Black Hole sun - Privado amo

El sol quemaba contra su oscura piel y aun cuando no era del mismo tono de sus desgraciados compañeros, si que podía sentirlo en su interior; el calor había dejado un suave hijo de sudor en su frente, sus ojos pasaban del suelo que mostraba manchas de sangre secas, al publico que pasaban sin prestar mucha atención a ellos, pero claro ¿Quién miraría a unos esclavos? Un perro merecía mas su atención que ellos, Ohana lo había visto antes en la mirada de aquellos que había conocido en su viaje, el desprecio, el asco, la miseria. Motas de polvo se alzaban en aquella tarde atareada del mercado Parisino, la gente hablaba de deudas, precios sobrevalorados y mercancía ilegal, el olor a sudor y mugre reinaba entre ellos y aun cuando sabia que era usual para los citadinos pensar que un esclavo es asi, ella odiaba la suciedad en su piel.

No sabía cuando planeaban empezar la “subasta” de esclavos, pero le parecía un verdadero desperdicio dejarlos ahí, bajo el sol para que el futuro dueño los desprecie aún mas por apestar. A diferencia de los que estaban a su lado, su mirada no mostraba desgracia y depresión, ni siquiera conformismo, la de la joven mostraba serenidad pero al mismo tiempo eran tan claros y penetrantes como los de un depredador enjaulado, no se mostraba altiva y altanera, pero su frente estaba en alto sin problemas, siempre analizando a los que tenia a su alrededor, la parte de la ciudad que sus ojos podían ver y los que posiblemente podrían querer comprarla. Aun con la soga en sus delicadas muñecas y el calor sobre ella, siempre luce clara, analítica, despierta y sin problemas algo que tal vez irritaba en demasía al vendedor ¿Quién querría a una esclava con alma? Son mejores las marionetas… mala suerte.

-Baja la mirada, tú eres una esclava, que no se te olvide- demando el asqueroso y oloroso vendedor, sujetando con fuerza su brazo y apretándolo.

“No importa, el dolor lo puedo soportar” Pensó la esclava, bajando la mirada como se le ordenó, pero aun asi no lucia indefensa como los demás. Sin mas el hombre comenzó a llamar al público pasante, promocionando a sus esclavos de america y africa, precios que denigraban su existencia y los hacían no mas que un objeto, esto hasta que llegó a promocionarla a ella, alzando su rostro sujetando su mentón y ladrando que era de america, que sabía dos idiomas –en realidad eran mas- y que era virgen. Esa parte le pareció innecesaria y sin sentido, haciéndola mirar al mismo de reojo con el semblante serio.

Sintió las miradas de los presentes escrutándola, de repente un escalofrió bajo por su columna que apenas causo un muy ligero fruncido de ceja para “demostrar” su inconformidad. Sabia como era eso, lo había visto en Nueva Orleans cuando su señora iba a comprar esclavos y aun mas, lo había vivido en el camino a Paris, pero jamás se hubiese imaginado que ser efecto de la atención masculina le produjese tal nivel de inconformidad. No era necesario mencionar la ligera fobia que el contacto de los hombre le traía, la mayor parte del tiempo lo podía soportar y casi nadie se aventuraba a tocar a una esclava –más por asco que por dignidad- así que estaba esperando correr con la misma suerte…. Pero ahora…

Uno a uno fueron aumentando las apuestas por su cabeza, subiendo los francos y así sellando a cada grito su destino. Aun estaba en aquella explanada de madera vieja y chillante, aun el sol calentaba su cabeza y hacia que un leve camino de sudor se formara en su cuello. Podía escuchar la necesidad en la voz de cada postor, podía incluso ver como algunos se relamían haciendo que Ohana los viese como una bola de lobos y cerdos que no podían esperar a morder su cuello y degollarla ahí mismo y entonces, lo vio entre todos. No podía decir que fue en sí lo que la hizo mirarlo –claro, se había estado abriendo paso entre los hombres- pero había un aura extraño en él como si casi pudiera ver la oscuridad acechándolo. Y entonces lo sintió en lo mas profundo de sus entrañas, lo supo cuando este posó su mirada en ella…él la iba a comprar porque no se veía del tipo de persona que aceptaba un “no” por respuesta…y esos son siempre los que traen problemas.

-¡VENDIDA AL CABALLERO!- gritó el vendedor, sonriendo triunfante y feliz, rompiendo con una navaja vieja las ataduras en sus muñecas y dándole un leve empujón hacia el barbudo que había pagado por ella. Sin embargo, primero centro su atención a sobar la piel rojiza de sus muñecas, quitando un poco el dolor que la cuerda había dejado en ellas y después, al escuchar la orden egocéntrica y efímera del extraño, levanto la mirada –y por la diferencia de estatura, un poco el rostro- para posar sus verdes ojos en los del mayor Yo no soy un objeto.. pensó con su semblante tan serio como sereno, ni un ápice de emoción en su rostro más con una mirada tan penetrante como la de cualquier hombre del lugar –Mucho gusto…señor- contesto al fin, dejándolo escuchar su voz que se mostraba tan serena como su rostro –Gracias por comprarme… no se arrepentirá- y sin más, calló.

No sabía si todos los amos de Paris eran iguales a los de America. A muchos que llegaron a conocerla en manos de aquella mujer, decían que era desesperante que no mostrara emociones ni pesar, que tal vez había algo roto en ella más Ohana no le veía el caso –o lo extraño- la gente solía gastar mucha energía en acciones infructíferas ¿Por qué iba a hacerlo todo mejor teniendo una expresión de depresión en su rostro? No tenía sentido, y sin embargo, se sentía intrigada y curiosa por saber si este nuevo señor pensaría lo mismo. Estudiaba su semblante mas no se mostraba tímida ni sumisa, cualquiera diría que hasta tenia cierto aire de superioridad por su parado tan recto y su mirada –le sigo…señor- dijo de forma clara y al grano, no queriendo estar entre aquella gente y sin hacerles perder el tiempo a ninguno de los dos. En alguna parte se escuchó el desagrado del vendedor quien chasqueo la lengua al ver como se comportaba la esclava, pero entre el murmullo y el sonido del mercado negro, no podría escucharse con certeza.