Un lugar tranquilo

Iba dando un agradable paseo entre los centenarios arboles de aquel viejo bosque, rozando con mi mano sus agrietadas cortezas cuando pasaba a su lado. Veia como los pocos rayos de luz que conseguian pasar los obstaculos que les imponian las hojas llegaban al suelo, lleno de hojas secas, y a mi rostro, era un lugar muy hermoso.

Observe un arbol con las ramas bajas, eso me trajo muchos recuerdos de infancia. De repente me entraron terribles ganas de volver a subirme a los arboles, asi que mire a hacia todos lados de mi alrededor, me habia adentrado bastante en el bosque y casi nadie pasaba por ese lugar, asi que me quite la capa dejandola colgada sobre una rama cercana, me mire la camisa, no podia mancharla o romperla asi que tambien me la quite quedandome en la camisa interior y la deje bien doblada junto a la capa. Me acerque al arbol, lo mire unos instantes, sonrei infantilmente mientras me frotaba las manos y comenze a subir.

Era extraño, la cortesana tenia una tarde libre, y eso era demasiado extraño. Quizás el presagio de que algo mas iba a ocurrir. De que esa tarde no sería como tantas otras. ¿Pero que podía ocurrir de diferente? Nada...Todos los días eran una incesante monotonía, todos los días eran exactamente iguales, cambiando solo los hombres que acudían a su lecho para satisfacer sus viriles necesidades. Decidió dejar su lugar de trabajo, esa pequeña cárcel suya que tanto detestaba, para salir a tomar un poco de aire. Esa tarde hacía frío, por lo que se abrazaba con los brazos en un inútil intento de mantener el calor corporal. Se dejó llevar por su inconciente, arrastrando los pies como si tuviesen vida propia. Volviéndose una hoja más, que el constante viento movía a su merced.

El bosque. ¿Cómo había llegado hasta ese lugar? ¿Era acaso obra del destino? No..Este no podía ser tan cruel, no más de lo que ya había sido. Observó los árboles a su alrededor, altos..Tanto que daba vértigo mirar hacia arriba, y de pronto comprendió lo insignificante que era ella y todas sus penas, comparadas con el mundo que la rodeaba. No era nadie, solo un estupido fantasma que no hacia mas que recordar. Recordar, por ejemplo, que no muy lejos del lugar donde se encontraba ahora mismo, y una tarde muy parecida a esa, su esposo e hijo habían decidido pasar el día allí. De pronto, se vio envuelta en un sinfín de palabras distantes, y recuerdos demasiado vividos. Su pequeño niño, observaba con admiración un conejo blanco que reposaba sobre el césped. Su esposo, que dormía en sus piernas, y ella que acariciaba su negra cabellera. Esos habían sido días felices. Si existía un cielo, era ese. Pero ahora habitaba el infierno, y el solitario bosque, frío y marchito, no hizo mas que recordarle lo desdichada y maldita que era.

Condenada..Si. Para toda la eternidad. La vida caprichosa la había marcado con un destino de muerte, y pronto la parca vendría a buscarla. Ya casi no guardaba esperanzas en su venganza. No tenia las fuerzas suficientes..No era nadie. Un suspiro se despidió de sus níveos labios, fundiéndose con el viento. Seguía caminando, mientras su ser se caía a pedazos por todos los recuerdos que iban apareciendo en su mente. Se dejó apoyar contra la corteza de un árbol. Achicándose a cada momento que pasaba. Su mirada pasaba por todo y por nada la vez. Miraba sin ver, respiraba sin respirar y vivía sin vivir. De pronto, algo curioso pareció notar. Unas prendas demasiado bien cuidadas yacían colgadas de las ramas de un árbol cercano. No parecían que llevaban demasiado tiempo allí. Había alguien mas en la cercanía. Acaso era él?..¿El monstruo que la perseguía? ¿O solo su mente que disfrutaba de hacerla ver cosas que en realidad no existían? Un escalofrío cruzó su espalda, mas su rostro no sufrió modificación alguna. Reposaba implacable, seria y distante, buscando con la vista el intruso en aquel bosque.