Los muertos si caminan || Privado

La noche adornaba el hermoso lugar donde se encontraba en ese momento, el cementerio siempre le había parecido el lugar mas hermoso, era una lástima que su madre no se encontraba enterrada en ese lugar o podría conversar con ella cada vez que lo visitaba. La gente del pueblo siempre le advertía que no se encaminara a esos lugares y menos de noche que era cuando aparecían las bestias místicas de sus cuentos de terror, todo aquello, a ella, le tenía sin cuidado "ver para creer" era lo que siempre les repetía antes de marcharse del resguardo de las luces de los favores para adentrarse a la oscuridad y al silencio perpetuo del cementerio.

Sentada en una de las gloriosas lápidas de gente que, en su tiempo, derrochaba dinero y encanto se encontraba mas concentrada de lo normal y es que el dinero no era cosa de juegos ni en esta vida ni en la otra por lo que se imaginaba, era cosa de mirar a su alrededor y llenarse de la gloriosa arquitectura, la delicadeza de la letra que centraba los nombres de los difuntos, las hermosas y aromáticas flores que adornaban cada rincón para darse cuenta que incluso esos muertos vivían mejor que muchos vivientes incluyéndola a ella.

- 10, son 10 gloriosas monedas de oro - se regocijó guardándolos inmediatamente en lo que parecía un bolsillo oculto en su vestido,confeccionado hace años por ella misma por prevención, decían por ahí que ladrón que roba a ladrón...

Comenzó a caminar tranquilamente entre los diferentes recovecos sin miedo preocupaciones ni rumbo determinado, aquel lugar le resultaba perfecto para ello hasta que un ritmo bastante copioso se le vino a la cabeza y sin pensarlo comenzó a tararear mientras danzaba a su propio ritmo, a cada nuevo sonido el ritmo aumentaba y sus movimientos también llevándola a girar sin control aparente con una clara sonrisa en su rostro, los brazos extendidos y los ojos cerrados disfrutando del viento que recorría el sector, paró antes de marearse y una carcajada loca salió de sus labios azules por el frió. Se dejó caer en una de las tantas tumbas

- verá usted señor - se acercó a mirar el nombre - Shu... Shu... - no logró leer el resto - señor!!! cuanto debe de haber sufrido usted por ese apellido, podría haber tenido uno mas simple y pronunciable, pobre de usted - negó con la cabeza aún con una sonrisa en su rostro - se preguntará porque me río y es que, en estos momento, estoy mejor que usted. Puede usted haber tenido una gloriosa vida pero su muerte es putrefacta y solo sirve para comida de gusanos...no es eso irónico??!!! - sentenció dejando caer todo su cuerpo dando la impresión de estar acostada al lado de aquella tumba. Cerro los ojos dando un gran suspiro

No soy de los que trabajan en equipo. No me dedico a cazar liebres en compañía de un puñado de hombres que necesitan distraerse los Sábados y de alguna manera, perder de vista a sus escandalosas esposas. Odio que me den órdenes, seguir patrones, tener que moderar mi comportamiento. Nací americano y moriré siendo americano. Un vaquero solitario que no se acobarda al darse la vuelta y enseñarle su precioso trasero al contrincante. Un boxeador a puño descubierto que ha tumbado a millares de individuos a sus pies, convirtiéndolos en auténticos perdedores. Un convicto para la guardia y un héroe para la ciudadanía, que ha pasado largas noches en habitáculos de diez metros cuadrados compartiendo celda con lo peor del barrio y ha recostado su cuerpo doliente sobre el hedor pútrido de las prisiones, se ha colgado de las rejas que lo apresaban, de los glaciales barrotes gritando su ansiada salvación como única rebeldía para después salir por la puerta grande y buscar a la muerte. Un tipo duro ¿de acuerdo? Un cazador nato. Pregunta: “¿Qué cojones hacía yo en un edificio llamado La Funeraria?” En el fondo tenía sentido. YEAH! Pero aún siendo un hecho natural, no encontré coherencia.

Recibí una carta. El señor Maxwell, “Bill para los amigos...” requería de mis servicios. “Nada nuevo.” En realidad no le conocía. Al principió pensé que le debía un favor. “Un problema.” “Porque no acostumbro a devolver favores aunque me oigas jurar que lo haré por mis ancestros. Mi promesa no vale una mierda ¿entiendes?” “Y a estas alturas de la charla, creo que lo sabe todo el mundo.” Pero mi compañero de equipo, Nastas, un nativo de la tierra Americana, leyó la carta por mí y me dijo que no perdía nada yendo. Lo discutimos. Él consideró que el asunto era importante. Yo consideré que no. Como mis excusas no se sostenían bajo un fundamento pese a mis continuas explicaciones que no llegaron a ninguna parte, si me apuras a demostrarle mi nivel de escaqueo... "cuantioso ¿eh?" ...al final asentí cansadamente dándole la razón porque el nativo vio algo en mí, algo diferente. Pensó que el vaquero solitario, había madurado. La realidad era esta: La última vez que trabajé para alguien fue un completo desastre. Mi labor era secuestrar a una neófita y entregársela sana y salva al tipo que por entonces era mi jefe, el juez Corso. Sin embargo y contra todo pronóstico, terminé metido en un lío tremendo, enamorándome perdidamente de aquella neófita que salvé en más de una ocasión, traicionando la confianza del juez pese a que se comprometió a eliminar todo rastro de indecencia de mi expediente delictivo y además me pasé por la piedra a su ayudante y cruzó por mi mente la idea de hacerlo sobre la mesa del despacho de Corso, aunque finalmente no lo llevé a cabo. “Maduro ¿eh?” ¡De cojones! “Estaba seguro de que no era el único cazador con más de un problema.” Algo en nuestras cabezas debía de andar mal para dedicarnos a tareas de esta índole y después terminar desgraciadamente peor a como empezamos.

Con una sonrisa felina de las que tanto me gustaba esbozar, mi mano derecha se situó en mi frente bajando lentamente hasta mi vientre, volviendo en su ascenso sobre mi hombro izquierdo, posándose luego al derecho, culminando en mis labios dibujando con el dedo índice y pulgar una cruz pequeña que besé con suavidad al tiempo que pronunciaba e invocaba a la Santísima Trinidad — In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti… - ni devoción ni fe encontrarán en mis palabras, más que la absurda necesidad de repetirlas a cada visita de ésta catedral aunque pues no era yo un fiel creyente ni devoto de Dios, son cosas que no se olvidan, y el cuerpo y la mente repiten cuando la ocasión se presenta, pero no venía yo a orar, ni a visitar a los santos de piedra. Quería algo más. Hoy iba a jugar, y sería muy divertido. Justo debajo del sagrario se hallaba aquél párroco temblando, rezando, besando su rosario como si aquello le ofreciera cobijo y protección, llamando a todos los Ángeles y a los Santos que vinieran en su auxilio, casi siento lástima de su estupidez. Tras escalar los pocos peldaños que nos separaban, frente a él me situé; acuclillándome a su altura con las manos enguantadas sobre mis rodillas, sonriendo cual niño pequeño que obtiene su regalo anhelado, así quería tenerlo yo delante de mí: temblando, llorando y suplicando por su vida ¿Qué no sabe que a mi presa elegida jamás la dejo ir? — Shhh. – su mejilla acaricié con el dorso de mis dedos, y es que es tan joven, seguro no supera la treintena. — Será rápido, lo prometo…

— Por… Por favor… Os lo suplico…

— No dolerá. No mucho. A mí nunca me duele… - y reí suavemente tomando su mano, él como un cordero obediente se dejó llevar y el rosario dejó caer sobre las lozas del piso. Los bancos de la iglesia eran demasiado angostos para los dos, el suelo era mejor y allí lo recosté, en mitad del pasillo por donde antes había corrido intentando huir de mí.

Un día nublado, sin lluvia, pero triste y gris. Las embarcaciones resonaban balanceantes sobre la superficie del agua, el puerto se había despejado de trabajadores y cortesanas hace apenas un par de horas, habían cerrado vallas y cercas, pero eso no impedía la entrada a gente que sabía cómo apañarselas para saltarselas. Y eso es lo que habia hecho, mientras caminaba con las manos metidas en unos estrechos pantalones, que había detestado llevar, pero que era lo único a lo que llegaba a comprar. Sus ojos relejados con el resplandor de la luna, se fijaba aquella noche chocaba amenazante contra el dique del puerto que intentaba impedir que traspasara y sacudir los barcos.

Identificó cada barco, algunos relucían amenazantes sobre las velas de otros, la brisa chocaba ligeramente contra la piel de su rostro, y a causa de ello, entrecerraba los ojos. Se cansó de caminar por entre las tablas de los embarcaderos, a si que se apartó hacia la pequeña costa que había, rodeada de rocas, y donde las olas rompían más tranquilas que en los demás sitios. Caminó sin prisa hacia allí, y cuando llegó, dio los pasos cautelosamente entre las piedras para elegir una cómoda y lisa. Lo cual era difícil, la erosión había hecho que fueran irregulares, y generalmente incómodas. Cuando ya la tuvo elegida, se sentó cuidadosamente y manteniendo las piernas dobladas y apoyando sus brazos sobre ellas, a la vez que apoyaba la cabeza sobre los mismos brazos.

Aquellas historias eran cosas medio olvidadas, cuestiones de infantes. Pobres niños… No teníamos más remedio que creernos esas metáforas para asumir que el mundo no era un lugar tan horrible como se nos presentaba. Mentiras y más mentiras. La hipocresía que nos rodeaba era tan enfermiza y difícil de no ver, que a veces me hacia repudiar el sentido de la propia vida. Y no era un fervor seguidor de la Madre Iglesia, además, de que seguramente ocupaba uno de los primeros puestos en la lista de pecadores, pero seguía manteniendo mi pequeña fe como un lazo de humanidad, de debilidad. Puesto que la desesperación conlleva a la locura y la locura te atrapa y te transforma en un demonio. ¿Tiene esa idea relación con vos? No, no. No estoy desesperado, sólo… ¿Por qué hemos salido hoy de casa? Teníais una cita con Darwin. Sí, el joven Darwin y sus dibujos… ¿Y ese encargo? ¿Cuál? El dibujo que le habéis encargado que os haga sobre la planta del museo. Ah… Una herramienta más. ¿Para ese “otro” encargo? Así es. Y por suerte, me alegro de que aun no lo tenga listo. Sí, lo hubiésemos perdido ipso facto, Lex. Obviamente y eso… ¿Eso? … ¿Lex? Decidme que no estoy soñando. ¿Qué? Decidme que no estoy sufriendo una alucinación, compañero. ¿De qué estáis hablando? Decidme que no he perdido la razón y que lo que mis ojos ven es real… ¿Cómo?

-Selis...

Oh, no… ¿La habéis visto? Nos hemos cruzado y… No, Lex. ¿Cómo que no? Si hasta aun puedo sentir el azote directo de su fragancia. Lex… Hay que volver a casa. Ni hablar, no voy a dejarla marchar. ¿Vais a osar enfrentaros a ella? Quiero verla, quiero el tono de su voz me haga temblar, vagar en su esencia ahora que tengo oportunidad. Por favor… Lex, ¿no habéis estado demasiado aislado por todo lo ocurrido? Si os doy el permiso que me imploráis, ¿quién o qué me asegura que no habrá recaída en vos? No me importa.

Enfadada... Así me sentía mientras caminaba por la principal calle del distrito comercial de vuelta de la oficina de la empresa de mi padre. En un momento de inconsciencia por mi parte se me había ocurrido responderle de mala manera durante la cena del día anterior y, a modo de castigo, me había obligado a ir a ayudarle en su aburrido trabajo haciendo de secretaria. Odiaba que mi padre me tratase de esa forma y, aún más, que mi madre no me defendiese, pero al parecer yo era el último mono en mi casa.

Me había tenido toda la tarde tomando notas, llevando recados y copiando informes. Ni un segundo de respiro me había dado! Y ahora, no conforme con eso, antes de irnos me había dicho que él iba a tomar unas copas con unos clientes y me tocaba volver sola a casa. Había estado a punto de montarle una escena y coger una de mis típicas rabietas, pero había logrado contenerme y ahora iba farfullando y maldiciendo interiormente mientras esquivaba a la gente... o más bien, intentaba hacerlo. Pese a todos mis cuidados, mi hombro chocó con el de alguien que caminaba de forma enérgica en dirección contraria haciendo que me trastabillase.
- ¡Maldición! -farfullé.

No acabé en el suelo de milagro. El tipo que había chocado contra mí ni se detuvo, ni miró atrás, ni murmuró una disculpa si quiera, simplemente se limitó a seguir caminando a la misma velocidad. Había faltado poco para que me cayese pero por suerte pude continuar mi camino, eso sí, con el hombro ligeramente dolorido por el impacto

Noches como estas son pocas y más si se ven envueltas en la compañía de alguna persona interesante, alguien que despierte ese deseo profundo de nuestros seres y nos lleve a perdernos infinitamente, quizás solo son deseos vagos y efímeros pero ahí estaba la creación divina de dios o el demonio -Madame, he de deciros que ha sido un placer luchar a vuestro lado – declaró repentinamente la vampira, y procedió a realizar una exagerada reverencia, propia de una cría emocionada. -Y que pronto iré a visitaros al restaurante - ¿Restaurante? Nada de todo este desastre cuadraba con un restaurante. Excepto la carne y los cuchillos. Iluminada por alguna clase de respuesta bizarra, la daga que sujetaba en mi diestra se hizo notar. ¿Acaso esa loca pensaba que iba a ponerme a filetear los cadáveres? “Pues eso parece” Qué chiflada. -Yo soy costurera, madame. Pero los alfileres no me dan miedo – Entonces no sé de qué se queja de las agujas… -¿Veis? –Antes de que pudiera darme cuenta de que había sacado un alfiler de su ropa, comenzó a clavárselo varias veces en uno de sus brazos. Unas diminutas gotitas de sangre brotaron de su piel traslúcida. No era la primera vez que veía a un inmortal infringiéndose daño a sí mismo, “Les gusta lucirse con eso, pues…” así que no fue ninguna sorpresa para mí. Con esa cara de maníaca que tiene la vampira, me espero todo de ella.

Cada peculiaridad del cuadro, expresaba un contenido simbólico, el mismo San Jerónimo era la representación de un gran hombre, que para el propio Durero. Admiró cada detalle del cuadro, cada símbolo y cada punto que en éste se encontraba, pero la verdadera razón por la que se encontraba en ese lugar, es porque había oído hablar de los movimientos extraños alrededor del cuadro. Según un vigilante, una noche, los cuadros que colgaban en esa larga pared, habían temblado y quedado torcidos, hasta el punto de afear la posición propia de todos, menos ése frente al cual se encontraba. San Jerónimo en su gabinete. Una obra perteneciente a Durero, como ya se había mencionado, y el cual era el único que permanecía tal cual, sin ápices de parecer torcido, como el resto de los cuadros. Podría ser suposiciones del guardia, o que el cuadro estaba bien sujeto y no recibía las compensaciones que accedían a los demás, pero eso sería encontrar una respuesta fácil a lo que él buscaba, por tanto, siguió escudriñando cada detalle que le dijera el por qué sucedían esos extraños movimientos y por qué ese cuadro en particular, quedaba siempre tan bien puesto, en contraposición a los demás. Un fantasma podía crear esos movimientos, pero el misterio a resolver sería el por qué, y quien era ese fantasma, porque para ser el propio Durero, llegaba con unos cuantos siglos de retraso, para reclamar su obra.

Analicé sus movimientos, no solo era atrevida, sino temeraria… Sin duda había algún secreto trasfondo que le daba esa seguridad, ¿sería alguna especie de magia? Había algo que no podía ignorar: definitivamente no le temía a la sangre ni a la muerte, qué mal para mí y al mismo tiempo qué interesante.
Podía percibir fuerzas oscuras, íntimas y poderosas, que surcaban el aire a nuestro alrededor y me hacían dudar de acercarme aún más a la mujer, pero el sabor de la sangre es aún más intenso cuando está condimentado con peligro.
Chasqueé la lengua y sonreí mostrando mis colmillos sutilmente _Yo creo que estás preciosa, el rojo te sienta bien… Además, es mi color favorito _ agregué cínicamente, me aproximé unos pasos de manera cadente y cuidadosa para observarla mejor y para sentir la deliciosa fragancia que despedía, me pregunté por un instante quién sería el cazador y quién la presa, estaba empezando a dudarlo _Y, sinceramente, no veo que te encuentres muy afligida pero no te preocupes, yo soy de los que piensan que la belleza justifica ciertos actos_ miré alrededor _Y muertes.
Deslizó su cabello hacia un lado para dejar en evidencia una insignia familiar, yo conocía ese escudo de otros tiempos; amainé una risa, me simpatizaban tanto su insolencia como su audacia. _Lo que tu familia opine de mi raza me importa poco, querida; más bien me importa lo que pienses tú_ remarqué esta última palabra sin quererlo, molestias del acento urálico. Lancé un suspiro de disgusto al ver cómo desperdiciaba la sangre de su sombrilla _Y sí, siempre soy así de arrogante, es una de mis cualidades irresistibles _ me saqué los guantes y los sostuve en mi mano examinándolos, luego chasqueé los dedos _Aunque intuyo que tú no puedes reprocharme nada, ¿no es cierto?
De pronto hice un gesto de desaire premeditado _¿Amenaza? _sonreí veladamente _No, no, no querida, ninguna amenaza… Solo curiosidad, te encuentro muy interesante _hice una pausa y la miré directamente a los ojos _Pensé que tú y yo podríamos asociarnos para la diversión, me gustaría verte matar de nuevo, sería tan… sensual…_deslicé como si le estuviera haciendo una propuesta indecorosa.

Paris era una ciudad diferente, pocas areas naturales, y la gente fría y mal educada, además de quparecía ser que las criaturas sobrenaturales, vampiros, lobos, demonios y angeles habían escogido aquella ciudad como centro de sus fechorías y andanzas, sin contar a las brujas...ella también lo era, pero se consideraba una bruja totalmente diferente al resto de las que había llegado a conocer en París.
No supo por que pasaba eso...simplemente ocurrió, una solitaria lagrima brotó de los ojos de Isabella, al tiempo que otras mas la comenzaron a acompañar, Isabella levantó su rostro al cielo, para permitir que las goas de lluvia se mezclaran con su llanto, y entonces sonrió de forma mas alegre..

Bajo de la acera donde se encontraba quieta recibiendo en su persona aquella fría lluvia, y entonces bailói...Una de sus piernas se elevó por arriba de su cabeza, antes de bajarla trazando un abanico con ella, su cuerpo se arqueó con la elasticidad de un contorsionista hacia atrás, antes de volver a subir a su pose original, moviendo sus brazos como si fueran palmeras al viento, las caderas comenzaron a moverse al ritmo de una musica inaudible, saltos magistrales en split, giros de elegancia similar al de las consumadas bailarinas de Ballet....Isabella bailaba con gran energía debajo de la lluvia...no era digna de que los dioses recibieran sus lagrimas...asi que les obsequiaba la danza...los rituales de Bayadera.

Tan concentrada se encontraba en su danza, que ni siquiera se percató de que a lo lejos, por uno de los callejones en los que ella se encontraba enfrascada danzando a los dioses de la tradición hindú, la tradición gitana, una figura, embozada en ropajes negros, y con un paraguas que se debatia a los embates de la furiosa lluvia que había arreciado en potencia se hacercaba a ella por entre las capas de neblina que producto del clima, comenzaban a inundar las calles.

No sabía por donde ponerme a buscar. ¿Necesitas una brújula? “Lo único que se hacer es chuparme un dedo y ver por donde viene el viento.” Las ramas de los árboles me atacaban, enganchándose a mi abrigo ¡Sin tocar! “Se arruga...” Por no hablar del frío. "En esto que decido calentarme los nudillos junto a la boca ¿vale? y quedo literalmente congelado. ¿Por qué? La temperatura es inocente. ¿Los culpables? dos siluetas. Un hombre. Una mujer. En medio de la vegetación. ¿Charlan? “¡Más quisiera!” De dulce pareja, nada. La chica le tocó y este cayó al suelo como si acabase de darle un ataque epiléptico —Joder... — pegué la espalda a un tronco, escondiéndome de ellos y quedándome blanco. Únicamente asomé la cabeza.
-Ya no volverás a importunar a nadie con tu presencia, Jean-Pierre.- “Estamos de acuerdo.” Le dejó vegetal ¿Cómo lo hizo? La respuesta se manifestó en mis ojos. Entornándolos, saqué la escopeta de mi espalda y esperé para cogerla por sorpresa. ¿Crees que estás sola? “Acabo de apuntarme a la fiesta.” Me costaba escuchar lo que decía al estar a tanta distancia. Lo último fue... -te sentirás…como en casa.- “Enternecedor...” Al tipo le falta una hamaca ¡La mujer de su vida! ¡Casi se me saltan las lágrimas! ¿Le estaba tatuando su nombre en el cuerpo? "Posesiva..." "¡Todas lo son!"

—Allá vamos... — salí de la espesura, apuntándola directamente a la cabeza, hasta situarme frente a ella. Mirándola desde arriba, sólo tuve una única pregunta —Dónde están... — pregunté secamente a la muchacha "Sí. Estoy que trino" —No me gustaría torturarte para encontrar la respuesta ¿Me sigues? — “También tengo cuchillos y los míos llevaban tu nombre escrito.” ¡Estaba claro! Ella era una de las brujas. No recordé verla en mis sueños. Pero resultó demasiado casual encontrarme con ella. Las demás, debían estar cerca.

Después de tan irrisorio y original encuentro, me dispuse a beber de un trago mi bebida servida. El sabor dulzón y fuerte de una bebida tan inflamable, dilató y contrajo mi garganta. Era como introducirse un tizon ardiendo en la garganta, directamente sacado de la fragua de Hefesto. Los movimientos de la chica se hicieron mas apasionados al llegar al final, así como por la noche la oscuridad es mas negra cuando va a amanecer. Y llegó a su cénit con un glorioso final, lo que atrajo toda la atención del público y arrancó un aplauso generalizado.

Yo sólo miraba con estupor y creciente curiosidad. Me sentía como un niño observando un paisaje que nadie antes había descubierto. Giré la cabeza un segundo, me sentía acalorado y algo nervioso. La bebida me encantaba pero no por ello era inmune a sus efectos, tendría que ir con cuidado. Una sobredosis sería fatal. Me quité la chaqueta, que pesaba en mis manos. Quedó colgada sobre una silla como un vulgar peso muerto. Mi rostro quedó totalmente al descubierto y tanto mi chaleco como mi camisa de amplias mangas eran lo único que me cubría y en aquél sórdido y calenturiento lugar era mas que suficiente. Casi ni me di cuenta cuando las palabras de una servicial chica inundaron mi mundo. Era la bailarina que como buena trabajadora, se ocupaba de cuidar de que ningun placer quedara insatisfecho. Era curioso, quién cuidaría de ella y la acompañaría? Su sonrisa era a mi juicio sincera, y sus manos estaban hermosamente adornadas con motivos y joyas, dignas de una bailarina tan consumada. La pintura que adornaba sus ojos los resaltaban sobremanera y su color claro pareció iluminar su rostro durante un breve periodo de tiempo.

Al fin, ya faltaba poco tiempo para conocerla y conocer el futuro inmediato que le esperaba, así que al llegar habló con su padre y tras un intercambio de diálogos simplemente se dirigió a una habitación en la que tenía que permanecer en espera, por lo menos hasta que terminara la sesión de los ancianos que regularmente discutían todo, pero en ese momento no le importaba demasiado, pues podía sentir que nada tendría que salir mal, quizá esa intuición bien desarrollada le ayudaba a mantenerse con cierta calma, al menos durante algún tiempo…Así es que como la discusión continúo y él permanecía en la misma habitación, sin la posibilidad de salir mientras durase toda la política que por excelencia perduraba entre los líderes del clan, un paso que comenzaba a molestarle al ir perdiendo la calma. “Que fastidio, quisiera que no tardaran tanto” Muchas veces reflexionó ese punto, generando el hecho de que se levantara a caminar por todo el lugar conforme el tiempo continuaba avanzando para solo hacerle perder la paciencia que de por sí no tiene. - Vaya problema –

Comenta antes de un suspiro que muestra algo de resignación, pero justo en ese momento la puerta se abre, dejándole observar a la mujer que esperaba conocer, si, ya era el momento y como una reacción es que se acomodó bien, luciendo formal y atento a cada paso, cada acción hasta el momento en que ella se dirigió a él. - Andrei Highmore - Pronunció con calma y fuerza su nombre, manteniendo la mirada expectante y fija en ella, pues por ahora lo único que le queda es permanecer así ante ella, quien le transmite una sensación clara de liderazgo, pero que al mismo tiempo le da la inquietud de probarse y sobresalir.

Que era aquello que tanto querían todos los que estaban reunidos Era un día bueno, no había tenido problema en hacer ver a una de sus compañeras de Italiano que tendría que repetir el año porque no distinguía bien dos palabras que si bien no eran muy usadas, si las utilizaba en el contexto erróneo, podía ofender a la persona con la que hablara, desde aquella partícula ya estaba mal y sin conocer las partículas no podía seguir, al menos esa era la opinión que le había dado al idiota ese de acento italiano, que había pedido humildemente su opinión. Ahora tendría un par de horas libres y quería ocuparlas para comer e ir a ver a los mismos de siempre, al menos por fuera del lugar antes conocido como “guarida”, solo quería verle un momento y seguir con lo suyo. Después de lo otro, aun vivía en el constante miedo de que ella también fuera a desaparecer, por la misma razón, el corazón le dolía cuando no podía contactarle pero se aliviaba cuando el mayor le visitaba por las noches donde sus días habían sido vacíos. —Deberías cambiar el tono, me detuve por eso.— dijo alzando la comisura derecha de los labios, mostrándose un poco indignado. —De haber estado un poco más cerca del escalón me habrías matado, sabes? No encuentro sentimientos para saber si me alegra verte o me aterra que nuestro próximo encuentro sea el último día de mi vida.— chasqueó la lengua antes de revolverle los cabellos. Su menudez, a pesar de todo, le hacía recordar a su hermana menor. —¿Me extrañaste?— preguntó tomándose unos momentos para levantar el ego propio.

estaba jugando al fútbol con algunos compañeros de universidad, la verdad era que podría estar encerrado en su fraternidad viendo alguna serie o jugando a la play como el 90% de los chicos de allí pero el sol se alzaba bien alto en el cielo, había un viento agradable y el clima propiciaba la actividad física; no podía simplemente quedarse encerrado. Por ese motivo juntó por mensaje a algunos compañeros y decidieron practicar un poco de deporte contra alumnos de la facultad de Humanidades. Una hora más tarde el cansancio ya se había adueñado de varios.
Era su turno de sacar y cuando pateó la pelota fue a parar directo a la entrepierna de uno del equipo contrario, él no lo conocía y a pesar de que se disculpó sólo recibió insultos, rápidamente un semicírculo se formó alrededor de ambos, muchos decían que no era para tanto, pero entonces el sujeto insultó a su hermana y madre y no pudo tolerarlo más y lanzó su puño directo al rostro del muchacho. Recibió un golpe de regreso y cuando se dio cuenta simplemente ninguno podía dejar de golpear al otro, el resto de los chicos intentaban alejarlos pero la mayoría sólo filmaba la situación para facebook o alguna red social. Más rápido de lo que él esperaba y en medio de un golpe al aire estaba a metros del joven, su respiración estaba agitada y no sabía si era por el enojo o haber corrido una hora antes o ambas cosas. Vio al chico con sangre en el rostro y algo hinchado, seguramente él estaría igual -¡Suéltame joder!... No lo golpearé -ladró a su compañero que lo tenía agarrado de los brazos, observó toda la escena; había armado todo un espectáculo allí y antes de seguir haciendo cosas de las que se pueda arrepentir se dio media vuelta y fue directo a la enfermería.

Desde las ventanas de los pasillos de la Universidad podía apreciarse como todos estaban disfrutando tirados bajo el sol con sus amigos. El sol estaba enorme, no había nubosidad, ni tampoco esas brisas de viento que te impactan sobre el cuerpo como cuando abrís el horno para ver lo que estás cocinado. Era uno de esos días veraniegos, pero sin la humedad y el olor a chivo que la gente carga durante éste. Afuera era un día ideal, pero adentro era todo distinto. O al menos así lo sentía. El morocho estaba malhumorado y algo estresado porque había hecho planes para ir a surfear con dos amigas, pero ambas terminaron cancelando a último momento: Una porque se fue con un chico y la otra porque no tenía ganas y supuestamente tenía dolor de cabeza. Si bien ya el hecho de que le hayan cancelado a último momento era motivo suficiente para hacerlo enojar al menos un poco, había un plus que lo fastidiaba aún más y era tener que cuidar de su amiga que simulaba estar enferma. La conocía demasiado bien, tanto que sabía que mentía.
Caminando por los pasillos se dirigía hacia la enfermería, ese lugar que le permitía mantener viva aún la ilusión de salir a surfear, o al menos de tirarse a los pastos bajo el sol a tomar una Coca y charlar boludeces entre amigos. Era la primera vez que venía a la enfermería y no sabía cómo funcionaba todo esto, por lo que golpeó la puerta y solo ingresó diciendo permiso. Al ingresar se percató que no había absolutamente nadie en el lugar confirmando lo que ya le habían dicho sus amigos con respecto a la atención. Hizo una mueca y murmuró para sí mismo.- Esta gente parece que no trabaja nunca… -Ingresó al lugar

El chico puso su mejor sonrisa. Realmente el que la chica le rehuyese no le gustaba ya que él simplemente la había ayudado. No le importaba lo que hubiese bebido o dejado de beber, pero por contradictorio que pareciese, le parecía a la vez de lo más tierna.— Pues si, me dio tiempo a echarte de menos. Me gusta estudiar contigo, aunque estudiemos cosas distintas, ya sabes, yo y la medicina no nos llevamos demasiado bien.— Eso era algo que sin dudar el chico admiraba, el que estudiasen medicina, él nunca se había visto capaz, aunque su padre en más de una ocasión le había preguntado porque no se decantó por eso o por empresariales en vez de fotografía.

El chico se guardó los auriculares ya que al estar hablando ya era absurdo incluso llevarlos en la mano, así que se los guardó en su bolsillo. Se puso a tirar de su silla cerca de Lottie para no molestar a la gente si es que les daba por pasar por los pasillos.— Bien supongo, no me quejo, Lottie. ¿Y tú?— El chico siempre que podía tenía una sonrisa en los labios y mucho más cuando estaba a gusto con una persona.

Siquiera se fijo en si se ponía roja o no para no darle importancia a ello, ya que sabía que sino se pondría peor, ya que el príncipe no le daba importancia eso, seguiría siendo amable con ella. El echo de haberla ayudado no era algo que le molestase, es más lo había echo con todo el cariño del mundo, si bien a él no le había pasado, sabía que se pasaba mal, por lo que no dudo en ayudarla ni un segundo cuando habían hablado bastante rato y luego no podía siquiera llegar ya que la habían dejado sola.

Y allí estaba plantada en aquel pasillo de la Universidad notando como el rubor empezaba a apoderarse de sus mejilla, ¡maldita sensación que siempre la ocurría! Estaba segura de que al Theta Nu le parecía lo más adorable del mundo pero para ella era una tortura que siempre se avergonzara con el sexo opuesto a ella. - ¡Eres un exagerado! - Exclamó llevando su mano derecha hacía su cara para así retirar unos pequeños mechones de su cabello que se le habían colado por culpa del ligero viento que hacía en Miami. - No es tan complicada, bueno, en ocasiones hasta a mí me cuesta entender los conceptos y los términos tan complicados que tiene pero terminas adaptándote. - Su mano había vuelto a su posición anterior y se encontraba junto a la otra jugando con ella, nerviosa. - Cansada llevo unos días que no pego ojo en toda la noche. - Hizo una pequeña pausa para dirigir su mirada hacía sus pies, no porque no quisiera mirarlo sino porque no quería que sus mejillas volvieran a ponerse de aquel rojo tan peculiar y característico. - Y antes de que me preguntes, no lo sé, no sé por qué no duermo. Estrés de estudiante, supongo. - Una sonrisa tímida se dibujó en su rostro.

- Cogí un millón de libros antes de ella, si te soy sincera, no sé ni qué iba a hacer. - No mentía, su idea era volver a a Sigma para así encerrarse en su habitación y leer tranquilamente sin que nadie la molestara pero irse con él no era mala idea sino tenías en cuenta aquel conflicto para ella, en realidad, era una tontería pero Charlotte se lo llevaba todo tanto al extremo, al pudor y a la propia vergüenza que la impedía ser de otra manera de la que era y no entendía cómo la gente podía llegar a soportarla. - Pero es una fantástica idea. - Agarró bien uno de los libros que aún tenía en su regazo, el cual se estaba resbalando y volvió a tener aquella conexión con él. - Pero es una idea perfecta, podemos ir dando un paseo hace buen día. - ¿Y qué día no era bueno en Miami? El sol siempre resplandecía, era muy diferente a su Francia natal pero a pesar de ello, Lottie no podía evitar sentir cierta nostalgia al recordar su país.

Odiaba saber que este se podía meter en problemas por culpa de ella, más cuando ninguno de los dos ha hecho algo para lo cual sentirse avergonzado. La japonesa prefería ignorar el hecho de que la pareja de Eun existía de momento, así que terminaba de testar importancia, aún cuando le gustaba molestar a su amistad con aquello.

Se dejó hacer, y una vez su brazo estuvo sobre sus hombros, comenzó a caminar con destino a la cafetería- Pero que afortunado eres que me haya aparecido con mi billetera -Musitó bromista, con la vista al frente y su atención en el muchacho- Y ahora que me estoy dando la oportunidad de conocerte, deja te hago algunas preguntas. Empieza a temer. -Mencionó aquello con tonalidad seria, como era normal en ella, era muy complicado saber cuando hablaba en serio y cuando estaba hablando con la verdad, pues siempre que trataba de sonar bromista, su tono de voz era serio, al igual que sus facciones, ¿Como sabes entonces cuando ella bromea? Ah, nunca lo sabes. Bajaron por las escaleras con cuidado hasta el piso donde estaba la cafetería, ahí, se liberó del brazo de este para fijarse que tenían preparado.

- ¿Solo vas a querer un té? -Mencionó sin despegar la vista de la comida, indecisa sobre que era lo que iba a tomar, pues todo se veía bien- Deberías aprovechar que estoy de buen humor para pedir algo de comer también. -Y ahora si, alzó su vista hacia el. Se había acabado por decidir que pediría una hamburguesa con papas, pues de las pocas cosas que ya había ingerido ahí, las hamburguesas eran, según ella, la mejor comida del todo el menú.

Aún no sabía como iba a reaccionar la chica cuando se enterara de toda la verdad, de como pasó el accidente y de la pequeña mentira que me había montado para poder acompañarla en la misma ambulancia, espero y no se lo llegue a tomar mal o que llegase a creer que la estaba acosando o algo por el estilo porque no era de ese modo...Simplemente estaba preocupado por ella y mas al saber que tuvo esa contución que ocasiono su perdida temporal de la memoria. El caso era como explicarle de una manera que no se sienta incomoda, no sabía como es que había llegado tan lejos por una completa desconocida que jamás había visto en mi vida...Normalmente hubiese ignorado todo porque precisamente no era una persona que ayudase a los demás, mas bien era de las personas que ignoraban esta clase de cosas hasta ahora.

Parecia que la chica realmente la estaba pasando mal en verdad, lo podía ver en su rostro como sufria del dolor mientras que en ese instante alcanza a decir las pastillas e inmediatamente se las alcanzo-Aquí tienes-Observe como se las tomaba sin decir nada hasta que fuese el momento indicado para hacerlo.

El momento era el indicado cuando ella me preguntó que si no era el médico quien era y que estaba haciendo ahí...en ese momento buscando las palabras adecuadas intento explicarle-Bueno primero que nada dejame presentarme...Mi nombre es Frederick Roosvelt un gusto, estoy aquí porque tras salvarte del auto en el qie ibas y que iba a explotar llegó la ambulancia...tú estabas inconsciente, entonces al subirte a la ambulancia me preguntaron que parentesco tenía contigo-En ese momento hice una pequeña causa-La verdad estaba preocupado y tal vez no pensé bien las cosas, entonces les dije que era tu prometido y eme aquí...Lo siento...-No sabía que más decir, solo esperaba su reacción y si tendría alguna otra pregunta para mi.