AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un pedazo de... [Privado]
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Un pedazo de... [Privado]
“…contaban de una diosa. Una terrible diosa, de guerra y dolor. Decían que de su aliento gritaba fuego, que tallaba desiertos y aullaba en el viento. Decían que la muerte y el derramamiento de sangre era un bálsamo para su corazón. Pero en la historia, su corazón se calma. Su ira es sofocada. Y la diosa de la guerra se transforma en la diosa del amor…. “
“¿Quién sofoca su ira?” Había sus últimas palabras antes de que el sueño lo arrastrase a la calma. “la Humanidad” Logró ella pronunciar antes de dejarse caer dormida junto a él.
Aquella vez no soñó, no hubo puerta que se abriera, ni fantasmas que la persiguieran… No hubo sueños, solo se dejó mecer en aquella oscuridad y vacío que le proporcionaba el descanso que Morfeo le había regalado, amable y reconfortante.
Pronto las vidrieras de color y el silencio se fueron haciendo con la catedral, la oscuridad de la noche.
Lakme despertó por un momento sin recordar donde estaba o que había sucedido, luego noto la presencia del joven y lo entiendo todo. Su mano en suave caricia como a un niño, peino sus oscuros cabellos con dulzura y calma.
Luego camino por lo largo de aquel lugar, el “ente” aún no había regresado junto a ella. Pero estaba tranquila, era un alivio no sentir su peso en su alma, pero por una parte no tenerle aferrada, era como sentirse huérfana.
Ya había alcanzado el lugar donde estaba la reja. Una mirada de regreso hacia donde debía de estar Höor, no sabía si aún había despertado, no se había atrevido a sacarle de aquel estado de quietud en el que se había sumido.
“¿La reja?” Pensó, estaba en el suelo, en el fondo de aquel conducto, junto a ella. Y Lakme recordó que en ningún momento la había dejado caer, todo lo contrario, había sido colocada a su sitio.
Repentino dolor en el costado, atravesando sus costillas, cerca de su corazón. Sabor del férreo dibujado en su paladar con oscura escarlata y pulmones que se perforaba, haciendo que la respiración imposible y dolorosa.
Un quejido de los labios de la inmortal, su cuerpo se encogió sobre sí mismo quebrantado. Aquel metal con el que su cierpo había sido atravesado no la mataría, al menos si no alcanzaba su corazón, pero su especial creación la anulaba y la hacía un ser inmune mientras este permaneciese en su interior.
-Höor… -Consiguió pronunciar para llamarlo, pero seguramente estaba viviendo la misma agonía que ella misma experimentaba. Fuertes brazos la sostuvieron y tiraron de su rostro hacia atrás. Sus olores eran reconocibles: el viejo inmortal acompañado por… ¿Licántropos? Entonces supo quién los enviaba, o al menos parte de ellos. Sabía que no la mataría, aunque una vieja venganza les tentaba a los hijos de Lycaon.
Cabello oscuro y tirante la obligaba a descubrir su rostro hacia ellos, y el viejo inmortal sopló aquel polvo… La oscuridad se hizo con ella de forma voraz, la devoró junto con su conciencia.
Echo de menos al “ente”, éste tal vez junto a los “otros” podría haberle protegido.
Como si fuese por un túnel, las luces no dejaban de marcharse y volver, marchase y volver… El sonido del motor de aquellos carros que no iba tirados de caballos, y las grandiosas urbes iluminadas de tal modo que convertían a la noche en día.
Una vieja visión que a veces le recordaba un destino. “Su nombre… El de una cruz…” Le habían susurrado “ellos”. Un hombre con guantes de cuero, nunca lograba de ver su rostro, pero si reconocería su voz, tomaba su mano en el vehículo, mientras lo conducía.
“No, nos encontrarán… Ya estamos muy cerca.”
Seguían dentro de aquel túnel, más vehículos le rodeaban. Lakme había apartado la mano de la del hombre, y contempló por la ventana.
El túnel finalizó y la luz del sol invadió todo el coche, era cálida y agradable sobre su piel morena, la podía tocar no la quemaba, ya no le hacía daño. Había descubierto “el secreto” y tal vez algo más.
“Estamos cerca…”
-Nebt Mefkat… -Una voz femenina a su lado, mujer morena miles de trenzas. Rasgos asirios, piel morena, gran poder y belleza.
La había llamado por su verdadero, ella conocía a aquella maldita bruja inmortal. Demasiado bien.
-Quiero algo de ti y tu algo de mí… -Directa al grano como ella sola. Siempre había sido así, tenía todo el tiempo del mundo, pero ninguno. Sus ojos grises, le recordaban tanto a los de él. Gemelos idénticos.
Lakme había despertado en aquel cuarto, no estaba atada no era una cárcel, esperaban algo de ella, y esperaban que ella obedeciese e hiciese todo sin poner resistencia. O más bien volviesen.
¿Dónde estaba el “ente”? Con ojos verdes de reto, miró a la inmortal se hacía llamar de tantas maneras. La última vez la llamaba “Nínive”. Ella estaba bloqueando a su “ente” por eso no regresaba. Y ella con su sonrisa se había dado cuenta de ese hecho y de su poder sobre Lakme.
Una mano sobre el regazo de Lakme, algo duro dentro de aquella bolsa de tela aterciopelada, algo que emitía fuerza y aura poderosa.
-Mi hermano… Sé que “tu humano” te llevará a él. –Recuerdo de sus ojos grises, de sus caricias, de sus mentiras, de sabor de su sangre… Y luego sus manos asfixiándola para regresarla con la inmortalidad.
Rasgos comunes en su físico tenían su Hacedor y aquella mujer, ambos oscuros cabellos y ojos grises, en un pasado ambos habían sido ciegos. En su inmortalidad oráculos sin vista que solo el milagro de una fuente le había devuelto aquello.
-Cuando lo encuentres, acaba con todo esto. -Abrió la bolsa, y Lakme no pudo creer lo que sus ojos veían. Era un trozo de aquella maldita espada. ¿Cómo era posible que…? -Sabes que no te soltará, por mucho que creas que huye de ti, te tiene bien cogida… y cuando llegue el momento, no querrás tenerlo a tu lado. -Volvió a guardar el trozo. -Hay un trozo más en esta ciudad, pero eso vuestra bruja lo sabe… El problema es que os adentráis a la boca del lobo de un modo muy inconsciente. El resto, sigue la sangre de tu humano como tenían previsto… Éste estaba en las islas Feroes, puede que haya otro trozo.
Ella se levantó, se marchaba.
-Por mi parte ya he dicho que lo debía. Y no consideres esto una traición, pero era parte de un trato, ahora eres “problema” de otros.
Si, lo sabía aquellos licántropos se la llevaría consigo. Nínive se marcharía y la dejaría a merced de ellos que, tentados por su sed de venganza, deseaban acabar con su vida, pero su deber hacia su Rey, le podía.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/11/2010
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Re: Un pedazo de... [Privado]
Dolor, una punzada de agónica que se alojo en mis costillas robándome el aliento y sacándome de mi calma.
Calma que perdí con la vista nublada mientras gritaba su nombre con la voz ahogada.
-¡Lakme! -rugí en un vano intento pues las palabras parecían morir en mi pecho sofocadas por aquel ardiente dolor que sin duda compartía con la inmortal con la que era uno.
Traté de ponerme en pie, apretando los dientes, ella estaba en peligro, paladeé la sangre en mi garganta, metálica, tosí tambaleándome hasta que mis pies lograron sustentar mi cuerpo y mi mano aferraba con fuerza una herida que sangraba en abundancia y no cerraba.
Posé la mano ensangrentada en la pared, tenia que encontrarla, estaba viva, eso era obvio, pues si no mi suerte seria la misma, la muerte.
Cada paso era una tortura, mas yo no era de los que se rendía. Continué el sendero a ciegas por ese túnel por el que habíamos entrado. Mano en la pared, acariciando las piedras hasta alcanzar la reja.
Reja que en el suelo había caído dando clara muestra de que Lakme había salido por ella. Me agaché para tratar de encontrar alguna pista que me ayudara a dar con ella, mi sino, mi mitad
La cabeza me daba vueltas, como si alguna droga hubiera llegado a ella. Mi cuerpo cedió un momento, posé sendas manos en la pared, tratando de mantenerme despierto.
-Lakme -jadeé -no podía dormirme, no la alcanzaría.
Solo había un modo de contrarrestar una droga que te adormece, la adrenalina.
Saqué la daga de mi cinto y sin pensarlo dos veces la hundí en mi vientre, dolor y a su vez ese subido que conocía bien, el de la adrenalina disparada por mis venas, el del flagro de la batalla. Saque le acero goteando carmesí, herida que cerraba con rapidez, mas me regalaban el subidon necesario para seguir en pie.
Respiré aun atontado, mas despierto observando el suelo, alguna pista tenia que encontrar.
No me llevo demasiado dar con una huella, una de unas botas campestres, grandes y pesadas por la cantidad de barro desprendido. Me agaché tomando un poco de aquella muestra. Tierra caliza, aun húmeda, no había llovido con lo cual debían de venir de algún lugar pantanoso.
¿Pero de donde?
Fruncí el ceño, no conocía la ciudad, aquello no era suficiente.
-Vamos Lakme, maldita sea -gruñí entre dientes hundiendo mi cara entre las manos tratando de pensar algo rápido. Sabor férreo al relamer mis labios.
Sangre, mire mis manos, su sangre, eso era .No tardé en encontrar el rastro de las gotas de sangre de la inmortal, si mi herida no se cerraba era porque la suya seguía sangrando.
Sonreí de medio lado desgarrando la camisa para apretar con fuerza mi costado, de momento, tendría que aguantar así...
Seguí el rastro hasta dar con unos largos túneles, allí la sangre se perdía, posiblemente la habrían subido a algún carro. Seguí la dirección de estos, no se el tiempo que anduve, solo que la perdida de sangre de la noche anterior y la de esta hacían mella en mi.
Finalmente salí al exterior, como había predicho,en medio de una zona boscosa, pero sombría y con la tierra húmeda.
Pantanos se fundían con un bosque lúgubre, de arboles grisáceos, donde la vida parecía no dispuesta a anidar en ellos.
Tomé una bocanada de aire siguiendo un sendero marcado por ruedas, hasta alcanzar una cabaña perdida en la nada.
A sus puertas dos hombres armados hasta los dientes. Intuí que no estaban solos, pronto la puerta se abrió y de esta salio una mujer de ojos grises, de una belleza inusual, exótica con pelo trenzado y que de un modo u otro desprendía poder.
¿quien demonios era?
Lakme debía estar allí dentro, tenia que entrar, y solo se me ocurría una manera.
La mujer de ojos grises desapareció de mi vista en uno carro que emitía un sonido raro.
Mi mano acarició el mango de la bastarda mientras sonreía de medio lado.
Salí con seguridad del camino desenvainando la espada frente a esos hombres que me miraron contrariados.
-Vengo a por mi..-medité un momento la respuesta ¿que era Lakme para mi? -a por ella -atajé-si me la devolvéis no os mataré.
Arrogante hundí mis ojos en los de esas moles que me miraban incrédulas.
Calma que perdí con la vista nublada mientras gritaba su nombre con la voz ahogada.
-¡Lakme! -rugí en un vano intento pues las palabras parecían morir en mi pecho sofocadas por aquel ardiente dolor que sin duda compartía con la inmortal con la que era uno.
Traté de ponerme en pie, apretando los dientes, ella estaba en peligro, paladeé la sangre en mi garganta, metálica, tosí tambaleándome hasta que mis pies lograron sustentar mi cuerpo y mi mano aferraba con fuerza una herida que sangraba en abundancia y no cerraba.
Posé la mano ensangrentada en la pared, tenia que encontrarla, estaba viva, eso era obvio, pues si no mi suerte seria la misma, la muerte.
Cada paso era una tortura, mas yo no era de los que se rendía. Continué el sendero a ciegas por ese túnel por el que habíamos entrado. Mano en la pared, acariciando las piedras hasta alcanzar la reja.
Reja que en el suelo había caído dando clara muestra de que Lakme había salido por ella. Me agaché para tratar de encontrar alguna pista que me ayudara a dar con ella, mi sino, mi mitad
La cabeza me daba vueltas, como si alguna droga hubiera llegado a ella. Mi cuerpo cedió un momento, posé sendas manos en la pared, tratando de mantenerme despierto.
-Lakme -jadeé -no podía dormirme, no la alcanzaría.
Solo había un modo de contrarrestar una droga que te adormece, la adrenalina.
Saqué la daga de mi cinto y sin pensarlo dos veces la hundí en mi vientre, dolor y a su vez ese subido que conocía bien, el de la adrenalina disparada por mis venas, el del flagro de la batalla. Saque le acero goteando carmesí, herida que cerraba con rapidez, mas me regalaban el subidon necesario para seguir en pie.
Respiré aun atontado, mas despierto observando el suelo, alguna pista tenia que encontrar.
No me llevo demasiado dar con una huella, una de unas botas campestres, grandes y pesadas por la cantidad de barro desprendido. Me agaché tomando un poco de aquella muestra. Tierra caliza, aun húmeda, no había llovido con lo cual debían de venir de algún lugar pantanoso.
¿Pero de donde?
Fruncí el ceño, no conocía la ciudad, aquello no era suficiente.
-Vamos Lakme, maldita sea -gruñí entre dientes hundiendo mi cara entre las manos tratando de pensar algo rápido. Sabor férreo al relamer mis labios.
Sangre, mire mis manos, su sangre, eso era .No tardé en encontrar el rastro de las gotas de sangre de la inmortal, si mi herida no se cerraba era porque la suya seguía sangrando.
Sonreí de medio lado desgarrando la camisa para apretar con fuerza mi costado, de momento, tendría que aguantar así...
Seguí el rastro hasta dar con unos largos túneles, allí la sangre se perdía, posiblemente la habrían subido a algún carro. Seguí la dirección de estos, no se el tiempo que anduve, solo que la perdida de sangre de la noche anterior y la de esta hacían mella en mi.
Finalmente salí al exterior, como había predicho,en medio de una zona boscosa, pero sombría y con la tierra húmeda.
Pantanos se fundían con un bosque lúgubre, de arboles grisáceos, donde la vida parecía no dispuesta a anidar en ellos.
Tomé una bocanada de aire siguiendo un sendero marcado por ruedas, hasta alcanzar una cabaña perdida en la nada.
A sus puertas dos hombres armados hasta los dientes. Intuí que no estaban solos, pronto la puerta se abrió y de esta salio una mujer de ojos grises, de una belleza inusual, exótica con pelo trenzado y que de un modo u otro desprendía poder.
¿quien demonios era?
Lakme debía estar allí dentro, tenia que entrar, y solo se me ocurría una manera.
La mujer de ojos grises desapareció de mi vista en uno carro que emitía un sonido raro.
Mi mano acarició el mango de la bastarda mientras sonreía de medio lado.
Salí con seguridad del camino desenvainando la espada frente a esos hombres que me miraron contrariados.
-Vengo a por mi..-medité un momento la respuesta ¿que era Lakme para mi? -a por ella -atajé-si me la devolvéis no os mataré.
Arrogante hundí mis ojos en los de esas moles que me miraban incrédulas.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Un pedazo de... [Privado]
Con más preguntas que respuestas, Nínive se había marchado en lo que consideraba un acto de no traición. Pero la había entregado a aquella manada, deuda de sangre con respecto al pasado.
Aun recordaba su larga estancia en el norte como su huésped. Con otro nombre en aquel tiempo, entre nieve y ventisca ella había atravesado los bosques huyendo. Acostumbrada a un clima muy diferente, la gélidez la debilitada y salvada por aquellos licántropos que en la vida había visto una inmortal y su Alfa, fue larga su estancia con ellos. Una obsesión, una prisionera… Lakme dejo con su marcha la sangre de los hijos del rey lobo, y éste a pesar de que los siglos pasasen seguía con su burda obsesión por poseerla.
Entre ellos sus perros guardianes discutía sobre si debían o no consumar la venganza que sus abuelos le tenían guardada, o seguir las órdenes de su rey.
Una sola mujer había diezmado la vida de aquella enorme manada. Fantasmas de un pasado que no llegado a desaparecer.
Había sido su amante, había creído que su felicidad estaba allí junto a éste. Aquello había sido lo más parecido a una vida humana que había tenido, dos corazones quebrados por la soledad y unidos. Pero la había convertido en una prisionera sin quererlo, y sus cadenas le hería… Así que ella lo había destruido todo, su tendencia a tocar todo y romperlo, que la desembocaba a una vida ermitaña y llena de vacías frivolidades.
Ahora con Höor sentía algo similar, aquel trato de nuevo la convertía en una prisionera y de nuevo le devolvía una humanidad que había intentado encerrar bien lejos. Sinceramente temía herirle de algún modo, lo dicho… Tenía a destruir lo que le rodeaba.
En la planta de abajo había ruido, y pudo sentirle cerca. ¿Cómo habría conseguido encontrarla si ni ella misma podía saber dónde se encontraba? Sin el “ente”, se sentía ciega, muda y sorda… El hechizo que hacía de velo para que no la encontrase pronto se rompería, Nínive era el vampiro más poderoso que había podido conocer junto su hermano, su Hacedor.
¿Acaso había un resquicio de su sentir por él? Lakme apretó el trozo de espada en su mano, ella le llevaría a su Hacedor y no debía de dudar en tener mano firme, debía de acabar con todo aquello, si no él la tendría para siempre atada, su esclava con un solo fin.
-¡Höor! -Lakme corrió a la puerta sellada y la golpeo, llamándole. Debían de tener algun hechicero con ellos porque ni su fuerza sobrenatural era capaz de derribar esta misma. Impotente solo tenía la opción de esperar que le fuese bien en su lucha por liberarla. Solo esperar a que el velo temporal cayese y su “otro yo” volviese con ella, el “ente” era su fuente de magia, su trocito de alma desprendida.
Aun recordaba su larga estancia en el norte como su huésped. Con otro nombre en aquel tiempo, entre nieve y ventisca ella había atravesado los bosques huyendo. Acostumbrada a un clima muy diferente, la gélidez la debilitada y salvada por aquellos licántropos que en la vida había visto una inmortal y su Alfa, fue larga su estancia con ellos. Una obsesión, una prisionera… Lakme dejo con su marcha la sangre de los hijos del rey lobo, y éste a pesar de que los siglos pasasen seguía con su burda obsesión por poseerla.
Entre ellos sus perros guardianes discutía sobre si debían o no consumar la venganza que sus abuelos le tenían guardada, o seguir las órdenes de su rey.
Una sola mujer había diezmado la vida de aquella enorme manada. Fantasmas de un pasado que no llegado a desaparecer.
Había sido su amante, había creído que su felicidad estaba allí junto a éste. Aquello había sido lo más parecido a una vida humana que había tenido, dos corazones quebrados por la soledad y unidos. Pero la había convertido en una prisionera sin quererlo, y sus cadenas le hería… Así que ella lo había destruido todo, su tendencia a tocar todo y romperlo, que la desembocaba a una vida ermitaña y llena de vacías frivolidades.
Ahora con Höor sentía algo similar, aquel trato de nuevo la convertía en una prisionera y de nuevo le devolvía una humanidad que había intentado encerrar bien lejos. Sinceramente temía herirle de algún modo, lo dicho… Tenía a destruir lo que le rodeaba.
En la planta de abajo había ruido, y pudo sentirle cerca. ¿Cómo habría conseguido encontrarla si ni ella misma podía saber dónde se encontraba? Sin el “ente”, se sentía ciega, muda y sorda… El hechizo que hacía de velo para que no la encontrase pronto se rompería, Nínive era el vampiro más poderoso que había podido conocer junto su hermano, su Hacedor.
¿Acaso había un resquicio de su sentir por él? Lakme apretó el trozo de espada en su mano, ella le llevaría a su Hacedor y no debía de dudar en tener mano firme, debía de acabar con todo aquello, si no él la tendría para siempre atada, su esclava con un solo fin.
-¡Höor! -Lakme corrió a la puerta sellada y la golpeo, llamándole. Debían de tener algun hechicero con ellos porque ni su fuerza sobrenatural era capaz de derribar esta misma. Impotente solo tenía la opción de esperar que le fuese bien en su lucha por liberarla. Solo esperar a que el velo temporal cayese y su “otro yo” volviese con ella, el “ente” era su fuente de magia, su trocito de alma desprendida.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/11/2010
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Re: Un pedazo de... [Privado]
Choques de aceros bajo la tormenta fría, guerreros no dispuestos a ceder a su presa, la inmortal con la que estaba unido.
Carmesí goteando sobre la hierba fresca, mientras los movimientos de unos y de otros se enredaban en un baile demencial donde la parca estaba presente con su hoz.
No habría Valhalla para ellos, ni siquiera lo habría para el monstruo en el que me estaba convirtiendo.
Sediento de su muerte, enfurecido por no tenerla cerca, mis ojos se oscurecían como una noche de tormenta.
Placer que encontré sajando sus miembros con la bastarda, sin piedad, ni siquiera las heridas dispuestas me hicieron dejar de paladear el férreo sabor de la sangre que resbalaba por mi acero.
No sentía dolor o quizás si, pero mi cuerpo siguió corriendo hacia el interior de aquella cabaña convertida en mazmorra.
Los golpes de Lakme contra la puerta gritando mi nombre, desesperado corrí hacia ella, como si solo su contacto pudiera calmar aquella ansiedad, esa sed irracional.
Otra mole que salió a mi paso, que se interponía entre ella y yo, mal día había elegido ese insensato para hacerse el héroe.
Sacudí la espada frente a sus ojos, carmesí que empapo la pared, sonrisa sádica en mi rostro.
-Aparta de esa puerta o la tiraré abajo contigo si es necesario
Embistió la fiera de ojos ámbar mientras yo interponía entre ambos mi bastarda, quiebro raudo de la mole que pese a su corpulencia parecía diestra en el combate, sendas dagas en sus manos a forma de garras.
Dejé caer la bastarda con una picara sonrisa, mientras agachaba mi cuerpo para sacar una daga.
Ladeé la cabeza esperando su siguiente embiste, ese que no tardó en llegar.
Esquivé por la derecha corriendo hacia la pared, donde apoyé mi pie para volar sobre su cabeza y caer a sus espaldas.
Saje el tendón de detrás de sus rodillas, haciendo que el hombre cayera al suelo entre gritos de dolor incapaz de alzarse. Dos tajos mas, rápidos y certeros en los órganos vitales.
-Dale recuerdos a Odin -susurré en su oído antes de degollarlo con el filo.
Limpié la daga en su camisa, mientras lo oía ahogarse en su propia sangre, lo deje ir después retumbando en el charco de sangre.
Cuanto mas grandes mas ruido hacen al caer, ciertas las palabras de mi maestro.
Recuperé la bastarda y empotrando la puerta varias veces con el hombro esta cedió frente a mi.
Al otro lado Lakme, corrí hacia ella hasta que nuestros cuerpos quedaron pegados en uno, acuné su rostro con mis manos buscando las heridas que de seguro tenia, pues las mías no habían cerrado.
-¿Estas bien? -pregunté preocupado, no por mi, si no por esa inmortal que ahora parecía tan vulnerable en mis brazos.
Carmesí goteando sobre la hierba fresca, mientras los movimientos de unos y de otros se enredaban en un baile demencial donde la parca estaba presente con su hoz.
No habría Valhalla para ellos, ni siquiera lo habría para el monstruo en el que me estaba convirtiendo.
Sediento de su muerte, enfurecido por no tenerla cerca, mis ojos se oscurecían como una noche de tormenta.
Placer que encontré sajando sus miembros con la bastarda, sin piedad, ni siquiera las heridas dispuestas me hicieron dejar de paladear el férreo sabor de la sangre que resbalaba por mi acero.
No sentía dolor o quizás si, pero mi cuerpo siguió corriendo hacia el interior de aquella cabaña convertida en mazmorra.
Los golpes de Lakme contra la puerta gritando mi nombre, desesperado corrí hacia ella, como si solo su contacto pudiera calmar aquella ansiedad, esa sed irracional.
Otra mole que salió a mi paso, que se interponía entre ella y yo, mal día había elegido ese insensato para hacerse el héroe.
Sacudí la espada frente a sus ojos, carmesí que empapo la pared, sonrisa sádica en mi rostro.
-Aparta de esa puerta o la tiraré abajo contigo si es necesario
Embistió la fiera de ojos ámbar mientras yo interponía entre ambos mi bastarda, quiebro raudo de la mole que pese a su corpulencia parecía diestra en el combate, sendas dagas en sus manos a forma de garras.
Dejé caer la bastarda con una picara sonrisa, mientras agachaba mi cuerpo para sacar una daga.
Ladeé la cabeza esperando su siguiente embiste, ese que no tardó en llegar.
Esquivé por la derecha corriendo hacia la pared, donde apoyé mi pie para volar sobre su cabeza y caer a sus espaldas.
Saje el tendón de detrás de sus rodillas, haciendo que el hombre cayera al suelo entre gritos de dolor incapaz de alzarse. Dos tajos mas, rápidos y certeros en los órganos vitales.
-Dale recuerdos a Odin -susurré en su oído antes de degollarlo con el filo.
Limpié la daga en su camisa, mientras lo oía ahogarse en su propia sangre, lo deje ir después retumbando en el charco de sangre.
Cuanto mas grandes mas ruido hacen al caer, ciertas las palabras de mi maestro.
Recuperé la bastarda y empotrando la puerta varias veces con el hombro esta cedió frente a mi.
Al otro lado Lakme, corrí hacia ella hasta que nuestros cuerpos quedaron pegados en uno, acuné su rostro con mis manos buscando las heridas que de seguro tenia, pues las mías no habían cerrado.
-¿Estas bien? -pregunté preocupado, no por mi, si no por esa inmortal que ahora parecía tan vulnerable en mis brazos.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Un pedazo de... [Privado]
Marcas que iban dibujándose por su cuerpo con cada golpe que iba recibiendo, sangre que manchaba su tibia piel y sus ropas. Aquel vinculo le daba pistas de la batalla que se estaba librando en la planta de abajo.
Lo había puesto en peligro, y aun se seguía preguntando… ¿Por qué “ellos” deseaban llevarla a aquel camino? ¿Por qué volver a regalarle un trozo de su humanidad?
Si hubiese sido en otro momento y lugar, tal vez él le hubiese importado nada, otro humano que moría por ella, otra alma sacrificada para alargar la suya. Pero no, extrañamente se sentía asustada y preocupada por él, y… ¿acaso culpable?
Ella no era así, ella debía de seguir siendo aquella muñeca de porcelana carente del sentir o el apego. Sabía que existía una cierta química sexual entre ambos, lo había sentido incluso antes de que el trato se hubiese sellado. Aquella sangre tan especial que aun recordaba paladear en el fondo de su boca, de un modo placentero provocador. Sangre de oráculo latente, le decía tanto y tan poco.
Puerta aporreada, podía sentirse estúpidamente frágil. Como si estuviese ciega de todo poder, como si fuese huérfano de su inmortalidad. Aquel maldito hechizo, aquella maldita debilidad. Aquel maldito muchacho se estaba convirtiendo en una pequeña grieta capaz de desmoronar aquella coraza creada por los milenios.
Su voz le indico lo cerca que estaba, ella se apartó de la puerta y esta cayó.
Había diezmado a otros hijos, había hecho acto similar que sabía que no acabaría en aquella ocasión sino aquí haría que aquella poderosa manada le hirviese la sangre. Ahora no solo estaba unida a Höor sino que le había metido en su mismo lío.
Asuntos pasados deberían arreglarse cuando su principal misión terminase. Aquella historia esa noche no había terminado, al menos para ella.
-Al final te estoy cogiendo cariño, maldita sea. -Lo abrazo con todas sus fuerzas, no sabía porque se había alegrado tanto de verlo.
Heridas que poco a poco a poco se cerraba en aquella magia que la inmortalidad era capaz de hacer. Sin querer sus ojos vertieron lágrimas.
Mientras lo abrazaba y se dejaba hacer, apretó contra sí aquella bolsita de terciopelo.
Ella se apartó de él lentamente, y la abrió mostrando su contenido: Un trozo de la espada.
Lakme sabía más de lo que aparentaba, pero seguía muda.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/11/2010
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Re: Un pedazo de... [Privado]
Su cuerpo contra el mio, mis ojos recorriendo cada resquicio herido de su piel que ahora, como si con mi llegada un soplo de vida se hubiera apoderado de ella, empezaba a cicatrizar en su forma habitual.
Sonreí de medio lado cuando esta se abrazó a mi, cuando su cabeza quedó presa de mi pecho y allí como una niña asustada susurro un “te estoy cogiendo cariño”
No era precisamente eso lo que yo sentía, mas, era complicado definir que era ese sentimiento..superaba el cariño con creces, la pasión era evidente..pero..etiquetarlo con un nombre era inhumanamente posible.
El vinculo era demasiado poderosa para saber que parte era real, que parte era solo eso, la fuerza de su sangre corriendo por mis venas, la mía corriendo por las suyas. Tampoco iba a ser un mentiroso, la deseé desde la primera vez que la vi en el escenario, posiblemente de no existir Valeria, nuestros cuerpos ya hubieran cedido uno frente al otro.
Sonreí de medio lado acariciando su pelo azabache, que se enredaba entre mis dedos jugando con ellos. La sentía tan humana, tan vulnerable, ni rastro de esa mujer del callejón cuya mirada me observó salvaje.
Admito que la primera me excitaba y esta que tenia entre mis brazos...despertaba otras cosas distintas.
-ya ha pasado -susurré contra su pelo al sentir mojar mi camisa con sus lagrimas.
Tenia muchas preguntas por hacer, demasiadas, entre ellas ¿quien era esa mujer de ojos grises?
Mas como ella, guardé silencio sin aflojar mi abrazo, deslizando mis dedos por su cintura sintiendo como nuestros cuerpos sanaban al unisono.
Cuando se separó sus ojos negros se fundieron con los míos mostrándome una pequeña bolsa de terciopelo, en su interior, un fragmente que pronto identifique por su acero...¿la espada? ¿estaba fragmentada?
Demasiadas preguntas en mi cabeza, mas ella callaba.
Mi mirada se endurecedor, habíamos hablado de confianza, de compartir no solo nuestras vidas en una si no nuestros secretos..quería saber, necesitaba conocerla, pero no solo lo que atañía a esa espada, si no a ella, su historia.
Desvié mi mirada tratando de que no leyera la desesperación en mis ojos, sabia que me guardaba secretos, eso me enfurecía, mas del mismo modo, lo entendía ¿no le guardaba yo los propios?
No hubieron preguntas, no esta vez, me limité a tomar su gélida mano y tirar de ella hacia le exterior de la habitación.
Ese lugar no era seguro, ella estaba débil, lo sentía, posiblemente nuevamente sedienta y mis fuerzas junto a las suyas flaqueaban.
Tendríamos que buscar algún lugar donde pasar la noche y yo me moría por tomar una copa que me hiciera dejar de darle vueltas a lo mismo ¿quien era esa mujer de ojos grises?
Sonreí de medio lado cuando esta se abrazó a mi, cuando su cabeza quedó presa de mi pecho y allí como una niña asustada susurro un “te estoy cogiendo cariño”
No era precisamente eso lo que yo sentía, mas, era complicado definir que era ese sentimiento..superaba el cariño con creces, la pasión era evidente..pero..etiquetarlo con un nombre era inhumanamente posible.
El vinculo era demasiado poderosa para saber que parte era real, que parte era solo eso, la fuerza de su sangre corriendo por mis venas, la mía corriendo por las suyas. Tampoco iba a ser un mentiroso, la deseé desde la primera vez que la vi en el escenario, posiblemente de no existir Valeria, nuestros cuerpos ya hubieran cedido uno frente al otro.
Sonreí de medio lado acariciando su pelo azabache, que se enredaba entre mis dedos jugando con ellos. La sentía tan humana, tan vulnerable, ni rastro de esa mujer del callejón cuya mirada me observó salvaje.
Admito que la primera me excitaba y esta que tenia entre mis brazos...despertaba otras cosas distintas.
-ya ha pasado -susurré contra su pelo al sentir mojar mi camisa con sus lagrimas.
Tenia muchas preguntas por hacer, demasiadas, entre ellas ¿quien era esa mujer de ojos grises?
Mas como ella, guardé silencio sin aflojar mi abrazo, deslizando mis dedos por su cintura sintiendo como nuestros cuerpos sanaban al unisono.
Cuando se separó sus ojos negros se fundieron con los míos mostrándome una pequeña bolsa de terciopelo, en su interior, un fragmente que pronto identifique por su acero...¿la espada? ¿estaba fragmentada?
Demasiadas preguntas en mi cabeza, mas ella callaba.
Mi mirada se endurecedor, habíamos hablado de confianza, de compartir no solo nuestras vidas en una si no nuestros secretos..quería saber, necesitaba conocerla, pero no solo lo que atañía a esa espada, si no a ella, su historia.
Desvié mi mirada tratando de que no leyera la desesperación en mis ojos, sabia que me guardaba secretos, eso me enfurecía, mas del mismo modo, lo entendía ¿no le guardaba yo los propios?
No hubieron preguntas, no esta vez, me limité a tomar su gélida mano y tirar de ella hacia le exterior de la habitación.
Ese lugar no era seguro, ella estaba débil, lo sentía, posiblemente nuevamente sedienta y mis fuerzas junto a las suyas flaqueaban.
Tendríamos que buscar algún lugar donde pasar la noche y yo me moría por tomar una copa que me hiciera dejar de darle vueltas a lo mismo ¿quien era esa mujer de ojos grises?
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Un pedazo de... [Privado]
A pesar de lo sucedido la noche anterior, no soltó toda la prenda que debía. Aquellos secretos era como desnudarla en lo más profundo de su ser, era como hacerla regresar a un estado primigenio de humanidad, donde no estaba tan pulida ni acorazada como ahora. Nunca se había visto con esa necesidad.
Atrapada entre sus brazos se dejó reconfortar, menguante al estar carente de su poder y refugio y a la vez, sintiendo ese pequeño instinto oculto del animal que le ansiaba devorarle, pero que él una y otra vez se lo negaba.
Ojos que se encontraron, y luego gesto de sorpresa para él. Ella le entrego aquel pedazo, al parecer ningún se esperaba que la espada estuviese partida, es decir, que aquella búsqueda tal vez se alargaría.
Y luego lo sintió. Aquella tensión entre ambos y ese rango de frialdad creado por los mares de secretos. Él tiro de ella, y ella en silencio con cabeza gacha le siguió obediente. Su cabeza era un mar de dudas, se sentía confusa a su lado, y aquello le producía malestar. Era como si Höor le hiciese débil, y le regalará un poco de aquel sentir del que ella quería carecer.
Pasos silenciosos e inseguros en la oscuridad de la noche. Por un momento Lakme se paró en seco y su cuerpo se puso completamente rígido.
Sus ojos de repente velados, y su mano se aferró a la ajena haciéndole daño.
Oscuros túneles, y el rimo frenético de la muerte, el fragmento que quedaba los poseía entre sus manos, y todos separaban su camino… ¿Todos? Al parecer alguien no iba a sobrevivir a aquella incursión.
-[color:7aff=darkmagenta#ffffff]Está ahí, pero todo es una trampa… -Solo dijo, mientras aquel humo oscuro volvía introducirse en su interior. Señal de que aquel velo creado por la mujer de ojos grises se había anulado y su pequeña coraza había vuelto al lugar donde le pertenecía y lo mantenían en el mundo terreno.
De nuevo continuo sin decir nada caminando como si nada, como si no se hubiese detenido tan en seco, como si no hubiese dicho nada. Era como si su mente se hubiese pausado y luego continuado por la pausa hecha.
No supo cómo, pero sin darse cuenta estaban sentados en un antro a las afueras de Reims, refugiándose de una lluvia que les pillo de camino. Estuvieron callados todo el rato, hasta que llegaron los vasos.
-Te lo contaré todo, o al menos hasta lo que yo sé… Pero nunca me pedirás que te cuente de nuevo todo, ni intentarás pedirme nada. -Le dijo finalmente, con frío gesto. -No lo querrás ni para ti, ni para “ella”. Te preaviso, si llegas a traicionarme en ese sentido no pongas en duda que te destrozaré, aunque me vaya a costar hacerlo… Pero lo haré.
Cogió el vaso de whisky y de un trago se lo cargo, sus mejillas se pusieron sonrosadas. Llevaba demasiado tiempo sin beber nada que no fuese un refinado vino.
Atrapada entre sus brazos se dejó reconfortar, menguante al estar carente de su poder y refugio y a la vez, sintiendo ese pequeño instinto oculto del animal que le ansiaba devorarle, pero que él una y otra vez se lo negaba.
Ojos que se encontraron, y luego gesto de sorpresa para él. Ella le entrego aquel pedazo, al parecer ningún se esperaba que la espada estuviese partida, es decir, que aquella búsqueda tal vez se alargaría.
Y luego lo sintió. Aquella tensión entre ambos y ese rango de frialdad creado por los mares de secretos. Él tiro de ella, y ella en silencio con cabeza gacha le siguió obediente. Su cabeza era un mar de dudas, se sentía confusa a su lado, y aquello le producía malestar. Era como si Höor le hiciese débil, y le regalará un poco de aquel sentir del que ella quería carecer.
Pasos silenciosos e inseguros en la oscuridad de la noche. Por un momento Lakme se paró en seco y su cuerpo se puso completamente rígido.
Sus ojos de repente velados, y su mano se aferró a la ajena haciéndole daño.
Oscuros túneles, y el rimo frenético de la muerte, el fragmento que quedaba los poseía entre sus manos, y todos separaban su camino… ¿Todos? Al parecer alguien no iba a sobrevivir a aquella incursión.
-[color:7aff=darkmagenta#ffffff]Está ahí, pero todo es una trampa… -Solo dijo, mientras aquel humo oscuro volvía introducirse en su interior. Señal de que aquel velo creado por la mujer de ojos grises se había anulado y su pequeña coraza había vuelto al lugar donde le pertenecía y lo mantenían en el mundo terreno.
De nuevo continuo sin decir nada caminando como si nada, como si no se hubiese detenido tan en seco, como si no hubiese dicho nada. Era como si su mente se hubiese pausado y luego continuado por la pausa hecha.
No supo cómo, pero sin darse cuenta estaban sentados en un antro a las afueras de Reims, refugiándose de una lluvia que les pillo de camino. Estuvieron callados todo el rato, hasta que llegaron los vasos.
-Te lo contaré todo, o al menos hasta lo que yo sé… Pero nunca me pedirás que te cuente de nuevo todo, ni intentarás pedirme nada. -Le dijo finalmente, con frío gesto. -No lo querrás ni para ti, ni para “ella”. Te preaviso, si llegas a traicionarme en ese sentido no pongas en duda que te destrozaré, aunque me vaya a costar hacerlo… Pero lo haré.
Cogió el vaso de whisky y de un trago se lo cargo, sus mejillas se pusieron sonrosadas. Llevaba demasiado tiempo sin beber nada que no fuese un refinado vino.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Un pedazo de... [Privado]
De nuevo los túneles se convirtieron en nuestro destierro, caminamos por ellos en completo silencio, ese que marca los pasos huecos haciendo eco.
La confianza había quedado relegada a las migajas que ambos estábamos dispuestos a regalarnos, quizás porque era complicado creer en el otro cuando ni siquiera crees en ti mismo.
Seguimos andando hasta que como una exhalación sus pasos se detuvieron . Rígida tiro de mi mano hasta hacerme daño, uñas que se hundían en mi piel tiñéndola de carmesí también.
-Lakme -la instigué antes de ver sus ojos con el velo blanco que bien conocía y caer los míos en el mismo haciéndome jadear de forma ronca por la sensación eléctrica que me recorría.
No sabia interpretar la visión de fragmentos y lugares, fueron sus palabras susurradas en mi oído, esas que apostaban a que no todos regresaríamos al final este camino, las que me tensaron.
Abrí los ojos exhalando aire, del mismo modo ella regresó del trance, mientras el silencio volvió a adueñarse de nosotros..
Lo único que nos mantenía unidos eran nuestras manos que parecían decididas a que nosotros no jodiéramos nuestro camino.
No podía permitir que alguien no volviera, no cuando la gente que me había acompañado a Reims me importaba de sobre manera. Desde Elora, esa bruja que sin duda hoy se había ganado un hueco importante en mi corazón, a la cazadora que significaba tanto para ella.
Lo tenia decidido acabada esta misión, buscaría solo la espada, o con Lakme ya que el vinculo seguía vigente a o ser que nos traicionáramos con lo cual nuestros caminos nos unía en un mismo destino.
No podía arriesgar la vida de personas ajenas a mi misión, no quería perder a ninguno por algo que ni de lejos valía mas que sus vidas.
Conseguiría reunir los fragmentos de esa espada, pues si mi tío la conseguía antes que yo, no habría en el mundo lugar que nos mantuviera a salvo.
Así llegamos a una cochambrosa taberna en Reims, la verdad es que se agradeció la lumbre encendida frente a la mesa que calentó al menos mi cuerpo congelado por la fría lluvia que había arreciado sobre nosotros.
Mi capa había evitado que Lakme se mojara mas de la cuenta, mas yo iba completamente calado.
Pedí una cerveza negra que fría me supo a gloria, era tan espesa que se podía masticar, agradecí que allí sirvieran bebida como la norteña, esa que si sube y pronto te hace dejar de pensar o al menos te hace reír, algo que necesitábamos ambos en estos momentos en los que entre nosotros parecía haberse abierto un abismo.
Sus palabras me sorprendieron, una sonrisa de medio lado se instaló en mi rostro, parecía que aquella noche al ritmo de las jarras íbamos por fin a decirnos la verdad, sin tapujos, sin medias tintas, no solo lo que nuestros cuerpos eran capaces de percibir si no lo que nuestros silencios no eran capaces de contar.
-Bien, empieza, yo también seré sincero. Tras tu relato puedes preguntarme lo que quieras, no mentiré, nunca lo hago.
La confianza había quedado relegada a las migajas que ambos estábamos dispuestos a regalarnos, quizás porque era complicado creer en el otro cuando ni siquiera crees en ti mismo.
Seguimos andando hasta que como una exhalación sus pasos se detuvieron . Rígida tiro de mi mano hasta hacerme daño, uñas que se hundían en mi piel tiñéndola de carmesí también.
-Lakme -la instigué antes de ver sus ojos con el velo blanco que bien conocía y caer los míos en el mismo haciéndome jadear de forma ronca por la sensación eléctrica que me recorría.
No sabia interpretar la visión de fragmentos y lugares, fueron sus palabras susurradas en mi oído, esas que apostaban a que no todos regresaríamos al final este camino, las que me tensaron.
Abrí los ojos exhalando aire, del mismo modo ella regresó del trance, mientras el silencio volvió a adueñarse de nosotros..
Lo único que nos mantenía unidos eran nuestras manos que parecían decididas a que nosotros no jodiéramos nuestro camino.
No podía permitir que alguien no volviera, no cuando la gente que me había acompañado a Reims me importaba de sobre manera. Desde Elora, esa bruja que sin duda hoy se había ganado un hueco importante en mi corazón, a la cazadora que significaba tanto para ella.
Lo tenia decidido acabada esta misión, buscaría solo la espada, o con Lakme ya que el vinculo seguía vigente a o ser que nos traicionáramos con lo cual nuestros caminos nos unía en un mismo destino.
No podía arriesgar la vida de personas ajenas a mi misión, no quería perder a ninguno por algo que ni de lejos valía mas que sus vidas.
Conseguiría reunir los fragmentos de esa espada, pues si mi tío la conseguía antes que yo, no habría en el mundo lugar que nos mantuviera a salvo.
Así llegamos a una cochambrosa taberna en Reims, la verdad es que se agradeció la lumbre encendida frente a la mesa que calentó al menos mi cuerpo congelado por la fría lluvia que había arreciado sobre nosotros.
Mi capa había evitado que Lakme se mojara mas de la cuenta, mas yo iba completamente calado.
Pedí una cerveza negra que fría me supo a gloria, era tan espesa que se podía masticar, agradecí que allí sirvieran bebida como la norteña, esa que si sube y pronto te hace dejar de pensar o al menos te hace reír, algo que necesitábamos ambos en estos momentos en los que entre nosotros parecía haberse abierto un abismo.
Sus palabras me sorprendieron, una sonrisa de medio lado se instaló en mi rostro, parecía que aquella noche al ritmo de las jarras íbamos por fin a decirnos la verdad, sin tapujos, sin medias tintas, no solo lo que nuestros cuerpos eran capaces de percibir si no lo que nuestros silencios no eran capaces de contar.
-Bien, empieza, yo también seré sincero. Tras tu relato puedes preguntarme lo que quieras, no mentiré, nunca lo hago.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: Un pedazo de... [Privado]
Garganta cálida hasta el fondo. Sintió su cuerpo caldearse por el efecto de la bebida. Luego y como pudo Lakme aparto su cabello para escurrirlo de la lluvia. De un modo elaborado, que en sus manos parecía fácil se lo trenzo.
Una petición al tabernero, búsqueda de un lugar más discreto de aquel y que las jarras no dejaran de venir, los instaló en unos sillones en un rincón de la sala, muy cerca de la lumbre. Aquello que iba a contarle no era para cualquier oído e iba ser una vez y solo una vez.
-Todos mentimos Höor, aunque lo hagamos sin querer, lo hacemos.-Le declaró, tomando su cerveza, no podía compararse con la que en los antiguos tiempos había bebido, aunque tampoco era para despreciar su calidad.
Sus gestos fueron naturales, como si aquello fuese lo más normal del mundo. Desprendiéndose de la capa que Höor le había proporcionado, la dispuso cerca del fuego, al igual que sus zapatos, y alguna que otra prenda para secarla. Prácticamente se había quedado mostrando sus hombros y brazos, a bajo corsé descubierto, solo conservo la falda mojada. No le importó su descaró, y aun le costaba entender en aquellos tiempos y anteriores, el pudor de tapar su cuerpo. En su tiempo las mujeres que no llevarán los pechos al descubierto e incluso decorados, era casi una ofensa. Pero como dicen las canciones “los tiempos cambias”.
Una mirada al muchacho, y encogiendo los hombros, como queriéndole decir que no le importaba para nada si le iba a molestar o si alguno de la sala lo hacía, técnicamente no iba a fijarse demasiado en ellos en aquel lugar privado de la sala.
-Te conté que nací con un don, y tú mismo lo has vista manifestado, es como tener un pie al otro lado y otro aquí. Tu bruja lo entenderá mejor que nadie, ya que ella juega y coquetea con esa magia donde atrae a los espíritus, aunque se interna en un juego peligroso. El problema reside, en que sus espíritus son humanos, y mi “ente”, no lo es.
Ahora si se había puesto seria, un escalofrío evidente en su piel, echar la vista hacia atrás, abrir la puerta a todos sus secretos y parte de sus vivencias, era como desnudarse por primera vez ante los ojos de un hombre que es capaz de hacerte estremecer, y hacerte sentir la más débil.
-Dicen que los gemelos nacen con un cierto don innato, esa sensibilidad… Unos lo desarrollan y otros no. La mujer que pudiste ver, Nínive, me contó una vez que hay “entes”, “espíritus”, más antiguos que todos nosotros… Llámalos como desees que suelen usar el nacimiento para hacerse “corpóreos”. Al parecer el nacimiento de gemelos es el más propicio, en mi caso… El “ente” devoro la vida de mi hermana o hermano, y luego busco hacerse corpóreo en mi cuerpo, el problema es que yo sobreviví y quedamos adheridos en alma. -Con sus manos rodeo la cerveza, sus ojos verdes miraban la espuma. - Y sí, yo lo llamo “ente”, pero él o ella, tiene nombre. Un nombre que nunca te revelaré, ya en sus nombres reside su poder.
>> No soy única en ese sentido, ha pasado alguna vez… Pero si soy única en un sentido: cuando “cambié”, es decir, cuando me convertí en inmortal el “ente” no se desprendió de mí, como siempre ocurre, y tampoco morí. Todo lo contrario, todo se intensificó, en demasía.
Nínive y mi Hacedor, buscaban personas como yo, y luego nos obligaban a tomar la inmortalidad para ver si sobrevivíamos. Ellos tenían el don, pero no del mismo modo, gemelos al nacer, vampiros… ¿Por qué necesitarme? ¿Por qué convertirme en inmortal? Porque ambos necesitan conservar mi don para el tiempo adecuado… ¿Para qué? No estoy segura: unos hablan de poder, otro de cura… Al parecer soy la pieza dentro de un juego que lleva miles de años en marcha. -Se limitó a contarle, lo que consideraba que podía, intento ocultarle lo menos posible. -Tu espada para mí no es importante, me importa un bledo… Pero al parecer es el camino para reencontrarme con mi “Hacedor”, al parecer tu rey y él tienen algún tipo de relación, no estoy segura… Pero hay asuntos que debo cerrar, llego siglos detrás de su pista, llevo demasiado tiempo buscándole, es mi sentir de existir. Es lo que mantiene mi cordura.
Una petición al tabernero, búsqueda de un lugar más discreto de aquel y que las jarras no dejaran de venir, los instaló en unos sillones en un rincón de la sala, muy cerca de la lumbre. Aquello que iba a contarle no era para cualquier oído e iba ser una vez y solo una vez.
-Todos mentimos Höor, aunque lo hagamos sin querer, lo hacemos.-Le declaró, tomando su cerveza, no podía compararse con la que en los antiguos tiempos había bebido, aunque tampoco era para despreciar su calidad.
Sus gestos fueron naturales, como si aquello fuese lo más normal del mundo. Desprendiéndose de la capa que Höor le había proporcionado, la dispuso cerca del fuego, al igual que sus zapatos, y alguna que otra prenda para secarla. Prácticamente se había quedado mostrando sus hombros y brazos, a bajo corsé descubierto, solo conservo la falda mojada. No le importó su descaró, y aun le costaba entender en aquellos tiempos y anteriores, el pudor de tapar su cuerpo. En su tiempo las mujeres que no llevarán los pechos al descubierto e incluso decorados, era casi una ofensa. Pero como dicen las canciones “los tiempos cambias”.
Una mirada al muchacho, y encogiendo los hombros, como queriéndole decir que no le importaba para nada si le iba a molestar o si alguno de la sala lo hacía, técnicamente no iba a fijarse demasiado en ellos en aquel lugar privado de la sala.
-Te conté que nací con un don, y tú mismo lo has vista manifestado, es como tener un pie al otro lado y otro aquí. Tu bruja lo entenderá mejor que nadie, ya que ella juega y coquetea con esa magia donde atrae a los espíritus, aunque se interna en un juego peligroso. El problema reside, en que sus espíritus son humanos, y mi “ente”, no lo es.
Ahora si se había puesto seria, un escalofrío evidente en su piel, echar la vista hacia atrás, abrir la puerta a todos sus secretos y parte de sus vivencias, era como desnudarse por primera vez ante los ojos de un hombre que es capaz de hacerte estremecer, y hacerte sentir la más débil.
-Dicen que los gemelos nacen con un cierto don innato, esa sensibilidad… Unos lo desarrollan y otros no. La mujer que pudiste ver, Nínive, me contó una vez que hay “entes”, “espíritus”, más antiguos que todos nosotros… Llámalos como desees que suelen usar el nacimiento para hacerse “corpóreos”. Al parecer el nacimiento de gemelos es el más propicio, en mi caso… El “ente” devoro la vida de mi hermana o hermano, y luego busco hacerse corpóreo en mi cuerpo, el problema es que yo sobreviví y quedamos adheridos en alma. -Con sus manos rodeo la cerveza, sus ojos verdes miraban la espuma. - Y sí, yo lo llamo “ente”, pero él o ella, tiene nombre. Un nombre que nunca te revelaré, ya en sus nombres reside su poder.
>> No soy única en ese sentido, ha pasado alguna vez… Pero si soy única en un sentido: cuando “cambié”, es decir, cuando me convertí en inmortal el “ente” no se desprendió de mí, como siempre ocurre, y tampoco morí. Todo lo contrario, todo se intensificó, en demasía.
Nínive y mi Hacedor, buscaban personas como yo, y luego nos obligaban a tomar la inmortalidad para ver si sobrevivíamos. Ellos tenían el don, pero no del mismo modo, gemelos al nacer, vampiros… ¿Por qué necesitarme? ¿Por qué convertirme en inmortal? Porque ambos necesitan conservar mi don para el tiempo adecuado… ¿Para qué? No estoy segura: unos hablan de poder, otro de cura… Al parecer soy la pieza dentro de un juego que lleva miles de años en marcha. -Se limitó a contarle, lo que consideraba que podía, intento ocultarle lo menos posible. -Tu espada para mí no es importante, me importa un bledo… Pero al parecer es el camino para reencontrarme con mi “Hacedor”, al parecer tu rey y él tienen algún tipo de relación, no estoy segura… Pero hay asuntos que debo cerrar, llego siglos detrás de su pista, llevo demasiado tiempo buscándole, es mi sentir de existir. Es lo que mantiene mi cordura.
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Re: Un pedazo de... [Privado]
El tabernero nos llevo a una zona mas intima, frente a la lumbre, mientras la jarras vacías iban llenando la mesa, el cuerpo de Lakme iba despojándose de toda ropa mojada, quedando apenas con unas cuantas prendas que cubrían su desnudez.
Mis ojos danzaron sin poder evitarlo por su cuerpo hasta alzarlos a su mirada, que me mostraba lo poco o nada que le importaba si su atuendo me incomodaba.
No es que me sintiera abrumado, para nada, no era un niño como para que el cuerpo de una mujer hermosa me acobardara.
Llevé la jarra a mis labios dejando que la inmortal comenzara su relato ,ese que prometía ser épico.
Mundos pasados, mágicos, una vida que yo ni tan siquiera había soñado.
Así comenzó el relato, con la idea de los gemelos o mellizos. Poder que conocía de cerca, pues en mi familia el mismo suceso ocurría ¿quizás por eso hablaba de que su creador tenia relación con mi tío?
En mi cabeza los cabos se iban uniendo al ritmo de sus palabras mientras el alcohol empezaba a embotarnos a ambos la cabeza.
Sin embargo otras cosas quedaban cargadas de nuevas preguntas..ente ¿que era su ente si no era humano? Hablaba de su “hacedor” como alguien poderoso que reclutaba seres como ella, a los que convertía y despojaba de humanidad..al parecer la muchacha de ojos grises era la otra mitad de ese hombre ¿sabia ella donde estaba? De ser así...¿por que no se lo decía a Lakme? ¿para que quería encontrarlo? ¿venganza?
Mi gesto se tensaba mientras volvía a llevar la jarra a mis labios para darle un buen trago.
Relamí la espuma frunciendo el ceño mientras la historia continuaba.
-¿Por que sabes que mi tío tiene algo que ver con ese que te convirtió? ¿para que le buscas? ¿por que la hermana te ha dado un trozo de la espada? ¿por que me miras así? ¿como si en parte te estuviera jodiendo la vida?
Quizás el alcohol hablaba por mi, pero, aquella noche íbamos a ser sinceros los dos ¿no?
Hay algo mas sincero que un borracho.
-En mi familia, las mujeres son oráculos, de igual modo que en tu caso, traen al mundo gemelos o mellizos, siempre en uno de los partos viene una mujer y ella es la que conlleva el poder, el hombre queda relegado a protegerla de un modo u otro.
Excepto en mi caso, que nací sin hermana, así ha sido durante generaciones en le seno de mi familia.
¿tiene eso algo que ver con que me hayas elegido para el vinculo?
Hice una pausa volviendo a dar un largo trago de la jarra mientras mis ojos se perdían en sus orbes pardos.
-Tienes razón, todos mentimos de un modo u otro. Yo no te he contado que también alguien me sigue con el afán de matarme y conseguir la espada. Es alguien que di por perdido hace cuatro años, permite que también reserve para mi el nombre, pues aunque no me creas no le deseo ningún daño.
Ese es le único secreto que te he guardado.
Saque de mi cinto una bolsa con beleño negro, aquella noche lo necesitaba mas que nunca, así que deje que sobre la cerveza negra se esparciera como si de fina arena se tratara.
No le ofrecí a ella, demasiado fuerte si no estas acostumbrado a sus efectos.
-¿que mas escondes Lakme? ¿por que me miraste así en le callejón? ¿que viste? ¿que te dijo el ente?
Mis ojos danzaron sin poder evitarlo por su cuerpo hasta alzarlos a su mirada, que me mostraba lo poco o nada que le importaba si su atuendo me incomodaba.
No es que me sintiera abrumado, para nada, no era un niño como para que el cuerpo de una mujer hermosa me acobardara.
Llevé la jarra a mis labios dejando que la inmortal comenzara su relato ,ese que prometía ser épico.
Mundos pasados, mágicos, una vida que yo ni tan siquiera había soñado.
Así comenzó el relato, con la idea de los gemelos o mellizos. Poder que conocía de cerca, pues en mi familia el mismo suceso ocurría ¿quizás por eso hablaba de que su creador tenia relación con mi tío?
En mi cabeza los cabos se iban uniendo al ritmo de sus palabras mientras el alcohol empezaba a embotarnos a ambos la cabeza.
Sin embargo otras cosas quedaban cargadas de nuevas preguntas..ente ¿que era su ente si no era humano? Hablaba de su “hacedor” como alguien poderoso que reclutaba seres como ella, a los que convertía y despojaba de humanidad..al parecer la muchacha de ojos grises era la otra mitad de ese hombre ¿sabia ella donde estaba? De ser así...¿por que no se lo decía a Lakme? ¿para que quería encontrarlo? ¿venganza?
Mi gesto se tensaba mientras volvía a llevar la jarra a mis labios para darle un buen trago.
Relamí la espuma frunciendo el ceño mientras la historia continuaba.
-¿Por que sabes que mi tío tiene algo que ver con ese que te convirtió? ¿para que le buscas? ¿por que la hermana te ha dado un trozo de la espada? ¿por que me miras así? ¿como si en parte te estuviera jodiendo la vida?
Quizás el alcohol hablaba por mi, pero, aquella noche íbamos a ser sinceros los dos ¿no?
Hay algo mas sincero que un borracho.
-En mi familia, las mujeres son oráculos, de igual modo que en tu caso, traen al mundo gemelos o mellizos, siempre en uno de los partos viene una mujer y ella es la que conlleva el poder, el hombre queda relegado a protegerla de un modo u otro.
Excepto en mi caso, que nací sin hermana, así ha sido durante generaciones en le seno de mi familia.
¿tiene eso algo que ver con que me hayas elegido para el vinculo?
Hice una pausa volviendo a dar un largo trago de la jarra mientras mis ojos se perdían en sus orbes pardos.
-Tienes razón, todos mentimos de un modo u otro. Yo no te he contado que también alguien me sigue con el afán de matarme y conseguir la espada. Es alguien que di por perdido hace cuatro años, permite que también reserve para mi el nombre, pues aunque no me creas no le deseo ningún daño.
Ese es le único secreto que te he guardado.
Saque de mi cinto una bolsa con beleño negro, aquella noche lo necesitaba mas que nunca, así que deje que sobre la cerveza negra se esparciera como si de fina arena se tratara.
No le ofrecí a ella, demasiado fuerte si no estas acostumbrado a sus efectos.
-¿que mas escondes Lakme? ¿por que me miraste así en le callejón? ¿que viste? ¿que te dijo el ente?
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Re: Un pedazo de... [Privado]
Silencio por un instante, y pensamientos que intentaban ordenarse. Otro sorbo a su bebida, esta parecía aclarar su mente o más bien, para que mentir, soltar su lengua.
Ahí vinieron las primeras preguntas, la esperaba, así que no le pillo demasiado por sorpresa.
Lakme enmudeció, mirando el fondo de su vaso, le quedaba poco y debería pedir más. Pensó por un instante meditando en su respuesta y en lo que estaba segura y no, en aquella campaña y trato se estaba arriesgando, confiando en su “ente”, dejándose llevar sin tener un plan aparente. El camino tenía lagunas, pero se suponía que el fin era llegar a su Hacedor, no le había contado del todo porque tenían que hacer ese trato y porque el Rey noruego estaba en medio.
-Hay cosas que se me escapan de los manos ciertamente. -Con sus dedos balanceo el vaso insegura, seguía sin mirarle. -El “ente” no me lo mostro todo, solo me dijo que éste era el camino y no estoy segura de porque hacemos lo que hacemos muchas veces, porque necesitamos encontrar la espada ni porque necesito llegar a tu tío.
Suspiró, y tomo la jarra para llenar el vaso aun vacío. Sus mejillas llevaban rato sonrosadas por los vasos que ambos llevaban, no sabía un porque seguían teniendo razón en su mente. Se sentía ligeramente mareada y desinhibida, y eso le llevaba a ser transparente con él, aunque en su interior sentía que él merecía toda sinceridad.
Confiaba en él de algún modo, aunque sabía que en su camino compartido pasaría algo que le llevaría a todo lo contrario, ¿el qué? Lo desconocía, pero para romper su trato tenía que haber una traición.
-Es posible que el fondo que escondes en tu sangre por parte materna, me haya empujado hacia ti, te haya convertido el más propicio. -Sus ojos verdes levantaron su vida hacia los de él. -Esa mujer me regalo el trozo porque sabía que la espada me llevaría a su hermano, una llave más para abrir otra puerta y otro paso; ella desea que acabe con la vida de su hermano, mi Hacedor, tuvo una visión y dice que soy la única que puede matarle. Espero tener mano firme cuando llegue el día… Si no lo hago, él me traerá verdaderos problemas cuando llegue “mi momento”.
Su voz tembló un poco y gesto inseguro vino con la última afirmación, tantos años buscándole para que respondiese sus preguntas ante su abandono y traición. Había amado a ese hombre como nunca lo había hecho, nadie podía compararse con ese amor, y nunca había conocido algo como aquello.
Podía compararse a ese sentimiento que el mismo Höor profesaba por aquella mujer rubia que había dejado en París.
Lakme observo su gesto sobre la cerveza y continúo hablando, no le dio demasiada importancia, aunque empujo su vaso para que le invitase de algún modo a su fiesta.
-Me gustas Höor, demasiado, y siento que va más allá de nuestro vinculo, no podría hacerte daño… Pero en algún momento serás tú o seré yo, y aunque no queremos, pasará. -De repente su tono de voz denotaba su preocupación por el tema. -No recuerdo mucho lo que vi en aquel callejón, era algo confuso y fragmentos sin sentido.
>>Intentabas entregar la espada a tu tío, estaba allí, entera y forjada. Podía sentir su poder, un poder que más tarde tus nietos tendrá que ocultar ya que dos guerras vendrán y la espada volverá a ser buscada por manos poco adecuadas. Después me veía a mí misma, entre mis manos estaba el corazón de tu rey, se lo había arrancado, luego me arrodillaba ante ti y lo decía “Salve, Höor rey del norte”, y lo devoraba. -Su gesto se volvió triste, desvió su mirada a la nada. -Mi Hacedor estaba allí, y tú me traicionabas Höor.
Ahí vinieron las primeras preguntas, la esperaba, así que no le pillo demasiado por sorpresa.
Lakme enmudeció, mirando el fondo de su vaso, le quedaba poco y debería pedir más. Pensó por un instante meditando en su respuesta y en lo que estaba segura y no, en aquella campaña y trato se estaba arriesgando, confiando en su “ente”, dejándose llevar sin tener un plan aparente. El camino tenía lagunas, pero se suponía que el fin era llegar a su Hacedor, no le había contado del todo porque tenían que hacer ese trato y porque el Rey noruego estaba en medio.
-Hay cosas que se me escapan de los manos ciertamente. -Con sus dedos balanceo el vaso insegura, seguía sin mirarle. -El “ente” no me lo mostro todo, solo me dijo que éste era el camino y no estoy segura de porque hacemos lo que hacemos muchas veces, porque necesitamos encontrar la espada ni porque necesito llegar a tu tío.
Suspiró, y tomo la jarra para llenar el vaso aun vacío. Sus mejillas llevaban rato sonrosadas por los vasos que ambos llevaban, no sabía un porque seguían teniendo razón en su mente. Se sentía ligeramente mareada y desinhibida, y eso le llevaba a ser transparente con él, aunque en su interior sentía que él merecía toda sinceridad.
Confiaba en él de algún modo, aunque sabía que en su camino compartido pasaría algo que le llevaría a todo lo contrario, ¿el qué? Lo desconocía, pero para romper su trato tenía que haber una traición.
-Es posible que el fondo que escondes en tu sangre por parte materna, me haya empujado hacia ti, te haya convertido el más propicio. -Sus ojos verdes levantaron su vida hacia los de él. -Esa mujer me regalo el trozo porque sabía que la espada me llevaría a su hermano, una llave más para abrir otra puerta y otro paso; ella desea que acabe con la vida de su hermano, mi Hacedor, tuvo una visión y dice que soy la única que puede matarle. Espero tener mano firme cuando llegue el día… Si no lo hago, él me traerá verdaderos problemas cuando llegue “mi momento”.
Su voz tembló un poco y gesto inseguro vino con la última afirmación, tantos años buscándole para que respondiese sus preguntas ante su abandono y traición. Había amado a ese hombre como nunca lo había hecho, nadie podía compararse con ese amor, y nunca había conocido algo como aquello.
Podía compararse a ese sentimiento que el mismo Höor profesaba por aquella mujer rubia que había dejado en París.
Lakme observo su gesto sobre la cerveza y continúo hablando, no le dio demasiada importancia, aunque empujo su vaso para que le invitase de algún modo a su fiesta.
-Me gustas Höor, demasiado, y siento que va más allá de nuestro vinculo, no podría hacerte daño… Pero en algún momento serás tú o seré yo, y aunque no queremos, pasará. -De repente su tono de voz denotaba su preocupación por el tema. -No recuerdo mucho lo que vi en aquel callejón, era algo confuso y fragmentos sin sentido.
>>Intentabas entregar la espada a tu tío, estaba allí, entera y forjada. Podía sentir su poder, un poder que más tarde tus nietos tendrá que ocultar ya que dos guerras vendrán y la espada volverá a ser buscada por manos poco adecuadas. Después me veía a mí misma, entre mis manos estaba el corazón de tu rey, se lo había arrancado, luego me arrodillaba ante ti y lo decía “Salve, Höor rey del norte”, y lo devoraba. -Su gesto se volvió triste, desvió su mirada a la nada. -Mi Hacedor estaba allí, y tú me traicionabas Höor.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Un pedazo de... [Privado]
Observé a la inmortal beber, sin duda no aguantaba bien el alcohol pues sus mejillas pronto se llenaron de rubor y sus ojos centellearon vidriosos contemplando la jarra medio vacía.
Al paso del alcohol su lengua se iba soltando, parecía meditar que decir y que callar, mas al menos parecía dispuesta a empezar, a solucionar las dudas que afloraban en mi y a demostrar que la confianza existía.
Sin alzar los ojos, el vaso se balanceó entre sus manos, sus palabras acompañaron ese gesto, confesando la verdad. Desconocía el porque de muchas cosas, era el ente quien guiaba su camino, un camino que había decidido, no se si por voluntad propia o forzada por su ente unir al mio.
La siguiente explicación me dejó perplejo, sus ojos ahora si, se fundieron con los míos, intensos cargados de algo que no supe interpretar, como si lo que sentía por aquel que llamaba “su hacedor” fuera un sentimiento tan fuerte como el que yo prodigaba a Valeria.
Hablaba de que la mujer esa era su hermana, ese y no otro era el motivo de que un pedazo de espada estuviera en nuestro poder.
La espada forjada nos llevaría frente al hombre que le robo la vida y se la devolvió y ella tendría que acabar con el.
Negra empresa si era cierto lo que veía en sus ojos.
Guardé silencio llevando la jarra de nuevo a mis labios, era complicado entender a esa inmortal, demasiado vivido como para que un pobre mortal fuera capaz de atisbar una mínima parte de su sabiduría, de sus vivencias y del dolor que parecía afligirla.
Juraría que nunca la había visto feliz, como si su humanidad hubiera desaparecido, solo mostrando conmigo pequeños gestos, que hoy se difuminaban frente al fuego.
Su voz temblaba al hablar de el, supuse entonces que el dolor se unía con otros sentimientos abrasándole la piel.
Dejé escapar el aire antes de espolvorear un poco de beleño en la jarra que me acerco, aquella noche seria larga, demasiado y supongo que drogarnos no nos iría mal a ninguno de los dos.
-Sentirás euforia, lo usan los vikingos antes de ir a la güera, el dolor no duele, todo es mas excitante, diferente, si te pega muy fuerte puedes llegar a tener visiones...
La miré fijamente, para seguir escuchando su relato, ese en el que ahora parecía tocarme el turno a mi.
Un me gustas que sonaba extraño, infantil y que me hizo sonreír, quizás por el alcohol ingerido o simplemente porque me parecía gracioso que en un ser milenario, esa sea la expresión usada.
-¿Te gusto como el whisky? -bromeé entre risas ebrias, algo que pronto se cortó cuando su historia prosiguió con palabras que cada vez entendia menos. La traición, narrada sin reparos, que escapa de sus labios me hace mirarla con fijeza.
-No se que has visto, no se si lo has interpretado bien, mas yo jamas entregaré la espada a mi tío, en sus manos no habría lugar en el mundo donde estuviéramos seguros, no lucho para traer mas guerra si no paz a la vida de otros.
Mi mirada se hundió oscura, vidriosa e intensa en la ajena.
-No voy a traicionarte, eso no pasara, nunca existirá un tu o un yo. El vinculo se romperá con tu traición o con el fin de lo pactado. Ahí quedarás libre de mi.
Di un largo trago a la jarra, dejando que el beleño entrara con aquel liquido espeso, mastiqué las hierbas ligeramente mientras cerraba un instante los ojos dejándome llevar por esa sensación. Mi cabeza contra la pared un instante, disfrutando el colocon para volví a mirarla, no tardaría en hacer mas efecto el beleño.
-deja de pensar en la traición que no sucederá y piensa en vivir ¿no llevas demasiado tiempo muerta para ser inmortal?
Al paso del alcohol su lengua se iba soltando, parecía meditar que decir y que callar, mas al menos parecía dispuesta a empezar, a solucionar las dudas que afloraban en mi y a demostrar que la confianza existía.
Sin alzar los ojos, el vaso se balanceó entre sus manos, sus palabras acompañaron ese gesto, confesando la verdad. Desconocía el porque de muchas cosas, era el ente quien guiaba su camino, un camino que había decidido, no se si por voluntad propia o forzada por su ente unir al mio.
La siguiente explicación me dejó perplejo, sus ojos ahora si, se fundieron con los míos, intensos cargados de algo que no supe interpretar, como si lo que sentía por aquel que llamaba “su hacedor” fuera un sentimiento tan fuerte como el que yo prodigaba a Valeria.
Hablaba de que la mujer esa era su hermana, ese y no otro era el motivo de que un pedazo de espada estuviera en nuestro poder.
La espada forjada nos llevaría frente al hombre que le robo la vida y se la devolvió y ella tendría que acabar con el.
Negra empresa si era cierto lo que veía en sus ojos.
Guardé silencio llevando la jarra de nuevo a mis labios, era complicado entender a esa inmortal, demasiado vivido como para que un pobre mortal fuera capaz de atisbar una mínima parte de su sabiduría, de sus vivencias y del dolor que parecía afligirla.
Juraría que nunca la había visto feliz, como si su humanidad hubiera desaparecido, solo mostrando conmigo pequeños gestos, que hoy se difuminaban frente al fuego.
Su voz temblaba al hablar de el, supuse entonces que el dolor se unía con otros sentimientos abrasándole la piel.
Dejé escapar el aire antes de espolvorear un poco de beleño en la jarra que me acerco, aquella noche seria larga, demasiado y supongo que drogarnos no nos iría mal a ninguno de los dos.
-Sentirás euforia, lo usan los vikingos antes de ir a la güera, el dolor no duele, todo es mas excitante, diferente, si te pega muy fuerte puedes llegar a tener visiones...
La miré fijamente, para seguir escuchando su relato, ese en el que ahora parecía tocarme el turno a mi.
Un me gustas que sonaba extraño, infantil y que me hizo sonreír, quizás por el alcohol ingerido o simplemente porque me parecía gracioso que en un ser milenario, esa sea la expresión usada.
-¿Te gusto como el whisky? -bromeé entre risas ebrias, algo que pronto se cortó cuando su historia prosiguió con palabras que cada vez entendia menos. La traición, narrada sin reparos, que escapa de sus labios me hace mirarla con fijeza.
-No se que has visto, no se si lo has interpretado bien, mas yo jamas entregaré la espada a mi tío, en sus manos no habría lugar en el mundo donde estuviéramos seguros, no lucho para traer mas guerra si no paz a la vida de otros.
Mi mirada se hundió oscura, vidriosa e intensa en la ajena.
-No voy a traicionarte, eso no pasara, nunca existirá un tu o un yo. El vinculo se romperá con tu traición o con el fin de lo pactado. Ahí quedarás libre de mi.
Di un largo trago a la jarra, dejando que el beleño entrara con aquel liquido espeso, mastiqué las hierbas ligeramente mientras cerraba un instante los ojos dejándome llevar por esa sensación. Mi cabeza contra la pared un instante, disfrutando el colocon para volví a mirarla, no tardaría en hacer mas efecto el beleño.
-deja de pensar en la traición que no sucederá y piensa en vivir ¿no llevas demasiado tiempo muerta para ser inmortal?
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Un pedazo de... [Privado]
-Tus ojos me dicen que pones en duda mis actos, ¿has matado alguna vez a alguien amado? Lo dudo. -Por un instante Lakme pareció ofendida. -Yo lo he hecho.
Suspiró, y apuro el vaso de nuevo para dejarlo completamente vació. De nuevo lo lleno de aquella cerveza.
Un extraño silencio se hizo, un poco tensó. Lakme sabía mejor que nadie lo que eran los sacrificios, y en sus tratos había obligado a otros a hacerlos. Demasiadas muertes, demasiados accidentes… Su vida se ha basado en un continuo ensayo y error. Nadie le dio respuestas de un modo gratuito, ella siempre las había tenido que buscar, al igual que su sentido de estar allí.
Sabía lo que era renunciar más que nadie a todo, sabía lo que era vivir una existencia que no fuese poseerse a sí mismo, y estar desprendido de todo, también tocar fondo y removerse en una miseria sin sentido.
Höor volvía a hablar, y ella callada escucho la descripción del vertido, ella reconocía su olor perfectamente. Había vivido demasiado tiempo en las tierras de Höor. Una sonrisa, se había pasado bebiendo y ahora el beleño iba a incrementar su “divertido estado”.
-Vaya, mi pequeño Höor… -Un pellizco en la mejilla de él como gesto cariñoso, y luego un beso fuerte en esta misma. Sonríe demasiado, no suele hacerlo. -Sí parece como si estuvieses describiendo el mismo sabor y efecto que mi sangre tiene entre tus labios.
Labios mojados por la cerveza mezclada, es evidente su estado de embriaguez y desinhibido. Pierde las formas, pierde el ceño fruncido y mustio de su tristeza. De repente es más humana, de repente aparenta la edad que ella tiene. Su mente no tiene filtro, ni sus gestos.
A pesar de que aquel antro esta medio vació, sabe que algunos ojos están posado en ellas, por su descaro al deshacerse de sus ropas.
-Reconozco el olor… De vuestros “hombres osos”. -Se echa hacía atrás en aquel sofá que ambos comparten, y gira el vaso con aquella sonrisa. -Höor, he vivido en distintos rincones junto a los tuyos, y más allá. [/color]-Tímido traguito, se echa un mechón hacia atrás que s ele había venido a la boca. -Mi mejor “creación” la obtuve allí: Lucio Vetus, o Valder como lo llamaban allí, a pesar de ser mestizo el respeto que los jarl tenían a su madre se extendió a su persona… -Hablaba de su único vástago vivo, sabía que Lucio ahora rondaba París, se lo había encontrado en aquel teatro. Ahora se hacía llamar Vecchio y había creado un club privado. -Mi mejor creación… -Repitió. -Un mortal destinado para obtener nuestra “maldición”. Un inmortal perfecto… Él nació para esto, sí.
Al parecer no estaba sola del todo en el mundo, aunque su independencia era evidente. NO estaba atada a nadie o algo particularmente.
Siempre fue una dulce epidemia en la tierra natal del nórdico, en otro tiempo no muy lejano fue muy distinta. Era el rostro de la muerte, y la sangre le precedía; un animal carente del sentir, salvaje, ermitaño. No lo controlaba, dejaba que se hiciese con ella, se dejaba perder… Y su identidad se borraba.
No iba a negarlo, le había gustado, disfrutó de la muerte y el miedo ajeno. Era mejor que estar sumida en una tristeza o en la vergüenza, era mejor que buscar el propio suicidio y destrucción.
Aquel poder la había dominado, los “otros”, la había usado como una marioneta a su antojo. Una vagabunda… Hasta que hacía apenas 4 años había cometido un error, y eso la despertó de su trance. Un choque con la realidad, y una guerra contra el monstruo rabioso que era.
- ¡Buag! -Gesto de asco con lo referido a aquella bebida. - ¿Cómo el whisky? Ese horrible líquido que aún no sé porque sigo probando.
Un suspiró largo, de un aire innecesario que hizo que sus hombros delicados se moviesen, y un gesto pensativo, se había llevado el dedo índice a los labios y balanceaba sus piernas con gesto juguetón e infantil. Era evidente su estado de embriaguez y colocon.
-Me gustas… -Su cabeza se apoyó sobre el hombro del nórdico mientras sonreía. -… Ya sabes cómo… -Risas y un pequeño mordisco provocador en su cuello, su mano se posó en su entrepierna y apretó. -Aun no sé si serías un buen amante… Jóvenes y atractivos, dolorosos en trato… -Un lametón en su cara y su mano que se retiraba de aquel gesto lascivo y provocador. -Hubo un tiempo, siendo humana que me vi obligada a… Bueno, todos. -Su voz se apagó pensativa, la guerra, el fanatismo y el miedo. -Ancianos y feos, su trato es más dulce… Menos golpes.-Resopló, y volvió a su gesto infantil -Aparte de eso, me gustas de forma y manera, y lo suficiente para que quiera mantenerte con vida y no solo por capricho… Dejémoslo ahí. El roce hace el cariño, y de eso carezco, y no suelo mostrar ese tipo de “sentimientos”; así que siéntete afortunado de ver esa cara de mí.
Unía sus risas con las de él, aquel momento prometía ser divertido. Por un momento se subió sobre él a horcajadas, dándole igual las miradas nada discretas de mucho y se levantó la falda para mostrarle sus muslos.
-Observa Höor… -Un corte con sangre seca sobre uno de sus muslos, accidente de apoyar aquel trozo de espada sobre su regazo cuando la bruja se lo había entregado. -Éste es el poder del artefacto, la herida no se ha regenerado… Es la tuya sin duda.
Luego se dejó caer a un lado, sin molestarse en volver a cubrirse, quedando tumbada y con sus piernas sobre las del joven. Estaba un tanto desmadrada, y aun así se controlaba. Deslenguada y descarada, su mente no tenía filtro.
-Te sonará raro, nunca se lo he preguntado a nadie, pero… Imagina por un momento que existiese un objeto, un “cáliz” por llamarlo de algún modo, mágico y que dependiendo de la sangre que vertieses éste tendría poder o no, y que ese poder fuese… Curar. -Dejo caer al suelo el vaso con sus restos, sus cabellos estaban desordenado en el sofá y su cuerpo se estiró como el de un felino junto con su bostezo, parecía que aquellas extrañas palabras le preocupasen. -Si, una cura para cualquier maldición… Licántropos que no tienden a cuenta a la luna llena, inmortales que dejan de serlo…. Y otras maldiciones… ¿Qué haría con éste objeto o su secreto? Dime pequeño Höor.
Suspiró, y apuro el vaso de nuevo para dejarlo completamente vació. De nuevo lo lleno de aquella cerveza.
Un extraño silencio se hizo, un poco tensó. Lakme sabía mejor que nadie lo que eran los sacrificios, y en sus tratos había obligado a otros a hacerlos. Demasiadas muertes, demasiados accidentes… Su vida se ha basado en un continuo ensayo y error. Nadie le dio respuestas de un modo gratuito, ella siempre las había tenido que buscar, al igual que su sentido de estar allí.
Sabía lo que era renunciar más que nadie a todo, sabía lo que era vivir una existencia que no fuese poseerse a sí mismo, y estar desprendido de todo, también tocar fondo y removerse en una miseria sin sentido.
Höor volvía a hablar, y ella callada escucho la descripción del vertido, ella reconocía su olor perfectamente. Había vivido demasiado tiempo en las tierras de Höor. Una sonrisa, se había pasado bebiendo y ahora el beleño iba a incrementar su “divertido estado”.
-Vaya, mi pequeño Höor… -Un pellizco en la mejilla de él como gesto cariñoso, y luego un beso fuerte en esta misma. Sonríe demasiado, no suele hacerlo. -Sí parece como si estuvieses describiendo el mismo sabor y efecto que mi sangre tiene entre tus labios.
Labios mojados por la cerveza mezclada, es evidente su estado de embriaguez y desinhibido. Pierde las formas, pierde el ceño fruncido y mustio de su tristeza. De repente es más humana, de repente aparenta la edad que ella tiene. Su mente no tiene filtro, ni sus gestos.
A pesar de que aquel antro esta medio vació, sabe que algunos ojos están posado en ellas, por su descaro al deshacerse de sus ropas.
-Reconozco el olor… De vuestros “hombres osos”. -Se echa hacía atrás en aquel sofá que ambos comparten, y gira el vaso con aquella sonrisa. -Höor, he vivido en distintos rincones junto a los tuyos, y más allá. [/color]-Tímido traguito, se echa un mechón hacia atrás que s ele había venido a la boca. -Mi mejor “creación” la obtuve allí: Lucio Vetus, o Valder como lo llamaban allí, a pesar de ser mestizo el respeto que los jarl tenían a su madre se extendió a su persona… -Hablaba de su único vástago vivo, sabía que Lucio ahora rondaba París, se lo había encontrado en aquel teatro. Ahora se hacía llamar Vecchio y había creado un club privado. -Mi mejor creación… -Repitió. -Un mortal destinado para obtener nuestra “maldición”. Un inmortal perfecto… Él nació para esto, sí.
Al parecer no estaba sola del todo en el mundo, aunque su independencia era evidente. NO estaba atada a nadie o algo particularmente.
Siempre fue una dulce epidemia en la tierra natal del nórdico, en otro tiempo no muy lejano fue muy distinta. Era el rostro de la muerte, y la sangre le precedía; un animal carente del sentir, salvaje, ermitaño. No lo controlaba, dejaba que se hiciese con ella, se dejaba perder… Y su identidad se borraba.
No iba a negarlo, le había gustado, disfrutó de la muerte y el miedo ajeno. Era mejor que estar sumida en una tristeza o en la vergüenza, era mejor que buscar el propio suicidio y destrucción.
Aquel poder la había dominado, los “otros”, la había usado como una marioneta a su antojo. Una vagabunda… Hasta que hacía apenas 4 años había cometido un error, y eso la despertó de su trance. Un choque con la realidad, y una guerra contra el monstruo rabioso que era.
- ¡Buag! -Gesto de asco con lo referido a aquella bebida. - ¿Cómo el whisky? Ese horrible líquido que aún no sé porque sigo probando.
Un suspiró largo, de un aire innecesario que hizo que sus hombros delicados se moviesen, y un gesto pensativo, se había llevado el dedo índice a los labios y balanceaba sus piernas con gesto juguetón e infantil. Era evidente su estado de embriaguez y colocon.
-Me gustas… -Su cabeza se apoyó sobre el hombro del nórdico mientras sonreía. -… Ya sabes cómo… -Risas y un pequeño mordisco provocador en su cuello, su mano se posó en su entrepierna y apretó. -Aun no sé si serías un buen amante… Jóvenes y atractivos, dolorosos en trato… -Un lametón en su cara y su mano que se retiraba de aquel gesto lascivo y provocador. -Hubo un tiempo, siendo humana que me vi obligada a… Bueno, todos. -Su voz se apagó pensativa, la guerra, el fanatismo y el miedo. -Ancianos y feos, su trato es más dulce… Menos golpes.-Resopló, y volvió a su gesto infantil -Aparte de eso, me gustas de forma y manera, y lo suficiente para que quiera mantenerte con vida y no solo por capricho… Dejémoslo ahí. El roce hace el cariño, y de eso carezco, y no suelo mostrar ese tipo de “sentimientos”; así que siéntete afortunado de ver esa cara de mí.
Unía sus risas con las de él, aquel momento prometía ser divertido. Por un momento se subió sobre él a horcajadas, dándole igual las miradas nada discretas de mucho y se levantó la falda para mostrarle sus muslos.
-Observa Höor… -Un corte con sangre seca sobre uno de sus muslos, accidente de apoyar aquel trozo de espada sobre su regazo cuando la bruja se lo había entregado. -Éste es el poder del artefacto, la herida no se ha regenerado… Es la tuya sin duda.
Luego se dejó caer a un lado, sin molestarse en volver a cubrirse, quedando tumbada y con sus piernas sobre las del joven. Estaba un tanto desmadrada, y aun así se controlaba. Deslenguada y descarada, su mente no tenía filtro.
-Te sonará raro, nunca se lo he preguntado a nadie, pero… Imagina por un momento que existiese un objeto, un “cáliz” por llamarlo de algún modo, mágico y que dependiendo de la sangre que vertieses éste tendría poder o no, y que ese poder fuese… Curar. -Dejo caer al suelo el vaso con sus restos, sus cabellos estaban desordenado en el sofá y su cuerpo se estiró como el de un felino junto con su bostezo, parecía que aquellas extrañas palabras le preocupasen. -Si, una cura para cualquier maldición… Licántropos que no tienden a cuenta a la luna llena, inmortales que dejan de serlo…. Y otras maldiciones… ¿Qué haría con éste objeto o su secreto? Dime pequeño Höor.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: Un pedazo de... [Privado]
La contemplé con fuego en la mirada, el mismo que resplandecía en aquella chimenea de piedra frente a nosotros. No era que dudara, si no que creía en ella. El pasado solo era eso, un tiempo que ya se desvaneció entre los dedos. Era posible que en ese tiempo hubiera matado a seres queridos, mas del mismo modo, era cierto que hoy me protegía, a un desconocido.
-Lakme, no eres la misma que conocí en ese callejón, si tu no te has dado cuenta aun, la ciega eres tu.
Vació el trago entre sus labios antes de volver a llenarla con el gesto sombrío, quizás su vida había sido complicad, no podía ni tan siquiera imaginar el dolor de siglos vividos cargados de traiciones, decepciones y dolor.
Pero...hoy era otros día, otra noche, a veces, seguir en pie era lo único que nos quedaba y regocijarse en las penurias del pasado, no la llevarían a ningún lado.
-Somos lo que somos porque asi nos han forjado -asegure llevando el vidrio a mis labios.
Una sonrisa de medio lado al escuchar que bien conocía aquellas hierbas vertidas, al parecer los vikingos no teníamos secretos para ella.
Negué al ver como me pellizcaba la mejilla, sin duda estaba ebria y su beso lo confirmó, di un nuevo trago divertido, al verla reír como nunca antes lo había hecho.
Me gustaba esa parte humana, esa que la hacia vulnerable, cerca.
Mas fueron sus palabras las que oscurecieron mis ojos, esos que desvié al fuego, tenia razón, ese era el efecto de su sangre en mis labios, de su piel contra la mia, ese efecto que no pensaba volver a permitirme ni una sola vez mas.
La contemplé hablar de su creación con pasión, nunca dejarían de sorprenderme estos seres inmortales. Tan pronto parecían rondar la apatía por la vida, como otras, te fulminaban con una mirada encendida.
-Parece importante para ti ¿que te detiene a buscarlo?
Di un profundo trago de la jarra dejando su cuerpo caer sobre el sofá mientras seguía escuchándola hablar de tiempos pasados, de los vikingos de mis ancestros, de mi mismo.
La inmortal acortó las distancias, como una niña, dispuesta a explicarme como le gustaba exactamente.
Risa ebria escapó de mis labios cuando su cabeza reposó en mi hombro y su boca surco mi cuello para darme un bocado juguetón en el.
-Lakme -la advertí mirándola fijamente.
Las cosas entre nosotros estaban claras, existía esa atracción ella a mi también me gustaba del mismo modo, como el whisky, pero no iba a pasar nada entre los dos.
Ya no me regia solo por la atracción, si no por un sentimiento mucho mas fuerte, uno que poseía por completo la señorita Cavey.
Lakme y yo, solo eramos dos amigos borrachos en un bar, con la peculiaridad de que ella era inmortal y yo estaba vinculado a ella...pero..Valeria era mi vida, y ese viaje solo había hecho que confirmarme la cruda realidad.
Su mano en mi muslo, provocativa, me contaba algo que no sabia, como si su cuerpo hubiera sido entregado a demasiados.
Cerré los ojos un instante, antes de abrirlos de nuevo para buscar sus orbes pardos.
-estoy borracho -confesé riéndome -deja de buscarme
Sabia que me tenia cierto “cariño” como yo se lo tenia a ella, tenia la mente muy embotada por las hierbas, el colocon, la borrachera.
Sin esperarmelo se subió a horcajadas sobre mi mostrándome lo que tenia debajo de la falda, admito que por un instante sus bragas acapararon mi atención.
Dispuesto estaba a empujarla contra el sofá cuando mis ojos se centraron en el corte de su muslo, la sangre sobre el.
Llevé allí mi dedo, deslizándolo lentamente sobre el jirón de su piel, era mi espada, si no, ya hubiera cicatrizado, mas no, la herida seguía marcada a fuego en su muslo y en el mio.
Alcé la mirada desafiante, excitado por saber que me hallaba en el camino correcto, que no perseguíamos un fantasma.
-Parece que nuestros caminos quedan entrecruzados sin poder evitarlo, yo busco una espada, tu a tu creador y el final de ambos según tu, es la traición, el caos, según yo...-reí de nuevo al sentir como se bajaba de mi regazo para quedar tumbada en el sofá, sin molestarse en cubrir sus piernas que reposaban sobre mi.
-Según yo, eso no sera así.
La siguiente pregunta me sorprendió ¿que haría con un cáliz capaz de trasformarla en humana otra vez?
Tomé la jarra pensativo y le di un nuevo trago, limpiando con la manga lo que escurría de mis labios.
-No lo se...la pregunta es mas bien distinta ¿que harías tu? Dejarías de ser inmortal? ¿Te someterías a una vida humana?
Cerré los ojos y tiré la cabeza hacia atrás, las hierbas hacían efecto rápidamente, me sentía..bien, era grato no pensar.
-¿que harías si pudieras volver a sentir?
Mis ojos la buscaron brillantes por el colocon.
-Lakme, no eres la misma que conocí en ese callejón, si tu no te has dado cuenta aun, la ciega eres tu.
Vació el trago entre sus labios antes de volver a llenarla con el gesto sombrío, quizás su vida había sido complicad, no podía ni tan siquiera imaginar el dolor de siglos vividos cargados de traiciones, decepciones y dolor.
Pero...hoy era otros día, otra noche, a veces, seguir en pie era lo único que nos quedaba y regocijarse en las penurias del pasado, no la llevarían a ningún lado.
-Somos lo que somos porque asi nos han forjado -asegure llevando el vidrio a mis labios.
Una sonrisa de medio lado al escuchar que bien conocía aquellas hierbas vertidas, al parecer los vikingos no teníamos secretos para ella.
Negué al ver como me pellizcaba la mejilla, sin duda estaba ebria y su beso lo confirmó, di un nuevo trago divertido, al verla reír como nunca antes lo había hecho.
Me gustaba esa parte humana, esa que la hacia vulnerable, cerca.
Mas fueron sus palabras las que oscurecieron mis ojos, esos que desvié al fuego, tenia razón, ese era el efecto de su sangre en mis labios, de su piel contra la mia, ese efecto que no pensaba volver a permitirme ni una sola vez mas.
La contemplé hablar de su creación con pasión, nunca dejarían de sorprenderme estos seres inmortales. Tan pronto parecían rondar la apatía por la vida, como otras, te fulminaban con una mirada encendida.
-Parece importante para ti ¿que te detiene a buscarlo?
Di un profundo trago de la jarra dejando su cuerpo caer sobre el sofá mientras seguía escuchándola hablar de tiempos pasados, de los vikingos de mis ancestros, de mi mismo.
La inmortal acortó las distancias, como una niña, dispuesta a explicarme como le gustaba exactamente.
Risa ebria escapó de mis labios cuando su cabeza reposó en mi hombro y su boca surco mi cuello para darme un bocado juguetón en el.
-Lakme -la advertí mirándola fijamente.
Las cosas entre nosotros estaban claras, existía esa atracción ella a mi también me gustaba del mismo modo, como el whisky, pero no iba a pasar nada entre los dos.
Ya no me regia solo por la atracción, si no por un sentimiento mucho mas fuerte, uno que poseía por completo la señorita Cavey.
Lakme y yo, solo eramos dos amigos borrachos en un bar, con la peculiaridad de que ella era inmortal y yo estaba vinculado a ella...pero..Valeria era mi vida, y ese viaje solo había hecho que confirmarme la cruda realidad.
Su mano en mi muslo, provocativa, me contaba algo que no sabia, como si su cuerpo hubiera sido entregado a demasiados.
Cerré los ojos un instante, antes de abrirlos de nuevo para buscar sus orbes pardos.
-estoy borracho -confesé riéndome -deja de buscarme
Sabia que me tenia cierto “cariño” como yo se lo tenia a ella, tenia la mente muy embotada por las hierbas, el colocon, la borrachera.
Sin esperarmelo se subió a horcajadas sobre mi mostrándome lo que tenia debajo de la falda, admito que por un instante sus bragas acapararon mi atención.
Dispuesto estaba a empujarla contra el sofá cuando mis ojos se centraron en el corte de su muslo, la sangre sobre el.
Llevé allí mi dedo, deslizándolo lentamente sobre el jirón de su piel, era mi espada, si no, ya hubiera cicatrizado, mas no, la herida seguía marcada a fuego en su muslo y en el mio.
Alcé la mirada desafiante, excitado por saber que me hallaba en el camino correcto, que no perseguíamos un fantasma.
-Parece que nuestros caminos quedan entrecruzados sin poder evitarlo, yo busco una espada, tu a tu creador y el final de ambos según tu, es la traición, el caos, según yo...-reí de nuevo al sentir como se bajaba de mi regazo para quedar tumbada en el sofá, sin molestarse en cubrir sus piernas que reposaban sobre mi.
-Según yo, eso no sera así.
La siguiente pregunta me sorprendió ¿que haría con un cáliz capaz de trasformarla en humana otra vez?
Tomé la jarra pensativo y le di un nuevo trago, limpiando con la manga lo que escurría de mis labios.
-No lo se...la pregunta es mas bien distinta ¿que harías tu? Dejarías de ser inmortal? ¿Te someterías a una vida humana?
Cerré los ojos y tiré la cabeza hacia atrás, las hierbas hacían efecto rápidamente, me sentía..bien, era grato no pensar.
-¿que harías si pudieras volver a sentir?
Mis ojos la buscaron brillantes por el colocon.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Un pedazo de... [Privado]
Subida a horcajadas notada su tímido dedo deslizarse por la marca creada por la espada, nada podía herirla y dejar su marca, y aquel filo había podido. Prueba de era su espada, y a pesar de estar dividida en trozos, su efectividad seguía latente.
Mientras le enseñaba la herida, una sonrisa no se borraba de su rastro, con mirada de niña traviesa. Veía como él luchaba por todas las tentaciones del mundo, y a ella eso le divertía porque por una parte lo fastidiaba.
-Habrá traición, y pasará de algún modo, quieras o no… -Le dio un golpe con su cadera al sentir su leve excitación solo para molestarlo más. Luego se dejó caer sobre el sofá, luego empieza a quitarse las medias descubriendo la piel de sus piernas, y las lanza por el aire. -No me digas quien esta borracho, porque yo llevo una… -Carcajadas divertida.
- ¿Buscarle? ¡Oh vamos, sé dónde está mi vástago! Yo le hice… Me lo encontré en París y nos saludamos… A nuestra manera. Mejor que con el gigante que tanto detestas. -Sí, le estaba insinuando que se había tirado básicamente a su vástago, pero era inevitable desde que Lucciano y Lakme se había conocido en el pasado, estaba esa fuerza innegable de los atraía físicamente, una y otra vez. -Ahora esta enamorad de una mortal, tuve que sacarle de un lío… No sé porque me tenéis como una madre, cuando mi instinto maternal murió esa noche en el río…
Por un momento se quedó en silencio y pensativa, risas que se apagaban y un sueño recurrente en su mente. Un siglo muy distinto a éste, estaba rodeada de pequeños aparatos en forma de pluma, o termómetro. Todos marcaban positivo.
-A veces pienso en eso… Y tengo sueños, pero no es posible. - Una mano en su vientre que luego dejo caer mientras se volteaba de lado y se hacía un pequeño ovillo.
Un pensamiento a “su creador”, y aquella historia que estaba compartiendo con Höor, tenía mala espina, todo parecía estar saliendo de boca, pero tenía la sensación que algo se iba a torcer. La parte de su visión sobre la muerte no había sucedido aún. Y luego estaba el pensamiento final, donde ambos se separarían. Le había cogido cariño a aquel pequeño cacho de carne humana.
-No soy la misma, que en muchos otros momentos… -Empezó a susurrar y por un momento su mirada se había enturbiado, mientras tumbada miraba el techo. -Soy miles… -Fue algo efímero un atisbo donde su sonrisa se había borrado en su curva para luego volver a ser la de antes, de nuevo escuchó s pregunta sobre ser mortal, y empezaron las carcajadas.
-Tonto, ¿cómo me voy hacer mortal, si el cáliz soy yo? -Una patadita, y le había soltado aquella verdad sin quererlo. -No piensas… -Seguí riéndose de él, para luego quedarse totalmente dormida.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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