Meanwhile ft Maggie

Posé mis pies a los pies de aquel roble, estaban descalzos y calientes, delicadamente me quité una hoja que se me había quedado entre dos dedos y me senté. Un sonoro suspiro salió de mi interior mientras mis ojos se posaban en el cielo. Estaba atardeciendo, y hoy tocaba noche de luna llena. Mi primera noche de luna llena lejos de mis padres. Me sentía preparado pero a la vez la nostalgia me nublaba la razón, y una pena inmensa por haberme ido de casa de embriagaba hasta querer hacerme sentirme mal y arrepentido por mis decisiones.  No había nada más hermoso que la Luna y nuestra devota fe hacía ella. Que nunca nos fallaba. Todas las noches… con más o menos entusiasmo, se alzaba sobre el cielo para iluminarnos y ayudarnos a seguir con nuestras duras vidas. Aquella noche, Luna brillaba con más fuerza que nunca para mí.

Recostado sobre la humedad hojas, aparté un mechón de mi rostro para cerrar los ojos. Me gustaba sentir las vibraciones de la naturaleza en mi cuerpo, me daban e inspiraban tranquilidad.

Cuando abrí los ojos me sentía mareado, y estaba desnudo. Una mueca de rabia y desagrado se posó en mi rostro mientras me levantaba  y buscaba el árbol donde había comenzado todo esto. Me rasqué el moflete del culo derecho mientras caminaba, y me acomodé después el cabello. Odiaba cuando no me enteraba de que ocurrían las cosas, pero siempre que me relajaba más de la cuenta en luna llena, pasaba.

Parecía que ya estaba alejándose la luna y escondiéndose, así que habían sido unas cuantas horas de libre albedrío donde solo esperaba no haber hecho daño a nadie.

Dirigía mis pasos con tranquilidad hacia un arroyo que había visto la tarde anterior al llegar al bosque y que se encontraba próximo al sendero trazado por el que caminaba en esos momentos. No había amanecido aún, pero la luz de la luna llena que empezaba a esconderse era más que suficiente para dotar al lugar de un juego de luces y sombras inigualable. Necesitaba refrescarme y lavarme un poco antes de regresar al hostal donde me alojaba, pues aparecer cubierta de sangre no me parecía lo más adecuado si quería seguir pasando desapercibida.

Había sido una fructífera noche de caza, donde un par de licántropos habían caído frente a mi bastarda en una lucha bastante igualada por ambas partes. Estaba exhausta tras largas horas de persecución siguiendo el rastro de los lupinos; añadiendo después una intensa pelea donde a pesar de haberme declarado vencedora había recibido varios zarpazos que me hacían sangrar de forma considerable. Un improvisado vendaje con los lazos de mi corsé habían conseguido parar la hemorragia, pero tenía que volver cuanto antes para suturar las heridas.

Me desvié del camino hacia donde más o menos deduje que estaría ese pequeño río donde pondría fin a mi jornada de caza y marcharía a descansar hasta la siguiente noche, donde por segunda vez ese mes saldría la luna llena y la caza comenzaría de nuevo. Suspiré cansada mientras zigzagueaba entre árboles y matorrales en búsqueda de esa fuente de vida que limpiaría mis heridas, y que por su sonido, ya estaba cerca.

Agilicé el paso entusiasmada por la idea de alcanzar ese remanso de paz que tanto necesitaba cuando las primeras luces del alba empezaban a iluminar el cielo. Iba tan ensimismada en lo que haría a continuación que no me percaté de que otra figura se aproximaba en sentido contrario al mío, y en último giro en un árbol, chocamos de frente de forma brusca.

Gruñí por el dolor que el golpe causó en mis heridas, llevando mi mano hacia el costado derecho donde la de mayor gravedad parecía haberse abierto de nuevo. Me incliné hacia delante durante unos segundos intentando recuperar el aire que me faltaba tras el impacto.

-Disculpe, iba distraída y..- y no puede terminar la frase cuando al levantar la vista me encontré con un joven de más o menos mi edad, con el pelo bastante largo y, totalmente desnudo. Mis mejillas se sonrojaron en décimas de segundo cuando mi mirada se paseó sin disimulo por su cuerpo.

Sacudí mi cabeza tratando de tomar de nuevo el control sobre mis actos, ¿qué hacía un hombre desnudo en medio del bosque? Podría pensar que estaba bañándose en el arroyo si no fuese porque no llevaba la ropa en la mano, además de que la temperatura en ese frío otoño tampoco es que acompañase mucho como para ir como su madre lo había traído al mundo por el bosque. Entonces, como si una pequeña bombilla se iluminase en mi cabeza me cercioné de lo que ocurría allí en realidad. Aquel hombre que me observaba confundido y desnudo, no era otra cosa que un lycan recién transformado en humano. Saqué con rapidez la bastarda que llevaba sujeta a mi espalda y la blandí frente al sobrenatural.- No se resista e intentaré que su muerte será rápida.- amenacé mientras me sujetaba con fuerza esa herida que estaba comenzando a causarme problemas.

Olisqueé el ambiente para orientarme mejor hasta el árbol donde estarían mis ropajes. Estaba seguro de que todo había comenzado donde me había recostado. Era como cuando intentabas dormirte y no lo conseguías y de repente, ya era de día y pensabas ¿La leche, cuando me dormí? Cuando me rasqué el pie? Cuando me levanté a echar el último meo? Pero el caso es que nunca lo sabes, sucede, y cada noche es así, la misma historia. Menos cuando tienes sueño, entonces te tumbas y te sobas y no sabes ni si te has quitado los calcetines…
Estaba absorto en mis pensamientos tratando de recordar cuando pasó que al girar en un árbol me como de pleno a una muchacha desequilibrándola - ¿Qué? – digo impactado por no haberla olido ni escuchado. Pero mi mirada avanza más rápido que mi cabeza y observo sus ropajes, la sangre y sé que acabo de sentenciarme a muerte. Trago saliva de forma difícil, sintiéndola deslizarse garganta abajo – Perdón – trato de justificarme por el golpe, pero ya es tarde, ha desenvainado un cuchillo extraño y su mirada es entre divertida y desafiante.

Parado frente a ella me doy cuenta de lo idiota que he sido, he decidido venir a Paris a conocer a todas las razas sin un entrenamiento previo. Es decir, no tengo ni un poco de opción contra alguien como ella, que parece que cazar es lo que mejor se le da en la vida – Oye, mira… - comienzo tratando de explicarme. Pero no sé qué decirle para que me deje ir, ¿Perdóname la vida? Es mi primera vez? Un placer conocerla señorita cazadora?. Tiro mi cabeza hacía atrás suspirando con fuerza, siento mi pelo rozar mi espalda y cuando vuelvo a mirarla un fuerte olor me nubla la razón – Estás sangrando – susurro preocupado y sorprendido. ¿Cómo alguien herido es capaz de amenazar a alguien con tanta fiereza?. Doy un salto grande y escalo el árbol con habilidad, dejándola bajo mis pies. Agarro de la copa un fruto y bajo de nuevo de otro salto, parándome frente a ella – Toma, te ayudará a cicatrizar y parar el sangrado. Sólo tienes que verter el jugo, escocerá, pero es eficaz hasta que puedas dar puntos de sutura – le ofrezco -  Ahora si quieres, atácame, intentaré dar lo mejor de mí, pero es el primer encuentro que mantengo – digo echando un pie atrás para tomar postura de lucha – Siento estar desnudo – añado, al ver que no está del todo incómodo. Sin poder evitarlo miro mi entrepierna y después a ella - ¿Es pequeña? – le pregunto sin quererlo ni beberlo, otra curiosidad. ¡Debería de dejar de ser tan curioso joder!.

Incredulidad. Eso era todo lo que definía mi estado en esos momentos cuando el lobo parecía estar intentando negociar su liberación. Durante unos segundos pensé que podía tratarse de una estrategia para distraerme y desviar mi atención, pero sus gestos no parecían los propios de una táctica ofensiva con la que atacarme, sino más bien todo lo contrario.
Observé cada una de sus reacciones frente a mí, tratando de adivinar cual sería su siguiente movimiento. Mi padre me había enseñado bien, me había preparado para adelantarme a cualquier tipo de ataque mirando tan solo los gestos del enemigo, pero ese lobo en particular tenía una conducta muy extraña para querer atacarme.

Lo miré confundida cuando confirmó algo que ya sabía, que mi herida estaba abierta de nuevo y sangraba más de la cuenta. Pero lo extraño no fue lo que dijo, sino el cómo lo dijo. Me pareció percibir un cierto deje de preocupación en sus palabras. Negué para mí, ¿por qué iba a preocuparse por mí, si era mi enemigo?
La espada me pesaba más de la cuenta, o esa era la sensación que tenía, provocada seguramente por el cansancio y por el dolor que me atravesaba el costado de lado a lado. El esfuerzo de mantenerla amenazante hacia el licantropo era digno de admirar, aunque no aguantaría mucho en esa posición.

- No es nada, solo un rasguño.- mentí sujetándome la herida y sintiendo como mi propia sangre empapaba mi ropa. Si me creía débil, si veía una oportunidad para escapar al notarme herida, pocas posibilidades tendría de enfrentarme a él. Me sobresalté cuando de pronto comenzó a trepar con gran agilidad por el árbol junto al que nos encontrábamos. ¿Desde cuando los lobos trepaban así?- ¿Dónde vas? Tarde o temprano tendrás que bajar y entonces te daré caza.- gruñí molesta por hacerme perder un tiempo del que no disponía.

No tardó en bajar tras mi amenaza , colocándose frente a mí y ofreciéndome según él, una cura para mi herida. Levanté la ceja sopesando si me creía tan estúpida como para confiar en mi enemigo. Probablemente fuese alguna planta tóxica que terminaría con mi vida antes de que pudiese cortarle la cabeza con la espada.

- ¿Y por qué iba a querer ayudarme si le estoy amenazando con acabar con su vida sin que me tiemble el pulso?- Levanté el filo de la espada hasta llevarla despacio hacia su cuello, soltando un pequeño siseo al resentirme por el dolor del costado. Miré el fruto que me tendía de forma desconfiada, escuchando atentamente sus palabras. ¿Debería sentir compasión por ese lobo que aseguraba no haberse enfrentado a nadie jamás? La respuesta era negativa; aunque no hubiese luchado antes como humano, podía haber asesinado a inocentes como lobo.- Acompáñame al arroyo mientras decido que hacer contigo.- afirmé haciendo un gesto con la cabeza para señalarle la dirección correcta. Desvié inconscientemente mi mirada de nuevo hacia ese cuerpo desnudo cuando me pidió disculpas por la extraña situación en la que nos encontrábamos.

Mis mejillas se volvieron color bermellón cuando sin reparo ninguno me preguntó por el tamaño de su hombría. Juraría que hasta jadeé por la impresión de escuchar su pregunta. -¿Tengo yo pinta de haber visto muchas..?- señalé con el dedo incapaz de nombrarla por su nombre. Sentía calor, mucho calor. Joder, si todavía era virgen, ¿Cómo iba a saber yo que tamaño debía de tener?- Empieza a andar.- ordené tratando de controlar mis pensamientos y suspirando cuando éste se dio la vuelta para comenzar el camino hacia el arroyo.

Los dedos de mis pies descalzos juegan independientemente de la situación que estoy viviendo arriba. Se entrelazan entre las hojas y las hierbas que hay por el suelo, hasta con una ramita que he cascado hace escasos minutos. Me medio enfado con ellos, pues la situación es seria y requiere un poco de concentración de parte de todas mis extremidades, tanto manos como pies.

Tengo el brazo totalmente entregado a ella, y al final de este mi mano agarra la fruta con fuerza, algo asustado por que me corte de raíz la muñeca y tenga que ver caer mi mano a mis pies. Que seguro, conociéndoles, se pondrán a jugar con ella. La repanocha. En un abrir y cerrar de ojos y con total sorpresa veo como saca una espada y pone la punta en mi cuello. La gruta se resbala entre mis dedos cayendo al suelo y golpeándome en un pie. Enarco una ceja sorprendido por la casualidad de que la fruta haya decido castigar a mi pie por su cuenta. Mis labios están secos y la espada bien afilada. Saco levemente mi lengua, asustado de que la corte y la deslizo con cautela por los labios de arriba y abajo, mojándolos para luego esconderla con rapidez de nuevo dentro de la boca. Se salvó.

Mi pie se pone encima de la fruta sin aplastarla mientras que mi cabeza rígida en dirección cazadora - Claro que te acompaño al río – le dije – Sé dónde está – podía escucharlo con fuerza y no muy lejos de el estaban mis ropas, dos pájaros de un tiro. Echo a caminar a su lado mientras siento mi cabello ondearse con el viento, bailoteando en mi espalda y hombros – Cerca del arroyo está mi ropa, cerquísima – le aseguro para que me permita cogerla – Siento si mi pregunta te ha incomodado. Primero de todo tengo que confesarte que eres la primera No-licantropa que conozco.  Y da la mala casualidad que eres Cazadora y me quieres cazar..- suspiro sonoramente mientras voy dando grandes zancadas para mantenerme a su lado y no cansarme demasiado -  Nunca he luchado contra nadie, ni si quiera alguien de la manada. Es más no sabía que existíais hasta hace unos meses – se me escapa una sonrisa nerviosa y la miro – Yo tampoco he visto muchas tetas, ni partes bajas femeninas… pero puedo asegurarte que me gusta lo que veo – le confieso mirándola de arriba abajo. La chica no está nada mal y es preciosa, pero como puede serlo cualquier otra que no sea licantropa. Ellas siempre son un poco menos femeninas… O quizás sea un fetichismo que me ha nacido.

Para sorpresa de ambos pasamos por el árbol donde  están mis ropas antes de llegar al arroyo. Pensé que estaba más a la izquierda, pero no, ahí siguen. Me pongo el pantalón y la camiseta y hago un nudo en los cordones, colgándome los zapatos de una hebilla del pantalón. Muy pocas veces me verías con los pies calzados. Quizás siempre para nadar por cuidad, pero en el bosque siempre sin ellos. Tenía más agarre.

Llegamos casi poco después al arroyo, miré a la chica y agarré un trozo de mi camisa - ¿Quieres un poco de tela para limpiarte mejor? –le ofrecí. Al fin  y al cabo bajo la camisa llevaba otra camiseta – Si quieres te doy una manga, creo que si me quito las dos queda hasta bien – me miro las mangas. No me importaba ayudar a alguien que quería acabar con mi vida, pues hubiese sido yo mismo hasta el final.

El fruto se cayó torpemente de su mano cuando la punta de mi espada bastarda le rozó el cuello, golpeándole por casualidad en uno de sus pies descalzos. Me mordí el labio inferior con disimulo para no reírme ante esa cómica actuación que hacía todavía más sub realista ese inesperado encuentro al final de la jornada.

-Perfecto, iremos primero a por tu ropa para que puedas vestirte y disfrutar de  una muerte digna.- apunté comenzando a caminar hacia el arroyo, bajando la espada lo suficiente para que no corriese el riesgo de clavársela por error. El escarpado terreno me dificultaba en demasía mi avance sin sentir dolorosas punzadas en la herida que mantenía apretada con la mano. Los continuos movimientos que tenía que realizar para esquivar los matorrales y piedras del camino no ayudaban a que la herida dejase de sangrar.

Miré de reojo al lobo que caminaba a mi lado cuando mencionó de nuevo esa pregunta que tanto me había turbado hacía escasos minutos, observando con disimulo y curiosidad de nuevo ese cuerpo desnudo. Los únicos varones que había visto sin ropa eran los cazadores a los que había tenido que curar de alguna forma, y desde luego que no eran comparables al lobo que caminaba a mi lado. - ¿Cómo es posible que no hubieses conocido a ningún ser que no fuese un licantropo? ¿Has estado confinado en alguna prisión desde que naciste?- eso explicaría porque parecía que acabase de salir de un huevo. Sabía que la edad aparente de los licanos no era necesariamente la correcta, que acostumbraban a tener más años de los que aparentaban, así que me parecía inaudito que fuese la primera cazadora que veía.

Me detuve de golpe cuando continuó dando rienda suelta a esa lengua que parecía desconectada de su cerebro, elevando la espada de nuevo hacia su cuello cuando escuché un sin fin de barbaridades procedentes de sus carnosos labios.- Entonces es una lástima que vayas a morir sin haber disfrutado de los placeres de la vida que brindan las mujeres.- era consciente de como me había mirado, así cómo de la tonalidad bermellón que habían tomado mis mejillas. Ningún hombre me había hablado de esa forma tan osada y sentirme confusa no me gustaba en absoluto.

Continuamos andando hasta dar con el árbol donde se encontraba su ropa, donde suspiré aliviada cuando finalmente se vistió  por poder controlar mejor mi mirada que curiosa de vez en cuando se dirigía hacia él. A apenas unos metros se encontraba el dichoso arroyo donde me lavaría las heridas y restos de sangre.

-No me hace falta que rompas la camisa, he hecho esto más veces.- dije mientras colocaba la espada de nuevo en la vaina que estaba enganchada a mi cinturón, junto al resto de dagas que pendían de éste.- No te muevas de aquí, tengo mucha puntería con las dagas, así que no te servirá de nada tratar de escapar.- ordené dejándolo en la orilla tras descalzarme y quitarme el corsé con cuidado de no realizar movimientos bruscos, quedándome con una fina camisa blanca que llevaba cubierta de sangre y unas calzas de color negro.

Caminé unos pasos hacia el arroyo, sintiéndome observada por el lobo que apostaría a que se estaba replanteando como escapar de allí. Con esfuerzo y mucho dolor por el giro que tenía que realizar para desnudarme, conseguí sacar la camisa por la cabeza, sumergiéndola en las frías aguas e intentando frotarla para sacar algunas de las manchas que llevaba. Era consciente de que estaba desnuda de cintura para arriba de espaldas a un desconocido, pero también que llevaba cinco dagas en mi cinturón.

Cuando consideré que no podía limpiarla más, la dejé sobre un roca. Ahora venía la parte más complicada de todas, retirar la mano de esa herida que todavía sangraba y ver el destrozo que me había causado el lobo antes de morir. Un jadeo salió de mis labios cuando vi la profundidad de la herida y supe que no llegaría sola a mi hostal.

Miré a nuestro alrededor mientras caminábamos, no quería perderme ni un detalle que pudiese haber cometido mientras estaba convertido. Llevaba años intentando que es no me sucediese, pero debía de haber estado tan cansado que ni me enteré de que había pasado ni pude hacer nada para evitarlo. Menos mal que nunca me he despertado con sangre  y que jamás recuerdo que atrocidades cometo mientras estoy medio muerto. No podría convivir sabiéndolas – Mis padres... Era peor el remedio que la enfermedad – susurré con voz tristona – Creyeron que me protegían cuando lo que realmente han conseguido ha sido volverme más vulnerable y indefenso al no saber nada a la edad adulta – Metí mis manos en los bolsillos mientras caminábamos. Iba dando de vez en cuando alguna que otra patadilla a una piedra o una piña que había por ahí tirada sin ser recogida – Oye, que besar me he besado con mujeres  y hombres – le confesé viendo como a pesa de sus valientes palabras sus mejillas no dejaban de volverse rositas cada vez que sacábamos el tema – Si no he ido más allá es porque no era el momento o no eran las personas adecuadas – sí, así lo veía yo. Además los Licantropos cuando nos enamorábamos sabíamos que era real, que eran las personas acertadas.

Cuando llegamos al extremo del arroyo, asentí ante su amenaza tomando asiento en la orilla, mirándola. Deslicé mis dedos por la hierba de mi costado, acariciándola con la yema de mis dedos mientras que mis ojos estaban clavados en ella, observándola con la mirada perdida mientras pensaba en que iba a morir. Iba a morir antes alguien que cambiaba su actitud hacía mi constantemente y ahora mismo.... ¡ESTABA DESNUDA DELANTE MÍO!. Volví a la tierra sacudiendo mi cabeza. Sus pantalones negros se habían pegado a su trasero al estar mojados y se le marcaba todo y su espalda, totalmente inmaculada con las finas lineas de corsé marcadas en ella le indicaban que no sólo había sido un alivio quitárselo para limpiar la herida si no para dejar respirar aquella hermosa piel.

Apenas parpadeaba asustado por el encuentro. Ella estaba ahí desnuda, provocativa, con sus cabellos cayendo por los hombros, limpiando su herida como  una cervatillo herido. Y yo sentado en la hierba, observando como el lector con su novela favorita, sin poder ser protagonista mientras vivías todo en primera persona. Estaba disfrutando de cada uno de los detalles cuando gimió y mi saliva se volvió una piedra, entrando por mi garganta a duras penas -  ¿Qué? - le pregunté preocupado levantadome - ¿Estás bien? Te duele? Necesitas que te ayude? - me quité la camiseta y la camisa de golpe dejando mi torso desnudo dispuesto a entrar en el río a ayudarla. Ya se me había olvidado que estaba desnuda y  mi prioridad era mantenerla a salvo.

Comprendía perfectamente al lobo cuando decía que no había avanzado en una relación más allá de unos simples besos porque no había encontrado a la persona adecuada para entregarse en cuerpo y alma. Lo comprendía porque a mí me sucedía lo mismo, ni siquiera había besado a ningún hombre. De hecho, nunca me había fijado en ninguno como tal.
Negué confusa con la cabeza al recordar que él había dicho que había besado hombres y mujeres. Desconocía si eso sería algo habitual en licántropos, pero a mí me resultaba de lo más extraño. Si no era capaz de besar a un hombre, mucho menos a una mujer.

Ensimismada en mis pensamientos estaba tratando de buscar la mejor forma de lavar esa herida y taponarla de alguna forma hasta llegar al hostal, cuando noté su presencia repentina a mi lado. Creí morir de vergüenza cuando ya no era mi espalda desnuda lo que podía observar, sino mis pechos.
Respiré con rapidez con la intención de que la sangre volviese a mi cerebro y encontrar la mejor forma de salir de esa situación comprometida, pero el hecho de que mi pecho subiese y bajase de forma más rápida no ayudaba mucho en que su mirada se dirigiese a otra parte.

-Ya te he dicho que no es la primera vez que paso por esto, estoy bien.- mentí con tono cortante en la voz y con la esperanza de que volviese a la orilla para esperarme allí como le había ordenado. Necesitaba respirar con normalidad y así no podía.

Con rapidez coloqué mi brazo derecho sobre mi pecho para ocultarlo, mientras con la mano izquierda seguía tapando la herida. No parecía una cazadora muy peligrosa en esa postura en la que me estaba abrazando a mí misma, cuando me ofreció su ayuda en lo que me parecía un tono preocupado. Estaba de acuerdo con que sus padres no le habían hecho ningún favor manteniéndolo aislado en una urna de cristal, si no hubiese sido yo quien se hubiese topado con él, ahora mismo estaría más que muerto. ¿Quién se acerca así a un cazador y sale vivo para contarlo?

Tenía que hacerle saber que las tornas no habían cambiado, que yo era la cazadora y él se convertiría en mi trofeo de esa mañana. Pero o descubría una mano secreta que desconociese hasta ahora que empuñase el arma, o tenía que liberar una de las que tenía cubriéndome el cuerpo. Finalmente destapé la herida y saqué una daga del cinturón, colocándola frente a él y marcando así la distancia entre nosotros.

-¿Y cómo piensas ayudarme? ¿Curándome tu mismo la herida?- me ladeé para que viese de frente que era aquello que me convertía en alguien más voluble frente a sus ojos.- Me lo ha hecho alguien como tu hace unas horas. ¿Crees que confiaría mi vida en un lobo después de que otro me dejase este bonito regalo de despedida?- mis palabras salían incrédulas de mis labios, entre una mezcla de rabia, confusión y miedo. Entonces me di cuenta de su abdomen desnudo y levanté la ceja sorpendida.- ¿Por qué te has quitado la ropa?

Agarré el botón de mi pantalón después a soltarlo cuando me habló y desvié mi mirada. Mis buenas intenciones se vieran truncadas por sus palabras, provocando que mi cuerpo se relajara cayendo mis brazos a los costado de mi cuero. Mis buenas intenciones e idealismos nunca habían cambiado ante las palabras de nadie, pero ver a la cazadora tan asustada por mi presencia me estaba dejando bastante machacado. Quizás ella me veía de una manera que yo jamás me había visto. Feroz, salvaje y fuerte.

Apreté mis puños - Ya me has repetido varías veces que vas a matarme, y sigo aquí. Que menos que ahora seas tú quien confíe un poco en que si hubiese querido hacer lo mismo ya te hubiese amenazado - ella misma estaba actuando de una manera diferente ante mi, tratando de autoconvencerse de que esto acabaría en tragedia. Tanto repetir aquello había cread una pequeña esperanza en mi interior y quizás por eso me salía con más naturaleza brindarle un poco de ayuda.

Se había girado ante mi, dejando sus pechos al descubierto olvidando que aquello eran unos senos y dándome ver que era la parte de su cuerpo que estaba magullada y ya. Pero yo no pude evitar deleitarme de ellos, mirándolos. Eran perfecto, cabían en mis manos, redondos y altos. Las ganas de arroparlos con la mano me invadieron sorprendiéndome, tanto que sentí como mi entrepierna reaccionaba. Cogí aire y ella se tapó. No habrá notado nada y solamente necesito  unos segundo para serenarme.

Sacudo mi cabeza tirando hacía atrás el pelo que me cae por el rostro y suelto el botón de mi pantalón. Quedándome en ropa interior. Sabía que con aquello tapado estaría más cómoda y pese a que seguía un poco más grande que de normal, apenas notaría un bulto que creería que era mi ella ahí abajo y ya. Miré de nuevo sus ojos con seriedad- Porque voy a entrar - aclaré caminando hacía el agua. Estaba fría, y si para mi lo estaba ella tenía que estar sufriendo de dolor con el tiempo que llevaba allí con medio cuerpo sumergido - Olvídate de todo y confía en mi mientras estebamos en el agua - coloqué una mano en su espalda mientras que con la otra comenzaba a limpiar su herida, vertiendo el agua que recogía con la palma por su vientre. Cuando observé el arañazo me recorrió un escalofrío - ¿Donde vives?- sabía que debía de haber perdido mucha sangre y seguramente la adrenalina la estaba manteniendo de pie. En cuanto se relajase caería en mis brazos desmayada.

Mi mirada se dirigía involuntariamente hacia su cuerpo mientras se desnudaba y quedaba en calzoncillos. Era la caza de un lobo más extraña que había tenido en toda mi corta vida; de normal alguna amenaza por mi parte y un gruñido por la suya era todo el preámbulo antes de que nos enzarzásemos en una lucha donde nunca se sabía la suerte que correría cada uno.

Sin embargo con ese lobo todo había sido distinto desde el principio. Había sido incapaz de matarlo incluso antes de desenvainar la espada y amenazarle con ésta. No sabía el por qué, quizás porque hubiese aceptado que iba a  morir bajo mi mano sin ni siquiera luchar, o porque trató de ayudarme cuando me sintió herida; de una forma u otra había llegado el momento en que tanto él como yo nos habíamos dado cuenta de que, al menos aquella mañana, no moriría bajo mi espada. No discutí a sus palabras, esta vez tenía razón y contestarle sería absurdo.

Suspiré resignada conocedora de que mis amenazas poco efecto surtirían ya con ese lobo que se había encabezonado en meterse en el agua para ayudarme a pesar de mis negativas y protestas de que estaba bien. ¿Sería capaz de oler la mentira desde la orilla? Observé cada paso que daba hacia mí, mirando esa parte de su cuerpo que le ocultaba la única prenda de ropa que llevaba. Parecía menos abultada cuando estaba totalmente desnudo; quizás fuese porque al igual que el corsé los calzoncillo también la oprimían.

Sacudí la cabeza para alejar el camino que estaban tomando mis pensamientos y me centré de nuevo en él; en esos ojos claros que me miraban con una seguridad en sí mismo que no había visto antes. Vaya, era realmente atractivo para ser un lobo.

-No des ningún paso en falso lobo; sigo sin confiar en nadie.- murmuré cuando acercó sus manos a mi cuerpo, colocando una con cuidado en la espalda. Jadeé por el contraste de temperatura entre las frías aguas y el contacto de su cálida piel sobre la mía, desviando la vista hacia un lado con timidez por aquel acto de total entrega desinteresada. Algo debía esconder, nadie ayudaba así a quien tenía intención de cazarlo. Dejé que fuese él quien limpiase mi herida, bajando la mano que portaba la daga y apoyándola sobre el antebrazo de él que sujetaba mi cintura.- Que deje que me toques no implica que vaya a permitirte acompañarme a casa.- mis palabras sonaron más cortantes de lo que deseaba, pero el frío que comenzaba a amoratar mis labios me ponía de mal humor. Sentí como el cansancio iba haciendo mella en mí, como mis piernas empezaban a fallarme. Tenía que volver a casa antes de que fuese demasiado tarde o me vería completamente a la merced del lobo.

-Deberíamos salir del agua ya, puedes coger frío por mi culpa..- propuse haciéndole ver que a pesar del tiriteo que tenía en el cuerpo podía aguantar tanto como él. Busqué su mirada, no quería salir, ni despedirme de ese ejemplar que había puesto todas mis creencias patas arriba.- Maggie.- susurré mi nombre en un acto de fe ciega hacia él.

Me siento tranquilo. La seguridad me invade de nuevo al notarla a ella bajar sus defensas. Definitivamente nadie morirá hoy, al menos no en manos del otro. La sonrío mientras hablamos y río cuando dice que yo puedo coger frío. En un abrir y cerrar de ojos ahora es ella la que se preocupa por mi, y la ternura me golpea sintiendo más ganas aun de llevarla totalmente a salvo hasta su casa.

Con una mano sobre su espalda y la otra limpiándole la herida finalmente decido cogerla en brazos - No pesas, maggie, no comiences a pedirme que te baje - me adelanto mientras salimos del agua. Gracias a dios lleva sus pechos tapaos, si  no llega a ser así podría estar agarrándola con tres brazos en vez de con dos. Uno no es de piedra.

La dejo sobre la hierba y me quito la camisa, ofrenciendosela - Ponte esto, está seco - le digo, a fin de cuentas yo llevo una camiseta blanca debajo y pocas veces tengo frío. Si llevo ropa es por respeto y evitar situaciones incomodas - Yo soy Gauekko, siento haber esperado tanto a presentarme, soy un mal educado - sonrío y paso mi mano por  mi cabello - ¿Lista? Tu guías - digo cogiéndola de nuevo como si de una pluma se tratase - No tengo prisa, puedo cuidar de ti hasta que te sanes, solo dime que dirección he de tomar para ponerte a salvo - digo echando a caminar. Realmente no pesa nada y podía estar horas así, claro que... ¿Que tipo de imagen estaríamos dando? Por si acaso pongo todos mis sentidos alerta para evitar cruzarnos con nadie que quiera saber más de la cuenta. Soy demasiado protector en ese aspecto y puede salir de mi lo que maggie no ha conseguido sacar.

Sus manos seguían de una forma u otra puestas sobre mi piel, regalándome ese calor que solo los licántropos eran capaces de mantener incluso cuando las gélidas aguas del arroyo bañaban nuestros cuerpos. Continuó durante algunos minutos más limpiando con dedicación esa herida que tardaría en sanar; además de que para ello necesitaría puntos de sutura. Sentía como el cansancio me engullía por momentos, como por la pérdida de sangre empezaba a sentirme demasiado débil como para continuar por mi propio pie el camino hasta mi hostal.

Con un rápido movimiento me alzó en volandas ante mi expresión de sorpresa. Mi primer instinto fue protestar, rehusar su ayuda y alejarme de su cuerpo cuanto antes. Él era mi enemigo, mi presa hasta hacía unos minutos. Pero entonces sentí el calor de su pecho sobre mi costado, la determinación en sus palabras indicándome que no pensaba claudicar ante mi cabezonería. Esa mañana había perdido de antemano la batalla contra él, pues ya no me veía como una enemiga.

-Sé que no peso, pero bastaba con que me dijeses de salir. Tengo herido el costado, no las piernas.- guardé la daga en mi cinturón, usando la mano que se quedó libre para sujetarme en su hombro para ayudarle con mi sujección. No tardamos en alcanzar la orilla, donde me dejó con suavidad sobre la hierba.

Miré fijamente su camisa cuando me la ofreció para vestirme con ropa seca, ladeando la cabeza al sopesar si sería buena idea aceptar más la ayuda de ese lobo. Pero que diantres, ya la había aceptado de lleno cuando dejé que me lavase la herida.- También yo debería pedirte disculpas, aunque la verdad es que nunca me presento a mis víctimas antes de darles caza.- que ambos supiésemos nuestro nombre cambiaba bastante la situación; aunque volviese a encontrármelo por el bosque sería incapaz de matarlo, no después de todo lo que estaba haciendo por mí a pesar de mis amenazas.

Cogí la camisa de sus manos, dándome la vuelta para colorcármela. El simple movimiento de vestirme me resultaba dolorosamente punzante. Me venía un poco grande, sin embargo me gustaba ese gesto tan personal en el que te vestías con la prenda de otra persona. Me agaché con cuidado para colocarme las botas y coger el corsé que continuaba en el suelo, cuando lo escuché hablar de nuevo.- ¿Lista para qué?- no tardé en descubrir que su intención era continuar con esa de contradicción de salvar a la cazadora que le quería matar.- No creo que sea buena idea que permanezcamos demasiado tiempo juntos.- podía correr peligro, otros cazadores lo podrían ver conmigo e imaginar lo peor. Lo raro es que no quería que nuestros caminos se separasen todavía.- Tienes que salir del bosque por el norte, cerca de allí esta mi hostal.- contesté rodeando su cuello con mis manos para sujetarme a él, apoyando después la cabeza sobre su hombro.- Puedo caminar sola, no debes porque preocuparte. Otras veces he sobrevivido de heridas peores.- susurré cerrando los ojos y refugiándome en el calor de su cuerpo que traspasaba nuestras prendas.

Rodeé su cuerpo con mis brazos y la cogí en volandas. Mi camisa le quedaba enorme, y aun atada podía ver su escote, que me llamaba como un loco para que hundiese mi cabeza en el. Sacudí mis pensamientos mientas la pegaba más a mi, sintiendo su cuerpo pegado a mi pecho, y sus piernas mojadas sobre mi brazos. Sus manos rodearon mi cuello para sentirse más segura, aunque ni en broma se me caería. Sería una cagada enorme - Piensa que he sido muy bueno ocultando mi raza,  y aun crees que soy como tu, un simple humano con la temperatura corporal un poquito alta - bromeo echando a andar hacía el norte. Estaba comenzando a anochecer y aun así era capaz de orientarme. Sabiendo hacía donde sí y donde no podía ir. Pegué un poco más a mi el cuerpo de Maggie ya que la noche comenzaba  refrescar - Puedes llamarme Ekko, o Gau, o Gauekko, bueno, menos G. Que no me gusta, puedes llamarme como quieras, y lobito tampoco  me gusta - comencé sin callarme, odiaba cuando quería enseñar o explicar una idea y acababa haciéndome la picha un lío y dando mil vueltas a lo mismo.

Cuando llegamos a un camino asfaltado supe que estábamos cerca, y así fue cuando leí en la fachada de una vieja casita la palabra Hostal. Abrí la puerta valiendome de mi hombro y suspiré aliviado al no ver a nadie en recepción, pasando por el pasillo hasta la habitación de Maggie, donde abrí la puerta con su ayuda y la dejé sobre la cama.

La miré allí recostada y cogí aire  - ¿Sabes dar puntos? No se me da muy bien, tengo las manos enorme - dije mostrándoselas, negué con al cabeza mientras le pasaba una botella de alcohol y un paño para primero desinfectar la herida - Pero si hay que hacerlo, se hará- no me apetecía que llevase durante el resto de su vida una cicatriz fea por mi culpa en el vientre.

Me paré en seco y miré por la ventana anochecer la miré a ella y me aseguré de cerrar bien la puerta, bloqueándola con una silla. Me quité la camiseta algo mojada y la apoyé en la silla - ¿Te molesta verme así? - le pregunté. Ya que yo estaba muy acostumbrado tanto a ir descalzo y como a ir sin ropa.

Emprendimos nuestro camino de la forma más inaudita que se me hubiese ocurrido jamás; yo apoyada sobre el hombro de un licántropo al que quería dar muerte hacía apenas unas horas, y él salvando la vida de una cazadora que lo había amenazado tantas veces con matarlo que hasta había perdido la cuenta.

Este era uno de esos casos en los que no entiendes como has llegado hasta ese punto de no retorno, cuando sabes que a partir de entonces tu visión sobre el otro será distinta de la que tenías en un principio. Aunque durante unos largos minutos me había sentido tensa y en alerta en su presencia, ahora allí acurrucada junto a su cuerpo había encontrado una paz interior que desconocía.

Escuché cada una de sus palabras todavía con los ojos cerrados, discrepando en el hecho de que pensaba que era como un humano con algún rasgo diferente. Conocía de sobra la fuerza de esos seres, la rabia y la ira que los consumía durante la lucha. Si quisiese podría destrozarme de un solo zarpazo, cuando yo necesitaría de todas mis fuerzas para hacerle un rasguño siquiera. Sin embargo, era capaz de poner la mano en el fuego por él, asegurando que sería incapaz de hacerme daño.

-Me has quitado toda ilusión, pensaba llamarte lobito.- abrí un ojo para ver su reacción ante mi intento de molestarle. ¿Cómo era capaz de hablar tanto sin ahogarse?- A mí puedes llamarme Maggie, a secas. No es que me moleste que me llames de otra forma, es que simplemente te ignoraré.

Sonreí como una tonta al darme cuenta de como había cambiado todo, de como mis palabras habían pasado de ser afiladas como las dagas que guardaba en mi cinturón para transformarse en palabras divertidas con el fin de continuar bromeando con él. Sin duda sería la pérdida de sangre lo que me estaba empujando a comportarme así, ésta me nublaba el sentido de un forma confusa.

Poco después llegamos hasta el hostal donde me alojaba; su localización junto al bosque era inconfundible, así que no tuve que indicarle donde se tenía que dirigir. Suspiré aliviada cuando al entrar frente al mostrador de recepción no había nadie allí esperando, pues me iba a ser complicado explicar porque un hombre iba a acompañarme a la habitación cuando estaba a punto de anochecer.
-Es la habitación 17, en la primera planta.- susurré a su oído, intentando de que nuestra presencia pasase desapercibida. Llegamos a la habitación en menos de un minuto, y allí me dejó con cuidado sobre la cama. - No te preocupes, puedo coserme la herida yo sola. Y si no has visto ninguna cicatriz en mi cuerpo mientras me observabas, es que debo hacerlo bastante bien.- contesté con una sonrisa, poniéndome en pie para sacar del cajón de la mesilla de noche la aguja e hilo que precisaría para suturarme.

Abrí la cama, bajando la manta y la sábana, observando atenta cada uno de sus movimientos cuando nos atrincheró dentro de la habitación. Yo no esperaba visita, pero parecía que él sí. Me levanté su camisa hasta mitad del vientre, aguantándola con la barbilla para no mojarla mientras me desinfectaba la herida. Cogí el paño y la botella de alcohol que me tendió, echándome un buen chorro de ese líquido que escocía como el demonio sobre la herida, cubriendo después ésta con el paño limpio.-No me incomoda que te quedes así.- mentía, me ponía nerviosa verlo sin ropa, pero teniendo en cuenta que su camiseta estaba mojada y que la seca la llevaba yo puesta, no era plan de ponerse quisquillosa con nimiedades.- Si me haces el favor de abrir el armario, podrás encontrar ropa con la que me pueda cambiar, así podré devolverte la camisa y no pasarás frío.- ni yo me sonrojaré como una quinceañera.

Cuando se volvió hacia el armario, aproveché para quitarme los pantalones mojados dejándolos en el suelo y con toda la rapidez que pude me senté en la cama tapándome hasta la cintura con la manta.
Eché alcohol sobre la aguja después de enhebrarla, buscando su mirada sabiendo que estando él delante no podría gritar al coserme ni lanzar insultos al aire como acostumbraba hacer cuando la aguja traspasaba mi piel.- ¿Preparado?.- susurré más para mí que para él. Y lanzando un profundo suspiro empecé mi tarea pidiendo al cielo que no me desmayase por el dolor.

Los recuerdos me golpearon con fuerza, pese a decirle que no lo hiciera la palabra dolorosa salió de su boca, provocando el efecto que sabía que provocaría. Los niños en el colegio sabían de mi, sabían lo que era y sabían lo que hacían mis padres, porque todo se habla en un pueblo pequeño. Para colmo yo no crecí hasta los 18 cuando di el estirón que me a llevado a ser quien soy ahora fisicamente. Ellos me llamaban lobito con burla, y ahora que otro lo usara.. otro que era una hermosa mujer con mi camisa puesta, me molestaba.

Mi dolor duró más bien poco, ni si quiera llegué a apretar mis dientes porque su sonrisa hizo que yo también sonriese ante la broma, sintiendo que la siguiente vez que alguien se atreviese a llamarme así su voz y su sonrisa vendrán a mi recuerdo, y por fin la palabra tendría un significado diferente.

En el silencio del cuarto, mis pasos resonaban a medida que me movía ayudandole a acomodar las cosas. Preparamos la cama y acomodé su cuerpo, colocándole un cojín debajo de la espalda para mantenerla levemente erguida - Bien, entonces serás toda una experta - y menos mal. Con la botella en sus manos, y el hilo y la aguja en la mesilla, comenzó a curar la herida. Me giré  y cerré los ojos unos segundos, cogiendo aire. Odiaba con todas mis fuerzas el olor a sangre, y ahora ahí encerrados, mezclándose con el alcohol me comenzaba a marear - Sí, claro - me apresuré a hacerla caso, caminado hasta el armario. Busqué y rebusqué y saqué otro corsé y una camiseta blanca, unos pantalones y los dejé sobre una silla - Yo nunca tengo frío - le repetí, y cuando me giré vi que el ruido que hacía era para quitarse los pantalones y quedarse bajo la sábana ¿Desnuda? En ropa interior? Se le marcaría algo ahí abajo como a mi? Madre mía.

Me temblaron un poco las manos. Agarré otra silla y me senté a su lado - Estoy preparado, pero no te mueras aquí, no se como se lo explicaría a mis tíos, bueno, me inventaría una historia donde yo sería el puto amo, y tu una damisela en apuros a la que no pude salvar, algo así - digo comenzando a ponerme más nervioso viendo la herida supurar - joder, venga - digo mirándola  - preparados - suspiro lentamente, tiene que sobrevivir - Oye, tienes que sobrevivir para que te levantes y te vea desnuda entera, que tengo muchas ganas - me encogí de hombros - tu ya me has visto ami - añadí a mi favor - Veamos - agarré su mano suavemente, y la llevé hasta donde debía comenzar - Yo iré limpiado - mi voz sonó tan seria que yo mismo me sorprendí, pero la situación requería que todo esto fuese así - Toma - subí la pierna a la cama - Cada vez que no puedas más, arañarme, pellizcarme, o tirarme de los pelos de la pierna, y sabré cuanto te duele, sobre todo con eso último que es muerte - reí - eso es, vas bien, Maggie, continua - dije viéndola dar el primer punto, limpié y fuimos a por el segundo.

Sonreí agradecida cuando el lobo dejó mi ropa escogida por él mismo sobre una silla cercana a la cama, acercando otra a ésta para sentarse a mi lado. Parecía estar dispuesto a ayudarme a toda costa y cada gesto suyo me confundía cada vez más. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien se preocupó por mí de esa forma, incluso podría jurar que jamás hasta ese punto. Me habían enseñado a valerme por mí misma ante las adversidades, a sobrevivir y seguir luchando a pesar del dolor, a caer y levantarme de nuevo para seguir luchando. Pero ahora que estaba con él, no deseaba que las cosas fuesen de otra forma. Quería dejarme ayudar, sentirme arropada por su cálido abrazo y por una vez, dejar que alguien se ocupase de mí.

Recordé como horas antes había trepado a aquel árbol para darme ese fruto que según él me curaría, y una punzada me atravesó el pecho al rememorar como yo lo había rechazado. Sin embargo, él no se había rendido, seguía ahí, a mi lado, tratando de ayudarme a pesar de mis
recurrentes amenazas. Sentía una presión extraña en el pecho que no sabía lo que significaba, que me ahogaba al pensar que podía haberle hecho daño de alguna forma.

-Puedes estar tranquilo,no me voy a morir por esto, al menos no por la herida en sí. Si no se infecta, en unos días estaré bien. Aunque puedes contarle a tus tíos que rescataste a una damisela en apuros en el bosque y que gracias a ti salvó su vida de los depredadores que podrían haberla acechado.- no era mentira, con lo débil que me sentía en esos momentos sabía que no habría llegado por mi propio pie hasta el hostal, y solo por eso, ya estaría en deuda con él para siempre.

Reí por la forma de animarme en ese momento, solo a ese lobo se le hubiese pasado por la cabeza pedirme que sobreviviese para verme sin ropa. Negué con la cabeza sin poder borrar esa tonta sonrisa de mi cara.- Mucho más tendrá que pasar a parte de que sobreviva para que puedas verme desnuda.-sonreí divertida por su propuesta. Si cualquier otro me hubiese dicho semejante desfachatez, una daga estaría clavada ahora mismo en su entrepierna; pero con Gauekko me sentía más tolerante.

Habíamos liberado la tensión inicial para lo que vendría a continuación. Lo miré extrañada cuando subió su pierna para que descargase en ella mi dolor.-No hace falta, podré aguantarlo.- ¿por qué prestarse a compartir mi dolor de esa forma? Era incapaz de hacerle daño, incluso de esa forma tan liviana. Puse mi mano sobre su pierna durante unos segundos para agradecerle el gesto, y dejé que guiase ésta hasta el lugar por donde debería empezar a coserme.

Punto tras punto fui apretando los dientes para evitar gritar, desviando mi mirada cargada de dolor de la suya para no preocuparlo más de lo que ya estaba. Tras cada puntada en la que mi cuerpo se estremecía y rozaba los límites de la inconsciencia, sus manos volaban sobre mi cintura para limpiar la herida con suavidad. Si no fuese porque sabía que el dolor que sentía era real, hubiese pensado que me encontraba en un sueño donde un ángel me curaba las heridas.

Después de largos minutos que parecieron horas, terminé la sutura, y me recosté en la cama mareada.- ¿Estás bien?- me preocupaba que fuese a desmayarse allí mismo por la impresión. Debería lavarme un poco con agua limpia y ponerme la ropa que me había preparado, pero estaba tan exhausta que era incapaz de moverme en esos momentos.-¿Quieres comer algo? No estoy siendo muy buena anfitriona, lo siento.- cerré los ojos durante un minuto cuando me mareé de nuevo, esperando que continuase allí cuando los abriese y que no hubiese sido todo un sueño.

Una divertida sonrisa apareció en mi rostro mientras deslizaba el paño de la herida apartando la sangre que brotaba de el - Quizás mi tíos me dicen que debía de haber sido el depredador, aun no me ha quedado del todo claro cual es nuestra posición en al sociedad humana de hoy en día - le confesé, alzando mi mirada divertida hasta ella. Poco a poco fuimos dando cada punzada, parando de vez en cuando a que cogiese aire, y agradeciéndolo yo también. Ver tanta carne fresca y sangre me estaba poniendo realmente enfermo. No soportaba ver aquello y menos ver atravesar la carne tan pausadamente con la aguja e hilo, y cada vez que tensaba el fino hilo la piel se pegaba. Era realmente desagradable.

Apoyó su  mano unos segundo en mi pierna, sobre mi peluda pierna y sonreí. Era agradable sentir el roce de alguien sobre tu cuerpo. Y nunca nadie antes me había tocado así, quizás como un colegueo, en plan "Ekko vamos a echar uno chutes" y me tocaban el hombro, pero no así.

Cuando acabamos me levanté - Sí, tranquila - dije cogiendo el paño, hilo, agua y todo lo que habíamos usado para suturar. Lo llevé al pequeño lavabo  y lo dejé ahí. Me miré en el borroso espejo, estaba más pálido de lo normal. Esbocé una forzada sonrisa para tratar de recuperarme y cuando me giré vi que ella estaba inconsciente sobre la cama. Sin pode responderle a que me moría de hambre abrí la ventana y dejé que el viento zarandease mi cabello, espabilandome. Cerré los ojos y olisqueé el viento, había una panadería cerca.

Metí la cabeza en el cuarto y la acomodé mejor, colocando su cuerpo totalmente tumbado, y la arropé. Después volví a la ventana y coloqué un pie en el alfeizar, saltando fuera de la habitación.  Caminé por las estrechas calles hasta dar con la panadería, donde me dejé los pocos francos que llevaba en coger bastantes bollos y pan.

Volví en un tris al cuarto, justo cuando ella parecía despertar - El desayuno - canturreé cerrando la ventana y ofreciéndole un bollo. Me metí yo otro en la boca.

Fingí una sonrisa cuando volví a poner los pies en el suelo, cuando con sus palabras referentes a sus tíos me di cuenta de que ninguno de los dos estábamos actuando como se esperaba de nosotros. Él, un lobo que debería haberme atacado para librar a los suyos de una cazadora a la que no le temblaba el pulso cuando tenía que darles muerte; y yo, una cazadora que había crecido como tal y que jamás había dudado con quienes eran sus enemigos, hasta ahora.

-Si mi padre levantase la cabeza tampoco entendería porque me comporto así contigo.- susurré pensando que si Gauekko hubiese crecido como cualquier licantropo, ahora mismo estaría muerta. Y no solo eso, sino que si no hubiese sido yo con quien se hubiese encontrado, él también podría haber corrido la misma suerte. De nuevo esa presión en mi pecho que me desconcertaba.- Tienes que prometerme una cosa, cuando vuelvas a encontrarte con un cazador, por muy moribundo que esté, huye. Corre todo lo rápido que puedas sin mirar atrás. Los cazadores no nos apiadamos de un enemigo aunque quiera ayudarnos, o eso solía pasarme a mí hasta hoy.- desvié mi mirada hacia un lado. Me preocupaba que cuando nuestros caminos se separasen de nuevo algún cazador lo encontrase y su suerte acabase ahí.

No sé cuanto tiempo mantuve los ojos cerrados, ni siquiera si fueron minutos u horas, solo esperaba que él continuase allí cuando despertase. Pude sentir sus manos arropando mi cuerpo durante unos minutos, sus pasos resonando en la habitación mientras la recorría, y de pronto se hizo el silencio más absoluto. Se había ido y una parte de mí se había ido con él. Quise llamarle, decirle que esperase a que nos conociésemos un poco más, pero no conseguí abrir los ojos ni que una palabra saliese de mi garganta.

Parecía como si el frío de la noche se colase por alguna rendija de la habitación, provocándome un escalofrío que me despertó. Tardé en abrir los párpados varios segundos, pero cuando lo conseguí me llevé la mayor sorpresa que podía imaginar. Allí estaba el lobo, cerrando la ventana y con una bolsa en su mano. Sonreí de pura felicidad al ver que había vuelto, que solo había salido a por algo para comer.

-Necesito que te gires un momento para vestirme, no tardaré. - le propuse nerviosa al recordar que seguía desnuda de cintura para abajo tapada por las mantas, cogiendo  después el bollo que me había tendido como desayuno. Llevaba su camiseta puesta, pero con la humedad y el frío que hacía fuera debía tenerla todavía mojada; al final se pondría enfermo por mi culpa y aunque me gustaba llevar su ropa debía devolvérsela.

Me levanté despacio sujetándome la herida con la mano cuando me concedió esos minutos de intimidad, acercándome a la silla donde había dispuesto mi ropa, y comencé a vestirme todo lo rápido que pude teniendo en cuenta que no quería que se me saltasen los puntos. Dejé el corsé sobre la silla, colocándome solo la camisa blanca que no me oprimiría tanto como lo otro.
Aspiré por última vez su olor de su ropa, acercándome a su espalda y colocando mi mano sobre su hombro al devolvérsela.- Gracias por todo, Gauekko. Sin ti no estaría viva.- susurré sin ser capaz de mirarle a los ojos mientras se lo decía.-¿Estás seguro de que eres un lobo y no un ángel?

Volví hasta la cama donde me recosté de nuevo, dejando un hueco para él. Lo miré con una sonrisa agradecida cuando se volvió hacia mí de nuevo.- Siéntate si quieres y desayunamos; debes estar cansado si no has dormido nada.- miré el sitio que le había dejado a mi lado, y de nuevo a él. Si de algo estaba segura, es que con el lobo estaría a salvo. Tomé el bollo que me había dado y que descansaba sobre mi mesilla de noche y le di un buen bocado. Estaba hambrienta.

Cerré la ventana y sonreí a Maggie, que estaba muy graciosa con esos pelos alborotados y esos ojitos pequeñitos y rojos por haberse despertado de un descanso más que merecido. Me hacía gracia ver a la gente despertarse, era cuando más vulnerable y transparente se era. Aun que había muchas mujeres que dormía con sus pinturas puesta en sus rostros...

Me puse de espaldas asintiendo con la cabeza cuando me pidió intimidad. Me quedé mirando al armario cuando recordé que tenía un pequeño espejo, diminuto, pegado en la puerta. Pero la puerta estaba abierta y el espejo escondido. Me puse a silbar divertido, y agarré la puerta con la punta de mi pie, moviendola como quien juega con una ramita. Desgraciadamente apenas pude percibir nada al otro lado. Su desnudez quedaba borrosa por la pésima calidad el espejo.

Me senté en la cama a su lado cuando terminó y comí un bollo con la sonrisa enorme aun dibujada en mi rostro. El bollo, una chica bonita, y unas palabras que te arropaban hasta en la noche más fría - ¿Existen los ángeles? - le pregunté ya curioso. No me fiaba NADA, absolutamente NADA, de nada. Quizás como los cambia formas, y los inquisidores, que creían fielmente cada historia de la biblia, existían también los ángeles y demonios - Creo que solo soy un lobo - le dije encogiéndome de hombros, preocupado por decepcionarla.

Disfruté del encuentro hasta que el sol pegó en mi rostro deslumbrandome. Me levanté por la incomodidad de no poder enfocar su rostro si quiera. Al levantarme me llevé la silla por delante - Uy, perdón - dije colocandola de nuevo en su sitio - Es hora de que me vaya, ¿estarás bien sola? Descansa y seguro que en dos días te veo recogiendo florecillas por el bosque - sonreí - prometo no volver a liarla, y que si tengo que encontrarme con otro desguaza lobos, sea otra vez contigo - me agaché para besar su frente y caminé hasta la ventana  - Cuídate, Maggie la caza lobos - bromeé guiñándole un ojo antes de saltar por la ventana y salir corriendo hacía el bosque, convertido en lobo.

Ladeé la cabeza ligeramente para observar bien al lobo que se sentaba a mi lado en esa cama en la hasta ahora solo yo había descansado. Desconocía en que momento había dejado de sentirme alerta y tensa ante su presencia y lo había cambiado por querer compartir con él ese desayuno que había tenido el detalle de adquirir mientras yo estaba dormida. No dejaba de sorprenderme con cada gesto que tenía hacía mí; su ayuda prestada en el bosque, llevarme hasta el hostal en brazos y cuidarme mientras me curaba.

Ese lobo era único, y no solo en su especie, pues no era muy normal que alguien a quien no conocías se tomase tantas molestias por agradar a otro. Empezaba a dudar si sus padres lo habían perjudicado o hecho un favor al mantenerlo al margen de una sociedad en la que casi todos acabábamos convirtiéndonos en personas egoístas.

Sonreí con dulzura cuando trato de responder a mi pregunta, esa que había lanzado al aire con la intención de hacerle ver lo que esa mañana había significado para mí encontrarlo en el bosque. - No sé si existen los ángeles, pero si existiesen estoy segura que tú serías uno de ellos.- mordí el labio inferior, cogiendo pequeños pellizcos del bollo que todavía tenía en la mano, para comérmelos poco a poco. Dudaba que incluso los ángeles fuesen tan maravillosos como él.- No eres solo un lobo, Ekko. Eres el único lobo al que me alegro de no haber dado caza; un hombre tan diferente de lo que normalmente se ve por el mundo, que merece la pena conocer.

Estuvimos hablando por un largo rato, recostados sobre la cama y compartiendo experiencias. Era como si nos conociésemos desde hacía más tiempo y que el encuentro de esa mañana no fuese otro que el resurgimiento de nuestra amistad.
Lo miré confusa cuando se levantó de la cama con la intención de marcharse. No quería que se fuese, no quería volver a quedarme sola; pero sabía que era lo mejor. Nuestros caminos debían separarse, había sido consciente de ello desde que me cogió en brazos en el bosque, pero pensar que el momento había llegado me llenaba de desasosiego.

-Estaré bien, no te preocupes. Estoy más que acostumbrada a estar sola.- respondí intentando que no notase el tono de lástima en mi voz. Nunca había echado en falta a nadie, me había hecho a llevar una vida solitaria, hasta que ese desconcertante lobo había aparecido en mi vida para ponerla patas arriba.- No me veo cogiendo florecillas, la verdad, pero de seguro que en unas semanas vuelvo a los bosques a cazar.- Y no solo a cazar, pensé. Albergaba la esperanza de volver a encontrarlo. Negué con la cabeza sonriendo un poco preocupada.- Mejor que no te encuentres con ningún cazador por si acaso, haz lo posible por mantenerte a salvo, por favor. Evita los bosques en luna llena que es cuando salimos a cazar lobos, no vayas por los caminos principales que atraviesan el bosque y no te enfrentes a ningún cazador. - la razón de porqué me preocupaba tanto que le ocurriese alguna desgracia la desconocía, pero había pasado de preocuparme solo por mí a preocuparme también por él. La próxima luna lo buscaría en los bosques, pero no para matarlo, sino para protegerlo de los demás cazadores. Cerré los ojos cuando me besó la frente antes de marcharse por la ventana.- Ten mucho cuidado, lobito.- susurré cuando lo vi desaparecer para siempre, sintiéndome vacía de pronto.
Me levanté para cerrar la ventana por la que se acababa de marchar el único ser al que había permitido ayudarme, y tras un largo suspiró volví a la cama donde me acurruqué cerrando los ojos, esperando rememorar en sueños cada minuto que había pasado con él.