Perlas y lagrimas - Flashback (Privado)

Como otras tantas noches, debía acompañar a su esposo. Nada le desalentaba mas, que el tener que fingir una alegría que no existía en su vida. La vida en la mansión se había vuelto insoportable y nada valía lo suficiente como para seguir en ese lugar, dejando que su carcelero la hiriera, con sus palabras y con sus actos. Mas no llegaba a tomar esa determinación, la que le proporcionara la libertad que tanto ansiaba.

Había pasado parte de la tarde arreglándose, primero eligiendo el traje que usaría, como así tambien las joyas que podrían convinar con el atuendo, los zapatos y el peinado. Debía lucir como la adquisición costosa que segun su maido era. Caminó desganada por su habitación, acariciando el genero del vestido, mientras pensaba que por ella cambiaría tanto lujo por un poco de felicidad, pero, parecía que aquel deseo estaba bedado para una joven como ella.

Sus pestañas se perlaron al recordar a su esposo, a ese ser que tanto odiaba y despreciaba, ademas de temer, como si se tratase del mismísimo Lucifer. Bien sabía que cada noche al llegar a la mansión, subía a buscarle, para exigir que cumpliera con sus deberes de esposa, - eres una mujer inservible, te niegas a darme un hijo, ¿porqué debo suplicarlo? si hasta una puta me puede dar un bastardo. - solía gritar, antes de golpearla. Con solo recordar aquello, su cuerpo se estremeció, y los moretones que aún marcaba la piel de sus piernas, parecieron doler más que antes. Recordó perfectamente el momento en que se los hizo, era plena madrugada, cuando la arrastró de los cabellos, hasta tirarla en la alfombra y abusar de ella, mientras le abofeteaba y separaba sus piernas. - ¿porque te resistes, eres mi esposa, o caso tienes una amante y él te quita el deseo de estar con tu legitimo marido?  Es tu obligación calmar mis deseos. Mírate, eres un completo desastre, ¿que es lo que vi en ti para haberte elegido como esposa? a si, tu dinero -. había dicho al dejarla tirada en el suelo y acomodarse los pantalones antes de desaparecer. Aún oía las carcajadas que le escuchó proferir, mientras se alejaba de ella. Éstas retumbaban en su cabeza, como si aún se encontrara allí. Bajó la mirada a sus manos, que temblaban, y como en aquel momento deseó morir, desaparecer de una vez, antes que soportar nuevamente su presencia, el contacto de su mano al tomarla del brazo, y besar galante su delicada mano, solo para aparentar ser una de las parejas mas enamoradas de la ciudad.

Suspiró aliviada, al comprobar que la persona que entraba en la habitación era su doncella y no aquel demonio. Inspiró profundamente, mientras se repetía una y otra vez, que  de algún modo ése sufrimiento pararía, - o me mata él, o lo mato yo - caviló, mientras se dejaba vestir, debían concurrir al baile sin demora. Cuando estuvo lista, se dedicó a esperarlo, mas no llegó, solo una pequeña carta en la que le decía que debería concurrir sola al baile, que si se desocupaba pronto la encontraría en el Palacio Royal. Dejó la nota sobre la charola y suspiró aliviada, - ojalá que no puedas ir, que las piernas de tu nueva amante te mantengan enclaustrad por toda la noche - susurró, mientras tomaba sus guantes de raso y se dirigía al carruaje que la llevaría al palacio.

Al llegar, entró sin mucho protocolo, intentando pasar inadvertida, solo quería olvidar por unas horas todo el infierno que la rodeaba.