AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mi primera noche [Priv]
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Mi primera noche [Priv]
Dublín, 1 de enero de 1807
Año nuevo, vida nueva. La fecha elegida para viajar a su hogar por mucho tiempo, al menos que los negocios no prosperasen como él deseaba. Abandonaba su hogar, su amada ciudad ¿cuándo regresaría? Pregunta que navegaba por su mente , sin respuesta. Tendría que volver a acostumbrarse al idioma, las costumbres… al igual que estos diez años en los que vivió en Londres. Demasiado tiempo alejada de los suyos, solo visitas contadas… con tiempo limitado. Londres, ciudad elegante pero sin vida, gris y solitaria… le recordaba a ella misma. ¿Cómo sería Paris?
*---*
El color esmeralda, fue el elegido para el vestido de aquel evento. Presentación de la recién llegada pareja a tierras parisinas. Recogido alto, cuello enjoyado con una esmeralda igual de grande que su pulgar, pendientes a juego. El conjunto de joyas favorito de su marido, el cual insistió en que se lo pusiese esa noche ¿motivo? Alardear. Se miró al espejo una última vez, mejillas sonrosadas le daban ese toque que buscaba, apenas un poco de polvo en el rostro y carmín rosado. Lista para una presentación, una que seguramente no sería distinta al resto.
Cerró los ojos un instante, el traqueteo del carruaje le recordaba lo bien unida que se encontraba con aquel dichoso corsé. “No debes mostrar tus encantos, ni insinúes…eres mía.” Con esa frase lo arreglaba todo, claro que era suya, su esposa… la única a la que deber lealtad y respeto, tener ojos solo para ella y así sería. La verdad, sus negocios fuera de las faldas de la Iglesia ocupaban casi todo su tiempo libre, dejándola con más tiempo a ella. Su vida era muy rutinaria, ir a la Iglesia, coser o tejer, dar clases de protocolo cuando requerían de sus servicios y poco más. Una vida cuadriculada, sin nada en especial… una a la que se había acostumbrado.
Siempre lo mismo, el mismo tipo de gente, lujosa comida, mansiones, sonrisas falsas y amigas que tras tu espalda terminaban cuchicheando y describiendo una imagen muy diferente a la que en realidad era de ella misma. Sus orbes verdes, se terminaron de perder en el cristal empapado del carruaje. Se detuvo con suavidad y retuvo un suspiro que detonaba pesadez. Tomó su brazo con elegancia y lo siguió, hasta que abrieron las puertas de la bonita mansión. Todas iguales, cortadas a imagen y semejanza de las demás… no se diferenciaban a las de Londres, al menos… eso pensaba. Pensamientos de alguien aburrida de su propia existencia.
-Querida, debo hablar con los Golden, discúlpame un segundo. Puedes tomar algún canapé, pero no demasiados…ya sabes porqué -hizo referencia hacia abajo, consiguiendo que girase el rostro para no sentirse aún peor de lo que ya se sentía. El corsé le apretaba tanto que con tan solo tomar aire le apretaba. -Claro, no se preocupe , no tomaré más de lo que ya sé. -le dedicó una reverencia con una sonrisa, sonrisa que se desvaneció al ir encaminándose a la mesa de las bebidas. No podía respirar, sentía como poco a poco aquel maldito hilo de ratón la torturaba. Aceleró el paso, sirviéndose agua y tomándosela de golpe -No puede ser -murmuró , mordiéndose los labios, buscando ese aire que no podía obtener con tanta gente a su alrededor -Aire…aire…aire… -fue diciendo sin poder detenerse, la visión se le nublaba…. Y por unos instantes sintió como… todo se volvía gris.
Año nuevo, vida nueva. La fecha elegida para viajar a su hogar por mucho tiempo, al menos que los negocios no prosperasen como él deseaba. Abandonaba su hogar, su amada ciudad ¿cuándo regresaría? Pregunta que navegaba por su mente , sin respuesta. Tendría que volver a acostumbrarse al idioma, las costumbres… al igual que estos diez años en los que vivió en Londres. Demasiado tiempo alejada de los suyos, solo visitas contadas… con tiempo limitado. Londres, ciudad elegante pero sin vida, gris y solitaria… le recordaba a ella misma. ¿Cómo sería Paris?
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El color esmeralda, fue el elegido para el vestido de aquel evento. Presentación de la recién llegada pareja a tierras parisinas. Recogido alto, cuello enjoyado con una esmeralda igual de grande que su pulgar, pendientes a juego. El conjunto de joyas favorito de su marido, el cual insistió en que se lo pusiese esa noche ¿motivo? Alardear. Se miró al espejo una última vez, mejillas sonrosadas le daban ese toque que buscaba, apenas un poco de polvo en el rostro y carmín rosado. Lista para una presentación, una que seguramente no sería distinta al resto.
Cerró los ojos un instante, el traqueteo del carruaje le recordaba lo bien unida que se encontraba con aquel dichoso corsé. “No debes mostrar tus encantos, ni insinúes…eres mía.” Con esa frase lo arreglaba todo, claro que era suya, su esposa… la única a la que deber lealtad y respeto, tener ojos solo para ella y así sería. La verdad, sus negocios fuera de las faldas de la Iglesia ocupaban casi todo su tiempo libre, dejándola con más tiempo a ella. Su vida era muy rutinaria, ir a la Iglesia, coser o tejer, dar clases de protocolo cuando requerían de sus servicios y poco más. Una vida cuadriculada, sin nada en especial… una a la que se había acostumbrado.
Siempre lo mismo, el mismo tipo de gente, lujosa comida, mansiones, sonrisas falsas y amigas que tras tu espalda terminaban cuchicheando y describiendo una imagen muy diferente a la que en realidad era de ella misma. Sus orbes verdes, se terminaron de perder en el cristal empapado del carruaje. Se detuvo con suavidad y retuvo un suspiro que detonaba pesadez. Tomó su brazo con elegancia y lo siguió, hasta que abrieron las puertas de la bonita mansión. Todas iguales, cortadas a imagen y semejanza de las demás… no se diferenciaban a las de Londres, al menos… eso pensaba. Pensamientos de alguien aburrida de su propia existencia.
-Querida, debo hablar con los Golden, discúlpame un segundo. Puedes tomar algún canapé, pero no demasiados…ya sabes porqué -hizo referencia hacia abajo, consiguiendo que girase el rostro para no sentirse aún peor de lo que ya se sentía. El corsé le apretaba tanto que con tan solo tomar aire le apretaba. -Claro, no se preocupe , no tomaré más de lo que ya sé. -le dedicó una reverencia con una sonrisa, sonrisa que se desvaneció al ir encaminándose a la mesa de las bebidas. No podía respirar, sentía como poco a poco aquel maldito hilo de ratón la torturaba. Aceleró el paso, sirviéndose agua y tomándosela de golpe -No puede ser -murmuró , mordiéndose los labios, buscando ese aire que no podía obtener con tanta gente a su alrededor -Aire…aire…aire… -fue diciendo sin poder detenerse, la visión se le nublaba…. Y por unos instantes sintió como… todo se volvía gris.
Brielle- Humano Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 29/12/2016
Re: Mi primera noche [Priv]
Llevaba unas pocas semanas en París, y nadie había reparado en su presencia. Y esa era su intención, no quería que nadie de su presente le reconociese y menos la familia con la que había vivido tanto tiempo.
Su plan era seguir muerto para el mundo, y seguir en un país lejano para aquellos que sabía que continuaba con vida.
Había sucedido demasiadas cosas en tan poco tiempo en aquellos meses, había descubierto la verdad su historia, quien era realmente, quien había sido.
Al parecer su labor en el pasado como escolta de carga de barcos, dentro del ejército, dificultaba los negocios de otras familias que invertían en ello. Familias europeas con riquezas que ponían en riesgo, personas dentro y fuera incluso de la propia nobleza.
¿Cómo conseguir que esto acabase? Extorsionando a todos lo que se encargaban de transportar aquellas cargas; unos fueron comprados, otros vieron interrumpida sus carreras en el mundo militar con chantajes y malos asuntos, en el caso de Haytham, la tomaron con su familia, en especial con su esposa, que al final en su silencio, se convirtió en capricho de esos nobles y en ausencia de Haytham, se convirtió en objeto de diversión y tragedia.
Un suicidio, una venganza y la condena a muerte de Haytham que se había convertido en una fantasma.
Y ahora regresaba allí, con la lista de todos los involucrados en deshonrar a su mujer con aquel turbio negocio, todos iba a pagarlo. La mano de un fantasma dispuesto a castigarlos.
Había conseguido aquella noche la invitación, su nuevo objetivo, un matrimonio extranjero, religiosos por la información captada. Aquel hombre por muy religioso que fuese, había hecho negocios con quien no debía, y estaba dentro de su lista.
Fue amable toda la noche, por así decirlo, estuvo acechando desde muy cerca. Tenía un simple objetivo, y lo tenía delante de los ojos. Solo que ese objetivo había terminado entre sus brazos sosteniéndola.
Pelirroja voluptuosa, aquella máquina de tortura que las mujeres llevaban la asfixiaba, y lo único que pudo hacer Haytham, aprovechando esa ocasión fue sacarla de la sala con excusa, y luego en la soledad de la otra sala, rasgar la ropa para que sus pulmones volviese a llenarse del aire ansiado. En todo el proceso y sin querer pudo verle parte de aquel abundante pecho, intento taparla con su propia chaqueta.
-Señora, ¿os encontráis mejor? Avisaré a su marido. -Dijo con amabilidad y cortesía, aunque era el menos de sus intenciones. La había sacado de la fiesta sin hacer falta engaño o extorsión directa.
Su plan era seguir muerto para el mundo, y seguir en un país lejano para aquellos que sabía que continuaba con vida.
Había sucedido demasiadas cosas en tan poco tiempo en aquellos meses, había descubierto la verdad su historia, quien era realmente, quien había sido.
Al parecer su labor en el pasado como escolta de carga de barcos, dentro del ejército, dificultaba los negocios de otras familias que invertían en ello. Familias europeas con riquezas que ponían en riesgo, personas dentro y fuera incluso de la propia nobleza.
¿Cómo conseguir que esto acabase? Extorsionando a todos lo que se encargaban de transportar aquellas cargas; unos fueron comprados, otros vieron interrumpida sus carreras en el mundo militar con chantajes y malos asuntos, en el caso de Haytham, la tomaron con su familia, en especial con su esposa, que al final en su silencio, se convirtió en capricho de esos nobles y en ausencia de Haytham, se convirtió en objeto de diversión y tragedia.
Un suicidio, una venganza y la condena a muerte de Haytham que se había convertido en una fantasma.
Y ahora regresaba allí, con la lista de todos los involucrados en deshonrar a su mujer con aquel turbio negocio, todos iba a pagarlo. La mano de un fantasma dispuesto a castigarlos.
Había conseguido aquella noche la invitación, su nuevo objetivo, un matrimonio extranjero, religiosos por la información captada. Aquel hombre por muy religioso que fuese, había hecho negocios con quien no debía, y estaba dentro de su lista.
Fue amable toda la noche, por así decirlo, estuvo acechando desde muy cerca. Tenía un simple objetivo, y lo tenía delante de los ojos. Solo que ese objetivo había terminado entre sus brazos sosteniéndola.
Pelirroja voluptuosa, aquella máquina de tortura que las mujeres llevaban la asfixiaba, y lo único que pudo hacer Haytham, aprovechando esa ocasión fue sacarla de la sala con excusa, y luego en la soledad de la otra sala, rasgar la ropa para que sus pulmones volviese a llenarse del aire ansiado. En todo el proceso y sin querer pudo verle parte de aquel abundante pecho, intento taparla con su propia chaqueta.
-Señora, ¿os encontráis mejor? Avisaré a su marido. -Dijo con amabilidad y cortesía, aunque era el menos de sus intenciones. La había sacado de la fiesta sin hacer falta engaño o extorsión directa.
Haytham Cross- Humano Clase Alta
- Mensajes : 120
Fecha de inscripción : 15/06/2016
Localización : París
Re: Mi primera noche [Priv]
Mirar a la muerte a los ojos, desafiarla y vencer.
Todo le daba vueltas, oía de fondo murmullos, sentía en su persona miradas indiscretas pero lo peor, era la sensación de vértigo, se estaba condenando con ese maldito corsé. Intentó guardar las formas, no mirar la comida ni la bebida, solo sonreír de forma leve y observar a los presentes. Dándose a conocer como así debería ser esa noche y lo último sería montar un espectáculo. Como le hiciese tal osadía a su marido, terminaría en un retiro durante largos meses para pensar en lo sucedido y ser prudente.
El aire no llegaba, inspiraba pero era imposible mantenerse en pie. Mirada turbia, respiración acelerada que provocaba terminar con las últimas fuerzas que le quedaban. No esperó nada, ni a nadie, parecía pasar totalmente desapercibida como debía y si terminase, muerta en medio del pasillo a nadie le importaría… ni siquiera con su acompañante, su marido.
En un intento de tomar aire, la conciencia le abandonó durante unos segundos y pudo sentir como su cuerpo caía. Esperaba el golpe , uno que no llegó, alguien la sujetó con una determinación impresionante. No sintió tambalearse, solo quedarse en pie, siguiendo unos pasos que la llevaban a un lugar de aquella casa desconocido. Esperaba de verdad, nadie se hubiese dado cuenta, haberla visto abandonar con tanta rápidez la estancia.
El recogido se había disuelto, cabellos rebeldes fuera de su sitio , tapaban su rostro…ojos verdes que buscaron a su salvador, jadeante. No podía articular palabra, intentaba vislumbrar la figura masculina, una que se fue difuminando… hasta apreciarle. No dijo nada, segundos pasaron hasta que se recompuso e intentó sin mucho esfuerzo, peinarse su alborotado cabello pelirrojo.
-Creo que… sí -tomó aire y lo soltó, mordiéndose los labios, sin percatarse de que el corsé había cedido por la presión y el peso de sus senos, al incorporarse, uno de ellos quedó totalmente al descubierto, blanco inmaculado, pezón rozado y erecto. - Le debo demasiado -murmuró, tapándose el pecho con una de sus finas manos, qué curioso, era imposible taparlo por entero, no podía salir así sin más.
Miró hacia otro lado, intentando colocarse el vestido sin éxito, al final aquellos endemoniados pechos tomaban otro camino. Debía marcharse de allí pero ¿cómo? Se giró con los brazos cruzados, senos alzados sin poder taparlos… sus mejillas color rosado, nunca se había visto en un dilema como ese.
-Siento tener que ofrecerle un espectáculo denigrante como este, no podía respirar… y el vestido, ni siquiera es de mi talla…pero empeñado en que así era. Creo que le gusta verme torturada -intentó bromear pero no pudo escapar una risa, solo un suspiro -Brielle -tragó saliva, buscando una mirada, una que al encontrarla se le antojó demasiado familiar pero… si acababan de llegar ¿Cómo podía ser así?
Todo le daba vueltas, oía de fondo murmullos, sentía en su persona miradas indiscretas pero lo peor, era la sensación de vértigo, se estaba condenando con ese maldito corsé. Intentó guardar las formas, no mirar la comida ni la bebida, solo sonreír de forma leve y observar a los presentes. Dándose a conocer como así debería ser esa noche y lo último sería montar un espectáculo. Como le hiciese tal osadía a su marido, terminaría en un retiro durante largos meses para pensar en lo sucedido y ser prudente.
El aire no llegaba, inspiraba pero era imposible mantenerse en pie. Mirada turbia, respiración acelerada que provocaba terminar con las últimas fuerzas que le quedaban. No esperó nada, ni a nadie, parecía pasar totalmente desapercibida como debía y si terminase, muerta en medio del pasillo a nadie le importaría… ni siquiera con su acompañante, su marido.
En un intento de tomar aire, la conciencia le abandonó durante unos segundos y pudo sentir como su cuerpo caía. Esperaba el golpe , uno que no llegó, alguien la sujetó con una determinación impresionante. No sintió tambalearse, solo quedarse en pie, siguiendo unos pasos que la llevaban a un lugar de aquella casa desconocido. Esperaba de verdad, nadie se hubiese dado cuenta, haberla visto abandonar con tanta rápidez la estancia.
El recogido se había disuelto, cabellos rebeldes fuera de su sitio , tapaban su rostro…ojos verdes que buscaron a su salvador, jadeante. No podía articular palabra, intentaba vislumbrar la figura masculina, una que se fue difuminando… hasta apreciarle. No dijo nada, segundos pasaron hasta que se recompuso e intentó sin mucho esfuerzo, peinarse su alborotado cabello pelirrojo.
-Creo que… sí -tomó aire y lo soltó, mordiéndose los labios, sin percatarse de que el corsé había cedido por la presión y el peso de sus senos, al incorporarse, uno de ellos quedó totalmente al descubierto, blanco inmaculado, pezón rozado y erecto. - Le debo demasiado -murmuró, tapándose el pecho con una de sus finas manos, qué curioso, era imposible taparlo por entero, no podía salir así sin más.
Miró hacia otro lado, intentando colocarse el vestido sin éxito, al final aquellos endemoniados pechos tomaban otro camino. Debía marcharse de allí pero ¿cómo? Se giró con los brazos cruzados, senos alzados sin poder taparlos… sus mejillas color rosado, nunca se había visto en un dilema como ese.
-Siento tener que ofrecerle un espectáculo denigrante como este, no podía respirar… y el vestido, ni siquiera es de mi talla…pero empeñado en que así era. Creo que le gusta verme torturada -intentó bromear pero no pudo escapar una risa, solo un suspiro -Brielle -tragó saliva, buscando una mirada, una que al encontrarla se le antojó demasiado familiar pero… si acababan de llegar ¿Cómo podía ser así?
Brielle- Humano Clase Alta
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 29/12/2016
Re: Mi primera noche [Priv]
Cabellos ígneos que derramaban, mientras él había desatado el motivo de su ahogo, y al sostenía con aquellos enormes brazos.
Su respiración volvía a ser la misma, y al parecer el aliento recuperado era señal de que ella estaba mejor.
Una lucha sin cesar que aquella mujer empezó a tener con sus pechos, Haytham sin querer se había quedado mirándolos, al fin y al cabo, era un hombre, y no todos los días se tenía visiones de aquel estilo. En un respingo que le devolvía a la realidad y a su tarea de aquella noche, pronto giro su rostro para apartar su mirada por cortesía y consideración.
-No tiene que pedir disculpas, ha sido un imprevisto… Perdone por mi descaro. -Quiso disculparse, en motivo de ganar su confianza. Chaqueta quitada y entregada a aquella pelirroja mientras se quitaba la chaqueta y se le entregaba.
Tomándola de la mano, y por la cintura, la ayudó a levantarse. Se había presentado, él no dijo ningún nombre. Aun debía de conservar ese anonimato, por ahora.
El plan había comenzado y el azar le había dado las suficientes oportunidades.
-Señora, me gustaría acompañarla. Creo que debería cambiarse el vestido, no quiera fallarle a su marido. -Todo un caballero, y lo único que quería conseguir es meterla en aquella carroza y alejarse al lugar adecuado. Manipulación en estado puro, antes de haber llegado a esa recepción se había estudiado los perfiles de sus víctimas y sabía por dónde debía de tirar con su discurso. -He avisado a su marido, no hay ningún problema., podemos usar mi transporte.
Espero paciente a que ella aceptará, que mordiese el anzuelo. Su intención estaba clara, secuestrar a aquella mujer y pedir cierta información a cambio a su marido. Por lo que tenía entendido, ella era la joya de su casa, la trataba con demasiado recelo, como una posesión muy valiosa, la cual, tenía de algún modo enclaustrada con ideas de religión y no solía mostrarla apenas en sociedad.
Aquel momento había caído como el cielo, coincidencias demasiadas, ella iba a asistir a la fiesta y ahora la tenía como un regalo entre sus brazos y ganándose su confianza.
Una buena lección se llevaría el señor de la casa; seguro que haría cualquier cosa porque nadie tocase ni un pelo a su querida esposa. También iba a ser un regalo para la vista de sus hombres.
Su respiración volvía a ser la misma, y al parecer el aliento recuperado era señal de que ella estaba mejor.
Una lucha sin cesar que aquella mujer empezó a tener con sus pechos, Haytham sin querer se había quedado mirándolos, al fin y al cabo, era un hombre, y no todos los días se tenía visiones de aquel estilo. En un respingo que le devolvía a la realidad y a su tarea de aquella noche, pronto giro su rostro para apartar su mirada por cortesía y consideración.
-No tiene que pedir disculpas, ha sido un imprevisto… Perdone por mi descaro. -Quiso disculparse, en motivo de ganar su confianza. Chaqueta quitada y entregada a aquella pelirroja mientras se quitaba la chaqueta y se le entregaba.
Tomándola de la mano, y por la cintura, la ayudó a levantarse. Se había presentado, él no dijo ningún nombre. Aun debía de conservar ese anonimato, por ahora.
El plan había comenzado y el azar le había dado las suficientes oportunidades.
-Señora, me gustaría acompañarla. Creo que debería cambiarse el vestido, no quiera fallarle a su marido. -Todo un caballero, y lo único que quería conseguir es meterla en aquella carroza y alejarse al lugar adecuado. Manipulación en estado puro, antes de haber llegado a esa recepción se había estudiado los perfiles de sus víctimas y sabía por dónde debía de tirar con su discurso. -He avisado a su marido, no hay ningún problema., podemos usar mi transporte.
Espero paciente a que ella aceptará, que mordiese el anzuelo. Su intención estaba clara, secuestrar a aquella mujer y pedir cierta información a cambio a su marido. Por lo que tenía entendido, ella era la joya de su casa, la trataba con demasiado recelo, como una posesión muy valiosa, la cual, tenía de algún modo enclaustrada con ideas de religión y no solía mostrarla apenas en sociedad.
Aquel momento había caído como el cielo, coincidencias demasiadas, ella iba a asistir a la fiesta y ahora la tenía como un regalo entre sus brazos y ganándose su confianza.
Una buena lección se llevaría el señor de la casa; seguro que haría cualquier cosa porque nadie tocase ni un pelo a su querida esposa. También iba a ser un regalo para la vista de sus hombres.
Haytham Cross- Humano Clase Alta
- Mensajes : 120
Fecha de inscripción : 15/06/2016
Localización : París
Re: Mi primera noche [Priv]
No entendía nada. Si esa iba a ser su carta de presentación no es que hubiese entrado con buen pie en ese salón, ni dado esa imagen que tanto su marido deseaba de ella. Fue en cuestión de minutos, desapareció de su vista y ella fue el centro de atención, miradas masculinas…murmullos femeninos en desaprobación en cómo iba vestida, su afán por ocultar sus encantos pero solo un intento pues era inevitable que sus dos compañeras no resultasen llamativas a la vista, de cualquiera…un suplicio para la joven que intentaba por todos los medios ocultar, ponerse en evidencia.
-¿Descaro? -no comprendió hasta que sus dos manos volvieron a tapar sus senos, denigrante, se sentía tan pequeña a pesar de su alta estatura, al desconocido, podía mirarle fijamente, a los ojos, frente a frente… una mujer de su “estatura” , alguien incapaz de mostrar ciertos aspectos y pinceladas que la delatasen -No.-fue tajante, prefería estar bajo el mismo techo que el desconocido que viese en qué estado quedó su ropa, su reputación por los suelos .
-Él no vendrá ¿cierto? Tiene ciertos temas que tratar, encontrarse con conocidos que hace mucho no ve y hablar de negocios. Si es tan amable de indicarme dónde está el carruaje, yo misma lo tomaré y dejaré de hacer su noche un infierno -cuán equivocada estaba, pues si aquel hombre cumplía su cometido, el infierno lo visitaría ella en vez de él, sin duda. Alguien como Haytham Cross, mole capaz de destruir con un simple gesto a quien se pusiese por delante, la venganza personal se servía en plato frío y ella era la indicada para que él pudiese cumplir sus deseos, un claro a sus pesadillas… ella debía pagar por los errores de otros cuando no era más una pieza en aquella mesa de ajedrez.
-Gracias. Señor…-hasta ese momento no se había percatado de que no sabía su nombre. Sus orbes, buscaron la mirada ajena, siendo difícil encontrarla, aún así insistió hasta que por fin pudieron encontrarse sus miradas. Entrecerró los ojos, ¿lo conocía de algún otro sitio? No preguntó pero tampoco hizo falta , por la expresión de la pelirroja…. Algo rondaba por su cabeza, no sería alguien fácil… no parecía débil pero sí obediente o ese es el papel al menos que debía desempeñar.
-No debió abandonar la fiesta, así…sin más y menos a socorrer a una dama en apuros. Lo típico ¿no? temo que así sea -sus pasos se dirigieron junto a los de él, esperando acabar con aquel encuentro cuanto antes, se marcharía, fingiría como siempre y no sería esa especie de “estorbo” para su marido, para nadie… lo que más odiaba era justo eso, ese hombre había presenciado el bochornoso espectáculo.
-Le agradecería por favor que no comentase nada sobre este…incidente. No me gustaría que mi llegada… fuese la más “divertida” y denigrante… -aceleró el paso, él quedó unos pasos tras ella… la puerta estaba cerca, pronto su libertad… aún teniendo el corsé suelto, la angustia le apretaba.
-¿Descaro? -no comprendió hasta que sus dos manos volvieron a tapar sus senos, denigrante, se sentía tan pequeña a pesar de su alta estatura, al desconocido, podía mirarle fijamente, a los ojos, frente a frente… una mujer de su “estatura” , alguien incapaz de mostrar ciertos aspectos y pinceladas que la delatasen -No.-fue tajante, prefería estar bajo el mismo techo que el desconocido que viese en qué estado quedó su ropa, su reputación por los suelos .
-Él no vendrá ¿cierto? Tiene ciertos temas que tratar, encontrarse con conocidos que hace mucho no ve y hablar de negocios. Si es tan amable de indicarme dónde está el carruaje, yo misma lo tomaré y dejaré de hacer su noche un infierno -cuán equivocada estaba, pues si aquel hombre cumplía su cometido, el infierno lo visitaría ella en vez de él, sin duda. Alguien como Haytham Cross, mole capaz de destruir con un simple gesto a quien se pusiese por delante, la venganza personal se servía en plato frío y ella era la indicada para que él pudiese cumplir sus deseos, un claro a sus pesadillas… ella debía pagar por los errores de otros cuando no era más una pieza en aquella mesa de ajedrez.
-Gracias. Señor…-hasta ese momento no se había percatado de que no sabía su nombre. Sus orbes, buscaron la mirada ajena, siendo difícil encontrarla, aún así insistió hasta que por fin pudieron encontrarse sus miradas. Entrecerró los ojos, ¿lo conocía de algún otro sitio? No preguntó pero tampoco hizo falta , por la expresión de la pelirroja…. Algo rondaba por su cabeza, no sería alguien fácil… no parecía débil pero sí obediente o ese es el papel al menos que debía desempeñar.
-No debió abandonar la fiesta, así…sin más y menos a socorrer a una dama en apuros. Lo típico ¿no? temo que así sea -sus pasos se dirigieron junto a los de él, esperando acabar con aquel encuentro cuanto antes, se marcharía, fingiría como siempre y no sería esa especie de “estorbo” para su marido, para nadie… lo que más odiaba era justo eso, ese hombre había presenciado el bochornoso espectáculo.
-Le agradecería por favor que no comentase nada sobre este…incidente. No me gustaría que mi llegada… fuese la más “divertida” y denigrante… -aceleró el paso, él quedó unos pasos tras ella… la puerta estaba cerca, pronto su libertad… aún teniendo el corsé suelto, la angustia le apretaba.
Brielle- Humano Clase Alta
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