AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Winter is coming [Privado]
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Winter is coming [Privado]
La noche había sido testigo de cómo mi hermana y yo abandonábamos aquella posada evitando las miradas de todos, evitando cruzarnos con todos. Aquella sería la primera vez que ambas abandonáramos aquellos parajes. Ya no volveríamos a sentir esas cálidas mañanas que daban paso a las frías tardes de otoño con sus gélidas noches que parecían clamar con el grito de la ventisca una sola cosa: Se acerca el invierno. El invierno llegaba y yo, Winter Van der Faye me iba para siempre de aquellas tierras que me habían visto nacer y crecer hasta llegar a ser la mujer que hoy era; una mujer con un corazón tan frío como las noches de invierno.
No sabía cómo me había dejado convencer. Esto era un error y, si todavía no lo era, lo acabaría siendo tarde o temprano. Yo había asumido gustosa la culpa de aquel asesinato, al fin y al cabo, no sería la primera ni la última vez que un hombre lobo moría entre mis manos; no, no era la culpa lo que me carcomía por dentro mientras ambas cabalgábamos en la noche, sin palabras, sin mirarnos sin atrevernos si quiera a respirar más fuerte que lo hacía la otra. Ambas temíamos lo que pasaría cuando ese incómodo silencio se rompiera en mil pedazos, ambas temíamos lo que dijera la otra cuando eso ocurriera. Podía soportar la decepción de mis padres, el rechazo de aquellos que nos rodeaban cuando se habían enterado de mi crimen, pero si había algo que jamás podría soportar era que mi hermana me mirara con miedo, miedo por algo que, por primera vez en mucho tiempo, no había hecho yo. Algo que ella había cometido y que ella desconocía, o al menos se había convencido por completo de ello.
La conocía como si fuera una extensión de mi cuerpo y sabía que ella también sentía miedo, pero no era a mi a quien temía. Temía que tras este incidente mis muros de hielo que siempre se derretían para ella, se hicieran infranqueables. Temía que yo pensara que ella me tenía miedo y la apartara de mi lado por este motivo. Temía que ya no volviéramos a ser las mismas de siempre, que este crimen y mi huida me hubieran alejado de su lado para siempre.
-Ya estamos llegando- dije sin apartar mis ojos del horizonte, sin atrever a clavar mis azulados orbes en los de mi hermana –Es una estupidez que hayas venido Summer- en esta ocasión mis ojos si se desviaron hasta posar la mirada sobre el rostro de mi hermana. No entendía por qué había decidido seguir mis pasos hasta esa ciudad, hasta mi exilio. ¿Acaso no entendía que esto no era un entrenamiento? Siguiéndome hasta nuestra residencia en París se jugaba la vida siendo un rastro más para esos licántropos despiadados. Y, no solo eso, si nos topábamos con ellos ella no sería más que un estorbo, una debilidad que yo no me podía permitir si quería mantenernos a ambas con vida.
Temía el momento en que aquello ocurriera. Conocía a Summer y sabía positivamente que, cuando viera a un lobo o percibiera la sensación de peligro, volvería a descontrolarse y quién sabía si esta vez lograría entrar en trance y no recordar nada de lo que había ocurrido. La conocía y sabía que si algún día se enteraba de su brutalidad perdería el control, se pondría histérica. Ella no era fría y metódica como yo. Yo era la técnica perfeccionada, ella los sentimientos que te hacían conseguir todo lo que se propusiera. Sentimientos por los que ella se dejaría llevar, sentimientos como el miedo o el bloqueo por la sangre en las manos... Y si ella se bloqueaba yo no podría luchar, no podía dejarla desprotegida, y así lo único que conseguiríamos sería morir las dos a manos de aquellos seres, engendros de la naturaleza.
Podía sentir como sus ojos grandes me observaban sin comprender por qué la rechazaba de aquella manera ¿Acaso no era evidente? No quería ponerla en peligro, no quería siquiera que tuviera que plantearse la idea de no volver a casa porque sí, los lobos sabrían quién había matado a ese cachorro y sí, vendrían por mi, para matarme y, cuando eso ocurriera no quería que Summer estuviera cerca. No quería que ataran cabos, no quería que descubrieran que eran sus manos las que estaban manchadas de sangre, la sangre de un niño.
-No me mires así Summer. Sabes tanto como yo que este viaje es una estupidez por tu parte. Cualquier cazador con dos dedos de frente sabe que dos rastros son más fáciles de seguir que uno solo- Apreté las riendas de mi caballo. Debía alzar los muros, hacerlo por primera vez con ella, para así ahuyentarla y quemar mi último cartucho para que diera la vuelta y regresara a la seguridad de nuestro hogar- Eres una carga para mi en este viaje Summer, y lo serás aún más cuando pisemos el suelo de París. Te conozco y llamarás la atención, harás amigos y eso sólo les dará a esas bestias el sendero hacia nuestra casa para servirnos a su alfa en bandeja de plata. Nos matarás a las dos- estaba siendo cruel, lo sabía, pero era necesario. Necesitaba romper su frágil corazón en pedazos si quería que diera la vuelta y viviera. Podía soportar su odio, por mucho que me doliera, pero jamás podría perdonarme si le pasaba algo a ella. Apreté los dientes y sentí como mis nudillos palidecían al hacer lo propio con las riendas del caballo y decir las palabras que sabían que abrirían una brecha entre nosotras -Así que haz algo inteligente por una vez en tu vida y vuelve a casa. Padre y madre estarán encantados de que vuelvas y yo les quitaré un peso de encima. Usa por una vez la cabeza y vuelve a Holanda, no te necesito-
No sabía cómo me había dejado convencer. Esto era un error y, si todavía no lo era, lo acabaría siendo tarde o temprano. Yo había asumido gustosa la culpa de aquel asesinato, al fin y al cabo, no sería la primera ni la última vez que un hombre lobo moría entre mis manos; no, no era la culpa lo que me carcomía por dentro mientras ambas cabalgábamos en la noche, sin palabras, sin mirarnos sin atrevernos si quiera a respirar más fuerte que lo hacía la otra. Ambas temíamos lo que pasaría cuando ese incómodo silencio se rompiera en mil pedazos, ambas temíamos lo que dijera la otra cuando eso ocurriera. Podía soportar la decepción de mis padres, el rechazo de aquellos que nos rodeaban cuando se habían enterado de mi crimen, pero si había algo que jamás podría soportar era que mi hermana me mirara con miedo, miedo por algo que, por primera vez en mucho tiempo, no había hecho yo. Algo que ella había cometido y que ella desconocía, o al menos se había convencido por completo de ello.
La conocía como si fuera una extensión de mi cuerpo y sabía que ella también sentía miedo, pero no era a mi a quien temía. Temía que tras este incidente mis muros de hielo que siempre se derretían para ella, se hicieran infranqueables. Temía que yo pensara que ella me tenía miedo y la apartara de mi lado por este motivo. Temía que ya no volviéramos a ser las mismas de siempre, que este crimen y mi huida me hubieran alejado de su lado para siempre.
-Ya estamos llegando- dije sin apartar mis ojos del horizonte, sin atrever a clavar mis azulados orbes en los de mi hermana –Es una estupidez que hayas venido Summer- en esta ocasión mis ojos si se desviaron hasta posar la mirada sobre el rostro de mi hermana. No entendía por qué había decidido seguir mis pasos hasta esa ciudad, hasta mi exilio. ¿Acaso no entendía que esto no era un entrenamiento? Siguiéndome hasta nuestra residencia en París se jugaba la vida siendo un rastro más para esos licántropos despiadados. Y, no solo eso, si nos topábamos con ellos ella no sería más que un estorbo, una debilidad que yo no me podía permitir si quería mantenernos a ambas con vida.
Temía el momento en que aquello ocurriera. Conocía a Summer y sabía positivamente que, cuando viera a un lobo o percibiera la sensación de peligro, volvería a descontrolarse y quién sabía si esta vez lograría entrar en trance y no recordar nada de lo que había ocurrido. La conocía y sabía que si algún día se enteraba de su brutalidad perdería el control, se pondría histérica. Ella no era fría y metódica como yo. Yo era la técnica perfeccionada, ella los sentimientos que te hacían conseguir todo lo que se propusiera. Sentimientos por los que ella se dejaría llevar, sentimientos como el miedo o el bloqueo por la sangre en las manos... Y si ella se bloqueaba yo no podría luchar, no podía dejarla desprotegida, y así lo único que conseguiríamos sería morir las dos a manos de aquellos seres, engendros de la naturaleza.
Podía sentir como sus ojos grandes me observaban sin comprender por qué la rechazaba de aquella manera ¿Acaso no era evidente? No quería ponerla en peligro, no quería siquiera que tuviera que plantearse la idea de no volver a casa porque sí, los lobos sabrían quién había matado a ese cachorro y sí, vendrían por mi, para matarme y, cuando eso ocurriera no quería que Summer estuviera cerca. No quería que ataran cabos, no quería que descubrieran que eran sus manos las que estaban manchadas de sangre, la sangre de un niño.
-No me mires así Summer. Sabes tanto como yo que este viaje es una estupidez por tu parte. Cualquier cazador con dos dedos de frente sabe que dos rastros son más fáciles de seguir que uno solo- Apreté las riendas de mi caballo. Debía alzar los muros, hacerlo por primera vez con ella, para así ahuyentarla y quemar mi último cartucho para que diera la vuelta y regresara a la seguridad de nuestro hogar- Eres una carga para mi en este viaje Summer, y lo serás aún más cuando pisemos el suelo de París. Te conozco y llamarás la atención, harás amigos y eso sólo les dará a esas bestias el sendero hacia nuestra casa para servirnos a su alfa en bandeja de plata. Nos matarás a las dos- estaba siendo cruel, lo sabía, pero era necesario. Necesitaba romper su frágil corazón en pedazos si quería que diera la vuelta y viviera. Podía soportar su odio, por mucho que me doliera, pero jamás podría perdonarme si le pasaba algo a ella. Apreté los dientes y sentí como mis nudillos palidecían al hacer lo propio con las riendas del caballo y decir las palabras que sabían que abrirían una brecha entre nosotras -Así que haz algo inteligente por una vez en tu vida y vuelve a casa. Padre y madre estarán encantados de que vuelvas y yo les quitaré un peso de encima. Usa por una vez la cabeza y vuelve a Holanda, no te necesito-
Winter Van der Faye- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/11/2016
Re: Winter is coming [Privado]
El frío de esa noche otoñal que llamaba al invierno se le colaba en los huesos como dagas afiladas que le pedían a gritos que volviera a su casa, a su cama, que se cubriera con sus sábanas y se refugiara en los brazos de su madre hasta dormirse. Pero nunca le había dado miedo el invierno. Para ella, el invierno había sido un refugio, había crecido con el invierno a su lado, como compañero, amigo y hermano, entedía el invierno y lo amaba con todas sus fuerzas, porque para ella, invierno, significaba su otra mitad, su hermana.
El silencio entre ellas, en ese momento, pesaba como una losa, era extraño, Winter solía ser silenciosa, ¿pero ella? Ella rellenaba los silencios con risas, monologos interminables que sacaban a penas una sonrisa de Winter y charlas sinsentido que acababan llevándola a conclusiones ridículas. En ese momento, sin embargo, temía hablar, porque sospechaba lo que, finalmente, le contestaría su hermana. Tenía miedo, Winter se alejaba de todo, porque no necesitaba a nadie. Era fuerte, pero ella no.
No quería que Winter se alejase, no podía creer aun que ella hubiera matado a ese cachorro, a ese niño, era tan controlada, tan fuerte, nunca perdería el control como para matar a nadie, no, no ella. Si lo había hecho debía haber una razón para ello, tal vez el licántropo estaba descontrolado, tal vez había intentado hacerle daño, tal vez le había hecho daño de algún modo, podía haber mil razones por las que había sucedido eso, y ninguna le parecía descabellada, no comprendía porque su hermana había querido huir en medio de la noche, pero si sabía que no la dejaría sola.
Poco quedaba para llegar a su residencia en París, hecharía de menos las nevadas en los campos de tulipanes, y las veladas familiares junto a la chimenea, con su padre trabajando, su madre cosiendo, Winter leyendo y ella intentando leer, intentando porque usualmente acababa molestando a todo el mundo, que se veía obligado a dejar sus tareas y, en muchas ocasiones, reír con ella. Nunca había dejado que las malas situaciones empañaran su estado de ánimo. Ni las pullas, ni las malas caras, ni la frialdad, ni los golpes de sus primos, y no dejaría que lo que había sucedido un mesa atrás la empañase, tampoco.
Sabía que era peligroso, que dejarían mayor rastro juntas, pero prefería arriesgarse a morir y estar junto a su hermana que dejarla sola. Podía ser una persona fuerte y solitaria, pero la decepción de todos los que has conocido no es algo fácil de soportar, y aunque fuera arriesgado, el hecho de que ella estuviera allí, era una muestra silenciosa de que ella no se sentía decepcionada, traicionada ni herida por lo que fuera que hubiera sucedido, no, porque, pasara lo que pasara, ellas siempre serían hermanas.
La miró cuando por fin se rompió el silencio. Sonrió para si en la oscuridad, no, por mucho que Winter lo dijera, no era una estupidez, era una muestra de amor, algo rara, pero Summer nunca había sido una persona común. Aun quedaban lagunas en sus recuerdos, no solo de esa ocasión en el bosque, había habido más veces, más veces en las que había perdido la conciencia, siempre había pasado cuando se sentía en peligro, cuando pensaba que Winter podía salir herida o cuando notaba que la presión la excedía. Su cuerpo parecía reaccionar solo, colapsaba y no recordaba nada hasta que despertaba tirada en un bosque, empapada en sudor, encima de un árbol con peligro de caer o, como en la última ocasión, en su cama, vestida con las ropas de su hermana.
La escuchó tras el largo silencio que las había acercado un poco más a las puertas de la capital, tenía razón, era una estúpida que las estaba poniendo en peligro a ambas, volvía a tener razón, diciéndole que era una carga y, nuevamente, volvía a tener razón en que jamás había hecho nada inteligente, no hasta ese momento, porque su mayor estupidez, era lo más razonable que había hecho nunca. Abandonar a su hermana las mataría a ambas, y aunque era consciente de que Winter se las apañaba sola, también lo era de que la soledad no siempre es buena elección, porque no es lo mismo cuando la eliges, a cuando te la tiran a la cara.
- Tu no me necesitas.- le dijo con una sonrisa suave.- pero yo si te necesito a ti, Wini.- le dijo cuando las rápidas pisadas de sus caballos alcanzaban ya las luces de la ciudad.- Somos hermanas, y eso no lo cambia nada, así que tendrás que aguantarme algo más, aunque sea una carga.- le sonrió abiertamente alcanzando la entrada de París, sería una carga, pero no a dejaría sola, por mucho que ella creyese que era lo mejor, Summer sabía que no era lo mismo estar sola que sentirse sola, y que, si Winter se alejaba de todos en ese momento, el estar, pasaría a ser sentir.
Ella se sentía en soledad constantemente, no era especialmente apreciada en su hogar, no por sus padres, que la adoraban, si no por los "amigos" que debería tener y no tenía, estaba rodeada de gente, pero solo una persona la hacía sentir acompañada, por mucho que se empeñara en rechazarla. Winter jamás había sentido esa soledad, porque no parecía necesitar a nadie, pero cuando ese sentimiento hiciera mella en ella, probablemente la rompería, y no quería saber como era Winter rota, así que haría lo que hiciera falta, sería una carga, se haría odiar, lo que fuera, con tal de que su hermana siguiera entera.
- Vamos, estamos llegando a París.- sonrió acelerando el galope del animal, estaba impaciente por llegar a su casa en las afueras.
El silencio entre ellas, en ese momento, pesaba como una losa, era extraño, Winter solía ser silenciosa, ¿pero ella? Ella rellenaba los silencios con risas, monologos interminables que sacaban a penas una sonrisa de Winter y charlas sinsentido que acababan llevándola a conclusiones ridículas. En ese momento, sin embargo, temía hablar, porque sospechaba lo que, finalmente, le contestaría su hermana. Tenía miedo, Winter se alejaba de todo, porque no necesitaba a nadie. Era fuerte, pero ella no.
No quería que Winter se alejase, no podía creer aun que ella hubiera matado a ese cachorro, a ese niño, era tan controlada, tan fuerte, nunca perdería el control como para matar a nadie, no, no ella. Si lo había hecho debía haber una razón para ello, tal vez el licántropo estaba descontrolado, tal vez había intentado hacerle daño, tal vez le había hecho daño de algún modo, podía haber mil razones por las que había sucedido eso, y ninguna le parecía descabellada, no comprendía porque su hermana había querido huir en medio de la noche, pero si sabía que no la dejaría sola.
Poco quedaba para llegar a su residencia en París, hecharía de menos las nevadas en los campos de tulipanes, y las veladas familiares junto a la chimenea, con su padre trabajando, su madre cosiendo, Winter leyendo y ella intentando leer, intentando porque usualmente acababa molestando a todo el mundo, que se veía obligado a dejar sus tareas y, en muchas ocasiones, reír con ella. Nunca había dejado que las malas situaciones empañaran su estado de ánimo. Ni las pullas, ni las malas caras, ni la frialdad, ni los golpes de sus primos, y no dejaría que lo que había sucedido un mesa atrás la empañase, tampoco.
Sabía que era peligroso, que dejarían mayor rastro juntas, pero prefería arriesgarse a morir y estar junto a su hermana que dejarla sola. Podía ser una persona fuerte y solitaria, pero la decepción de todos los que has conocido no es algo fácil de soportar, y aunque fuera arriesgado, el hecho de que ella estuviera allí, era una muestra silenciosa de que ella no se sentía decepcionada, traicionada ni herida por lo que fuera que hubiera sucedido, no, porque, pasara lo que pasara, ellas siempre serían hermanas.
La miró cuando por fin se rompió el silencio. Sonrió para si en la oscuridad, no, por mucho que Winter lo dijera, no era una estupidez, era una muestra de amor, algo rara, pero Summer nunca había sido una persona común. Aun quedaban lagunas en sus recuerdos, no solo de esa ocasión en el bosque, había habido más veces, más veces en las que había perdido la conciencia, siempre había pasado cuando se sentía en peligro, cuando pensaba que Winter podía salir herida o cuando notaba que la presión la excedía. Su cuerpo parecía reaccionar solo, colapsaba y no recordaba nada hasta que despertaba tirada en un bosque, empapada en sudor, encima de un árbol con peligro de caer o, como en la última ocasión, en su cama, vestida con las ropas de su hermana.
La escuchó tras el largo silencio que las había acercado un poco más a las puertas de la capital, tenía razón, era una estúpida que las estaba poniendo en peligro a ambas, volvía a tener razón, diciéndole que era una carga y, nuevamente, volvía a tener razón en que jamás había hecho nada inteligente, no hasta ese momento, porque su mayor estupidez, era lo más razonable que había hecho nunca. Abandonar a su hermana las mataría a ambas, y aunque era consciente de que Winter se las apañaba sola, también lo era de que la soledad no siempre es buena elección, porque no es lo mismo cuando la eliges, a cuando te la tiran a la cara.
- Tu no me necesitas.- le dijo con una sonrisa suave.- pero yo si te necesito a ti, Wini.- le dijo cuando las rápidas pisadas de sus caballos alcanzaban ya las luces de la ciudad.- Somos hermanas, y eso no lo cambia nada, así que tendrás que aguantarme algo más, aunque sea una carga.- le sonrió abiertamente alcanzando la entrada de París, sería una carga, pero no a dejaría sola, por mucho que ella creyese que era lo mejor, Summer sabía que no era lo mismo estar sola que sentirse sola, y que, si Winter se alejaba de todos en ese momento, el estar, pasaría a ser sentir.
Ella se sentía en soledad constantemente, no era especialmente apreciada en su hogar, no por sus padres, que la adoraban, si no por los "amigos" que debería tener y no tenía, estaba rodeada de gente, pero solo una persona la hacía sentir acompañada, por mucho que se empeñara en rechazarla. Winter jamás había sentido esa soledad, porque no parecía necesitar a nadie, pero cuando ese sentimiento hiciera mella en ella, probablemente la rompería, y no quería saber como era Winter rota, así que haría lo que hiciera falta, sería una carga, se haría odiar, lo que fuera, con tal de que su hermana siguiera entera.
- Vamos, estamos llegando a París.- sonrió acelerando el galope del animal, estaba impaciente por llegar a su casa en las afueras.
Summer Van der Faye- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 54
Fecha de inscripción : 10/11/2016
Re: Winter is coming [Privado]
Si había algo que nos asemejaba a las dos hermanas era sin duda la testarudez. Poco importaba lo que nos dijeran, si lo decían por nuestro bien o si nos ahorraría problemas futuros, pues cuando algo se nos metía entre ceja y ceja no había nadie que nos hiciera cambiar de opinión. A Summer se le había metido entre ceja y ceja acompañarme allá donde fuera, salvarme de mi misma, pero lo que no había tenido en cuenta era que yo no necesitaba ser salvada, no quería que me salvaran.
Era ella la que precisaba de una salvación, de ser rescatada de sus propias fauces y de sus instintos. Si yo estuviera en su lugar estaría encantada, el saber que mis instintos podían volverme letal, despiadada y más eficaz aún como cazadora. No tenía remordimientos en lo que a los seres sobrenaturales se refería y poco me importaba si morían de manera rápida o lenta, si era una muerte justa o injusta. Eran una aberración, debían ser eliminados. Esas eran las opiniones de los cazadores fríos, aquellos que tenían el corazón endurecido como yo, pero Summer no era así. Summer era dulce, era el rayo de sol en el invierno que calentaba a cualquiera con su presencia haciéndole esbozar una sonrisa. Esa era Summer y por eso, su cerebro le hacía perder la conciencia para que su corazón no se rompiera en mil pedazos cada vez que su instinto salía al exterior.
Ella pensaba que la culpa estaría destruyéndome, o quizá que la decepción y los reproches pintados en el rostro de los míos podía hacer que me rompiera. Poco me importaba lo que pensara el resto de mi y mis sentimientos, lo único que me importaba era la opinión que tenían de mi como cazadora no como persona. Como persona era un desastre, alguien probablemente disfuncional, pero sabía que nadie podía poner una pega a mi eficacia, a mi técnica y a todo lo relacionado con la caza, y eso era lo que me henchía el pecho de orgullo, no el que alabaran mi buen comportamiento o la bondad de mi corazón.
-Está bien- dije apretando el tacón de mis botas sobre el lomo del animal para así, azuzar al animal y ponerme a la altura de Summer –Te quedarás conmigo, bajo una simple condición- Sus ojos brillaron al ver como cedía ante su sonrisa abierta, sin duda sabía cuál era mi punto flaco. No obstante, en esta ocasión, cuando su vida estaba en peligro, la vida de la única persona que me importaba, no podía permitirme flaquezas -.Escúchame Summer, no voy a repetirlo y no te tomes a broma mis palabras- endurecí mi gesto, sintiendo como mi ceño se fruncía al mirarla y su abierta sonrisa se convertía en una más tímida -Te quedarás conmigo, pero bajo ningún concepto saldrás a cazar sola. Cuando salgas de caza me lo dirás e iremos juntas-
No podía arriesgarme a dejarla sola. No me preocupaba tanto el que se cruzara con la manada e intentaran matarla. Había demostrado que sabía defenderse, que podía matar, que era una cazadora tan buena como lo era yo si no era mejor. Lo que me preocupaba es que volviera a desmayarse, a perder el control y lo hiciera estando sola, sin alguien que pudiera recomponer sus pedazos al despertarse; lo que me preocupaba es que al cazar sola un recuerdo sobreviniera su mente y la bloqueara, pues hasta el mejor cazador podía morir si perdía el dominio de sí mismo, y Summer no destacaba precisamente por ser alguien templado en sus emociones.
Ahora era ella la que fruncía el ceño al ver, quizá, sus planes truncados. Me daba igual que se enfadara conmigo, que me odiara si quería, pero no pensaba permitir que se expusiera a una situación que pudiera costarle la vida –Es innegociable Summer, y como me entere que incumples esa norma, yo misma te llevaré atada a casa con padre y madre. Piénsalo bien, si me haces llevarte de vuelta a casa me expones a un grave peligro, y se que no es lo que deseas, que has venido porque de una manera u otra quieres salvarme Summer. Así que no hagas tonterías ¿vale?-
En esta ocasión fui yo quien apremió al caballo, quería llegar al lugar que ahora sería nuestro hogar. Quería que Summer no replicara, quería llegar, quitarme las ropas que me apretaban el cuerpo y quitarme también el polvo del camino con un largo baño de agua caliente. Un baño que, al mismo tiempo, me aclarara las ideas para vislumbrar qué haríamos una vez en París. Sin duda, lo primordial sería contratar a un servicio discreto y pasar lo más desapercibidas posible. La notoriedad sólo sería un camino de migas que guiaría a esas bestias hacia mi y mi hermana y era yo quién quería encontrarlos. Debía matar al alfa, ser una amenaza para ellos, demostrarles que era alguien con quien no podían meterse si no querían que su manada estuviera marcada por un legado de sangre. Debía ser simplemente Winter, y para eso necesitaba que mi hermana no fuera una distracción o una debilidad.
Espoleé de nuevo al caballo, necesitaba sentir la velocidad y el gélido viento en mi rostro. Necesitaba el frío de ese invierno que se aproximaba a la capital francesa con pasos agigantadas. Necesitaba al invierno, a mi elemento, para que me despejara las ideas y me fortaleciera porque, aunque todas las flores solían florecer en primavera, sólo las más fuertes resistían al invierno. Pronto dejé atrás a Summer y alcancé las verjas de aquella mansión que habíamos visitado en alguna ocasión y que, por los próximos meses o, quizá el resto de mi vida, sería mi nuevo hogar, al fin y al cabo, en Holanda no había nada ni nadie que me esperara, no tenía raíces que me aferraran. Mi hermana no tardó en llegar y mis ojos se alzaron hasta los suyos, esperando a que descabalgara para así poder entrar juntas en aquella casa. -No sé tú, pero yo me muero por un baño caliente y una buena cena. Bienvenida a nuestra casa hermanita-
Éramos una curiosa estampa, dos mujeres esbeltas plantadas frente a aquella casa gigante, con nuestros cabellos azuzados por los fríos vientos. Fuego y hielo en las miradas y una historia por escribir en la capital francesa. Au revoir Holanda, bonjour París, las hermanas Van der Faye ya están aquí.
Era ella la que precisaba de una salvación, de ser rescatada de sus propias fauces y de sus instintos. Si yo estuviera en su lugar estaría encantada, el saber que mis instintos podían volverme letal, despiadada y más eficaz aún como cazadora. No tenía remordimientos en lo que a los seres sobrenaturales se refería y poco me importaba si morían de manera rápida o lenta, si era una muerte justa o injusta. Eran una aberración, debían ser eliminados. Esas eran las opiniones de los cazadores fríos, aquellos que tenían el corazón endurecido como yo, pero Summer no era así. Summer era dulce, era el rayo de sol en el invierno que calentaba a cualquiera con su presencia haciéndole esbozar una sonrisa. Esa era Summer y por eso, su cerebro le hacía perder la conciencia para que su corazón no se rompiera en mil pedazos cada vez que su instinto salía al exterior.
Ella pensaba que la culpa estaría destruyéndome, o quizá que la decepción y los reproches pintados en el rostro de los míos podía hacer que me rompiera. Poco me importaba lo que pensara el resto de mi y mis sentimientos, lo único que me importaba era la opinión que tenían de mi como cazadora no como persona. Como persona era un desastre, alguien probablemente disfuncional, pero sabía que nadie podía poner una pega a mi eficacia, a mi técnica y a todo lo relacionado con la caza, y eso era lo que me henchía el pecho de orgullo, no el que alabaran mi buen comportamiento o la bondad de mi corazón.
-Está bien- dije apretando el tacón de mis botas sobre el lomo del animal para así, azuzar al animal y ponerme a la altura de Summer –Te quedarás conmigo, bajo una simple condición- Sus ojos brillaron al ver como cedía ante su sonrisa abierta, sin duda sabía cuál era mi punto flaco. No obstante, en esta ocasión, cuando su vida estaba en peligro, la vida de la única persona que me importaba, no podía permitirme flaquezas -.Escúchame Summer, no voy a repetirlo y no te tomes a broma mis palabras- endurecí mi gesto, sintiendo como mi ceño se fruncía al mirarla y su abierta sonrisa se convertía en una más tímida -Te quedarás conmigo, pero bajo ningún concepto saldrás a cazar sola. Cuando salgas de caza me lo dirás e iremos juntas-
No podía arriesgarme a dejarla sola. No me preocupaba tanto el que se cruzara con la manada e intentaran matarla. Había demostrado que sabía defenderse, que podía matar, que era una cazadora tan buena como lo era yo si no era mejor. Lo que me preocupaba es que volviera a desmayarse, a perder el control y lo hiciera estando sola, sin alguien que pudiera recomponer sus pedazos al despertarse; lo que me preocupaba es que al cazar sola un recuerdo sobreviniera su mente y la bloqueara, pues hasta el mejor cazador podía morir si perdía el dominio de sí mismo, y Summer no destacaba precisamente por ser alguien templado en sus emociones.
Ahora era ella la que fruncía el ceño al ver, quizá, sus planes truncados. Me daba igual que se enfadara conmigo, que me odiara si quería, pero no pensaba permitir que se expusiera a una situación que pudiera costarle la vida –Es innegociable Summer, y como me entere que incumples esa norma, yo misma te llevaré atada a casa con padre y madre. Piénsalo bien, si me haces llevarte de vuelta a casa me expones a un grave peligro, y se que no es lo que deseas, que has venido porque de una manera u otra quieres salvarme Summer. Así que no hagas tonterías ¿vale?-
En esta ocasión fui yo quien apremió al caballo, quería llegar al lugar que ahora sería nuestro hogar. Quería que Summer no replicara, quería llegar, quitarme las ropas que me apretaban el cuerpo y quitarme también el polvo del camino con un largo baño de agua caliente. Un baño que, al mismo tiempo, me aclarara las ideas para vislumbrar qué haríamos una vez en París. Sin duda, lo primordial sería contratar a un servicio discreto y pasar lo más desapercibidas posible. La notoriedad sólo sería un camino de migas que guiaría a esas bestias hacia mi y mi hermana y era yo quién quería encontrarlos. Debía matar al alfa, ser una amenaza para ellos, demostrarles que era alguien con quien no podían meterse si no querían que su manada estuviera marcada por un legado de sangre. Debía ser simplemente Winter, y para eso necesitaba que mi hermana no fuera una distracción o una debilidad.
Espoleé de nuevo al caballo, necesitaba sentir la velocidad y el gélido viento en mi rostro. Necesitaba el frío de ese invierno que se aproximaba a la capital francesa con pasos agigantadas. Necesitaba al invierno, a mi elemento, para que me despejara las ideas y me fortaleciera porque, aunque todas las flores solían florecer en primavera, sólo las más fuertes resistían al invierno. Pronto dejé atrás a Summer y alcancé las verjas de aquella mansión que habíamos visitado en alguna ocasión y que, por los próximos meses o, quizá el resto de mi vida, sería mi nuevo hogar, al fin y al cabo, en Holanda no había nada ni nadie que me esperara, no tenía raíces que me aferraran. Mi hermana no tardó en llegar y mis ojos se alzaron hasta los suyos, esperando a que descabalgara para así poder entrar juntas en aquella casa. -No sé tú, pero yo me muero por un baño caliente y una buena cena. Bienvenida a nuestra casa hermanita-
Éramos una curiosa estampa, dos mujeres esbeltas plantadas frente a aquella casa gigante, con nuestros cabellos azuzados por los fríos vientos. Fuego y hielo en las miradas y una historia por escribir en la capital francesa. Au revoir Holanda, bonjour París, las hermanas Van der Faye ya están aquí.
Winter Van der Faye- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 10/11/2016
Re: Winter is coming [Privado]
La noche estrellada de París las saludo entre luces y sombras que enfocaban sus figuras recortadas por la luz de a luna. Las hermanas Van der Faye habían abandonado su hogar y se encontraban, en ese instante, en París. Cuantos cuentos y aventuras de heroes solitarios empezaban como la suya, con un crimen, una huida, y un viaje, que deparaba incertidumbre, magia y peligro para quienes lo iniciaban.
El reloj había comenzado a girar, y sus agujas, como videntes, presagiaban cualquier cosa menos paz en el incierto devenir de las dos hermanas que eran tan parecidas como dos gotas de agua, y tan diferentes como el día y la noche. En su niñes había quienes las habían llamado sol y luna, sin duda, Summer sabía que no estaban lejos de acertar. Eran tan diferentes como el sol y la luna, pero se equivocaban cuando las señalaban.
Para ella, Winter era el sol, que se alzaba fuerte y brillante en el cielo sin necesidad de que nadie la acompañase, brillaba tanto su hermana, que la cegaba, y aunque muchos no se dieran cuenta, ella si, se daba demasiada cuenta, ya que, al final, era la luna, que presidía las noches acompañada de las estrellas, y que no tenía luz propia, si no que aprovechaba la del sol para dar luz, la “pequeña” de las Van der Faye, era consciente de esto, no tenía luz propia, la luz de la que disponía, se la arrebataba a su hermana como un parásito.
Pero aun así, aunque la luna no tuviera luz propia y celase del sol que podía cegar, se había convertido en la protagonista de leyendas, de romances, era en su noche, cuando se reunían los amantes, cuando se acometían crímenes y se desfogaban las pasiones. Al contrario de lo que pensaba la gente, era el sol, la calma y la paz, y la luna la que, temerosa de perder el brillo, de desaparecer y de que nadie la encontrase, quien llamaba más la atención, intentando reclamarla con su luz de plata, como esa noche.
Summer avanzaba por las calles de París junto a su hermana, esperando llegar hasta el otro lado de la ciudad, donde el bosque se abría paso y. en él, su residencia de vacaciones, la que, para ellas, sería a partir de ese entonces su hogar. En Flandes todos habían acabado por notar lo que Summer rumiaba, más de una vez, en su cabeza. Y era, en parte por eso, que habían apartado a la niña de sus circulos, porque por mucho que sonriera, por mucho que intentara ser el sol, no lo era, aun no había encontrado su propia luz, y ni siquiera podría compararse con la luna, Summer se consideraba, simplemente, una estrella apagada que brillaba por reflejo de una cercana.
- Si, lo prometo.- le dijo a Winter cuando esta le exigió que nunca saliera a cazar sola.
Pero lo notaba en su voz, en sus gestos, en su molestia, Winter seguía equivocada, como siempre, pensaba que Summer la salvaba, que no confiaba en ella lo bastante como para creer que podía con todo, pero la realidad, era muy lejana, confiaba en ella, puede que demasiado, y quería, en algún momento, ser capaz de encontrar de donde procedía su brillo para, así, encontrar el suyo propio.
La ciudad comenzó a desvanecerse a sus espaldas y el bosque las tragó con su oscuridad, como la boca de un lobo, sin piedad alguna, Summer esperaba que no fuera un presagio de su estancia en París, porque esperaba, sinceramente, que hubiera paz. La casa de color blanco con vallas negras les dio una bienvenida lúgubre iluminada por la palidez de la noche, pero Summer sonrió para si, estaban en casa.
Miró a su hermana, que hablaba de darse un baño y solo el pensar en el agua caliente la puso de buen humor. Hacía un frío de mil demonios a pesar de ser otoño, y no invierno, las hojas marrones cubrían el suelo y, ni siquiera, tenían servicio, Preveía que la mañana siguiente sería un largo día de entrevistas para que pudieran encontrar a gente lo bastante discreta como para ser parte de su casa.
- Un baño suena al cielo.- comentó.- Bienvenida Wini.- le saludó antes de bajar del caballo.
Se acercó a la verja y la abrió con la llave que tenía atada al cinto, entrando al jardín descuidado con mala hierva creciendo por todos lados y enredaderas cubriendo parte de las paredes, no habían ido desde los ocho años, lógicamente estaría en mal estado, probablemente habría incluso ratas. Cogió las riendas de Dean, su caballo, y caminó hasta la puerta principal, por suerte, no había ninguna parte derruida.
- Parece que está mejor de lo que pensaba.- comentó dejándo a Dean en la puerta y adentrándose en la casa.
Los muebles cubiertos con sábanas parecían fantásmas que hablaban de fiestas, de música, de risas y fiesta. Era un puñado de recuerdos cubiertos de polvo, un número incontable de risas puestas en blanco, como un nuevo papel sobre el que escribir.
- Bueno, empecemos a crear recuerdos.- musitó quitando la primera sábana que cubría un sofá cercano a la chimenea.
El reloj había comenzado a girar, y sus agujas, como videntes, presagiaban cualquier cosa menos paz en el incierto devenir de las dos hermanas que eran tan parecidas como dos gotas de agua, y tan diferentes como el día y la noche. En su niñes había quienes las habían llamado sol y luna, sin duda, Summer sabía que no estaban lejos de acertar. Eran tan diferentes como el sol y la luna, pero se equivocaban cuando las señalaban.
Para ella, Winter era el sol, que se alzaba fuerte y brillante en el cielo sin necesidad de que nadie la acompañase, brillaba tanto su hermana, que la cegaba, y aunque muchos no se dieran cuenta, ella si, se daba demasiada cuenta, ya que, al final, era la luna, que presidía las noches acompañada de las estrellas, y que no tenía luz propia, si no que aprovechaba la del sol para dar luz, la “pequeña” de las Van der Faye, era consciente de esto, no tenía luz propia, la luz de la que disponía, se la arrebataba a su hermana como un parásito.
Pero aun así, aunque la luna no tuviera luz propia y celase del sol que podía cegar, se había convertido en la protagonista de leyendas, de romances, era en su noche, cuando se reunían los amantes, cuando se acometían crímenes y se desfogaban las pasiones. Al contrario de lo que pensaba la gente, era el sol, la calma y la paz, y la luna la que, temerosa de perder el brillo, de desaparecer y de que nadie la encontrase, quien llamaba más la atención, intentando reclamarla con su luz de plata, como esa noche.
Summer avanzaba por las calles de París junto a su hermana, esperando llegar hasta el otro lado de la ciudad, donde el bosque se abría paso y. en él, su residencia de vacaciones, la que, para ellas, sería a partir de ese entonces su hogar. En Flandes todos habían acabado por notar lo que Summer rumiaba, más de una vez, en su cabeza. Y era, en parte por eso, que habían apartado a la niña de sus circulos, porque por mucho que sonriera, por mucho que intentara ser el sol, no lo era, aun no había encontrado su propia luz, y ni siquiera podría compararse con la luna, Summer se consideraba, simplemente, una estrella apagada que brillaba por reflejo de una cercana.
- Si, lo prometo.- le dijo a Winter cuando esta le exigió que nunca saliera a cazar sola.
Pero lo notaba en su voz, en sus gestos, en su molestia, Winter seguía equivocada, como siempre, pensaba que Summer la salvaba, que no confiaba en ella lo bastante como para creer que podía con todo, pero la realidad, era muy lejana, confiaba en ella, puede que demasiado, y quería, en algún momento, ser capaz de encontrar de donde procedía su brillo para, así, encontrar el suyo propio.
La ciudad comenzó a desvanecerse a sus espaldas y el bosque las tragó con su oscuridad, como la boca de un lobo, sin piedad alguna, Summer esperaba que no fuera un presagio de su estancia en París, porque esperaba, sinceramente, que hubiera paz. La casa de color blanco con vallas negras les dio una bienvenida lúgubre iluminada por la palidez de la noche, pero Summer sonrió para si, estaban en casa.
Miró a su hermana, que hablaba de darse un baño y solo el pensar en el agua caliente la puso de buen humor. Hacía un frío de mil demonios a pesar de ser otoño, y no invierno, las hojas marrones cubrían el suelo y, ni siquiera, tenían servicio, Preveía que la mañana siguiente sería un largo día de entrevistas para que pudieran encontrar a gente lo bastante discreta como para ser parte de su casa.
- Un baño suena al cielo.- comentó.- Bienvenida Wini.- le saludó antes de bajar del caballo.
Se acercó a la verja y la abrió con la llave que tenía atada al cinto, entrando al jardín descuidado con mala hierva creciendo por todos lados y enredaderas cubriendo parte de las paredes, no habían ido desde los ocho años, lógicamente estaría en mal estado, probablemente habría incluso ratas. Cogió las riendas de Dean, su caballo, y caminó hasta la puerta principal, por suerte, no había ninguna parte derruida.
- Parece que está mejor de lo que pensaba.- comentó dejándo a Dean en la puerta y adentrándose en la casa.
Los muebles cubiertos con sábanas parecían fantásmas que hablaban de fiestas, de música, de risas y fiesta. Era un puñado de recuerdos cubiertos de polvo, un número incontable de risas puestas en blanco, como un nuevo papel sobre el que escribir.
- Bueno, empecemos a crear recuerdos.- musitó quitando la primera sábana que cubría un sofá cercano a la chimenea.
Summer Van der Faye- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 54
Fecha de inscripción : 10/11/2016
Re: Winter is coming [Privado]
Hogar… la mayoría de las personas que habitaban la tierra se pasaban la vida buscando ese sitio al que pudieran llamar hogar. Un lugar en el que refugiarse en las noches frías sabiendo que nada malo podría pasarles allí. Un lugar en el que crear recuerdos dignos de ser recordados en los momentos en los que la felicidad no estuviera de nuestro lado y, con ellos, conseguir que una sonrisa tímida viniera a nuestro lado.
Muchas personas se aferraban a lugares materiales para hacerlos su hogar, a los olores que emanaban de ellos o los sonidos que sus oídos podían percibir cuando estaban allí. Olor a pan recién hecho desde tu ventana o el rumor de cascos de caballos sobre el frío empedrado de las calles. Ella no era de esas personas. Nunca había considerado su hogar cualquiera de las casas que su familia poseía. Para ella eran, simplemente, lugares en los que pasaría un tiempo, más corto o más largo.
Para ella su hogar se hallaba allá donde estuviera su hermana Summer. Si su hermana estaba presente, a ella le daba igual dónde se encontraran; los bosques, un callejón o una mansión, cualquier lugar sería digno de rememorar en sus recuerdos si ella estaba allí con ella pues, al fin y al cabo, ella era la única que la entendía, que le hacia sonreír.
La casa tenía ciertamente un aspecto un tanto desolador. El polvo había sustituido a los antiguos habitantes, haciéndose dueño de cada rincón de la casa y tan sólo se salvaban los muebles que, acertadamente, el anterior servicio había tapado con largas sábanas blancas. Sus ojos se deslizaron buscando a su hermana, estudiando sus gestos y sus reacciones mientras ella, sin darle mucha importancia, retiraba las sábanas que cubrían aquellos muebles pasados de moda, recuerdos de una época quizá más gloriosa.
Caminó con pasos pausados hasta su hermana y, con una sonrisa maliciosa y traviesa en su pálido rostro, tomó un plato cubierto de polvo de la mesa más próxima a ellas y lo sostuvo por un instante. Sí, aquello parecía realmente como salido de un sueño o, como si ellas mismas estuvieran viendo por la rendija de una puerta, un sinfín de recuerdos lejanos para ellas. -Parece como salido de un sueño… O de un letargo pero ¿sabes qué?- se acercó a ella hasta quedar la una frente a la otra -Yo prefiero vivir despierta que rememorar los sueños- exhaló el aire sobre el delicado plato y llenando el cabello de su hermana de polvo. Acto seguido arrojó el plato hacia atrás escuchando como éste se rompía en mil pedazos contra el suelo y se encogió de hombros.
-Antes de que me digas nada hermanita- dijo posando su dedo índice sobre los labios de su hermana -Ese era un plato horrible y pasado de moda y… si este va a ser nuestro hogar y contamos de una inmensa fortuna… Tendremos que decorarlo a nuestro gusto ¿no?- Dejó escapar una pequeña risa y, una vez más, contempló a su hermana aunque en esta ocasión no pudo reprimir una leve risa al ver cómo el polvo cubría sus mejillas y se enredaba en sus cabellos.
-Tienes razón Summer, creo que un baño ahora te iría de perlas- Sí, aquella era la sensación en la que pensaba minutos atrás. Su hermana era su hogar y, ahora, este sería el lugar que las vería vivir, el lugar que las vería construir nuevos recuerdos.
-¿A qué esperas?- preguntó apartando otra de las sábanas y levantando una nueva nube de polvo -Hay muchas cosas que hacer en esta casa si quieres que sea nuestro hogar Summer, y que yo sea la mayor no te va a librar de trabajar- Una nueva sábana por el suelo y una pequeña mueca en el rostro al ver el tapizado del sofá que sobre ella descansaba -¿En qué demonios pensaban nuestros padres cuando compraron esto? Definitivamente hay mucho que hacer, así que ese baño tendrá que esperar-
Muchas personas se aferraban a lugares materiales para hacerlos su hogar, a los olores que emanaban de ellos o los sonidos que sus oídos podían percibir cuando estaban allí. Olor a pan recién hecho desde tu ventana o el rumor de cascos de caballos sobre el frío empedrado de las calles. Ella no era de esas personas. Nunca había considerado su hogar cualquiera de las casas que su familia poseía. Para ella eran, simplemente, lugares en los que pasaría un tiempo, más corto o más largo.
Para ella su hogar se hallaba allá donde estuviera su hermana Summer. Si su hermana estaba presente, a ella le daba igual dónde se encontraran; los bosques, un callejón o una mansión, cualquier lugar sería digno de rememorar en sus recuerdos si ella estaba allí con ella pues, al fin y al cabo, ella era la única que la entendía, que le hacia sonreír.
La casa tenía ciertamente un aspecto un tanto desolador. El polvo había sustituido a los antiguos habitantes, haciéndose dueño de cada rincón de la casa y tan sólo se salvaban los muebles que, acertadamente, el anterior servicio había tapado con largas sábanas blancas. Sus ojos se deslizaron buscando a su hermana, estudiando sus gestos y sus reacciones mientras ella, sin darle mucha importancia, retiraba las sábanas que cubrían aquellos muebles pasados de moda, recuerdos de una época quizá más gloriosa.
Caminó con pasos pausados hasta su hermana y, con una sonrisa maliciosa y traviesa en su pálido rostro, tomó un plato cubierto de polvo de la mesa más próxima a ellas y lo sostuvo por un instante. Sí, aquello parecía realmente como salido de un sueño o, como si ellas mismas estuvieran viendo por la rendija de una puerta, un sinfín de recuerdos lejanos para ellas. -Parece como salido de un sueño… O de un letargo pero ¿sabes qué?- se acercó a ella hasta quedar la una frente a la otra -Yo prefiero vivir despierta que rememorar los sueños- exhaló el aire sobre el delicado plato y llenando el cabello de su hermana de polvo. Acto seguido arrojó el plato hacia atrás escuchando como éste se rompía en mil pedazos contra el suelo y se encogió de hombros.
-Antes de que me digas nada hermanita- dijo posando su dedo índice sobre los labios de su hermana -Ese era un plato horrible y pasado de moda y… si este va a ser nuestro hogar y contamos de una inmensa fortuna… Tendremos que decorarlo a nuestro gusto ¿no?- Dejó escapar una pequeña risa y, una vez más, contempló a su hermana aunque en esta ocasión no pudo reprimir una leve risa al ver cómo el polvo cubría sus mejillas y se enredaba en sus cabellos.
-Tienes razón Summer, creo que un baño ahora te iría de perlas- Sí, aquella era la sensación en la que pensaba minutos atrás. Su hermana era su hogar y, ahora, este sería el lugar que las vería vivir, el lugar que las vería construir nuevos recuerdos.
-¿A qué esperas?- preguntó apartando otra de las sábanas y levantando una nueva nube de polvo -Hay muchas cosas que hacer en esta casa si quieres que sea nuestro hogar Summer, y que yo sea la mayor no te va a librar de trabajar- Una nueva sábana por el suelo y una pequeña mueca en el rostro al ver el tapizado del sofá que sobre ella descansaba -¿En qué demonios pensaban nuestros padres cuando compraron esto? Definitivamente hay mucho que hacer, así que ese baño tendrá que esperar-
Winter Van der Faye- Cazador Clase Alta
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