Bendita Ignorancia [Privado]

por **Metalisse Borchgrevink** Miér Ene 02, 2013 1:51 pm

Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.
François de la Rochefoucauld

Y allí estaba ella, sentada en una de las bancas de aquel lujoso restaurante, esperando. No había llevado habanos con ella, esta vez necesitaba causar una buena impresión. Por lo mismo, se había arreglado con esmero, con la intención de parecer la delicada señorita que no era en realidad. El cabello tomado en una suave corona, ropa clara y maquillaje ligero. Aún así, por precaución, uno de sus hermanos mayores y un par de guardaespaldas vigilaban todo desde la mesa contigua.

Uno de sus tantos contactos en París le había arreglado una cita con una persona bastante adinerada, contando con que la joven hiciera un buen negocio. Aunque aquel posible cliente no sabía su condición de cabeza de la mafia noruega en París, por lo que había tenido que recurrir al disfraz de niña buena. Había usado uno de sus cuentos más viles para atraerlo a aquel lugar. Que era de una familia de clase media sin muchos ingresos, que a pesar de que sus hermanos mayores trabajaban, aún así no tenían el dinero suficiente, que su padre había tenido una tienda de pistolas de lujo que terminó en la bancarrota por malos negocios y que ella, Metalisse Borchgrevink, quería revivirla. Para eso, necesitaba patrocinio.

Aunque lo de la tienda de pistolas de lujo no era realmente una mentira. Estaba buscando una buena tapadera en el centro comercial, un negocio más o menos inocente que también sirviera como centro de operaciones. Y ella traficaba armamento. No le sería difícil conseguir pistolas caras a bajos precios para luego venderlas a un valor más elevado.

Soltó un suspiro, a la vez que daba un sorbo a su vino. Ojala no la hicieran esperar demasiado.

por **Enzo Krugman** Jue Ene 03, 2013 4:44 pm

El repicar del bastón al golpear contra el suelo rebotaba en las paredes del callejón. Enzo aceleró el paso. Si no lo hacía acabaría llegando tarde a su cita. Y odiaba llegar tarde.

En un principio había rechazado la idea. Tenía demasiados asuntos que atender y sus negocios en general iban lo bastante bien como para tener que invertir en una tienda de pistolas. Pero la insistencia de su contacto, así como los rumores de guerra y revolución que recorrían Europa le habían acabado haciendo cambiar de opinión sobre. Tal vez el negocio de las armas no fuera tan mala idea como parecía en un principio. Si se manejaba bien podría darles mucho, mucho dinero.

Así que allí estaba. Vestido con un sencillo traje negro, sombrero de bombín y una capa corta al hombro. Con un estoque escondido dentro del bastón como cada noche. Listo para negociar y lucrarse un poco más. Listo para hacer lo que mejor sabía.

-Buonanotte-saludó Enzo a la mujer a la que se había acercado a instancias del metre-. ¿Tengo el placer de hablar con Metalisse Borchgrevink?-preguntó el vampiro en lo que hacía una pequeña reverencia. Si no estuviera allí para hacer dinero habría prestado mucho más a lo joven y atractiva que parecía la susodicha-. Ruego que tenga a bien disculpar mi retraso. Soy Enzo Krugman y creo que habíamos acordado una cita...

Si la confirmaba su identidad el vampiro se sentaría frente a ella, listo para oír todo lo que tuviera que contarle.

por **Metalisse Borchgrevink** Vie Ene 04, 2013 10:53 am

-Pues sí, Metalisse Borchgrevink a su servicio- hizo una pequeña reverencia, confirmando su identidad. Después de aquello, ambos tomaron asiento. Los negocios estaban por comenzar. Había que dar el primer paso, para luego caminar con seguridad. Sentía su tapadera cerca, muy cerca. Era cosa de mover las piezas necesarias.

Miró disimuladamente hacia la mesa de al frente, donde estaba su hermano y algunos guardaespaldas. Esta vez la había acompañado Torben, el mayor, con la esperanza de que no encontraran ningún parecido en ellos. A diferencia de su hermana, Torben era rubio como el sol. Podían hacerse pasar por dos perfectos desconocidos sin ningún problema. Y aquel hombre que la vigilaba disimuladamente hizo un asentimiento de cabeza. Entonces, hasta ahora lo había hecho bien. Y tenía que seguir con la jugarreta, si es que quería el patrocinio.

-Supongo que nuestro contacto en común le ha explicado un poco de mi situación- la joven optó por usar un tono tranquilo, melodioso-. A pesar de que tengo los contactos y la disposición para abrir la tienda de armas, no he podido conseguir los fondos suficientes. El local que tenía previsto ha resultado un poco menos accesible, le han subido el precio… Y con el dinero del que disponemos en este momento no nos alcanza.

La expresión externa de Metalisse era melancólica, pero por dentro se estaba desternillando de risa. Siempre le había causado gracia su parte de niña buena. Era un completo opuesto a lo que en realidad era. Aquella cara, esa que había trabajado por años y años, ahora resultaba completamente creíble. Podía esconder sus intenciones bajo un rostro angelical, y agradecía al destino por haberle dado esa facultad. Era un arma bastante eficaz, más que los cuchillos y las amenazas.

La joven esperó a que su acompañante dijera algo, a la vez que tomaba un sorbo más de vino. Su cabeza estaba expectante. Este negocio debía ser fructífero, por el bien de los Borchgrevink y sus socios.

por **Enzo Krugman** Vie Ene 04, 2013 1:23 pm

Una vez sentado y viendo que a su acompañante ya le habían servido Enzo ordenó que le llevaran una copa de vino. Uno de esos caldos españoles que sabían bastante bien. Y aunque nunca lo diría en París le placían bastante más que los vinos franceses. Pero claro, con los chovinistas que eran aquellos gabachos uno no podía hacer según qué afirmaciones.

-Algo me habían comentado, en efecto-respondió el vampiro antes de beber un poco de vino-. Le he estado dando vueltas al asunto y estaría dispuesto a invertir en su negocio, aunque tendremos que acordar los detalles para que ambos salgamos ganando…-explicó Enzo con una sonrisa cordial-. De hecho, si me vende bien todo este asunto estaría dispuesto a participar con un capital inicial mayor. Siempre que yo o alguien a quién yo asigne entre a tomar decisiones a nivel administrativo, claro. Pero no adelantemos acontecimientos, todavía hay muchas cosas que discutir…

Enzo se recostó contra la silla. Para aquél entonces había dejado el sombrero y la capa en la entrada, así que tenía bastante movilidad y estaba mucho más cómodo. Eso le permitió echar un vistazo a su alrededor: no parecía haber nada extraño ni preocupante… Claro que desde donde estaba no podía ver a los tipos que les vigilaban.

-¿Sabe? Siento curiosidad. Ese apellido no parece muy francés y, de hecho, apostaría un dedo a que es de fuera de París. ¿Cómo ha terminado alguien como usted montando un negocio de armas en ésta ciudad?-inquirió Enzo, quién era bastante sincero en su pregunta. Allí había algo no muy habitual…

Claro que por aquél entonces el vampiro no sospechaba que frente a él tenía a toda una mafiosa.

por **Metalisse Borchgrevink** Miér Ene 09, 2013 9:17 pm

Tanto la Metalisse externa como la interna sonrieron de lado ante tal pregunta. Al parecer su cliente era más perspicaz de lo que parecía. Vio la alarma cundir en el rostro de su hermano, que estaba a punto de levantarse a silenciar a aquel hombre, pero la joven lo detuvo con un par de pestañeos en su dirección. “No pasa nada”.

-Es cierto, somos extranjeros. Venimos de Noruega, más específicamente de Trondheim. Mi padre llegó a este lugar como un pionero de los negocios Noruegos, pero al parecer acá no aprecian los verdaderos productos de calidad- soltó un suspiro de resignación perfecto. Teóricamente, todo lo que había dicho era la verdad. Pero de ahí a indagar más en el tema era otro asunto.

Muy pocos europeos sabían de la Mafia Noruega de Trondheim. Estaban acostumbrados a moverse a través de las sombras y las intrigas, sin salir de ahí bajo ningún concepto. Esta no iba a ser la excepción. No podía divulgar su verdadera naturaleza a aquella persona al frente suyo. Primero, porque estaban en un lugar público. Segundo, porque todos sus negocios se irían al carajo si lo sabía. Tercero, porque si los Yttredal llegaban a saber de su ubicación exacta, comenzarían a llegar los sicarios y las mudanzas abruptas. Y ya tenía ciertos negocios sólidos en la capital francesa que no quería romper.

Su cabeza le recordaba a menudo el por qué hacía esto. El honor de los Borchgrevink. La tan acariciada meta de sacar a patadas a los Yttredal de su pedestal, por toda la desconfianza infundada que los había llevado a tal situación. Ella volvería a Trondheim, y volvería como la líder de todas las familias. Hasta ahora, iba ganando.

-Entonces, si está dispuesto a colaborar, le adjuntaré un par de detalles importantes del asunto. Aquí tengo una copia de los papeles de la propiedad y la cantidad aproximada de dinero que esta empresa costaría. No necesita sumar el precio de las armas, nosotros ya tenemos cubierto ese ítem- le dedicó una sonrisa cálida, mientras que su interior se mantenía impasible.

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