Caza Mayor {Varek}

Lo había sentido, un vampiro, un vampiro recorría las inmediaciones del bosque en esa fría y oscura mañana de otoño. Corría por el bosque en ausencia de su hermana. Winter le había advertido tantas veces que no saliera sola, tantas ocasiones en las que la había regañado, que se sentía como si estuviera haciendo algo malo y debiera dar media vuelta y disculparse. Irse a su rincón de castigo y no volver a repetirlo.

Pero todos sus instintos parecían llamarla, pedirle sangre, y la adrenalina recorría sus venas con la misma velocidad que se movían sus piernas por el suelo cubierto de hojas del bosque. Se lanzó a por su presa, el vampiro corría frente a ella con la velocidad propia de los de su raza. La noche, oscura como era, sin, siquiera, luna, era el hogar perfecto para el chupasangres, el pánico le atenazaba la garganta, le flexionaba las piernas y la detuvo en el centro de un claro.

Lo sentía, estaba ahí, la vigilaba. De pie en el centro, sacó sus dagas y se dispuso a saltar, cuando el golpe del colmilludo llegó por su izquierda. Rodando por el suelo, con la bestia encima, forcejeó logrando herirlo con una de sus dagas. sus movimientos eran tan naturales, la caza era su vida, se sentía tan bien como respirar hondo tras bucear un minuto completo.

Clavó la daga en el cuello del vampiro y cogió espacio entre ellos, si tuviera allí su ballesta, su arco y flechas, sería más sencillo, pero habia salido movida por el instinto, ese que la llamaba inclso en sueños, que le hacía perseguir monstruos incluso en sueños, que le daba pesadillas envueltas en sangre. Notó el líquido en sus guantes, y prefirió no mirar, si la veía, si veía ese liquido rojo y brillante, probablemente se detendría todo, pero mientras no mirase, lo único que le daría miedo era la presión de su pecho, provocada por saber lo que manchaba sus manos y no por el miedo.

Mojó sus dagas con agua bendita, como le habían dicho, y corrió, nuevamente, hacia el frente, clavando ambos cuchillos en el pecho del vampiro. A penas había logrado deshacerse de él, estaba la bestia aun muriendo entre gritos, cuando Summer se quitó los guantes con velocidad mientras la garganta le ardía y los ojos se le volvían negros. No, no quería perder la consciencia, no de nuevo, tenía demasiado miedo de lo que pudiera pasar, la sangre, la sangre sobre el suelo, en sus mangas, gotas rojas en su cara y los guantes.... se apartó corriendo, asustada, y se acurrucó en un rincón del claro en completa oscuridad, sin poder moverse, tenía miedo, pero debía controlarlo.

No quería se una carga, no podía serlo, Winter se había arriesgado al llevarla con ella, y no quería aumentar el peso sobre los hombros de su hermana, debía superarlo, debía perder el miedo, y debía hacerlo sola. Se meció, abrazandose las rodillas, alejada del cuerpo del vampiro en el centro del claro, seguiría alí hasta que el sol le quemase la piel, y ella no debía apartar mirarlo, solo debía esperar hasta ser capaz de volver a moverse, hasta que el miedo a si misma dejara de paralizarla, porque le gustaba la adrenalina, adoraba la caza, pero cada ser que moría entre sus manos incrementaba su duda, ¿quien era en realidad?

No lo vio, no lo vio hasta que le lanzaron las dagas a su frente, tembló un instante, y alzó la cabeza, no era el vampiro, lo sabía, había sentido movimiento ni su energía oscura desde que le había clavado las dagas. Alzó una mirada oscura, una extraña mezcla de miedo, y sadismo que podría asustar al mismísimo diablo, pero no a un cazador.

Encontró al señor Lanchance, el mayor de dos hermanos, que había conocido años atrás, en una fiesta junto a su hermana, el hombre siempre le había parecido oscuro, peligroso, y ahora que lo veía tan tranquilo ante el cadaver de un vampiro, entendía el por qué, no era una persona normal, todos sus instintos se lo habían dicho ya en su primer encuentro, a pesar de la corta edad que había tenido ella en ese entonces.

Respiró hondo mirando las dagas y tragó saliva, le temblaban las manos. Cerró los ojos unos instantes, respirando profundamente de nuevo y tomó las armas guardandolas en sus fundas atadas a sus piernas. Poco a poco sus ojos se volvían negros, pero no pasaba nada, podía controlarlo. Suspiró y plantó una sonrisa en su cara aceptando la mano que le tendía para levantarse, sus ojos aun estaban oscuros, per a medida que la sonrisa subía por sus labios el azul ganaba terreno al negro de sus pupilas.

- Buenas noches Señor Lanchance.- sonrió.- cierto, vamos a correr, no sea que vengan a por nosotros y nos encuentren en la escena del crimen.- comentó ya de pie.- le reto a una carrera.- dijo antes de dar unos cuantos saltos hacia delante, dispuesta a echarse a correr.

Temía que se notase demasiado que fingía, pero no pasaba nada, como ella siempre pensaba, si una persona sonrie, llama a la alegría, y pronto esa sonrisa dejaría de ser falsa para ser real, podía controlar sus emociones, era capaz de ellos, era capaz de controlar su alegría y su llanto, también su miedo, y, si se alejaba de allí, más. Podía hacerlo, podía mientras plantase su sonrisa en los labios.

- Por cierto, ¿qué hace aquí?.- preguntó quedandose quieta, con aspecto inocente, en realidad, no tenía ni idea de qué hacía ahí el hombre, ella había sentido la llamada del vampiro desde su hogar en las afueras de la ciudad, ¿pero él? él no vivía por allí, que ella supiera, ¿tal vez estaba paseando por el bosque? No tenía ni idea, pero ahora que lo pensaba, acudían las dudas.

Poco a poco, su sonrisa falsas iba calmando el latido tenso de su corazón mientras la tensión abandonaba sus músculos, mientras tuviera un punto focal, algo en lo que centrarse, algo que la distrajera de su realidad , podía calmar sus miedos, podia evitar su lado más oscuro, podía ser la de siempre. Sabía que, desde fuera, podía parecer una locura, no culparía a nadie que la acusara de necesitar tratamiento psiquiatrico, incluso ella, en ocasiones, pensaba que lo necesitaba.

Tenía vacíos en la memoria, despertaba en lugares extraños, cubierta de manchas o empapada de pies a cabeza, con el pulso acelerado y sin recordar nada de lo que había sucedido, pero poco a poco había aprendido a controlarlo, hacía años que no le sucedía nada similar, a excepción de un mes atrás, cuando despertó con la ropa de su hermana en su cáma. Eso era lo más raro que le había pasado jamás.

Mucha gente necesitaba ayuda de medicina o de expertos para controlarse, ella no, podía ser impaciente, atontada y cabezota, podía ser tan simple que resultaba complicada, podía cambiar su atención pronto de un lado a otro y aburrirse con rapidez, pero era decidida, y tenía una voluntad de hierro, al igual que no lloraba delante de nadie, al igual que parecía una persona de sonrisa continua a pesar de tener que llorar a solas, había aprendido sola, a base de técnicas y autocontrol, a dejar de perderse a si misma.

Escuchó el murmurllo del señor Lanchance, ¿dos? y entonces lo sintió, el vello de punta, los nervios a flor de piel, el mismo latido de adrenalina de pocos minutos atrás, más bestias. Se levantó y frunció el ceño, molesta, ¿correr? claro que podía correr, tal vez no fuera la persona ni la cazadora más fuerte, ni de broma, jamás sería tan fuerte como pudiera serlo el hombre frente a ella, pero en velocidad, ni siquiera su hermana, que entrenaba día tras día, podía derrotarla.

- No necesito que me lleven, gracias.- sonrió antes de comenzar una carrera por el bosque, escapando de lo que fuera que les persiguiera, aunque, en el fondo, sus instintos le pedían todo lo contrario, queria correr, y tanto, pero para lanzarse contra el cuello de las dos cosas que habían acudido hasta ese claro.

Corrieron sin detenerse cerca de dos kilómetros de arboleda esperando despistar a quienes les perseguían, cuando por fin la luna volvió a iluminarlos, se detuvieron. Era un amplio claro bañado de plata, no parecía que nadie los siguiera ya, habían ido lejos, a una gran velocidad, poca gente podría resistis tanto como ellos lo habían hecho, se notaba el resultado de los entrenamientos y su naturaleza.

Se apoyó en sus rodillas respirando hondo, cansada, podría ser veloz, pero correr varios kilómetros sin descanso podía agotar a cualquiera, aunque reconocía que le quedaba energía para correr el resto de la noche, necesitaba descansar y recuperar aire. Miró al señor Lanchance, a su lado, no entendía por qué seguía ahí, por qué no la había dejado sola. Siempre había escuchado del caracter uraño del mayor de los Lanchance, pero parecía que los rumores se equivocaban.

No tendría porque estar allí, pero, de algún modo, parecía que cuidaba de ella. Summer sonrió en la penumbra que le daba su pelo, algunos mechones se habían desprendido en la carrera y le cubrían los ojos. El señor Lanchance era como su hermana, una persona en apariencia fría, pero que, en realidad, tenía un corazón amable. Ese tipo de gente solía ser la que más valía la pena conocer, y su hermana se lo demostraba día a día. Ese hombre aun la veía como la niña miedosa que conoció una vez en una fiesta, y, en realidad, Summer seguía siendo así, excepto por la timidez, que la había superado hacía ya mucho tiempo atrás.

- Eres rápido.- comentó alzandose de su posición doblada, al tiempo que escuchaba un sonido a sus espaldas.

Solo un vampiro se presentaba ante ellos, en toda su altura y con una ira propia de quien había sido toreado durante cerca de una hora. Summer sonrió sancando las dagas, la tensión de la caza le palpitaba en las venas y la sangre aceleraba su ritmo, quería lanzarse a por él, pero era tan alto que le intimidaba. Miró de reojo al señor Lanchance.

- ¿Le dispara con el revolver y yo le doy el golpe de gracia?- preguntó en un susurro, sacando sus armas, evitando relamerse los labios por la subida de energía que le daba la caza.

El sonido del viento se cortó un insante a sus espaldas y un escalofrío la recorrió de arriba a bajo cuando notó esa nueva energía acercarse, no se había confundido al principio, habían sido dos las pisadas que había escuchado, pero solo una figura la que había aparecido frente a ellos, dado que, la otra, había seguido a delante para rodearlos.

Debería haberse fiado de su instintode caza, siempre había sido su mayor virtud, y su mayor pesadilla. Winter abrazaba su naturaleza, a pesar de que le resultaba dificil, Summer sabía que entrenaba a sol y a luna, día tras día, noche tras noche, y semana tras semana, porque le costaba, no tenía su instinto natural, Summer siempre había creido que, de algún modo, su hermana lo tenía apagado, y que era ella quien se había llevado todo lo que de cazador se refería, todo, menos la personalidad.

Envidiaba a su hermana, si hubiera querido, Winter podría haber vivido una vida normal, pero ella, ella tenía encima esa maldición que atraía lo sobrenatural, le permitía protegerla y proteer a otros, pero que la hacía retorcerse por dentro. No estaba hecha para cazar, aunque se le diera bien de forma natural, no quería, y hacía tiempo que su cabeza se planteaba el renunciar a sus instintos, pero temía que, si los reprimía, la matasen lentamente.

Miró de reojo la nueva figura, una mujer de caderas anchas se acercaba regodeándose, habían caido en una trampa Summer tragó saliva, ¿dagas ridículas? con esas dagas podía cortarles el cuello antes de que fueran capaces de ver su sombra. EL colmo llegó cuando se los repartieron, la sangre de la cazadora hervía en su cuello, desesosa de rebanar el pescuezo de los dos chupasangres. ¿Pequeña y tierna? Iba a saber ese tal James, lo que podía hacer una chiquilla pequeña y tierna.

Respiró hondo y sacó una de las dagas de su funda, con cuidado y movimientos suaves, en un instante una imagen sangrienta se le vino a la cabeza, necesitaba que Varek la lanzase de cabeza contra el enorme vampiro que la miraba con sed, pero esa idea tan oscura, esa imagen en la que acababa nadando en sangre, no podía cumplirse, no si quería mantener la cordura, debía controlarse, debía domar a su bestia, porque, de lo contrario, esa noche morirían más que dos vampiros.

Sacando la otra daga con el mismo tipo de movimientos lentos, se dispuso para su plan b, mucho más racional que el otro. Una tactica de distracción, lanzar una daga mientras atacaba con la otra, aunque necesitaria algún modo de impulsarse, y, para ello, tal ez debiera acercarse a algún árbol y usarlo de apoyo. Pero antes, debía esperar, solo si el se acercaba a la suficiente velocidad lograría que su plan funcionara, y, de momento, parecía que seguían queriendo jugar con la cena antes de hincarles el diente.

¿Cachonda? ¿Qué tuerca se le había caído a ese idiota para confundir su miedo, ansiedad, tensión e ira con sentirse cachonda? Un escalofrío le recorrió la columna vertebral, nerviosa, quería meterle un dagazo entre ceja y ceja. Notó movimiento a su espalda y escuchó un disparo que se perdió en el silencio del bosque.

Agradeció que Varek le proporcionara esa distracción, porque James miró a Jessy por un instante y eso le permitió coger bien sus dagas y comenzar a correr hacia el vampiro para poder darle un corte en el cuello, en el corazón o donde alcanzasen sus filos. Pero al llegar a su altura, el vampiro esquivó el golpe con facilidad pasmosa y la alcanzó con rabia.

La estampó contra el tronco de un árbol, cogiéndola por el cuello, ahogándola mientras se acercaba a ella con ojos rojos y murmuraba amenazas poco veladas mientras ella forcejeaba intentando aflojar la presión en su cuello. El asco subió a su garganta cuando notó que la mano del vampiro subía rozando su cintura y su cadera hasta envolver la forma de su pecho. Con dientes apretados, apretó las dagas en sus manos y clavó los cuchillos en el pecho del vampiro y en su cuello.

Notó la sangre humedeciendo sus guantes y se sintió resbalar hasta el suelo mientras el vampiro caía de espaldas y ella comenzaba a recuperar el aliento. Algo mareada por la falta de oxígeno, se levantó tambaleante y miró a su frente, donde Varek se las veía contra Jessy. Tomó aire y salió corriendo hacia su frente, donde Varek forcejeaba con la vampiresa.

¿Tan fuerte era esa chupasangres? Debía serlo, pues Varek, con su envergadura, tendría que ser capaz de derribarla con facilidad, tal vez era muy antigua, además, no parecía estúpida, no como el vampiro al que acababa de apuñalar con dagas húmedas de agua bendita.

Mientras se acercaba a la carrera, intentaba distinguir los movimientos, leerlos, y saber donde quedaría, a su llegada, la vampiresa, no quería lanzar un ataque y herir al cazador en lugar de a la criatura.

- ¡Tu, loca!- le gritó lanzándose hacia ella.

La vampiresa giró la cara hacia ella que dio un corte da lado a lado dejando una fea cicatriz en la tersa piel de la mujer, logrando que retrocediera y soltase al cazador. Miró al hombre con el corazón en la garganta por el latido de la caza y le dio una patada a Jessy, que, preocupada por la marca de su mejilla, no había reaccionado aun. La estampó contra el tronco de un árbol.

- ¡Dispara!- exclamo sin perder su posición de defensa, por si la chupasangres volviera a por ellos.

El disparo resonó por todo el bosque, una advertencia muda de lo que podía ocurrirle a cualquiera que atacase a dos cazadores armados, y, para bien o para mal, sin demasiados escrúpulos. La chica se dejó resvalar hasta el suelo, agotada y algo temblorosa. Soltó las dagas y se abrazó a si misma notando oscurecerse sus ojos, y se clavó las uñas para que el dolor hiciera que su control volviera a ella.

Tomó aire con fuerza, y lo soltó de forma temblorosa tres veces, hasta notar la presencia tranquila del señor Lanchance a sus espaldas, en cierta forma, le calmaba, como cuando su hermana estaba cerca, si no estaba sola se sentía más segura, y si la persona con la que se encontraba demostraba tener confianza en si misma, más, ya que eso era lo que a ella le faltaba, confiar en si misma.

La perdida de control y de memoria la habia llevado a perder su valor, pero, al menos, lograba ocultarlo medianamente bien en ambientes usuales, sonreir es la mejor mentira, y la más lograda. Algo más tranquila al sentir que no se había quedado sola en medio del bosque, en medio de la oscuridad, lanzó una pequeña sonrisa y suspiró recogiendo sus dagas. Aun le temblaba el pulso, pero se sentía mejor.

- Pues yo me alegro de que no haya pasado nada más.- afirmó, no sabía si habría podido soportar una lucha larga, no es que fuera especialmente resistente, además, podría haber perdido el control.- ¿me ayudas?- le pidió tendiendole una mano para levantarse, le temblaban un poco las piernas.

Su otra mano voló a su cuello, y sintio un pequeño pinchazo de dolor, tenía cinco pequeñas marcas de uñas en la fina piel de su cuello, cuatro a un lado, una al otro, "Mierda" pensó, debería ocultarlas, si Winter las veía, seguro que se enfadaría y la mandaríade vuelta a Holanda, no podía permitirlo.

- M...- miró un instante al cazador.- ¿podemos mantener esto como un secreto? Por favor.- pidió con un ligero mohín, mordiendose el labio inferior, no podía permitir que su hermana lo descubriera.

La ignoró de mala manera, mirando, únicamente, a la vampiresa muerta. Summer se levantó sola, algo temblorosa y cansada, y miró también a la bella mujer de pelo rojo. La bala le había hecho un gran agujero en el pecho y el sol que comenzaba a cubrir l horizonte, rozándola, comenzaba a cubrir su fina piel.

Con un suspiro, algo asqueada, se giró y se cogió una mano con la otra, le temblaba, le temblaba tanto que era imposible que se mantuviera calmada. Cuando escuchó la voz del señor Lanchance, se giró y puso las manos a su espalda, sonriendo, disimulando.

- Nos vemos pronto señor Lanchance- despidió a modo de promesa, esperando que él no confesara nada de lo sucedido esa noche de monstruos.

Esperó que se alejase para poder volver a mirar su mano, parecía menos temblorosa, pero se sentía preocupada, no recordaba haber reaccionado jamás así en una caza, el miedo, la fuerza que en ocasiones tomaba el control, si, pero nunca los temblores, había alcanzado un paso más.

Miró el cielo que ya clareaba, debía darse prisa en volver a casa para tapar las heridas de su cuello, ducharse y enterrar esa ropa manchada de sangre antes de que la viera su hermana, sospechaba que, ese temblor tan fuerte, tenía mucho que ver con la petición de su hermana de no salir a cazar sola, y, tal vez, con sus lapsus de memoria y sus desmayos, no lo sabía, pero, aunque era algo que la carcomía por dentro, tampoco podía dejar que nadie lo supiera.

Eso, sabía la pequeña Van der Faye, que la haría estar aun más sola, pero si con ello protegía a su hermana, si con ello lograba que Winter no se tuviera que preocupar por ella más de la que ya lo hacía, no le importaría, plantaría su sonrisa, cubriría la oscuridad de sus ojos con luz, y seguiría adelanta, por mucho que eso la alejase, por mucho que, al final, la soledad acabase por consumirla.