AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Bendita inocencia. {Privado}
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Bendita inocencia. {Privado}
¡El mercado ambulante! Otra cosa tachada de su lista de lugares por ver. En realidad se parecía mucho al que ponían en su ciudad; vendedores, puestos pequeños, otros más grandes, gente yendo y viniendo...
Lo que es un mercado, vaya. Aún así no era un mercado cualquiera, era el de París, y todo en París le parecía de otro mundo. Miraba hacia todas partes tan deprisa que llegó a marearse. Y peor era todo aquél gentío dando codazos y pasando con sus cestas y sus carretas a toda velocidad. Y cómo gritaban todos.
No, no le estaba gustando, se encontraba totalmente agobiada, le costaba respirar. Qué decir tiene que no era un buen momento para perderse, pero, aún mirando hacia adelante y hacia atrás, Clara no tenía ni idea de por dónde había venido. Se retiró a toda prisa a un callejón tras unos puestos y apoyó la espalda contra la pared. El frío se hacía más intenso, el corsé le apretaba y estaba segura de que se iba a desmayar. O no, Clara a veces exageraba un poco.
Respiró hondo durante un par de minutos y volvió a enderezarse. Tenía que salir de allí en dirección a donde fuera y como fuera. Agarró su bolsa con firmeza y echó a andar todo lo rápido que pudo. Chocaba con todo el mundo, no los miraba a la cara, no podía alzar la vista del suelo, así que se limitaba a disculparse con un simple "disculpe". Cuando ya veía el final de aquél horror, final o principio, puesto que seguía sin recordar si iba en la dirección correcta, se colocó justo detrás de una niña y su padre que iban a paso de tortuga.
- Disculpen... -. Dijo con un deje de voz- ¿Podrían dejarme pasar?
Lo que es un mercado, vaya. Aún así no era un mercado cualquiera, era el de París, y todo en París le parecía de otro mundo. Miraba hacia todas partes tan deprisa que llegó a marearse. Y peor era todo aquél gentío dando codazos y pasando con sus cestas y sus carretas a toda velocidad. Y cómo gritaban todos.
No, no le estaba gustando, se encontraba totalmente agobiada, le costaba respirar. Qué decir tiene que no era un buen momento para perderse, pero, aún mirando hacia adelante y hacia atrás, Clara no tenía ni idea de por dónde había venido. Se retiró a toda prisa a un callejón tras unos puestos y apoyó la espalda contra la pared. El frío se hacía más intenso, el corsé le apretaba y estaba segura de que se iba a desmayar. O no, Clara a veces exageraba un poco.
Respiró hondo durante un par de minutos y volvió a enderezarse. Tenía que salir de allí en dirección a donde fuera y como fuera. Agarró su bolsa con firmeza y echó a andar todo lo rápido que pudo. Chocaba con todo el mundo, no los miraba a la cara, no podía alzar la vista del suelo, así que se limitaba a disculparse con un simple "disculpe". Cuando ya veía el final de aquél horror, final o principio, puesto que seguía sin recordar si iba en la dirección correcta, se colocó justo detrás de una niña y su padre que iban a paso de tortuga.
- Disculpen... -. Dijo con un deje de voz- ¿Podrían dejarme pasar?
Re: Bendita inocencia. {Privado}
Fueron las insistentes palabras de su padre las que hicieron que terminase accediendo. Notaba en el tono de voz del vampiro la emoción que sentía al hablarle sobre salir de compras juntos aprovechando que el día estaba completamente nublado y fresco, con amenaza de lluvia para horas de la noche. Con las escasas oportunidades que tenían de salir juntos a media mañana, la niña aceptó dándole un abrazo a su padre saliendo apresurada a quitarse su bata y camisón para sustituirlo por un vestido color rosa palo con detalles en tela blanca en en faldón y corbatas de moño adornando sus mangas largas acampanadas y el escote que estaba con aquel detalle para acentuar su femineidad. Habiendo crecido varios centímetros en los últimos días, se sentía mayor aun cuando su aspecto era el de una niña de no mas de once años. Utilizando un par de horquillas sencillas sujetó su pelo dejando algunos rizos sueltos corriendo escaleras abajo para reunirse con su padre que la esperaba en el salón para juntos salir de la propiedad en el coche que el chofer ya había dispuesto para ellos. Desde el ataque que tuvieron su padre había mandado a que refuercen los carruajes para que tuviesen mayor resistencia dándole a la niña mayor seguridad. Por supuesto, Arya estaba muy halagada por el cariño que su padre le expresaba con esos detalles, así que sonriente subió y juntos comenzaron a platicar en lo que llegaban al mercado ambulante.
Ese era otro mundo. El mercado ambulante era un mar de personas, cada una particular y diferente de la otra. La pequeña se encontraba ligeramente nerviosa por estar expuesta de aquella forma a tanta gente, no era fácil para ella que la rodeasen personas mirándola de lleno, pero se mantenía al lado de su padre sujetándole el brazo para sentirse segura concentrándose para admirar la infinidad de curiosidades que aquel mercado ofrecía desde legumbres y aves, hasta cabritos y hierbas medicinales. Habían puesto de pieles y telas, otras de curiosos adornos tallados en madera que llamaron tan poderosamente la atención de la muchacha que jalando el brazo de su padre con educación le pidió pasar por todo el gentío hasta llegar a aquel lugar donde una pequeña cruz de madera le llamó la atención. Un recuerdo de su infancia le vino a la mente, aun cuando era amargo la llevó a pedirle a su padre que se la comprase. - Me gusta mucho, quisiera colgarla en mi habitación, por favor. - pidió con voz suave sintiendo algo de vergüenza por pedir un obsequio tan abiertamente. William siempre le decía que ella era su hija, que debía pedirle con confianza al igual que contarle cualquier tipo de situación por más difícil que fuese. Al ver que su padre comenzaba a negociar con el vendedor dio un salto ligero de emoción viviendo abrazado al vampiro sino fuese porque vio a dos jovencitas suspirando detrás del hombre de pelo cobrizo. Era el efecto de su padre, un efecto que no le molestaba a no ser que las jóvenes en cuestión tuvieran una pose indecente desde que se las veía muy dispuestas a ofrecerse en bandeja de plata a su padre. Suspirando se enfurruñaba en parte porque era vergonzoso ver que existían mujeres con tan poco decoro en esta sociedad, también existía algo de resistencia a que su padre se uniese a alguien así. Esperaba que si le daba por buscar una compañera fuese inteligente, agraciada y de buen corazón.
Con la cruz envuelta en una tela fina y suave caminaba al lado de su padre hacia los puestos que estaban mas concurridos, los cuales ofrecían alimentos. En en trayecto, fueron chocados por una joven de cabello marrón oscuro y ojos de pupilas brillantes que se encontraban teñidas de incomodidad. Los ojos de Arya fueron de la mujer a su padre moviéndose como pudo, porque estaban todos apretujados en el tumulto. - Pase usted, señorita. - respondió hablando muy bajo, de por sí era un logro que hubiese cambiado palabra con la joven antes de moverse.
Ese era otro mundo. El mercado ambulante era un mar de personas, cada una particular y diferente de la otra. La pequeña se encontraba ligeramente nerviosa por estar expuesta de aquella forma a tanta gente, no era fácil para ella que la rodeasen personas mirándola de lleno, pero se mantenía al lado de su padre sujetándole el brazo para sentirse segura concentrándose para admirar la infinidad de curiosidades que aquel mercado ofrecía desde legumbres y aves, hasta cabritos y hierbas medicinales. Habían puesto de pieles y telas, otras de curiosos adornos tallados en madera que llamaron tan poderosamente la atención de la muchacha que jalando el brazo de su padre con educación le pidió pasar por todo el gentío hasta llegar a aquel lugar donde una pequeña cruz de madera le llamó la atención. Un recuerdo de su infancia le vino a la mente, aun cuando era amargo la llevó a pedirle a su padre que se la comprase. - Me gusta mucho, quisiera colgarla en mi habitación, por favor. - pidió con voz suave sintiendo algo de vergüenza por pedir un obsequio tan abiertamente. William siempre le decía que ella era su hija, que debía pedirle con confianza al igual que contarle cualquier tipo de situación por más difícil que fuese. Al ver que su padre comenzaba a negociar con el vendedor dio un salto ligero de emoción viviendo abrazado al vampiro sino fuese porque vio a dos jovencitas suspirando detrás del hombre de pelo cobrizo. Era el efecto de su padre, un efecto que no le molestaba a no ser que las jóvenes en cuestión tuvieran una pose indecente desde que se las veía muy dispuestas a ofrecerse en bandeja de plata a su padre. Suspirando se enfurruñaba en parte porque era vergonzoso ver que existían mujeres con tan poco decoro en esta sociedad, también existía algo de resistencia a que su padre se uniese a alguien así. Esperaba que si le daba por buscar una compañera fuese inteligente, agraciada y de buen corazón.
Con la cruz envuelta en una tela fina y suave caminaba al lado de su padre hacia los puestos que estaban mas concurridos, los cuales ofrecían alimentos. En en trayecto, fueron chocados por una joven de cabello marrón oscuro y ojos de pupilas brillantes que se encontraban teñidas de incomodidad. Los ojos de Arya fueron de la mujer a su padre moviéndose como pudo, porque estaban todos apretujados en el tumulto. - Pase usted, señorita. - respondió hablando muy bajo, de por sí era un logro que hubiese cambiado palabra con la joven antes de moverse.
Arya M. Rhys- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/08/2015
Re: Bendita inocencia. {Privado}
Era un día perfecto para poder salir al aire libre en pleno día. Ni un rayo solar se filtraba por las oscuras nubes de París. Si hubiéramos ido a Londres tendríamos mucho más días de estos, pero prefería que la pequeña disfrutara más a menudo de la luz solar. Convencí a mi hija salir e ir al mercado ambulante, esos lugares era más que interesantes. Los mercados normales también las tenían, pero siempre eran cosas que podías encontrar en alguna que otra tienda. Los mercados ambulantes podían tener hasta cosas que no valían nada y venderlos por un precio exagerado, o algo realmente bueno y venderlo por una miseria. Cosas curiosas podías encontrar por ahí. Sin duda se merecía alguna que otra visita de vez en cuando. Tras convencer a mi hija, me coloqué un chaleco azul, chaqueta del mismo color a juego con los pantalones y unos zapatos negros. Como siempre, el pelo hacia atrás oculto bajo un sombrero de copa y en mi mano un bastón, mientras que en la otra llevaba a Arya.
Caminaba al ritmo de la niña, disfrutando del paseo. Tal vez hacía algo de frío, pero no lo notaba demasiado. Así que, había traído un abrigo que era juego del vestido que cargaba la niña encima. Al llegar a nuestro destinos descubrimos que el mal tiempo no era ningún impedimento para todas esas personas. La vitalidad era algo que disfrutaba, y que sabía que a Arya le ponía algo nerviosa. Por lo tanto, me encargué de mantenerla a mi lado, observé un par de cosas interesantes pero solo detuve mi marcha cuando la pequeña llamó mi atención y me pedía una cruz de madera. La verdad es que esa clase de cosas no me gustaban, aun así accedí porque era lo que ella quería. Me acerqué al vendedor, y rápidamente comencé a regatear con él. Teniendo todos mis sentidos en mi hija.
Terminé de regatear con el hombre, y justo me giré a tiempo para ver como mi hija hablaba con una muchacha. Todos los sonidos se mezclaban, así que no estaba muy seguro de lo que habían dicho, sin contar que solo estaba prestando atención a la niña.
-¿Sucedió algo? -pregunté sosteniendo entre mis manos una bolsa de papel con la nueva cruz de madera que acababa de comprar.
Caminaba al ritmo de la niña, disfrutando del paseo. Tal vez hacía algo de frío, pero no lo notaba demasiado. Así que, había traído un abrigo que era juego del vestido que cargaba la niña encima. Al llegar a nuestro destinos descubrimos que el mal tiempo no era ningún impedimento para todas esas personas. La vitalidad era algo que disfrutaba, y que sabía que a Arya le ponía algo nerviosa. Por lo tanto, me encargué de mantenerla a mi lado, observé un par de cosas interesantes pero solo detuve mi marcha cuando la pequeña llamó mi atención y me pedía una cruz de madera. La verdad es que esa clase de cosas no me gustaban, aun así accedí porque era lo que ella quería. Me acerqué al vendedor, y rápidamente comencé a regatear con él. Teniendo todos mis sentidos en mi hija.
Terminé de regatear con el hombre, y justo me giré a tiempo para ver como mi hija hablaba con una muchacha. Todos los sonidos se mezclaban, así que no estaba muy seguro de lo que habían dicho, sin contar que solo estaba prestando atención a la niña.
-¿Sucedió algo? -pregunté sosteniendo entre mis manos una bolsa de papel con la nueva cruz de madera que acababa de comprar.
William D. Rhys- Vampiro Clase Alta
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Re: Bendita inocencia. {Privado}
- No puedo... Res... -. Y ahí no pudo más. Clara colapsó en el suelo, notó cómo se le venía el mundo abajo, su vista se nubló, oyó la voz del hombre que estaba a su lado, pero no tuvo tiempo de responder y lo último que vio fueron las caras de aquellos dos extraños.
Desmayada en el suelo. No era la primera vez que le ocurría, una vez, estando en Londres le ocurrió lo mismo, por suerte Fred se encontraba con ella y, siendo médico, la asistió.
Las multitudes no eran lo suyo, incluso en la iglesia, siendo tan grande como era en su pueblo, -para tratarse de la de un pueblo- se sentía agobiada y encerraba. Aunque quizás no era tanto por el edificio como por la gente y su padre dando el sermón cada domingo de su vida.
Desmayada en el suelo. No era la primera vez que le ocurría, una vez, estando en Londres le ocurrió lo mismo, por suerte Fred se encontraba con ella y, siendo médico, la asistió.
Las multitudes no eran lo suyo, incluso en la iglesia, siendo tan grande como era en su pueblo, -para tratarse de la de un pueblo- se sentía agobiada y encerraba. Aunque quizás no era tanto por el edificio como por la gente y su padre dando el sermón cada domingo de su vida.
Re: Bendita inocencia. {Privado}
Después de todo estaba viviendo un momento agradable al lado de su padre. Es cierto, estaban fuera de casa en medio de personas que no conocía cuyos aspectos variaban de elegantes a desaliñados viéndose todas las clases sociales mezcladas en ese mercado ambulante. Sus ojos se posaban en los puestos con sus sinfín de ofrecimientos centrándose en ello para no entrar en pánico arruinando el ambiente que estaban viviendo. Es cierto, tenía bastante miedo de que de repente apareciese alguien que por un motivo fuera de su comprensión contribuyese a sus temores separándola de la única persona, o criatura, si se prefiere, que le ha dado un sitio en su vida y ella a él. La presencia de William era confortante, al punto que pasados los minutoa sin ninguna novedad desagradable fue capaz de sonreír con efusividad iluminando su rostro de un modo gracioso y admirable comparando con la palidez que había tomado su piel al haberse pasado los días encerrada en la casa. Pasaron por varios puestos hasta que ella encontro un objeto con el cual de sintió identificada llevando a pedir a su padre el favor de adquirirlo para ella. Ni siquiera sabía el porqué deseaba esa cruz, quizás era masoquista por querer recordar esa etapa de su vida o era una manera de hacerse fuerte recordando de donde venía. - Gracias padre.- respondió con una gratitud infinita hacia William quien comenzaba su habitual regateo mientras ella sostenía su mano libre observando los demás puestos. Allí fue que oyó la voz ahogada de una mujer cuya aura estaba oscurecida, no era mala sino que estaba agobiada por sentimientos negativos. Por su olor era humana, y por su expresión estaba incómoda, algo enfermiza como si faltase poco para que terminase en alguna de estas calles inconsciente y vulnerable. - Es la señorita, me pedía que le cediese el paso. - respondía a la pregunta de su padre girando el rostro hacia él y elevándolo sonrió para que él se sintiera tranquilo. Fueron segundos, escasos segundos lo que tomó decir aquellas palabras volviendo el rostro a la joven de cabello oscuro para despedirla cuando la vio balbucear perdiendo el sentido. Su reacción fue inmediata. - Padre ayúdala. - chilló racional pues ella no tenía la posibilidad de contener a la joven siendo demasiado pequeña para esa tarea. Una vez su padre sostuvo a la joven y ella a la bolsa con su regalo decidió sugerir. - Padre ella estaba muy mal, parecía asustada, ¿podemos llevarla a casa para atenderla? Tiene un aura clara, no es mala persona. - solicitaba acariciando el rostro de la joven para ver si reaccionaba pudiendo decir el motivo de su angustia, ya que quizás ellos podían ayudarles.
Arya M. Rhys- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 26/08/2015
Re: Bendita inocencia. {Privado}
Al ver el pequeño escenario que tenía delante de mí con aquella desconocida y me hija pregunté de inmediato. Por simple curiosidad, era bastante raro que Arya hablara con alguien. La niña contestó a mi pregunta de inmediato, y yo clavé mi mirada en la desconocida. Me percaté de inmediato que se trataba de una simple humana, y que el color de su rostro no era demasiado sano.
-Oiga, -le dije tras un breve análisis. -¿se encuentra bien? -como respuesta la chica se desplomó después de decir unas palabras que apenas consiguió terminar lo que iba a decir. Me moví y conseguí atraparla antes de que su cabeza chocara contra el suelo. Le entregué la bolsa de la cruz a su nueva dueña. -No te preocupes, no se ha golpeado la cabeza. -le aseguré, ya que su grito y el desmayo había llamado la atención a muchas personas de allí. Girándose para murmurar descaradamente. Los ignoré, no valía la pena escuchar lo que decían. Eche un breve vistazo a todos, y más cuando alguien por fin se acercó a ayudar. -No se preocupe, soy médico. -dicho esto se retiraron dejándome vía libre para hacer mi trabajo. Pasé mi brazo por debajo de su espalda colocando su cabeza en mi pecho, y mi otro brazo por debajo de las piernas, justo a la altura de sus rodillas. La levanté sin problemas, en aquellos casos lo que más pesaba era los ropajes en vez de la muchacha en sí. Escuché las palabras de Arya.
-No te separes de mí. -le pedí, al mismo tiempo que le hacía una seña para que cogiera mi bastón para ir más cómodo cargando a la mujer. -Vamos. -dije cuando la niña cogí el objeto. Di un rodeo, para separarme de la multitud porque por lo que dijo antes de desmayarse no parecía demasiado cómoda entre la gente. Era mejor evitar los lugares lleno de personas. Me adaptaba al paso de la niña, aunque sabía que la niña tenía algo de apuro para llegar a casa. Le echaba de vez en cuando alguna mirada a la joven, tenía mejor color cuando dejamos atrás el mercado ambulante y entrábamos en las calles parisinas. Algunas personas, como siempre, se paraban para murmurar. Puse los ojos en blanco, y eche otro vistazo a mi hija para confirmar que se mantenía a mi lado como le había pedido.
-Oiga, -le dije tras un breve análisis. -¿se encuentra bien? -como respuesta la chica se desplomó después de decir unas palabras que apenas consiguió terminar lo que iba a decir. Me moví y conseguí atraparla antes de que su cabeza chocara contra el suelo. Le entregué la bolsa de la cruz a su nueva dueña. -No te preocupes, no se ha golpeado la cabeza. -le aseguré, ya que su grito y el desmayo había llamado la atención a muchas personas de allí. Girándose para murmurar descaradamente. Los ignoré, no valía la pena escuchar lo que decían. Eche un breve vistazo a todos, y más cuando alguien por fin se acercó a ayudar. -No se preocupe, soy médico. -dicho esto se retiraron dejándome vía libre para hacer mi trabajo. Pasé mi brazo por debajo de su espalda colocando su cabeza en mi pecho, y mi otro brazo por debajo de las piernas, justo a la altura de sus rodillas. La levanté sin problemas, en aquellos casos lo que más pesaba era los ropajes en vez de la muchacha en sí. Escuché las palabras de Arya.
-No te separes de mí. -le pedí, al mismo tiempo que le hacía una seña para que cogiera mi bastón para ir más cómodo cargando a la mujer. -Vamos. -dije cuando la niña cogí el objeto. Di un rodeo, para separarme de la multitud porque por lo que dijo antes de desmayarse no parecía demasiado cómoda entre la gente. Era mejor evitar los lugares lleno de personas. Me adaptaba al paso de la niña, aunque sabía que la niña tenía algo de apuro para llegar a casa. Le echaba de vez en cuando alguna mirada a la joven, tenía mejor color cuando dejamos atrás el mercado ambulante y entrábamos en las calles parisinas. Algunas personas, como siempre, se paraban para murmurar. Puse los ojos en blanco, y eche otro vistazo a mi hija para confirmar que se mantenía a mi lado como le había pedido.
William D. Rhys- Vampiro Clase Alta
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Re: Bendita inocencia. {Privado}
Clara se sentía flotar ¿qué estaría pasando? No podía abrir los ojos, pero escuchaba el ruido de su alrededor aunque no podía recordar dónde estaba. Sólo flotaba, como en medio del aire.
A lo mejor estaba sobre las nubes ¿habría muerto? No.
Hizo memoria, el mercado, tanta gente, aquella niña que parecía de porcelana.... Y la voz del hombre. ¿Qué era lo último que había visto? Ah, sí, el cielo de nuevo. Pero no, no había muerto, se había desmayado.
Intentó murmurar algo, pero era como si las palabras no pudieran salir de su garganta.
A lo mejor estaba sobre las nubes ¿habría muerto? No.
Hizo memoria, el mercado, tanta gente, aquella niña que parecía de porcelana.... Y la voz del hombre. ¿Qué era lo último que había visto? Ah, sí, el cielo de nuevo. Pero no, no había muerto, se había desmayado.
Intentó murmurar algo, pero era como si las palabras no pudieran salir de su garganta.
Re: Bendita inocencia. {Privado}
Sus ojos estaban llenos de preocupación por la joven que acababa de desplomarse. Era una niña de buenos sentimientos, no tenía demasiada habilidad para socializar con las personas como para demostrarlo a cada momento, eso es cierto, pero tampoco sería capaz de dejar sola a una persona indefensa. La humana se veía muy cohibida antes de palidecer, su sana curiosidad le hacia preguntarse que le estaría atormentando apurando a su padre para que usara todas sus habilidades en ayuda a esa mujer. William era un ser excepcional, mantenía la calma en cualquier situación moviendo su cuerpo con esa precisión que en estos momentos fue tan acertada para evitar que la chica se rompiese la cabeza contra el suelo. - Está bien padre, mantendré la calma. - murmuró mirando a las personas a su alrededor con recelo encendiendo cierta alarma en si interior. No quería que les rodearan como estaban haciendo ni que los mirasen atenta y analíticamente como estaban haciendo en ese preciso instante. Es claro, y ordinario que todos quisieran saber que pasó al no ser nada normal que las personas se desmayasen de buenas a primeras por la calle. Agradecida con su padre por apartarlos con unas cortas y sencillas palabras, sonrió cogiendo la bolsa con su recién adquirido obsequio proponiendo a su padre el salir de allí con rumbo a casa. Se notaba en la niña la simpatía por la mujer, porque no era el tipo de persona que propone el ingreso de alguien nuevo en su mundo. Al tener tales intenciones demostraba su empatia y calidez planeando incluso el dar la opción de llevarla al carruaje para que repose si es que su padre no deseaba llevarla hasta sus dominios.
Caminaba a paso presuroso para no alargar la estancia en aquellas calles con el bastón de su padre en la mano derecha manteniendo su ritmo para quedar justo detrás del vampiro. En un momento, y por la presencia de vampiros que reconoció por su aroma, se acercó a su padre cogiendo su saco de la parte de atrás como protección saliendo los tres del mercado ambulante. - Padre allá está el carruaje hay que llevarla, ella no deja de murmurar. ¿Crees que delira?- consultaba acercándose al carruaje a carrerilla abriendo la puerta para que pudiesen acomodar a la muchacha. - Señor por favor vaya a buscar algo de agua. - demandó con suavidad al chofer fiel y amable que siempre les servía.
Caminaba a paso presuroso para no alargar la estancia en aquellas calles con el bastón de su padre en la mano derecha manteniendo su ritmo para quedar justo detrás del vampiro. En un momento, y por la presencia de vampiros que reconoció por su aroma, se acercó a su padre cogiendo su saco de la parte de atrás como protección saliendo los tres del mercado ambulante. - Padre allá está el carruaje hay que llevarla, ella no deja de murmurar. ¿Crees que delira?- consultaba acercándose al carruaje a carrerilla abriendo la puerta para que pudiesen acomodar a la muchacha. - Señor por favor vaya a buscar algo de agua. - demandó con suavidad al chofer fiel y amable que siempre les servía.
Arya M. Rhys- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/08/2015
Re: Bendita inocencia. {Privado}
Miré a mi hija para comprobar su estado. A más de uno impresionaba ver como una persona se desmayaba, y la verdad es que en algunas ocaciones era bastante desagradable e impactante como alguien perdía el conocimiento delante de tus narices. Ella me aseguró que estaría bien y que mantendría la calma. Asentí con sus palabras. Me encargué de deshacerme de la gente, podía ver que se quedaban sorprendidos por mi evidente juventud pero no le dieron más vuelta al asunto, ni discutieron conmigo. Había atrapado a la chica antes que su cabeza diera contra el suelo, y después la acomodé como pude sobre mí para cogerla en brazos. Todo aquella ropa era angustiosa y voluminosa, incluso así no sentí para nada lo que podría pesar la chica. Le pedí a mi hija que cargara con mi sombrero y mi bastón, mientras que recorría las calles de París con la chica a cuestas.
Éramos el centro de atención, como era lógico, no obstante los ignoré por completo. De vez en cuando miraba a mi lado para comprobar el paradero de mi hija, antes de encontrar nuestro carruaje. Habíamos ido caminando hasta el mercado ambulante, pero le había pedido al chofer que se acercara a cierta hora por si Arya estuviera cansada y quisiera irse. Daba gracias haber encontrado empleados de ese estilo. Casi se podía decir que ya formaban parte de la familia. Mi hija abrió la puerta del carruaje, dejé a la muchacha en el asiento de atrás dejando un hueco para yo poder sentarme y atenderla. Escuché la pregunta de la pequeña antes de escuchar como mandaba al chofer a buscar agua, este al ver el panorama asintió y se apresuró.
-¡Que sean dos! -alcé la voz para que el hombre me escuchara.
Cogí el rostro de la joven entre mis manos, para observarla con atención. El color de su piel estaba algo pálida, y una capa imperceptible de sudor sobre su rostro. Bajé una de mis manos hasta su cuello, no necesitaba tocarla para saber a que ritmo le latía el corazón no obstante era costumbre. Hasta el momento que no se despertara no tendría que dejar de usar abiertamente mis habilidades. Coloqué la palma de mi mano justo encima de su arteria carótida, tenía el pulso algo acelerado pero poco a poco volvía a su ritmo normal.
-No, no está delirando. -le aseguré a mi hija, antes de mirarla. -Sólo está intentando decir algo pero no sé hasta que punto está consciente. Puede ser simplemente que esté hablando en sueños. -le expliqué brevemente a mi hija. En ese momento llegó nuestro empleado, le di las gracias y cogí uno de los recipientes con agua, saqué mi pañuelo y mojé solo una parte para limpiarle la frente con agua fresca. Le di el agua usada a mi hija, después me incliné sobre los asientos del carruaje y saqué mi maletín, saqué un bote de alcohol que yo misma había destilado. -A ver si con esto se despierta. -Bañé mi pañuelo en él, y lo acerqué un par de centímetros a la nariz de la chica en un intento que el olor tan fuerte la despertara. A mí el olor me mataba, me mataba oler aquella cosa. Si de por si era un olor bastante fuerte para las personas, no se imaginaban para Arya y para mí que teníamos el sentido del olfato más desarrollado.
Éramos el centro de atención, como era lógico, no obstante los ignoré por completo. De vez en cuando miraba a mi lado para comprobar el paradero de mi hija, antes de encontrar nuestro carruaje. Habíamos ido caminando hasta el mercado ambulante, pero le había pedido al chofer que se acercara a cierta hora por si Arya estuviera cansada y quisiera irse. Daba gracias haber encontrado empleados de ese estilo. Casi se podía decir que ya formaban parte de la familia. Mi hija abrió la puerta del carruaje, dejé a la muchacha en el asiento de atrás dejando un hueco para yo poder sentarme y atenderla. Escuché la pregunta de la pequeña antes de escuchar como mandaba al chofer a buscar agua, este al ver el panorama asintió y se apresuró.
-¡Que sean dos! -alcé la voz para que el hombre me escuchara.
Cogí el rostro de la joven entre mis manos, para observarla con atención. El color de su piel estaba algo pálida, y una capa imperceptible de sudor sobre su rostro. Bajé una de mis manos hasta su cuello, no necesitaba tocarla para saber a que ritmo le latía el corazón no obstante era costumbre. Hasta el momento que no se despertara no tendría que dejar de usar abiertamente mis habilidades. Coloqué la palma de mi mano justo encima de su arteria carótida, tenía el pulso algo acelerado pero poco a poco volvía a su ritmo normal.
-No, no está delirando. -le aseguré a mi hija, antes de mirarla. -Sólo está intentando decir algo pero no sé hasta que punto está consciente. Puede ser simplemente que esté hablando en sueños. -le expliqué brevemente a mi hija. En ese momento llegó nuestro empleado, le di las gracias y cogí uno de los recipientes con agua, saqué mi pañuelo y mojé solo una parte para limpiarle la frente con agua fresca. Le di el agua usada a mi hija, después me incliné sobre los asientos del carruaje y saqué mi maletín, saqué un bote de alcohol que yo misma había destilado. -A ver si con esto se despierta. -Bañé mi pañuelo en él, y lo acerqué un par de centímetros a la nariz de la chica en un intento que el olor tan fuerte la despertara. A mí el olor me mataba, me mataba oler aquella cosa. Si de por si era un olor bastante fuerte para las personas, no se imaginaban para Arya y para mí que teníamos el sentido del olfato más desarrollado.
William D. Rhys- Vampiro Clase Alta
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