AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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My Destiny Coming to Pass — Privado
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My Destiny Coming to Pass — Privado
"No he de ser retenido, pero en ese algún día,
En su inmensidad debería escabullirme,
Intrépido, buscando incesante la tierra abierta,
O el sendero donde la rueda lenta vierte arena."
—Robert Frost.
En su inmensidad debería escabullirme,
Intrépido, buscando incesante la tierra abierta,
O el sendero donde la rueda lenta vierte arena."
—Robert Frost.
Aguantó demasiado, más de lo que su paciencia podía; más de lo que la piel de sus manos soportó el filo de las uñas. Tenía tanta rabia encima, tanto malestar, que su mente no pensaba bien. El pensamiento se le nubló por completo, como una tormenta que arrasaba todo a su paso. Cirene se había convertido en una sombra de lo que era hacía unos meses atrás. ¿Cómo pudo permitir llegar a ese punto? ¿Por qué no huyó con toda la tripulación del ex capitán McWhir y ya estaba? ¡No! Ella tuvo que hacerse cargo de cosas que no eran su asunto. Los problemas de los Lewis no eran los suyos, ¿hasta cuándo tenía que repetirse eso? La situación la desgastaba enormemente, y los deseos de huir, de sentirse libre una vez más, ganaron esa noche, luego de haberle dicho de todo a Brent.
Soportó y soportó, hasta que el quiebre de su carácter fue doloroso hasta para ella misma. Y a pesar de que el duque Lewis le gritó, exigiéndole que permaneciera en la residencia, ella no obedeció. Hizo su real voluntad, como siempre; como en antaño. Había estado conviviendo con corsarios muchos años y algunas mañas tuvo que hacerlas parte de su compleja personalidad. No iba a hacer excepciones ahora, que, para su desgracia, se encontraba atada a un matrimonio por pura conveniencia. Aunque, a esas alturas, no sabía si realmente le convenía; la farsa de McWhir no duró demasiado, como su paciencia.
No supo a dónde ir. En primer lugar había pensado en el puerto, porque su conexión con el mar era inminente, pero luego terminó paseándose por las calles de la ciudad, sin criados, sin nadie que la molestara. El sol apenas empezaba a ocultarse, dejando esa carga de vistosos colores entre las nubes, mezclándose con increíble armonía con el violeta con el que se teñía el cielo. La escena era como los atardeceres en Lyon, los que disfrutaba contemplar junto con sus hermanos mayores. Incluso, cuando estuvo en el Puente Viejo, esa construcción que atravesaba el Sena desde lo alto, más afianzó sus recuerdos a su ciudad natal. La brisa fresca le revolvía los cabellos rojos; tan rojos como estaba el horizonte en ese instante.
Estuvo un rato recorriendo una parte del puente, dejando que su molestia se desvaneciera en esa soledad que necesitaba. Tal vez un poco de licor le ayudaría deshacerse del resto, pero se aguantó, porque sabía que tenía una pésima bebida y terminaría dormida en la taberna. Mejor era serenarse de la manera convencional, sin acudir a ninguna sustancia estupefaciente o podría quedar peor que antes. Luego se quedó tiempo suficiente en uno de los balcones, decidiendo, a última hora, que lo mejor era regresar, pero antes de dar un paso más, alguien la detuvo. Creyó que la habían seguido o que se trataba de McWhir, o quizás algún ladrón. Si era ese último, le iba a ir muy mal. Sin embargo, a quien vislumbró la dejó sin habla por unos segundos.
—No puede... ser —balbuceó, aún sorprendida de lo que veía—. ¡Ha pasado mucho tiempo! Debo estar soñando.
Cirene Lewis- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 09/08/2015
Localización : Aquí, allá... No importa
Re: My Destiny Coming to Pass — Privado
Regresar a París siempre era el recordatorio del que suponía era su lugar, y él con tanta tozudez se negaba a tomar: heredero van Bergeijk, ni más, ni menos. Sucesor a senda estirpe de hombres de mar, aunque no como a él le hubiera gustado. A pesar de sus años, los reales y los aparentes, su padre lo seguía tratando como un niño (quizá ayudaría si se dejara comportar como uno), y él, con tal de no provocarle más desavenencias después de la muerte de su madre, acataba, por ahora.
Su último viaje a la tierra natal lo encontró con Amanda, ahora la portadora de la corona, y con ella regresaron posibilidades infinitas en alta mar. Y como parecía que lo suyo era reencontrarse con el pasado, luego en la propia París vio a Regina, de entre todas las mujeres con las que alguna vez tuvo algo, era ella la única capaz de volverlo loco y regresarlo a la cordura. Claro que eso ella no lo sabía, y no pensaba decírselo, porque era conferirle mucho poder, y si algo había aprendido en sus años como corsario, era que no debía confiar en los que eran como él.
Había estado toda la tarde en una comida de alta sociedad. Karel, su padre, le había pedido que cerrara un negocio, cosa que hizo tan pronto llegó a la tertulia. Así que el resto de la reunión lo pasó bastante aburrido y en cuanto pudo, escapó. Escapar era una de las cosas que hacía mejor, y no por cobardía, sino porque a veces era la única solución.
Vagó por la ciudad, pensando. Reinout no era un hombre reflexivo. No de esos que se detuvieran a filosofar sobre su vida, y la vida de otros. Era pragmático, inmediato, e incluso impulsivo. Cavilar no era una actividad que hiciera a menudo, y ahí estaba ahora, con las manos en los bolsillos de aquel traje hecho a la medida, lo que lo delataba como hombre adinerado, pateando un guijarro que había perdido el rumbo desde el Sena, y con la vista gacha. ¡Él! Que parecía siempre estarlos retando a todos, por una vez pareció ensimismado en serio.
Como decidió que la piedrecilla víctima de sus pies estaba perdida, quiso llevarla al Sena. El azar, porque no iba fijándose demasiado en el camino, lo condujo hasta el puente más nuevo que cruzaba el río. El aroma ligeramente a podrido de éste le dijo que estaba cerca, pero antes si quiera de poner un pie en el paso, vio una figura mirando el cauce. Se detuvo. Cabello rojo y facciones hermosas. El rojo y el mar parecían la combinación más recurrente en su pretérito, sólo superada por otra más letal: mujeres y el mar.
Sus tres últimos encuentros con gente de su pasado habían sido con el sexo femenino. Rio, decían que llevar mujeres a bordo era de mala suerte, y sin embargo, ellas tres eran de los piratas más capaces que conocía. De aquella leve risa, una sonrisa quedó grabada en su rostro. Aún pateando la piedra, se acercó, y ella se giró.
—Si estás soñando, entonces yo también —el rojo del cabello de ambos se arremolinó con el viento de la tarde—. ¿Qué demonios haces aquí, Cirene? Te perdí la pista —en realidad, varios de sus antiguos compañeros bucaneros se la habían perdido a él, cuando dejó de ser Ren, el zorro demasiado astuto, y regresó a ser Reinout van Bergeijk.
—Te escribí alguna vez, pero no supe jamás si te llegó mi carta —era complicado, considerando que siempre se estaban moviendo. Recordó su última conversación, en donde ella y McWhir le dijeron el siguiente puerto al que irían y a ese lugar dirigió la misiva. En ella le decía su verdadero nombre, y que lo buscara en Ámsterdam. No sabía que no tardaría mucho en su ciudad natal.
El destino, sin embargo, se empeñó en reencontrarlos ahí. En París, la inmortal capital de Francia, de entre todos los sitios del jodido mundo.
Última edición por Reinout van Bergeijk el Lun Nov 20, 2017 12:31 am, editado 1 vez
Reinout van Bergeijk- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 219
Fecha de inscripción : 09/09/2015
Localización : París
Re: My Destiny Coming to Pass — Privado
Había estado mucho tiempo ensimismada en sus recuerdos, también en el presente, sin comprender muy bien cómo llegó a semejante punto. Ella que creyó haber encontrado su propia felicidad en el mar, en la libertad... en ese mundo tan apartado de las hipocresías, a las que ahora se veía sometida. Pero las cosas habían dado un giro inesperado y ni ella podía creerlo, ¡ella que siempre había sido tan escéptica con algunas temas! Aunque el mar estuviera lleno de leyendas terribles, Cirene solía irse siempre por la lógica, evitándose así dramas innecesarios. Sin embargo, del drama que era su propia vida, no pudo apartarse con facilidad. Y así estaba, con la soga en el cuello, sin saber qué hacer.
Si ella se encontraba en semejante dificultad, ¿cuánto más lo estaría, McWhir? No, Mcwhir no, Barton Lewis. Y no, no era que le sorprendiera que usara un seudónimo, porque la mayoría de los piratas lo hacía; lo que más le fastidiaba es que él, ¡justo él!, era el padre de Brent, su “queridísimo” esposo. ¡Todo estaba mal, demasiado mal, terriblemente mal! Y por donde lo mirada, no tenía muchas alternativas. Bien, siempre podía huir y dejarlos a ambos con sus problemas; además, la tripulación aún continuaba esperando por ellos y... ¡No! No se permitía dejar a McWhir-Barton solo, en lo absoluto.
Y claro, no todo el círculo de inquietudes había terminado de cerrar, no hasta que terminó encontrándose con alguien de su pasado. Vale, tampoco es que era tan anciana, apenas rondaba los veintitantos, pero contando con que había estado fuera de su hogar desde la adolescencia, sí, era mucho tiempo. Y por ese entonces conoció a diversas personas, en su mayoría hombres, con los que se la llevaba bien, a pesar de los estúpidos prejuicios de la época. Es más, en alta mar, las mujeres se hacían más fuertes e independientes, absolutamente diferentes a las que si debían conservar su estatus, familia... ¡y qué flojera hacer eso! Aunque ella ahora se hallaba en una situación familiar. ¿Podía ser más estúpida o había llegado al último nivel?
Pero antes de seguir taladrándose la cabeza, la voz de aquel hombre la hizo reaccionar.
—¿Perderme la pista? ¡Pero si él que se esfumó fuiste tú! Hasta pensabas que habías quedado como el Holandés Errante en alguna parte del océano —respondió, con un ligero tono burlón—. Quizás ambos estemos soñando, porque no es común verte con tan buena pinta. ¿Ahora te ha dado por ser fino? —inquirió, dejando escapar una risa de por medio, la misma que se apagó de inmediato cuando escuchó lo de la carta—. ¿Una misiva? ¿Hace cuánto la enviaste?
Nunca le había llegado ninguna carta por parte de Ren, es más, había perdido contacto con él desde que a McWhir se le había metido en la cabeza detenerse en tierras francesas. Quizá ese era el motivo por el cual no le llegó esa misiva de la que le habló el otro corsario (¿o ex corsario?).
—Creo tener idea de por qué no llegó nada... Es que mira, han pasado muchas cosas durante estos largos meses. Supongo que ya al verme tan bien arreglada te da a entender muchas cosas.
Si ella se encontraba en semejante dificultad, ¿cuánto más lo estaría, McWhir? No, Mcwhir no, Barton Lewis. Y no, no era que le sorprendiera que usara un seudónimo, porque la mayoría de los piratas lo hacía; lo que más le fastidiaba es que él, ¡justo él!, era el padre de Brent, su “queridísimo” esposo. ¡Todo estaba mal, demasiado mal, terriblemente mal! Y por donde lo mirada, no tenía muchas alternativas. Bien, siempre podía huir y dejarlos a ambos con sus problemas; además, la tripulación aún continuaba esperando por ellos y... ¡No! No se permitía dejar a McWhir-Barton solo, en lo absoluto.
Y claro, no todo el círculo de inquietudes había terminado de cerrar, no hasta que terminó encontrándose con alguien de su pasado. Vale, tampoco es que era tan anciana, apenas rondaba los veintitantos, pero contando con que había estado fuera de su hogar desde la adolescencia, sí, era mucho tiempo. Y por ese entonces conoció a diversas personas, en su mayoría hombres, con los que se la llevaba bien, a pesar de los estúpidos prejuicios de la época. Es más, en alta mar, las mujeres se hacían más fuertes e independientes, absolutamente diferentes a las que si debían conservar su estatus, familia... ¡y qué flojera hacer eso! Aunque ella ahora se hallaba en una situación familiar. ¿Podía ser más estúpida o había llegado al último nivel?
Pero antes de seguir taladrándose la cabeza, la voz de aquel hombre la hizo reaccionar.
—¿Perderme la pista? ¡Pero si él que se esfumó fuiste tú! Hasta pensabas que habías quedado como el Holandés Errante en alguna parte del océano —respondió, con un ligero tono burlón—. Quizás ambos estemos soñando, porque no es común verte con tan buena pinta. ¿Ahora te ha dado por ser fino? —inquirió, dejando escapar una risa de por medio, la misma que se apagó de inmediato cuando escuchó lo de la carta—. ¿Una misiva? ¿Hace cuánto la enviaste?
Nunca le había llegado ninguna carta por parte de Ren, es más, había perdido contacto con él desde que a McWhir se le había metido en la cabeza detenerse en tierras francesas. Quizá ese era el motivo por el cual no le llegó esa misiva de la que le habló el otro corsario (¿o ex corsario?).
—Creo tener idea de por qué no llegó nada... Es que mira, han pasado muchas cosas durante estos largos meses. Supongo que ya al verme tan bien arreglada te da a entender muchas cosas.
Cirene Lewis- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 09/08/2015
Localización : Aquí, allá... No importa
Re: My Destiny Coming to Pass — Privado
Al parecer, una realidad de la que ambos habían estado tratando de escapar al fin los había alcanzado y no pudieron hacer nada. Los dos ahora ahí, bien vestidos y bien comidos, limpios y sobre todo, lejos del mar, eran peces fuera del agua que luchaban por respirar. Reinout movió el bigote como hacía cuando estaba pensando en algo. Usualmente, en alguna locura o nueva aventura, por desgracia, esa no fue la ocasión esta vez.
—Sí, larga historia. Mírame, hasta parezco miembro productivo de la sociedad.— En cambio, nada más rio—. Supongo que ambos tenemos de esas, ¡mírate nada más también! Pareces toda una señorita de alcurnia, que no conoce de blasfemias de marineros, ni de izar velas —apuntó con todo divertido, para luego peinarse el bigote—. Pero créeme, hubiera sido mejor que el mar me tragara y me convirtiera en leyenda como el Holandés Errante. —Suspiró, como clara muestra de que su vida actual no le satisfacía en absoluto.
—Umh, hace mucho. Me queda claro que llegó, pero tú ya no estabas ahí. O nunca llegó. En ella te contaba un secreto. —Le guiñó un ojo—. Nah, sólo te decía mi verdadero nombre, porque no me llamo Ren, aunque quisiera, porque Ren no tiene responsabilidades en tierra, en cambio yo, Reinout, sí que las tengo y me dan tremenda flojera. —Sonrió, aunque se notaba su disgusto con la situación.
—Me imagino. Muchas cosas… —repitió y se acercó todavía más a ella, aunque no la encaró, en cambio recargó los codos en la baranda de piedra del puente, miró el horizonte, donde el Sena dejaba de verse y las casas se hacían más difusas—. ¿Vas a contarme? —Giró el rostro—. Parece que a ambos nos atraparon y nos obligaron a reintegrarnos a la sociedad, qué lata, ¿no? Soy todo oídos, Cirene, quiero saber qué cosas horribles te han obligado a hacer. —Porque para Reinout era más atroz ser orillado a asistir a alguna cena de alta sociedad que saquear un puerto en el Caribe.
—¿Cómo está McWhir? Pocos capitanes merecen mi respeto, espero que no lo hayan capturado o algo peor. —Arqueó una ceja y con ese gesto plasmado en el rostro, volvía a ser el condenado bucanero que alguna vez fue, a pesar de la ropa fina que llevaba—. ¿Cuánto llevas en París? —Continuó con el interrogatorio. Y es que en verdad le interesaba saber. Siempre quiso a la chica en su tripulación, aunque en ese tergiversado y sucio código de piratas que tenían, no le iba a quitar un elemento a un colega, además, a pesar de su raro y borroso código moral, comprendía lo que era la lealtad. Era de esas pocas cosas que se respetaban en alta mar, y no siempre.
Miró a la chica. Parecía que una vida entera había pasado por encima de ambos, aunque en realidad habían sido meses desde la última vez que se vieron. Sin embargo, Reinout era bueno leyendo a las personas, y pudo ver en la chica que algo había cambiado, algo esencial; claro, no podía decir con certeza el qué, sólo lo intuía.
Reinout van Bergeijk- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 219
Fecha de inscripción : 09/09/2015
Localización : París
Re: My Destiny Coming to Pass — Privado
Aquella ocasión en la que pretendía escapar de su tragedia personal, terminó por convertirse en una bofetada de la vida misma; en una lección que claramente le decía que no podría huir de su destino. Estaba atada a todo lo que detestaba, y eso no iba a cambiar nunca, temía. Quizá hacía un papel lamentable de pesimista, pretendiendo que toda su actual situación tenía que ser un error, aunque una voz en su mente, aguda y burlona, le replicaba lo contrario, como si aquello realmente fuera a devolverle las esperanzas de que, en algún momento, iba a ser el espíritu libre de hacía pocos meses atrás, y que, incluso, lo había sido desde hacía ya varios años. La presencia de aquel hombre lo confirmaba sin miramientos...
Cirene no se sentía incómoda por haberse topado con Ren (¿Reinout?), en lo más mínimo. Lo que llegó a incomodarla fue otra cosa, y esa cosa apuntaba al giro inesperado que tomaron sus vidas de la noche a la mañana. Ambos engalanados con las mejores prendas, pretendiendo ser miembros funcionales de la alta sociedad, cuando aquello no era algo que realmente disfrutaran. Por supuesto, ella jamás se esperó que él fuera a llegar a tal punto; tal vez en su caso personal era probable, justo por venir de una familia acaudalada. Sin embargo, llegó a cuestionarse si realmente llegó a conocer bien a ese sujeto. ¿Sería otro personaje como McWhir, que ni siquiera se llamaba así? ¡Cuántos apodos! ¿Por qué ella no se creó uno durante sus aventuras en alta mar? Ah, claro, era más cómodo seguir siendo Cirene, a secas.
Llegó a ofuscarse con tanta información, y no es que tuviera poca receptividad mental, es que todo la tomaba por sorpresa. Las cosas que ocurrían a su alrededor eran demasiado tensas, y menos fáciles de digerir. ¡Había ignorado tantas verdades durante todos esos años! Verdades que ni siquiera el mar mismo, con su ira contenida, era capaz de ocultar. Tarde o temprano terminaba escupiendo todo a sus orillas; a las playas del mundo; a los puertos que esperan en quietud por revelar los vastos secretos de sus olas.
—No puedo creerlo, ¿tú también andas con eso del cambio de nombre? A este paso terminaré por dudar de todos los demás, de verdad —soltó, poniendo los ojos en blanco con tan sólo imaginarse aquella escena. Pero terminó desechando de inmediato la idea, pues tenía que centrarse en detalles más importantes. Como contarle la verdad a él, por ejemplo—. Ha pasado de todo en poco tiempo. Nunca esperé que fuera a encontrarme contigo, y menos vestido así, es curioso. De mí, bueno, se podía esperar, pues mi familia estaba tras mi pista, y dieron conmigo cuando decidí buscar a mi medio hermano. Y por si fuera poco... También tuve que aceptar el compromiso que me habían impuesto, y luego acceder a casarme. Así que, sí, soy una "mujer casada". Pero eso no es todo, falta la mejor parte.
Guardó silencio, mientras repasaba sus propias palabras, y también por dónde iba a empezar a contarle sobre lo ocurrido con McWhir sin enredarlo demasiado. ¡Es que resultaba algo muy complejo!
—A McWhir nadie lo capturó. Fue por él que terminé casándome, o al menos armar esa farsa del matrimonio por un tiempo. Él tenía asuntos pendientes con la familia de quien era mi prometido. No preguntes cómo, sólo ocurrió y ya —explicó, y se tuvo que aguantar la risa ante la mirada atónita de Ren—. ¿Y sabes por qué estaba interesado? Bien, lo estaba porque él era un miembro de esa familia. Su verdadero nombre es Barton Lewis, el antiguo Duque de los Países Bajos, y para más colmo, el padre biológico de Brent, mi señor esposo... ¿No te parece una hermosa historia? Yo estoy a punto de lanzarme al mar ante tanta noticia fantástica, para ser honesta.
Cirene no se sentía incómoda por haberse topado con Ren (¿Reinout?), en lo más mínimo. Lo que llegó a incomodarla fue otra cosa, y esa cosa apuntaba al giro inesperado que tomaron sus vidas de la noche a la mañana. Ambos engalanados con las mejores prendas, pretendiendo ser miembros funcionales de la alta sociedad, cuando aquello no era algo que realmente disfrutaran. Por supuesto, ella jamás se esperó que él fuera a llegar a tal punto; tal vez en su caso personal era probable, justo por venir de una familia acaudalada. Sin embargo, llegó a cuestionarse si realmente llegó a conocer bien a ese sujeto. ¿Sería otro personaje como McWhir, que ni siquiera se llamaba así? ¡Cuántos apodos! ¿Por qué ella no se creó uno durante sus aventuras en alta mar? Ah, claro, era más cómodo seguir siendo Cirene, a secas.
Llegó a ofuscarse con tanta información, y no es que tuviera poca receptividad mental, es que todo la tomaba por sorpresa. Las cosas que ocurrían a su alrededor eran demasiado tensas, y menos fáciles de digerir. ¡Había ignorado tantas verdades durante todos esos años! Verdades que ni siquiera el mar mismo, con su ira contenida, era capaz de ocultar. Tarde o temprano terminaba escupiendo todo a sus orillas; a las playas del mundo; a los puertos que esperan en quietud por revelar los vastos secretos de sus olas.
—No puedo creerlo, ¿tú también andas con eso del cambio de nombre? A este paso terminaré por dudar de todos los demás, de verdad —soltó, poniendo los ojos en blanco con tan sólo imaginarse aquella escena. Pero terminó desechando de inmediato la idea, pues tenía que centrarse en detalles más importantes. Como contarle la verdad a él, por ejemplo—. Ha pasado de todo en poco tiempo. Nunca esperé que fuera a encontrarme contigo, y menos vestido así, es curioso. De mí, bueno, se podía esperar, pues mi familia estaba tras mi pista, y dieron conmigo cuando decidí buscar a mi medio hermano. Y por si fuera poco... También tuve que aceptar el compromiso que me habían impuesto, y luego acceder a casarme. Así que, sí, soy una "mujer casada". Pero eso no es todo, falta la mejor parte.
Guardó silencio, mientras repasaba sus propias palabras, y también por dónde iba a empezar a contarle sobre lo ocurrido con McWhir sin enredarlo demasiado. ¡Es que resultaba algo muy complejo!
—A McWhir nadie lo capturó. Fue por él que terminé casándome, o al menos armar esa farsa del matrimonio por un tiempo. Él tenía asuntos pendientes con la familia de quien era mi prometido. No preguntes cómo, sólo ocurrió y ya —explicó, y se tuvo que aguantar la risa ante la mirada atónita de Ren—. ¿Y sabes por qué estaba interesado? Bien, lo estaba porque él era un miembro de esa familia. Su verdadero nombre es Barton Lewis, el antiguo Duque de los Países Bajos, y para más colmo, el padre biológico de Brent, mi señor esposo... ¿No te parece una hermosa historia? Yo estoy a punto de lanzarme al mar ante tanta noticia fantástica, para ser honesta.
Cirene Lewis- Realeza Neerlandesa
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