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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Höor Cannif Sáb Ene 28, 2017 7:13 am

Recuerdo del primer mensaje :

Aquella noche apenas era capaz de dormir, desde que me dijo ese peculiar “si quiero”, habían pasado unas cuantas semanas en las que ambos habíamos estado sumidos en preocupaciones varias. En mi caso la búsqueda de la espada, el norte y sus complicaciones, nada parecía darme tregua. Ella perdida en la abogaren de los asuntos Cavey. Ambos guardábamos ciertos secretos que parecíamos decididos a no compartir, quizás por miedo a que de hacerlo el otro se sumiera en el mar de nuestras propias dudas, miedos.

Me puse en pie en el mas profundo silencio, mis pasos se perdieron hasta el mueble bar de la cámara, un whisky doble para calmar el desazón y me dejé caer en el sillón del lateral de la cámara observándola dormir.
Paz, esa demonio en ese instante era lo mas parecido a la paz que podía ostentar en tiempos de guerra.
Mirarla era suficiente para darme cuenta de que la amaba, de que nada me importaba si al final del día, cansado a veces, herido otras, borracho algunas ella me acogería entre sus brazos dispuesta a calmarme, a besarme, a amarme.

Mis ojos recorrieron su cuerpo, perfecto, curvas y lineas capaces de calcinar mis mas oscuros pensamientos. Hacia ya mucho desde que alcancé París, desde que sus esmeraldas me mostraron que los juegos son peligrosos y que a su lado los perdería todos y cada uno de ellos, pues era imposible no hacerlo cuando el sentimiento podía mas que el orgullo.
Siempre la quise, desde el mismo instante en que la vi supe que no habría espada para enfrentarme a ella, ni escudo con el que protegerme, a pecho descubierto emprendí la gesta que hoy me llevaba a verla sobre mi lecho preciosa, perfecta, mi mujer.

Un trago de la copa mientras mis ojos se deslizaban hasta la pared frontal, recordé con una medio sonrisa como mi cuerpo la buscó una de las primeras noches, borracho necesitaba calmar mi sed, mas no hubo consuelo en su piel, solo me apartó, un baño según ella necesitaba en ese momento. Duelo de egos el que me empujó a abandonar su habitación. Los dos eramos dos guerreros, acostumbrados a ganar en duelo singular, no eramos capaces de darnos cuenta de que estábamos perdiendo, pues aquella noche, en mi lecho, la eche de menos.

Un trago profundo sin ser capaz de apartar mis ojos de aquel rostro perfecto, labios que rojos me trasportaban al infierno, placentera mi condena si llegaba de sus manos. A liento que era mi único sustento, ojos que contra los míos centelleaban, sin necesidad de palabras ¿para que? Si siempre entendimos todo sin pronunciarlas.

Abrió sus ojos, apenas quedaban unas horas para embarcar, sonreí de medio lado con el vaso entre mis manos.
-No podía dormir -susurré contra el vidrio dando un ultimo trago hasta apurarlo.
Me puse en pie sin apartar mi mirada de la ajena, pies descalzos que se aproximaron de nuevo al lecho donde me dejé caer.
-En tres noches, te convertirás en mi mujer Valeria Cavey.


Última edición por Höor Cannif el Miér Feb 01, 2017 12:37 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Höor Cannif Lun Feb 20, 2017 11:02 am

Mi nombre escapó de sus labios, su aliento lo impulso contra los míos que se abrieron al momento cargados de deseo. No solo la necesitaba, la amaba de un modo hasta doloroso. Lo que sentía era tan implacable como el mas devastador de los terremotos, arrastraba consigo como el huracán mas potente mi voluntad, mi orgullo y hasta mi humanidad. Yo la amaba con la fuerza de los mares con la pasión con la que alzas el acero para ver un nuevo amanecer. Ella era mi todo y mi nada, ella era mi secreto mas oscuro, mi verdad mas certera, mi único motivo para seguir vivo.

Sequé con mis labios sus lagrimas, estábamos enamorados ¿cabía duda de ello? Una de mis manos se colocó en su abultado vientre, allí crecía el fruto de ese devastador amor que existía entre nosotros. Las cosas no eran fáciles, nunca serian fáciles. Era como si el reloj estuviera en marcha y a veces la arena nos ahogara entre sus cristales.
-Te quiero, para siempre -susurré buscando su boca con necesidad, con hambre, con sed y con frio -te prometo que nada ni nadie podrá apartarme de ti.

Sus dedos se deslizaron por mi pecho, su nombre marcado a fuego era acariciado por la yema de los dedos, su sonrisa me indicó que había llegado mi turno, ahora yo marcaría mi apellido en su piel.
La idea me excitaba de sobre manera, mi posesividad para con ella no tenia parangón. Era mía, solo mía y sabia perfectamente donde quería marcarla.

Con el trapo acabo de limpiar los restos de sangre, miro su obra y yo seguí su mirada con una picara sonrisa.
-Ya era tuyo antes de esto -aseguré jadeando contra sus labios -sabes este juego me esta excitando demasiado, tengo ganas de …

Cerré los ojos apoyando mi frente en la ajena, su risa inundo la sala al verme tan perdido, tan cargado de deseo, hasta el punto en que ya no era dueño de mi voluntad, si no que esta le pertenecía.
La atraje por la nuca, su boca se enredó en la mía unos segundos, serpenteando con violencia sendas lenguas.
Se separo dejando un mordisco en mi barbilla, sonrisa lasciva provocadora y sus esmeraldas en mis oscurecidos ojos prometiéndome una ardua batalla.

Despacio se fue quitando el vestido, mi mano recolocó mi virilidad que ardía por entrar en ella. Mis ojos la miraron de arriba a bajo cargados de necesidad, aunque se quedaron fijos en ese lugar que pretendía marcar.
Sonreí de medio lado alzándome para tumbarla sobre el lecho, deslicé mis dedos por su muslo lentamente hasta alcanzar la parte interna de este.
Sus piernas abiertas para recibirme, gruñí alzando los ojos para enfrentarla mientras con la yema de mis dedos dibujaba mi apellido sobre su piel.
-No podrás abrir las piernas sin que quede claro que eres mía, solo mía -mi voz sonó tan oscura como la misma noche que precede al día.

Tomé la aguja, la calenté en la vela y pronto la acerque a su inmaculada tez para marcarla a fuego con ella. La tinta después empapando bien la herida.
Cada letra de mi apellido era su tortura, siesos que me encendieron, incluso cuando sus dedos aferraban la sabana por el dolor me encendía por dentro.
-Estoy muy excitado Valeria -confesé pasando el trapo por su entrepierna para limpiar la sangre que emanaba esta.

Hice a un lado sus bragas sin ningún tipo de miramiento y hundí allí mi cabeza, necesitaba beber, necesitaba sentir su esencia, su calor y que me diera todo sin dejarse nada para después.
Necesita follar con ella, sentir como se arqueaba, como me buscaba, como gemía, estaba desnuda y yo completamente loco por ella.


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Mensaje por Valeria Cavey Miér Feb 22, 2017 8:45 am

Todo y nada. Así podía describirse lo que existía entre ambos. Todo lo representaba aquel noruego que llegó a cambiarle la vida, asegurándole en silencio que era suya y de nadie más desde el primer instante. Nada, nada podría asemejarse a lo que había entre ambos y nada ni nadie podía cambiarlo, ni destruirlo. No era amor, ni pasión, ni deseo descontrolado, la palabra exacta no existía solo podía leerse en los ojos del otro cuando se miraban. Porque sería él siempre el único capaz de acabar con Valeria Cavey, su mayor temor, su talón de Aquiles.

Según él, más de una vez le dijo que… lo fácil cansa, aburre y sus vidas precisamente no eran así. Cada uno con sus raíces, secretos e historias. Ambos se habían encontrado en un punto que quizás nunca vuelva a existir, fue el momento y ya no podría repetirse jamás porque algo así solo eras capaz de encontrarlo una vez en miles de vidas que vivieses. Y le odió por esa promesa, le conmovió, le robó un gemido de impaciencia porque no le estaba besando ya. Le devolvió el beso, un momento especial en el que ambos, se sentenciaban….

-Mucho antes. Antes de que pisaras mi casa…éramos del otro -rió por sus palabras, mirándole intensamente… se marcarían, se jurarían promesas que solo ambos serían capaces de cumplir al otro. -Sin marcarme , ya saben que soy tuya y que eres mío , estas letras lo demuestran y te marcaré todo el cuerpo con mis labios, mis dientes y mis uñas si es necesario… no habrá mejor aguja que esta -se mordió los labios, abriendo las piernas, ofreciéndose por completo a él. Su piel se erizó al contacto de sus dedos en su piel, su mirada marcarla sin aguja alguna, no tenía miedo de ello, estaba impaciente.

Echó hacia atrás la cabeza, abriendo aún más las piernas, dolor que se convertía en absoluto placer. Jadeó su nombre, pidiendo más, el dolor empezaba a excitarle, su sexo ardía a medida que aquella aguja terminaba las últimas letras. Ronroneó entre risas, sin esperar que sus propios deseos fuesen descubiertos por él. Uno de sus pies lo atrajo hacia sí para bebiese mientras ella misma se quitaba el corsé, dejando sus pechos al descubierto. Jugó con ellos, tomándolos con sus propias manos y movía las caderas, amoldándose a los movimientos de su lengua, sus labios, buscando más, pidiéndoselo entre ronroneos.

-Quiero más -no podía parar de sentir placer por todas partes, deseó que su lengua marcase las letras del apellido Cannif, sellando el pacto que acababa de crearse entre ambos. Llegó , obligándole a beber de ella, arqueando su cuerpo…ofrecido más que nunca… el dolor de aquella aguja no era comparado con… pertenecerse uno a otro. -Shhh -siseó entre gemidos, riendo por lo bajo al notar que no solo ella era la excitada.

Aprovechó la posición para girarse, quedando a gatas, dándole la espalda… buscando sus orbes oscuras y sonreír cómplice. Él sabía perfectamente lo que deseaba. Volver a sentirle… marcarse definitivamente… para siempre.


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Mensaje por Höor Cannif Miér Feb 22, 2017 10:55 am

Alzo la mirada con los labios todavía mojados en su esencia, no es solo deseo, sexo, pasión aunque sin duda hay de todo ello.
Me doy cuenta de como sus ojos oscurecidos golpean los míos, me relamo hay tantas cosas en ese preciso instante que le diría, quizás soy un cobarde, por eso las callo, no quiero parecer un estúpido sentimental, orgullo de guerrero lo llaman, mas acaso el orgullo funciona cuando estas … “enamorado” hasta pensarlo rechina en mi cabeza, me hace sentir vulnerable, débil, quizás lo sea, pero ella se ha convertido en todo mi universo y yo solo puedo repasar con mis ojos mi apellido que ha quedado marcado a fuego en su piel.

Aun jadea, ha explotado por dentro, lo que no se da cuenta es que de un modo distinto yo lo he hecho con ella, es en ese momento en el que me doy cuenta de que estoy a punto de sentenciar mi destino, estoy tan seguro de que es la mujer de mi vida que no hay una sola duda que recorra mi mente en ese instante, pero si hay miedos, incertidumbres y sobre todo la idea que recorre mi cabeza es la de perderla.

Sus manos tiran de mi para encontrarse con mis labios que colisionan con rudeza tratando de olvidar la gesta que se desarrolla en mi cabeza, un te quiero silenciosos que le muestran mis ojos al hundirse en sus esmeraldas, nunca nos hicieron falta palabras para entender que para amar no era necesarias elocuentes frases, si no otro lenguaje.

Nuestra boca da de beber al otro, su sabor se mezcla con el mio, una promesa eterna no solo escrita en nuestros cuerpos si no en el tiempo, una que dice que ella es mía y yo suyo y que así sera por el resto de nuestras vidas.
Su cuerpo se gira, ojos que me miran lascivos por encima de su hombro, sabe que la necesito y se ofrece a mi de un modo único.

Acorto las distancias, mi virilidad acaricia su sexo, su cuerpo se alza, espalda contra mi pecho, nuestros alientos se entremezclan sin ningún tipo de tregua mientras mis manos alcanzan sus caderas para empujarla contra mi hombría que se clava con virulencia en ella.
Descontrolado la envisto, ahí quedan mis miedos, mis necesidades y las palabras que no digo pero si siento.
Gime, y yo jadeo, la habitación es nuestra y solo existimos nosotros en ese momento en el que el ambiente se calienta con el agitado repiqueteo de nuestros corazones, el candor de las velas y la sangre que aun resbala por su entrepierna.

Su cuerpo se arquea, sus manso aferran la sabana quedando a cuatro patas, bajando la cabeza. La empotro una y otra vez gruñendo descontrolado, quiero mas, lo quiero todo y ella me lo esta dando.
Sus caderas me calcinan buscándome, mas soy yo quien la encuentro con mi estaca entre las piernas empalandola sin descanso para correrme con fuerza dentro de ella.

Mi cuerpo cede agotado, muerdo su espalda con suavidad, envolviéndola con mis brazos, ni en mil años una pareja lograría tener esta complicidad.
Quizás otros piensen que yo solo soy un capricho para ella, quizás lo sea, pero yo vivo el presente, mañana podría estar muerto, para que darle la vuelta al reloj de arena.


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Mensaje por Valeria Cavey Jue Feb 23, 2017 4:29 pm

El momento cumbre en el que estallaban perdidos en el otro, era irrepetible, diferente, distinto porque no solo era un arrebato de deseo, placer. Entre ellos existía algo más que amor, conexión , complicidad. Aún con la respiración entrecortada, es ella la que necesita beber de sus labios, entre risas, sonrisas mezcladas con miradas repletas de felicidad. Valeria Cavey era feliz como jamás lo había sido y sería nunca. Solo podía ocurrir una vez y lo vivía intensamente, como sus encuentros en los que se enredan dándolo todo y terminar por volverse locos por el otro.

La herida escuece pero no importa, el abrazo del cuerpo ajeno le lleva al mismo infierno. No es como otras veces, ambos se marcan continuamente, marcas en la piel …culpable sus labios y sus dientes que no pueden dejar torturar la piel .  Las yemas de los dedos buscan más, fundirse en la piel de su otra mitad, buscando dibujar a conciencia cada milímetro de su piel, dejar marca en cada poro. Los labios se buscan impacientes, como si fuese la última vez en este mundo, no pierden el tiempo en beber del otro mientras sus almas vuelven a pertenecerse, bailar entre sus cuerpos…en una danza eterna.

El grito de Valeria, una risa…seguido de su nombre incontables veces. “Hoör”, susurran sus labios una y otra vez, qué delicia y regalo le dedican sus labios cuando las letras de su apellido quedan impregnadas en su piel. cuando caen en la cama, Valeria se gira buscando su mirada. Lo observa detenidamente, como si fuese el mismo instante en el que se encontraron aquella primera vez, con curiosidad, atracción y pasión desmedida. Esta vez, no se piensa tanto en volver a buscar sus labios, sin cerrar los ojos, mostrándole la más sincera de sus sonrisas.

Traviesa, busca sus manos, las de ella intentan hacerle cosquillas sin éxito, ella se ríe intentando morderle pero las carcajadas se lo impiden. Logra su objetivo, enreda sus dedos en los ajenos, aferrándose como si en algún instante fuese a marcharse. Una mirada cómplice antes de quedar sobre él, rodando en la cama y dejarle debajo de ella. El cabello rubio, despeinado, cae acariciando su rostro como si fuesen pequeñas hebras de oro.

-Te atrapé -susurró bajito, como si la habitación estuviera llena de gente, su sonrisa carmesí seguía pintada en su rostro. Desde su posición, le observa detenidamente, tomándose su tiempo y pensar “no puedo tener tanta suerte”  -No puedes irte a ningún sitio, ahora es cuando he de confesarte algo, señor Cannif-se puso muy seria, amoldándose a su papel de chica mala -He de confesarte que… no te dejaré marchar. Me da igual si estamos en medio del mar, en Paris, Italia…tu tierra natal. Ni que pase lo que pase… dejaré de estar ahí, a tu lado, como el demonio que soy-sonrió mordiendo su nariz y de paso sus labios, aún no había acabado -Prométemelo

Sus orbes, buscaron las ajenas, no era una simple promesa, aunque se lo habían prometido todo… necesitaba oír eso que se lo prometería, más importante que oír un “te amo” . Apretó los labios intentando no perder el norte, ahora que lo tenía atrapado en la cárcel que era su cuerpo…cerró los ojos un instante, vulnerable por primera vez en su existencia.

-Prométeme que no te irás, estarás ardiendo entre las llamas del infierno , a mi lado…para siempre -acarició su mejilla muy suavemente, mirándole de esa manera única, esperando ansiosa esas dos palabras, una promesa… y no cualquiera.


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Mensaje por Höor Cannif Vie Feb 24, 2017 6:06 am

Nuestros cuerpos se enredan sobre el lecho, risas infantiles en una pelea absurda por encontrar nuestros labios y simplemente jugar a retarnos.
Sus caderas sobre mi cuerpo, el oro de su pelo en mi pecho y su boca desafiando el tiempo sobre mis labios.
Nuestros ojos se contemplan un instante ese en el que el lobo encuentra la luna y todo se detiene de forma efímera.
-me atrapaste -susurré rompiendo ese silencio que pronto se inunda de nuevas risas acompañadas de la complicidad en el otro.

Valeria se acomoda como lo haría el mismo demonio sobre mis caderas, su pelo tras las orejas, las esmeraldas en mis pardos y sus labios hablan, yo oigo aunque no la escucho, solo puedo pensar en la suerte que tengo de haberla encontrado, ni por mil años alguien podría convertir cada instante en único.
De nuevo el tiempo se para, el espacio desaparece y ambos flotamos en un limbo en el que nada mas existe. No pienso en las complicaciones, en las gestas que están por llegar y en las muchas que han pasado ya, solo soy capaz de perderme en su mirada que como un bosque de aguas claras y gran cascada me lleva a la utopía deseada.

Una cabaña en medio de este, leños en la chimenea, un trepidante fuego y ambos frente a la lumbre amándonos sobre una alfombra de piel de oso.
Los gritos de nuestros hijos peleando fuera, ruido de las espadas de madera y sus risas que se alejan y acercan.
-Te lo prometo -susurro contra su boca volviendo a la realidad de un lecho lleno, del calor de su piel y de sus labios de fuego.

Los dos nos miramos, la cadena de plata en mi pecho, su nombre grabado a fuego en mi piel, quiere que le prometa que yo siempre estaré, y lo haré. Aunque algún día el acero me aleje de ella una parte de mi siempre estará ahí.
Mi mano en su vientre, mis labios besan su pecho y mi mirada se alza para encorsetarla de nuevo.
-No me prometas un para siempre, solo que cada instante sera único, nuestro.

No era capaz de hablar, de explicarle que pagaría por arder en el infierno con ella a cada instante, ella el demonio de mi infierno, la mujer de mi vida, fiel guerrero sentenciado a muerte por sus ojos.
No había Valkiria mas bella sobre la faz de la tierra.

La volteé, esta vez quedando yo encima, mis labios surcaron su piel, despacio, macando su cuello con mis dientes, lamiendo con la lengua cada moraton de este. Alcancé el lóbulo de la oreja de Valeria, mi risa se perdió en su oído.
-Jeg lover å elske deg hver dag for resten av livet mitt, jeg sverger mot Odin og mine forfedre. (te prometo que te amare cada dia por el resto de mi vida, lo juro frente a Odin y mis ancestros.)

Alcé la cabeza para mirarla, tire de su labio inferior bajando ahora la mirada hasta su carnosa boca.
-te pone que hable en noruego -bromeé volviendo a reír de forma cómplice contra sus labios tomándolos después sediento, hambriento necesitado.


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Mensaje por Valeria Cavey Sáb Feb 25, 2017 3:22 pm

Y por un instante, deseó justo eso, atraparle entre su cuerpo y éste, hiciese de cárcel por toda la eternidad. Retenerle, desear que aquel momento perdurara por siempre. sabía que al igual que ella, acababa de entrar en el mismo hechizo. Magia verdadera, sentimientos y sensaciones. Incapaces de dejar de mirarse a los ojos. El amor de tu vida solo pasaba una vez y ella tenía la gran suerte de disfrutar de él en ese momento, pocos podían decirlo abiertamente…descubrir el amor en esta época repleta de matrimonios de interés, él apareció de la nada y antes de tan siquiera cruzar las rejas de la mansión Cavey. Era suyo.

Y el tiempo se detuvo en el mismo instante en el que los labios del noruego susurró ese “Te lo prometo”. No cualquier promesa, acababan de unirse para siempre, para ambos ya estaban casados, ya se pertenecían y la sonrisa mutua junto con las miradas… lo confirmaron. Enredó sus finos dedos en la cadena de plata, atrapándole entre éstos y atraerle hacia sí. Impulsiva al igual que él, fue incapaz de dejar de mirarle el tiempo suficiente para mostrarle que ella también se lo prometía, lo que él no esperaba era que sus carnosos labios carmesís susurrasen esas palabras cargadas de completa locura.

-Todos. Cada instante y momento son nuestros, Hoör, desde que cruzaste mi jardín, te adueñaste de mi corcel y tu mirada me atrapó desde el primer segundo. Tuvo que ser así y eso, nadie podrá cambiarlo nunca - le acercó hacia sí , volviendo a tirar de la cadena y besar sus labios despacio, detenidamente sin cerrar los ojos. No era como siempre, se estaban tomando el tiempo suficiente el uno al otro.

No lo esperó, echó la cabeza hacia atrás en cuenta la boca del noruego se adueñó de su piel, susurrando palabras que le erizaron la piel. Sus ojos verdes se cerraron de golpe, atrayéndole hacia sí de la nuca, gimiendo por cada palabra… erizándole la piel. Rió contra su boca aún pronunciando esas palabras en noruego las cuales intentó imitar sin conseguirlo. Le tomó del rostro, incorporándose y ambos quedasen sentados en la cama, la piel del noruego brillaba en tonos dorados por la lumbre prendida y ambas miradas, lanzaban fuego.

-Lo hemos puesto todo perdido -murmuró bajito, entre risas, sentándose sobre su regazo, sus brazos lo atrajeron hacia sí de la nuca, buscando sus labios una vez más. -Déjame limpiarte y… deseo que en cuanto lleguemos, antes de incluso ir al castillo ese, casarme contigo. No vamos a esperar más, no tendrás que temer que salga corriendo camino al altar porque seré yo quien te arrastre -muerde su labio inferior, tirando de éste con deseo, entre risas -Ahora puede ser que tú seas quien se vaya corriendo, soportar al demonio para siempre, piénsalo

Alargó la mano para tomar otro paño limpio, el agua no estaba tan caliente pero al menos apartaría sangre, tinta y demás de su piel. Empezó por su pecho, limpiándole con mimo, el viaje que acababan de emprender era uno muy distinto a ITALIA, Verona… lo que acababa de ocurrir en aquella habitación. Una promesa , una mutua que ahora solo tendrían que cumplirla. Lo hacían con tan solo mirarse a los ojos, fue en ese momento en el que se dio cuenta de algo.

-Poseo dinero, tierras, títulos pero no el poder de detener el tiempo …¿puedes hacerlo tú? -por cómo clavó sus orbes esmeraldas en él, hablaba completamente en silencio -Lo siento, quiero ser egoísta, no decir simplemente que eres mío… repetir este momento una y otra vez… - bajó la mirada un segundo para limpiar su pecho, secar con las yemas de sus dedos aquella V que orgullosa , ella misma había marcado.


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Mensaje por Höor Cannif Dom Feb 26, 2017 4:56 am

No existía verdad mas cierta que las palabras de Valeria, nos pertenecimos desde el mismo instante en que sus esmeraldas retaron a muerte a mis ojos y así empezamos una batalla en al que ambos habíamos perdido frente al otro.
La amaba de un modo único, el nuestro no era un amor mas, era de los que acaban escritos en el firmamento, de los que los juglares cantan y de los que los guerreros admiran por la intensidad con los que los consume el mismo fuego.
Ella era la vaina de mi espada, mi paz en tiempos de guerra y mi guerra mas ardiente en tiempos de paz.

Con ella no había termino medio, era todo o nada, siempre lo fue y eso era exactamente lo
que me hacia amarla hasta desesperarme, rozar el infierno entre sus piernas, consumirme de ganas de tocarla, de tomarla, ni las palabras eran capaces de explicar el sentimiento tan arduo que me embargaba.
Quizás por eso no hablaba, solo las miradas bastaban. Ladeé la sonrisa al escucharla trepando por mi cuerpo sisear buscando mis labios. La impaciencia hecha mujer, quería que nos casáramos nada mas pisar Verona y para que mentir, yo me casaría en esta cama si con ello calmaba mis miedos y los de ella., si con ello la convertía en oficialmente mía, aunque así yo ya la sentía.
La deseaba mas que al valhalla, puede que para ms dioses eso resultara un sacrilegio, mas era tan cierto como que creía en ellos desde que era un niño. Forjado en acero y fuego nunca sentí el calor de las llamas de un modo mas intenso que cuando me acogía su cuerpo.

Nuestras risas se fundieron al paso que nuestro aliento impaciente ardía por tomar nuestras bocas de nuevo. Lengua de fuego que se introdujo en su boca calcinando todo a su paso, la atraje por la nuca, no cerré los ojos necesitaba verla, sentir como se perdía en mi de nuevo y yo recorría su lava prendido en deseo.
-Verona -jadeé contra su boca -hoy, iremos directos, desnudos si es necesario, pero necesito que seas mía, mía frente a mis dioses y los tuyos. Te necesito y no puedo esperar mas -gruñí ocn impaciencia.

Tomó el paño entre risas para limpiar los restos de sangre que aun resbalaban carmesí sobre mi pecho, limpiándolos, observando con sus esmeraldas aquella promesa grabada sobre mi piel.
Nos lo habíamos prometido todo, y todo se me antojaba poco.
Era difícil explicar esa necesidad que me hacia necesitar cada vez mas, me consumía imaginarla hablar con otro, la celaba, sus negocios se me antojaban oscuros y peligrosos. Había llegado a un punto de no retorno en el que empezaba a pensar que estaba loco, enfermo o quizás ambas cosas porque no veía consuelo al tiempo que no lo pasara enredado en su cuerpo.

Alcé la mirada cuando hablo del tiempo ¿poseer el tiempo? Medité sus palabras durante un segundo en silencio. Era difícil controlar algo tan libre como eso, algo que como mi propia alma era salvaje, indomable.
-No puedo regalarte el tiempo, el pasa de forma inexorable para todos nosotros. Puedo regalarte otra cosa mucho mejor.

Sus ojos se fijaron en los míos sin entender a lo que me refería mientras el paño limpiaba los restos de sangre reseca y trazaba esa “v” con la yema de los dedos como si en ella quedara reflejada la certeza de esa promesa
Me puse en pie con una sonrisa ladeada, posiblemente porque ella no esperaba lo que ahora sucedería.
-Te voy a regalar mi tiempo, cada uno de los días de mi vida son tuyos, tómalos y haz con ellos lo que quieras.
Me acerque a mi petate y saque de el un pequeño frasco de veneno parduzco, mis ojso en sus esmeraldas de nuevo. Tome otro pequeño frasco de cristal trasparente y se lo lancé.
-Este es el antídoto Valeria Cavey. Hablas de que deseas ser mía pero el tiempo pasa y no lo eres. Apenas quedan dos horas para alcanzar Verona. Juguemos a algo Valeria.

Retorné sobre mis pasos sentándome a su lado, tomé su boca con necesidad, un beso que me supo a verdad.
-Vístete de novia y acude a la basílica de San Zenon antes de que las campanas anuncien la media noche. Si de verdad quieres mi tiempo, todos y cada uno de los días de mi vida, llega a tiempo -de un trago apuré el frasco pardo entre mis labios.

No podía demostrarle de otro modo que iba mas en serio, que mi amor por ella no tenia parangón me relamí los labios sin apartar mis ojos de esa mujer que me lo habia robado todo, incluida la razón. El veneno tardaría en actuar unas cuatro horas, eran las ocho, si Valeria estaba allí vestida de novia y dispuesta a darme el si quiero, tendría mi tiempo, si no este expiraría condenando mi alma muy lejos del Valhalla.
-No olvides el antídoto -sugerí con una sonrisa ladeada.


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Mensaje por Valeria Cavey Dom Feb 26, 2017 4:49 pm

La vida, no le había tratado al igual que disfrutar de todos los lujos de ser una joven de clase alta. Siempre ha carecido de afecto y cariño, educada en reformatorios por ser “una niña complicada”, todo por quitársela del medio, por dejar a otros ejercer esa imagen , miles de ellas y ninguna definida. Valeria Cavey nunca había sido querida en su propia casa, más bien como el error que dos personas cometieron, una locura en la que ella no estaba sola… y en la que inconscientemente, Abbey Appleby era también protagonista.

Y él, lo había cambiado todo. ¿cómo no negar las evidencias de un amor desde el primer segundo? La confusión le llevó al rechazo del noruego y si él lo supiese, o pudiese pensar en ello un instante, le costó mucho más a ella asumir que estaba enamorada, negar sentimientos que no comprendía y saber que él y no otro era esa persona, la que se uniría a su vida para siempre para cambiarla, para amarla tal como era…con sus miles de defectos y sus escasas virtudes. Solo ella, era capaz de mirarle de esa forma única, intensa y prohibida. Admitir que amarlo dolía, calándose en cada poro de su piel porque no, no solo era deseo o atracción, lo que sentía por él superaba cualquier barrera semejante al amor.

-No tenemos que esperar más, Hoör -murmuró contra sus labios, rozándolos y sonreír ampliamente contra su boca -Nos hemos vuelto locos. La locura de quererte demasiado me lleva a enervarme con el simple hecho de imaginarte con otra que no sea yo -gruñó como él pero de forma diferente, Valeria no mostraba celos, solo los disfrazaba con ironías pero esta vez, era diferente -Aunque te diga, mil veces que te amo, sé que no es suficiente… tu camino hasta a mí ha sido complicado, lleno de espinas y golpes mortales. ¿Qué tengo que hacer para que me creas? Llevo con esa sensación demasiado tiempo, mis ojos no se apartan de ti, estoy aquí…contigo y… diablos odio hablar de estas cosas, no se me dan bien y dudo que me estés entendiendo. Todo, todo lo que te prometa es poco -acarició su mejilla con la yema de los dedos, sonriendo de forma leve al ver como sus orbes brillaban de esa forma que le volvía completamente loca.

No entendía nada, hasta que le mostró los dos botes. Lo miró con impaciencia, esperando cualquier cosa menos eso. gateó por la cama, intentando arrebatarle el bote de aquel veneno antes de que lo tomase pero no fue capaz. Su mirada, se ensombreció, jamás él habría vislumbrado esa mirada en ella, estaba aterrada. Consiguió el bote vacío y lo lanzó a las llamas, tomando el antídoto como si fuese la misma vida, así era.

-NO. Tienes que estar de broma yo… - por primera vez no supo qué hacer, las manos le temblaban e incluso el labio inferior también. Cerró los ojos para no ser aún más vulnerable pero ¿qué importaba cuando él era el único? Sin poderlo evitar, dos lagrimas traicioneras cruzaron sus mejillas, hasta perderse en las sabanas blancas. Necia, jugar con el tiempo le había llevado a este punto -¿Por qué? -la calló con un beso, un beso que le supo diferente, por más que lo intentaba, no podía dejar de temblar, estaba muerta de miedo.

-¿Por qué has tenido que hacer semejante….locura? tómatelo, y si … ¿y si no funciona, maldita sea? - se lo decía más a ella que a él, sus ojos verdes se cerraron buscando su boca a tientas como si sus propios labios carmesís fueran ese antídoto , mucho más poderoso -No has dejado ni una gota -le recriminó por si ella tuviese que tomarlo al igual.

Lo abrazó con fuerza, hundiendo su rostro en su cuello, susurrándole mil veces un te amo a escondidas. No podía perderle, malditas condiciones. El barco hacía unos minutos había alcanzado puerto. Días en los que solo se habían pertenecido al otro. Negaba sin parar con la cabeza, no podía apartar su mirada de él por si llegaba tarde, por si el veneno actuaba de manera distinta. Era incapaz de dejarle a su suerte, de arriesgarse demasiado a no llegar a tiempo y perderle. A Valeria Cavey siempre le excitó el riesgo pero… ese riesgo podía costarle su propia vida.

-No, así no. La suerte no me sonríe, lo único bueno de mi vida… de mi jodida vida has sido tú y… maldita sea Hoör , bébelo o dime que no es cierto, que solo es algún licor de esos fuertes, que me engañas. Tentar a la suerte es peligroso y… no, no podemos arriesgarnos. No puedo perderte, ahora no. ¿es que no lo entiendes, maldita sea? -le tomó del rostro, estaba muerta de miedo, sus orbes se lo gritaban, sus manos frías de puro nerviosismo -Esto no es un juego como teníamos al principio. Esto es real, vine aquí a casarme contigo, no a perderte. Porque si así fuese jamás…podría soportarlo. ¿Cuándo me vas a creer de una vez? te amo, maldita sea ¿por qué me haces esto? - las promesas , las palabras, los besos y las caricias perduraban pero ¿por cuánto tiempo?


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Mensaje por Höor Cannif Lun Feb 27, 2017 7:14 am

Miedo, su mirada se torno tan sombría como la misma noche que se cernía sobre nosotros. La vi temblar, pálida, sus manos aferraron mi rostro frías, húmedas, su boca me busco salvaje, como si pretendiera apurar las ultimas gotas de un veneno que ya no quedaba sobre ellos.
Ladeé mi sonrisa esperando un guantazo que no llego, estaba tan asustada que creo que por primera vez su cuerpo se paralizo.

Escuché sus palabras, querían que tomara ya el antídoto, no quería jugar, cuando entre nosotros siempre lo hicimos.
Apreté mis manos alrededor del frasco de cristal que ella sujetaba como si la vida le fuera en ello.
-Las palabras se las lleva el viento, son fáciles de pronunciar. El tatuaje, un jirón con una espada lo puede tapar. Me has pedido tiempo, no te lo puedo dar, no soy dueño del reloj de arena que voltea sin parar. Te regalo lo único que tengo, mi vida, mi tiempo, la pongo en tus manos para que entiendas de una vez por todas que lo que siento por ti desgarra por dentro, que tengo miedo y no de la muerte precisamente si no de perderte.
Aun creo que en cualquier momento abrirás los ojos y pensaras que no soy el hombre correcto. La lista que dejo tu padre me tortura día y noche, se que me quieres, pero ¿es suficiente?
Guarde un instante silencio, de nuevo a mi cabeza venia el fantasma del pasado, Haytham Cross, sabia que por él si llego a sentir algo, sabia que él si estaba en la lista, sabia que era la mayor apuesta de su padre y que ella había intentado por todos los medios que él cediera para casarse. También sabia que Haytham la quería, quizás no como yo, pero si de un modo u otro.
-Si lo es, preséntate antes de las doce en la capilla, dame no solo un si, si no devuélveme la vida, de ti depende todo o nada, esta es mi mayor apuesta.

Ambos habíamos cruzado de la mano la pasarela del barco que nos llevaba a tierra, portaba sus dos enormes maletas, esas que subí al coche tirado por dos pura sangre negros.
Le dije al guía la dirección del castillo donde la dama podría arreglarse para nuestra boda, mis ojos la buscaron de nuevo una vez dadas las indicaciones necesarias.
-Te espero en el altar, no tardes -susurré contra su boca perdiéndome en ella.

Cerré los ojos saboreando sus labios, como si ese instante pudiera ser el ultimo, como si de un modo u otro aquella espera pudiera convertirse en mi condena. Quería creer en ella, lo hacia, pero una parte de mi seguía pensando que llegado el momento podría echarse atrás. Libertad, los vikingos eramos libres, seres caóticos por naturaleza, difíciles de atar. Yo quería darle espacio para que ella fuera libre de encontrarse en la soledad con su libertad, que decidiera lo correcto.
Un beso que supo distinto a despedida y a encuentro, uno que sabia a miedo, a verdad y a amor.

De nuevo nuestras miradas se encontraron, ladeé la sonrisa mientras cargaba a mi hombro un pequeño petate, era todo cuanto necesitaba para prepararme para ese instante en el que ambos uniríamos nuestras vidas frente a los dioses, los elementos y de forma real nos convertiríamos en marido y mujer.
Muchas eran las promesas hasta entonces, pero había llegado el momento de la verdad ¿la vería de nuevo frente al altar?
Fue la ultima pregunta que recorrió mi mente antes de montar de un salto sobre el caballo bayo que me llevaría al hotel donde poder ponerme el traje.


Los cascos de mi caballo se perdieron por el empedrado italiano, el veneno comenzaba ha hacer efecto, un sudor frio recorría mi frente, ligeramente mareado sujetaba con fuerza mis dedos a las riendas mientras afianzaba mis pies en los estribos.
No tardé en alcanzar la basílica, el edificio religioso mas importante de Verona.
Su fachada color crema , los dos leones de piedra que asentaban las columnas del porche y ese dintel del pórtico perfectamente tallado con un doselete que protegía sus relieves constituía un edificio de enorme belleza.

Empujé la puerta de acero observando sus relieves perfectamente tallados, mis ojos se emborronaban, mi cuerpo cedía extenuado, necesitaba el antídoto, pero mas necesitaba a Valeria y sus labios de fuego contra los míos.

Me adentré en el interior, dividida en tres niveles, la cripta, la iglesia y el presbiterio. Alcé la mirada para ver su techo abovedado de madera, un largo pasillo para alcanzar el altar cristiano, la religión que procesaba mi esposa.
El párroco salió a mi encuentro, preocupado por mi aspecto hizo ademan de ayudarme, mas lo detuve, llegaría por mi propio pie hasta el lugar donde me encontraría con mi mujer.

Frente a una gran cruz de piedra, detuve mis pasos, y mire hacia el portón recolocando mi chaque negro y acomodando la corbata que sobre la camisa blanca me ahogaba.
Entregué al párroco sendas copas y dos espadas largas para adaptar su ceremonia a la mía. necesitaba que mis dioses bendicieran esta unión, y para ello la sangre debía ser derramada sobre la hidromiel para beber después.


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Mensaje por Valeria Cavey Jue Mar 02, 2017 2:13 pm

No conoció el miedo hasta aquel mismo instante. Quiso tomar al menos unas gotas también, maldito egoísta, cuanto le odiaba… le amaba al mismo tiempo. lo miró con reproche, intentando por todos los medios tomar de sus labios unas míseras gotas que le llevarían al mismo destino. Aún tenían mucho que vivir, todo. Se perdió en sus ojos, los orbes esmeralda parecían pequeños trozos de cristal, brillantes, vidriosos y profundos ante sus palabras cargadas de esperanza, amor infinito, vulnerabilidad por ambas partes en ese momento de incertidumbre en la que se habían prometido tanto y ambos, cobardes ante el otro…se mostraban desnudos en cuerpo y alma.

Apretó con fuerza los labios, acariciando su mejilla, la yema de sus dedos bordeando cada milímetro de su boca cuando hablaba. Estaba inmersa en él, en sus palabras, en su presencia, en todo su ser que dolía, dolía demasiado el hecho de pensar en que ella fuese la culpable de sus desdicha cuando sentía tanto, tanto que dolía. No, no era suficiente con saber que le quería, en eso estaba de acuerdo y él acababa de firmar la parte de ese contrato, ahora le había cedido la pluma a ella…con ese frasco sujeto en su frágil mano. El tiempo corría hacia atrás, Valeria seguía en ese estado de incredulidad, miedo, impotencia. Acababa de darse cuenta que el amor no solo eran palabras, si no hechos y de ella dependía que cerrasen ese círculo.

- A las doce -repitió apenas con un hilo de voz, perdiéndose en sus labios, volviendo a intentar atrapar alguna gota sin éxito. Le vio alejarse y sintió como una gran parte de ella se iba con él. Como una estatua permaneció hasta que desapareció entre las calles, era hora de cambiarse, de cumplir ese propósito. El camino al castillo se le hizo largo, demasiado. Salió incluso antes de que fuesen a abrirle la puerta del carruaje. No podía perder tiempo pero no todo estaba a su favor. El cielo se había ensombrecido como su alma al verle beber su condena. Las pequeñas gotas que se fueron avivando a medida que cruzaba la entrada al lugar, no iba a ser fácil llegar a la basílica con ese temporal.

Un relámpago, la inquietó. Una de las criadas, abrochaba los lazos del corsé, el vestido le quedaba como un guante. Blanco con la nieve, como su propia piel que ese día lucía resplandeciente. Adornos en negro, ese toque elegante y único, claro que no iría como cualquier novia, siempre tenía que destacar en algo. Medio sonrió al colocarse bien el adorno del pelo, cabello suelto, bucles dorados que caían rebeldes enmarcando su rostro y como no, su carmín rojo como la sangre, aquel que al noruego volvía loco. Nada más se puso los guantes negros de seda, guardó el frasco en su escote, a buen recaudo…era la hora de marchar.

Y un trueno, le sobresaltó. Debía irse ya , el miedo le acechaba pero más era la tortura de saber que si no llegaba a tiempo, lo perdería, para siempre y ¿cómo podría recuperarle? Frasco que le devolvería la vida, a su lado. Se reirían de aquella locura, del juego peligroso. ¿Fue el beso del final? Pregunta que se cruzaba en su cabeza, una y otra vez. Llovía a mares, ayudaron a entrar en el carruaje y una vez dentro suspiró largamente. Su reloj de bolsillo marcaban las doce menos veinte. Veinte minutos y estaría allí, le daría de beber aquello y… lo salvaría, permanecería a su lado. No quería pensar que fuese un beso de despedida, llegar y encontrarle en el suelo, esperándola aún muerto…

-¡Más rápido! -gritó al cochero pero fue imposible, las ruedas se hundían en el barro del camino y cada vez, iban más y más despacio. Se estaba desesperando, el tiempo pasaba demasiado deprisa dentro. Cerró los ojos al ver que eran las doce menos diez, la capilla estaba al final de la larga calle, solo unos metros y llegaría. No podía apurar el tiempo y aún con el carruaje en marcha… abrió la puerta para salir. No importaba otra cosa que darle el maldito antídoto.

Se alzó el vestido, dejando atrás el carruaje, la voz del cochero le suplicaba que esperase pero ella no tenía tiempo, no debió haberle dejado marchar. Llovía mucho, apenas podía vislumbrar la calle, se estaba calando hasta los huesos, los pasos le pesaban, se hundían en el barro y aún así ella quería correr más deprisa. El reloj seguía su camino, cerró los ojos con fuerza para no oír las campanadas. La desesperación, le hizo detenerse un instante, intentando pensar como llegar, no rendirse… la tormenta se cernía sobre ella, poniéndola a prueba.

No podía dejar de repetir su nombre, una y otra vez. Negaba con la cabeza, no podía seguir, las doce pronto llegaron a las campanadas… una, dos… y sus pasos volvieron a reanudarse con mas rapidez, solo le quedaban unos metros, un poco más y llegaría. Los escalones para llegar a la basílica, no ayudaron demasiado, le hicieron tropezarse varias veces pero la última, fue tal que el frasco salió disparado de su escondite. Negó, cogiéndolo al vuelo sin importarle hacerse daño en el intento de cogerlo a salvo. La única manera era ingerirlo pero no tragarlo… solo así lo llevaría a salvo. Por fina abrió las puertas, cruzando el pasillo corriendo, intentando no perder tiempo en tropezarse si no era contra sus labios.

Novena campanada, décima… llegaba tarde ¿o no?

Negó al verle esperarla donde le prometió, el cura los miraba absorto sin entender. Ella con el antídoto en su boca, se inclinó a tomarle del rostro, uniendo sus labios, sin cerrar los ojos…transmitiéndole directamente por fin aquel maldito elixir que le daría la vida. Lo besó con desesperación, miedo, no era la boda que ninguno esperaba, sí las promesas de amor eterno que podían cumplirse. No fue un beso devuelto y eso le asustó tanto que… le dio una palmada en la mejilla para que reaccionase… tarde.

-Hoör. No, por favor. Despierta. He llegado, son las doce… no puedo haber llegado tarde. Maldita sea, despierta. Me dejaste el antídoto y no el maldito veneno. - el bonito vestido de Valeria, manchado de barro, empapada hasta los huesos y… no, no le importaba. Solo que él despertase. Cerró los ojos con fuerza porque ni siquiera había podido conseguir algo tan simple como llegar a un sitio a la hora acordada. Sus lagrimas pronto se unieron a las de lluvia que descendían por su rostro -No… no puedo haberte perdido. No ahora cuando … he sido por primera vez feliz. Por favor, no me dejes ¿qué haría el demonio sin su infierno? - volvió a besar sus labios, llorando contra éstos… pidiendo en silencio que a ella también se la llevasen… a donde fuese que él había ido.

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Mensaje por Höor Cannif Vie Mar 03, 2017 2:50 am

Tiempo ¿que es el tiempo? Me preguntaba mientras mis ojos se emborronaba mirando el portón de acero tallado de la basílica.
El tiempo es la ilusión de los necios, el reloj de arena de los esclavos y el reproche de los guerreros.
Mi vida dependía del tiempo que había puesto en manos de la única mujer que había amado ¿me arrepentía ahora que las campanas giraban repiqueteando con malicia?
No, daba igual que contaran una, dos, tres, cada golpe era una imagen distinta y todas ellas me hicieron sonreír pesando en ella.
Mi cuerpo cedió contra el altar, apenas me mantenía en pie, mi espalda contra este, mi mirada fija en el portón, la esperaba, lo haría hasta mi ultimo aliento pues ella era dueña de todos ellos.

Mis ojos se cerraron cuando mi mente se nublo, paisaje emborronado que pronto se torno oscuro como la noche, peligroso como el sol. Mi ultimo pensamiento era ella, ladeé la sonrisa casi viéndola correr en mi dirección, hermosa imagen de un demente que acaricia la muerte y no la teme.

La amaba, la amaba aun si no llegaba, la amaba aun si había cambiado de opinión, si no merecía su amor, no me importaba pues eso no cambiaba ni por un instante el dolor de amar hasta partirte en dos.
Calidez en mis labios, si eso era la muerte sabia a fuego. Liquido que escurrió por estos abriéndose paso en mi garganta como la lava que todo lo arrasa para sembrar un nuevo día.

En la inconsciencia oí su voz que me llamaba calcinandome el alma como si el infierno me sentenciara a una condena eterna. Su boca sello el pacto, notaba esos besos desesperados mientras suplicaba con ellos que abriera los malditos ojos antes de darme un buen guantazo.
La hubiera empotrado si alguno de los músculos que luchaba por mover hubieran respondido a mis plegarias.
-Tiempo -susurré contra su boca con la voz entrecortada -solo tu Valeria Cavey eras capaz de agotar el tiempo -repliqué ladeando la sonrisa mientras mis pardos se abrían buscando sus esmeraldas que ahora centelleaban frente a mis ojos con mas fuerza que las estrellas que cubrían el firmamento para nosotros.

Alcé la mano para ayudarme del altar de piedra y ponerme en pie. La contemplé de arriba abajo, estaba preciosa, un vestido blanco entallado a su cuerpo con detalles en negro y lo que mas me gusto, eso que me hizo sonreír y a ella fruncir el ceño, el barro.
-¿para venir así has tenido que tardar tanto? -bromeé señalando los bajos del vestido completamente embarrados.
Golpeo mi pecho con la mano mientras yo la atraía por la cintura para perderme en su boca, en el infierno de sus labios rojos fuego.
-Hoy creo que me has ganado la partida, tu pareces la vikinga -reí de nuevo contra sus labios mientras abría los brazos para que apreciara que yo iba perfectamente vestido, perfumado y que por una noche parecía uno de esos caballeros que ella siempre insistía que debía ser pero que no era.

El cura carraspeo ligeramente al ver los efusivos besos que ambos nos dedicamos, al parecer delante de sus dioses besarse estaba prohibido, ahora entendía la cara de estreñidos de los cristianos.
Sonrisa picara en mi rostro y otro puñetazo de Valeria que parecía adivinar mis pensamientos solo mirándome a los ojos.

Sobre la mesa una copa de vino, alargue la mano para tomarla y vaciarla de un trago, estaba sediento.
El párroco me miro negando con la cabeza mientras buscaba los ojos de mi mujer para encontrar la comprensión necesaria.
Valeria frunció el ceño poniendo sendos brazos en jarra.
-¿que? ¿No es para beber?
No entendida esas costumbres cristianas, ponen un vaso en la mesa lo llenan de alcohol y ¿lo usan para decoración?
Reí de nuevo sin poder evitarlo, no entendía nada, pero no me importaba solo quería casarme con ella.

Era feliz, era imposible negar que no lo fuera, cuando abandonaramos esa capilla, ella seria mi esposa, mi mujer.
Deslicé mi mano por su vientre, sus ojos me buscaron y los míos la encontraron de un modo que lo decían todo.

Ambos desviamos la vista hacia el párroco, todo estaba preparado para este momento. Era como si todas las decisiones tomadas a lo largo de los tiempos, todas las batallas, todas ls heridas cicatrizadas, todo me hubiera llevado a ella.
No creía en el destino, no al menos en el que no se forja uno mismo, mas hoy, hoy creía en que mi destino era esa mujer de cabellos de oro que me miraba dispuesta a todo.
-Te quiero -sentencie contra su boca mientras de nuevo nuestras lenguas bailaron lentas. Beso sentido, saboreado, suplicas silenciosas, palabras susurradas y promesas eternas.


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Mensaje por Valeria Cavey Vie Mar 03, 2017 5:26 pm

La sensación de vacío, recorría cada poro de su piel. Solo debía llegar antes de las doce y sin embargo, apuró hasta el último segundo. Dicen que, no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y él, le dio esa lección antes de abandonar el barco. Tuvo la sensación de perdida al verle marchar sin mirar atrás, poniendo en sus manos aquella terrible y peligrosa decisión. No había apuesta más peligrosa que aquella en la que él se lo entregaba todo, su vida, su tiempo… para demostrarle que era sería dueña de todo su ser, emociones y sentimientos que traspasaban mucho más que las palabras, hechos u objetos materiales. Le dio su tiempo y ella solo tenía que llegar hasta el reloj de arena y romperlo, para que no contase nunca más.

Hoör Cannif. El maldito noruego había traspasado mucho más que todos sus muros, le caló dentro, en lo más hondo y eso solo, pasaba una vez por miles de vidas que viviese. No podía dejarla así, derrotado por un líquido, un elixir que apagaba la vida en pocas horas, derrotando al guerrero más fuerte y frío. Le volvió a odiar por no dejarle nada, a su suerte. solo quería unas palabras, lo que fuese pues sentía que lo había perdido , entre la vida y la muerte… un finísimo hilo que cortaría si dejaba de respirar, si no se quedaba a su lado.

No podía creer que pese a todo, llegó a tiempo. Frunció el ceño de lo más enfadada, consigo misma... amándole aún más por segundos. Sus orbes verdes buscaron las ajenas y no, no esperó a que dijese nada, se unió a sus labios, entre besos…frente al altar sin importarle quien estuviera presenciándolo. Siseaba para que no dijese nada, la risa de Valeria se unió a sus lagrimas incesantes, no podía parar de llorar de alegría, tristeza, impaciencia… estaban allí frente al altar como nunca pensaron que acabarían.

-Soy tu vikinga, solo yo podía despertarte así y… estás tan elegante y hueles tan bien que solo por eso… -fue a inclinarse a sus labios cuando oyó al cura y esa risa traviesa junto con esa mirada cómplice que solo podía dedicarle a él. Para ella, su aspecto ahora mismo no importó hasta que él lo mencionó , estaba horrible, incluso tiritaba de frío y aún así dio igual -¿Te casas ya conmigo? A este paso… el cura nos exige el triple de sus honorarios -parpadeó al verle beber vino, mientras intentaba peinarse el cabello con los dedos, imposible…estaba despeinada, empapada pero enamorada como nunca lo había estado.

Le atrajo hacia sí, haciéndole un gesto al cura para que comenzase con la misa. Apenas unos segundos duró mirar al cura, volvió su atención a su prometido. Su mano buscó la ajena, apretándola con fuerza, inclinándose a su oído y susurrarle un te amo que le supo a poco. No, no dejó que acabase, le tomó del mentón para besarlo, sin dejar de mirarle a los ojos.

-Sí quiero. No se preocupe, padre, le pagaremos igual si aligera todo un poco y… -se separó de él para nerviosa buscar los anillos pero… ella no los llevaba, lo miró fijamente, esperando que él se hubiese acordado… -No voy a ir a por ellos, ¿los tienes? -no, no era una boda corriente. No pudo dejar de rodearle por la cintura, evitando de algún modo hiciese alguna de las suyas -Prometo amarte, serte fiel, aguantarte en la salud y la enfermedad… hasta que ese maldito bote nos separe. Y también… te amor por ser tú, por darme tanto… por sorprenderme a cada instante. Sabes mis votos pero no lo que sentí cuando te vi luchar contra la vida y la muerte… siempre venzo, volvería a luchar por ti. Y ahora, hagamos la maldita locura… lo vikingo -el cura no podía dar crédito…esos dos no eran como cualquier pareja que hubiese casado -Será para siempre, mucho más allá y ahora sabemos que es real -Valeria, le ofreció su mano… la del anillo de boda la joya que permanecería por y para siempre.


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Mensaje por Höor Cannif Sáb Mar 04, 2017 5:23 am

Ella y yo, dos locos que se miraban a los ojos sin palabras, mas con prisa de vivir, de comerse el mundo de unir sus vidas.
No eramos como los demás, ni siquiera parecidos, nada en nosotros tenia una ápice de cordura, mas supongo que ese era el fiel reflejo del amor mas puro, de la pasión mas ardua.


El párroco comenzó la misa mientras nosotros nos devorábamos con los ojos, mientras las risas invadían la capilla y nuestras manos ardían haciéndonos hervir la sangre con cada caricia.
Nunca fui tan feliz como lo era en ese instante de mi vida.
-Estas preciosa -aseguré al ver como se peinaba sin éxito sus buces de oro.


Inhóspitos, rebeldes, bellos, sus ojos centelleaban frente a los míos, nunca su aspecto fue tan salvaje, nunca la deseé tanto como en ese preciso instante en el que todo sobraba a nuestro alrededor menos nosotros dos.
-Te deseo mas que el Valhalal, mas que la espada que prende de mi espalda, mas que al fuego o al acero, te deseo hoy y para siempre Valeria.


El cura enmudeció, nos estábamos saltando todos los pasos, mas que importaba ¿no estaba frente a nosotros ese cristo crucificado? ¿no veía el amor que nos procesamos ambos?
Sonreí contra su boca cuando hablo de como me amaría por y para toda la eternidad, como la enfermedad no seria suficiente para separarnos.
Nuestros ojos se enlazaron mientras ella buscaba no sabia bien donde los anillos que ya me habían sido entregados hacia apenas unos días.


No pude evitar reír a carcajadas metiendo la mano en mi chaqué para sacar aquella caja que contenía una parte de nuestras vidas, una promesa silenciosa que nos convertiría en uno, hoy y por siempre.
Saqué sendos anillos y los deposité en la palma de mi esposa.
Como bien había dicho, llegaba el momento de la locura vikinga, o mejor dicho mis ofrenda a los dioses.
-Párroco cierre los ojos si no quiere cometer sacrilegio, esta parte puedo llevarla yo solo.


Caminé hacia el exterior para introducir una cabra en la basílica.
Mi mujer me miró enarcando una ceja, casi podía adivinar mi ideas.
El filo del cuchillo sesgo su garganta, ríos carmesí sobre el suelo santo, elevé la cabeza buscando el techo de aquel lugar.
-Freya, diosa de la la fertilidad, yo te ofrezco con humildad este sacrificio para que protejas mi linaje, el que mi esposa lleva en su vientre y el que vendrá.


El párroco emitió un grito ahogado al ver tan pagano acto, escondiéndose tras el atril y gritando un
“yo os declaro marido y mujer” parecía asustado pues su voz era trémula.
Me acerque a mi esposa cuando la cabra emitió su ultimo aliento.
Con las manos ensangrentadas tomé sendas espadas cortas.
-Valeria te entrego esta espada de mis antepasados como madre de mis hijos y continuadora de mi linaje. Protegerás mis tradiciones, las guardaras, las amaras como me amas a mi.
Con un gesto le pedí que ella me ofreciera la otra espada.
-Esta es la nueva espada, simboliza la trasferencia de la tutela y protección de la mujer por parte de tu familia. Yo soy tu familia Valeria.


Alcé mi mano posandola en la punta de la espada que yo le había ofrecido y del mismo modo pedí que mi esposa hiciera lo mismo con la ajena.
Los anillos en nuestras manos y la mirada fija en la del otro.
-Esto simboliza la defensa de nuestra unión, lucharemos por que lo que hoy nos juramos frente a los dioses no sea quebrantado por nada ni por nadie.
El anillo que te entrego y tu me entregas, completa el circulo sagrado y la naturaleza inquebrantable de nuestros votos.
Deslicé la joya por su dedo acortando la distancia que separaba mi boca de la suya. Mis manos en sus mejillas, sentencie la unión con un beso sentado, profundo tan nuestro como la noche, el día y la luna que nos cobijaba en aquel acto que unía dos religiones distintas.


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Mensaje por Valeria Cavey Sáb Mar 11, 2017 6:56 pm

El tiempo se había detenido en el mismo instante en el que sus miradas, volvieron a encontrarse. Como si en aquel momento en el que ingirió él el veneno, los condenase a ambos a una muerte segura. Valeria podía haberse rendido, pero esa palabra no existía en su vida. Lucharía hasta que le quedase el último aliento, lo amaría aunque muriese y viviese mil veces. Lo supo en cuanto aquellas orbes oscuras volvían a envolverla en ese mundo único entre ambos, en donde solo importaba el amor que se profesaban. ¿Podía amarle más que aquel momento?

Momento en el que se encontraron cara a cara frente al cura que bendeciría ese amor desesperado, profundo… enfermizo. Felicidad. Palabra a la que jamás tuvo acceso y él le había entregado la llave no solo del amor, si no de todo su ser. Lo sentía suyo, más que nunca. No habría más relojes de arena contando hacia atrás, si no hacia adelante y sin tiempo estimado. Sería para siempre y la sonrisa de sus ojos carmesí se lo aseguró.

Él pudo notar que temblaba y no de frío, la primera vez que los nervios la traicionaban. Sin pensarlo, apretó con fuerza su mano, pidiéndole en silencio acabar ya con aquel tormento, la locura que significaba el simple hecho ser su esposa, suya y viceversa. La sola idea de que le perteneciese…le hizo relamerse, sintió como por dentro, una explosión de mariposas le recorría el cuerpo. Amor. Locos por el otro, fundirse en aquel deseo del que tanto ambos no podían negar sentir por el otro.

Maldita sea , el hecho de no “encontrar” los anillos la puso aún más nerviosa. Arrugó la nariz al oír su risa pero finalmente, terminó sonriendo, bajando un instante la mirada para no ser delatada, tarde. Y sabía que lo que sucedería ahora… era aún más inexplicable pero tan de él, tan noruego que Valeria se echó a reír, negando con la cabeza. Maldito salvaje, maldito noruego que acaba de entregarse por entero y los temores , se hicieron mayores porque… el solo hecho de imaginarse una vida sin él le llevaba al mismo abismo en donde nada tenía sentido. Tomó la espada, mirándole intensamente, sobrando las palabras. Una sonrisa apareció en sus labios y no solo aquella tierna sonrisa, dos pequeñas lagrimas acariciaron sus mejillas. Era feliz y él pudo verlo reflejado en sus orbes esmeralda.

-Demasiado elegante para que te durase demasiado -negó con la cabeza, regañándole a su modo, entre besos furtivos, sonrisas y mordiscos. Mordió su barbilla, deslizando los dedos por su cuello…estaban casados. Ya no importaba otra cosa que eso, rió como una niña en su cuello, negando con la cabeza…. No hacía falta decir nada -Espero que te queden fuerzas, en tus costumbres y en las mías, … tenemos que consumirlo y se me ocurren demasiadas… maneras de hacerlo. Y usted padre, deje de escandalizarse, no es ningún castigo perderse entre los brazos de esa persona que te vuelve completamente…loca -aquellas palabras , chocaron contra los labios del noruego, se lo estaba prometiendo todo…

Tiró de su mano para que saliesen de la capilla, la sangre por el suelo, el cadáver del animal y un cura traumado. En cuanto salió, se echó sobre sus brazos para que la tomase. Seguía lloviendo a mares pero no importaba… a medida que se iban alejando, ella tomó las riendas del paso, tirando de él entre risas… bajo la lluvia, amándolo a cada segundo más que el anterior.

-Estoy…deseando me quites el vestido, por tu culpa…pesa demasiado -susurró, mientras la lluvia, volvía a presentarle al noruego, las mejores de las visiones. La señorita elegante, delicada… ahora no le importaba arrastrarse por el peor de los infiernos… por él. llegarían aquel lugar, tardarían más a pie, lloviendo a mares pero… llegarían juntos, de la mano…. Ya se habían entregado la vida del otro -Nos espera el banquete , tu cuerpo y el mío plato principal y el postre… creo que… me adelanto demasiado, me dijiste que me tenías preparado algo en Italia…y me muero de ganas, por saber qué es -se mordió el labio inferior, sabía lo mucho que le gustaba eso de ella -Vamos mi noruego, ya te quiero a mi merced… y yo a la tuya, no perdamos tiempo


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Mensaje por Höor Cannif Dom Mar 12, 2017 3:57 am

La lluvia arreciaba sobre nuestros cuerpos, ni un alma por las calles de Italia, solo nosotros, dos locos que se miraban como si nada mas existiera en ese preciso momento en el que se había detenido el reloj de arena.
La vida o la muerte paso a un efímero plano, en el que poco importaba, cielo o Valhalla si sus labios calentaban los míos y su aliento me empujaba a la locura de desearlo todo y nada como desde el inicio de nuestros tiempos.

Deslicé mis dedos por su cintura, por su corseé, enredándome en las cintas para tirar con suavidad, mas no lo suficiente como para deshacer los lazos.
-Estoy deseando quitar esto y celebrar como lo hacen los míos nuestra eterna unión.
Ladeé la sonrisa al ver sus esmeraldas fijas en las mías, demasiadas promesas silenciosas, demasiadas verdades cuando nuestros labios chocaban como titanes.

Mordí su mandíbula, cada calle era motivo para volver a encontrar nuestros cuerpos, para relamer nuestros labios o para simplemente acariciarnos con risas cómplices.
Así y no de otro modo llegamos frente al castillo, nuestra residencia.
No lo pude evitar, allí y sin entrar desaté la pasión contenida, mi cuerpo buscó el ajeno, enredándose en un baile demencial donde mi dureza chocaba con su vientre, mis manos atraían sus caderas y el portón chocaba con su espalda repetidas veces.
Su mano aferraba mi camisa, jadeos que prometían una noche llena de prisas, ambos impacientes por tomarlo todo y no dejar nada para después, nos miramos con los ojos mas oscuros que la propia noche que se cernía sobre nosotros.
-Celebraremos con hidromiel, beberemos hasta no tenernos en pie y follaremos como si mañana no fuera a amanecer -sentencié sacando de mi bolsillo la llave que con poco tino intentaba meter en la cerradura.
La alcé por las nalgas mientras nuestros sexos aun con ropa se encontraban, la empotré contra el portón haciéndola gruñir contra mi boca que aprisiono sus labios con mis dientes.
-Estoy muy excitado -confesé aun luchando con acertar en la cerradura, mientras esta reía sin mas por mi torpeza -y tu no colaboras mucho.

Enarqué una ceja antes de ambos estallar en risas, tenia razón o miraba lo que hacia o me la tiraría allí fuera, no podía aguantar mis ganas, era como si no la hubiera tomado en mil años y de un modo u otro era en lo único que mi obnubilada mente pensaba en ese momento, en su cuerpo desnudo y el mio montandola como un salvaje vikingo.
De reojo mire el bombillo, mientras mis labios seguían bebiendo sedientos del manantial cálido de su boca que con aquel vaho blanquecino sentenciaba a muerte a mis labios fríos.
-Tómalo todo esta noche Valeria, pues soy tuyo y eres mía.

La llave entro, y al puerta cedió. Nuestros cuerpos, enredados en la gesta de nuestras vidas se adentraron en el recibidor.
Alli aflojé las cintas del corseé aflojando este hasta que calló al suelo, ladeé mi sonrisa admirando sus duros pezones como el acero apuntando mi boca que hambrienta los despedazo succionandolos, mordiendolos, jadeos que golpeaban su cuerpo.

La giré con brusquedad, no llegariamos a mi sorpresa si antes no podía descargar.
Mi mano bajo a mi entrepierna, liberando mi virilidad, dura como el mismo martillo de Thor emergió de la tempestad.
Alcé su falda con violencia, la tela quedo por la cintura de esta, a un lado las bragas y de una brusca embestida el yunque entro convirtiendo en trueno su gemido y en rayo el mio.

Su pezones contra la rugosa pared, su rostro buscando el mio por encima del hombro y nuestros alientos chocando con la violencia con la que los mares acogen a los drakkar vikingos.


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Mensaje por Valeria Cavey Miér Mar 15, 2017 10:14 am

Y el mundo, se había reducido a ellos dos. Risas cómplices que hacían eco entre las calles, miradas que bebían el alma del otro , besos furtivos, acercamientos que les perdían. Era imposible no perderse en su mirada y proclamarse suya , al igual que su cuerpo…el cual lo buscaba sin darle tregua. Le necesitaba, más que ninguna otra vez. El sello de aquella unión se culminaría con el encuentro de los dos, totalmente expuestos al otro. No lo quería, ni sentía cariño por él… eso era mínimo pues lo amaba, aquel rechazo constante se había redimido a… un amor intenso, enfermizo, obsesivo y profundo. Los dos sentían lo mismo, ¿cómo no saberlo cuando se miraban de la misma forma?

La risa de Valeria, la que tantas veces para muchos se definía como descarada y cruel… ahora parecía risueña, juguetona y divertida… se entrecortó cuando los labios ajenos atraparon los carmesí y ambos, se condenaron a cadena perpetua, a besarse durante toda su existencia…como si en ese momento todo careciese de sentido. Hoör y Valeria, dos personas que se encontraron quizás no en el mejor instante de sus vidas pero supieron desde el primer segundo que ya nada sería lo mismo, menos lo sería ahora…cuando se habían profesado amor, amor eterno.

-Shhh por fin que has abierto la puerta… - tiró del cuello de su ropa hacia sus labios, incapaz de separase de aquel manantial…aún creía que iba a perecer ante ella y su boca le mantenía vivo, a su lado. Un pensamiento quizás infantil pero no más lejos de la realidad. -Mío. Me gusta como suena pero más… mejor suena, “señora Cannif”, te lo repetiré tantas veces como me hagas tocar el cielo con la yema de los dedos y quemarme, quemarte en el infierno…conmigo. Para siempre, ya no hay vuelta atrás. Deseaste que fuese tuya y lo soy, lo fui y lo seré siempre -ronroneó contra sus labios, riendo al comprobar que sus palabras ejercían ese efecto en él…desatar la pasión que ya traían consigo por las calles italianas.

Lo necesitaban, más que incluso respirar. Tuvo que aferrarse a la pared, clavando las yemas de los dedos con fuerza, podía salir herida de aquella batalla pero ¿acaso importaba? Las heridas eran las marcas de guerra, las que definían a los guerreros y ambos lo eran, iban a ser guerreros de aquella unión, del futuro que les depararía. Imposible no mover las caderas al mismo son que él, estar de espaldas le era más complicado pero no imposible volverle loco. Sabía lo que le gustaba , se mordió los labios, con fuerza… mirándole intensamente a los ojos… le gustaba demasiado tentarlo, así conseguiría que se moviera más deprisa , supiese que deseaba más y él iba a dárselo.

Tomó su boca con violencia, mordiéndole los labios, buscando su cuello para marcarlo de forma diferente, hizo una marca que quedaría cicatriz… le mordió con tanta fuerza que incluso los labios carmesí se tiñeron de un rojo aún más intenso y brillante. Lo miró fijamente a los ojos, lamiéndose los labios muy despacio… jadeando por las sensaciones, perdiéndose en su cuerpo. Quería estallar y lo haría, ambos lo harían antes de subir al lecho para volver a perderse en el otro de nuevo. Sus manos delicadas, tomaron de las nalgas al noruego, para que no se detuviese, acabase con esa tortura… cuerpos mojados, sedientos del otro… ahora sería cuando nada ni nadie podía romper jamás aquella únión.

-Hoör…-jadeó completamente perdida de deseo, relamiéndose los labios…aquel acto de celos, la mirada de necesidad, de amor… todo y nada.


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Mensaje por Höor Cannif Miér Mar 15, 2017 11:05 am

Su boca era el desierto de fuego que yo quería aplacar, sus caderas me buscaban incendiandome por dentro, así, cada embestida se tornaba tormenta, cada beso plagaba de sangre la gesta, no había truenos, ni relámpagos que se oyeran cuando el yunque quedaba amortiguado por sus nalgas y expuesto a sus jadeos.

Mis ojos en aquellos labios rojos, esos que se mordía para provocarme y que de sobra conseguían hacerlo logrando que surcara como un galeón aquel mar que no tenia final
-Señora Cannif -rugí impactando contra las rocas de su boca, montarla era lo mínimo que iba hacer aquella noche.

Sus esmeraldas resplandecían ávidas de mas, mis tempestades oscuras la penetraban al ritmo frenético en el que nuestros cuerpos danzaban.
Mis dedos en su sexo se atrincheraron, podía sentir su vulva contra la yema vibrar con fuerza.
Eramos dos locos haciendo el amor como demonios, no había ni cielo, ni infierno, solo nuestros cuerpos ardiendo.

Su boca marco mi cuello, mas fuerte que un anillo, mas poderoso que los besos, era ese gesto de posesión ,de celos, de todo y de nada al mismo tiempo. Sentí la sangre cálida recorrer mi cuerpo, ladeé la sonrisa complacido cuando las gotas cayeron al suelo.
Ella era mi Valhalla, mi valquiria, todo cuanto deseaba.
Rugí preso del momento, su risa maliciosa, ebria de mi, se fundió con cada empalamiento, mi espada se incrusto entre sus piernas penetrándola muy adentro.

La saqué cuando estaba a punto de correrme, negué con una picara sonrisa mientras me relamía la boca y caía frente a ella de rodillas.
La giré tomándola por las caderas, nuestros ojos se enfrentaron en un duelo a muerte y esta vez fue mi lengua la que surco nuevos mares de elixires potentes.

Sus dedos en mi cabello, empujándome a cruzar los peligrosos estrechos, a naufragar en ellos y a convertirme en Neptuno para gobernar en ellos.
Mi lengua se deslizo traviesa, succionando, mordiendo, ávida de su sexo.
Cada gemido de ella incrementaba mas mi excitación, truenos, relámpagos que lanzaba el mismo Thor.
Estaba en casa, su cuerpo era el norte y mi lengua la brújula que lo señalaba.
Me empujo por el pecho haciéndome caer al suelo. La busqué con mi mirada, tentándola, ofreciéndole mi virilidad en alza.

Sus caderas esculpidas por los dioses fueron tierra, sus paredes se abrieron acogiendo mi miembro, húmedas, cálidas danzaron como volcanes calcinandome por dentro.
Jadeé contra su boca, sus montañas rozaron mi pecho y mi boca coronó la cúspide buscándolas con desenfreno, los dos estábamos perdidos, perdidos en el otro, en un amor extremo, loco, enfermizo, pero nuestro.

Gruñí hundiendo mis dedos en sus caderas para dejar que la metiera mas honda, mi virilidad se sacudió rabiosa en ella, mi simiente quedo esparcida en ella y su cuerpo cayo rendido sobre el mio para encontrar nuestros labios despacio, entre risas cómplices, cuerpos sudados y miradas que lo decían todo sin necesidad de promesas.
-El matrimonio es valido -bromeé contra su boca, doy fe que has saciado a tu marido.
Golpeó mi pecho entre risas y yo la giré sobre el suelo para admirarla sin prisa
-Te quiero -susurré sin poder dejar de observar a esa mujer con la que había soñado desde que llegue a París y que aun no creía que fuera mía.


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Mensaje por Valeria Cavey Dom Mar 19, 2017 6:52 am

Esa noche, sí que podía gritar a pleno pulmón, hasta quedarse sin aire o gritarlo en silencio… que era suyo, por y para siempre. “Por y para siempre” palabras que marcaron un antes y un después en sus vidas y ahora, mucho más allá de la vida y la muerte, el cielo y el infierno. El infierno , el hogar de ambos en el que se perdían una y otra vez hasta quedar totalmente saciados del otro, algo imposible… cuando no podían vivir sin el otro. El pacto silencioso, votos de amor eterno, de lealtad y atracción, pasión desmedida en la que se perdían en cuanto sus miradas se cruzaban,…algo completamente inevitable desde el primer segundo, aquel instante en el que cambió todo y ya nada sería lo mismo para ninguno de los dos.

Felicidad. Podía saborearla como el plato más delicioso y adictivo. Después de tantos años, en las sombras, en las que solo conoció rechazo, odio e ir cambiando de máscara en máscara, ocultando su verdadero yo. Y con él, siempre sería ella misma. No podía engañarle aunque sus dotes de actriz fuesen impecables. Siempre leería su mirada, sabría lo que pensaba o lo que sentía simplemente con un simple gesto, con un cruce de miradas. La atracción se había convertido en una afinidad que nada ni nadie podría comprender, ni compartir, porque no era amor. No podía ser amor cuando dolía, calaba en los huesos y la sensación era de plenitud absoluta. Se sentía entre tus brazos a salvo, en casa, en paz… porque solo él podría conseguirlo.

Los sentimientos junto con el deseo, una mezcla perfecta, explosiva. Tantas emociones y sensaciones les habían vuelto a llevar al infierno, enredados…dándoselo completamente todo. El cuerpo de Valeria vibraba a cada caricia, embestida, esperando la siguiente… estallar en un clímax intenso, su voz se perdió susurrando su nombre infinidad de veces, las mismas en las que le pedía más. No hizo falta, él sabía volverla loca. La cabeza apoyada en la pared, sus dedos enredados en su cabello, tirando con fuerza de sus mechones, adentrándole aún más dentro de ella y perderse en aquel placer que solo podía ofrecerle.

La unión se completó cuando danzó sobre él como una verdadera diosa, disfrutando como solo ella podía hacerlo. Mirarle a los ojos, fundirse en el infierno, el fuego que no podía asemejarse otra cosa que su cuerpo. Nunca era igual, cada vez sentía esa adicción, obsesión por él. Con los ojos cerrados, oculto su rostro en el cuello del noruego , aún sangraba por el mordisco. No dudó en acercarse al lugar y lamer despacio la herida, sonriendo satisfecha por su resultado… un mordisco que dejaría marca en el que dejaba claro que era suyo. Aún jadeaba, susurraba su nombre mientras sus manos se deleitaban en su piel, las yemas de Valeria aún dedicándole caricias suaves pero que se quedaban marcadas en cada poro de su piel

Frunció ligeramente el ceño al ser acorralada, no le gustaba ser sumisa…siempre era ella quien llevaba voz y voto. Su sonrisa, junto con un ligero rubor… por aquellas dos palabras que aunque simples, se dirigiesen a ella…era más que un simple sentimiento. El castillo contaba con un sinfín de habitaciones pero él se había quedado en la primera… el hall , gracias que una alfombra roja los había acogido, a la atenta y sorprendida mirada del servicio… poco les importó ser vistos pues como siempre todo lo demás carecía de sentido, desaparecía.

-¿Me llevas en brazos? Se supone es la tradición, aunque como no… te la has saltado, maldito noruego -rió, revolviéndose aún más el cabello, presentándose ante él en una imagen salvaje, tan vikinga como él jamás pensó que sería. -Necesito un baño caliente, tú otro… y quiero , bueno… preparé algo. El contenedor de tu copa es especial… tenemos que brindar y como no puedo beber alcohol… -se incorporó, apoyando los codos en el suelo, sonriendo de medio lado… traviesa, acechando como un felino. -Lo beberás de mi cuerpo -tomó su labio inferior , tirando ligeramente de él, riendo de aquel modo en el que le volvía loco -Vuélveme loca, señor Cannif, tenemos toda la noche…ah y al lado de la botella, te dejé un regalo… del que espero uses… te he marcado con mis dientes, puedes hacerlo… con los cuchillos, yo haré lo mismo..me encantará torturarte… ¿te imaginas? Que la señora Cannif te torture muy despacio -se relamió, promesas… que lo eran todo


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Mensaje por Höor Cannif Dom Mar 19, 2017 12:33 pm

Sonreí contra su boca cuando los pasos de las doncellas y un grito ahogado de una de ellas fue escuchado a nuestras espaldas, el servicio avergonzado por nuestra impetuosa actitud no sabia donde meterse, ruborizadas miraban hacia otra parte, bueno, algunas miraban hacia exactamente mi parte.

Ladeé la sonrisa alzándome del suelo para saludarlas desnudo y de forma cortes, Valeria por ende tiro de mi frunciendo el ceño antes de que yo la alzara tomándola entre mis brazos para cumplir esa costumbre que me había saltado con creces al entrar preso de la excitación en el hall.
No podía evitar mirarla con los ojos oscurecidos, con el pelo revuelto, llena de barro se me antojaba infinitamente mas bella que cuando su cuerpo lucia perfectamente adornado.
Supongo que siempre estuve hecho para una mujer salvaje, a cambio me llevaba un demonio, no era mal cambio.

Entre risas cómplices subimos las escaleras, ella en mis brazos, su piel aun cálida por nuestro encuentro y nuestros labios buscándose desesperados una y otra vez como si beber de ellos fuera lo único capaz de calmar nuestra sed.
-Demonos un baño y vístete, he preparado algo yo también -susurré contra su boca.
Nuestras lenguas serpentearon ansiosas, beber de su cuerpo era lo mínimo que pensaba hacer en una noche en la que la lujuria y el amor nos llevaría al infierno a los dos.

Sus dedos se pasearon pro la marca ya casi inexistente de sus dientes, era lo que tenia el vinculo, nada me dejaba marca demasiado tiempo.
Nuestros ojos se encontraron por un instante, casi podía leer en ellos lo frustrante que le resultaba la situación.
-Mira el lado bueno Valeria, vas a poder torturarme y mi piel sanará la instante.

Juntos atravesamos el umbral, allí la deposité con cuidado, contemplándola despacio, mis dedos acariciaron la piel de su brazo como si de porcelana se tratara y por allí se deslizaron hasta enlazar nuestras manos.
-Por fin eres mía -susurré fijando mis pardos en sus esmeraldas.
Tiré de su mano para servir las primeras dos copas de la noche, a fin de cuentas en mi cultura se celebraba con alcohol el paso a la fertilidad.

De un trago vacié la copa tenia que admitir encontrarme sediento, no habíamos parado nuestro paso desde que salimos de la capilla y el salvaje encuentro ahí abajo me había dejado con ganas de mas de todo, principalmente de ella.
Me acerqué a la tina para dejar que el agua corriera y alcé mi mirada para fijarme en como jugaba con al copa sin atreverse a bebérsela.
-Vamos Valeria, una, es tradición para mi, solo una, después de esta solo beberé yo y sera como tu quieras que sea.

Para nosotros beber toda la noche hasta no acabar en pie era una norma, símbolo de fertilidad y de felicidad, entendía que ya había hecho una concesión casándose en cierto modo así conmigo, ella siempre deseó otro tipo de celebración y la tendría, mas esta era la mía.
-Son vikingas, aguantaran una copa ¿no crees? -bromeé acortando la distancia y dando un sorbo a la suya para después besar con suavidad su frente y volver al baño para cerrar el grifo.
-Madam -susurré tendiéndole la mano para ayudarla a entrar a la bañera.
Me acomode aun fuera y tomé la esponja para enjabonar su embarrado cuerpo, estrujado esta para dejar que el agua corriera por su piel.

-Estas preciosa -aseguré sin poder dejar de mirar sus pechos que sobresalían del agua -he preparado una cena en el torreón del castillo. Quizás después podamos ir a un burdel -ladeé la sonrisa y por ultimo a las mazmorras cuando ya no nos tengamos en pie ¿que te parece?


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Mensaje por Valeria Cavey Mar Mar 21, 2017 2:41 pm

Los gritos ahogados, los murmullos y cuchicheos del servicio, le traían totalmente sin cuidado excepto cuando se dedicaron a mirarle de cierta forma, una que solo ella tenía derecho. Malditas todas y cada una que se atrevía a desafiarla. Fulminó con la mirada una vez en pie, en especial , a una jovencita que tendría más o menos su edad. Era suyo, le pertenecía y lo dejó claro cuando al pasar por al lado del servicio… lamió los labios del noruego, besándole con ganas , pasión desmedida y reír contra éstos, traviesa, ronroneando como una pantera que deja claro que es de su propiedad.

-De todo, lo último que me hubiese imaginado es que me pidieses justo eso, me vistiese… -rió , perdiéndose en su mirada un segundo, sonrojándose ligeramente pues no podía imaginar el noruego lo que pasaba por aquella loca cabeza. Notó el frío en la planta de los pies al dejarla en el suelo, culpable su ojos pardos por erizarle la piel, al mirarla tan intensamente. ¿Cómo era capaz de conseguirlo? No hacía falta tocarla para volverla loca, ansiar conocer más de él, perderse en cada resquicio de su cuerpo.

-No. Siempre fui tuya pero no te lo has creído hasta ahora. Fuiste mío antes de que incluso nacieses, tenía y debía que ser así. Ahora que soy la señora Cannif, Valeria Cannif, puedo asegurarte solo… una cosa. -tomó la copa, dando un ligero sorbo, bajando la mirada hasta su vientre y deslizar dos de sus dedos por éste -Nada ni nadie va a cambiar eso, ni lo que siento por ti ni lo que soy y sería capaz de hacer por ti - vació la copa de un trago, dejándola en uno de los muebles, dejándose llevar hasta el baño.

Se sentía más cansada mental que físicamente. Rió por los caballerosos modales y tiró de él para que cayese sobre ella en la tina, aprovechando robarle algún que otro beso fugaz, acomodándose sobre él, en su regazo. Antes de decir nada, se introdujo por entero en el agua, echando hacia atrás la cabeza. Sus orbes verdes, se clavaron en él, parecían brillar más que nunca. Siseó, deslizando dos de sus dedos sobre los labios del noruego, siseando para que dejase de hablar. Labios a los que se acercó pero no besó, sí los rozó mientras hablaba. Hipnotizada por la imagen de su ahora esposo, mojado… gotas que recogió de la barbilla ajena con sus labios carmesí, lamiendo hasta su boca la cual mordisqueó con infinito deseo.

-Mmm lo del burdel suena demasiado tentador pero… si vamos, quiero ser… - se relamió los labios, dejando escapar una risa… algo no muy bueno se le estaba pasando por la cabeza -Quiero ser una de ellas pero…la tuya. Me has entendido perfectamente… -movió las caderas en círculos muy suavemente, sin dejar de mirarle a los ojos -¿Te imaginas ser tu cortesana esta noche? Sorprenderte, darte lo que me pidieses y luego… ya me encargaré de torturarte, devorarte… darnos todo y caer rendidos, hasta que el sol nos descubriese entrelazados -apenas un hilo de voz, provocándole… deseando que en esa noche se cumpliesen sus fantasías… sus deseos.

-Te volveré loco, Hoör Cannif y te reto a que consigas lo mismo… ¿aceptas? Vamos al burdel, me perderé en él y tendrás que encontrarme… solo me tienes que dejar coger una cosa antes de irnos… será diferente, esta noche lo es . Bienvenido a tu nueva vida, bienvenido al infierno… mi noruego -esa mujer desde luego era el demonio personificado , se lo estaba ofreciendo todo en bandeja, deseando demostrarle de lo que era capaz, él aún no imaginase.


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