Every Child Worthy Of A Better Tale ~ Privado

por **Yuri Alekséyevich** Vie Oct 21, 2016 5:20 pm

No habría caza de sobrenaturales, al menos no por hoy. La nana no hacía falta puesto que la tarea era demasiado sencilla. Llevar a Yuri de compras. Un par de zapatos nuevos y camisas para gratificar sus acciones en días pasados. Los muñecos se habían vuelto algo monótono y en aras de premiarlo la ropa sería un pretexto perfecto. No tardaron mucho tiempo en aquel comercio. El tendero ofreció una sonrisa a Yuri después de verle con su nueva vestimenta, coló además un par de caramelos en los bolsillos de la gabardina. El conductor realizó el pago y ordenó a Yuri subir a la carroza que le levaría de vuelta a casa, de regreso al encierro que esas cuatro paredes le apartaban de su libertad.

Después de avanzar un par de calles se detuvo por completo. El enorme carruaje se detuvo a causa de una aparente falla. Cosas como esta no pasaban a menudo. El conductor gruñó, estaba molesto pues tendría que arreglárselas para regresar al pequeño a la mansión. Sería reprimido seguramente incluso despedido por su incompetencia. El sol apenas empezaba a ocultarse en las fauces de una venidera oscuridad y no tardarían en ir a buscarles seguramente, Yuri aprovecho la distracción del conductor quien hacía una supervisión intentando encontrar la falla. Escasos segundos fueron suficientes para bajar del vehículo y caminar hacia el mercado que se encontraba a escasos pasos. Su andar fue lento y conforme se sintió libre echo a correr para perderse entre la gente.

A lo lejos los alaridos del chofer le ordenaban volver advirtiéndole del castigo que le esperaba si no obedecía. Haciendo caso omiso se volvió uno con aquella multitud hasta perderse completamente en ese mar de figuras y formas, los olores de algunas frutas le arrancaron un par de suspiros. Se sintió seguro lejos de aquel individuo, su respiración aún era agitada, el pequeño abrigo marrón y los zapatos del mismo color bien lustrados delataban su posición social, no tardaría en ser víctima de algún ladronzuelo o timador que quisiera despojarle de sus pertenencias. Veía desconfiado a todo aquel que intentaba saludarle o aproximarse a él, se sentía desprotegido pues Patrick no lo acompañaba en este viaje.

Guiado por algún par de empujones llegó a un paraje donde se vendían antigüedades, la anciana encargada de aquel negocio tendió la mano al pequeño invitándole a acercarse, Yuri titubeó por unos instantes hasta que su vista se posó sobre unas muñecas de madera, diminutas figuras que resaltaban por los colores que poseían y por sus diversos tamaños, una más pequeña que la anterior. Matriuskas. El pequeño sonrió y al verle interesado en ellas, la anciana pidió ver su abrigo. –Puedes pagarme con esto- mencionó jalándole ligeramente. El pequeño arqueo una ceja echando su cuerpo hacia atrás, la anciana le soltó bruscamente haciendo que Yuri trastabillara perdiendo el equilibrio.

por **Ruslana Del Mar** Miér Dic 07, 2016 12:40 pm

No solía acudir mucho al mercado ambulante, la zona en la que se encontraba quedaba lejos de los lugares que solía frecuentar por placer o para cumplir con sus deberes y obligaciones. Sin mencionar que era un lugar que le traía recuerdos de sí misma de joven, casi temía chocarse con su fantasma del pasado; más feliz y sonriente, comiendo tartas de limón junto a una gitana de brillantes ojos azules.

Sus tacones, de un rosa pálido, creaban un castañeo enmudecido por la tierra levantada del suelo. Casi parecía estar pisando miles de hojas secas por el otoño, sólo que eran pequeñas piedrecitas chocando contra el resistente metal que cubría su tacón. El vuelo de su vestido serpenteaba sobre el suelo, gracias al movimiento lento de sus caderas, intentando deslizarse con cierta pereza entre todas aquellas personas.

Agitaba su abanico de marfil blanco y una ilustración de un cerezo japonés en las aspas desplegadas de tela y madera. Intentaba aliviar el calor que le proporcionaba el estar cargada con tantas ropas, así como la persistente restricción de su corsé, dejándole apenas el oxígeno necesario para que pudiera seguir respirando. Sus ojos marrones iban por los puestos, con curiosidad, queriendo verlo todo, disfrutando de aquella escapada, mientras su dama de compañía se encargaba de seguirla en silencio.

Se detuvo delante de una tienda con varios objetos que parecían ser lo suficiente viejos como para agradarle a su protector. Era adorable ver como un hombre como Löwe podía ser feliz con un arma nueva. Era casi como un niño grande.

Paseó sus dedos enguantados sobre el cristal del expositor, intentando no pensar en la sensación fría que le atenazaba el estómago cada vez que veía los hijos de sus amigas de infancia. Todas ya eran madres por segunda o tercera vez, incluso había una mujer viuda entre ellas. Y ella seguía sin tener a ningún pequeño correteando por los pasillos de su mansión, sería feliz incluso si su nombre cayera en desgracia por tener un hijo soltera.

Sonrió y agitó su cabeza, intentando alejar sus pensamientos, haciendo que las pequeñas plumas de su sombrero se agitasen. Disfrutaba de la moda parisina, arriesgándose con alguna que otra creación un tanto excéntrica. Pero debía decir que le agradaba verlas saltar cada vez que caminaba, adornando su cabello oscuro con algo divertido. Se adentró en la tienda, dispuesta a comprar aquella daga con una empuñadura que parecía costosa y rescató a un pequeño joven de la cruel caída que iba a recibir contra el suelo.

- ¿ Os encontráis bien, joven monsieur?.- Sus ojos marrones chocaron con los claros del chico, mientras sus brazos lo rodeaban y apretaban contra las faldas de su vestido. No pudo evitar una amplia sonrisa al ver aquel cabello rubio ligeramente revuelto, así que lo peinó con sus dedos, con cuidado.

por **Yuri Alekséyevich** Mar Dic 20, 2016 4:52 pm

Cerró los ojos esperando sentir el golpe de la caída. Y de inmediato a su mente llegó la reprimenda que posiblemente le esperaba a su regreso a los cuarteles, sino es que alguien más ya había sido enviado a buscarle. Sin embargo fue una grata sorpresa el sentir la tenue caricia del algodón de las prendas abultadas que la mujer a sus espaldas vestía. Se sobresaltó ligeramente la escuchar la cadencia suave de sus palabras y ligeramente recargado sobre la suntuosidad del vestido miró hacia arriba para toparse con un semblante sereno, uno que casi no veía en esos últimos días. Con dificultad irguió su pequeño cuerpo mientras ella acomodaba los mechones cenizos que se habían revuelto en su cabeza.

–Sí, si madame, es decir, gracias–

La persona que había intentado tomarle por la fuerza se admiró de ver al niño con compañía. Así que declinó en su intento por robarle y advirtió a ambas figuras que el local estaba cerrado.

Yuri no comprendía del todo porque en ocasiones los adultos solían ser tan irracionales, porque argumentaban anteponiendo sus propios intereses y es que a decir verdad, el pequeño había aprendido de manera excelsa los preceptos que la iglesia le había infundido desde que tenía uso de razón. Al salir del lugar miró nuevamente a la mujer y con una sonrisa nerviosa hizo una pequeña reverencia.

–Le agradezco nuevamente madame, ese extraño parecía estar muy obsesionado en tomar mi abrigo–

Y no es que él le prestara mucha atención a esas banalidades, simplemente la maldad tomaba forma en actos extraños que normalmente perseguían la inocencia de personas como el inquisidor.

Acomodó la prenda y de manera descuidada quizás la mujer había visto los símbolos santos prendidos a esta. Yuri a veces pecaba de ser descuidado aunque por fortuna él no estaba en horas laborales, dejando a un lado también los tonos cálidos que rodeaban el cuerpo de la hasta ahora extraña. Una vez que volvió a sentirse tranquilo y con un semblante un poco más tranquilo estiró su pequeña diestra para estrecharle.

–Soy Yuri ¿Cómo se llama usted madame?–

Para el pequeño no existía lo negro y lo blanco únicamente, él pensaba que a pesar de lo que había experimentado y aprendido en sus misiones, aún existían sobrenaturales con un corazón noble que podrían mostrarse arrepentidas, que no representaban peligro latente para la sociedad. Prendido de ese concepto personal sonrió de manera tranquila a la mujer.

–Siento haber arruinado su compra, seguramente había visto algo de valor en esa tienda–

Se encogió de hombros.

por **Ruslana Del Mar** Sáb Ene 07, 2017 4:27 pm

Acompañó al muchacho fuera de la tienda, mientras el dueño insistía en que se fueran de allí, echándolos como si fueran unos vándalos dispuestos a robarle algo del interior. Pero algo le decía que aquella tienda no era más que una tapadera, igual que otros recintos que eran creados en Francia con alguna sociedad ilegal que se reunía de forma clandestina en el interior. No era la primera vez que sucedía en Francia, más con las revueltas provocadas por las diferencias sociales y las clases más pobres. Si a ello le sumabas la política o alguna acción fraudulenta, no era raro que los quisiera más fuera que dentro.

Agitó la chaqueta del chico con las manos, ayudándolo a quitarle el polvo o la posible suciedad que pudiera haber dejado aquel extraño. No dijo nada sobre las cruces que prendían de su ropa o del escrutinio al que la examinó antes de ofrecerle una sonrisa. Sabía que en aquel pequeño había un brillo de astucia lo suficiente lúcido como para que no fuera tratado como tal. ¿Qué le habría hecho crecer antes de tiempo?.

- Ruslana Del Mar, joven monsieur. - Le respondió con una amable sonrisa, haciendo una reverencia cortés y elegante al jovencito rubio. A pesar de la diferencia de edad, Ruslana era dada a tratar a todos por igual, independientemente de la edad. Muchos jóvenes de clase alta eran educados como hombres, o sostenían ya un ducado sobre sus cabezas por el fallecimiento del cabeza de familia.

No era extraño ver jóvenes solos, pero sí en aquellos de su clase. Incluso ella debería tener una dama de compañía, pero era lo suficiente alocada como para no requerirla siempre. Prefería que la siguieran en la distancia, para poder tener tiempo de dejar a sus pensamientos volar sin impedimentos.

- No se preocupe caballero, seguramente pueda enviar a alguno de mis sirvientes otro día. - Se encogió de hombros haciendo revotar la levita que llevaba sobre sus hombros para proteger su garganta y pecho del frío.

El viento soplaba frío, pero de manera agradable, entre ellos, advirtiendo que el tiempo enfriaría a lo largo del día. Quizás fueran necesarias las chimeneas en la noche, debería avisar a su mayordomo al llegar a la Mansión. Sus habitaciones eran realmente espaciosas y era un edificio demasiado grande para ella sola, así que necesitaba mantener las llamas de la chimenea de su habitación para que no enfriara más las estancias.

- ¿Desea acompañarme en mi paseo?. Creo que necesito la escolta de algún caballero, no pensé que estas calles fueran tan ...- Mantuvo una pausa prudente, evitando escandalizar al pequeño o hacerlo sentir incómodo con su falta de escolta. - inestables.- Se colocó el cabello detrás de su oreja y le indicó el camino que deseaba seguir, esperando poder proteger al pequeño para que nadie más intentara robarle. Con suerte podría decirle a su cochero que los dejasen antes cerca de su vivienda, antes de emprender el viaje de regreso.

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