Ghost stories || Privado

Tres hermanas para tres hermanos. Abram, Dmitriy y Pyotr, los primeros hijos de los Bessmertny allá en Nóvgorod, contrajeron nupcias con una triada de hermanas que además, podían hablar con los muertos y crear sueños para los despiertos. Fueron ellas, como vínculo de Ivan con sus hermanos, quienes lo anclaron a este mundo, quienes lo bautizaron Koschei. Conocía bien de esas artes, a ellas debía su fuerza, su capacidad de volverse corpóreo y seducir chiquillas que en su mirada le recordaran a su hermosa Masha. Y el fingía, o lo creía tal vez de verdad, que era ella, reencarnada sólo para él. La tragedia de su vida y la maldad de su muerte provocaban que así fuera, un ciclo. El tiempo es un círculo plano.

En ese eterno vagar, había llegado a París, una ciudad demasiado sofisticada para él, cuya alma errante estaba demasiado anclada a la Rusia medieval. Pero sabía adaptarse, mentir… a otros, y a sí mismo. Era el noble ruso que levanta banderas negras de muerte, que como ave de rapiña, espía a Masha desde la calle y hacia su ventana. No obstante, a veces era cansado pretender. Era lo que era, porque las tres esposas de sus tres hermanos lo habían dejado aquí, a cumplir sus caprichos, truncados por el prematuro desenlace.

Por ello, no fue extraño que el aroma a lavanda y laurel lo llamara. Lo había olido antes, no sólo con las esposas de sus hermanos, sino muchas veces después. Hombres y mujeres como ellas que lo llamaban con antiguos ritos, mismos que eran como el llamado a la guerra, no se pueden ignorar ni postergar. El sonido del agua tranquila fue lo primero que escuchó una vez que estuvo ahí. La presencia que lo había llamado era poderosa, pudo sentirlo. Y se acercó, sin apenas pisar el suelo húmedo, a donde velas ardían y había un círculo blanco. Lo miró intensamente como si en él pudiera descubrir el motivo por el cual había sido requerido. Las palabras de la bruja llegaron a su oído, y aunque estaban en un idioma que no conocía, pudo entenderlas. Como muchos otros fantasmas, Koschei era caprichoso, y sentía que su tiempo era valioso, aunque esto último fuera una falacia. ¿Qué cita tan importante podía tener, si ya estaba muerto de todos modos?

Levantó el rostro cuando ella salió del agua. La estudio, miró su desnudez pero no hubo lascivia en sus ojos tan claros que parecían de cristal; y es que la chica, joven, muy joven pudo ver, no le recordaba en nada a Marya.

—Gracias a ti, por llamarme —dijo con parquedad. Sin embargo, era verdad, por una vez estaba bien ser lo que realmente era: un fantasma. Un chico veleidoso que se mató cuando no obtuvo lo que quiso. Cuya historia, en su cortedad, se escribió con sangre azul desperdiciada—. Ya veremos si fue molestia o no, malyutka —avanzó. Esta vez fue más claro que sus pies se plantaban sobre la fangosa linde del lago. Se detuvo a un par de metro e inclinó la cabeza a un lado, como si quisiera apreciarla mejor.

—Y bien, dime malyutka, ¿para que fui invocado aquí y ahora? —Al decir eso, el aroma de todos los componentes del ritual se intensificó, incluso el perfume natural que desprendía ella. Había sido efectiva, ahora restaba ver si sería capaz de retenerlo.