Reencuentro Inesperado {Varek J. Lachance}

La suerte estaba de mi parte. Llevaba dos días en París y ya había oído el nombre de Varek Lachance unas cuantas veces por boca de algún que otro ser al que había dado caza. Dediqué esos días a investigar, conocer y saber moverme por la ciudad, escuchando sin que nadie me viera. Descubrí que iba a haber una reunión de cazadores. Nunca me había gustado cazar en grupo, era una distracción innecesaria tener que estar pensando en lo planeado con el resto. Lo mejor era ir sola, en el campo de batalla en cualquier momento todo se podía torcer y no me apetecía tener que dar explicaciones a nadie de por qué había actuado de una manera determinada que no estaba planificada. Vamos, que prefería hacer las cosas yo sola.

Descubrí el sitio, la hora y el día en el que la reunión se iba a desarrollar, por lo que decidí acercarme para ver qué se cocía entre aquellos cazadores. Sin embargo, llegué tarde al encuentro. Por el camino me había encontrado con un licántropo que me había retrasado bastante. La cosa se había complicado algo, llevaba la chaqueta algo rajada y un corte en el brazo, nada preocupante y que se sumaba a todas las otras cicatrices que adornaban mi cuerpo. Me acerqué a la entrada de aquel lugar boscoso, oculto y que me había costado encontrar y esperé a que fueran saliendo. Algunos en grupos, otros en parejas y algún solitario. La gente no reparaba en mi, pues estaba oculta como antaño había aprendido a ocultarme de mis padres. Me picaba la cara; la sangre seca, tanto mía como del licantropo, se me empezaba a hacer costra en la barbilla y empezaba a ser molesta. Esperé pero no desesperé a que fueran abandonando el lugar. Casi cuando me daba por vencida, vi acercarse a cuatro individuos, cada uno en su mundo, desperdigados y sin hacerse compañía el uno al otro. Decidí que iba a abordar a cualquiera de ellos para tener información sobre Varek.

Sin embargo, me sorprendí cuando, al salir de la zona más boscosa me encontré casi de frente con una versión más adulta del chico que desapareció y por quien todos mis males comenzaron. Me paré a un lado, y con voz alta y clara me enfrenté a mi pasado -Varek Lachance!- Dije llamando su atención. Era innegable que había cambiado, pero más había cambiado yo. Poco quedaba de la niña pija que había sido, hacia años que había sustituido los vestidos por los pantalones y chaquetas de cuero, ahora rota y ensangrentada. Alcé la mano para apartar el pelo de mi cara, y con una sonrisa muy poco alegre y más bien fría, al ver el desconcierto en su cara hablé: -¿No piensas saludar a tu exprometida?.-

Llevaba una semana con aquellos papeles, y el atareo de todos los sucesos de su vida le impedían tener la cita que llevaba días retrasando con Aveline para devolverle el famoso manuscrito. Aquella mañana de domingo no se lo pensó más, y ataviado con sus ropajes de cazador, emprendió marcha a pie hasta donde la orden se congregaba.

No le gustaba demasiado aquella idea de que juntar a los cazadores de París en un mismo recinto. Le parecía estúpido y poco cauteloso. Si los vampiros no fuesen tan avariciosos con sus propios egos y fuesen capaces de trabajar en grupo, sería el golpe perfecto. Si los Licantropos no nos tuvieran tanto miedo cuando somos un numero más que ellos, la orden haría tiempo que ya no existiría. Igualmente no sabía como lo hacía, ya que para no participar en aquellas reuniones, Varek siempre se enteraba de cuando eran y donde. Le parecía todo una broma de mal gusto.

Caminó entre los árboles, atajando. Evitaría que alguien le fichara. No quería tener que dar conversación, o lidiar con alguna caza no deseada.

Le quedaba apenas medio kilómetro para acceder a la zona donde se reunía al orden cuando escuchó a alguien llamarle. Se giró sobre sus pies y buscó entre los árboles, localizando a una mujer con las ropas rasgadas y el rostro marcado, seguramente por acabar de dar caza a alguien.

Trató de analizarla, pero ella se adelantó presentándose. Varek frunció el ceño, sin creerse a quien tenía delante. Chasqueó la lengua negando con la cabeza levemente mientras caminaba hasta ella, con ambas manos en los bolsillos. No podía creerse que le estuviera sucediendo todo aquello. Su cabeza no daba a basto, y seguramente si hubiese tenido unos cuantos años menos, estaría corriendo a su cuarto, negándose a aceptar todo lo que le estaba pasando ese mes.

Se paró frente a ella y sacó ambas manos de los bolsillos para garrar su mano con la izquierda - Cuanto tiempo, Shine Russell - no sabía que le impactaba más. No haberla reconocido, que fuese cazadora, o que estuviera allí. Besó su mano sin perder los modales, para después volver a mirarle a los ojos. Parecía que no venía en son de paz. ¿Cómo iba a salirle algo bien a él?

Conmovida por escuchar de nuevo su voz que hacia tanto que no la escuchaba, me trasladé momentáneamente a un pasado, en el que mi vida, sin duda, era mucho más fácil. Pero no más real. Recordé que los únicos momentos medianamente felices era cuando me encerraba con él en la biblioteca, observándole leer y escuchando atenta como contaba todo lo que había leído y aprendido. El sonido de su voz me llevó allí, donde fuera de las paredes de la biblioteca era una niña educada, contenida, vivía una forma de ser impuesta y que tras su marcha la hice pedazos, convirtiéndome en la persona que soy ahora, libre, sin ataduras impuestas por la sociedad, actuando como quería, y no como la sociedad y mis padres dictaban. Volví a la realidad cuando sentí su mano en la mía, la retire rápidamente, aquellos formalismos de alta alcurnia se habían terminado para mi hace tiempo. No los toleraba, es más, me recordaban a unas personas que hacia mucho habían desaparecido de mi vida y sobre todo, me recordaba a lo infeliz que había sido encerrada en una casa. Ya no era así. Le miré, sorprendido él por mi rechazo. - Déjate de formalismos, Lachance, hace tiempo que los dejé encerrados y bien guardados.-

Alcé la mano y me froté la frente ensangrentada, intentando eliminar la sangre seca que seguía picándome, y haciendo que el pelo se me enredara y secara pegoteado con la sangre. Desde luego que aquel hombre tendría que estar anonadado, después de tantos años, como un fantasma del pasado había aparecido en su vida a años luz de parecerme a la muchachita que el podría recordar, aquello sin duda, seria una gran sorpresa para él. Sin embargo, al alzar la mano en ese gesto sentí un pinchazo en el brazo, se me escapó un gesto de dolor y rasgando un poco de tela, contuve parte de la sangre que salia del corte. Disimulando el dolor y como siempre, no dejándome llevar por él le miré: - Y aquí en París nos volvemos a encontrar...- Le sonreí con sorna.

Le noté cansado, los hombros tensos y, si bien era probable que ambos con el paso de los años hubiéramos cambiado, algo podía reconocer en él. La preocupación estaba grabada en sus ojos, y decidí relajarme un poco al ver sufrir a mi antiguo amigo, al fin y al cabo no era una mala persona, y mi intención no era hacer sufrir a nadie. Miré detrás de él, donde el resto de cazadores se alejaban desperdigándose por el bosque - Jamás te imagine uniéndote a una congregación de nada, Varek... algo muy malo debe estar pasando en tu vida para que te unas a ellos...y de forma tan imprudente.- Le miré. Tantos cazadores juntos era una idea estúpida, y tenia muy claro lo que opinaba sobre trabajar en grupo. -Algo te ronda esa cabeza orgullosa tuya...-Le miré estaba claro que esperaba algo de mi, del motivo de nuestro encuentro. - Sabes, no ha sido muy difícil encontrarte, deberías de tener cuidado, y más con el oficio que tenemos. - Le mire, recolocándome el cinturón donde llevaba mis armas. - Me han bastado dos días en París para ubicarte – Vale, había sido suerte, solo había acudido a por más información sobre su localización, pero eso el no lo sabia, y si podía vacilare un poco más, lo haría, resultado de mi irritación con él.

La forma de expresarse, moverse de la muchacha le recordó durante unos segundos aquel encuentro con Summer, donde por unos minutos se le olvidó que él era su acompañante y la vio actuar con una naturalidad que le impactó y después reprochó. Seguía sin acostumbrarse a ver a una mujer actuar de aquella manera, y pese a que ella no quería formalismos, aquella forma de actuar iba ligada a la personalidad el cazador, y no podía más que dirigirse a ella con el respeto que creía merecedor, mucho que ella lo rechazase.

Caminó hasta colocarse a su lado y la convidó con un gesto de cabeza a seguir caminando junto a él. Quedarse charlando en medio del bosque no era buena idea, podían ser rodeados con rápidez - Juega la suerte de su lado - musitó, esbozando una sonrisa - esta misma noche marcho a aguas americanas, para ver a la familia - metió ambas manos en sus bolsillos y chasqueó la lengua - Tenía algo que entregar a una miembro de la Orden, no pertenezco a ella - le explicó. Para él también era una imprudencia, y quería darle la razón con aquella confesión - ¿Qué os trae en mi búsqueda, mademoiselle Russell? Queréis un lugar en el que descansar? - Jean y él iban a estar ausentes un tiempo, y los sirvientes se entretendrían teniendo a alguien en casa, a quien atender.

Cuando era más joven y echaba la vista atrás, jamás había llegado a este final cuando pensaba en la muchacha de España. La libró de un destino atroz a su lado, pero parecía que la desgracia le seguía. Ya que ser cazador no era el mejor destino para ninguno. Verla cargada de armas, el pelo ensangrentado y no con un pomposo vestido, mientras esbozaba una sonrisa que ya no era falsa por la compañía del filólogo era lo que esperaba y siempre esperó. Le daba lastima tener que marcharse, pero necesitaba irse de Paris un tiempo - ¿Seguiréis aquí en primavera - la preguntó - No me gustaría tener que ausentarme mientras está aquí - le confesó.

Caminé a su paso, junto a él. Posé mi mano en el corté del brazo, ignorando las pulsadas de dolor y conteniendo la sangre que brotaba del corte. La herida paso a un segundo plano. Sonreí y cuando me comentó que marchaba, perdí la sonrisa. La suerte se había acabado, al parecer. El hecho de que se fuera, su gesto y su tensión me indicaba que algo le ocurría, pero lo conocía lo suficiente como para no preguntar. Así que opté por usar mi sentido del humor, como llevaba años haciendo - Otra vez huyendo, Varek?- Le pregunté con sorna, picándole. - No te resulta paradójico el destino que nuestras vidas han tomado? - Sonreí. Parte de mi personalidad se había visto modificada desde que él se fue. Podría decirse que desperté y comencé a decir y hacer todo lo que pensaba y antes me contenía. Eso había dado como resultado el desarrollo de un sentido del humor  que no era propio de las mujeres de la época. Pero realmente no me importaba. Preguntó por el motivo de mi búsqueda.

-Quería reencontrarme con un viejo amigo, eso es todo. -Dije, no quería añadirle más peso a su saco de problemas. No quería hacerle conocedor de mis problemas y mucho menos que se sintiera culpable. Aunque, a estas alturas, y debido a los años pasados, no sabia muy bien como sería ante dicha información. La verdad es que disponer de un lugar en el que estar no estaba mal, a pesar de que ahora, que él se iba, no tenia mucho sentido estar en París. Me quedaría unos días. Había conocido demasiado ambiente sobrenatural y quería contribuir un poco, pero no sabia cuanto tiempo estaría.

Me encogí de hombros.- No lo se, monsieur Lachance- Dije con humor -Pretendía hablar con vos, pero veo que su situación no es la más adecuada para charlar sobre mis pormenores.- Solté con una sonrisa irónica en los labios. Realmente me hacia gracia volver hablar así, solo  lo hacia para hablar con mis padres, las pocas veces que lo hacia. Le miré. - Si no supone mayor problema, me gustaría quedarme en tu casa. Mis fondos nos son muy abundantes, y me gustaría recurrir a la generosidad de un viejo amigo. No creo que abuse de tu hogar mas de una semana o dos.- Le miré, esta vez con seriedad.

Pese a los pequeños toques de recuerdo que guardaba el rostro de Shine Russell sobre su infancia, le costaba creer que aquella que con sorna y altivez hablaba tratando de picajosearle fuese ella. Caminaban hablando, como sí realmente llevasen años siento amigos y había tomado un largo tiempo sin verse. Ella no pensaba alejarse, tenía sus planes en París. Y resultaba extraño que a Varek no le importase su presencia. Al fin y al cabo... si la cabeza loca del heredero no hubiese actuado, ambos estarían paseando ahora, rodeados de retoños con más de 10 años.

Con ambas manos en los bolsillos esbozó una sonrisa, bastante dulce - No os imaginaba con esos atuendos - susurró, alzando la mirada después hacía el cielo. Que sencilla veía ahora aquella época que le resultó tan complicada - Mi vida ha dado un giro inesperado estos últimos meses - confesó - Tengo que volver a casa en busca de un libro que guarda información valiosa para una nueva investigación en la que voy a sumergirme - la idea le asustaba bastante pero la decisión de llevarla a cabo estaba tomada. Sólo tenía que aprenderse la teoría y aquí en París faltaba ese libro que le daría la confianza necesaria para seguir adelante.

Colocó bien sus cabellos pasando su mano por ellos - Mi hermano estará ausente un tiempo, de todas maneras mi servidumbre sabrá informarme a tiempo para que no os pille de sorpresa a ningún de vosotros, si os cruzáis por la enorme casa - apretó su mandíbula. Estaban llegando a casa, donde la dejaría para seguir con los asuntos que tenía que zanjar antes de partir - Tenéis un libro en la biblioteca, de tapa negra, llamado Poemas de Media tinta, abridlo, tenéis un mapa con los territorios de los licántropos alfa. Os recomiendo que le deis un vistazo, ahora mismo no hay mucho movimiento y las cosas seguirán parecidas, ateneos a visitar esos lugares de forma solitaria - evitó un tronco caído y al salir del bosque frondoso observó su casa - Bienvenida a su  nuevo hogar, Mademoiselle Russell - musitó.

Sonreí al ver la sonrisa que recordaba en los labios de mi viejo amigo. Se le veía apagado, diferente, mal y ver ese atisbo del que un día fue me recordó los agradables momentos que pasé junto a él en la biblioteca de casa. Solté un suspiro, a veces me dejaba llevar y pensaba en como serian las cosas si nuestras vidas no hubieran cambiado tanto, seguro seria más fácil todo, pero no seriamos más felices. A pesar de que a mi viejo amigo no se le veía feliz del todo. Evité comentar cualquier cosa sobre mi cambio, supondría hablar de mis problemas en casa, hablar de lo que la decisión de ambos y la actuación de él había supuesto para mi vida  y eso significaba añadirle un problema, a los que, suponía, el ya tenia encima.  

Escuché, atenta, hablar sobre un libro. Había cosas que nunca cambiaban.... -Veo que sigues siendo tan bibliófilo...- Sonreí. Yo, particularmente, había dejado los libros atrás hacia tiempo y me dedicaba a la acción. Me dedicaba a la actividad, a lo físico, sabia lo necesario para acabar con los enemigos, y me era más que suficiente. Era lo único que necesitaba para seguir hacia delante. Caminé a su lado, atendiendo a lo que me decía- Hace tiempo que dejé los libros, pero si a tu vuelta sigo aquí y necesitas ayuda, no dudes en pedírmela.-Le miré, la preocupación de sus ojos me traía de cabeza, no había esperado encontrarme así a mi amigo, a pesar del rencor que podría guardarle, verle hizo que todo tomara una perspectiva diferente. - Y no solo para la investigación- Dije parándome y agarrándole del brazo.

Tras unos segundos mirándole, cambie completamente y dejé la seriedad a un lado. Y escuché lo que me decía sobre su hermano. Era cierto, recordaba que tenia un hermano, a pesar de no haberlo visto nunca. -Será un placer conocer a mi cuñado, por fin- Bromeé, volviendo a tirar del sentido del humor para salir del momento serio que acabábamos de tener. Escuche lo de los territorios licántropos, lo llevaba claro si pretendía quedarme al margen:- Varek, se cuidarme sola.- Le dije con seriedad- Se lo que tengo que hacer -Comenté, con una sonrisa- Bonita casa- Dije centrando ahora mi atencion en la mansión que se alzaba ante mi. La palabra hogar era algo que hacia mucho tiempo no estaba en mi vocabulario, y escucharla de su boca me hizo recordar ciertas cosas, momentos y personas que me provocaron un escalofrío.

La simpleza de la situación hace relajarse un poco al cazador. Que poco acostumbrado a ser acompañado por una fémina en un paseo matutino le saca un poco de la rutina, adentrandole en la banalidad e una situación como aquella. Que para la mayoría de humanos, era la rutina. Varek escondió ambas manos en los bolsillos - Soy Filólogo - le explicó. El vicio por la lectura cuando era joven, había ido creciendo hasta convertirse en su oficio, ahora leía y era pagado por ello. A pesar de todo, seguía teniendo sus otras dos ocupaciones; la plantación y el ser un cazador. Pegados seguían caminando como si el destino hubiese querido que finalmente ambos acabasen juntos - Lo tengo bajo control - masculló alzando su mirada hacía el cielo, no iba a permitir que Jean enterase, iba a hacerlo Shine. Aquel asunto era únicamente suyo.

Varek deslizó su lengua por los labios para mojarlos cuando por sorpresa Shine le agarró del brazo, parandole y sacando su mano de bolsillo. El joven alzó una ceja, sorprendido. Le miró a ambos ojos, en silencio - No te preocupes - su voz era tan confiada y calmada, que en ese mismo instante se dio cuenta de lo consciente que era de la situación que estaba viviendo.

Bromearon hasta casa, donde Varek entró y presentó a la nueva inquilina ante todos sus sirvientes. Dedicándole una de las habitaciones más grandes de la casa, y acomodándola con todo tipo de facilidades para hacerle una estancia acogedora y cómoda - Te espero en mi despacho - musitó el joven heredero bajando las escaleras hasta la biblioteca que era su despacho. Allí con sus ropajes mas cómodos, que constaban de un pantalón oscuro y una camisa blanca medio abierta, tomó asiento en una butaca para seguir leyendo, mientras esperaba a shine.

Una vez en la casa de Lachance me vi abrumada por la cantidad de sirvientes y atenciones que había a mi alrededor. Llevaba años alejada de todo aquello. Vivir en aquella casa iba a ser duro. Sí, usaba parte del patrimonio de mis padres, pero lo justo para sobrevivir, no había pasado por mi casa desde hacia años, y llevaba tantos tiempo deambulando en busca de lo sobrenatural que estaba mas acostumbrada a dormir en hostales que en grandes alojamientos. Me sabia heredera de su fortuna, y de su negocio, por desgracia. Esta ultima parte no me gustaba en absoluto, no me consideraba una necia, y mis conocimientos del negocio de mis padres se reducía al consumo del producto con el que mis padres comercializaban. Durante años me dediqué a menguar las bodegas de mis padres, en aquellos años oscuros en los que mis únicos compañeros eran una botella de aquel liquido rojizo y un libro.

Saliendo de los recuerdos que aquella casa me traía, y una vez me vi sola en la habitación, me despojé de mi ropa, me acerqué a la gran tina que había, y me sumergí en el agua. Una vez allí, una joven dejó algo de ropa, pero, educadamente le pedí que no me dejara ningún vestido, ni falda.  Acordamos, no sin mucho esfuerzo por mi parte para que me hiciera caso, que me dejaría una camisa del señor y yo reutilizaría mis pantalones de cuero, que desde luego habían visto mejores días, pero no me importaba. También me trajo un paño de tela para vendar la herida.

Una vez fuera de la bañera me sequé y me puse la ropa, deje el cinturón con las armas sobre una pequeña mesa que había junto a la enorme cama, dormir ahí no seria tan terrible. La camisa de Varek me quedaba enorme, el pelo me caía lacio y mojado, me molestaba en la cara, por lo que cogiendo una cuerda que llevaba en la muñeca siempre me até el pelo oscuro, ahora libre de sangre y suciedad. Así, descalza, me encaminé a la puerta y descendí las escaleras. Esperaba que a Varek no le molestara demasiado mi falta de elegancia en su casa, pero realmente no pensaba cambiar por él, paradójicamente. Un chico joven me indicó donde estaba la biblioteca, me paré ante la puerta y con una mueca por lo que me divertía volver a recordar los formalismos y las maneras, llamé a la puerta suavemente con mis nudillos. No quería provocar que mi amigo sufriera un derrame por mi falta de modales.

La noche cayó con claridad. Aun así las servidumbre alumbró la Biblioteca con rápidez, encendiendo un tenue fuego en el fondo del salón. El heredero aprovechó la tardanza de la cazadora para acomodarse en su mesa y dejar todo lo necesario en orden para su marcha. Sacó lo necesario para organizarlo para tres meses sin necesidad de ningún tramite que necesitase su firma personal.

En el momento en el que recogía y pedí que se preparase la cena la puerta se abrió. Varek no paró su acción de guardar los libros por su intromisión. Al cazador le gustaba acabar las cosas para poder atender al 100% cada momento.

Se giró sobre sus pies y le pidió a Shine que tomara asiento frente a él, en los butacones. No podía creerse cómo iba vestida y al diferencia a la Shine que una vez conoció. No le gustaba esta moda que llevaban las mujeres que trataban de ser más hombres. Se podía ser una cazadora, sanguinaria, sin perder feminidad.

Le miró de arriba a abajo sin poder evitarlo - Cuando haya visita, agradecería que no deambularas con ese tipo de ropa - le pidió - mientras estemos en la intimidad, no me importa como quieras vestirte, o para salir de caza - realmente no se sentía nada cómodo viéndola con una camisa de él, medio abierta.

Una negra entró en al sala tras golpear la puerta con suavidad, Varek alzó la vista por encimad el hombro de Shine. Alguien necesitaba al cazador en el establo, seguramente alguien de alrededor venía a pedirle prestado un caballo - Ahora mismo voy, gracias - pidió cerrar la puerta para volver a atender a Shine, mientras se levantaba - Una vez más, bienvenida - apoyó su mano en su hombro unos segundos y salió de la sala.

Entré en el despacho de Varek. Estaba tras su mesa, ordenando papeles y escribiendo, centrado. Siempre había sido serio con sus cosas, se concentraba con facilidad. Cosa que yo era incapaz de hacer, salvo con los libros, y después había encontrado la caza, que me abstraía del mundo. Solo existía yo y mi victima. Me senté donde me indicó y no puede evitar fijarme en el montón de papeles y documentos que había sobre la mesa. Llevar un negocio era duro, sin duda, temía el día que me tocara a mi hacerme cargo del de mis padres. Esperaba que otro se hiciera cargo, de verdad. No quería tener nada que ver con ellos.

Observé como me miraba, de arriba a bajo, sabia que mi atuendo le disgustaba, pero no pensaba cambiar mi forma de ser o vestir, y menos por él, ya no. No pude evitar sonreír,y, mirándole a los ojos respondí: - ¿Intimidad? - me recliné más en la butaca y cruce las piernas:- No voy a vestir como tu me digas, Varek. Pero no voy a avergonzarte. Avísame cuando haya visita y no me dejaré ver, descuida. - Le miré y justo en ese momento entro otra sirvienta.

Le observé hablar con ella, como miraba por encima de mi, serio. Yo misma había cambiado tanto que era difícil cuadrar de nuevo nuestra amistad. No quería darle problemas al que había sido  mi amigo, por lo que iba a limitar mi contacto con él. Estaría un tiempo en París, el cambio de aires me vendría bien, pero tan solo estaría en casa de los Lachance para dormir y recuperar mis heridas tras las cacerías. Llevaba años sola, y aquello no iba a cambiar. - Gracias- Contesté cuando ya se había ido. Me quedé allí, cogí un libro al azar y me puse a leerlo. Cuando el sueño me invadió subí a mi cuarto a descansar. Aquella noche iba a ser tranquila.