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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Gwendolyn D'Aramitz Dom Ene 15, 2017 10:42 pm

Cazar, matar, regaños, todo era parte del día a día de Gwen quien solo cerraba los ojos inmutándose poco en las palabras de sus superiores por las acciones o faltas cometidas durante los entrenamientos o cacerías cortas. Un suspiro pesado salió de los labios de la doncella, intentando deshacerse de las larvas en su cabeza, pero nunca se había diferenciado por su control mental, sino al contrario. Un suspiro pesado salió de sus labios a la hora del paseo habitual de su arresto domiciliario; las paredes estaban más que rasgadas, las ventanas rotas, la cama deshecha y la locura desbordándose.

Los días eran irrelevantes uno a uno no parecían hacer efecto en la mujer que pasaba recostada en aquel suelo; sus únicos momentos de lucidez lo pasaba en el jardín escuchando nuevamente los sermones y regaños de su superior, al que a penas y miraba con esos ojos perdidos y su aliento casa desvaneciéndose

—¿Cuánto más tengo que soportar este maldito castigo?— expuso con una mirada sombría que no mostraba ni temor ni vergüenza

—Hasta que hayas reflexionado sobre tus actos y te arrepientas de corazón—

Una risa sarcástica acompañada de una mirada —Creo que moriré en este maldito encierro— opto por volver a su habitación riéndose del pobre hombre quien le miraba atónito.

Comportamiento poco adecuado para un hijo de la Iglesia, pero al haber pocos soldados en Paris no quedaba más que dejar que Gwen volviera al trabajo; al menos ahora tenía como excusa aquella salida improvista como parte del deber de los inquisidores. En el momento de salir de aquel lugar de penitencia no hubo cruce de palabra alguno con su señoría, solo una bendición y la entrega de un rosario que terminó al final del viaje en la tierra siendo aplastado por los caballos. Era feliz con ello, aunque sea de manera espontánea, sin planes como le gustaba; una cacería en medio del pantano luego de semanas de seguir al acusado, cuya sentencia era morir en manos de la Iglesia.

Luego de dos días, la noche esperada llegó, son sigilo se adentraron en aquel lugar fatuo, con armas de sobra, pero solo la espada filosa de Gwen quedaba a la entrada de aquel camino donde se le había ordenado montar guardia hasta el amanecer.

—¿Cómo si les fuera a hacer caso maldito?— molesta masculló adentrándose con lentitud por su cuenta.

Sin importa que pueda encontrar o a quien, simplemente siguió andando la espesura del lugar con asco y enojo por ser dejada de esa manera como un peón, algo que Gwen detestaba más que nada.
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Mensaje por Malachai Vlahovic Jue Feb 16, 2017 11:56 pm

Deambuló por el bosque sin rumbo alguno, corriendo a zancadas tan grandes como la bestia en su interior se lo permitía. Había perdido el control ya una vez aquella noche, y correr entre la maleza en aquel entonces se presentó como la única forma de huir de todo remordimiento que le perseguía, como si tuviese la remota posibilidad de escapar de una cuestión que era parte de intrínseca de él. No era la forma que le había obsequiado la luna lo que realmente le atemorizaba de su propio ser, sino las cosas que hizo cuando el hombre se antepuso a la criatura en su interior. Todos sus execrables actos, sus pecados, eran propiedad de su humanidad y a pesar del tiempo que había pasado, aún no aprendía a lidiar con ello, la culpa le superaba.

En su corporeidad seguía siendo Malachai, sin embargo, el destello de la bestia refulgía en su mirada, mientras su mente rememoraba todos los sucesos de aquella noche. No llevaba ropaje alguno, lo único que cubría su piel era la sangre seca de los hombres de cuya existencia se había apropiado; había acordado luchar una batalla que no era suya y ello lo había llevado muy cerca de un desenlace fatal.

La escena del crimen que cometió en complicidad con su creador estaba a uno o dos kilómetros más adentro del pantano. A diferencia de Cameron, aquella fue una experiencia en la que él no encontró goce o alivio. No sostenía ningún tipo de rencor en contra de inquisidores o cazadores, todos ellos le eran indiferentes, pero incluso, de haber sentido odio, era el homicidio el tipo de situación que tanto se había esforzado en evitar desde hacía tres años ya. La última vez que sus manos se tiñeron con el vital y carmesí líquido de otro ser, fue cuando culminó su venganza en honor a la memoria de su hermano y como resultado, obtuvo más inquietud que consuelo.

El joven lobo se devanaba los sesos, flagelándose psicológicamente con el recuerdo de últimos minutos de su vida, reviviéndolos una y otra vez como si se tratase del presente. Una importante decisión fue puesta en sus manos, acabar o no acabar con la existencia de la cazadora quien, en épocas mejores, cuando su cuerpo se regía aún por los preceptos de la mortalidad, llegó a calar en él. Lo cierto era que había cuidado de ella como hubiese cuidado a una hermana, pero ahora, bajo la influencia de la luna, le había abandonado a su suerte en las manos del hombre que él llamaba familia, su hermano de otra madre. Irónico. No había un correcto proceder, pero si Cameron decidía matarla, no tardaría en enterarse.

Las cenagosas tierras embadurnaban la planta de sus pies. La situación le afectó más de lo que pudo prever, el eco de las voces de sus víctimas, de su sufrimiento, hacía eco en su cabeza. Enredó los dedos entre sus azabaches rizos y resbaló sus manos hasta su rostro, frotándolo con desespero. Había hecho todo lo humanamente posible para mantenerse alejado de aquella vida, no obstante, sin importar cuanto esfuerzo pusiera en ello, cada día su realidad se enrevesada más.

Su respiración se tornó agitada y sus pasos cada vez más apresurados, a lo lejos resonaron pisadas, voces… pero el lobo no les prestó la debida atención, al final todo parecía una cruel jugada de su propia imaginación. No tenía idea de lo equivocado que estaba, pero pronto reconoció su error cuando ante sus ojos se alzó la presencia de una delgada mujer, de oscuro cabello y mirada azul, glacial y penetrante, blandiendo una espada tan filosa como su expresión.

Malachai estaba al tanto de que aquella mujer tendría toda la intención de atravesar su corazón con la filosa hoja de plata, empero, él no sentía ánimos de luchar, lo haría de verse obligado, mas aquello no era lo ideal. Ya había causado suficientes estragos, sacrificado más de una vida y no deseaba seguir andando por aquel camino. Entonces, el menor de los Vlahovic se dio media vuelta, dispuesto a hacer lo mismo que había estado haciendo toda la noche, huir.
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Mensaje por Gwendolyn D'Aramitz Miér Mar 15, 2017 10:15 pm

Pasos precisos pero sigilosos que se adentran a aquel lugar nauseabundo y fatuo en donde vaga sin un rumbo fijo en búsqueda de una tranquilidad que no podría hallar allí. Solo encontraba el sonido de los insectos así como de algunas aves y reptiles que moraban por esa zona, aquel oscuro sector solo podría ser identificado con el peor castigo que pudo sufrir Gwen que a cada minuto se recriminaba su estancia en dicho lugar. Ramas que crujen entre sí con cada golpe de la fría estación. Todo se mostraba como un pintura, fea, lista para asustar a cualquiera ni la espesa vegetación ayudaba a evitar que los pies con el calzado y las medias finas se ensuciaran de ese lodo.

Una y mil veces maldecía por su estado, por el llevar el borde de su vestido con lo desconocido del pantano. Su calma se estaba esfumando en pequeñas fracciones hasta dejarla sin ella, Gwen volví a maldecir en su mente y por sus labios; sin previo aviso, se abrió paso entre la tierra lejana y muerta el grito de los siniestros hijos de las cruces y rosarios, la facción de soldados estaban ejecutando la marcha de aquel asistido y mal elaborado plan. Ella podía oírlos de lejos en sus gritos pero poco hizo para poder ayudarlos, la mujer vio en ello la oportunidad de poder escapar ¡era hora de su libertad! Se alejó del campo de batalla con una sonrisa en sus rosáceos labios con la mano que guarda la espada en su funda, el camino se le hizo más largo para evitar encontrase con su señoría, un nuevo camino marca a otros pozos más profundos de lodos y tierra engañosa su espada es la que le ayuda a mantener el poco raciocinio hasta que un ligero ruido la mantiene en una quietud y calma.

—¿Quién anda ahí?— exclamó con la mirada sería sobre su hombro al cortar parte de la falda de su molesto vestido.

Su mano sujetó con fuerza el mango de la espada, sus zapatos salieron volando y su presencia era más la de una mujer que se ha enfrentado contra alguien saliendo bien librada, una estrategia —Si no quieres que una espada te atraviese por completo es mejor que salgas y muestres tur rostro, prometo no herirte, no mucho— lo último lo susurro acompañado de una sonrisa de maleficencia.

Chasquea su lengua para evitar soltar una risa. Su fina ceja enarcada y su espada en la mano con el filo hacia abajo, con ese rostro muerto e impávido.

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Mensaje por Malachai Vlahovic Lun Abr 17, 2017 1:30 am

Caminar en la dirección contraria era la orden que el hombre había comandado a su cuerpo, pero, aun así, la bestia en su interior era estimulada por el astro madre, despertando un desmesurado apetito de sangre: aquella noche la luna semejaba tener planes y no necesariamente fuero intenciones que Malachai, en plena conciencia, hubiese aprobado.

No supo realmente si la mujer hacía parte de un grupo de cazadores o inquisidores, cualquiera que fuera su estirpe o su procedencia, la fracción más razonable de su conciencia reconocía que, huir del pantano, era la forma más simple de evitar conflicto. La dama podría jurarle en nombre de dioses y hombres que no detentaba voluntad de lastimarle, sin embargo, no necesitaba demasiada astucia para reconocer la intención de aquellas palabras que, desde un inicio, nunca tuvieron pretensión de ser amables.

Sin previo aviso, sus huesos se trozaron, torcieron y unieron de nuevo, sus ojos centellaron ámbar y basto pelaje azabache cubrió su dermis. Soltó un alarido de dolor que pronto se convirtió en aullido. para entonces, el joven Vlahovic había convivido menos de un quinquenio con la criatura que habitaba bajo su piel, las transformaciones eran dolorosas y nulo era el control que mantenía sobre su ser sobrenatural; dos entes tangibles no pueden ocupar un mismo espacio y en aquel momento, la figura de la bestia se impuso sobre la del hombre.

El licántropo escuchó pasos cadenciosos a sus espaldas, pero no brindó mayor cuidado en reconocer la distancia a la que se encontraban. Se dio media vuelta violentamente y gruñó apretando las fauces, enseñando los colmillos y aguardando en la oscuridad a que, de entre la maleza, saliera su contrincante a atacarle. No obstante, carente de razón como era su bestia, incluso atrapado en la forma de la luna, desde su instinto, la criatura comprendió que a su oponente le divertía la situación y, hasta el momento, era su posición la que más semejaba a una presa.
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Mensaje por Gwendolyn D'Aramitz Lun Mayo 15, 2017 9:45 pm

El sonido gutural mezclado con el de crujir de ¿ramas?, no era más intenso y doloroso, tan penoso como para atraer la atención de Gwen. Su sonrisa se intensificó tanto o más como el filo de su espada que brillaba por sangre ajena, sus pasos seguros se dirigen a donde ha provenido el sonido pero una sorpresa se llevó al llegar; sus ojos se abrieron de par en par con el chillido de su espada al caer contra el sucio suelo sin dejar de maravillarse con el acto que presenciaba.

Su cuerpo estoico permaneció unos momentos hasta que ambos ojos se encontraron fijamente, el color ámbar resalta tanto como aquel pelaje y patas que se refuerzan contra la tierra. Con el pie trató de alzar la espada hasta tenerla de nuevo en su mano, en esta ocasión no al empuñó si no que la guardo cuando animal estaba a punto de emprender su huía. Sus ojos estaban maravillados ante tal presentación y ese mórbido interés hacia los sobrenaturales fue la condena de Gwen. Las palabras de su gemela, tales como las del mayor de la familia volvían como eco sobre su cabeza que fueron borrados por tal criatura. No importó en aquel momento que aquella bestia pudiera eliminarla, confiaba en sus habilidades así como como las protecciones de sus hermanas, además de aquel medicamento que le había suministrado su gemela.

—¿Solo así? No sabía que los lobos fueran unos perros cobardes— murmuró con una media sonrisa

Su mano se mantuvo en el mango de la espada con una precaución, poco conocía de aquellas bestias y su corazón latía en éxtasis que podría llevarla a cometer una locura —No sé si me entiendes y me siento estúpida hablando con un animal, pero, si lo haces, quédate ahí donde estas. No te muevas y cierra tus ojos, prometo no lastimarte. No mucho— susurró lo último con el deseo de conocer más de aquellas criaturas tan salvajes como bestiales.

Sentía el picar de su cabeza así como el de su mano.

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Mensaje por Malachai Vlahovic Miér Jun 21, 2017 3:41 am

Incluso a través de los ojos de la bestia, sin encontrarse su conciencia en auge de lucidez, el hombre pudo vislumbrar un destello de curiosidad situándose en los irises azulinos de la mujer, quien se mostraba más impresionada que amenazada por su presencia, al punto de enfundar su espada y acercarse sin cuidado, como si sus manos desnudas fuesen suficiente para derribarle. ¿Qué propósito precedía a tal atrevimiento? A la bestia poco le importó, el instinto del animal se sobrepuso al razonamiento del hombre y tan pronto como la inquisidora avanzó, balanceó su cuello hacia adelante y le mostró los colmillos en advertencia: de acercase más, la criatura no tendría más alternativa que atacar.

Pese a que Malachai comprendía a la perfección las insolentes palabras que su contrincante le dedicaba, más allá de su gesticulación, no tenía forma de indicarle que no guardaba intención alguna de enfrentarse a ella, al menos no por determinación propia,  después de todo, la primera reacción del hijo de la luna fue huir. No obstante, al percibir que la inquisidora continuó desplazándose en su dirección desacatando su aviso, actuando por el impulso de la naturaleza que le concedió la luna, sin previo aviso, la criatura se abalanzó hacia ella, embistiéndole de frente y agarrando su largo cuello hasta levantarle unos centímetros por encima del suelo.

La bestia reconoció que su presa no vacilaría en contratacar, no obstante, pretendiendo esquivar su ofensiva, alejó la extremidad con la que le sostenía de sus órganos vitales tanto como le fue posible, en orden a eludir una probable arremetida de su oponente y entonces, incrustando brevemente las garras en su piel, ejerció mayor presión sobre la garganta; no tanta como para desnucarle mas sí la suficiente para despojarle de aliento.

La esencia de su humanidad aún permanecía oculta en el interior del animal y si bien no había cargado con la maldición los años necesarios como para anteponerse al estímulo de su astro madre, el joven se empecinaba en mantener el control.

No quería acabar con otra vida, ya había extinguido suficientes como para vivir en pena por el resto de su existencia y, de no encontrar muerte en manos de la inquisidora aquella noche, sería largo el camino que le quedaba por delante, incluso aunque la eternidad no parecía ser suficiente para encontrar redención.

Por un breve instante, Malachai recuperó el dominio de sus acciones y, sin titubeo alguno, lanzó el cuerpo de la mujer uno o dos metros delante de él. Tan pronto como la corporeidad de la mujer removió la tierra, el lobo echó a correr. Estaba al tanto que ella no cedería a dejarle huir, sin embargo, valía la pena intentar. A grandes zancadas, el licántropo procedió a la fuga, sin contar que la ventaja que suponía la forma del lobo, como resultado de su intervención, pronto se desvanecería, dejando nada más que a un hombre exhausto de batallar.
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Mensaje por Gwendolyn D'Aramitz Sáb Jul 15, 2017 8:14 pm

Ante el agarre de su cuello su rostro mostró los tonos de la asfixia pero más allá del desagrado, para Gwen aquello significó que sus dedos tocaran la garra de un lob en su estado natural en aquella bestia que sus compañeros daban muerte sin consideración. El rozar de sus dedos por aquella extremidad le hizo sonreír, su curiosidad aún no estaba subsanada y ahora quería saber más de ellos. Su sonrisa se ensanchó y su espada cayó al suelo, sus uñas trató de clavarlas en la piel del lobo pero era dura, ella podía sentirlo que solo dejaría pequeñas marcas que no lo lastimarían tanto como terminar sin aire y su rostro morado.

El arrojo del lobo con su cuerpo la enojó, los ojos de Gwen mostraron su ira así como las marcas en su cuello y la sangre que emana por las pequeñas heridas, pero aun con sus superficiales golpes ella se preguntaba “por qué no la acabo” tal como suelen decir los idiotas de los otros inquisidores. Tomó su espada y con pesadez y algo de dolor en su cuerpo, cuello, costillas. Una toz la atacó por el aire repentino que recibió con el arrojo del lobo, sonrió con maldad en su rostro caminando en dirección de donde él había escogido su huía, pero para mala suerte aquel era el camino de sus compañeros. Entre maldiciones trató de acelerar el paso pero sus zapatos no se los permitía así como su vestido.

El sonido de la tela rasgándose, la espada que se ciñe a su cintura y la apariencia de la mujer que cambia totalmente con un vestido que descubre su piel con la falda completamente hecho jirones corriendo por el medio del bosque con sus zapatos en la mano una figura deplorable para los inquisidores pero para ella le daba de tal forma que lo primero era su curiosidad. Corrió lo que pudo hasta que la respiración le quemaba el pecho, sus pulmones gritaban por algo de tranquilidad pero ella estaba decidida a alcanzar a la bestia.

Más allá de su comprensión y dolor agudo que sentía, su garganta y apenas recuperaba la fuerza de su voz, trató de llamarlo pero fue en vano, con odio y rabia lanzó su zapato directo al hombre que estaba a unos metros de ella —De— trato de aclarar su voz pero le era imposible con el ardor que sentía de correr y la presión que tuvo, sus ojos le miraron con rabia de nuevo lanzándole el otro zapato, con una voz ronca y casi miserable se dejó escuchar —Que no entendiste, se ve que los perros no oyen a los amos. Si corres en esa dirección ellos te encontraran y te matarán idiota— saco su espada acercándose al joven —Dije que no te haría daño verdad, eres un animal en pensar que te lastimaría solo quería ver a los de tu especie más cerca ya que nunca pude ver a uno así de cerca como ahora— tosió al momento que escuchó pasos de sus compañeros.

Maldijo por lo bajo apuntando con su espada al joven y luego rasgando con el filo más de su ropa —Esta me la debes bestia— murmuro furiosa apuntándole con la espada. Soltó un silbido con sus dedos llamando a sus amigos junto a un grito de ser atacada, mientras le indicaba al hombre que se oculte o corra todo a su decisión pero ella le seguiría hasta cobrarle la deuda que tenía y ya sabía cómo hacerlo.

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Mensaje por Malachai Vlahovic Jue Jul 20, 2017 10:52 am

Malachai corrió jadeante al paso del hombre, sintiendo la hierba y algunos pequeños trozos de madera hundirse bajo sus pies descalzos mientras pulmones ardían por la falta de aire. Detestaba ese tipo de situaciones, verse obligado a decidir entre su vida y la de alguien más. En otra época no hubiese tenido problema en enfrentar a la inquisidora, la situación se hubiese reducido a algo tan simple como tronar su cuello, pero derramar sangre parecía innecesario cuando sus manos ya se habían bañado con la de muchos otros y al final todo había sido en vano.

No tenía control de su bestia y tampoco de sus emociones, el destino lo había convertido en su marioneta, siempre dispuesto a cumplir el papel que le había sido otorgado sin tener el poder de decidir. Era esa misma la razón por la que se había confinado a pasar el resto de su eternidad en la monotonía y, aun así, a pesar de hacer su mejor esfuerzo por mantenerse como un ente que apenas existe, últimamente se encontraba orillado a volver a viejas costumbres.

Rugió lleno de frustración y supo de inmediato que había sido una mala idea cuando escuchó murmullos cerca. Pasos ligeros y apresurados se dirigían hacia a él, no había lugar a donde escapar. Bajó la velocidad con la que huía sin detenerse por completo hasta que un objeto le golpeó fuertemente la cabeza. El lobo se giró rápidamente sobre su cuerpo y se encontró con la fiera y azulina mirada de su contrincante, quien se acercaba blandiendo su espada con una mueca de furia impresa en sus facciones. Él gruñó por lo bajo, frunciendo el ceño, listo para verse sin más opción que la de defenderse; sin embargo, cuando la mujer le lanzó el otro zapato, él la miró extrañado ¿Qué estaba haciendo? A menos de que fuera algún extraño zapato hecho de plata con eso no lo iba a lastimar.

No tengo ánimo de luchar, cazadora — Soltó inquieto por las intenciones de la mujer.

Ella aún no se lanzaba al ataque y de por sí aquello era bastante extraño. Una punzada de culpabilidad lo invadió cuando esta intentó hablar y tuvo que aclarar la garganta un par de veces antes de poder formar una palabra entera. En silencio aguardó a que la mujer pudiera expresarse y cuando por fin las palabras se desbordaron de su boca, no pudo evitar caer en total consternación ¿Cómo iba a saber él que sus palabras eran ciertas y no tenía intención de lastimarle? Era bastante inusual que uno de los de su clase se acercara sin otra intención que rebanarle la cabeza.

Negó ligeramente, sin creerse el cuento completo; no obstante, justo antes de poder replicar, el eco de fuertes pasos resonó en sus oídos; un grupo de hombres se acercaba en su dirección. Ella le advirtió que su enfrentamiento aún no acababa y llamó a sus hombres con un grito de terror precedido de un silbido.

No entendía muy bien que estaba pasando, pero con un ademan la mujer le indicó que se ocultara. No había tiempo para ponerse a jugar, él era fuerte, pero era sólo uno y ellos un grupo armado y bien entrenado.

Luego de tomar impulso para dar un par de saltos, el hombre subió a la copa de un alto y viejo árbol, ocultando su cuerpo entre las hojas y ramas. El refuerzo no tardó en llegar y entre los claros el lobo pudo apreciar cómo los compañeros de caza de la inquisidora la atajaban con mil preguntas sobre lo sucedido. ¿Acaso había caído en la trampa? Seguramente ella no tardaría en brindarles su ubicación y lo más irónico del caso era que se había puesto a sí mismo en bandeja de plata, como presa perfecta.

Sus uñas se convirtieron en garras y sus ojos centellaron en ámbar, la bestia se preparaba para luchar; sin embargo, el hombre hizo un esfuerzo por mantenerse silencioso, camuflado entre el follaje, aguardando el siguiente movimiento de su contrincante.
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Mensaje por Gwendolyn D'Aramitz Vie Sep 15, 2017 11:43 pm

Ante el llamado de Gwen, sus compañeros acudieron, pero antes de que llegaran rasgó parte de su vestido: en la parte superior, su falda, mangas, medias; incluso su cabello alborotó y su espada la lanzó lo más lejoz que pudo. Gwen tomó algo de lodo poniendose un poco en su rostro, manos y ropas dejandose caer en el suelo. Cuando sus compañeros llegaron, el lider del escuadron rápido se adelanto agarrandola de los brazos lanzando miles de preguntas a las que Gwen simplemente ignoró. Ella era experta en ese sentido, Se puso de pie, o fingió qu se ponía de pie con delicadeza como si estuviera herida, sus demás comapeñeros la rodearon mirando por todos lados, y ella siemplemente trataba de conseguir aire, uno que no le hacía falta.

El lider, ofreció su capa negra para que la inquisidora se cubriera sin dejar de insisitir en preguntas sobre lo ocurrido, ella no podia tardar más de lo que estaba haciendo —Una horrible bestia, saltó y comenzó a perseguirme, aun cuando yo no estaba dentro del grupo me atacó no tuve otra opción que defenderme pero mi espada la ha tomado y se la ha llevado tan lejos como para evitar que la tome, trate y traté de pelear con le con las pocas armas que tenía— mentía, ella tenía una atada en su muslo pero lo ocultaba —Solo traté de huir pero me alcanzó y ahora está por allá— seañalo la dirección contraria por la que ellos viniero como asustada —Tuve mucho miedo de aquella bestia— fingió recargandose contra uno de los árboles.

El hombre dispuso que dos inquisidores se quedaran con ella acompañandola hasta que se recuperara, pero al irse el resto de la guarnición, tomó la espada de uno de los soldados clavandola por la espalda atravezandolo, el otro soldado ante el ataque trató de sacar su espada pero la rapidez de la mano de Gwen se lo impidió y lo degolló quedando sos cuerpos a sus pies. Alzo la cabeza llamando con la espada al lobo, mientras limpiaba la sangre de sus compañeros sobre la ropa de ellos y arroja la espada con la que mato lejos, buscando su propia espada —Estás en doble deuda perrito, es mejor que seas agradecido— murmuró dejando la capa aun lado para que el lobo la tomase y se cubiera. Igual ella tenía en mente la forma de cobrarle.
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Mensaje por Malachai Vlahovic Mar Nov 07, 2017 2:51 pm

Malachai se ancló de las garras a la madera e hizo un esfuerzo enorme por no moverse, considerando que había elegido una posición bastante incómoda con el fin de divisar lo que ocurría un par de metros bajo sus pies entre el espeso follaje. Esa mujer era todo un enigma y no estaba realmente seguro de qué tan conveniente le sería fiarse de ella; no que en aquel instante tuviese otra opción, mas su instinto sabía mejor que proceder sin cautela. Silente contempló a la mujer rasgarse las vestiduras, untarse de barro y despeinarse los cabellos, una fachada que reforzó la actuación digna de teatro brindada a sus compañeros, cuando jadeantes se apresuraron en su auxilio. Debía admitirlo, de ser otra la situación él también hubiese comprado el acto.

Sonrió ante la calidad de las mentiras que la castaña de gélida mirada escupía como si fueran verdades universales, una puesta en escena tan impecable que le sorprendería si ella misma no se lo hubiese creído por un instante. Los hombres indagaban por lo ocurrido mientras la mujer, con los ojos cristalizados, la respiración agitada y semblante aparentemente extenuado evadía las preguntas acentuando en su fingido malestar. Entre tanto, Malachai enfocó su atención en un detalle que hasta entonces había pasado por alto, un símbolo común que marcaba las vestimentas y armas de la comitiva: la cruz cristiana. No eran aquellos individuos simples cazadores, eran abanderados… inquisidores.

¡Joder! — Rugió por lo bajo

El licántropo no era ningún idiota, conocía a la perfección lo que habría de esperarle de ser capturado por la “santa” inquisición y sólo entonces lamentó profundamente aquel desacierto pues de la turbación el agarre que mantenía sobre el tronco se aflojó, obligándolo a removerse en busca de estabilidad, ajetreo que sacudió las ramas en su urgencia. Los hombres hicieron el amague de elevar la cabeza, mas la dama no se los permitió elevando el pánico de su voz y la prisa en su respiración.

La interrogación de los inquisidores procedió entonces, inquiriendo con afán la supuesta dirección en la que huyó la bestia. Los presentes se sumieron en tenso silencio a la espera de respuesta y, por un momento, Malachai pensó que la mujer delataría su ubicación. Por instinto sus orbes relucieron ambarinas, el filo de sus garras rasgó la madera y los caninos brotaron salvajes de su encía haciéndose paso entre los dientes del hombre; no obstante, cuando ella señalo con el índice en orientación lejana a la suya, el lobo soltó aire de forma pesada en clara señal de alivio y relajó su cuerpo, tensado en caso de posible traición.

Lo que sucedió a continuación lo dejó perplejo. Una vez el séquito de inquisidores escoltó al líder en busca de la feroz criatura imaginaria, la aguerrida dama asesinó sin piedad a los dos que se quedaron con ella haciéndole guardia. Los fríos egeos de la mujer se alzaron hasta encontrarlo en la espesura de las hojas, invitándolo con a descender a tierra firme.

Obedeciendo a la orden, de un salto, Malachai cayó junto a la joven, irguiéndose frente a ella completamente desnudo, un detalle que sólo hasta ese momento obvió. La dama, sin inmutarse ante su evidente carencia de vestiduras, le lanzó la capa con la que el líder de la compañía le había cobijado y cuidando de limpiar la evidencia del crimen cometido, le advirtió sobre mostrar gratitud. Por supuesto la ayuda prestada no había sido en vano, mucho menos por la bondad de su corazón.

No sabía que así es como se trata a los compañeros en la inquisición… — bromeó, relamiéndose los labios, secos por la helada temperatura nocturna — ¿Doble? — Bufó, meneando con la cabeza a modo de negación, procediendo a inclinarse sobre los fallecidos — No querrás que tus compañeros piensen que el arma homicida fue esa bonita espada reluciente que acabas de tirar.  

Con las garras, el licano rasgó la dermis de los hombres sobre las letales heridas causadas por el filo de la espada… después de todo ya estaban muertos. Sesgó la sonrisa con su piel enfundada bajo la pesada capa, contemplando con lástima los cuerpos que yacían inertes a sus pies. Ladeó la cabeza examinando su obra. Pobres bastardos. Entonces volvió su atención a la inquisidora, quien terminaba de sacudirse la sangre de encima.

Vale, no soy ningún desagradecido, digamos que tengo deuda y media contigo, así que… ¿Qué es lo que quieres?
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Mensaje por Gwendolyn D'Aramitz Vie Dic 15, 2017 11:50 pm

Gwen limpió su parte de su cuerpo y su rasgado vestido con un toque de una ligera sonrisa en su rostro al ver al licano ayudarle a disipar las heridas de su espada; para Gwen no había nada más llamativo y excitante que ver ello, pues de ello aprendía y lo usaba para su beneficio y el de su familia, no por nada ella se había vuelto una excelente espía y soldado de su familia, aunque un poco desquiciada para algunos de sus hermanos. Tomó su espada apuntándola directo al lobo apenas tocando la piel, la punta era de plata pura bendecida y tallada con los símbolos santos dignos de la inquisición la enfiló de nuevo hacia la piel apenas y haciendo un pequeño corte sonriéndole.

En medio de la noche se podía escuchar como sus compañeros hacían el reconocimiento del perímetro, Gwen apresuró las cosas mirando sobre su hombro al lobo —Bueno como un Uno y medio favor que me debes me lo pensaré como puedas pagarme, quizás sea usando tu cuerpo, pero antes démonos prisa ellos regresarán— se acercó al lobo enseñando su hombro —Deja una herida, y luego ocúltate lo mejor que puedas— le empujó contra uno de los árboles cercano golpeándole el rostro con una fuerte bofetada para enfurecer al lobo —No me importa lo que ellos piensen así que apúrate o quien te terminará hiriendo seré yo— sus ojos azules se tornaron más fríos con una sonrisa que solo podía ser digno de un monstruo, y era lo que representaba el apellido que ostentaba  —Si te acompaño o te ayuda ahora, sabrán que te ayude o que yo los mate, lo cual me llevará a estar encerrada de nuevo y luego te odiaré por siempre y tu deuda y media será más tormentosa, así que por ahora diré que me me pagarás luego de esta noche, tu y yo, así que ataca o te juro que te cortaré yo mismo una pequeña parte de tu cuerpo— murmuró abriendo más su vestido rasgado dejando al descubierto más de su espalda mirando hacia abajo riéndose con picardía Gwen.

El sonido de las armas que estallaban y golpeaban contra algo se acercaban, así como los pasos de sus compañeros que estaban anunciando su regreso a donde estaba ella, trató con la mirada de apurar al licano, podía sentir que estaban muy cerca, enterró su espada sacando su pequeña arma que tenia en el liguero de la pierna apuntandole al vientre, sus compañeros estaban cercanos y no pudo más que morderle el hombro al lobo con fuerza dejando la marca de sus dientes el hombro del lobo. Su corazón latía tan rápido sonriendo ante lo divertido de la situación que le parecía. Pero ella tenía en mente su loca e insana obsesión con la sangre de los inmortales así como sus funciones todo para ayudar a su familia.
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Mensaje por Malachai Vlahovic Miér Mayo 09, 2018 10:56 pm

Enarcó una ceja a modo de interrogación cuando el argentado filo apuntó de nuevo hacia él, en un roce etéreo pero peligroso que sobrevolaba vacilante contra su piel. Después de todo lo acontecido ¿acaso era la amenaza realmente necesaria? Aparentemente sí. Los astronómicos y glaciales orbes de la dama se centraron altivos en sus pardos, contemplándolo con un tizne de malicia que de no ser por que provenía de aquella menuda mujer y porque se encontraba ya bastante confiado en las habilidades concedidas a él por la madre luna, quizá, sólo quizá, se hubiese incómodo.

De repente y sin motivo aparente pues el había permanecido quieto, la mujer hirió su piel con la hoja; un minúsculo corte en la piel de sus pectorales que, si bien tardaría un par de minutos en cerrar pues había sido infligido con plata, no alcanzó a hacerle cosquillas; él era resistente al dolor, así que si buscaba reacción aluna de su parte tendría que esforzarse mucho más.

El pesado trote de la comitiva hacia eco en la distancia, no obstante, los presurosos pasos de los abanderados que se hundían el fango y el estruendo de los pesados armamentos resonando ante su andar, se escuchaban cada vez más próximos y no era necesario poseer un sentido auditivo superior para percatarse de ello. Inquieta, la castaña, quizá alarmada por la próxima llegada de sus compañeros, miraba de un lado a otro, por encima de su hombro y también del propio asegurándose de que nadie estuviese acechándoles y tan pronto como tuvo la certeza, lo empujó con fuerza contra el tronco del roble en cuyo follaje se había ocultado nada más un par de minutos atrás.

La altiva mirada de su interlocutora era un constante desafío, uno al que Malachai optó por hacer caso omiso, se encontraba por encima de ello y afortunadamente su sentido común se sobreponía a su ego. Lo último que necesitaba en ese momento era un grupo de inquisidores siguiéndole el rastro y sospechaba que, por muy desequilibrada que se viera aquella mujer, con ella la situación se contemplaba más prometedora a su beneficio. La sangre en sus manos no la podía lavar, mas no por ello se sentía predispuesto ensuciarlas más; había luchado con todas sus fuerzas por anteponerse a la bestia que anidaba en su interior y sí existía algún chance de salir de aquella situación sin tomar otra vida entonces él tentaría a la suerte y tomaría el chance, incluso si implicaba un inminente riesgo.

—   ¿Mi cuerpo? — Inquirió con un deje de sorna, ladeando la sonrisa divertido — Bueno, eso pudimos haberlo arreglado de otra forma — bromeó encogiéndose de hombros mas a la señorita la chanza no pareció hacerle gracia, por el contrario, rodó los ojos fastidiada y le enseñó su hombro, indicándole el lugar exacto donde habría de dejar una herida. Él negó con la cabeza, su respuesta fue inmediata — No voy a lastimarte — Aseveró inflexible, pero ella lejos de desistir, en una acción quizá no inusitada pero que sí le tomó por sorpresa, lo lanzó una fuerte bofetada. Los irises del luxemburgués relucieron en tonalidad aurea, no le había dolido, pero la bestia, a diferencia del hombre, no se tomaba tan bien el desafío — He dicho que no te voy a lastimar — Gruñó brevemente exasperado.

La inquisidora ensanchó la sonrisa ante su pequeña victoria, a penas una tenue curvatura, como un cuarto de luna menguante que le surcaba los labios, mientras le examinaba con esas dos esferas centellantes que destilaban locura, explicándole por qué era importante que cooperara, al menos, si deseaba llevar las cosas por el lado amable. El hijo de la luna resopló con frustración. Demasiado para la parsimonia a la que había aspirado. Ella, por su parte, consciente de la proximidad de los cruzados, rauda, se removió los rizos con las manos, despeinándolos considerablemente y rasgó aún más la tela del vestido, supuso él, con intención de hacer del acto más convincente.

El joven lobo se limitó a observarla anonadado, aún sin comprender muy bien el proceder de la mujer, ni el porqué de las molestias que hasta el momento se había tomado. Evidentemente quería algo de él, pero no alcanzaba a imaginarse qué podría tener que fuera tan valioso como para que aquello valiera la pena. Entonces, ya faltando únicamente el toque final de la coartada, la dama se volvió hacia él y lo mordió con fuerza en el hombro incitándolo a lastimarla.

Un rugido se escapó gutural de sus cuerdas vocales y de un solo empujó apartó a la mujer; no le había dolido, mas ciertamente comenzaba a irritarlo. ¡Estaba completamente desquiciada! de seguir instigándolo de esa forma le sería imposible manejar las riendas de su bestia y si perdía el control sólo Dios sabía qué tanto daño podía hacerle verdaderamente. Ya había estado a punto de desnucarla una vez y no quería agregar la vida de esa mujer a su larga lista de remordimientos, de otra forma, el resto de su vida no sería suficiente para expiar sus pecados.

Resignado y quizá un poco exacerbado, de un zarpazo hizo que la inquisidora soltara la daga que blandía en la diestra y que apuntaba hacia su vientre y acto seguido, en un movimiento rápido, intercambió posiciones con ella, logrando que la mujer quedara acorralada entre su cuerpo y la corteza del árbol, quedando ella de espaldas contra su torso y con la mejilla recostada en la madera. Malachai ladeó la sonrisa y se acercó sus labios al oído de la dama, meciéndole los cabellos con el vaho de su aliento.

—   De acuerdo, pantalones locos… tú ganas, pero esto va a doler.

Sin otra advertencia incrustó sus garras en la tersa piel de la dama y tras hundirlas lo suficiente la rajó de un tirón, dejando una incisión de considerable profundidad que en la que la carne resaltaba al rojo vivo y de la cual se desbordó un rio tibio y escarlata que le dibujó la curvatura de espalda. La mujer soltó un alarido de dolor que, por supuesto, alarmó a los abanderados quienes se precipitaron hacia la escena, pero antes de que ellos arribaran, él saltó de nuevo hacia la copa del árbol, ocultándose tal y como se lo había pedido la descabellada inquisidora. Podía haber huido, pero sinceramente, no le gustaban las deudas.


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