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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Neža Novak Mar Mar 29, 2016 9:51 pm

“ Aahh, the night is calling
And it whispers to me softly, "come and play"
Aahh, I am falling
And if I let myself go, I'm the only one to blame”


Venecia – 1790

El grito de horror paralizó todas y cada una de las actividades que se desarrollaban en el elegante salón. Las cabezas giraron, los ojos escudriñaron y los cuchicheos cesaron cuando una joven muy hermosa y elegantemente vestida irrumpió en la estancia. Se trataba de una de las chicas escogidas para participar en la importante “Fiesta de las Marías” que se celebraría esa misma noche como parte de los eventos del Carnevale di Venezia. Entre los llantos y los jadeos pudieron llegar a comprender lo que ocurría. La desdichada encontró muerta a una de sus compañeras en el cuarto destinado para que se arreglaran. Mientras las mujeres intentaban calmarla algunos de los hombres presentes se aprestaron a inspeccionar el lugar. El espectáculo era desagradable y denigrante. El cuerpo de la belleza de 17 años yacía desnudo y desperdigado sobre el suelo. Su piel llena de cardenales y algunos de sus huesos evidentemente rotos. El disfraz y las costosas joyas de utilizaría aquella damita durante su presentación habían desaparecido y solo una delicada pero costosa máscara permanecía sobre el rostro. A pesar de la barbarie del crimen se decidió continuar con la celebración, buscando un reemplazo para la víctima y dejando en manos de los representantes de la justicia en la ciudad la laboriosa tarea de encontrar al culpable.

Mientras las jóvenes se consolaban unas a otras tras la muerte de su amiga y trataban de forzar la sonrisa necesaria para su acto, una mujer deambulaba por las calles atestadas de italianos y extranjeros. El desaparecido vestido cubría su grácil cuerpo y su cuello y brazos ostentaban las joyas que sin duda extrañaría la mujer de la nobleza que amablemente las había prestado para la fiesta. La belleza de la mujer habría podido atraer fácilmente las miradas de quienes la rodeaban, incluso en un jolgorio tan peculiar en el cual todos los presentes cubrían sus facciones con máscaras con el propósito de desaparecer en los cómodos brazos del anonimato. Pero era justamente el artilugio que ocultaba el rostro de la fémina lo que despertaba tanto admiración como aversión. Se trataba de una “Dottore Peste” que, de por sí, no debería llamar la atención ya que las máscaras que simulaban las usadas por los médicos durante el flagelo de la Peste Negra eran muy comunes. Sin embargo, la utilizada por la mujer poseía tales detalles y características que resultaba demasiado siniestra para atmósfera festiva. Disfrutaba de la atención recibida, por supuesto, pero lamentaba no poder confirmar a aquellos que se estremecían visiblemente tras su paso de que no exageraban con aquella reacción pues se trataba, en realidad, de una máscara original de aquella oscura época y que ella había conservado durante años junto con otras tantas chucherías.

Le importaba poco o nada que alguien reconociera el atuendo o las joyas, es más, en realidad deseaba que el rumor de la muerte se esparciera lo suficientemente rápido como para que llegase hasta los oídos de los inmortales que habitaban aquel colorido paraje. En especial ansiaba la respuesta de uno al que sabía le molestaría su desvergonzado actuar. Muchos años habían pasado desde su último encuentro y, si no fuese por la imperiosa necesidad de encontrar algún detonante para su ánimo, seguramente le dejaría en paz. Bien, también sería así de tratarse de alguien medianamente reflexivo, alguien que antepusiera su integridad física a los anhelos de buscar querellas a cambio de algo de diversión… en conclusión alguien diferente a Neža.

Su primer encuentro había ocurrido cerca de medio siglo atrás. El sufrimiento por la decisión de su mellizo la llevó a perder los estribos y terminó desencadenando una rabieta de tal magnitud que por poco aniquila a todos los habitantes de una pequeña aldea cercana al lago Bohinj, en su tierra natal. Fue entonces cuando él apareció, un vampiro con una extraña empatía por el ganado humano y una inquietante necesidad de que ningún fenómeno perturbara la calma de su mundo. La serenidad que emanaba no demoró en chocar abruptamente con la exaltación y efervescencia de Neža. Tan opuestas personalidades auguraban la más funesta resolución pero, por algún motivo que no llegaba a comprender, terminaron soportándose mutuamente al punto de no intentar asesinarse en otras ocasiones en las que se habían topado. Él resultaba un enigma para ella, un misterio que le picaba el ego lo suficiente como para llegar a considerar buscarlo ahora que se encontraba a las puertas de hacer algo innombrable. Así, continuó pavoneándose por entre el gentío, rememorando el pasado e invocándole por medio de un susurro -Vieni e gioca, Venance, vieni e gioca-

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Mensaje por Venance Carpaccio Jue Abr 28, 2016 10:53 am

La picardía de los menores siempre me había resultado extremadamente molesta, las razones se encontraban tatuadas en mi edad, pero hábilmente lograba reprimirlas en cada momento donde el deseo de escupir mis plegarias era sacudido. ¿Qué hacía yo a esa edad? Probablemente luchaba por mi patria con sangre y miedo en las manos. La madurez se había dado de tan pequeño que nada lograba conformarme. No obstante, sabía perfectamente que las épocas cambiaban, lo había vivido plenamente, las pestes, las nuevas tecnologías, los dementes que jugaban con las fuerzas de la naturaleza como si pudieran realmente poseerla. Ignorantes que esperaban poder volar sin instrumentos de magia o poderío sobrenatural. Y en parte, el curso de esa normalidad no me afectaba. Mi eternidad me había destinado a conservar el rumbo de los mortales, cuidando que todo lo malo o lo bueno que ellos quisieran hacer se de por sus propias manos. Algunos, los pocos que conocían de mi nombre, sin saber de mi rostro, me consideraban un inquisidor. Que asistía a diversas reuniones en solitario para hacer cenizas a quienes así lo merecían. “Cenizas eres y en cenizas te convertirás" De eso se trataba el vivir, existir o por lo contrario, el no merecer ver más. O al menos para mí era de ese modo y había confirmado que se podía hacer las cosas sin molestar ferozmente, como sí lo hacían casi todos los diminutos seres que por dejarse llevar por la locura, la rabia y la envidia terminaban asesinando con brutalidad.

Esa noche no fue para menos, sentí el grito y la sangre caer desde lo alto de la casa central de Italia, era un día festivo, la conmemoración a una santa. Por mi parte, no me dejaba llevar por esas “fiestas”, no lo creía necesario, Dios, desde el inicio, había detestado la idolatría y así mismo lo había acogido yo. No llevaba nada de lo visual, tampoco mantenía una religión, se trataba de simple fe. Yo había estado aún antes de que esa creencia se hubiese creado, pero siempre había mantenido la esperanza de que un ente sin forma ni rostro estuviese en las dimensiones infinitas del más allá, utilizando a todo aquello que caminara en éste y otros mundos para su propio beneficio.

Suspiré.

Con mala predisposición me dediqué a cambiarme, podía escuchar el susurro, torturaba mi mente hasta hacerla trizas, estaba obligándome a tener que buscarla. Las oportunidades no eran demasiadas, no para esa clase de efímeras bestias. Los humanos, por otro lado, eran una serie de eventos desafortunados que tenían como base cometer errores. Nosotros, con la capacidad extendida, sabíamos todo lo que hacíamos, como y por qué. No existía la posibilidad de matar sin querer, ni tampoco de odiar sin saber. Así que diligentemente fue que salí de mi estancia, con los brazos cruzados, siendo cubiertos por una ligera capa de simple algodón pesado, los cabellos largos y rubios estaban sueltos y mi rostro, por supuesto, no emitía siquiera una expresión. Quizá era la solidez que le paso del tiempo había dejado en mí o quizá, simplemente mi estado natural. “Haz vuelto a perturbar las zonas en donde tu vieja esencia dejó marcas. ¿Qué deseas de mí ésta vez, si no es el exilio?” Comenté en los aires de la telepatía, estaba al tanto que no podía sondear sus pensamientos, sin embargo tampoco deseaba hacerlo, era lo único que me impedía no asesinarla. El no tener la certeza de si alguna vez podría curarse de su maldad o no, aunque a éste punto, luego de medio siglo de catarsis, no debería seguir teniendo la duda, pero parecía que la mantenía atada en una especie de propósito. Alcé la mirada, en la lejanía podía sentir su infeccioso aroma y no emití discordia. Mantenía la mente dividida en dos. Su apariencia olía a humano y la pequeña posibilidad de que los nuevos cazadores del país quisieran encargarse de la situación, se acentuaban. Antes, los asesinos sin filtro de los sobrenaturales no existían, pero poco a poco, familias que habían sido destruidas se juntaban para buscarnos, encontrarnos y asesinarnos. Era interesante y quizá en algún futuro, ellos podrían cuidarse solos. Por el momento, los cazadores solo vendrían a cavar sus propias tumbas.

La distancia se acortó, el tiempo se prolongó y alcé una de mis cejas, observando el ridículo traje que en su cuerpo se pegaba. — El atuendo es algo excesivo, me has buscado luego de un asesinato, ¿qué es lo que ha pasado? — Indagué entre molesto y aprensivo, observando con negligencia la máscara que tiempos remotos me recordaba con detestable simbología. Observé hacia un lado, las personas no paraban de mirarla, no solo su aura de peligrosidad llamaba la atención, sino el reluciente traje con joyas de gran valor que, en caso de tenerla una humana, ésta estaría escoltada por diferentes hombres, guardaespaldas y probablemente algún esposo. Las mujeres no podían salir en soledad a las calles y ella lo sabía o al menos, creía que lo intuía.
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Mensaje por Neža Novak Lun Mayo 30, 2016 6:36 pm

La rubia retiró de su rostro el macabro ornamento, dejando a la vista una enorme sonrisa y una mirada de suficiencia. El rumor llevado en manos del viento le proveyó la satisfacción de haber sido escuchada y le concedió la promesa de un encuentro cargado de amenazas. No esperaba menos y no deseaba más que una válvula de escape para los sentimientos que bullían en su interior. ¿Su conciencia tal vez? ¿Podría después de tanto tiempo tener algún vestigio de ética o moral que le inquietase sobre sus planes egoístas? La sola idea la divertía y sin embargo no podía negar que una mínima parte de su ser se sentía reticente a ir en contra del juramento pronunciado siglos atrás. Para su fortuna, y desgracia de su mellizo, el tiempo la había facultado para ignorar y desentenderse de esos escasos momentos de incomodidad ante un posible actuar insensato y la estrategia de buscar estímulos que le distrajeran de tales pensamientos le servía para no tener que verse obligada a modificar sus planes.

Se calzó nuevamente la macabra máscara y continuó pavoneándose por entre el gentío. Tal como lo supuso en cuestión de segundo él estaba en las cercanías, observándola al igual que los humanos que con curiosidad posaban los ojos sobre su cuerpo durante más tiempo del que dictara la cortesía como apropiado. Recordaba con exactitud cada uno de los rasgos de su rostro pero aun así se otorgó algunos instantes para admirar su masculina perfección. - ¿Por qué tiene que pasar algo para querer buscar a un viejo amigo? – nada más incorrecto que contestar una pregunta con otra pero nunca le había emocionado en demasía seguir los reglas de urbanidad – ¿En verdad lo crees excesivo? A mí me parece adecuado, digno de ser lucido y exhibido más allá de los confines de una plataforma por algunos miserables minutos– repasó con sus manos el perfil de su cuerpo y luego, de forma bastante teatral, dio un giró sobre sus propios pies, como invitando a todos en derredor a observarla con mayor detenimiento. Las joyas y ornamentos brillaron captando la luz de las antorchas y la tela el vestido onduló al compás de sus movimientos. - ¿Lo ves? Es magnífico aunque claro hay que admitir que no cualquiera podría lucirlo tan bien – A pesar de que las palabras pudiesen ser tomadas a broma la realidad era que las expresaba con la mayor de las seguridades, como si se tratase de una verdad irrefutable.

Se despojó nuevamente de la máscara con el propósito de ofrecerle una enorme y abierta sonrisa, luego la ató a un delicado cordel de oro alrededor de su cintura. – Venance, me alegra volver a verte – manifestó acercándose y apostando sus manos sobre los hombros del vampiro e ignorando adrede el peligro en el que se encontraba le plantó un beso en cada una de sus frías mejillas. – ¿No te alegra acaso tan fortuito reencuentro? – bromeó pues era más que obvio que la casualidad en nada había intervenido para que estuviesen frente a frente esa noche. Se apartó un par de pasos y le ofreció una expresión de fingida dulzura – Y en realidad no puedes culparme por el cadáver, tenía que llamar tu atención de alguna manera, además ¿A quién le importa una simple mocosa? – se encogió de hombros – Y si es el robo lo que tanto te molesta puedo prometer que retornaré hasta el último anillo ¿Estás feliz ahora? ¿Podemos dedicarnos a temas más gratos o prefieres darme alguna otra reprimenda inútil? – y serían en verdad inútiles. En toda su existencia, tanto mortal como inmortal, pocas eran las apalabras de regaño o consejo que habían calado en su interior o modificado, aunque fuese mínimamente, su comportamiento. Todo lo dicho se lo llevaría el viento y ella, como siempre, solo seguiría los dictados de su propio juicio malogrado por la fuerza de sus caprichos.

Observó en derredor. Los colores, el ruido, la alegría que destilaba la población en medio de un jolgorio que admiraba aunque no terminara de comprender. Se veía belleza por doquier, los rostros sin gracia de cientos de humanos escondidos tras máscaras de artificial belleza, los prejuicios olvidados por una noche y la prudencia simplemente hecha a un lado. Ubicó a una pareja de jóvenes que avanzaban tomados de gancho – No hay que ser aguafiestas Venance, vamos a unirnos a la celebración – se concentró entonces en la pareja desplegando sobre ellos todo el poder de seducción del que el vampirismo la había dotado. En seguida los dos se quedaron mirándola atontados, ignorando de donde provenía la poderosa atracción que sentían por la extraña o la razón por la cual sus pies empezaron a acortar el espacio que los separaba. En cuanto estuvieron a su alcance Neža tomó a la joven por la cintura y la despojó de la máscara blanca – Bien, hay que admitir que no eres tan hermosa como suponía – se quejó haciendo un puchero, luego sonrió a la pareja de la joven y le guiñó un ojo a Venance - ¿Crees que serían una buena compañía para la velada? Vamos, escoge ¿Lo prefieres a él o a ella? Yo no tengo inclinaciones que justifique el solicitar a uno en especial – el brillo de sus ojos anunciaba la amenaza velada tras sus palabras. Ya no quedaban en su cuerpo vestigios de la muerte con la que había iniciado la noche y gracias a la sed podría dar cuenta de los dos ella sola, pero en realidad las ansias de distracción eran más poderosas en ese momento que el deseo de sangre y muerte; solo buscaba una forma de espolear a su acompañante preternatural ¿Sería eso suficiente?

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Mensaje por Venance Carpaccio Lun Jul 04, 2016 7:08 pm

Conocía esa reticencia en los inmortales, incapaces de entender la edad que llevaban en la sangre, sin absorber la sabiduría que el mundo nos había dado.
Por esas épocas mantenía una personalidad un poco más fiera, más modesta y con menos paciencia de lo que luego sería siglos más tarde. Es por ello que mis labios, aún de un sencillo pálido, se apretaban sin emitir demasiados sonidos. Era un cadáver con mal humor en ese instante. Y ella parecía una dulce niña que había encontrado un caramelo entre las calles. Su mente era desquiciada, sin embargo tenía por dentro un poder inmaculado, la venganza y los sentimientos puros de haber amado y apreciado. Me hacían incapaz de poder dañarla o ejecutarla como realmente se merecía. Es que aún no había perdido por completo la cordura, sus asesinatos eran crueles y teatrales, porque ella misma era de ese modo. Sin duda podría haber sido una gran artista en los nuevos escenarios del éxito en donde eran permitida las mujeres. — En realidad, no estaba al tanto de que teníamos una amistad. Conoces lo que me desagrada que hagan los demás inmortales en mi rango de visión. Tu imprudencia terminará llevándote por un mal camino al final del sendero. — Balbuceé con sorna, completamente afligido que ella haya tocado mi llaga con tantas ganas. Lo sabía perfectamente, se trataba de un juego entre el azar y la recompensa, y yo era el premio, o más bien mis expresiones que rara vez se dejaban ver con tanta expectativa.

Pronto me vi desenganchando la capa negra de pesada tela que caía por mis hombros. Por debajo un saco de un cuero opaco se dejaba ver. Sostuve la prenda en mi mano, en tanto observaba sus nuevos movimientos que se hacían como una de esas sirenas en el medio del océano, de un lado a otro, llamando la atención como la muerte a los cuervos. — No sé que estás buscando, pero sin duda no lo encontrarás aquí. —

El rostro frío e inmutable siguió como siempre, con los ojos semi abiertos y los labios afligidos. El contacto físico no era lo más apropiado, no me causaba en absoluta gracia. Mucho menos si era ella quien lo hacía. Sin embargo solo me contuve, aprovechando la cercanía, pasando la capa de mis manos por su espalda hasta que quedara cubierta. Ésta se arrastraba un poco por el suelo debido a la diferencia de altura, mas sin duda era mejor que la exageración y el crimen que mostraba en su andar. — No me agrada, sabes que no… Puedes llamar mi atención de otra manera si en el siguiente siglo quieres volver a aparecer. No te ignoraré. — La observé irse hacia atrás y no moví un solo músculo. Me quedé mirando su actuar tan serenamente como siempre, intentando, con mi misma aura, hacer que las demás personas sigan su rumbo sin mirar atrás. Había sido un buen espectáculo y si alguno podía diferenciar el traje de la mujer asesinada y terminaban dando con mi apariencia, sería algo molesto que tratar. La escuela aún estaba en progreso y no tenía intenciones de darle de baja al único deseo que había tenido en mucho tiempo.

Fue en ese momento que permití escapar un suspiro, era obviamente fingido, simplemente eso estaba acostumbrado a hacer cuando me daba por vencido. Crucé mis brazos con cuidado y asentí, ya no había nada que se pudiera hacer por el alma de la muchacha, estaba totalmente muerta y quizá, saliendo más rápido del lugar evitaría hasta lo más básicos inconvenientes. ¿Había llegado solo por diversión o tenía alguna razón por la que buscarme? Podía imaginarme que todo siempre tenía que ver con su hermano. Aunque en ese momento ella parecía querer… ¿divertirse? ¿Quizá olvidarse de algo? Después de todo, ella era una persona a la cual no podía leerle la mente y siempre era una incógnita para mí, complicada de entender aún superficialmente. — Neža… — Bajé la vista en el preciso instante en el que ella emitió su poder y maldije en mi interior como hacía bastante tiempo no lo hacía. Ella se aferraba a la amabilidad que podía tener para hacerme caer en sus tretas de sinvergüenza. Me acerqué impacientemente a su lado, los jóvenes que parecían pronto a casarse estaban encantados con la belleza inventada de la mujer. Alcé la mano cubriendo los ojos verdes de la muchacha, buscando que su espalda terminara apoyada en el saco largo que llevaba puesto. — No puedes elegir tus “acompañantes” de ese modo en mi presencia. Imagino que ya has cenado, pero me ofrezco a invitarte de todos modos. — Advertí de una manera amable, aunque amenazante al mismo tiempo. Los dedos largos y pálidos que estaban sobre sus ojos, pronto se bajaron hasta un lado. Había permitido que los humanos pudieran romper tal enamoramiento. Por supuesto, ninguno de los dos me había atraído, no tenía esa clase de sentimientos con nadie y no empezaría a tenerlos ahora. Aún con su ridícula forma de ser, incluso ella no llegaba a cambiar demasiado mis expresiones. — ¿Siquiera sabes qué es lo que se está festejando? — Negué y con cuidado ajusté de nueva cuenta las cuerdas de la capa, escondiendo el vestido de fuerte presencia. — Si viniste a divertirte como los demás, puedes hacerlo, sino sabes que no te puedo dejar jugar con los demás. No son tus muñecos. —
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Mensaje por Neža Novak Dom Ago 14, 2016 1:23 pm

– Oh mi querido Venance, hieres mis sentimientos – bromeó antes de continuar en medio de un suave y casi imperceptible susurro – Y yo que creía que podía contarte entre mis allegados más íntimos – levanto la mano enseñando cuatro de sus cinco dedos. Una declaración tan falsa como las sonrisas que regalaba a cualquiera que quisiese posar su mirada en su rostro. Era perfectamente conocedora de la ausencia de allegados en su existencia más que aquel que la motivaba esa noche en busca del inmortal mal humorado con el que se encontraba. Sabía a la perfección que su personalidad le impedía conseguir un acercamiento lo suficientemente profundo como para sentirse en medio de la confianza propia de lo que la palabra “amistad” representaba. Pero aquello no le importaba, se necesitaba sólo a sí misma y, de hecho, se bastaba por mucho, todos los demás formaban parte de sus planes como fichas utilizables y descartables. Ninguna lealtad, ninguna deuda por pagar, ninguna carga emocional que le llevase a anteponer el bienestar de cualquier otro antes que el suyo propio. Era una forma muy vacía de existir, sin embargo resultaba perfecta para alguien tan vacío como ella. – Además los malos caminos en realidad no existen – continuó restándole importancia a la amenaza del inmortal – el veredicto siempre dependerá de los ojos que vean el supuesto delito y de la moralidad, muchas veces doble, que se esconde detrás ¿Serás acaso mi juez esta encantadora noche Venance? ¿Crees poseer la moralidad necesaria para condenar o perdonar mis actos? – no requería una respuesta, no la esperaba, solo seguía la impulsividad de su lengua y el irrefrenable deseo de replicar todas y cada una de las cosas que le dijese su interlocutor… sin importar quién fuese o cuan solidos fuesen los argumentos expuestos.

No se trataba de un ser carente de lógica, aunque muchas veces pareciera que se esforzase por dar esa impresión, solo que los mecanismos por medio de los cuales operaba su cerebro eran radicalmente diferentes a los de la mayoría de mortales e inmortales a excepción, tal vez, de la de los niños pequeños. Era simple y complejo al mismo tiempo. La guiaba la imperiosa necesidad de ver satisfechos todos y cada uno de sus deseos ¿Por qué? Simple, porque lo merecía más que ningún otro ser sobre el planeta. Más aquello no le impedía contar con la capacidad de distinguir, de tanto en tanto, qué batallas pelear y cuales ceder. Así que permitió, en medio de una aparente docilidad, que Venance calzara sobre sus hombros la pesada capa que ocultaba de todas las miradas indiscretas el vestido y las joyas hurtadas. Sabía que la puesta en escena no le agradaba y ese era justamente el objetivo desde un inicio – Pero es tan divertido – se quejó haciéndole un mohín – Ahora sé que atenderás en el futuro llamados más… cómo decirlo… prudentes, pero eso le quita toda la emoción al reencuentro – su tono era lastimero y recriminador al mismo tiempo, empero no se le escapó la oportunidad que le brindaba el poderoso ser, el ofrecimiento de una segunda oportunidad y la promesa consecuente de que esa no sería su última noche a pesar de lo hecho hasta el momento. El problema radicaba en que la noche aún no había terminado.

Escuchó su nombre, presintió la amenaza, pero lo ignoró tan alegremente como todo lo demás. La chica estaba entre sus garras, el joven también aunque no físicamente. En verdad deseaba que Venance compartiese un momento de crueldad vampírica, que se rindiese junto a ella a la necesidad y el éxtasis que solo la sangre podría proveerles, incluso estaba dispuesta a permitir que la feliz pareja continuara con vida si eso era lo que él deseaba, pero todo se fue por la borda en el momento en que él rompió el encantamiento. – Eres tan hipócrita – le soltó sin pensarlo dos veces pero permitiendo que la chica se soltase de su agarre - ¿Sabes al menos lo que significa divertirse? A veces dudo de que seas en realidad uno de los nuestros – sus palabras denotaban mal humor mientras observaba como la pareja se marchaba evidentemente confundida sobre lo ocurrido minutos atrás - ¿Qué tiene de malo un sorbo o dos? – continuaba quejándose pero le permitió ajustar el cordel de la capa. Luego se alejó un par de pasos, con los brazos cruzados y una mirada de franco reproche – Además ¿A quién demonios le importa lo que se celebra? Una fiesta es una fiesta, punto final. Puedes darle el matiz que desees, puedes adjudicarle al Dios pagano que prefieras la primicia de permitirte divertirte pero al final de cuentas todo se reduce a lo mismo: el goce de lo terrenal disfrazado de ofrenda a lo celestial o a la buena fortuna. Si ésta regla es legal entre los mortales ¿Por qué debería yo de abstenerme de buscar mi propio goce terrenal? – por supuesto que sabía que se celebraba, al final de cuentas por algo había buscado a su primera víctima entre las chicas destinadas al desfile en la “Fiesta de las Marías”, pero no lo admitiría en voz alta.

Su mal humor se incrementó. No era ésta la forma en como había planeado su velada, las reacciones de Venance eludían sus propios planes y no estaba consiguiendo lo que se había propuesto desde un principio. Medio enfurruñada le dio la espalda al inmortal y caminó colocando algo de espacio entre los dos. La picardía que acompañó su estado de ánimo desde que llegase a Venecia empezó a diluirse en la duda que le pesaba sobre los hombros. No era ese el camino que deseaba para su noche pero sus labios se movieron antes de que fuera capaz de detenerlos – Solo buscaba un poco de entretención Venance, solo deseaba alejar de mi mente un pensamiento, un anhelo, por algunas horas al menos– giró la cabeza y le lanzó una mirada envenenada – Gracias por arruinarme el momento – le acusó antes de empezar a caminar en medio del gentío sin más explicaciones. Ahora deseaba horror, deseaba oscuridad y muerte… y por los cielos que las obtendría a costa de los habitantes que él tanto parecía apreciar ¿Y sus primeras víctimas? La pareja por supuesto, y fue tras ellos que enfiló sus pasos – Mis “muñecos” serán quienes yo desee que sean – murmuró a modo de desafío permitiendo que la niña malcriada y melindrosa que vivía en su ser tomase en control de sus acciones e ignorase, una vez más, las nefastas consecuencias que estas podrían conllevar.
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Mensaje por Venance Carpaccio Jue Ago 25, 2016 12:58 pm

Ahora lo recordaba, de esa manera era la -en absoluto- joven vampiresa, por el contrario tenía muchos años de experiencias, años huyendo de su propia soledad y no había podido encontrar ni una pizca de felicidad. Y yo me preguntaba, ¿cómo es que podíamos parecernos en algo? ¿Cómo es que los inmortales no podíamos conseguir la misma simple felicidad que los humanos? Parecía que la condena en realidad era una perfecta forma de describirnos, pero me negaba a pensarlo, yo utilizaba sabiamente la decisión de no morir de manera normal y obviamente no iba a permitir que unos simples segundos pudieran arruinar una eternidad construida desde antes de que los hombres aprendieran a ser realmente hombres. Así que negué, restándole importancia a sus contestaciones mal habladas, incluso hice aparecer una media sonrisa, casi tan tenue como así mis expresiones podían ser. No podía evitar sentir una inmensa curiosidad, era algo que no había perdido a lo largo del tiempo. ¿Qué era lo que ella realmente hacía allí y por qué? ¿Qué la había hecho llegar a mi lado si el mundo era tan grande hasta para nosotros? Su soledad era comparada con la mía de una manera bestial. Dejé caer una mano en su hombro, muy suavemente, casi como una caricia que era muy diferente a ello. Y apreté los labios con una molestia y vergüenza ajena evidente, todo su cuerpo, cada rasgo, era la viva esencia de la rebeldía a la cual nunca podría aceptar. — No estoy seguro si los seres como nosotros son capaces de madurar. Pero deberías intentarlo. — Susurré con la misma calma con la que corría el diablo y volví a plantar los ojos sobre ella, era como si estuviese mirando a la nada misma, no podía quitarme la eterna manía de evaluar y conciliar la serenidad hasta el último momento. Cruzando los brazos fue que seguí su habla hasta el punto que mi ceja no podía arquearse más, quizá se podría salir de mi cara si eso pasara. Ella tenía la habilidad de tergiversar mis palabras, le agregaba condimentos hasta superar mis expectativas. Pero no se lo negué, no iba a anticiparle qué tan rápido podía agarrar su corazón y tirarlo a los helechos, no necesitaba saberlo y yo tampoco quería hacerlo. Por lo que, sin pruebas, no había amenaza que a ella le valiera.

— Entiendo la diversión, la gente se divierte sin necesidad de matar a gente inocente. Pero, ¿tú nunca te has alimentado de un culpable, no es así? —
Había algo que nadie podía saborear tanto como yo lo hacía. El verdadero arte de la sabiduría corría en mi mente como una fuente inagotable de poder. La palabra hipócrita no tenía ningún sentido para mí, incluso si existía alguien en ese mundo que fuese un mentiroso manipulador, seguía sin ser hipócrita ante mis creencias. Así que solo la miré con aires de mar muerto, como la misma columna de mármol de siempre, pero mucho más curiosa. Quizá ella había encontrado una forma de que le muestre el secreto de mi eternidad en paz y sin siquiera un enemigo que se me acercara a odiar. Pero para mi propia desgracia, el incremento de su capricho y enojo se incendió frente a mí y me quemó como un fuego azul. Suspiré, irritado por un lado y algo indiscreto por el otro. Ella iba a hacer algo malo, su misma aura me lo advertía. Había dos salidas, la muerte o el mimetismo en su propia obstinación. Y lo primero estaba tan fuera de mis manos que me molestaba hasta el punto de querer asesinarla de una vez. Obviamente era un círculo vicioso que solo se rompía con la segunda opción y como un resplandor me acerqué a ella. Corriéndola hasta apoyar la palma de mi mano sobre sus ojos y privarle unos momentos de la visión, apoyando la fragilidad de su eterno cuerpo contra el brazo derecho. En parte, ella había ganado y me preguntaba si la había dejado ganar o si realmente su esfuerzo lograba milagros. — Está bien, te enseñaré algo. ¿Sientes la oscuridad? Piensa en dos colores e identifícalos como bueno y malo. Cuando te deje ver, mira a tu alrededor. Si lo haces, me divertiré contigo. — Si había algo a lo que la muchacha no podía negarse era al propio desafío. Nuestra capacidad de ver las auras, con un simple anhelo, nos permitía ver las manchas en la energía de todos que se incrementaban con los horrores que iban haciendo año tras año. Para nosotros, la oscuridad iba más lento, porque éramos eternos y el tiempo no se trataba de una variable, sino una interminable constante. — ¿Estás huyendo de un pensamiento? Me sorprende de ti. Sin embargo, sabes que es imposible para mí alimentarme sin un estudio previo, ¿has elegido correctamente? Como puedes ver la pareja es demasiado pura, te invito a conocer el sabor de quien tiene grandes manchas. Quizá encuentres un nuevo sabor en tu larga lista. — Invité con tanta formalidad que no pude evitar volver a ponerme delante de sus narices, con la clara mirada de que si osaba huir a matar sin piedad por algún lado, todo podía terminar bastante más sangriento de lo que esperaba. Ya luego, cuando su relajación se hiciera evidente, iba a poder preguntarle a qué se debía su mal estar. Su inagotable fuente de diversión parecía haberse desvanecido y la razón parecía ser sus propios sentimientos, ¿quizá era por su propia sangre, otra vez?
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