En la riqueza y en la pobreza...Hasta que la muerte nos separe.

Recuerdo del primer mensaje :

~~~~ Este tema es la continuación de esta historia --> http://www.victorianvampires.com/t35326p50-vuelve-a-haber-carne-en-el-menu-privado ~~~~


Llegó el ansiado día de la boda de Elora con Mauritz. Ansiado por todos, para poder rubricar un bonito final en breve; ansiado por el propio Mauritz preso de los hechizos y manipulaciones de la bruja, y nada deseado por su suegra, la madre del novio, que veía como su adorado hijo se casaba con una sucia e inmunda rata de cloaca, salida de los suburbios de París, que con malas artes lo había enajenado.

En medio de ese bonito clima familiar, se había preparado una fiesta para trescientas personas. La mansión había sido un hervidero a todas horas, con lo cual nadie prestaba la menor atención a Xaryne, que era la que llevaba personalmente a madame Buisson a cualquier lugar donde ella necesitaba ir, ni a Jana, su doncella personal que la había salvado de tantas noches de agonía con aquel cerdo.

La ceremonia se oficiaría en el jardín y luego la comida se serviría dentro, en los amplios salones, tipo catering, porque no habían mesas y sillas suficientes para tanta gente. Las mesas largas allí instaladas estaban repletas hasta los topes de comida y bebida, y sólo habían despejado el salón de baile para ese menester y la biblioteca para que los caballeros se sentaran a jugar a cartas o lo que quisieran. En París no se podía contar con el tiempo como aliado, así que todo estaba preparado augurando la llovizna. Si luego salía bueno, podrían trasladar a los músicos al exterior y bailar allí, pero nunca se sabía.

Elora había elegido un vestido de cuerpo de encaje bordado en pedrería color marfil, de cuello alto y mangas largas, con polisón de seda. Su melena oscura estaba recogida en la coronilla y salpicada de pequeña perlas. Estaba guapa, pero no era para nada su estilo. Elegante y refinada, sí. Pero a ella le faltaba el toque de color, o un escote bonito. Bueno, ya tendría tiempo para vestirse como le diera la real gana, pero ahora tocaba aparentar. Después de ese día y de estampar su firma en el papel, pasaría a ser miembro de pleno derecho en la alta sociedad. Tendría un apellido "respetable" y una fortuna considerable. Si su madre pudiera verla ahora...no más hambre, ni más noches de dormir bajo puentes entre la basura, no más rechazo ni burlas. Ciertamente no sentía ningun remordimiento sobre lo que iba a hacer.

Xaryne lo estaba pasando mal, conforme avanzaban los días se ponía de peor humor. Había tratado de recordarle que ellas no podía unirse formalmente, era algo imposible. Pero así al menos, tendrían seguridad económica. En el fondo de su ser, Elora temía que Xaryne no regresase algun día. ¿Y entonces qué? ¿Qué pasaría? si al menos podía conseguir que se quedase junto a ella en una vida cómoda, el máximo de tiempo posible, podría reducir las posibilidades de un destino fatal.

Lo habían hablado infinidad de veces, y sabía que la alemana lo entendía, pero tampoco podía evitar estar de mala leche. Le advirtió por activa y por pasiva, que viera lo que viera...era mentira. Odiaba a Mauritz, y tendría que fingir delante de 300 personas que era el amor de su vida. Ella estaba lista, pero Xaryne no.

Tocaron a la puerta. Era la hora. Jana la acompañó hasta la escalera donde la esperaban las damas de honor que eran unas amigas de la familia, prestas a recogerle el velo y la cola. La bruja había elegido un velo bastante tupido para evitar que se trasluciese alguna expresión de fastidio o disgusto, y bastante cola para tener la excusa de que con tanto lo de vestido no podía bailar en condiciones.

Los músicos empezaron a tocar y ella bajó las escaleras llenando de aire los pulmones. Le había dicho a su padre que estuviera allí para recogerla. ¿Lo estaría? con Leif nunca se sabía.

Salí del restaurante acompañada de Gael. Los dos íbamos de cuero, vestidos de cazadores y juntos. Como en los viejos tiempos. A pesar de que la inquietud me atenazaba con un ligero pinchazo, el pensamiento de las cacerías pasadas codo con codo me hizo sonreír. Si por separado nos habíamos ganado un nombre, juntos éramos imparables. Nos compenetrábamos perfectamente en combate, sabíamos hacia dónde iría cada uno y los puntos flacos de uno siempre los cubría el otro. No había mejor campo para mejorar la confianza que el de la batalla, y nosotros teníamos demasiadas a nuestras espaldas. Alejé esos nostálgicos pensamientos de mi cabeza y me centré. Teníamos algo importante entre manos.

Zaros y Helios, tan imponentes como negro era el color de sus pelajes, nos llevaron cabalgando hasta un claro del bosque, cercano a la cabaña que constituía nuestro objetivo. Bajamos de las monturas y nos acercamos sigilosamente al lugar. Automáticamente nos pusimos en modo caza, adoptando una postura de combate y sacando nuestras armas. Las cimitarras de plata brillaban en mis manos como si reflejaran la totalidad de la luna, así que opté por guardarlas y saqué una estaca afilada de la funda de mi muslo. Para mi mano derecha elegí el cuchillo de ébano, tan negro negro y letal como lo era mi apodo.

De repente, algo llamó mi atención y supuse que también la de Gael. Escuchamos el característico sonido del movimiento de los pies de dos inmortales sobre las hojas, más ligero y rápido que el de los humanos. En cinco segundos estábamos subidos y agazapados en la rama de un árbol desde donde se veía la cabaña. Entorné los ojos mientras esperaba el más ligero movimiento. Susurré:
- Tenemos compañía.

Un potente tufo a muerto invadió sus fosas nasales cuando aún rondaba los alrededores. Muy distinto al de humano muerto, más cercano al que desprendía el cementerio los días más cálidos de verano. No era la primera vez que lo olía, no obstante seguía siendo un misterio para el lobo. Los vampiros no solían deambular por el bosque, no había nada para ellos que cazar de noche, los únicos encuentros que tuvo con aquellos seres se limitaban a Leif el humano mientras frecuentaba las tabernas. Ante una nueva y desconocida amenaza el lobo no quiso quedarse al margen y, dejando el pedazo de tela de Elora en el suelo, dio media vuelta y se dirigió a la fuente de aquel hedor.

De vuelta a la cabaña los olores se mezclaban. Antes de ver a los humanos se percató del cuerpo de uno de los vampiros al que rápidamente fue a inspeccionar, agazapado y aparentemente sereno concentrado en familiarizarse con ese olor y aprender de él. Fue el sonido de latidos lo que le alertó, alzando las orejas antes que la cabeza se encontró de frente con dos humanos que antes no estaban ahí. La carne de su hocico, aún empapada con la sangre del festín anterior, reculó dejando a la vista una hilera de largos y gruesos dientes mientras un gruñido nacía en su interior.

Humanos en su territorio, aquello no podía permitirlo. Lanzó un par de bramidos y se abalanzó hacia uno de ellos, el más grande de los dos, tirándolo al suelo con la fuerza de sus patas. De sus fauces cayó saliva carmesí al rostro del cazador...

Estaba recogiendo mi cuchillo de ébano de la frente del vampiro que acababa de matar cuando escuchamos un bramido imponente, que provocó que los dos miráramos hacia atrás. No nos dio tiempo a reaccionar cuando una oscura mole peluda cayó encima de Gael. Lo reconocí de inmediato. Leif. Ningún otro licántropo deambularía por ese territorio y seguiría vivo con el padre de Elora rondando una noche de luna llena. Mierda.

En medio segundo saqué mis cimitarras y me abalancé sobre el enorme lobo. estaba claro que ninguno de los dos teníamos la fuerza de un licántropo, aunque superáramos con creces la media humana por nuestro entrenamiento. Pero sí teníamos velocidad.

Aproveché que aún les duraba el impulso de la caída de Gael para abalanzarme en masa sobre el lobo, que si bien no lo lanzó muy lejos, tuvo la fuerza suficiente para poder agarrar la cazadora de Gael y levantarlo.
Nos pusimos en guardia y se hizo el silencio, tan sólo roto por la respiración pesada del lobo mientras medíamos nuestras fuerzas con la mirada. Mi cuerpo se encontraba tenso, así como el de mi compañero. Hablé sin dejar de mirar a la bestia.
- Gael, es Leif, qué coño hacemos. No podemos matarlo... no podemos hacerle eso a Elora.
Si quisiéramos matarlo, por separado no tendríamos oportunidad, apero entre los dos le equiparábamos las fuerzas y el combate estaría más igualado. Aunque existía el factor de que un mordisco de aquella criatura depararía un desenlace peor que la muerte.

No podíamos hacerle eso a Elora, pero si la cosa se ponía fea, no tendríamos más remedio que luchar. Esperé cualquier movimiento de alguno de los dos, sin tener muy claro cómo proceder. Estaba acostumbrada a matar a todo lo que se interponía en mi camino, huir nunca había sido una opción para la Muerte Negra... hasta ahora.