Holy Blood {libre}

por **Marius Lemacks** Vie Dic 02, 2016 10:18 pm

El frio invernal acoge a la ciudad cada día a cada hora pero por las noches se vuelve aún más poderoso que se lleva los trajes de lado a lado como una danza a la cual aquel que camina a pasos silenciosos, la suela de sus zapatos no se escucha por las empedradas calles parece más una sombra aquel de mirada perdida con ojos muy abiertos como si siguiera los saltos de algo o alguien, va acercándose a las parejas una a una que con horror se alejan a pasos presurosos. No le importa esos seres solo busca aquella diversión, aquel aroma que le haga perder la locura en aquella noche.

El gélido viento le lleva calle por calle, persona a persona pero todos son tan feos con rostros muy lisos y voces tan estruendosas que le provocan asco de solo ver, alejándose el sonido de un búho le llama la atención subiendo se al árbol para colgarse de cabeza con su sombre en las rodillas mirando la ciudad, pocas almas que pasaban se persignaban rezando a dios en las alturas por aquel desquiciado de apariencia y cabellos extraños.

“Dios, ¿Qué es dios? ¿por qué todos lo nombran?”
“Será que soy un dios para ellos”
“Es porque puedo hacer que la muerte sea una agonía completa”

Su mente se preguntaba sin respuesta alguna, las necesitaba, las quería, anhelando encontrar esas respuestas pero ¿en quién?, miró la iglesia pero siempre le han dicho que si entra ardera el lugar con él, se atreve porque el aroma a gente quemándose le atrae y que mejor nota final que una incineración masiva, se deja caer de cabeza con los pequeños y agudos gritos y admiración de los que apenas le miran

“Cállense, que uno no puede acaso solo lanzarse de cabeza, que ruidosos que son todos, deberían tener, costuras en sus bocas para evitar que hablen, si quizás puedo hacerlo, quizás si les brindo té con una infusión con pasiflora”

La sonrisa macabra que se dibuja en él cuando se levanta limpiando la chaqueta colocándose el sombre entre sus mechones anaranjados, esta apariencia es la que usa cada noche en busca de presas para sus atroces imaginaciones, pero no tiene a su muñeca para jugar.

Sus pasos se abren rápidos hasta llegar a la iglesia, las campanadas son pequeñas, no es la iglesia es una capilla, las rejas negras que lo separan le entristecen pero a la ves arrancan en esos labios partidos y comidos por sus colmillos en una sonrisa tétrica acaricia las barras de hierro dando un salto rodando por el suelo, la puerta abierta pero a él no le importa lo sencillo ni lo práctico pues mientras más difícil mejor para él; el lugar era diferente, olía y se sentía extraño pero el gustaba, cual ratón atraído por el queso olfateaba aquel aroma exquisito y embriagador que le seducía y por ello se mordía las enormes y largas uñas que terminan en punta y a las cuales sus dientes comienzan a triturar pues algo ha llamado su atención y ahora no escucha nada más que no sea su deseo

“Voy, voy a encontrarte pequeño gorrión, sigue, sigue hablando, no, no hables de ese maldito dios que todos hablan, de ese santo y de esos pecadores, solo canta para mi pequeña sirena”

Sus labios se abren pero no emite sonido alguno, teme asustar con su voz a su víctima y solo se acerca a la puerta acariciando el umbral de esta con gran excitación que se plasma en su rostro.

No teme, no vive, solo sigue.

por **Plum Fang** Vie Dic 02, 2016 11:53 pm

Tenía las manos ensangrentadas, salpicaduras en el vestido, roció de sangre joven roja en la cara, y una estúpida mirada hacía la cruz, las cuales se cubría en un manto largo, junto a un capuchón de color vinotinto. Hoy su líder y las otras musas, habían dejado en ruinas a otros chicos, eran jóvenes de buen porte, jóvenes deseando ver el próximo solsticio, anheladores de un buen futuro, que clásicamente, se convirtieron en el idiota ritual, de buenas fingidoras, de monstruos cubiertos de un nuboso cristal.

No le pedía nada al hombre crucificado, solo lo observaba con estupidez; si, sentía remordimiento. No, no se podía disculpar. Ese no era su dios, pues el de ella se había quedado con la llorona niña que fue, en las casas de prostitutas de oriente; tampoco creía en ilusiones, pero, a veces su lado bueno quería rebotar y siempre que algo la pudiese perdonar... Pues estaba eso, ese mito occidental, esa vil estatua que se proclamaba purificador.

Y ella era realmente impura.

Se levantó del puesto, se acomodó la capucha, se acercó al tribunal de las peticiones, donde se encendían velas por monedas, y cómo si se tratase de un absorto tiempo lento, arrojó una moneda de 5 francos, y la dejo caer frente a este tribunal. No se encendió ninguna vela, ella no encendió ninguna vela.

Se volteó sin mirar atrás, no descifraba si estaba enojada o nerviosa; bajó la cabeza, pues debía seguir manteniendo en sombras su rostro. Caminó hasta el lugar donde bautizaban a los buenos nuevos bebes, había agua en la tina de piedra donde los remojaban; Bajo la sangre, su rostro mostraba un reflejo uniforme, homogéneo y terso. Se preguntó porqué las personas confiaban en ese tipo de sujetos, pues ya sabes... a veces empezaba a disfrutar eso que no entendía, eso de torturar personas.

Enredados eran pues, sus sentimientos.

Tragó saliva, y se limpió la sangre del rostro con el agua. Se secó con la túnica, y se volvió a mirar en el reflejo cristalino del agua; las ilusiones del barco donde fue violada, la agredieron sin ser invitadas, vio que su rostro estaba golpeado, lleno de mocos, moretones, sangre y moho pútrido, era la otra ella del pasado. Una ella, que si no hubiera sido por el demonio de altos cabellos blancos, y sonrisa apacible, no hubiera existido como ahora: Doblegada, con varias caras lejanas.

Tuvo que cerrar los ojos y alejarse del altar de los neonatos, tuvo que cerrar los ojos, hasta el punto en el que por el dolor de los mismo, algunas falsas lágrimas salieron. Agitó la cabeza hacia los lados, pegó sus dientes, aspiró y mantuvo el aire, hasta que la misma vida presente, le pidió volver a ver, y volver a respirar...

Para observar que en esa gran sala de iglesia, sola no estaba ya.

¿Ilusión? Pensó mientras parpadeaba, sabiendo que las venas de sus ojos por la anterior presión, se mostraban agrandadas, igual que algunas, un tanto reventadas. Con borrosidad, vislumbraba su sonrisa, al igual que el peculiar tono de su piel. La atmósfera había cambiado, algo no le olía bien.

—El de la puerta, ¿Quién es?

por **Marius Lemacks** Lun Ene 02, 2017 10:34 pm

“¡oh suave voz!, eso es sedúceme más con ese tono tan dulce, con ese aroma tan único.
Ven, ven y cántame mientras deslizo mis garras por tu cuerpo hasta saciarme de tus entrañas y tu figura
¿Cómo será tu cabellos? ¿será sedoso? ¿Tu lengua será fina? ¿Tus ojos grandes o pequeños?.”

Los ojos no creen lo que ven, la silueta de aquella mujer que lo llamó con un peculiar aroma del hambre y el deseo, como un suave canto de una voz única que retumbaba en aquel lugar, la sonrisa que emana de su interior se plasma a todo color en sus labios entrecortados es la sonrisa de victoria por la batalla conquistada; busca el poder acercarse pero un frío atroz se lo impide, un aroma que lo vuelve loco y le desagrada al punto de desgarrarlo por dentro, es el santo aroma del lugar, pero aun así enloquecido con el primer sobro de vida que tomó persigue a la silueta pero hay algo más, algo en ella que le detiene cuando la voz pregunta por la presencia ajena y horrible, un aroma tan desagradable que antes no lo tenía

“Debería darle un baño primero, limpiar esa suciedad.
¿Por qué estás tan sucia? Ya no eres una sirena eres solo un feo bacalao”

Ladea la cabeza de lado a lado como si no entendiera lo que la mujer preguntaba, se acerca sin más hasta donde ella tomando entre sus garras tan sucias y asquerosas los finos cabellos oscuros de la joven que resaltan con el toque perfecto entre el color de aquella capucha, un mechón que lo tomá entre sus labios, su lengua se enreda en él saboreando el aroma pero no se queda por mucho tiempo lo escupe, repele el aroma.

Camina de lado a lado furioso por el sabor, sus garras desgarran su lengua tratado de quitarse ese asqueroso saber que ha probado, en el suelo arrojando sangre por su boca con sus uñas sucias lanza la mirada más fulminante a la mujer, el ceño se frunce como las ideas en su cabeza que se aglomeran en caos y ruido, ese es ruido que le perturba caminando por el lugar santo empujando los asientos, estrellándolos contra sí y contra el suelo.

El ambiente se situaba entre lo tenso a peligroso, caminaba por todo el lugar con los labios moviéndose, poco a poco la insania inunda su desordenado entendimiento, el reloj de bolsillo que es lanzado contra la pared deteniendo así aquel sonido que le calma, se rompe en pedazos tal como su dueño que a gritos desgarradores golpea su frente a la pared que bajo ella tiene una grima de agua donde la sangre comienza a rodar tiñéndola en ese rojo que apestad por todo el lugar

“Me engañsaste, me engañaste maldita asquerosa estas llena de inmundicia y tan fea ¿por qué? ¿por qué? Ustedes es mejor que desaparezcan porque apestas a muchas manos y olores tan repugnantes pero tienes en ti la sangre perfecta y aun desprendes el aroma más fétido de toda la ciudad, estas dañada, dañada por fuera”

Ojos rojizos que miran el perfecto rostro, intentando alcanzarla para colocar sus manos en ese rostro y dejar su marca, para comenzar a limpiar aquel ser, pero se detiene, sus ojos muestran una decepción y tristeza y de la nada se coloca tras la espalda de la mujer, la capuhca es bajada y un mechón arrancado del cabello de la joven. Lo alza con desagrado lavándolo con el agua y su sangre pero aun así el aroma de la joven se ha manchado.

Se lamenta en el suelo, gimotea, solloza entre lágrimas perdidas en el tiempo; maldice y no deja de ver a la mujer con odio y deseo de venganza.

Pero aun así no habla solo con la mirada se hace, o trata, de hacerse entender.

Siendo tan vago como impreciso

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