AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Gods and monsters [Privado]
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Gods and monsters [Privado]
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Anthony Burgess
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Al nacer y crecer en cuna de oro, Audrey creyó toda su vida saber a dónde es que estaba dirigiendo sus pasos y qué era lo que quería lograr siguiendo ese camino, o al menos lo supo durante gran parte de su vida. Cuando su primer esposo murió de manera trágica e inexplicable, Audrey no tuvo tiempo suficiente para llorar su ausencia, pues sobre sus hombres cayó la enorme responsabilidad de hacerse cargo de los negocios que él dejaba inconclusos, entre ellos uno de suma importancia no únicamente para Inglaterra, sino para la economía de varios países. El banco del que tuvo que hacerse responsable, resulto un enorme reto para la viuda, quien nunca se imagino haciéndose cargo de un banco y mucho menos pensó que ocuparse del mismo terminaría por consumirle casi todo su tiempo y sus amistades, aunque claro, su falta de vida social trajo consigo algunos beneficios. En poco más de un año, Audrey se volvió toda una experta manejándolo todo dentro del banco, tanto así, que un buen día se decidió a finalmente tratar con los dueños directos de aquel emporio para el que servía y ahí, su vida una vez más cambio de rumbo.
La curiosidad de Audrey la llevó a encontrarse con los Médici, particularmente el que se encargaba de los negocios bancarios, Gwyddyon. Y si bien en un principio la relación de ambos era sumamente hostil, Audrey no podía negar que veía en aquel hombre a un oponente de respeto dentro del sistema bancario, además de ser alguien de quien podía aprender muchas cosas. Los encuentros hostiles, el aprendizaje mutuo y otras tantas situaciones extrañas entre ambos desembocaron en un matrimonio y particularmente para la inglesa, en un despertar al mundo de una manera que ni siquiera sabía que existía pero que acepto de buena gana viniendo de Gwyddyon, a quien más que ver como su esposo, veía como un aliado.
Ahora, Audrey no solo era una inmortal sino que también era parte de la familia Médici y como tal, debía saber moverse por el mundo de una manera única y para ello, tenía en mente un plan que necesitaba comentar a su esposo. Sentada de manera elegante en el despacho de su marido, usando un vestido azul oscuro y mirando fijamente al hombre que se encontraba con ella en aquel cuarto, habló.
– Gwyddyon, comenzare a comerciar algunas cosas entre Italia e Inlgaterra – soltó aquello como si estuviera hablando de un simple juego y no de emplear gran parte de su dinero personal para ello – Creo que es una buena manera de emplear mi tiempo, sobre todo ahora que no necesito descansar, ¿Qué opinas de ello? – preguntó a pesar de que al final haría lo que a ella le pareciera conveniente, después de todo, usaría su dinero y no el de su esposo.
Audrey de Médici- Vampiro Clase Alta
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Re: Gods and monsters [Privado]
Tuvo la fortuna, o quizás la mala suerte, de haber sido recibido, o condenado, a la inmortalidad. Ya de eso ha pasado mucho tiempo, más específicamente, unos cuatrocientos años. Gwyddyon había sido en su mortalidad, nada más y nada menos, que Cosme de Médici, el fundador de aquella estirpe tan poderosa durante los albores del Renacimiento florentino. Aunque algunos, incluso los libros de historia, lo consideraban muerto, y que posiblemente sus restos estuvieran reposando en el panteón de los Médici, Cosme (actualmente Gwyddyon) aún rondaba por este mundo y no como un humano. Tal fue su obsesión con la vida eterna, que asumió la responsabilidad de ser convertido en un ser nocturno; una criatura que, a cambio de sangre, pudiera sobrellevar los siglos sin desgastarse. Así podría seguir llevando su legado, pues, en ese momento, su único descendiente se encontraba atormentado por la enfermedad. Era de suponerse que el líder de tan poderoso linaje no iba a permitir que su reino cayera en manos de la desgracia.
Pero los Médici no sólo se caracterizaron por administra la banca, sino el arte. Es más, uno de los descendientes de Gwyddyon, llamado Lorenzo, era un coleccionista como su antecesor. La familia no sólo compartía el exquisito gusto por las obras del mundo clásico, y las de aquella época, sino, también por la filosofía y por el ocultismo. Esto llevo a Gwyddyon a interesarse por algunos miembros de la sociedad florentina, personajes curiosos que estaban muy cerca de los dominios de Roma. Aunque ya de eso ha pasado bastante tiempo, y sus objetivos estaban más centrados en lo financiero, Gwyddyon volvió a sentir la impetuosa necesidad de saber más. En especial, tratándose del ascenso de un nuevo Papa.
Conservaba sus dudas para sí mismo, ni siquiera las compartía con su actual esposa. Audrey era inteligente, y una mujer con mucho carácter, pero no quería preocuparla, y mucho menos involucrarla, en asuntos tan serios y oscuros como aquellos. Prefería meditarlos consigo mismo, sacando conclusiones un tanto apresuradas.
El cielo de otoño conservaba los mismos tonos que antaño. Claro, solían haber algunas diferencias, pero nada tan extremo. También se encontraban los mismos monumentos construidos durante los siglos gloriosos de Florencia; seguían tan admirables como desde el momento en que fueron inaugurados. Todo eso lo podía contemplar desde su propiedad, mientras continuaba ensimismado en sus propias quimeras. Sin embargo, la voz distante de Audrey, quien se encontraba en el despacho con él, lo hizo caer en cuenta de su silencio incómodo. Echó su cuerpo hacia adelante y se aclaró la garganta, intentando verse coherente.
—¿Inglaterra? Parece una buena idea. Pero, ¿qué clase de cosas piensas comercializar? —inquirió con calma, volviendo a recargarse en el sillón—. ¿Has pensado en aliarte con algunos marchantes? El mercado del arte se está abriendo con las nuevas tendencias. Podrías empezar por ahí. Aunque —hizo una pausa—, tengo entendido que las especias traídas desde la India también ha resultado un buen negocio.
Nuevamente volvió a callar, analizando algo que aún le hacía ruido en la mente.
—¿Sabes algo del nuevo Papa? He escuchado algunos rumores —sentenció, observando de nuevo a través del cristal de la ventana—. Me interesa.
Pero los Médici no sólo se caracterizaron por administra la banca, sino el arte. Es más, uno de los descendientes de Gwyddyon, llamado Lorenzo, era un coleccionista como su antecesor. La familia no sólo compartía el exquisito gusto por las obras del mundo clásico, y las de aquella época, sino, también por la filosofía y por el ocultismo. Esto llevo a Gwyddyon a interesarse por algunos miembros de la sociedad florentina, personajes curiosos que estaban muy cerca de los dominios de Roma. Aunque ya de eso ha pasado bastante tiempo, y sus objetivos estaban más centrados en lo financiero, Gwyddyon volvió a sentir la impetuosa necesidad de saber más. En especial, tratándose del ascenso de un nuevo Papa.
Conservaba sus dudas para sí mismo, ni siquiera las compartía con su actual esposa. Audrey era inteligente, y una mujer con mucho carácter, pero no quería preocuparla, y mucho menos involucrarla, en asuntos tan serios y oscuros como aquellos. Prefería meditarlos consigo mismo, sacando conclusiones un tanto apresuradas.
El cielo de otoño conservaba los mismos tonos que antaño. Claro, solían haber algunas diferencias, pero nada tan extremo. También se encontraban los mismos monumentos construidos durante los siglos gloriosos de Florencia; seguían tan admirables como desde el momento en que fueron inaugurados. Todo eso lo podía contemplar desde su propiedad, mientras continuaba ensimismado en sus propias quimeras. Sin embargo, la voz distante de Audrey, quien se encontraba en el despacho con él, lo hizo caer en cuenta de su silencio incómodo. Echó su cuerpo hacia adelante y se aclaró la garganta, intentando verse coherente.
—¿Inglaterra? Parece una buena idea. Pero, ¿qué clase de cosas piensas comercializar? —inquirió con calma, volviendo a recargarse en el sillón—. ¿Has pensado en aliarte con algunos marchantes? El mercado del arte se está abriendo con las nuevas tendencias. Podrías empezar por ahí. Aunque —hizo una pausa—, tengo entendido que las especias traídas desde la India también ha resultado un buen negocio.
Nuevamente volvió a callar, analizando algo que aún le hacía ruido en la mente.
—¿Sabes algo del nuevo Papa? He escuchado algunos rumores —sentenció, observando de nuevo a través del cristal de la ventana—. Me interesa.
Gwyddyon de Médici- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: Gods and monsters [Privado]
Los ojos de Audrey se mantenían fijos en la figura de su esposo. Gwyddyon era verdaderamente un hombre que imponía, no solamente por la historia personal que llevaba a cuestas y los conocimientos que poseía del mundo, sino que era hasta su aspecto físico algo digno de reconocimiento. El físico de su esposo había sido lo primero que detallo cuando se encontraron por primera vez, aunque a diferencia del tiempo actual, en aquel entonces a ella solo le parecía que Gwyddyon no tenía nada de valor a excepción de su buen aspecto. Ahora la situación era completamente diferente pues ella sabía que todo él, era digno de ser respetado y amado.
Era precisamente por ese respeto y ese amor, que Audrey tomaba siempre la opinión de su esposo para sus planes, eso aunque al final existiera la posibilidad de que hiciera completamente lo opuesto de lo que Gwyddyon sugiriera, aunque como siempre, él respetaría su decisión, de la misma manera en la que ella respetaba las de él. Tanto era su respeto del uno por el otro, que no indagaban más allá de lo que el otro estaba dispuesto a contar sobre cualquier cosa.
Una vez que la pregunta fue lanzada, Audrey aguardó por conocer la respuesta de su marido respecto a su idea, esa que a ella le parecía la mejor opción en esos momentos.
– Tengo algunas opciones de cosas que quisiera probar, aunque no tengo nada concreto aún. Quería que lo supieras primero – sonrió entonces al escuchar a su esposo hablar sobre el arte – Ya había pensado en obras de arte, aunque si comenzara a comercializar con ellas serías el primero en adquirirlas todas Gwyddyon y de eso, no obtendríamos nada – adoraba el lado de su esposo que amaba el arte, pero debía ser consciente de que la debilidad de su esposo por el arte, le impediría desarrollar lo que ella tenía planeado – También escuche lo de la India, el problema creo esta en que todos han escuchado eso y muchos son los que están comercializando especias, es un riesgo ir por lo que van todos – se quedó en silencio unos segundos durante los que desvió sus ojos al resto del despacho de su marido, todo para regresar después la mirada a él – Si comercio arte, ¿Prometes no comprarlo todo? – preguntó desde su cómodo asiento.
El silencio una vez más se instalo en el despacho de los Médici, pero pronto fue quebrantado por Gwyddyon, quien realizaba una pregunta que llevó a Audrey a ponerse de pie e ir en su dirección.
– Claro que sé del nuevo Papa. He escuchado muchas cosas de él. Mortales y sobre naturales hablan de él más que de cualquier otra persona en este mundo – se puso frente a los ojos de su esposo, impidiéndole que continuara mirando a la ventana – ¿Por qué te interesa? ¿Qué escuchaste de él? – ella sabía mejor que nadie que Gwyddyon de Médici no se interesaba por cualquiera y más aún, no preguntaba por cualquiera.
Era precisamente por ese respeto y ese amor, que Audrey tomaba siempre la opinión de su esposo para sus planes, eso aunque al final existiera la posibilidad de que hiciera completamente lo opuesto de lo que Gwyddyon sugiriera, aunque como siempre, él respetaría su decisión, de la misma manera en la que ella respetaba las de él. Tanto era su respeto del uno por el otro, que no indagaban más allá de lo que el otro estaba dispuesto a contar sobre cualquier cosa.
Una vez que la pregunta fue lanzada, Audrey aguardó por conocer la respuesta de su marido respecto a su idea, esa que a ella le parecía la mejor opción en esos momentos.
– Tengo algunas opciones de cosas que quisiera probar, aunque no tengo nada concreto aún. Quería que lo supieras primero – sonrió entonces al escuchar a su esposo hablar sobre el arte – Ya había pensado en obras de arte, aunque si comenzara a comercializar con ellas serías el primero en adquirirlas todas Gwyddyon y de eso, no obtendríamos nada – adoraba el lado de su esposo que amaba el arte, pero debía ser consciente de que la debilidad de su esposo por el arte, le impediría desarrollar lo que ella tenía planeado – También escuche lo de la India, el problema creo esta en que todos han escuchado eso y muchos son los que están comercializando especias, es un riesgo ir por lo que van todos – se quedó en silencio unos segundos durante los que desvió sus ojos al resto del despacho de su marido, todo para regresar después la mirada a él – Si comercio arte, ¿Prometes no comprarlo todo? – preguntó desde su cómodo asiento.
El silencio una vez más se instalo en el despacho de los Médici, pero pronto fue quebrantado por Gwyddyon, quien realizaba una pregunta que llevó a Audrey a ponerse de pie e ir en su dirección.
– Claro que sé del nuevo Papa. He escuchado muchas cosas de él. Mortales y sobre naturales hablan de él más que de cualquier otra persona en este mundo – se puso frente a los ojos de su esposo, impidiéndole que continuara mirando a la ventana – ¿Por qué te interesa? ¿Qué escuchaste de él? – ella sabía mejor que nadie que Gwyddyon de Médici no se interesaba por cualquiera y más aún, no preguntaba por cualquiera.
Audrey de Médici- Vampiro Clase Alta
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Re: Gods and monsters [Privado]
Sus ojos continuaban acaparando para sí la imponente imagen del horizonte florentino, mientras en su mente se trazaban un sinfín de ideas, todas dirigidas hacia sus negocios y propósitos. Gwyddyon siempre se había caracterizado por ser un hombre diligente, dispuesto a todo para continuar enalteciendo su apellido; por eso había accedido a la inmortalidad, a querer seguir atado a este mundo, como lo haría un ánima aferrada a lo material. Tal vez eso lo convertía en un sujeto profundamente materialista e interesado, alguien que sólo se enfoca en las riquezas y en los bienes mundanos. Pero, no siempre resultaba de ese modo. Durante el Renacimiento, en pleno auge de Los Médici, Cosme había acumulado muchísimas antigüedades del mundo clásico; se contaban manuscritos, esculturas, piezas de gran valor, y que poseían leyendas magníficas, que habían sido olvidadas en los albores de la religión cristiana.
Ahora, con la compañía de Audrey, sentía que esos tiempos volvían a fortalecerse para su estirpe. Gwyddyon tenía pensadas muchas cosas, aunque sabía que contaba con una eternidad por delante, tampoco le agradaba quedarse de brazos cruzados durante mucho tiempo. Si bien, él seguiría con una larga existencia, las sociedades no, éstas se desmoronaban fácilmente, porque en este mundo nada es cíclico, todo cuando se ve, se palma, se siente, es cambiante, y el Médici muy bien lo sabía.
Escuchó con atención la respuesta de su compañera, meditando con paciencia sus palabras, tenía razón, pero en el mundo de los negocios no se trataba de quien vendiera lo mismo, sino, de ser el mejor, en ofrecerles calidad a los clientes. Lo mismo ocurría en el mercado del arte, había muchos pintores, pero eran pocos los osados, los que merecían tener un espacio a las galerías y en los museos; de formar parte de las listas de marchantes y mecenas. Ella tenía que considerar aquellas cosas, aún era novata en todo aquel asunto, y para eso estaba él, quien había liderado todos esos negocios desde hacía cuatro siglos.
—Audrey —repitió, sin apartar la mirada de la ventana, observando fijamente el paraje nocturno—. Esto no se trata de que si vendes o comercias lo mismo que otro, hay competencia sí, pero, siempre puedes demostrar ser el mejor en lo que haces, sin importar si otros lo hacen o no. Es cuestión de conocer los pasos de tu contrario y atraer a los mejores clientes —afirmó, volviendo su mirada hacia ella—. Eres buena en lo que haces, por eso confío estas cosas en ti y —esbozó una sonrisa y negó—, siempre me ha gustado coleccionar arte, es parte de mis intereses. Pero los negocios son los negocios, y el arte es mi territorio, siempre lo fue, aunque antes me dedicara a ser un banquero.
Había modestia en sus palabras, también una significante verdad. Se trataba de la confesión de un hombre que había vivido cuatrocientos años y el fundador de una estirpe de leyenda; el líder de una familia poderosa, que aún, en nuestros días, conservaba su prestigio. Sin embargo, aparte de aquellos importantes negocios, Gwyddyon guardaba otras cartas más para realizar su jugada.
—¿Qué has escuchado? —Inquirió con repentino interés—. He visto a muchos Papas, pero él... es diferente. Y esos hombres que le siguen, ellos, me son familiares. Creo que Lorenzo tuvo a uno muy cerca, cuando ofrecían apoyo a los jóvenes escultores. —Se quedó pensativo un momento, intentando atar cabos sueltos—. Estoy seguro que buscan algo más que feligreses. Debemos mantenernos alertas, Audrey. Hay cosas que poseo en mi bóveda que no deberían llegar a manos de esas personas.
Ahora, con la compañía de Audrey, sentía que esos tiempos volvían a fortalecerse para su estirpe. Gwyddyon tenía pensadas muchas cosas, aunque sabía que contaba con una eternidad por delante, tampoco le agradaba quedarse de brazos cruzados durante mucho tiempo. Si bien, él seguiría con una larga existencia, las sociedades no, éstas se desmoronaban fácilmente, porque en este mundo nada es cíclico, todo cuando se ve, se palma, se siente, es cambiante, y el Médici muy bien lo sabía.
Escuchó con atención la respuesta de su compañera, meditando con paciencia sus palabras, tenía razón, pero en el mundo de los negocios no se trataba de quien vendiera lo mismo, sino, de ser el mejor, en ofrecerles calidad a los clientes. Lo mismo ocurría en el mercado del arte, había muchos pintores, pero eran pocos los osados, los que merecían tener un espacio a las galerías y en los museos; de formar parte de las listas de marchantes y mecenas. Ella tenía que considerar aquellas cosas, aún era novata en todo aquel asunto, y para eso estaba él, quien había liderado todos esos negocios desde hacía cuatro siglos.
—Audrey —repitió, sin apartar la mirada de la ventana, observando fijamente el paraje nocturno—. Esto no se trata de que si vendes o comercias lo mismo que otro, hay competencia sí, pero, siempre puedes demostrar ser el mejor en lo que haces, sin importar si otros lo hacen o no. Es cuestión de conocer los pasos de tu contrario y atraer a los mejores clientes —afirmó, volviendo su mirada hacia ella—. Eres buena en lo que haces, por eso confío estas cosas en ti y —esbozó una sonrisa y negó—, siempre me ha gustado coleccionar arte, es parte de mis intereses. Pero los negocios son los negocios, y el arte es mi territorio, siempre lo fue, aunque antes me dedicara a ser un banquero.
Había modestia en sus palabras, también una significante verdad. Se trataba de la confesión de un hombre que había vivido cuatrocientos años y el fundador de una estirpe de leyenda; el líder de una familia poderosa, que aún, en nuestros días, conservaba su prestigio. Sin embargo, aparte de aquellos importantes negocios, Gwyddyon guardaba otras cartas más para realizar su jugada.
—¿Qué has escuchado? —Inquirió con repentino interés—. He visto a muchos Papas, pero él... es diferente. Y esos hombres que le siguen, ellos, me son familiares. Creo que Lorenzo tuvo a uno muy cerca, cuando ofrecían apoyo a los jóvenes escultores. —Se quedó pensativo un momento, intentando atar cabos sueltos—. Estoy seguro que buscan algo más que feligreses. Debemos mantenernos alertas, Audrey. Hay cosas que poseo en mi bóveda que no deberían llegar a manos de esas personas.
Gwyddyon de Médici- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: Gods and monsters [Privado]
El perfecto rostro de su esposo no mostraba expresión alguna. Parecía una de esas perfectas y bien conservadas estatuas que él mismo había adquirido. Al igual que el arte que adquirió a lo largo del tiempo, Gwyddyon poseía una gran historia, una sabiduría que otros solo soñarían con obtener y que ella respetaba por sobre todas las cosas. Su esposo tenía muchos años más de experiencia que ella, era no solo su pareja sino también su creador, su maestro y su amigo.
Una sonrisa apareció en su rostro.
– Algunas veces me pregunto a mi misma si algún día dejaras de sorprenderme – admitió antes de volver al tema de los negocios, ese en el que siempre eran serios – Ya que pones las cosas de esa manera, creo que tenemos buenas conexiones en la India. Gente que puede conseguirnos lo mejor de las especias y a un precio mucho más accesible, solo sería necesario invitar a esas personas para una charla de negocios donde garantizaremos que todos saldremos ganando – después de decir aquello guardo silencio, analizando mentalmente los potenciales mercados de venta así como las competencias que tendrían que destronar para volverse en los máximos comercializadores de especias. Si Audrey hacía algo, quería hacerlo a lo grande; Gwyddyon lo sabía y ella creía que era eso, entre algunas otras cualidades las que lo hacían confiar en ella.
Era un experto en arte, la enorme colección que poseía lo demostraba. Audrey por el contrario era una completa novata en ello, tal y como él se lo hacía saber. Otras mujeres se hubieran sentido apenadas ante un comentario como aquel, pero ella no. Audrey tenía en claro que existían muchas cosas que desconocía sobre el mundo y estaba dispuesta a aprenderlas todas, siempre al lado de Gwyddyon.
– Comercializare especias entonces – sentenció decidida – eso para empezar, porque estudiare sobre arte Gwyddyon de Médici. Estudiare tanto que te hare sentir orgulloso y conseguiré para ti piezas dignas de tu colección. Ya lo veras. – aquellas palabras eran una promesa que pensaba cumplir, porque cuando Audrey de Médici se proponía algo, lo conseguía, fuera lo que fuera.
El tema de los negocios fue abandonado abruptamente por su esposo, quien volcaba el tema de conversación hacía el nuevo Papa. Las preguntas de Gwyddyon fueron algo tan inesperado para Audrey que no dudo un segundo en levantarse del asiento donde tan plácidamente estuvo descansado, para acercarse hasta él y mirarle fijamente.
– He escuchado que sus técnicas de manejar todo no son comunes, que busca cosas demasiado oscuras para alguien en su posición pero como siempre, son solo rumores, palabras al viento que se desvanecen sin que nadie pueda confirmarlas – se inclino un poco, escuchando entonces a su esposo – ¿Serán inquisidores condenados? No me sorprendería que nuestro nuevo Papa los use para sus planes, sean los que sean – pero las dudas de su esposo comenzaban a preocuparla, mucho más cuando se hizo mención a objetos pertenecientes a la familia Médici – Gwyddyon… – la voz de Audrey se tornó más sería y sus ojos buscaron los de su esposo en busca de respuestas – ¿Qué poseemos que puedan querer? ¿Qué crees que el Papa y sus seguidores planean? – si necesitaban estar alertas ella necesitaba al menos tener una mínima idea de a que podían estarse enfrentando.
Una sonrisa apareció en su rostro.
– Algunas veces me pregunto a mi misma si algún día dejaras de sorprenderme – admitió antes de volver al tema de los negocios, ese en el que siempre eran serios – Ya que pones las cosas de esa manera, creo que tenemos buenas conexiones en la India. Gente que puede conseguirnos lo mejor de las especias y a un precio mucho más accesible, solo sería necesario invitar a esas personas para una charla de negocios donde garantizaremos que todos saldremos ganando – después de decir aquello guardo silencio, analizando mentalmente los potenciales mercados de venta así como las competencias que tendrían que destronar para volverse en los máximos comercializadores de especias. Si Audrey hacía algo, quería hacerlo a lo grande; Gwyddyon lo sabía y ella creía que era eso, entre algunas otras cualidades las que lo hacían confiar en ella.
Era un experto en arte, la enorme colección que poseía lo demostraba. Audrey por el contrario era una completa novata en ello, tal y como él se lo hacía saber. Otras mujeres se hubieran sentido apenadas ante un comentario como aquel, pero ella no. Audrey tenía en claro que existían muchas cosas que desconocía sobre el mundo y estaba dispuesta a aprenderlas todas, siempre al lado de Gwyddyon.
– Comercializare especias entonces – sentenció decidida – eso para empezar, porque estudiare sobre arte Gwyddyon de Médici. Estudiare tanto que te hare sentir orgulloso y conseguiré para ti piezas dignas de tu colección. Ya lo veras. – aquellas palabras eran una promesa que pensaba cumplir, porque cuando Audrey de Médici se proponía algo, lo conseguía, fuera lo que fuera.
El tema de los negocios fue abandonado abruptamente por su esposo, quien volcaba el tema de conversación hacía el nuevo Papa. Las preguntas de Gwyddyon fueron algo tan inesperado para Audrey que no dudo un segundo en levantarse del asiento donde tan plácidamente estuvo descansado, para acercarse hasta él y mirarle fijamente.
– He escuchado que sus técnicas de manejar todo no son comunes, que busca cosas demasiado oscuras para alguien en su posición pero como siempre, son solo rumores, palabras al viento que se desvanecen sin que nadie pueda confirmarlas – se inclino un poco, escuchando entonces a su esposo – ¿Serán inquisidores condenados? No me sorprendería que nuestro nuevo Papa los use para sus planes, sean los que sean – pero las dudas de su esposo comenzaban a preocuparla, mucho más cuando se hizo mención a objetos pertenecientes a la familia Médici – Gwyddyon… – la voz de Audrey se tornó más sería y sus ojos buscaron los de su esposo en busca de respuestas – ¿Qué poseemos que puedan querer? ¿Qué crees que el Papa y sus seguidores planean? – si necesitaban estar alertas ella necesitaba al menos tener una mínima idea de a que podían estarse enfrentando.
Audrey de Médici- Vampiro Clase Alta
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Re: Gods and monsters [Privado]
Agradecía al universo mismo por haberle puesto en el camino a una mujer como Audrey, con la que había decidido compartir una eternidad; ella, sin duda, era la indicada, aquella que le serviría como pilar fundamental en los siglos venideros. Aunque la relación entre ambos era netamente de negocios, esa manera que poseían de comprenderse, incluso, de anticiparse a los movimientos del otro, los convertía en una pareja sólida. Su unión iba más allá de la atracción física, era una curiosa conexión, una que Gwyddyon no había experimentado antes. Podría decirse que con Audrey se sentía seguro, en plena confianza de llevar a cabo sus ambiciosos planes y todas las pretensiones que siempre tuvo desde que era un hombre corriente.
Por eso, luego de haber entrado en otros detalles, que en su mente eran menos importantes, al menos en ese momento, le hizo llegar su verdadera misión. No resultaba la gran cosa, pero para Gwyddyon si ameritaba razones de peso, aunque sólo conservaba pequeñas dudas, aun así, no quería que éstas fueran creciendo hasta convertirse en una gran avalancha. Le gustaba meditar los futuros eventos para asegurarse que podía enfrentarse a ellos sin problemas; además, él siempre versaba que era mejor prevenir que lamentar. Esa misma sensatez le salvó del cataclismo en diversas ocasiones, por lo que, a esas alturas, ya tenía bastante acentuada una personalidad basada en la discreción en la cordura.
Aunque su mirada se mantuviera fija en Audrey, en realidad no la miraba a ella, no porque no quisiera, sencillamente se hallaba recluido en sus pensamientos. La escuchó con atención. Era buena en lo que se proponía y eso era más que suficiente para que Gwyddyon se mantuviera tranquilo, sin embargo, no eran los negocios de la familia lo que le preocupaba.
—Me parece perfecto entonces. Podemos ver en la India un mercado potencial —agregó, respetando todo lo anterior mencionado por ella, aunque el objeto de plática fuera otro, no quería dejar nada a un lado, era excesivamente meticuloso en ello—. Estoy consciente de que podrás lidiar con ello, no me queda la menor duda —le aseguró, soltando una risa breve. Sí, Audrey lo conocía, él era apasionado del arte, no había rincón de su casa en donde no lo dejara claro—. No es necesario que lo hagas. Es decir, tampoco pienso obligarte a tomar decisiones tan extremas, mientras estés cómoda con lo que haces, yo igual. No quisiera hacer de este matrimonio un negocio. Sin embargo, también me contenta que decidas hacer eso.
Pero, dejando todo aquello a un lado, terminó centrándose en lo importante, en aquello que hacía eco en su cabeza desde hacía días. Y ahora que tenía la oportunidad de discutirlo con alguien de confianza, no iba a dejar pasar semejante oportunidad.
—¿Técnicas? Uh, puede tratarse de algún oscurantista —respondió, aún pensativo—. Y no creo que se trate de “condenados”, como dices, ese hombre, por lo poco que sé, no es alguien que pueda confiar sus pretensiones a cualquiera. Es más, no me extraña que quiera eliminar a la Inquisición en algún momento. Pero, no me hagas caso, son sólo divagaciones mías...
Por eso, luego de haber entrado en otros detalles, que en su mente eran menos importantes, al menos en ese momento, le hizo llegar su verdadera misión. No resultaba la gran cosa, pero para Gwyddyon si ameritaba razones de peso, aunque sólo conservaba pequeñas dudas, aun así, no quería que éstas fueran creciendo hasta convertirse en una gran avalancha. Le gustaba meditar los futuros eventos para asegurarse que podía enfrentarse a ellos sin problemas; además, él siempre versaba que era mejor prevenir que lamentar. Esa misma sensatez le salvó del cataclismo en diversas ocasiones, por lo que, a esas alturas, ya tenía bastante acentuada una personalidad basada en la discreción en la cordura.
Aunque su mirada se mantuviera fija en Audrey, en realidad no la miraba a ella, no porque no quisiera, sencillamente se hallaba recluido en sus pensamientos. La escuchó con atención. Era buena en lo que se proponía y eso era más que suficiente para que Gwyddyon se mantuviera tranquilo, sin embargo, no eran los negocios de la familia lo que le preocupaba.
—Me parece perfecto entonces. Podemos ver en la India un mercado potencial —agregó, respetando todo lo anterior mencionado por ella, aunque el objeto de plática fuera otro, no quería dejar nada a un lado, era excesivamente meticuloso en ello—. Estoy consciente de que podrás lidiar con ello, no me queda la menor duda —le aseguró, soltando una risa breve. Sí, Audrey lo conocía, él era apasionado del arte, no había rincón de su casa en donde no lo dejara claro—. No es necesario que lo hagas. Es decir, tampoco pienso obligarte a tomar decisiones tan extremas, mientras estés cómoda con lo que haces, yo igual. No quisiera hacer de este matrimonio un negocio. Sin embargo, también me contenta que decidas hacer eso.
Pero, dejando todo aquello a un lado, terminó centrándose en lo importante, en aquello que hacía eco en su cabeza desde hacía días. Y ahora que tenía la oportunidad de discutirlo con alguien de confianza, no iba a dejar pasar semejante oportunidad.
—¿Técnicas? Uh, puede tratarse de algún oscurantista —respondió, aún pensativo—. Y no creo que se trate de “condenados”, como dices, ese hombre, por lo poco que sé, no es alguien que pueda confiar sus pretensiones a cualquiera. Es más, no me extraña que quiera eliminar a la Inquisición en algún momento. Pero, no me hagas caso, son sólo divagaciones mías...
Gwyddyon de Médici- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/07/2015
Re: Gods and monsters [Privado]
La intención inicial de Audrey esa noche era obtener los consejos de Gwyddyon sobre los potenciales negocios que ella podría emprender. Con prudencia y la sabiduría de muchos siglos a cuestas, Gwyddyon dio su opinión a su esposa. Los comentarios del vampiro llevaban a Audrey a cuestionarse sobre sus opciones así como a ampliar su visión de la situación y considerar otros potenciales negocios. Era de hecho gracias a la intervención de su compañero en la eternidad que la vampiro optaba por cambiar su interés de comercio inicial por otro mucho más rentable.
Audrey confiaba plenamente en que Gwyddyon quería lo mejor, no únicamente para el apellido Médici y el futuro sino para ella como individuo. Desde que se conocieron el inmortal mostró verdadero interés por ella, algo que Audrey no dejaría de agradecer nunca. El interés sincero del uno por el otro, la confianza y otros factores, daban a entender que la relación de los inmortales sería fuerte en las buenas y mucho más en las malas. Orgullosa de la confianza que Gwyddyon le mostraba y expresaba en sus palabras, Audrey levantó el mentón.
– Esta decidido entonces – mencionó con respecto a la India y el comercio de especias que ahora se sentía tan entusiasmada por iniciar. Una sonrisa sincera le fue dedicada al Médici, quien expresaba su deseo de no volver su matrimonio un mero negocio, algo que Audrey no había considerado, ni siquiera en los inicios de su relación – Si pienso aprender de arte y traer a casa maravillosas no es porque me sienta obligada a hacerlo, por el contrarió es mi deseo involucrarme para conocer que es lo que tanto te atrae a coleccionar – se encogió de hombros – me parece una manera de conocerte mejor, de adentrarme en el mundo que tanto maravilla a mi esposo así que de negocio, esto no tiene nada.
La charla de negocios e intereses personales pasaba entonces a algo que generaba gran inquietud en Audrey. Las preguntas de Gwyddyon sobre el nuevo Papa no le parecían nada extrañas en un principio, después de todo, cualquier sobrenatural debía estar al tanto de los enemigos potenciales que pudieran surgir, en especial seres pertenecientes a familias poderosas e influyentes como ellos, sin embargo, las palabras de su esposo tenían algo que la dejaban inquieta, algo que la llevaba a cuestionarle más sobre el asunto.
– Es probable que sea un oscurantista, sí, aunque como te dije, no existe nada concreto respecto a él, todo lo que se sabe son habladurías del pueblo y de sobrenaturales asustados de ser atrapados por la inquisición – escuchando entonces lo que su esposo tenía para decir sobre la organización que ella recién mencionaba, la vampiro lo observó fijamente – ¿Qué te lleva a imaginar que pudiera hacer eso? – Las palabras de Gwyddyon sobre sus divagaciones no le convencieron del todo y no porque dudara de su esposo, sino porque confiaba demasiado en él y en su astucia; aún así, cabía la posibilidad de que ella fuera la que se preocupaba de más. Una mueca apareció en el rostro de Audrey, quien optaba por hacerse creer que todo estaba bien y en orden, que la curiosidad de Gwyddyon se debía únicamente a lo que poseían que podría atraer al Papa hasta ellos y nada más que eso – Esta bien, son divagaciones tuyas – pasó su mano de manera lenta por los cabellos de su creador – Pero aun no respondiste mi pregunta… ¿Qué tenemos que pueda querer?.
Audrey confiaba plenamente en que Gwyddyon quería lo mejor, no únicamente para el apellido Médici y el futuro sino para ella como individuo. Desde que se conocieron el inmortal mostró verdadero interés por ella, algo que Audrey no dejaría de agradecer nunca. El interés sincero del uno por el otro, la confianza y otros factores, daban a entender que la relación de los inmortales sería fuerte en las buenas y mucho más en las malas. Orgullosa de la confianza que Gwyddyon le mostraba y expresaba en sus palabras, Audrey levantó el mentón.
– Esta decidido entonces – mencionó con respecto a la India y el comercio de especias que ahora se sentía tan entusiasmada por iniciar. Una sonrisa sincera le fue dedicada al Médici, quien expresaba su deseo de no volver su matrimonio un mero negocio, algo que Audrey no había considerado, ni siquiera en los inicios de su relación – Si pienso aprender de arte y traer a casa maravillosas no es porque me sienta obligada a hacerlo, por el contrarió es mi deseo involucrarme para conocer que es lo que tanto te atrae a coleccionar – se encogió de hombros – me parece una manera de conocerte mejor, de adentrarme en el mundo que tanto maravilla a mi esposo así que de negocio, esto no tiene nada.
La charla de negocios e intereses personales pasaba entonces a algo que generaba gran inquietud en Audrey. Las preguntas de Gwyddyon sobre el nuevo Papa no le parecían nada extrañas en un principio, después de todo, cualquier sobrenatural debía estar al tanto de los enemigos potenciales que pudieran surgir, en especial seres pertenecientes a familias poderosas e influyentes como ellos, sin embargo, las palabras de su esposo tenían algo que la dejaban inquieta, algo que la llevaba a cuestionarle más sobre el asunto.
– Es probable que sea un oscurantista, sí, aunque como te dije, no existe nada concreto respecto a él, todo lo que se sabe son habladurías del pueblo y de sobrenaturales asustados de ser atrapados por la inquisición – escuchando entonces lo que su esposo tenía para decir sobre la organización que ella recién mencionaba, la vampiro lo observó fijamente – ¿Qué te lleva a imaginar que pudiera hacer eso? – Las palabras de Gwyddyon sobre sus divagaciones no le convencieron del todo y no porque dudara de su esposo, sino porque confiaba demasiado en él y en su astucia; aún así, cabía la posibilidad de que ella fuera la que se preocupaba de más. Una mueca apareció en el rostro de Audrey, quien optaba por hacerse creer que todo estaba bien y en orden, que la curiosidad de Gwyddyon se debía únicamente a lo que poseían que podría atraer al Papa hasta ellos y nada más que eso – Esta bien, son divagaciones tuyas – pasó su mano de manera lenta por los cabellos de su creador – Pero aun no respondiste mi pregunta… ¿Qué tenemos que pueda querer?.
Audrey de Médici- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 21/04/2013
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Re: Gods and monsters [Privado]
Se había sumergido mucho en sus pensamientos, atrapado por conclusiones acerca de negocios y otros asuntos que Audrey desconocía. Gwyddyon se hallaba más ensimismado en su imperio que en las relaciones personales; ni siquiera en los afectos emocionales de su relación con aquella mujer. Tal vez los siglos lo habían convertido en alguien muy frívolo en ese aspecto, pero nunca lo había meditado hasta ese momento, cuando ella le aseguraba que lo del arte no era por negocio, sino por conocer más las aficiones de él. Aquello le tomó desprevenido, tanto que no supo qué decir en ese instante. Había dejado herederos y todo un linaje poderoso, sin embargo, conforme los preparaba como soldados para la guerra, los abandonaba cuando consideraba que ya podían subsistir sin ese líder.
¿Con Audrey haría lo mismo? ¿La había convertido con qué fin? Él mismo se sintió timado por sus propias acciones. Cuando había decidido darle el abrazo a la no vida, no había sopesado el porqué, simplemente fue un impulso. Ni siquiera le pidió herederos, ¡nada! Simplemente le dedicó una mirada lacónica, poniéndose de pie. Quiso acercarse, pero se contuvo, por unos minutos lo hizo. No era hombre de guiarse por impulsos, no sin antes meditarlos.
—Audrey —dijo, finalmente. Aunque se tomó su tiempo para continuar—. ¿De verdad lo harás sólo por eso? Es decir, no lo malinterpretes, es que me resulta curioso. Me gustaría que hicieras las cosas por complacencia tuya, tampoco quiero que nuestro matrimonio se convierta en otro negocio más —¿qué dijo? No se podía creer que él mismo había soltado semejante frase. Aun así, lo hizo y no se arrepentía de ello—. Yo estaré encantado de saber que estarás preparándote en esa área por gusto tuyo, por un deseo de aprendizaje que te beneficiará por completo. Para mí es lo más importante.
Decidió entonces acortar la distancia entre ambos, sujetando su rostro con ambas manos. ¿Desde cuándo no la contemplaba de esa manera? Era tan hermosa, y no sólo eso, también inteligente y audaz. Era afortunado en haberse casado con esa mujer y despreciaba su relación por sus negocios, para los cuales tenía demasiado tiempo, por no decir, una eternidad.
Ignoró las palabras, pues no hacían falta en ese momento. Ignoró todo. Sólo estaban ellos dos, mirándose con una profundidad que nunca antes habían manifestado, no de ese modo. Gwyddyon aún continuaba sosteniéndole el rostro, y con su modo de ser tan impredecible, acercó sus labios a los de ella y la besó; lo hizo con calma, mucha calma, como si deseara estar así para siempre. Pero, y aunque no quisiera, se apartó, tan sólo un poco.
—Ya no te preocupes por eso, no quiero involucrarte en problemas —susurró—. Sólo quiero que estés bien. Yo he vivido demasiado, sé cuidarme las espaldas. —Esbozó una sonrisa ladina, a pesar de pedirle encarecidamente que no se involucrara, su mirada le dijo lo contrario—. Esa terquedad tuya, fue una de las primeras cosas por las que me fijé en ti, ¿alguna vez te lo dije?
¿Con Audrey haría lo mismo? ¿La había convertido con qué fin? Él mismo se sintió timado por sus propias acciones. Cuando había decidido darle el abrazo a la no vida, no había sopesado el porqué, simplemente fue un impulso. Ni siquiera le pidió herederos, ¡nada! Simplemente le dedicó una mirada lacónica, poniéndose de pie. Quiso acercarse, pero se contuvo, por unos minutos lo hizo. No era hombre de guiarse por impulsos, no sin antes meditarlos.
—Audrey —dijo, finalmente. Aunque se tomó su tiempo para continuar—. ¿De verdad lo harás sólo por eso? Es decir, no lo malinterpretes, es que me resulta curioso. Me gustaría que hicieras las cosas por complacencia tuya, tampoco quiero que nuestro matrimonio se convierta en otro negocio más —¿qué dijo? No se podía creer que él mismo había soltado semejante frase. Aun así, lo hizo y no se arrepentía de ello—. Yo estaré encantado de saber que estarás preparándote en esa área por gusto tuyo, por un deseo de aprendizaje que te beneficiará por completo. Para mí es lo más importante.
Decidió entonces acortar la distancia entre ambos, sujetando su rostro con ambas manos. ¿Desde cuándo no la contemplaba de esa manera? Era tan hermosa, y no sólo eso, también inteligente y audaz. Era afortunado en haberse casado con esa mujer y despreciaba su relación por sus negocios, para los cuales tenía demasiado tiempo, por no decir, una eternidad.
Ignoró las palabras, pues no hacían falta en ese momento. Ignoró todo. Sólo estaban ellos dos, mirándose con una profundidad que nunca antes habían manifestado, no de ese modo. Gwyddyon aún continuaba sosteniéndole el rostro, y con su modo de ser tan impredecible, acercó sus labios a los de ella y la besó; lo hizo con calma, mucha calma, como si deseara estar así para siempre. Pero, y aunque no quisiera, se apartó, tan sólo un poco.
—Ya no te preocupes por eso, no quiero involucrarte en problemas —susurró—. Sólo quiero que estés bien. Yo he vivido demasiado, sé cuidarme las espaldas. —Esbozó una sonrisa ladina, a pesar de pedirle encarecidamente que no se involucrara, su mirada le dijo lo contrario—. Esa terquedad tuya, fue una de las primeras cosas por las que me fijé en ti, ¿alguna vez te lo dije?
Gwyddyon de Médici- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 01/07/2015
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