AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Little Red Riding Hood... (Privado) +18
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Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Recuerdo del primer mensaje :
-So, Antares, so -murmuró al tiempo que tiraba suavemente de las riendas de su caballo castaño-. Creo que por aquí ya puedo empezar a buscar. Es posible que tengamos que adentrarnos un poco más, pero no mucho, no quiero volver tras la puesta de sol, puede ser peligroso.
Sí, estaba hablando con su caballo. Desmontó y se ajustó el mantoncillo de punto rojo sangre sobre el abrigo gris ceniza, bajo el que asomaba el bajo del vestido, de un granate oscuro. Se quitó el guante derecho, de piel vuelta, también gris, y se apartó un mechón rebelde del rostro. Siempre llevaba el pelo suelto cuando salía a cabalgar, en parte porque sabía que cualquier moño acabaría deshecho en parte porque aumentaba su idealizada sensación de libertad. Aunque luego era un suplicio cepillarlo y más con aquellos rizos.
Sus ojos, grandes y marrones, de largas pestañas, se estrecharon cuando sonrió ampliamente a su montura, como si fuera un buen amigo. Le palmeó el cuello con la mano desnuda y apoyó la frente contra el morro del animal.
-Vamos, vamos, no me mires así. Estás tú para protegerme, ¿no?
Soltó una risa despreocupada y, con las riendas en la mano enguantada y seguida del animal, comenzó a caminar, mirando hacia el suelo, guardando el otro guante en el bolsillo del abrigo, dejando la mitad asomando entre las telas.
Iba buscando hierbas, porque las reservas de su sótano escaseaban de algunas de ellas. Tampoco podía acumular demasiado, porque no sería sencillo de esconder si se daba el caso. Nunca había tenido problemas por sus dones y esperaba seguir así, pero no estaba de más ser precavida.
Sí, estaba hablando con su caballo. Desmontó y se ajustó el mantoncillo de punto rojo sangre sobre el abrigo gris ceniza, bajo el que asomaba el bajo del vestido, de un granate oscuro. Se quitó el guante derecho, de piel vuelta, también gris, y se apartó un mechón rebelde del rostro. Siempre llevaba el pelo suelto cuando salía a cabalgar, en parte porque sabía que cualquier moño acabaría deshecho en parte porque aumentaba su idealizada sensación de libertad. Aunque luego era un suplicio cepillarlo y más con aquellos rizos.
Sus ojos, grandes y marrones, de largas pestañas, se estrecharon cuando sonrió ampliamente a su montura, como si fuera un buen amigo. Le palmeó el cuello con la mano desnuda y apoyó la frente contra el morro del animal.
-Vamos, vamos, no me mires así. Estás tú para protegerme, ¿no?
Soltó una risa despreocupada y, con las riendas en la mano enguantada y seguida del animal, comenzó a caminar, mirando hacia el suelo, guardando el otro guante en el bolsillo del abrigo, dejando la mitad asomando entre las telas.
Iba buscando hierbas, porque las reservas de su sótano escaseaban de algunas de ellas. Tampoco podía acumular demasiado, porque no sería sencillo de esconder si se daba el caso. Nunca había tenido problemas por sus dones y esperaba seguir así, pero no estaba de más ser precavida.
Última edición por Aletheia Brutus el Mar Ene 31, 2017 2:09 pm, editado 1 vez
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Arqueó las cejas. ¿Ese hombre era bipolar? Seguramente. Debía de darlo eso de ser parte animal. Tenía pinta de ser complicado, todo ese rollo de los instintos, el conflicto entre la bestia y el humano, la influencia de la luna y todo lo demás. Por un momento pensó en satisfacer su curiosidad preguntando, pero decidió que no lo haría en ese momento. Quizás más adelante.
Meneó la cabeza cuando dejó la ropa por ahí tirada. Seguía siendo un patán sin modales. Pero ella no se la iba a recoger, desde luego. La herida de la espalda todavía sangraba a juzgar por las manchas en el vendaje. Se sintió un poco culpable por ello. Después de todo, le habían herido por su causa. O algo así.
Abrió la caja que había traído de su casa y sonrió al ver que Adele le había puesto una buena cantidad de comida. Había pan blanco, queso, fruta, como había pedido, y además algo de carne en salazón, un buen pedazo de pastel de manzana y canela y algún que otro capricho. Y todo para un día que le había dicho que estaría fuera. Pero Adele siempre hacía cosas como aquella. Y ella se lo agradecía. Sonrió con sinceridad, olvidando por un momento donde estaba, por qué y el miedo que le tenía todavía a Leif.
Dejó la comida en la mesa y dejó todo lo demás en la caja. Al día siguiente empezaría a preparar el conjuro para que el licántropo pudiera sentir lo que le ocurriera a su hija, pero antes de eso tenía que comer y descansar ella. Y recuperarse del todo él, porque la magia podía ser muy exigente a veces y no todos los cuerpos respondían de la misma manera, así que debia estar en perfectas condiciones cuanto antes.
Con eso en mente, calentó algo de agua y dejó que se infusionaran algunas hierbas. Lo echó en un cuenco y dejó que se entibiase. Mientras, se acercó a la puerta del baño donde estaba Leif.
-Cuando acabes, ve a la cama. Quiero verte esa herida.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
La calidez del agua tibia cubriendo su cuerpo trajo al fin algo de la serenidad necesaria para poner en orden sus pensamientos, pues su mente era un mar de dudas desde que la bruja había aparecido en el bosque. No era extraño que esta estuviera igual de confusa, pues ni él mismo entendía su comportamiento, aunque se hacía una idea de cual era el motivo principal: Elora. Su hija había llegado para desequilibrar sus esquemas, poniendo patas arriba todas sus costumbres y creencias. A falta de una madre que le enseñara lo que era el amor de pequeño, y educado bajo la mirada de duros y faltos de escrúpulos piratas, el cariño que le enseñó Elora seguía siendo un misterio con el que le resultaba difícil de lidiar.
Era consciente, aunque no lo reconociera, que echaba de menos tener a su hija alrededor cuidándolo -a su modo-; cuando Aletheia curó sus heridas sintió algo que seguía incapaz de describir, pero que le trajo la nostalgia de esos días con Elora. A aquel sentimiento se le sumaba lo parecidas que eran ambas, detalle que resultó desgarrador cuando su cautiva le plantó cara ese mismo día. Su orgullo de pirata le decía que acabara de una vez con ella y problema resuelto, mientras su calidad de padre, que poco a poco iba tomando más espacio en su mente, le obligaba a ser precavido y no sobrepasar límites.
Todo sería más sencillo si jamás hubiera sabido que tenía una hija. No obstante, no era hombre que tirara la toalla.
Abrió los ojos al escuchar la voz tan cerca y los clavó en ella inexpresivo, aún vagando por su mente. Se limitó a asentir, tal vez con miedo de decir algo que volviera a alejarla hacia su rincón aterrada.
Terminado el baño su mente seguía siendo un hervidero de preguntas y dudas, pero estaba tan cansado de darle vueltas que prefirió relajarse y olvidarlo por ahora. Abandonó el baño desnudo y sin vergüenza alguna, secándose superficialmente con una toalla deshilachada camino a la cama donde tomó asiento.
-No tardará en cicatrizar - le hizo saber para que no se tomara tantas molestias, aunque tampoco le impidió curarle. - Puedes dormir tranquila esta noche, no te haré nada mientras duermes - le hizo saber recordando la noche anterior en la que no la escuchó descansar ni un momento. - No soy tan estúpido para hacerte daño mientras trabajas para mí.
Era consciente, aunque no lo reconociera, que echaba de menos tener a su hija alrededor cuidándolo -a su modo-; cuando Aletheia curó sus heridas sintió algo que seguía incapaz de describir, pero que le trajo la nostalgia de esos días con Elora. A aquel sentimiento se le sumaba lo parecidas que eran ambas, detalle que resultó desgarrador cuando su cautiva le plantó cara ese mismo día. Su orgullo de pirata le decía que acabara de una vez con ella y problema resuelto, mientras su calidad de padre, que poco a poco iba tomando más espacio en su mente, le obligaba a ser precavido y no sobrepasar límites.
Todo sería más sencillo si jamás hubiera sabido que tenía una hija. No obstante, no era hombre que tirara la toalla.
Abrió los ojos al escuchar la voz tan cerca y los clavó en ella inexpresivo, aún vagando por su mente. Se limitó a asentir, tal vez con miedo de decir algo que volviera a alejarla hacia su rincón aterrada.
Terminado el baño su mente seguía siendo un hervidero de preguntas y dudas, pero estaba tan cansado de darle vueltas que prefirió relajarse y olvidarlo por ahora. Abandonó el baño desnudo y sin vergüenza alguna, secándose superficialmente con una toalla deshilachada camino a la cama donde tomó asiento.
-No tardará en cicatrizar - le hizo saber para que no se tomara tantas molestias, aunque tampoco le impidió curarle. - Puedes dormir tranquila esta noche, no te haré nada mientras duermes - le hizo saber recordando la noche anterior en la que no la escuchó descansar ni un momento. - No soy tan estúpido para hacerte daño mientras trabajas para mí.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Aletheia siempre tenía las manos frias, pero se había asegurado de mantenerlas en el agua caliente el tiempo suficiente para que se calentasen. Pero cuando se giró para dirigirse hacia la cama y limpiar la herida, casi le da un soponcio. ¡¡¿Es que ese hombre no sabía lo que era el decoro?!! Sus mejillas se pusieron tan rojas como su chal, que descansaba a un lado, sobre una silla. Se cubrió la cara con ambas manos y se giró.
-¡Ah! -El corazón se le aceleró una vez más, nerviosa y avergonzada-. Podrías cubrirte, al menos.
Aunque algo le decía que no lo haría, aunque sólo fuera por molestarla. Pues bien, no iba a darle el gusto, así que volvió a girarse, cogió el paño y el cuenco con agua y avanzó hacia la cama, intentando aparentar una seguridad que no sentía y procurando mirar a cualquier lado, menos a Leif. Se sentó en la cama, a su espalda, subiendo una de las piernas, de modo que quedaba el pie en el borde de la cama, junto a la otra rodilla, dejando un hueco en su regazo para el cuenco con agua. Tomó aire, tratando de calmarse, y lo soltó despacio.
Con mucho cuidado, volvió a limpiar la herida con el agua que habia preparado y un paño limpio.
-Ya sé que cicatrizarán pronto, pero me preocupa que se infecte y cierre en falso -le explicó.
No respondió al otro comentario, porque tampoco sabía muy bien qué responder. Por momentos, parecía que Leif cambiaba de la bestia al hombre. O tal vez sólo fuera un carácter difícil. Ella sabía de eso, sí. No obstante, parecía encontrar un irrefrenable placer en sacarla de sus casillas... y le era tan fácil. Pero ¿qué culpa tenía ella, si su sola presencia la aterraba, si no podía dominar sus reacciones, si lo único que deseaba era huir de allí?
Irónico, porque ahí estaba, curándole las heridas y dispuesta a ayudarle a proteger a su hija. Quizás era ése el detalle que marcaba la diferencia, que lo hacía por otra persona a la que quería. Se le encogió el corazón. Querer proteger a alguien a toda costa era bonito, pero... también tenía un lado triste. El lado en que el protegido se quedaba cuando el protector pagaba el precio más alto.
Acabó de limpiar la herida en silencio, de repente la envolvió aquel aura triste que ya había mostrado antes y que contrastaba tanto con el habitual ánimo y positivismo que mostraba tan sólo un día antes. Se levantó y dejó el cuenco y el paño en la cocina.
-Deberías comer y descansar -dijo monótonamente, mientras se sentaba a la mesa ya dispuesta.
-¡Ah! -El corazón se le aceleró una vez más, nerviosa y avergonzada-. Podrías cubrirte, al menos.
Aunque algo le decía que no lo haría, aunque sólo fuera por molestarla. Pues bien, no iba a darle el gusto, así que volvió a girarse, cogió el paño y el cuenco con agua y avanzó hacia la cama, intentando aparentar una seguridad que no sentía y procurando mirar a cualquier lado, menos a Leif. Se sentó en la cama, a su espalda, subiendo una de las piernas, de modo que quedaba el pie en el borde de la cama, junto a la otra rodilla, dejando un hueco en su regazo para el cuenco con agua. Tomó aire, tratando de calmarse, y lo soltó despacio.
Con mucho cuidado, volvió a limpiar la herida con el agua que habia preparado y un paño limpio.
-Ya sé que cicatrizarán pronto, pero me preocupa que se infecte y cierre en falso -le explicó.
No respondió al otro comentario, porque tampoco sabía muy bien qué responder. Por momentos, parecía que Leif cambiaba de la bestia al hombre. O tal vez sólo fuera un carácter difícil. Ella sabía de eso, sí. No obstante, parecía encontrar un irrefrenable placer en sacarla de sus casillas... y le era tan fácil. Pero ¿qué culpa tenía ella, si su sola presencia la aterraba, si no podía dominar sus reacciones, si lo único que deseaba era huir de allí?
Irónico, porque ahí estaba, curándole las heridas y dispuesta a ayudarle a proteger a su hija. Quizás era ése el detalle que marcaba la diferencia, que lo hacía por otra persona a la que quería. Se le encogió el corazón. Querer proteger a alguien a toda costa era bonito, pero... también tenía un lado triste. El lado en que el protegido se quedaba cuando el protector pagaba el precio más alto.
Acabó de limpiar la herida en silencio, de repente la envolvió aquel aura triste que ya había mostrado antes y que contrastaba tanto con el habitual ánimo y positivismo que mostraba tan sólo un día antes. Se levantó y dejó el cuenco y el paño en la cocina.
-Deberías comer y descansar -dijo monótonamente, mientras se sentaba a la mesa ya dispuesta.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Una sincera y nada maliciosa carcajada llenó la estancia al ser testigo de la puritana reacción ante su desnudez. Realmente no lo hizo con intención de molestarla, era la costumbre de vivir solo y decantarse por la comodidad. Al no sentir frío ni calor, evitaba las molestas ropas que, los días de luna llena, acababa rompiendo siempre. Tuvo la decencia de cubrirse la entrepierna con la toalla pero, sobretodo, de callar todo comentario jocosa que picaba en su lengua. El ambiente parecía menos tenso y quería mantenerlo así, sobretodo en el momento que sintió su presencia en la espalda y volvió a invadirle aquella sensación totalmente contraria a la soledad, sensación a la que aún no encontraba nombre.
-¿Te preocupa...? - musitó, tan bajito que por un instante creyó que se había quedado como un simple pensamiento. La bruja no se quedaba corta tampoco en cuanto a confundir se refería. Tan pronto se mostraba aterrorizada por su sola presencia, como decía preocuparse por su herida. Aquella ambigüedad dejaba a Leif navegando a la deriva. Por un lado, el miedo siempre fue un alimento que devoraba orgulloso; por otro, no estaba nada mal eso de que alguien cuidara de él aunque fuera un instante porque, probablemente, de haber tenido que atenderse él mismo esa herida habría acabado infectándose.
Se alzó en silencio mirándola de reojo con sospecha, percibiendo aquel aire turbio que de repente la rodeaba. Decidió darle su espacio, pues en otras ocasiones no siempre recibió respuestas directas a sus indagaciones. Rebuscó en los armarios de Elora hasta dar con algo de ropa que en el pasado su hija se quedó, ya fuera por lavarla o remendarla. Ya vestido, solo con pantalón, se ató el cabello apartándolo del rostro y se sentó frente a ella en la mesa, sacando de la caja que trajo de la carnicería algo de carne adobada.
Le hincó el diente a la carne sin más demora, sin tenedor ni cuchillo, estaba demasiado hambriento para andar controlando los modales. Pero cuando el silencio estaba volviéndose más tenso de lo que quería, decidió hablar. - ¿Quién es ese chico con el que vives? ¿Tu hijo?
-¿Te preocupa...? - musitó, tan bajito que por un instante creyó que se había quedado como un simple pensamiento. La bruja no se quedaba corta tampoco en cuanto a confundir se refería. Tan pronto se mostraba aterrorizada por su sola presencia, como decía preocuparse por su herida. Aquella ambigüedad dejaba a Leif navegando a la deriva. Por un lado, el miedo siempre fue un alimento que devoraba orgulloso; por otro, no estaba nada mal eso de que alguien cuidara de él aunque fuera un instante porque, probablemente, de haber tenido que atenderse él mismo esa herida habría acabado infectándose.
Se alzó en silencio mirándola de reojo con sospecha, percibiendo aquel aire turbio que de repente la rodeaba. Decidió darle su espacio, pues en otras ocasiones no siempre recibió respuestas directas a sus indagaciones. Rebuscó en los armarios de Elora hasta dar con algo de ropa que en el pasado su hija se quedó, ya fuera por lavarla o remendarla. Ya vestido, solo con pantalón, se ató el cabello apartándolo del rostro y se sentó frente a ella en la mesa, sacando de la caja que trajo de la carnicería algo de carne adobada.
Le hincó el diente a la carne sin más demora, sin tenedor ni cuchillo, estaba demasiado hambriento para andar controlando los modales. Pero cuando el silencio estaba volviéndose más tenso de lo que quería, decidió hablar. - ¿Quién es ese chico con el que vives? ¿Tu hijo?
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
-¿Loui? No, es el sobrino de Adele. Ella trabaja para mí desde hace diez años. Loui apenas contaba siete u ocho en ese entonces. Me hace algunos recados y cuida de Antares -le explicó abiertamente, como si hablar del chico fuera para ella algo natural y como si entre ellos hubiera confianza. Seguramente fuera por el chiquillo, que le arrancaba siempre una sonrisa, como la que afloraba a su rostro en ese momento, amplia y cariñosa, maternal.
Le hubiera gustado poder decirle que sí, que Loui era su hijo, aunque por la edad era imposible. Le hubiera gustado tener uno. O varios. Y enseñarles a caminar y a comer. Y a leer. O a montar a caballo. Y, seguramente, también tendría que enseñarles los secretos de la magia. O hubiese dejado eso para Leon. Su sonrisa se volvió algo más melancólica, pero no triste. Era un bonito sueño, pero ya no dolía ni la desgarraba por dentro. Esa herida estaba cerrada. Se llevó un pellizco de pan a la boca.
-Mañana te dolerá. Y es posible que supure -le dijo. Toda aquella situación era de lo más extraño y no sabía muy bien cómo gestionarlo. Porque ese hombre le daba miedo, pero a veces parecía que no le haría nada. Había momentos en los que se le pasaba por la cabeza la idea de confiar en él... y al momento su aura volvía a brillar con fuerza, recordándole que no debía hacerlo si no quería sufrir en el proceso.
Los lobos siempre eran los malos de los cuentos.
Le hubiera gustado poder decirle que sí, que Loui era su hijo, aunque por la edad era imposible. Le hubiera gustado tener uno. O varios. Y enseñarles a caminar y a comer. Y a leer. O a montar a caballo. Y, seguramente, también tendría que enseñarles los secretos de la magia. O hubiese dejado eso para Leon. Su sonrisa se volvió algo más melancólica, pero no triste. Era un bonito sueño, pero ya no dolía ni la desgarraba por dentro. Esa herida estaba cerrada. Se llevó un pellizco de pan a la boca.
-Mañana te dolerá. Y es posible que supure -le dijo. Toda aquella situación era de lo más extraño y no sabía muy bien cómo gestionarlo. Porque ese hombre le daba miedo, pero a veces parecía que no le haría nada. Había momentos en los que se le pasaba por la cabeza la idea de confiar en él... y al momento su aura volvía a brillar con fuerza, recordándole que no debía hacerlo si no quería sufrir en el proceso.
Los lobos siempre eran los malos de los cuentos.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Le incomodó el modo en que se le iluminó el rostro al hablar de aquel crío, porque una voz en el fondo de su mente le decía que aquello era lo que Elora esperaba, lo que se suponía que debía expresar un padre al hablar de su hijo. Pero no era algo que fuera a suceder jamás, no porque no la quisiera -que a su modo sí lo hacía- simplemente mostrar sentimientos no entraba en el abanico de cambios que sucederían en Leif Paine. Había que conocerle, o prestar atención y observar, para darse cuenta cuál era su forma de expresar los sentimientos.
-Pues pareces su madre... - fue todo cuanto dijo en un susurro, volviendo a enterrar la mirada en el filete entre manos. Los sentimientos, siempre, serían una muestra de debilidad. Aún así las palabras de la bruja junto con el peso del pasado que parecía cargar encima le hicieron verla con otros ojos. Cada uno cargaba con sus propios estigmas. Se encogió de hombros ante el tema de sus heridas. - Lo sé, no es la primera vez.
Se terminó el filete en un abrir y cerrar de ojos, curioseando enseguida en la cesta de Aletheia a ver qué había. El olor del pastel le llamó enseguida la atención y, sin permiso ni miradas, metió mano y cogió un pedazo que se llevó a la boca enseguida. No obstante, en el momento que el dulce rozó su lengua su ceño se frunció y tragó sin apenas masticar dejando el resto sobre la mesa con el desagrado plasmado en el rostro. No le gustaban nada las cosas dulces. Aquello le hizo ponerse en pie y trastear de nuevo en la cocina hasta encontrar algo de alcohol. Vino, pues desgraciadamente no quedaba ron.
-Duermes en la cama - dijo sin opción a réplica, dejando la botella en el suelo donde extendió una de las mantas del armario improvisándose un lecho. Se quitó del cuello uno de sus colgantes, lo que parecía un pequeño mechón de cabello atado con cordel, y lo depositó sobre la mesa. - Es cabello de mi hija, por si lo necesitas. No puedo darte sangre sin que ella se de cuenta. Intenta... - frunció el ceño - intenta no usarlo todo, si puedes evitarlo - ya no tenía muchas oportunidades de quitarle a Elora algo de cabello sin que se diera cuenta, aquel lo sacó cuando pasaban tiempo juntos, llevándolo encima para que el lobo estuviera siempre familiarizado con su olor y no la atacara en caso de encontrarse.
-En el armario tienes ropa para dormir - se quedó callado y serio como si pensara decir algo más, pero solo esbozó una sonrisa añadiendo un comentario jocoso - aunque si tienes frío siempre puedes arrimarte a mí - tras decir aquello simplemente se fue a un rincón de la cocina a encenderse un puro en silencio.
-Pues pareces su madre... - fue todo cuanto dijo en un susurro, volviendo a enterrar la mirada en el filete entre manos. Los sentimientos, siempre, serían una muestra de debilidad. Aún así las palabras de la bruja junto con el peso del pasado que parecía cargar encima le hicieron verla con otros ojos. Cada uno cargaba con sus propios estigmas. Se encogió de hombros ante el tema de sus heridas. - Lo sé, no es la primera vez.
Se terminó el filete en un abrir y cerrar de ojos, curioseando enseguida en la cesta de Aletheia a ver qué había. El olor del pastel le llamó enseguida la atención y, sin permiso ni miradas, metió mano y cogió un pedazo que se llevó a la boca enseguida. No obstante, en el momento que el dulce rozó su lengua su ceño se frunció y tragó sin apenas masticar dejando el resto sobre la mesa con el desagrado plasmado en el rostro. No le gustaban nada las cosas dulces. Aquello le hizo ponerse en pie y trastear de nuevo en la cocina hasta encontrar algo de alcohol. Vino, pues desgraciadamente no quedaba ron.
-Duermes en la cama - dijo sin opción a réplica, dejando la botella en el suelo donde extendió una de las mantas del armario improvisándose un lecho. Se quitó del cuello uno de sus colgantes, lo que parecía un pequeño mechón de cabello atado con cordel, y lo depositó sobre la mesa. - Es cabello de mi hija, por si lo necesitas. No puedo darte sangre sin que ella se de cuenta. Intenta... - frunció el ceño - intenta no usarlo todo, si puedes evitarlo - ya no tenía muchas oportunidades de quitarle a Elora algo de cabello sin que se diera cuenta, aquel lo sacó cuando pasaban tiempo juntos, llevándolo encima para que el lobo estuviera siempre familiarizado con su olor y no la atacara en caso de encontrarse.
-En el armario tienes ropa para dormir - se quedó callado y serio como si pensara decir algo más, pero solo esbozó una sonrisa añadiendo un comentario jocoso - aunque si tienes frío siempre puedes arrimarte a mí - tras decir aquello simplemente se fue a un rincón de la cocina a encenderse un puro en silencio.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
-Necesitaré algo tuyo también.
Sonrió un poco. Al parecer realmente sí que le importaba su hija. Un detalle tan insignificante como no querer desprenderse de todo el pelo, como si no pudiera conseguir más... pero era bastante elocuente. O eso entendía Aletheia. En su mundo, eso era una señal de cariño.
Por un segundo pensó en rechazar la idea de cambiarse de ropa, pero ambos estaban haciendo un esfuerzo por que aquello saliera bien y ya que tenian que soportarse mutuamente, mejor intentar hacerlo lo más fácil posible. Rebuscó en el armario algo de ropa y se desvistió en el baño.
-Creo que prefiero las mantas, pero gracias.
¿Qué clase de comentario era aquel? Por supuesto que no lo estaba diciendo en serio, pero... aun así... Era incómodo. ¿En qué cabeza cabía que ella se arrimara a él? Era una mujer decente. Y él le daba miedo. Quizás no tanto como la noche anterior, porque ahora sabía que no la mataría si cumplía su parte, o eso quería creer para no caer en la desesperación. Pero seguía poniéndola nerviosa su cercanía, su aura peligrosa y fiera, su pose de hombre curtido por la vida, esos ojos que parecían desnudarle hasta el alma, esa voz que le arrancaba escalofríos desde lo más profundo... Leif era el tipo de hombre del que los padres advierten a las hijas. Ese tipo de hombres que la mayoría de mujeres evita, sobre todo las de su clase -o la clase a que se suponía que pertenecía cuando estaba en casa de sus padres y que ahora le parecía tan distante-. Ese tipo de hombre que sabes que es mentiroso y pendenciero, que atrae los problemas y que no dudaría en vender su alma, o la tuya. Y, sin embargo, ese mismo tipo de hombre cuya vida tiene todo eso de lo que carecía la suya. Emoción, peligro, aventura... como si fuera el antihéroe en una novela. Le miró fumar a través del hueco de la puerta. ¿Qué tipo de vida llevaba un hombre así?
Se metió en la cama, sabiendo que esa pregunta no obtendría respuesta.
Sonrió un poco. Al parecer realmente sí que le importaba su hija. Un detalle tan insignificante como no querer desprenderse de todo el pelo, como si no pudiera conseguir más... pero era bastante elocuente. O eso entendía Aletheia. En su mundo, eso era una señal de cariño.
Por un segundo pensó en rechazar la idea de cambiarse de ropa, pero ambos estaban haciendo un esfuerzo por que aquello saliera bien y ya que tenian que soportarse mutuamente, mejor intentar hacerlo lo más fácil posible. Rebuscó en el armario algo de ropa y se desvistió en el baño.
-Creo que prefiero las mantas, pero gracias.
¿Qué clase de comentario era aquel? Por supuesto que no lo estaba diciendo en serio, pero... aun así... Era incómodo. ¿En qué cabeza cabía que ella se arrimara a él? Era una mujer decente. Y él le daba miedo. Quizás no tanto como la noche anterior, porque ahora sabía que no la mataría si cumplía su parte, o eso quería creer para no caer en la desesperación. Pero seguía poniéndola nerviosa su cercanía, su aura peligrosa y fiera, su pose de hombre curtido por la vida, esos ojos que parecían desnudarle hasta el alma, esa voz que le arrancaba escalofríos desde lo más profundo... Leif era el tipo de hombre del que los padres advierten a las hijas. Ese tipo de hombres que la mayoría de mujeres evita, sobre todo las de su clase -o la clase a que se suponía que pertenecía cuando estaba en casa de sus padres y que ahora le parecía tan distante-. Ese tipo de hombre que sabes que es mentiroso y pendenciero, que atrae los problemas y que no dudaría en vender su alma, o la tuya. Y, sin embargo, ese mismo tipo de hombre cuya vida tiene todo eso de lo que carecía la suya. Emoción, peligro, aventura... como si fuera el antihéroe en una novela. Le miró fumar a través del hueco de la puerta. ¿Qué tipo de vida llevaba un hombre así?
Se metió en la cama, sabiendo que esa pregunta no obtendría respuesta.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Cederle algo propio era la parte más sencilla, así que no le dio vueltas al asunto. Pelo, sangre, que pidiera lo que quisiera mientras el encargo saliera a la perfección.
Tentado estuvo de curiosear mientras se cambiaba, pero se contuvo. Era un hombre con necesidades, pero uno que no quedaría satisfecho solo con mirar y, después de encontrar al fin cierta tolerancia entre ambos, era mejor no cruzar ciertas barreras. Además, ¿en qué estaba pensando? Era una bruja, se juró a sí mismo no volver a tocar a una bruja tras sufrir en sus carnes la venganza despiadada de Edora.
Apagó las velas y se tomó su tiempo disfrutando del vino y de su puro aún en la cocina, dejándose mecer por la neblina del alcohol y los sonidos de la noche. Acostumbrado como estaba a la quietud del bosque, el más mínimo ruido de la calle le desquiciaba, por suerte aquella era una zona tranquila y alejada de tabernas y prostíbulos. Finalmente fue a la cama -aquella improvisada en el suelo- maldiciendo no poder quitarse los pantalones, y dando vueltas hasta que al fin encontró la posición más cómoda que no punzara su espalda.
Debía ser de madrugada cuando un sutil sonido le alertó. Sin moverse, escuchó la respiración relajada de la bruja y supo que no fue ella, pero aquello que lo provocó estaba lo suficientemente cerca para preocuparle. Se alzó en la penumbra y miró por la ventana donde le recibió la misma quietud. De nuevo ese ruido. Metal contra madera. Sus músculos se tensaron y miró hacia la puerta al darse cuenta que de allí provenía: alguien estaba intentando entrar. Saltó sobre la cama y le puso una mano sobre la boca a Aletheia, mirándola fijamente a los ojos cuando despertó, y se llevó un dedo a los labios para que mantuviera silencio.
Bajó lentamente y con sigilo fue hacia la puerta, llegando justo cuando esta se abría y dos hombres entraban, tropezando inmediatamente con un Leif de muy mal humor. Los agarró del brazo a ambos apretando hasta que el dolor les hizo soltar el arma, y los lanzó al suelo sin darles opción a levantarse. A uno le puso la rodilla en la espalda y al otro le retorció el brazo. Una vez les vio el rostro clavó la mirada en Aletheia gruñendo ronco.
-¿Sigues queriendo dejarles vivos?
Era los mismos hombres que aquella misma mañana les habían asaltado.
Tentado estuvo de curiosear mientras se cambiaba, pero se contuvo. Era un hombre con necesidades, pero uno que no quedaría satisfecho solo con mirar y, después de encontrar al fin cierta tolerancia entre ambos, era mejor no cruzar ciertas barreras. Además, ¿en qué estaba pensando? Era una bruja, se juró a sí mismo no volver a tocar a una bruja tras sufrir en sus carnes la venganza despiadada de Edora.
Apagó las velas y se tomó su tiempo disfrutando del vino y de su puro aún en la cocina, dejándose mecer por la neblina del alcohol y los sonidos de la noche. Acostumbrado como estaba a la quietud del bosque, el más mínimo ruido de la calle le desquiciaba, por suerte aquella era una zona tranquila y alejada de tabernas y prostíbulos. Finalmente fue a la cama -aquella improvisada en el suelo- maldiciendo no poder quitarse los pantalones, y dando vueltas hasta que al fin encontró la posición más cómoda que no punzara su espalda.
Debía ser de madrugada cuando un sutil sonido le alertó. Sin moverse, escuchó la respiración relajada de la bruja y supo que no fue ella, pero aquello que lo provocó estaba lo suficientemente cerca para preocuparle. Se alzó en la penumbra y miró por la ventana donde le recibió la misma quietud. De nuevo ese ruido. Metal contra madera. Sus músculos se tensaron y miró hacia la puerta al darse cuenta que de allí provenía: alguien estaba intentando entrar. Saltó sobre la cama y le puso una mano sobre la boca a Aletheia, mirándola fijamente a los ojos cuando despertó, y se llevó un dedo a los labios para que mantuviera silencio.
Bajó lentamente y con sigilo fue hacia la puerta, llegando justo cuando esta se abría y dos hombres entraban, tropezando inmediatamente con un Leif de muy mal humor. Los agarró del brazo a ambos apretando hasta que el dolor les hizo soltar el arma, y los lanzó al suelo sin darles opción a levantarse. A uno le puso la rodilla en la espalda y al otro le retorció el brazo. Una vez les vio el rostro clavó la mirada en Aletheia gruñendo ronco.
-¿Sigues queriendo dejarles vivos?
Era los mismos hombres que aquella misma mañana les habían asaltado.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
El grito murió entre sus labios, contra la piel de Leif. Quiso forcejear para quitárselo de encima, pero esa mirada cortó cualquier reacción, robándole el aliento. ¿Ésos eran los ojos de un depredador? Si no lo eran, se asemejaban bastante. Creyó ver en ellos una pasión latente, la adrenalina contenida antes de la caza, la salvaje sensación de poder disponer de otra vida a su antojo. Y, de algún modo, supo que no estaba así por ella.
Guardó silencio y escuchó el metal contra la madera. Un sonido quedo que ella no habría percibido en la tranquilidad de su sueño. Agradeció mucho los sentidos agudizados del lobo. Asintió, dejándole claro que no iba a gritar y que podía soltarla. Mientras Leif se dirigía hacia la puerta, ella salió de entre las mantas, sin ponerse una bata o un chal, descalza, sintiendo el frío del suelo subir por las plantas de sus pies. Cuando ella llegó a la puerta, los dos hombres estaban ya en el suelo y el licántropo la miraba directamente a ella, como si realmente importara lo que ella tuviera que decir.
Observó a aquellos hombres, reducidos e inmóviles bajo la fuerza arrolladora de Leif. Se sintió extrañamente segura durante un segundo, como si alli, en mitad de aquella escalera, nada pudiera tocarla simple y llanamente porque nada seria capaz de atravesar la barrera del hombre lobo. Aunque esa sensación se disipó al instante, porque sabía perfectamente que él era precisamente el principal motivo por el que no podía sentirse a salvo. Dudó. Realmente dudó qué responder. Porque no se sentía con poder moral para ordenar la ejecución de aquellos hombres... Pero entendia que Leif podía descuartizarlos con todo el derecho del mundo desde que osaron atacar su casa en mitad de la noche con a saber qué intenciones. Si los mataba, sólo estaría defendiendo lo suyo. Y, sin embargo, seguía sin querer verlo.
Bajó los escalones que la separaban de los tres hombres, ignorando a los ladrones y mirando directamente al lobo, con una súplica en los enormes ojos castaños. No aquí, no donde estoy empezando a confiar en ti.
Suspiró y se inclinó un poco, para mirar a la cara a los ladrones:
-Esta es la segunda vez que le pido que no os mate. Y tiene todo el derecho a hacerlo si quiere. Así que voy a subir esas escaleras y a volver a la cama y a dejar que sea él quien decida lo que hacer con vosotros. Pero os lo advierto, no habrá una tercera. -Sonrió ampliamente, mientras sus dedos recorrian la linea de la mandíbula del ladrón que tenía más cerca-. No abuséis de su paciencia y mi amabilidad. Marchaos y no volvais. -Por donde su mano dejaba aquella suave caricia, la piel del ladrón quedaba cubierta de pequeños puntitos azules que desaparecían casi al instante. No estaba segura de si Leif podía notar el fluir de la magia a través de ella. Alargó la otra mano para rozar al otro ladrón, con el mismo efecto. Se incorporó y fijó su mirada en el licántropo-. No tardes. Aquí abajo hace frío.
Sin más, se dio la vuelta y emprendió el camino de regreso a la buhardilla. Lo que pasara ahí abajo dependía única y exclusivamente del lobo, aunque, por si acaso, ella les habia dejado un pequeño regalito que se traduciría en parálisis de algunas zonas, vómitos, vértigos y esa sensación de resaca permanente que duraria hasta que sus cuerpos quedaran inconscientes de agotamiento.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Nuevamente un ruego mudo, una súplica que mutiló sus ganas de matar. ¿Por qué no podía entender que aquellos dos hombres no merecían siquiera respirar? Estaba totalmente convencido y decidido a matarlos en esa ocasión, acabar con sus miserables vidas y abandonar los cadáveres en cualquier esquina alejada de la buhardilla, allá donde nadie pudiera relacionarles con él, pues el haber intentado atacarle tan cobardemente mientras dormían no pensaba perdonarlo. Y, sin embargo, unas simples palabras de la bruja bastaron para abandonar aquel instinto, no sin emitir primero un gruñido frustrado. No tenía ni idea de qué acababa de ocurrir, pero se sintió incapaz de llevar a cabo su venganza personal.
Sacó los hombres arrastrándoles bien cogidos por el cuello, lanzándolos a la calle con la mirada oscura llena de odio. - Ya lo sabéis, no habrá un tercer perdón. Ahora largaros antes de que me arrepienta... - murmuró totalmente ronco por estar controlando a la bestia que solo clamaba por ver sangre.
Camino de vuelta a la buhardilla pensó en lo ocurrido y se preguntó si la bruja habría obrado algún hechizo sobre él que le impedía ser quien siempre era. No había otra forma de explicarse por qué sus palabras habían bloqueado su instinto, pues mientras habló no pudo más que permanecer inmóvil con la mirada fija en ella. Sus gestos, sus palabras, incluso aquella sonrisa, la primera que veía desde que la capturó en el bosque. Si le había hechizado no se lo perdonaría. Pero antes de ir y acusarla debía comprobarlo...
Volvió a la buhardilla dos horas después del incidente, botella de ron en mano y el cuerpo cubierto de sangre. En pos de descubrir si la bruja había obrado en su contra, fue tras los dos hombres liberados y les dio caza alejándolos al bosque. Allí les dio una muerte horrible, no porque merecieran tal tortura, sino para calmar a la bestia que había estado contenida demasiado tiempo. Desmembró sus cuerpos de la más grotesca forma y, una vez saciado, regresó a la ciudad donde se abasteció de ron antes de volver con la bruja. Más calmado, más seguro de no estar bajo un hechizo, pero tan confuso como antes. ¿Por qué, si era libre, sentía que Aletheia ejercía algún control sobre él?
Tomó asiento en la mesa, en medio de la oscuridad, y se quedó bebiendo en silencio con la mirada fija en ella y la mente hirviendo con preguntas.
Sacó los hombres arrastrándoles bien cogidos por el cuello, lanzándolos a la calle con la mirada oscura llena de odio. - Ya lo sabéis, no habrá un tercer perdón. Ahora largaros antes de que me arrepienta... - murmuró totalmente ronco por estar controlando a la bestia que solo clamaba por ver sangre.
Camino de vuelta a la buhardilla pensó en lo ocurrido y se preguntó si la bruja habría obrado algún hechizo sobre él que le impedía ser quien siempre era. No había otra forma de explicarse por qué sus palabras habían bloqueado su instinto, pues mientras habló no pudo más que permanecer inmóvil con la mirada fija en ella. Sus gestos, sus palabras, incluso aquella sonrisa, la primera que veía desde que la capturó en el bosque. Si le había hechizado no se lo perdonaría. Pero antes de ir y acusarla debía comprobarlo...
Volvió a la buhardilla dos horas después del incidente, botella de ron en mano y el cuerpo cubierto de sangre. En pos de descubrir si la bruja había obrado en su contra, fue tras los dos hombres liberados y les dio caza alejándolos al bosque. Allí les dio una muerte horrible, no porque merecieran tal tortura, sino para calmar a la bestia que había estado contenida demasiado tiempo. Desmembró sus cuerpos de la más grotesca forma y, una vez saciado, regresó a la ciudad donde se abasteció de ron antes de volver con la bruja. Más calmado, más seguro de no estar bajo un hechizo, pero tan confuso como antes. ¿Por qué, si era libre, sentía que Aletheia ejercía algún control sobre él?
Tomó asiento en la mesa, en medio de la oscuridad, y se quedó bebiendo en silencio con la mirada fija en ella y la mente hirviendo con preguntas.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Leif no había subido tras ella y no quiso plantearse el por qué. No oía ruidos abajo, así que supuso que se estaba llevando a esos hombres a otro lugar. Había crecido entre militares y sabía que la muerte era un castigo al uso. Su abuelo, su padre, sus hermanos y hasta Leon habian quitado vidas en acto de servicio, por proteger a su familia, a su ciudad, a su patria. No era diferente a lo que hacía Leif, por mucho que no le gustase la idea. Vivían en un mundo donde todo se reducía a matar o morir. Ella misma no se había visto en esa situación porque procuraba pasar desapercibida. Se metió en la cama y, esperando, se quedó dormida.
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando despertó. No había oído llegar a Leif y la habitación seguía a oscuras. Sentía otra presencia en la estancia y hasta rogó porque fuera el lobo. Más valía malo conocido... Se incorporó y encendió la vela que había dejado en la mesilla para ver de quién se trataba. Y apenas sus ojos se posaron en el licántropo, la vela se le cayó y se apagó, se cubrió la boca con la mano para ahogar un grito y sintió cómo su corazón le taladraba en el pecho con fuerza. Intentó retroceder y se golpeó con el mueble. Soltó un quejido al tiempo que caía al suelo y se arrastró hacia atrás, hasta que su espalda chocó contra el quicio de una puerta. Un precioso momento para que le entrara el pánico.
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando despertó. No había oído llegar a Leif y la habitación seguía a oscuras. Sentía otra presencia en la estancia y hasta rogó porque fuera el lobo. Más valía malo conocido... Se incorporó y encendió la vela que había dejado en la mesilla para ver de quién se trataba. Y apenas sus ojos se posaron en el licántropo, la vela se le cayó y se apagó, se cubrió la boca con la mano para ahogar un grito y sintió cómo su corazón le taladraba en el pecho con fuerza. Intentó retroceder y se golpeó con el mueble. Soltó un quejido al tiempo que caía al suelo y se arrastró hacia atrás, hasta que su espalda chocó contra el quicio de una puerta. Un precioso momento para que le entrara el pánico.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
No era buen momento para alimentar el ego del pirata, no tras volver de una cacería. La adrenalina mezclada con alcohol le tenían excitado y hambriento, la imagen de una mujer atractiva en un fino camisón y el miedo plasmado en su rostro terminaron de encender lo que en silencio había querido controlar. ¿Qué importaba si era una bruja? Nunca antes tuvo problema con ello y no pensaba dejar que ahora le afectara. Dejó la botella en la mesa sin apartar la mirada de Aletheia y avanzó con pasos firmes y seguros hasta darle alcance, bloqueándole cualquier opción de escape al apoyar las manos en la pared a cada lado de su cabeza.
-Lo siento, he tenido que matarlos - susurró sin sentirlo en absoluto, con una sutil sonrisa jocosa en el rostro. - Nadie entra en mi territorio con amenazas y sale vivo... - amplió el gesto con aire más sádico, satisfecho de haber acabado al fin lo que en el callejón no se le permitió, y demostrándole que como mujer no tenía ningún poder sobre él. Acercó el rostro a su cuello adueñándose del olor que desprendía con un leve gruñido. - Hueles a miedo... ¿tanto me temes? Aunque desprendes algo más... - nuevamente el tono sátiro bañó su voz antes de bajar una mano y ascender por su muslo desnudo.
Se detuvo en la ingle donde dio un leve apretón y jugó con el pulgar dibujando círculos sobre la tela de algodón que cubría el templo donde cualquier hombre iría a rezar. Con la otra mano capturó las suyas por encima de su cabeza y hundió el rostro en su cuello buscando controlarse para no morderla con más ansia.
-Lo siento, he tenido que matarlos - susurró sin sentirlo en absoluto, con una sutil sonrisa jocosa en el rostro. - Nadie entra en mi territorio con amenazas y sale vivo... - amplió el gesto con aire más sádico, satisfecho de haber acabado al fin lo que en el callejón no se le permitió, y demostrándole que como mujer no tenía ningún poder sobre él. Acercó el rostro a su cuello adueñándose del olor que desprendía con un leve gruñido. - Hueles a miedo... ¿tanto me temes? Aunque desprendes algo más... - nuevamente el tono sátiro bañó su voz antes de bajar una mano y ascender por su muslo desnudo.
Se detuvo en la ingle donde dio un leve apretón y jugó con el pulgar dibujando círculos sobre la tela de algodón que cubría el templo donde cualquier hombre iría a rezar. Con la otra mano capturó las suyas por encima de su cabeza y hundió el rostro en su cuello buscando controlarse para no morderla con más ansia.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Lo sabía. Sabía que lo había hecho, que le podía el instinto. Pero tampoco se sintió apenada o culpable. Sentirlo tan cerca, cubierto de sangre, acechante, peligroso, letal, la dejó completamente desarmada. Tenía miedo de que no hubiera saciado su sed de matar y lo pagara con ella. Se imaginó a sí misma siendo atravesada por sus garras o con el cuello desgarrado por sus colmillos. Y su miedo creció aún más cuando hundió la nariz en su cuello. Se le erizó la piel y realmente pensó que no pasaría de esa noche. Tuvo unas horribles ganas de llorar.
El miedo, la desesperación, la impotencia y la rabia se mezclaban en su olor. Que si le temía... ¿Es que acaso no lo notaba? Por muy bruja que fuera, a aquella distancia, Leif podría hacer de ella lo que quisiera y ella apenas tendría tiempo de murmurar uno o dos conjuros.
Las manos, inmovilizadas sobre su cabeza, le cortaban libertad de movimiento, pero no por ello dejó de intentarlo. No podia estar pensando en... Sí, esa mano en su muslo lo confirmaba.
Una punzada fría le atravesó el corazón. ¿En qué momento había creído que podía ceder un poco y darle un voto de confianza? Cuando le vio perdonar a esos hombres la primera vez, sintió un pequeño puntito de esperanza, que creció considerablemente cuando esas vidas fueron perdonadas una segunda vez. Sin embargo, todo aquello había estallado en millones y millones de pedazos. Lo mirara como lo mirara, era una bestia y aquella noche sería la última.
Se mordió el labio cuando la tocó, no quería darle el gusto de gritar. El olor a sangre no tardó en escapar de su boca, al tiempo en que las lágrimas se derramaban por sus mejillas, cayendo hacia su cuello, junto al rostro de Leif.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Estaba cansado. Harto. De aquella especie de juego que había entre ambos. De tener que controlarse. De anteponer el recuerdo de su hija por encima de lo que era y siempre fue él. No era perro con correa, ni se amedrentaría ante una hembra que se creía en libertad de decirle qué debía hacer. Aletheia le había empujado al límite y él se dejó, pero no más. Estaba excitado. Caliente. Y nada ni nadie podría pararle en ese instante, ni siquiera el desconsolado llanto de la bruja.
Lamió descarado su mejilla bebiéndose su dolor sin remordimiento alguno, dejando que sus exploradores dedos se colaran bajo la tela sintiendo el calor que desprendía. Un gruñido más profundo se instaló en su garganta. Ronco. Constante. Muestra de la lascivia que dominaba sus sentidos en ese instante. Buscó su boca para apoderarse de ella en un profundo beso sabor a ron que dominó y guió, sometiéndola sin opción a resistencia. Su mano cálida acarició su entrepierna, ayudándose de una rodilla para separarle más las piernas. Era suya. O, al menos, iba a serlo. Aunque fuera por una sola noche. Con la sangre concentrada en otra zona más al sur le importaban bien poco las consecuencias.
Soltó sus manos y, sin darle opción a mucha reacción, agarró la tela del camisón por delante y la rasgó sin esfuerzo, descubriendo su pálido pecho que devoró con la mirada antes de lanzarse con la boca. Lamió y chupó uno de sus pezones antes de subir con la lengua, recorriendo un imaginario camino hasta su oído para capturar el lóbulo de su oreja con un sutil mordisco. - Deja de llorar, no voy a matarte - murmuró ronco, deslizando un dedo entre sus labios inferiores frotándolo con una delicadeza que parecía impropia en él.
Lamió descarado su mejilla bebiéndose su dolor sin remordimiento alguno, dejando que sus exploradores dedos se colaran bajo la tela sintiendo el calor que desprendía. Un gruñido más profundo se instaló en su garganta. Ronco. Constante. Muestra de la lascivia que dominaba sus sentidos en ese instante. Buscó su boca para apoderarse de ella en un profundo beso sabor a ron que dominó y guió, sometiéndola sin opción a resistencia. Su mano cálida acarició su entrepierna, ayudándose de una rodilla para separarle más las piernas. Era suya. O, al menos, iba a serlo. Aunque fuera por una sola noche. Con la sangre concentrada en otra zona más al sur le importaban bien poco las consecuencias.
Soltó sus manos y, sin darle opción a mucha reacción, agarró la tela del camisón por delante y la rasgó sin esfuerzo, descubriendo su pálido pecho que devoró con la mirada antes de lanzarse con la boca. Lamió y chupó uno de sus pezones antes de subir con la lengua, recorriendo un imaginario camino hasta su oído para capturar el lóbulo de su oreja con un sutil mordisco. - Deja de llorar, no voy a matarte - murmuró ronco, deslizando un dedo entre sus labios inferiores frotándolo con una delicadeza que parecía impropia en él.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Fue su voz. No sus palabras, porque ni siquiera tenía claro cuáles habían sido. Fue su voz. El timbre, el tono, la vibración ronca junto a su oído. No podía explicarlo de una forma racional o lógica. Sólo lo supo. Por la forma en que su cuerpo se estremeció un instante antes de rendirse a esa caricia. Supo que era verdad, que no la mataría esa noche, que a pesar de la forma arrolladora en que la había sometido, no había lugar más seguro para ella que en ese momento, en esa buhardilla, en los brazos de ese hombre.
Todavía con los ojos inundados de lágrimas se atrevió a buscar la mirada del licántropo y vio en ellos algo que acabó por desarmarla. Sin embargo, no pudo sostenersela por mucho tiempo, porque aquellos experimentados dedos sabian perfectamente cómo doblegarla y moldearla a su antojo. Cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás, soltando un suspiro que pareció liberarla. Seguía tensa, seguía oliendo a miedo, pero la desesperación se estaba diluyendo entre el aroma de la creciente excitación que ese cuerpo duro y caliente contra el suyo le provocaba.
Sus manos, ahora libres, se perdieron, tímidas, entre los largos mechones del cabello del lobo, presionando suavemente para guiarle hasta su boca, iniciando un nuevo beso que rendiría ante él como el anterior. Pero éste por voluntad propia. Porque esa voracidad no era algo a lo que pudiera resistirse.
Quizás al día siguiente se arrepintiera. O incluso antes, cuando tras el arranque de pasión se viera relegada al olvido, al frío abrazo de las sábanas. Pero eso sería entonces, porque ahora sólo quería volver a escuchar el ronco sonido de la voz de Leif haciéndola saber que su sitio era aquel.
Todavía con los ojos inundados de lágrimas se atrevió a buscar la mirada del licántropo y vio en ellos algo que acabó por desarmarla. Sin embargo, no pudo sostenersela por mucho tiempo, porque aquellos experimentados dedos sabian perfectamente cómo doblegarla y moldearla a su antojo. Cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás, soltando un suspiro que pareció liberarla. Seguía tensa, seguía oliendo a miedo, pero la desesperación se estaba diluyendo entre el aroma de la creciente excitación que ese cuerpo duro y caliente contra el suyo le provocaba.
Sus manos, ahora libres, se perdieron, tímidas, entre los largos mechones del cabello del lobo, presionando suavemente para guiarle hasta su boca, iniciando un nuevo beso que rendiría ante él como el anterior. Pero éste por voluntad propia. Porque esa voracidad no era algo a lo que pudiera resistirse.
Quizás al día siguiente se arrepintiera. O incluso antes, cuando tras el arranque de pasión se viera relegada al olvido, al frío abrazo de las sábanas. Pero eso sería entonces, porque ahora sólo quería volver a escuchar el ronco sonido de la voz de Leif haciéndola saber que su sitio era aquel.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Una pequeña gota de veneno. Eso era Aletheia. Veneno filtrándose lentamente y corriendo por sus venas consumiendo el rencor que durante años y tropiezos había acumulado a sus espaldas. No era consciente de tal efecto en su persona, de cómo sin quererlo era dueña ya de su mente. Había sido hechizado no por conjuros ni brebajes, sino por la suavidad de un corazón tan solitario como el suyo, que a base de pequeños detalles aparentemente insignificantes, se iba abriendo paso a través de sus murallas.
Murallas que tambalearon cuando aquel segundo beso fue buscado. Sediento cual marinero sin puerto se abandonó a ellos tomándola con firmeza entre sus brazos, retirando la mano de entre sus piernas para alzarla a dos palmos del suelo y cogerla de los muslos, que rápidamente guió a anclarse en su cintura. Empujó contra su cuerpo demostrando qué tan hambriento estaba, con el mástil duro frotándose en busca de un poco de alivio. Podría haber soltado mil comentarios jocosos, pero calló traicionero aprovechando que la bruja se mostraba tan receptiva.
Bajó las manos por su espalda apretando su pequeño cuerpo. Pequeño a comparación del suyo que, musculoso y robusto, la hacía parecer una muñeca entre manos toscas. Retiró los retales de camisón que seguían pegados a su cuerpo jadeando cuando sus pechos, desnudos, se rozaron al fin juntos, y deslizó los dedos entre su espesa mata de cabello inclinando su cabeza para someterla aún más en aquel beso fiero. La otra mano descendió por su espalda y recorrió el muslo, paseo que terminó en su trasero que apretó con un gruñido casi territorial.
La llevó a la cama sin despegarse de su boca, acostándola en esta y posicionándose sobre su cuerpo con la misma actitud dominante. Se perdió en el recorrido que dibujaba su clavícula y bajó hasta su pecho que lamió, mordió y besó con tal pasión y hambre que dejó alguna marca grabada en su piel.
Murallas que tambalearon cuando aquel segundo beso fue buscado. Sediento cual marinero sin puerto se abandonó a ellos tomándola con firmeza entre sus brazos, retirando la mano de entre sus piernas para alzarla a dos palmos del suelo y cogerla de los muslos, que rápidamente guió a anclarse en su cintura. Empujó contra su cuerpo demostrando qué tan hambriento estaba, con el mástil duro frotándose en busca de un poco de alivio. Podría haber soltado mil comentarios jocosos, pero calló traicionero aprovechando que la bruja se mostraba tan receptiva.
Bajó las manos por su espalda apretando su pequeño cuerpo. Pequeño a comparación del suyo que, musculoso y robusto, la hacía parecer una muñeca entre manos toscas. Retiró los retales de camisón que seguían pegados a su cuerpo jadeando cuando sus pechos, desnudos, se rozaron al fin juntos, y deslizó los dedos entre su espesa mata de cabello inclinando su cabeza para someterla aún más en aquel beso fiero. La otra mano descendió por su espalda y recorrió el muslo, paseo que terminó en su trasero que apretó con un gruñido casi territorial.
La llevó a la cama sin despegarse de su boca, acostándola en esta y posicionándose sobre su cuerpo con la misma actitud dominante. Se perdió en el recorrido que dibujaba su clavícula y bajó hasta su pecho que lamió, mordió y besó con tal pasión y hambre que dejó alguna marca grabada en su piel.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Se aferró a los hombros de Leif como si fuera una tabla de salvación y dejó que la llevara a la cama. Las sábanas todavía guardaban algo del calor de cuando había estado acostada, pero era frío comparado con el fuego que tenía frente a ella y en el que estaba dispuesta a arder como la bruja que era. Chasqueó la lengua en protesta cuando acabaron los besos, pero el disgusto le duró lo que tardó el lobo en marcar su piel.
Dejó que probase su cuerpo a placer un poco, retorciéndose bajo él, buscando cualquier sutil roce con su cuerpo, perdiendo las manos en su pelo, por sus hombros, arañando su espalda. No podía hacer más que rendirse y dejar que la dominara a su voluntad. Apretó las piernas en torno a su cintura, como si temiera que se alejara. El sutil aroma del miedo que le provocaba era apenas perceptible ya bajo el de la excitación. Cada gruñido del lobo le llegaba a las entrañas y avivaba la llama que se iba extendiendo por sus venas. El corazón le iba a estallar contra el pecho, pero ¿qué importaba?
Sin embargo, la tímida sumisión que mostraba, apabullada por el salvaje impulso del licántropo, no duraría eternamente. Se revolvió hasta que sus manos pudieron explorar la piel ajena y hasta que pudo alcanzar el hueco de su cuello y morder lenta y sensualmente sobre la clavícula, acariciando la piel con los labios, antes de dejar el recuerdo mojado y caliente de su lengua. Quiso empujarle a un lado para cambiar las tornas, pero no tenía fuerza suficiente para conseguirlo por sí misma, no si Leif no se dejaba. Levantó las caderas, provocando que sus cuerpos se rozaran otra vez, como si todo lo que el lobo pudiera darle no fuera suficiente y, al mismo tiempo, fuera demasiado.
Dejó que probase su cuerpo a placer un poco, retorciéndose bajo él, buscando cualquier sutil roce con su cuerpo, perdiendo las manos en su pelo, por sus hombros, arañando su espalda. No podía hacer más que rendirse y dejar que la dominara a su voluntad. Apretó las piernas en torno a su cintura, como si temiera que se alejara. El sutil aroma del miedo que le provocaba era apenas perceptible ya bajo el de la excitación. Cada gruñido del lobo le llegaba a las entrañas y avivaba la llama que se iba extendiendo por sus venas. El corazón le iba a estallar contra el pecho, pero ¿qué importaba?
Sin embargo, la tímida sumisión que mostraba, apabullada por el salvaje impulso del licántropo, no duraría eternamente. Se revolvió hasta que sus manos pudieron explorar la piel ajena y hasta que pudo alcanzar el hueco de su cuello y morder lenta y sensualmente sobre la clavícula, acariciando la piel con los labios, antes de dejar el recuerdo mojado y caliente de su lengua. Quiso empujarle a un lado para cambiar las tornas, pero no tenía fuerza suficiente para conseguirlo por sí misma, no si Leif no se dejaba. Levantó las caderas, provocando que sus cuerpos se rozaran otra vez, como si todo lo que el lobo pudiera darle no fuera suficiente y, al mismo tiempo, fuera demasiado.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
No pensó en la bruja como en otra experta de burdel, sino como un trofeo personal, una victoria tras haber cruzado las barreras del miedo que imperaban altas alrededor de la mujer. Aquel pensamiento avivaba más el fuego que ardía en su interior, ansiando devorarla, clavarla en la cama y disfrutar de ella hasta que saliera el sol. Sus manos, inquietas, recorrieron cada pedazo de carne al alcance, desde sus finos tobillos a los hombros delicados que, bajo sus toscas manos, parecían rompibles de la forma más frágil. Bajó con la lengua por el valle de sus pechos acabando en el ombligo, alzándola del viejo colchón con total arranque.
Las malas lenguas podían hablar toda clase de barbaridades perpetradas por el capitán Paine, pero jamás ninguna se quejaría de sus dotes sexuales -al menos no las que voluntariamente cayeron rendidas. Porque si una cosa había aprendido en los burdeles eran las mil formas en las que un hombre podía hacer rogar a una mujer su nombre. Lo que para muchos resultaría de lo más pecaminoso, incluso inútil había oído, para él era todo lo contrario. Tras arrancarle los pequeños pantalones interiores como hizo previamente con su camisón, abrió sus piernas con el mismo arrebato irrefrenable y hundió la cara entre ellas, lamiendo de su santuario cual borracho pegado a la botella. Había quien pensaba que aquello era una muestra de sometimiento de él hacia la mujer, mas suponía todo lo contrario, porque no había mayor alabanza para Leif que saberse el responsable de aquella rendición carnal.
Lamió con el esmero que las cortesanas le enseñaron desde que tenía 13 años, y arañó sus muslos suavemente, marcando la lujuria con la yema de sus dedos. Cogió sus piernas para subírselas a los hombros y penetrarla con su malhablada lengua, aferrado a sus pechos o bajando por sus caderas. Minutos después ya era incapaz de controlarse a sí mismo y subió con leves mordiscos por su cuerpo cogiéndola de la cadera para atraerla de un tirón, pegánddola a su cuerpo. Desató la cuerda que mantenía sus zurcidos pantalones y le mostró su carne cual hierro al vivo, con la cabeza roja ansiando introducirse. Sin mimos ni contemplaciones, pasó los manos por debajo de sus muslos empujándola, exponiendo aún más su entrepierna sobre la que se frotó empapándose en sus jugos antes de penetrarla de una sola estocada que arrancó un gruñido ronco en su interior.
Las malas lenguas podían hablar toda clase de barbaridades perpetradas por el capitán Paine, pero jamás ninguna se quejaría de sus dotes sexuales -al menos no las que voluntariamente cayeron rendidas. Porque si una cosa había aprendido en los burdeles eran las mil formas en las que un hombre podía hacer rogar a una mujer su nombre. Lo que para muchos resultaría de lo más pecaminoso, incluso inútil había oído, para él era todo lo contrario. Tras arrancarle los pequeños pantalones interiores como hizo previamente con su camisón, abrió sus piernas con el mismo arrebato irrefrenable y hundió la cara entre ellas, lamiendo de su santuario cual borracho pegado a la botella. Había quien pensaba que aquello era una muestra de sometimiento de él hacia la mujer, mas suponía todo lo contrario, porque no había mayor alabanza para Leif que saberse el responsable de aquella rendición carnal.
Lamió con el esmero que las cortesanas le enseñaron desde que tenía 13 años, y arañó sus muslos suavemente, marcando la lujuria con la yema de sus dedos. Cogió sus piernas para subírselas a los hombros y penetrarla con su malhablada lengua, aferrado a sus pechos o bajando por sus caderas. Minutos después ya era incapaz de controlarse a sí mismo y subió con leves mordiscos por su cuerpo cogiéndola de la cadera para atraerla de un tirón, pegánddola a su cuerpo. Desató la cuerda que mantenía sus zurcidos pantalones y le mostró su carne cual hierro al vivo, con la cabeza roja ansiando introducirse. Sin mimos ni contemplaciones, pasó los manos por debajo de sus muslos empujándola, exponiendo aún más su entrepierna sobre la que se frotó empapándose en sus jugos antes de penetrarla de una sola estocada que arrancó un gruñido ronco en su interior.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Si horas antes había odiado cada palabra que salía de esa boca, ahora sólo deseaba ser devorada por ella. Deseaba sentir la rudeza de sus manos apretando sus pechos, deseaba sentir esos largos mechones esparciéndose por su piel caliente, mientras era besada, mordida... Marcada.
Porque era el asustado cervatillo bajo las garras del lobo. Un lobo que le estaba mostrando que morir entre sus fauces era el mayor de los placeres. Había intentado resistir, pero era imposible. Ese gruñido ronco y constante que escapaba del pirata reberveraba contra su piel y la erizaba, prendía sus entrañas y la dejaba completamente a su merced. Entregada a sus deseos, sin poder ni querer hacer otra cosa que sentir más. El pudor había quedado atrás, quebrado entre mordiscos y caricias, y sus labios sólo podían degustar palabras inconexas mientras se retorcía de placer contra las sábanas, con sabor a ron y a lobo.
El momento en que su unión fue completa y pudo sentirlo en su interior, abrazándole con el húmedo calor de su cuerpo, abriéndose para él con una facilidad pasmosa, todo a su alrededor se contrajo y no existía nada más en la tierra que el espacio que ocupaba. No sabía si estaba gritando o sólo era un leve susurro, pero tampoco le importaba. Su mente y su cuerpo se reducían a un solo concepto: Leif.
Se apretó contra él, dejando que notara su corazón contra el pecho, a través de ambas pieles. Buscó su boca desesperadamente. Necesitaba respirar y qué mejor forma que del aliento del licántropo.
Rompió el beso para mirarle a los ojos, pero en esa ocasión la mirada de la bruja no reflejaba miedo. O sí. Pero era un miedo diferente, era el miedo al final de ese momento. Y a la vez, el deseo irrefrenable por llegar ese final.
Incapaz de resistir esos ojos y avergonzada de la forma en que repetía su nombre como una letanía, le besó de nuevo, mordiendo sus labios, intentando inútilmente mantener un poco el control. Pero no tenía sentido, no cuando toda ella se había rendido a él, anhelando el momento en que su cuerpo estallase y lo sintiese en ella. Ese diminuto instante de rendición por parte de él que Aletheia atesoraría para siempre.
Porque era el asustado cervatillo bajo las garras del lobo. Un lobo que le estaba mostrando que morir entre sus fauces era el mayor de los placeres. Había intentado resistir, pero era imposible. Ese gruñido ronco y constante que escapaba del pirata reberveraba contra su piel y la erizaba, prendía sus entrañas y la dejaba completamente a su merced. Entregada a sus deseos, sin poder ni querer hacer otra cosa que sentir más. El pudor había quedado atrás, quebrado entre mordiscos y caricias, y sus labios sólo podían degustar palabras inconexas mientras se retorcía de placer contra las sábanas, con sabor a ron y a lobo.
El momento en que su unión fue completa y pudo sentirlo en su interior, abrazándole con el húmedo calor de su cuerpo, abriéndose para él con una facilidad pasmosa, todo a su alrededor se contrajo y no existía nada más en la tierra que el espacio que ocupaba. No sabía si estaba gritando o sólo era un leve susurro, pero tampoco le importaba. Su mente y su cuerpo se reducían a un solo concepto: Leif.
Se apretó contra él, dejando que notara su corazón contra el pecho, a través de ambas pieles. Buscó su boca desesperadamente. Necesitaba respirar y qué mejor forma que del aliento del licántropo.
Rompió el beso para mirarle a los ojos, pero en esa ocasión la mirada de la bruja no reflejaba miedo. O sí. Pero era un miedo diferente, era el miedo al final de ese momento. Y a la vez, el deseo irrefrenable por llegar ese final.
Incapaz de resistir esos ojos y avergonzada de la forma en que repetía su nombre como una letanía, le besó de nuevo, mordiendo sus labios, intentando inútilmente mantener un poco el control. Pero no tenía sentido, no cuando toda ella se había rendido a él, anhelando el momento en que su cuerpo estallase y lo sintiese en ella. Ese diminuto instante de rendición por parte de él que Aletheia atesoraría para siempre.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Escuchar su nombre mitificado en sus labios le dibujó una sonrisa socarrona que llegó a sus ojos, aumentando su ímpetu al agarrarla por los muslos y penetrarla más rápido y profundo, jadeando ronco al mismo ritmo que la cama golpeaba al suelo. Cada músculo de su cuerpo se marcaba bajo la pálida luz de luna mientras el cabello, tan enmarañado como siempre, danzaba alrededor de su rostro. No era hombre de besar durante el sexo, pero en medio de tal fogosidad no pudo negárselo y una vez más se apoderó de su boca sin dejar de moverse.
Se bebió su miedo fijándose en sus ojos antes de salir de su cuerpo y darle la vuelta de forma un tanto brusca. Siguió con la mirada el camino de su espalda hasta la deliciosa curva de sus nalgas, donde una atrevida mano descargó un impulso incontrolable. El suave estallido le sacó otra sonrisa y se fue acercando, notándose su presencia por las largas hebras de cabello acariciándole la espalda. Mordió su hombro y le alzó la cintura con una mano antes de volver a entrar con un certero empuje, iniciando de nuevo el ritmo desbocado de segundos antes. Irguió el cuerpo de rodillas tras ella devorándola con la mirada, con una caricia fuerte por su espalda para inclinarla y tener una mejor entrada.
Mentiría si dijera que no había fantaseado con tenerla a cuatro entre sus piernas; el ser bruja lo había mantenido alejado, pero estaba demostrado que era difícil -por no decir imposible- mantener a la bestia a raya. No hacía mucho de su última experiencia, allá en el burdel, pero pagar no era lo mismo que recibirlo en un impulso.
Rodeó sus hombros con un brazo y la irguió apoyada a su pecho, pegando sus cinturas en un baile lento y sin pausa. Apretado, estrecho. Logrando un ángulo profundo para ambos. Jugó con su pecho antes de bajar por la piel de su abdomen y enterrarse entre sus piernas dándole placer también con los dedos.
Se bebió su miedo fijándose en sus ojos antes de salir de su cuerpo y darle la vuelta de forma un tanto brusca. Siguió con la mirada el camino de su espalda hasta la deliciosa curva de sus nalgas, donde una atrevida mano descargó un impulso incontrolable. El suave estallido le sacó otra sonrisa y se fue acercando, notándose su presencia por las largas hebras de cabello acariciándole la espalda. Mordió su hombro y le alzó la cintura con una mano antes de volver a entrar con un certero empuje, iniciando de nuevo el ritmo desbocado de segundos antes. Irguió el cuerpo de rodillas tras ella devorándola con la mirada, con una caricia fuerte por su espalda para inclinarla y tener una mejor entrada.
Mentiría si dijera que no había fantaseado con tenerla a cuatro entre sus piernas; el ser bruja lo había mantenido alejado, pero estaba demostrado que era difícil -por no decir imposible- mantener a la bestia a raya. No hacía mucho de su última experiencia, allá en el burdel, pero pagar no era lo mismo que recibirlo en un impulso.
Rodeó sus hombros con un brazo y la irguió apoyada a su pecho, pegando sus cinturas en un baile lento y sin pausa. Apretado, estrecho. Logrando un ángulo profundo para ambos. Jugó con su pecho antes de bajar por la piel de su abdomen y enterrarse entre sus piernas dándole placer también con los dedos.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 223
Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
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