AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Amen — Privado
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Amen — Privado
Recordaba con un deje de fastidio las palabras de Barbariccia. Sí, le había puntualizado al otro Custodio que la Inquisición estaba en la mira de la extinción; el Gran Maestre estaba disgustado por los pésimos resultados de aquella institución, y observando hacia el futuro, ideó algunos planes para lograr formar una mejor alianza. Por supuesto, Malacoda y el resto tendrían que encargarse de mover todas las piezas posibles. Debían reclutar ovejas; hacer una selección cuidadosa de éstas era muy importante. Por suerte, ya habían avanzado lo suficiente. En esa lista de allegados figuraba el nombre de Piero D’Páramo, al que Cagnazzo recomendó con absoluta seguridad. Pero Malacoda aún guardaba sus propias opiniones, y luego de lo comentado por Barbariccia en la anterior reunión, el Custodio quiso acercarse más al nuevo miembro.
Pautó todo de manera cuidadosa, sin perder los detalles importantes. Malacoda era un estratega por naturaleza, un hombre se había formado en las guerras del mundo antiguo; fue un legionario, príncipe y luego, un gran rey. Sin embargo, la cuestión no era recordar ese pasado humano, ni menos su anterior existencia, él sólo quería comprobar si la nueva oveja marcada era lo suficientemente talentosa.
La cita se concretaría en París, aquella ciudad en la que se estaban ideando gran parte de los planes de Los Ángeles Custodios. Pensó incluso en que se reunieran en Roma, no obstante, el tiempo de viaje iba a retrasar más las cosas y Malacoda estaba un poco en contra de la tardanza. Ni siquiera él, que tenía una eternidad por delante, le gustaba esperar demasiado. Y es que, algunas veces, no siempre era bueno dejar todo a merced del tiempo; ya bastante malos ratos había pasado por pensar en que una existencia inmortal solucionaría las cosas de la mejor manera. ¡Cuán equivocado estaba! No podía permitirse cometer el mismo error de nuevo. La calma sólo debía tenerla para los momentos necesarios; cargar siempre con ésta era una señal muy negativa, de la cual Malacoda quería alejarse lo suficiente.
Apenas se hicieron presentes las horas nocturnas, se dirigió a la Arquidiócesis de París, pues contaba con gran recibimiento en el lugar. Mostrar su tarjeta dorada como alguien cercano del Papa, era, sin duda, una excelente ganancia. Podía estar en lugares muy reservados para organizar sus artimañas y nadie repararía en ello. Así que, luego de haber estado un par de horas dentro del Louvre, discutiendo con unos subordinados suyos dentro del departamento de Arqueología, fue a parar a Notre Dame. Ahí estuvo unos minutos antes que Piero, a quien esperó con absoluta calma. Sabía, de antemano, que el inquisidor no faltaría a la cita. Y no, claro que no lo hizo; el hombre llegó justo al momento en que Malacoda apartaba un pesado ejemplar de Teología de su vista.
—Me agradan las personas puntuales, es digno contar con ellas; sabes que no te fallaran —comentó Malacoda, poniéndose de pie. Había estado sentado en una banca cercana a la entrada principal—. Bienvenido, D’Páramo. Cagnazzo me confirmó que vendrías, yo soy Malacoda, la persona que te ha citado aquí. Pero ahora eso no es importante, sino, lo que sigue...
Pautó todo de manera cuidadosa, sin perder los detalles importantes. Malacoda era un estratega por naturaleza, un hombre se había formado en las guerras del mundo antiguo; fue un legionario, príncipe y luego, un gran rey. Sin embargo, la cuestión no era recordar ese pasado humano, ni menos su anterior existencia, él sólo quería comprobar si la nueva oveja marcada era lo suficientemente talentosa.
La cita se concretaría en París, aquella ciudad en la que se estaban ideando gran parte de los planes de Los Ángeles Custodios. Pensó incluso en que se reunieran en Roma, no obstante, el tiempo de viaje iba a retrasar más las cosas y Malacoda estaba un poco en contra de la tardanza. Ni siquiera él, que tenía una eternidad por delante, le gustaba esperar demasiado. Y es que, algunas veces, no siempre era bueno dejar todo a merced del tiempo; ya bastante malos ratos había pasado por pensar en que una existencia inmortal solucionaría las cosas de la mejor manera. ¡Cuán equivocado estaba! No podía permitirse cometer el mismo error de nuevo. La calma sólo debía tenerla para los momentos necesarios; cargar siempre con ésta era una señal muy negativa, de la cual Malacoda quería alejarse lo suficiente.
Apenas se hicieron presentes las horas nocturnas, se dirigió a la Arquidiócesis de París, pues contaba con gran recibimiento en el lugar. Mostrar su tarjeta dorada como alguien cercano del Papa, era, sin duda, una excelente ganancia. Podía estar en lugares muy reservados para organizar sus artimañas y nadie repararía en ello. Así que, luego de haber estado un par de horas dentro del Louvre, discutiendo con unos subordinados suyos dentro del departamento de Arqueología, fue a parar a Notre Dame. Ahí estuvo unos minutos antes que Piero, a quien esperó con absoluta calma. Sabía, de antemano, que el inquisidor no faltaría a la cita. Y no, claro que no lo hizo; el hombre llegó justo al momento en que Malacoda apartaba un pesado ejemplar de Teología de su vista.
—Me agradan las personas puntuales, es digno contar con ellas; sabes que no te fallaran —comentó Malacoda, poniéndose de pie. Había estado sentado en una banca cercana a la entrada principal—. Bienvenido, D’Páramo. Cagnazzo me confirmó que vendrías, yo soy Malacoda, la persona que te ha citado aquí. Pero ahora eso no es importante, sino, lo que sigue...
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/10/2014
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Re: Amen — Privado
Estaba adentrándose a un mundo de competitividad; ser cazado en su primer error para que el siguiente en su puesto se lo arrebate, solo buscaban un mal movimiento para desterrarlo, pero entre más tiene en la mira a aquellos que lo desdeñan, el los entrega a la corte inquisitorial por traidores, no tiene piedad es cierto, pero solo Dios tiene esa divinidad, él sabe que debe respetar hasta sus enemigos, pero estos son hermanos, y no son hijos del diablo, por lo que su respeto se muestra cuando poseen humanidad, porque aquellos que actúan como bestias, se visten como tal y viven de esa forma, no merecen oportunidad, porque jamás serán redimidos, y la prueba está en los condenados. Hace poco ejecutó una inspección con estos, y la mayoría eran felones, se habían inmiscuido en la Inquisición para ayudar a los enemigos a atacar sus guardias, encontrar sus puntos débiles, que es por ello que los llevó a las cuevas de tortura, cada uno con sus respectivos soldados, arrebatándoles información hasta que no sirvan y sean exterminados.
Por ello, es que es solicitado el brujo, nadie comprendía a qué se debe su lealtad a la inquisición, ni que es lo que le motiva a no caer en pecado. Está bien que todos hablen de él, y que nadie sepa nada de él a su vez. No le interesa lo que en los pasillos se rumora, ni en el campo de labor, todos lo miran y saben que es una armadura. Tan preciada y peligrosa, actúa como un poderoso escudo para la inquisición y que estrategia es cuando lo emplean.
Que gracias a sus capacidades y habilidades, han sido llamado por diferentes señoriales, primero el ascender a mano derecha del líder, que su cargo real era de líder, más aún está en cacería con la jefa para que se arrepienta de sus pecados, después, el nombramiento de la logia, una cruda realidad en la que el país está cayendo, y hacen que se generen nuevas maneras para hacer que entren a una obediencia gubernamental. En seguida de las secretas misiones que ponen en peligro el sistema de la inquisición, y de ahí, el llamado de otro de los que pertenecen a la logia. Esta vez no era conocedor del motivo, más en su mente busca las posibilidades. Porque no le gustan las sorpresas, le encanta conocer los movimientos de cada uno, y es que para eso fue creado.
La demanda consistía en ir a París a su encuentro- Acudió a esta tras haber dejado su informe de las misiones en las que fue encomendado, tomando el carro hacia Notre Dame, era una noche larga, a la cual bajo la penumbra había merodeando demonios, queriendo devorarlo por quien es. Le encantaba París, ya que se ha vuelto un hoyo donde las alimañas aguardan, sentía a las bestias caminar con una libertad, que aprovechara su ida para exterminar unos cuántos herejes.
Por lo que llego al punto de encuentro con la exacta hora citada. Saliendo del coche, vestido de un estilo burgués; elegante, y sobre todo con el perfil recto. Caminando a la entrada principal. No era desconocedor de la ciudad, pero por cuestión de sus recomendaciones, no había un lugar fijo en el que se situara. Y ahí lo tenía en la mira, Malacoda; por los rasgos descritos de sus compañeros lo identifica, lo desconocía, solo rumores ha escuchado de él, que ejecutó una leve reverencia, retirándose el sombrero al posarse en su frente. — Señor, el tiempo se debe tomar de manera responsable, usted dice la hora, que ahí estaré —. Con agudeza se dirige, sin faltarle, dirigiendo la mirada al frente, donde un espejismo se ve de la ciudad. — Gracias, no había tenido el placer de conocerle. — No estaba asegurando su puesto, no es así. Le interesaba lo que le iba a decir, ese motivo del porque fue llamado. Una misión más es lo que tiene en mente. — Quedo a su servicio, decirme, ¿para qué le sirvo?, — Su ser ansia una matanza, asechar y entregar, ir por los que nadie ha podido capturar, castigar a quienes se creen divinidades.
Por ello, es que es solicitado el brujo, nadie comprendía a qué se debe su lealtad a la inquisición, ni que es lo que le motiva a no caer en pecado. Está bien que todos hablen de él, y que nadie sepa nada de él a su vez. No le interesa lo que en los pasillos se rumora, ni en el campo de labor, todos lo miran y saben que es una armadura. Tan preciada y peligrosa, actúa como un poderoso escudo para la inquisición y que estrategia es cuando lo emplean.
Que gracias a sus capacidades y habilidades, han sido llamado por diferentes señoriales, primero el ascender a mano derecha del líder, que su cargo real era de líder, más aún está en cacería con la jefa para que se arrepienta de sus pecados, después, el nombramiento de la logia, una cruda realidad en la que el país está cayendo, y hacen que se generen nuevas maneras para hacer que entren a una obediencia gubernamental. En seguida de las secretas misiones que ponen en peligro el sistema de la inquisición, y de ahí, el llamado de otro de los que pertenecen a la logia. Esta vez no era conocedor del motivo, más en su mente busca las posibilidades. Porque no le gustan las sorpresas, le encanta conocer los movimientos de cada uno, y es que para eso fue creado.
La demanda consistía en ir a París a su encuentro- Acudió a esta tras haber dejado su informe de las misiones en las que fue encomendado, tomando el carro hacia Notre Dame, era una noche larga, a la cual bajo la penumbra había merodeando demonios, queriendo devorarlo por quien es. Le encantaba París, ya que se ha vuelto un hoyo donde las alimañas aguardan, sentía a las bestias caminar con una libertad, que aprovechara su ida para exterminar unos cuántos herejes.
Por lo que llego al punto de encuentro con la exacta hora citada. Saliendo del coche, vestido de un estilo burgués; elegante, y sobre todo con el perfil recto. Caminando a la entrada principal. No era desconocedor de la ciudad, pero por cuestión de sus recomendaciones, no había un lugar fijo en el que se situara. Y ahí lo tenía en la mira, Malacoda; por los rasgos descritos de sus compañeros lo identifica, lo desconocía, solo rumores ha escuchado de él, que ejecutó una leve reverencia, retirándose el sombrero al posarse en su frente. — Señor, el tiempo se debe tomar de manera responsable, usted dice la hora, que ahí estaré —. Con agudeza se dirige, sin faltarle, dirigiendo la mirada al frente, donde un espejismo se ve de la ciudad. — Gracias, no había tenido el placer de conocerle. — No estaba asegurando su puesto, no es así. Le interesaba lo que le iba a decir, ese motivo del porque fue llamado. Una misión más es lo que tiene en mente. — Quedo a su servicio, decirme, ¿para qué le sirvo?, — Su ser ansia una matanza, asechar y entregar, ir por los que nadie ha podido capturar, castigar a quienes se creen divinidades.
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/11/2014
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Re: Amen — Privado
Malacoda solía ser bastante permisivo a la hora de elegir algunos miembros que sirvieran a la logia de Los Ángeles Custodios, siempre y cuando éstos cumplieran con los requisitos establecidos por los líderes. Aun así, no bajaba la guardia, pues sabía que la mente del mortal solía ser volátil y, en la mayoría de los casos, inestable. Esa debilidad –porque así la consideraba–, era un gran problema, y a su vez una ventaja; un arma de doble filo quizá. En determinadas ocasiones podía tener excelentes aliados y servidores, pero en otros, obstáculos, mismos que vigilaba hasta destruirlos, porque sí, ningún ser corriente podía escapar a la voracidad de Los Caídos; tal vez, y con suerte, durante el día del Juicio unos cuantos serán perdonados. Sin embargo, la cuestión, en esa ocasión, no era precisamente esa, a pesar de que el demonio estaba empleando su táctica para corroborar finalmente si podía contar con un borrego fiel.
Aunque Piero D’Páramo tuviera sus sospechas sobre la logia, que algunas misiones despertaran un poco de intriga en él, nada se le escapaba a Malacoda ni a los demás. Era algo común, pues Los Custodios solían ser algo excéntricos con sus misiones, aun así, también sabían dónde atacar, desde luego. Dejar las cosas al azar sólo podría traer consecuencias a futuro, además, a los peones únicamente se les usaba en labores comunes, ya que, las más grandes e importantes, sólo quedaban a merced del grupo de los trece.
El interés en aquel inquisidor recaía en su particular fe ciega, la carencia de una memoria y la capacidad de ejecución que poseía, algo que valoraban los principales líderes de la susodicha cofradía, en especial Malacoda, quien había sido adornado con las joyas de un rey que, según leyendas, ya se había extinguido hacia milenios. Pero, más allá de lo antes dicho, lo que llevó al Tribunal Supremo a citar al reciente miembro, fue la intriga que despertó Barbariccia en la última reunión. Las sospechas de que nuevos hermanos habían despertado de la oscuridad, hicieron que él empezara a indagar más, y eso, por supuesto, lo llevó hasta Brünhilde, la ayudante de Cagnazzo, a quien apoyaba celosamente a pesar de las fallas que pudiera tener ella. Sin embargo, el mayor obstáculo es que la muchacha ahora hacía equipo con D’Páramo, y eso era algo de lo que tenía que encargarse.
Su objetivo, esta vez, se trataba de evaluar al hechicero, tal vez no con métodos tan rebuscados, pues ya había lidiado con sujetos de ese tipo y lo menos que quería era causar lagunas mentales. Además, también sabía de antemano que partirían a una nueva misión requerida por Cagnazzo, y Malacoda sólo debía cerciorarse de algunos asuntos antes.
—El placer es mío, D’Páramo. He tenido buenas referencias sobre ti y me complace reunirme contigo por vez primera. Antes no había tenido la oportunidad; como bien sabes, las labores para cuidar nuestra Iglesia requieren de arduo trabajo —dijo con parsimonia, aún sosteniendo el ejemplar sobre teología—. Y bien, para no extenderme demasiado, te he citado aquí para que conversemos un poco. Ya prácticamente eres un miembro oficial de nuestra Orden y mi deber es poder darte la bienvenida de manera justa, luego de que Barbariccia hizo lo suyo. Me habló muy bien de ti, lo mismo ha hecho Cagnazzo; sin embargo, tengo entendido que no llevas una buena relación con tu compañera. Han tenido un par de misiones y aun así no han congeniado. —Exhaló, bajando la mirada, como si aquello realmente le molestara—. Necesito más detalles, pues pronto Cagnazzo les asignará una búsqueda importante en tierra extranjera y, como has de saber, no toleramos fallas.
Aunque Piero D’Páramo tuviera sus sospechas sobre la logia, que algunas misiones despertaran un poco de intriga en él, nada se le escapaba a Malacoda ni a los demás. Era algo común, pues Los Custodios solían ser algo excéntricos con sus misiones, aun así, también sabían dónde atacar, desde luego. Dejar las cosas al azar sólo podría traer consecuencias a futuro, además, a los peones únicamente se les usaba en labores comunes, ya que, las más grandes e importantes, sólo quedaban a merced del grupo de los trece.
El interés en aquel inquisidor recaía en su particular fe ciega, la carencia de una memoria y la capacidad de ejecución que poseía, algo que valoraban los principales líderes de la susodicha cofradía, en especial Malacoda, quien había sido adornado con las joyas de un rey que, según leyendas, ya se había extinguido hacia milenios. Pero, más allá de lo antes dicho, lo que llevó al Tribunal Supremo a citar al reciente miembro, fue la intriga que despertó Barbariccia en la última reunión. Las sospechas de que nuevos hermanos habían despertado de la oscuridad, hicieron que él empezara a indagar más, y eso, por supuesto, lo llevó hasta Brünhilde, la ayudante de Cagnazzo, a quien apoyaba celosamente a pesar de las fallas que pudiera tener ella. Sin embargo, el mayor obstáculo es que la muchacha ahora hacía equipo con D’Páramo, y eso era algo de lo que tenía que encargarse.
Su objetivo, esta vez, se trataba de evaluar al hechicero, tal vez no con métodos tan rebuscados, pues ya había lidiado con sujetos de ese tipo y lo menos que quería era causar lagunas mentales. Además, también sabía de antemano que partirían a una nueva misión requerida por Cagnazzo, y Malacoda sólo debía cerciorarse de algunos asuntos antes.
—El placer es mío, D’Páramo. He tenido buenas referencias sobre ti y me complace reunirme contigo por vez primera. Antes no había tenido la oportunidad; como bien sabes, las labores para cuidar nuestra Iglesia requieren de arduo trabajo —dijo con parsimonia, aún sosteniendo el ejemplar sobre teología—. Y bien, para no extenderme demasiado, te he citado aquí para que conversemos un poco. Ya prácticamente eres un miembro oficial de nuestra Orden y mi deber es poder darte la bienvenida de manera justa, luego de que Barbariccia hizo lo suyo. Me habló muy bien de ti, lo mismo ha hecho Cagnazzo; sin embargo, tengo entendido que no llevas una buena relación con tu compañera. Han tenido un par de misiones y aun así no han congeniado. —Exhaló, bajando la mirada, como si aquello realmente le molestara—. Necesito más detalles, pues pronto Cagnazzo les asignará una búsqueda importante en tierra extranjera y, como has de saber, no toleramos fallas.
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/10/2014
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Re: Amen — Privado
La elegida;
El tiempo, ¿Qué es el tiempo en ese preciso momento? Una joya que está a punto de ser devaluada, menospreciada por lo que representa y su brillar que se opaca con las particularidades brindadas, así es como se asemeja en ese ciclo nocturno, en el aura entre Malacoda y él, viajó, recorrió un mundo con el enardecimiento de atacar una misión más, el seguir siendo ese escudo contra lo impúdico, el cazar a los herejes e imponer las reglas, más, ¿Qué es lo que obtuvo? Una cuestión que destruyó en ese instante su admiración por creer que sus capacidades habían hecho escalar más alto por su empeño, su destreza y mérito.
Limitándose a desprender palabras vacías, carentes de raciocinio, procesando las inquietudes expuestas, pues no es de él insinuar las disconformidades entre sus compañeros, una cosa era impugnar contra ellos, que hablarlo con sus superiores. Además de que los lados opuestos eran solo eso, que no congeniaran pase lo que pase, pese a las condiciones y circunstancias, no cambiará nada, no, cuando el inquisidor sabe separar las preferencias personalistas, a lo que representa su labor.
— Agradezco la buena concepción en el que me tienen, y el recibimiento de cada uno de ustedes. Sin embargo, la situación en la que me veo reservado de atender a su pedido, le quiero dejar en claro que las diferencias generadas en cada uno, es obvio que a veces no serán aceptadas por otros, pero no quiere decir que interferirán en mi toma de decisiones, o perjudicara en mi labor. No soy un hombre que se deja manejar por las afectaciones. Y lo he demostrado con el resultado de estas últimas misiones, o dígame ¿hubo alguna inconformidad? Porque, para conseguir un resultado beneficioso para ambos, respeto nuestras disimilitudes. No solo se trata de mí, sé que con algún pequeño error pongo en peligro a la logia, por ello, soy muy cuidadoso. Por ello, le pido que confíe en mí, que si seremos enviados a otra misión, y que será en su mayoría mi única compañera de trabajo, lo acepto, y sé que no se me está preguntando. Pero no obtendrá de nosotros falla alguna, se lo aseguro.
Sí, se comprometió por ambos, pues eso es lo que realmente se valora, que el resultado sea cual ha sido planeado, así sea una cruzada que haga con su compañera, ambos saben cómo jugar entre ellos, por ello, confió en su criterio, dispuesto a comprobarlo, y a ejecutarlo con ella, al fin de cuentas ya aprendió a cómo tratarla, solo era cuestión de emplear las virtudes para la mejor comprensión, aunque quiera exponer lo contrario cuando esta con Brünhilde; la elegida después de todo, ¿Por qué? Eso está por descubrir, y Malacoda se encargaría de ello, por eso, estaba ahí, para hablar de ella, y el secreto que genera su relación.
El tiempo, ¿Qué es el tiempo en ese preciso momento? Una joya que está a punto de ser devaluada, menospreciada por lo que representa y su brillar que se opaca con las particularidades brindadas, así es como se asemeja en ese ciclo nocturno, en el aura entre Malacoda y él, viajó, recorrió un mundo con el enardecimiento de atacar una misión más, el seguir siendo ese escudo contra lo impúdico, el cazar a los herejes e imponer las reglas, más, ¿Qué es lo que obtuvo? Una cuestión que destruyó en ese instante su admiración por creer que sus capacidades habían hecho escalar más alto por su empeño, su destreza y mérito.
Limitándose a desprender palabras vacías, carentes de raciocinio, procesando las inquietudes expuestas, pues no es de él insinuar las disconformidades entre sus compañeros, una cosa era impugnar contra ellos, que hablarlo con sus superiores. Además de que los lados opuestos eran solo eso, que no congeniaran pase lo que pase, pese a las condiciones y circunstancias, no cambiará nada, no, cuando el inquisidor sabe separar las preferencias personalistas, a lo que representa su labor.
— Agradezco la buena concepción en el que me tienen, y el recibimiento de cada uno de ustedes. Sin embargo, la situación en la que me veo reservado de atender a su pedido, le quiero dejar en claro que las diferencias generadas en cada uno, es obvio que a veces no serán aceptadas por otros, pero no quiere decir que interferirán en mi toma de decisiones, o perjudicara en mi labor. No soy un hombre que se deja manejar por las afectaciones. Y lo he demostrado con el resultado de estas últimas misiones, o dígame ¿hubo alguna inconformidad? Porque, para conseguir un resultado beneficioso para ambos, respeto nuestras disimilitudes. No solo se trata de mí, sé que con algún pequeño error pongo en peligro a la logia, por ello, soy muy cuidadoso. Por ello, le pido que confíe en mí, que si seremos enviados a otra misión, y que será en su mayoría mi única compañera de trabajo, lo acepto, y sé que no se me está preguntando. Pero no obtendrá de nosotros falla alguna, se lo aseguro.
Sí, se comprometió por ambos, pues eso es lo que realmente se valora, que el resultado sea cual ha sido planeado, así sea una cruzada que haga con su compañera, ambos saben cómo jugar entre ellos, por ello, confió en su criterio, dispuesto a comprobarlo, y a ejecutarlo con ella, al fin de cuentas ya aprendió a cómo tratarla, solo era cuestión de emplear las virtudes para la mejor comprensión, aunque quiera exponer lo contrario cuando esta con Brünhilde; la elegida después de todo, ¿Por qué? Eso está por descubrir, y Malacoda se encargaría de ello, por eso, estaba ahí, para hablar de ella, y el secreto que genera su relación.
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Amen — Privado
No toleramos fallas, así mismo lo recalcaba, con la frialdad de su mirada, con ese tono de voz que le helaría la piel a cualquiera. Era autoritario, quizá demasiado rígido, pero es que Malacoda no aceptaba los errores de ningún tipo, pues, cualquier paso en falso podía hacer caer a todo un imperio, y evidentemente, el Vaticano así lo era. Él, siendo un fidedigno servidor de su líder, no iba a permitir que los descuidos de otros fueran motivo de disgusto, ni mucho menos, de debilidad para su selectivo grupo. Malacoda solía vigilar cada movimiento de sus peones, siguiendo entre sombras sus pasos, ya que sabía a la perfección que podrían tropezar en algún momento. Todos no eran ajenos a ello, y él, mejor que nadie en este mundo, lo sabía.
No era de esperarse que citara a Piero D’Páramo por las razones anteriormente explicadas, aunque el tipo tenía un expediente impecable (al menos dentro de la Inquisición), Malacoda sintió un terrible mal presentimiento, no por las palabras dichas por Barbariccia, sino por el repentino despertar de uno de los suyos, y, aparte, que estaba implícitamente relacionado con Brünhilde, la compañera de faena de Piero. Sus sospechas sólo fueron disipadas por el mismo Scarmiglione, y luego, por Cagnazzo. Había hechos que no ocurrieron por simple casualidad, tenían otros motivos mucho más sustanciales, ¡y él no los había notado! Se sentía como un anciano decrepito, uno al que se le empezaba a agotar la paciencia lentamente; era el único que debía lidiar con todas aquellas situaciones exasperantes. Y todo con el fin de evitar que su señor fuera participe de tonterías. ¡Jah! Y lo que le faltaba.
Sin embargo, a pesar de verse tan molesto, su pétrea figura jamás demostró atisbo de aquel sentimiento que, incluso a él, le albergaba. Se mantuvo firme, habló lo necesario, reveló lo que prudente, y luego, simplemente esperó por las respuestas del inquisidor. Analizó sus gestos, su tono de voz, hasta su aura... Su compañero tenía razón, percibía una evidente incomodidad cuando se mencionó a Brünhilde, algo que, no fue del completo agrado del vampiro. Sin embargo, lo pasó por alto. Si de verdad ella era el recipiente de Ciriatto, movería todas sus piezas para aislarla, pero, en caso contrario, no le importaba si esos dos terminaban asesinándose.
—Comprendo —dijo, una vez el inquisidor terminó de hablar. Le había respondido un par de dudas, afirmándole lo suficiente algunas otras cosas—. Me parece lo correcto, no es bueno dejar que las emociones sean quienes dominen el campo de batalla, pueden hacerte flaquear. Es una decisión sabia de tu parte. —Dejó reposar el libro que estaba leyendo sobre la banca, desviando la mirada hacia alguna parte de la inmensidad de la catedral—. Estoy muy conforme con los resultados, D’Páramo. Pero no me gustaría que te sintieras incómodo por contar con el acompañamiento de alguien... —Pensó en una palabra adecuada, pero no halló ninguna mejor—, de alguien caprichoso. Lo lamento.
Se excusó, aunque en realidad no sentía culpa alguna, era indiferente a ello. Sin embargo, debía actuar con la debida mesura, pues era parte de su elaborada rutina.
—Veo que estás muy seguro de tus decisiones. Pero, ¿estás seguro? Sé que Cagnazzo dio una determinada orden, sin embargo, soy yo quien dicta la palabra final. Mira, la verdad no quiero inconveniente alguno. Esta chica es complicada, muy sagaz, sí, aun así, quiero que seas honesto, ¿crees que sea adecuado que vayan juntos a esta misión? Es peligroso, y el menor abismo entre ambos, podría costarles caro —explicó—. La única opción que tengo es pedirte que le tengas paciencia, me haré cargo que ella también deje a un lado su actitud y aprenda a aceptar que eres de su equipo. No te preocupes.
La diplomacia ante todo. Malacoda estaba usando las palabras a su conveniencia, no era que estuviera aceptando todo aquello con facilidad, pero, debía mantener al margen a Piero, también, obligar a Ciriatto a despertar, si es que sus sospechas eran ciertas. Ya luego se haría cargo de lo siguiente.
No era de esperarse que citara a Piero D’Páramo por las razones anteriormente explicadas, aunque el tipo tenía un expediente impecable (al menos dentro de la Inquisición), Malacoda sintió un terrible mal presentimiento, no por las palabras dichas por Barbariccia, sino por el repentino despertar de uno de los suyos, y, aparte, que estaba implícitamente relacionado con Brünhilde, la compañera de faena de Piero. Sus sospechas sólo fueron disipadas por el mismo Scarmiglione, y luego, por Cagnazzo. Había hechos que no ocurrieron por simple casualidad, tenían otros motivos mucho más sustanciales, ¡y él no los había notado! Se sentía como un anciano decrepito, uno al que se le empezaba a agotar la paciencia lentamente; era el único que debía lidiar con todas aquellas situaciones exasperantes. Y todo con el fin de evitar que su señor fuera participe de tonterías. ¡Jah! Y lo que le faltaba.
Sin embargo, a pesar de verse tan molesto, su pétrea figura jamás demostró atisbo de aquel sentimiento que, incluso a él, le albergaba. Se mantuvo firme, habló lo necesario, reveló lo que prudente, y luego, simplemente esperó por las respuestas del inquisidor. Analizó sus gestos, su tono de voz, hasta su aura... Su compañero tenía razón, percibía una evidente incomodidad cuando se mencionó a Brünhilde, algo que, no fue del completo agrado del vampiro. Sin embargo, lo pasó por alto. Si de verdad ella era el recipiente de Ciriatto, movería todas sus piezas para aislarla, pero, en caso contrario, no le importaba si esos dos terminaban asesinándose.
—Comprendo —dijo, una vez el inquisidor terminó de hablar. Le había respondido un par de dudas, afirmándole lo suficiente algunas otras cosas—. Me parece lo correcto, no es bueno dejar que las emociones sean quienes dominen el campo de batalla, pueden hacerte flaquear. Es una decisión sabia de tu parte. —Dejó reposar el libro que estaba leyendo sobre la banca, desviando la mirada hacia alguna parte de la inmensidad de la catedral—. Estoy muy conforme con los resultados, D’Páramo. Pero no me gustaría que te sintieras incómodo por contar con el acompañamiento de alguien... —Pensó en una palabra adecuada, pero no halló ninguna mejor—, de alguien caprichoso. Lo lamento.
Se excusó, aunque en realidad no sentía culpa alguna, era indiferente a ello. Sin embargo, debía actuar con la debida mesura, pues era parte de su elaborada rutina.
—Veo que estás muy seguro de tus decisiones. Pero, ¿estás seguro? Sé que Cagnazzo dio una determinada orden, sin embargo, soy yo quien dicta la palabra final. Mira, la verdad no quiero inconveniente alguno. Esta chica es complicada, muy sagaz, sí, aun así, quiero que seas honesto, ¿crees que sea adecuado que vayan juntos a esta misión? Es peligroso, y el menor abismo entre ambos, podría costarles caro —explicó—. La única opción que tengo es pedirte que le tengas paciencia, me haré cargo que ella también deje a un lado su actitud y aprenda a aceptar que eres de su equipo. No te preocupes.
La diplomacia ante todo. Malacoda estaba usando las palabras a su conveniencia, no era que estuviera aceptando todo aquello con facilidad, pero, debía mantener al margen a Piero, también, obligar a Ciriatto a despertar, si es que sus sospechas eran ciertas. Ya luego se haría cargo de lo siguiente.
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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Re: Amen — Privado
Esperar, ¿que esperaban realmente de él? ¿Qué pretenden? Ya dio su palabra que no admitiría ningún error, y no solo lo demostró con palabras, era un hombre de hechos y esos estaban demás, pero por más que mirase la situación, la manera en la que es observado, y ordenado en inquietudes innecesarias, reconoce que no siempre se debe de fiar, lo sabe a la perfección pero está en su naturaleza no equivocarse, no cuando se trata de misiones, del labor como soldado y servidor para el pueblo y por el pueblo, la humanidad es el corazón de quien le debe respeto, y es ahí por qué batalla consigo mismo para que sus emociones no perjudiquen su autodeterminación. Primero piensa en el resultado que en los deseos propios. Siempre ha sido de esa forma que en esta ocasión no sería una excepción. No con D’Páramo; el inquisidor ya es conocido, que el ritmo de esa conversación no aportaba en nada, más esperaba, se mantenía en silencio, comprendiendo las razones del porque es cuestionado por su compañera… ¿Que es aquello que tanto les preocupa? No se ha visto ese reflejo por primera vez, claro que no, tratándose de Brünhilde, todo giraba en secretos, silencios e inquietudes, pero, ¿por qué? ¿Qué es lo que representa ella? Realmente esperaba que las palabras de Malacoda le dieran una idea de sus incógnitas, el resolver esta problemática porque quiera o no, si le perjudicaba, de la manera que nadie se imagina y que el brujo está controlando y evadiendo con su propio poder, ya que quien tiene el mando de sí mismo es él, por eso con la seguridad en la que le habla para el labor, es realmente verdadera.
Aún espera, eso es lo único que está a su alcance en ese preciso instante, en espera de órdenes, el hablar cuando es requerido y no interrumpir, prefería siempre dejar avanzar unos 5 segundos en total silencio para proseguir él, viendo el pasar de la gente, como las luces mitigantes se mezclan con la catedral, combinando la oscuridad para aún hacerla más bella de lo que es. — No se preocupe por cosas innecesarias, se cuál es mi lugar y por ende mi labor, no le pido que confíe en mí, sé que nadie lo hace ya que se gana en el transcurso del tiempo o quizás es utópico, más si, en mi método de trabajo debe de estar seguro que se realizará sin algún error, no le mentiré en cuanto a la compañía, siempre en su mayoría he trabajado solo, y cuando me asignan compañeros, no es de mi agrado pero no hago queja alguna en relación a esto, solo me enfoco en lo que aportan y que no, todo siempre lo relaciono con trabajo. Y en esta ocasión no será ninguna excepción, halló el modo de congeniar cuando estamos en misiones.
No se confiesa, ni se da créditos por como es, solo aclara su situación, no le agrada el hecho de que cuestionen su destreza, y sus habilidades, así como la capacidad de lidiar con ese tipo de situaciones, ya que, quien diría que mata brujos, caza todo hereje y no puede lidiar con una cambiapieles caprichosa. — Si es así, dígame lo que usted vea adecuado para la misión, yo ya le di mis explicativas, puedo asegurarle un sin fin de inquietudes de su parte, pero como dice, tiene la última palabra, si cree que aún escuchándome, la misión corre peligro por la inconveniencia de relaciones, adelante, aceptaré lo que decida. Estoy seguro de lo que digo, y hago, haré todo lo necesario para ejecutar esta misión como se ha demandado. Y conociéndola sé que no hará caso de lo que se le diga, por eso, es mejor que solo nos demos cuenta entre nosotros en el campo de ejercicio, que equipo formamos, sólo así entenderemos nuestras disputas. ¿No lo cree?
Pensó, era el único modo, pues resulta que ellos son los que solo saben del tipo de ambiente generado cuando los unen. Por ello, tenía que aguardar, parece que con todos es caprichosa la cambiapieles, pero con otros adicionaba emociones, y eso quería ver, saber y entender.
Aún espera, eso es lo único que está a su alcance en ese preciso instante, en espera de órdenes, el hablar cuando es requerido y no interrumpir, prefería siempre dejar avanzar unos 5 segundos en total silencio para proseguir él, viendo el pasar de la gente, como las luces mitigantes se mezclan con la catedral, combinando la oscuridad para aún hacerla más bella de lo que es. — No se preocupe por cosas innecesarias, se cuál es mi lugar y por ende mi labor, no le pido que confíe en mí, sé que nadie lo hace ya que se gana en el transcurso del tiempo o quizás es utópico, más si, en mi método de trabajo debe de estar seguro que se realizará sin algún error, no le mentiré en cuanto a la compañía, siempre en su mayoría he trabajado solo, y cuando me asignan compañeros, no es de mi agrado pero no hago queja alguna en relación a esto, solo me enfoco en lo que aportan y que no, todo siempre lo relaciono con trabajo. Y en esta ocasión no será ninguna excepción, halló el modo de congeniar cuando estamos en misiones.
No se confiesa, ni se da créditos por como es, solo aclara su situación, no le agrada el hecho de que cuestionen su destreza, y sus habilidades, así como la capacidad de lidiar con ese tipo de situaciones, ya que, quien diría que mata brujos, caza todo hereje y no puede lidiar con una cambiapieles caprichosa. — Si es así, dígame lo que usted vea adecuado para la misión, yo ya le di mis explicativas, puedo asegurarle un sin fin de inquietudes de su parte, pero como dice, tiene la última palabra, si cree que aún escuchándome, la misión corre peligro por la inconveniencia de relaciones, adelante, aceptaré lo que decida. Estoy seguro de lo que digo, y hago, haré todo lo necesario para ejecutar esta misión como se ha demandado. Y conociéndola sé que no hará caso de lo que se le diga, por eso, es mejor que solo nos demos cuenta entre nosotros en el campo de ejercicio, que equipo formamos, sólo así entenderemos nuestras disputas. ¿No lo cree?
Pensó, era el único modo, pues resulta que ellos son los que solo saben del tipo de ambiente generado cuando los unen. Por ello, tenía que aguardar, parece que con todos es caprichosa la cambiapieles, pero con otros adicionaba emociones, y eso quería ver, saber y entender.
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Amen — Privado
¿Y si había algo más que simple interés corriente en ese inquisidor? Quizás Caraffa tenía otros planes para el muchacho, mismos que ignoraban todos los demás. El hombre solía ser un poco reservado en determinadas circunstancias, y eso, a veces, era un enorme fastidio, en especial para Malacoda, quien tenía que lidiar con la mayor parte del trabajo. Tantos siglos pugnando con las mismas cosas, que ya empezaba a fastidiarse de manera inevitable. Sin embargo, tenía que obedecer, la lealtad hacia su líder era sustancial para él, quien se había forjado con el auge de un imperio antiguo. Pero lo que concernía a Piero D´Páramo lo tenía un tanto intrigado; había algo más dentro de todo aquel asunto, y esa misión encomendada por Cagnazzo tenía mucha razón de peso, incluso para Brünhilde, quien solía ser un dolor de cabeza (aunque últimamente se hallaba un poco más aplacada, ¡qué curioso!).
Aun así, Malacoda debía mantener su postura, pues cualquier paso en falso podría resultar nefasto. Y él, bueno, odiaba mucho las situaciones de ese tipo, así que prefirió despachar las dudas y centrarse en su papel de líder, uno que, sin duda alguna, imponía respeto, y eso era más que suficiente. Incluso, cuando detectó la duda en el inquisidor, tuvo que reforzar más su seguridad, sin permitirse salirse de su estabilidad mental. Ya después se dedicaría a indagar mejor en las cosas que le generaban estrés, ahora sólo debía ser cuidadoso, y mucho más luego de darse por enterado de aquel sentimiento que albergaba en la mente de Piero. No le gustaba indagar en los pensamientos ajenos, pero eso fue algo que simplemente llegó solo, sin necesidad de hurgar mucho. Había descubierto una extraña familiaridad en ese inquisidor, y no comprendía muy bien la razón.
Mantuvo una postura relajada por un par de minutos más, luego se dedicó a caminar de un lado a otro con la excesiva paciencia que los siglos le habían otorgado. No parecía un animal enjaulado, simplemente demostraba que analizaba muy bien las palabras de Piero, hallándoles una explicación lógica (sobre todo en su caso). Pero igual terminó deteniéndose en determinado momento, sin observar a su acompañante; su vista sólo se centró en las tinieblas del templo.
—Me satisface escuchar eso, no por nada eres uno de los inquisidores más profesionales que ha tenido la institución durante años. Es bien visto que mantengas una posición neutral a la hora de dedicarte a tu trabajo. Es cierto que en la Inquisición debes ser muy bueno, pero más debes serlo dentro de nuestra organización. Supongo que Cagnazzo ya te habló acerca de la reforma que se pretende hacer; su Santidad lleva trabajando en ello, porque nos hemos topado con buenos para nada, y eso nos da una pésima imagen. Tanto como la que nos dio el loco de Savoranola en su momento —explicó, completamente calmado, aunque el recuerdo de aquel hombre demente, sí que lo hizo entornar la mirada—. Aunque esté un poco quisquilloso con el asunto este de tu compañera, creo que no tendrás problemas con ella, pues es bien dedicada a las misiones. Sin embargo, al igual que tú, suele trabajar sola, algo que Cagnazzo ha consentido muchísimo, y sigo sin estar de acuerdo. En fin...
Soltó una exhalación, dándose vuelta para confrontar a Piero y observarlo fijamente, aunque no hubo la intención de intimidarlo, sólo curiosidad por lo que respondería después, cuál sería su reacción.
—Ambos tienen que centrarse, porque no les quedará más alternativa que fingir algo que no son. No sé cómo lo harán, pero sus vidas dependen de ello, en especial si van a lidiar con nosferatus reales —reveló finalmente—. Y no sólo creo que conviviendo van a limar asperezas, se tienen que obligar a hacerlo. Me tendrás que informar sobre todo lo que ocurra en el proceso. Es mi única petición.
Aun así, Malacoda debía mantener su postura, pues cualquier paso en falso podría resultar nefasto. Y él, bueno, odiaba mucho las situaciones de ese tipo, así que prefirió despachar las dudas y centrarse en su papel de líder, uno que, sin duda alguna, imponía respeto, y eso era más que suficiente. Incluso, cuando detectó la duda en el inquisidor, tuvo que reforzar más su seguridad, sin permitirse salirse de su estabilidad mental. Ya después se dedicaría a indagar mejor en las cosas que le generaban estrés, ahora sólo debía ser cuidadoso, y mucho más luego de darse por enterado de aquel sentimiento que albergaba en la mente de Piero. No le gustaba indagar en los pensamientos ajenos, pero eso fue algo que simplemente llegó solo, sin necesidad de hurgar mucho. Había descubierto una extraña familiaridad en ese inquisidor, y no comprendía muy bien la razón.
Mantuvo una postura relajada por un par de minutos más, luego se dedicó a caminar de un lado a otro con la excesiva paciencia que los siglos le habían otorgado. No parecía un animal enjaulado, simplemente demostraba que analizaba muy bien las palabras de Piero, hallándoles una explicación lógica (sobre todo en su caso). Pero igual terminó deteniéndose en determinado momento, sin observar a su acompañante; su vista sólo se centró en las tinieblas del templo.
—Me satisface escuchar eso, no por nada eres uno de los inquisidores más profesionales que ha tenido la institución durante años. Es bien visto que mantengas una posición neutral a la hora de dedicarte a tu trabajo. Es cierto que en la Inquisición debes ser muy bueno, pero más debes serlo dentro de nuestra organización. Supongo que Cagnazzo ya te habló acerca de la reforma que se pretende hacer; su Santidad lleva trabajando en ello, porque nos hemos topado con buenos para nada, y eso nos da una pésima imagen. Tanto como la que nos dio el loco de Savoranola en su momento —explicó, completamente calmado, aunque el recuerdo de aquel hombre demente, sí que lo hizo entornar la mirada—. Aunque esté un poco quisquilloso con el asunto este de tu compañera, creo que no tendrás problemas con ella, pues es bien dedicada a las misiones. Sin embargo, al igual que tú, suele trabajar sola, algo que Cagnazzo ha consentido muchísimo, y sigo sin estar de acuerdo. En fin...
Soltó una exhalación, dándose vuelta para confrontar a Piero y observarlo fijamente, aunque no hubo la intención de intimidarlo, sólo curiosidad por lo que respondería después, cuál sería su reacción.
—Ambos tienen que centrarse, porque no les quedará más alternativa que fingir algo que no son. No sé cómo lo harán, pero sus vidas dependen de ello, en especial si van a lidiar con nosferatus reales —reveló finalmente—. Y no sólo creo que conviviendo van a limar asperezas, se tienen que obligar a hacerlo. Me tendrás que informar sobre todo lo que ocurra en el proceso. Es mi única petición.
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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Re: Amen — Privado
Se dice, que siempre se trata de destruir al hombre, se es un objeto de ataque del demonio, porque no se quiere la santidad, no quiere que uno sea discípulo de Dios. Por ello, la tentación se presenta, y lo ve venir, puede percibirlo, reconocerlo de las palabras exactas de Malacoda. Así es, como se le presenta aquella faceta directa, frente a frente, mirándose y sin reacción a la tentación, diría que la estaba superando, pero luego, su respuesta, una aceptación a lo que fuese imposible en el mundo del no pecador. Más, ¿cuántas veces ha pecado y ha implorado por el perdón? Porque fue necesario para que no continuara el mal. Ya que la tentación comienza levemente, pero crece: siempre crece. Y después, contagia a otro, se transmite, trata de ser comunitaria. Que al final, para tranquilizar el alma, se justifica. Crece, contagia y se justifica. Tal que, D’Páramo, desde un principio, si su fe fuese débil, jamás habría llegado a donde está, pues se necesita este escudo para ir por los monstruosos mundos escondidos por los herejes, así como justo en este instante, entre palabras decoradas del desempeño, el ya aceptar sus capacidades y habilidades de un momento a otro, el ejercer más destreza, ser el mejor de los mejores, ya era algo que se venía dando desde mucho antes de entrar con los Custodios, se le aclararon las cosas, que el volver a esa escena, ahí había algo más, una vereda enorme, el dar a relucir verdades ya conocidas, seguir con una consecutiva conversación y al fin, el hablo realmente.
Así que se trataba de una misión, sí, eso era de esperarse, pues el monólogo no siempre era importante para una demás bienvenida. Bien, no es ingenuo el inquisidor, no alardea, ni se apremia, sabe luchar, y no confunde la presencia demoníaca, pero su advertencia, la preocupación que entonan sus palabras, pues la fuerza que emana lo acusa. Por lo que el soldado sin moverse de su postura, escucha y responde claramente. Debía custodiar, vigilar, para que no entren los demonios, es necesario saber recogerse, es decir, entrar en silencio ante sí mismos y ante Dios, y al final de la jornada preguntarse: ¿Qué cosa ha sucedido hoy en su alma? ¿Ha entrado alguien que no conozco? ¿La llave está en su lugar? Y esto le ayudará a defenderse de tantas maldades, incluso de las que no se pueden hacer, si entran estos demonios, que son muy astutos, matarlos. Así que después de todo, así será su próxima misión, y solo tratándose de Nosferatus.
— Haré todo lo que esté a mi alcance para cumplir con sus demandas, y más allá de las diferencias, ya se ha demostrado que no son impedimentos algunos, sino una herramienta más para así usarlas a nuestro favor... Me dice fingir ser algo que no somos. Acaso, ¿es ante estos Nosferatus lo que decidiremos ser? Dígame, ¿cuál es el objetivo de esta misión? ¿Hay ya información relevante de ellos, o es lo que exactamente desean, que nos informemos? Y ¿Cuándo debemos partir y hacia dónde?
El soldado se puso en su posición de labor, el informarse de lo esencial para llevar a cabo dicha misión, y el cuál la compartiría con su menos importante cambiapieles, vaya forma de acercarse, el conocerse en estas situaciones, sí que son de inspiración. Aunque realmente, algo dentro de él, lo disfrutó. Pero, así que hay algo de por medio, realmente la inclinación va más para Malacoda, y se preguntó: ¿qué es a lo que se enfrentan? ¿Por qué tanta manía?, y D’Páramo como siempre, obedece; — Entiendo, seré explícito con mi informe.
Así que se trataba de una misión, sí, eso era de esperarse, pues el monólogo no siempre era importante para una demás bienvenida. Bien, no es ingenuo el inquisidor, no alardea, ni se apremia, sabe luchar, y no confunde la presencia demoníaca, pero su advertencia, la preocupación que entonan sus palabras, pues la fuerza que emana lo acusa. Por lo que el soldado sin moverse de su postura, escucha y responde claramente. Debía custodiar, vigilar, para que no entren los demonios, es necesario saber recogerse, es decir, entrar en silencio ante sí mismos y ante Dios, y al final de la jornada preguntarse: ¿Qué cosa ha sucedido hoy en su alma? ¿Ha entrado alguien que no conozco? ¿La llave está en su lugar? Y esto le ayudará a defenderse de tantas maldades, incluso de las que no se pueden hacer, si entran estos demonios, que son muy astutos, matarlos. Así que después de todo, así será su próxima misión, y solo tratándose de Nosferatus.
— Haré todo lo que esté a mi alcance para cumplir con sus demandas, y más allá de las diferencias, ya se ha demostrado que no son impedimentos algunos, sino una herramienta más para así usarlas a nuestro favor... Me dice fingir ser algo que no somos. Acaso, ¿es ante estos Nosferatus lo que decidiremos ser? Dígame, ¿cuál es el objetivo de esta misión? ¿Hay ya información relevante de ellos, o es lo que exactamente desean, que nos informemos? Y ¿Cuándo debemos partir y hacia dónde?
El soldado se puso en su posición de labor, el informarse de lo esencial para llevar a cabo dicha misión, y el cuál la compartiría con su menos importante cambiapieles, vaya forma de acercarse, el conocerse en estas situaciones, sí que son de inspiración. Aunque realmente, algo dentro de él, lo disfrutó. Pero, así que hay algo de por medio, realmente la inclinación va más para Malacoda, y se preguntó: ¿qué es a lo que se enfrentan? ¿Por qué tanta manía?, y D’Páramo como siempre, obedece; — Entiendo, seré explícito con mi informe.
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Amen — Privado
Malacoda no siempre solía ser tan tolerante con los demás, y menos cuando su pasado se remontaba a algo tan lejano como la gran Nínive, en donde él se había convertido en su máximo regente. A pesar de haber cultivado el conocimiento en su tierra, al reconocer sus propias raíces, estaba en contra de ello. ¿Por qué exactamente? Por la terrible amenaza que representaba para quienes se empeñaban en acceder al dominio absoluto del mundo y de cada una de sus criaturas. Por eso, justamente, se habían creado imperios tan sempiternos y poderosos, porque sí, aunque se les cambiaba el nombre, las sociedades adoptaban rasgos en común, simplemente deshechando lo que no les servía y quedándose con aquello que les convenia. Así era como funcionaba ese peculiar y sucio sistema. Desde luego, alguien como Malacoda estaba al tanto de ello, y se beneficiaba de ello.
Era uno de los motivos principales del porqué su posición dentro de la Iglesia, siendo líder hasta de los mismos líderes de la Inquisición, pasando por encima de cardenales y obispos, porque para Malacoda ellos no eran más que los títeres de su jugada, utilizándolos en caso estrictamente necesarios. Como ocurría también con Piero D'Páramo. ¿Acaso habría alguna manera de que pudiera hacer una excepción con el inquisidor? No, en lo más mínimo. Piero era otra pieza más dentro del tablero de Los Custodios, y aunque la misión asignada tenía un peso importante, para Malacoda sólo formaba parte de ese listado de pruebas que solía colocarles a los soldados, sólo para medir su talento, y también lealtad.
También conocía la desconfianza que surgía en torno al inquisidor, su aura lo delataba. Pero, a pesar de sus posibles sospechas hacia Malacoda, jamás determinaría quién era el vampiro en realidad, además de ser un sobrenatural con vastos siglos encima. ¡Desde luego! No se podría imaginar que él en realidad era un demonio genuino, porque aquella verdad estaba vetada a todos por ley divina, y así seguiría siendo hasta el fin de los días.
—Pues bien, me parece admirable tu postura. En este mundo es necesario actuar de modos diferentes, porque así daremos con nuestros objetivos sin problema. En fin —expuso, haciendo una pausa breve, mientras meditaba todo lo antes platicado—, supongo que has de saber que los nosferatus son criaturas muy astutas, ¿no? Tienden a olfatear las farsas con admirable destreza. Pero, no son inmunes a la magia, a pesar de su antigüedad y habilidades, que les otorga una terrible fealdad, como único sacrificio a su poder. Deben andar con cuidado si quieren obtener algo de ellos, lo digo en serio...
Explicó de manera breve, pero concisa, sin revelar mucho, sólo lo justo y necesario. Era una forma de no complicar las cosas en la cabeza de Piero, más de lo que, suponía, debían estar.
—El objetivo es descubrir un secreto que guardan estas criaturas, y también averiguar sobre su origen, que ha de ser muy arcaico. Actualmente habitan en Rumania, pero quizá vengan de oriente medio y lleven mucha información consigo... Tienen que conseguir todo lo relacionado con ellos. Todo, sin excepciones. ¿Ha quedado claro?
Era uno de los motivos principales del porqué su posición dentro de la Iglesia, siendo líder hasta de los mismos líderes de la Inquisición, pasando por encima de cardenales y obispos, porque para Malacoda ellos no eran más que los títeres de su jugada, utilizándolos en caso estrictamente necesarios. Como ocurría también con Piero D'Páramo. ¿Acaso habría alguna manera de que pudiera hacer una excepción con el inquisidor? No, en lo más mínimo. Piero era otra pieza más dentro del tablero de Los Custodios, y aunque la misión asignada tenía un peso importante, para Malacoda sólo formaba parte de ese listado de pruebas que solía colocarles a los soldados, sólo para medir su talento, y también lealtad.
También conocía la desconfianza que surgía en torno al inquisidor, su aura lo delataba. Pero, a pesar de sus posibles sospechas hacia Malacoda, jamás determinaría quién era el vampiro en realidad, además de ser un sobrenatural con vastos siglos encima. ¡Desde luego! No se podría imaginar que él en realidad era un demonio genuino, porque aquella verdad estaba vetada a todos por ley divina, y así seguiría siendo hasta el fin de los días.
—Pues bien, me parece admirable tu postura. En este mundo es necesario actuar de modos diferentes, porque así daremos con nuestros objetivos sin problema. En fin —expuso, haciendo una pausa breve, mientras meditaba todo lo antes platicado—, supongo que has de saber que los nosferatus son criaturas muy astutas, ¿no? Tienden a olfatear las farsas con admirable destreza. Pero, no son inmunes a la magia, a pesar de su antigüedad y habilidades, que les otorga una terrible fealdad, como único sacrificio a su poder. Deben andar con cuidado si quieren obtener algo de ellos, lo digo en serio...
Explicó de manera breve, pero concisa, sin revelar mucho, sólo lo justo y necesario. Era una forma de no complicar las cosas en la cabeza de Piero, más de lo que, suponía, debían estar.
—El objetivo es descubrir un secreto que guardan estas criaturas, y también averiguar sobre su origen, que ha de ser muy arcaico. Actualmente habitan en Rumania, pero quizá vengan de oriente medio y lleven mucha información consigo... Tienen que conseguir todo lo relacionado con ellos. Todo, sin excepciones. ¿Ha quedado claro?
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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Re: Amen — Privado
Y el soldado atento, con la frente en alto y derecho, recibiendo ordenes de manera objetiva; su tarea ha sido determinada y almacenó toda información relevante, la suficiente para actuar y de inmediato marchar junto con su compañera; Brünhilde, a quien le ha sido citada de igual manera pero con diferente tiempo, y se le hizo entrega de su parte en esta misión, quizás no era la misma que se le concedió a D’Páramo, pero debían aliarse y hallar la forma de salir de esta como en otras ocasiones lo han estado ejecutando. ¡Corrían peligro! Una misión de nivel, de alta peligrosidad, y es algo que extrañamente podían unirse para combatir. Una rara manera de relacionarse pero dadas sus naturalezas, siempre saldrían con diferencias pero exponiéndolas unas con otras, ellos dos sin nadie más.
Sin tener duda alguna en el breve informe, y ya dando fin a su presencia con él, asintió con la seguridad que siempre desprende, decidido y sin equivocación alguna. El lugar asignado era Rumania, un lugar donde todo lo maléfico se esconde, tantos rumores dichos de sus desastres sobrenaturales, una farola enorme de mucha inmundicia, ¡pobre sea de aquel que quiera hacer pecar al inquisidor! Ya que por más que quisieran contaminarlo, no lo lograrían. Aún a pesar de acudir a la mentira, un pequeño mal para lograr el bien, era lo único que importaba, el resultado sin considerar el método. ¡Sea lo que suceda! Era momento de dejar que la luz toque a Rumania, e ir por el objetivo. Sea en las circunstancias que sean, lo primordial es cumplir y seguir el camino qué como soldado de Dios haría.
Sin demorar más, expresó su comprensión absoluta a Malacoda. Sabía con entendimiento que solo otorgándole lo que quiere es que las palabras anteriormente expresadas se verían en esa determinación, sólo así se cree de lo que uno es capaz, y como él lo ha empleado para con sus reclutas, una pronta actuación no es de los conquistadores; se debe examinar el territorio, observar estrategias, pensar en las ventajas y por ende y con mayor razón las contrarías a estas, porque solo así se podría llegar a lo que se desea, y en este caso, era demostrar de lo que ha estado persiguiendo al inquisidor, de lo que sus armas están hechas, y de lo que sus habilidades pueden llegar a hacer cuando van en contra de su ideología.
— Lo sé, señor, son temas muy vulnerables en la inquisición acerca del mundo de los Nosferatus, sé a qué nos exponemos, y a quien debemos manejar con sumo cuidado. Antes de que el amanecer llegue, estará todo listo para nuestra partida, en cuanto se ejecute el deber, le haré llegar sus pretensiones, si es todo, me retirare para comenzar con los planes.
Que con una leve inclinación hacia su mayor, dio por hecho su labor, alzando la mano y situándola en su pecho, un acto de respeto y solemnidad a su palabra. Un honor conjugado de la manera en la que el brujo lo hace, es de temer, porque se podrá manchar este, más nunca perderá la esencia de lo que siempre ha sido, y será. Ya que no hay manera alguna que le destruyan esa piedra transparente que le protege, como si su piel no quisiese que le arrebataran su hermoso perfume. Así como fue brindada su marcha, avanzó hacia la puerta, dirigiéndose a la salida del recinto, pensando, analizando en la marcha y de lo que en juego se ha puesto, ya era momento de situarse en el mundo externo nuevamente, y era hora de que alimentarán al brujo, tiene hambre de someter, reglas, leyes divinas, todo debe mantenerse en orden y sin alteración alguna sino, muerte sería, el mal no puede propagarse, se debe de extinguir una vez por todas.
Sin tener duda alguna en el breve informe, y ya dando fin a su presencia con él, asintió con la seguridad que siempre desprende, decidido y sin equivocación alguna. El lugar asignado era Rumania, un lugar donde todo lo maléfico se esconde, tantos rumores dichos de sus desastres sobrenaturales, una farola enorme de mucha inmundicia, ¡pobre sea de aquel que quiera hacer pecar al inquisidor! Ya que por más que quisieran contaminarlo, no lo lograrían. Aún a pesar de acudir a la mentira, un pequeño mal para lograr el bien, era lo único que importaba, el resultado sin considerar el método. ¡Sea lo que suceda! Era momento de dejar que la luz toque a Rumania, e ir por el objetivo. Sea en las circunstancias que sean, lo primordial es cumplir y seguir el camino qué como soldado de Dios haría.
Sin demorar más, expresó su comprensión absoluta a Malacoda. Sabía con entendimiento que solo otorgándole lo que quiere es que las palabras anteriormente expresadas se verían en esa determinación, sólo así se cree de lo que uno es capaz, y como él lo ha empleado para con sus reclutas, una pronta actuación no es de los conquistadores; se debe examinar el territorio, observar estrategias, pensar en las ventajas y por ende y con mayor razón las contrarías a estas, porque solo así se podría llegar a lo que se desea, y en este caso, era demostrar de lo que ha estado persiguiendo al inquisidor, de lo que sus armas están hechas, y de lo que sus habilidades pueden llegar a hacer cuando van en contra de su ideología.
— Lo sé, señor, son temas muy vulnerables en la inquisición acerca del mundo de los Nosferatus, sé a qué nos exponemos, y a quien debemos manejar con sumo cuidado. Antes de que el amanecer llegue, estará todo listo para nuestra partida, en cuanto se ejecute el deber, le haré llegar sus pretensiones, si es todo, me retirare para comenzar con los planes.
Que con una leve inclinación hacia su mayor, dio por hecho su labor, alzando la mano y situándola en su pecho, un acto de respeto y solemnidad a su palabra. Un honor conjugado de la manera en la que el brujo lo hace, es de temer, porque se podrá manchar este, más nunca perderá la esencia de lo que siempre ha sido, y será. Ya que no hay manera alguna que le destruyan esa piedra transparente que le protege, como si su piel no quisiese que le arrebataran su hermoso perfume. Así como fue brindada su marcha, avanzó hacia la puerta, dirigiéndose a la salida del recinto, pensando, analizando en la marcha y de lo que en juego se ha puesto, ya era momento de situarse en el mundo externo nuevamente, y era hora de que alimentarán al brujo, tiene hambre de someter, reglas, leyes divinas, todo debe mantenerse en orden y sin alteración alguna sino, muerte sería, el mal no puede propagarse, se debe de extinguir una vez por todas.
Piero D'Páramo- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Amen — Privado
¿Satisfecho? Un poco, sí. No podía negar que parte de ese sentimiento le invadió, así fuera por un porcentaje pequeño; pero algo era algo, ¿no? Y eso es lo que contaba en toda esa situación, especialmente porque Malacoda, al ser alguien tan condenadamente antiguo, resultaba ser la peor persona para confiar en otros que no fueran los suyos, ¡y hasta con ellos reservaba desconfianza! Después de todo, los demonios podían ser muy traicioneros, y que lo supiera él, que había nacido como uno muy auténtico en el interior; tan genuino como los de las leyendas. Sin embargo, a pesar de esa realidad que lo enorgullecía, debía irse con cuidado, sobre todo con Piero. El muchacho era bueno en lo que hacía, aun así, su retorcida visión del mundo, lo convertía en alguien un tanto peligroso. ¿Era por eso que la mirada de Caraffa se centró en él? No, había algo más. Quizá en esa misión podrían salir a la luz muchas cosas, sólo era cuestión de tener la paciencia suficiente y dejar que todo siguiera su cauce, como siempre debía ser (para enorme hastío de Malacoda, quien se había acostumbrado a querer apresurar ciertas cosas).
Desde luego, y como habría de esperarse, no guardó muchas consideraciones, a pesar de que estaba tanteando el terreno. Siempre había sido un tanto rígido y directo, y no hizo excepción alguna esa vez. Puntualizó exactamente lo que quería, y del mismo modo cómo debía ejecutarse. No aceptaría peros, mucho menos quejas, aunque esas últimas iban por Brünhilde, a quien Cagnazzo pondría al tanto de todo, pues era el único que podía convencerla. ¡Insolente! Llegó a pensar Malacoda muchas veces. Pero, bien, al menos le era bastante útil a la logia, así que intentaba ignorar sus desplantes como mejor podía, y de seguro así lo haría D'Páramo, o al menos eso era lo que esperaba.
Al menos, y por azares del destino, que el otro había aceptado sin chistar la misión, a pesar de que, como suponía Malacoda, tendría sus dudas al respecto. No lo criticaba, él también lo sería de haber estado en su lugar, y dudar era bueno, sobre todo si se quería descatar en cualquier parte. Jamás había que darle la espalda a los supuestos enemigos. Pero aquello sólo se trataban de lecciones superfluas de alguien que había formado parte del liderazgo, y del poder, desde los albores de la civilización.
¿Qué más daba? Ya la decisión había sido tomada. ¡Ya estaba
—Son criaturas curiosas, cómo no. Por eso tendrán que andarse con cuidado, y sé que lo harán, al menos por tu parte sé que será así. Más nadie irá con ustedes, sin embargo, en la aldea cercana estarán un par de soldados de confianza. En cuanto estén listos para partir, se les harán llegar los detalles del encuentro, después tendrán que partir solos, ¿de acuerdo? —explicó, era último comentario que tenía que añadir—. Espero mi informe lo antes posible. Y otra cosa... La persona que lidera tu facción está fuera de esto, por lo tanto, nadie deberá enterarse de este caso, porque son asuntos personales del Santo Padre, y es parte de una elección exhaustiva de soldados. No podemos aceptar a cualquiera, así que vete considerando que eres afortunado...
Desde luego, y como habría de esperarse, no guardó muchas consideraciones, a pesar de que estaba tanteando el terreno. Siempre había sido un tanto rígido y directo, y no hizo excepción alguna esa vez. Puntualizó exactamente lo que quería, y del mismo modo cómo debía ejecutarse. No aceptaría peros, mucho menos quejas, aunque esas últimas iban por Brünhilde, a quien Cagnazzo pondría al tanto de todo, pues era el único que podía convencerla. ¡Insolente! Llegó a pensar Malacoda muchas veces. Pero, bien, al menos le era bastante útil a la logia, así que intentaba ignorar sus desplantes como mejor podía, y de seguro así lo haría D'Páramo, o al menos eso era lo que esperaba.
Al menos, y por azares del destino, que el otro había aceptado sin chistar la misión, a pesar de que, como suponía Malacoda, tendría sus dudas al respecto. No lo criticaba, él también lo sería de haber estado en su lugar, y dudar era bueno, sobre todo si se quería descatar en cualquier parte. Jamás había que darle la espalda a los supuestos enemigos. Pero aquello sólo se trataban de lecciones superfluas de alguien que había formado parte del liderazgo, y del poder, desde los albores de la civilización.
¿Qué más daba? Ya la decisión había sido tomada. ¡Ya estaba
—Son criaturas curiosas, cómo no. Por eso tendrán que andarse con cuidado, y sé que lo harán, al menos por tu parte sé que será así. Más nadie irá con ustedes, sin embargo, en la aldea cercana estarán un par de soldados de confianza. En cuanto estén listos para partir, se les harán llegar los detalles del encuentro, después tendrán que partir solos, ¿de acuerdo? —explicó, era último comentario que tenía que añadir—. Espero mi informe lo antes posible. Y otra cosa... La persona que lidera tu facción está fuera de esto, por lo tanto, nadie deberá enterarse de este caso, porque son asuntos personales del Santo Padre, y es parte de una elección exhaustiva de soldados. No podemos aceptar a cualquiera, así que vete considerando que eres afortunado...
FINALIZADO
Malacoda- Vampiro Clase Alta
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