvenida eran la mayoría de las palabras que conseguía percibir, y sentándome en el peldaño donde me había detenido, esperé que fuese el momento idóneo para hacer acto de presencia.
-¿Tanto me has echado de menos que acabas de llegar y ya vienes a buscarme?- bromeé cuando vi a mi ángel salir del comedor para encaminarse escaleras arriba, topándose sorprendido con mi presencia. No quería que se tuviese que estar apartado de los demás por el simple hecho de tener que estar conmigo, y esperaba que aquella noche en la fiesta, la situación se relajase y Seth pudiese disfrutar tanto de su familia como de mi presencia. Sabía que él lo necesitaba, y yo necesitaba que él fuese feliz. De modo que aquella noche, aprovechando el ambiente distendido que sin duda una fiesta propiciaba, trataría de relacionarme con el resto de la casa; dejaría que me conociesen un poco más y que se diesen cuenta de que no era muy distinta a ellos, que solo una noche al mes en la que la luna se adueñaba de mi cuerpo pero no de mi alma, no era razón suficiente para no poder convivir todos juntos en perfecta armonía.
Nimue Dow- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 29/07/2016
Localización : Paris
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
No tardamos en entrar por la puerta, donde las presentaciones tuvieron lugar con la “no novia” de Leonidas y los besos cómplices entre Sonae y el resto de cazadores se hicieron sonoros antes de que el alcohol empezara a fluir por los vasos de los recién llegados.
-Dejar un poco para el homenajeado -bromeé antes de perderme por el umbral de la puerta dirección escaleras arriba para ver a mi preciosa prometida.
No tarde en encontrarla de frente, sentada en uno de los peldaños con su arrebatadora sonrisa.
-Buenas tardes preciosa -musite buscando sus labios con tenacidad.
La había echado de menos y ahora después del largo camino a caballo me sentía sediento, sediento de sus besos, de su cuerpo y de esos ojos pardos que se hundían en los míos.
-Acaban de llegar estos, el resto de la tripulación del barco..ven, quiero presentártelos.
Tire de su mano hasta que esta se alzo, parecía reticente y no la culpaba, esto no seria fácil, mas, hoy al menos tendrían que aceptarla.
Me acerqué primero a Gatto y zorro, ya copa en mano reían junto a Sonae contándose las mil y una batallas que habíamos vivido hasta encontrarlos y como el viaje había sido agotador..no solo pro soportar a Poseidon ,si no por tragar la comida basura de Gatto.
Las risas se sucedían, hasta que ambos cambiantes se encontraron de frente ocn el aura de mi prometida.
-Si, es una licantropo, como yo -asegure al ver su gesto cambiar y sus cuerpos tensarse -pero, por hoy, la aceptareis en esta fiesta de cumpleaños, pues no voy a permitir que de nuevo se le haga a un lado.
Mañana discutiremos lo que queráis, mas hoy darme un maldita tregua, la necesito, la necesita -por favor.
Los ojos de la casa entera se fundieron en los míos, creo que meditando si mis palabras eran fruto de esa desesperación que sentía o de la poca coherencia que me quedaba..de uno u otro modo, lo único que esperaba era poder celebrar junto a mis amigos, no solo que seguíamos todos vivos, si no que Agarwaen cumplía años.
Poseidon fue el primero en claudicar, su brazo paso sobre mi hombro con suavidad.
-¿No hay ron para este hombre? -preguntó esperando que alguien me acercara un vaso -Poseidon -dijo estirando la mano hacia Nim -si te cansas de el, estaré en mi barco -bromeó.
De sobra sabia que poco o nada le interesaba esa licántropo, mas fue su modo de remarcar, que por hoy, y sabia de sobra, que solo por hoy la tregua estaba concedida..
-Dejar un poco para el homenajeado -bromeé antes de perderme por el umbral de la puerta dirección escaleras arriba para ver a mi preciosa prometida.
No tarde en encontrarla de frente, sentada en uno de los peldaños con su arrebatadora sonrisa.
-Buenas tardes preciosa -musite buscando sus labios con tenacidad.
La había echado de menos y ahora después del largo camino a caballo me sentía sediento, sediento de sus besos, de su cuerpo y de esos ojos pardos que se hundían en los míos.
-Acaban de llegar estos, el resto de la tripulación del barco..ven, quiero presentártelos.
Tire de su mano hasta que esta se alzo, parecía reticente y no la culpaba, esto no seria fácil, mas, hoy al menos tendrían que aceptarla.
Me acerqué primero a Gatto y zorro, ya copa en mano reían junto a Sonae contándose las mil y una batallas que habíamos vivido hasta encontrarlos y como el viaje había sido agotador..no solo pro soportar a Poseidon ,si no por tragar la comida basura de Gatto.
Las risas se sucedían, hasta que ambos cambiantes se encontraron de frente ocn el aura de mi prometida.
-Si, es una licantropo, como yo -asegure al ver su gesto cambiar y sus cuerpos tensarse -pero, por hoy, la aceptareis en esta fiesta de cumpleaños, pues no voy a permitir que de nuevo se le haga a un lado.
Mañana discutiremos lo que queráis, mas hoy darme un maldita tregua, la necesito, la necesita -por favor.
Los ojos de la casa entera se fundieron en los míos, creo que meditando si mis palabras eran fruto de esa desesperación que sentía o de la poca coherencia que me quedaba..de uno u otro modo, lo único que esperaba era poder celebrar junto a mis amigos, no solo que seguíamos todos vivos, si no que Agarwaen cumplía años.
Poseidon fue el primero en claudicar, su brazo paso sobre mi hombro con suavidad.
-¿No hay ron para este hombre? -preguntó esperando que alguien me acercara un vaso -Poseidon -dijo estirando la mano hacia Nim -si te cansas de el, estaré en mi barco -bromeó.
De sobra sabia que poco o nada le interesaba esa licántropo, mas fue su modo de remarcar, que por hoy, y sabia de sobra, que solo por hoy la tregua estaba concedida..
Seth Kana- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 13/08/2016
Localización : París
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Durante el desayuno en grupo se terminaron de repartir las tareas relativas a la fiesta donde, como bien había propuesto aquella mañana cuando Leonidas y Menyara acudieron a mi alcoba para comunicármela, Lev y yo nos encargaríamos de comprar lo necesario para degustar de un amplio aperitivo que acompañase a la inmensa cantidad de bebida alcohólica que me habían apuntado el resto de cazadores en una hoja. ¿Cuántas personas íbamos a asistir a aquella fiesta? Por lo que podía deducir con la comanda, al menos treinta personas nos reuniríamos en el salón para celebrar el cumpleaños de Agarwaen.
Leonidas y Seth se encargarían de comunicarle la celebración de dicha fiesta al resto de amigos de su príncipe, que al parecer permanecían alojados en el barco anclado en el muelle que les había traído hasta París.
Así que prácticamente al mismo tiempo, tanto ellos como nosotros abandonamos la mansión, donde Menyara y Sonae se encargarían de decorar el salón y preparar el resto de útiles que nos serían necesarios.
No tardamos en llegar a la plaza del mercado ambulante, donde encargamos la mayoría de las provisiones para la comida, y que quedamos en pasar a recogerlas posteriormente, cuando hubiésemos comprado el resto de ingredientes necesarios. Tenía más o menos un idea en la cabeza de cómo organizar el catering de la cena, y antes de marchar hacía la licorería donde coger el alma de aquella fiesta entre amigos, pasamos por una pastelería donde entregué una sustanciosa cantidad de dinero al panadero a cambio de que tuviese mi pedido elaborado en menos de una hora. La mayor parte de los aperitivos provendrían de allí, dejando solo algún que otro plato por elaborar a manos de la cocinera que servía en la mansión.
Era agradable estar acompañada por Lev, pues a pesar de ser tan distinto a mí en tantas cosas, compartíamos esa parte de nuestro carácter que más nos definía, ambos éramos tímidos por naturaleza, y respetábamos la tranquilidad que el otro necesitaba, sumiéndonos en largos silencios donde mis pensamientos vagaban continuamente a la extraña relación que tenía con Agarwaen los últimos días. Lo cierto es que lo había visto mucho menos de lo habitual, se pasaba parte del tiempo en su habitación o de misión, y apenas habíamos cruzado alguna palabra últimamente.
Recogiendo horas después todo lo encargado en el centro de la ciudad y comercios colindantes, nos dirigimos a la mansión donde al llegar pude ver las monturas de los dos cazadores en el establo, y supuse que habrían terminado con su recado y que estarían todos en el interior de la vivienda. Lev y yo entramos por la puerta trasera del servicio, esa desde la que se accedía directamente hasta la cocina, donde dejamos la mayor parte de la compra realizada.
Preparé varias bandejas con los aperitivos encargados y que estaban listos para consumir, los canapés de hojaldre con foia, los Bravette Muffin de jamón y setas, los Bocadito de hojaldre con queso Brie y mermelada de tomate, los saquitos de jamón y cebolla caramelizada, quedaron elegantemente colocados en una bandeja que sacaría en primer lugar, dejando el resto ya dispuestas para cuando Agarwaen llegase y diese por comenzada la fiesta. Conocía lo suficiente a los cazadores como para saber que si sacaba todo de golpe, pasarían como un
ciclón por encima de la comida.
-Voy a sacar esta bandeja y ahora vuelvo a ayudaros.- apunté mirando hacia Lev, que se encargaba de explicarle a nuestra cocinera como elaborar las Brochetas de pollo a la Villaroy, los Buñuelos de Bacalao y la Quiché Lorraine.
Un gran bullicio y voces que no conocía provenían del salón. Siempre me sentía un poco intimidada ante la gente nueva, y tras suspirar con calma y coger ánimos, entré con un paso animado y una vergonzosa sonrisa en mis labios en ese habitáculo donde muchos de los asistentes se quedaron pendientes de mis pasos hacia la mesa donde coloqué la bandeja, mirando con disimulo de reojo a los presentes, reconociendo a Seth y Nimue que parecía por una vez estar relajados en presencia de los demás, Sonae hablando con uno de los desconocidos y Leonidas con Menyara cogida de la cintura, que entablaba conversación con los otros dos.
Me mordí el labio nerviosa, mientras me acercaba a Leonidas que fue quien me presentó al resto de invitados que no conocía. Tres fuertes y apuestos hombres que vestían de forma muy similar a ellos, y que parecían sorprendidos por mi presencia.
-Encantada de conocerle.- susurré con timidez a uno de los invitados y que según había escuchado su nombre era ¿Zorro?, desviando la mirada hacia sus ojos al tiempo que le tendía la mano con amabilidad.
Juraría que me temblaba la voz y hasta el cuerpo; como odiaba ponerme tan nerviosa cuando me presentaban a un hombre, parecía tonta del bote.
Leonidas y Seth se encargarían de comunicarle la celebración de dicha fiesta al resto de amigos de su príncipe, que al parecer permanecían alojados en el barco anclado en el muelle que les había traído hasta París.
Así que prácticamente al mismo tiempo, tanto ellos como nosotros abandonamos la mansión, donde Menyara y Sonae se encargarían de decorar el salón y preparar el resto de útiles que nos serían necesarios.
No tardamos en llegar a la plaza del mercado ambulante, donde encargamos la mayoría de las provisiones para la comida, y que quedamos en pasar a recogerlas posteriormente, cuando hubiésemos comprado el resto de ingredientes necesarios. Tenía más o menos un idea en la cabeza de cómo organizar el catering de la cena, y antes de marchar hacía la licorería donde coger el alma de aquella fiesta entre amigos, pasamos por una pastelería donde entregué una sustanciosa cantidad de dinero al panadero a cambio de que tuviese mi pedido elaborado en menos de una hora. La mayor parte de los aperitivos provendrían de allí, dejando solo algún que otro plato por elaborar a manos de la cocinera que servía en la mansión.
Era agradable estar acompañada por Lev, pues a pesar de ser tan distinto a mí en tantas cosas, compartíamos esa parte de nuestro carácter que más nos definía, ambos éramos tímidos por naturaleza, y respetábamos la tranquilidad que el otro necesitaba, sumiéndonos en largos silencios donde mis pensamientos vagaban continuamente a la extraña relación que tenía con Agarwaen los últimos días. Lo cierto es que lo había visto mucho menos de lo habitual, se pasaba parte del tiempo en su habitación o de misión, y apenas habíamos cruzado alguna palabra últimamente.
Recogiendo horas después todo lo encargado en el centro de la ciudad y comercios colindantes, nos dirigimos a la mansión donde al llegar pude ver las monturas de los dos cazadores en el establo, y supuse que habrían terminado con su recado y que estarían todos en el interior de la vivienda. Lev y yo entramos por la puerta trasera del servicio, esa desde la que se accedía directamente hasta la cocina, donde dejamos la mayor parte de la compra realizada.
Preparé varias bandejas con los aperitivos encargados y que estaban listos para consumir, los canapés de hojaldre con foia, los Bravette Muffin de jamón y setas, los Bocadito de hojaldre con queso Brie y mermelada de tomate, los saquitos de jamón y cebolla caramelizada, quedaron elegantemente colocados en una bandeja que sacaría en primer lugar, dejando el resto ya dispuestas para cuando Agarwaen llegase y diese por comenzada la fiesta. Conocía lo suficiente a los cazadores como para saber que si sacaba todo de golpe, pasarían como un
ciclón por encima de la comida.
-Voy a sacar esta bandeja y ahora vuelvo a ayudaros.- apunté mirando hacia Lev, que se encargaba de explicarle a nuestra cocinera como elaborar las Brochetas de pollo a la Villaroy, los Buñuelos de Bacalao y la Quiché Lorraine.
Un gran bullicio y voces que no conocía provenían del salón. Siempre me sentía un poco intimidada ante la gente nueva, y tras suspirar con calma y coger ánimos, entré con un paso animado y una vergonzosa sonrisa en mis labios en ese habitáculo donde muchos de los asistentes se quedaron pendientes de mis pasos hacia la mesa donde coloqué la bandeja, mirando con disimulo de reojo a los presentes, reconociendo a Seth y Nimue que parecía por una vez estar relajados en presencia de los demás, Sonae hablando con uno de los desconocidos y Leonidas con Menyara cogida de la cintura, que entablaba conversación con los otros dos.
Me mordí el labio nerviosa, mientras me acercaba a Leonidas que fue quien me presentó al resto de invitados que no conocía. Tres fuertes y apuestos hombres que vestían de forma muy similar a ellos, y que parecían sorprendidos por mi presencia.
-Encantada de conocerle.- susurré con timidez a uno de los invitados y que según había escuchado su nombre era ¿Zorro?, desviando la mirada hacia sus ojos al tiempo que le tendía la mano con amabilidad.
Juraría que me temblaba la voz y hasta el cuerpo; como odiaba ponerme tan nerviosa cuando me presentaban a un hombre, parecía tonta del bote.
Kaia Andersen- Cazador Clase Media
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 30/07/2016
Localización : París
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Llegamos frente a una casa, perfecta para no ser encontrados. Sin duda la mansión se fundía a la perfección con el boscoso paisaje, un lugar algo elevado, perfecto para si teníamos que entrar en guerra.
Nuestro príncipe lo había pensado todo, y la verdad, me moría de ganas de verlo.
Hacia ya demasiado tiempo que no nos emborrachábamos juntos, que no tonteábamos con damas ni acabábamos borrachos contándonos nuestras penas en alguna cantina de mala muerte.
El cumpleaños de Agarwaen, y como no, que lo habíamos encontrado con vida, era motivo mas que suficiente para celebrar. Claro ,que nosotros para eso no necesitábamos grandes escusas.
Durante le camino Leonidas nos había contado que había conocido una mujer que calentaba su lecho.
No era de extrañar, creo que podía forrarse la habitación entera con las bragas de las mujeres a las que se las había bajado.
Aunque de esta hablaba de un modo especial, como si le importará quizás.
Seth por ende guardaba un sepulcral silencio, parecía absorto en sus propios pensamientos. Es cierto que siempre fue el mas serio de todos, su vida no había sido fácil, yo daba fe de ello.
Un cazador licantropo, un niño que durante demasiado tiempo cargo con una carga que el no se había buscado y hoy echo hombre, los recuerdos le seguían atormentando.
Entramos en ese lugar, que lejos de parecer frio, olía a hogar, en su interior las damas mas preciosas de todo paris, o no, pero que mas daba, cuando estuviéramos borrachos, eso poco o nada importaba.
Bese a Sonae con entusiasmo, estrechándola entre mis brazos.
-Te he echado de menos pequeña -susurré mordiendo con suavidad su cuello antes de que me pasara Leonidas un vaso.
Pronto el alcohol empezó a correr, hasta que Seth impuso un silencio entre todos los presentes pidiendo no solo atención, si no el respeto que por esta noche y solo por esta noche se le iba a conceder.
Una loba, me parecía surrealista esa situación y mas aun en el.
Pero guarde silencio cuando fue el propio Poseidon el que calmo las aguas bravas que se hubieran desatado si no.
Finalmente me presentaron a un preciosa mujer de ojos claros, desconocía si el calor de sus piernas estaba tomado ya o no, asi que me limité a observar a los allí presentes mientras le daba conversación.
-¿estas con alguien? -Pregunté.
Vale, si ,yo no era muy paciente y para que mentir, llevaba demasiado tiempo sin un encuentro..así que, mi pregunta era la mejor para estos casos.
El tiempo era escaso, la vida efímera, para que perder una hora para saber algo que con una pregunta queda solucionado.
Nuestro príncipe lo había pensado todo, y la verdad, me moría de ganas de verlo.
Hacia ya demasiado tiempo que no nos emborrachábamos juntos, que no tonteábamos con damas ni acabábamos borrachos contándonos nuestras penas en alguna cantina de mala muerte.
El cumpleaños de Agarwaen, y como no, que lo habíamos encontrado con vida, era motivo mas que suficiente para celebrar. Claro ,que nosotros para eso no necesitábamos grandes escusas.
Durante le camino Leonidas nos había contado que había conocido una mujer que calentaba su lecho.
No era de extrañar, creo que podía forrarse la habitación entera con las bragas de las mujeres a las que se las había bajado.
Aunque de esta hablaba de un modo especial, como si le importará quizás.
Seth por ende guardaba un sepulcral silencio, parecía absorto en sus propios pensamientos. Es cierto que siempre fue el mas serio de todos, su vida no había sido fácil, yo daba fe de ello.
Un cazador licantropo, un niño que durante demasiado tiempo cargo con una carga que el no se había buscado y hoy echo hombre, los recuerdos le seguían atormentando.
Entramos en ese lugar, que lejos de parecer frio, olía a hogar, en su interior las damas mas preciosas de todo paris, o no, pero que mas daba, cuando estuviéramos borrachos, eso poco o nada importaba.
Bese a Sonae con entusiasmo, estrechándola entre mis brazos.
-Te he echado de menos pequeña -susurré mordiendo con suavidad su cuello antes de que me pasara Leonidas un vaso.
Pronto el alcohol empezó a correr, hasta que Seth impuso un silencio entre todos los presentes pidiendo no solo atención, si no el respeto que por esta noche y solo por esta noche se le iba a conceder.
Una loba, me parecía surrealista esa situación y mas aun en el.
Pero guarde silencio cuando fue el propio Poseidon el que calmo las aguas bravas que se hubieran desatado si no.
Finalmente me presentaron a un preciosa mujer de ojos claros, desconocía si el calor de sus piernas estaba tomado ya o no, asi que me limité a observar a los allí presentes mientras le daba conversación.
-¿estas con alguien? -Pregunté.
Vale, si ,yo no era muy paciente y para que mentir, llevaba demasiado tiempo sin un encuentro..así que, mi pregunta era la mejor para estos casos.
El tiempo era escaso, la vida efímera, para que perder una hora para saber algo que con una pregunta queda solucionado.
Zorro- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 25/08/2016
Localización : buscame
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Aquella mañana al despertar había bajado raudo a la cocina, dispuesto a ayudar a la cocinera a preparar el desayuno de todo un grupo de cazadores que se levantaban con un hambre tan voraz que parecía que no habían comido en semanas. Fue Kaia la primera en bajar, aunque ya entonces se empezaba a sentir movimiento en la parte superior donde se encontraban los dormitorios. Me contó la idea de los otros cazadores de prepararle una fiesta sorpresa a Agarwaen, su príncipe, que al parecer cumplía años en breve, y la celebración de dicha fiesta les serviría a todos para relajar las tensiones acumuladas por las tediosas aunque breves misiones a las que se embarcaban continuamente.
Asentí cuando Kaia me dijo que había pensado que podría acompañarla a comprar los alimentos necesarios para la fiesta mientras los demás se ocupaban de otras partes de preparación de la misma, y me pareció una magnífica idea; aquella cazadora y yo compartíamos el carácter tranquilo y sosegado que en ocasiones era imposible de tener en aquella casa de locos.
Poco a poco todos fueron bajando, excepto la acompañante de Seth que probablemente bajaría cuando nos hubiésemos marchado. Me entristecía que no pudiesen demostrar lo que se querían en público, que la juzgasen por su naturaleza sin darle la oportunidad de conocerla de verdad. Por esa misma razón tampoco yo había confesado ser hechicero; no todos los humanos veían bien este tipo de poderes, y prefería pasar desapercibido siendo un simple jardinero.
Aún así era consciente de que Sonae, la cambiante, Seth y Nim, eran capaces de ver mi aura, pudiendo estar completamente seguros de que no era un humano común. Sin embargo, guardaban mi secreto, imagino que seguros de que mi aura era pura y no engendraba ningún mal en mi interior, sino más bien todo lo contrario.
Tras el desayuno, casi todos salimos de la mansión, dispuestos a conseguir en apenas unas horas la preparación de una fiesta de cumpleaños digna de un príncipe. Acudí junto a Kaia al centro de París, donde además del mercado se hallaban los más variados comercios, donde sin duda nos abastecerían de todo aquello que la dama portaba en su lista. Me dejé llevar por ella, acompañándola simplemente allá donde mandaba, pues era quien tenía más que claro como preparar un aperitivo para la ocasión, mientras yo me limitaba a cargar con todo lo que ella compraba.
En apenas horas lo tuvimos todo listo y volvimos a la mansión que se había convertido en nuestro hogar, donde pude percibir desde el exterior el aura de otros dos cambiantes desconocidos; seguramente miembros de la tripulación de ese barco que anclado en el muelle, esperaba a los cazadores para su partida.
Kaia y yo entramos por la parte trasera de la mansión, por una puerta que daba a la cocina y donde dejamos todo lo comprado para ir preparando junto a la cocinera el menú a base de canapés y entrantes para aquella noche.
La cazadora, tras confirmarme que marchaba al encuentro del resto de invitados, se dirigió al comedor con una bandeja de selectos aperitivos, quedándome yo en la cocina hasta ultimar cada detalle con la cocinera que debería dar solo un último toque a lo que ya nos habíamos encargado de preparar.
Minutos después salí de la cocina, encaminando mis pasos hacia un salón lleno de gente donde los invitados conversaban alegres y el alcohol disminuía con rapidez de sus vasos.
Me acerqué a la barra donde se dispusieron todas la bebidas, sirviéndome un vaso de ron, mientras observaba a los presentes en silencio. Kaia parecía divertirse con uno de los cambiantes, al menos conseguía mantener una conversación sin que sus mejillas se enrojeciesen como manzanas maduras. A los demás se les veía más en su salsa, acostumbrados a este tipo de fiestas de las que poco recordaban al día siguiente. Estaba sonriendo pensando en la terrible resaca que tendríamos todos mañana, cuando sentí la mirada de Sonae clavada en la mía. Sin duda había estado durante días observando mis pasos, podía percibir su aura aunque tratase de camuflarse convertida en algún animal, más sabía que su intención no era atacarme. Una tímida sonrisa se dibujó en mi rostro, y con una inclinación de cabeza y un alzamiento de mi copa, le ofrecí un brindis a la distancia.
Asentí cuando Kaia me dijo que había pensado que podría acompañarla a comprar los alimentos necesarios para la fiesta mientras los demás se ocupaban de otras partes de preparación de la misma, y me pareció una magnífica idea; aquella cazadora y yo compartíamos el carácter tranquilo y sosegado que en ocasiones era imposible de tener en aquella casa de locos.
Poco a poco todos fueron bajando, excepto la acompañante de Seth que probablemente bajaría cuando nos hubiésemos marchado. Me entristecía que no pudiesen demostrar lo que se querían en público, que la juzgasen por su naturaleza sin darle la oportunidad de conocerla de verdad. Por esa misma razón tampoco yo había confesado ser hechicero; no todos los humanos veían bien este tipo de poderes, y prefería pasar desapercibido siendo un simple jardinero.
Aún así era consciente de que Sonae, la cambiante, Seth y Nim, eran capaces de ver mi aura, pudiendo estar completamente seguros de que no era un humano común. Sin embargo, guardaban mi secreto, imagino que seguros de que mi aura era pura y no engendraba ningún mal en mi interior, sino más bien todo lo contrario.
Tras el desayuno, casi todos salimos de la mansión, dispuestos a conseguir en apenas unas horas la preparación de una fiesta de cumpleaños digna de un príncipe. Acudí junto a Kaia al centro de París, donde además del mercado se hallaban los más variados comercios, donde sin duda nos abastecerían de todo aquello que la dama portaba en su lista. Me dejé llevar por ella, acompañándola simplemente allá donde mandaba, pues era quien tenía más que claro como preparar un aperitivo para la ocasión, mientras yo me limitaba a cargar con todo lo que ella compraba.
En apenas horas lo tuvimos todo listo y volvimos a la mansión que se había convertido en nuestro hogar, donde pude percibir desde el exterior el aura de otros dos cambiantes desconocidos; seguramente miembros de la tripulación de ese barco que anclado en el muelle, esperaba a los cazadores para su partida.
Kaia y yo entramos por la parte trasera de la mansión, por una puerta que daba a la cocina y donde dejamos todo lo comprado para ir preparando junto a la cocinera el menú a base de canapés y entrantes para aquella noche.
La cazadora, tras confirmarme que marchaba al encuentro del resto de invitados, se dirigió al comedor con una bandeja de selectos aperitivos, quedándome yo en la cocina hasta ultimar cada detalle con la cocinera que debería dar solo un último toque a lo que ya nos habíamos encargado de preparar.
Minutos después salí de la cocina, encaminando mis pasos hacia un salón lleno de gente donde los invitados conversaban alegres y el alcohol disminuía con rapidez de sus vasos.
Me acerqué a la barra donde se dispusieron todas la bebidas, sirviéndome un vaso de ron, mientras observaba a los presentes en silencio. Kaia parecía divertirse con uno de los cambiantes, al menos conseguía mantener una conversación sin que sus mejillas se enrojeciesen como manzanas maduras. A los demás se les veía más en su salsa, acostumbrados a este tipo de fiestas de las que poco recordaban al día siguiente. Estaba sonriendo pensando en la terrible resaca que tendríamos todos mañana, cuando sentí la mirada de Sonae clavada en la mía. Sin duda había estado durante días observando mis pasos, podía percibir su aura aunque tratase de camuflarse convertida en algún animal, más sabía que su intención no era atacarme. Una tímida sonrisa se dibujó en mi rostro, y con una inclinación de cabeza y un alzamiento de mi copa, le ofrecí un brindis a la distancia.
Lev Kanin- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 15/08/2016
Localización : París
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Como llego se fue, cruzando el umbral de esa cabaña y dejándome solo. Una parte de mi ansiaba seguirla, confesarle que me arrepentí muchas veces de haberla dejado ir en el arroyo y que no cometería el mismo erro dos veces.
Mas, otra parte de mi ,esa que me anclaba sobre el lecho y me hacia paladear aun el calor de sus labios sobre mi boca me susurraba que no puedes convertir en tuyo algo salvaje y libre y que irse, era lo adecuado, pues ninguno de los dos estaba preparado.
Me alcé tambaleándome y tomé a la niña por la muñeca, si algo tenia claro es que no dejaría que se quedara en esa aldea, a fin de cuentas, si la próxima luna llena alcanzaba la noche y Annabel no había vuelto por ella, la sangre volvería a correr sobre este lugar y ya tenían demasiado por lo que llorar.
La niña lloraba, asustada por mi persona y no la culpaba, no hubo miradas cómplices ni podía tranquilizar su alma, pues la mía estaba destrozada.
Ambos partimos rumbo a la mansión, esa noche quería hablar con Annabel, todo al anochecer parecía idílico, vino, fresas, un jardín y nuestros labios encontrándose en un sin fin de promesas que hoy si estaba dispuesto a hacer, mas ella no.
Sumido en el dolor, en el agotamiento y en la frustración llegué frente a las puertas de mi hogar, me adentre en su frondoso jardín que desde que Lev lo cuidaba había vuelto a revivir y atravesé las escaleras de piedra hasta la puerta principal.
Tambaleándome y con la niña aun arrastras recorrí el pasillo hasta el salón donde el bullicio y las voces conocidas me hicieron sonreír divertido.
-¿Que pasa os montáis una fiesta y no me invitáis?.
Una botella sobrevoló mi cabeza lanzada por Leonidas que viendo mi lamentable estado intuyo la necesitaba mas incluso que el aire que respiraba.
De nuevo frente a mi la falsa sonrisa, la ironía, las bromas y los mil y un escudos formados para que nadie fuera capaz de entender, que con la partida de esa loba, una parte de mi se había perdido, y que su colgante en mi pecho no hacia mas que recordar mi lamentable sino, la herida de mi hombro, la guerra encarnizada y la soledad que yo mismo había elegido.
Lancé a Seth a la pequeña que forcejeaba entre mis manos.
-Encierrala en las mazmorras hasta que veamos que hacer con ella, es una licantropo y se ha alimentado de carne humana.
Mis palabras sonaron dolidas, incapaz de mirar a esa pequeña de ojos oscuros y cabello azabache que ahora mordía mi mano en un desesperado intento de zafarse de un cazador.
Mas, otra parte de mi ,esa que me anclaba sobre el lecho y me hacia paladear aun el calor de sus labios sobre mi boca me susurraba que no puedes convertir en tuyo algo salvaje y libre y que irse, era lo adecuado, pues ninguno de los dos estaba preparado.
Me alcé tambaleándome y tomé a la niña por la muñeca, si algo tenia claro es que no dejaría que se quedara en esa aldea, a fin de cuentas, si la próxima luna llena alcanzaba la noche y Annabel no había vuelto por ella, la sangre volvería a correr sobre este lugar y ya tenían demasiado por lo que llorar.
La niña lloraba, asustada por mi persona y no la culpaba, no hubo miradas cómplices ni podía tranquilizar su alma, pues la mía estaba destrozada.
Ambos partimos rumbo a la mansión, esa noche quería hablar con Annabel, todo al anochecer parecía idílico, vino, fresas, un jardín y nuestros labios encontrándose en un sin fin de promesas que hoy si estaba dispuesto a hacer, mas ella no.
Sumido en el dolor, en el agotamiento y en la frustración llegué frente a las puertas de mi hogar, me adentre en su frondoso jardín que desde que Lev lo cuidaba había vuelto a revivir y atravesé las escaleras de piedra hasta la puerta principal.
Tambaleándome y con la niña aun arrastras recorrí el pasillo hasta el salón donde el bullicio y las voces conocidas me hicieron sonreír divertido.
-¿Que pasa os montáis una fiesta y no me invitáis?.
Una botella sobrevoló mi cabeza lanzada por Leonidas que viendo mi lamentable estado intuyo la necesitaba mas incluso que el aire que respiraba.
De nuevo frente a mi la falsa sonrisa, la ironía, las bromas y los mil y un escudos formados para que nadie fuera capaz de entender, que con la partida de esa loba, una parte de mi se había perdido, y que su colgante en mi pecho no hacia mas que recordar mi lamentable sino, la herida de mi hombro, la guerra encarnizada y la soledad que yo mismo había elegido.
Lancé a Seth a la pequeña que forcejeaba entre mis manos.
-Encierrala en las mazmorras hasta que veamos que hacer con ella, es una licantropo y se ha alimentado de carne humana.
Mis palabras sonaron dolidas, incapaz de mirar a esa pequeña de ojos oscuros y cabello azabache que ahora mordía mi mano en un desesperado intento de zafarse de un cazador.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 24/06/2016
Localización : dificil de encontrar
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Las presentaciones y los reencuentros fueron tuviendo lugar entre todos nosotros, mientras comenzábamos a dar buena cuenta de las botellas de alcohol que habíamos colocado Sonae y yo junto a los vasos sobre la mesa principal. Con el ritmo que llevábamos esperaba que Kaia hubiese comprado todo lo que le había apuntado en la lista, o la fiesta terminaría antes de que llegase Agarwaen.
Era divertido escucharlos hablar entre ellos, que entre bromas y risas se relataban sus peripecias para encontrar a Agarwaen y a Sonae. Estar durante un mes en un barco en su compañía debía ser de lo más entretenido y agotador. Su amistad y lealtad podía sentirse a la legua, y por un momento envidié a aquellos hombres que habían conseguido formar una familia unida sin llegar a serlo.
Leo me presentó a cada uno de sus amigos, a los que con un beso en la mejilla fui saludando con una sonrisa en los labios, eso sí, sin sacar la mano del bolsillo trasero del pantalón de mi dios griego, que parecía tan contento estando a mi lado como yo al suyo. Lo iba a echar mucho de menos cuando partiese, más sin duda, Leonidas era lo mejor que me había pasado en la vida.
Estábamos hablando con el capitán del navío que los había llevado hasta París sobre lo pesado que se había puesto Leo durante tantos días de travesía, historia con la que yo me estaba riendo de lo lindo, cuando Seth apareció con su “prisionera”, y el parloteo de todos los presente cesó de pronto. Miré a los demás invitados, y no pude evitar cercionarme de cómo se tensaban con su presencia. ¿Cómo era posible que supiesen que era una loba si no iba atada? Más esto no fue lo más extraño de todo, lo más extraño fueron las palabras de Seth, no todas, sino cuando dijo que era una loba ¿cómo él? Creo que mientras terminaba de suplicar una tregua y el patrón del barco bromeaba con Nimue concediéndosela, yo permanecía con la boca abierta por la impresión.
-¿Ha dicho que es una loba como él?- pregunté con un hilo de voz a Leo acercándome a su oído, totalmente confusa por lo que aquello podría significar. Palidecí durante unos segundos al atar cabos y temerme lo peor.- Por los dioses,¿ dime que no he estado cometiendo zoofilia contigo?
Tras unos minutos en los que mi amor se dedicó a resumirme su parentesco con Seth, y quedarme más tranquila sabiendo que seguía sin cometer aberración ninguna, la bebida siguió corriendo entre los presentes, y liberada por la impresión del momento, le tendí una copa de ron a Nimue en señal de aceptación por mi parte. Como bien había pedido Seth, yo no tenía problema en ofrecerle una tregua, no mientras fuese humana o se mantuviese pertrechada en las mazmorras durante la luna llena. Más si la veía correr salvaje en forma lupina o temía por mi vida en su presencia, sería la primera que le dispararía con la ballesta.
Kaia llegó por fin a la casa después de cumplir con sus obligaciones respecto a la fiesta, portando una bandeja con ricos entrantes que acompañarían a la bebida. Haciendo honor a su timidez, llegó hasta la mesa donde dejó la bandeja y después se acercó hasta nosotros. Sonreí al ver como los recién llegados desviaban por unos segundos su mirada hacia su dirección; lo cierto es que era una mujer preciosa, y no tendría problemas en conseguir al hombre que quisiese. No tardó en buscar mi compañía, se había convertido en algo así como mi protegida, aunque yo prefería espabilarla y que se protegiese sola. Fue entonces cuando mi dios griego le presentó a sus compañeros de batalla, esos que con una pícara sonrisa saludaron con un beso en el dorso de la mano, más hubo uno que creo llamó su atención, así que cuando comenzaron a entablar conversación le di un ligero empujoncito a Leonidas para darles un poco de intimidad. Kaia me mataría después por aquello, pero qué diablos, yo quería que ella fuese feliz, y por lo que sabía de Agarwaen, lo suyo no sería posible, no cuando otra mujer compartía su lecho.
Y hablando del rey de roma, o más bien, del príncipe de Mykonos, éste entró por la puerta abatido y hecho polvo. Cualquiera diría que se había enfrentado al mismísimo Lucifer; di un paso para tenderle mi ayuda si es que la necesitaba, pero fue Leo quien pasándole una botella de ron comprendió mejor a su príncipe, y decidí mantenerme al margen. Ellos se entendían mejor y sabían lo que necesitaban.
Una niña pequeña acompañaba a Agarwaen; una loba que no cesaba en su empeño por soltarse de su agarre, mordiendo así la mano de éste sin mucho éxito. Una orden que día antes había desembocado en una complicada situación, orden que esperaba que ésta vez Seth cumpliese y poder continuar con aquella fiesta que no había hecho más que empezar.
-Si llegas a tardar un poco más creo que todos estos a los que llamas amigos te hubiesen dejado sin una gota de alcohol con el que celebrar tu cumpleaños.- dije divertida acercándome hasta él para darle un beso en la mejilla a modo de felicitación.- Por cierto, Felicidades.
Volví junto a Leo con una sonrisa traviesa, y poniéndome de puntillas para llegar hasta su oído le susurré.
-No te pongas celoso, para tu cumpleaños te daré mucho más que un beso en la mejilla.- y tras morder con picardía el lóbulo de su oreja, volvía a enfrascarme en la conversación de todos.
Era divertido escucharlos hablar entre ellos, que entre bromas y risas se relataban sus peripecias para encontrar a Agarwaen y a Sonae. Estar durante un mes en un barco en su compañía debía ser de lo más entretenido y agotador. Su amistad y lealtad podía sentirse a la legua, y por un momento envidié a aquellos hombres que habían conseguido formar una familia unida sin llegar a serlo.
Leo me presentó a cada uno de sus amigos, a los que con un beso en la mejilla fui saludando con una sonrisa en los labios, eso sí, sin sacar la mano del bolsillo trasero del pantalón de mi dios griego, que parecía tan contento estando a mi lado como yo al suyo. Lo iba a echar mucho de menos cuando partiese, más sin duda, Leonidas era lo mejor que me había pasado en la vida.
Estábamos hablando con el capitán del navío que los había llevado hasta París sobre lo pesado que se había puesto Leo durante tantos días de travesía, historia con la que yo me estaba riendo de lo lindo, cuando Seth apareció con su “prisionera”, y el parloteo de todos los presente cesó de pronto. Miré a los demás invitados, y no pude evitar cercionarme de cómo se tensaban con su presencia. ¿Cómo era posible que supiesen que era una loba si no iba atada? Más esto no fue lo más extraño de todo, lo más extraño fueron las palabras de Seth, no todas, sino cuando dijo que era una loba ¿cómo él? Creo que mientras terminaba de suplicar una tregua y el patrón del barco bromeaba con Nimue concediéndosela, yo permanecía con la boca abierta por la impresión.
-¿Ha dicho que es una loba como él?- pregunté con un hilo de voz a Leo acercándome a su oído, totalmente confusa por lo que aquello podría significar. Palidecí durante unos segundos al atar cabos y temerme lo peor.- Por los dioses,¿ dime que no he estado cometiendo zoofilia contigo?
Tras unos minutos en los que mi amor se dedicó a resumirme su parentesco con Seth, y quedarme más tranquila sabiendo que seguía sin cometer aberración ninguna, la bebida siguió corriendo entre los presentes, y liberada por la impresión del momento, le tendí una copa de ron a Nimue en señal de aceptación por mi parte. Como bien había pedido Seth, yo no tenía problema en ofrecerle una tregua, no mientras fuese humana o se mantuviese pertrechada en las mazmorras durante la luna llena. Más si la veía correr salvaje en forma lupina o temía por mi vida en su presencia, sería la primera que le dispararía con la ballesta.
Kaia llegó por fin a la casa después de cumplir con sus obligaciones respecto a la fiesta, portando una bandeja con ricos entrantes que acompañarían a la bebida. Haciendo honor a su timidez, llegó hasta la mesa donde dejó la bandeja y después se acercó hasta nosotros. Sonreí al ver como los recién llegados desviaban por unos segundos su mirada hacia su dirección; lo cierto es que era una mujer preciosa, y no tendría problemas en conseguir al hombre que quisiese. No tardó en buscar mi compañía, se había convertido en algo así como mi protegida, aunque yo prefería espabilarla y que se protegiese sola. Fue entonces cuando mi dios griego le presentó a sus compañeros de batalla, esos que con una pícara sonrisa saludaron con un beso en el dorso de la mano, más hubo uno que creo llamó su atención, así que cuando comenzaron a entablar conversación le di un ligero empujoncito a Leonidas para darles un poco de intimidad. Kaia me mataría después por aquello, pero qué diablos, yo quería que ella fuese feliz, y por lo que sabía de Agarwaen, lo suyo no sería posible, no cuando otra mujer compartía su lecho.
Y hablando del rey de roma, o más bien, del príncipe de Mykonos, éste entró por la puerta abatido y hecho polvo. Cualquiera diría que se había enfrentado al mismísimo Lucifer; di un paso para tenderle mi ayuda si es que la necesitaba, pero fue Leo quien pasándole una botella de ron comprendió mejor a su príncipe, y decidí mantenerme al margen. Ellos se entendían mejor y sabían lo que necesitaban.
Una niña pequeña acompañaba a Agarwaen; una loba que no cesaba en su empeño por soltarse de su agarre, mordiendo así la mano de éste sin mucho éxito. Una orden que día antes había desembocado en una complicada situación, orden que esperaba que ésta vez Seth cumpliese y poder continuar con aquella fiesta que no había hecho más que empezar.
-Si llegas a tardar un poco más creo que todos estos a los que llamas amigos te hubiesen dejado sin una gota de alcohol con el que celebrar tu cumpleaños.- dije divertida acercándome hasta él para darle un beso en la mejilla a modo de felicitación.- Por cierto, Felicidades.
Volví junto a Leo con una sonrisa traviesa, y poniéndome de puntillas para llegar hasta su oído le susurré.
-No te pongas celoso, para tu cumpleaños te daré mucho más que un beso en la mejilla.- y tras morder con picardía el lóbulo de su oreja, volvía a enfrascarme en la conversación de todos.
Menyara Chartier- Cazador Clase Media
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Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
El cumpleañero se hizo esperar y la verdad apareció en unas condiciones tan lamentables que no tenia muy claro si estaría o no para celebraciones.
Mas, esa era nuestra vida, lo sabíamos, lo asumíamos y lo aceptábamos, así que sujeté la mano de Menyara cuando hizo ademan de correr hacia el para sujetar su cuerpo tambaleante y le lance a mi príncipe una botella solo para el.
Una que como esperaba aferró con una sonrisa sin soltar a la pequeña que portaba en la otra mano.
Cuando se la pasó a Seth supe que era una licantropa, lo que no entendía era por que no le había dado fiel sepultura. París nos estaba ablandando a todos, o quizás era un señuelo para apresar a sus padres otro día.
Fuere como fuere hoy era día de festejar.
Así que tras explicarle a Menyara, mi parentesco con Seth, que acababa de descubrir era un licano, y que podía estar tranquila pues no habia mantenido relaciones con un lobo, seguimos bebiendo y abrasando nuestra garganta a cada sorbo.
La noche apuntaba maneras, todos parecíamos especialmente felices, quizás todos menos Agarwaen, que como de costumbre, se esmeraba en aparentar estar bien.
Nadie le preguntó por la mujer que había compartido la noche anterior habitación con el.
Aquí todos teníamos nuestros demonios y la mayoría de las veces tratábamos de luchar con ellos solos.
Mi príncipe tenia demasiada carga sobre su espalda, mas allí seguía, maltrecho y en pie, viendo como la vida se le ponía del revés.
-Es un cabrón, saldrá de esta -dije casi mas para mi que para Menyara que seguía mi mirada hacia Agarwaen.
besé sus labios con sabor a alcohol, las copas iban subiéndose a la cabeza y haciendo estragos en nosotros, ya demasiado calientes como para disimular en muchos casos nuestras ganas del otro.
-¿Que te parece si vamos a la cocina nos lo montamos en la despensa? -bromeé entre risas volviendo a colisionar contra su boca.
Jadeé contra ella enredando mi mano en su nuca para atraerla mas a mi, hasta que sentí el brazo de Poseidon rodear mi cuello creo que leyendo mis intenciones.
-¡¡¡Quita Maricón!!! -rugí divertido mientras este me tocaba el culo entre risas.
-Oh, si Leonidas vamos a la despensa -dijo imitando la voz de Menyara mientras todos nos reíamos mirando su actuación.
Mas, esa era nuestra vida, lo sabíamos, lo asumíamos y lo aceptábamos, así que sujeté la mano de Menyara cuando hizo ademan de correr hacia el para sujetar su cuerpo tambaleante y le lance a mi príncipe una botella solo para el.
Una que como esperaba aferró con una sonrisa sin soltar a la pequeña que portaba en la otra mano.
Cuando se la pasó a Seth supe que era una licantropa, lo que no entendía era por que no le había dado fiel sepultura. París nos estaba ablandando a todos, o quizás era un señuelo para apresar a sus padres otro día.
Fuere como fuere hoy era día de festejar.
Así que tras explicarle a Menyara, mi parentesco con Seth, que acababa de descubrir era un licano, y que podía estar tranquila pues no habia mantenido relaciones con un lobo, seguimos bebiendo y abrasando nuestra garganta a cada sorbo.
La noche apuntaba maneras, todos parecíamos especialmente felices, quizás todos menos Agarwaen, que como de costumbre, se esmeraba en aparentar estar bien.
Nadie le preguntó por la mujer que había compartido la noche anterior habitación con el.
Aquí todos teníamos nuestros demonios y la mayoría de las veces tratábamos de luchar con ellos solos.
Mi príncipe tenia demasiada carga sobre su espalda, mas allí seguía, maltrecho y en pie, viendo como la vida se le ponía del revés.
-Es un cabrón, saldrá de esta -dije casi mas para mi que para Menyara que seguía mi mirada hacia Agarwaen.
besé sus labios con sabor a alcohol, las copas iban subiéndose a la cabeza y haciendo estragos en nosotros, ya demasiado calientes como para disimular en muchos casos nuestras ganas del otro.
-¿Que te parece si vamos a la cocina nos lo montamos en la despensa? -bromeé entre risas volviendo a colisionar contra su boca.
Jadeé contra ella enredando mi mano en su nuca para atraerla mas a mi, hasta que sentí el brazo de Poseidon rodear mi cuello creo que leyendo mis intenciones.
-¡¡¡Quita Maricón!!! -rugí divertido mientras este me tocaba el culo entre risas.
-Oh, si Leonidas vamos a la despensa -dijo imitando la voz de Menyara mientras todos nos reíamos mirando su actuación.
Leonidas Kana- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/08/2016
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
El dulce beso que Seth me regaló en la escalera donde llevaba esperándolo desde que escuché su voz al entrar, me infundó los ánimos suficientes como para empezar a hacer frente a una situación que sabía tensa de antemano. La suavidad de sus caricias en mi rostro y esa mirada en la que me suplicaba que bajase junto a él para presentarme al resto de la tripulación, superaron mis reticentes miedos por enfrentarme a todo un grupo de cazadores que me odiaban debido a mi naturaleza. Esa noche sería importante, una noche en la que podrían ver una parte de mí, tal vez conocerme como humana; la oportunidad de que, como a Seth, consiguiesen tolerarme junto a ellos.
De esta forma, entrelazando nuestros dedos y con una tímida sonrisa en mis labios, aparecimos por la puerta del salón donde todos reunidos se sumían en saludos y risas mientras el alcohol comenzada a servirse por doquier. Más pronto se hizo el silencio, pues además de Sonae, dos de los allí presentes eran cambiantes y, al igual que yo podía sentir en ellos, percibían mi aura sobrenatural. El otro desconocido era un simple humano, pero no le hizo falta mucho más tiempo para sacar conclusiones de lo que allí ocurría, pues mi amor, aquel al que yo apretaba la mano temerosa por la reacción de sus amigos, suplicó una tregua para mí aquella noche. Una tregua para ambos, pensé, pues aunque era yo a quien rechazaban, quien más estaba sufriendo las consecuencias era él.
Confesó mi naturaleza ante todos, por si quedaba alguna duda, además de unirla a la suya. Menyara se quedó desconcertada cuando se percató de que el que sería su cuñado era también un licano de esos a los que cazaba. Las miradas de todos y cada uno de los presentes se clavaron en nosotros alargando un sepulcral silencio que me pareció eterno, hasta que el cazador desconocido fue el primero en hablar, y posando su brazo sobre Seth, pareció aceptar dicha tregua, aunque solo fuese por esa noche. Suspiré despacio, recuperando la compostura que había perdido cuando pensaba que de nuevo se enfrentarían a mi amado por el simple hecho de intentar ser feliz a mi lado.
-Un placer conocerle, mi nombre es Nimue.- contesté alargando mi mano y tomando la de éste para formalizar el saludo, mientras era incapaz de soltar a Seth con la otra. Sonreí ante el jocoso ofrecimiento de su amigo, más sabía que era su forma de ser cortés conmigo. Además, jamás podría dejar de querer a Seth, jamás dejaría de amarlo.
Minutos después las risas y el alboroto comenzaron a inundar de nuevo el salón, el sentir que no era fruto de miradas cargadas de rabia consiguió que desde que había llegado a aquella casa, pudiese relajarme. Seth conversaba con su hermano y con Poseidón como si nada hubiese pasado entre ellos, como si días antes no se hubiesen visto enfrentados por mi culpa. Kaia y Lev también aparecieron en el salón y siguieron las presentaciones con los nuevos en llegar a la casa. Parecía que todos empezábamos a encajar en aquel lugar de locos donde cada uno tenía sus más y sus menos.
-Gracias.- le contesté a Menyara cuando me acercó una copa de ron. Tal vez las cosas no estuviesen saliendo tan mal como esperaba, aunque después de la calma, siempre viene la tormenta, ¿no? ¿O era al revés?
Qué más daba, con temporal o sin él, Seth y yo seguiríamos amándonos y luchando por seguir juntos, por poder ver cumplido nuestro sueño; el sueño de una vida junto al otro. Al menos podía ver a mi amor conversar con sus amigos con tranquilidad, disfrutando de la compañía de estos y también de la mía al mismo tiempo. ¿Había algo más hermoso que verlo sonreír de esa forma? Seguro que no. Más vendería mi alma al diablo si me dijese que podría contemplarlo de esa forma el resto de mi vida; sin miedos, sin preocupaciones, solo disfrutando de un momento de alegría.
-Te quiero Seth.- susurré a su oído, cuando desvió su mirada hacia mí, que permanecía en silencio a su lado. Seguramente le preocupaba no escucharme parlotear, más ahora que los ánimos parecían calmados, prefería escuchar y no recordarles que estaba allí.
Poco después llegó Agarwaen a su propia fiesta, aunque su estado no era ni mucho menos para celebrar nada. Podía oler la sangre en sus ropajes, al igual que el olor a loba, y no solo de la que llevaba sujeta por la mano; más tratando de ocultar su abatimiento, botella en mano pronto se unió a la celebración de su propio cumpleaños.
-Te acompañaré a llevarla a las mazmorras.- apunté sin duda alguna en mi voz, mirando a Seth cuando Agarwaen le ordenó a éste que se ocupase de la pequeña loba, que al parecer había derramado sangre humana; algo que yo jamás aprobaría aunque se tratase de una lican como yo. Proteger a los humanos de los inmortales era parte de mi sino cuando estaba en nuestra manada, y por ende, también protegerlos de otros licántropos que no eran capaces de controlar sus instintos alejados de éstos durante la luna llena.
Por primera vez en toda la noche, solté la mano de Seth para que pudiese ocuparse de la pequeña y mirando a Agarwaen a los ojos para transmitirle que también podría contar conmigo en ese aspecto, acompañé a mi amor hasta las escaleras que nos llevarían al sótano. Podía demostrarles que tenía las mismas convicciones que ellos, que no pensaba de forma tan distinta.
De esta forma, entrelazando nuestros dedos y con una tímida sonrisa en mis labios, aparecimos por la puerta del salón donde todos reunidos se sumían en saludos y risas mientras el alcohol comenzada a servirse por doquier. Más pronto se hizo el silencio, pues además de Sonae, dos de los allí presentes eran cambiantes y, al igual que yo podía sentir en ellos, percibían mi aura sobrenatural. El otro desconocido era un simple humano, pero no le hizo falta mucho más tiempo para sacar conclusiones de lo que allí ocurría, pues mi amor, aquel al que yo apretaba la mano temerosa por la reacción de sus amigos, suplicó una tregua para mí aquella noche. Una tregua para ambos, pensé, pues aunque era yo a quien rechazaban, quien más estaba sufriendo las consecuencias era él.
Confesó mi naturaleza ante todos, por si quedaba alguna duda, además de unirla a la suya. Menyara se quedó desconcertada cuando se percató de que el que sería su cuñado era también un licano de esos a los que cazaba. Las miradas de todos y cada uno de los presentes se clavaron en nosotros alargando un sepulcral silencio que me pareció eterno, hasta que el cazador desconocido fue el primero en hablar, y posando su brazo sobre Seth, pareció aceptar dicha tregua, aunque solo fuese por esa noche. Suspiré despacio, recuperando la compostura que había perdido cuando pensaba que de nuevo se enfrentarían a mi amado por el simple hecho de intentar ser feliz a mi lado.
-Un placer conocerle, mi nombre es Nimue.- contesté alargando mi mano y tomando la de éste para formalizar el saludo, mientras era incapaz de soltar a Seth con la otra. Sonreí ante el jocoso ofrecimiento de su amigo, más sabía que era su forma de ser cortés conmigo. Además, jamás podría dejar de querer a Seth, jamás dejaría de amarlo.
Minutos después las risas y el alboroto comenzaron a inundar de nuevo el salón, el sentir que no era fruto de miradas cargadas de rabia consiguió que desde que había llegado a aquella casa, pudiese relajarme. Seth conversaba con su hermano y con Poseidón como si nada hubiese pasado entre ellos, como si días antes no se hubiesen visto enfrentados por mi culpa. Kaia y Lev también aparecieron en el salón y siguieron las presentaciones con los nuevos en llegar a la casa. Parecía que todos empezábamos a encajar en aquel lugar de locos donde cada uno tenía sus más y sus menos.
-Gracias.- le contesté a Menyara cuando me acercó una copa de ron. Tal vez las cosas no estuviesen saliendo tan mal como esperaba, aunque después de la calma, siempre viene la tormenta, ¿no? ¿O era al revés?
Qué más daba, con temporal o sin él, Seth y yo seguiríamos amándonos y luchando por seguir juntos, por poder ver cumplido nuestro sueño; el sueño de una vida junto al otro. Al menos podía ver a mi amor conversar con sus amigos con tranquilidad, disfrutando de la compañía de estos y también de la mía al mismo tiempo. ¿Había algo más hermoso que verlo sonreír de esa forma? Seguro que no. Más vendería mi alma al diablo si me dijese que podría contemplarlo de esa forma el resto de mi vida; sin miedos, sin preocupaciones, solo disfrutando de un momento de alegría.
-Te quiero Seth.- susurré a su oído, cuando desvió su mirada hacia mí, que permanecía en silencio a su lado. Seguramente le preocupaba no escucharme parlotear, más ahora que los ánimos parecían calmados, prefería escuchar y no recordarles que estaba allí.
Poco después llegó Agarwaen a su propia fiesta, aunque su estado no era ni mucho menos para celebrar nada. Podía oler la sangre en sus ropajes, al igual que el olor a loba, y no solo de la que llevaba sujeta por la mano; más tratando de ocultar su abatimiento, botella en mano pronto se unió a la celebración de su propio cumpleaños.
-Te acompañaré a llevarla a las mazmorras.- apunté sin duda alguna en mi voz, mirando a Seth cuando Agarwaen le ordenó a éste que se ocupase de la pequeña loba, que al parecer había derramado sangre humana; algo que yo jamás aprobaría aunque se tratase de una lican como yo. Proteger a los humanos de los inmortales era parte de mi sino cuando estaba en nuestra manada, y por ende, también protegerlos de otros licántropos que no eran capaces de controlar sus instintos alejados de éstos durante la luna llena.
Por primera vez en toda la noche, solté la mano de Seth para que pudiese ocuparse de la pequeña y mirando a Agarwaen a los ojos para transmitirle que también podría contar conmigo en ese aspecto, acompañé a mi amor hasta las escaleras que nos llevarían al sótano. Podía demostrarles que tenía las mismas convicciones que ellos, que no pensaba de forma tan distinta.
Nimue Dow- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/07/2016
Localización : Paris
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Felicidad, palabra complicada en estos tiempos mas que sin duda era lo que hoy completaba mi alma.
Un día sin tener que elegir entre el amor de mi vida y los amigos de siempre, mis casi hermanos, por los que al igual que por Nim daría la vida.
Ojala esta tregua durara de por vida, que fueran capaces de entender que ella no era una asesina, que estaba dispuesta a lo mismo que yo, a reducir su instinto animal a la nada.
Agarwaen llegó interrumpiendo mis pensamientos, su estado lamentable, podía desde mi posición oler su sangre, mis ojos por un instante se tornaron ámbar, mas tras un par de pestañeos recuperaron su tono verdusco.
Me lanzo a la niña que sin duda era una licantropo, mas no la única a la que su cuerpo olía, también a la otra que le traje le otro día, esa que al parecer había junto a el abandonado la casa.
Desconocía que había pasado, solo que Agarwaen se unió a la fiesta colocando frente a si los mil y un escudos para ocultar el dolor no solo físico si no emocional que traía consigo.
No pregunté, eso no lo hacíamos nosotros, si alguno necesitaba algo siempre estábamos pero en estos temas, todos preferíamos tragárnoslo y dejar que nadie fuera capaz de ver un ápice de nuestros secretos.
Bajé junto a Nim las escaleras con la pequeña sollozando y cogida por el brazo.
-Entra ahí -dije tirandole una manta para que pudiera cubrirse y no pasar frio. -Te bajaremos algo de comida.
Frialdad, a fin de cuentas era el enemigo, mas admito que una parte de mi quedaba en esa celda, pues apenas era una niña que me recordaba demasiado a mi, que necesitaba una oportunidad que n ole estábamos dando, mas yo no podía enfrentarme de nuevo a Agarwaen, así que por esta noche todo quedaría dispuesto así.
Quizás tuvieran razón y me estaba ablandando frente a esa mujer, pero yo también era un lobo, luchaba contra ello con todas mis fuerzas desde niño pero aun así nunca me sentí del todo uno de ellos.
Acaricié con mis labios los de Nim, antes de tomar su mano para subir.
-No podemos estar mucho tiempo o parecerá otra cosa.
Hoy no quiero enfrentarme a Agarwaen y se l oque piensas en referencia a la niña pero créeme, hoy todo a de quedar así.
Un día sin tener que elegir entre el amor de mi vida y los amigos de siempre, mis casi hermanos, por los que al igual que por Nim daría la vida.
Ojala esta tregua durara de por vida, que fueran capaces de entender que ella no era una asesina, que estaba dispuesta a lo mismo que yo, a reducir su instinto animal a la nada.
Agarwaen llegó interrumpiendo mis pensamientos, su estado lamentable, podía desde mi posición oler su sangre, mis ojos por un instante se tornaron ámbar, mas tras un par de pestañeos recuperaron su tono verdusco.
Me lanzo a la niña que sin duda era una licantropo, mas no la única a la que su cuerpo olía, también a la otra que le traje le otro día, esa que al parecer había junto a el abandonado la casa.
Desconocía que había pasado, solo que Agarwaen se unió a la fiesta colocando frente a si los mil y un escudos para ocultar el dolor no solo físico si no emocional que traía consigo.
No pregunté, eso no lo hacíamos nosotros, si alguno necesitaba algo siempre estábamos pero en estos temas, todos preferíamos tragárnoslo y dejar que nadie fuera capaz de ver un ápice de nuestros secretos.
Bajé junto a Nim las escaleras con la pequeña sollozando y cogida por el brazo.
-Entra ahí -dije tirandole una manta para que pudiera cubrirse y no pasar frio. -Te bajaremos algo de comida.
Frialdad, a fin de cuentas era el enemigo, mas admito que una parte de mi quedaba en esa celda, pues apenas era una niña que me recordaba demasiado a mi, que necesitaba una oportunidad que n ole estábamos dando, mas yo no podía enfrentarme de nuevo a Agarwaen, así que por esta noche todo quedaría dispuesto así.
Quizás tuvieran razón y me estaba ablandando frente a esa mujer, pero yo también era un lobo, luchaba contra ello con todas mis fuerzas desde niño pero aun así nunca me sentí del todo uno de ellos.
Acaricié con mis labios los de Nim, antes de tomar su mano para subir.
-No podemos estar mucho tiempo o parecerá otra cosa.
Hoy no quiero enfrentarme a Agarwaen y se l oque piensas en referencia a la niña pero créeme, hoy todo a de quedar así.
Seth Kana- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 13/08/2016
Localización : París
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Me quedé pensativa durante unos segundos tras la pregunta de Zorro; compañero de batalla de Agarwaen al que me acababan de presentar. Sin duda un hombre que no se andaba por las ramas y que acababa de ponerme en una comprometida situación. No era una mujer a la que le gustase hablar de sus sentimientos, incluso con Menyara con quien había hecho amistad en poco tiempo me costaba abrirme. Tal vez fuese introvertida de más, hecho que quería remediar, pero no podía cambiar de la noche a la mañana; quizás este momento sería el idóneo para comenzar a socializar, había gente nueva, y si eran amigos de Agarwaen sin duda serían de fiar.
-Si se refiere a si tengo algún tipo de compromiso con un caballero, no... no estoy con nadie.- contesté un tanto cohibida. ¿Y ahora qué? ¿Debería yo preguntarle lo mismo? No se me daban bien este tipo de conversaciones; de hecho no se me daba bien ningún tipo de conversación relacionadas con el género masculino.- ¿Y vos? ¿Cuánto tiempo tiempo lleváis en París? Es una ciudad muy acogedora, aunque todavía no he tenido ocasión de conocerla en su totalidad.
Me felicité a mí misma por haber sido capaz de preguntarle por un tema no controvertido que sin duda sería el inicio de una conversación formal entre ambos; más cuando estaba pendiente de su respuesta, Agarwaen entró por la puerta con un aspecto bastante preocupante. Estaba herido, y tiraba con fuerza de una pequeña niña con ropajes desgarrados y llenos de barro, que no cesaba en su empeño de soltarse de su mano. ¿Qué habría sucedido en aquella misión?
-Discúlpeme, mi señor, voy a recibir a su príncipe, tal vez después podamos seguir conversando.- apunté antes de encaminarme con paso ligero hasta mi maestro, que le ordenaba a Seth que llevase a la pequeña a las mazmorras, mientras tomaba una botella de ron lanzada por Leonidas, y que para ellos era la cura a todos sus males.
Me tensé al descubrir por sus palabras que era una licántropo que había matado personas, y no solo eso, sino que aquella escena me recordó a cuando días antes la misma orden de Agarwaen había terminado en la confrontación de los dos cazadores.
Afortunadamente esta vez las cosas fueron más calmadas. Seth, acompañado por Nimue que se ofreció a ello, tomaron a la niña y se marcharon para cumplir la orden mencionada por su príncipe, al que en pocos pasos tuve frente a mí.
-¿Qué te ha pasado? ¿Estás herido?- pregunté frente a su rostro mientras le acariciaba con delicadeza un rasguño que portaba en la mejilla. Su ropa ensangrentada me decía que no era la única herida que portaba, pero conociéndolo, sabía que no se quejaría.- ¿Quieres que te cure las heridas?- puse mi mano sobre su cintura, acercando mi cuerpo al suyo.- Por cierto, felicidades.- concluí antes de ponerme de puntillas y acercar mis labios a los suyos. Este fue el mayor error que pude cometer, pues con un ligero movimiento de cabeza, mis labios acabaron besando su mejilla en lugar de su boca
Me sonrojé por la frustración, por lo tonta que había sido al pensar que mis besos serían correspondidos como los de Leonidas y Menyara. En varias ocasiones nuestros deseos se habían visto truncados, y pensaba que era solo la mala suerte lo que nos perseguía. Pero ahora mirando sus ojos, pude vislumbrar un brillo que no había visto días antes. Me miraba de forma distinta; aunque no sabría decir por qué.
Solo una intuición de lo que podía sucederle es lo que azotó mi corazón. Era una mera suposición, solo el miedo que me atormentaba continuamente, y es que pudiese haber conocido a otra mujer que le hubiese llegado más profundo que yo. ¿O podía ser el simple hecho de que como tantas veces me había confesado, no quería una relación sería con nadie, y aquel beso ante sus amigos podría dar a entender lo que no era?
-Voy a traer más botellas de alcohol, que al ritmo que vais no aguantarán mucho las que hay aquí.- apunté con una sonrisa fingida antes de encaminarme hacia la cocina, aguantando las irremediables ganas de llorar por haber sido rechazada de ese modo.
Debería haberme dado cuenta antes; la situación entre Agarwaen y yo era muy complicada. Tal vez la noche que lo conocí en la taberna podríamos haber llegado a mayores, pero después de aquello, cuando nuestros caminos se habían unido en una relación de aprendizaje por mi parte, la relación cambió. Ya no era la mujer con la que yacería una noche y podría olvidarse de mí por la mañana, ahora me había convertido en su amiga, en su compañera de batalla.
Una presión en el pecho comenzó a impedirme respirar con normalidad; necesitaba salir de allí, necesitaba aire fresco y olvidar
-Si se refiere a si tengo algún tipo de compromiso con un caballero, no... no estoy con nadie.- contesté un tanto cohibida. ¿Y ahora qué? ¿Debería yo preguntarle lo mismo? No se me daban bien este tipo de conversaciones; de hecho no se me daba bien ningún tipo de conversación relacionadas con el género masculino.- ¿Y vos? ¿Cuánto tiempo tiempo lleváis en París? Es una ciudad muy acogedora, aunque todavía no he tenido ocasión de conocerla en su totalidad.
Me felicité a mí misma por haber sido capaz de preguntarle por un tema no controvertido que sin duda sería el inicio de una conversación formal entre ambos; más cuando estaba pendiente de su respuesta, Agarwaen entró por la puerta con un aspecto bastante preocupante. Estaba herido, y tiraba con fuerza de una pequeña niña con ropajes desgarrados y llenos de barro, que no cesaba en su empeño de soltarse de su mano. ¿Qué habría sucedido en aquella misión?
-Discúlpeme, mi señor, voy a recibir a su príncipe, tal vez después podamos seguir conversando.- apunté antes de encaminarme con paso ligero hasta mi maestro, que le ordenaba a Seth que llevase a la pequeña a las mazmorras, mientras tomaba una botella de ron lanzada por Leonidas, y que para ellos era la cura a todos sus males.
Me tensé al descubrir por sus palabras que era una licántropo que había matado personas, y no solo eso, sino que aquella escena me recordó a cuando días antes la misma orden de Agarwaen había terminado en la confrontación de los dos cazadores.
Afortunadamente esta vez las cosas fueron más calmadas. Seth, acompañado por Nimue que se ofreció a ello, tomaron a la niña y se marcharon para cumplir la orden mencionada por su príncipe, al que en pocos pasos tuve frente a mí.
-¿Qué te ha pasado? ¿Estás herido?- pregunté frente a su rostro mientras le acariciaba con delicadeza un rasguño que portaba en la mejilla. Su ropa ensangrentada me decía que no era la única herida que portaba, pero conociéndolo, sabía que no se quejaría.- ¿Quieres que te cure las heridas?- puse mi mano sobre su cintura, acercando mi cuerpo al suyo.- Por cierto, felicidades.- concluí antes de ponerme de puntillas y acercar mis labios a los suyos. Este fue el mayor error que pude cometer, pues con un ligero movimiento de cabeza, mis labios acabaron besando su mejilla en lugar de su boca
Me sonrojé por la frustración, por lo tonta que había sido al pensar que mis besos serían correspondidos como los de Leonidas y Menyara. En varias ocasiones nuestros deseos se habían visto truncados, y pensaba que era solo la mala suerte lo que nos perseguía. Pero ahora mirando sus ojos, pude vislumbrar un brillo que no había visto días antes. Me miraba de forma distinta; aunque no sabría decir por qué.
Solo una intuición de lo que podía sucederle es lo que azotó mi corazón. Era una mera suposición, solo el miedo que me atormentaba continuamente, y es que pudiese haber conocido a otra mujer que le hubiese llegado más profundo que yo. ¿O podía ser el simple hecho de que como tantas veces me había confesado, no quería una relación sería con nadie, y aquel beso ante sus amigos podría dar a entender lo que no era?
-Voy a traer más botellas de alcohol, que al ritmo que vais no aguantarán mucho las que hay aquí.- apunté con una sonrisa fingida antes de encaminarme hacia la cocina, aguantando las irremediables ganas de llorar por haber sido rechazada de ese modo.
Debería haberme dado cuenta antes; la situación entre Agarwaen y yo era muy complicada. Tal vez la noche que lo conocí en la taberna podríamos haber llegado a mayores, pero después de aquello, cuando nuestros caminos se habían unido en una relación de aprendizaje por mi parte, la relación cambió. Ya no era la mujer con la que yacería una noche y podría olvidarse de mí por la mañana, ahora me había convertido en su amiga, en su compañera de batalla.
Una presión en el pecho comenzó a impedirme respirar con normalidad; necesitaba salir de allí, necesitaba aire fresco y olvidar
Kaia Andersen- Cazador Clase Media
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Localización : París
Re: ¿Para quién decías que era la sorpresa?[Privado]
Aquella mañana había comenzado de una manera inusual, como una familia, ese extraño sentimiento, que no experimentaba, desde que dejaran su amada tierra. Claro que había nuevos integrantes, y que faltaban personajes importantes, no solo para Agarwen, sino para la propia Sonae, pero, aquellas nuevas mujeres, le ayudaban a no sentir que era la única mujer en aquella nave de locos. Sonrió de costado, con una mueca cargada de picardía y un brillo en los ojos, ese que solía posarse en sus orbes cada vez que estaba segura de que la situación sería una total diversión.
Hizo una profunda inspiración, intentando disfrutar el aroma a café, ese perfume que le encantaba y la había conquistado apenas pasar unos días en Paris, ¿Cómo había podido vivir todos esos años sin un café? Amargo, ligeramente picante, y una delicia, cuando se lo aprendía a degustar. Cerró los ojos pensando en un ser que le recordaba mucho de esas características, pero que era mejor mantener en el profundo olvido. Un dejo amargo se apoderó de su boca y garganta, su mirada buscó la del lobo, velada, secretamente comprensiva con su cachorro Seth, tal vez se parecían mucho mas de lo que todos pensaban. Su mirada se quedó fija en la ajena, por unos pocos segundos, para luego llevarla al cielo raso, aunque mentalmente pensaba en la loba que había quedado sola en la habitación de aquel cazador, - debería estar con nosotros – caviló, - ya ha demostrado que es inofensiva, por lo menos, mientras esté Seth – sentenció mentalmente, al momento que sus miraban volvían a cruzarse.
Cuando el desayuno concluyó, se dispuso a realizar las tareas que le habían tocado realizar, para la decoración y adecentamiento de aquella mansión. Debía estar todo arreglado para la hora en que volvieran los demás con las bebidas, las provisiones y los demás tripulantes de la expedición, esa que los devolvería sanos y salvos a su amado reino. Charló animadamente con Menyara, no pudo dejar de sonreír al darse cuenta que la joven deseaba sacar información sobre los hombres y en especial de su hermano. No quiso frustrarla, así que hizo alunas pocas concesiones, contándole como los había criado desde que eran unos bebés llorones, - pero a pesar de que parezca que son muy mayores, siguen teniendo ese algo que me hace estar siempre pendiente de ellos… como dices, son mis cachorros – dijo sonriendo, mientras terminaban de acomodar uno de los sillones y se dejaba caer en él, cansada de tanto ajetreo, pero dispuesta a disfrutar de una celebración tan importante como la del cumpleaños de Agarwen.
La fiesta comenzó en el momento que Seth y Leonidas traspasaron la puerta, - por fin – dijo levantándose con rapidez y acercándose a saludarlos. Entonces los descubrió, alegre, efusiva, se dispuso a saludar a cada uno de sus aliados. Para Sonae, aquel grupo de hombres, eran algo mas que su tripulación, sus soldados, sus pares, eran su familia y como tal, no pudo dejar de hacerles bromas y darles la bienvenida con algún golpe cariñoso o chiste. No se demoraron en servir las copas y comenzar con los saludos, las presentaciones. Si hasta Seth se decidió a traer a su loba, y pedir que por lo menos en aquella ocasión fuera aceptada, - Vamos, que esto es una fiesta y todos debemos estar felices – dijo, dando suaves palmadas en la espalda de Seth y sonriendo a la loba, Sonae ya la había aceptado, solo que como siempre, era de pocas palabras.
Los minutos transcurrieron, la reunión se volvió más amena, aunque los grupos se fueron formando y como siempre, Sonae, prefirió hacerse un lado, tal vez porque demasiados demonios rondaban su espíritu, además que las horas pasaban y su cachorro no llegaba a la fiesta, - ¿Dónde te has metido? – dijo en voz baja, pensando en su príncipe.
Como si el sonido de la puerta, fuera una respuesta a su pregunta, Agarwen, hizo su aparición, todos se quedaron sorprendidos por sus fachas, ¿Qué le había pasado? Y sobre todo, ¿Quién era esa pequeña, con aura tan similar a la de Seth y Nimue? Como era de esperar, Sonae, se dirigió a donde su cachorro se encontraba, dispuesta a llevárselo en brazos de ser necesario, para cuidar de él, de sus heridas, e intentar sonsacar la verdad sobre la criatura, y cada una de las historias que se escondían detrás de las heridas. Cuando estuvo a su lado, Le tomó suavemente del brazo, - creo que sería buena idea que subieras a cambiarte, darte un baño y cuando no apestes a bicho muerto, bajes a celebrar de tu cumpleaños – bromeó, aunque su mirada se fijó en la mirada cansada del Principe.
Hizo una profunda inspiración, intentando disfrutar el aroma a café, ese perfume que le encantaba y la había conquistado apenas pasar unos días en Paris, ¿Cómo había podido vivir todos esos años sin un café? Amargo, ligeramente picante, y una delicia, cuando se lo aprendía a degustar. Cerró los ojos pensando en un ser que le recordaba mucho de esas características, pero que era mejor mantener en el profundo olvido. Un dejo amargo se apoderó de su boca y garganta, su mirada buscó la del lobo, velada, secretamente comprensiva con su cachorro Seth, tal vez se parecían mucho mas de lo que todos pensaban. Su mirada se quedó fija en la ajena, por unos pocos segundos, para luego llevarla al cielo raso, aunque mentalmente pensaba en la loba que había quedado sola en la habitación de aquel cazador, - debería estar con nosotros – caviló, - ya ha demostrado que es inofensiva, por lo menos, mientras esté Seth – sentenció mentalmente, al momento que sus miraban volvían a cruzarse.
Cuando el desayuno concluyó, se dispuso a realizar las tareas que le habían tocado realizar, para la decoración y adecentamiento de aquella mansión. Debía estar todo arreglado para la hora en que volvieran los demás con las bebidas, las provisiones y los demás tripulantes de la expedición, esa que los devolvería sanos y salvos a su amado reino. Charló animadamente con Menyara, no pudo dejar de sonreír al darse cuenta que la joven deseaba sacar información sobre los hombres y en especial de su hermano. No quiso frustrarla, así que hizo alunas pocas concesiones, contándole como los había criado desde que eran unos bebés llorones, - pero a pesar de que parezca que son muy mayores, siguen teniendo ese algo que me hace estar siempre pendiente de ellos… como dices, son mis cachorros – dijo sonriendo, mientras terminaban de acomodar uno de los sillones y se dejaba caer en él, cansada de tanto ajetreo, pero dispuesta a disfrutar de una celebración tan importante como la del cumpleaños de Agarwen.
La fiesta comenzó en el momento que Seth y Leonidas traspasaron la puerta, - por fin – dijo levantándose con rapidez y acercándose a saludarlos. Entonces los descubrió, alegre, efusiva, se dispuso a saludar a cada uno de sus aliados. Para Sonae, aquel grupo de hombres, eran algo mas que su tripulación, sus soldados, sus pares, eran su familia y como tal, no pudo dejar de hacerles bromas y darles la bienvenida con algún golpe cariñoso o chiste. No se demoraron en servir las copas y comenzar con los saludos, las presentaciones. Si hasta Seth se decidió a traer a su loba, y pedir que por lo menos en aquella ocasión fuera aceptada, - Vamos, que esto es una fiesta y todos debemos estar felices – dijo, dando suaves palmadas en la espalda de Seth y sonriendo a la loba, Sonae ya la había aceptado, solo que como siempre, era de pocas palabras.
Los minutos transcurrieron, la reunión se volvió más amena, aunque los grupos se fueron formando y como siempre, Sonae, prefirió hacerse un lado, tal vez porque demasiados demonios rondaban su espíritu, además que las horas pasaban y su cachorro no llegaba a la fiesta, - ¿Dónde te has metido? – dijo en voz baja, pensando en su príncipe.
Como si el sonido de la puerta, fuera una respuesta a su pregunta, Agarwen, hizo su aparición, todos se quedaron sorprendidos por sus fachas, ¿Qué le había pasado? Y sobre todo, ¿Quién era esa pequeña, con aura tan similar a la de Seth y Nimue? Como era de esperar, Sonae, se dirigió a donde su cachorro se encontraba, dispuesta a llevárselo en brazos de ser necesario, para cuidar de él, de sus heridas, e intentar sonsacar la verdad sobre la criatura, y cada una de las historias que se escondían detrás de las heridas. Cuando estuvo a su lado, Le tomó suavemente del brazo, - creo que sería buena idea que subieras a cambiarte, darte un baño y cuando no apestes a bicho muerto, bajes a celebrar de tu cumpleaños – bromeó, aunque su mirada se fijó en la mirada cansada del Principe.
Sonae- Cambiante Clase Alta
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