Algo que me arranque de la monotonía /privado

por **Iriam Cantarell** Jue Oct 20, 2016 10:13 pm

Había estado Trabajando, en un nuevo truco para el espectáculo de nuestra caravana. Era algo sencillo, ni embargo en su sin felicidad, radicaba la dificultad. Esconder flores y animales dentro de su ropa, no era tan fácil como la gente podía creer. Para cuando tomé un descanso ya el sol se había ocultado, y los demás miembros comenzaban a retirarse a sus respectivas carretas a dormir, simplemente había quedado una pequeña fogata al centro de la comitiva, que en breves momentos se apagaría. Muy contrario a lo que pudiera pensarse, yo disfrutaba más la soledad que la compañía. Si bien me caracterizaba por ser un chico sociable, prefería hundirme en mis pensamientos cuando el tiempo me lo permitía.

Esta noche era una de esas, me senté encima de uno de los tantos troncos que ponían alrededor de las llamas de la fogata, y empecé a mover los residuos con una rama seca de árbol. El sueño se me había ido, pensando en cómo sacar adelante el espectáculo que tenía entre manos, porque dicho sea de paso, el dinero comenzaba a ser un problema frecuente. Entre familia como habíamos dicho, que la siguiente parada sería París, un importante ciudad donde el dinero abundaba, o eso eran las cosas que se decían de boca en boca. Yo no dudaba de ello, sin embargo, sí dudaba de que las personas como nosotros fuéramos bien recibidas, sobre todo porque teníamos la palabra ladrones, tatuada en la frente. Pero como todo en la vida, entre los diversos grupos que existen en el planeta, los hay buenos y los hay malos.

Yo podría considerarme normal, hasta cierto punto. Aunque eso sí, mi carácter siempre había estado en un sube y baja, desde que habíamos llegado esa región en particular. Mi sexto sentido me alertaba siempre de que algo no andaba muy bien por ahí. Nunca había tenido miedo a las sombras, pero en los alrededores, se tenía un ambiente extraño, como de ultratumba. Como así de un momento a otro, una mano cadavérica me tomara por el hombro, y me apretara el hombro. Me sobrecogían que mis propios pensamientos, no debía dejarme influenciar por esas ideas absurdas; muertos muertos estaban, y gozando de una mejor vida. Refunfuñé, aburrido y somnoliento.