AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
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La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Aquella noche apenas era capaz de dormir, desde que me dijo ese peculiar “si quiero”, habían pasado unas cuantas semanas en las que ambos habíamos estado sumidos en preocupaciones varias. En mi caso la búsqueda de la espada, el norte y sus complicaciones, nada parecía darme tregua. Ella perdida en la abogaren de los asuntos Cavey. Ambos guardábamos ciertos secretos que parecíamos decididos a no compartir, quizás por miedo a que de hacerlo el otro se sumiera en el mar de nuestras propias dudas, miedos.
Me puse en pie en el mas profundo silencio, mis pasos se perdieron hasta el mueble bar de la cámara, un whisky doble para calmar el desazón y me dejé caer en el sillón del lateral de la cámara observándola dormir.
Paz, esa demonio en ese instante era lo mas parecido a la paz que podía ostentar en tiempos de guerra.
Mirarla era suficiente para darme cuenta de que la amaba, de que nada me importaba si al final del día, cansado a veces, herido otras, borracho algunas ella me acogería entre sus brazos dispuesta a calmarme, a besarme, a amarme.
Mis ojos recorrieron su cuerpo, perfecto, curvas y lineas capaces de calcinar mis mas oscuros pensamientos. Hacia ya mucho desde que alcancé París, desde que sus esmeraldas me mostraron que los juegos son peligrosos y que a su lado los perdería todos y cada uno de ellos, pues era imposible no hacerlo cuando el sentimiento podía mas que el orgullo.
Siempre la quise, desde el mismo instante en que la vi supe que no habría espada para enfrentarme a ella, ni escudo con el que protegerme, a pecho descubierto emprendí la gesta que hoy me llevaba a verla sobre mi lecho preciosa, perfecta, mi mujer.
Un trago de la copa mientras mis ojos se deslizaban hasta la pared frontal, recordé con una medio sonrisa como mi cuerpo la buscó una de las primeras noches, borracho necesitaba calmar mi sed, mas no hubo consuelo en su piel, solo me apartó, un baño según ella necesitaba en ese momento. Duelo de egos el que me empujó a abandonar su habitación. Los dos eramos dos guerreros, acostumbrados a ganar en duelo singular, no eramos capaces de darnos cuenta de que estábamos perdiendo, pues aquella noche, en mi lecho, la eche de menos.
Un trago profundo sin ser capaz de apartar mis ojos de aquel rostro perfecto, labios que rojos me trasportaban al infierno, placentera mi condena si llegaba de sus manos. A liento que era mi único sustento, ojos que contra los míos centelleaban, sin necesidad de palabras ¿para que? Si siempre entendimos todo sin pronunciarlas.
Abrió sus ojos, apenas quedaban unas horas para embarcar, sonreí de medio lado con el vaso entre mis manos.
-No podía dormir -susurré contra el vidrio dando un ultimo trago hasta apurarlo.
Me puse en pie sin apartar mi mirada de la ajena, pies descalzos que se aproximaron de nuevo al lecho donde me dejé caer.
-En tres noches, te convertirás en mi mujer Valeria Cavey.
Me puse en pie en el mas profundo silencio, mis pasos se perdieron hasta el mueble bar de la cámara, un whisky doble para calmar el desazón y me dejé caer en el sillón del lateral de la cámara observándola dormir.
Paz, esa demonio en ese instante era lo mas parecido a la paz que podía ostentar en tiempos de guerra.
Mirarla era suficiente para darme cuenta de que la amaba, de que nada me importaba si al final del día, cansado a veces, herido otras, borracho algunas ella me acogería entre sus brazos dispuesta a calmarme, a besarme, a amarme.
Mis ojos recorrieron su cuerpo, perfecto, curvas y lineas capaces de calcinar mis mas oscuros pensamientos. Hacia ya mucho desde que alcancé París, desde que sus esmeraldas me mostraron que los juegos son peligrosos y que a su lado los perdería todos y cada uno de ellos, pues era imposible no hacerlo cuando el sentimiento podía mas que el orgullo.
Siempre la quise, desde el mismo instante en que la vi supe que no habría espada para enfrentarme a ella, ni escudo con el que protegerme, a pecho descubierto emprendí la gesta que hoy me llevaba a verla sobre mi lecho preciosa, perfecta, mi mujer.
Un trago de la copa mientras mis ojos se deslizaban hasta la pared frontal, recordé con una medio sonrisa como mi cuerpo la buscó una de las primeras noches, borracho necesitaba calmar mi sed, mas no hubo consuelo en su piel, solo me apartó, un baño según ella necesitaba en ese momento. Duelo de egos el que me empujó a abandonar su habitación. Los dos eramos dos guerreros, acostumbrados a ganar en duelo singular, no eramos capaces de darnos cuenta de que estábamos perdiendo, pues aquella noche, en mi lecho, la eche de menos.
Un trago profundo sin ser capaz de apartar mis ojos de aquel rostro perfecto, labios que rojos me trasportaban al infierno, placentera mi condena si llegaba de sus manos. A liento que era mi único sustento, ojos que contra los míos centelleaban, sin necesidad de palabras ¿para que? Si siempre entendimos todo sin pronunciarlas.
Abrió sus ojos, apenas quedaban unas horas para embarcar, sonreí de medio lado con el vaso entre mis manos.
-No podía dormir -susurré contra el vidrio dando un ultimo trago hasta apurarlo.
Me puse en pie sin apartar mi mirada de la ajena, pies descalzos que se aproximaron de nuevo al lecho donde me dejé caer.
-En tres noches, te convertirás en mi mujer Valeria Cavey.
Última edición por Höor Cannif el Miér Feb 01, 2017 12:37 pm, editado 1 vez
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Como cada noche, era inevitable que la pasión y la necesidad terminase consumiéndoles, hasta quedar saciados del otro y dormir enredados entre susurros y risas. Ya no recordaba cuando fue la primera vez que él durmió y..más que eso, en su cama , cama que ya le pertenecía también. El lecho de ambos que tantas veces fue testigo de sus encuentros, no había una parte de la habitación donde no se habían vuelto locos por el otro.
Inexplicable sensación cuando se quedaba dormida sobre él, buscando su calor, protección, perdiéndose en el olor de su piel, el sonido de su respiración acompasada con la ajena, aquellos susurros en los que lo llamaba en sueños. Murmullos ahogados, sonrisas fugaces. Se quejó por lo bajo cuando abandonó el lecho, sintió frío por lo que se tapó con la manta, hundiendo su rostro entre la almohada y las sabanas. No era consciente de que la observaba pero si fuese al contrario, ella hubiese hecho lo mismo…verle dormir y amarlo en silencio.
Terminó desarropada, girándose y quedar frente a él. Seguía dormida pero por su expresión, lo hacía plácidamente. Una breve sonrisa apareció en sus labios, pensaba en él, en la noche pasada… ninguna vez era igual, siempre se sorprendían a sí mismos.. como eran capaces de volver locos al otro no solo en la cama. Sus miradas cómplices , cada vez cargadas de más amor y necesidad, volvieron a encontrarse cuando abrió los ojos y le vio sentado en la silla con aquel vaso de whisky.
No dijo nada durante unos minutos, al igual que él, se quedó mirándole fijamente, recorriéndole con la mirada. Pronto serían marido y mujer, aún se le hacía raro pero la verdad, la idea le erizaba la piel, no solo le pertenecía en unos sentidos… serían del otro, por y para siempre, como esa promesa que se hicieron aquel día. Se estiró, mirándole fijamente a los ojos siseando para que no dijese nada, no se moviese, fue ella quien se levantó…exponiéndose, completamente desnuda. Despacio, se acercó a él, revolviéndose el cabello.
-Lo sé, pronto seré tu esposa. Tuya. Y tú, seguirás siendo mi noruego… mío -sonrió, agachándose en el suelo de rodillas y gatear hasta él hasta que apoyó ambas manos en sus rodillas, separándolas y poder serpentear por su cuerpo. Buscó sus labios, rozándolos primero y su lengua buscar la ajena, un señor beso de buenos días.
Poco a poco, se sentó sobre su regazo, cada pierna a cada lado, arqueando su espalda, enredando sus dedos en la nuca y tirar un tanto de su cabello, apoyando sus frente en la ajena. Que sensación más plena, saber que alguien te amaba del mismo modo. Sonrió contra sus labios, estaba jugando y él lo sabía, a su modo.
- Valeria Cannif… ¿quieres que vuelva a repetirlo? Cuando lo digo, tus ojos se oscurecen, tus labios se entreabren -lo abraza contra sí , fundiéndose en su mirada - Ojalá todas las mañanas me tengas esa visión…tú, mirándome…como si nada más existiese. ¿Cuándo nos vamos?
Inexplicable sensación cuando se quedaba dormida sobre él, buscando su calor, protección, perdiéndose en el olor de su piel, el sonido de su respiración acompasada con la ajena, aquellos susurros en los que lo llamaba en sueños. Murmullos ahogados, sonrisas fugaces. Se quejó por lo bajo cuando abandonó el lecho, sintió frío por lo que se tapó con la manta, hundiendo su rostro entre la almohada y las sabanas. No era consciente de que la observaba pero si fuese al contrario, ella hubiese hecho lo mismo…verle dormir y amarlo en silencio.
Terminó desarropada, girándose y quedar frente a él. Seguía dormida pero por su expresión, lo hacía plácidamente. Una breve sonrisa apareció en sus labios, pensaba en él, en la noche pasada… ninguna vez era igual, siempre se sorprendían a sí mismos.. como eran capaces de volver locos al otro no solo en la cama. Sus miradas cómplices , cada vez cargadas de más amor y necesidad, volvieron a encontrarse cuando abrió los ojos y le vio sentado en la silla con aquel vaso de whisky.
No dijo nada durante unos minutos, al igual que él, se quedó mirándole fijamente, recorriéndole con la mirada. Pronto serían marido y mujer, aún se le hacía raro pero la verdad, la idea le erizaba la piel, no solo le pertenecía en unos sentidos… serían del otro, por y para siempre, como esa promesa que se hicieron aquel día. Se estiró, mirándole fijamente a los ojos siseando para que no dijese nada, no se moviese, fue ella quien se levantó…exponiéndose, completamente desnuda. Despacio, se acercó a él, revolviéndose el cabello.
-Lo sé, pronto seré tu esposa. Tuya. Y tú, seguirás siendo mi noruego… mío -sonrió, agachándose en el suelo de rodillas y gatear hasta él hasta que apoyó ambas manos en sus rodillas, separándolas y poder serpentear por su cuerpo. Buscó sus labios, rozándolos primero y su lengua buscar la ajena, un señor beso de buenos días.
Poco a poco, se sentó sobre su regazo, cada pierna a cada lado, arqueando su espalda, enredando sus dedos en la nuca y tirar un tanto de su cabello, apoyando sus frente en la ajena. Que sensación más plena, saber que alguien te amaba del mismo modo. Sonrió contra sus labios, estaba jugando y él lo sabía, a su modo.
- Valeria Cannif… ¿quieres que vuelva a repetirlo? Cuando lo digo, tus ojos se oscurecen, tus labios se entreabren -lo abraza contra sí , fundiéndose en su mirada - Ojalá todas las mañanas me tengas esa visión…tú, mirándome…como si nada más existiese. ¿Cuándo nos vamos?
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Durante unos instantes nos miramos de frente, como dos depredadores hambrientos, el único sonido el de los hielos de mi vaso entrechocando entre ellos.
Su cuerpo camuflado en deseo se removió sobre nuestro lecho, sonrisa picara en sus labios rojos.
Cada curva de su cuerpo era un pecado capital, lujuria, gula, orgullo, avaricia..todo lo despertaba ese cuerpo que lograba encenderme por dentro.
Penitencia que mis labios estaban dispuestos a cumplir perdiéndose en su piel, infierno en llamas que me llamaba a morder la manzana de esos dos pechos erguidos que a mi se acercaban.
Gateó por el suelo oscureciendo mi mirada, apenas era capaz de articular palabra, mas como si lo intuyera siseo como una serpiente mas que dispuesta a llevarme al paraíso del pecado del hombre.
Sus labios calcinaron mi boca, lengua de fuego que surcó cada centímetro de razón mientras un jadeo escapaba de toda cordura acallado por su risa.
Caderas que me buscaron cuando las piernas sentenciaron mi cuerpo . Dulce baile demencial que pronto alzo mi entrepierna provocando que el volcán despertara sediento de ella.
-Mía -gemí mordiendo sus labios como única respuesta a la realidad que escapó de los suyos.
Pronto seria mi mujer, ella, la mujer que durante meses había esquivado convertirse en mi esposa, hoy lo gritaba a los cuatro vientos sin miedos.
Esa sensación de amar y ser correspondido de igual forma era bestial ,era como ganar mil guerras sin necesidad de empuñar el acero. No había cicatrices de estos encuentros, solo la sensación de felicidad extrema cuando sus ojos se anclaban en los míos prometiéndome la vida eterna.
Sonreí contra su boca, acompasando mis manos al movimiento arduo de sus caderas, peligroso bajel que surca los mares acariciando con su tempestuoso movimiento mi glande. La empujé hacia las profundidades, sintiendo como sus paredes se abrían feroces para acogerme.
Humedad, calor y jadeos que pronto colmaron mi boca de pasión y deseo.
-Valeri Cannif -rugí con los ojos tan oscuros como la noche que iba perdiendo fuerza para dar paso al reluciente día.
No tenia ni idea de hasta que punto escuchar mi apellido tras su nombre me excitaba, era como ganarle al demonio en su terreno, pues aquella gesta me había costado demasiado como para ahora no obtener la recompensa.
-Repitelo, dilo por favor, supliqué embistiéndola completamente perdido en aquel sabor a fruta madura, a whisky y a maderos.
-Dilo, di que me perteneces.
Mis dedos se hundieron con fuerza, incrementando el ritmo de aquel tango ardiente que devoraba no solo nuestros labios si no que abrasaba nuestros cuerpos. Su espalda se arqueaba, pechos en mi boca, invitándome a probar sobre ellos la esencia del demonio.
-Hazlo, di tu nombre. Gimelo. -Rogué mordiendo sus pezones, lamiéndolos después.
Su cuerpo camuflado en deseo se removió sobre nuestro lecho, sonrisa picara en sus labios rojos.
Cada curva de su cuerpo era un pecado capital, lujuria, gula, orgullo, avaricia..todo lo despertaba ese cuerpo que lograba encenderme por dentro.
Penitencia que mis labios estaban dispuestos a cumplir perdiéndose en su piel, infierno en llamas que me llamaba a morder la manzana de esos dos pechos erguidos que a mi se acercaban.
Gateó por el suelo oscureciendo mi mirada, apenas era capaz de articular palabra, mas como si lo intuyera siseo como una serpiente mas que dispuesta a llevarme al paraíso del pecado del hombre.
Sus labios calcinaron mi boca, lengua de fuego que surcó cada centímetro de razón mientras un jadeo escapaba de toda cordura acallado por su risa.
Caderas que me buscaron cuando las piernas sentenciaron mi cuerpo . Dulce baile demencial que pronto alzo mi entrepierna provocando que el volcán despertara sediento de ella.
-Mía -gemí mordiendo sus labios como única respuesta a la realidad que escapó de los suyos.
Pronto seria mi mujer, ella, la mujer que durante meses había esquivado convertirse en mi esposa, hoy lo gritaba a los cuatro vientos sin miedos.
Esa sensación de amar y ser correspondido de igual forma era bestial ,era como ganar mil guerras sin necesidad de empuñar el acero. No había cicatrices de estos encuentros, solo la sensación de felicidad extrema cuando sus ojos se anclaban en los míos prometiéndome la vida eterna.
Sonreí contra su boca, acompasando mis manos al movimiento arduo de sus caderas, peligroso bajel que surca los mares acariciando con su tempestuoso movimiento mi glande. La empujé hacia las profundidades, sintiendo como sus paredes se abrían feroces para acogerme.
Humedad, calor y jadeos que pronto colmaron mi boca de pasión y deseo.
-Valeri Cannif -rugí con los ojos tan oscuros como la noche que iba perdiendo fuerza para dar paso al reluciente día.
No tenia ni idea de hasta que punto escuchar mi apellido tras su nombre me excitaba, era como ganarle al demonio en su terreno, pues aquella gesta me había costado demasiado como para ahora no obtener la recompensa.
-Repitelo, dilo por favor, supliqué embistiéndola completamente perdido en aquel sabor a fruta madura, a whisky y a maderos.
-Dilo, di que me perteneces.
Mis dedos se hundieron con fuerza, incrementando el ritmo de aquel tango ardiente que devoraba no solo nuestros labios si no que abrasaba nuestros cuerpos. Su espalda se arqueaba, pechos en mi boca, invitándome a probar sobre ellos la esencia del demonio.
-Hazlo, di tu nombre. Gimelo. -Rogué mordiendo sus pezones, lamiéndolos después.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Imposible, increíble la atracción y la complicidad en cuanto ambas miradas se encontraban. Se buscaban y se encontraban, uno frente al otro…haciéndose promesas en silencio. Ambos no podían mentirse, lo sabrían… jamás podrían encontrar a nadie que les llenase tanto como los dos se complementaban y quedó claro en cuanto se sentó sobre su regazo y el amanecer volvió a descubrirles perteneciéndose.
Rió al sentir el frío de sus labios, el sabor a whisky con su propia esencia, volvió atraparla sin remedio. Sonrió, acariciando su mejilla con el pulgar. Se estremeció , gimiendo por lo bajo al oír que era suya. Lo era, lo había sido incluso antes de cruzar la puerta de su casa. Era feliz entre sus brazos, ya no tenía sentido imaginar una vida sin él… ese maldito noruego lo había conseguido, derretir su corazón y hacerle latir con fuerza… era capaz de sentir y con una intensidad que ni él mismo podía imaginarlo.
Susurró su nombre en el mismo instante en el que volvió a entrar en ella, no se movió durante unos segundos , deleitándose en las sensaciones de pertenecerle. Rió contra sus labios, siendo ella quien moviese las caderas muy despacio, hablando en su propio idioma. Sus manos como sustento, se deslizaron por sus hombros para arquearse, cerrar los ojos y sentir aquella maravillosa sensación de ser suya. Abrió los ojos al oírle susurrar su futuro nombre, sabía lo que le excitaba oírlo de sus labios carmesís.
-Señora… Valeria Cannif ¿así me vas a llamar el resto de tu vida? -mordió su labio inferior como castigo, aumentando la intensidad de los movimientos, enredar sus piernas en su cintura, mejor buenos días era completamente imposible superarlo. Rió perversa, saliendo de él y apartándose, mirándole intensamente cuando él seguro la fulminaría con la mirada por haber sido tan cruel de apartarse.
Siseó, para que la admirase desnuda, frente a él y excitada. Sus manos tomaron sus pechos, estimulándolos con la yema de los dedos, una de sus manos, bajó por su sexo… hasta acariciarlo con dos de sus dedos, estimularse hasta que pudo tomar de su esencia y llevársela a los labios, lo estaba tentando y ella no era menos, sus ojos verdes lo miraban oscurecidos y sus pasos volvieron a acortar las distancias solo que esta vez se giró para quedar sentada de espaldas a él.
Guió su cuerpo para volver a entrar en él, enredando sus manos en su cabello y buscar su boca, sin dejar de moverse, sintiéndolo aún más… arqueó su espalda, buscó su cuello para marcarlo en esa posición, sus movimientos eran imposibles de detenerlos… una de sus manos apoyadas en el brazo de la silla, gemidos que se iban acrecentando.
-Señor Cannif -rió entre gemidos, aún quedaba lo mejor - La señora Cannif…quiere más -murmuró contra sus labios, sin dejar de moverse, volviendo a tentar a la suerte, despertar esas bestias del deseo.
Rió al sentir el frío de sus labios, el sabor a whisky con su propia esencia, volvió atraparla sin remedio. Sonrió, acariciando su mejilla con el pulgar. Se estremeció , gimiendo por lo bajo al oír que era suya. Lo era, lo había sido incluso antes de cruzar la puerta de su casa. Era feliz entre sus brazos, ya no tenía sentido imaginar una vida sin él… ese maldito noruego lo había conseguido, derretir su corazón y hacerle latir con fuerza… era capaz de sentir y con una intensidad que ni él mismo podía imaginarlo.
Susurró su nombre en el mismo instante en el que volvió a entrar en ella, no se movió durante unos segundos , deleitándose en las sensaciones de pertenecerle. Rió contra sus labios, siendo ella quien moviese las caderas muy despacio, hablando en su propio idioma. Sus manos como sustento, se deslizaron por sus hombros para arquearse, cerrar los ojos y sentir aquella maravillosa sensación de ser suya. Abrió los ojos al oírle susurrar su futuro nombre, sabía lo que le excitaba oírlo de sus labios carmesís.
-Señora… Valeria Cannif ¿así me vas a llamar el resto de tu vida? -mordió su labio inferior como castigo, aumentando la intensidad de los movimientos, enredar sus piernas en su cintura, mejor buenos días era completamente imposible superarlo. Rió perversa, saliendo de él y apartándose, mirándole intensamente cuando él seguro la fulminaría con la mirada por haber sido tan cruel de apartarse.
Siseó, para que la admirase desnuda, frente a él y excitada. Sus manos tomaron sus pechos, estimulándolos con la yema de los dedos, una de sus manos, bajó por su sexo… hasta acariciarlo con dos de sus dedos, estimularse hasta que pudo tomar de su esencia y llevársela a los labios, lo estaba tentando y ella no era menos, sus ojos verdes lo miraban oscurecidos y sus pasos volvieron a acortar las distancias solo que esta vez se giró para quedar sentada de espaldas a él.
Guió su cuerpo para volver a entrar en él, enredando sus manos en su cabello y buscar su boca, sin dejar de moverse, sintiéndolo aún más… arqueó su espalda, buscó su cuello para marcarlo en esa posición, sus movimientos eran imposibles de detenerlos… una de sus manos apoyadas en el brazo de la silla, gemidos que se iban acrecentando.
-Señor Cannif -rió entre gemidos, aún quedaba lo mejor - La señora Cannif…quiere más -murmuró contra sus labios, sin dejar de moverse, volviendo a tentar a la suerte, despertar esas bestias del deseo.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Nunca imagine que aquel viaje que emprendí hace ya unos meses cambiaría de esta forma mi vida. Aquel demonio que ahora danzaba con sus ardientes caderas sobre mi endurecida entrepierna, me había convertido en su fiel prisionero, no necesitaba cadenas, tan solo abrir sus piernas para recibirme dentro. Grilletes invisibles en las muñecas cuando mis ojos acapararon aquello labios echos de fuego, pecado de los dioses que hoy volcaban sobre mi boca arrasando toda mi sed, toda mi hambre. Ella lo era todo, mi mundo, mi pecado mas absoluto, mi mayor debilidad, mi amor, mi vida, mi futuro y sin duda el presente mas incierto, pero a su vez mas verdadero.
Con ella todo era distinto, cada noche nos encontrábamos dispuestos a retarnos, a convertirnos en bestias sedientas de nuestros cuerpos, lo arrasabamos todo a nuestro paso, cordura, razón, lógica..no existían reglas en este juego de dos al que sucumbíamos ebrios del otro, borrachos de amor. Incapaces después de separar nuestros cuerpos caíamos rendidos frente al fuego, besándonos, amándonos de nuevo, esta vez sumidos en algo mucho mas lento y así nos encontraba el alba, enredados en el sabor de nuestros propios cuerpos para de nuevo regalarnos el infierno que sentenciaría el nuevo día.
Ella y yo eramos dos locos, pero ¿Acaso el amor esta cuerdo? No, el amor era exactamente esto, sentir, rabia, celos, pasión, locura,deseo, necesidad, fuego...ella era todo eso.
Un juego que siempre me resultaba nuevo, gruñí enfadado cando su cuerpo abandono el mio, dejando desnuda mi piel.
Mis ojos surcaron aquel cuerpo que se había convertido en mi paraíso, el vidrio en mis labios tratando de encontrar el auto-control del que ahora carecía, debatiéndome entre alzarme y empalarla con violencia contra el primer mueble que encontrara o esperar a que el demonio se acercara.
Apuré la copa frente a su oscurecida mirada, juego de dos en el que el aire se espesaba.
Entreabrí los labios observando como se tocaba, como acariciaba sus dos pechos erguidos, como la yema de los dedos se paseaba por le desierto deleitandome con ello. Pezones endurecidos por el roce del fuego.
Aire que escapaba pesado de mi boca, estaba tan excitado que apenas era capaz de pensar. Su mano danzó en su sexo, mirada lasciva de sus esmeraldas consciente de hasta donde me arrastraba el deseo. Acortó la distancia entre nuestros cuerpo, mas esta vez, fueron sus nalgas las que se pasearon frente a mi cara, mi lengua lamió por un instante su sexo, mas poco o nada pude sentirlo, pues se dejó caer sobre mi hacha envolviéndola con sus llamas, voraces devastaron todo a su paso haciéndome gemir con cada movimiento.
Sus dedos en mi pelo, espalda ligeramente arqueada para que nuestros labios se encontraran de nuevo, profundo beso de lenguas danzantes que serpenteaban dispuestas a todo. No había tregua, solo acero y fuego.
Sus caderas se movían violentas sobre mi armamento, una de mis manos se apodero de su sexo mas que dispuesta ha hacerla arquearse de nuevo.
-Señora Cannif -rugí con la voz ronca -te voy a follar hasta que no puedas levantarte del lecho.
Promesa que cumpliría con creces.
La yema de mis dedos en la trinchera de su cuerpo ,sus piernas completamente abiertas, sus jadeos cada vez mas fuertes, mojados mis dedos se deslizaban por el botón maldito llevándola al éxtasis.
-Así pequeña -susurré contra su boca incendiándola por dentro.
Con ella todo era distinto, cada noche nos encontrábamos dispuestos a retarnos, a convertirnos en bestias sedientas de nuestros cuerpos, lo arrasabamos todo a nuestro paso, cordura, razón, lógica..no existían reglas en este juego de dos al que sucumbíamos ebrios del otro, borrachos de amor. Incapaces después de separar nuestros cuerpos caíamos rendidos frente al fuego, besándonos, amándonos de nuevo, esta vez sumidos en algo mucho mas lento y así nos encontraba el alba, enredados en el sabor de nuestros propios cuerpos para de nuevo regalarnos el infierno que sentenciaría el nuevo día.
Ella y yo eramos dos locos, pero ¿Acaso el amor esta cuerdo? No, el amor era exactamente esto, sentir, rabia, celos, pasión, locura,deseo, necesidad, fuego...ella era todo eso.
Un juego que siempre me resultaba nuevo, gruñí enfadado cando su cuerpo abandono el mio, dejando desnuda mi piel.
Mis ojos surcaron aquel cuerpo que se había convertido en mi paraíso, el vidrio en mis labios tratando de encontrar el auto-control del que ahora carecía, debatiéndome entre alzarme y empalarla con violencia contra el primer mueble que encontrara o esperar a que el demonio se acercara.
Apuré la copa frente a su oscurecida mirada, juego de dos en el que el aire se espesaba.
Entreabrí los labios observando como se tocaba, como acariciaba sus dos pechos erguidos, como la yema de los dedos se paseaba por le desierto deleitandome con ello. Pezones endurecidos por el roce del fuego.
Aire que escapaba pesado de mi boca, estaba tan excitado que apenas era capaz de pensar. Su mano danzó en su sexo, mirada lasciva de sus esmeraldas consciente de hasta donde me arrastraba el deseo. Acortó la distancia entre nuestros cuerpo, mas esta vez, fueron sus nalgas las que se pasearon frente a mi cara, mi lengua lamió por un instante su sexo, mas poco o nada pude sentirlo, pues se dejó caer sobre mi hacha envolviéndola con sus llamas, voraces devastaron todo a su paso haciéndome gemir con cada movimiento.
Sus dedos en mi pelo, espalda ligeramente arqueada para que nuestros labios se encontraran de nuevo, profundo beso de lenguas danzantes que serpenteaban dispuestas a todo. No había tregua, solo acero y fuego.
Sus caderas se movían violentas sobre mi armamento, una de mis manos se apodero de su sexo mas que dispuesta ha hacerla arquearse de nuevo.
-Señora Cannif -rugí con la voz ronca -te voy a follar hasta que no puedas levantarte del lecho.
Promesa que cumpliría con creces.
La yema de mis dedos en la trinchera de su cuerpo ,sus piernas completamente abiertas, sus jadeos cada vez mas fuertes, mojados mis dedos se deslizaban por el botón maldito llevándola al éxtasis.
-Así pequeña -susurré contra su boca incendiándola por dentro.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Presumió siempre de que no tenía debilidades, cuando se equivocaba. Solo tenía una y llevaba nombre y apellidos. Hoör Cannif. Lo que fue instantáneo, se había convertido en una droga adictiva que la consumía en las llamas del deseo y del amor más profundo y verdadero. ¿Cómo no iba a ser verdadero cuando Valeria no había amado a nadie? Y nadie podría ocupar su lugar, un amor diferente ocuparían el fruto de ambos, solo de imaginar que ellos pudiesen hacer algo tan perfecto y tan maravilloso como esas niñas que él vio en el futuro… se le hacía increíble, incapaz de imaginarse cuidarlas , brindarle ese amor y calor que desconocía, ella no tuvo.
La complicidad, se había vuelto compañera de ambos. No necesitaban más que mirarse a los ojos para saber que ya no solo nada sería diferente si no que aquel instante sería único e irrepetible. Desde que entró en la casa, había vivido cada segundo como si fuese el último. Noche enredados entre las sabanas, dándoselo todo como si fuese la primera y última vez. Promesas, no solo palabras que no se las llevaba el viento, si no promesa eterna de lealtad y fidelidad, de amor puro y verdadero pues como bien dijo ella. Por y para siempre.
¿Qué si lo quería? Lo amaba, más que a sí misma y su ego, él era capaz de leer con una simple mirada, su estado de ánimo, lo que necesitaba y lo que sentía. ojos como la noche, se perdieron en cada resquicio de su cuerpo desnudo, admirándola como si fuese su tesoro más preciado y a ella se le erizó la piel por la intensidad de su mirada, imaginándose lo que ocurriría después, volverían a perderse entre los brazos de la lujuria y la pasión. Echó hacia atrás la cabeza, sujetándole la nuca un instante, en el que se atrevió a lamer su intimidad. Las mismas sensaciones volvían, se le erizó la piel provocando el mayor de los placeres, con un simple gesto ya le había vuelto loca y totalmente adicta a cada caricia, beso…
Rió ante su promesa, la cual cumpliría con creces. Sus caderas incapaces de abandonar el baile, no se detuvieron hasta que ambos susurraron el nombre del otro. Buscó su mirada una vez más, si él supiese cuanto le gustaba mirarle a los ojos. La provocación había dado lugar a la necesidad de más, del juego. Y él estaba dispuesto a ello. Sonrió con los labios entreabiertos, entre gemidos rió contra sus labios de fuego, en aquellos que volvió a fundirse una vez más. Demonios, lo amaba más que a nada, lo deseaba aún con más fervor cada vez que ocurría entre los dos.
-El vaso-murmuró entre jadeos, sin dejar de moverse, estirando la mano y tomar el vaso entre sus dedos, el hielo seguía intacto, deseoso de fundirse con los labios de ambos. Rió, recordando aquellas veces en las que jugando se acercaban irremediablemente. El juego se estaba volviendo peligroso, excitante. No tenían prisa , podrían dedicarse al otro hasta que se saciasen, hecho poco probable.
Valeria, tomó el hielo entre los labios, siseando para que él no lo tomase. Las caderas tomaron un baile más lento, lo que aprovechó a dibujar con el hielo su cuello, despacio, riendo contra el hielo, labios carmesí que se volvieron aún más rojos como una fruta madura, una fresa deliciosa que estaba siendo ofrecida para él. El camino del hielo, se desvió por su mentón, dibujando sus labios, estaba tan cerca de poder tomarlos que se le hacía muy difícil sucumbir a la tentación de besarlo. bordeó sus labios, empujando el hielo para que lo tomase, riendo divertida por el juego que para ambos era suyo.
-Te toca, amour -siseó para que volviese a dejarle mirarle de frente, cuerpo totalmente ofrecido para que jugase a su antojo, volviesen a quemarse, no pudo evitar inclinarse y besarle con ese fuego y necesidad, moviendo las cadera de tal forma que les volvían locos.-……….Te amo -mirada cargada de sentimientos, de pasión y vergüenza, nunca antes le había susurrado esas palabras, y quién sabía si volvería a hacerlo.
La complicidad, se había vuelto compañera de ambos. No necesitaban más que mirarse a los ojos para saber que ya no solo nada sería diferente si no que aquel instante sería único e irrepetible. Desde que entró en la casa, había vivido cada segundo como si fuese el último. Noche enredados entre las sabanas, dándoselo todo como si fuese la primera y última vez. Promesas, no solo palabras que no se las llevaba el viento, si no promesa eterna de lealtad y fidelidad, de amor puro y verdadero pues como bien dijo ella. Por y para siempre.
¿Qué si lo quería? Lo amaba, más que a sí misma y su ego, él era capaz de leer con una simple mirada, su estado de ánimo, lo que necesitaba y lo que sentía. ojos como la noche, se perdieron en cada resquicio de su cuerpo desnudo, admirándola como si fuese su tesoro más preciado y a ella se le erizó la piel por la intensidad de su mirada, imaginándose lo que ocurriría después, volverían a perderse entre los brazos de la lujuria y la pasión. Echó hacia atrás la cabeza, sujetándole la nuca un instante, en el que se atrevió a lamer su intimidad. Las mismas sensaciones volvían, se le erizó la piel provocando el mayor de los placeres, con un simple gesto ya le había vuelto loca y totalmente adicta a cada caricia, beso…
Rió ante su promesa, la cual cumpliría con creces. Sus caderas incapaces de abandonar el baile, no se detuvieron hasta que ambos susurraron el nombre del otro. Buscó su mirada una vez más, si él supiese cuanto le gustaba mirarle a los ojos. La provocación había dado lugar a la necesidad de más, del juego. Y él estaba dispuesto a ello. Sonrió con los labios entreabiertos, entre gemidos rió contra sus labios de fuego, en aquellos que volvió a fundirse una vez más. Demonios, lo amaba más que a nada, lo deseaba aún con más fervor cada vez que ocurría entre los dos.
-El vaso-murmuró entre jadeos, sin dejar de moverse, estirando la mano y tomar el vaso entre sus dedos, el hielo seguía intacto, deseoso de fundirse con los labios de ambos. Rió, recordando aquellas veces en las que jugando se acercaban irremediablemente. El juego se estaba volviendo peligroso, excitante. No tenían prisa , podrían dedicarse al otro hasta que se saciasen, hecho poco probable.
Valeria, tomó el hielo entre los labios, siseando para que él no lo tomase. Las caderas tomaron un baile más lento, lo que aprovechó a dibujar con el hielo su cuello, despacio, riendo contra el hielo, labios carmesí que se volvieron aún más rojos como una fruta madura, una fresa deliciosa que estaba siendo ofrecida para él. El camino del hielo, se desvió por su mentón, dibujando sus labios, estaba tan cerca de poder tomarlos que se le hacía muy difícil sucumbir a la tentación de besarlo. bordeó sus labios, empujando el hielo para que lo tomase, riendo divertida por el juego que para ambos era suyo.
-Te toca, amour -siseó para que volviese a dejarle mirarle de frente, cuerpo totalmente ofrecido para que jugase a su antojo, volviesen a quemarse, no pudo evitar inclinarse y besarle con ese fuego y necesidad, moviendo las cadera de tal forma que les volvían locos.-……….Te amo -mirada cargada de sentimientos, de pasión y vergüenza, nunca antes le había susurrado esas palabras, y quién sabía si volvería a hacerlo.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Baile de fuego en el infierno, dos locos devorándose enteros. Ella era pasión y yo su prisionero. La amaba desgarrándome por dentro, poniendo en cada beso, el alma y el cuerpo. Mis labios surcaban el carmín de su incendio, calcinandonos por dentro. Danza de aquellas caderas capaces de asfixiarme en ese encuentro, jadeaba su nombre como si la vida me fuera en ello.
Peligroso juego de tablero donde las únicas fichas en pie eran rey, reína y un vaso con un hielo.
Sonreí de medio lado consciente de que siempre fuimos eso, dos espectros que se pertenecían aunque estuvieran vivos o muertos, desconocía como terminaría la partida, mas bien sabia que fuere el que fuere el resultado, ella era mía.
Fue mía desde que crucé el umbral de esa puerta en el que el duelo de egos no permitió que ninguno fuera sincero. Nuestras miradas eran sinceras, verdad a gritos en ellas, mas nuestros labios parecían decididos a contarse mentiras, decir aquello que el otro no quería escuchar, que le haría enfadar, y ese era el juego, si no podía amarme, al menos debía odiarme.
Su boca trazo helada mi cuello, surcando el sendero que se perdió de nuevo en mi boca, para serpentearla logrando que de ella escapara un gruñido de necesidad absoluta.
Risa traviesa que inundo la sala, mientras de nuevo nos encontrábamos en esa danza de maderos prendidos, de risas cómplices y de miradas eternas cargadas de promesas ciertas.
-Te quiero -gruñí al sentir el demencial baile de sus caderas, como mi virilidad quedaba atrapada en su sexo mojado, completamente ebrios de amor, de deseo, de nuestros cuerpos.
La alcé por las nalgas, el juego tan solo empezaba, aunque el tiempo apremiaba, pues el barco pronto partiría hacia Italia nuestro destino, allí donde nuestras vidas quedarían unidas en un “para siempre” que se me antojaba poco tiempo, pues a su lado, todo era efímero como el viento.
Dicen que cuando se quiere el tiempo es presente, para mi solo existía ese “ahora” que me llevo a anclar sus culo contra la barra mientras me movía frenético en su interior, empalandola de forma tan salvaje que su espalda se arqueaba una y otra vez entre mis manos, regalándome la imagen de esos pechos erguidos que reclamaban mi boca.
Perdición era su cuerpo contra el mio, necesidad lo que despertaban mis rápidos latidos, amor lo que fluía por nuestras venas.
-Valeria -gruñí perdiendo el norte en su piel de porcelana, aquel olor a lirios y violetas parecía la droga mas dura jamas probada.
Apenas podía seguir, estaba tan excitado que irme era casi una obligación.
Cerré los ojos apoyando mi frente en la suya, su risa de nuevo acogió mis labios, le gustaba verme así, perdido, completamente ido. Ese era el efecto que ella tenia sobre mi, ese que sentenciaba que siempre le pertenecí.
Alargué la mano buscando una botella a tientas. Mi cuerpo seguía empotrando el ajeno sin pausa mientras esta se enredaba en mi pelo, atrayéndome sin tregua contra su boca que acalalba nuestros roncos gemidos.
-No aguantaré mucho -confesé llevando la botella a mis labios en busca de un poco de aliento -Valeria Cannif -gruñí volviendo a buscar su boca.
Peligroso juego de tablero donde las únicas fichas en pie eran rey, reína y un vaso con un hielo.
Sonreí de medio lado consciente de que siempre fuimos eso, dos espectros que se pertenecían aunque estuvieran vivos o muertos, desconocía como terminaría la partida, mas bien sabia que fuere el que fuere el resultado, ella era mía.
Fue mía desde que crucé el umbral de esa puerta en el que el duelo de egos no permitió que ninguno fuera sincero. Nuestras miradas eran sinceras, verdad a gritos en ellas, mas nuestros labios parecían decididos a contarse mentiras, decir aquello que el otro no quería escuchar, que le haría enfadar, y ese era el juego, si no podía amarme, al menos debía odiarme.
Su boca trazo helada mi cuello, surcando el sendero que se perdió de nuevo en mi boca, para serpentearla logrando que de ella escapara un gruñido de necesidad absoluta.
Risa traviesa que inundo la sala, mientras de nuevo nos encontrábamos en esa danza de maderos prendidos, de risas cómplices y de miradas eternas cargadas de promesas ciertas.
-Te quiero -gruñí al sentir el demencial baile de sus caderas, como mi virilidad quedaba atrapada en su sexo mojado, completamente ebrios de amor, de deseo, de nuestros cuerpos.
La alcé por las nalgas, el juego tan solo empezaba, aunque el tiempo apremiaba, pues el barco pronto partiría hacia Italia nuestro destino, allí donde nuestras vidas quedarían unidas en un “para siempre” que se me antojaba poco tiempo, pues a su lado, todo era efímero como el viento.
Dicen que cuando se quiere el tiempo es presente, para mi solo existía ese “ahora” que me llevo a anclar sus culo contra la barra mientras me movía frenético en su interior, empalandola de forma tan salvaje que su espalda se arqueaba una y otra vez entre mis manos, regalándome la imagen de esos pechos erguidos que reclamaban mi boca.
Perdición era su cuerpo contra el mio, necesidad lo que despertaban mis rápidos latidos, amor lo que fluía por nuestras venas.
-Valeria -gruñí perdiendo el norte en su piel de porcelana, aquel olor a lirios y violetas parecía la droga mas dura jamas probada.
Apenas podía seguir, estaba tan excitado que irme era casi una obligación.
Cerré los ojos apoyando mi frente en la suya, su risa de nuevo acogió mis labios, le gustaba verme así, perdido, completamente ido. Ese era el efecto que ella tenia sobre mi, ese que sentenciaba que siempre le pertenecí.
Alargué la mano buscando una botella a tientas. Mi cuerpo seguía empotrando el ajeno sin pausa mientras esta se enredaba en mi pelo, atrayéndome sin tregua contra su boca que acalalba nuestros roncos gemidos.
-No aguantaré mucho -confesé llevando la botella a mis labios en busca de un poco de aliento -Valeria Cannif -gruñí volviendo a buscar su boca.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Cuerpos que danzaban al mismo son, entre gemidos y jadeos…notas musicales que no fuesen sus propios nombres. Él, era capaz de volverla loca con una simple mirada, con solo rozarle le piel. Cada noche, cuando ambos se acurrucaban en el lecho y sentía su respiración en la nuca seguido de un beso, caricias efímeras por cada parte de su cuerpo, dibujándola como la obra de arte más preciada. Nunca se sintió tan fuerte en el momento en el que él le rodeaba en un cálido abrazo, susurraba su nombre y se perdía en su cálida voz.
Nada ni nadie iba a cambiar eso. Lucharía mil batallas si hacía falta por tan solo un momento como el descrito. Único y especial, nunca igual. La pasión desmedida, se descontrolaron en el momento en el que el hielo abandonó el terreno de juego para hacerse trizas al impactar contra el suelo. Las esmeraldas, buscaron aquellos ojos oscuros en los que se perdería sin pensar. No podía dejar de mover las caderas, en círculos, sintiendo el frío del mueble chocar contra su espalda y el abrasador cuerpo de él llevándola al mismo cielo.
Oír su nombre la perdió completamente del todo, sus manos incapaces de controlarse, se hundieron en su espalda. Uñas que marcaron un antes y un después aquel intenso orgasmo del que solo podía dejar escapar su nombre. Buscó su boca, besándole con la misma pasión que él seguía moviéndose en su interior. Increíble notar como el cuerpo del noruego se tensaba, se perdía completamente en ella…volviéndola loca de deseo, de ganas.
“Valeria Cannif”, rió intentando recuperar el aire. Sonaba bien , antes lo había renegado pero ahora era diferente. Se aferró a él, abrazándolo aún suspensa, enredada en su cintura. Besó su cuello, mordiéndolo a su paso para buscarle, provocarle. Sonrió ampliamente al oírle reír, nunca una risa le había erizado la piel. Tuvo que cerrar los ojos, las emociones eran muy fuertes, incapaces de controlarlas.
No pudo evitar abrazarle contra sí, siseando para que no se le ocurriese decir nanda, pronto embarcarían, así que era hora de vestirse de una vez. Buscó su mirada, apoyando ambas frentes, sonriendo porque del esfuerzo, las mejillas se le habían tornado sonrojadas.
-Tenemos que irnos, así que llévame a la bañera, seguro que está lista…agua caliente, mi aroma favorito y…tú. Será rápido, nada de juegos, al final embarcaremos tarde pero qué importa, he pagado para ello…así que. Llévame a la bañera -Una vez allí, negó para que saliese de ella, tenía que ingeniárselas para entrar en la bañera con los dos unidos. Agradable sensación que acarició ambas pieles, doble por notar como aún perteneciéndole se sumergían.
Echó hacia atrás la cabeza, entre risas, estirando la mano y coger la esponja y el jabón, no tardarían mucho o eso creía. Quería bañarle. Tomó uno de los brazos del noruego para pasar despacio la esponja, aunque no miraba el recorrido, si no a él a los ojos, verle mojado no ayudaba demasiado.
-Me provocas y esta vez no has hecho nada -movió un tanto las caderas para acomodarse en la bañera, de rodillas… gimió por lo bajo como aún él seguía perteneciéndole -¿En qué piensas, Hoör?
Nada ni nadie iba a cambiar eso. Lucharía mil batallas si hacía falta por tan solo un momento como el descrito. Único y especial, nunca igual. La pasión desmedida, se descontrolaron en el momento en el que el hielo abandonó el terreno de juego para hacerse trizas al impactar contra el suelo. Las esmeraldas, buscaron aquellos ojos oscuros en los que se perdería sin pensar. No podía dejar de mover las caderas, en círculos, sintiendo el frío del mueble chocar contra su espalda y el abrasador cuerpo de él llevándola al mismo cielo.
Oír su nombre la perdió completamente del todo, sus manos incapaces de controlarse, se hundieron en su espalda. Uñas que marcaron un antes y un después aquel intenso orgasmo del que solo podía dejar escapar su nombre. Buscó su boca, besándole con la misma pasión que él seguía moviéndose en su interior. Increíble notar como el cuerpo del noruego se tensaba, se perdía completamente en ella…volviéndola loca de deseo, de ganas.
“Valeria Cannif”, rió intentando recuperar el aire. Sonaba bien , antes lo había renegado pero ahora era diferente. Se aferró a él, abrazándolo aún suspensa, enredada en su cintura. Besó su cuello, mordiéndolo a su paso para buscarle, provocarle. Sonrió ampliamente al oírle reír, nunca una risa le había erizado la piel. Tuvo que cerrar los ojos, las emociones eran muy fuertes, incapaces de controlarlas.
No pudo evitar abrazarle contra sí, siseando para que no se le ocurriese decir nanda, pronto embarcarían, así que era hora de vestirse de una vez. Buscó su mirada, apoyando ambas frentes, sonriendo porque del esfuerzo, las mejillas se le habían tornado sonrojadas.
-Tenemos que irnos, así que llévame a la bañera, seguro que está lista…agua caliente, mi aroma favorito y…tú. Será rápido, nada de juegos, al final embarcaremos tarde pero qué importa, he pagado para ello…así que. Llévame a la bañera -Una vez allí, negó para que saliese de ella, tenía que ingeniárselas para entrar en la bañera con los dos unidos. Agradable sensación que acarició ambas pieles, doble por notar como aún perteneciéndole se sumergían.
Echó hacia atrás la cabeza, entre risas, estirando la mano y coger la esponja y el jabón, no tardarían mucho o eso creía. Quería bañarle. Tomó uno de los brazos del noruego para pasar despacio la esponja, aunque no miraba el recorrido, si no a él a los ojos, verle mojado no ayudaba demasiado.
-Me provocas y esta vez no has hecho nada -movió un tanto las caderas para acomodarse en la bañera, de rodillas… gimió por lo bajo como aún él seguía perteneciéndole -¿En qué piensas, Hoör?
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Su risa embriagaba la escasa razón que todavía me quedaba. Gruñí contra sus labios cuando sus caderas trazaron el infierno sujetas por sus perfectas piernas a mi cintura.. Mi boca a escasos centímetros de la suya se perdió en su aliento, ambos jadeando, retándonos a mas. Su frente contra la mía, nuestros ojos anclados en los del otro, esmeraldas que me devoraban por dentro dejando mis entrañas al descubierto.
La amaba mas que nada en este mundo, eso marcaba el principio y el final de mi camino, ella mi eterno destino, nunca fui mas feliz que cuando ese anillo se deslizó por su dedo y ahora aquí estábamos los dos, mirándonos como si todo lo demás careciera de sentido, dispuestos a unirnos en un “para siempre” que pendía de mi cuello en forma de promesa eterna.
Mis manos contra la barra, tratando de dar sustento a nuestros cuerpos mientras mi hacha se sacudía violenta en su interior dejando que mi esencia la llenara de mi.
Sus labios acallaron mis gemidos, su risa los envolvió convirtiendo el momento en algo único, nuestro. Sonreí contra su boca al escuchar sus palabras.
-¿vestirnos? -susurré hundiendo mi cabeza en su cuello, arrastrando mis dientes por aquella piel perfecta que olía a lirios y violetas -¿un baño?
El infierno ahora se convertía en mares de aguas cálidas, sonreí divertido dejándome guiar por la dama, que parecía dispuesta a que no saliera de su interior, al parecer mi pequeño demonio no había terminado de jugar con el vikingo que suplicaba frente a las nueve puertas del Tártaro un beso mas.
-Te deseo, me vuelves loco Valeria -confesé perdiéndome en sus esmeraldas y en aquel siseo que me pedía silencio.
Mis manos en sus nalgas, mis pasos se distinguieron a esa bañera que como Valeria había predicho estaba llena para nosotros.
Enarqué una ceja cuando me pidió que me introdujera en su interior sin aflojar ni por un instante mi unión.
-Valeria, aunque me gustaría permanecer eternamente en tu interior, creo que...-me eché a reír al ver sus ojos buscándome. Nuestra complicidad era absoluta.
Ambos teníamos ese algo que no necesitaba convertirnos en otras personas. Justos podíamos ser nosotros mismos, sin muros, escudos o mascaras que ocultaran nuestros miedos o taras complicadas.
Ella sabia todo de mi, sin necesidad tan siquiera de habérselo tenido que contar, no había sido fácil llegar aquí, mas ahora..una mirada hablaba por nosotros y una sonrisa significaba la mejor de los contravenenos dispuestos.
Tomó la esponja deslizándola con suavidad por mi brazo, acariciando mi piel que se erizaba con tan sutil contacto. Sus ojos bailaban por cada jirón de mi cuerpo, como si estos pudieran contarle historias y silencios.
Entonces llego aquella pregunta que no esperaba y que admito me pillo con las defensas bajas.
Silencio, desvié la mirada a un lado in atreverme a pestañear por si aquello desvelaba que mis ojos ahora se habían humedecido. No estaba preparado para que ni una sola lagrima surcara mis ojos, pero admitir que la idea de casarnos después de tanto tiempo luchando por nosotros implicaba demasiado para mi.
Había cedido a en ese viaje unirnos para siempre, sin mas testigo que una pequeña capilla en Verona, un párroco y nuestros votos.
-Pienso que eres todo cuanto necesito para ser feliz, pero a mi no me pasan estas cosas.
mis ojos la buscaron, oscuros, brillantes y sinceros.
-necesito que verte en el altar, frente a mi...-no era capaz de seguir hablando. Un nudo se había instalado en mi garganta. Orgullo el mio que hizo que escondiera mi rostro entre su pelo, mordiendo su cuello atrayendola con mis manos por la cintura.
-¿así que podemos llegar tarde? -pregunté con cierta picardia.
La amaba mas que nada en este mundo, eso marcaba el principio y el final de mi camino, ella mi eterno destino, nunca fui mas feliz que cuando ese anillo se deslizó por su dedo y ahora aquí estábamos los dos, mirándonos como si todo lo demás careciera de sentido, dispuestos a unirnos en un “para siempre” que pendía de mi cuello en forma de promesa eterna.
Mis manos contra la barra, tratando de dar sustento a nuestros cuerpos mientras mi hacha se sacudía violenta en su interior dejando que mi esencia la llenara de mi.
Sus labios acallaron mis gemidos, su risa los envolvió convirtiendo el momento en algo único, nuestro. Sonreí contra su boca al escuchar sus palabras.
-¿vestirnos? -susurré hundiendo mi cabeza en su cuello, arrastrando mis dientes por aquella piel perfecta que olía a lirios y violetas -¿un baño?
El infierno ahora se convertía en mares de aguas cálidas, sonreí divertido dejándome guiar por la dama, que parecía dispuesta a que no saliera de su interior, al parecer mi pequeño demonio no había terminado de jugar con el vikingo que suplicaba frente a las nueve puertas del Tártaro un beso mas.
-Te deseo, me vuelves loco Valeria -confesé perdiéndome en sus esmeraldas y en aquel siseo que me pedía silencio.
Mis manos en sus nalgas, mis pasos se distinguieron a esa bañera que como Valeria había predicho estaba llena para nosotros.
Enarqué una ceja cuando me pidió que me introdujera en su interior sin aflojar ni por un instante mi unión.
-Valeria, aunque me gustaría permanecer eternamente en tu interior, creo que...-me eché a reír al ver sus ojos buscándome. Nuestra complicidad era absoluta.
Ambos teníamos ese algo que no necesitaba convertirnos en otras personas. Justos podíamos ser nosotros mismos, sin muros, escudos o mascaras que ocultaran nuestros miedos o taras complicadas.
Ella sabia todo de mi, sin necesidad tan siquiera de habérselo tenido que contar, no había sido fácil llegar aquí, mas ahora..una mirada hablaba por nosotros y una sonrisa significaba la mejor de los contravenenos dispuestos.
Tomó la esponja deslizándola con suavidad por mi brazo, acariciando mi piel que se erizaba con tan sutil contacto. Sus ojos bailaban por cada jirón de mi cuerpo, como si estos pudieran contarle historias y silencios.
Entonces llego aquella pregunta que no esperaba y que admito me pillo con las defensas bajas.
Silencio, desvié la mirada a un lado in atreverme a pestañear por si aquello desvelaba que mis ojos ahora se habían humedecido. No estaba preparado para que ni una sola lagrima surcara mis ojos, pero admitir que la idea de casarnos después de tanto tiempo luchando por nosotros implicaba demasiado para mi.
Había cedido a en ese viaje unirnos para siempre, sin mas testigo que una pequeña capilla en Verona, un párroco y nuestros votos.
-Pienso que eres todo cuanto necesito para ser feliz, pero a mi no me pasan estas cosas.
mis ojos la buscaron, oscuros, brillantes y sinceros.
-necesito que verte en el altar, frente a mi...-no era capaz de seguir hablando. Un nudo se había instalado en mi garganta. Orgullo el mio que hizo que escondiera mi rostro entre su pelo, mordiendo su cuello atrayendola con mis manos por la cintura.
-¿así que podemos llegar tarde? -pregunté con cierta picardia.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Ni en mil vidas que viviese, la conexión entre dos almas, como la de ambos…no existiría jamás. Solo con una simple mirada, se reducía a simplemente todo. Perderse en sus ojos, su cuerpo y su ser, era el mayor placer del mundo. Sonrisa que le dedicó al oír su nombre, sonaba demasiado bien de los labios de su noruego. Completamente hechizada, se dejó llevar hasta la bañera, una petición propia. El mejor refugio, no era otro que su abrazo, sus ojos pardos mirándole intensamente y una locura escapó de sus labios carmesí.
-¿Y si nos casamos ahora? aquí… sé que quieres ir a Italia, estemos solos y luego celebrarlo como bien se merece pero no quiero malgastar el tiempo. Quiero hacerlo, ahora -la impaciencia de Valeria, hizo que se mordiese ligeramente su labio inferior y dejase escapar un suspiro. Enamorada. Estaba totalmente enamorada de aquel maldito hombre y ni siquiera supo cómo había ocurrido, sí en qué momento… -Vale, la capilla de Verona… de acuerdo, será en unos días, ahora soy yo la que te persigue para que te pongas el anillo
La risa de ella, inundó la estancia, provocando que por el movimiento de sus cuerpos… el agua se moviese, derramando parte al suelo. Una sonrisa resplandeciente, le dedicó cuando ambas miradas volvieron a cruzarse. Bañarle le resultaba relajante, conocer su piel de otro modo distinto. No tardó en unirse a aquellas caricias de la esponja a la piel ajena que…los propios labios carmesí, dejando un reguero de besos en su hombro… despacio, susurrando su nombre tantas veces como besos en el camino hasta su cuello.
Le lanzó una pregunta sin pensar, una que quizás sí deseaba conocer más que cualquier otra cosa. Sin perder la sonrisa, sus ojos verdes se oscurecieron al verle desviar la mirada. Un simple gesto que le llevó por el camino del temor, terror absoluto. Su sonrisa se congeló, era imposible dejar de mirarlo, de moverse… solo dejó que su mano se deslizase por su brazo, hasta tomar su mentón y la mirase, no, prefirió que aquel “poder” que ejercía sobre él desapareciese al menos en ese instante.
-No me vestiré de negro ¿a eso le temes? -intentó que aquella broma le hiciese sonreír, ella lo hizo para tranquilizarle pero por dentro era un mar revuelto, tenía miedo - No me van a arrebatar lo único que es importante para mí, que te quede claro. ¿Miedo? No tengo miedo, estamos aquí… maldita sea. -salió de él para quedar de espaldas, apoyando ésta sobre su torso, sus ojos verdes se cerraron un momento, disfrutando de la sensación de sentirlo suyo, más que nunca.
- Cuando te vea sin parecer un mendigo pordiosero, al igual que cuando vienes de cazar… no saldré corriendo, si es al contrario …puede -buscó sus manos para unirlas, su rostro se giró buscando sus labios una vez más -Pregúntame en qué pienso. Aunque ya lo sabes -le dedicó una breve sonrisa y lo besó, deleitándose en el beso, buscando su lengua, saquear su boca como si fuese el tesoro más preciado, no podía evitar morderle, le gustaba demasiado - No me podrás ver durante el día de la boda, así que no armes una escandalera porque creas que he desaparecido. No es de cobardes tener miedos, Hoör. De cobardes sería no luchar . Y lucharemos -era imposible no creerla, no esperanzarse, porque ella no iba a consentir que tuviese que despedirse… jamás.
-¿Y si nos casamos ahora? aquí… sé que quieres ir a Italia, estemos solos y luego celebrarlo como bien se merece pero no quiero malgastar el tiempo. Quiero hacerlo, ahora -la impaciencia de Valeria, hizo que se mordiese ligeramente su labio inferior y dejase escapar un suspiro. Enamorada. Estaba totalmente enamorada de aquel maldito hombre y ni siquiera supo cómo había ocurrido, sí en qué momento… -Vale, la capilla de Verona… de acuerdo, será en unos días, ahora soy yo la que te persigue para que te pongas el anillo
La risa de ella, inundó la estancia, provocando que por el movimiento de sus cuerpos… el agua se moviese, derramando parte al suelo. Una sonrisa resplandeciente, le dedicó cuando ambas miradas volvieron a cruzarse. Bañarle le resultaba relajante, conocer su piel de otro modo distinto. No tardó en unirse a aquellas caricias de la esponja a la piel ajena que…los propios labios carmesí, dejando un reguero de besos en su hombro… despacio, susurrando su nombre tantas veces como besos en el camino hasta su cuello.
Le lanzó una pregunta sin pensar, una que quizás sí deseaba conocer más que cualquier otra cosa. Sin perder la sonrisa, sus ojos verdes se oscurecieron al verle desviar la mirada. Un simple gesto que le llevó por el camino del temor, terror absoluto. Su sonrisa se congeló, era imposible dejar de mirarlo, de moverse… solo dejó que su mano se deslizase por su brazo, hasta tomar su mentón y la mirase, no, prefirió que aquel “poder” que ejercía sobre él desapareciese al menos en ese instante.
-No me vestiré de negro ¿a eso le temes? -intentó que aquella broma le hiciese sonreír, ella lo hizo para tranquilizarle pero por dentro era un mar revuelto, tenía miedo - No me van a arrebatar lo único que es importante para mí, que te quede claro. ¿Miedo? No tengo miedo, estamos aquí… maldita sea. -salió de él para quedar de espaldas, apoyando ésta sobre su torso, sus ojos verdes se cerraron un momento, disfrutando de la sensación de sentirlo suyo, más que nunca.
- Cuando te vea sin parecer un mendigo pordiosero, al igual que cuando vienes de cazar… no saldré corriendo, si es al contrario …puede -buscó sus manos para unirlas, su rostro se giró buscando sus labios una vez más -Pregúntame en qué pienso. Aunque ya lo sabes -le dedicó una breve sonrisa y lo besó, deleitándose en el beso, buscando su lengua, saquear su boca como si fuese el tesoro más preciado, no podía evitar morderle, le gustaba demasiado - No me podrás ver durante el día de la boda, así que no armes una escandalera porque creas que he desaparecido. No es de cobardes tener miedos, Hoör. De cobardes sería no luchar . Y lucharemos -era imposible no creerla, no esperanzarse, porque ella no iba a consentir que tuviese que despedirse… jamás.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Su cuerpo removió las aguas que primero en calma y ahora desbordadas parecían igualar a mi estado de animo. Mas allí estaba ella, como si fuera la diosa del mar, la misma Freya en busca del guerrero caído en la guerra, tomó mi mentón forzándome a mirarla.
Nuestros ojos quedaron anclados, incapaz ahora de escuchar el graznar de los cuervos, el valhalla se alejaba de nuevo centrándome en la realidad que me embargaba, mi mujer, la bañera y su cuerpo.
Mis ojos se centraron en su boca, una que deseaba que en ese instante envolviera la mía, calmara mi sed y acallara mis miedos.
Si tenia miedo, no a que ella se vistiera de negro, no temía a la muerte, nací luchando contra la parca, la había visto tantas veces de frente que había perdido la capacidad de asustarme.
Mi miedo era perderla, despertar un día y que mi lecho estuviera vació, por un motivo o por otro..que Valeria desapareciera de mi vida y esto solo fuera un sueño, uno que se trasformaría en la peor pesadilla.
No temes perder lo que nunca has tenido, siempre fui un hombre vació, peligroso justamente por eso, porque nada teme el que nada puede perder. Hoy estaba a nada de rozar mi utopía, esa mujer lucia el anillo de compromiso en su dedo, en apenas unos días tendría mi “si quiero”, y ella seria mi esposa, mi mujer. Estaba embarazada, en unos meses podría tener entre mis brazos a nuestras hijas, estaba tan cerca por primera vez de tenerlo todo, que temía quedarme sin nada.
Salió de mi para tomar asiento entre mis piernas, su espalda contra mi pecho, su pequeño cuerpo era mas que suficiente para llevarme al cielo alejándome del infierno.
Su boca me busco, la mía la encontró, no pude evitar sonreír contra sus labios.
-¿mendigo? -una carcajada rompió el silencio, la tensión -Soy un conde Valeria, mas te vale no salir corriendo o tendré que darte caza echo un pordiosero.
Nuestras manos se enlazaron, mi boca saqueó la suya, sedienta, hambrienta, mis manos acariciaron aquel cuerpo que me ofrecía mi mayor sustento, su vientre ligeramente abultado me pareció lo mas hermoso jamas visto, apenas me había fijado en ello, en como la vida crecía en su interior y en ese momento la admiré, la creí tan valiente, tan fuerte. Hablaba de luchar, y lucharía porque ella era mi vida y mi muerte.
Era imposible no creer en sus palabras cuando estas y su boca mostraba una certeza absoluta.
-Me volveré loco, mas vale que no me hagas esperar en el altar -confesé entre risas.
La empujé ligeramente, con una sonrisa de medio lado, de nuevo el agua se desbordó goteando por el borde hasta caer esparcida por el suelo.
-Y si...antes de irnos -tome aire y me sumergí en las cristalinas aguas, mi boca apreso su sexo, sus dedos en mi pelo, parecían no esperar aquel gesto.
Mi lengua se deslizó entre sus labios, lenta, húmeda, succionando el clítoris de ella, enloqueciendola. Podía notar su cuerpo tenso, excitada me abría las piernas para que pudiera profundizar mas adentro.
Me estaba poniendo enfermo ver como sucumbía a mis movimientos, buscándome con sus caderas, gimiendo, recostando su espalda en el borde de la bañera completamente embriagada del placer que le proporcionaba.
Sin aire salí para tomar una bocanada, sonrisa ladina al mirarla, sus esmeraldas oscuras golpearon a mis pardos.
-Ufffff -gruñí sumergiéndome de nuevo.
Nuestros ojos quedaron anclados, incapaz ahora de escuchar el graznar de los cuervos, el valhalla se alejaba de nuevo centrándome en la realidad que me embargaba, mi mujer, la bañera y su cuerpo.
Mis ojos se centraron en su boca, una que deseaba que en ese instante envolviera la mía, calmara mi sed y acallara mis miedos.
Si tenia miedo, no a que ella se vistiera de negro, no temía a la muerte, nací luchando contra la parca, la había visto tantas veces de frente que había perdido la capacidad de asustarme.
Mi miedo era perderla, despertar un día y que mi lecho estuviera vació, por un motivo o por otro..que Valeria desapareciera de mi vida y esto solo fuera un sueño, uno que se trasformaría en la peor pesadilla.
No temes perder lo que nunca has tenido, siempre fui un hombre vació, peligroso justamente por eso, porque nada teme el que nada puede perder. Hoy estaba a nada de rozar mi utopía, esa mujer lucia el anillo de compromiso en su dedo, en apenas unos días tendría mi “si quiero”, y ella seria mi esposa, mi mujer. Estaba embarazada, en unos meses podría tener entre mis brazos a nuestras hijas, estaba tan cerca por primera vez de tenerlo todo, que temía quedarme sin nada.
Salió de mi para tomar asiento entre mis piernas, su espalda contra mi pecho, su pequeño cuerpo era mas que suficiente para llevarme al cielo alejándome del infierno.
Su boca me busco, la mía la encontró, no pude evitar sonreír contra sus labios.
-¿mendigo? -una carcajada rompió el silencio, la tensión -Soy un conde Valeria, mas te vale no salir corriendo o tendré que darte caza echo un pordiosero.
Nuestras manos se enlazaron, mi boca saqueó la suya, sedienta, hambrienta, mis manos acariciaron aquel cuerpo que me ofrecía mi mayor sustento, su vientre ligeramente abultado me pareció lo mas hermoso jamas visto, apenas me había fijado en ello, en como la vida crecía en su interior y en ese momento la admiré, la creí tan valiente, tan fuerte. Hablaba de luchar, y lucharía porque ella era mi vida y mi muerte.
Era imposible no creer en sus palabras cuando estas y su boca mostraba una certeza absoluta.
-Me volveré loco, mas vale que no me hagas esperar en el altar -confesé entre risas.
La empujé ligeramente, con una sonrisa de medio lado, de nuevo el agua se desbordó goteando por el borde hasta caer esparcida por el suelo.
-Y si...antes de irnos -tome aire y me sumergí en las cristalinas aguas, mi boca apreso su sexo, sus dedos en mi pelo, parecían no esperar aquel gesto.
Mi lengua se deslizó entre sus labios, lenta, húmeda, succionando el clítoris de ella, enloqueciendola. Podía notar su cuerpo tenso, excitada me abría las piernas para que pudiera profundizar mas adentro.
Me estaba poniendo enfermo ver como sucumbía a mis movimientos, buscándome con sus caderas, gimiendo, recostando su espalda en el borde de la bañera completamente embriagada del placer que le proporcionaba.
Sin aire salí para tomar una bocanada, sonrisa ladina al mirarla, sus esmeraldas oscuras golpearon a mis pardos.
-Ufffff -gruñí sumergiéndome de nuevo.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Jamás le había ocurrido algo parecido, leer en mirada ajena el mismo miedo que sentía ella misma. No era como al principio, miedo y temor a sentir, a ser débil o vulnerable. Quedó atrás cuando su mayor miedo fuese…perderle. Abrir los ojos una mañana y él hubiese desaparecido, esperarle frente a la ventana y no regresase nunca más. Solo de imaginarlo, un nudo se le formó en el pecho, impidiéndole hablar, hasta pensar. Ahora que lo tenía frente a ella, enredada en su cintura, notando cada parte de su cuerpo, supo que era él y no otro. Por un instante, sus ojos verdes se tornaron vidriosos por sus pensamientos y sentimientos. Lo que sentía por él era tan fuerte que le nublaba en juicio.
Los resquicios de la cordura, le avisaron de que tuviese cuidado, podría caer en un agujero del que no podría salir nunca más y se asemejaría a la Valeria que él vio en el futuro. Demacrada, sin alma, una muerta en vida. En apenas unos días, sería su esposa, esperaban a las niñas. ¿Por qué tenía que salir algo mal? Porque a ella, esas cosas tan maravillosas no le ocurrían. Lo miró fijamente los ojos un instante, apartándole el cabello del rostro e inclinarse, suspirar sobre sus labios. Por un instante quiso saber de verdad, en lo que pensaba… algo se le escapaba.
-Eso temes, no vaya al altar. ¿Por qué? si yo debería ser tu condena, lo peor que te ha pasado en la vida, soy el demonio…siempre me lo andas diciendo -sonrió, entrecerrando los ojos por su carcajada, terminando por reír ella por lo bajo. Nada era mejor que eso, la complicidad, las miradas que se lo decían todo y justo en ese momento había vuelto a ocurrir -Te haré esperar lo suficiente para que creas lo que sabes que es imposible. Que no te ame - rió jugueteando en el agua, el maldito noruego había vuelto a sorprenderla con ese movimiento inesperado.
No esperó a dónde se dirigía, su espalda se arqueó, gimiendo por lo bajo al notar como su boca deliciosa le proporcionaba el placer que tanto deseaba. No podía evitar mover las caderas intentar no obligarle a adentrarse más, al final sería la verduga de su muerte , ahogarle en medio de tanto placer. Su nuca se apoyó en el borde de la bañera, estaba a punto de llegar, podía sentir las oleadas de calor sacudir su vientre cuando dejó de hacerlo. Fue ella la que gruñó, relamiéndose al ver la imagen de él, mirándola como si fuese la diosa del deseo, la única capaz de complacerle.
-¿Me estás castigando para que no salga corriendo en el altar? - negó, no iba a dejarle que se sumergiese más, gateó por la bañera para dejar la espalda del noruego apoyada y ella, sentarse al borde de la bañera, frente a él. La imagen que se le presentaba, era simplemente hechizante, embriagadora. El cuerpo dorado de Valeria brillaba por las finas gotas de agua que recorría su piel, su sexo lo reclamaba y ella lo devoraba con la mirada.
-Te obligaré si es necesario- sus miradas se fundieron en una, su cuerpo lo estaba reclamando con una urgencia insólita, le gustaba ofrecerse para que él terminase haciendo lo que más desease con ella.
Los resquicios de la cordura, le avisaron de que tuviese cuidado, podría caer en un agujero del que no podría salir nunca más y se asemejaría a la Valeria que él vio en el futuro. Demacrada, sin alma, una muerta en vida. En apenas unos días, sería su esposa, esperaban a las niñas. ¿Por qué tenía que salir algo mal? Porque a ella, esas cosas tan maravillosas no le ocurrían. Lo miró fijamente los ojos un instante, apartándole el cabello del rostro e inclinarse, suspirar sobre sus labios. Por un instante quiso saber de verdad, en lo que pensaba… algo se le escapaba.
-Eso temes, no vaya al altar. ¿Por qué? si yo debería ser tu condena, lo peor que te ha pasado en la vida, soy el demonio…siempre me lo andas diciendo -sonrió, entrecerrando los ojos por su carcajada, terminando por reír ella por lo bajo. Nada era mejor que eso, la complicidad, las miradas que se lo decían todo y justo en ese momento había vuelto a ocurrir -Te haré esperar lo suficiente para que creas lo que sabes que es imposible. Que no te ame - rió jugueteando en el agua, el maldito noruego había vuelto a sorprenderla con ese movimiento inesperado.
No esperó a dónde se dirigía, su espalda se arqueó, gimiendo por lo bajo al notar como su boca deliciosa le proporcionaba el placer que tanto deseaba. No podía evitar mover las caderas intentar no obligarle a adentrarse más, al final sería la verduga de su muerte , ahogarle en medio de tanto placer. Su nuca se apoyó en el borde de la bañera, estaba a punto de llegar, podía sentir las oleadas de calor sacudir su vientre cuando dejó de hacerlo. Fue ella la que gruñó, relamiéndose al ver la imagen de él, mirándola como si fuese la diosa del deseo, la única capaz de complacerle.
-¿Me estás castigando para que no salga corriendo en el altar? - negó, no iba a dejarle que se sumergiese más, gateó por la bañera para dejar la espalda del noruego apoyada y ella, sentarse al borde de la bañera, frente a él. La imagen que se le presentaba, era simplemente hechizante, embriagadora. El cuerpo dorado de Valeria brillaba por las finas gotas de agua que recorría su piel, su sexo lo reclamaba y ella lo devoraba con la mirada.
-Te obligaré si es necesario- sus miradas se fundieron en una, su cuerpo lo estaba reclamando con una urgencia insólita, le gustaba ofrecerse para que él terminase haciendo lo que más desease con ella.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Sus palabras eran un bálsamo, uno que apenas duraba porque el miedo seguía patente en mis entrañas devorándome por dentro. No, a estas alturas no dudaba de que me amaba, tampoco dudaba de la intensidad de mis sentimientos. Mas a veces el amor no es suficiente y las cosas simplemente suceden. Desde que nací no me había pasado nada como esto, no diré que no me acosté con otras mujeres, ni siquiera que no disfruté de cada efímero momento, mas cuando acabé, el vació seguía ahí y yo tenia que volver a ponerme en pie para empuñar el acero.
Vivía un mundo plagado de guerras, uno en el que la paz era solo una utopía. Hoy frente a ella, nunca me sentí ni mas en guerra, ni mas en paz. Su cuerpo era el castillo que tomar, asediado por mi lengua una y otra vez, sus murallas caían abriéndome así el rastrillo para que entrara a lomos de mi caballo de forma triunfal,
Mucho me había costado que bajara sus defensas, ese “si quiero” que hoy parecía decidida a gritar a los cuatro vientos, retumbaba una y otra vez en mi cabeza. Mas durante demasiado tiempo fue una lucha encarnizada contra el espacio y el tiempo, contra mis propios sentimientos.
Ahora, en paz, surcaba su cuerpo, prometiendole mil guerras ganadas y un amor completo, mas temía que esa paz no durara, que la tormenta volviera y que ella se fuera sin mediar palabra, sin promesas, sin miradas, simplemente que al abrir los ojos todo hubiera sido un sueño y ella el espectro que condenaría a mi alma a muerte certera pues sin ella la vida carecía de sentido.
Mi boca emergió de las profundidades para centrarse en la suya, sus manos tiraban de mi pelo para evitar que descendiera de nuevo, lo quería todo, impaciente, sus caderas buscaban mi miembro que reaccionaba furioso entre ellas mas que decidido a que no hubiera tregua en este nuevo encuentro.
Valeria me volvía loco, me excitaba, me arrastraba al infierno y después me hacia rozar el cielo con la yema de los dedos, nunca amé de ese modo, nunca sentí de ese modo, nunca había sido tan feliz.
¿Como no temer a perder cuando lo tienes todo?
Silencio, acaso necesitábamos palabras cuando lo decían todo mis ojos, perdido en la poca cordura que me quedaba tome su boca con la desesperación con la que se besa en una despedida, como si este fuera el primero y el ultimo encuentro, el infierno se me antojo demasiado gélido.
Giré su cuerpo con brusquedad, perdiéndome en su cuello ,que sentencié con mis dientes para que entendiera que era mía, y que pasara lo que pasara lo seria siempre.
Mi virilidad entro rabiosa abriéndose paso por sus húmedas paredes, que se dilataron para mi, acogiéndome, cobijandome, entendiendo que necesitaba eso mas que respirar, beber o dormir.
Gimió cuando sus pezones rozaron la fría tina. Endurecidos por el roce contra ella, movidos por cada embestida eran una tortura para mi oscura mirada. Su cuerpo me excitaba de un modo sobre humano, cada movimiento, cada gemido, como arqueaba la espalda recibiéndome de nuevo.
Mis manso en sus caderas, atrayendola con fuerza para adentrarse por completo, dentro, cada vez mas dentro, el agua emergía de la bañera incapaz de sustentar la marea de nuestros cuerpos.
-Valeria -gruñí su nombre cuando su boca busco la mía, ladeando ligeramente la cabeza sobre su hombro.
Nuestros alientos chocaron bruscos, jadeantes, llenos de esa necesidad de la que se había cargado el ambiente
Saqué mi polla de su vagina, dos de mis dedos la sustituyeron con avidez, sintiendo su calor en estos, sacudiéndolos con fuerza, sintiendo sus paredes vibrar con ellos. Mi arma se introdujo en su trasero, empotrandola con fuerza, abriéndome paso mientras rugía por la excitación de sentirla toda mía, completamente ofrecida.
-Me vuelves loco Valeria -confesé acallando sus gemidos con mi boca, mordiendo sus labios, sentenciándola a muerte en aquel instante en el que los dos eramos dos dementes que se hacían el amor sin pensar en mas que en ese efímero instante.
Vivía un mundo plagado de guerras, uno en el que la paz era solo una utopía. Hoy frente a ella, nunca me sentí ni mas en guerra, ni mas en paz. Su cuerpo era el castillo que tomar, asediado por mi lengua una y otra vez, sus murallas caían abriéndome así el rastrillo para que entrara a lomos de mi caballo de forma triunfal,
Mucho me había costado que bajara sus defensas, ese “si quiero” que hoy parecía decidida a gritar a los cuatro vientos, retumbaba una y otra vez en mi cabeza. Mas durante demasiado tiempo fue una lucha encarnizada contra el espacio y el tiempo, contra mis propios sentimientos.
Ahora, en paz, surcaba su cuerpo, prometiendole mil guerras ganadas y un amor completo, mas temía que esa paz no durara, que la tormenta volviera y que ella se fuera sin mediar palabra, sin promesas, sin miradas, simplemente que al abrir los ojos todo hubiera sido un sueño y ella el espectro que condenaría a mi alma a muerte certera pues sin ella la vida carecía de sentido.
Mi boca emergió de las profundidades para centrarse en la suya, sus manos tiraban de mi pelo para evitar que descendiera de nuevo, lo quería todo, impaciente, sus caderas buscaban mi miembro que reaccionaba furioso entre ellas mas que decidido a que no hubiera tregua en este nuevo encuentro.
Valeria me volvía loco, me excitaba, me arrastraba al infierno y después me hacia rozar el cielo con la yema de los dedos, nunca amé de ese modo, nunca sentí de ese modo, nunca había sido tan feliz.
¿Como no temer a perder cuando lo tienes todo?
Silencio, acaso necesitábamos palabras cuando lo decían todo mis ojos, perdido en la poca cordura que me quedaba tome su boca con la desesperación con la que se besa en una despedida, como si este fuera el primero y el ultimo encuentro, el infierno se me antojo demasiado gélido.
Giré su cuerpo con brusquedad, perdiéndome en su cuello ,que sentencié con mis dientes para que entendiera que era mía, y que pasara lo que pasara lo seria siempre.
Mi virilidad entro rabiosa abriéndose paso por sus húmedas paredes, que se dilataron para mi, acogiéndome, cobijandome, entendiendo que necesitaba eso mas que respirar, beber o dormir.
Gimió cuando sus pezones rozaron la fría tina. Endurecidos por el roce contra ella, movidos por cada embestida eran una tortura para mi oscura mirada. Su cuerpo me excitaba de un modo sobre humano, cada movimiento, cada gemido, como arqueaba la espalda recibiéndome de nuevo.
Mis manso en sus caderas, atrayendola con fuerza para adentrarse por completo, dentro, cada vez mas dentro, el agua emergía de la bañera incapaz de sustentar la marea de nuestros cuerpos.
-Valeria -gruñí su nombre cuando su boca busco la mía, ladeando ligeramente la cabeza sobre su hombro.
Nuestros alientos chocaron bruscos, jadeantes, llenos de esa necesidad de la que se había cargado el ambiente
Saqué mi polla de su vagina, dos de mis dedos la sustituyeron con avidez, sintiendo su calor en estos, sacudiéndolos con fuerza, sintiendo sus paredes vibrar con ellos. Mi arma se introdujo en su trasero, empotrandola con fuerza, abriéndome paso mientras rugía por la excitación de sentirla toda mía, completamente ofrecida.
-Me vuelves loco Valeria -confesé acallando sus gemidos con mi boca, mordiendo sus labios, sentenciándola a muerte en aquel instante en el que los dos eramos dos dementes que se hacían el amor sin pensar en mas que en ese efímero instante.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Hasta ese instante, no lo había sentido tan suyo. El amor podía hacerte vulnerable o al contrario, fuerte al mismo tiempo y en este caso…ambas cosas. Porque el amor podía destruirlos, unirlos para siempre y nada ni nadie podría cambiar eso jamás. Lo había querido desde el primer instante y lo amaría hasta el último aliento. Cada efímero momento era valioso e irrepetible, como si el reloj de arena se hubiese puesto en función y lentamente… contase cada segundo de sus vidas. Nadie le había hecho sentirse de esa manera, siempre fue una joven altiva, fría y distante, orgullosa y prepotente sin que nada ni nadie le importase y ahora… él lo era todo.
Y “todo” no englobaba prácticamente nada, era mucho más que eso. Sus vidas se unieron desde el primer segundo, haciéndose una. No importaba qué papeles demostrasen que se perteneciesen, pues el contrato de amor eterno ya lo habían firmado sus almas aquella noche en la que se mostraron más ellos que nunca, desnudándose la piel y el alma. ¿Cómo pudo ocurrir? Fue sin darse apenas cuenta, ambos se atraparon en aquel juego peligroso en el que ambos resultaron vencedores y perdedores al mismo tiempo. Y por mucho que quisiesen, ya nada sería como antes, ambos se encontraban en un punto en donde no podían retroceder. Sentimientos, sensaciones… la vida por el otro, nadie… absolutamente nadie podía acabar con lo que sentían, la loca forma de amarse.
Un “te amo “ silencioso, terminó por revolverlo todo. La risa de Valeria, ese bálsamo para el noruego, se coló en cada resquicio de la habitación a la par que sus gemidos cuando la tomó de aquella forma. Se lo había ganado con creces, lo había provocado y ese era su castigo. Se deshizo en cada movimiento, moviendo las caderas a la par que a las de él, provocando un placer extremo…único y especial. Adoraba oír su nombre entre gruñidos, sus cuerpos chocar con frenesí. Bebió de su boca, disfrutando de aquel momento como ningún otro. Se estaban volviendo locos, más cuando volvió a sentirle de una forma diferente.
-Y más te volveré como no dejes de moverte -murmuró mordiendo sus labios, la barbilla y su cuello dejando una marca considerable, esa no era de carmín… él le pertenecía y eso nadie iba a cambiarlo jamás. Una de sus manos, tomó su mentón, temblando… para que la mirase en aquel ataque de lujuria y pasión -Eres mío, que no se te olvide nunca, jamás arqueó su cuerpo, sintiendo todo, en su plenitud… no podía aguantar más, todo era demasiado intenso. Gruñó contra sus labios, imitando sus palabras -Me vuelves loca, maldita sea. Quiero más -
Una de sus manos lo atrajo hacia sí por las nalgas, más dentro, más perdición… la otra terminó en la otra nalga para que terminasen con aquel acto en el que se lo habían dado todo. Gritó su nombre al llegar, fue un orgasmo diferente, solo podía recibir placer por todas partes y al final estalló en un intenso orgasmo que duró hasta que el maldito noruego salió de ella, cayendo de nuevo en la bañera. Suspiró largamente, intentando recuperar el aliento, solo quería hacer una cosa… y no tardó.
Se giró en la bañera, aún de gatas, mirándole fijamente, con la respiración entrecortada. Suspiró sonriendo, buscando sus labios con una complicidad infinita. Tanteó sus labios hasta que los tomó con suavidad, bebiendo de sus labios…al separarse, acarició su mejilla con dos de sus dedos, un gesto de lo más tierno viniendo de ella… no podía negar que no se había enamorado de él. las orbes esmeraldas brillaban de la misma forma que esa sonrisa persistía en su rostro.
-Vamos a llegar tarde, amor -susurró bajito, totalmente prendada de él, quien diría que el demonio podía mirar a alguien de esa forma, le acercó una toalla, pronto estarían de camino a Verona… y por fin ambos podían decir que eran del otro - Espero que no me des el viaje, te marees o cosas de esas -enarcó una ceja divertida, vistiéndose mientras no dejaba de observarle, ni un mísero instante.
Y “todo” no englobaba prácticamente nada, era mucho más que eso. Sus vidas se unieron desde el primer segundo, haciéndose una. No importaba qué papeles demostrasen que se perteneciesen, pues el contrato de amor eterno ya lo habían firmado sus almas aquella noche en la que se mostraron más ellos que nunca, desnudándose la piel y el alma. ¿Cómo pudo ocurrir? Fue sin darse apenas cuenta, ambos se atraparon en aquel juego peligroso en el que ambos resultaron vencedores y perdedores al mismo tiempo. Y por mucho que quisiesen, ya nada sería como antes, ambos se encontraban en un punto en donde no podían retroceder. Sentimientos, sensaciones… la vida por el otro, nadie… absolutamente nadie podía acabar con lo que sentían, la loca forma de amarse.
Un “te amo “ silencioso, terminó por revolverlo todo. La risa de Valeria, ese bálsamo para el noruego, se coló en cada resquicio de la habitación a la par que sus gemidos cuando la tomó de aquella forma. Se lo había ganado con creces, lo había provocado y ese era su castigo. Se deshizo en cada movimiento, moviendo las caderas a la par que a las de él, provocando un placer extremo…único y especial. Adoraba oír su nombre entre gruñidos, sus cuerpos chocar con frenesí. Bebió de su boca, disfrutando de aquel momento como ningún otro. Se estaban volviendo locos, más cuando volvió a sentirle de una forma diferente.
-Y más te volveré como no dejes de moverte -murmuró mordiendo sus labios, la barbilla y su cuello dejando una marca considerable, esa no era de carmín… él le pertenecía y eso nadie iba a cambiarlo jamás. Una de sus manos, tomó su mentón, temblando… para que la mirase en aquel ataque de lujuria y pasión -Eres mío, que no se te olvide nunca, jamás arqueó su cuerpo, sintiendo todo, en su plenitud… no podía aguantar más, todo era demasiado intenso. Gruñó contra sus labios, imitando sus palabras -Me vuelves loca, maldita sea. Quiero más -
Una de sus manos lo atrajo hacia sí por las nalgas, más dentro, más perdición… la otra terminó en la otra nalga para que terminasen con aquel acto en el que se lo habían dado todo. Gritó su nombre al llegar, fue un orgasmo diferente, solo podía recibir placer por todas partes y al final estalló en un intenso orgasmo que duró hasta que el maldito noruego salió de ella, cayendo de nuevo en la bañera. Suspiró largamente, intentando recuperar el aliento, solo quería hacer una cosa… y no tardó.
Se giró en la bañera, aún de gatas, mirándole fijamente, con la respiración entrecortada. Suspiró sonriendo, buscando sus labios con una complicidad infinita. Tanteó sus labios hasta que los tomó con suavidad, bebiendo de sus labios…al separarse, acarició su mejilla con dos de sus dedos, un gesto de lo más tierno viniendo de ella… no podía negar que no se había enamorado de él. las orbes esmeraldas brillaban de la misma forma que esa sonrisa persistía en su rostro.
-Vamos a llegar tarde, amor -susurró bajito, totalmente prendada de él, quien diría que el demonio podía mirar a alguien de esa forma, le acercó una toalla, pronto estarían de camino a Verona… y por fin ambos podían decir que eran del otro - Espero que no me des el viaje, te marees o cosas de esas -enarcó una ceja divertida, vistiéndose mientras no dejaba de observarle, ni un mísero instante.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Me dejé caer en la bañera, el agua cubrió mi cuerpo y yo me sumergí lentamente en ella completamente saciado de ella.
Apoyé la cabeza en el borde de la tina, los brazos por encima de esta. Valeria me buscó, mi boca la acogió, sonreí cuando nuestras miradas se perdieron en la del otro, intensas se prometían en silencio una vida o lo que al menos nos quedara de esta.
Sus dedos acariciaron mi mejilla, si hace unos meses alguien me hubiera dicho que el demonio de labios rojos calcinaría mi piel plagada de sentimientos hubiera dicho que estaba loco, pero hoy aquí estábamos ambos, sentenciandonos a amarnos. Apenas unos días y ella seria mía, completamente mía, aunque hoy yo, ya así la sentía.
El agua se removió y esta se esfumo dejando el agua fría, mi cuerpo caliente y mi mirada en sus curvas. Mis ojos se cerraron, estaba cansado, un pequeño respiro mas que necesario.
La toalla impactó en mi cara, de nuevo su risa embriagó la estancia. Abrí una ojo para contemplarla, ella se vestía sin apartar aquellas esmeraldas de mi cuerpo.
Tomé la toalla incorporándome, parece que iba a ser efímero el descanso del guerrero en aquella mañana en la que un barco nos esperaba para llevarnos a puerto.
Me vestí, sus ojos escudriñaban la ropa que elegía del armario, casi podía sentir la desaprobación en su mirada, algo que me hizo ladear la sonrisa complacido. Me gustaba como fruncía el ceño, arrugando ligeramente la frente, sus ojos esmeralda apenas quedaban dibujados en una linera.
Me giré para enfrentarla, ella lucia un vestido rojo a juego con aquel carmín que me volvía loco, yo me peleaba con los botones de la camisola que caía desastrada por encima de los pantalones.
Para arreglarlo me eché su perfume antes de guardarlo en la maleta.
Sonrisa triunfal cuando esta se acerco para oler mi cuello, sacando las solapas de la camisa para recolocarlas.
Así salimos de la mansión Cavey dispuestos a volver convertidos en marido y mujer, todo cambiaría tras este viaje, después tendriamos esa boda que Valeria ansiaba, una social, una a la que asistiría la mas alta sociedad parisina, pero para mi, Verona y esa pequeña capilla, era mi utopía.
…...........................................................................................................................................................
El barco nos esperaba en el puerto, Valeria había cargado con dos enormes maletas, que por supuesto cargué yo con ellas, apenas un petate con dos mudas era mi carga.
-¿Has troceado a alguien y lo vas a lanzar en alta mar? -pregunté entre risas bajo su enarcada mirada.
Subimos por la rampa que nos llevo a proa, el servicio perfectamente engalardonado nos recibió en cubierta.
Valeria disfrutaba de esas cosas, todo lo que implicara mostrar su elevada clase social, yo solo tenia ganas de llegar al camarote y volver a tómala.
El barco zarpo en cuanto nos dirigimos a nuestra estancia, el barco era lujoso, y nuestra habitación amplia, sobria en decoración, pero con unas vitas laterales que daban al mar y que podían verse desde el gran lecho circular.
Apoyé la cabeza en el borde de la tina, los brazos por encima de esta. Valeria me buscó, mi boca la acogió, sonreí cuando nuestras miradas se perdieron en la del otro, intensas se prometían en silencio una vida o lo que al menos nos quedara de esta.
Sus dedos acariciaron mi mejilla, si hace unos meses alguien me hubiera dicho que el demonio de labios rojos calcinaría mi piel plagada de sentimientos hubiera dicho que estaba loco, pero hoy aquí estábamos ambos, sentenciandonos a amarnos. Apenas unos días y ella seria mía, completamente mía, aunque hoy yo, ya así la sentía.
El agua se removió y esta se esfumo dejando el agua fría, mi cuerpo caliente y mi mirada en sus curvas. Mis ojos se cerraron, estaba cansado, un pequeño respiro mas que necesario.
La toalla impactó en mi cara, de nuevo su risa embriagó la estancia. Abrí una ojo para contemplarla, ella se vestía sin apartar aquellas esmeraldas de mi cuerpo.
Tomé la toalla incorporándome, parece que iba a ser efímero el descanso del guerrero en aquella mañana en la que un barco nos esperaba para llevarnos a puerto.
Me vestí, sus ojos escudriñaban la ropa que elegía del armario, casi podía sentir la desaprobación en su mirada, algo que me hizo ladear la sonrisa complacido. Me gustaba como fruncía el ceño, arrugando ligeramente la frente, sus ojos esmeralda apenas quedaban dibujados en una linera.
Me giré para enfrentarla, ella lucia un vestido rojo a juego con aquel carmín que me volvía loco, yo me peleaba con los botones de la camisola que caía desastrada por encima de los pantalones.
Para arreglarlo me eché su perfume antes de guardarlo en la maleta.
Sonrisa triunfal cuando esta se acerco para oler mi cuello, sacando las solapas de la camisa para recolocarlas.
Así salimos de la mansión Cavey dispuestos a volver convertidos en marido y mujer, todo cambiaría tras este viaje, después tendriamos esa boda que Valeria ansiaba, una social, una a la que asistiría la mas alta sociedad parisina, pero para mi, Verona y esa pequeña capilla, era mi utopía.
…...........................................................................................................................................................
El barco nos esperaba en el puerto, Valeria había cargado con dos enormes maletas, que por supuesto cargué yo con ellas, apenas un petate con dos mudas era mi carga.
-¿Has troceado a alguien y lo vas a lanzar en alta mar? -pregunté entre risas bajo su enarcada mirada.
Subimos por la rampa que nos llevo a proa, el servicio perfectamente engalardonado nos recibió en cubierta.
Valeria disfrutaba de esas cosas, todo lo que implicara mostrar su elevada clase social, yo solo tenia ganas de llegar al camarote y volver a tómala.
El barco zarpo en cuanto nos dirigimos a nuestra estancia, el barco era lujoso, y nuestra habitación amplia, sobria en decoración, pero con unas vitas laterales que daban al mar y que podían verse desde el gran lecho circular.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Con cada acto, conocían una nueva forma de amarse, de desearse sin medida. No había sensación más plena que sentirlo suyo, saber que le pertenecería por y para siempre. En apenas unos días, cumpliría el mayor de sus deseos que en el pasado… fue un quebradero de cabeza para su padre pues ¿quién iba a amar al demonio? Y la respuesta, la tenía ante sus ojos. ÉL. Solo él. Al que miraba de una forma diferente y jamás podría a otra persona. Si quedaba alguna duda hasta ese segundo, la disipó con su mirada esmeralda…cómplice, totalmente prendada, enamorada, segura de sí misma y de aquello que les unía.
Hora de partir, necesitaba demasiadas cosas y según le aconsejó su criada de confianza. Mejor llevar solo un par, un par de grandes baúles. En el más oscuro, iba lo más preciado para ella, el vestido para la ocasión. No podía ser menos, destacaría con uno de sus vestidos en tonos rojos, como sus labios y al final, terminaría eligiéndole a él algunos trajes más para añadir, aunque tuviese que meterlo en sus baúles. Valeria tenía buen gusto y todas las veces que él le había hecho caso en ponerse una ropa u otra… había terminado condenada, cabreada, molesta y furiosa por todas esas miradas femeninas que se lo comían con los ojos.
Dejó un mordisco sentido en su cuello, esa esencia le gustaba demasiado y más impregnada en su piel. Sus orbes esmeraldas, volvieron a buscar las ajenas, estaba ilusionada, mucho además…tanto que no podía dejar de sonreír y dejar escapar alguna que otra risa por algún comentario entre ambos. Existía tal complicidad entre ellos que un simple roce de manos, una mirada o algún gesto, los delataba como dos almas que por fin se habían encontrado en esta vida y tiempo equivocados.
El sonido de los baúles caer a los pies de la cama, le hizo cerrar los ojos, girándose hacia él con las manos en jarra en la cintura. Podría tener más cuidado pero ¿qué iba a pedirle a un vikingo? Un imposible. Sonrió por su comentario, acercándose sigilosamente a él, como una pantera, esta vez más relajada aunque sobraban las palabras de volver a hacerle cualquier cosa. Su dedo índice, lo paseó por el baúl, un gesto provocador… sabía que solo tenía ojos para ella y aún así , lo buscaba…provocándole con una simple sonrisa de carmín rojo la sangre.
-Puedes ser tú esa persona a la que trocee cacho a cacho pero no… aún nadie me ha buscado lo suficiente -se acercó a él, quedaba mucho viaje por delante y solo se le ocurría una manera de pasarlo, bueno… varias. Le rodeó la cintura con ambas manos, quedando tras su espalda, lo suficiente alta para poder apoyar su mentón en su hombro…buscando su oído -Me gustaría conocerte tan bien como te conozco en el lecho, es mi manera de decirte que…quiero saberlo, todo o lo que quieras contarme… ambos tenemos secretos y no vamos a exponernos, eso lo sé pero quiero saber porqué llegaste a Paris ¿con qué propósito? No viniste a por tu demonio solamente… -besó su cuello, despacio… sin prisa, una sonrisa se dibujó en sus labios, algo se le estaba pasando por la cabeza y no, no era cualquier cosa.
-Como tenemos tanto tiempo hasta que lleguemos a Italia… he traído un entretenimiento-siseó, mordiendo su cuello, hundiendo sus dedos en la piel aún sobre la ropa antes de separarse -Tinta, aguja, velas… quiero pintar tu cuerpo y quede impregnado, para siempre ¿te atreves? Tranquilo, si te hago daño o te corto de más, te sanaré -le enseñó la aguja, pasando la lengua por ésta, como si la preparase…volvía a tentarle pero de una manera aún más pecaminosa -Los únicos lienzos serán nuestros cuerpos -murmuró, esperando su respuesta.
Hora de partir, necesitaba demasiadas cosas y según le aconsejó su criada de confianza. Mejor llevar solo un par, un par de grandes baúles. En el más oscuro, iba lo más preciado para ella, el vestido para la ocasión. No podía ser menos, destacaría con uno de sus vestidos en tonos rojos, como sus labios y al final, terminaría eligiéndole a él algunos trajes más para añadir, aunque tuviese que meterlo en sus baúles. Valeria tenía buen gusto y todas las veces que él le había hecho caso en ponerse una ropa u otra… había terminado condenada, cabreada, molesta y furiosa por todas esas miradas femeninas que se lo comían con los ojos.
Dejó un mordisco sentido en su cuello, esa esencia le gustaba demasiado y más impregnada en su piel. Sus orbes esmeraldas, volvieron a buscar las ajenas, estaba ilusionada, mucho además…tanto que no podía dejar de sonreír y dejar escapar alguna que otra risa por algún comentario entre ambos. Existía tal complicidad entre ellos que un simple roce de manos, una mirada o algún gesto, los delataba como dos almas que por fin se habían encontrado en esta vida y tiempo equivocados.
El sonido de los baúles caer a los pies de la cama, le hizo cerrar los ojos, girándose hacia él con las manos en jarra en la cintura. Podría tener más cuidado pero ¿qué iba a pedirle a un vikingo? Un imposible. Sonrió por su comentario, acercándose sigilosamente a él, como una pantera, esta vez más relajada aunque sobraban las palabras de volver a hacerle cualquier cosa. Su dedo índice, lo paseó por el baúl, un gesto provocador… sabía que solo tenía ojos para ella y aún así , lo buscaba…provocándole con una simple sonrisa de carmín rojo la sangre.
-Puedes ser tú esa persona a la que trocee cacho a cacho pero no… aún nadie me ha buscado lo suficiente -se acercó a él, quedaba mucho viaje por delante y solo se le ocurría una manera de pasarlo, bueno… varias. Le rodeó la cintura con ambas manos, quedando tras su espalda, lo suficiente alta para poder apoyar su mentón en su hombro…buscando su oído -Me gustaría conocerte tan bien como te conozco en el lecho, es mi manera de decirte que…quiero saberlo, todo o lo que quieras contarme… ambos tenemos secretos y no vamos a exponernos, eso lo sé pero quiero saber porqué llegaste a Paris ¿con qué propósito? No viniste a por tu demonio solamente… -besó su cuello, despacio… sin prisa, una sonrisa se dibujó en sus labios, algo se le estaba pasando por la cabeza y no, no era cualquier cosa.
-Como tenemos tanto tiempo hasta que lleguemos a Italia… he traído un entretenimiento-siseó, mordiendo su cuello, hundiendo sus dedos en la piel aún sobre la ropa antes de separarse -Tinta, aguja, velas… quiero pintar tu cuerpo y quede impregnado, para siempre ¿te atreves? Tranquilo, si te hago daño o te corto de más, te sanaré -le enseñó la aguja, pasando la lengua por ésta, como si la preparase…volvía a tentarle pero de una manera aún más pecaminosa -Los únicos lienzos serán nuestros cuerpos -murmuró, esperando su respuesta.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Deje caer los baúles bajo la atenta mirada de mi prometida, casi pude oírla resoplar cuando estos impactaron contra el suelo, algo que me hizo sonreír de forma cómplice acortando la distancia que separaba nuestros cuerpos.
Contra sus labios dejé escapar una carcajada, así era Valeria Cavey una mujer impredecible.
-me trocearas, me meterás en los baules y te quedaras mi polla como consolador, dudo que a estas alturas puedas vivir sin ella -La desafié hundiendo mi mirada en la suya.
Intensos mis pardos retaron a sus esmeraldas, esas que me hechizaron desde que en el patio de armas hace ya varios meses nos conocimos.
Sus dedos recorrieron mi pecho bordeando mi cuerpo, sus brazos afianzaron mi cintura mientras su cabeza se apoyaba en el omóplato de mi espalda, era incapaz de borrar esa estúpida sonrisa de mi cara.
Ambos habíamos empezado un viaje sin vuelta atrás, al regresar ya no seriamos dos prometidos con miedo a que algo saliera mal, seriamos marido y mujer y el mundo estaría bajo nuestros pies.
Tentado de girarme, de arrastrarla de nuevo al lecho y hacerla mía nuevamente hasta que el sol se pusiese. Guarde silencio, sus palabras me pedían información sobre mi mismo, mis anhelos, mis miedos y aquello que me trajo a París hace ya demasiado tiempo.
Tenia razón había temas por los que simplemente pasábamos de largo, impidiendo así que un tornado nos arrastrara en el intento e ser sinceros.
Me di la vuelta para de nuevo enfrentarme en una peligrosa gesta con la mujer a la que amaba.
-Una espada, como no -bromeé casi intuyendo lo que pensaría.
¿que podía buscar un vikingo si no un arma legendaria?
-Mi tío me envió en busca de una leyenda, un mito, un arma que podría controlar y dar sepultura a todo ser sobrenatural.
Acaricié su mejilla sin poder dejar de mirarla, había encontrado mucho mas que una espada, había encontrado mi todo y mi nada.
-Tengo un par de trozos de este arma, pero he de seguir buscándola, ahora que se que existe necesito hacerme con ella si quiero que el norte viva en paz.
Podía ver la preocupación en sus ojos, pero yo era lo que era, tenia una responsabilidad para con los míos, siempre seria un vikingo, por mis venas corría sangre norteña, ardía cuando oía el graznar de los cuervos y a diferencia de ella para mi los truenos no eran motivo de miedo, si no de orgullo pues thor hacia sonar su martillo.
Una sonrisa se dibujo en su boca, esa que recorrió mi cuello convirtiéndolo en su eterno compañero, sonreí al escuchar su proposición.
-Con una condición -respondí enfrentándola -que yo también pueda marcar tu piel y que sea mi apellido lo que lleves a fuego marcada sobe ella.
Desabroché los botones de mi camisola deslizándola por los hombros hasta que esta cayó al suelo, estaba dispuesto a emprender este nuevo juego si a cambio ella me prometía el infierno.
-Empieza Valeria -mi voz sonó ronca, estaba excitado ,demasiado, algo que evidencio mi oscurecida miada.
Contra sus labios dejé escapar una carcajada, así era Valeria Cavey una mujer impredecible.
-me trocearas, me meterás en los baules y te quedaras mi polla como consolador, dudo que a estas alturas puedas vivir sin ella -La desafié hundiendo mi mirada en la suya.
Intensos mis pardos retaron a sus esmeraldas, esas que me hechizaron desde que en el patio de armas hace ya varios meses nos conocimos.
Sus dedos recorrieron mi pecho bordeando mi cuerpo, sus brazos afianzaron mi cintura mientras su cabeza se apoyaba en el omóplato de mi espalda, era incapaz de borrar esa estúpida sonrisa de mi cara.
Ambos habíamos empezado un viaje sin vuelta atrás, al regresar ya no seriamos dos prometidos con miedo a que algo saliera mal, seriamos marido y mujer y el mundo estaría bajo nuestros pies.
Tentado de girarme, de arrastrarla de nuevo al lecho y hacerla mía nuevamente hasta que el sol se pusiese. Guarde silencio, sus palabras me pedían información sobre mi mismo, mis anhelos, mis miedos y aquello que me trajo a París hace ya demasiado tiempo.
Tenia razón había temas por los que simplemente pasábamos de largo, impidiendo así que un tornado nos arrastrara en el intento e ser sinceros.
Me di la vuelta para de nuevo enfrentarme en una peligrosa gesta con la mujer a la que amaba.
-Una espada, como no -bromeé casi intuyendo lo que pensaría.
¿que podía buscar un vikingo si no un arma legendaria?
-Mi tío me envió en busca de una leyenda, un mito, un arma que podría controlar y dar sepultura a todo ser sobrenatural.
Acaricié su mejilla sin poder dejar de mirarla, había encontrado mucho mas que una espada, había encontrado mi todo y mi nada.
-Tengo un par de trozos de este arma, pero he de seguir buscándola, ahora que se que existe necesito hacerme con ella si quiero que el norte viva en paz.
Podía ver la preocupación en sus ojos, pero yo era lo que era, tenia una responsabilidad para con los míos, siempre seria un vikingo, por mis venas corría sangre norteña, ardía cuando oía el graznar de los cuervos y a diferencia de ella para mi los truenos no eran motivo de miedo, si no de orgullo pues thor hacia sonar su martillo.
Una sonrisa se dibujo en su boca, esa que recorrió mi cuello convirtiéndolo en su eterno compañero, sonreí al escuchar su proposición.
-Con una condición -respondí enfrentándola -que yo también pueda marcar tu piel y que sea mi apellido lo que lleves a fuego marcada sobe ella.
Desabroché los botones de mi camisola deslizándola por los hombros hasta que esta cayó al suelo, estaba dispuesto a emprender este nuevo juego si a cambio ella me prometía el infierno.
-Empieza Valeria -mi voz sonó ronca, estaba excitado ,demasiado, algo que evidencio mi oscurecida miada.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Sin que él pudiese apreciarlo, hundió su nariz en su cuello… dejando un beso en el lugar, perdiéndose en su olor mezclado con el suyo propio. Una sonrisa en sus labios, era feliz en ese instante, la hacía feliz con el simple hecho de estar allí, a su lado cuando meses antes lo repudiaba para no sentir cuando desde el primer segundo fue instantáneo. Entreabrió los labios, dejando escapar una risa, risa que acarició el lóbulo de su oreja… dientes que marcaron su cuello sin dejar marca pues ya se encontraba marcado.
Sus orbes, se enfrentaron a las ajenas mientras buscaba los utensilios para marcar la piel. Tinta corporal, le había costado una fortuna pero valía la pena. Un para siempre no tenía ningún valor, pagaría lo que fuese y valdría la pena, más si él mismo sería el artista que cincelase su cuerpo. Dejó de buscar cuando su mano acarició su mejilla, un simple gesto que hizo que sus ojos brillasen con cierta intensidad, tomando su mano y apretarla levemente, con eso… se lo dijo todo.
-Una espada, claro ¿por qué no me sorprende? A mí solo me especificó que sería un tiempo determinado, no que te quedarías para siempre ¿a quién tengo que rendir cuentas? - sonrió ampliamente, dejando escapar un largo suspiro al oír la palabra “condición” , no le gustaban nada en absoluto -Una buena condición. Te gusta demasiado que lleve tu apellido no solo tras mi nombre… si no en mi piel. En mi caso, deseo que lleves… mi nombre y dos letras más que no las verás hasta que estén en tu piel. Ya te has desnudado, tienes un don -rió divertida, le estaba dando permiso y eso podía ser muy peligroso, dolería , tendría que dejar marca para que se quedase en la piel.
-Espero no llores y grites como una niña - rió, sentándose en el baúl y dejar la tinta a un lado, una agua pequeña afilada y otra mayor, necesitaría agua caliente y una vela para que las agujas tomasen temperatura y así poder marcar su piel -Es un regalo egoísta pero el hecho de hacértelo yo es mucho más -examinó su pecho, mientras dejaba que el agua hirviese cerca de la lumbre, todo estaba preparado… solo tenían que esperar. Se tomó su tiempo en recorrer cada parte de su pecho con los dedos, delineando cada cicatriz… besar cada una y ….terminar por volverse aún más loca por él en ese momento íntimo y único, sonrió bajando la mirada un tanto sonrojada… la abrumaba mientras él la miraba.
-¿Te parece bonito? Deja de hacer lo que quiera que hagas. -rió dejando de tocar su piel, deslizando los dedos por su pecho hasta su vientre y levantarse por el agua -Ya me he enamorado de ti, es un hecho -murmuró dejando el agua cerca , dejando caer en el bol un paño limpio y se empapase. Las velas que iluminaban de forma tenue la habitación valdría para quemar las agujas, no, no era la primera vez que lo hacía pero era mejor no preguntar por ello. No era el mismo caso en absoluto, la rebeldía hizo marcar a otra persona y ahora…lo hacía por un motivo diferente.
El lugar elegido, lo señaló con el índice, deseaba que la tuviese siempre presente. ¿qué mejor cerca de su corazón? Intentaría no hacerle daño, ser suave, curarle la herida a besos y caricias si era necesario. Lanzó una mirada cómplice, una sonrisa que lo significó todo. la aguja tomaba calor, y antes que se enfriase, una V cursiva fue marcando su piel…sangre y amor, tinta para que la tuviese presente para siempre. no necesitaba más. Impregnó en un paño seco la tinta , presionando. La V lucía hermosa, desafiante… un claro ejemplo de que era suyo. Presionó con fuerza, apoyando su frente en la ajena, buscando sus labios para rozarlos y tener que cerrar los ojos por las emociones, ser ella quien hiciese aquello le emocionó demasiado.
-Iba a poner Valeria Cavey pero no hay hueco, estás demasiado enclenque bromeó con los ojos brillantes, de amor y emoción.
Sus orbes, se enfrentaron a las ajenas mientras buscaba los utensilios para marcar la piel. Tinta corporal, le había costado una fortuna pero valía la pena. Un para siempre no tenía ningún valor, pagaría lo que fuese y valdría la pena, más si él mismo sería el artista que cincelase su cuerpo. Dejó de buscar cuando su mano acarició su mejilla, un simple gesto que hizo que sus ojos brillasen con cierta intensidad, tomando su mano y apretarla levemente, con eso… se lo dijo todo.
-Una espada, claro ¿por qué no me sorprende? A mí solo me especificó que sería un tiempo determinado, no que te quedarías para siempre ¿a quién tengo que rendir cuentas? - sonrió ampliamente, dejando escapar un largo suspiro al oír la palabra “condición” , no le gustaban nada en absoluto -Una buena condición. Te gusta demasiado que lleve tu apellido no solo tras mi nombre… si no en mi piel. En mi caso, deseo que lleves… mi nombre y dos letras más que no las verás hasta que estén en tu piel. Ya te has desnudado, tienes un don -rió divertida, le estaba dando permiso y eso podía ser muy peligroso, dolería , tendría que dejar marca para que se quedase en la piel.
-Espero no llores y grites como una niña - rió, sentándose en el baúl y dejar la tinta a un lado, una agua pequeña afilada y otra mayor, necesitaría agua caliente y una vela para que las agujas tomasen temperatura y así poder marcar su piel -Es un regalo egoísta pero el hecho de hacértelo yo es mucho más -examinó su pecho, mientras dejaba que el agua hirviese cerca de la lumbre, todo estaba preparado… solo tenían que esperar. Se tomó su tiempo en recorrer cada parte de su pecho con los dedos, delineando cada cicatriz… besar cada una y ….terminar por volverse aún más loca por él en ese momento íntimo y único, sonrió bajando la mirada un tanto sonrojada… la abrumaba mientras él la miraba.
-¿Te parece bonito? Deja de hacer lo que quiera que hagas. -rió dejando de tocar su piel, deslizando los dedos por su pecho hasta su vientre y levantarse por el agua -Ya me he enamorado de ti, es un hecho -murmuró dejando el agua cerca , dejando caer en el bol un paño limpio y se empapase. Las velas que iluminaban de forma tenue la habitación valdría para quemar las agujas, no, no era la primera vez que lo hacía pero era mejor no preguntar por ello. No era el mismo caso en absoluto, la rebeldía hizo marcar a otra persona y ahora…lo hacía por un motivo diferente.
El lugar elegido, lo señaló con el índice, deseaba que la tuviese siempre presente. ¿qué mejor cerca de su corazón? Intentaría no hacerle daño, ser suave, curarle la herida a besos y caricias si era necesario. Lanzó una mirada cómplice, una sonrisa que lo significó todo. la aguja tomaba calor, y antes que se enfriase, una V cursiva fue marcando su piel…sangre y amor, tinta para que la tuviese presente para siempre. no necesitaba más. Impregnó en un paño seco la tinta , presionando. La V lucía hermosa, desafiante… un claro ejemplo de que era suyo. Presionó con fuerza, apoyando su frente en la ajena, buscando sus labios para rozarlos y tener que cerrar los ojos por las emociones, ser ella quien hiciese aquello le emocionó demasiado.
-Iba a poner Valeria Cavey pero no hay hueco, estás demasiado enclenque bromeó con los ojos brillantes, de amor y emoción.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Su risa se apagó al escuchar la palabra “condición” a Valeria Cavey no le gustaban las condiciones si no hacer y deshacer a placer. Sus esmeraldas se perdieron en mis ojos esperando que hablara.
Mis labios rozaron los suyos frente a esa proposición que posiblemente le arrancara un jadeo, pues no pude decirlo con mas oscuridad en mi voz. Lo admitía que mi apellido surcara su cuerpo, sentir que la poseía era algo que me excitaba demasiado como para dejar pasar la oportunidad.
Sus dedos surcaron mi torso descubierto, yemas que incineraban mi piel infinitamente mas que el fuego, mis ojos siguieron sus movimientos hasta clavarse en esos dos labios rojos que me dieron permiso para marcarla, pero a su vez me prometían que mi piel también seria de Valeria Cavey.
-Soy tuyo desde que me miraste por primera vez, nunca dudé de que si alguna mujer podía condenarme esa serias tu, en tus manso he puesto mi vida, te pertenezco. Sentencia mi piel, mi corazón ya lleva tu nombre escrito a fuego.
Mi boca aprisiono la suya, la necesitaba, ebrio de lela, la tome sin medir las consecuencias, jadeos que se tornaron roncos cuando mi lengua se adentro en el abismo de sus labios buscando el incendio que la hizo fuego, dos serpientes en una lucha demente en el que el amor y el sexo cruzaba la delgada linea de sus cuerpos.
-Tengo practica en desnudarme para ti -rugí al sentir como su mirada se perdía en cada jirón de mi piel, como sus dedos dibujaban las cicatrices alentando al guerrero a ser marcado de nuevo.
Cogió el bol de agua hirviendo y dejo caer en el un paño, sus dedos volvieron a surcar como un velero mi cuerpo, lazando el mástil que en mis pantalones esperaba a ser descubierto.
-Valeria, estoy...-sonreí de medio lado tomando su mano para llevarla a mi endurecida virilidad.
Gruñí cuando sentí que la apretaba con su mano para marcarla.
El demonio negó, parece que tendría que esperar, pronto el acero se perdió en el fuego, con delicadeza empezó a marcar mi piel, tinta, fuego y acero que sentenciaba al guerrero.
No pregunté, sabia que otro hombre había llevado su nombre, admito que sentí celos y mi mirada se desvió al recordar la imagen de este con un cristal sajar aquel nombre hasta hacerlo desaparecer de él. Esperaba que en mi caso el final fuera distinto al de él.
Valeria me conocía mas que cualquier ser que poblara el universo, sus ojos me buscaban, mas no me encontraron, si lo hicieron sus labios que con tiernos besos limpiaban de sangre mi piel acariciándola con el paño después.
Sonreí de medio lado cuando me dijo que no cabía su apellido, que poco o nada tenia de vikingo.
-¿Ah no? -pregunté atrayendola con mis manos para alzarla y subirla a mi regazo con las piernas abiertas.
-Valeria -gruñí contra su boca adentrándome nuevamente en ella, aun quedaban muchos trazos que marcar sobre mi piel, mas necesitaba a esa mujer como un drogadicto a la heroína, como el guerrero la espada o el hechicero la magia.
Estaba enamorado, aquello era un echo demasiado claro, yo había caído a sus pies, sentenciado a el destino que me impusiera esa mujer, nada seria lo que no me atrevería a hacer por que su cuerpo se abriera para mi una y otra vez.
-Te necesito -susurré contra su boca, un verdad que salio de lo mas profundo de mis entrañas y que ella acallo con esa risa maliciosa que la definía como el demonio que yo había puesto en mi vida.
Mis labios rozaron los suyos frente a esa proposición que posiblemente le arrancara un jadeo, pues no pude decirlo con mas oscuridad en mi voz. Lo admitía que mi apellido surcara su cuerpo, sentir que la poseía era algo que me excitaba demasiado como para dejar pasar la oportunidad.
Sus dedos surcaron mi torso descubierto, yemas que incineraban mi piel infinitamente mas que el fuego, mis ojos siguieron sus movimientos hasta clavarse en esos dos labios rojos que me dieron permiso para marcarla, pero a su vez me prometían que mi piel también seria de Valeria Cavey.
-Soy tuyo desde que me miraste por primera vez, nunca dudé de que si alguna mujer podía condenarme esa serias tu, en tus manso he puesto mi vida, te pertenezco. Sentencia mi piel, mi corazón ya lleva tu nombre escrito a fuego.
Mi boca aprisiono la suya, la necesitaba, ebrio de lela, la tome sin medir las consecuencias, jadeos que se tornaron roncos cuando mi lengua se adentro en el abismo de sus labios buscando el incendio que la hizo fuego, dos serpientes en una lucha demente en el que el amor y el sexo cruzaba la delgada linea de sus cuerpos.
-Tengo practica en desnudarme para ti -rugí al sentir como su mirada se perdía en cada jirón de mi piel, como sus dedos dibujaban las cicatrices alentando al guerrero a ser marcado de nuevo.
Cogió el bol de agua hirviendo y dejo caer en el un paño, sus dedos volvieron a surcar como un velero mi cuerpo, lazando el mástil que en mis pantalones esperaba a ser descubierto.
-Valeria, estoy...-sonreí de medio lado tomando su mano para llevarla a mi endurecida virilidad.
Gruñí cuando sentí que la apretaba con su mano para marcarla.
El demonio negó, parece que tendría que esperar, pronto el acero se perdió en el fuego, con delicadeza empezó a marcar mi piel, tinta, fuego y acero que sentenciaba al guerrero.
No pregunté, sabia que otro hombre había llevado su nombre, admito que sentí celos y mi mirada se desvió al recordar la imagen de este con un cristal sajar aquel nombre hasta hacerlo desaparecer de él. Esperaba que en mi caso el final fuera distinto al de él.
Valeria me conocía mas que cualquier ser que poblara el universo, sus ojos me buscaban, mas no me encontraron, si lo hicieron sus labios que con tiernos besos limpiaban de sangre mi piel acariciándola con el paño después.
Sonreí de medio lado cuando me dijo que no cabía su apellido, que poco o nada tenia de vikingo.
-¿Ah no? -pregunté atrayendola con mis manos para alzarla y subirla a mi regazo con las piernas abiertas.
-Valeria -gruñí contra su boca adentrándome nuevamente en ella, aun quedaban muchos trazos que marcar sobre mi piel, mas necesitaba a esa mujer como un drogadicto a la heroína, como el guerrero la espada o el hechicero la magia.
Estaba enamorado, aquello era un echo demasiado claro, yo había caído a sus pies, sentenciado a el destino que me impusiera esa mujer, nada seria lo que no me atrevería a hacer por que su cuerpo se abriera para mi una y otra vez.
-Te necesito -susurré contra su boca, un verdad que salio de lo mas profundo de mis entrañas y que ella acallo con esa risa maliciosa que la definía como el demonio que yo había puesto en mi vida.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
La única condena en la que él quedaría atrapado, sería la de su cuerpo y su alma. Sonrió de un modo diferente, él cambió su vida revolviéndolo todo, sacar lo peor y lo mejor de ella al mismo tiempo. Acunó su mejilla en una de sus manos, perfilando su rostro con la yema de sus dedos, él sí que la había condenado, llenándola de temores por su bienestar, de deseo y un amor intenso que sobrepasaba cualquier cosa. Se mordió los labios, oírle decir que era suyo siempre sentía lo mismo, un escalofrío general, una risa sincera que abandonó sus labios…volvía a estar preparado para cualquier cosa y sus esmeraldas , le delataron que el placer vendría después.
Lo que iba a ocurrir en aquella habitación marcaría un antes y un después. ya estaban marcados mutuamente, los dos se querían, se amaban y se perdían en el otro pero aquel acto rebelde de Valeria, el toque que necesitaban ambos para aún más hacerlo más real. Rió presionando para que la tinta quedara bien impregnada en la herida. Si él supiese, lo mucho que le gustaba oír su nombre de sus labios, cómo la recibía su cuerpo siempre dispuesto a acogerla y plagarla de placer.
-Hoör -murmuró contra su boca, “te necesito” aquello fue el detonante para que cerrase los ojos, no quería que apreciase lo feliz que le hacía, le avergonzaba sentirse tan vulnerable. Sus labios se entreabrieron, probándolo, sonriendo contra éstos en aquel ataque de amor - Yo más -abrió los ojos, intentando no tambalearse, dejar que las lagrimas que no derramó de niña con aquel momento apareciesen - Te toca marcarme, amor .susurró con mucha delicadeza, apartando el paño y ver que el resultado era el esperado.
La piel estaba un tanto enrojecida pero el resultado fue perfecto. Estaba dispuesta, ofrecida y preparada para que él le marcase no solo con sus besos y su cuerpo. El apellido Cannif lo tendría tatuado en la piel , parte de ella… para siempre. Antes de que la marcase, necesitó beber de su boca, despacio, tentadora… mordiendo sus labios, sin cerrar los ojos… sonriendo contra sus labios, atrapando con sus piernas su cintura. Un sueño , el de ambos poder decir que eran del otro, un anillo que lo confirmaría y los papeles… pero ¿Qué más daba cuando ante los ojos de la otra persona te veían de esa manera única?
Le peinó con los dedos, mordiendo su babilla, seguidamente de su labio inferior y tirar de él para volver a provocarle, algo usual en ella. se separó de él para quedar de pie, a escasos centímetros de su cuerpo, pidió con la mirada que le quitase los lazos del corsé y así el vestido rojo como la sangre cediese, dejando su espalda al descubierto. La falda con tan solo desabrochar algunos botones, cayó por su peso al suelo, dejándola en ropa interior, encaje negro que realzaba su bonita piel dorada. Iba a dejar que él eligiese el lugar en donde descansaría su apellido, para siempre.
-Elige… -deslizó los dedos por su vientre, ligeramente abultado, ahora era completamente suya… ante él, como aquel dios al que tantas veces había rezado…-Soy tuya, Hoör Cannif, déjame…complacerte -murmuró como un ronroneo mientras sus dedos jugaban con su propia ropa interior, dibujándolo con su mirada esmeralda.
Lo que iba a ocurrir en aquella habitación marcaría un antes y un después. ya estaban marcados mutuamente, los dos se querían, se amaban y se perdían en el otro pero aquel acto rebelde de Valeria, el toque que necesitaban ambos para aún más hacerlo más real. Rió presionando para que la tinta quedara bien impregnada en la herida. Si él supiese, lo mucho que le gustaba oír su nombre de sus labios, cómo la recibía su cuerpo siempre dispuesto a acogerla y plagarla de placer.
-Hoör -murmuró contra su boca, “te necesito” aquello fue el detonante para que cerrase los ojos, no quería que apreciase lo feliz que le hacía, le avergonzaba sentirse tan vulnerable. Sus labios se entreabrieron, probándolo, sonriendo contra éstos en aquel ataque de amor - Yo más -abrió los ojos, intentando no tambalearse, dejar que las lagrimas que no derramó de niña con aquel momento apareciesen - Te toca marcarme, amor .susurró con mucha delicadeza, apartando el paño y ver que el resultado era el esperado.
La piel estaba un tanto enrojecida pero el resultado fue perfecto. Estaba dispuesta, ofrecida y preparada para que él le marcase no solo con sus besos y su cuerpo. El apellido Cannif lo tendría tatuado en la piel , parte de ella… para siempre. Antes de que la marcase, necesitó beber de su boca, despacio, tentadora… mordiendo sus labios, sin cerrar los ojos… sonriendo contra sus labios, atrapando con sus piernas su cintura. Un sueño , el de ambos poder decir que eran del otro, un anillo que lo confirmaría y los papeles… pero ¿Qué más daba cuando ante los ojos de la otra persona te veían de esa manera única?
Le peinó con los dedos, mordiendo su babilla, seguidamente de su labio inferior y tirar de él para volver a provocarle, algo usual en ella. se separó de él para quedar de pie, a escasos centímetros de su cuerpo, pidió con la mirada que le quitase los lazos del corsé y así el vestido rojo como la sangre cediese, dejando su espalda al descubierto. La falda con tan solo desabrochar algunos botones, cayó por su peso al suelo, dejándola en ropa interior, encaje negro que realzaba su bonita piel dorada. Iba a dejar que él eligiese el lugar en donde descansaría su apellido, para siempre.
-Elige… -deslizó los dedos por su vientre, ligeramente abultado, ahora era completamente suya… ante él, como aquel dios al que tantas veces había rezado…-Soy tuya, Hoör Cannif, déjame…complacerte -murmuró como un ronroneo mientras sus dedos jugaban con su propia ropa interior, dibujándolo con su mirada esmeralda.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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