Gravity | Privado

por **Lawrence Liebharts-Koth** Vie Oct 21, 2016 7:40 pm

Estaba vacío. Esa era su realidad. Desde hace un par de años atrás, había caído, tocado fondo y tuvo que levantarse nuevamente, regresó a donde todo había dado inicio, no sin dejar atrás ese peso sobre sus hombros, una pena imposible de erradicar en su totalidad. Encontrar a Ishbel fue una realidad efímera que se derrumbó frente a sus ojos, fue como intentar detener la lluvia con las manos, no pudo hacer nada y se hundió en una terrible depresión que le llevó a beber de forma habitual. La muerte de sus padres posteriormente y los otros hermanos Capet terminó por propinarle el tiro de gracia.

Ishbel significaba demasiado en su vida, gracias a ella pudo compensar esta actitud testaruda con el solaz que tan solo la música y la buena lectura brindan. Nadie podría creer que a pesar de su fachada poco amigable pudiera esconderse un niño con afán de devorar cada libro en la enorme estantería ubicada en el despacho del otrora inquisidor Capet. Y fue el piano, una válvula de escape, que le permitió danzar con sus demonios internos los cuales se sustentaban de estos retazos de recuerdos día tras día. Solo eso. La música era un puente de salvación que evitó que tocara fondo definitivamente.

Esa noche particularmente se tomó la libertad de salir a caminar por las calles parisinas, su humor estaba controlado incluso podría atreverse a decir que estaba pasando por una buena racha. Respiró el aire fresco, recorrió cada calle, cada plazuela y por unos instantes imaginó aquellos paseos de la mano de Ishbel, como lo haría cualquier otro matrimonio en el regocijo de una paz deseada. A pesar de ser residente, seguía siendo un extraño en este mundo de fantasía llamado París, conocía poco de sus lugares aunado a su nulo ánimo por descubrir nuevos rumbos le cerraba la posibilidad de dirigirse hacia algún lugar en particular.

No obstante la música seguía siendo un motor de escape en sus visiones turbulentas de aquel pasado nostálgico. Siempre se había imagino como sería entender de este arte desde otra perspectiva, es decir, como simple oyente. Se permitió caminar hacia su interior, las personas apenas estaban arribando al lugar y sin embargo estaba casi repleto, tomó asiento finalmente dispuesto a disfrutar de una velada tranquila, pasando como un ser humano común y corriente, uno que no buscaba venganza y poseía la consciencia tranquila. Apartado de toda esa oscuridad que parecía engullirle en sus lastimeras fauces.

por **Lawrence Liebharts-Koth** Mar Dic 20, 2016 6:03 pm

Cerró los ojos aguardando a que la melodía de aquellos excelsos músicos le trajeran un poco de paz, una sensación que le había abandonado desde hace un par de años. Su vestimenta le cubría del frio otoñal que empezaba a sentirse, pero no era suficiente cuando lo que necesitaba en realidad era deshacerse de aquella monstruosidad que yacía en su interior. Los murmullos de una audiencia impaciente se acallaban poco a poco cuando los instrumentos eran afinados con maestría por sus ejecutores. Tenía la mente absorta, sabía que su nueva condición sobrenatural le causaría problemas si no aprendía a manejar ese don maldito. No obstante su última transformación había sido en una zona alejada, evitando así mayores complicaciones. Suspiró dispuesto a apartar por unas horas ese dolor cuando una voz que reconocería aun si estuviese inconsciente golpeó sus oídos.

No había razonado las oraciones expresadas por la mujer hasta que ella se dejó ver completamente frente a él. Contempló admirado como se colocaba a su lado.

–Janine pero ¿Qué haces aquí? Es decir, que grata sorpresa–

Con dificultad Siarl sonrió a su vieja amiga que a decir verdad se había convertido más en una hermana. Le conocía a la perfección así como ella a él, lamentó no poder disfrutar del espectáculo a solas pero agradeció que su compañía en esa noche fuera la de Janine.

–Ciertamente ha pasado mucho, mucho tiempo–

Con dificultad se levantó de su asiento para darle un abrazo fraternal, retomó enseguida su lugar a lado de su nueva acompañante pues el maestro de la orquesta anunciaba que el número estaba por comenzar, aún flotaba una interrogante más en el aire expuesta por ella, pero Siarl necesitaba un poco más de tiempo para dar una réplica convincente.

–Tenemos muchas cosas de que hablar, mientras tanto te parece si disfrutamos el espectáculo–

Sonrió pesaroso. Y en ese espacio donde la sinfonía se desarrollaba aguardaba impaciente para hallar la manera adecuada de explicarle porque ya no se le veía por los cuarteles, porque había dejado la indumentaria propia de la organización sacra, la cual alguna vez le resguardó. Siarl era un hombre que aborrecía dar explicaciones sino se las pedían, así era su carácter hosco, pero únicamente cuando el dolor era demasiado fuerte para soportar mostraba esa fachada. A esas alturas seguramente Janine ya había notado algo extraño en él, pero no mencionó nada, dejó que su fachada mundana hiciera el trabajo por un par de horas, donde olvidó su nueva naturaleza asesina.

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