Una señorita no debería... ·Libre·

por **Mackenzie Rackham** Miér Oct 26, 2016 4:25 pm

Hay situaciones en la vida que te lleva a experimentarla de distinto modo que los demás. Por ello, no significa que sea peor sino quizás, para otros sea un modo más divertido o sufrido de experimentar la vida como se conoce. Para ella, una muchacha criada en alta mar, ciertos comportamientos estaban prohibidos para la sociedad, pero sin embargo ella, con su gracia innata sabía sobrellevar bien eso de parecer otra persona, aunque quedaba claro que no le gustaba tener que aparentar. Aún así, todo puerto no era el mismo, no todos los marineros de agua salada sabían entender o habían visto siquiera una vez en su vida a una mujer de su calibre.
Ella no se consideraba princesa, ni tampoco bajuna, simplemente se divertía de un modo natural, viendo o haciendo que las personas trabajasen en lo que significaba cambiar radicalmente de mentalidad, ya que una vez la veían en plenitud, nadie, absolutamente nadie lograba olvidarla. Ya sea en el buen o mal sentido.
Mackenzie no era especialmente sensual, ella parecía comportarse como si siempre tuviese muy cerca a su niña interior, como si tratase la vida como un mero juego de niños, haciendo del mundo su patio de recreo particular.

Hace tan sólo unas horas que había bajado del barco, quizás hubiesen pasado días ya que una vez en tierra firme parecía que ésta le causase somnolencia, dejándola dormir al menos por un día y medio. Una vez al despertar, se atavió con las ropas que le habían hecho llegar pero ella, disgustada por el modo de vestir de las mujeres decidió hacer un pequeño arreglo al vestido.
Se atavió con una camisa blanca, que dejaba entrever sus hombros bien marcados y un escote que permanecía oculto pajo un cordel que dejaba todo en su lugar, sin embargo, de aquel vestido tomó la falda y colocándose las botas decidió bajar a aquella cantina en la cual había decidido quedarse por una mera semana. Allí, borrachos y demases hacían de aquel lugar un entorno algo más divertido y alejado de los problemas, como si allí tan sólo hiciese falta el ron y mala música para hacer que todos estuvieran felices. en su terreno. Ella, ya se sentía en aqwuel lugar como una más, no conocía a nadie en especial, pero su risa se escuchaba por doquier y aquella risa exagerada se difuminaba entre el humo y el alcohol que se respiraba allí dentro. La música, como cualquier verbena auguraba una apacible noche, llena de carcajadas ehistorias que cualquiera se moriría por oír, incluso aquellos hombres creían que se trataban de meras historietas lo único que no sabían es que ella había vivido por experiencia propia todas y cada una de ellas.

Y allí estaba, Mackenzie subida a una mesa, agachada a la altura de todos y con un cuchillo en la mano, para hacer más creíble y divertida aquella narrativa.

por **Jeff** Lun Nov 07, 2016 3:56 am

Casualidades de la vida, o del destino, Jeff también estaba allí. El cambiante iba ya por su tercera cerveza cuando un par de carcajadas llamaron su atención. Se levantó del sitio, curioso como él solo, y se acercó a un grupo de personas que rodeaban a una mujer encima de la mesa. Le sorprendió ligeramente, pero también le resultó divertida la escena, y por eso se acercó un poco más al grupo de personas. Tenía curiosidad por escuchar lo que aquella mujer contaba.

¿Si era cierto o no lo que escuchaba? Eso ya no lo sabía. Pero, teniendo en cuenta que la protagonista estaba subida a una mesa contando sus batallas, saltaba a la vista que aquella no era una mujer cualquiera. Por tanto, tal vez, sí fuera cierta aquella historia. Y para qué engañarnos, ya no sólo por el físico, llamó bastante la atención de Jeff. Interesante, atractiva y divertida. Serían los tres adjetivos con los que describiría a aquella mujer, de momento. Y se moría de ganas por añadir más adjetivos a la lista.

Se terminó la copa y la posó sobre la misma mesa en la que se encontraba la mujer segundos antes de dejarse llevar por su impulsividad y adicción a la adrenalina. Por esa razón, mientras ella hablaba con el público, él se subió a la mesa desde detrás de ella, para quedar tras la espalda de la mujer y que ésta no le viera todavía. Prefería hacerse notar con la voz.

- Y entonces, de repente, un apuesto joven apareció -anunció, lo suficientemente alto como para que le escuchasen los presentes y la mujer, metiéndose de lleno en la historia, probablemente cuando lo mejor de la historia de la desconocida estaba por llegar. Interrumpiendo, efectivamente, en el mejor momento. Pero es que, desde el punto de vista de Jeff, lo mejor de la historia lo iba a contar él. Y por eso, completamente divertido con la situación, se permitió el lujo de continuar aquella historia improvisada - El joven apuesto agarró por la cintura a la hermosa mujer que tenía ahora delante - efectivamente, narraba la historia como si ya hubiera pasado y, a la vez, la recreaba con sus actos. Y agarró a la joven por la cintura, llegando incluso a inclinarse sobre ella, como si se tratara del bonito final de un baile, para añadirle más teatro a su actuación - Y le robó un beso - simple y llanamente, le robó un beso a la desconocida, interceptando los labios de ésta con los suyos propios en busca de un simple pero intenso beso.

"Bien, Jeff, seguro que ya la has enamorado", se dijo a sí mismo. Mientras atrapaba los labios de la mujer, se pudieron escuchar algunas que otras carcajadas, incluso algún aplauso o expresiones de sorpresa y ternura.

Acababa de añadirle un buen final a la historia, ¿verdad? Por eso esperaba que ella no lo continuase con un 'Y la mujer le clavó el cuchillo que llevaba en la mano al apuesto joven en el estómago por gilipollas. Fin'.

por **Mackenzie Rackham** Vie Dic 02, 2016 9:03 am

La velada auguraba buenas historias y cada cual desde su punto de vista podría recordarla como algo ameno o quizás memorable. ¿Por qué memorable? Por el simple hecho de que al acercarse a ella se habían saltado quizás un millón de normas que ella misma había impuesto para con cualquier hombre se se tomara las libertades suficientes como para cortejarla. Si, era bonita y ella lo sabía pero eso en lugar de ayudarla le traía nada más que tipos raros que pretendían algo que ella jamás les daría.
- Y el apuesto caballero se quedó sin pelotas y vivió para siempre con voz de pito.- Mackenzie esbozó una sonrisa tras el beso, no porque le gustase, sino porque acababa de rajarle la tela de la entrepierna a aquel muchacho, que bien podría dejar sus "atributos" al aire. Mackenzie miró hacia aquella zona y se llevó la punta de los dedos hacia los labios, riéndose, como si acabase de hacer la mayor travesura de su vida. - Oops suerte que no te las he cortado, no sé cómo te llamarás, pero te llamarán el pelotas, no sé si por haberlas tenido para besarme o porque te las han visto todo el mundo.- Dijo ´mirándole con cierto tono de advertencia, sin dejar de lado el "humor" con el que se había tomado todo ese desastre. - Por cierto, creo que a ojo loco le gustas.

Mackenzie se echó a reir, creyéndose vencedora y bajó de la mesa pateando un par de jarras que se encontraban en su camino, directa a pedir algo para saciar su sed; necesitaba beber más que nunca, o sinó aquel saldría peor que cualquier hombre que hubiese intentado hacer lo mismo con ella en cualquier otra situación menos cómica.

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