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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Minerva Balzaretti Mar Dic 06, 2016 5:07 pm

La paloma despierta bajo la estrella
Hacia un gemido lastimero,
Y aquel tímido lamento sincero
Es por penas que no son de ella.
—Katharine Tynan.




Había quedado viuda muy joven; quizás también se había casado de manera precipitada. Pero la fortaleza de Minerva seguía siendo envidiable; era una persona carismática, de esas que preferían sonreírle a la tempestad en vez de sentir temor. Aunque extrañaba a su familia, la cual se encontraba en Venecia, continuaba aferrada a París, hasta había encontrado un empleo como institutriz y le estaba yendo bastante bien. Sin embargo, sus recientes habilidades estaban causándole algunos problemas. Lidiar con ello no era sencillo, y menos por su falta de experiencia. El mundo sobrenatural apenas se abría ante sus ojos; ese mismo en el que Leo se había involucrado hasta el día de su muerte. Y ahora a ella le correspondía hallar las respuestas a cada una de sus interrogantes. Además tenía que encontrar a la persona indicada para ayudarla con el reciente despertar de su magia, algo que continuaba siendo ajeno a su lógica, pues en su familia no recordaba que existiera alguien relacionado con las artes arcanas.

Cuando estaba en su amada ciudad, rodeada de la más pura e enigmática belleza, Minerva se dedicaba a confeccionar máscaras y disfraces para el carnaval. Ayudaba a su padre durante las largas horas del día, y en muchas ocasiones, se quedaban hasta las altas horas de la noche trabajando. Aunque ahora estaría dedicándose a un oficio completamente diferente, no había dejado a un lado su talento para crear las más ataviadas y curiosas máscaras de mirada vacía. Minerva se quedaba largo rato en silencio, mientras contemplaba sus creaciones; pero, ahora le resultaba un poco más extraño. Incluso, le atribuía esa amarga sensación a la magia. Por esa misma razón ya no las hacía como en antaño. Eso le dejaba un profundo cargo de conciencia; ella disfrutaba más que nada aquel oficio, y había tenido que abandonarlo, quizás, por un poco de paranoia.

Pero su abstinencia duraría poco. Volvería a hacer algo en determinado momento, como una forma de homenajear a su padre desde la distancia. Ya había pasado mucho tiempo sin saber nada de él ni de sus hermanos. Sin embargo, sabía que no debía rendirse tan fácilmente, primero tendría que resolver sus propios dilemas, así evitaría poner en riesgo a su familia.

Había decidido pasear por las calles apenas terminara su trabajo. A pesar de haberse hecho de noche, no le importó en lo más mínimo; por suerte, solía haber personas a esas horas por las calles. Unos más extraños que otros, algo inevitable y también común. París no era la única ciudad que albergaba gente de dudosa reputación. Así que, sin el más remoto temor, se dispuso a recorrer varios lugares, los mismos a los que solía ir en compañía de su difunto esposo. No podía negarlo, se sentía bastante mal, la herida de haber perdido a alguien amado no estaba cicatrizada, pero tenía que ser fuerte; él hubiera querido eso para ella. La soledad no podía ser algo de lo que afligirse y lamentarse.

Mientras caminaba, sacó entre sus pertinencias una máscara a medio terminar. Aún faltaban más ornamentos dorados alrededor de lo que se supone eran los ojos; también habría que cubrir parte de la mitad del rostro con tela muy fina. Pero debido a sus ocupaciones, no tenía el tiempo suficiente para lograr culminar aquello que en antaño tanto le entretenía.

—Prometo que voy a acabarte en algún momento —murmuró de manera distraída, mientras caminaba con la máscara entre las manos, intentando hallar algún fallo en la poca decoración que llevaba. En ese entonces tropezó con alguien, haciendo que dejara caer su creación al suelo—. Oh, disculpe usted. Que torpe he sido.

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Mensaje por Invitado Lun Dic 26, 2016 5:24 pm

Sus ojos a diferencia de las otras miradas cristalinas, brillan lagrimosos al reflejarse la luz de lo fluorescente. Sus labios cambian de expresión cada vez que llora, y toda ella desprende aromas de muñeca viva, muñeca que no fue creada por porcelana sino que fue engendrada de carne y hueso. Es pálida, pero es más hermosa que el brillo de la luna, jamás nadie ha vislumbrado una inocencia perfecta, y un sueño que se ha convertido en realidad. Es una muñeca que todos quieren, pero que temen tener por una eternidad, ¿por qué? ¿Por qué jamás cambia? ¿Por qué llegará un día en que ella sola estará y no querrán abandonarla? ¿Por qué será? …. Tantas promesas que juran para que después ninguna se cumpla, ha sido víctima de daños, a la temprana edad que posee, apenas una flor floreciendo, se quedó intacta, pura, sin ser manchada por dentro, pero en lo exterior, su tristeza es lo que luego se maquilla, pero ella es así, no es porque siempre ande triste, murió con el semblante melancólico, y frío con una esperanza; y solo esa de poder seguir hablando con los muertos, en especial con su padre.

Más dos corazones que no deberían hablarse, volverse cercanos, se están arriesgando que sean recordados y su despedida duela. Que no sea capaz de soportar ese adiós Svanna, porque su padre y ella pertenecen a dos mundos distintos, ella al de la muerte y él al de los espíritus, algún día él tendrá que marcharse y jamás volverá a presentarse. Y Svanna pronto estará en una celda de una prisión, donde no dirá su nombre, no será acompañada nunca más de su padre, y ya no podrá escucharlo. Poco a poco ella no se percata de esa situación, y su padre no hace mención alguna.

Siempre camina por las calles parisinas, a encontrarse con él, en el lago es donde se citan para que nadie los interrumpa. Es por ello que camina bajo las sombras, una vez que el sol se oculte y que la tierra se enfríe, ella sale, con su atuendo de una princesa como a su papá le gusta. Un ligero vestido largo, con mangas y que cubran su cuello, unas pequeñas botas y acompañada de un abrigo con su sombrero. Todo de una combinada de café oscuro y claro, con los rizos que se acoplaban a un lado.

Caminando como una dama, a su corta edad y sus modales son como los de una señora, su inocencia sólo posee a la persona que ama, y el cual verá en breves momentos. No le era suficiente el tiempo que empleaba para disfrutar su compañía pero siempre la luz era su límite, el momento que los separaba, y cambio desde que ha estado bajo la protección de su ángel; Berenice. Era extraño que él no se presentase cuando se encontraba a lado de ella, ¿por qué? Quería entender pero esa situación era realmente compleja.

Y allí enfrente ante esas pupilas, un miedo le recorrió el cuerpo, cabellos de oro, una mirada bondadosa y esos ojos, los mismos ojos que a su madre, aquella mujer que mató con sus propias manos se situaba en frente, ella quiso detenerse pero fue demasiado tarde, chocó contra ella, y al escuchar tronarse unos vidrios, sus pupilas se llenaron de sangre, poca pero trataba de controlarse. ¿Por qué le sucedía eso a menudo? Primero con Berenice, después con ella, ¿qué le querrá decir su madre? Más algo extraño presenciaba, su sangre era exquisita, extremadamente deseosa para ella. Ambas poseen una similitud con su madre, esa presencia que nunca olvida, que siempre que la siente, mire, y en ocasiones escuche, le hacen volver a esa escena donde ella murió, justamente cuando la mató.

— Disculpe, — no podía dejar de pensar tan siquiera que podría estar dirigiéndose a Cosette; su madre ,— ¿cómo puedo remediar lo sucedido? Fui muy descuidada. —se hinco, sorprendida al ver aquella mascara rota. El arte es lo que ha temido, por eso la imagen de su madre la ve en ella, ese maldito y hermoso arte le persigue. Que sus manos tomaron lo que quedó de esa máscara, triste porque haya tenido la culpa de que tan espléndida obra no fuese conservada. — Lo lamento, y parecía ser perfecta. Ahora nadie podrá reemplazarla. — Murmuro afligida, alzando entre sus manos esos pedazos de una que pudo ser porcelana de una muñeca.
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Mensaje por Minerva Balzaretti Vie Mar 17, 2017 5:47 pm


Minerva no tenía suficiente conocimiento acerca del mundo sobrenatural, salvo los apuntes vagos que había dejado Leo, su difunto esposo. Ella incluso estaba experimentando, y lidiando, con habilidades propias, despertadas recientemente, quién sabe por qué cosa. Le aterraba la situación, no podía negarlo, pero estaba preparada para lo que fuera, tal y como se lo había enseñado su padre, a quien tanto extrañaba. Quizá, haberse convertido en la única que lo ayudaba con el negocio de la familia, le ayudó a forjar una perspectiva diferente del mundo, de no tener que perder la cabeza ante nada; tal y como se enseñó Leo en su momento. Ni siquiera se apabullaba por encontrarse sola en París, lidiando con cosas desconocidas, con una ciudad que ocultaba tantas leyendas, como su querida Venecia, a la que recordaba serena y silenciosa con sus canales de aguas oscuras; las casas con fachada húmeda y quebrada, y los carnavales de las múltiples apariencias.

Aquella máscara de facciones arcanas le recordaba su hogar, su linaje, lo que era, y en lo que se había convertido. Incluso, parecía que una sutil sonrisa se dibujaba entre la fina porcelana que tallaba a aquel antifaz. Aún no estaba concluido, pero lo terminaría; tal vez esa noche, si sacaba un poco de tiempo. Hasta se preguntó el porqué de su reciente temor a lo que tanto amaba, a pesar de haber presenciado una escena curiosa en el taller de su padre; hecho que atribuyó a su nuevo don. Fue entonces cuando se cuestionó sobre sus orígenes, tropezando accidentalmente con alguien.

La jovencita no parecía superar los quince años. Era muy linda, con facciones angelicales, sin embargo, Minerva notó algo más, y no sólo esa palidez curiosa en la tez de la muchachita, sino otra cosa, la cual desconocía hasta ese momento. Pero en vez de darle tantas vueltas al asunto, sencillamente sonrió. La máscara se había arruinado, aunque para una artesana como ella, no era imposible restaurarla de nuevo.

—Oh, no te preocupes. Fue accidente, no te culpes por ello —respondió de manera afable. Hasta parecía haber un tono tranquilizador en sus palabras—. Y no digas eso, se puede reparar, no fue la gran cosa. Puede que no haya un reemplazo, porque todas éstas son únicas. Sin embargo, su creador es el único que conoce el proceso, y podrá repetirlo las veces que sea necesario, en especial si desea hacer correcciones —explicó, tomando los retazos de porcelana, observando a la joven con una sonrisa—. Recuperaré de nuevo su belleza, con una condición, ¿me prometes que no te seguirás culpando por el incidente? No querrás que el espíritu de la máscara esté triste, ¿verdad que no? —Guardó los fragmentos en una funda hecha de satén—. Cuando vivía en Venecia, muchos clientes llegaban al taller de mi padre quejándose de que sus máscaras se habían roto. Para sorpresa de ellos, lográbamos restaurarlas, incluso lucían mucho más hermosas que la primera vez. Cuando termine con esta, prometo que será tuya. Ah, y puedes llamarme Minerva, un placer.

Extendió la mano con sutileza y a modo de presentación. Percatarse que había hablado de más no fue gran problema, le agradaba entablar pláticas con otras personas, y crear nuevos lazos con otros. Ese era uno de sus más preciados talentos.
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Mensaje por Invitado Dom Mar 26, 2017 12:43 pm

Implacable; En las mismas circunstancias, en las exactas condiciones se sitúa con esa obra rota, justo como Svanna ha dejado que sus pétalos desciendan; escasos de color, de vida, e inundados de muerte, tristeza, disección, y de un proceso mortuorio, y anfibológico. Una semejanza que radicó en la naturaleza de cada una, comprendidas y justificadas, que no bastó con que sus imperfectas manos sostuvieran el recuerdo de esa máscara, si, desfigurada quedo, ahora más mancho de esta al tocarla, denigrando a tan solo con un toque, generando un ofensa a tan magnífico detallado. Aunque sea incompleto, la base es lo esencial para llegar a grandes cosas, que la culpa estuvo rondando, manteniendo las irises en su rostro, lamentando el hecho de que ahí se enterró lo que pudo haber sido un tesoro, mostrando sus respetos por la muerte misma.

— ¿Cómo no hacerlo cuando sostengo esto entre mis manos? —. ¿Cómo explicarle que si es su culpa? Dado que por sus condiciones debió haberse percatado del camino, a la lejanía percibir su presencia, la afectación generada por su difunta madre, el miedo inundado por el deseo que le llevó a la destrucción, a convertirla en un ser tan horrendo, muy a pesar de su apariencia. Más su melodía producida por sus cuerdas vocales no expusieron su impacto, estas con una asombrosa madurez, retomando la enseñanza por parte de la dañada, comprendió en su esplendor la lógica congruente, pero era escasa para ella, aún cuando están por sobre encima el sentimiento radicado en la creación, esa es la única diferencia, por ende no será lo mismo. — No pueden reparar una emoción tras otra, no es el resultado lo que se aprecia, y no solo el proceso para llegar a ese, no es propio para un artista hablar de su propio arte con escaso valor, deben de considerarlo el mejor, ya que está naciendo el sentimiento desde las entrañas, discúlpeme pero así sea la primera o segunda modificación, se debe aumentar la apreciación.

Era inútil apartar la mirada, se quedó inspeccionando ese rostro, sin ver cómo pasaba de mano a mano esos trozos, claro, sin representar una molestia, o una grosería de su parte por ser poseedora de una irises grisáceas. Su madre era estricta con ello, tenía que reconocer que por ella conoció a la perfección lo que tanto idolatra y le satisface.

Detonando una sonrisa, asintiendo a su réplica, asomándose por sus irises, una escasa lágrima, el luto, la condolencia le conmovía. — Lo haré, más perdurará este recuerdo, nunca olvido, y es imposible que pueda borrar los decorados, la finura, su forma, más, si llega a concluirla, ¿me permitiría probarla? A mi madre le encantaría verme con un antifaz, ella siempre quiso verme con otro rostro, estoy segura que donde quiera que este, le hare feliz aunque sea un instante.

No es la máscara quien porta la tristeza, sino quien la usa, todo se adapta a la persona, que no puede decir algo al respecto más que abrirse a un pedido, uno en el que tantos años su madre luchó por cambiar. Que el verse despojada de la rota máscara, el estar vacía, siendo parte de una historia, un suceso que le hizo abrir un poco más sus ojos. — Agradezco, es un obsequio muy hermoso, señorita. Minerva, y a cambio de ello, le diré un secreto, uno en el que todos temen escuchar, pero yo sé que usted lo querrá oír... Soy Svanna.

Comentó, extendiendo la mano, entrelazando esta y estrechándola, percibiendo su calidez, el palpitar de la palma, bien decían que el corazón se sitúa en todos los segmentos, y no era mentira, es una impresionante muestra de que las conexiones existen por ello.
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Mensaje por Minerva Balzaretti Lun Jul 03, 2017 1:39 am


¿Se puede llegar a concebir el mundo con tanta sensibilidad? Sí, desde luego. Minerva, que había nacido rodeada de arte; que había vivido en una ciudad melancólica sobre aguas serenas, como palacetes con vista a lo sublime, conocía mejor que nadie de ese sentimiento de añorar lo extinto con una delicadeza no humana. No por nada se encargaba de obrar en el taller de su padre, creando las más preciosas y enigmáticas máscaras para los esplendorosos carnavales venecianos, en donde las clases sociales se mezclaban entre sí, rompiendo con todas las diferencias abismales de los otros días del año.

Pero eso era algo que quedaba muy lejos, como parte de su pasado, pues una nueva vida se había mostrado ante ella cuando decidió establecerse en París. Sin embargo, aquella jovencita le recordó todas aquellas memorias que creyó dejar guardadas en algún baúl viejo. ¿Cómo podía sentirse? De mil maneras, pero tampoco como una dama con la pesadumbre tatuada en los ojos. ¡En lo absoluto! Minerva solía ser una joven con fuertes ideales de vida, que no era capaz de permitirse hundirse en la miseria, aun cuando los tiempos de tormenta parecieran eternos. Ni siquiera se quiso aislar en el dolor cuando Leo, su querido esposo, había partido de este mundo. Precisamente por eso, no podía concebir que alguien tan joven, y con una delicadez admirable, pudiera sentirse tan terrible.

—Aun cuando la sostengas en tus manos, no significa que es tu culpa. Los accidentes ocurren, todos, absolutamente todos, estamos propensos a ellos, porque no somos perfectos. Por eso los artistas intentan alcanzar la perfección a través de sus obras, pero mira, es una utopía y nada más —explicó, con naturalidad, porque sí, estaba en lo cierto. Ella misma había experimentado esa frustración y culpabilidad durante sus comienzos—. ¿Crees que las emociones no son capaces de repararse unas con otras? Mira, yo creo que no es así. Porque si estamos tristes, una sonrisa sincera podría sanar esa tristeza y convertirla en un pequeño resquicio de bienestar. Actuaría como un elixir, mientras la tristeza es esta máscara quebradiza, porque su porcelana no fue lo suficientemente fuerte, pero siempre puede hacerse más resistente, si se le brinda la atención adecuada, ¿no lo crees?

Recordó a su padre en esas palabras, porque, a pesar de todo, Seuss resultaba ser optimista y comparaba la vida con labores simples del taller. Eran ejemplos un tanto ridículos en algunas ocasiones, pero lo bastante ingeniosos como para no haber equivocación alguna en ellos. Y Minerva con los años había heredado esa particular habilidad para expresarse de ese modo.

—Svanna... ¡qué hermoso nombre! —expresó—. Y nada de recordar cosas negativas. Te lo dice alguien por experiencia... Es más, te cuento que hace unos meses mi esposo falleció, y aunque es difícil aceptarlo que ya no estará físicamente a mi lado, sé que sus mejores recuerdos me acompañan y eso me da fortalezas para seguir adelante. Confío en que con este antifaz sólo pienses en que ahora va a ser mucho más hermoso y perfecto, ¿sabes por qué? Porque estará hecho especialmente para ti.

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Mensaje por Invitado Vie Ago 25, 2017 1:18 am

¿Podría acaso un inmortal cometer accidentes humanos? Absolutamente no, no ellos, no a los sentidos expuestos, no a la índole perfecta de un sobrehumano, irónico e imposible, pero ahí estaba, sin negarlo, pero tampoco sin afirmarlo, no debía contradecir ideales, solo difiere y solo eso. Concluyendo el acto recordado, sin deseos de debatir de términos, y de las experiencias vividas, nadie sabe por lo que ha tenido que pasar el otro para que se generen ese tipo de conclusiones, y pensamientos compartidos. Guardo el dolor, es propio, le afectaba devaluar tesoros, ahí quedó, así debió enterrarse, con el luto y el respeto fundado a lo que lleva entre sus manos, ¿qué podía hacer con aquellos trozos de porcelana?... Preguntándose si es posible llevárselos, atesorar ese instante con ello, ya que le gustaría hacerlo polvo, y mezclarlo a su reloj de arena, que le ayude a marcar el tiempo, que sea testigo de una limitante imposible de la vida, pero sí de sus acciones, porque como toda una princesa, debía esconderse a ciertas horas, y solo correr para que el detestable príncipe Sol no la devorara por amor, por amor a su belleza y quiera consumirla. Por lo que le recordó que la noche jamás es eterna. Se alzó, sin despegar la mirada de ella, fascinada con ciertas palabras, e interesada de escuchar más.

— Siempre creí que ellos, los artistas representaban la perfección, que nadie, ni una obra siquiera, podrían superarlos, cuan equivocada he estado, cuan cambiante lo es todo. Nunca lo creí posible, ni que se pudiera resarcir una emoción, porque si se siente en verdad nadie podría mitigarla, si podría ser en un instante, pero, ¿después? ¿Qué sucede? Nada, mas no quiere decir que no acepte la mejora de lo que se creó por primera vez, solo es, que no se puede olvidar las raíces, como usted, como yo, somos una más de todas las máscaras, pero siempre perdurará el cómo venimos al mundo, quizás uno lo olvide, pero siempre estará ahí, incorpóreo, pero lo está, a eso me refiero, a eso es que no puedo ni tan siquiera terminarlo con un lo siento.

Espero, si, esperaba que le comprendiera, es difícil, lo admite, pero ella es así, superando las expectativas de una mente, pronunciando su nombre mentalmente, jamás se había detenido a imaginar que podría ser hermoso. — ¿Por qué hermoso? — …. Y aquello se le escapó de la boca, pronunció en susurro, de manera inquietante, situando la falange en su lugar y llevando al bolsillo los trozos recogidos. Asintiendo a la petición que una vez su padre formuló, que Berenice le decía, un momento en el que parecía un ciclo enfermizo, la muerte asechándoles, a ellas dos; ella por su padre, y Minerva por su marido. Cuán semejante sensación, y es que parece que se conocen más de lo que se cree, y solo por ese episodio. Y se emocionó, Svanna emitió una ligera sonrisa, tendría su máscara su propio antifaz, que dicha, que fascinación…

— Se el significado de sus palabras, lamentablemente o quizás afortunadamente, perdió a su marido, yo perdí a mi padre y madre, y por cierta razón estamos aquí, hablándonos, y entregando preciosos secretos y regalos. Me gusta, me han gustado sus palabras señorita Minerva.
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