AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Little Red Riding Hood... (Privado) +18
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Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Recuerdo del primer mensaje :
-So, Antares, so -murmuró al tiempo que tiraba suavemente de las riendas de su caballo castaño-. Creo que por aquí ya puedo empezar a buscar. Es posible que tengamos que adentrarnos un poco más, pero no mucho, no quiero volver tras la puesta de sol, puede ser peligroso.
Sí, estaba hablando con su caballo. Desmontó y se ajustó el mantoncillo de punto rojo sangre sobre el abrigo gris ceniza, bajo el que asomaba el bajo del vestido, de un granate oscuro. Se quitó el guante derecho, de piel vuelta, también gris, y se apartó un mechón rebelde del rostro. Siempre llevaba el pelo suelto cuando salía a cabalgar, en parte porque sabía que cualquier moño acabaría deshecho en parte porque aumentaba su idealizada sensación de libertad. Aunque luego era un suplicio cepillarlo y más con aquellos rizos.
Sus ojos, grandes y marrones, de largas pestañas, se estrecharon cuando sonrió ampliamente a su montura, como si fuera un buen amigo. Le palmeó el cuello con la mano desnuda y apoyó la frente contra el morro del animal.
-Vamos, vamos, no me mires así. Estás tú para protegerme, ¿no?
Soltó una risa despreocupada y, con las riendas en la mano enguantada y seguida del animal, comenzó a caminar, mirando hacia el suelo, guardando el otro guante en el bolsillo del abrigo, dejando la mitad asomando entre las telas.
Iba buscando hierbas, porque las reservas de su sótano escaseaban de algunas de ellas. Tampoco podía acumular demasiado, porque no sería sencillo de esconder si se daba el caso. Nunca había tenido problemas por sus dones y esperaba seguir así, pero no estaba de más ser precavida.
Sí, estaba hablando con su caballo. Desmontó y se ajustó el mantoncillo de punto rojo sangre sobre el abrigo gris ceniza, bajo el que asomaba el bajo del vestido, de un granate oscuro. Se quitó el guante derecho, de piel vuelta, también gris, y se apartó un mechón rebelde del rostro. Siempre llevaba el pelo suelto cuando salía a cabalgar, en parte porque sabía que cualquier moño acabaría deshecho en parte porque aumentaba su idealizada sensación de libertad. Aunque luego era un suplicio cepillarlo y más con aquellos rizos.
Sus ojos, grandes y marrones, de largas pestañas, se estrecharon cuando sonrió ampliamente a su montura, como si fuera un buen amigo. Le palmeó el cuello con la mano desnuda y apoyó la frente contra el morro del animal.
-Vamos, vamos, no me mires así. Estás tú para protegerme, ¿no?
Soltó una risa despreocupada y, con las riendas en la mano enguantada y seguida del animal, comenzó a caminar, mirando hacia el suelo, guardando el otro guante en el bolsillo del abrigo, dejando la mitad asomando entre las telas.
Iba buscando hierbas, porque las reservas de su sótano escaseaban de algunas de ellas. Tampoco podía acumular demasiado, porque no sería sencillo de esconder si se daba el caso. Nunca había tenido problemas por sus dones y esperaba seguir así, pero no estaba de más ser precavida.
Última edición por Aletheia Brutus el Mar Ene 31, 2017 2:09 pm, editado 1 vez
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/01/2017
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Incapaz de hilar un pensamiento coherente, derritiéndose bajo el toque de aquellas expertas manos, arqueó la espalda, dejando que sus cuerpos se separaran al final de la espalda, pegando aún más sus caderas y dejando caer la cabeza en el hombro de Leif. Una de sus manos subió hasta aferrarse con fuerza a la melena del licántropo, pues sus rodillas no parecían ser capaces de sujetarla.
La otra mano, en cambio, bajó lentamente, la punta de sus dedos acariciando el brazo que cruzaba su cuerpo, desde más arriba del codo, hasta la muñeca, pasando sobre el dorso hasta mezclarse con los dedos que se perdían entre sus piernas.
Se tocó a sí misma entre los dedos del lobo, mordiéndose el labio para no gritar, pero sin poder contener los jadeos que le arrancaba con cada embestida más fuerte y más profunda que la anterior.
No supo si había logrado decirlo con suficiente voz para que la escuchara, pero lo repetiría las veces que hiciera falta. No pretendía más que el que siguiera marcando su cuello a bocados como había hecho antes. Ladeó la cabeza y le ofreció el hueco sobre la clavícula.
-Muérdeme.
La otra mano, en cambio, bajó lentamente, la punta de sus dedos acariciando el brazo que cruzaba su cuerpo, desde más arriba del codo, hasta la muñeca, pasando sobre el dorso hasta mezclarse con los dedos que se perdían entre sus piernas.
Se tocó a sí misma entre los dedos del lobo, mordiéndose el labio para no gritar, pero sin poder contener los jadeos que le arrancaba con cada embestida más fuerte y más profunda que la anterior.
No supo si había logrado decirlo con suficiente voz para que la escuchara, pero lo repetiría las veces que hiciera falta. No pretendía más que el que siguiera marcando su cuello a bocados como había hecho antes. Ladeó la cabeza y le ofreció el hueco sobre la clavícula.
-Muérdeme.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Lo que aquel ruego acababa de provocarle no tenía nombre. Sintió una sacudida en el bajo vientre al tiempo que aumentaba el ritmo, enardeciendo la bestia en su interior. Nunca antes le habían pedido algo así, mucho menos las rameras que mandaban más de lo que el cliente creía. Aquella bruja era una caja de sorpresas y quería descubrirlas todas y cada una de ellas. No se hizo más de rogar, atacó su cuello con los dientes presionando más que antes, lamiendo la herida antes de repetir un poco más arriba. Marcó todo su cuello y hombros y la inclinó sobre su brazo, hacia un lado, alcanzando así su pecho al que torturó de igual forma. Como ser territorial que era, observar su pálida piel marcada por él era un gran estímulo a su ego.
Movió los dedos con más brío enredándolos entre los suyos y la soltó de repente, cogiéndola con fuerza del cabello para poner distancia en ambos cuerpos y penetrar con más ahínco. Recorrió su cuerpo con la mano libre, apretando la carne que acababa de convertirse en su mejor fantasía hecha realidad. Los jadeos de ambos llenaban la habitación. Los de ella agudos, los de él escasos y roncos. La atrajo aún cogida del cabello en busca de sus labios para otro beso demandante que acabó en un mordisco en su labio.
Salió una vez más dándole un fugaz descanso, frotándose entre sus piernas viéndola a los ojos al tenerla nuevamente boca arriba. - ¿Sigues teniéndome miedo...? - susurró con una de sus sonrisas perdona vidas, sin margen a respuesta pues en cuanto le vio abrir la boca volvió a penetrarla, arrancándole así un jadeo más audible. Rió entre dientes y la atrajo dejando que quedara encima sentada sobre él; con las piernas flexionadas dio impulso a sus caderas haciéndola saltar al ritmo que él pedía. La atrajo con una mano en su nuca buscando su boca y su cuello, con las manos guiando el ondeante movimiento de su trasero.
Movió los dedos con más brío enredándolos entre los suyos y la soltó de repente, cogiéndola con fuerza del cabello para poner distancia en ambos cuerpos y penetrar con más ahínco. Recorrió su cuerpo con la mano libre, apretando la carne que acababa de convertirse en su mejor fantasía hecha realidad. Los jadeos de ambos llenaban la habitación. Los de ella agudos, los de él escasos y roncos. La atrajo aún cogida del cabello en busca de sus labios para otro beso demandante que acabó en un mordisco en su labio.
Salió una vez más dándole un fugaz descanso, frotándose entre sus piernas viéndola a los ojos al tenerla nuevamente boca arriba. - ¿Sigues teniéndome miedo...? - susurró con una de sus sonrisas perdona vidas, sin margen a respuesta pues en cuanto le vio abrir la boca volvió a penetrarla, arrancándole así un jadeo más audible. Rió entre dientes y la atrajo dejando que quedara encima sentada sobre él; con las piernas flexionadas dio impulso a sus caderas haciéndola saltar al ritmo que él pedía. La atrajo con una mano en su nuca buscando su boca y su cuello, con las manos guiando el ondeante movimiento de su trasero.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Le cortó esa primera opción de respuesta, pero una vez se vio sobre él, se acomodó sentada sobre sus caderas, deslizándose hacia adelante y hacia atrás para acompasar la fricción con las penetraciones, de forma que fuera aún más placentero para ambos. Esa sonrisa que antes la habría hecho temblar de pavor, ahora le arrancó un escofrío por un motivo bien distinto. Apoyó las manos en su pecho, arañándole, sin apartarle la vista.
Se inclinó de nuevo hacia sus labios, dejando que fuera ahora su esponjosa melena rizada la que cayera sobre ellos.
-Ahora te temo más que nunca, lobo.
Pero en su voz no había ni rastro del miedo. Al contrario, estaba cargada de deseo, entrecortada por los jadeos, anhelante.
Una mano se perdió una vez más en la melena de Leif, dibujando luego la línea de su fuerte mandíbula. Le mordió el labio y se apartó para seguir cabalgándole, erguida sobre sus caderas, sonriéndole como si en lugar de la criatura más espeluznante de la tierra fuera simplemente un hombre. Sin pasado, sin presente, sin futuro. Sólo un hombre. Uno que, después de mucho tiempo, la estaba haciendo sentir mujer.
El movimiento empezaba a volverse errático, pero no quiso aflojar. Quería más. Más fuerte, más dentro, más rápido. Lo quería todo. Todo aquello que la estaba haciendo sentirse de nuevo viva. Era irónico, porque un licántropo le había destrozado el mundo y ahora otro estaba destrozando todas sus defensas. Y eso sí que le daba miedo.
Se inclinó de nuevo hacia sus labios, dejando que fuera ahora su esponjosa melena rizada la que cayera sobre ellos.
-Ahora te temo más que nunca, lobo.
Pero en su voz no había ni rastro del miedo. Al contrario, estaba cargada de deseo, entrecortada por los jadeos, anhelante.
Una mano se perdió una vez más en la melena de Leif, dibujando luego la línea de su fuerte mandíbula. Le mordió el labio y se apartó para seguir cabalgándole, erguida sobre sus caderas, sonriéndole como si en lugar de la criatura más espeluznante de la tierra fuera simplemente un hombre. Sin pasado, sin presente, sin futuro. Sólo un hombre. Uno que, después de mucho tiempo, la estaba haciendo sentir mujer.
El movimiento empezaba a volverse errático, pero no quiso aflojar. Quería más. Más fuerte, más dentro, más rápido. Lo quería todo. Todo aquello que la estaba haciendo sentirse de nuevo viva. Era irónico, porque un licántropo le había destrozado el mundo y ahora otro estaba destrozando todas sus defensas. Y eso sí que le daba miedo.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Edad : 254
Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Sonrió aún más amplio captando la ironía en sus palabras. Era, sin duda, una mujer con carácter como le gustaban, y que no fuera una dama en la cama sumaba muchos puntos para acabar perdiendo la cabeza. Tal vez no se diera cuenta de ello, y ya estaba claro que ningún hechizo había recaído sobre él, pero de algún modo estaba cayendo irremediablemente ante la mujer. Le dio otra cachetada y apretó la tersa carne de su trasero, mordiéndose el labio inferior con la misma sonrisa aún bailando en su cara, y sin perder detalle de cada una de sus expresiones.
Verla saltando sobre él era de lo más hipnótico, no solo por el movimiento de su cuerpo y el tener las manos libres para tocar, apretar y acariciar todo cuanto quisiera, sino por lo colaborativa que estaba siendo, olvidando ya las lágrimas del primer momento. La mujer temblorosa del día anterior estaba ya muy lejos de aquella amazona de curvas sinuosas. La atrajo, rodeándola con los brazos para dar vuelta y quedar de nuevo encima, enredando los dedos con los suyos subiéndole las manos por encima de la cabeza, y se puso a embestir más rápido.
Luciendo su sonrisa ya característica retiró el rostro cada vez que ella hizo intento de darle otro beso, mirándola a los ojos mientras se derretía bajo su cuerpo. Volvió a los mordiscos, a las lamidas indecentes y las marcas en el cuello; podía seguir así toda la noche, pero ansiaba ver el rostro de la bruja sometido por el clímax. La soltó y se irguió, con una mano afianzada en la cadera sin detenerse ni un segundo, y la otra pegada a su abdomen con el pulgar llevándola a la fuerza al orgasmo.
Verla saltando sobre él era de lo más hipnótico, no solo por el movimiento de su cuerpo y el tener las manos libres para tocar, apretar y acariciar todo cuanto quisiera, sino por lo colaborativa que estaba siendo, olvidando ya las lágrimas del primer momento. La mujer temblorosa del día anterior estaba ya muy lejos de aquella amazona de curvas sinuosas. La atrajo, rodeándola con los brazos para dar vuelta y quedar de nuevo encima, enredando los dedos con los suyos subiéndole las manos por encima de la cabeza, y se puso a embestir más rápido.
Luciendo su sonrisa ya característica retiró el rostro cada vez que ella hizo intento de darle otro beso, mirándola a los ojos mientras se derretía bajo su cuerpo. Volvió a los mordiscos, a las lamidas indecentes y las marcas en el cuello; podía seguir así toda la noche, pero ansiaba ver el rostro de la bruja sometido por el clímax. La soltó y se irguió, con una mano afianzada en la cadera sin detenerse ni un segundo, y la otra pegada a su abdomen con el pulgar llevándola a la fuerza al orgasmo.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Estalló por dentro. No había mejor manera de describirlo. Cada célula de su cuerpo se estremeció en el mismo instante y el orgasmo la recorrió como un mar embravecido. Ya no le quedaban fuerzas más que para respirar entrecortadamente. Ni siquiera lograba mantener los ojos abiertos. Se mordió el labio, sonriendo y dejando que escapara lentamente entre sus dientes. Rojo y mojado.
El sudor perlaba su piel, pero no le importaba. Se quedó inerte sobre las sábanas, una mano sobre su cabeza, la otra a un lado, sin cuidado. Las piernas todavía alrededor de Leif, pero ya sin fuerzas para sujetarle cerca de ella.
Las marcas eran muy visibles en su piel, enrojecidas. Horas más tarde se pondrían moradas la mayoria y tendría que inventarse una buena excusa para justificarlas. O intentar eso que hacía tanto tiempo que no usaba, que era cambiarse a sí misma mediante la magia.
Magia. La había sentido en las venas como hacía demasiado tiempo que no la sentía. Ese hombre... ese pirata... ese lobo... había despertado algo en ella. Algo que no sabía ni quería describir. Una sensación de añoranza, una vieja conocida. Una sensación completamente nueva.
Y supo que estaba completa, que el círculo se había cerrado para ella. No importaba si ahora la despedazaba o si no volvían a verse nunca. Porque ella siempre tendría algo de él y él siempre tendría algo de ella. Esa noche podía no significar nada o significar todo. Daba igual, no podía pensar en ello, sólo podía sentir que se abría de nuevo a lo que realmente era, que no podía seguir ocultándose tras la imagen de una triste y solitaria señorita que no había encontrado un marido.
Estaba agotada, completamente rendida. Desnuda, con el pelo revuelto y esparcido sobre la almohada, deseando dormirse envuelta en el calor del lobo, pero sin atreverse a pedirlo. Los pocos hombres con los que se había atrevido a intimar en ese tiempo siempre preferían regresar a la seguridad de sus solitarias casas, donde no corrían el riesgo de que ella se abrazara a sus cuerpos mientras dormía. Tampoco le había pedido a ninguno que se quedara. Prefería dejárselo fácil.
El sudor perlaba su piel, pero no le importaba. Se quedó inerte sobre las sábanas, una mano sobre su cabeza, la otra a un lado, sin cuidado. Las piernas todavía alrededor de Leif, pero ya sin fuerzas para sujetarle cerca de ella.
Las marcas eran muy visibles en su piel, enrojecidas. Horas más tarde se pondrían moradas la mayoria y tendría que inventarse una buena excusa para justificarlas. O intentar eso que hacía tanto tiempo que no usaba, que era cambiarse a sí misma mediante la magia.
Magia. La había sentido en las venas como hacía demasiado tiempo que no la sentía. Ese hombre... ese pirata... ese lobo... había despertado algo en ella. Algo que no sabía ni quería describir. Una sensación de añoranza, una vieja conocida. Una sensación completamente nueva.
Y supo que estaba completa, que el círculo se había cerrado para ella. No importaba si ahora la despedazaba o si no volvían a verse nunca. Porque ella siempre tendría algo de él y él siempre tendría algo de ella. Esa noche podía no significar nada o significar todo. Daba igual, no podía pensar en ello, sólo podía sentir que se abría de nuevo a lo que realmente era, que no podía seguir ocultándose tras la imagen de una triste y solitaria señorita que no había encontrado un marido.
Estaba agotada, completamente rendida. Desnuda, con el pelo revuelto y esparcido sobre la almohada, deseando dormirse envuelta en el calor del lobo, pero sin atreverse a pedirlo. Los pocos hombres con los que se había atrevido a intimar en ese tiempo siempre preferían regresar a la seguridad de sus solitarias casas, donde no corrían el riesgo de que ella se abrazara a sus cuerpos mientras dormía. Tampoco le había pedido a ninguno que se quedara. Prefería dejárselo fácil.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
La imagen de Aletheia sucumbiendo al orgasmo se grabó a fuego en su mente y le hizo olvidar quién era ella, él e incluso cómo habían llegado hasta ahí. En su cabeza solo existía el exquisito placer de sus carnes apretándose, temblorosas, lanzándolo a la deriva en un mar de agitadas aguas. Aferró sus caderas sin detenerse ni un instante, ansiando exprimir hasta el último gemido de aquel cálido y trémulo cuerpo con cada embestida, alcanzando finalmente la máxima altura para descender en picado con un jadeo ronco arrancado directamente de sus entrañas. Los dedos clavándose en su piel, el pecho henchido y el rostro mirando al cielo, descargando sin consciencia la semilla de la vida en su interior.
Se dejó caer apoyado en un codo y lamió su cuello, enredando los dedos entre su revuelto cabello con lentos movimientos de cintura para alargar al máximo su propio orgasmo. Permaneció así, sereno y dócil pegado a su cuerpo, hasta que la consciencia volvió a tomar las riendas. Se separó entonces y bajó de la cama en busca de su botella, observando de reojo el sumiso cuerpo agotado en el lecho. No había acabado con ella, no todavía, y así se lo hizo saber cuando terminó el lapso de tiempo para descansar que 'amablemente' le otorgó. Asaltó a la bruja nuevamente antes de que cayera dormida y bebió de sus placeres una y otra vez hasta despuntar el alba, cuando al fin se sintió saciado y quedó totalmente satisfecho dormido a su lado, con un brazo extendido bajo su pequeño cuerpo.
Durmió largo y tendido, más profundo de lo que jamás había estado desde que el lobo anidara en él, apenas consciente de los sonidos o movimientos a su alrededor. Nada más que el hambre, cruel recordatorio de debilidad mortal, importunó su sueño obligándolo a abrir los ojos y tomar consciencia de dónde estaba. El olor de lo ocurrido la noche anterior seguía impreso en las sábanas y sonrió con sutil victoria al recordarlo. Buscó con la mirada a la bruja, temiendo por un fugaz instante que se hubiera ido sin terminar su trabajo.
Se dejó caer apoyado en un codo y lamió su cuello, enredando los dedos entre su revuelto cabello con lentos movimientos de cintura para alargar al máximo su propio orgasmo. Permaneció así, sereno y dócil pegado a su cuerpo, hasta que la consciencia volvió a tomar las riendas. Se separó entonces y bajó de la cama en busca de su botella, observando de reojo el sumiso cuerpo agotado en el lecho. No había acabado con ella, no todavía, y así se lo hizo saber cuando terminó el lapso de tiempo para descansar que 'amablemente' le otorgó. Asaltó a la bruja nuevamente antes de que cayera dormida y bebió de sus placeres una y otra vez hasta despuntar el alba, cuando al fin se sintió saciado y quedó totalmente satisfecho dormido a su lado, con un brazo extendido bajo su pequeño cuerpo.
Durmió largo y tendido, más profundo de lo que jamás había estado desde que el lobo anidara en él, apenas consciente de los sonidos o movimientos a su alrededor. Nada más que el hambre, cruel recordatorio de debilidad mortal, importunó su sueño obligándolo a abrir los ojos y tomar consciencia de dónde estaba. El olor de lo ocurrido la noche anterior seguía impreso en las sábanas y sonrió con sutil victoria al recordarlo. Buscó con la mirada a la bruja, temiendo por un fugaz instante que se hubiera ido sin terminar su trabajo.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
No tuvo que buscar demasiado, porque entre el sueño y el frío de los momentos previos al amanecer, Aletheia había buscado el calor de su cuerpo y estaba a su costado. El sol se colaba por la ventana de la buhardilla y daba sobre la piel de la bruja que no quedaba oculta por las sábanas. Las marcas que la noche anterior apenas eran leves rojeces se mostraban ahora como imponentes recuerdos violetas que se repartían por su cuerpo y daban la imagen de que algo muy cercano a la muerte le había ocurrido. Pero su respiración era tranquila, pausada.
Los bucles negros, revueltos, caían sobre el hombro y la parte superior del brazo del licántropo, la cabeza de la bruja sobre la parte superior de su pecho, casi en la articulación. Una de sus manos entre sus cuerpos, la otra sobre las sábanas, sosteniéndolas sobre su piel desnuda.
Leif pudo saber el instante exacto en que despertó al sentirlo moverse, porque su corazón se saltó un latido cuando todo lo ocurrido la noche anterior le vino de golpe. Apartó la cabeza de su hombro y se giró bajo las mantas, dándole la espalda y fingiendo dormir un poco más.
Oh, Dios, qué había hecho, se preguntó. Intentó mantener su respiración pausada y quiso que la tierra se abriera a sus pies y se la tragase. No sólo había dejado que ese hombre la sedujera y la sometiera a su voluntad, sino que se había abrazado a su cuerpo, buscando calor y protección.
Suspiró y decidió que era mejor hacer como que aquello no tenía importancia. Ese hombre era un lobo, un pirata. Y todos sabían la fama que tenían los piratas. Una mujer en cada puerto, o varias, pero ninguna significaba nada para ellos.
Al menos ya tenía todo lo que necesitaba para hacer el conjuro que le había pedido y lo más probable era que esa misma noche pudiera dormir en su habitación.
Se tomó un par de minutos para convencerse de que la necesidad que había sentido de recrearse en el contacto de otra piel al despertar era simplemente fruto de la soledad de su vida y la noche anterior. Se incorporó, salió del abrigo de las sábanas y buscó su vestido. El camisón ya no tenía salvación y tampoco tenía otra ropa que ponerse.
-Buenos días. ¿Ya estás despierto? -preguntó, aparentando más seguridad de la que en realidad sentía, intentando que todo pareciera normal, como si allí no hubiera pasado nada. Como siempre, ofreciéndole a Leif una salida fácil-. Hay pan blanco y mantequilla para desayunar.
Los bucles negros, revueltos, caían sobre el hombro y la parte superior del brazo del licántropo, la cabeza de la bruja sobre la parte superior de su pecho, casi en la articulación. Una de sus manos entre sus cuerpos, la otra sobre las sábanas, sosteniéndolas sobre su piel desnuda.
Leif pudo saber el instante exacto en que despertó al sentirlo moverse, porque su corazón se saltó un latido cuando todo lo ocurrido la noche anterior le vino de golpe. Apartó la cabeza de su hombro y se giró bajo las mantas, dándole la espalda y fingiendo dormir un poco más.
Oh, Dios, qué había hecho, se preguntó. Intentó mantener su respiración pausada y quiso que la tierra se abriera a sus pies y se la tragase. No sólo había dejado que ese hombre la sedujera y la sometiera a su voluntad, sino que se había abrazado a su cuerpo, buscando calor y protección.
Suspiró y decidió que era mejor hacer como que aquello no tenía importancia. Ese hombre era un lobo, un pirata. Y todos sabían la fama que tenían los piratas. Una mujer en cada puerto, o varias, pero ninguna significaba nada para ellos.
Al menos ya tenía todo lo que necesitaba para hacer el conjuro que le había pedido y lo más probable era que esa misma noche pudiera dormir en su habitación.
Se tomó un par de minutos para convencerse de que la necesidad que había sentido de recrearse en el contacto de otra piel al despertar era simplemente fruto de la soledad de su vida y la noche anterior. Se incorporó, salió del abrigo de las sábanas y buscó su vestido. El camisón ya no tenía salvación y tampoco tenía otra ropa que ponerse.
-Buenos días. ¿Ya estás despierto? -preguntó, aparentando más seguridad de la que en realidad sentía, intentando que todo pareciera normal, como si allí no hubiera pasado nada. Como siempre, ofreciéndole a Leif una salida fácil-. Hay pan blanco y mantequilla para desayunar.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Edad : 254
Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
No hizo falta que la bruja se escondiera o fingiera algo que no era, su calor seguía vivo en el torso de Leif, quien inconscientemente perfiló una sonrisa antes de pasarse la mano por el rostro, despejándose poco a poco. La observó en silencio caminando desnuda por la habitación en busca de sus ropas, recordando perfectamente cada detalle de la noche anterior. Al contrario que Aletheia, él no sintió arrepentimiento ni duda alguna, hizo lo que su cuerpo le pedía y la satisfacción alcanzada era suficiente beneficio para no andarse con comidas mentales. De lo que no era tan consciente era de cómo la bruja había anidado en él, haciendo que fuera difícil olvidarla una vez se separaran.
Se sentó en el borde de la cama estirando brazos y espalda. El crujir seco de sus huesos tronó en cada movimiento. Cogió del suelo la botella olvidada y caminó perezoso hacia la cocina sin pudor alguno por mostrarse desnudo, después de todo se habían visto y tocado suficiente para que aquel detalle careciera de importancia. Aunque, a decir verdad, empezaba a gustarle eso de provocar a la bruja, y más con algo tan sencillo como aquello. Ocultando una sonrisa, se le acercó por detrás sin tocarla, solo haciendo presente su presencia pegada a su espalda.
-Necesito algo más que eso para recuperar energías... - ronroneó cerca de su oído, alargando el brazo prácticamente rodeándola para coger un pedazo de pan antes de alejarse con una sonrisa victoriosa. Si la bruja pensaba que iba a pasar por alto lo ocurrido iba bien errada. - ¿Cuándo tendrás listo el colgante? No queda mucho para la luna llena, no querrás estar cerca cuando eso ocurra - aunque sonó como si fuera un detalle bien banal, solo la idea de lo poco que quedaba para otra transformación ya le agitaba.
Se puso finalmente unos pantalones una vez acabó con la carne que quedaba y el pan que le cogió, comiendo en sumo silencio y devorando totalmente hambriento. Tomó asiento cerca de la mesa donde Elora solía hacer sus cosas, donde seguramente aquella bruja haría también su encargo, y esperó. - ¿Qué necesitas de mí para llevarlo a cabo?
Se sentó en el borde de la cama estirando brazos y espalda. El crujir seco de sus huesos tronó en cada movimiento. Cogió del suelo la botella olvidada y caminó perezoso hacia la cocina sin pudor alguno por mostrarse desnudo, después de todo se habían visto y tocado suficiente para que aquel detalle careciera de importancia. Aunque, a decir verdad, empezaba a gustarle eso de provocar a la bruja, y más con algo tan sencillo como aquello. Ocultando una sonrisa, se le acercó por detrás sin tocarla, solo haciendo presente su presencia pegada a su espalda.
-Necesito algo más que eso para recuperar energías... - ronroneó cerca de su oído, alargando el brazo prácticamente rodeándola para coger un pedazo de pan antes de alejarse con una sonrisa victoriosa. Si la bruja pensaba que iba a pasar por alto lo ocurrido iba bien errada. - ¿Cuándo tendrás listo el colgante? No queda mucho para la luna llena, no querrás estar cerca cuando eso ocurra - aunque sonó como si fuera un detalle bien banal, solo la idea de lo poco que quedaba para otra transformación ya le agitaba.
Se puso finalmente unos pantalones una vez acabó con la carne que quedaba y el pan que le cogió, comiendo en sumo silencio y devorando totalmente hambriento. Tomó asiento cerca de la mesa donde Elora solía hacer sus cosas, donde seguramente aquella bruja haría también su encargo, y esperó. - ¿Qué necesitas de mí para llevarlo a cabo?
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
¿Qué necesitaba de él para llevarlo a cabo? Ja. Le miró, entrecerrando los ojos, como si sopesara lo que realmente necesitaba para el conjuro.
-Que te quedes ahí, quieto y callado, como un lobito bueno.
Y sonrió con toda su adorabilidad junta.
Sin esperar esa respuesta que intuía que llegaría, se levantó para recoger los restos del desayuno y empezar a colocar sobre la mesa todos los útiles que iba a necesitar. Era muy meticulosa en su trabajo cuando de magia se trataba, porque cualquier error podía afectar al resultado. Se sentó delante de todo lo que había preparado, con el mechón de Elora justo en el centro, delante de ella. Lo acarició suavemente, sin deshacerlo, con un profundo respeto hacia lo que significaba. Cerró los ojos, concentrándose en su tacto, tratando de percibir la esencia de aquella bruja sobre la que debía recaer la protección. Con sumo cuidado, liberó tres cabellos.
-Coge aquí -le indicó al lobo, con voz firme.
Ahora mandaba ella, que estaban en su terreno.
Trenzó apretadamente los tres cabellos. Seguía quedando una hebra muy fina, casi imperceptible. Lo retorció y retorció hasta que pudo juntar sus extremos y dejar que la torsión al liberarse dejara el pelo como si fuera un pequeño trozo de cordón.
Lo dejó a un lado y colocó ante sí un cuenco que llenó hasta la mitad con agua. Comenzó a tararear distraídamente, visiblemente más relajada y como si estuviera sola. O como si la presencia de Leif, de repente, ya no le importara. Mezcló en ese agua diferentes cantidades de hierbas, en momentos concretos, en cantidades concretas, con palabras concretas, y lo puso al fuego, hasta que hirvió.
Lo dejó cocer varios minutos, tiempo que aprovechó en recoger todo aquello que ya no necesitaba. Estar centrada en la magia la hacía olvidar donde estaba y con quien. O quizás no tanto como olvidarlo, porque sus ojos seguían topándose de tanto en tanto con la figura del licántropo, pero sí se sentía a salvo, porque ése era su territorio y allí, con la magia a flor de piel se sentía segura. Incluso en presencia de ese hombre que tanto la alteraba.
Cuando estuvo a punto, lo retiró del fuego y echó en el agua todavía burbujeante el retorcido mechón de pelo de Elora. Lo mantuvo ahí hasta que el agua se enfrió lo suficiente para meter los dedos. Todavía la notaba caliente y la piel se le enrojeció. Limpió el mechón con los dedos para quitar los restos de las hierbas que había en ellos.
-Dame la mano -pidió, alargando la suya, con la palma hacia arriba. Apenas sus pieles se tocaron, le agarró con firmeza y dejó el mechón de Elora en su palma, cubriéndola con la propia. Cerró los ojos y comenzó a susurrar palabras aparentemente sin sentido para cualquier extraño a la hechicería.
-Ahora tienes que elegir. Puedo encerrar esta esencia en un objeto. Algo que tendrás que llevar siempre contigo y que puede serte arrebatado. O destruirse. O puedo dejarlo bajo tu piel, donde quieras. No cubrirá más que esto -posó el indice sobre el mechón, que apenas abultaba tres centímetros de largo-. Pero debo advertirte que esa parte de tu cuerpo, la que elijas, y algo alrededor, más o menos del tamaño de tu palma, será completamente insensible mientras tu hija esté a salvo. Y te dolerá como si te estuvieran arrancando las entrañas en el momento en que no lo esté. Es un dolor fugaz, pero intenso. No tendría sentido un dolor que te dejara mermado para ir a ayudarla. Debes elegir bien, porque en ese punto serás vulnerable. MUY vulnerable. Cualquier herida ahí será más dolorosa y tardará más en sanar. Y es posible que si es muy profunda, te cueste la vida. Tu hija es tu punto débil, tu necesidad de protección se manifestará así. Es el precio que tienes que pagar. Así que tú decides. La mayor parte de la gente elige un objeto para este tipo de asuntos, es mucho menos comprometido, aunque también es menos efectivo. -Algo le decía que ese hombre era de los que prefería el dolor, pero tenia que preguntar-. ¿Qué eliges?
-Que te quedes ahí, quieto y callado, como un lobito bueno.
Y sonrió con toda su adorabilidad junta.
Sin esperar esa respuesta que intuía que llegaría, se levantó para recoger los restos del desayuno y empezar a colocar sobre la mesa todos los útiles que iba a necesitar. Era muy meticulosa en su trabajo cuando de magia se trataba, porque cualquier error podía afectar al resultado. Se sentó delante de todo lo que había preparado, con el mechón de Elora justo en el centro, delante de ella. Lo acarició suavemente, sin deshacerlo, con un profundo respeto hacia lo que significaba. Cerró los ojos, concentrándose en su tacto, tratando de percibir la esencia de aquella bruja sobre la que debía recaer la protección. Con sumo cuidado, liberó tres cabellos.
-Coge aquí -le indicó al lobo, con voz firme.
Ahora mandaba ella, que estaban en su terreno.
Trenzó apretadamente los tres cabellos. Seguía quedando una hebra muy fina, casi imperceptible. Lo retorció y retorció hasta que pudo juntar sus extremos y dejar que la torsión al liberarse dejara el pelo como si fuera un pequeño trozo de cordón.
Lo dejó a un lado y colocó ante sí un cuenco que llenó hasta la mitad con agua. Comenzó a tararear distraídamente, visiblemente más relajada y como si estuviera sola. O como si la presencia de Leif, de repente, ya no le importara. Mezcló en ese agua diferentes cantidades de hierbas, en momentos concretos, en cantidades concretas, con palabras concretas, y lo puso al fuego, hasta que hirvió.
Lo dejó cocer varios minutos, tiempo que aprovechó en recoger todo aquello que ya no necesitaba. Estar centrada en la magia la hacía olvidar donde estaba y con quien. O quizás no tanto como olvidarlo, porque sus ojos seguían topándose de tanto en tanto con la figura del licántropo, pero sí se sentía a salvo, porque ése era su territorio y allí, con la magia a flor de piel se sentía segura. Incluso en presencia de ese hombre que tanto la alteraba.
Cuando estuvo a punto, lo retiró del fuego y echó en el agua todavía burbujeante el retorcido mechón de pelo de Elora. Lo mantuvo ahí hasta que el agua se enfrió lo suficiente para meter los dedos. Todavía la notaba caliente y la piel se le enrojeció. Limpió el mechón con los dedos para quitar los restos de las hierbas que había en ellos.
-Dame la mano -pidió, alargando la suya, con la palma hacia arriba. Apenas sus pieles se tocaron, le agarró con firmeza y dejó el mechón de Elora en su palma, cubriéndola con la propia. Cerró los ojos y comenzó a susurrar palabras aparentemente sin sentido para cualquier extraño a la hechicería.
-Ahora tienes que elegir. Puedo encerrar esta esencia en un objeto. Algo que tendrás que llevar siempre contigo y que puede serte arrebatado. O destruirse. O puedo dejarlo bajo tu piel, donde quieras. No cubrirá más que esto -posó el indice sobre el mechón, que apenas abultaba tres centímetros de largo-. Pero debo advertirte que esa parte de tu cuerpo, la que elijas, y algo alrededor, más o menos del tamaño de tu palma, será completamente insensible mientras tu hija esté a salvo. Y te dolerá como si te estuvieran arrancando las entrañas en el momento en que no lo esté. Es un dolor fugaz, pero intenso. No tendría sentido un dolor que te dejara mermado para ir a ayudarla. Debes elegir bien, porque en ese punto serás vulnerable. MUY vulnerable. Cualquier herida ahí será más dolorosa y tardará más en sanar. Y es posible que si es muy profunda, te cueste la vida. Tu hija es tu punto débil, tu necesidad de protección se manifestará así. Es el precio que tienes que pagar. Así que tú decides. La mayor parte de la gente elige un objeto para este tipo de asuntos, es mucho menos comprometido, aunque también es menos efectivo. -Algo le decía que ese hombre era de los que prefería el dolor, pero tenia que preguntar-. ¿Qué eliges?
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/01/2017
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Le habría mandado una advertencia de no haber ocurrido lo de la noche anterior. En lugar de eso, ladeó una sonrisa y le tocó el muslo por encima de la ropa sin vergüenza alguna. - Eso del lobo bueno no va conmigo... - pero se comportó, en lugar de seguir molestándola le dio su espacio mientras no perdía detalle de cada movimiento. Agarró los cabellos sin decir palabra, mirándolos hipnótico mientras se mordía la lengua para no cuestionar todo cuanto hacía.
La magia, hechicería, o como fuera que quisieran llamarlo le intrigaba, sobretodo tras descubrir que su hija también tenía ese poder. Sabía que Elora era buena en ello, pero nunca había tenido la oportunidad de verla en acción, solo las consecuencias a su alrededor cuando en alguna ocasión había perdido los nervios -algo que tendía a ocurrir a menudo cuando él y esa novia suya estaban en la misma habitación. Le dijo una vez que podía encontrar la forma de devolverle su antigua vida en el océano, de controlar aquella bestia que habitaba en su interior. No es que desconfiara de ella, pero era bien consciente del poder que tenía el lobo, de lo imposibilitado que se sentía encerrado durante la luna llena incapaz de frenar los actos de la bestia. Al día siguiente no recordaba nada, pero durante la noche, en un rincón de su mente, estaba él observando todo. Muy grande debería ser el poder de una bruja para lograr someter aquello.
La miró a los ojos un instante cuando sus manos se juntaron, arqueando las cejas de modo que su siempre tosca y seria expresión se relajó. La de Aletheia parecía pequeña y delicada a comparación de la suya, grande y callosa. Mientras la bruja susurraba cosas incomprensibles, notó un extraño cosquilleo recorriéndole la palma, una energía que tensó ligeramente su mano por ser desconocida. No era desagradable, pero le hizo ser más consciente de aquello que estaban haciendo.
Daba igual qué tan largo fuera el discurso, cuántas advertencias le diera. Leif tenía muy clara cuál era la respuesta. - En mi piel - la miró a los ojos, de nuevo con un gesto adusto. - Da igual las consecuencias, no quiero depender de objetos que pueda perder o destruir durante la luna llena. Pero tú serás la única que sepa dónde se encuentra mi punto débil... - susurró ronco, afilando más la mirada. No importaba lo ocurrido por la noche, si su vida estaba en juego era capaz de poner también la de la bruja en ello. No verbalizó la amenaza, pero sin duda estaba en su mirada.
Pensó entonces en cuál sería el mejor sitio en el mapa de su cuerpo. Las extremidades y torso quedaban descartadas, eran puntos fácilmente alcanzables. Cuello o tras la oreja quedaban expuestos en su forma de lobo. Solo había un sitio donde nadie buscaría. Con la mano que no sujetaba el cabello se abrió el pantalón, sin poder evitar una ligera sonrisa pícara al ver la mirada de la bruja, y se retiró sus partes nobles dejando a la vista la ingle. - Aquí - aquel espacio quedaba oculto como lobo, era impensable para cualquier cazador y solo compañeras de cama podrían resultar una amenaza. Y nunca lo habían supuesto. No encontró lugar mejor.
La magia, hechicería, o como fuera que quisieran llamarlo le intrigaba, sobretodo tras descubrir que su hija también tenía ese poder. Sabía que Elora era buena en ello, pero nunca había tenido la oportunidad de verla en acción, solo las consecuencias a su alrededor cuando en alguna ocasión había perdido los nervios -algo que tendía a ocurrir a menudo cuando él y esa novia suya estaban en la misma habitación. Le dijo una vez que podía encontrar la forma de devolverle su antigua vida en el océano, de controlar aquella bestia que habitaba en su interior. No es que desconfiara de ella, pero era bien consciente del poder que tenía el lobo, de lo imposibilitado que se sentía encerrado durante la luna llena incapaz de frenar los actos de la bestia. Al día siguiente no recordaba nada, pero durante la noche, en un rincón de su mente, estaba él observando todo. Muy grande debería ser el poder de una bruja para lograr someter aquello.
La miró a los ojos un instante cuando sus manos se juntaron, arqueando las cejas de modo que su siempre tosca y seria expresión se relajó. La de Aletheia parecía pequeña y delicada a comparación de la suya, grande y callosa. Mientras la bruja susurraba cosas incomprensibles, notó un extraño cosquilleo recorriéndole la palma, una energía que tensó ligeramente su mano por ser desconocida. No era desagradable, pero le hizo ser más consciente de aquello que estaban haciendo.
Daba igual qué tan largo fuera el discurso, cuántas advertencias le diera. Leif tenía muy clara cuál era la respuesta. - En mi piel - la miró a los ojos, de nuevo con un gesto adusto. - Da igual las consecuencias, no quiero depender de objetos que pueda perder o destruir durante la luna llena. Pero tú serás la única que sepa dónde se encuentra mi punto débil... - susurró ronco, afilando más la mirada. No importaba lo ocurrido por la noche, si su vida estaba en juego era capaz de poner también la de la bruja en ello. No verbalizó la amenaza, pero sin duda estaba en su mirada.
Pensó entonces en cuál sería el mejor sitio en el mapa de su cuerpo. Las extremidades y torso quedaban descartadas, eran puntos fácilmente alcanzables. Cuello o tras la oreja quedaban expuestos en su forma de lobo. Solo había un sitio donde nadie buscaría. Con la mano que no sujetaba el cabello se abrió el pantalón, sin poder evitar una ligera sonrisa pícara al ver la mirada de la bruja, y se retiró sus partes nobles dejando a la vista la ingle. - Aquí - aquel espacio quedaba oculto como lobo, era impensable para cualquier cazador y solo compañeras de cama podrían resultar una amenaza. Y nunca lo habían supuesto. No encontró lugar mejor.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Arqueó las cejas y negó con la cabeza.
-Leif... Estamos de acuerdo en que es la zona más inaccesible, pero... ¿te lo has pensado bien? Cuando digo que sentirás mucho dolor si tu hija está en peligro... realmente quiero decir mucho dolor.
La mirada del pirata fue todo lo que necesitó como respuesta. Suspiró, con cierto pesar, porque no iba a ser agradable. Y no por tener que tocarle. Ya había roto esa barrera la noche anterior y, aunque la vergüenza no era algo que hubiera superado completamente, sí había mermado lo suficiente como para que ninguna parte de su cuerpo supusiera un problema.
-Acuéstate, será más cómodo para ambos. Y trágate esto. Es acónito. Ya sé que puede ser mortal para los licántropos, pero esa cantidad sólo te hará estar drogado. Te ayudará con el dolor.
Se alejó del lobo, dejándole el pequeño mechón de pelo en la mano y la decisión de comerse la pequeña semilla que le había dado o no, y fue a por un paño limpio, un cuenco con agua tibia y una puntilla. Le miró con pena en los ojos, porque sabía que iba a hacerle daño. Le hizo flexionar la pierna, le pidió una muda disculpa y le abrió la piel con la puntilla. Fue un corte rápido y limpio, lo suficientemente profundo para poder deslizar el fino amuleto bajo su piel, longitudinal a la ingle, para que quedara alojado en el hueco bajo su cadera, bien protegido.
Presionó ambos lados de la herida con el paño húmedo, para contener el flujo de sangre y obligó a la piel a cerrarse, finalizando así el conjuro, el encargo y el tiempo que estaba obligada a pasar con ese hombre.
Recogió todo, se lavó las manos y echó al fuego los restos de hierbas para que nadie pudiera encontrarlos. Volvió al lado de Leif y le cubrió con las sábanas.
-Deberías dormir un poco, ayudará a que la herida cierre por completo. Me quedaré hasta que despiertes, por si acaso.
-Leif... Estamos de acuerdo en que es la zona más inaccesible, pero... ¿te lo has pensado bien? Cuando digo que sentirás mucho dolor si tu hija está en peligro... realmente quiero decir mucho dolor.
La mirada del pirata fue todo lo que necesitó como respuesta. Suspiró, con cierto pesar, porque no iba a ser agradable. Y no por tener que tocarle. Ya había roto esa barrera la noche anterior y, aunque la vergüenza no era algo que hubiera superado completamente, sí había mermado lo suficiente como para que ninguna parte de su cuerpo supusiera un problema.
-Acuéstate, será más cómodo para ambos. Y trágate esto. Es acónito. Ya sé que puede ser mortal para los licántropos, pero esa cantidad sólo te hará estar drogado. Te ayudará con el dolor.
Se alejó del lobo, dejándole el pequeño mechón de pelo en la mano y la decisión de comerse la pequeña semilla que le había dado o no, y fue a por un paño limpio, un cuenco con agua tibia y una puntilla. Le miró con pena en los ojos, porque sabía que iba a hacerle daño. Le hizo flexionar la pierna, le pidió una muda disculpa y le abrió la piel con la puntilla. Fue un corte rápido y limpio, lo suficientemente profundo para poder deslizar el fino amuleto bajo su piel, longitudinal a la ingle, para que quedara alojado en el hueco bajo su cadera, bien protegido.
Presionó ambos lados de la herida con el paño húmedo, para contener el flujo de sangre y obligó a la piel a cerrarse, finalizando así el conjuro, el encargo y el tiempo que estaba obligada a pasar con ese hombre.
Recogió todo, se lavó las manos y echó al fuego los restos de hierbas para que nadie pudiera encontrarlos. Volvió al lado de Leif y le cubrió con las sábanas.
-Deberías dormir un poco, ayudará a que la herida cierre por completo. Me quedaré hasta que despiertes, por si acaso.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
-¿Crees que no seré capaz de soportarlo? - la miró fijamente a los ojos con soberbia y una total seguridad en sí mismo. El dolor era por su hija, por tanto totalmente necesario. Le recordaría no solo la importancia de aquel vínculo sanguíneo, sino de lo que perdería si ella desaparecía.
Se tumbó tal como le pidió y miró el acónito y a la bruja con cierta sospecha, antes de dar un salto de fe y metérselo en la boca. Masticó y tragó en cuestión de segundos, mismo tiempo que tardó en hacer efecto. Empezó como una extraña calidez en el estómago que poco a poco retorció sus entrañas, y acabó en su mente a modo niebla espesa que embotó todos sus sentidos. El techo sobre él se dilataba y contraía, daba vueltas y parecía querer ceder encima suyo. La sensación era agobiante, pero en cierto modo conocida. Algunas botellas de ron encima provocaban un efecto parecido. Lo relajó de inmediato, alejándolo de la realidad, aunque no lo suficiente para notar el lacerante dolor en la ingle.
Agudo y preciso. Subió en espiral por cada célula de su cuerpo, pero aguantó. Con los dientes apretados y los ojos bien cerrados, aguantó en silencio sin mucho espasmo. Tal vez con aquel pequeño sacrificio pusiera algo de paz a su turbulento pasado, al modo en que Elora se vio envuelta entre rencores y venganzas. Las sábanas se arremolinaron alrededor de sus manos sometidas por la fuerza de sus dedos, y toda la tensión que mantuvo sus músculos rígidos desapareció al exhalar todo el aire contenido cuando finalmente terminó.
Una extraña paz se instaló en él. Ya estaba hecho.
Se sentía agotado, aún cuando no había sido más doloroso que cualquier cuchillo que le clavaran en el pasado. Le dio la culpa a lo que la bruja le dio y, sin escuchar -o entender- sus palabras, la cogió del brazo y la atrajo hacia su cuerpo, haciendo que se recostara sobre él. Su calidez le reconfortó y, buscando más de esta, la rodeó con sus brazos sin decir palabra. Simplemente cerró los ojos y se dejó llevar por el cansancio.
Se tumbó tal como le pidió y miró el acónito y a la bruja con cierta sospecha, antes de dar un salto de fe y metérselo en la boca. Masticó y tragó en cuestión de segundos, mismo tiempo que tardó en hacer efecto. Empezó como una extraña calidez en el estómago que poco a poco retorció sus entrañas, y acabó en su mente a modo niebla espesa que embotó todos sus sentidos. El techo sobre él se dilataba y contraía, daba vueltas y parecía querer ceder encima suyo. La sensación era agobiante, pero en cierto modo conocida. Algunas botellas de ron encima provocaban un efecto parecido. Lo relajó de inmediato, alejándolo de la realidad, aunque no lo suficiente para notar el lacerante dolor en la ingle.
Agudo y preciso. Subió en espiral por cada célula de su cuerpo, pero aguantó. Con los dientes apretados y los ojos bien cerrados, aguantó en silencio sin mucho espasmo. Tal vez con aquel pequeño sacrificio pusiera algo de paz a su turbulento pasado, al modo en que Elora se vio envuelta entre rencores y venganzas. Las sábanas se arremolinaron alrededor de sus manos sometidas por la fuerza de sus dedos, y toda la tensión que mantuvo sus músculos rígidos desapareció al exhalar todo el aire contenido cuando finalmente terminó.
Una extraña paz se instaló en él. Ya estaba hecho.
Se sentía agotado, aún cuando no había sido más doloroso que cualquier cuchillo que le clavaran en el pasado. Le dio la culpa a lo que la bruja le dio y, sin escuchar -o entender- sus palabras, la cogió del brazo y la atrajo hacia su cuerpo, haciendo que se recostara sobre él. Su calidez le reconfortó y, buscando más de esta, la rodeó con sus brazos sin decir palabra. Simplemente cerró los ojos y se dejó llevar por el cansancio.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Le sorprendió la forma en la que agarró y tiró de ella. Se vio envuelta en sus brazos y se asustó, pero luego comprendió que era el efecto del acónito y sonrió. Había confiado en ella hasta en eso. Era un detalle importante. Se removió en la cama, como podía, porque Leif no la soltaba, hasta que quedó apoyada contra el cabecero, con la almohada en los riñones, y con la cabeza del lobo sobre su pecho. Le pasó la mano por el pelo, apartándoselo de la cara.
-Eres un hombre extraño, Leif Paine. Y eso es lo que más miedo me da de ti... que me estás haciendo perderle el miedo a los que son como tú.
No se durmió, sólo se quedó allí, a su lado, mientras esperaba que el efecto de la droga se pasase y que su cuerpo acabara por cerrar totalmente la herida. Le dolería unos días, si se tocara, notaría un pequeño abultamiento bajo la piel, pero ambas cosas desaparecerían en su cuerpo, fundiéndose con su carne. La mayor parte de la gente elegía un objeto... porque meterlo bajo la piel era para siempre.
-¿Cómo te sientes? -susurró cuando notó que despertaba.
-Eres un hombre extraño, Leif Paine. Y eso es lo que más miedo me da de ti... que me estás haciendo perderle el miedo a los que son como tú.
No se durmió, sólo se quedó allí, a su lado, mientras esperaba que el efecto de la droga se pasase y que su cuerpo acabara por cerrar totalmente la herida. Le dolería unos días, si se tocara, notaría un pequeño abultamiento bajo la piel, pero ambas cosas desaparecerían en su cuerpo, fundiéndose con su carne. La mayor parte de la gente elegía un objeto... porque meterlo bajo la piel era para siempre.
-¿Cómo te sientes? -susurró cuando notó que despertaba.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
El sueño fue tan extraño y perturbador que enturbió aún más su mente. Vio a Elora desaparecer en la oscuridad mientras él permanecía encadenado, incapaz de alcanzarla, y desollándose la piel luchando por liberarse. Sintió de primera mano el significado de la soledad en aquellos minutos que sufrió como si hubieran sido horas. Despertó aturdido y desorientado, con el mareo mucho más leve pero aún rondando su cabeza. El primer sutil movimiento despertó un pinchazo en la ingle, recordándole que finalmente estada unido a su hija por magia además de sangre. No obstante, hubo algo que le extrañó aún más: sentía el cálido cuerpo de Aletheia pegado al suyo en la espalda. No recordaba cómo habían acabado así, pero no tenía intención alguna de quejarse. Era... cómodo y reconfortante.
-¿Me has drogado? - inquirió alzando la vista posándola en ella. No había rencor en su tono, más que un ligero desacuerdo por haberle dejado tan sumamente vulnerable. Bajó la mirada y se acarició allá donde oculto aguardaba el vínculo con Elora, una sombra de dolor cruzó su rostro y suavizó el toque. - ¿Va a doler cada vez que lo toque o roce? - frunció el ceño. Igual esa parte sí resultaba importante para informar previamente, pues si iba a ser así dolería con tan solo caminar.
Cerró los ojos y se relajó rodeado por aquella calidez. En breve iban a separarse, quería aprovechar al máximo aquello que tardaría en volver a encontrar. El abrazo de las putas siempre resultaba frío. - Nuestro trato acaba hoy. Como dije, tienes libertad total para irte, solo te pediré silencio sobre lo ocurrido estos días. Tampoco digas que me conoces, aunque eso es más por el bien de tu reputación y seguridad...
-¿Me has drogado? - inquirió alzando la vista posándola en ella. No había rencor en su tono, más que un ligero desacuerdo por haberle dejado tan sumamente vulnerable. Bajó la mirada y se acarició allá donde oculto aguardaba el vínculo con Elora, una sombra de dolor cruzó su rostro y suavizó el toque. - ¿Va a doler cada vez que lo toque o roce? - frunció el ceño. Igual esa parte sí resultaba importante para informar previamente, pues si iba a ser así dolería con tan solo caminar.
Cerró los ojos y se relajó rodeado por aquella calidez. En breve iban a separarse, quería aprovechar al máximo aquello que tardaría en volver a encontrar. El abrazo de las putas siempre resultaba frío. - Nuestro trato acaba hoy. Como dije, tienes libertad total para irte, solo te pediré silencio sobre lo ocurrido estos días. Tampoco digas que me conoces, aunque eso es más por el bien de tu reputación y seguridad...
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
-Se te pasará. En unos días tu cuerpo absorberá el vínculo y será como si nada hubiera pasado. Sólo sentirás dolor cuando tu hija esté en peligro -susurró, sin querer romper esa pequeña burbuja que se había construido entre ellos. Pero fue él quien la hizo estallar al recordarle que todo acababa allí-. Me quedaré hasta que se te pase el efecto del acónito, ¿de acuerdo? Y no te preocupes, nadie sabrá sabrá que he estado aquí. Nadie sabrá que he hecho magia para ti. Y nadie sabrá jamás dónde se esconde tu punto débil. Jamás. -Le dibujó con la punta de los dedos la linea de la mandíbula-. Voy a traerte algo para comer y cuando te sientas mejor me iré. Pero para eso tienes que soltarme.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Dibujó una fugaz sonrisa y se movió dándole libertad de movimiento, quedándose tumbado boca arriba en la cama sin perderla de vista.
Decir que Aletheia resultaba extraña era quedarse corto. No hacía ni 24 horas estaba asustada y reaccionaba con un ligero temblor cada vez que se acercaba a ella. 48 horas antes incluso veía odio en su mirada, pero ya no quedaba ni rastro aparente de ello en sus ojos. ¿Qué había pasado en ese lapso de tres días para mostrar tal cambio? Intentó meterse en el lugar de una mujer, pero eso era imposible para él. Aquel desconcierto permanecería en su cabeza dando vueltas hasta encontrar respuesta, igual que un perro con su hueso.
Se incorporó con una mueca de dolor, frotándose la cara en un intento de despejarse. El acónito lo tenía amuermado, soñoliento, era una sensación de vulnerabilidad para nada deseada. Se fue al baño a vaciar vejiga y aprovechó para mirarse en el espejo. La barba le había crecido, tenía el cabello enmarañado otra vez y aún quedaban restos de sangre de aquellos indeseables cuyas vidas arrebató en el bosque.
-¿Cuándo se me pasará el efecto? - gruñó al salir, buscándola de nuevo con los ojos. - Es una sensación horrible, peor que el dolor.
Decir que Aletheia resultaba extraña era quedarse corto. No hacía ni 24 horas estaba asustada y reaccionaba con un ligero temblor cada vez que se acercaba a ella. 48 horas antes incluso veía odio en su mirada, pero ya no quedaba ni rastro aparente de ello en sus ojos. ¿Qué había pasado en ese lapso de tres días para mostrar tal cambio? Intentó meterse en el lugar de una mujer, pero eso era imposible para él. Aquel desconcierto permanecería en su cabeza dando vueltas hasta encontrar respuesta, igual que un perro con su hueso.
Se incorporó con una mueca de dolor, frotándose la cara en un intento de despejarse. El acónito lo tenía amuermado, soñoliento, era una sensación de vulnerabilidad para nada deseada. Se fue al baño a vaciar vejiga y aprovechó para mirarse en el espejo. La barba le había crecido, tenía el cabello enmarañado otra vez y aún quedaban restos de sangre de aquellos indeseables cuyas vidas arrebató en el bosque.
-¿Cuándo se me pasará el efecto? - gruñó al salir, buscándola de nuevo con los ojos. - Es una sensación horrible, peor que el dolor.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
-Un rato más -dijo, sin concretar el tiempo, porque realmente no podía precisar un lapso determinado. Dependía de muchas cosas, de él, de cómo su cuerpo reaccionara, de la herida, de si comía, de qué comía o cuánto... demasiados factores. Preparó algo para comer y lo dejó en la mesa. No era gran cosa, pero sus dotes culinarias eran escasas. Se había criado como una señorita de la alta sociedad, con sirvientes que se encargaban de esas cosas. Lo poco que sabía lo había aprendido de Leon, de cuando se perdían juntos por el bosque, y de Adele, que le enseñaba cosas sencillas, para tenerla entretenida. Aunque era un poco como hacer pócimas y conjuros, bastaba con seguir los pasos de la receta. Y eso se le daba muy bien.
-Creo que es hora de que me vaya -dijo en un momento, echando mano de su chal de punto rojo-. Cuidese, capitán Paine.
El volver a un trato más formal era otra forma de imponer una distancia entre ellos. Avanzó hacia la puerta, le miró una última vez antes de cruzar el umbral, y marchó.
-Creo que es hora de que me vaya -dijo en un momento, echando mano de su chal de punto rojo-. Cuidese, capitán Paine.
El volver a un trato más formal era otra forma de imponer una distancia entre ellos. Avanzó hacia la puerta, le miró una última vez antes de cruzar el umbral, y marchó.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Little Red Riding Hood... (Privado) +18
Comió en silencio siendo consciente que aquella tregua había acabado, que el momento de la despedida llegaba. Culpó de nuevo al acónito y sus efectos del nudo en el estómago que se le instaló entre bocado y bocado, molesto hasta el punto que dejó la comida a un lado sin hacerle más caso. De repente estaba incómodo y enojado sin saber por qué y tiró de botella de ron para tragarse esa amarga sensación. No quería pensar ni darle vueltas al tema. Le había dado su palabra y el trabajo estaba hecho.
La miró cuando estuvo lista y permaneció tan callado como antes, despidiéndose apenas con un movimiento de cabeza. Se levantó tras cerrarse la puerta para ir hacia la ventana, desde donde vio a la bruja alejándose de vuelta a su hogar, donde seguro se sentiría más protegida. Inconscientemente se pasó una mano por la ingle, aunque doliera, recordando lo vivido en aquellos escasos tres días. Ciertamente su concepto de las brujas había cambiado mucho al conocer a Aletheia, tal vez ya no las odiara tanto, lo que no sabía es que no tardaría mucho en darse cuenta que no podía sacársela de la cabeza.
Volvería a buscarla. Tarde o temprano, iría a por ella de nuevo.
La miró cuando estuvo lista y permaneció tan callado como antes, despidiéndose apenas con un movimiento de cabeza. Se levantó tras cerrarse la puerta para ir hacia la ventana, desde donde vio a la bruja alejándose de vuelta a su hogar, donde seguro se sentiría más protegida. Inconscientemente se pasó una mano por la ingle, aunque doliera, recordando lo vivido en aquellos escasos tres días. Ciertamente su concepto de las brujas había cambiado mucho al conocer a Aletheia, tal vez ya no las odiara tanto, lo que no sabía es que no tardaría mucho en darse cuenta que no podía sacársela de la cabeza.
Volvería a buscarla. Tarde o temprano, iría a por ella de nuevo.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
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