AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
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La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Recuerdo del primer mensaje :
Aquella noche apenas era capaz de dormir, desde que me dijo ese peculiar “si quiero”, habían pasado unas cuantas semanas en las que ambos habíamos estado sumidos en preocupaciones varias. En mi caso la búsqueda de la espada, el norte y sus complicaciones, nada parecía darme tregua. Ella perdida en la abogaren de los asuntos Cavey. Ambos guardábamos ciertos secretos que parecíamos decididos a no compartir, quizás por miedo a que de hacerlo el otro se sumiera en el mar de nuestras propias dudas, miedos.
Me puse en pie en el mas profundo silencio, mis pasos se perdieron hasta el mueble bar de la cámara, un whisky doble para calmar el desazón y me dejé caer en el sillón del lateral de la cámara observándola dormir.
Paz, esa demonio en ese instante era lo mas parecido a la paz que podía ostentar en tiempos de guerra.
Mirarla era suficiente para darme cuenta de que la amaba, de que nada me importaba si al final del día, cansado a veces, herido otras, borracho algunas ella me acogería entre sus brazos dispuesta a calmarme, a besarme, a amarme.
Mis ojos recorrieron su cuerpo, perfecto, curvas y lineas capaces de calcinar mis mas oscuros pensamientos. Hacia ya mucho desde que alcancé París, desde que sus esmeraldas me mostraron que los juegos son peligrosos y que a su lado los perdería todos y cada uno de ellos, pues era imposible no hacerlo cuando el sentimiento podía mas que el orgullo.
Siempre la quise, desde el mismo instante en que la vi supe que no habría espada para enfrentarme a ella, ni escudo con el que protegerme, a pecho descubierto emprendí la gesta que hoy me llevaba a verla sobre mi lecho preciosa, perfecta, mi mujer.
Un trago de la copa mientras mis ojos se deslizaban hasta la pared frontal, recordé con una medio sonrisa como mi cuerpo la buscó una de las primeras noches, borracho necesitaba calmar mi sed, mas no hubo consuelo en su piel, solo me apartó, un baño según ella necesitaba en ese momento. Duelo de egos el que me empujó a abandonar su habitación. Los dos eramos dos guerreros, acostumbrados a ganar en duelo singular, no eramos capaces de darnos cuenta de que estábamos perdiendo, pues aquella noche, en mi lecho, la eche de menos.
Un trago profundo sin ser capaz de apartar mis ojos de aquel rostro perfecto, labios que rojos me trasportaban al infierno, placentera mi condena si llegaba de sus manos. A liento que era mi único sustento, ojos que contra los míos centelleaban, sin necesidad de palabras ¿para que? Si siempre entendimos todo sin pronunciarlas.
Abrió sus ojos, apenas quedaban unas horas para embarcar, sonreí de medio lado con el vaso entre mis manos.
-No podía dormir -susurré contra el vidrio dando un ultimo trago hasta apurarlo.
Me puse en pie sin apartar mi mirada de la ajena, pies descalzos que se aproximaron de nuevo al lecho donde me dejé caer.
-En tres noches, te convertirás en mi mujer Valeria Cavey.
Aquella noche apenas era capaz de dormir, desde que me dijo ese peculiar “si quiero”, habían pasado unas cuantas semanas en las que ambos habíamos estado sumidos en preocupaciones varias. En mi caso la búsqueda de la espada, el norte y sus complicaciones, nada parecía darme tregua. Ella perdida en la abogaren de los asuntos Cavey. Ambos guardábamos ciertos secretos que parecíamos decididos a no compartir, quizás por miedo a que de hacerlo el otro se sumiera en el mar de nuestras propias dudas, miedos.
Me puse en pie en el mas profundo silencio, mis pasos se perdieron hasta el mueble bar de la cámara, un whisky doble para calmar el desazón y me dejé caer en el sillón del lateral de la cámara observándola dormir.
Paz, esa demonio en ese instante era lo mas parecido a la paz que podía ostentar en tiempos de guerra.
Mirarla era suficiente para darme cuenta de que la amaba, de que nada me importaba si al final del día, cansado a veces, herido otras, borracho algunas ella me acogería entre sus brazos dispuesta a calmarme, a besarme, a amarme.
Mis ojos recorrieron su cuerpo, perfecto, curvas y lineas capaces de calcinar mis mas oscuros pensamientos. Hacia ya mucho desde que alcancé París, desde que sus esmeraldas me mostraron que los juegos son peligrosos y que a su lado los perdería todos y cada uno de ellos, pues era imposible no hacerlo cuando el sentimiento podía mas que el orgullo.
Siempre la quise, desde el mismo instante en que la vi supe que no habría espada para enfrentarme a ella, ni escudo con el que protegerme, a pecho descubierto emprendí la gesta que hoy me llevaba a verla sobre mi lecho preciosa, perfecta, mi mujer.
Un trago de la copa mientras mis ojos se deslizaban hasta la pared frontal, recordé con una medio sonrisa como mi cuerpo la buscó una de las primeras noches, borracho necesitaba calmar mi sed, mas no hubo consuelo en su piel, solo me apartó, un baño según ella necesitaba en ese momento. Duelo de egos el que me empujó a abandonar su habitación. Los dos eramos dos guerreros, acostumbrados a ganar en duelo singular, no eramos capaces de darnos cuenta de que estábamos perdiendo, pues aquella noche, en mi lecho, la eche de menos.
Un trago profundo sin ser capaz de apartar mis ojos de aquel rostro perfecto, labios que rojos me trasportaban al infierno, placentera mi condena si llegaba de sus manos. A liento que era mi único sustento, ojos que contra los míos centelleaban, sin necesidad de palabras ¿para que? Si siempre entendimos todo sin pronunciarlas.
Abrió sus ojos, apenas quedaban unas horas para embarcar, sonreí de medio lado con el vaso entre mis manos.
-No podía dormir -susurré contra el vidrio dando un ultimo trago hasta apurarlo.
Me puse en pie sin apartar mi mirada de la ajena, pies descalzos que se aproximaron de nuevo al lecho donde me dejé caer.
-En tres noches, te convertirás en mi mujer Valeria Cavey.
Última edición por Höor Cannif el Miér Feb 01, 2017 12:37 pm, editado 1 vez
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Un tirón me hundió junto a ella en la tina, no pude evitar perder mi risa en sus labios que raudos se enredaron en aquel oasis de paz.
Las gotas de agua resbalaban por su blanca tez, sus labios abordaban los míos saqueando cada resquicio de mi boca que como las olas impactaba contra su lengua dispuesto a desatar la tempestad.
Se acomodó en mi pecho, no podíamos dejar de mirarnos de ese modo en el que nuestros ojos se devoraban en silencio, la misma mirada que nos dedicamos ese día en su pórtico, donde por primera vez nos retamos a jugar con el otro.
Mucho había pasado desde entonces, pero aquí estábamos, juntos, enamorados. En su vientre crecía vida, el fruto de ese amor apasionado que nos dedicábamos.
Mis dedos se pasearon por su bajo vientre mientras mi sonrisa se perdía en su pelo, en el aroma de aquellas hebras doradas que caían sobre mi pecho desordenadas.
-Me ha costado mucho llegar aquí, a que estemos así.
Sus ojos se alzaron para buscar mis pardos, siseo para hacerme callar, su boca fue la sentencia de muerte que los condeno a mas y su carmín de deslizo por mi barbilla haciéndome jadear fruto del deseo que mi mujer despertaba sobre mi.
-Valeria -susurré alzando su mentón para que me mirara – me he equivocado -asumí por primera vez -Los celos me cegaron, no me he equivocado en todo, no en que los intentos de Haytham por tener contigo algo eran evidentes, tampoco pienso que sea un buen hombre cuando te forzó. Mas si lo he hecho en no confiar en ti, en pensar que no me serias fiel y de cierto modo te he alejado de alguien que se que es importante para ti.
Cambien yo me he alejado de Skadi, se que no te gustaba mi relación con ella y aunque nunca me lo pediste, lo hice sin mas.
Acepto que vuelvas a encontrarte con Haytham, lo intentare vivir con mas calma, tranquilidad -dejé escapar el aire de forma pesada, para mi nunca existiría paz en esos encuentros, pero no podía convertirla en mi prisionera, no quería que algún día mirara atrás y me hiciera culpable de su soledad.
Desvié mi mirada para dejar de enfrentar sus esmeraldas, era obvio que odiaba a ese hombre, mas mi odio no podía convertirse en el suyo. Si ella me amaba como decía, tenia que dejarla volar, si se quedaba conmigo todo era verdad, si por ende, volvía a los brazos del hombre que amo antes de a mi...tendría que resignarme sin mas.
Ladeé la sonrisa, no quería tocar mas ese tema, nuestra noche era esta, ya había dicho lo necesario sobre un tema que no volvería a tocar.
Mi boca volvió a perderse en el naufragio de sus labios, sutil pecado echo llamas que me transportaba a un baile intenso en el infierno.
-¿Mi cortesana? -jadeé contra el carmín -te buscaré en el burdel -sonreí de medio lado -espero no equivocarme de mujer -bromeé entre risas perdiéndome en su blanca tez.
Jamas desearía a otra, tenia frente a mi todo lo que un hombre puede ansiar en esta vida y en la otra.
Le di un azote en el trasero para que se pusiera en pie, decía que tenia que coger una cosa para comenzar aquel juego en el que posiblemente ambos íbamos a perdernos hasta que saliera el sol.
-¿y la cena? -bromeé perdiéndome en sus esmeraldas.
Mis dedos se perdieron en su cuerpo mojado ,quería mas, mi mimbro acaricio sus glúteos.
-Tengo ganas ya -aseguré evidenciando mi verdad con la dureza de mi virilidad.
Sus ojos me buscaron los míos la encontraron, no habría descanso esa noche en la que el desafió y el caos formarían parte de nuestra realidad. Mi mujer era el demonio y yo pensaba darle caza en la noche de nuestra boda, no se me ocurría mejor plan.
Las gotas de agua resbalaban por su blanca tez, sus labios abordaban los míos saqueando cada resquicio de mi boca que como las olas impactaba contra su lengua dispuesto a desatar la tempestad.
Se acomodó en mi pecho, no podíamos dejar de mirarnos de ese modo en el que nuestros ojos se devoraban en silencio, la misma mirada que nos dedicamos ese día en su pórtico, donde por primera vez nos retamos a jugar con el otro.
Mucho había pasado desde entonces, pero aquí estábamos, juntos, enamorados. En su vientre crecía vida, el fruto de ese amor apasionado que nos dedicábamos.
Mis dedos se pasearon por su bajo vientre mientras mi sonrisa se perdía en su pelo, en el aroma de aquellas hebras doradas que caían sobre mi pecho desordenadas.
-Me ha costado mucho llegar aquí, a que estemos así.
Sus ojos se alzaron para buscar mis pardos, siseo para hacerme callar, su boca fue la sentencia de muerte que los condeno a mas y su carmín de deslizo por mi barbilla haciéndome jadear fruto del deseo que mi mujer despertaba sobre mi.
-Valeria -susurré alzando su mentón para que me mirara – me he equivocado -asumí por primera vez -Los celos me cegaron, no me he equivocado en todo, no en que los intentos de Haytham por tener contigo algo eran evidentes, tampoco pienso que sea un buen hombre cuando te forzó. Mas si lo he hecho en no confiar en ti, en pensar que no me serias fiel y de cierto modo te he alejado de alguien que se que es importante para ti.
Cambien yo me he alejado de Skadi, se que no te gustaba mi relación con ella y aunque nunca me lo pediste, lo hice sin mas.
Acepto que vuelvas a encontrarte con Haytham, lo intentare vivir con mas calma, tranquilidad -dejé escapar el aire de forma pesada, para mi nunca existiría paz en esos encuentros, pero no podía convertirla en mi prisionera, no quería que algún día mirara atrás y me hiciera culpable de su soledad.
Desvié mi mirada para dejar de enfrentar sus esmeraldas, era obvio que odiaba a ese hombre, mas mi odio no podía convertirse en el suyo. Si ella me amaba como decía, tenia que dejarla volar, si se quedaba conmigo todo era verdad, si por ende, volvía a los brazos del hombre que amo antes de a mi...tendría que resignarme sin mas.
Ladeé la sonrisa, no quería tocar mas ese tema, nuestra noche era esta, ya había dicho lo necesario sobre un tema que no volvería a tocar.
Mi boca volvió a perderse en el naufragio de sus labios, sutil pecado echo llamas que me transportaba a un baile intenso en el infierno.
-¿Mi cortesana? -jadeé contra el carmín -te buscaré en el burdel -sonreí de medio lado -espero no equivocarme de mujer -bromeé entre risas perdiéndome en su blanca tez.
Jamas desearía a otra, tenia frente a mi todo lo que un hombre puede ansiar en esta vida y en la otra.
Le di un azote en el trasero para que se pusiera en pie, decía que tenia que coger una cosa para comenzar aquel juego en el que posiblemente ambos íbamos a perdernos hasta que saliera el sol.
-¿y la cena? -bromeé perdiéndome en sus esmeraldas.
Mis dedos se perdieron en su cuerpo mojado ,quería mas, mi mimbro acaricio sus glúteos.
-Tengo ganas ya -aseguré evidenciando mi verdad con la dureza de mi virilidad.
Sus ojos me buscaron los míos la encontraron, no habría descanso esa noche en la que el desafió y el caos formarían parte de nuestra realidad. Mi mujer era el demonio y yo pensaba darle caza en la noche de nuestra boda, no se me ocurría mejor plan.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Podía gritarlo a los cuatro vientos, todo el mundo lo supiese: era feliz y estaba enamorada. El amor, del que había repudiado toda su vida y ahora no podía ni imaginar cómo sería su vida sin él. Las dos pequeñas cambiarían su vida, los unirían aún más. dos demonios no podían hacer algo tan perfecto cuando eran un desastre, siempre lo habían sido y ahora sin embargo , podían conseguir cualquier cosa, juntos.
Y si él supiese, cuanto le gustaba oír su nombre de sus labios… si pudiese tan solo imaginárselo un mísero segundo. Sus orbes verdes , se clavaron en él, aclamando su atención pero no esperó que dijese tal cosa. Entrecerró los ojos, sin entender, en quien menos había pensado en ese momento fuese en Haytham. No quería hablar de él, era su noche, la de los dos…en la que comenzaban una vida juntos, no tenía sentido que aquel hombre estuviese entre ambos, ni en conversación, ni en pensamiento.
-No quiero pensar en él ahora. es nuestra noche, la noche en la que me he convertido en la señora Cannif -rió por sus propias palabras, mordiendo su barbilla para que sus miradas se fundiesen, se deseasen aún más de lo que ya lo hacían -Y solo pienso en la habitación, en el burdel…en lo que te tengo preparado. No creas que solo has pensado todo tú, me ha costado saber donde había un burdel y conseguir ciertas cosas por ejemplo… esto - sin dejar de mirarle a los ojos, sus dedos se deslizaron por debajo de la almohada para sacar un antifaz de seda negro, le indicó que se acercase para ser ella quien se lo pusiese.
Le obligó a girarse entre risas cómplices, dejando algún que otro beso en su hombro, mordisco en su cuello, ronroneando contra su nuca. Los dedos de la joven, se deslizaron por su cuello, hundiéndose en sus hombros , acercando sus labios a su oído y jadear por el contacto de sus pechos tras su espalda. Siseó , no quería que dijese nada, siguiese sus indicaciones… al pie de la letra, aquel encuentro diferente debía de salir perfecto. Lo rodeó con los brazos, abrazándole por la espalda y reír en su oído, mordisqueando su lóbulo, jadeando al sentir sus pechos reclamándole.
-Bien. Me iré antes que tú, la cena está en la habitación…pedí que la llevasen allí, amor. Tienes que buscar el mismo antifaz. El demonio estará esperándote entre las sombras, esperándote con ganas de todo y más… -se separó de él, dejando escapar un suspiro… no quería pero ese juego avivaría aún más el deseo, la pasión que sentían por el otro. Rió por lo bajo, de uno de los cajones de la mesita, sacó una caja azul marino y se alejó hasta la puerta, era todo lo que necesitaba -Cuando me encuentres, seremos dos desconocidos… que no se te olvide -se mordió el labio inferior, dándole margen de tiempo para que a ella le diese tiempo a llegar.
Sonrió de medio lado una vez en aquel lugar, había pagado una generosa cantidad de dinero para tener una de las mejores habitaciones, un tanto especiales pues en la que pasarían la noche, no le faltarían juguetes… para volverse locos a la par que su imaginación. Un antifaz negro como el mismo infierno, una bata corta de seda idéntica al antifaz. Su cabello rubio suelto, sus orbes esmeraldas, observándolo todo a su paso, en un taburete, con las piernas cruzadas…la imagen de la lujuria ¿qué llevaba puesto debajo de la bata? Nada.
Las chicas aguardaban su sitio, esperando un nuevo cliente y Valeria, sonrió contra su licor de frutas…esperando que “su cliente apareciese”. Rió al verle de reojo entrar, le gustaba demasiado así, con el rostro oculto. Alguna que otra chica se acercó a él, ella, lo miraba fijamente desde la barra, sonriendo divertida…esperando que la tratase, la buscase como justo lo que era en lo que se había convertido para él “su cortesana”. Jugueteó con los cordones de la bata…esperando, buscándole, deseándole como nunca.
No le dejó , se escondió entre las sombras para ser ella quien lo acechase. Quedó tras él, sin que él se diese cuenta. Sonrió inclinándose hacia él y lamer su cuello de una pasada, ronroneando.
-¿Qué buscas? Puedo dártelo…todo -su mano rodeó la cintura del vikingo, paseando su nariz por su cuello…era él.
Y si él supiese, cuanto le gustaba oír su nombre de sus labios… si pudiese tan solo imaginárselo un mísero segundo. Sus orbes verdes , se clavaron en él, aclamando su atención pero no esperó que dijese tal cosa. Entrecerró los ojos, sin entender, en quien menos había pensado en ese momento fuese en Haytham. No quería hablar de él, era su noche, la de los dos…en la que comenzaban una vida juntos, no tenía sentido que aquel hombre estuviese entre ambos, ni en conversación, ni en pensamiento.
-No quiero pensar en él ahora. es nuestra noche, la noche en la que me he convertido en la señora Cannif -rió por sus propias palabras, mordiendo su barbilla para que sus miradas se fundiesen, se deseasen aún más de lo que ya lo hacían -Y solo pienso en la habitación, en el burdel…en lo que te tengo preparado. No creas que solo has pensado todo tú, me ha costado saber donde había un burdel y conseguir ciertas cosas por ejemplo… esto - sin dejar de mirarle a los ojos, sus dedos se deslizaron por debajo de la almohada para sacar un antifaz de seda negro, le indicó que se acercase para ser ella quien se lo pusiese.
Le obligó a girarse entre risas cómplices, dejando algún que otro beso en su hombro, mordisco en su cuello, ronroneando contra su nuca. Los dedos de la joven, se deslizaron por su cuello, hundiéndose en sus hombros , acercando sus labios a su oído y jadear por el contacto de sus pechos tras su espalda. Siseó , no quería que dijese nada, siguiese sus indicaciones… al pie de la letra, aquel encuentro diferente debía de salir perfecto. Lo rodeó con los brazos, abrazándole por la espalda y reír en su oído, mordisqueando su lóbulo, jadeando al sentir sus pechos reclamándole.
-Bien. Me iré antes que tú, la cena está en la habitación…pedí que la llevasen allí, amor. Tienes que buscar el mismo antifaz. El demonio estará esperándote entre las sombras, esperándote con ganas de todo y más… -se separó de él, dejando escapar un suspiro… no quería pero ese juego avivaría aún más el deseo, la pasión que sentían por el otro. Rió por lo bajo, de uno de los cajones de la mesita, sacó una caja azul marino y se alejó hasta la puerta, era todo lo que necesitaba -Cuando me encuentres, seremos dos desconocidos… que no se te olvide -se mordió el labio inferior, dándole margen de tiempo para que a ella le diese tiempo a llegar.
Sonrió de medio lado una vez en aquel lugar, había pagado una generosa cantidad de dinero para tener una de las mejores habitaciones, un tanto especiales pues en la que pasarían la noche, no le faltarían juguetes… para volverse locos a la par que su imaginación. Un antifaz negro como el mismo infierno, una bata corta de seda idéntica al antifaz. Su cabello rubio suelto, sus orbes esmeraldas, observándolo todo a su paso, en un taburete, con las piernas cruzadas…la imagen de la lujuria ¿qué llevaba puesto debajo de la bata? Nada.
Las chicas aguardaban su sitio, esperando un nuevo cliente y Valeria, sonrió contra su licor de frutas…esperando que “su cliente apareciese”. Rió al verle de reojo entrar, le gustaba demasiado así, con el rostro oculto. Alguna que otra chica se acercó a él, ella, lo miraba fijamente desde la barra, sonriendo divertida…esperando que la tratase, la buscase como justo lo que era en lo que se había convertido para él “su cortesana”. Jugueteó con los cordones de la bata…esperando, buscándole, deseándole como nunca.
No le dejó , se escondió entre las sombras para ser ella quien lo acechase. Quedó tras él, sin que él se diese cuenta. Sonrió inclinándose hacia él y lamer su cuello de una pasada, ronroneando.
-¿Qué buscas? Puedo dártelo…todo -su mano rodeó la cintura del vikingo, paseando su nariz por su cuello…era él.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Ladeé la sonrisa cuando la vi sacar un antifaz de debajo del almohadón, desde luego lo tenia todo bien pensado. Nuestros ojos se perdieron en los del otro, sus esmeraldas centelleaban, aquel cuerpo era el mayor de mis pecados, lo deseaba a todas horas, de un modo casi enfermizo y mi hombría en alza era la prueba.
Mis labios se entreabrieron dispuestos a acoger los suyos, aquella risa ensordecedora que lo decía todo y nada al mismo tiempo, su aliento contra mi boca, su nariz rozando la mía en un vals lento que se decía todo sin necesidad de palabras, no nos mirábamos, nos devorábamos.
Nuestro amor iba mas allá de la atracción ,de la pasión y en ese momento creí que nada ni nadie podría separarnos.
Su carmín en mi hombro, ronroneos en mi cuello mientras yo ladeaba la cabeza enfermo de deseo, mi respiración se entrecortaba y por un momento pensé en follarla contra el lecho.
-Déjame montarte otra vez -gemí con mi lengua de fuego repasando su boca que me dejo vació de besos pues como un depredador y con su dedo en mi pecho camino a mi alrededor colocándose a mi espalda.
Sus pechos reclamaron mi cuerpo, presionándose tenaces contra mi, gruñí de pura frustración al sentir el antifaz en mis ojos y esa despedida que me supo a nada y me lo prometió todo.
La detuve de la mano cuando escuché su suspiro y tiré de ella para entrechocar nuestros labios en un beso furtivo, un azote en el culo y una promesa velada de que la buscaría aunque el infierno fuera el lugar donde hacerlo.
Ladeé la sonrisa al sentir como la puerta se cerraba, estaba solo, ahora la cena y buscar a mi demonio de labios rojos.
Esa noche seriamos dos desconocidos, no pude evitar recordar el día que nos conocimos, la ame al instante, también sufrí como nadie, nunca luche en gesta mas grande, pues ella no parecía dispuesta a ceder un ápice. Una eternidad ese si quiero que ahora quedaba en el olvido, pues era mía.
La boda me había traído paz, seguridad, era como si todo lo anterior pudiera quedar atrás, las dudas, la lista con los que debía o no casarse, el viaje en el tiempo y Haytham, ese hombre al que odiaba por encima de todo. Era mía, solo mía y ahora eso quedaba no solo reflejado en nuestra piel si no en la ley.
Mis pasos se perdieron por el salón de sillones rojos y ennegrecido humo de puros y cigarros, mujeres semidesnudas y luces tenues veladas con seda roja para dar al ambiente la calidez e intimidad deseada.
Ladeé la sonrisa cuando una de las furcias se acercó a mi, algo me decía que mi demonio me miraba, mas para que mentir, habíamos venido a jugar ¿no era así?
Deslicé mis dedos por su brazo, pensativo, como si dudara de haberla o no encontrado, una negativa basto para que esta se fuera mientras mis pasos seguían adentrándose entre el bullicio.
En una mesa un hombre con dos enrollándose, en otra dos mujeres masturbándose, mis ojos se perdieron en sus cuerpos cuando a mi espalda sonó la voz de la desconocida que buscaba.
Me giré para enfrentar sus esmeraldas
-Lo quiero todo -susurré dejando escapar el aire contra sus labios – pero.. -interpuse mi dedo cando sus labios se acercaron a los míos -no se si me lo podrás dar
Señalé con el dedo una de las mesas mientras pedía a una de las taberneras una botella de whisky y dos vasos para ambos.
Mis ojos se pasearon por su camisón negro a juego con el antifaz, una minúscula bata cubría su cuerpo, estaba preciosa a decir verdad y mi abultado miembro gritaba a los cuatro vientos que la deseaba montar, pero...primero teníamos que jugar.
Mis labios se entreabrieron dispuestos a acoger los suyos, aquella risa ensordecedora que lo decía todo y nada al mismo tiempo, su aliento contra mi boca, su nariz rozando la mía en un vals lento que se decía todo sin necesidad de palabras, no nos mirábamos, nos devorábamos.
Nuestro amor iba mas allá de la atracción ,de la pasión y en ese momento creí que nada ni nadie podría separarnos.
Su carmín en mi hombro, ronroneos en mi cuello mientras yo ladeaba la cabeza enfermo de deseo, mi respiración se entrecortaba y por un momento pensé en follarla contra el lecho.
-Déjame montarte otra vez -gemí con mi lengua de fuego repasando su boca que me dejo vació de besos pues como un depredador y con su dedo en mi pecho camino a mi alrededor colocándose a mi espalda.
Sus pechos reclamaron mi cuerpo, presionándose tenaces contra mi, gruñí de pura frustración al sentir el antifaz en mis ojos y esa despedida que me supo a nada y me lo prometió todo.
La detuve de la mano cuando escuché su suspiro y tiré de ella para entrechocar nuestros labios en un beso furtivo, un azote en el culo y una promesa velada de que la buscaría aunque el infierno fuera el lugar donde hacerlo.
Ladeé la sonrisa al sentir como la puerta se cerraba, estaba solo, ahora la cena y buscar a mi demonio de labios rojos.
Esa noche seriamos dos desconocidos, no pude evitar recordar el día que nos conocimos, la ame al instante, también sufrí como nadie, nunca luche en gesta mas grande, pues ella no parecía dispuesta a ceder un ápice. Una eternidad ese si quiero que ahora quedaba en el olvido, pues era mía.
La boda me había traído paz, seguridad, era como si todo lo anterior pudiera quedar atrás, las dudas, la lista con los que debía o no casarse, el viaje en el tiempo y Haytham, ese hombre al que odiaba por encima de todo. Era mía, solo mía y ahora eso quedaba no solo reflejado en nuestra piel si no en la ley.
Mis pasos se perdieron por el salón de sillones rojos y ennegrecido humo de puros y cigarros, mujeres semidesnudas y luces tenues veladas con seda roja para dar al ambiente la calidez e intimidad deseada.
Ladeé la sonrisa cuando una de las furcias se acercó a mi, algo me decía que mi demonio me miraba, mas para que mentir, habíamos venido a jugar ¿no era así?
Deslicé mis dedos por su brazo, pensativo, como si dudara de haberla o no encontrado, una negativa basto para que esta se fuera mientras mis pasos seguían adentrándose entre el bullicio.
En una mesa un hombre con dos enrollándose, en otra dos mujeres masturbándose, mis ojos se perdieron en sus cuerpos cuando a mi espalda sonó la voz de la desconocida que buscaba.
Me giré para enfrentar sus esmeraldas
-Lo quiero todo -susurré dejando escapar el aire contra sus labios – pero.. -interpuse mi dedo cando sus labios se acercaron a los míos -no se si me lo podrás dar
Señalé con el dedo una de las mesas mientras pedía a una de las taberneras una botella de whisky y dos vasos para ambos.
Mis ojos se pasearon por su camisón negro a juego con el antifaz, una minúscula bata cubría su cuerpo, estaba preciosa a decir verdad y mi abultado miembro gritaba a los cuatro vientos que la deseaba montar, pero...primero teníamos que jugar.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
El juego acababa de comenzar. No, no podían ser como una pareja normal, celebrando la noche de bodas en la alcoba nupcial. Tenían que tentarse mutuamente, provocarse, buscarse hasta la saciedad y perderse en el otro como la primera vez pues siempre para al menos Valeria, era como si fuese la primera y única. No importaba cuantos labios rozados, pues los besos solo los había robado él, tampoco importaba con cuantas personas se habían perdido entre las sabanas… todo carecía sentido porque solo era él. Él y ella luchando contra viento y marea, contra todos aquellos que se negaban a aceptar verles juntos ¿envidia, celos… solo por meterse en donde no les llaman? Todo un conjunto.
En aquel lugar de pecado, miradas furtivas tanto para el demonio de labios carmesí al igual que para el noruego enmascarado. Ambos con el mismo sello, ese antifaz negro que los hacía rivales de un juego que estaba a punto de empezar en el que solo los dos serían partícipes. El demonio observaba a su alrededor frente a un licor de frutas, ofuscada por no poder tomar un buen whisky, uno que quemase la garganta, dejase ese rico sabor en los labios. Se relamió ante el recuerdo del último que tomó, antes de saber que estaba embarazada. Sonrió irremediablemente, haciéndola aún más hermosa y atrayente. La espera de las niñas era lo mejor que le había pasado en la vida, y ¿por qué negarlo? Él fue ese soplo de aire que necesitaba para devolverla a la vida, tuviese sentido.
Desde su posición, pudo verle entrar. Lo miró de reojo con la copa apoyada en los labios, observando cada uno de sus gestos y… tuvo impulsos asesinos en cuanto aquella mujerzuela se acercó a él. Apretó con tanta fuerza el vaso que por momentos pensó que lo rompería entre sus dedos. No solo eso, también se deleitó en la imagen de aquellas mujeres darse placer. Furiosa, le ofreció todo y él ponía en duda que pudiese dárselo. No sabía lo que acababa de decir, tras esa frase todo cambiaría.
-Quién sabe, quizás no… o..-buscó sus labios, entreabriendo los carmesís, provocándole, gimiendo contra los labios ajenos y morderse el inferior… pura provocación, tentación extrema y más, cuando eran unos desconocidos en aquel lugar -Podrían dártelo todo.. -le tomó del mentón para que girase el rostro a aquellas mujeres, un rugido se le escapó al ver a aquella prostituta volver a acercarse, buscando su negocio de esta noche -Cielo, ven… -la chica pareció encantada, Valeria sonreía, deslizando las manos por la cintura del noruego, acercándole pero apartándole al mismo tiempo… -Te ha gustado ¿cierto? Ha sido mutuo…os he visto. La has tocado
El tono utilizado en la última frase fue diferente, amenazador…celos. Unos celos enfermizos que él pudo leer en sus orbes esmeraldas. Apretó con fuerza los labios, apartándose de él y tomar del brazo a aquella joven. Susurró un par de palabras en su oído, consiguió lo que pretendía…se fuese espantada y no era para menos, la había amenazado y no de cualquier manera. Lo castigó, con una simple mirada. Entrecerró los ojos, dando un par de pasos hacia atrás y negar con la cabeza.
-Sigue buscando, quizás encuentres a alguien quien pueda dártelo todo…yo seguiré esperando -se desató la bata, dejando a la vista un bonito corsé de encaje negro que de momento solo él pudo ver hasta que el batín cayó el suelo. Lo miró desafiante, ahora no solo él la vería semi desnuda, miradas puestas en ella… estaba jugando con fuego. Los celos iban a llevarles al infierno… -Sigue buscando -se giró, dejando a la vista su espalda - No te iba a dar todo… todo se quedaría poco con lo que te haría sentir pero..lástima, has dejado pasar tu oportunidad. -sonrió maliciosa, celosa, furiosa… él jamás pudo verla tan territorial, despedazando con la mirada a la que osase tan solo mirarle.
En aquel lugar de pecado, miradas furtivas tanto para el demonio de labios carmesí al igual que para el noruego enmascarado. Ambos con el mismo sello, ese antifaz negro que los hacía rivales de un juego que estaba a punto de empezar en el que solo los dos serían partícipes. El demonio observaba a su alrededor frente a un licor de frutas, ofuscada por no poder tomar un buen whisky, uno que quemase la garganta, dejase ese rico sabor en los labios. Se relamió ante el recuerdo del último que tomó, antes de saber que estaba embarazada. Sonrió irremediablemente, haciéndola aún más hermosa y atrayente. La espera de las niñas era lo mejor que le había pasado en la vida, y ¿por qué negarlo? Él fue ese soplo de aire que necesitaba para devolverla a la vida, tuviese sentido.
Desde su posición, pudo verle entrar. Lo miró de reojo con la copa apoyada en los labios, observando cada uno de sus gestos y… tuvo impulsos asesinos en cuanto aquella mujerzuela se acercó a él. Apretó con tanta fuerza el vaso que por momentos pensó que lo rompería entre sus dedos. No solo eso, también se deleitó en la imagen de aquellas mujeres darse placer. Furiosa, le ofreció todo y él ponía en duda que pudiese dárselo. No sabía lo que acababa de decir, tras esa frase todo cambiaría.
-Quién sabe, quizás no… o..-buscó sus labios, entreabriendo los carmesís, provocándole, gimiendo contra los labios ajenos y morderse el inferior… pura provocación, tentación extrema y más, cuando eran unos desconocidos en aquel lugar -Podrían dártelo todo.. -le tomó del mentón para que girase el rostro a aquellas mujeres, un rugido se le escapó al ver a aquella prostituta volver a acercarse, buscando su negocio de esta noche -Cielo, ven… -la chica pareció encantada, Valeria sonreía, deslizando las manos por la cintura del noruego, acercándole pero apartándole al mismo tiempo… -Te ha gustado ¿cierto? Ha sido mutuo…os he visto. La has tocado
El tono utilizado en la última frase fue diferente, amenazador…celos. Unos celos enfermizos que él pudo leer en sus orbes esmeraldas. Apretó con fuerza los labios, apartándose de él y tomar del brazo a aquella joven. Susurró un par de palabras en su oído, consiguió lo que pretendía…se fuese espantada y no era para menos, la había amenazado y no de cualquier manera. Lo castigó, con una simple mirada. Entrecerró los ojos, dando un par de pasos hacia atrás y negar con la cabeza.
-Sigue buscando, quizás encuentres a alguien quien pueda dártelo todo…yo seguiré esperando -se desató la bata, dejando a la vista un bonito corsé de encaje negro que de momento solo él pudo ver hasta que el batín cayó el suelo. Lo miró desafiante, ahora no solo él la vería semi desnuda, miradas puestas en ella… estaba jugando con fuego. Los celos iban a llevarles al infierno… -Sigue buscando -se giró, dejando a la vista su espalda - No te iba a dar todo… todo se quedaría poco con lo que te haría sentir pero..lástima, has dejado pasar tu oportunidad. -sonrió maliciosa, celosa, furiosa… él jamás pudo verla tan territorial, despedazando con la mirada a la que osase tan solo mirarle.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
“Podría dártelo todo” susurró contra mis labios mientras alzaba mi mentón para que la mirara a ella y no a las mujeres que en el sofá de al lado se besaban acariciando sus esculturales cuerpos.
Ladeé la sonrisa me gustaba como sus ojos esmeralda centelleaban, la deseaba mas que a nada en el mundo. Ella era mi demonio, mi oscuridad, mi aliento entrechoco furtivo con su boca mostrandole hasta que punto ella era mi debilidad. Un jadeo que arranco que mi hombría se alzar al tiempo que la prostituta regresaba frente a mi y yo me limitaba a ladear la sonrisa para mirarla mientras mi mujer me forzaba de un modo poco convencido a hacerlo.
Los dedos de Valeria acariciaban mi cintura, sujetando de ese modo mi cuerpo para que no avanzara hacia la prostituta ¿de verdad creía que iba a hacerlo? La situación me divertía, me gustaba por primera vez verla celosa, algo que nunca había sucedido en este tiempo. Me atrevería a decir que su actitud me excitaba muchísimo, hasta ahora solo yo me había partido los cuernos con otros que habían osado tocarla y ella dejarse, no le quitaba culpa por mucho que la amara.
En ocasiones me sentí estúpido, mi orgullo rugió y por un momento pensé en hacérselas pagar con esa fulana que no me importaba nada, pero que serviría para cabrearla.
Quería que entendiera lo que para mi había significado verla con Hyatham todo este tiempo, saber que lo besó en el despacho. Es mas, en mi viaje en busca de la espada se encontró con él a mis espaldas y de nuevo sus labios se encontraron, era consciente que lo rechazo, mas..también que el la toco, me hacia sentir un poco hombre el no haber hecho lo que debía, darle muerte por haberse atrevido tan solo a mirarla, en el norte esa afrenta se paga con la vida y yo..yo lo había dejado pasar por amor. Mi mano se extendió por un momento para alcanzar el brazo de la fulana que sonrió por mi atrevimiento.
Una parte de mi deseaba hacerlo, mostrarle lo que era sentir como la persona que amas se pierde en otra boca aunque no signifique nada, peor, tenia que olvidar, me había casado con ella y el pasado debía quedar atrás. Solté su mano y esta se fue espantada cuando mi mujer le susurró algo al oído que la hizo temblar.
Me castigo con su indiferencia dando unos pasos hacia atrás e instigandome a buscar a alguien que me pudiera complacer, algo que me hizo relamerme los labios, acaso no se daba cuenta que frente a mis ojos tenia todo cuanto deseaba.
Dejo caer el batin ,su cuerpo semidesnudo fue una provocación no solo para mi, si no para todos los hombres que había allí.
Celos, eso sentí al ver las miradas de todos fijos en su cuerpo, rugí cabreado mirando desafiante a cada extraño dispuesto a darles muerte si osaban mirar lo que me pertenecía, mi mano al mango de la bastarda, miedo en sus miradas, pues pronto los ojos se apartaron de mi presa. Acorté la distancia cubriéndola con mis brazos y molesto tiré de su cuerpo para sentarla sobre mi en uno de los sofás rojos apenas iluminados por unas lamparas de luz tenue.
-Dámelo todo y mas, pues mi cabreo en estos momentos no conoce parangón -tome su mentón para enfrentar su mirada a través del antifaz -espero entiendas estas palabras que jamas repetiré, eres mía y si me entero alguna vez que me traicionas mi venganza no conocerá limites ¿lo entiendes?
Pedí una botella de whisky con un gesto a la posadera antes de que mi boca chocara furiosa como las olas contra las rocas de su boca. Un jadeo que se perdió en su carmín rojo y mi lengua ávida de deseo surcando el embravecido mar de sus labios.
Ladeé la sonrisa me gustaba como sus ojos esmeralda centelleaban, la deseaba mas que a nada en el mundo. Ella era mi demonio, mi oscuridad, mi aliento entrechoco furtivo con su boca mostrandole hasta que punto ella era mi debilidad. Un jadeo que arranco que mi hombría se alzar al tiempo que la prostituta regresaba frente a mi y yo me limitaba a ladear la sonrisa para mirarla mientras mi mujer me forzaba de un modo poco convencido a hacerlo.
Los dedos de Valeria acariciaban mi cintura, sujetando de ese modo mi cuerpo para que no avanzara hacia la prostituta ¿de verdad creía que iba a hacerlo? La situación me divertía, me gustaba por primera vez verla celosa, algo que nunca había sucedido en este tiempo. Me atrevería a decir que su actitud me excitaba muchísimo, hasta ahora solo yo me había partido los cuernos con otros que habían osado tocarla y ella dejarse, no le quitaba culpa por mucho que la amara.
En ocasiones me sentí estúpido, mi orgullo rugió y por un momento pensé en hacérselas pagar con esa fulana que no me importaba nada, pero que serviría para cabrearla.
Quería que entendiera lo que para mi había significado verla con Hyatham todo este tiempo, saber que lo besó en el despacho. Es mas, en mi viaje en busca de la espada se encontró con él a mis espaldas y de nuevo sus labios se encontraron, era consciente que lo rechazo, mas..también que el la toco, me hacia sentir un poco hombre el no haber hecho lo que debía, darle muerte por haberse atrevido tan solo a mirarla, en el norte esa afrenta se paga con la vida y yo..yo lo había dejado pasar por amor. Mi mano se extendió por un momento para alcanzar el brazo de la fulana que sonrió por mi atrevimiento.
Una parte de mi deseaba hacerlo, mostrarle lo que era sentir como la persona que amas se pierde en otra boca aunque no signifique nada, peor, tenia que olvidar, me había casado con ella y el pasado debía quedar atrás. Solté su mano y esta se fue espantada cuando mi mujer le susurró algo al oído que la hizo temblar.
Me castigo con su indiferencia dando unos pasos hacia atrás e instigandome a buscar a alguien que me pudiera complacer, algo que me hizo relamerme los labios, acaso no se daba cuenta que frente a mis ojos tenia todo cuanto deseaba.
Dejo caer el batin ,su cuerpo semidesnudo fue una provocación no solo para mi, si no para todos los hombres que había allí.
Celos, eso sentí al ver las miradas de todos fijos en su cuerpo, rugí cabreado mirando desafiante a cada extraño dispuesto a darles muerte si osaban mirar lo que me pertenecía, mi mano al mango de la bastarda, miedo en sus miradas, pues pronto los ojos se apartaron de mi presa. Acorté la distancia cubriéndola con mis brazos y molesto tiré de su cuerpo para sentarla sobre mi en uno de los sofás rojos apenas iluminados por unas lamparas de luz tenue.
-Dámelo todo y mas, pues mi cabreo en estos momentos no conoce parangón -tome su mentón para enfrentar su mirada a través del antifaz -espero entiendas estas palabras que jamas repetiré, eres mía y si me entero alguna vez que me traicionas mi venganza no conocerá limites ¿lo entiendes?
Pedí una botella de whisky con un gesto a la posadera antes de que mi boca chocara furiosa como las olas contra las rocas de su boca. Un jadeo que se perdió en su carmín rojo y mi lengua ávida de deseo surcando el embravecido mar de sus labios.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
No hacía falta preguntar qué pasaba por la cabeza del noruego en ese instante, en el que la prostituta regresó volviendo a intentarlo. Podía vengarse por lo ocurrido en el pasado, eran dos desconocidos bajo ese techo de pecado, provocación, lujuria y pasión. Celos. Nunca antes había experimentado ese estado ¿ella celos? Jamás y menos de alguien tan insignificante como esa mujerzuela. Podía dárselo todo y más, no era ninguna promesa, si no un hecho. No pudo evitar que una sonrisa irónica se le formase en el rostro, irónica, de incredulidad… si terminaba vengándose y darle una lección, esa chica lo pasaría muy mal… no iba a permitir que ella ni nadie le arrebatasen las atenciones del noruego.
Una advertencia, ¿qué mejor arma que sus ojos verdes esmeralda desafiantes? No solo corrió despavorida, juraría que la había oído gritar y no era para menos, le susurró la forma en la que la torturaría y no, no era nada agradable, menos asegurarle que lo haría con esa sonrisa maliciosa, la del mismo demonio capaz de arrastrarte al mismo infierno de la peor de las maneras. La venganza del noruego parecía no desistir porque no solo le divertía la situación, volvió a tocar a esa maldita mujerzuela. Rugió desafiante, apartándose de ambos un par de pasos, observándolos para finalmente clavar sus orbes en él.
Solo ella era capaz de mirarlo desafiante, ambos volvían a batallar ¿quién sería el ganador? ¿o perderían los dos? Al tirar de ella, la risa del demonio se extendió por todo el burdel captando la atención de todos los presentes, provocando y seduciendo cuando solo quería que él la reclamase con desesperación y viceversa. Ella sí que estaba enfadada, cabreada, furiosa. Se mordió el labio inferior, por el centro… estaba más enfadada que nunca. No le dejó terminar la frase, las manos finas y delicadas de la joven le tomaron del cuello, haciendo presión , con fuerza. Sus piernas se enredaron en su cintura, tirando hacia sí, para que él pudiese quedar parcialmente sobre ella. No estaba bromeando, mucho menos jugando…sus orbes esmeralda centelleaban de celos.
-Ibas a hacerlo, hacerme ver y pagar, saber qué se siente cuando ves a la persona que amas perderse en otros labios… la has tocado, has apartado unos segundos tu mirada de mí y eso no te lo voy a perdonar… ¿qué te lo dé todo? no te mereces que te dé nada -rugió las palabras contra sus labios, verle celosa, una escena que, sin duda, no tenía precio alguno. Apretó con fuerza el cuello ajeno, una especie de venganza pero sin el resultado esperado…ella era mucho más fuerte -La has tocado. Has tocado a otra… -era como si no daba crédito, no pudiese creerlo.
Sus orbes se oscurecieron pues esa situación le enfadaba como excitaba en demasía. Entreabrió los labios, mordisqueando con cierta fuerza su barbilla, moviendo las caderas para incendiarlo aún más. Negó con la cabeza, buscando su boca con cuidado, como una pantera… una boca que devoró como si fuese su última cena. Buscó y jugó con su lengua, mordiendo ésta y rugir contra su boca.
Se dejó caer hacia atrás para que observarse con la tenue luz su cuerpo cubierto con esa fina tela que dejaba muy poco a la imaginación, sus pechos ofrecidos, pezones duros que lo reclamaban y su sexo, presionaba el ajeno para volverle aún más loco.
-No. Tú me lo darás todo… harás conmigo lo que desees ¿no era ese el plan? -un clic, acababa de ponerse ella misma las esposas, aprovechando que sus brazos los tenía tras su nuca. -Tienes tres deseos…empieza por el primero. Ya me tienes aquí, tú me lo darás todo y yo… te complaceré, ese es el trato pero como vuelvas a mirar a otra… tocarla… te juro que no me vuelves a ver el pelo en tu vida. Estoy celosa. Eres mío -
Una advertencia, ¿qué mejor arma que sus ojos verdes esmeralda desafiantes? No solo corrió despavorida, juraría que la había oído gritar y no era para menos, le susurró la forma en la que la torturaría y no, no era nada agradable, menos asegurarle que lo haría con esa sonrisa maliciosa, la del mismo demonio capaz de arrastrarte al mismo infierno de la peor de las maneras. La venganza del noruego parecía no desistir porque no solo le divertía la situación, volvió a tocar a esa maldita mujerzuela. Rugió desafiante, apartándose de ambos un par de pasos, observándolos para finalmente clavar sus orbes en él.
Solo ella era capaz de mirarlo desafiante, ambos volvían a batallar ¿quién sería el ganador? ¿o perderían los dos? Al tirar de ella, la risa del demonio se extendió por todo el burdel captando la atención de todos los presentes, provocando y seduciendo cuando solo quería que él la reclamase con desesperación y viceversa. Ella sí que estaba enfadada, cabreada, furiosa. Se mordió el labio inferior, por el centro… estaba más enfadada que nunca. No le dejó terminar la frase, las manos finas y delicadas de la joven le tomaron del cuello, haciendo presión , con fuerza. Sus piernas se enredaron en su cintura, tirando hacia sí, para que él pudiese quedar parcialmente sobre ella. No estaba bromeando, mucho menos jugando…sus orbes esmeralda centelleaban de celos.
-Ibas a hacerlo, hacerme ver y pagar, saber qué se siente cuando ves a la persona que amas perderse en otros labios… la has tocado, has apartado unos segundos tu mirada de mí y eso no te lo voy a perdonar… ¿qué te lo dé todo? no te mereces que te dé nada -rugió las palabras contra sus labios, verle celosa, una escena que, sin duda, no tenía precio alguno. Apretó con fuerza el cuello ajeno, una especie de venganza pero sin el resultado esperado…ella era mucho más fuerte -La has tocado. Has tocado a otra… -era como si no daba crédito, no pudiese creerlo.
Sus orbes se oscurecieron pues esa situación le enfadaba como excitaba en demasía. Entreabrió los labios, mordisqueando con cierta fuerza su barbilla, moviendo las caderas para incendiarlo aún más. Negó con la cabeza, buscando su boca con cuidado, como una pantera… una boca que devoró como si fuese su última cena. Buscó y jugó con su lengua, mordiendo ésta y rugir contra su boca.
Se dejó caer hacia atrás para que observarse con la tenue luz su cuerpo cubierto con esa fina tela que dejaba muy poco a la imaginación, sus pechos ofrecidos, pezones duros que lo reclamaban y su sexo, presionaba el ajeno para volverle aún más loco.
-No. Tú me lo darás todo… harás conmigo lo que desees ¿no era ese el plan? -un clic, acababa de ponerse ella misma las esposas, aprovechando que sus brazos los tenía tras su nuca. -Tienes tres deseos…empieza por el primero. Ya me tienes aquí, tú me lo darás todo y yo… te complaceré, ese es el trato pero como vuelvas a mirar a otra… tocarla… te juro que no me vuelves a ver el pelo en tu vida. Estoy celosa. Eres mío -
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Ella era el demonio y su risa se extendió como el veneno mas intenso destrozandome por dentro. Estaba enfadada, algo que me excitaba, pues su rabia venia fundada por los celos, terrible sentimiento experimentado en mis propias carnes y donde yo tampoco encontré consuelo en ella si no desprecio.
Mi aliento golpeó sus labios cuando esta se los mordió por el centro, gesto que sabia que me elocuencia y que como no, me hizo rugir de necesidad saliendo a su encuentro.
Mi lengua trazo el deseo, su boca se entreabrió echa fuego y me incendie en ella entre roncos jadeos.
Caímos sobre el sofá, sus piernas atrapaban mi cintura, mi hombría presionaba su sexo mostrandole hasta donde llegaba mi deseo.
Ella en si misma era el mayor espectáculo para mis ojos, pechos que se ofrecían a mi boca, endurecidos, manantial para calmar mi sed sin limites, sin medidas.
Rugí al escuchar sus palabras, ahora me amenazaba con un castigo que a decir verdad quería sentir sobre mi piel, quería que me hiciera sangrar, que me mostrara de que estaba echa de verdad.
Había mirado a otra, tenia razón y miraría a muchas mas si esa era su reacción.
-Deseo que me muestres tu frustración, tienes una daga ¿no es cierto? Úsala, demuéstrame hasta que punto me odiarías si mis labios acapararan otra boca que no fuera la tuya – arrastre las palabras de forma deliberada impactando contra su boca cada una de ellas de forma ronca.
Solo las bragas y mi pantalón separaban nuestros sexos que parecían reclamarse como si fueran los mismos elementos.
Hice a un lado sus bragas, mis dedos se deslizaron por la trinchera de sus labios dejando que jugaran traviesos con el botón que activaba su placer y que ahora pellizcaba con suavidad sin apartar mis pardos de esas esmeraldas que brillaban con intensidad.
Su boca me busco, poco o nada nos importaba que la gente nos mirara, que estuviéramos allí dando el espectáculo, pues sus dientes mordieron mi barbilla y mis dedos la torturaron haciéndola gemir con fuerza.
-Lo quiero todo Valeria, te quiero a ti -gruñí antes de que su boca me devorara los labios, sentía la presión sobre ellos, como los abríamos buscándonos, mordiéndonos la misma lengua que sedienta serpenteaba ansiosa por encontrarlo todo, por saborear cada recóndito lugar que hubiéramos podido olvidar.
Jadeos que se incrementaban cada vez mas rápidos, hasta que el click de las esposas me hizo alzar la mirada hasta sus ojos.
Sus palabras eran una clara ofrenda, la misma que mi pueblo hace antes de ir a la guerra, ofrecida, semidesnuda y mía. Tome la botella de whisky esparciéndola sobre la tela del camisón, que rápidamente se pego a sus pechos erguidos, dibujando cada contorno de su figura. Allí fue mi boca, apartando aquella fina seda plagada de transparencias, para perderse en su piel y su embriagador sabor, quería todo a decir verdad.
Alce el rostro manchado de alcohol, su boca lo busco, la alcé sentándola a horcajadas para mirarla de frente mientras mis manos buscaban tapar con la tela húmeda de nuevo sus pechos que mi arranque pasional habían dejado al descubierto.
-Si empezamos tan fuerte la noche acabará, estoy muy excitado -susurré con la voz entrecortada contra sus labios -dame de beber.
Mi aliento golpeó sus labios cuando esta se los mordió por el centro, gesto que sabia que me elocuencia y que como no, me hizo rugir de necesidad saliendo a su encuentro.
Mi lengua trazo el deseo, su boca se entreabrió echa fuego y me incendie en ella entre roncos jadeos.
Caímos sobre el sofá, sus piernas atrapaban mi cintura, mi hombría presionaba su sexo mostrandole hasta donde llegaba mi deseo.
Ella en si misma era el mayor espectáculo para mis ojos, pechos que se ofrecían a mi boca, endurecidos, manantial para calmar mi sed sin limites, sin medidas.
Rugí al escuchar sus palabras, ahora me amenazaba con un castigo que a decir verdad quería sentir sobre mi piel, quería que me hiciera sangrar, que me mostrara de que estaba echa de verdad.
Había mirado a otra, tenia razón y miraría a muchas mas si esa era su reacción.
-Deseo que me muestres tu frustración, tienes una daga ¿no es cierto? Úsala, demuéstrame hasta que punto me odiarías si mis labios acapararan otra boca que no fuera la tuya – arrastre las palabras de forma deliberada impactando contra su boca cada una de ellas de forma ronca.
Solo las bragas y mi pantalón separaban nuestros sexos que parecían reclamarse como si fueran los mismos elementos.
Hice a un lado sus bragas, mis dedos se deslizaron por la trinchera de sus labios dejando que jugaran traviesos con el botón que activaba su placer y que ahora pellizcaba con suavidad sin apartar mis pardos de esas esmeraldas que brillaban con intensidad.
Su boca me busco, poco o nada nos importaba que la gente nos mirara, que estuviéramos allí dando el espectáculo, pues sus dientes mordieron mi barbilla y mis dedos la torturaron haciéndola gemir con fuerza.
-Lo quiero todo Valeria, te quiero a ti -gruñí antes de que su boca me devorara los labios, sentía la presión sobre ellos, como los abríamos buscándonos, mordiéndonos la misma lengua que sedienta serpenteaba ansiosa por encontrarlo todo, por saborear cada recóndito lugar que hubiéramos podido olvidar.
Jadeos que se incrementaban cada vez mas rápidos, hasta que el click de las esposas me hizo alzar la mirada hasta sus ojos.
Sus palabras eran una clara ofrenda, la misma que mi pueblo hace antes de ir a la guerra, ofrecida, semidesnuda y mía. Tome la botella de whisky esparciéndola sobre la tela del camisón, que rápidamente se pego a sus pechos erguidos, dibujando cada contorno de su figura. Allí fue mi boca, apartando aquella fina seda plagada de transparencias, para perderse en su piel y su embriagador sabor, quería todo a decir verdad.
Alce el rostro manchado de alcohol, su boca lo busco, la alcé sentándola a horcajadas para mirarla de frente mientras mis manos buscaban tapar con la tela húmeda de nuevo sus pechos que mi arranque pasional habían dejado al descubierto.
-Si empezamos tan fuerte la noche acabará, estoy muy excitado -susurré con la voz entrecortada contra sus labios -dame de beber.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Nunca había estado tan sedienta de su boca, incapaz de dejar de buscar la del noruego para fundirse en besos desesperados, mordiscos prometedores, jadeos y gemidos en los que se perdían el nombre de los dos. Celos. Estaba celosa, enferma de deseo y amor. Ironías de la vida, esa noche en la que se habían entregado al otro, sintió por primera vez esa maldita sensación de pérdida. Ahora que era suya y viceversa, los temores de Valeria incrementaron y los celos incontrolables, a flor de piel, sacaba lo peor de ella. él nunca la había visto así , celosa, orbes que solo observaban al noruego pues lo demás careció de sentido, importándole bien poco donde estaban. Nadie iba a arrebatárselo. Esa noche… iba a volverle completamente loco.
Los rugidos del noruego, provocaban que ella ronronease, se le escapase esa risa endemoniada en la que le prometía en silencio que esa noche, la recordarían siempre. No detuvo los besos, mordiscos seguidos de su lengua , perfilando los labios despacio… ofreciéndole el rico manjar que eran sus labios carmesíes. Lo que le estaba pidiendo no era cualquier cosa, el juego comenzaba y no podía empezar más fuerte. rugió, moviendo las caderas muy despacio…la tortura no había hecho otra cosa más que empezar ¿marcarle con la daga? Bebería de cada herida, de cada rincón de su cuerpo y se perdería en su boca, en su cuerpo…demostrarle que sería la única en su vida a partir de ahora.
El juego comenzaba. No acostumbrada a ser la sumisa, le excitaba sobremanera le pidiese, le rogase lo que fuese, estar al otro lado…era excitante, al final sería ella quien se volviese aún más loca por él. Una buena lección que aprenderían del otro, los papeles intercambiados…ambos dispuestos a enloquecer y mostrar aquello que un día callaron por parecer vulnerables ¿qué importaba ahora? nada, porque era él. Él sería el único en su infierno, el demonio que se sentaría a su lado y ambos se quemasen , ardiesen juntos.
-Estoy atada, no puedo utilizar las dagas…o…- negó con la cabeza, perfilando la barbilla con sus dientes y rugir al sentir el frío del alcohol en sus pechos. Su respiración se entrecortó, sus caderas se unieron al baile de su lengua, moviéndolas acordes a cómo él devoraba sus pechos. Echó hacia atrás la cabeza en el momento que pudo lamer una gota de alcohol de sus labios. Nunca antes sabía tan rico como de su boca. Jadeó de puro nerviosismo, quería más y eso que acababan de empezar…muy fuerte.
-Shhh, has pedido un deseo ¿no? y voy a cumplirlo. Este y todos los que me pidas esta noche. Guarda fuerzas, me dirás cada una de tus fantasías…sí, has oído bien… -apenas podía deslizar los dedos por su propia cintura donde la reclamada daga brillaba haciéndose ver entre el encaje, la tela mojada. Aún con las esposas, pudo tomarla entre sus manos y comenzar a deslizarla por entre sus pechos, desgarraba la tela a su paso… dejando la piel nívea a la vista de su esposo, rió entre gemidos al notar el frío del cuchillo acariciar su sexo por encima de la ropa interior.
-Creo que me pediste que te diese de beber… bien -fue rápida, él no se lo esperaría, atrapó su cuello con la cadena de las esposas, rasgó la tela que ocultaba su sexo, dejánndolo a su vista, sediento de ella- Bebe… porque podrías beber de dos sitios, de mis pechos o de mi sexo,¿cuánto whisky queda? -dejó la daga entre los dientes, apoyando las manos tras su nuca, aún más ofrecida… la imagen de Valeria moviendo las caderas, haciendo presión contra su miembro, más y más deprisa.
Cuerpo que lo reclamaba, daga que esperaba utilizar y lo haría, solo era cuestión de tiempo. Siseó , indicándole donde debía echar el whisky. En aquella posición no iba a obtener lo que ambos querían así que se dejó caer de espaldas en el sofá, abriéndole las piernas y ofrecer su sexo palpitante…
[color=white]-Bebe ¿no querías beber? Luego seré yo quien empiece a comer y no tendré suficiente, querré más -Follame con tu boca ¿a qué esperas? - manos en su nuca, totalmente a su merced… mirándole intensamente, porque sí, era suyo y cumpliría cada deseo -En cuanto te sacies, me saciare con tu cuerpo…cada herida que sangre, la recogeré como el elixir más delicioso -sonrió, con la ropa interior rasgada totalmente perdida de deseo… ojos verdes clavados en él, en nada más… deseosa de que cumpliesen cada fantasía, gritasen que eran del otro.
-Bebe -
Los rugidos del noruego, provocaban que ella ronronease, se le escapase esa risa endemoniada en la que le prometía en silencio que esa noche, la recordarían siempre. No detuvo los besos, mordiscos seguidos de su lengua , perfilando los labios despacio… ofreciéndole el rico manjar que eran sus labios carmesíes. Lo que le estaba pidiendo no era cualquier cosa, el juego comenzaba y no podía empezar más fuerte. rugió, moviendo las caderas muy despacio…la tortura no había hecho otra cosa más que empezar ¿marcarle con la daga? Bebería de cada herida, de cada rincón de su cuerpo y se perdería en su boca, en su cuerpo…demostrarle que sería la única en su vida a partir de ahora.
El juego comenzaba. No acostumbrada a ser la sumisa, le excitaba sobremanera le pidiese, le rogase lo que fuese, estar al otro lado…era excitante, al final sería ella quien se volviese aún más loca por él. Una buena lección que aprenderían del otro, los papeles intercambiados…ambos dispuestos a enloquecer y mostrar aquello que un día callaron por parecer vulnerables ¿qué importaba ahora? nada, porque era él. Él sería el único en su infierno, el demonio que se sentaría a su lado y ambos se quemasen , ardiesen juntos.
-Estoy atada, no puedo utilizar las dagas…o…- negó con la cabeza, perfilando la barbilla con sus dientes y rugir al sentir el frío del alcohol en sus pechos. Su respiración se entrecortó, sus caderas se unieron al baile de su lengua, moviéndolas acordes a cómo él devoraba sus pechos. Echó hacia atrás la cabeza en el momento que pudo lamer una gota de alcohol de sus labios. Nunca antes sabía tan rico como de su boca. Jadeó de puro nerviosismo, quería más y eso que acababan de empezar…muy fuerte.
-Shhh, has pedido un deseo ¿no? y voy a cumplirlo. Este y todos los que me pidas esta noche. Guarda fuerzas, me dirás cada una de tus fantasías…sí, has oído bien… -apenas podía deslizar los dedos por su propia cintura donde la reclamada daga brillaba haciéndose ver entre el encaje, la tela mojada. Aún con las esposas, pudo tomarla entre sus manos y comenzar a deslizarla por entre sus pechos, desgarraba la tela a su paso… dejando la piel nívea a la vista de su esposo, rió entre gemidos al notar el frío del cuchillo acariciar su sexo por encima de la ropa interior.
-Creo que me pediste que te diese de beber… bien -fue rápida, él no se lo esperaría, atrapó su cuello con la cadena de las esposas, rasgó la tela que ocultaba su sexo, dejánndolo a su vista, sediento de ella- Bebe… porque podrías beber de dos sitios, de mis pechos o de mi sexo,¿cuánto whisky queda? -dejó la daga entre los dientes, apoyando las manos tras su nuca, aún más ofrecida… la imagen de Valeria moviendo las caderas, haciendo presión contra su miembro, más y más deprisa.
Cuerpo que lo reclamaba, daga que esperaba utilizar y lo haría, solo era cuestión de tiempo. Siseó , indicándole donde debía echar el whisky. En aquella posición no iba a obtener lo que ambos querían así que se dejó caer de espaldas en el sofá, abriéndole las piernas y ofrecer su sexo palpitante…
[color=white]-Bebe ¿no querías beber? Luego seré yo quien empiece a comer y no tendré suficiente, querré más -Follame con tu boca ¿a qué esperas? - manos en su nuca, totalmente a su merced… mirándole intensamente, porque sí, era suyo y cumpliría cada deseo -En cuanto te sacies, me saciare con tu cuerpo…cada herida que sangre, la recogeré como el elixir más delicioso -sonrió, con la ropa interior rasgada totalmente perdida de deseo… ojos verdes clavados en él, en nada más… deseosa de que cumpliesen cada fantasía, gritasen que eran del otro.
-Bebe -
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Mi mujer se había convertido en una cortesana, mas no una cualquiera, una capaz de hacer perder el juicio a cualquier hombre.
Ahora entendía bien como las guerras se gestaban por damas, como el amor era capaz de mover montañas y de establecer nuevas fronteras que desestabilizaban reinos y engrandecían a hombres que solo ansiaban a una mujer a la que montar cada noche.
Sin duda por Valeria hubiera movido cielo y tierra, ella era el demonio de mi infierno y yo pensaba arder esa noche contra su cuerpo.
Sus ojos centellearon tras mi petición, ambos sabíamos que esa noche nos convertiríamos en algo mas que marido y mujer, mas bien seriamos cómplices del peligroso juego de la seducción, del sexo sin medida, sin freno y tortuosamente placentero.
Ladeé la sonrisa cuando sus dientes perfilaron mi barbilla, mi boca se entreabrió ávida por recibir aquella lengua de fuego que me calcinaba por momentos.
De su muslo sacó una pequeña pero punzante daga, mis pardos se hundieron en sus esmeraldas desafiante, me excitaba de sobre manera notar como sus caderas trazaban círculos sobre mi miembro al sentir como el acero recorría la zona central de sus pechos desquebrajando la seda húmeda del camisón por completo.
Mi boca tomo las dos montañas que erguidas desafiaban al guerrero a escalarlas, coroné la cima con mis dientes, mordiendo con suavidad su pezón para tirar de el hambriento. Mis ojos se alzaron de nuevo para entrechocar con los suyos, como lo hacen dos espadas chispas de ellos emergieron y pronto la daga recuperó mi atención, pues ahora su destino era el sexo de la mujer con la que había contraído matrimonio hacia escasas hora.
La tela se rajo y desnuda se ofreció a mi alzando los brazos para quedar expuesta a mi boca.
Ladeé la sonrisa tomando nuevamente la botella, me relamí los labios tras dar de ella un buen trago que no hizo mas que acrecentar la poca paciencia de la que gozaba Valeria.
Mis manos surcaron su cuerpo, aplastando sus tetas, arrastrándose por su cintura, apretando su bajo vientre que ardía bajo mi férreo contacto, mientras me limitaba a seguir bebiendo con los ojos oscuros como la noche.
Abrió la boca para protestar cuando lleve la boquilla a sus labios dejando caer un chorro en ellos, lentamente lo deslicé por su cuello, el cristal erizaba su piel frente al frio contacto, sus pechos acapararon ahora toda la atención del vidrio, sobre la cúspide dejé caer otro chorro que endureció las montañas humedeciéndolas para mi, y así descendí por su vientre hasta el ombligo, que colmé de liquido ambarino.
El destino, su sexo, en su entrada metí con suavidad la boquilla, alcé los ojos mientras la movía con suavidad sobre su sexo que se dilataba ligeramente con cada movimiento de esta, buscándola excitada. No quería perderme ninguna de sus reacciones.
Introduje ligeramente el vidrio masturbandola con ella, mis ojos centelleaban al ver como se movía poseída al sentir el frio materia follársela, un chorro y la saqué para con avidez ser sustituida por mi cálida lengua que ahora si bebió no solo el whisky si no su húmeda esencia.
Mi lengua se deslizó por la trinchera de sus labios mojándose a su paso, ella era como un oasis, sediento apuré hasta la ultima gota que me proporcionaba mientras entre roncos jadeos trataba de domar el desierto.
Ahora entendía bien como las guerras se gestaban por damas, como el amor era capaz de mover montañas y de establecer nuevas fronteras que desestabilizaban reinos y engrandecían a hombres que solo ansiaban a una mujer a la que montar cada noche.
Sin duda por Valeria hubiera movido cielo y tierra, ella era el demonio de mi infierno y yo pensaba arder esa noche contra su cuerpo.
Sus ojos centellearon tras mi petición, ambos sabíamos que esa noche nos convertiríamos en algo mas que marido y mujer, mas bien seriamos cómplices del peligroso juego de la seducción, del sexo sin medida, sin freno y tortuosamente placentero.
Ladeé la sonrisa cuando sus dientes perfilaron mi barbilla, mi boca se entreabrió ávida por recibir aquella lengua de fuego que me calcinaba por momentos.
De su muslo sacó una pequeña pero punzante daga, mis pardos se hundieron en sus esmeraldas desafiante, me excitaba de sobre manera notar como sus caderas trazaban círculos sobre mi miembro al sentir como el acero recorría la zona central de sus pechos desquebrajando la seda húmeda del camisón por completo.
Mi boca tomo las dos montañas que erguidas desafiaban al guerrero a escalarlas, coroné la cima con mis dientes, mordiendo con suavidad su pezón para tirar de el hambriento. Mis ojos se alzaron de nuevo para entrechocar con los suyos, como lo hacen dos espadas chispas de ellos emergieron y pronto la daga recuperó mi atención, pues ahora su destino era el sexo de la mujer con la que había contraído matrimonio hacia escasas hora.
La tela se rajo y desnuda se ofreció a mi alzando los brazos para quedar expuesta a mi boca.
Ladeé la sonrisa tomando nuevamente la botella, me relamí los labios tras dar de ella un buen trago que no hizo mas que acrecentar la poca paciencia de la que gozaba Valeria.
Mis manos surcaron su cuerpo, aplastando sus tetas, arrastrándose por su cintura, apretando su bajo vientre que ardía bajo mi férreo contacto, mientras me limitaba a seguir bebiendo con los ojos oscuros como la noche.
Abrió la boca para protestar cuando lleve la boquilla a sus labios dejando caer un chorro en ellos, lentamente lo deslicé por su cuello, el cristal erizaba su piel frente al frio contacto, sus pechos acapararon ahora toda la atención del vidrio, sobre la cúspide dejé caer otro chorro que endureció las montañas humedeciéndolas para mi, y así descendí por su vientre hasta el ombligo, que colmé de liquido ambarino.
El destino, su sexo, en su entrada metí con suavidad la boquilla, alcé los ojos mientras la movía con suavidad sobre su sexo que se dilataba ligeramente con cada movimiento de esta, buscándola excitada. No quería perderme ninguna de sus reacciones.
Introduje ligeramente el vidrio masturbandola con ella, mis ojos centelleaban al ver como se movía poseída al sentir el frio materia follársela, un chorro y la saqué para con avidez ser sustituida por mi cálida lengua que ahora si bebió no solo el whisky si no su húmeda esencia.
Mi lengua se deslizó por la trinchera de sus labios mojándose a su paso, ella era como un oasis, sediento apuré hasta la ultima gota que me proporcionaba mientras entre roncos jadeos trataba de domar el desierto.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Inevitable que se le olvidase la única condición que se había puesto a sí misma esa noche, ser la sumisa, la que complacería sin rechistar y miramientos lo que él desease, le pidiese y ella cumpliría con la misma necesidad que él se lo pedía. Sus orbes esmeraldas, anclados en los ajenos, insinuantes, mirada profunda que solo tenía un dueño…él. el juego acababa de comenzar y todavía ninguno se daba cuenta lo peligroso que terminaría siendo como siguiesen por ese camino, un camino en el que se perderían gustosos…un camino que los llevaría al mismo infierno.
Esa noche se habían jurado amor, lealtad y fidelidad pero aún quedaba algo más. Un pacto donde se jurarían noches de pasión y deseo, juegos provocadores en el que pecarían y caerían una y otra…vez. Cómplices, amigos a la par que enemigos en aquel terreno de la provocación y el juego. La risa del demonio, acariciaba los labios de la única persona que le había enseñado tantas cosas. La primera amar, amar sin medida, con intensidad… porque se sentía capaz de hacer y deshacer cualquier cosa, ser aún más fuerte y no caer pues sabía que él siempre estaría tras ella, resguardándola y ofreciéndole su mano, su cuerpo y su alma.
Perdida en el recorrido de su boca en sus pechos, los cuales ofrecidos recibieron lo merecido. Los labios de fuego del noruego, la marcaba a cada roce, beso y mordisco en su piel. Ronroneó, gruñendo por lo bajo al intentar morder su cuello, momento en el que se apartó para coger la botella. Sus orbes esmeralda centellearon de rabia, no tenía paciencia ninguna y ahora, parecía que acabasen de arrebatarle un manjar exquisito del cual iba a degustar…y lo haría.
El alcohol no se asemejaba ni por asomo al sabor de su boca, aquella de la que no se cansaría beber jamás. Degustó las pequeñas gotas que habían quedado impregnadas en sus labios, tentadores y carnosos ofrecidos como el mayor de los placeres al noruego. Pequeñas gotas de whisky que relamió, jadeando por las sensación de volver a probar la bebida…mezclada con el frío del vidrio que comenzaba a torturar su piel…ignorante, el juego acababa de comenzar. Ojos cerrados, caderas que torturaban al noruego, moviéndose en círculos… movimientos que tuvieron su recompensa. Totalmente ofrecida, esperaba cumpliese lo que él más desease…iba a complacerle pero no esperó que torturarla de placer fuera su más ansiado juego, propio placer.
-Deja de torturarme, maldita sea -murmuró ronca de deseo, atrayendo hacia sí su cabeza por la nuca, con una de sus manos…la otra buscó su miembro para dedicarle atenciones, sus yemas se hundieron en la piel, a la par que sus caderas seguían torturándole…tortura que se volvió en su contra. Se le escapó un grito, seguido de su nombre entre roncos jadeos, aquel maldito hombre estaba jugando a hacerla enloquecer. Se volvieron locos ante aquel juego, sus caderas se unieron al baile y ella, le complació con la misma velocidad en acariciar su miembro, dándole esas atenciones que tanto aclamaba…sentía como se endurecía por momentos e incluso podía afirmar que jamás alcanzó tal tamaño…necesitaba que se fundiesen en uno…sentirle dentro de ella, le perteneciese pero eso… parecía lejano.
Abrió las piernas, incorporándose en el sofá de rodillas… el juego con la botella acababa de volverla completamente loca. Pedía entre gemidos que fuese él quien terminase perdido entre sus piernas y fuese ella quien buscase bailar sobre su boca, como si la vida se le fuera en ello. claro que él, no era el único con la imaginación de dar rienda suelta a ciertos juegos.la botella aún podía participar en aquella tortura. Valeria le había terminado montando encima, sobre su boca, el noruego tumbado dedicándole la mayor de las torturas. ¿No se suponía que el que pedía era él? como no, tuvo que salirse con la suya . rió por lo bajo, risa acariciadora, ronroneante…algo se le estaba ocurriendo al demonio.
Siseó para que no dijese nada, sus caderas seguían moviéndose a la par que la boca ajena. Tomó la botella, aún quedaba whisky, el suficiente para apurarlo de la mejor de las maneras. Siempre alegaban que les encantaba beber de la piel del otro y esta vez , la copa del noruego, sería el cuerpo de Valeria. Con los labios entreabiertos, deslizó la lengua por la boquilla, introduciéndola en la boca a la vez que su lengua se colaba por el interior del agujero. Lo estaba provocando , aquel gesto provocaba a parecer hacerlo en otro lugar del noruego…el cual estaba dispuesta a perderse, a hacerle enloquecer y le pidiese..más.
-He dicho que bebas -gritó con voz ronca, él no la entendería pero lo haría pronto. La botella volvió a pasearse por sus labios, su barbilla, sus pechos y volver a subir al inicio de éstos. Rió maliciosa, deseando ver su reacción y aprovechar que estaba dándole placer para… derramar líquido entre sus pechos, despacio… tomando camino por su vientre y coronar su sexo, él pudiese tomarlo directamente de allí…como si la copa fuese aquel lugar. Arqueó la espalda, ofreciéndole más… su cuerpo no dejaba de moverse, líquido ambarino que recorría su piel…dándole de beber de aquella manera tan placentera. Valeria gemía al verle perdido en su sexo, en el alcohol …caderas que no dejaron de moverse en círculos, estaba tan cerca del orgasmo que dolía…sería un clímax intenso podía notarlo.
Y el acero de la daga, se unió al juego de nuevo. Muñecas encadenadas. Se incorporó hacia adelante, dejando al noruego tumbado… dejando que tomase el aire que el esfuerzo le había arrebatado. Risa del demonio, acababa de hacerlo enloquecer…y aliento que detuvo. En un movimiento rápido, atrapó el cuello con la cadena, manos a la altura de su cabeza. Lo miró desafiante, perfilando con su lengua…los labios de aquel hombre que la tenían totalmente perdida y loca. Quería ser sumisa pero era tan incapaz en algunas ocasiones…
-Querías jugar con fuego… con esto. Deseo concedido -murmuró contra sus labios mientras la daga, se paseaba por éstos despacio…sin prisa… el frío del acero le avisaba de que no solo el juego acababa de comenzar, sería imborrable de su mente. Filo punzante que tomó el camino de su cuello, acariciándolo con mimo… bajando hasta la clavícula y volver a subir, la primera parada sería la zona derecha del cuello…sin avisar, rasgó la piel…ojos verdes que se oscurecieron al verle sangrar y no tardar en tomarlo con la lengua, sin dejar de mirarle a los ojos…
-Súplicame que quieres más... ¿dónde será el siguiente corte? -mordió la piel de su cuello, haciéndole sangrar más...risa maliciosa, excitante...de su demonio de labios carmesí.
Esa noche se habían jurado amor, lealtad y fidelidad pero aún quedaba algo más. Un pacto donde se jurarían noches de pasión y deseo, juegos provocadores en el que pecarían y caerían una y otra…vez. Cómplices, amigos a la par que enemigos en aquel terreno de la provocación y el juego. La risa del demonio, acariciaba los labios de la única persona que le había enseñado tantas cosas. La primera amar, amar sin medida, con intensidad… porque se sentía capaz de hacer y deshacer cualquier cosa, ser aún más fuerte y no caer pues sabía que él siempre estaría tras ella, resguardándola y ofreciéndole su mano, su cuerpo y su alma.
Perdida en el recorrido de su boca en sus pechos, los cuales ofrecidos recibieron lo merecido. Los labios de fuego del noruego, la marcaba a cada roce, beso y mordisco en su piel. Ronroneó, gruñendo por lo bajo al intentar morder su cuello, momento en el que se apartó para coger la botella. Sus orbes esmeralda centellearon de rabia, no tenía paciencia ninguna y ahora, parecía que acabasen de arrebatarle un manjar exquisito del cual iba a degustar…y lo haría.
El alcohol no se asemejaba ni por asomo al sabor de su boca, aquella de la que no se cansaría beber jamás. Degustó las pequeñas gotas que habían quedado impregnadas en sus labios, tentadores y carnosos ofrecidos como el mayor de los placeres al noruego. Pequeñas gotas de whisky que relamió, jadeando por las sensación de volver a probar la bebida…mezclada con el frío del vidrio que comenzaba a torturar su piel…ignorante, el juego acababa de comenzar. Ojos cerrados, caderas que torturaban al noruego, moviéndose en círculos… movimientos que tuvieron su recompensa. Totalmente ofrecida, esperaba cumpliese lo que él más desease…iba a complacerle pero no esperó que torturarla de placer fuera su más ansiado juego, propio placer.
-Deja de torturarme, maldita sea -murmuró ronca de deseo, atrayendo hacia sí su cabeza por la nuca, con una de sus manos…la otra buscó su miembro para dedicarle atenciones, sus yemas se hundieron en la piel, a la par que sus caderas seguían torturándole…tortura que se volvió en su contra. Se le escapó un grito, seguido de su nombre entre roncos jadeos, aquel maldito hombre estaba jugando a hacerla enloquecer. Se volvieron locos ante aquel juego, sus caderas se unieron al baile y ella, le complació con la misma velocidad en acariciar su miembro, dándole esas atenciones que tanto aclamaba…sentía como se endurecía por momentos e incluso podía afirmar que jamás alcanzó tal tamaño…necesitaba que se fundiesen en uno…sentirle dentro de ella, le perteneciese pero eso… parecía lejano.
Abrió las piernas, incorporándose en el sofá de rodillas… el juego con la botella acababa de volverla completamente loca. Pedía entre gemidos que fuese él quien terminase perdido entre sus piernas y fuese ella quien buscase bailar sobre su boca, como si la vida se le fuera en ello. claro que él, no era el único con la imaginación de dar rienda suelta a ciertos juegos.la botella aún podía participar en aquella tortura. Valeria le había terminado montando encima, sobre su boca, el noruego tumbado dedicándole la mayor de las torturas. ¿No se suponía que el que pedía era él? como no, tuvo que salirse con la suya . rió por lo bajo, risa acariciadora, ronroneante…algo se le estaba ocurriendo al demonio.
Siseó para que no dijese nada, sus caderas seguían moviéndose a la par que la boca ajena. Tomó la botella, aún quedaba whisky, el suficiente para apurarlo de la mejor de las maneras. Siempre alegaban que les encantaba beber de la piel del otro y esta vez , la copa del noruego, sería el cuerpo de Valeria. Con los labios entreabiertos, deslizó la lengua por la boquilla, introduciéndola en la boca a la vez que su lengua se colaba por el interior del agujero. Lo estaba provocando , aquel gesto provocaba a parecer hacerlo en otro lugar del noruego…el cual estaba dispuesta a perderse, a hacerle enloquecer y le pidiese..más.
-He dicho que bebas -gritó con voz ronca, él no la entendería pero lo haría pronto. La botella volvió a pasearse por sus labios, su barbilla, sus pechos y volver a subir al inicio de éstos. Rió maliciosa, deseando ver su reacción y aprovechar que estaba dándole placer para… derramar líquido entre sus pechos, despacio… tomando camino por su vientre y coronar su sexo, él pudiese tomarlo directamente de allí…como si la copa fuese aquel lugar. Arqueó la espalda, ofreciéndole más… su cuerpo no dejaba de moverse, líquido ambarino que recorría su piel…dándole de beber de aquella manera tan placentera. Valeria gemía al verle perdido en su sexo, en el alcohol …caderas que no dejaron de moverse en círculos, estaba tan cerca del orgasmo que dolía…sería un clímax intenso podía notarlo.
Y el acero de la daga, se unió al juego de nuevo. Muñecas encadenadas. Se incorporó hacia adelante, dejando al noruego tumbado… dejando que tomase el aire que el esfuerzo le había arrebatado. Risa del demonio, acababa de hacerlo enloquecer…y aliento que detuvo. En un movimiento rápido, atrapó el cuello con la cadena, manos a la altura de su cabeza. Lo miró desafiante, perfilando con su lengua…los labios de aquel hombre que la tenían totalmente perdida y loca. Quería ser sumisa pero era tan incapaz en algunas ocasiones…
-Querías jugar con fuego… con esto. Deseo concedido -murmuró contra sus labios mientras la daga, se paseaba por éstos despacio…sin prisa… el frío del acero le avisaba de que no solo el juego acababa de comenzar, sería imborrable de su mente. Filo punzante que tomó el camino de su cuello, acariciándolo con mimo… bajando hasta la clavícula y volver a subir, la primera parada sería la zona derecha del cuello…sin avisar, rasgó la piel…ojos verdes que se oscurecieron al verle sangrar y no tardar en tomarlo con la lengua, sin dejar de mirarle a los ojos…
-Súplicame que quieres más... ¿dónde será el siguiente corte? -mordió la piel de su cuello, haciéndole sangrar más...risa maliciosa, excitante...de su demonio de labios carmesí.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Valeria, mi demonio con faldas, jadeaba al ritmo que la botella la torturaba, mi deseo aumentaba al sentir sus caderas bailar contra la boquilla de la botella, estaba desesperada por explotar y yo quería que lo hiciera, mas ella tenia pensado algo mucho mejor, tiro de mi con las cadenas para tumbarme sobre el sofá, ahora fue su cuerpo quien me busco.
Mis labios se entreabrieron mientras mis pardos se perdían por un instante en sus esmeraldas.
Ladeé la sonrisa cuando la sentí empezar a danzar sobre mi boca, mi lengua se endureció itroduciendose entre los pliegues de su sexo, recorriendo la trinchera de sus labios, golpeando su clítoris, succionandolo.
Su humedad se fundía con mi entrecortado aliento que chocaba de forma brusca contra su delirante feminidad.
Su mano se coló por mis pantalones, pronto las caricias que le dedicó a mi virilidad se amoldaron a la propia tortura que mis labios le ofrecían a ella, no tenia bastante con ello, mis dedos se hundieron en el laberinto de su sexo, desde abajo mi perspectiva era brutal y con ella mi excitación aumentaba.
Ritmo frenético de mis dedos un “bebe” que escapo de sus labios entre roncos jadeos.
No tardé en descubrir que la copa seria su cuerpo, el whisky resbaló por sus pechos, vientre, ombligo y cayó en mi boca fundiéndose con el elixir de su propia feminidad.
Jadeé de forma ronca al sentir el placer de aquel sabor mientras un tercer dedo se hundía en ella logrando hacerla gemir y gritar mi nombre sin tregua.
Ebrio no solo por el whisky si no de ella, sentí como se iba contra mis labios y complacido me aparté para encararla.
Relamí mis labios buscando los suyos.
Lenguas de fuego que se paladearon ante el imperioso choque de titanes que en aquel burdel se había producido.
Lejos de terminar, aquello solo acababa de empezar, ladeo la sonrisa con la daga entre sus manos aun esposadas.
Acero que resbalo por mis labios para obligarme a guardar silencio, mis ojos se oscurecieron cuando recorrió mi mandíbula, roncos los jadeos del que lo quiere todo, sentí la piel de mi cuello abrirse, sangre brotar de ella y su boca sellar el manantial paladeando aquel sabor férreo.
Gemí al sentir su mordisco, mis manos empujaron su cadera contra mi alzado miembro adentrándome de forma brusca en ella.
-Subamos arriba - pedí jadeando contra sus labios, creo que era evidente que no podía mas, estaba demasiado excitado.
Mi nariz acaricio la suya mientras esta cabalgaba sobre mi hombría.
Nuestros alientos entrechocaron, tiré de su labio inferior aun manchado de carmesí. Herida que gracias al vinculo con la inmortal no tardo en quedar completamente cerrada como si nunca hubiera sido abierta por la dama.
Sabia la rabia, los celos, que le provocaba esa unión que me ataba a otra mujer, pude verlo en sus esmeraldas.
Colisioné contra su boca, sediento, hambriento, mi lengua dibujo sus labios, separándome un instante para mirarla fijamente.
-Juguemos con la daga, arriba -pedí de nuevo.
Mis manso en sus caderas, empujándola para entrar mas adentro, si seguíamos así, me esparciría en su interior
Mis labios se entreabrieron mientras mis pardos se perdían por un instante en sus esmeraldas.
Ladeé la sonrisa cuando la sentí empezar a danzar sobre mi boca, mi lengua se endureció itroduciendose entre los pliegues de su sexo, recorriendo la trinchera de sus labios, golpeando su clítoris, succionandolo.
Su humedad se fundía con mi entrecortado aliento que chocaba de forma brusca contra su delirante feminidad.
Su mano se coló por mis pantalones, pronto las caricias que le dedicó a mi virilidad se amoldaron a la propia tortura que mis labios le ofrecían a ella, no tenia bastante con ello, mis dedos se hundieron en el laberinto de su sexo, desde abajo mi perspectiva era brutal y con ella mi excitación aumentaba.
Ritmo frenético de mis dedos un “bebe” que escapo de sus labios entre roncos jadeos.
No tardé en descubrir que la copa seria su cuerpo, el whisky resbaló por sus pechos, vientre, ombligo y cayó en mi boca fundiéndose con el elixir de su propia feminidad.
Jadeé de forma ronca al sentir el placer de aquel sabor mientras un tercer dedo se hundía en ella logrando hacerla gemir y gritar mi nombre sin tregua.
Ebrio no solo por el whisky si no de ella, sentí como se iba contra mis labios y complacido me aparté para encararla.
Relamí mis labios buscando los suyos.
Lenguas de fuego que se paladearon ante el imperioso choque de titanes que en aquel burdel se había producido.
Lejos de terminar, aquello solo acababa de empezar, ladeo la sonrisa con la daga entre sus manos aun esposadas.
Acero que resbalo por mis labios para obligarme a guardar silencio, mis ojos se oscurecieron cuando recorrió mi mandíbula, roncos los jadeos del que lo quiere todo, sentí la piel de mi cuello abrirse, sangre brotar de ella y su boca sellar el manantial paladeando aquel sabor férreo.
Gemí al sentir su mordisco, mis manos empujaron su cadera contra mi alzado miembro adentrándome de forma brusca en ella.
-Subamos arriba - pedí jadeando contra sus labios, creo que era evidente que no podía mas, estaba demasiado excitado.
Mi nariz acaricio la suya mientras esta cabalgaba sobre mi hombría.
Nuestros alientos entrechocaron, tiré de su labio inferior aun manchado de carmesí. Herida que gracias al vinculo con la inmortal no tardo en quedar completamente cerrada como si nunca hubiera sido abierta por la dama.
Sabia la rabia, los celos, que le provocaba esa unión que me ataba a otra mujer, pude verlo en sus esmeraldas.
Colisioné contra su boca, sediento, hambriento, mi lengua dibujo sus labios, separándome un instante para mirarla fijamente.
-Juguemos con la daga, arriba -pedí de nuevo.
Mis manso en sus caderas, empujándola para entrar mas adentro, si seguíamos así, me esparciría en su interior
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Valeria, el demonio de la perdición que solo tenía de dueño al noruego. Reclamada como suya, lo arrastraba al mismo infierno cada vez que sus miradas se encontraban. Miradas que lejos de que alguien comprendiese, entre ellos existía no solo atracción y deseo. El amor que se profesaban , tan intenso, impulsivo y loco como ellos dos…sin duda se perderían en el otro. Ella lo demostró en el futuro, pese a sus negativas del pasado, sus largas noches en vela repleta de dudas y negación al sentir tanto y con tal intensidad.
Porque él le hacía sentir plena y completa, valiosa y única ante sus ojos. Desde el primer segundo hasta el último aliento de sus vidas, estaba segura que lo que los unió aquel día, perduraría no solo hasta el último instante de su existencia. No era amor, aún Valeria buscaba palabra que definiese lo que sentía y hacía sentir por él. Era consciente de que él pensaba que en la batalla hasta llegar a ella, él estuvo solo…luchando a capa y espada por los dos, pero en el futuro aquella Valeria dio no solo su vida por él, le demostró que siempre le había amado a su modo. Entre medias, la indiferencia, la negación, los celos…todo le había llevado al mismo camino, a estar juntos ¿qué mayor lucha que superar sus miedos? ¿amarle sin medida pese a toda consecuencia? Porque no le importaba lo que ocurriese después de aquella boda…no iba a ser fácil pero si estaban juntos… era lo que más importaba.
Los orbes esmeralda de Valeria, se clavaron en la herida. Sangraba pero se iba cerrando despacio, como si se burlase de ella. Rugió, amenazándole, apoyando el filo de la daga a la altura de su corazón. Cuerpos desnudos, enredados, buscándose y ella… presa de los celos, su mirada se oscureció. Él sabía porqué, no había mostrado los celos como él pero eso no quería decir que no fuese tan o más celosa que el noruego. Negó a su petición, moviendo las caderas de forma brusca a la par que placentera, castigándole de alguna forma. Mordió su labio inferior, tirando de éste… hundiendo el filo de la daga y dejar que un camino carmesí recorriese su pecho, dejando que la sangre terminase manchando la nívea piel de Valeria…hasta llegar a sus sexos.
-No. No quiero que tengas nada con ninguna mujer, sea lo que sea ¿me has entendido? ¿o tengo que volver a repetírtelo? - gruñó contra su boca , la cual mordisqueó…buscando su lengua para morderla y succionarla , mirándole a los ojos - No vamos a subir, voy a castigarte y luego pedirás tu segundo deseo…piénsalo - tiró del cabello de su nuca, para que echase la cabeza hacia atrás…ambas miradas fundiéndose en una -Sé que puedes más fuerte ¿no recuerdas las caballerizas? Sentí incluso como casi me desmayaba entre tus brazos… por culpa de aquellas cuerdas…tengo cadenas ¿quieres comprobar lo que sentí?
Apenas le dio tiempo a que contestase, aprovechó que estaba apoyado en una de las paredes para atraparlo entre éstas y su cuerpo. Siseó para que no se moviese, ahora sería el cuerpo del demonio quien se amoldase al suyo, se moviese a su antojo… torturarle… apretar con fuerza a la vez que la daga apuntaba a su cuello de nuevo, subiendo hasta su boca y hundir la punta justo en el centro. Lamió muy despacio el centro de su boca, dejando un suave mordisco, muy diferente al infierno de sus caderas, cada vez con más fuerza, mas rapidez… y las cadenas apretar con aún más fuerza el cuello del noruego, quería que se le nublase la mirada, no solo de deseo…
Risa endemoniada, movimientos que no tenían nada que envidiar al del mismo diablo. Rió contra su boca, susurrando su nombre, pidiéndole más como aquel día… porque ambos necesitaban volverse aún más locos… y esa daga aún tenía mucho que mostrar, seguir el juego…
-¿No voy a probarte? El pacto está a medias, has bebido de mí…quiero beber de ti -se arqueó, apretando las cadenas en su cuello, sonreírle de aquel modo …para volverle aún más loco.
Porque él le hacía sentir plena y completa, valiosa y única ante sus ojos. Desde el primer segundo hasta el último aliento de sus vidas, estaba segura que lo que los unió aquel día, perduraría no solo hasta el último instante de su existencia. No era amor, aún Valeria buscaba palabra que definiese lo que sentía y hacía sentir por él. Era consciente de que él pensaba que en la batalla hasta llegar a ella, él estuvo solo…luchando a capa y espada por los dos, pero en el futuro aquella Valeria dio no solo su vida por él, le demostró que siempre le había amado a su modo. Entre medias, la indiferencia, la negación, los celos…todo le había llevado al mismo camino, a estar juntos ¿qué mayor lucha que superar sus miedos? ¿amarle sin medida pese a toda consecuencia? Porque no le importaba lo que ocurriese después de aquella boda…no iba a ser fácil pero si estaban juntos… era lo que más importaba.
Los orbes esmeralda de Valeria, se clavaron en la herida. Sangraba pero se iba cerrando despacio, como si se burlase de ella. Rugió, amenazándole, apoyando el filo de la daga a la altura de su corazón. Cuerpos desnudos, enredados, buscándose y ella… presa de los celos, su mirada se oscureció. Él sabía porqué, no había mostrado los celos como él pero eso no quería decir que no fuese tan o más celosa que el noruego. Negó a su petición, moviendo las caderas de forma brusca a la par que placentera, castigándole de alguna forma. Mordió su labio inferior, tirando de éste… hundiendo el filo de la daga y dejar que un camino carmesí recorriese su pecho, dejando que la sangre terminase manchando la nívea piel de Valeria…hasta llegar a sus sexos.
-No. No quiero que tengas nada con ninguna mujer, sea lo que sea ¿me has entendido? ¿o tengo que volver a repetírtelo? - gruñó contra su boca , la cual mordisqueó…buscando su lengua para morderla y succionarla , mirándole a los ojos - No vamos a subir, voy a castigarte y luego pedirás tu segundo deseo…piénsalo - tiró del cabello de su nuca, para que echase la cabeza hacia atrás…ambas miradas fundiéndose en una -Sé que puedes más fuerte ¿no recuerdas las caballerizas? Sentí incluso como casi me desmayaba entre tus brazos… por culpa de aquellas cuerdas…tengo cadenas ¿quieres comprobar lo que sentí?
Apenas le dio tiempo a que contestase, aprovechó que estaba apoyado en una de las paredes para atraparlo entre éstas y su cuerpo. Siseó para que no se moviese, ahora sería el cuerpo del demonio quien se amoldase al suyo, se moviese a su antojo… torturarle… apretar con fuerza a la vez que la daga apuntaba a su cuello de nuevo, subiendo hasta su boca y hundir la punta justo en el centro. Lamió muy despacio el centro de su boca, dejando un suave mordisco, muy diferente al infierno de sus caderas, cada vez con más fuerza, mas rapidez… y las cadenas apretar con aún más fuerza el cuello del noruego, quería que se le nublase la mirada, no solo de deseo…
Risa endemoniada, movimientos que no tenían nada que envidiar al del mismo diablo. Rió contra su boca, susurrando su nombre, pidiéndole más como aquel día… porque ambos necesitaban volverse aún más locos… y esa daga aún tenía mucho que mostrar, seguir el juego…
-¿No voy a probarte? El pacto está a medias, has bebido de mí…quiero beber de ti -se arqueó, apretando las cadenas en su cuello, sonreírle de aquel modo …para volverle aún más loco.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Celos incendiarios que Valeria y sus ojos esmeralda me mostraban, rugía con la daga en mi pecho pidiéndome, exigimiendome mas bien que me desvinculara a esa inmortal de la que en cierto modo era preso por un vinculo que sentenciaba nuestras vidas anclandolas a la del otro.
Tema por el que siempre pasamos de puntillas, ella no quería saber y yo no quería contar, los dos guardábamos ese silencio abrasador que hacia que no discutiéramos sobre el tema en concreto.
La punta se hundió en mi pecho, cerca de mi corazón, ladeo la sonrisa al ver el carmesí recorrer mi piel para morir en su cuerpo, le gustaba ser la dueña del siseo que escapó de mis labios por el dolor, dolor que pronto fue calmado por la propia inmortal a la que estaba atado, la herida de nuevo cerro y sus ojos destilaron odio.
Las cadenas contra mi cuello, su cuerpo mi prisión y mis labios entreabiertos jadeantes por el deseo la respuesta de su acto.
Mis manos atrajeron sus caderas para animarla a seguir danzando.
Roncos jadeos que morían en sus labios, aseguraba que no subiremos arriba, que aquí me volvería loco y así lo estaba haciendo. Mis ojos se enturbiaban no solo por la falta de aire, si no por como me arrastraba al infierno preso de la pasión, del deseo y de la necesidad de hundirme en ella sin miramientos.
La hoja se paseo por mi cuello, frio filo que serpenteaba sajandolo, carmesí que escurrió cálida por mi tez y de nuevo apretó para hacerme sangrar, su lengua se paseo por las cadenas, lamiendo el sabor férreo de la sangre y el hierro, provocadores sus labios que se teñían de rojo, saboreandome.
-bebe -jadeé casi sin aliento, mis ojos se cerraron, me faltaba el aire mi boca entreabierta intentaba apoderarse de las briznas que llegaban, mas mis pulmones no reaccionaban.
Risa del diablo que sabia que sus caderas estaban torturándome, danzando rudamente sobre mi glande mas que alzado.
Apartó las cadenas, tiré la cabeza hacia atrás dejando entrar el aire, su boca acaparo la mía, poco era el aliento que sus besos me dejaba recuperar, mordió mis labios, lengua que succiono, devoró, de nuevo sangre en mis labios, estábamos los dos tan perdidos en ese momento que ni siquiera escuchábamos como otros hombres golpeaban las mesas contiguas para animarnos.
Fuera de mi tomé su cuello con mi mano y de un golpe seco su espalda impacto en la mesa mis caderas se abrieron paso entre sus piernas.
Rudo me adentre en su húmedo sexo, risa que se perdió por todo el burdel al ver mis desesperados ojos negros.
Su lengua se paseo por sus labios, no apartó de mi sus esmeraldas, su boca se entreabrió gimiendo por como mi virilidad rasgaba sus paredes, voraz la empotré, mis huevos chocaban de lo dentro que estaba.
Aulló un instante cuando la empalé de un modo violento, tanto que el dolor se mezclaba con el placer.
Mi boca se apoderó de la suya, mordí sus labios con afinco, mi mano apretaba su cuello y las cadenas se enredaban en mi nuca atrayéndome hacia ella.
Tomé la botella, quería beber, y le daría, di un buen trago que trague necesitado, el siguiente lo mantuve en mi boca llevándola contra la ajena, lo vertí en la suya para que lo bebiera.
Ladeé la sonrisa a verla relamerse, me olvidaba de todo, solo ella y yo y la bestia que se había apoderado de nuestra razón, eramos dos demonios cabalgando al mismo son.
La botella murió en su boca, la empine dejando que bebiera, tanto que resbalaba por sus labios. Su razón se impuso a la mía apartándola para buscar mi boca, sabor a alcohol de ambos mezclado con la desesperación de nuestros besos.
Tema por el que siempre pasamos de puntillas, ella no quería saber y yo no quería contar, los dos guardábamos ese silencio abrasador que hacia que no discutiéramos sobre el tema en concreto.
La punta se hundió en mi pecho, cerca de mi corazón, ladeo la sonrisa al ver el carmesí recorrer mi piel para morir en su cuerpo, le gustaba ser la dueña del siseo que escapó de mis labios por el dolor, dolor que pronto fue calmado por la propia inmortal a la que estaba atado, la herida de nuevo cerro y sus ojos destilaron odio.
Las cadenas contra mi cuello, su cuerpo mi prisión y mis labios entreabiertos jadeantes por el deseo la respuesta de su acto.
Mis manos atrajeron sus caderas para animarla a seguir danzando.
Roncos jadeos que morían en sus labios, aseguraba que no subiremos arriba, que aquí me volvería loco y así lo estaba haciendo. Mis ojos se enturbiaban no solo por la falta de aire, si no por como me arrastraba al infierno preso de la pasión, del deseo y de la necesidad de hundirme en ella sin miramientos.
La hoja se paseo por mi cuello, frio filo que serpenteaba sajandolo, carmesí que escurrió cálida por mi tez y de nuevo apretó para hacerme sangrar, su lengua se paseo por las cadenas, lamiendo el sabor férreo de la sangre y el hierro, provocadores sus labios que se teñían de rojo, saboreandome.
-bebe -jadeé casi sin aliento, mis ojos se cerraron, me faltaba el aire mi boca entreabierta intentaba apoderarse de las briznas que llegaban, mas mis pulmones no reaccionaban.
Risa del diablo que sabia que sus caderas estaban torturándome, danzando rudamente sobre mi glande mas que alzado.
Apartó las cadenas, tiré la cabeza hacia atrás dejando entrar el aire, su boca acaparo la mía, poco era el aliento que sus besos me dejaba recuperar, mordió mis labios, lengua que succiono, devoró, de nuevo sangre en mis labios, estábamos los dos tan perdidos en ese momento que ni siquiera escuchábamos como otros hombres golpeaban las mesas contiguas para animarnos.
Fuera de mi tomé su cuello con mi mano y de un golpe seco su espalda impacto en la mesa mis caderas se abrieron paso entre sus piernas.
Rudo me adentre en su húmedo sexo, risa que se perdió por todo el burdel al ver mis desesperados ojos negros.
Su lengua se paseo por sus labios, no apartó de mi sus esmeraldas, su boca se entreabrió gimiendo por como mi virilidad rasgaba sus paredes, voraz la empotré, mis huevos chocaban de lo dentro que estaba.
Aulló un instante cuando la empalé de un modo violento, tanto que el dolor se mezclaba con el placer.
Mi boca se apoderó de la suya, mordí sus labios con afinco, mi mano apretaba su cuello y las cadenas se enredaban en mi nuca atrayéndome hacia ella.
Tomé la botella, quería beber, y le daría, di un buen trago que trague necesitado, el siguiente lo mantuve en mi boca llevándola contra la ajena, lo vertí en la suya para que lo bebiera.
Ladeé la sonrisa a verla relamerse, me olvidaba de todo, solo ella y yo y la bestia que se había apoderado de nuestra razón, eramos dos demonios cabalgando al mismo son.
La botella murió en su boca, la empine dejando que bebiera, tanto que resbalaba por sus labios. Su razón se impuso a la mía apartándola para buscar mi boca, sabor a alcohol de ambos mezclado con la desesperación de nuestros besos.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Esa noche sin duda, rozarían la locura, se perderían en el otro y terminarían fundiéndose entre las llamas del infierno tantas veces como sus cuerpos se encontrasen, buscasen hasta terminar por volverse completamente locos, aún más… por el otro. Valeria jamás podría describirle lo que verdaderamente sentía por él, no sabría por donde empezar pues no existían palabras suficientes para algo tan grande para ella. Amor. El sentimiento más repudiado, temido y desconocido para la parisina. Y él, como no pudo ser de otro modo, llegó para cambiarlo todo , demostrarle a cada segundo, con creces, el significado de esa palabra… cada letra.
Celos. Las orbes esmeraldas, llameaban furiosas, jamás él pudo verla de tal modo. No solo odiaba ese maldito vínculo que lo mantendría unido a esa inmortal para siempre… odiaba hasta el mismo aire que respiraban al unísono. Miradas enfrentadas, cuerpos sedientos del otro y ella… muriendo de amor y de deseo a partes iguales. Valeria si odiaba, lo hacía con todo su ser pero si amaba…era mucho más intenso y hasta ahora, él era el único que se lo había llevado todo lo que ella era. Unos celos enfermizos, la obsesión de no solo que le perteneciese solo a ella… si no el mayor de sus miedos, temores y pesadillas, perderle.
Dulce y perverso castigo el que le proporcionaba apretando su cuello y que a él le pareció poco. No podía dejar de mirarle, como si aquel maldito hombre le hubiese lanzado una especie de hechizo adulador, anulando sus sentidos y solo él… fuese el dueño de sus pensamientos, su razón y su cuerpo. Le odió a la par que lo amó, por el simple hecho de amar a un demonio. Amarla. La perdición tenía un nombre hecho apellido , el que ahora compartían. Disfrutaba viéndole torturado, sediento de más… y ella se lo daría todo, lo castigaría para que solo desease bajar al infierno con ella.
Desafío en su mirada al notar la presión deliciosa de sus dedos en su cuello, los labios carmesís entreabiertos le pedían en silencio que apretase más, le dejase sin aliento, sin fuerzas y solo sentir dolor y placer al mismo tiempo. gritos entre medias de su nombre, pidiéndole más, mucho más fuerte. Las demás personas dejaron de existir, sus cuerpos volvieron a sucumbir al pecado capital de la lujuria, demostrándose que lo de ambos era mucho más que una atracción y deseo. Podía notar como la poseía de ese modo violento, feroz del que solo podía disfrutar entre lágrimas de dolor, risa de perdición y labios que aullaban de placer, voz que le pedía que no se detuviese hasta que estalló en un orgasmo tan intenso que la hizo rugir como una leona hambrienta…como si con eso acabase de abrir la misma caja de Pandora.
El líquido ambarino, no hacía otra cosa más que avivarlo todo con más intensidad. Se relamió los labios, mirándola intensamente, si para él era su demonio…él era el mismo ángel negro condenado, el único capaz de anularlo todo, dejar al demonio indefenso. Reloj de arena que rompió en pensamiento, el tiempo se había detenido en aquel burdel. No existía nada más que ellos dos, mirándose a los ojos, enredados en el otro y prometiéndoselo todo. El tiempo acababa de evaporarse, para Valeria… él era ese reloj, un reloj sin arena… vacío. Él era su tiempo, su presente y su futuro.
Siseó traviesa, aún entre jadeos, gotas de licor recorrían su barbilla, su cuello hasta morir entre sus pechos. Aún con la cadena enredada en su nuca, le atrajo hacia sí, obligándole como si fuese necesario hacia sí para que las tomase antes de abandonar su cuerpo, deslizarse por la mesa para apartarle de ella lo suficiente para enfrentar su mirada. Rió contra su boca, mordiéndola con deseo, aún sedienta…ella aún no había tomado suficiente…de él.
-Me has pedido que beba…señor Cannif - las cadenas bajaron por su espalda, frío metal que recorría la columna de su esposo a medida que ella se bajaba de la mesa, sin perder ni un instante su mirada. No dejó ni un resquicio de su piel por recorrer, su lengua junto con su boca , marcó un camino de besos y lamidas por su pecho… sus dientes marcaron cada centímetro que recorría… avisando hacia donde se dirigía. Siseó, quedando de rodillas ante él, cadenas que atrajeron hacia sí de las nalgas. Ni siquiera le dio tiempo a él de replicar nada, su miembro entró de forma brusca en la deliciosa boca roja como la sangre.
Iba a beber de él, lo haría y su sonrisa, sus ojos verdes le avisaron de que no solo lo haría… lo estaba deseando. Su lengua serpenteó por su tronco, succionando hasta tomarlo por entero. Saboreó su propia esencia, obligándole con las cadenas a que entrase aún más dentro, movimientos más desesperados… mirada esmeralda clavada en aquel mar oscuro. Quería beber de él, sabía se lo daría. Un mordisco en la punta, seguido de una risa, aliento embriagador chocando contra el lugar… incitándole, provocándole, volviéndole loco más aún que el primer día.
Celos. Las orbes esmeraldas, llameaban furiosas, jamás él pudo verla de tal modo. No solo odiaba ese maldito vínculo que lo mantendría unido a esa inmortal para siempre… odiaba hasta el mismo aire que respiraban al unísono. Miradas enfrentadas, cuerpos sedientos del otro y ella… muriendo de amor y de deseo a partes iguales. Valeria si odiaba, lo hacía con todo su ser pero si amaba…era mucho más intenso y hasta ahora, él era el único que se lo había llevado todo lo que ella era. Unos celos enfermizos, la obsesión de no solo que le perteneciese solo a ella… si no el mayor de sus miedos, temores y pesadillas, perderle.
Dulce y perverso castigo el que le proporcionaba apretando su cuello y que a él le pareció poco. No podía dejar de mirarle, como si aquel maldito hombre le hubiese lanzado una especie de hechizo adulador, anulando sus sentidos y solo él… fuese el dueño de sus pensamientos, su razón y su cuerpo. Le odió a la par que lo amó, por el simple hecho de amar a un demonio. Amarla. La perdición tenía un nombre hecho apellido , el que ahora compartían. Disfrutaba viéndole torturado, sediento de más… y ella se lo daría todo, lo castigaría para que solo desease bajar al infierno con ella.
Desafío en su mirada al notar la presión deliciosa de sus dedos en su cuello, los labios carmesís entreabiertos le pedían en silencio que apretase más, le dejase sin aliento, sin fuerzas y solo sentir dolor y placer al mismo tiempo. gritos entre medias de su nombre, pidiéndole más, mucho más fuerte. Las demás personas dejaron de existir, sus cuerpos volvieron a sucumbir al pecado capital de la lujuria, demostrándose que lo de ambos era mucho más que una atracción y deseo. Podía notar como la poseía de ese modo violento, feroz del que solo podía disfrutar entre lágrimas de dolor, risa de perdición y labios que aullaban de placer, voz que le pedía que no se detuviese hasta que estalló en un orgasmo tan intenso que la hizo rugir como una leona hambrienta…como si con eso acabase de abrir la misma caja de Pandora.
El líquido ambarino, no hacía otra cosa más que avivarlo todo con más intensidad. Se relamió los labios, mirándola intensamente, si para él era su demonio…él era el mismo ángel negro condenado, el único capaz de anularlo todo, dejar al demonio indefenso. Reloj de arena que rompió en pensamiento, el tiempo se había detenido en aquel burdel. No existía nada más que ellos dos, mirándose a los ojos, enredados en el otro y prometiéndoselo todo. El tiempo acababa de evaporarse, para Valeria… él era ese reloj, un reloj sin arena… vacío. Él era su tiempo, su presente y su futuro.
Siseó traviesa, aún entre jadeos, gotas de licor recorrían su barbilla, su cuello hasta morir entre sus pechos. Aún con la cadena enredada en su nuca, le atrajo hacia sí, obligándole como si fuese necesario hacia sí para que las tomase antes de abandonar su cuerpo, deslizarse por la mesa para apartarle de ella lo suficiente para enfrentar su mirada. Rió contra su boca, mordiéndola con deseo, aún sedienta…ella aún no había tomado suficiente…de él.
-Me has pedido que beba…señor Cannif - las cadenas bajaron por su espalda, frío metal que recorría la columna de su esposo a medida que ella se bajaba de la mesa, sin perder ni un instante su mirada. No dejó ni un resquicio de su piel por recorrer, su lengua junto con su boca , marcó un camino de besos y lamidas por su pecho… sus dientes marcaron cada centímetro que recorría… avisando hacia donde se dirigía. Siseó, quedando de rodillas ante él, cadenas que atrajeron hacia sí de las nalgas. Ni siquiera le dio tiempo a él de replicar nada, su miembro entró de forma brusca en la deliciosa boca roja como la sangre.
Iba a beber de él, lo haría y su sonrisa, sus ojos verdes le avisaron de que no solo lo haría… lo estaba deseando. Su lengua serpenteó por su tronco, succionando hasta tomarlo por entero. Saboreó su propia esencia, obligándole con las cadenas a que entrase aún más dentro, movimientos más desesperados… mirada esmeralda clavada en aquel mar oscuro. Quería beber de él, sabía se lo daría. Un mordisco en la punta, seguido de una risa, aliento embriagador chocando contra el lugar… incitándole, provocándole, volviéndole loco más aún que el primer día.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Mi demonio de labios rojos me desafiaba con sus esmeraldas, sedienta, jadeó contra mi boca mientras sentía las cadenas bailar en mi nuca, atrayéndome, abrasándome, devorando cada resquicio de cordura que me quedaba, si es que aun quedaba algo de eso en mi excitado cuerpo.
Se deslizó como una pantera por mi torso, lengua ávida de mi piel que la repasó sin medida, que serpenteo trazando todos los senderos ya conocidos mientras sus dientes mordían a su paso mis músculos tensos.
Jadeé de nuevo sabiendo cual era el pecaminoso destino. Mi hombría palpitaba hambrienta de su boca, y esta no se hizo de rogar pues de golpe la devoro entre las llamas metiéndosela entera.
El carmesí de sus labios repasó el tronco, mojandolo, haciéndolo moverse de puro deseo en su boca. Las frías cadenas me empujaban por las nalgas para meterla mas adentro, mientras mi mano sentenciaba su pelo para empujarla hacia mis férreas caderas que se movían de forma salvaje para follar su boca con rudeza.
Sus risas contra mi glande, el aliento me torturaba, tiré mi cabeza hacia atrás entre roncos gruñidos de placer, cada vez mas rápidos, aullé cuando su lengua repasó mi frenillo, moviéndose salvaje contra el.
-Valeria -susurré con un sonido gutural que escapaba entrecortado de mis labios mostrando le hasta el punto de excitación a la que me estaba arrastrando.
De un tirón brusco aparté su boca de mi miembro, estaba a nada de correrme en ella y yo no quería acabar tan pronto el juego. Sus ojos verdes, oscuros como la noche, se alzaron para enfrentar mis pardos que ahora parecían dos tormentas.
Pronto bajo la mirada satisfecha al ver como mi mástil se movía frente a sus labios casi de forma espasmódica, casi me había corrido y mi entrecortada respiración cargada de jadeos así lo decía.
-Espera nena -pedí cuando su boca volvió a la carga.
La alcé del brazo para deshacerme de las cadenas y la prisión de sus brazos.
-Estoy a nada, si la meto o la tocas me voy, espera, espera -gruñí contra su boca tomándola de nuevo, paladeando mi propio sabor en su lengua que gruñía contra mis labios consciente de lo perdido que me encontraba en ese momento en el que mi virilidad dura como una piedra se hundía en su vientre.
No podía mas, la giré con violencia, mis dedos se hundieron en su vagina de forma salvaje, estaba mojada, la oí gemir contra la mesa, mientras sus pechos ya descubiertos de aquel corsé de encaje que se había desgarrado por la violencia de nuestros actos, rozaban contra la madera endureciendo sus pezones.
Mi hombría rugió adentrándose por su trasero, no hubo delicadeza estaba demasiado excitado para ir con cuidado. Se dilató para mi, permitido la entrada de mi punta y tras esta el tronco después.
Embestidas rudas que movían la mesa y a nosotros junto a ella.
Ambos gemíamos de forma pesada, ronca, metí el tercer dedo cuando sentí como las paredes de su laberinto le daban cabida.
-Déjame tu mano, pedí tomando ahora uno de sus dedos que acompaño a los míos y lo metí dentro, quería que notara el placer de masturbarse conmigo.
Baile demencial de ambos en aquel burdel donde las luces bailaban frente a nuestros ojos, estábamos completamente ensimismados en el cuerpo del otro. Mi boca mordió su cuello desde atrás, mi virilidad tembló, se sacudió con violencia en su apretado interior, sentía como mi simiente se esparcía y yo gruñía sin tregua contra su piel. Mi pecho cedió sobre su espalda y la mesa nos sustentó a ambos, extenuados, ebrios y enamorados.
Su paredes pegaron un latigazo contra mis dedos, espasmos de placer que me regalaron otra vez, mi respiración entrecortada contra su cuello, mi aliento en su oído.
-Ufffff -susurré incapaz de decir nada mas que eso.
Se deslizó como una pantera por mi torso, lengua ávida de mi piel que la repasó sin medida, que serpenteo trazando todos los senderos ya conocidos mientras sus dientes mordían a su paso mis músculos tensos.
Jadeé de nuevo sabiendo cual era el pecaminoso destino. Mi hombría palpitaba hambrienta de su boca, y esta no se hizo de rogar pues de golpe la devoro entre las llamas metiéndosela entera.
El carmesí de sus labios repasó el tronco, mojandolo, haciéndolo moverse de puro deseo en su boca. Las frías cadenas me empujaban por las nalgas para meterla mas adentro, mientras mi mano sentenciaba su pelo para empujarla hacia mis férreas caderas que se movían de forma salvaje para follar su boca con rudeza.
Sus risas contra mi glande, el aliento me torturaba, tiré mi cabeza hacia atrás entre roncos gruñidos de placer, cada vez mas rápidos, aullé cuando su lengua repasó mi frenillo, moviéndose salvaje contra el.
-Valeria -susurré con un sonido gutural que escapaba entrecortado de mis labios mostrando le hasta el punto de excitación a la que me estaba arrastrando.
De un tirón brusco aparté su boca de mi miembro, estaba a nada de correrme en ella y yo no quería acabar tan pronto el juego. Sus ojos verdes, oscuros como la noche, se alzaron para enfrentar mis pardos que ahora parecían dos tormentas.
Pronto bajo la mirada satisfecha al ver como mi mástil se movía frente a sus labios casi de forma espasmódica, casi me había corrido y mi entrecortada respiración cargada de jadeos así lo decía.
-Espera nena -pedí cuando su boca volvió a la carga.
La alcé del brazo para deshacerme de las cadenas y la prisión de sus brazos.
-Estoy a nada, si la meto o la tocas me voy, espera, espera -gruñí contra su boca tomándola de nuevo, paladeando mi propio sabor en su lengua que gruñía contra mis labios consciente de lo perdido que me encontraba en ese momento en el que mi virilidad dura como una piedra se hundía en su vientre.
No podía mas, la giré con violencia, mis dedos se hundieron en su vagina de forma salvaje, estaba mojada, la oí gemir contra la mesa, mientras sus pechos ya descubiertos de aquel corsé de encaje que se había desgarrado por la violencia de nuestros actos, rozaban contra la madera endureciendo sus pezones.
Mi hombría rugió adentrándose por su trasero, no hubo delicadeza estaba demasiado excitado para ir con cuidado. Se dilató para mi, permitido la entrada de mi punta y tras esta el tronco después.
Embestidas rudas que movían la mesa y a nosotros junto a ella.
Ambos gemíamos de forma pesada, ronca, metí el tercer dedo cuando sentí como las paredes de su laberinto le daban cabida.
-Déjame tu mano, pedí tomando ahora uno de sus dedos que acompaño a los míos y lo metí dentro, quería que notara el placer de masturbarse conmigo.
Baile demencial de ambos en aquel burdel donde las luces bailaban frente a nuestros ojos, estábamos completamente ensimismados en el cuerpo del otro. Mi boca mordió su cuello desde atrás, mi virilidad tembló, se sacudió con violencia en su apretado interior, sentía como mi simiente se esparcía y yo gruñía sin tregua contra su piel. Mi pecho cedió sobre su espalda y la mesa nos sustentó a ambos, extenuados, ebrios y enamorados.
Su paredes pegaron un latigazo contra mis dedos, espasmos de placer que me regalaron otra vez, mi respiración entrecortada contra su cuello, mi aliento en su oído.
-Ufffff -susurré incapaz de decir nada mas que eso.
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Un escalofrío le recorrió al oírle decir su nombre, voz desesperada en cada letra. Porque siempre, por y para siempre, sería Valeria… su demonio de labios rojos que lo perdía con una simple mirada, una sonrisa prometedora. Porque para ella él se había convertido en todo lo que nunca tuvo. Esa noche se prometieron volverse locos por el otro y lo consiguieron. no importaba donde estuviesen, ni con quien. No existía nada más que él en aquel inhóspito lugar, su voz, su cuerpo y su alma le habían atrapado en una jaula, divina y condenada cárcel de la que no deseaba salir…jamás.
Las esmeraldas, ni pestañeaban por deleitarse en la imagen de su esposo, contrayéndose de placer…arqueándose y buscar más, obligándola y ella, gustosa ofrecerle el mejor de los placeres. Y nuevamente, la castigó al apartarla. Quería beber de él, deleitarse en su esencia pero él tenía otro plan. Esa noche él mandaba, tenía las riendas y sabía que una noche más, la volvería completamente loca, satisfecha y aún más enamorada, conociendo otra faceta nueva en el terreno más íntimo.
Y buscando su boca, castigándole con tentadores mordiscos en los labios, succionando su lengua… beber del manantial de sus labios, gruñó esperando que le diese cualquier orden, petición. Antes de que la girase, sus piernas temblaron por cómo la miraba. nunca antes la había mirado con aquellos ojos oscuros de lujuria, al menos no de forma tan intensa. Rió de lo más divertida, abriendo las piernas..mirándole por encima del hombro y volver a perderse en su arrebatadora imagen, totalmente perdido en ella.
Tuvo que aferrarse a la mesa, no solo con la yema de los dedos, tuvo que clavar las uñas para no caer de la mesa. Los gritos de dolor se mezclaron con aullidos de placer, pidiéndole más entre lagrimas. Disfrutaba con cualquier roce, más cuando no solo la tomó por el trasero…los malditos dedos del noruego la torturaban en su sexo. Las caderas eran incapaces de permanecer quietas y no solo eso, se las ingenió para contraer y atrapar su miembro, perderlo del todo…causarle el mayor de los placeres como sus dedos junto a los propios… jamás sintió placer parecido, esa vez sí que estaba al borde de la locura. Pidió más entre gritos, lagrimas que recorrían sus mejillas, labios que buscaron los ajenos sin resultado.
La respiración entrecortada, sentía la ajena en su nuca, la presión del cuerpo ajeno… habían acabado abrazos, aún unidos de aquel modo prohibido. El demonio, rió contra la mesa, las piernas le temblaban y apenas podía mantenerse en pie, gracias a que estaba sobre la mesa. La daga brillaba en el suelo, algunas pequeñas gotas de sangre en el filo, gruñó por no haberlas tomado…estaba delicioso de cualquier forma. Giró el rostro, entreabriendo los labios…buscando su boca, se había hecho adicta.
Lamió despacio su labio inferior, quemándole con su aliento, golpeándole los labios…pidiéndole en silencio más. Estaba exhausta, cansada y diablos, le dolía todo el cuerpo. Muchas miradas puestas en ellos dos y ella, totalmente prendada de él. cuando él se separó de ella, un quejido convertido en ronroneo. Cuerpos perlados de sudor, restos de sangre ,esencia del otro.
- Maldito seas. Quería beberlo - aún quedaban unas gotas de la esencia del noruego, aquella que él mismo le había negado a tomar. El dedo índice que había recogido las gotas, se lo llevó a los labios…saboreándolo, mordiéndose el labio inferior finalmente. Desde su posición, sentada en la mesa…con las piernas abiertas, mostrando su sexo, lo provocaba con tan solo ser ella misma, sus elegantes y provocativos movimientos.
-Necesitas un descanso y necesitas una distracción ¿cierto? - no perdió tiempo, se subió a la mesa, despacio para no caer y su cuerpo, comenzó a moverse despacio. Manos finas y frágiles que se enredaban en su cabello dorado, echándolo hacia atrás y cayese como cascada por su espalda. Sonrisa que no se desvanecía de su hermoso rostro, aún sus mejillas conservaban ese rubor sonrosado. Sus caderas de fuego se unieron al baile de sus manos, provocándole, dedicándole ese baile prohibido….solo para él. sus manos se deslizaron por sus costados, hasta sus nalgas y hundir sus dedos en la piel… sonrisa pícara buscando su mirada…
Muchos la miraban, completamente desnuda y solo tener ojos para él , sin pensar en nada más. Los celos seguían latentes en ambos. Era suyo, solo suyo y ella…completamente de él, todo su ser.
Las esmeraldas, ni pestañeaban por deleitarse en la imagen de su esposo, contrayéndose de placer…arqueándose y buscar más, obligándola y ella, gustosa ofrecerle el mejor de los placeres. Y nuevamente, la castigó al apartarla. Quería beber de él, deleitarse en su esencia pero él tenía otro plan. Esa noche él mandaba, tenía las riendas y sabía que una noche más, la volvería completamente loca, satisfecha y aún más enamorada, conociendo otra faceta nueva en el terreno más íntimo.
Y buscando su boca, castigándole con tentadores mordiscos en los labios, succionando su lengua… beber del manantial de sus labios, gruñó esperando que le diese cualquier orden, petición. Antes de que la girase, sus piernas temblaron por cómo la miraba. nunca antes la había mirado con aquellos ojos oscuros de lujuria, al menos no de forma tan intensa. Rió de lo más divertida, abriendo las piernas..mirándole por encima del hombro y volver a perderse en su arrebatadora imagen, totalmente perdido en ella.
Tuvo que aferrarse a la mesa, no solo con la yema de los dedos, tuvo que clavar las uñas para no caer de la mesa. Los gritos de dolor se mezclaron con aullidos de placer, pidiéndole más entre lagrimas. Disfrutaba con cualquier roce, más cuando no solo la tomó por el trasero…los malditos dedos del noruego la torturaban en su sexo. Las caderas eran incapaces de permanecer quietas y no solo eso, se las ingenió para contraer y atrapar su miembro, perderlo del todo…causarle el mayor de los placeres como sus dedos junto a los propios… jamás sintió placer parecido, esa vez sí que estaba al borde de la locura. Pidió más entre gritos, lagrimas que recorrían sus mejillas, labios que buscaron los ajenos sin resultado.
La respiración entrecortada, sentía la ajena en su nuca, la presión del cuerpo ajeno… habían acabado abrazos, aún unidos de aquel modo prohibido. El demonio, rió contra la mesa, las piernas le temblaban y apenas podía mantenerse en pie, gracias a que estaba sobre la mesa. La daga brillaba en el suelo, algunas pequeñas gotas de sangre en el filo, gruñó por no haberlas tomado…estaba delicioso de cualquier forma. Giró el rostro, entreabriendo los labios…buscando su boca, se había hecho adicta.
Lamió despacio su labio inferior, quemándole con su aliento, golpeándole los labios…pidiéndole en silencio más. Estaba exhausta, cansada y diablos, le dolía todo el cuerpo. Muchas miradas puestas en ellos dos y ella, totalmente prendada de él. cuando él se separó de ella, un quejido convertido en ronroneo. Cuerpos perlados de sudor, restos de sangre ,esencia del otro.
- Maldito seas. Quería beberlo - aún quedaban unas gotas de la esencia del noruego, aquella que él mismo le había negado a tomar. El dedo índice que había recogido las gotas, se lo llevó a los labios…saboreándolo, mordiéndose el labio inferior finalmente. Desde su posición, sentada en la mesa…con las piernas abiertas, mostrando su sexo, lo provocaba con tan solo ser ella misma, sus elegantes y provocativos movimientos.
-Necesitas un descanso y necesitas una distracción ¿cierto? - no perdió tiempo, se subió a la mesa, despacio para no caer y su cuerpo, comenzó a moverse despacio. Manos finas y frágiles que se enredaban en su cabello dorado, echándolo hacia atrás y cayese como cascada por su espalda. Sonrisa que no se desvanecía de su hermoso rostro, aún sus mejillas conservaban ese rubor sonrosado. Sus caderas de fuego se unieron al baile de sus manos, provocándole, dedicándole ese baile prohibido….solo para él. sus manos se deslizaron por sus costados, hasta sus nalgas y hundir sus dedos en la piel… sonrisa pícara buscando su mirada…
Muchos la miraban, completamente desnuda y solo tener ojos para él , sin pensar en nada más. Los celos seguían latentes en ambos. Era suyo, solo suyo y ella…completamente de él, todo su ser.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Cuando creía que no podía excitarme mas pues acababa de esparcirme en su interior me daba cuenta de lo sumamente equivocado que estaba.
Aquella mujer era el demonio en toda su esencia y cada movimiento, palabra o hecho estaba estudiado para llevarme a un nuevo nivel de desasosiego mucho mayor que el anterior.
Sus palabras, esas que escupió con cierto ruego me dijeron que quería beber mi simiente, ahora, mi miembro quedaba al descubierto mientras mi cuerpo se recostaba agotado en el respaldo del sofá. Rauda, con dos dedos y esa encendida mirada esmeralda que clavo en mis oscurecidos pardos recogió las gotas sobrantes para paladearlas intorduciendolas en esos labios de pecado.
Rugí al sentir mi glande vibrar, no podía mas, en eso tenia razón, mas la imagen de mi esposa sobre la mesa dispuesta a seguir bailando para mi era demencial.
Entreabrí los labios dejando escapar un ronco jadeo mientras mis ojos se perdían en su sexo completamente abierto, ofrecido para mi disfrute y por desgracia el de otros tantos que veían tocándose el espectáculo.
Gruñí desafiando a todos y cada uno con la mirada, ella era mía, mía y los celos me devoraban por dentro como el fuego a los maderos.
Jadeaba cuando sus dedos se introdujeron en ella, masturbándose, mostrándome sin miramientos aquello que me estaba perdiendo.
Me alcé de golpe tomándola como si fuera un saco, su vientre en mi hombro, sus pechos contra mi espalda, y esa cascada de pelo rubio que acariciaba mis nalgas.
Su risa contra mi piel, sus dedos traviesos aun continuaban con la tortura que ofrecía a mi turbia mirada.
Una palmada en su trasero, un mordisco después y saque sus dedos para sustituirlos por los míos.
Ritmo desesperado que tomaron al sentir lo sumamente mojada que se encontraba, de nuevo reía entre roncos jadeos como si todo esto solo fuera un excitante juego.
-Coge la botella y la daga, no aguanto mas, vamos arriba -ordené sin dejar de mover mis dedos en su interior entre bruscas sacudidas.
Mi palma acaricio su clítoris, quería que sintiera el placer mas extremo mientras yo me encaminaba con ella escaleras arriba.
Por el camino nos encontramos varias prostitutas que nos miraban, como si aquello jamas lo hubieran visto antes.
-¿necesitáis compañía? -preguntó una morena de ojos verdes viéndonos tan animados.
Valeria seguía jadeando ajena a todo mientras yo paseaba mis ojos por los pechos de la nueva con descaro para negar con la cabeza y continuar mi camino hacia la habitación dispuesta para los dos.
Al entrar me di cuenta de que para nada tenia que ver con una sencilla habitación de burdel. Un espejo en el techo nos permitía ver cada parte de nuestros cuerpos, una cama redonda, una tina de gran tamaño repleta de agua caliente. El humo salia de esta contrastando con las dos botellas de champang helado dispuestas junto a ella para ser descorchadas.
Mas lo que mas llamó mi atención fueron las cadenas que colgaban del techo con sus respectivos gilletes para las manos.
-No has escatimado en detalles -bromeé dejándola caer sobre el lecho.
Saqué mis dedos y los lamí frente a sus ojos verdes completamente oscurecidos de deseo.
Mi boca acortó la distancia que la separaba se su ofrecido sexo, allí hundí mi lengua, recorriendo cada pliegue de esa feminidad que sabia a infierno, empapada, tracé círculos contra su botón, succionandolo con fuerza, jadeando contra ella, golpeándola con mi aliento cálido.
Aquella mujer era el demonio en toda su esencia y cada movimiento, palabra o hecho estaba estudiado para llevarme a un nuevo nivel de desasosiego mucho mayor que el anterior.
Sus palabras, esas que escupió con cierto ruego me dijeron que quería beber mi simiente, ahora, mi miembro quedaba al descubierto mientras mi cuerpo se recostaba agotado en el respaldo del sofá. Rauda, con dos dedos y esa encendida mirada esmeralda que clavo en mis oscurecidos pardos recogió las gotas sobrantes para paladearlas intorduciendolas en esos labios de pecado.
Rugí al sentir mi glande vibrar, no podía mas, en eso tenia razón, mas la imagen de mi esposa sobre la mesa dispuesta a seguir bailando para mi era demencial.
Entreabrí los labios dejando escapar un ronco jadeo mientras mis ojos se perdían en su sexo completamente abierto, ofrecido para mi disfrute y por desgracia el de otros tantos que veían tocándose el espectáculo.
Gruñí desafiando a todos y cada uno con la mirada, ella era mía, mía y los celos me devoraban por dentro como el fuego a los maderos.
Jadeaba cuando sus dedos se introdujeron en ella, masturbándose, mostrándome sin miramientos aquello que me estaba perdiendo.
Me alcé de golpe tomándola como si fuera un saco, su vientre en mi hombro, sus pechos contra mi espalda, y esa cascada de pelo rubio que acariciaba mis nalgas.
Su risa contra mi piel, sus dedos traviesos aun continuaban con la tortura que ofrecía a mi turbia mirada.
Una palmada en su trasero, un mordisco después y saque sus dedos para sustituirlos por los míos.
Ritmo desesperado que tomaron al sentir lo sumamente mojada que se encontraba, de nuevo reía entre roncos jadeos como si todo esto solo fuera un excitante juego.
-Coge la botella y la daga, no aguanto mas, vamos arriba -ordené sin dejar de mover mis dedos en su interior entre bruscas sacudidas.
Mi palma acaricio su clítoris, quería que sintiera el placer mas extremo mientras yo me encaminaba con ella escaleras arriba.
Por el camino nos encontramos varias prostitutas que nos miraban, como si aquello jamas lo hubieran visto antes.
-¿necesitáis compañía? -preguntó una morena de ojos verdes viéndonos tan animados.
Valeria seguía jadeando ajena a todo mientras yo paseaba mis ojos por los pechos de la nueva con descaro para negar con la cabeza y continuar mi camino hacia la habitación dispuesta para los dos.
Al entrar me di cuenta de que para nada tenia que ver con una sencilla habitación de burdel. Un espejo en el techo nos permitía ver cada parte de nuestros cuerpos, una cama redonda, una tina de gran tamaño repleta de agua caliente. El humo salia de esta contrastando con las dos botellas de champang helado dispuestas junto a ella para ser descorchadas.
Mas lo que mas llamó mi atención fueron las cadenas que colgaban del techo con sus respectivos gilletes para las manos.
-No has escatimado en detalles -bromeé dejándola caer sobre el lecho.
Saqué mis dedos y los lamí frente a sus ojos verdes completamente oscurecidos de deseo.
Mi boca acortó la distancia que la separaba se su ofrecido sexo, allí hundí mi lengua, recorriendo cada pliegue de esa feminidad que sabia a infierno, empapada, tracé círculos contra su botón, succionandolo con fuerza, jadeando contra ella, golpeándola con mi aliento cálido.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Las miradas ajenas pasaban desapercibidas. La única en la que se perdía era la de esas tormentas, en las que sumergiría sin fin. Imaginó que sus propios dedos , aquel baile loco y demencial fuese culpa de las atenciones del noruego. Sonrió mordiéndose los labios, jadeando de forma ronca a medida que el placer iba incrementando. Sabía que estaba celoso de las indiscretas miradas hacia su persona y su gruñido solo consiguió que su espalda se arquease, abriéndose más…solo para él, desafiándole una vez más.
Mordió uno de sus costados traviesa, rugiendo contra su piel, castigándolo no solo con sus dientes…se unían sus uñas hundidas en la piel, lamiendo la marca de paso. Saboreó la sangre de la herida, volvió a cerrarse y aquello la enfureció, de tal forma que un nuevo mordisco marcó el costado izquierdo del noruego. Le mordió con fuerza, gimiendo contra la piel, susurrando entre medias su nombre. Estaba perdida en él, sabía perfectamente qué hacer para volverla loca y sus dedos la torturaban, no contento con no haberle dejado beber de su esencia, ahora volvía a torturarla… un castigo delicioso.
Una voz femenina, interrumpió sus jadeos aún así sus caderas no dejaron de mover sus caderas, caderas que aún no habían terminado el baile con su noruego. Alzó el rostro, apartando el cabello dorado y buscar con sus inquisitivos ojos verdes quien había osado tan siquiera mirarlo. Gruñó por lo bajo, más al ver a su marido perder la mirada en los pechos de aquella puta. Una cachetada en el trasero como aviso y un mordisco imitándolo… no, no iba a dejar pasar ese simple pero importante gesto que la enfurecía, mirada amenazante a la muchacha quien tragó saliva…Valeria era capaz de perder los estribos y llegar a hacer una locura, ya lo había hecho antes y no se arrepentía de ello si el fin era el deseado.
Ahora era diferente, él le pertenecía con todas las consecuencias, le pertenecía a nada más y nada menos que al demonio. Se incorporó en el lecho, mirándole desafiante una vez más, jadeante con esas orbes llameando en deseo y rabia. Estaba muy enfadada, la rabia mezclada con los celos, una combinación que el noruego aún no conocía bien. esa noche no era cualquier otra, se habían unido para siempre y mientras sus ojos verdes no habían abandonado los del maldito noruego, él se había deleitado en mirar a otros cuerpos…cuanto odiaba no tener el poder de leer pensamientos.
Sus piernas lo atrajeron hacia sí por el cuello, se adentrase aún más en ella y la boca ajena se hundiese en su interior, complaciéndola antes de que le castigase. Valeria, con la daga en la mano, se estremeció a cada movimiento de su lengua, moviendo las caderas de forma brusca , como un demonio lo haría. Al vaivén de sus caderas y la presión de sus piernas en torno a la cabeza del noruego, los finos dedos se enredaron en aquel cabello rebelde, tirando de él entre roncos jadeos y risas. Respiración cálida, su húmeda lengua le torturaba … una tortura que no cesaba. Sintió como llegaba el clímax, arqueando la espalda, obligándole a permanecer pegado a su sexo para que bebiese su orgasmo, él no iba a ser el único que se deleitase en su sabor.
No se preocupó en recuperar el aliento, aún jadeante, abrió los ojos clavándose en él. Se relamió los labios, observando la imagen de su esposo, totalmente entregado a ella pero eso no quitaba que se le hubiese olvidado lo de antes. Lo apartó de forma brusca con uno de sus pies, ejerciendo presión en el hombro y frunció el ceño, gruñendo de pura rabia. Él no podría saber qué le pasaba pero pronto lo descubriría… se lo haría saber. Gateó hasta él , obligándole a levantarse, apoyando ambas manos en su pecho…y ella, dar un par de pasos hacia atrás. Lo contempló desnudo, totalmente perdido en ella… y lo que él no imaginaba es que iba a estarlo aún más.
Rió por lo que se le estaba pasando por la cabeza, nada bueno pero sí placentero. Siseó para que no se moviese, permaneciese donde estaba. Respiraciones agitadas, cuerpos temblando por las sensaciones y el cansancio. Toda la noche habían estado perdidos en el otro y ambos sabían que eso aún no había acabado. Quedó tras él, observando su espalda, siseando para que no se le ocurriese moverse… por si acaso le avisó. Sigilosa y elegante como un felino, acortó las distancias hasta pegarse a su espalda. Sus pezones reaccionaron en el mismo instante en el que impactaron contra la piel ajena, ardía. Sonrió , mordiéndose los labios al ver el cuerpo de él brillar por esas pequeñas gotas de sudor , hasta entonces no le había fascinado tanto verle desnudo…acababa de cincelarlo en su mente, una imagen que no olvidaría jamás.
Su nariz, se perdió en su cabello, olía a hierba fresca, salvaje… lo que le hizo rugir…morder su cuello por detrás… susurrar palabras prometedoras de lo que aún quedaba por llegar. Se mordió los labios al separarse un segundo. No perdió el tiempo. rauda y veloz, tomó los grilletes que colgaban del techo. Primero le ató una muñeca, la segunda a escasos segundos. Risa endemoniada tras su nuca, aliento que acarició su cuello… apartando su cuerpo del ajeno, quería que lo extrañase, la reclamase… le pidiese más a pesar de estar ambos exhaustos.
-Me has cabreado -rugió tirando de una de las cadenas, lo que provocaba que los grilletes se alzasen y los brazos de él quedasen suspendidos en el techo, tiró con fuerza para que incluso sus pies abandonasen el suelo -Has mirado a otra. ¿Y si yo lo hubiese hecho? sé que cuando bailaba para ti me miraban pero ¿dónde tenía mis ojos? Puestos en ti… y no, no contento con eso te pones a mirar a esa maldita mujerzuela -tiró un poco más, ahora sí que podía sentir el dolor de quedar suspendido de las muñecas, incluso los grilletes se aferraron a su piel, con fuerza.
-Te dije que quería beberlo y me lo has negado. Lo tomaré a la fuerza, no me has dejado opción -no parecía su suave voz, sí la de un demonio hambriento que acababa de atrapar a su presa - ¿Decías algo de jugar con la daga? - lo rodeó para encararle, con la daga entre sus dedos… la imagen de él suspendido y desnudo le hizo que ronronease. - Vamos a jugar -la mano libre, rodeó su cintura, atrayéndole hacia sí, sus cuerpos chocaron, buscándose . Sonrisa carmesí contra su boca que mordisqueó hambrienta, piernas que se abrieron para hacer lo que había imaginado solo con verle así atado.
La daga, inició el camino a la altura de su oreja derecha, descendiendo sin rasgar su piel… hasta llegar al final de su cuello donde comenzó a dibujar con ella, rasgar la piel y dejar que sangrase, la sangre volvió a ser la protagonista y Valeria rió como una completa demente contra sus labios, lamiéndolos y mordisquearlos como el mejor de los manjares. Y no solo eso, a medida que la daga bajaba por su pecho hundiéndose en su piel, ella tomó su miembro, para no solo darle atenciones, frotarlo contra su propio sexo, moviendo las caderas y masturbarse con la punta, jadeando al notar como volvía su miembro a endurecerse.
-Mereces el peor de los castigos. Podría dejarte aquí, atado y a tu merced, buscar a otro que me complaciera… abajo tendría candidatos. Me has cabreado, no mereces más -se separó de él, al igual que la daga, su lengua se paseó por el filo de ésta… tomando los restos de sangre, mirándole intensamente… sería capaz de cualquier cosa y él lo sabía. -¿Y bien? - le recorrió con la mirada, la maldita herida volvía a cerrarse…cuanto odiaba eso -Me has vuelto a enfadar y ni siquiera has hecho nada, te has movido -se arrodilló ante él, estaba suspenso a su merced… y no dudó en volver a tomar su miembro con la boca, envolviéndolo… mirándole a los ojos y reír traviesa, se había propuesto no solo volverle loco… acababa de dejarle claro que iba a beberlo, seguía muy enfadada y sus labios se lo avisaron al no poder parar de lamer y succionar, mover la lengua a conciencia… quería que le rogase, pidiese cualquier cosa, la cumpliría.
Mordió uno de sus costados traviesa, rugiendo contra su piel, castigándolo no solo con sus dientes…se unían sus uñas hundidas en la piel, lamiendo la marca de paso. Saboreó la sangre de la herida, volvió a cerrarse y aquello la enfureció, de tal forma que un nuevo mordisco marcó el costado izquierdo del noruego. Le mordió con fuerza, gimiendo contra la piel, susurrando entre medias su nombre. Estaba perdida en él, sabía perfectamente qué hacer para volverla loca y sus dedos la torturaban, no contento con no haberle dejado beber de su esencia, ahora volvía a torturarla… un castigo delicioso.
Una voz femenina, interrumpió sus jadeos aún así sus caderas no dejaron de mover sus caderas, caderas que aún no habían terminado el baile con su noruego. Alzó el rostro, apartando el cabello dorado y buscar con sus inquisitivos ojos verdes quien había osado tan siquiera mirarlo. Gruñó por lo bajo, más al ver a su marido perder la mirada en los pechos de aquella puta. Una cachetada en el trasero como aviso y un mordisco imitándolo… no, no iba a dejar pasar ese simple pero importante gesto que la enfurecía, mirada amenazante a la muchacha quien tragó saliva…Valeria era capaz de perder los estribos y llegar a hacer una locura, ya lo había hecho antes y no se arrepentía de ello si el fin era el deseado.
Ahora era diferente, él le pertenecía con todas las consecuencias, le pertenecía a nada más y nada menos que al demonio. Se incorporó en el lecho, mirándole desafiante una vez más, jadeante con esas orbes llameando en deseo y rabia. Estaba muy enfadada, la rabia mezclada con los celos, una combinación que el noruego aún no conocía bien. esa noche no era cualquier otra, se habían unido para siempre y mientras sus ojos verdes no habían abandonado los del maldito noruego, él se había deleitado en mirar a otros cuerpos…cuanto odiaba no tener el poder de leer pensamientos.
Sus piernas lo atrajeron hacia sí por el cuello, se adentrase aún más en ella y la boca ajena se hundiese en su interior, complaciéndola antes de que le castigase. Valeria, con la daga en la mano, se estremeció a cada movimiento de su lengua, moviendo las caderas de forma brusca , como un demonio lo haría. Al vaivén de sus caderas y la presión de sus piernas en torno a la cabeza del noruego, los finos dedos se enredaron en aquel cabello rebelde, tirando de él entre roncos jadeos y risas. Respiración cálida, su húmeda lengua le torturaba … una tortura que no cesaba. Sintió como llegaba el clímax, arqueando la espalda, obligándole a permanecer pegado a su sexo para que bebiese su orgasmo, él no iba a ser el único que se deleitase en su sabor.
No se preocupó en recuperar el aliento, aún jadeante, abrió los ojos clavándose en él. Se relamió los labios, observando la imagen de su esposo, totalmente entregado a ella pero eso no quitaba que se le hubiese olvidado lo de antes. Lo apartó de forma brusca con uno de sus pies, ejerciendo presión en el hombro y frunció el ceño, gruñendo de pura rabia. Él no podría saber qué le pasaba pero pronto lo descubriría… se lo haría saber. Gateó hasta él , obligándole a levantarse, apoyando ambas manos en su pecho…y ella, dar un par de pasos hacia atrás. Lo contempló desnudo, totalmente perdido en ella… y lo que él no imaginaba es que iba a estarlo aún más.
Rió por lo que se le estaba pasando por la cabeza, nada bueno pero sí placentero. Siseó para que no se moviese, permaneciese donde estaba. Respiraciones agitadas, cuerpos temblando por las sensaciones y el cansancio. Toda la noche habían estado perdidos en el otro y ambos sabían que eso aún no había acabado. Quedó tras él, observando su espalda, siseando para que no se le ocurriese moverse… por si acaso le avisó. Sigilosa y elegante como un felino, acortó las distancias hasta pegarse a su espalda. Sus pezones reaccionaron en el mismo instante en el que impactaron contra la piel ajena, ardía. Sonrió , mordiéndose los labios al ver el cuerpo de él brillar por esas pequeñas gotas de sudor , hasta entonces no le había fascinado tanto verle desnudo…acababa de cincelarlo en su mente, una imagen que no olvidaría jamás.
Su nariz, se perdió en su cabello, olía a hierba fresca, salvaje… lo que le hizo rugir…morder su cuello por detrás… susurrar palabras prometedoras de lo que aún quedaba por llegar. Se mordió los labios al separarse un segundo. No perdió el tiempo. rauda y veloz, tomó los grilletes que colgaban del techo. Primero le ató una muñeca, la segunda a escasos segundos. Risa endemoniada tras su nuca, aliento que acarició su cuello… apartando su cuerpo del ajeno, quería que lo extrañase, la reclamase… le pidiese más a pesar de estar ambos exhaustos.
-Me has cabreado -rugió tirando de una de las cadenas, lo que provocaba que los grilletes se alzasen y los brazos de él quedasen suspendidos en el techo, tiró con fuerza para que incluso sus pies abandonasen el suelo -Has mirado a otra. ¿Y si yo lo hubiese hecho? sé que cuando bailaba para ti me miraban pero ¿dónde tenía mis ojos? Puestos en ti… y no, no contento con eso te pones a mirar a esa maldita mujerzuela -tiró un poco más, ahora sí que podía sentir el dolor de quedar suspendido de las muñecas, incluso los grilletes se aferraron a su piel, con fuerza.
-Te dije que quería beberlo y me lo has negado. Lo tomaré a la fuerza, no me has dejado opción -no parecía su suave voz, sí la de un demonio hambriento que acababa de atrapar a su presa - ¿Decías algo de jugar con la daga? - lo rodeó para encararle, con la daga entre sus dedos… la imagen de él suspendido y desnudo le hizo que ronronease. - Vamos a jugar -la mano libre, rodeó su cintura, atrayéndole hacia sí, sus cuerpos chocaron, buscándose . Sonrisa carmesí contra su boca que mordisqueó hambrienta, piernas que se abrieron para hacer lo que había imaginado solo con verle así atado.
La daga, inició el camino a la altura de su oreja derecha, descendiendo sin rasgar su piel… hasta llegar al final de su cuello donde comenzó a dibujar con ella, rasgar la piel y dejar que sangrase, la sangre volvió a ser la protagonista y Valeria rió como una completa demente contra sus labios, lamiéndolos y mordisquearlos como el mejor de los manjares. Y no solo eso, a medida que la daga bajaba por su pecho hundiéndose en su piel, ella tomó su miembro, para no solo darle atenciones, frotarlo contra su propio sexo, moviendo las caderas y masturbarse con la punta, jadeando al notar como volvía su miembro a endurecerse.
-Mereces el peor de los castigos. Podría dejarte aquí, atado y a tu merced, buscar a otro que me complaciera… abajo tendría candidatos. Me has cabreado, no mereces más -se separó de él, al igual que la daga, su lengua se paseó por el filo de ésta… tomando los restos de sangre, mirándole intensamente… sería capaz de cualquier cosa y él lo sabía. -¿Y bien? - le recorrió con la mirada, la maldita herida volvía a cerrarse…cuanto odiaba eso -Me has vuelto a enfadar y ni siquiera has hecho nada, te has movido -se arrodilló ante él, estaba suspenso a su merced… y no dudó en volver a tomar su miembro con la boca, envolviéndolo… mirándole a los ojos y reír traviesa, se había propuesto no solo volverle loco… acababa de dejarle claro que iba a beberlo, seguía muy enfadada y sus labios se lo avisaron al no poder parar de lamer y succionar, mover la lengua a conciencia… quería que le rogase, pidiese cualquier cosa, la cumpliría.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
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Datos de interés:
Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Mi lengua ardía entre sus paredes, lamí de arriba a bajo su sexo, paladeando su esencia que mojaba mis labios, bebía de ella sin parar, succionando su clítoris. Estaba deliciosa, mi aliento golpeó entrecortado su feminidad, jadeé tomando aire cuando esta me empujo con las piernas para hundirme mas en ella.
Reí con brusquedad por su impaciencia por como marcaba los tiempo rogando que continuara. Recorrí con mi punta húmeda cada pliegue de su sexo hasta endurecerla para meterla en su vagina, me embebí de su sabor, sus paredes palpitaron, su espalda se arqueo con violencia, gruñía entre roncos jadeos.
Sus dedos empujaron mi pelo para que no me apartara mientras se corría en mi boca permitiéndome beber su orgasmo.
Sus esmeraldas se hundieron en mis oscurecidos pardos, me relamí mostrandole lo excitado que de nuevo me encontraba.
-Estas buenísima -dije con la voz entrecortada.
Me empujó con su pie de forma brusca, parecía el diablo que me daba y quitaba todo cuanto se le antojaba.
Gruñí sediento de mas de todo a decir verdad, mas esta se alzó empujándome hacia la mitad de la sala, su risa maldita se perdía en la habitación y mi boca se entreabría sedienta de atrapar sus labios, de perderme en ellos y alimentarme de esa lengua que ahora humedecía su boca.
-Te deseo maldita mujer -rugí con el cuerpo henchido en sensaciones, el suyo temblaba, ambos estábamos agotados porque llevábamos la noche entera follándonos y ahora perdidos en el otro queríamos seguir haciéndolo sin tregua, sin pausa como si el tiempo se hubiera detenido en esa sala.
Rodeo mi cuerpo sin dejar de mirarme ni por un momento, mis ojos siguieron su perfecto cuerpo, tez blanca como la nieve que me llevaban al incandescente fuego de las llamas.
Gruñí cuando sus pezones impactaron en mi espalda, excitado jadeé y giré el rostro con la boca entreabierta para sentenciarla con un beso necesitado que no me dio.
Jadeé con brusquedad, sudor perlado en ambos cuerpos, la luz de las velas dotándonos de ese tono anaranjado.
Mordió mi cuello por atrás mientras tomaba las cadenas y ponía los grilletes en mis manos apretándolos con fuerza.
Enarqué una ceja gruñendo por su afilado acto, estaba claro que ella tenia el poder en este momento y yo era su vil esclavo.
Se separó de mi, cuerpo que se contoneaba frente a mis ojos mientras yo daba unos pasos en su busca que quedaron cortados por las cadenas que no cedieron, rugí queriendo volver a pegar nuestros cuerpos mientras su endemoniada risa sentenciaba esa distancia que se me antojaba eterna en tiempo y espacio.
-¡Ven! -gruñí de forma imperativa.
Mi falo apuntaba su cuerpo como la mas aliada de las espadas ¿no veía como estaba?
Tiró de las cadenas de forma brusca, dejando mis brazos pendiendo en el aire, acero que se clavaba en mi piel y un jadeo gutural que escapo de mi garganta.
-quiero follarte
¿Que mierdas decía de que había mirado a otra, ahora ¿importaba eso? Ella había mirado a muchos , quizás no esta noche, pero si otras y yo me lo había tenido que tragar acompañado de una buena jarra de hidromiel. La había visto tontear con otros en la taberna, borracho tuve que soportar muchas cosas porque la quería y ahora era mía, mía.
-Mía -rugí cabreado con los ojos prendidos por las llamas del fuego.
Tiro mas de las cadenas, al parecer no me había quedado claro de que yo era la presa del depredador que ahora tenia en frente, mis pies quedaron en vilo, apreté los dientes y mis músculos se endurecieron, estaba acostumbrado al dolor, había sido torturado muchas veces desde niño y admito que había creado cierta adicción a la tortura.
Jadeé cuando esta sacó la daga sus ojos se pasearon por mi cuerpo mientras me daba vueltas del mismo modo mi mirada la analizaba completamente perdido en su esencia, en el vaivén de sus poderosas caderas.
Se detuvo frente a mi, ojos esmeraldas que me desafiaron y su brazo rodeo mi cintura haciendo que nuestros cuerpos como yunque y martillo chocasen logrando encender chispas.
Jadeé cuando su boca paladeo la mía, enredándose en un demencial baile de mordiscos ardientes, lenguas que se buscaban incluso fuera de nuestras bocas tentándose.
El acero tras mi oreja, frio camino que sentencio mi piel erizandola al completo. Ronco escapaba de mi el aliento hasta que la punta se hundió por debajo de mi cuello trazando figuras que teñían mi cuerpo de rojo carmesí.
Sus labios se mancharon con la sangre que emanaba de mi carne, su lengua recogía las gotas, mostrándome el turbio placer que dibujaba en su rostro el acto.
Las heridas sellaban al instante, ella gruñía porque necesitaba mas sangre mientras yo gemía con brusquedad por la excitación que recorría cada nervio de mi cuerpo.
-Si bajas a buscar a otro, no te molestes en subir -le dije con los ojos centelleando y las palabras entrecortadas -si vuelves a ver a Haytham Cross sin mi permiso, ese que no te daré jamas, olvídate de mi, ese mismo día iré al burdel y me saciare de tantas mujeres como pueda aguantar.
Las palabras salieron roncas del interior de mi pecho, mucho dolor había acumulado en este y ahora, con la tortura, parecía sentirme libre de expresarme sin necesidad de dobleces.
Sus esmeraldas me retaron, mis pardos la desafiaron y juntos gruñimos al mismo son como lo hacen los guerreros cuando alzan sus armas y las hacen chocar con intención de sajar la vida del otro sin dudar.
Se arrodilló frente a mi yo quedaba a su merced y su boca engullo mi virilidad alzada que como una piedra se adentro en su boca reclamando guerra.
-Bebe de mi y dame de beber -pedí echando la cabeza hacia atrás gimiendo por como su lengua repasaba mi glande lamiéndolo, su boca envolvió mi hombría succionandola, recorriendola con sus labios de arriba a bajo.
Aliento que se escapaba de forma ruda, entrecortada, estaba muy excitado algo que era evidente por los rugidos que llenaban aquella habitación con olor a sexo.
Reí con brusquedad por su impaciencia por como marcaba los tiempo rogando que continuara. Recorrí con mi punta húmeda cada pliegue de su sexo hasta endurecerla para meterla en su vagina, me embebí de su sabor, sus paredes palpitaron, su espalda se arqueo con violencia, gruñía entre roncos jadeos.
Sus dedos empujaron mi pelo para que no me apartara mientras se corría en mi boca permitiéndome beber su orgasmo.
Sus esmeraldas se hundieron en mis oscurecidos pardos, me relamí mostrandole lo excitado que de nuevo me encontraba.
-Estas buenísima -dije con la voz entrecortada.
Me empujó con su pie de forma brusca, parecía el diablo que me daba y quitaba todo cuanto se le antojaba.
Gruñí sediento de mas de todo a decir verdad, mas esta se alzó empujándome hacia la mitad de la sala, su risa maldita se perdía en la habitación y mi boca se entreabría sedienta de atrapar sus labios, de perderme en ellos y alimentarme de esa lengua que ahora humedecía su boca.
-Te deseo maldita mujer -rugí con el cuerpo henchido en sensaciones, el suyo temblaba, ambos estábamos agotados porque llevábamos la noche entera follándonos y ahora perdidos en el otro queríamos seguir haciéndolo sin tregua, sin pausa como si el tiempo se hubiera detenido en esa sala.
Rodeo mi cuerpo sin dejar de mirarme ni por un momento, mis ojos siguieron su perfecto cuerpo, tez blanca como la nieve que me llevaban al incandescente fuego de las llamas.
Gruñí cuando sus pezones impactaron en mi espalda, excitado jadeé y giré el rostro con la boca entreabierta para sentenciarla con un beso necesitado que no me dio.
Jadeé con brusquedad, sudor perlado en ambos cuerpos, la luz de las velas dotándonos de ese tono anaranjado.
Mordió mi cuello por atrás mientras tomaba las cadenas y ponía los grilletes en mis manos apretándolos con fuerza.
Enarqué una ceja gruñendo por su afilado acto, estaba claro que ella tenia el poder en este momento y yo era su vil esclavo.
Se separó de mi, cuerpo que se contoneaba frente a mis ojos mientras yo daba unos pasos en su busca que quedaron cortados por las cadenas que no cedieron, rugí queriendo volver a pegar nuestros cuerpos mientras su endemoniada risa sentenciaba esa distancia que se me antojaba eterna en tiempo y espacio.
-¡Ven! -gruñí de forma imperativa.
Mi falo apuntaba su cuerpo como la mas aliada de las espadas ¿no veía como estaba?
Tiró de las cadenas de forma brusca, dejando mis brazos pendiendo en el aire, acero que se clavaba en mi piel y un jadeo gutural que escapo de mi garganta.
-quiero follarte
¿Que mierdas decía de que había mirado a otra, ahora ¿importaba eso? Ella había mirado a muchos , quizás no esta noche, pero si otras y yo me lo había tenido que tragar acompañado de una buena jarra de hidromiel. La había visto tontear con otros en la taberna, borracho tuve que soportar muchas cosas porque la quería y ahora era mía, mía.
-Mía -rugí cabreado con los ojos prendidos por las llamas del fuego.
Tiro mas de las cadenas, al parecer no me había quedado claro de que yo era la presa del depredador que ahora tenia en frente, mis pies quedaron en vilo, apreté los dientes y mis músculos se endurecieron, estaba acostumbrado al dolor, había sido torturado muchas veces desde niño y admito que había creado cierta adicción a la tortura.
Jadeé cuando esta sacó la daga sus ojos se pasearon por mi cuerpo mientras me daba vueltas del mismo modo mi mirada la analizaba completamente perdido en su esencia, en el vaivén de sus poderosas caderas.
Se detuvo frente a mi, ojos esmeraldas que me desafiaron y su brazo rodeo mi cintura haciendo que nuestros cuerpos como yunque y martillo chocasen logrando encender chispas.
Jadeé cuando su boca paladeo la mía, enredándose en un demencial baile de mordiscos ardientes, lenguas que se buscaban incluso fuera de nuestras bocas tentándose.
El acero tras mi oreja, frio camino que sentencio mi piel erizandola al completo. Ronco escapaba de mi el aliento hasta que la punta se hundió por debajo de mi cuello trazando figuras que teñían mi cuerpo de rojo carmesí.
Sus labios se mancharon con la sangre que emanaba de mi carne, su lengua recogía las gotas, mostrándome el turbio placer que dibujaba en su rostro el acto.
Las heridas sellaban al instante, ella gruñía porque necesitaba mas sangre mientras yo gemía con brusquedad por la excitación que recorría cada nervio de mi cuerpo.
-Si bajas a buscar a otro, no te molestes en subir -le dije con los ojos centelleando y las palabras entrecortadas -si vuelves a ver a Haytham Cross sin mi permiso, ese que no te daré jamas, olvídate de mi, ese mismo día iré al burdel y me saciare de tantas mujeres como pueda aguantar.
Las palabras salieron roncas del interior de mi pecho, mucho dolor había acumulado en este y ahora, con la tortura, parecía sentirme libre de expresarme sin necesidad de dobleces.
Sus esmeraldas me retaron, mis pardos la desafiaron y juntos gruñimos al mismo son como lo hacen los guerreros cuando alzan sus armas y las hacen chocar con intención de sajar la vida del otro sin dudar.
Se arrodilló frente a mi yo quedaba a su merced y su boca engullo mi virilidad alzada que como una piedra se adentro en su boca reclamando guerra.
-Bebe de mi y dame de beber -pedí echando la cabeza hacia atrás gimiendo por como su lengua repasaba mi glande lamiéndolo, su boca envolvió mi hombría succionandola, recorriendola con sus labios de arriba a bajo.
Aliento que se escapaba de forma ruda, entrecortada, estaba muy excitado algo que era evidente por los rugidos que llenaban aquella habitación con olor a sexo.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: La pequeña capilla de Verona. (Valeria)(+18)
Nunca se cansaría de oírle decir que la deseaba. Cuando pronunciaba esas simples palabras un “te deso”, su propio cuerpo experimentaba un escalofrío general, provocándola y arrastrarle a las mismas puertas del infierno. Y oír “mi demonio”…le hacía tanta gracia cuando él sí que parecía el mismo diablo, la condenaba con una mirada, se perdía en su sonrisa y acababa presa de su piel, deseando que cada momento juntos, perdurase para siempre.
La noche de bodas no pudo ser de otro modo. Se juraron amor frente a los dioses de ambos y ahora y después, solo quedó consumir el matrimonio…y de qué forma. La sonrisa del demonio, se ensanchó al ordenarle que fuese, como respuesta, un sonoro ronroneo… negando con la cabeza. Si pensaba que el juego ya había acabado se equivocaba, aún quedaba el postre. no había amanecido pero no tardaría en hacerlo. había perdido la cuenta del tiempo que había transcurrido desde que estaban en aquel lugar.
No había nada más excitante para la rubia que saber y sentir de la manera en la que la miraba, como si lo demás no existiese o careciese de sentido. Y sin querer, tocaron un tema tabú…uno encerrado que se contradecía con lo que le había dicho antes sobre Haytham Cross, no sentía que se había equivocado por los celos, la mayor y única verdad era que lo odiaba tal como el simple hecho de decir su nombre. Ella, lo miró desafiante, no esperó que en aquel momento nombrase al que fue su mano derecha. El simple hecho de nombrarlo, sumaba otro castigo más al noruego. Rugió, gruñó y jadeó de pura impaciencia, no le gustó oírle decir lo del burdel…
-Mataría a cada una de esas mujerzuelas como te atrevas a tan siquiera mirarlas como has hecho ¿tengo que demostrarte que lo haría? -un nuevo desafío, uno muy peligroso. Las orbes esmeraldas se habían oscurecido, el gesto de su rostro se endureció y su cuerpo se tensó, era capaz de cualquier cosa… y él también. Los celos, un sentimiento antes desconocido para ella y ahora, la consumía. -Maldito seas. Cállate -estaba fuera de sí, tiró un tanto más de las cadenas, pudo oír crujir cada uno de sus huesos. Siseó para que guardara silencio, un gesto inútil pues en cuanto su boca tomase su miembro… volvería a volverle loco.
Su boca tomó su miembro con brusquedad, muy distinto a como se movían los labios por el tronco, bordeando con la punta de la lengua el frenillo. Movimientos desesperados, apenas podía respirar, su respiración entrecortada, ojos vidriosos…pequeñas lagrimas pues él podía sentir como su miembro era totalmente atrapado… hasta notar su garganta. Solo se había propuesto una cosa: beber de él, necesitaba hacerlo y no iba a dejarle con su petición.
Rió como una verdadera loca al salir de golpe, no dejar que terminase… iba a darle de beber ¿no quería eso? ¿qué mejor que el champagne frío? Aún de rodillas, se acercó a la mesa tomando una de las botellas, casi helada. Rió por lo que se le estaba pasando por la cabeza, el demonio no podía tentarle más. la descorchó, el corcho impactó en el techo…cayendo entre ambos y un poco de espuma salió vigorosa de la boquilla, espuma que tomó muy despacio tanto con su lengua como sus labios, mordiendo ligeramente el vidrio . estaba helada, sería perfecto para su juego.
-Me has pedido de beber ¿cierto? - demonio malvado, que solo deseaba torturarle, llevarle al mismo infierno y se calcinase en el más absoluto placer -Lo haré —la daga aún no había terminado su trabajo. Daga en la mano derecha, en la izquierda la botella de champagne. Se acercó a él de rodillas, contemplándole totalmente a su merced, la imagen que se presentaba ante ella no podía ser más tentadora, la impulsaba a hacer locuras como la que se le estaba pasando por la cabeza.
Esta vez, la daga ascendió empezando por el tobillo izquierdo del noruego, paseándose por la cara interna de sus muslos a lo que se unió los dientes de Valeria, mordisqueando a medida que torturaba la piel ajena con la caricia de la daga. Rió, risa que tuvo que temer el que se había convertido en su marido. Delineó la cintura…despacio con el filo, haciendo un corte fino… del que emanaba apenas un pequeño hilo de sangre y ella misma se lanzó a delinear con su lengua, sonriendo traviesa contra su piel…perdiendo las esmeraldas en aquellos ojos pardos que la habían atrapado desde el primer instante.
Aún quedaba más. Aún no habían brindado y era la hora de hacerlo pero a su modo. Su miembro la reclamaba pues le había dejado a medias, la maldita le pidió de beber pero aún pudiendo haberlo hecho ya…esperó, pero esperó al momento perfecto. Alzó la botella, mostrándosela ante sus ojos y dio un trago, largo y profundo, sintió el cosquilleo de las burbujas, garganta y boca helada. Aprovechó el frío que había tomado su boca para volver a atrapar su miembro, sintiese aún las burbujas…el frío mezclado con la calidez de la boca de Valeria engullirle. Alzó la botella para que bebiese… dejase escapar un pequeño río de champagne y descendiese por su cuello, su pecho…llegase hasta la propia boca de ella.
No se detuvo hasta que llegó, tomar cada gota de su esencia, entornar los ojos de puro placer. Cuando se separó, dibujó con sus labios rojos como la sangre, hinchados por lo que acababa de ocurrir… el camino que tomó el burbujeante champagne. Rió contra su piel, lamió cada poro de ésta hasta llegar a su boca, pegando su cuerpo al ajeno. Tenía la llave ¿Cuál? La propia daga. La introdujo en una de las esposas y un click, avisó de que era libre… se separó un par de pasos y lo volvió a retar, mirándole intensamente…
La noche de bodas no pudo ser de otro modo. Se juraron amor frente a los dioses de ambos y ahora y después, solo quedó consumir el matrimonio…y de qué forma. La sonrisa del demonio, se ensanchó al ordenarle que fuese, como respuesta, un sonoro ronroneo… negando con la cabeza. Si pensaba que el juego ya había acabado se equivocaba, aún quedaba el postre. no había amanecido pero no tardaría en hacerlo. había perdido la cuenta del tiempo que había transcurrido desde que estaban en aquel lugar.
No había nada más excitante para la rubia que saber y sentir de la manera en la que la miraba, como si lo demás no existiese o careciese de sentido. Y sin querer, tocaron un tema tabú…uno encerrado que se contradecía con lo que le había dicho antes sobre Haytham Cross, no sentía que se había equivocado por los celos, la mayor y única verdad era que lo odiaba tal como el simple hecho de decir su nombre. Ella, lo miró desafiante, no esperó que en aquel momento nombrase al que fue su mano derecha. El simple hecho de nombrarlo, sumaba otro castigo más al noruego. Rugió, gruñó y jadeó de pura impaciencia, no le gustó oírle decir lo del burdel…
-Mataría a cada una de esas mujerzuelas como te atrevas a tan siquiera mirarlas como has hecho ¿tengo que demostrarte que lo haría? -un nuevo desafío, uno muy peligroso. Las orbes esmeraldas se habían oscurecido, el gesto de su rostro se endureció y su cuerpo se tensó, era capaz de cualquier cosa… y él también. Los celos, un sentimiento antes desconocido para ella y ahora, la consumía. -Maldito seas. Cállate -estaba fuera de sí, tiró un tanto más de las cadenas, pudo oír crujir cada uno de sus huesos. Siseó para que guardara silencio, un gesto inútil pues en cuanto su boca tomase su miembro… volvería a volverle loco.
Su boca tomó su miembro con brusquedad, muy distinto a como se movían los labios por el tronco, bordeando con la punta de la lengua el frenillo. Movimientos desesperados, apenas podía respirar, su respiración entrecortada, ojos vidriosos…pequeñas lagrimas pues él podía sentir como su miembro era totalmente atrapado… hasta notar su garganta. Solo se había propuesto una cosa: beber de él, necesitaba hacerlo y no iba a dejarle con su petición.
Rió como una verdadera loca al salir de golpe, no dejar que terminase… iba a darle de beber ¿no quería eso? ¿qué mejor que el champagne frío? Aún de rodillas, se acercó a la mesa tomando una de las botellas, casi helada. Rió por lo que se le estaba pasando por la cabeza, el demonio no podía tentarle más. la descorchó, el corcho impactó en el techo…cayendo entre ambos y un poco de espuma salió vigorosa de la boquilla, espuma que tomó muy despacio tanto con su lengua como sus labios, mordiendo ligeramente el vidrio . estaba helada, sería perfecto para su juego.
-Me has pedido de beber ¿cierto? - demonio malvado, que solo deseaba torturarle, llevarle al mismo infierno y se calcinase en el más absoluto placer -Lo haré —la daga aún no había terminado su trabajo. Daga en la mano derecha, en la izquierda la botella de champagne. Se acercó a él de rodillas, contemplándole totalmente a su merced, la imagen que se presentaba ante ella no podía ser más tentadora, la impulsaba a hacer locuras como la que se le estaba pasando por la cabeza.
Esta vez, la daga ascendió empezando por el tobillo izquierdo del noruego, paseándose por la cara interna de sus muslos a lo que se unió los dientes de Valeria, mordisqueando a medida que torturaba la piel ajena con la caricia de la daga. Rió, risa que tuvo que temer el que se había convertido en su marido. Delineó la cintura…despacio con el filo, haciendo un corte fino… del que emanaba apenas un pequeño hilo de sangre y ella misma se lanzó a delinear con su lengua, sonriendo traviesa contra su piel…perdiendo las esmeraldas en aquellos ojos pardos que la habían atrapado desde el primer instante.
Aún quedaba más. Aún no habían brindado y era la hora de hacerlo pero a su modo. Su miembro la reclamaba pues le había dejado a medias, la maldita le pidió de beber pero aún pudiendo haberlo hecho ya…esperó, pero esperó al momento perfecto. Alzó la botella, mostrándosela ante sus ojos y dio un trago, largo y profundo, sintió el cosquilleo de las burbujas, garganta y boca helada. Aprovechó el frío que había tomado su boca para volver a atrapar su miembro, sintiese aún las burbujas…el frío mezclado con la calidez de la boca de Valeria engullirle. Alzó la botella para que bebiese… dejase escapar un pequeño río de champagne y descendiese por su cuello, su pecho…llegase hasta la propia boca de ella.
No se detuvo hasta que llegó, tomar cada gota de su esencia, entornar los ojos de puro placer. Cuando se separó, dibujó con sus labios rojos como la sangre, hinchados por lo que acababa de ocurrir… el camino que tomó el burbujeante champagne. Rió contra su piel, lamió cada poro de ésta hasta llegar a su boca, pegando su cuerpo al ajeno. Tenía la llave ¿Cuál? La propia daga. La introdujo en una de las esposas y un click, avisó de que era libre… se separó un par de pasos y lo volvió a retar, mirándole intensamente…
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 26/05/2016
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