AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
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El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Recuerdo del primer mensaje :
Después de la ardua tarea de prepararse y vestirse..Bueno, que la vistieran, porque ella no sabía ni qué tacto tenían las telas; de maquillarse y de que su sirvienta rezara a Dios y sudara sangre para poner su rebelde cabellera dentro de un sombrero, por fin pudo enfundarse los zapatos, que eran lo último de su impecable indumentaria y, finalmente, estar lista para salir de la casa.
Su vestido era la última moda, claro, bastante sobrio, sin nada exagerado ni fuera de lo común, pero del gusto más refinado, con sus pliegues en color canela y el satén verde oscuro ocultando el polisón. Lo que más podría llamar la atención, sería su sombrero, que tenía múltiples detalles sin llegar a ser sobrecargados pero que en conjunto hacían de la pieza un verdadero espectáculo por si mismo.
Su madre se acercó cruzando la sala a toda prisa y sin decir ni una sola palabra le pellizcó las mejillas y le soltó un par de palmaditas bien dadas. -Compórtate, no hables demasiado, a nadie le gustan los charlatanes.- La señora de la casa intentó doblegar un rizo que se había salido del recogido, insistió, con tirones incluidos y finalmente el atrevido remolino volvió a su sitio.- Sólo quédate quieta y sonríe.
-Si, madre.- Contestó sistemáticamente, si bien lo de llamar a alguien madre era bastante nuevo para ella.
Anaé aun no entendía por qué tenía que ir, no le importaba ir a la ópera, claro..Pero acababa de llegar, aun sentía la pesadez del viaje y no conocía París...Decir que estaba asustada era una tontería, porque suponía que sus padres ya habían dispuesto todo para que no le ocurriera nada malo pero..Aun así. No sabía por qué su madre tenía tanto interés en que fuera a la merienda después y encima sola, porque su señora madre tenía otros compromisos que atender junto a su padre. Hubiera preferido ser “presentada en sociedad” por sus propios padres..Aun le costaba asumir que no se iba a sentir “como en casa” ni en la campiña inglesa ni en París, independientemente de lo cerca que estuviera de su familia.
Su madre le dio unos últimos consejos mientras le guiaba a la salida.- Y come lo mínimo posible, aunque bueno..-La señora Boissieu le miró de arriba abajo con desparpajo.- No te vendría mal...¿No te daban de comer en Inglaterra? Tsk..Tendré que hablar con mi tía, esto es un despropósito…-Y ahí seguía ella, quejándose, hasta que finalmente Anaé se encontró con la puerta en las narices.
Se vio en la calle, con un coche esperándole en la entrada, suspirando caminó hacia él acompañada de su doncella, por supuesto, una cosa era ir sin sus familiares y otra muy diferente aventurarse por ahí a la buena de Dios. Una vez dentro del coche, cuando estaba enfilando ya la calle, la doncella le recordó que se había dejado el paraguas. No era difícil en ella, así que tuvo que hacer volver al cochero, entró en casa y después de unos cuantos gestos de desaprobación de la señora se llevó el paraguas a conjunto con sus pliegues canela antes de llegar a la ópera.
París le parecía todavía un lugar salvaje y ajeno, apenas recordaba nada de su infancia allí. En parte le sobrecogía todo ese bullicio, que si, que había estado más veces en una ciudad, en la ópera de aquí o el evento de allá, pero desde luego no era como su solitaria, alejada y silenciosa hacienda. Observaba a través del marco de la ventana cómo las desconocidas calles pasaban ante sus ojos y elevó la mirada hacia las nubes, admirando las curiosas formas y distintas tonalidades.
El coche se detuvo y la doncella le avisó de que estaban ya en el lugar, bajó la vista hacia el edificio de la ópera. Sublime. Sobrecogedor.
Salió del coche y comprobó que llegaba pronto, la gente parecía acostumbrada al lugar pero ella tuvo que detenerse unos momentos y maravillarse en la entrada, al arquitectura era...Oh...El estilo era...Mmh..Apenas unas cuantas parejas apresuradas subían las increíbles escaleras, ella de nuevo se detuvo entre ellas, se giró, miró hacia arriba. Bueno, su madre le iba a perdonar pero una cosa era ser educada, callada y como una estatua y otra era encontrarse ante semejante maravilla y no tomarse el tiempo necesario para asimilarlo.
Después de unos cuantos minutos finalmente la doncella le hizo caminar con nerviosismo, solo para darse cuenta de que estaban todos en sus asientos, ya listos para el espectáculo, con las luces a punto de atenuarse. Ah, que no llegaba pronto..Que llegaba más bien tarde….Bueno..A nadie pareció importarle.
Tuvieron que ayudarle a conseguir su asiento, eso era así, ella no conocía todavía las diferentes localizaciones y si bien la mayoría de los personajes importantes de la sociedad parisina tenían los mejores palcos, ella tenía el suyo propio asignado para su familia, que no era moco de pavo, además la acústica desde allí iba a ser impresionante, que en el fondo, era lo que importaba, aunque la perspectiva hacia el escenario no fuera la mejor, la vista era completamente secundaria.
Se consiguió acomodar justo cuando empezó la obra y atendió, como tenía costumbre. Si bien no tenía claro si le gustaba o no la ópera, la conocía y era una estudiosa de la materia, así que podía, por lo menos, apreciarla como se lo merecía.
El sonido conocido le reconfortó mucho más de lo que hubiera calculado al principio, entre tanto desconcierto tener algo que finalmente pudiera reconocer era todo un alivio. Se le hizo corta, la verdad, para lo cómoda y segura que se sentía en su palco sin necesidad de interactuar con nadie. El suave barullo de las voces al terminar la función dio paso a la ida y venida de la gente, mientras que a ella le condujeron al encuentro de la pequeña reunión, que en el fondo era precisamente aquel el objetivo, codearse con los potentes, aunque ella no se fuera capaz de percibir semejantes sutilidades.
Obediente y temerosa de que su madre tuviera ojos hasta en el infierno, se acercó a las mesas a cotillear, porque la curiosidad de lo que se serviría allí y de si sería tan diferente a lo que ella conocía le pudo más que la timidez, sin embargo caminaba con tranquilidad por los diferentes escaparates de delicatessen, observando, hasta que vio algo mucho más interesante. Se alejó de las mesas para fijarse en una escultura que representaba el rostro de una mujer, de ahí pasó a un tapiz, a una columna geminada que parecía haber sido traída de otro lugar, un cuadro en la pared...Vamos, que fue comiéndose con los ojos cada detalle que había por la sala, moviéndose con toda naturalidad, como si allí estuviera ella sola y no hubiera tenido ningún tipo de institutriz que le hubiera enseñado buenos modales. Y así, en una de sus idas y venidas por el salón, entre esculturas, piezas musicales, instrumentos famosos, arte y formas admirables se encontró con un par de ojos marrones.
Se quedó plantada mirando fijamente, sin pestañear, con la cabeza inclinada ligeramente hacia atrás, porque además esos ojos oscuros estaban bastante más por encima de su ángulo natural de visión. Después de unos cuantos segundos interminables se dio cuenta de que estaba demasiado cerca de alguien, porque esos ojos lo más probable era que tuvieran un dueño. Un dueño cuyo espacio personal había sido descaradamente invadido. Se echó hacia atrás y ,larga y pausadamente, pestañeó; como si acabase de salir de alguna especie de trance.
Después de unos nuevos segundos de descaro, aun mirándole, alguien se le acercó como si quisiera que le hundieran en la tierra, su dama de compañía parecía apurada y le intentaba enviar señales sutiles desde hacía rato, señales que obviamente Anaé no percibió o bien había ignorado deliberadamente. Tras otros buenos segundos, la mujer inclinó la cabeza ligeramente a un lado, como si algo le hubiera hecho ‘click’.- Usted es “el hombre de los ojos raros”. - Y, por supuesto, le habló en inglés cuando se refirió a él.
Después de la ardua tarea de prepararse y vestirse..Bueno, que la vistieran, porque ella no sabía ni qué tacto tenían las telas; de maquillarse y de que su sirvienta rezara a Dios y sudara sangre para poner su rebelde cabellera dentro de un sombrero, por fin pudo enfundarse los zapatos, que eran lo último de su impecable indumentaria y, finalmente, estar lista para salir de la casa.
Su vestido era la última moda, claro, bastante sobrio, sin nada exagerado ni fuera de lo común, pero del gusto más refinado, con sus pliegues en color canela y el satén verde oscuro ocultando el polisón. Lo que más podría llamar la atención, sería su sombrero, que tenía múltiples detalles sin llegar a ser sobrecargados pero que en conjunto hacían de la pieza un verdadero espectáculo por si mismo.
Su madre se acercó cruzando la sala a toda prisa y sin decir ni una sola palabra le pellizcó las mejillas y le soltó un par de palmaditas bien dadas. -Compórtate, no hables demasiado, a nadie le gustan los charlatanes.- La señora de la casa intentó doblegar un rizo que se había salido del recogido, insistió, con tirones incluidos y finalmente el atrevido remolino volvió a su sitio.- Sólo quédate quieta y sonríe.
-Si, madre.- Contestó sistemáticamente, si bien lo de llamar a alguien madre era bastante nuevo para ella.
Anaé aun no entendía por qué tenía que ir, no le importaba ir a la ópera, claro..Pero acababa de llegar, aun sentía la pesadez del viaje y no conocía París...Decir que estaba asustada era una tontería, porque suponía que sus padres ya habían dispuesto todo para que no le ocurriera nada malo pero..Aun así. No sabía por qué su madre tenía tanto interés en que fuera a la merienda después y encima sola, porque su señora madre tenía otros compromisos que atender junto a su padre. Hubiera preferido ser “presentada en sociedad” por sus propios padres..Aun le costaba asumir que no se iba a sentir “como en casa” ni en la campiña inglesa ni en París, independientemente de lo cerca que estuviera de su familia.
Su madre le dio unos últimos consejos mientras le guiaba a la salida.- Y come lo mínimo posible, aunque bueno..-La señora Boissieu le miró de arriba abajo con desparpajo.- No te vendría mal...¿No te daban de comer en Inglaterra? Tsk..Tendré que hablar con mi tía, esto es un despropósito…-Y ahí seguía ella, quejándose, hasta que finalmente Anaé se encontró con la puerta en las narices.
Se vio en la calle, con un coche esperándole en la entrada, suspirando caminó hacia él acompañada de su doncella, por supuesto, una cosa era ir sin sus familiares y otra muy diferente aventurarse por ahí a la buena de Dios. Una vez dentro del coche, cuando estaba enfilando ya la calle, la doncella le recordó que se había dejado el paraguas. No era difícil en ella, así que tuvo que hacer volver al cochero, entró en casa y después de unos cuantos gestos de desaprobación de la señora se llevó el paraguas a conjunto con sus pliegues canela antes de llegar a la ópera.
París le parecía todavía un lugar salvaje y ajeno, apenas recordaba nada de su infancia allí. En parte le sobrecogía todo ese bullicio, que si, que había estado más veces en una ciudad, en la ópera de aquí o el evento de allá, pero desde luego no era como su solitaria, alejada y silenciosa hacienda. Observaba a través del marco de la ventana cómo las desconocidas calles pasaban ante sus ojos y elevó la mirada hacia las nubes, admirando las curiosas formas y distintas tonalidades.
- Spoiler:
El coche se detuvo y la doncella le avisó de que estaban ya en el lugar, bajó la vista hacia el edificio de la ópera. Sublime. Sobrecogedor.
- Spoiler:
Salió del coche y comprobó que llegaba pronto, la gente parecía acostumbrada al lugar pero ella tuvo que detenerse unos momentos y maravillarse en la entrada, al arquitectura era...Oh...El estilo era...Mmh..Apenas unas cuantas parejas apresuradas subían las increíbles escaleras, ella de nuevo se detuvo entre ellas, se giró, miró hacia arriba. Bueno, su madre le iba a perdonar pero una cosa era ser educada, callada y como una estatua y otra era encontrarse ante semejante maravilla y no tomarse el tiempo necesario para asimilarlo.
Después de unos cuantos minutos finalmente la doncella le hizo caminar con nerviosismo, solo para darse cuenta de que estaban todos en sus asientos, ya listos para el espectáculo, con las luces a punto de atenuarse. Ah, que no llegaba pronto..Que llegaba más bien tarde….Bueno..A nadie pareció importarle.
Tuvieron que ayudarle a conseguir su asiento, eso era así, ella no conocía todavía las diferentes localizaciones y si bien la mayoría de los personajes importantes de la sociedad parisina tenían los mejores palcos, ella tenía el suyo propio asignado para su familia, que no era moco de pavo, además la acústica desde allí iba a ser impresionante, que en el fondo, era lo que importaba, aunque la perspectiva hacia el escenario no fuera la mejor, la vista era completamente secundaria.
- Ambientillo, si gustas:
Se consiguió acomodar justo cuando empezó la obra y atendió, como tenía costumbre. Si bien no tenía claro si le gustaba o no la ópera, la conocía y era una estudiosa de la materia, así que podía, por lo menos, apreciarla como se lo merecía.
El sonido conocido le reconfortó mucho más de lo que hubiera calculado al principio, entre tanto desconcierto tener algo que finalmente pudiera reconocer era todo un alivio. Se le hizo corta, la verdad, para lo cómoda y segura que se sentía en su palco sin necesidad de interactuar con nadie. El suave barullo de las voces al terminar la función dio paso a la ida y venida de la gente, mientras que a ella le condujeron al encuentro de la pequeña reunión, que en el fondo era precisamente aquel el objetivo, codearse con los potentes, aunque ella no se fuera capaz de percibir semejantes sutilidades.
Obediente y temerosa de que su madre tuviera ojos hasta en el infierno, se acercó a las mesas a cotillear, porque la curiosidad de lo que se serviría allí y de si sería tan diferente a lo que ella conocía le pudo más que la timidez, sin embargo caminaba con tranquilidad por los diferentes escaparates de delicatessen, observando, hasta que vio algo mucho más interesante. Se alejó de las mesas para fijarse en una escultura que representaba el rostro de una mujer, de ahí pasó a un tapiz, a una columna geminada que parecía haber sido traída de otro lugar, un cuadro en la pared...Vamos, que fue comiéndose con los ojos cada detalle que había por la sala, moviéndose con toda naturalidad, como si allí estuviera ella sola y no hubiera tenido ningún tipo de institutriz que le hubiera enseñado buenos modales. Y así, en una de sus idas y venidas por el salón, entre esculturas, piezas musicales, instrumentos famosos, arte y formas admirables se encontró con un par de ojos marrones.
Se quedó plantada mirando fijamente, sin pestañear, con la cabeza inclinada ligeramente hacia atrás, porque además esos ojos oscuros estaban bastante más por encima de su ángulo natural de visión. Después de unos cuantos segundos interminables se dio cuenta de que estaba demasiado cerca de alguien, porque esos ojos lo más probable era que tuvieran un dueño. Un dueño cuyo espacio personal había sido descaradamente invadido. Se echó hacia atrás y ,larga y pausadamente, pestañeó; como si acabase de salir de alguna especie de trance.
Después de unos nuevos segundos de descaro, aun mirándole, alguien se le acercó como si quisiera que le hundieran en la tierra, su dama de compañía parecía apurada y le intentaba enviar señales sutiles desde hacía rato, señales que obviamente Anaé no percibió o bien había ignorado deliberadamente. Tras otros buenos segundos, la mujer inclinó la cabeza ligeramente a un lado, como si algo le hubiera hecho ‘click’.- Usted es “el hombre de los ojos raros”. - Y, por supuesto, le habló en inglés cuando se refirió a él.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Anaé no se imaginaba ni de cerca lo que rondaba la cabeza de Axel, ella estaba ensimismada con el cuadro, con el museo en sí. Parecía completamente sumergida en las obras de arte, casi parecía una más entre todas ellas, no por la belleza ni mucho menos, era su presencia, esa forma de moverse y de observarlo todo que le hacía parecer tan poco...Natural. En algo estaba acertado lord Blackmore, Anaé no era ni por asomo lo que podría esperarse de una chica de su edad, tal vez por eso no había tenido nunca amigas, por la extraña forma de ser que venía implícita en su personalidad y que, por mucho que lo intentara, no podía encerrar. Anaé podía permanecer callada, comportarse, incluso tener una conversación banal pero siempre había algo que no encajaba con lo que debería ser, con lo que era… “Normal”. Y Anaé terminó acostumbrándose a los términos que siempre escuchaba susurrar a los demás, como si además de rara también estuviera sorda.
Por supuesto, nada tenía que ver el dejar a sus padres fuera de aquello, era una especie de..Protección hacia lord Blackmore. La primera vez que habló del tema con su madre le quedó un feo recuerdo y ahora cada vez que pensaba en Axel y su madre en el mismo lugar no podía dejar de pensar en esa sensación de vacío que le había generado su madre. No quería exponerle a eso, no quería que su madre le hiciera sentir de la misma manera y quería evitar cualquier encuentro a toda costa pero..Si él insistía en comportarse como un caballero, ella no podía impedírselo. Solo esperaba que su madre no le esperase en la entrada al llegar y que se encontrase con él, aunque nunca lo había hecho hasta ahora.
Se acomodó al brazo de Axel mientras él le iba hablando y se perdió en sus palabras en vez de sus pensamientos, algo que le vino bien para distraerse y no pensar en el desastre que podía resultar de aquel encuentro. Realmente empezaba a temer la despedida, no quería irse del museo, podría haber estado en el Louvre, cogida del brazo de ese hombre, para toda la eternidad, escuchándole hablar. Anaé bajó la mirada y, se ruborizó, por suerte estaban ya fuera del museo y metiéndose en el coche, con lo cual fue bastante sencillo de disimular o eso esperaba. A saber por qué había pensado algo así. En qué mundo alguien como Em iba a estar dispuesto a soportarla toda la vida, si al principio no quería acompañarla ni cuatro horas. Miró hacia el exterior, como siempre hacía cuando iba en el carromato y se perdió en las diversas formas y colores que formaban las calles de París deformadas ante la velocidad. Antes de que pudiera darse cuenta, tenía una mano delante de ella. Levantó la vista hacia lord Blackmore, preguntándose cuándo había llegado hasta ahí. Pestañeó y aceptó su mano para poder salir, recogiéndose ligeramente el vestido para no tropezar, que no hubiera sido la primera vez. Se puso en pie fuera y estuvo a punto de agradecerle aquella magnífica tarde y que se asegurase de que llegara sana y salva a casa..Hasta que se vio rodeándole nuevamente el brazo y caminando hacia su casa.
Su mente empezó a dar vueltas...¿Iban a casa? ¿Quería ir? ¿Por qué? Trago saliva y se giró para poder mirarle, quería advertirle pero..¿De qué? No podía decir que su madre fuera mala persona o su padre porque..En realidad, no les conocía.-..No tiene por qué hacerlo.- Quería explicarle que seguramente acabarían en una situación incómoda, que no quería que su familia supiera de él, como si quisiera conservarle para ella sola, única y exclusivamente como un secreto guardado bajo llave. Pero las palabras se le atascaban todas juntas en la cabeza y no atinaba a hacerlas salir una a una.- Lord blackmore no..Si sabe...No creo que..Es que..- Señorita, ¿Ya ha vuelto del museo? Su madre está deseando que le cuente cada detalle.
¿Qué? Anaé no consiguió hilar algo coherente, miró hacia la doncella, que era una mujer bastante mayor que llevaba junto a su madre más tiempo del que pudiera acumular en edad, parecía una mujer seria y huraña y desde luego no se creía que aquellas palabras fueran de su madre. ¿Que le contase...qué? A su madre no le interesaba el arte..A su madre no le interesaba nada de lo que Anaé pudiera decirle. Lo sabía bien...Porque no había contestado a una sola de sus cartas.
Inconscientemente, la muchacha se aferró al brazo de Axel. Ahora ni siquiera ella quería entrar allí.- Pasen, anunciaré que la señorita Boissieu ha traido visita.- ¡Ella no había traído visita! Ojalá Axel no hubiera estado allí. Aun así, se vio arrastrada por la situación y empezó a caminar, traspasando el umbral de la entrada ricamente adornada, hacia el interior de la casa, nuevamente equipada con los mejores lujos el gusto más exquisito, tal vez demasiado recargado pero...Nada que desentonase con la moda del momento en interiores.
Su madre les estaba esperando en el salón, leyendo. ¿Leyendo? ¿Había visto a su madre alguna vez leyendo? Intentó recordarlo, pero la verdad era que no sabría decirlo, ella en casa se pasaba todo el día en su habitación y apenas salía, salvo cuando iban a comer y la mayoría de las comidas también las hacía a solas así que...Pero por alguna razón aquella estampa no le encajaba. Su madre estaba perfectamente vestida y peinada, como si se acostase y se levantase con la misma estampa. Cuando ambos llegaron ante ella, su madre les prestó atención y pareció sorprendida al ver allí a Axel. Se puso en pie y se atusó la falda y el cabello con coquetería.
Bien, la señora Boissieu era una mujer ya madura, con canas en el cabello y arrugas alrededor de su boca y los ojos, pero aun era atractiva incluso con esos pequeños defectos, tuvo que ser una mujer realmente hermosa y, de hecho, tenía cierto parecido con Anaé, pero la belleza de su madre era muy clásica, rubia, espigada, de rostro fino y afilado, mientras que Anaé, pese a haber heredado su color de ojos todo lo demás era una triste similitud.- Oh, señor, si me hubieran avisado habría preparado este encuentro mucho mejor..¿Quién es este caballero tan bien parecido, querida?- Anaé se quedó en silencio, hasta que su madre le clavó la mirada y sintió encoger..¿Le estaba hablando a ella?-...¿Eh..?- Su madre contempló a la niña, sin decir nada, tensa, pero en seguida sonrió y miró a Axel.- Discúlpela, señor, mi niña es siempre tan despistada. ¿Vas a presentar al caballero o..?- Anaé pestañeó.- Oh..Ah…..Oh si..Claro. Claro..Madre..- Se separó de Axel, que hasta entonces había enganchado del brazo y no le había soltado.- Él es lord Blackmore. Ella es Elizabeth Boissieu.
La mujer se movió con suma destreza, era coqueta pero elegante y le tendió la mano a lord Blackmore antes de inclinarse en una reverencia perfecta.- Así que usted es el atrevido que invitó a mi chiquilla al museo..Estaba tan preocupada..Si Anaé me hubiera dicho que se trataba de usted no me habría sentido tan angustiada.- Elizabeth se acercó a su hija y le acarició la mejilla. Anaé se quedó plantada en el sitio, mirándola como si le viera por primera vez.
Por supuesto, nada tenía que ver el dejar a sus padres fuera de aquello, era una especie de..Protección hacia lord Blackmore. La primera vez que habló del tema con su madre le quedó un feo recuerdo y ahora cada vez que pensaba en Axel y su madre en el mismo lugar no podía dejar de pensar en esa sensación de vacío que le había generado su madre. No quería exponerle a eso, no quería que su madre le hiciera sentir de la misma manera y quería evitar cualquier encuentro a toda costa pero..Si él insistía en comportarse como un caballero, ella no podía impedírselo. Solo esperaba que su madre no le esperase en la entrada al llegar y que se encontrase con él, aunque nunca lo había hecho hasta ahora.
Se acomodó al brazo de Axel mientras él le iba hablando y se perdió en sus palabras en vez de sus pensamientos, algo que le vino bien para distraerse y no pensar en el desastre que podía resultar de aquel encuentro. Realmente empezaba a temer la despedida, no quería irse del museo, podría haber estado en el Louvre, cogida del brazo de ese hombre, para toda la eternidad, escuchándole hablar. Anaé bajó la mirada y, se ruborizó, por suerte estaban ya fuera del museo y metiéndose en el coche, con lo cual fue bastante sencillo de disimular o eso esperaba. A saber por qué había pensado algo así. En qué mundo alguien como Em iba a estar dispuesto a soportarla toda la vida, si al principio no quería acompañarla ni cuatro horas. Miró hacia el exterior, como siempre hacía cuando iba en el carromato y se perdió en las diversas formas y colores que formaban las calles de París deformadas ante la velocidad. Antes de que pudiera darse cuenta, tenía una mano delante de ella. Levantó la vista hacia lord Blackmore, preguntándose cuándo había llegado hasta ahí. Pestañeó y aceptó su mano para poder salir, recogiéndose ligeramente el vestido para no tropezar, que no hubiera sido la primera vez. Se puso en pie fuera y estuvo a punto de agradecerle aquella magnífica tarde y que se asegurase de que llegara sana y salva a casa..Hasta que se vio rodeándole nuevamente el brazo y caminando hacia su casa.
Su mente empezó a dar vueltas...¿Iban a casa? ¿Quería ir? ¿Por qué? Trago saliva y se giró para poder mirarle, quería advertirle pero..¿De qué? No podía decir que su madre fuera mala persona o su padre porque..En realidad, no les conocía.-..No tiene por qué hacerlo.- Quería explicarle que seguramente acabarían en una situación incómoda, que no quería que su familia supiera de él, como si quisiera conservarle para ella sola, única y exclusivamente como un secreto guardado bajo llave. Pero las palabras se le atascaban todas juntas en la cabeza y no atinaba a hacerlas salir una a una.- Lord blackmore no..Si sabe...No creo que..Es que..- Señorita, ¿Ya ha vuelto del museo? Su madre está deseando que le cuente cada detalle.
¿Qué? Anaé no consiguió hilar algo coherente, miró hacia la doncella, que era una mujer bastante mayor que llevaba junto a su madre más tiempo del que pudiera acumular en edad, parecía una mujer seria y huraña y desde luego no se creía que aquellas palabras fueran de su madre. ¿Que le contase...qué? A su madre no le interesaba el arte..A su madre no le interesaba nada de lo que Anaé pudiera decirle. Lo sabía bien...Porque no había contestado a una sola de sus cartas.
Inconscientemente, la muchacha se aferró al brazo de Axel. Ahora ni siquiera ella quería entrar allí.- Pasen, anunciaré que la señorita Boissieu ha traido visita.- ¡Ella no había traído visita! Ojalá Axel no hubiera estado allí. Aun así, se vio arrastrada por la situación y empezó a caminar, traspasando el umbral de la entrada ricamente adornada, hacia el interior de la casa, nuevamente equipada con los mejores lujos el gusto más exquisito, tal vez demasiado recargado pero...Nada que desentonase con la moda del momento en interiores.
Su madre les estaba esperando en el salón, leyendo. ¿Leyendo? ¿Había visto a su madre alguna vez leyendo? Intentó recordarlo, pero la verdad era que no sabría decirlo, ella en casa se pasaba todo el día en su habitación y apenas salía, salvo cuando iban a comer y la mayoría de las comidas también las hacía a solas así que...Pero por alguna razón aquella estampa no le encajaba. Su madre estaba perfectamente vestida y peinada, como si se acostase y se levantase con la misma estampa. Cuando ambos llegaron ante ella, su madre les prestó atención y pareció sorprendida al ver allí a Axel. Se puso en pie y se atusó la falda y el cabello con coquetería.
Bien, la señora Boissieu era una mujer ya madura, con canas en el cabello y arrugas alrededor de su boca y los ojos, pero aun era atractiva incluso con esos pequeños defectos, tuvo que ser una mujer realmente hermosa y, de hecho, tenía cierto parecido con Anaé, pero la belleza de su madre era muy clásica, rubia, espigada, de rostro fino y afilado, mientras que Anaé, pese a haber heredado su color de ojos todo lo demás era una triste similitud.- Oh, señor, si me hubieran avisado habría preparado este encuentro mucho mejor..¿Quién es este caballero tan bien parecido, querida?- Anaé se quedó en silencio, hasta que su madre le clavó la mirada y sintió encoger..¿Le estaba hablando a ella?-...¿Eh..?- Su madre contempló a la niña, sin decir nada, tensa, pero en seguida sonrió y miró a Axel.- Discúlpela, señor, mi niña es siempre tan despistada. ¿Vas a presentar al caballero o..?- Anaé pestañeó.- Oh..Ah…..Oh si..Claro. Claro..Madre..- Se separó de Axel, que hasta entonces había enganchado del brazo y no le había soltado.- Él es lord Blackmore. Ella es Elizabeth Boissieu.
La mujer se movió con suma destreza, era coqueta pero elegante y le tendió la mano a lord Blackmore antes de inclinarse en una reverencia perfecta.- Así que usted es el atrevido que invitó a mi chiquilla al museo..Estaba tan preocupada..Si Anaé me hubiera dicho que se trataba de usted no me habría sentido tan angustiada.- Elizabeth se acercó a su hija y le acarició la mejilla. Anaé se quedó plantada en el sitio, mirándola como si le viera por primera vez.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
"El atrevido" que había invitado a Anael. Le hizo gracia la denominación. La madre de la chica se notaba que había tenido una educación exquisita pero le faltaba el abolengo y la clase que daba el título nobiliario que expedía Su Graciosa Majestad. Se olía a la legua que Elizabeth Boissieu hubiera querido pescar un Lord, y seguramente no es que fuera por una cuestión de belleza, debió ser bonita, sino por una mera cuestión de saber cual es tu lugar.
La sociedad inglesa tenía una jerarquía feroz y quien se saltaba las normas era tildado de arribista y de tener poco gusto. Las normas estaban para respetarlas, y si alguien se las podía saltar era quien tuviera más rango, no al revés.
Igualmente se inclinó delante de la dama besando su mano con una sonrisa contenida y después se incorporó relajadamente.
— Es un placer conocerla, el atrevido caballero que invitó a su hija se llama Lord Axel Emory Blackmore, de los Blackmore de Londres.— Para que no le quedase ninguna duda de que él era el primogénito de esa conocida familia, y que la palabra "atrevido" no le había gustado, era una recriminación ácida que tendría contestación en algun momento pero no ahora.— Lamento que haya estado tan preocupada, es comprensible. Si me lo permite, se lo compensaré invitándolas a un té en la villa que ocupamos aquí mi hermana y yo, Lady Aveline. Y si el señor Boissieu gusta, también está invitado, por supuesto.
Escrutó el gesto de la mujer y no le pasó desapercibido que acababa de desatar una chispa de brillo en sus ojos. Esa mujer no tendría más trabajo que andar cotorreando con sus amigas que había sido invitada a ese lugar que nadie conocía, porque los hermanos, si bien frecuentaban eventos sociales, no habían celebrado ninguna cena, merienda o similar desde que estaban en París. En Londres Melinda, su madre, se encargaba de mantener todo el protocolo social al día, pero aquí se habían centrado en la caza y nada de eso había sucedido.
La tenía en el bote con esa invitación, con la promesa de codearse con la nobleza más regia. Sería ahora el momento de lanzar la bomba.
— Invité a su hija porque comparto con ella un gusto artístico fuera de lo común, y se me olvidaron las reglas del protocolo. Hemos compartido una tarde en el Louvre de lo más agradable.— Miró por un segundo a Anaé diciéndole con los ojos que lo tenía todo bajo control, porque su mirada expresaba esa sensación de estar a la deriva que ya le había visto un par de veces. Regresó su gesto y su mejor media sonrisa, la de tipo serio, a la madre.— Quería hacer las presentaciones formales y pedirle, sabiendo que esto es abusar mucho de su generosidad, que deje que Anaé me acompañe esta noche a la cena benéfica de la Cámara de Comercio.
Buuuuuum!!.¿Cómo se lo tomaría la alcahueta? porque si su hija se presentaba como acompañante de un Lord en una cena de protocolo, nada informal, nada de gente joven, todo muy rancio y lleno de gente con dinero, cabría esperar que el interés de Blackmore fuera real y duradero. Porque desde luego desataría rumores.
La sociedad inglesa tenía una jerarquía feroz y quien se saltaba las normas era tildado de arribista y de tener poco gusto. Las normas estaban para respetarlas, y si alguien se las podía saltar era quien tuviera más rango, no al revés.
Igualmente se inclinó delante de la dama besando su mano con una sonrisa contenida y después se incorporó relajadamente.
— Es un placer conocerla, el atrevido caballero que invitó a su hija se llama Lord Axel Emory Blackmore, de los Blackmore de Londres.— Para que no le quedase ninguna duda de que él era el primogénito de esa conocida familia, y que la palabra "atrevido" no le había gustado, era una recriminación ácida que tendría contestación en algun momento pero no ahora.— Lamento que haya estado tan preocupada, es comprensible. Si me lo permite, se lo compensaré invitándolas a un té en la villa que ocupamos aquí mi hermana y yo, Lady Aveline. Y si el señor Boissieu gusta, también está invitado, por supuesto.
Escrutó el gesto de la mujer y no le pasó desapercibido que acababa de desatar una chispa de brillo en sus ojos. Esa mujer no tendría más trabajo que andar cotorreando con sus amigas que había sido invitada a ese lugar que nadie conocía, porque los hermanos, si bien frecuentaban eventos sociales, no habían celebrado ninguna cena, merienda o similar desde que estaban en París. En Londres Melinda, su madre, se encargaba de mantener todo el protocolo social al día, pero aquí se habían centrado en la caza y nada de eso había sucedido.
La tenía en el bote con esa invitación, con la promesa de codearse con la nobleza más regia. Sería ahora el momento de lanzar la bomba.
— Invité a su hija porque comparto con ella un gusto artístico fuera de lo común, y se me olvidaron las reglas del protocolo. Hemos compartido una tarde en el Louvre de lo más agradable.— Miró por un segundo a Anaé diciéndole con los ojos que lo tenía todo bajo control, porque su mirada expresaba esa sensación de estar a la deriva que ya le había visto un par de veces. Regresó su gesto y su mejor media sonrisa, la de tipo serio, a la madre.— Quería hacer las presentaciones formales y pedirle, sabiendo que esto es abusar mucho de su generosidad, que deje que Anaé me acompañe esta noche a la cena benéfica de la Cámara de Comercio.
Buuuuuum!!.¿Cómo se lo tomaría la alcahueta? porque si su hija se presentaba como acompañante de un Lord en una cena de protocolo, nada informal, nada de gente joven, todo muy rancio y lleno de gente con dinero, cabría esperar que el interés de Blackmore fuera real y duradero. Porque desde luego desataría rumores.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Elizabeth acaparaba toda atención, era un hecho. Parecía que la sobrecargada decoración de la salita se le quedaba pequeña, eclipsaba totalmente a su hija y la mujer era bien consciente de esta cualidad. Miró a la chica cuando escuchó aquello de la cita y Anaé pudo notar el brillo en sus ojos antes de que pasara una mano despreocupadamente por su cabello, recolocándoselo con mimo. Tal vez Elizabeth no fuera tan buena actriz para lord Blackmore, pero su hija estaba delante de una mujer que veía por primera vez y no sabía qué hacer. El claro interés que había sentido la señora Boissieu y lo que le complació aquel detalle, hizo que Anaé quisiera pedirle a Emory que se fuera de allí y que, de paso, le tragara la tierra. ¿Cómo se podía sentir tan incómoda?
Empezó a notar que entre su madre y lord Blackmore había más que palabras, había una conversación subyacente que, para colmo, era incapaz de captar, pero algo le estaba diciendo que su madre se estaba poniendo en evidencia, que él estaba haciendo más de lo estrictamente necesario. ¿Por qué había cambiado de idea? ¿Por qué había insistido en ir? Si no lo había hecho desde el principio. Apretó los labios cuando Axel le miró por un instante y se sintió cohibida, por fortuna, Anaé no era muy expresiva pero se podía notar que estaba fuera de lugar, que no le gustaba nada de lo que veía o escuchaba. Elizabeth, se contoneó suavemente, sin ser exagerada, colocándose en frente del hombre de nuevo y señalando a su hija.- Por supuesto. Mi Anaé es una versada en arte, ¿Verdad, querida?- Anaé bajó la mirada en seguida.- Estudió con los mejores profesores, incluso con el señor Dumont.- El profesor Dumont era uno de los más exquisitos profesores de piano y ser uno de sus discípulos era de lo más inusual en esos tiempos, era conocido en cualquier sociedad decente.- Madre..-Se atrevió entonces a quejarse suavemente, porque no le gustaba cómo sonaban esos comentarios. Eran elogios, si, pero sabía que no eran sinceros, a su madre no le podía importar menos la educación de Anaé, lo quería solo para eso, para poder presumir.- Oh, querida...Es siempre tan modesta.-Elizabeth se humedeció los labios, secos tras la bomba que le había soltado el noble inglés, pero estaba intentando recuperarse y no parecer descarada, sus manos temblaban de emoción.- ¿Cree usted que mi Anaé estará a salvo allí..?- Dejando claro que a pesar de lo rarita que era su hija y las pocas esperanzas que tenía, era lo suficientemente joven y bonita como para llamar la atención.- Oh, pero quién soy yo para negarme....¿Qué dices querid..?- No.-..¿Qué…? Oh..Que no estas preparada para la ocasión. ¡Por supuesto que no! Gild, acompaña a la señorita y ayúdala para que esté lista cuanto antes. No hagamos esperar a lord Blackmore. ¿Un té, mi lord?
Anaé pestañeó con impotencia. No, no quería ir a la cena, no cuando su madre se estaba comportando así, no por simple conveniencia. Separó los labios, pero su madre era como siempre demasiado rápida, o ella muy lenta. La mujer se giró para servir el té al noble y ella fue arrastrada por la estirada criada hacia su habitación. Subió las escaleras aun pensando en lo que acababa de pasar. Apretó los labios cuando entró finalmente en su cuarto y Gildegart abrió los armarios en busca del vestido adecuado. - No quiero ir..- Se quejó, por lo bajo, pero Gild la ignoró igualmente dejando el vestido encima para empezar a pelearse con el que llevaba la chiquilla encima. Anaé se mordió el labio inferior. ¿Qué pensaría Emory de ella? Ella no quería ir a la cena porque fueran personas importantes. Hubiera ido a un té a media tarde, mientras fuera con él. Sentía una presión en el pecho, congoja. - No..No voy..No quiero…-Intentó resistirse, girándose justo cuando Gild estaba ya quitándole el endemoniado corsé. Se negaba a que Emory pensara así de ella, con lo que le había costado descubrir a Em, no quería que se alejara más todavía. La mujer le cogió de los brazos con firmeza.- Nadie te ha preguntado, chiquilla. Harás lo que te digan.- Pero yo no quie..-La mujer sacudió a Anae, no fue con demasiada violencia, pero solo el gesto le sacó de lo que estaba acostumbrada y se quedó quieta, mirando a la mujer, temblándole el labio inferior. No quería ir, ella..Ella sólo quería pasar una buena tarde como esa con él...No quería presumir, ni quería que lord Blackmore se pusiera en un compromiso.- Despierta, niña. Tsk..Ojalá fueras más como tu madre, a ella un pez así no se le escapaba.-..¿Qué..?- Haz lo que te dicen. Quédate callada y acompaña a lord Blackmore sin quejarte. ¿Entendido? No le causes más disgustos a mi pobre señora ..Que no te escuche decir más que no quieres ir. Vas a ir. Así que pon una sonrisa en esa ridícula cara tuya y aprende a usar las armas de mujer que tengas.- Giró a Anaé con violencia y empezó a cambiarla, ajustándole el corsé con firmeza mientras la muchacha intentaba todavía entender. ¿De qué le estaban hablando?- Aunque desgraciadamente hayas heredado muy pocas..-La criada refunfuñaba sobre esto y aquello mientras aseaba y preparaba a Anaé. Hizo un trabajo record con su cabello teniendo en cuenta el poco tiempo que tenían y le retocó el maquillaje.
Estaba totalmente aturdida cuando bajaba por las escaleras de nuevo hacia el salón. Aquel vestido no pesaba menos que el de la tarde, pero..¿Realmente lo tenía? No recordaba ninguno tan elegante..¿Su madre ya lo tenía preparado...Por si acaso? Se tuvo que agarrar un momento del posamanos de la escalera. Sentía que no podía respirar. ¿Por qué no se podía abrir en dos la tierra? Cerró los ojos y cogió aire, varias veces, antes de seguir adelante.¿Qué pensaría Emory de ella? ¿Qué? ¿Pensaría que estaba usándole para acceder a la más alta sociedad? ¿Pensaría que era como su madre?- Oh, pequeña...Estás deslumbrante...Estaba comentando a lord Blackmore aquel verano en el que Sir Malcom quedó totalmente prendado de…-….¿De cómo me caí del columpio del jardín trasero..?-…..No..No, estaba diciéndole lo de la velada...Aquella donde…-...No recuerdo ninguna velada donde estuviera ust....-¿Llegaréis tarde? No me gustaría que lord Blackmore tuviera alguna falta, Anaé, has tardado demasiado, querida mía. Desde luego ha merecido la pena, pero..- Elizabeth cogió del brazo a su hija llevándola hacia la salida, notó el apretón excesivamente doloroso aunque no sabía a qué venía. No sabía de qué hablaban, ni había puesto a su madre en ridículo a propósito, simplemente intentaba recordar aquella visita de los Malcom, que fue de lo más aburrida, lo más divertido fue caerse de aquel columpio y, desde luego, no recordaba habérselo comentado a su madre para nada.
Empezó a notar que entre su madre y lord Blackmore había más que palabras, había una conversación subyacente que, para colmo, era incapaz de captar, pero algo le estaba diciendo que su madre se estaba poniendo en evidencia, que él estaba haciendo más de lo estrictamente necesario. ¿Por qué había cambiado de idea? ¿Por qué había insistido en ir? Si no lo había hecho desde el principio. Apretó los labios cuando Axel le miró por un instante y se sintió cohibida, por fortuna, Anaé no era muy expresiva pero se podía notar que estaba fuera de lugar, que no le gustaba nada de lo que veía o escuchaba. Elizabeth, se contoneó suavemente, sin ser exagerada, colocándose en frente del hombre de nuevo y señalando a su hija.- Por supuesto. Mi Anaé es una versada en arte, ¿Verdad, querida?- Anaé bajó la mirada en seguida.- Estudió con los mejores profesores, incluso con el señor Dumont.- El profesor Dumont era uno de los más exquisitos profesores de piano y ser uno de sus discípulos era de lo más inusual en esos tiempos, era conocido en cualquier sociedad decente.- Madre..-Se atrevió entonces a quejarse suavemente, porque no le gustaba cómo sonaban esos comentarios. Eran elogios, si, pero sabía que no eran sinceros, a su madre no le podía importar menos la educación de Anaé, lo quería solo para eso, para poder presumir.- Oh, querida...Es siempre tan modesta.-Elizabeth se humedeció los labios, secos tras la bomba que le había soltado el noble inglés, pero estaba intentando recuperarse y no parecer descarada, sus manos temblaban de emoción.- ¿Cree usted que mi Anaé estará a salvo allí..?- Dejando claro que a pesar de lo rarita que era su hija y las pocas esperanzas que tenía, era lo suficientemente joven y bonita como para llamar la atención.- Oh, pero quién soy yo para negarme....¿Qué dices querid..?- No.-..¿Qué…? Oh..Que no estas preparada para la ocasión. ¡Por supuesto que no! Gild, acompaña a la señorita y ayúdala para que esté lista cuanto antes. No hagamos esperar a lord Blackmore. ¿Un té, mi lord?
Anaé pestañeó con impotencia. No, no quería ir a la cena, no cuando su madre se estaba comportando así, no por simple conveniencia. Separó los labios, pero su madre era como siempre demasiado rápida, o ella muy lenta. La mujer se giró para servir el té al noble y ella fue arrastrada por la estirada criada hacia su habitación. Subió las escaleras aun pensando en lo que acababa de pasar. Apretó los labios cuando entró finalmente en su cuarto y Gildegart abrió los armarios en busca del vestido adecuado. - No quiero ir..- Se quejó, por lo bajo, pero Gild la ignoró igualmente dejando el vestido encima para empezar a pelearse con el que llevaba la chiquilla encima. Anaé se mordió el labio inferior. ¿Qué pensaría Emory de ella? Ella no quería ir a la cena porque fueran personas importantes. Hubiera ido a un té a media tarde, mientras fuera con él. Sentía una presión en el pecho, congoja. - No..No voy..No quiero…-Intentó resistirse, girándose justo cuando Gild estaba ya quitándole el endemoniado corsé. Se negaba a que Emory pensara así de ella, con lo que le había costado descubrir a Em, no quería que se alejara más todavía. La mujer le cogió de los brazos con firmeza.- Nadie te ha preguntado, chiquilla. Harás lo que te digan.- Pero yo no quie..-La mujer sacudió a Anae, no fue con demasiada violencia, pero solo el gesto le sacó de lo que estaba acostumbrada y se quedó quieta, mirando a la mujer, temblándole el labio inferior. No quería ir, ella..Ella sólo quería pasar una buena tarde como esa con él...No quería presumir, ni quería que lord Blackmore se pusiera en un compromiso.- Despierta, niña. Tsk..Ojalá fueras más como tu madre, a ella un pez así no se le escapaba.-..¿Qué..?- Haz lo que te dicen. Quédate callada y acompaña a lord Blackmore sin quejarte. ¿Entendido? No le causes más disgustos a mi pobre señora ..Que no te escuche decir más que no quieres ir. Vas a ir. Así que pon una sonrisa en esa ridícula cara tuya y aprende a usar las armas de mujer que tengas.- Giró a Anaé con violencia y empezó a cambiarla, ajustándole el corsé con firmeza mientras la muchacha intentaba todavía entender. ¿De qué le estaban hablando?- Aunque desgraciadamente hayas heredado muy pocas..-La criada refunfuñaba sobre esto y aquello mientras aseaba y preparaba a Anaé. Hizo un trabajo record con su cabello teniendo en cuenta el poco tiempo que tenían y le retocó el maquillaje.
Estaba totalmente aturdida cuando bajaba por las escaleras de nuevo hacia el salón. Aquel vestido no pesaba menos que el de la tarde, pero..¿Realmente lo tenía? No recordaba ninguno tan elegante..¿Su madre ya lo tenía preparado...Por si acaso? Se tuvo que agarrar un momento del posamanos de la escalera. Sentía que no podía respirar. ¿Por qué no se podía abrir en dos la tierra? Cerró los ojos y cogió aire, varias veces, antes de seguir adelante.¿Qué pensaría Emory de ella? ¿Qué? ¿Pensaría que estaba usándole para acceder a la más alta sociedad? ¿Pensaría que era como su madre?- Oh, pequeña...Estás deslumbrante...Estaba comentando a lord Blackmore aquel verano en el que Sir Malcom quedó totalmente prendado de…-….¿De cómo me caí del columpio del jardín trasero..?-…..No..No, estaba diciéndole lo de la velada...Aquella donde…-...No recuerdo ninguna velada donde estuviera ust....-¿Llegaréis tarde? No me gustaría que lord Blackmore tuviera alguna falta, Anaé, has tardado demasiado, querida mía. Desde luego ha merecido la pena, pero..- Elizabeth cogió del brazo a su hija llevándola hacia la salida, notó el apretón excesivamente doloroso aunque no sabía a qué venía. No sabía de qué hablaban, ni había puesto a su madre en ridículo a propósito, simplemente intentaba recordar aquella visita de los Malcom, que fue de lo más aburrida, lo más divertido fue caerse de aquel columpio y, desde luego, no recordaba habérselo comentado a su madre para nada.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Axel la observó bajar la escalera con su espectacular vestido y contuvo la respiración un instante. Elizabeth se comportaba como la perfecta celestina y alcahueta, que es lo que era, pero lo cierto es que no le estaba prestando atención ya que la presencia de Anae llenaba de luz de la estancia.
Por la expresión de su rostro no estaba muy contenta, ¿realmente su visita la había cohartado a decir que si? Eso le preocupó, entendía que era mucha presion para la joven.
- está usted deslumbrante, Catherine. - se giró hacia la madre que no dejaba de parlotear y le dedicó una sonrisa de medio lado.- no se preocupe, no se la robare mucho tiempo, entiendo que mañana tengan más asuntos que atender y no quiero generarles ningún inconveniente.
Le ofreció el brazo al Anae, y cuando la muchacha lo tomó, le acarició el dorso de la mano brevemente, a modo de gesto cómplice entre ellos. Habían pasado una tarde de lo más agradable y algo había cambiado en el estado de ánimo de ella. Axel no podía detectar auras pero era observador y los ojos de Anae eran muy expresivos.
Abandonaron la casa y regresaron al coche de caballos, al cual la ayudo a subir, ocupando después su sitio en la calesa. Cuando el cochero arrancó sonrío y comentó con tono irónico...
- me alegro de que Sir Malcom la viera caerse de un columpio y saliera corriendo, así esta noche la puedo invitar yo. ¿Está disgustada conmigo por llevarla a una aburrida cena? Le juro que se lo compensaré, ponga usted el lugar y el día que quiera y allí estaré, incluso aunque quiera llevarme a hacer punto de cruz, no le aseguro que me salga nada decente pero...
Trató de imprimirle al tono un poco de ligereza, para ahuyentar los nubarrones que parecía que la joven tenía sobre la cabeza.
Por la expresión de su rostro no estaba muy contenta, ¿realmente su visita la había cohartado a decir que si? Eso le preocupó, entendía que era mucha presion para la joven.
- está usted deslumbrante, Catherine. - se giró hacia la madre que no dejaba de parlotear y le dedicó una sonrisa de medio lado.- no se preocupe, no se la robare mucho tiempo, entiendo que mañana tengan más asuntos que atender y no quiero generarles ningún inconveniente.
Le ofreció el brazo al Anae, y cuando la muchacha lo tomó, le acarició el dorso de la mano brevemente, a modo de gesto cómplice entre ellos. Habían pasado una tarde de lo más agradable y algo había cambiado en el estado de ánimo de ella. Axel no podía detectar auras pero era observador y los ojos de Anae eran muy expresivos.
Abandonaron la casa y regresaron al coche de caballos, al cual la ayudo a subir, ocupando después su sitio en la calesa. Cuando el cochero arrancó sonrío y comentó con tono irónico...
- me alegro de que Sir Malcom la viera caerse de un columpio y saliera corriendo, así esta noche la puedo invitar yo. ¿Está disgustada conmigo por llevarla a una aburrida cena? Le juro que se lo compensaré, ponga usted el lugar y el día que quiera y allí estaré, incluso aunque quiera llevarme a hacer punto de cruz, no le aseguro que me salga nada decente pero...
Trató de imprimirle al tono un poco de ligereza, para ahuyentar los nubarrones que parecía que la joven tenía sobre la cabeza.
Última edición por Axel Blackmore el Miér Feb 22, 2017 12:23 pm, editado 1 vez
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Su corazón latía pausadamente, fuerte, alejado completamente de lo que la gente normal sentía cuando estaba alterada. A ella le dolía, era como si su cuerpo quisiera detenerse en ese mismo instante. No le gustaba la actitud de su madre, le daba un pánico horroroso que Axel pensara tan mal de ella como estaba pensando sobre su propia madre ahora mismo, porque sentía vergüenza de si misma. Quería volver a su alejada, solitaria y pacífica casa en la campiña inglesa, donde nadie se interesaba por ella, pero nadie era capaz de infligirle dolor. ¿Por qué siempre sentía cosas que no debería? Debería entender a su madre, debería alegrarse de estar con Emory, pero nada de eso aparecía, solo existía al angustia, la vergüenza y un miedo terrible que nunca antes había experimentado, porque hasta ahora..No podía decir que lo hubiera tenido por nada ni nadie.
Tenía unas ganas terribles de gritar, de decir al mundo que se detuviera porque ella quería bajarse. No sabía ni qué estaba haciendo, ni en qué momento Emory le había cogido del brazo para rodear el suyo y alejarse de allí. La caricia sobre su mano le trajo de vuelta y alzó la vista hacia él cuando le llamó Catherine. Sus ojos estaban excesivamente brillantes, amenazando una tormenta de lágrimas que no salieron nunca. Su madre parloteaba detrás de ella, diciéndoles que podían entretenerse siempre que Anaé llegara de una sola pieza, Anaé prefería no escuchar nada de lo que la señora Boissieu decía, porque le parecía el veneno de una serpiente y se sentía aun más culpable por ver a su madre de aquella manera.
Apenas podía respirar de la congoja mientras Emory le ayudaba a entrar en el carro, se había olvidado completamente de la cena, en la desesperada marabunta de contradictoras voces que se arremolinaban en su cabeza. La única razón por la que no se había perdido era el firme tacto de Axel que se había convertido en la luz del faro de su mar descontrolado. Aquel despreocupado comentario sobre ella cayéndose del columpio le hizo separar los labios, apenas unos milímetros y cogió aire a la desesperada, jadeó entrecortada como los niños ante un ataque de lágrimas pero sin soltar ni una sola. Bajó la mirada aun avergonzada por el comportamiento de su madre, por sus duros pensamientos hacia ella y en lo mucho que le habría gustado gritarle que dejara a Axel. Sonrió de medio lado antes de levantar la vista. Las lágrimas amenazaban, pero seguían sin caer, ella las contenía muy bien.- Lléveme con usted. A donde quiera.- Apretó los labios y cerró los ojos un instante, las lágrimas no se alejaron del todo pero al menos se había calmado, se iba recuperando de aquella situación a medida que ponían distancia con la casa que debería llamar hogar.- A una reunión de punto, a una tarde de té ...al infierno.-Abrió los ojos para mirarle.- Iría. -Soltó aire con lentitud, el pecho le ardía. Le ardía de impotencia.-Y siempre estaría agradecida.
Tenía unas ganas terribles de gritar, de decir al mundo que se detuviera porque ella quería bajarse. No sabía ni qué estaba haciendo, ni en qué momento Emory le había cogido del brazo para rodear el suyo y alejarse de allí. La caricia sobre su mano le trajo de vuelta y alzó la vista hacia él cuando le llamó Catherine. Sus ojos estaban excesivamente brillantes, amenazando una tormenta de lágrimas que no salieron nunca. Su madre parloteaba detrás de ella, diciéndoles que podían entretenerse siempre que Anaé llegara de una sola pieza, Anaé prefería no escuchar nada de lo que la señora Boissieu decía, porque le parecía el veneno de una serpiente y se sentía aun más culpable por ver a su madre de aquella manera.
Apenas podía respirar de la congoja mientras Emory le ayudaba a entrar en el carro, se había olvidado completamente de la cena, en la desesperada marabunta de contradictoras voces que se arremolinaban en su cabeza. La única razón por la que no se había perdido era el firme tacto de Axel que se había convertido en la luz del faro de su mar descontrolado. Aquel despreocupado comentario sobre ella cayéndose del columpio le hizo separar los labios, apenas unos milímetros y cogió aire a la desesperada, jadeó entrecortada como los niños ante un ataque de lágrimas pero sin soltar ni una sola. Bajó la mirada aun avergonzada por el comportamiento de su madre, por sus duros pensamientos hacia ella y en lo mucho que le habría gustado gritarle que dejara a Axel. Sonrió de medio lado antes de levantar la vista. Las lágrimas amenazaban, pero seguían sin caer, ella las contenía muy bien.- Lléveme con usted. A donde quiera.- Apretó los labios y cerró los ojos un instante, las lágrimas no se alejaron del todo pero al menos se había calmado, se iba recuperando de aquella situación a medida que ponían distancia con la casa que debería llamar hogar.- A una reunión de punto, a una tarde de té ...al infierno.-Abrió los ojos para mirarle.- Iría. -Soltó aire con lentitud, el pecho le ardía. Le ardía de impotencia.-Y siempre estaría agradecida.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
El estado de ánimo de Anaé había cambiado radicalmente tras la visita a su casa, podía percibirlo meridianamente claro. El inglés no sabía hasta qué punto era él el responsable de eso, pero al recibir tal respuesta de la chica su gesto fue confuso por un segundo. Si él no era quien la había perturbado tanto ¿entonces qué había sido? ¿su madre quizás? él tenía ya los huevos curtidos de jugársela con cosas mucho más peligrosas que una lengua viperina o una alcahueta amargada.
En cierto modo le hirvió la sangre, se enervó de pensar que lo que esa mujer agoista y mezquina afectaba de ese modo a Catherine. Por otro lado le produjo una curiosa mezcla de ternura y afán de protección. Ella era como un delicado cristal, una melodía que sólo podía ser creada por el mejor virtuoso, una musa etérea para el mejor pintor. ¿Acaso él podía ser el afortunado que pudiera ser tocado por esa gracia? No era pintor, ni músico, ni sabía arrancarle belleza a las piedras. Pero podía apreciarla, podía captar su trascendencia, la forma en la que ella se perdía en un mundo propio, como una luna de verano coronando el cielo aún lleno de claridad. Podía sentir la soledad de ser esa luna, ajena a la luz que era para los demás.
En ese instante sus palabras removieron algo profundo. "Lléveme donde quiera, a una reunión, a un té o al infierno." Ese era el resumen de su vida: de una reunión a un té y de ahí al infierno y de nuevo amanece otro día. Algo dio un vuelco en el cazador. Cogió ambas manos de Anaé y las cerró con las suyas sujetándolas en alto a la altura de su barbilla mirandola con los ojos justo por encima de sus manos unidas.
— El agradecido soy yo, cada vez que quiera honrarme con su compañía.— Sus "ojos raros" como los había llamado ella, se perdieron en el color brumoso y cristalino de sus grandes orbes. ¿Lo dejaría entrar alguna vez a ese particular mundo? ¿Podría ofrecer lo mismo? Eran cuestiones complejas que no tendrían respuesta en el trayecto hasta el Ateneo.
A veces las palabras que no se llegaban a decir se atascaban en algun lugar del alma, emponzoñando la esencia, entorpeciendo el camino que las personas quería recorrer. Él quería llegar a ella y tenía la impresión de que era mutuo, pero era pronto para saberlo, y lo único que no deseaba era hacerle daño, así que tendría que calmar su impaciencia y sus propias dudas a base de tiempo y de construir los cimientos cavando hondo.
— No le de importancia a lo que haya dicho su madre, comprendo su afán de protegerla. Mi madre tuvo cuatro hijos, cada uno con sus dificultades y necesidades y sé que sacrificaría su propia vida por nosotros sin dudarlo.— Repasó los nudillos de la chica con los pulgares, acariciandolos, ambos con las manos enguantadas.— Lo único que me importa de todo esto es que usted esté bien, que disfrute de la cena, de la charla, que no me cierre las puertas por cuestiones de protocolo. Tenga la confianza suficiente de decirme si quiere marcharse o lo contrario. Hay gente que es complaciente conmigo porque desea obtener favores, otros simplemente han sido educados así...no les culpo, esta sociedad tiene cabida para todos. Pero a usted le ruego que sea auténtica, sólo eso. Que me pregunte lo que quiera saber, que me cuente lo que le apetezca compartir conmigo... la estoy invitando a pasar a un lugar donde la mayoría no llega a entrar.
Tiró suavemente de sus manos hasta depositar un beso sobre el dorso de las mismas, cubiertas por el fino encaje de los guantes, priorosamente tejidos.
— ¿qué me dice? ¿alejamos las nubes por un rato? si no quiere ir a la cena, puedo mandar una nota con cualquier excusa y vamos a donde usted quiera, pero no me responsabilizo de que su madre no me de un escobazo otro día cuando vaya a buscarla..— las comisuras de sus labios se estiraron en una sonrisa contenida que marcaba los hoyuelos a los lados.
En cierto modo le hirvió la sangre, se enervó de pensar que lo que esa mujer agoista y mezquina afectaba de ese modo a Catherine. Por otro lado le produjo una curiosa mezcla de ternura y afán de protección. Ella era como un delicado cristal, una melodía que sólo podía ser creada por el mejor virtuoso, una musa etérea para el mejor pintor. ¿Acaso él podía ser el afortunado que pudiera ser tocado por esa gracia? No era pintor, ni músico, ni sabía arrancarle belleza a las piedras. Pero podía apreciarla, podía captar su trascendencia, la forma en la que ella se perdía en un mundo propio, como una luna de verano coronando el cielo aún lleno de claridad. Podía sentir la soledad de ser esa luna, ajena a la luz que era para los demás.
En ese instante sus palabras removieron algo profundo. "Lléveme donde quiera, a una reunión, a un té o al infierno." Ese era el resumen de su vida: de una reunión a un té y de ahí al infierno y de nuevo amanece otro día. Algo dio un vuelco en el cazador. Cogió ambas manos de Anaé y las cerró con las suyas sujetándolas en alto a la altura de su barbilla mirandola con los ojos justo por encima de sus manos unidas.
— El agradecido soy yo, cada vez que quiera honrarme con su compañía.— Sus "ojos raros" como los había llamado ella, se perdieron en el color brumoso y cristalino de sus grandes orbes. ¿Lo dejaría entrar alguna vez a ese particular mundo? ¿Podría ofrecer lo mismo? Eran cuestiones complejas que no tendrían respuesta en el trayecto hasta el Ateneo.
A veces las palabras que no se llegaban a decir se atascaban en algun lugar del alma, emponzoñando la esencia, entorpeciendo el camino que las personas quería recorrer. Él quería llegar a ella y tenía la impresión de que era mutuo, pero era pronto para saberlo, y lo único que no deseaba era hacerle daño, así que tendría que calmar su impaciencia y sus propias dudas a base de tiempo y de construir los cimientos cavando hondo.
— No le de importancia a lo que haya dicho su madre, comprendo su afán de protegerla. Mi madre tuvo cuatro hijos, cada uno con sus dificultades y necesidades y sé que sacrificaría su propia vida por nosotros sin dudarlo.— Repasó los nudillos de la chica con los pulgares, acariciandolos, ambos con las manos enguantadas.— Lo único que me importa de todo esto es que usted esté bien, que disfrute de la cena, de la charla, que no me cierre las puertas por cuestiones de protocolo. Tenga la confianza suficiente de decirme si quiere marcharse o lo contrario. Hay gente que es complaciente conmigo porque desea obtener favores, otros simplemente han sido educados así...no les culpo, esta sociedad tiene cabida para todos. Pero a usted le ruego que sea auténtica, sólo eso. Que me pregunte lo que quiera saber, que me cuente lo que le apetezca compartir conmigo... la estoy invitando a pasar a un lugar donde la mayoría no llega a entrar.
Tiró suavemente de sus manos hasta depositar un beso sobre el dorso de las mismas, cubiertas por el fino encaje de los guantes, priorosamente tejidos.
— ¿qué me dice? ¿alejamos las nubes por un rato? si no quiere ir a la cena, puedo mandar una nota con cualquier excusa y vamos a donde usted quiera, pero no me responsabilizo de que su madre no me de un escobazo otro día cuando vaya a buscarla..— las comisuras de sus labios se estiraron en una sonrisa contenida que marcaba los hoyuelos a los lados.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/12/2016
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Anaé no pretendía que sus palabras fueran realmente trascendentales, estaba siendo atrevida pero la amalgama de sentimientos se le habían ido escando y habían sido muy pocos los pensamientos que se deslizaron entre sus labios, muchos otros se quedaron en el tintero y consiguió retenerlos. Pero aquellas palabras no, ni fue capaz de hacerlas morir en su garganta ni quiso hacerlo. Su caricia le había mantenido en pie cuando se dirigía directamente al pozo, no había palabras con la que pagar aquel sencillo gesto.
A ella no le importaban sus títulos, ni su poder, ni siquiera le importaba su apellido o su dinero, mucho menos su edad...Para ella estaba siendo el hombre más amable que había conocido nunca. Empezó a creer que no podía ser verdad, que en cualquier momento le iban a despertar y se encontraría de vuelta en la campiña arropada en sus pesadas mantas alejando así el frío inglés. Siempre le habían tratado con indiferencia, con educación pero sin entrar en ser deliberadamente amable y este hombre estaba siendo mucho más, estaba..hablando activamente con ella, quería que le acompañase, algo absolutamente insólito aunque en principio fuera pura obligación. Ya le había quedado claro que le había invitado a la cena por voluntad propia, a no ser que tuviera alguna otra intención, como alejar a alguna pretendiente a la desesperada o..O ponerla en ridículo delante de todo, o burlarse...Se le ocurrían muchas cosas. Ninguna encajaba con Emory. Anaé realmente deseaba que su mente estuviera dándole demasiadas vueltas.
Estaba algo sobrecogida, no podía negarlo, pero si tenía alguna duda de las verdaderas intenciones del Lord inglés, temblaron en cuanto miró aquellos ojos, ahora oscuros por la falta de luz en el carro. A ella le parecían siempre tan..Enigmáticos. Daba igual de qué color los tuviera, eran tan profundos..Como un océano de secretos. Se perdió en ellos y tras asegurarle que estaba honrado con su presencia sonrió, alejando cualquier bruma que pudieran empañar aquellos enormes ojos claros, como si el episodio con su madre hubiera ocurrido hacía siglos y su importancia se hubiera ido disipando. Muy pocas veces Anaé sonreía de esa forma y lo había hecho sin querer, porque las sonrisas falsas no era algo que dominase, se conformaba con una ladeada, más insinuando que una sonrisa verdadera, pero aquella..Aquella era real y muy, pero que muy, sincera. Aquel hombre le alegraba la vida, le hacía sentir que..Igual no le importaba que fuera tan rara..
Escuchó como siempre, empapándose de su voz. Dejó de sonreír, lentamente, aunque no volvió a la expresión de amargura que él había visto tan claramente. Se humedeció los labios, porque el tema de su madre le secaba hasta las venas, pero..Sabía perfectamente que su madre no actuaba por preocupación. ¿Cómo decirle que ella no era así hasta que él llegó? Suspiró y sonrió de medio lado, al menos él tenía una madre que daría la vida por él, se alegraba, ella hubiera dado un mundo por una familia así. La única mujer que se preocupaba realmente por ella era su nani y murió hacía unos cuantos años.
Se sintió un poco asustada, porque por lo general nadie quería nadar en las extrañas aguas de su mente y él parecía querer saber más de ella, que fuera sincera y que preguntara lo que quisiera...Nunca se había parado a pensar qué querría saber. pero ahora se le amontonaban tantas preguntas que casi no le cabían en la cabeza. Aun así, tenía sus dudas..A nadie le gustaba la Anaé sincera, normalmente les gustaba la que permanecía callada y sonreía de vez en cuando, sin interrumpir ni molestar..Levantó la vista, después de pensarlo durante un rato, tras recibir ese casto beso que le puso la piel de gallina y le hizo enrrojecer.- ..Qué.. -Se atrangantó, presa de la insólita sensación de estar a las puertas de un abismo que le invadió.- ..Mmh..Qué ocurre si..No le gusta lo que le pregunto.. - Bajó la mirada de nuevo, algo avergonzada por la pregunta pero..- Soy curiosa..Muy curiosa.. -Y alzó la vista despacio, porque aquello no estaba bien visto ni era del gusto de los hombres. Tenía miedo de que Emory descubriera algo que no le gustase. Que creara una barrera entre los dos. No quería alejarse del hombre que le hacía sentirse como una chica corriente. Hablarle de cualquier cosa que se le ocurriera..No era tan fácil para ella, por lo general divagaba mucho y su mente iba a la deriva de una cuestión a otra sin orden ni concierto, distrayéndose en seguida con cualquier cosa que le llamase la atención o se le ocurriera. Nunca había hablado con nadie seriamente, de nada..Ni de ella misma y mucho menos de lo que le apetecía. Eso era totalmente nuevo y no sabía si estaba preparada para compartirlo.- ..No se si podría contarle todo cuanto quiero decir.. -Sintió algo de pena, porque realmente le gustaría complacerle. De pronto, se le iluminaron los ojos y le miró fijamente, emocionada.- Pero puedo prometerle que si me pregunta algo se lo diré. - Que iba a ser verdad estaba ya claro, ella no había mentido hasta el momento. No quiso aceptar la invitación a la cena, hasta que él no contestara a su pregunta.
A ella no le importaban sus títulos, ni su poder, ni siquiera le importaba su apellido o su dinero, mucho menos su edad...Para ella estaba siendo el hombre más amable que había conocido nunca. Empezó a creer que no podía ser verdad, que en cualquier momento le iban a despertar y se encontraría de vuelta en la campiña arropada en sus pesadas mantas alejando así el frío inglés. Siempre le habían tratado con indiferencia, con educación pero sin entrar en ser deliberadamente amable y este hombre estaba siendo mucho más, estaba..hablando activamente con ella, quería que le acompañase, algo absolutamente insólito aunque en principio fuera pura obligación. Ya le había quedado claro que le había invitado a la cena por voluntad propia, a no ser que tuviera alguna otra intención, como alejar a alguna pretendiente a la desesperada o..O ponerla en ridículo delante de todo, o burlarse...Se le ocurrían muchas cosas. Ninguna encajaba con Emory. Anaé realmente deseaba que su mente estuviera dándole demasiadas vueltas.
Estaba algo sobrecogida, no podía negarlo, pero si tenía alguna duda de las verdaderas intenciones del Lord inglés, temblaron en cuanto miró aquellos ojos, ahora oscuros por la falta de luz en el carro. A ella le parecían siempre tan..Enigmáticos. Daba igual de qué color los tuviera, eran tan profundos..Como un océano de secretos. Se perdió en ellos y tras asegurarle que estaba honrado con su presencia sonrió, alejando cualquier bruma que pudieran empañar aquellos enormes ojos claros, como si el episodio con su madre hubiera ocurrido hacía siglos y su importancia se hubiera ido disipando. Muy pocas veces Anaé sonreía de esa forma y lo había hecho sin querer, porque las sonrisas falsas no era algo que dominase, se conformaba con una ladeada, más insinuando que una sonrisa verdadera, pero aquella..Aquella era real y muy, pero que muy, sincera. Aquel hombre le alegraba la vida, le hacía sentir que..Igual no le importaba que fuera tan rara..
Escuchó como siempre, empapándose de su voz. Dejó de sonreír, lentamente, aunque no volvió a la expresión de amargura que él había visto tan claramente. Se humedeció los labios, porque el tema de su madre le secaba hasta las venas, pero..Sabía perfectamente que su madre no actuaba por preocupación. ¿Cómo decirle que ella no era así hasta que él llegó? Suspiró y sonrió de medio lado, al menos él tenía una madre que daría la vida por él, se alegraba, ella hubiera dado un mundo por una familia así. La única mujer que se preocupaba realmente por ella era su nani y murió hacía unos cuantos años.
Se sintió un poco asustada, porque por lo general nadie quería nadar en las extrañas aguas de su mente y él parecía querer saber más de ella, que fuera sincera y que preguntara lo que quisiera...Nunca se había parado a pensar qué querría saber. pero ahora se le amontonaban tantas preguntas que casi no le cabían en la cabeza. Aun así, tenía sus dudas..A nadie le gustaba la Anaé sincera, normalmente les gustaba la que permanecía callada y sonreía de vez en cuando, sin interrumpir ni molestar..Levantó la vista, después de pensarlo durante un rato, tras recibir ese casto beso que le puso la piel de gallina y le hizo enrrojecer.- ..Qué.. -Se atrangantó, presa de la insólita sensación de estar a las puertas de un abismo que le invadió.- ..Mmh..Qué ocurre si..No le gusta lo que le pregunto.. - Bajó la mirada de nuevo, algo avergonzada por la pregunta pero..- Soy curiosa..Muy curiosa.. -Y alzó la vista despacio, porque aquello no estaba bien visto ni era del gusto de los hombres. Tenía miedo de que Emory descubriera algo que no le gustase. Que creara una barrera entre los dos. No quería alejarse del hombre que le hacía sentirse como una chica corriente. Hablarle de cualquier cosa que se le ocurriera..No era tan fácil para ella, por lo general divagaba mucho y su mente iba a la deriva de una cuestión a otra sin orden ni concierto, distrayéndose en seguida con cualquier cosa que le llamase la atención o se le ocurriera. Nunca había hablado con nadie seriamente, de nada..Ni de ella misma y mucho menos de lo que le apetecía. Eso era totalmente nuevo y no sabía si estaba preparada para compartirlo.- ..No se si podría contarle todo cuanto quiero decir.. -Sintió algo de pena, porque realmente le gustaría complacerle. De pronto, se le iluminaron los ojos y le miró fijamente, emocionada.- Pero puedo prometerle que si me pregunta algo se lo diré. - Que iba a ser verdad estaba ya claro, ella no había mentido hasta el momento. No quiso aceptar la invitación a la cena, hasta que él no contestara a su pregunta.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
El gesto de Anaé era una sucesión de expresiones bastante curiosa, si la observaba de cerca casi podía escuchar el sonido de sus engranajes al pensar y esto le produjo una breve y amplia sonrisa. Le preguntó si no le gustaba lo que preguntaba y a punto estuvo de echarse a reir.
— si su pregunta no me gusta, entonces tendré dos opciones. Una: decirle que me incomoda hablar de ese tema y pasar a otro, como personas cabales… o dos: cortarla en trocitos, decirle a mi cocinera que haga empanada carne durante las próximas semanas y decirle a su madre que salió usted el brazo de Sir Malcolm y no la volví a ver.— le sonrie divertido esperando su reacción, quizás era un poco osado por su parte jugar a esas bromas con Anaé que tenía tendencia a dispersarse y a ver las cosas con su particular visión, pero al fin y a la postre, él era así, solía recurrir al humor cuando el asunto no era dramático o la situación lo requería.
¿Cómo podía conseguir ese efecto en él? se sentía como se debió sentir el primer arqueólogo que se dio de bruces con las pirámides de Egipto. Un misterio, escrita en su propio idioma, modulada por sus propios tiempos, cincelada con las herramientas de un genio o un loco, hecha de una esencia exótica y jamás vista. La escuchó pronunciar aquellas palabras tras un largo silencio en el que su rostro y sus ojos habían hablado por ella. Sin soltarle las manos, apretó un poco sus dedos en un gesto cómplice.
— Catherine… no necesito que me hable para que me cuente algunas cosas. A veces es usted transparente como el agua y otras creo que será más fácil que me hable la Gioconda a que usted me saque de dudas. Así que le preguntaré aquello que necesite saber, y siéntase libre de contestarme o mandarme al infierno.
Dejó que sus manos descansaran en el regazo de la joven y luego las soltó sacando el reloj de bolsillo comprobando la hora. Era británico y la puntualidad era una manía.
— vamos con un poco de retraso… bueno, no importa. La cena no comenzará realmente hasta dentro de cuarenta y cinco minutos.
El coche aparcó delante del Ateneo y bajaron de él con ligereza, encaminándose al salón donde se celebraba dicha cena. Dejaron los abrigos y traspasaron las puertas de caoba y cristal helado, encontrándose de bruces con un corro de hombres que estaban charlando tranquilamente, seguramente de política o negocios. Ya habían aparcado a sus mujeres en la otra parte del salón, así que al ver a Axel con Anaé más de uno se calló de pronto porque tanta elegancia combinada con esa juventud eran lo que la mayoría pedirían para navidad sin éxito.
— Señores… buenas tardes. Les presento a la señorita Anaé Boissieu. Todavía no ha comenzado el acto ¿cierto? nuestro coche partió el eje y por un momento pensamos que no llegaríamos. Señor Marionnaud, ¿está su esposa mejor? dele recuerdos.
Estrechó manos por doquier, regaló sonrisas contenidas manteniendo su pose seria y de hombre templado y perfecto caballero. Ciertamente tenía buena memoria, porque recordaba a casi todos los presentes allí a pesar de no llevar ni un año en Francia; ventajas de ser historiador.
Las alcahuetas ya estaban girandose hacia ellos y cuchicheando, porque siempre lo veían con su hermana y era la primera vez que acudía a un evento con alguien que no fuera de su sangre. Anaé podía sentir la diana en su espalda, era el blanco de todos sus comentarios.
Axel se inclinó un poco mientras salían de ese corro en busca del panel donde se distribuían las mesas, para saber dónde estaban sentados.
— No se preocupe de esas miradas y comentarios. Siempre les parecerá que hay demasiado lazos o demasiado pocos. Está preciosa, y la perfección no existe… de hecho soy yo el que rompe el armonioso conjunto llevándola del brazo.— al pasar por al lado de las mujeres hizo lo mismo que con los caballeros, se acercó, besó manos y presentó a Anaé.
— ¿no es usted la hija de Elizabeth Boissieu?… Su madre estará feliz de que… haya venido— se escucharon algunas risillas de fondo. Se decía que esa arpía quería trepar y escalar puestos para dejar de ser simplemente rica y tener titulos. Pero la hija no era muy agraciada. En eso se equivocaban, no es que Anaé fuera fea, es que tenía una belleza poco común.
Axel colocó la mano sobre el guante de Anaé, de la misma forma que lo hizo anteriormente, a modo de protección.
— Le aseguro que ni la mitad de lo honrado que me siento yo, señora Maltworth. Por cierto, creo que su marido va a necesitar su presencia en breve, o nos dejará a todos sin Borgoña.— era de sobra conocida la afición al vino del marido de esa alcahueta, y el irónico humor inglés que se gastaba a veces Lord Blackmore.
— si su pregunta no me gusta, entonces tendré dos opciones. Una: decirle que me incomoda hablar de ese tema y pasar a otro, como personas cabales… o dos: cortarla en trocitos, decirle a mi cocinera que haga empanada carne durante las próximas semanas y decirle a su madre que salió usted el brazo de Sir Malcolm y no la volví a ver.— le sonrie divertido esperando su reacción, quizás era un poco osado por su parte jugar a esas bromas con Anaé que tenía tendencia a dispersarse y a ver las cosas con su particular visión, pero al fin y a la postre, él era así, solía recurrir al humor cuando el asunto no era dramático o la situación lo requería.
¿Cómo podía conseguir ese efecto en él? se sentía como se debió sentir el primer arqueólogo que se dio de bruces con las pirámides de Egipto. Un misterio, escrita en su propio idioma, modulada por sus propios tiempos, cincelada con las herramientas de un genio o un loco, hecha de una esencia exótica y jamás vista. La escuchó pronunciar aquellas palabras tras un largo silencio en el que su rostro y sus ojos habían hablado por ella. Sin soltarle las manos, apretó un poco sus dedos en un gesto cómplice.
— Catherine… no necesito que me hable para que me cuente algunas cosas. A veces es usted transparente como el agua y otras creo que será más fácil que me hable la Gioconda a que usted me saque de dudas. Así que le preguntaré aquello que necesite saber, y siéntase libre de contestarme o mandarme al infierno.
Dejó que sus manos descansaran en el regazo de la joven y luego las soltó sacando el reloj de bolsillo comprobando la hora. Era británico y la puntualidad era una manía.
— vamos con un poco de retraso… bueno, no importa. La cena no comenzará realmente hasta dentro de cuarenta y cinco minutos.
El coche aparcó delante del Ateneo y bajaron de él con ligereza, encaminándose al salón donde se celebraba dicha cena. Dejaron los abrigos y traspasaron las puertas de caoba y cristal helado, encontrándose de bruces con un corro de hombres que estaban charlando tranquilamente, seguramente de política o negocios. Ya habían aparcado a sus mujeres en la otra parte del salón, así que al ver a Axel con Anaé más de uno se calló de pronto porque tanta elegancia combinada con esa juventud eran lo que la mayoría pedirían para navidad sin éxito.
— Señores… buenas tardes. Les presento a la señorita Anaé Boissieu. Todavía no ha comenzado el acto ¿cierto? nuestro coche partió el eje y por un momento pensamos que no llegaríamos. Señor Marionnaud, ¿está su esposa mejor? dele recuerdos.
Estrechó manos por doquier, regaló sonrisas contenidas manteniendo su pose seria y de hombre templado y perfecto caballero. Ciertamente tenía buena memoria, porque recordaba a casi todos los presentes allí a pesar de no llevar ni un año en Francia; ventajas de ser historiador.
Las alcahuetas ya estaban girandose hacia ellos y cuchicheando, porque siempre lo veían con su hermana y era la primera vez que acudía a un evento con alguien que no fuera de su sangre. Anaé podía sentir la diana en su espalda, era el blanco de todos sus comentarios.
Axel se inclinó un poco mientras salían de ese corro en busca del panel donde se distribuían las mesas, para saber dónde estaban sentados.
— No se preocupe de esas miradas y comentarios. Siempre les parecerá que hay demasiado lazos o demasiado pocos. Está preciosa, y la perfección no existe… de hecho soy yo el que rompe el armonioso conjunto llevándola del brazo.— al pasar por al lado de las mujeres hizo lo mismo que con los caballeros, se acercó, besó manos y presentó a Anaé.
— ¿no es usted la hija de Elizabeth Boissieu?… Su madre estará feliz de que… haya venido— se escucharon algunas risillas de fondo. Se decía que esa arpía quería trepar y escalar puestos para dejar de ser simplemente rica y tener titulos. Pero la hija no era muy agraciada. En eso se equivocaban, no es que Anaé fuera fea, es que tenía una belleza poco común.
Axel colocó la mano sobre el guante de Anaé, de la misma forma que lo hizo anteriormente, a modo de protección.
— Le aseguro que ni la mitad de lo honrado que me siento yo, señora Maltworth. Por cierto, creo que su marido va a necesitar su presencia en breve, o nos dejará a todos sin Borgoña.— era de sobra conocida la afición al vino del marido de esa alcahueta, y el irónico humor inglés que se gastaba a veces Lord Blackmore.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/12/2016
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Anaé no reaccionó ante la broma, al menos no inmediatamente..Laa felicidad alcanzó sus ojos primero, ensanchó su sonrisa después. Se echó ligeramente hacia atrás, incluso se ocultó la boca detrás de su mano diestra antes de volverla a colocar entre las de Axel, divertida.- No habría mucha carne para empanar me temo…-Y en cuanto a sir Malcolm..No había nada que pudiera disgustarle más que una velada cogida del brazo de aquel hombre, nunca se llevaron bien y él, por suerte, nunca tuvo ningún interés en Anaé. Aun así, su madre nunca se preocuparía por algo así, nada mejor que su hija al lado de alguien de posición, fuera un engreído y desagradable hombre o no.
Se puso seria al instante y le recorrieron mil serpientes por el cuerpo al escuchar su nombre, con ese acento tan británico, envuelto en esa voz que ahora parecía poseer un tinte tierno..Tragó saliva, sintiéndose una mosca atrapada en las redes de una araña. Curiosamente..No tenía miedo de que esa araña acabase por devorarla. Cuando miraba a Axel era aquello precisamente lo que notaba: Le estaba consumiendo y sin embargo...Le daba tanto igual que hasta asustaba. No había forma de mandar a ese hombre al infierno, ni mucho menos, lo que quería era conservarlo para siempre.
Anaé se quedó sin aliento. Un zumbido en la cabeza y una dolorosa presión a la altura del esternón le hicieron detener su acelerada forma de pensar. ¿Qué acababa de pasar por su mente? ¿Conservarlo para siempre..?...Sintió un alivio terrible cuando Axel se fijó en el reloj, de ese modo no podría percatarse de lo roja que se había vuelto su pálida piel. Giró el rostro y miró compungida hacia el exterior. La manía que tenía de observar siempre las calles le vino ahora que ni pintada para evitar mirar a Emory. ¿En qué momento aquella absurda idea se le había colado entre las otras? ¿De dónde había salido? Cielos...¡Cielos! Necesitaba pensar en otra cosa, distraerse...Por fortuna, no le era muy difícil. Se concentró en las calles como si realmente le interesaran y poco a poco su rostro volvió a la normalidad.
Bajó del coche y se encontró en aquella exquisita sala, del brazo de Axel, por supuesto. Y se sentía la mujer más afortunada del lugar. Seguro que allí había muchachas de mejor posición, más inteligentes y más hermosas, pero ninguna tenía a Emory al lado. Y punto. Le sorprendía cómo era capaz de entablar conversación con todo el mundo, cómo los hombres le trataban con respeto y escuchaban atentamente sus palabras. Le miró de reojo cuando puso una excusa por llegar tarde, había sido su culpa en realidad, pero él había preferido inventarse un eje partido que culparla. ¿Em podía mentir? Sonrió para sí, sintiendo que había un poquito más de Em que solo ella sabía y nadie más, un secreto entre los dos..Una estupidez, si, pero existía y le emocionaba. Se dio cuenta de que no era la única que sucumbía a la forma en la que el caballero se expresaba, seguramente era algo común. Sonrió de medio lado, admirándole en secreto mientras ella se inclinaba y cedía la mano en las presentaciones; demasiado eclipsaba lord Blackmore la sala como para que su obtusa mente se percatara de lo mucho que él llamaba la atención, porque si en algún momento ella lo había hecho no se había dado cuenta.
De ese modo, cuando se apartaron para averiguar dónde se sentarían, pestañeó sorprendida. ¿La gente estaba hablando..? ¿De ella? Bueno..No podía culparlas, no estaba a la altura de alguien como Axel. Podía entenderlo.- Deje que hablen, lord Blackmore, es natural: Yo le tengo a usted y ellas no.- Y lo dijo con la más absoluta candidez porque..No pensó que estuviera diciendo una burrada. Cualquier mujer sentiría envidia de ella porque..Porque de ser al revés y encontrarse a Axel del brazo de otra, ella sería parte de ese gallinero y pensaría en lo afortunada que era la susodicha dama. Así que..¿Cómo iba a culparlas por algo que podía comprender a la perfección?
Escuchó a la señora comentando lo contenta que estaría su madre..Si, si que lo estaría y tendría que soportarla presumiendo de todo aquello con sus amigos más cercanos y los que no lo eran tanto. Le dolió más de lo que su rostro de porcelana pudo mostrar y bajó la mirada por un momento cuando escuchó las risitas ahogadas. Agradeció de todo corazón el gesto de Axel, pero no estaba dolida por los comentarios hacia su madre..A fin de cuentas, eran reales. Lo que realmente le molestaba y le avergonzara era que Axel tuviera que soportarlo y encajar aquellos golpes por su culpa. No quería que él saliera herido o desprestigiado..Eso nunca. Ya sabía que él era muy capaz de salir airoso de cualquier cosa que se le dijera, porque desde luego, aquellas mujeres no estaban al nivel del ingenio de lord Blackmore pero..No le gustaba que tuviera que llegar a aquello. Se sintió incómoda cuando Axel respondió de la misma forma, apelando a la adicción del marido de aquella señora. Cogió aire y sonrió, alzando un poco la vista hacia Axel.- Iré a por algo de beber. Estoy sedienta.- Y la verdad era..Que se le había quedado la garganta seca, Emory valía mucho más que esas mujeres, no tenía que ponerse a su altura solo por su culpa, ellas no se merecían esa deferencia por su parte y ella ya estaba acostumbrada a los comentarios sobre su persona.
Se soltó de su brazo y caminó hacia la mesa con los licores, desde luego..ni soñar con alcohol, porque aun recordaba el mareo y el dolor de estómago que tuvo la vez que confundió su copa de agua con el de al lado..Se quedó mirando los diferentes licores que había, ensimismada. ¿Qué le gustaría a Em?¿Ginebra..? Se apoyó una mano en la mejilla, pensando en ello. Se dio la vuelta, dejando al muchacho que servía con una mirada de extrañeza y fue a buscar nuevamente a Emory, ahora que podía preguntarle lo que quisiera..Se colocó a su lado con suavidad, procurando no interrumpir demasiado y apoyó una mano en su brazo para llamar su atención. Se puso de puntillas para alcanzar, más o menos, su oído como si lo que iba a contarle fuera el secreto mayor.- ¿Qué le gusta beber..?- Y plantó de nuevo los talones en el suelo, comiéndoselo con esos ojazos llenos de infinita curiosidad por algo tan absurdo como..Su bebida preferida.
Se puso seria al instante y le recorrieron mil serpientes por el cuerpo al escuchar su nombre, con ese acento tan británico, envuelto en esa voz que ahora parecía poseer un tinte tierno..Tragó saliva, sintiéndose una mosca atrapada en las redes de una araña. Curiosamente..No tenía miedo de que esa araña acabase por devorarla. Cuando miraba a Axel era aquello precisamente lo que notaba: Le estaba consumiendo y sin embargo...Le daba tanto igual que hasta asustaba. No había forma de mandar a ese hombre al infierno, ni mucho menos, lo que quería era conservarlo para siempre.
Anaé se quedó sin aliento. Un zumbido en la cabeza y una dolorosa presión a la altura del esternón le hicieron detener su acelerada forma de pensar. ¿Qué acababa de pasar por su mente? ¿Conservarlo para siempre..?...Sintió un alivio terrible cuando Axel se fijó en el reloj, de ese modo no podría percatarse de lo roja que se había vuelto su pálida piel. Giró el rostro y miró compungida hacia el exterior. La manía que tenía de observar siempre las calles le vino ahora que ni pintada para evitar mirar a Emory. ¿En qué momento aquella absurda idea se le había colado entre las otras? ¿De dónde había salido? Cielos...¡Cielos! Necesitaba pensar en otra cosa, distraerse...Por fortuna, no le era muy difícil. Se concentró en las calles como si realmente le interesaran y poco a poco su rostro volvió a la normalidad.
Bajó del coche y se encontró en aquella exquisita sala, del brazo de Axel, por supuesto. Y se sentía la mujer más afortunada del lugar. Seguro que allí había muchachas de mejor posición, más inteligentes y más hermosas, pero ninguna tenía a Emory al lado. Y punto. Le sorprendía cómo era capaz de entablar conversación con todo el mundo, cómo los hombres le trataban con respeto y escuchaban atentamente sus palabras. Le miró de reojo cuando puso una excusa por llegar tarde, había sido su culpa en realidad, pero él había preferido inventarse un eje partido que culparla. ¿Em podía mentir? Sonrió para sí, sintiendo que había un poquito más de Em que solo ella sabía y nadie más, un secreto entre los dos..Una estupidez, si, pero existía y le emocionaba. Se dio cuenta de que no era la única que sucumbía a la forma en la que el caballero se expresaba, seguramente era algo común. Sonrió de medio lado, admirándole en secreto mientras ella se inclinaba y cedía la mano en las presentaciones; demasiado eclipsaba lord Blackmore la sala como para que su obtusa mente se percatara de lo mucho que él llamaba la atención, porque si en algún momento ella lo había hecho no se había dado cuenta.
De ese modo, cuando se apartaron para averiguar dónde se sentarían, pestañeó sorprendida. ¿La gente estaba hablando..? ¿De ella? Bueno..No podía culparlas, no estaba a la altura de alguien como Axel. Podía entenderlo.- Deje que hablen, lord Blackmore, es natural: Yo le tengo a usted y ellas no.- Y lo dijo con la más absoluta candidez porque..No pensó que estuviera diciendo una burrada. Cualquier mujer sentiría envidia de ella porque..Porque de ser al revés y encontrarse a Axel del brazo de otra, ella sería parte de ese gallinero y pensaría en lo afortunada que era la susodicha dama. Así que..¿Cómo iba a culparlas por algo que podía comprender a la perfección?
Escuchó a la señora comentando lo contenta que estaría su madre..Si, si que lo estaría y tendría que soportarla presumiendo de todo aquello con sus amigos más cercanos y los que no lo eran tanto. Le dolió más de lo que su rostro de porcelana pudo mostrar y bajó la mirada por un momento cuando escuchó las risitas ahogadas. Agradeció de todo corazón el gesto de Axel, pero no estaba dolida por los comentarios hacia su madre..A fin de cuentas, eran reales. Lo que realmente le molestaba y le avergonzara era que Axel tuviera que soportarlo y encajar aquellos golpes por su culpa. No quería que él saliera herido o desprestigiado..Eso nunca. Ya sabía que él era muy capaz de salir airoso de cualquier cosa que se le dijera, porque desde luego, aquellas mujeres no estaban al nivel del ingenio de lord Blackmore pero..No le gustaba que tuviera que llegar a aquello. Se sintió incómoda cuando Axel respondió de la misma forma, apelando a la adicción del marido de aquella señora. Cogió aire y sonrió, alzando un poco la vista hacia Axel.- Iré a por algo de beber. Estoy sedienta.- Y la verdad era..Que se le había quedado la garganta seca, Emory valía mucho más que esas mujeres, no tenía que ponerse a su altura solo por su culpa, ellas no se merecían esa deferencia por su parte y ella ya estaba acostumbrada a los comentarios sobre su persona.
Se soltó de su brazo y caminó hacia la mesa con los licores, desde luego..ni soñar con alcohol, porque aun recordaba el mareo y el dolor de estómago que tuvo la vez que confundió su copa de agua con el de al lado..Se quedó mirando los diferentes licores que había, ensimismada. ¿Qué le gustaría a Em?¿Ginebra..? Se apoyó una mano en la mejilla, pensando en ello. Se dio la vuelta, dejando al muchacho que servía con una mirada de extrañeza y fue a buscar nuevamente a Emory, ahora que podía preguntarle lo que quisiera..Se colocó a su lado con suavidad, procurando no interrumpir demasiado y apoyó una mano en su brazo para llamar su atención. Se puso de puntillas para alcanzar, más o menos, su oído como si lo que iba a contarle fuera el secreto mayor.- ¿Qué le gusta beber..?- Y plantó de nuevo los talones en el suelo, comiéndoselo con esos ojazos llenos de infinita curiosidad por algo tan absurdo como..Su bebida preferida.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Notó la incomodidad de Anaé cuando las arpías soltaron el pistoletazo de salida. Ese era su cometido, ellas sólo existían por y para eso, había que entenderlas. No había más vida que esa para aquellas mujeres, cada cual tenía una pieza del tablero gigante de ajedrez en el que jugaban, y el de esas damas era precisamente hacer comentarios hirientes, sacar a la luz la mezquindad ruin de sus celos y envidias a través de los desprecios. Y a Lord Blackmore no le molestaba en absoluto poner cascabeles a los gatos. Alguien tenía que callar esas bocas y devolver los agravios velados. Era el juego sutil de la alta sociedad: aburrida, mezquina, demasiado complacida de sí misma. Y él sabía jugarlo.
Evidentemente no tenía más interés en las adicciones ajenas que el mero hecho de conocerlas para esgrimirlas en contra de quien lo atacase en tales eventos. Tenía mil cosas más interesantes en las que pensar y de las que disfrutar, pero ningun caballero que se preciase iría por la vida a pecho descubierto y sin devolver el golpe. No sería un caballero entonces, sería un mártir o un pusilánime.
Anaé se separó de él y no pudo impedirlo porque una de las mujeres le preguntó por su hermana y tuvo que contestar.
— Lady Blackmore se encuentra en la gala anual benéfica de la sociedad pariesien de artistas.
— ¡Oh! y la pobre habrá tenido que ir sola...— maldita zorra, que a punto las tenía.
— No, en realidad ha acudido acompañada, mañana tendrán ustedes mucha conversación para la hora del té.— Sonrió de lado a lado mostrando que no le afectaba en nada los comentarios que hicieran de él o de su hermana, y que hasta le hacía gracia que sus nombres estuvieran en boca de todos. Le guiñó el ojo con picardía.— el humor inglés... Disculpenme, el deber me reclama.
les hizo una breve inclinación cuando Anaé se acercó a preguntar y se dio la vuelta colocando la mano en la espalda de la joven para marcharse de allí hacia el mostrador de beidas.
— Brandy... es costumbre en la familia. Ya está, ya he cumplido con las obligaciones socielaes. Es sencillo en realidad, intento hacerlo al llegar a cualquiera de estos actos, les doy lo que quieren saber y marco las líneas que no deben traspasar, así ya puedo disfrutar de la cena. Ellas contentas porque tienen tema de conversación y especulación y yo más porque ya no me molestan el resto de la noche.
Suavizó un poco la expresión y relajó los hombros mientras Anaé pedía la bebida. Le había dicho que las dejara hablar porque ella lo tenia a él y las demás deberían estar celosas. Eso había subido su ego hasta el cielo. La muchacha lo admiraba, y casi se atrevía a decir que le gustaba. Mas eso le produjo sentimientos encontrados. ¿Quién era él para seducir a Anae? era mucho mayor, era un hombre complicado que jamás podría ofrecer el 100% de si mismo a su esposa o hijos porque estaba ya casado con una causa. Ella no sabía nada de la vida, merecía un joven lleno de sueños por cumplir, con pájaros en la cabeza, que la llevase a soñar y a creer que el mundo era bello, infinito y había mucho que explorar. Que la llevase de la mano al Nuevo Mundo, a visitar las tierras más exóticas para luegor regresar y contar mil aventuras en los salones de té con sus iguales.
Él se movía en las sombras, comía con asesinos y gente criada en las alcantarillas. Mataban bestias y planificaban estrategias para hacer caer imperios del terror. Se arremangaba la camisa para arrancar intestinos y torturar a los que no querían hablar. No podía ir de viaje ni tomarse días libres para hacer una excursión la campo. Muchas noches no dormía en casa, y esa vida era la condena que acarreaba ser el senescal de la Orden de Hellsing. ¿Podía condenar a Anaé a esa vida? Sus padres eran una excepción a lo habitual, en realidad toda su familia. Melinda no descendía de familia de cazadores, pero sí de afines a la causa, y por eso Sir Leonard y ella habían podido formar un clan completamente dedicado y comprometido, cada uno en su faceta.
El brandy llego a su mano y le dio un trago, sumido en sus propias reflexiones. A Axel no le gustaba que nadie decidiese por él, y realmente estaba haciendo eso con Anaé, decidiendo por ella,suponiendo lo que sería mejor o peor para ella. Ya estaba otra vez con lo mismo. Sabía que en cuanto Faith le preguntase sabría que había vuelto a las andadas y le regañaría.
— Señor Blackmore...cuanto tiempo.
La voz que sonó a sus espaldas lo dejó helado. No podía ser, no debía estar allí, se suponía que vivía en Nueva York y que no tenía asuntos a este lado del charco. El vaso se le escurrió de entre los dedos y se estrelló en el suelo derramando el líquido marrón por él. Un camarero se apresuró a recogerlo y limpiarlo. Axel se dio la vuelta despacio y su rostro a pesar de haber adoptado un gesto pétreo reflejaba la turbación que le producía esa voz a la que acompañaba un rostro cuadrado, del color del marfil, enmarcado en un cabello oscuro recogido a la moda americana. La mujer llevaba un sombrero que terminaba en un pequeño velo transparente que le caía sobre el ojo izquierdo, pero sin taparlo. A través del encaje se podía ver que los tenía de un color verde cristalino, intenso, que hacía contrapunto con el rojo de sus labios.
Axel miró el pequeño desastre que había provocado y se disculpó con el camarero para luego girarse del todo hacia quien le había hablado.
— Señora Harmon... no esperaba verla... aquí.
La mujer vestía claramente con un estilo novedoso y a pesar de su acento británico, denotaba cierta adopción del americano. Axel se había tensado pero estaba aguantando el tipo, sin mostrar ninguna expresión en su rostro y modulando la voz para que sonase lo más normal posible.
— Vinimos sin avisar. Falleció mi suegro el mes pasado, como ya sabrá y siempre hay papeles que arreglar.
Axel desvió la vista por un momento y localizó al marido de aquella mujer, charlando en un corro de hombres. Devolvió la mirada a la dama, a la que debería haber besado la mano, y sin embargo no lo hizo.
— mi más sincero pésame.— se inclinó apenas y recordó que Anaé estaba a su lado. Le ofreció el brazo de nuevo.— si nos disculpa...
— Emory...¿no nos va a presentar?.— Emory. Su nombre de pila. Axel reprimió una mueca de fastidio, jodido por escuchar su nombre en los labios de aquella americana.
— La señorita Anaé Boissieu, esta es la Señora Marion Harmon, una antigua conocida.
Evidentemente no tenía más interés en las adicciones ajenas que el mero hecho de conocerlas para esgrimirlas en contra de quien lo atacase en tales eventos. Tenía mil cosas más interesantes en las que pensar y de las que disfrutar, pero ningun caballero que se preciase iría por la vida a pecho descubierto y sin devolver el golpe. No sería un caballero entonces, sería un mártir o un pusilánime.
Anaé se separó de él y no pudo impedirlo porque una de las mujeres le preguntó por su hermana y tuvo que contestar.
— Lady Blackmore se encuentra en la gala anual benéfica de la sociedad pariesien de artistas.
— ¡Oh! y la pobre habrá tenido que ir sola...— maldita zorra, que a punto las tenía.
— No, en realidad ha acudido acompañada, mañana tendrán ustedes mucha conversación para la hora del té.— Sonrió de lado a lado mostrando que no le afectaba en nada los comentarios que hicieran de él o de su hermana, y que hasta le hacía gracia que sus nombres estuvieran en boca de todos. Le guiñó el ojo con picardía.— el humor inglés... Disculpenme, el deber me reclama.
les hizo una breve inclinación cuando Anaé se acercó a preguntar y se dio la vuelta colocando la mano en la espalda de la joven para marcharse de allí hacia el mostrador de beidas.
— Brandy... es costumbre en la familia. Ya está, ya he cumplido con las obligaciones socielaes. Es sencillo en realidad, intento hacerlo al llegar a cualquiera de estos actos, les doy lo que quieren saber y marco las líneas que no deben traspasar, así ya puedo disfrutar de la cena. Ellas contentas porque tienen tema de conversación y especulación y yo más porque ya no me molestan el resto de la noche.
Suavizó un poco la expresión y relajó los hombros mientras Anaé pedía la bebida. Le había dicho que las dejara hablar porque ella lo tenia a él y las demás deberían estar celosas. Eso había subido su ego hasta el cielo. La muchacha lo admiraba, y casi se atrevía a decir que le gustaba. Mas eso le produjo sentimientos encontrados. ¿Quién era él para seducir a Anae? era mucho mayor, era un hombre complicado que jamás podría ofrecer el 100% de si mismo a su esposa o hijos porque estaba ya casado con una causa. Ella no sabía nada de la vida, merecía un joven lleno de sueños por cumplir, con pájaros en la cabeza, que la llevase a soñar y a creer que el mundo era bello, infinito y había mucho que explorar. Que la llevase de la mano al Nuevo Mundo, a visitar las tierras más exóticas para luegor regresar y contar mil aventuras en los salones de té con sus iguales.
Él se movía en las sombras, comía con asesinos y gente criada en las alcantarillas. Mataban bestias y planificaban estrategias para hacer caer imperios del terror. Se arremangaba la camisa para arrancar intestinos y torturar a los que no querían hablar. No podía ir de viaje ni tomarse días libres para hacer una excursión la campo. Muchas noches no dormía en casa, y esa vida era la condena que acarreaba ser el senescal de la Orden de Hellsing. ¿Podía condenar a Anaé a esa vida? Sus padres eran una excepción a lo habitual, en realidad toda su familia. Melinda no descendía de familia de cazadores, pero sí de afines a la causa, y por eso Sir Leonard y ella habían podido formar un clan completamente dedicado y comprometido, cada uno en su faceta.
El brandy llego a su mano y le dio un trago, sumido en sus propias reflexiones. A Axel no le gustaba que nadie decidiese por él, y realmente estaba haciendo eso con Anaé, decidiendo por ella,suponiendo lo que sería mejor o peor para ella. Ya estaba otra vez con lo mismo. Sabía que en cuanto Faith le preguntase sabría que había vuelto a las andadas y le regañaría.
— Señor Blackmore...cuanto tiempo.
La voz que sonó a sus espaldas lo dejó helado. No podía ser, no debía estar allí, se suponía que vivía en Nueva York y que no tenía asuntos a este lado del charco. El vaso se le escurrió de entre los dedos y se estrelló en el suelo derramando el líquido marrón por él. Un camarero se apresuró a recogerlo y limpiarlo. Axel se dio la vuelta despacio y su rostro a pesar de haber adoptado un gesto pétreo reflejaba la turbación que le producía esa voz a la que acompañaba un rostro cuadrado, del color del marfil, enmarcado en un cabello oscuro recogido a la moda americana. La mujer llevaba un sombrero que terminaba en un pequeño velo transparente que le caía sobre el ojo izquierdo, pero sin taparlo. A través del encaje se podía ver que los tenía de un color verde cristalino, intenso, que hacía contrapunto con el rojo de sus labios.
Axel miró el pequeño desastre que había provocado y se disculpó con el camarero para luego girarse del todo hacia quien le había hablado.
— Señora Harmon... no esperaba verla... aquí.
La mujer vestía claramente con un estilo novedoso y a pesar de su acento británico, denotaba cierta adopción del americano. Axel se había tensado pero estaba aguantando el tipo, sin mostrar ninguna expresión en su rostro y modulando la voz para que sonase lo más normal posible.
— Vinimos sin avisar. Falleció mi suegro el mes pasado, como ya sabrá y siempre hay papeles que arreglar.
Axel desvió la vista por un momento y localizó al marido de aquella mujer, charlando en un corro de hombres. Devolvió la mirada a la dama, a la que debería haber besado la mano, y sin embargo no lo hizo.
— mi más sincero pésame.— se inclinó apenas y recordó que Anaé estaba a su lado. Le ofreció el brazo de nuevo.— si nos disculpa...
— Emory...¿no nos va a presentar?.— Emory. Su nombre de pila. Axel reprimió una mueca de fastidio, jodido por escuchar su nombre en los labios de aquella americana.
— La señorita Anaé Boissieu, esta es la Señora Marion Harmon, una antigua conocida.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/12/2016
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Anaé sabía a la perfección que Axel era completamente capaz de lidiar con aquellas mujeres. Ella les regalaba una pacífica ignorancia, lord Blackmore les atacaba con las mismas armas pero..Seguía sin gustarle que lo hiciera por ella y que tuviera que verse obligado a aguantar semejante trato, solo porque su madre..Era como era. No quería verle rebajado a ese nivel, eso era todo. A ella se le escapaban este tipo de conversaciones, en las que solo se procuraba hacer daño al otro, rebajando su dignidad como si con ello se ensalzara la propia, la muchacha no comprendía el juego, no le gustaba, le parecía de mal gusto y cruel, tal vez por eso nunca había encajado en ese tipo de reuniones, porque Anaé no daba pie a rumores ni comentarios, salvo para decir que era una muchacha extraña, feucha y seguramente tonta. De todas formas, cuando no había salsa a la hora del té, se la inventaban, así que tampoco daba al caso decir la verdad.
La muchacha estaba entusiasmada con la nueva información y se alegró de separar a Axel de aquel corro de gallinas. Había escuchado algo sobre su hermana de refilón, pero a ella no le parecía que se pudiera decir nada ofensivo de Aveline Blackmore. Era amable, bonita, divertida y además, un portento en cuanto a música. ¿Qué podrían decir de ella que no fueran alabanzas? Anaé se veía realmente contenta, brillando con luz propia cuando se giró de vuelta al muchacho que servía las bebidas y le pidió con todo el entusiasmo del mundo un brandy para lord Blackmore. Estaba tan feliz, que hasta al chico le contagió una sonrisa cómplice mientras cogía la copa de Brandy para dársela ella misma a Em. Parecía mentira que alguien pudiera tener esa sonrisa por un simple dato sin importancia, pero para ella era un mundo, un peldaño más hacia Em, una escalera que pensaba ir subiendo detalle a detalle porque tenía una curiosidad bastísima por aquel hombre y algo le decía que, a pesar de ser una dura ascensión, merecería la pena. Se había hasta olvidado de que quien realmente estaba sedienta era ella y simplemente se olvidó de pedir para sí misma, tan absorta en el cosquilleo que le recorría después de averiguar algo nuevo y único. Que tal vez no fuera un secreto para nada y que, seguramente, era un detalle nimio que podría haber comentado de forma casual con otra persona cualquiera pero..Era diferente, era diferente porque Anaé le había preguntado y él no había pensado que la pregunta fuera estúpida, le había concedido esa información sobre su persona, voluntariamente, sin ofenderse. Se lo había cedido sin un ápice de duda y además, había añadido que era costumbre en su familia, algo que no le había preguntado, algo que había salido del caballero decírselo sin más. Estaba totalmente pletórica.
Pero la plétora se fue tan raudo como llegó. Primero escuchó la exquisita voz, porque..Había que admitir, que hasta ella fue incapaz de ignorar el poderoso tono de seguridad con el que la desconocida se dirigió a Axel. Miró hacia la mujer, por encima del hombro de Axel, suponiendo que sería otra más de las muchas gallinas, pero esta..Esta era diferente. Podía notar el aire distinguido, la serenidad, la elegancia..Y..¿Aquello que escuchó fue el vaso de Em haciéndose añicos? Anaé pestañeó y bajó la mirada hacia los pedacitos infinitos que se expandieron por el suelo junto al oscuro líquido. Una carga de nubes oscuras se instaló en su garganta, oprimiendo su pecho, una negativa sensación. Se quedó atrás cuando Axel se giró para encarar a la hermosa mujer porque..Porque era hermosa. Por qué aquello le hacía daño era algo que no alcanzó a comprender. Empezaron a hablar y se dio cuenta de que se habían olvidado de ella, tanto la mujer, que no quitaba aquellos despampanantes y sobrecogedores ojos de él, como Axel.
Se quedó en silencio, escuchándoles, en un discreto segundo plano que estaba muy acostumbrada a llevar, aunque era la primera vez que le pasaba estando con él. Levantó lentamente la vista hacia Axel cuando notó un timbre en su voz fuera de lo común, intentaba disimularlo pero..parecía que la presencia de aquella mujer le hacía perder la compostura, algo de lo más extraño porque..Porque no recordaba haber visto al lord inglés de ese modo antes. Se sintió pequeña frente a esa mujer, muy muy pequeña. Insignificante, fea, estúpida y molesta. Porque en su mente empezaba a llegar la iluminación: Sobraba. Tragó saliva y empezó a girarse, porque si Em quería hablar con la tal Señora Harmon quién era ella para reclamar atención y, curiosamente, era lo que quería hacer. Carraspear, tocarle el brazo, recordarle que existía. ¿Desde cuándo era ella tan egoísta? Se sorprendió cuando Axel le tendió el brazo pero se sintió, al mismo tiempo, totalmente aliviada. No le dio tiempo a prenderse de él. ¿Emory? Levantó la vista hacia la hermosa señora Harmon, con la suave voz retumbando en su cabeza. ¿Emory? Tenía que haberse ido cuando tuvo la oportunidad, cuando todavía no había escuchado el nombre de Axel en la boca de otra persona que no fuera ella. ¿Emory? Cómo que Emory. ¿Por qué esa mujer podía llamarle así y ella no? El remolino de sentimientos totalmente negativos se le instaló en el pecho como una tormenta, una tormenta que solo le afectaba a ella.
Por un momento, solo por unos segundos, estuvo a punto de dejar que sus ojos transmitieran la desilusión y...El dolor, pero en vez de hacer eso..Se recompuso. Había dicho hacía unos momentos que podía entender cómo se sentían las demás féminas de la sala al verla cogida del brazo de Axel. Ahora lo estaba sufriendo en sus propias carnes. Estaba celosa, lo que era aun más impactante, porque era ella quien estaba al lado de lord Blackmore y no Marion, pero estaba claro que la america..Estaba mucho más cerca. Encerró esa tormenta oscura en su interior y miró a la hermosa y distinguida mujer, con media sonrisa. Se inclinó, como siempre, solo que esta vez no había cogido del brazo a Axel, lo había hecho a propósito, se sentía como si estuviera tocando algo que no era suyo y la mirada de esa mujer le hacía cada vez más insignificante, cada vez un estorbo mayor.- Es un placer, señora Harmon.- Su voz no temblaba, era...Como siempre. Distante, comedida, neutral. Todo lo contrario que sus sentimientos.- Siento mucho la pérdida de su suegro, aunque no tuve el placer de conocerle.- Ahora venía un cumplido, el tocado era digno de ella, desde luego y el peinado era..Muy moderno y extraño en París, el vestido tenía también un corte peculiar y, desde luego, en otra circunstancia habría alabado lo original y hermoso que era pero..No le dio la gana. Tenía miedo de que al abrir la boca se le escapara que para ella no era Emory. Que era Su Emory. Apretó los labios bajando un instante los ojos, pero al elevarlos de nuevo, sonrió a la mujer. Ahora venía una charla pusilánime. Una de esas en las que la cortesía era estricta y tendría que aguantar a esa mujer hablando con Axel sobre el tiempo que hubo durante el viaje, lo incómodo que era un barco o el tiempo que hacía que no se veían. No tenía estómago para aguantar eso..Sentía que su cabeza estallaría si estaba allí un minuto más.- Si me disculpan, voy al tocador.
Porque aquel lugar era al único donde Axel no podría seguirla. Se inclinó de nuevo en una ensayada reverencia antes de darse la vuelta y marcharse. No lo hizo con rapidez, pero en cuanto desapareció por uno de los pasillos del exquisito lugar, las múltiples capas de su vestido empezaron a quejarse unas contra otras a medida que la chiquilla avanzaba con más rapidez. No tenía dónde ocultarse y, de todos modos, no tenía ni puñetera idea de dónde estaba el tocador de señoras, así que en algún punto se perdió. Esta vez le alegró no tener sentido alguno de la orientación. Al final se encontró en una especie de pasillo que no llevaba a ninguna parte, terminaba en un pequeño balcón, no lo pensó demasiado antes de abrir las puertas con energía y salió al aire fresco, agarrándose del borde de la balconada como quien hubiera pasado demasiado tiempo debajo del agua y necesitase oxígeno desesperadamente. Oxígeno tal vez no, pero Anaé estaba desesperada por alejar la dolorosa presión que atenazaba su corazón. Cogió aire varias veces, balanceándose hacia delante y hacia atrás e inclinándose hacia delante, intentando recuperar el equilibrio,intentando averiguar por qué estaba así, por qué le había molestado tanto, si lo normal era que siempre se hiciera pequeña ante las demás damas, si lo normal era que nadie le prestase atención y, para ser sinceros, estaba más que contenta con ese trato porque no disfrutaba coqueteando ni hablando de cosas sin sentido. Emory. Ella le había llamado Emory. Apretó bajo sus manos el barandilla del balcón, con unas ganas terribles de gritar.
Se llevó una mano a la boca del estómago, cuando el dolor se intensificó. Se había sentido afortunada por ir allí con él, pero ahora prefería no haberle dado ese gusto a su madre. Si fuera la señora Boissieu, se habría agarrado a Em, dejando claro a..la estúpida señora Marion que ahí no tenía nada que hacer pero..Axel no era suyo y pudiera ocurrir que nunca lo fuera. La otra mano acabó en su boca, cuando se le escapó un sollozo.¿Desde cuándo quería que fuera solo suyo? Bien, lo último que le faltaba era estropearse el maquillaje por echarse a llorar. Sabía que tarde o temprano tendría que volver, que tendría que encarar aquella cena con la mejor de sus sonrisas, pero..No quería. Tenía que recuperarse de nuevo, poner sus disparatadas ideas en orden porque que Emory fuera amable y sincero con ella no significaba que fuera nada más que eso..Amable. Oh, Dios..¿Y si solo era amable? Se echó hacia un lado, hasta apoyar la espalda en uno de los laterales de piedra del balcón, dejó que su espalda resbalase por la fría roca y se sentó en el suelo, envuelta en su vestido ahora convertido en la cabeza de una medusa por las capas de tela y el polisón. Acomodó la cabeza contra la roca y miró al exterior. Las vistas eran bonitas, el frío le ponía la piel de gallina, pero no terminaba de congelar sus lágrimas. Se sorprendió cuando la primera rodó por su mejilla y se la quitó con la palma de la mano, con desdén, porque ella nunca lloraba..Al menos no en público. Hacía mucho tiempo que no lloraba, la última vez fue en el entierro de su nani, hacía años, luego todo parecía menos importante, menos doloroso...Pero esto sí lo era.
Tenía que asumir que Emory solo podría ser Emory para otra. Para mujeres como la señora Harmon. Podía molestarle que eso fuera así, pero tenía que asimilarlo y rápido, porque en ningún momento se habían hecho ningún tipo de promesa. Axel nunca le dijo que ella fuera especial, solo que quería que fueran sinceros el uno con el otro, nada más. Tenía que aceptar que para ella..Él era lord Axel Blackmore y que le había cerrado las puertas hacia Em desde el primer momento en el que se encontraron. Quería preguntarle muchas cosas, pero de nuevo ya no se sentía con derecho, ya no se atrevía. Marion le había abierto los ojos con una sola palabra. Qué injusto, qué...Pécora. Apretó los labios, porque ella no era así de egoísta, ella no era así de mala persona, no deseaba mal a nadie...pero ojalá que se fuera de morros en las escaleras hacia la calle, como le había pasado a ella mil veces. La idea de una señora Harmon envuelta en telas desordenadas, cabello huyendo de su perfecto recogido y el maquillaje hecho trizas le hizo sonreír. Realmente era mala persona. Se secó las lágrimas de nuevo, iba a tener que encontrar el tocador de verdad..
Después de unos cuantos minutos, cuando el frío ya empezaba a hormiguearle por las extremidades, se puso en pie, vuelta a la realidad, el dolor no había desaparecido pero se sentía con las fuerzas renovadas después de haberse dado cuenta de que...Qué derecho tenía ella de ofenderse. Era normal que Emory buscase mujeres a su altura, mujeres hermosas y de mundo, que estuviera casada era totalmente secundario. Si esa clase de mujer era la que él quería..No tenía nada que hacer y se comportaría como su nani le había enseñado, como una dama se suponía que tenía que ser y le dejaría estar con quien quisiera..Por mucho que eso le doliera, se retiraría sin armar ningún escándalo.
Tragó saliva, cogió aire y se sacudió el vestido con energía, por si se había manchado. Como suponía que no iba a encontrar el tocador, ni bien ni mal, dio la espalda al balcón y se encaró a las cristaleras de las puertas, no se veía bien y no podía compararse con un espejo, pero el sutil reflejo tendría que bastar por el momento. A medio salir del balcón se inclinó ligeramente hacia delante, quitándose las marcas de lágrimas y de maquillaje derrochado de sus mejillas, intentando recomponer su rostro, así como los pedacitos de su ilusión. Tal vez nunca fuera Emory para ella .Tal vez la cima de aquellas escaleras no era tan perfecta, tal vez no encontraría allí a Em pero..Ahora no iba a empezar a descender y se sentiría muy dichosa y afortunada con cualquier cosa que Axel Blackmore pudiera ofrecerle, por tonta que fuera...Como un Brandy o la invitación a una cena.
La muchacha estaba entusiasmada con la nueva información y se alegró de separar a Axel de aquel corro de gallinas. Había escuchado algo sobre su hermana de refilón, pero a ella no le parecía que se pudiera decir nada ofensivo de Aveline Blackmore. Era amable, bonita, divertida y además, un portento en cuanto a música. ¿Qué podrían decir de ella que no fueran alabanzas? Anaé se veía realmente contenta, brillando con luz propia cuando se giró de vuelta al muchacho que servía las bebidas y le pidió con todo el entusiasmo del mundo un brandy para lord Blackmore. Estaba tan feliz, que hasta al chico le contagió una sonrisa cómplice mientras cogía la copa de Brandy para dársela ella misma a Em. Parecía mentira que alguien pudiera tener esa sonrisa por un simple dato sin importancia, pero para ella era un mundo, un peldaño más hacia Em, una escalera que pensaba ir subiendo detalle a detalle porque tenía una curiosidad bastísima por aquel hombre y algo le decía que, a pesar de ser una dura ascensión, merecería la pena. Se había hasta olvidado de que quien realmente estaba sedienta era ella y simplemente se olvidó de pedir para sí misma, tan absorta en el cosquilleo que le recorría después de averiguar algo nuevo y único. Que tal vez no fuera un secreto para nada y que, seguramente, era un detalle nimio que podría haber comentado de forma casual con otra persona cualquiera pero..Era diferente, era diferente porque Anaé le había preguntado y él no había pensado que la pregunta fuera estúpida, le había concedido esa información sobre su persona, voluntariamente, sin ofenderse. Se lo había cedido sin un ápice de duda y además, había añadido que era costumbre en su familia, algo que no le había preguntado, algo que había salido del caballero decírselo sin más. Estaba totalmente pletórica.
Pero la plétora se fue tan raudo como llegó. Primero escuchó la exquisita voz, porque..Había que admitir, que hasta ella fue incapaz de ignorar el poderoso tono de seguridad con el que la desconocida se dirigió a Axel. Miró hacia la mujer, por encima del hombro de Axel, suponiendo que sería otra más de las muchas gallinas, pero esta..Esta era diferente. Podía notar el aire distinguido, la serenidad, la elegancia..Y..¿Aquello que escuchó fue el vaso de Em haciéndose añicos? Anaé pestañeó y bajó la mirada hacia los pedacitos infinitos que se expandieron por el suelo junto al oscuro líquido. Una carga de nubes oscuras se instaló en su garganta, oprimiendo su pecho, una negativa sensación. Se quedó atrás cuando Axel se giró para encarar a la hermosa mujer porque..Porque era hermosa. Por qué aquello le hacía daño era algo que no alcanzó a comprender. Empezaron a hablar y se dio cuenta de que se habían olvidado de ella, tanto la mujer, que no quitaba aquellos despampanantes y sobrecogedores ojos de él, como Axel.
Se quedó en silencio, escuchándoles, en un discreto segundo plano que estaba muy acostumbrada a llevar, aunque era la primera vez que le pasaba estando con él. Levantó lentamente la vista hacia Axel cuando notó un timbre en su voz fuera de lo común, intentaba disimularlo pero..parecía que la presencia de aquella mujer le hacía perder la compostura, algo de lo más extraño porque..Porque no recordaba haber visto al lord inglés de ese modo antes. Se sintió pequeña frente a esa mujer, muy muy pequeña. Insignificante, fea, estúpida y molesta. Porque en su mente empezaba a llegar la iluminación: Sobraba. Tragó saliva y empezó a girarse, porque si Em quería hablar con la tal Señora Harmon quién era ella para reclamar atención y, curiosamente, era lo que quería hacer. Carraspear, tocarle el brazo, recordarle que existía. ¿Desde cuándo era ella tan egoísta? Se sorprendió cuando Axel le tendió el brazo pero se sintió, al mismo tiempo, totalmente aliviada. No le dio tiempo a prenderse de él. ¿Emory? Levantó la vista hacia la hermosa señora Harmon, con la suave voz retumbando en su cabeza. ¿Emory? Tenía que haberse ido cuando tuvo la oportunidad, cuando todavía no había escuchado el nombre de Axel en la boca de otra persona que no fuera ella. ¿Emory? Cómo que Emory. ¿Por qué esa mujer podía llamarle así y ella no? El remolino de sentimientos totalmente negativos se le instaló en el pecho como una tormenta, una tormenta que solo le afectaba a ella.
Por un momento, solo por unos segundos, estuvo a punto de dejar que sus ojos transmitieran la desilusión y...El dolor, pero en vez de hacer eso..Se recompuso. Había dicho hacía unos momentos que podía entender cómo se sentían las demás féminas de la sala al verla cogida del brazo de Axel. Ahora lo estaba sufriendo en sus propias carnes. Estaba celosa, lo que era aun más impactante, porque era ella quien estaba al lado de lord Blackmore y no Marion, pero estaba claro que la america..Estaba mucho más cerca. Encerró esa tormenta oscura en su interior y miró a la hermosa y distinguida mujer, con media sonrisa. Se inclinó, como siempre, solo que esta vez no había cogido del brazo a Axel, lo había hecho a propósito, se sentía como si estuviera tocando algo que no era suyo y la mirada de esa mujer le hacía cada vez más insignificante, cada vez un estorbo mayor.- Es un placer, señora Harmon.- Su voz no temblaba, era...Como siempre. Distante, comedida, neutral. Todo lo contrario que sus sentimientos.- Siento mucho la pérdida de su suegro, aunque no tuve el placer de conocerle.- Ahora venía un cumplido, el tocado era digno de ella, desde luego y el peinado era..Muy moderno y extraño en París, el vestido tenía también un corte peculiar y, desde luego, en otra circunstancia habría alabado lo original y hermoso que era pero..No le dio la gana. Tenía miedo de que al abrir la boca se le escapara que para ella no era Emory. Que era Su Emory. Apretó los labios bajando un instante los ojos, pero al elevarlos de nuevo, sonrió a la mujer. Ahora venía una charla pusilánime. Una de esas en las que la cortesía era estricta y tendría que aguantar a esa mujer hablando con Axel sobre el tiempo que hubo durante el viaje, lo incómodo que era un barco o el tiempo que hacía que no se veían. No tenía estómago para aguantar eso..Sentía que su cabeza estallaría si estaba allí un minuto más.- Si me disculpan, voy al tocador.
Porque aquel lugar era al único donde Axel no podría seguirla. Se inclinó de nuevo en una ensayada reverencia antes de darse la vuelta y marcharse. No lo hizo con rapidez, pero en cuanto desapareció por uno de los pasillos del exquisito lugar, las múltiples capas de su vestido empezaron a quejarse unas contra otras a medida que la chiquilla avanzaba con más rapidez. No tenía dónde ocultarse y, de todos modos, no tenía ni puñetera idea de dónde estaba el tocador de señoras, así que en algún punto se perdió. Esta vez le alegró no tener sentido alguno de la orientación. Al final se encontró en una especie de pasillo que no llevaba a ninguna parte, terminaba en un pequeño balcón, no lo pensó demasiado antes de abrir las puertas con energía y salió al aire fresco, agarrándose del borde de la balconada como quien hubiera pasado demasiado tiempo debajo del agua y necesitase oxígeno desesperadamente. Oxígeno tal vez no, pero Anaé estaba desesperada por alejar la dolorosa presión que atenazaba su corazón. Cogió aire varias veces, balanceándose hacia delante y hacia atrás e inclinándose hacia delante, intentando recuperar el equilibrio,intentando averiguar por qué estaba así, por qué le había molestado tanto, si lo normal era que siempre se hiciera pequeña ante las demás damas, si lo normal era que nadie le prestase atención y, para ser sinceros, estaba más que contenta con ese trato porque no disfrutaba coqueteando ni hablando de cosas sin sentido. Emory. Ella le había llamado Emory. Apretó bajo sus manos el barandilla del balcón, con unas ganas terribles de gritar.
Se llevó una mano a la boca del estómago, cuando el dolor se intensificó. Se había sentido afortunada por ir allí con él, pero ahora prefería no haberle dado ese gusto a su madre. Si fuera la señora Boissieu, se habría agarrado a Em, dejando claro a..la estúpida señora Marion que ahí no tenía nada que hacer pero..Axel no era suyo y pudiera ocurrir que nunca lo fuera. La otra mano acabó en su boca, cuando se le escapó un sollozo.¿Desde cuándo quería que fuera solo suyo? Bien, lo último que le faltaba era estropearse el maquillaje por echarse a llorar. Sabía que tarde o temprano tendría que volver, que tendría que encarar aquella cena con la mejor de sus sonrisas, pero..No quería. Tenía que recuperarse de nuevo, poner sus disparatadas ideas en orden porque que Emory fuera amable y sincero con ella no significaba que fuera nada más que eso..Amable. Oh, Dios..¿Y si solo era amable? Se echó hacia un lado, hasta apoyar la espalda en uno de los laterales de piedra del balcón, dejó que su espalda resbalase por la fría roca y se sentó en el suelo, envuelta en su vestido ahora convertido en la cabeza de una medusa por las capas de tela y el polisón. Acomodó la cabeza contra la roca y miró al exterior. Las vistas eran bonitas, el frío le ponía la piel de gallina, pero no terminaba de congelar sus lágrimas. Se sorprendió cuando la primera rodó por su mejilla y se la quitó con la palma de la mano, con desdén, porque ella nunca lloraba..Al menos no en público. Hacía mucho tiempo que no lloraba, la última vez fue en el entierro de su nani, hacía años, luego todo parecía menos importante, menos doloroso...Pero esto sí lo era.
Tenía que asumir que Emory solo podría ser Emory para otra. Para mujeres como la señora Harmon. Podía molestarle que eso fuera así, pero tenía que asimilarlo y rápido, porque en ningún momento se habían hecho ningún tipo de promesa. Axel nunca le dijo que ella fuera especial, solo que quería que fueran sinceros el uno con el otro, nada más. Tenía que aceptar que para ella..Él era lord Axel Blackmore y que le había cerrado las puertas hacia Em desde el primer momento en el que se encontraron. Quería preguntarle muchas cosas, pero de nuevo ya no se sentía con derecho, ya no se atrevía. Marion le había abierto los ojos con una sola palabra. Qué injusto, qué...Pécora. Apretó los labios, porque ella no era así de egoísta, ella no era así de mala persona, no deseaba mal a nadie...pero ojalá que se fuera de morros en las escaleras hacia la calle, como le había pasado a ella mil veces. La idea de una señora Harmon envuelta en telas desordenadas, cabello huyendo de su perfecto recogido y el maquillaje hecho trizas le hizo sonreír. Realmente era mala persona. Se secó las lágrimas de nuevo, iba a tener que encontrar el tocador de verdad..
Después de unos cuantos minutos, cuando el frío ya empezaba a hormiguearle por las extremidades, se puso en pie, vuelta a la realidad, el dolor no había desaparecido pero se sentía con las fuerzas renovadas después de haberse dado cuenta de que...Qué derecho tenía ella de ofenderse. Era normal que Emory buscase mujeres a su altura, mujeres hermosas y de mundo, que estuviera casada era totalmente secundario. Si esa clase de mujer era la que él quería..No tenía nada que hacer y se comportaría como su nani le había enseñado, como una dama se suponía que tenía que ser y le dejaría estar con quien quisiera..Por mucho que eso le doliera, se retiraría sin armar ningún escándalo.
Tragó saliva, cogió aire y se sacudió el vestido con energía, por si se había manchado. Como suponía que no iba a encontrar el tocador, ni bien ni mal, dio la espalda al balcón y se encaró a las cristaleras de las puertas, no se veía bien y no podía compararse con un espejo, pero el sutil reflejo tendría que bastar por el momento. A medio salir del balcón se inclinó ligeramente hacia delante, quitándose las marcas de lágrimas y de maquillaje derrochado de sus mejillas, intentando recomponer su rostro, así como los pedacitos de su ilusión. Tal vez nunca fuera Emory para ella .Tal vez la cima de aquellas escaleras no era tan perfecta, tal vez no encontraría allí a Em pero..Ahora no iba a empezar a descender y se sentiría muy dichosa y afortunada con cualquier cosa que Axel Blackmore pudiera ofrecerle, por tonta que fuera...Como un Brandy o la invitación a una cena.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
El capitán notó como le subía la tensión entre los omóplatos y la nuca. Había entrenado por la mañana, apenas había dormido y se había organizado el día para poder llevar a Anaé al Louvre y luego a esa maldita cena. El evento en sí se la traía floja, pero había recuperado el buen ánimo para sobrellevar la agenda social al conocer a la muchacha. Sencillamente…le alegraba la existencia. La cuestión es que todo ese esfuerzo estaba valiendo la pena porque estaba a gusto, relajado… hasta que llegó ella.
Marion Harmon, de soltera Lady Marion Winstead, una noble inglesa que perdió el apellido y el título al casarse. Su familia provenía de Lancaster y estaban emparentados con el duque que ostentaba el mismo nombre. Había tenido una educación severa y exquisita como correspondía a las damas de esa alcurnia, y las expectativas sobre ella eran las de todas las familias de rancio abolengo. Pero la joven Marion no eran tan convencional, era fuerte e independiente, culta, divertida y de ideas liberales. Cuando su familia supo de la amistad con los Blackmore suspiraron de alivio, pero las cosas siempre tendían a complicarse cuando se trataba de Marion. No llegó a buen puerto y acabó casándose contra el deseo de su padre con un americano afincado en Nueva York, dueño de un periódico y de varios equipos de futbol locales. El título estaba asegurado con la segunda hija, casada con un empresario francés de buena cuna, pero al morir su padre, Marion Winstead volvió para reclamar lo que era suyo por derecho. Realmente el título en sí le daba igual, se trataba de justicia poética, de ganar en los tribunales lo que su padre le quitó en un arrebato de ira cuando supo que ella no se plegaría a sus demandas.
— ¿Cómo le va a su marido? he oido que el New York Post ha desbancado al Tribune en cuota de mercado.— la mujer esbozó una sonrisa ladina.
— ¿Ahora nos vamos a tratar de usted y vamos a hablar de asuntos cotidianos? pensaba que había más confianza, Emory.— El capitán tensó levemente el gesto.
— Axel, o Lord Blackmore, si no te importa. Pensaste mal, la confianza que se gana se ha de mantener y hace siete años que decidiste soltar la mia como si fuera un lastre.
— dicen que las heridas sangrantes son las que están vivas. ¿Aún le sangra, Lord Blackmore?.— Dijo su apellido con cierto tono condescendiente.
— Efectivamente, las heridas sangrantes indican que estamos vivos, pero sobre todo, que bajo la piel late un corazón. Por eso a usted no le sangra nada.— Se giró a buscar con la mirada a Anaé pero ésta había desaparecido tras el saludo de rigor y frunció el ceño. Mario se echó a reir y se acercó apenas un poco más para susurrar.
— El mío ya sangró suficiente cuando decidiste cambiarme por tu sagrada Orden. Espero que esté siendo buena esposa para ti. Aunque por tu aspecto y tus compañías deduzco que sigues en punto muerto.— Axel entornó los ojos.
— Espero que tu marido sepa que él más que el punto, es el muerto, porque no me cabe duda de que vienes a por el título porque lo vas a dejar. Jamás le tuviste aprecio al título, es la única razón que se me ocurre para que vengas a poner París patas arriba y servir el escándalo en bandeja.— La americana esbozó media sonrisa.
— siempre tan agudo…¿no es entonces una feliz circunstancia que al regresar te halle todavía soltero? Quien me lo iba a decir…que al final querría la vida que el viejo quiso para mi y yo no acepté.
— ¿Soltero?.— enarcó una ceja.— lo siento señora Harmon, pero yo ya estoy casado, como siempre. Usted misma lo ha dicho. Y ahora tendrá que disculparme. Salude a su marido de mi parte.
Se reverenció y se marchó de allí dejando el vaso de brandy sobre una mesa. ¿Dónde diablos se había metido Anaé? Fue hasta el tocador y esperó a que saliese una mujer gruesa de él para echar un rápido vistazo dentro…nada. No estaba allí. Enfiló el pasillo y fue buscándola por cada una de las estancias del Ateneo con la mente en ebullición.
La silueta de la muchacha se dibujó en uno de los pasillos ciegos que acababan en un balcón y resopló con cierto alivio. Se acercó por la espalda ratando de serenar su propia inquietud.
— ¿Catherine? ¿se encuentra bien? fui a buscarla al tocador pero no…— observó un gesto fortuito que lo dejó descolocado. ¿Se había pasado la mano por la mejilla como cuando alguien intenta esconder lágrimas? ¿qué demonios le pasaba? estaría incómoda con él? quizás por mucho que ella se esforzase en parecer a gusto, sólo estuviera fingiendo para complacer a su madre y cumplir con la “obligación” de cazar un marido respetable. O quizás estuviera enamorada de algun joven, a sabiendas que ese amor era imposible, y estuviera guardando las formas porque la sociedad era implacable.
Marion Harmon, de soltera Lady Marion Winstead, una noble inglesa que perdió el apellido y el título al casarse. Su familia provenía de Lancaster y estaban emparentados con el duque que ostentaba el mismo nombre. Había tenido una educación severa y exquisita como correspondía a las damas de esa alcurnia, y las expectativas sobre ella eran las de todas las familias de rancio abolengo. Pero la joven Marion no eran tan convencional, era fuerte e independiente, culta, divertida y de ideas liberales. Cuando su familia supo de la amistad con los Blackmore suspiraron de alivio, pero las cosas siempre tendían a complicarse cuando se trataba de Marion. No llegó a buen puerto y acabó casándose contra el deseo de su padre con un americano afincado en Nueva York, dueño de un periódico y de varios equipos de futbol locales. El título estaba asegurado con la segunda hija, casada con un empresario francés de buena cuna, pero al morir su padre, Marion Winstead volvió para reclamar lo que era suyo por derecho. Realmente el título en sí le daba igual, se trataba de justicia poética, de ganar en los tribunales lo que su padre le quitó en un arrebato de ira cuando supo que ella no se plegaría a sus demandas.
— ¿Cómo le va a su marido? he oido que el New York Post ha desbancado al Tribune en cuota de mercado.— la mujer esbozó una sonrisa ladina.
— ¿Ahora nos vamos a tratar de usted y vamos a hablar de asuntos cotidianos? pensaba que había más confianza, Emory.— El capitán tensó levemente el gesto.
— Axel, o Lord Blackmore, si no te importa. Pensaste mal, la confianza que se gana se ha de mantener y hace siete años que decidiste soltar la mia como si fuera un lastre.
— dicen que las heridas sangrantes son las que están vivas. ¿Aún le sangra, Lord Blackmore?.— Dijo su apellido con cierto tono condescendiente.
— Efectivamente, las heridas sangrantes indican que estamos vivos, pero sobre todo, que bajo la piel late un corazón. Por eso a usted no le sangra nada.— Se giró a buscar con la mirada a Anaé pero ésta había desaparecido tras el saludo de rigor y frunció el ceño. Mario se echó a reir y se acercó apenas un poco más para susurrar.
— El mío ya sangró suficiente cuando decidiste cambiarme por tu sagrada Orden. Espero que esté siendo buena esposa para ti. Aunque por tu aspecto y tus compañías deduzco que sigues en punto muerto.— Axel entornó los ojos.
— Espero que tu marido sepa que él más que el punto, es el muerto, porque no me cabe duda de que vienes a por el título porque lo vas a dejar. Jamás le tuviste aprecio al título, es la única razón que se me ocurre para que vengas a poner París patas arriba y servir el escándalo en bandeja.— La americana esbozó media sonrisa.
— siempre tan agudo…¿no es entonces una feliz circunstancia que al regresar te halle todavía soltero? Quien me lo iba a decir…que al final querría la vida que el viejo quiso para mi y yo no acepté.
— ¿Soltero?.— enarcó una ceja.— lo siento señora Harmon, pero yo ya estoy casado, como siempre. Usted misma lo ha dicho. Y ahora tendrá que disculparme. Salude a su marido de mi parte.
Se reverenció y se marchó de allí dejando el vaso de brandy sobre una mesa. ¿Dónde diablos se había metido Anaé? Fue hasta el tocador y esperó a que saliese una mujer gruesa de él para echar un rápido vistazo dentro…nada. No estaba allí. Enfiló el pasillo y fue buscándola por cada una de las estancias del Ateneo con la mente en ebullición.
La silueta de la muchacha se dibujó en uno de los pasillos ciegos que acababan en un balcón y resopló con cierto alivio. Se acercó por la espalda ratando de serenar su propia inquietud.
— ¿Catherine? ¿se encuentra bien? fui a buscarla al tocador pero no…— observó un gesto fortuito que lo dejó descolocado. ¿Se había pasado la mano por la mejilla como cuando alguien intenta esconder lágrimas? ¿qué demonios le pasaba? estaría incómoda con él? quizás por mucho que ella se esforzase en parecer a gusto, sólo estuviera fingiendo para complacer a su madre y cumplir con la “obligación” de cazar un marido respetable. O quizás estuviera enamorada de algun joven, a sabiendas que ese amor era imposible, y estuviera guardando las formas porque la sociedad era implacable.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/12/2016
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
La chiquilla estaba mirándose en el reflejo, moviendo su rostro de un lado a otro procurando no dejar restos de las lágrimas y las consiguientes manchas de maquillaje. Se esforzaba por mirarse bien, moviendo el rostro de un lado a otro, porque la cristalera hacía lo que podía pero no devolvía una imagen nítida. Pudiera parecer una mujer coqueta asegurándose de estar perfecta antes de salir y hubiera sido lo más lógico de estar en el tocador mirándose en el espejo y no allí, en medio de un pasillo que daba a la nada y delante de una puerta abierta.
Tan concentraba estaba en volver a un estado tranquilo, como si limpiar su rostro pudiera recomponer también su alma, que no se dio cuenta de que Emory se acercaba como un vendaval. Escuchar su nombre en sus labios no le produjo esa sensación cálida y cercana esta vez...Fue como un puñal atravesando su pecho. Cerró los ojos, porque le pareció que había sido cosa de su imaginación. ¿Tenía un timbre de preocupación esta vez?..¿De enfado..? Le gustaba tanto su voz..odiaba tanto que le llamase por su nombre cuando ella era incapaz de hacer lo mismo. Suspiró, pasándose la mano por el cuello, sintiendo que se ahogaba con su presencia. Su mente estaba otra vez trayéndole a ese hombre, aun no estaba lista para enfrentarle, necesitaba un poco más de tiempo, pero si su cabeza no dejaba de lanzarle recuerdos y sensaciones iban realmente mal.- Qué cruel..-Comentó al aire..Porque realmente pensaba que todo aquello era cosa de su desbordante y particular mente. La tensión aun se le acumulaba en el pecho, como si sus pulmones dolieran, como si tuviera algo atascado en la garganta. Podría decir qué era..Seguramente quería gritar, gritarle a Marion que de Emory nada, que se alejase de él, pero también podría decirle un par de cosas a Axel.
Suspirando, Anaé dejó caer los brazos, como si se diera por vencida, como si no estuviera dando la espalda a Axel.- ¿Podría dejar de ser tan cruel..?..¿Mmh?- Anaé estaba usando un tono de voz dulce, el mismo que usaría para reprender a un niño travieso. Que le llamase Catherine era cruel..Que le ignorase de aquella manera cuando la señora Harmon apareció fue muy cruel...Pero que se le apareciera tan vívidamente incluso en su imaginación era el colmo de los colmos. No sabía a qué juego estaba jugando lord Blackmore con ella, pero le dolía. ¿Realmente quería conocer a Anaé o solo estaba siendo amable? ¿Realmente quería estar allí con ella o preferiría a Marion colgada de su brazo?...¿Realmente ella quería a Axel para ella sola..? Quería preguntarle tantas cosas. Quería saber qué significaba esa mujer para él, quería preguntarle qué significaba ella..A qué estaban jugando..Y por qué a ella..A ella le importaba tanto. Sobre todo, lo que más le preocupaba era que en algún momento entre el hombre que se vio obligado a llevarla al Louvre y el hombre que le había invitado alegremente a una cena, se encontró pensando en él a todas horas. Y ni siquiera era consciente de cuándo había ocurrido. Ni de cuándo le había molestado tanto convertirse en un ser invisible o en un estorbo, pero..Con Em..Le molestaba y le hacía volverse una mala persona, le hacía..Miserable.- ¿Podría dejar de ser tan amable….?- La joven dejó las preguntas en el aire, descargándose de ellas, para alejarlas de su mente, de alguna forma tenía que aliviar esa tensión. No sabía qué le desconcertaba más, la indiferencia de Axel..o su propia deferencia hacia el lord inglés.
Cogió aire y lo soltó con renovadas fuerzas, fuera sus dudas, fuera la Anaé egoísta y caprichosa. Era increíble que Axel le hiciera sentir completamente dichosa y al segundo siguiente la más baja de las personas. Estaba acostumbrada a que no tuvieran en cuenta sus deseos o su existencia, incluso de las personas que deberían de quererla por el mero hecho de ser familia, pero no, su madre era la primera desconocida para ella y cuya actitud ni siquiera le importaba y, de pronto, aparecía una mujer capaz de descolocar al impávido Emory y a ella se le venía el mundo encima. ¿Por qué sentía tanta envidia de aquella mujer? ¿Qué le estaba ocurriendo? Estaba lista para dejarlo atrás, para dejarse llevar por la corriente y sobreviviría a aquella noche lo mejor que pudiera, como tantas veces había hecho antes. Abrió los ojos y observó su reflejo en la cristalera de colores, sin duda..Tenía un aspecto abatido, derrotado, poco a poco volvió a su gesto frío, de muñeca de porcelana, a la que no le afectaba nada, a la que nadie daba importancia...A la que...Levantó la vista por el cristal, cuando le pareció ver un sutil movimiento. Se fijó en un punto por encima de su propio reflejo, donde al principio solo vio una silueta desdibujada..Hasta que distinguió el rostro de Axel entre las extrañas formas. Se quedó mirando la cristalera...Y poco a poco sus ojos se fueron abriendo de par en par, a medida que su obtuso cerebro se iluminaba. ¿Se estaba volviendo tan loca como para ver cosas y no sólo oírlas? ¿Estaba Emory realmente allí? Tal fue su sorpresa que se alejó de la cristalera, lanzándose hacia atrás en un estrepitoso sobresalto, por supuesto, su espalda chocó con fuerza contra el cuerpo de Axel. Se quedó congelada cuando notó un cuerpo real, una persona real, un Emory real. Echó la cabeza hacia atrás, mirando por encima de ella para encontrarse sin duda..a lord Blackmore……..Anaé pasó del suave color de su piel a un pálido preocupante..Al más intenso burdeos, en cuestión de segundos.
……..Hubiera preferido estar loca.
¿Aquel cuerpo era real? Tenía que serlo. ¿Había estado allí todo el tiempo? Oh, señor..¿Le había escuchado decir todas esas tonterías?¿Qué era exactamente lo que había dicho y qué había guardado para su mente? Oh, señor..Oh, Dios. Iba a pensar que estaba loca. Oh, cielos..Cielos. ¡Cielos!
Separó los labios.- Ah…-Tenía que inventarse una excusa, la que fuera, rápido, Anaé. Una excusa. La verdad. Tenía que hacerse la loca, como si no hubiera estado hablando con un espejo, como si se hubiera perdido. Tenía que decirle que se había perdido y hacer como si nada. ¡Rápido! Anaé apretó los labios, cuando le presionaban, incluso siendo ella misma, se atascaba. No salió nada de su garganta, bajó la cabeza y echó a andar a grandes zancadas por el pasillo, todo lo rápido que su vestido le permitía ir. ¡Estúpida! ¡Estúpida!
Tan concentraba estaba en volver a un estado tranquilo, como si limpiar su rostro pudiera recomponer también su alma, que no se dio cuenta de que Emory se acercaba como un vendaval. Escuchar su nombre en sus labios no le produjo esa sensación cálida y cercana esta vez...Fue como un puñal atravesando su pecho. Cerró los ojos, porque le pareció que había sido cosa de su imaginación. ¿Tenía un timbre de preocupación esta vez?..¿De enfado..? Le gustaba tanto su voz..odiaba tanto que le llamase por su nombre cuando ella era incapaz de hacer lo mismo. Suspiró, pasándose la mano por el cuello, sintiendo que se ahogaba con su presencia. Su mente estaba otra vez trayéndole a ese hombre, aun no estaba lista para enfrentarle, necesitaba un poco más de tiempo, pero si su cabeza no dejaba de lanzarle recuerdos y sensaciones iban realmente mal.- Qué cruel..-Comentó al aire..Porque realmente pensaba que todo aquello era cosa de su desbordante y particular mente. La tensión aun se le acumulaba en el pecho, como si sus pulmones dolieran, como si tuviera algo atascado en la garganta. Podría decir qué era..Seguramente quería gritar, gritarle a Marion que de Emory nada, que se alejase de él, pero también podría decirle un par de cosas a Axel.
Suspirando, Anaé dejó caer los brazos, como si se diera por vencida, como si no estuviera dando la espalda a Axel.- ¿Podría dejar de ser tan cruel..?..¿Mmh?- Anaé estaba usando un tono de voz dulce, el mismo que usaría para reprender a un niño travieso. Que le llamase Catherine era cruel..Que le ignorase de aquella manera cuando la señora Harmon apareció fue muy cruel...Pero que se le apareciera tan vívidamente incluso en su imaginación era el colmo de los colmos. No sabía a qué juego estaba jugando lord Blackmore con ella, pero le dolía. ¿Realmente quería conocer a Anaé o solo estaba siendo amable? ¿Realmente quería estar allí con ella o preferiría a Marion colgada de su brazo?...¿Realmente ella quería a Axel para ella sola..? Quería preguntarle tantas cosas. Quería saber qué significaba esa mujer para él, quería preguntarle qué significaba ella..A qué estaban jugando..Y por qué a ella..A ella le importaba tanto. Sobre todo, lo que más le preocupaba era que en algún momento entre el hombre que se vio obligado a llevarla al Louvre y el hombre que le había invitado alegremente a una cena, se encontró pensando en él a todas horas. Y ni siquiera era consciente de cuándo había ocurrido. Ni de cuándo le había molestado tanto convertirse en un ser invisible o en un estorbo, pero..Con Em..Le molestaba y le hacía volverse una mala persona, le hacía..Miserable.- ¿Podría dejar de ser tan amable….?- La joven dejó las preguntas en el aire, descargándose de ellas, para alejarlas de su mente, de alguna forma tenía que aliviar esa tensión. No sabía qué le desconcertaba más, la indiferencia de Axel..o su propia deferencia hacia el lord inglés.
Cogió aire y lo soltó con renovadas fuerzas, fuera sus dudas, fuera la Anaé egoísta y caprichosa. Era increíble que Axel le hiciera sentir completamente dichosa y al segundo siguiente la más baja de las personas. Estaba acostumbrada a que no tuvieran en cuenta sus deseos o su existencia, incluso de las personas que deberían de quererla por el mero hecho de ser familia, pero no, su madre era la primera desconocida para ella y cuya actitud ni siquiera le importaba y, de pronto, aparecía una mujer capaz de descolocar al impávido Emory y a ella se le venía el mundo encima. ¿Por qué sentía tanta envidia de aquella mujer? ¿Qué le estaba ocurriendo? Estaba lista para dejarlo atrás, para dejarse llevar por la corriente y sobreviviría a aquella noche lo mejor que pudiera, como tantas veces había hecho antes. Abrió los ojos y observó su reflejo en la cristalera de colores, sin duda..Tenía un aspecto abatido, derrotado, poco a poco volvió a su gesto frío, de muñeca de porcelana, a la que no le afectaba nada, a la que nadie daba importancia...A la que...Levantó la vista por el cristal, cuando le pareció ver un sutil movimiento. Se fijó en un punto por encima de su propio reflejo, donde al principio solo vio una silueta desdibujada..Hasta que distinguió el rostro de Axel entre las extrañas formas. Se quedó mirando la cristalera...Y poco a poco sus ojos se fueron abriendo de par en par, a medida que su obtuso cerebro se iluminaba. ¿Se estaba volviendo tan loca como para ver cosas y no sólo oírlas? ¿Estaba Emory realmente allí? Tal fue su sorpresa que se alejó de la cristalera, lanzándose hacia atrás en un estrepitoso sobresalto, por supuesto, su espalda chocó con fuerza contra el cuerpo de Axel. Se quedó congelada cuando notó un cuerpo real, una persona real, un Emory real. Echó la cabeza hacia atrás, mirando por encima de ella para encontrarse sin duda..a lord Blackmore……..Anaé pasó del suave color de su piel a un pálido preocupante..Al más intenso burdeos, en cuestión de segundos.
……..Hubiera preferido estar loca.
¿Aquel cuerpo era real? Tenía que serlo. ¿Había estado allí todo el tiempo? Oh, señor..¿Le había escuchado decir todas esas tonterías?¿Qué era exactamente lo que había dicho y qué había guardado para su mente? Oh, señor..Oh, Dios. Iba a pensar que estaba loca. Oh, cielos..Cielos. ¡Cielos!
Separó los labios.- Ah…-Tenía que inventarse una excusa, la que fuera, rápido, Anaé. Una excusa. La verdad. Tenía que hacerse la loca, como si no hubiera estado hablando con un espejo, como si se hubiera perdido. Tenía que decirle que se había perdido y hacer como si nada. ¡Rápido! Anaé apretó los labios, cuando le presionaban, incluso siendo ella misma, se atascaba. No salió nada de su garganta, bajó la cabeza y echó a andar a grandes zancadas por el pasillo, todo lo rápido que su vestido le permitía ir. ¡Estúpida! ¡Estúpida!
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Ver a Anaé hablar consigo misma o con alguien…¿con él? lo dejó bastante atónito. Sabía que la muchacha era rara, especial, pero…¿seguro que estaba en su sano juicio? había visto a los brujos entrar en trance demasiadas veces como para no sospechar al menos que pudiera ser una de ellos. Quizás había sido dementada por un mentalista como Stein, sabía que su poder podía conseguir eso.
Sacudió la cabeza un instante para sacarse esos pensamientos. ¡Demonios! quizás sólo estaba ensimismada y no lo había oído llegar. Extendió la mano para tocar su hombro, pero el gesto murió en el aire y a continuación la espalda de la chica impactó contra su pecho. El respingo que dio fue eléctrico y cuando el lord fue a sujetarla ella se dio la vuelta y su cara fue un cuadro impresionista. De blanco sepulcral a palidez cadavérica pasando por rojo bermellón y un sinfín de confusión en sus ojos antes de salir corriendo.
Tardó dos segundos en reaccionar y cuando lo hizo corrió a grandes zancadas alcanzándola y poniéndose delante de ella para detenerla. Extendió las manos y las posó sobre sus antebrazos sin ejercer demasiada presión.
— ¡Espere!…¿pero qué diantres…?
La detuvo y trató de descifrar qué estaba pasando allí, porque en ese momento no estaba muy seguro de estar hipotetizando correctamente.
— ¿se encuentra bien?.— se activó el piloto automático y alargó la mano para levantar su mentón y observar metódicamente los ojos, a veces los poseídos o controlados mentalmente dilataban las pupilas, pero las tenía normales. Giró levemente su cuello buscando alguna marca de dos colmillos que no hubiera visto antes y entonces… se hizo la luz. Comprendio lo que podía estar pasando allí.— Está bien…vamos a… venga conmigo.
No le dio oportunidad alguna de elegir, la agarró del brazo con firmeza sin apretar hasta el punto de hacer daño y recorrió el pasillo con ella hasta salir al gran comedor donde la gente seguía charlando en corros. Pasaron al lado de uno de los que estaba formado por hombres de negocios y se detuvo un instante a dedicarle un breve comentario al organizador de aquel evento.
— Lo lamento, señor secretario, pero tenemos que irnos, un asunto familiar urgente, mándeme recado cuando quiera y programaremos un almuerzo.— Se disculpó con el hombre y abandonaron el recinto. Ya fuera, estaba serio pero aún así le colocó el abrigo por encima de los hombros mientras esperaban que el cochero los recogiera. Podría haber dicho que ella no se encontraba bien, pero los rumores se dispararían y no tenía más ganas de cuentos.
El silencio era denso como como la niebla que empezaba a formarse al caer la noche sobre el Sena. Axel tenía mucha paciencia, lidiaba con novatos, con veteranos curtidos, con líderes de egos tan grandes como sus bocazas… así que no solía traslucir sus emociones a la primera de cambio. Su compostura era legendaria y estaba haciendo acopio de ella. Ver a Marion Harmon había sacudido sus cimientos de una forma brutal, pero la templanza adquirida con los años al frente de aquel tinglado lo hacían pensar dos veces antes de actuar. La reacción de Anaé fue lo que más fuera de juego le dejó. Maldito día. Tenía la sensación de que no debería haber salido de la cama.
Puso en marcha todos sus mecanismos mentales para mantener el tipo, un gesto involuntario reveló que su cabeza funcionaba a toda máquina: abrió y cerró el puño derecho varias veces sin mirarla y cuando el cochero se detuvo la ayudó a subir. Dio la orden pertinente y los caballos empezaron a recorrer el adoquinado con su particular sonido.
Estaban sentados frente a frente y ya no valía esquivar las miradas, tendría que contestar a sus preguntas. Fijó sus ojos en los de ella, ahora oscuros por la poca luz dentro de la caja.
— Voy a darle una oportunidad de explicarse y no me mienta, porque más pronto o más tarde lo sabré. ¿La envía Cirilla? si está usted jugando a dos bandas y ha tratado de acercarse a mi, he de decirle que casi me lo creo, pero basta de juegos. ¿Quién es y para quién trabaja?
Sacudió la cabeza un instante para sacarse esos pensamientos. ¡Demonios! quizás sólo estaba ensimismada y no lo había oído llegar. Extendió la mano para tocar su hombro, pero el gesto murió en el aire y a continuación la espalda de la chica impactó contra su pecho. El respingo que dio fue eléctrico y cuando el lord fue a sujetarla ella se dio la vuelta y su cara fue un cuadro impresionista. De blanco sepulcral a palidez cadavérica pasando por rojo bermellón y un sinfín de confusión en sus ojos antes de salir corriendo.
Tardó dos segundos en reaccionar y cuando lo hizo corrió a grandes zancadas alcanzándola y poniéndose delante de ella para detenerla. Extendió las manos y las posó sobre sus antebrazos sin ejercer demasiada presión.
— ¡Espere!…¿pero qué diantres…?
La detuvo y trató de descifrar qué estaba pasando allí, porque en ese momento no estaba muy seguro de estar hipotetizando correctamente.
— ¿se encuentra bien?.— se activó el piloto automático y alargó la mano para levantar su mentón y observar metódicamente los ojos, a veces los poseídos o controlados mentalmente dilataban las pupilas, pero las tenía normales. Giró levemente su cuello buscando alguna marca de dos colmillos que no hubiera visto antes y entonces… se hizo la luz. Comprendio lo que podía estar pasando allí.— Está bien…vamos a… venga conmigo.
No le dio oportunidad alguna de elegir, la agarró del brazo con firmeza sin apretar hasta el punto de hacer daño y recorrió el pasillo con ella hasta salir al gran comedor donde la gente seguía charlando en corros. Pasaron al lado de uno de los que estaba formado por hombres de negocios y se detuvo un instante a dedicarle un breve comentario al organizador de aquel evento.
— Lo lamento, señor secretario, pero tenemos que irnos, un asunto familiar urgente, mándeme recado cuando quiera y programaremos un almuerzo.— Se disculpó con el hombre y abandonaron el recinto. Ya fuera, estaba serio pero aún así le colocó el abrigo por encima de los hombros mientras esperaban que el cochero los recogiera. Podría haber dicho que ella no se encontraba bien, pero los rumores se dispararían y no tenía más ganas de cuentos.
El silencio era denso como como la niebla que empezaba a formarse al caer la noche sobre el Sena. Axel tenía mucha paciencia, lidiaba con novatos, con veteranos curtidos, con líderes de egos tan grandes como sus bocazas… así que no solía traslucir sus emociones a la primera de cambio. Su compostura era legendaria y estaba haciendo acopio de ella. Ver a Marion Harmon había sacudido sus cimientos de una forma brutal, pero la templanza adquirida con los años al frente de aquel tinglado lo hacían pensar dos veces antes de actuar. La reacción de Anaé fue lo que más fuera de juego le dejó. Maldito día. Tenía la sensación de que no debería haber salido de la cama.
Puso en marcha todos sus mecanismos mentales para mantener el tipo, un gesto involuntario reveló que su cabeza funcionaba a toda máquina: abrió y cerró el puño derecho varias veces sin mirarla y cuando el cochero se detuvo la ayudó a subir. Dio la orden pertinente y los caballos empezaron a recorrer el adoquinado con su particular sonido.
Estaban sentados frente a frente y ya no valía esquivar las miradas, tendría que contestar a sus preguntas. Fijó sus ojos en los de ella, ahora oscuros por la poca luz dentro de la caja.
— Voy a darle una oportunidad de explicarse y no me mienta, porque más pronto o más tarde lo sabré. ¿La envía Cirilla? si está usted jugando a dos bandas y ha tratado de acercarse a mi, he de decirle que casi me lo creo, pero basta de juegos. ¿Quién es y para quién trabaja?
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/12/2016
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Anaé se llevó las manos a la cara mientras salía de allí. ¡Ah! Quería morirse. Morirse allí mismo. Qué vergüenza. Cielos. Quería que se la tragara la tierra. ¿Podría aparecer Marion y distraer ahora mismo a Axel? Por favor. Por favor. ¿Por qué no podía tener suerte jamás de los jamases? Era como si una nube negra estuviera siguiéndola a todas partes. ¿Tanto mal había hecho en alguna de sus vidas anteriores? ¡Ay, por Dios! ¿Qué estaría pensando Axel ahora? ¿Que estaba loca, que menuda de la que se había librado? ¡Agh! Cómo no se había podido dar cuenta de que realmente era Axel, pero de todos modos..¿Qué hacía allí? ¡Cuándo había llegado? ¡Es que no sabía carraspear o algo!
Se detuvo en seco cuando lord Blackmore se colocó delante y ella no se atrevía ni a mirarle, seguía roja como la grana y sus enormes orbes se clavaron en el tapizado del suelo, en la punta de sus zapatos asomando por el vestido. Cuando le cogió de los brazos le impresionó. Levantó la cabeza, tensa y algo encogida, se quedó mirándole con los ojos muy abiertos, anonadada. Miró aquellos ojos brillantes, mirándole fijamente y se quedó sin aire que llevarse a los pulmones. Permitió que le cogiera del mentón, no fue capaz de decirle nada, ni de quejarse, simplemente dejó que le inspeccionara, totalmente quieta. Pestañeó, sin entender nada..Hasta se le había ido el calor del rostro, en parte.
Separó los labios para preguntarle a dónde quería ir, pero se vio arrastrada sin posibilidad de decírselo. Le sorprendió que le cogiera de esa manera, como si no quisiera que se escapase...Si le hubiera pedido que le siguiera hubiera sido incapaz de negarse de todas formas, su educación no se lo permitía. Pestañeó de nuevo, atónita, mientras Axel hablaba con el secretario. ¿Una urgencia familiar..? Ah..Era eso...Tenía mucho más sentido ahora o..O simplemente quería devolverla a su casa y pedir a su madre que la encerrasen en algún sótano oscuro lejos de la civilización. Le recorrió un escalofrío, cohibida y se colocó la chaqueta, porque se había quedado gélida.
Le siguió hasta que se detuvieron a esperar el coche de caballos. Lo sabía. Le enviaba a casa, seguramente con una nota implícita de no querer saber más de ella. Apretó los labios, era normal, ella no era normal..Así que quería deshacerse cuanto antes de aquella relación o lo que fuese, que ellos tuvieran. Apretó los labios y bajó la mirada, sentía arder los ojos de nuevo. No quería irse. De verdad que no. Se portaría bien, se quedaría callada y hasta aceptaría complacer a la señora Harmon si hiciera falta, pero quería tener esa agradable cena con él. ¿Qué había ocurrido para que la noche se retorciera de aquella manera? Observó el tick nervioso de Axel, de casualidad. Giró ligeramente el rostro hacia un lado, viendo aquella mano abrirse y cerrarse como si necesitase concentrar la energía del universo para contenerse. ¿Estaba..enfadado? ¿Iba a...Golpearla? Anaé le miró compungida y hasta dio un pequeño respingo cuando le hizo subir en el coche. Lo que no esperaba era que él subiera detrás.
Se quedó mirándole con aquellos ojazos descomunales, como un cachorro al que habían atrapado comiendo de la basura. Pero mucho peor..Hablando sola como si estuviera mal de la cabeza..Pero..¿La gente hablaba consigo misma no? Se lo iba a explicar, tenía que explicárselo..Decirle que no sabía que él estaba allí, que estaba hablando sola y que no tuviera en cuenta sus palabras por nada del mundo, que borrara todo lo que fuera que había salido de su boca, como si nunca hubiera pasado. El momento de silencio cuando estuvieron frente a frente le consumió. Se pasó una mano por la muñeca, allí donde los dedos de Axel se le habían quedado marcados y no era que él hubiera sido brusco o le hubiera hecho daño pero..Era así de débil, seguramente a otra persona no le hubiera hecho nada. En cuanto Axel abrió la boca ella saltó, sin poderse contener, apenas sin escucharle. Sabía lo que le iba a decir, que le iba a enviar con su madre, que estaba loca y que necesitaba estar en algún lugar oscuro lejos de él, así que las palabras salieron antes casi de que Axel pronunciara las primeras palabras.- Déjeme explicar…….- Se quedó callada cuando escuchó el nombre desconocido. Cirilla. -...¿Eh?…-¿Otra mujer?..¡Pero cuántas mujeres tenía este hombre en su vida! Apretó los labios frustrada, intentando seguir el hilo de las palabras de Axel pero..Cirilla. Marion, Cirilla. ¿Alguna mujer más de la que tener celos que ella debiera saber? No dudaba de que Axel fuera el soltero más deseado y que seguramente hubiera tenido sus escarceos..A la vista estaba, pero ¿Tenía la necesidad de ir saliendo uno por uno? Apretó los labios de muevo, confusa..Enfadada..Dolida. Pero..¿Trabajar? ¿Jugar a dos bandas? De qué estaba hablando Axel, él estaba enfadado, lo notaba, pero ella también lo estaba y..-…¿No es usted quien está jugando a dos bandas..? O a tres..-Desvió la mirada hacia su regazo, apretándose la muñeca con nerviosismo. ¿De verdad había dicho eso? ¿La voz era la suya?
Se detuvo en seco cuando lord Blackmore se colocó delante y ella no se atrevía ni a mirarle, seguía roja como la grana y sus enormes orbes se clavaron en el tapizado del suelo, en la punta de sus zapatos asomando por el vestido. Cuando le cogió de los brazos le impresionó. Levantó la cabeza, tensa y algo encogida, se quedó mirándole con los ojos muy abiertos, anonadada. Miró aquellos ojos brillantes, mirándole fijamente y se quedó sin aire que llevarse a los pulmones. Permitió que le cogiera del mentón, no fue capaz de decirle nada, ni de quejarse, simplemente dejó que le inspeccionara, totalmente quieta. Pestañeó, sin entender nada..Hasta se le había ido el calor del rostro, en parte.
Separó los labios para preguntarle a dónde quería ir, pero se vio arrastrada sin posibilidad de decírselo. Le sorprendió que le cogiera de esa manera, como si no quisiera que se escapase...Si le hubiera pedido que le siguiera hubiera sido incapaz de negarse de todas formas, su educación no se lo permitía. Pestañeó de nuevo, atónita, mientras Axel hablaba con el secretario. ¿Una urgencia familiar..? Ah..Era eso...Tenía mucho más sentido ahora o..O simplemente quería devolverla a su casa y pedir a su madre que la encerrasen en algún sótano oscuro lejos de la civilización. Le recorrió un escalofrío, cohibida y se colocó la chaqueta, porque se había quedado gélida.
Le siguió hasta que se detuvieron a esperar el coche de caballos. Lo sabía. Le enviaba a casa, seguramente con una nota implícita de no querer saber más de ella. Apretó los labios, era normal, ella no era normal..Así que quería deshacerse cuanto antes de aquella relación o lo que fuese, que ellos tuvieran. Apretó los labios y bajó la mirada, sentía arder los ojos de nuevo. No quería irse. De verdad que no. Se portaría bien, se quedaría callada y hasta aceptaría complacer a la señora Harmon si hiciera falta, pero quería tener esa agradable cena con él. ¿Qué había ocurrido para que la noche se retorciera de aquella manera? Observó el tick nervioso de Axel, de casualidad. Giró ligeramente el rostro hacia un lado, viendo aquella mano abrirse y cerrarse como si necesitase concentrar la energía del universo para contenerse. ¿Estaba..enfadado? ¿Iba a...Golpearla? Anaé le miró compungida y hasta dio un pequeño respingo cuando le hizo subir en el coche. Lo que no esperaba era que él subiera detrás.
Se quedó mirándole con aquellos ojazos descomunales, como un cachorro al que habían atrapado comiendo de la basura. Pero mucho peor..Hablando sola como si estuviera mal de la cabeza..Pero..¿La gente hablaba consigo misma no? Se lo iba a explicar, tenía que explicárselo..Decirle que no sabía que él estaba allí, que estaba hablando sola y que no tuviera en cuenta sus palabras por nada del mundo, que borrara todo lo que fuera que había salido de su boca, como si nunca hubiera pasado. El momento de silencio cuando estuvieron frente a frente le consumió. Se pasó una mano por la muñeca, allí donde los dedos de Axel se le habían quedado marcados y no era que él hubiera sido brusco o le hubiera hecho daño pero..Era así de débil, seguramente a otra persona no le hubiera hecho nada. En cuanto Axel abrió la boca ella saltó, sin poderse contener, apenas sin escucharle. Sabía lo que le iba a decir, que le iba a enviar con su madre, que estaba loca y que necesitaba estar en algún lugar oscuro lejos de él, así que las palabras salieron antes casi de que Axel pronunciara las primeras palabras.- Déjeme explicar…….- Se quedó callada cuando escuchó el nombre desconocido. Cirilla. -...¿Eh?…-¿Otra mujer?..¡Pero cuántas mujeres tenía este hombre en su vida! Apretó los labios frustrada, intentando seguir el hilo de las palabras de Axel pero..Cirilla. Marion, Cirilla. ¿Alguna mujer más de la que tener celos que ella debiera saber? No dudaba de que Axel fuera el soltero más deseado y que seguramente hubiera tenido sus escarceos..A la vista estaba, pero ¿Tenía la necesidad de ir saliendo uno por uno? Apretó los labios de muevo, confusa..Enfadada..Dolida. Pero..¿Trabajar? ¿Jugar a dos bandas? De qué estaba hablando Axel, él estaba enfadado, lo notaba, pero ella también lo estaba y..-…¿No es usted quien está jugando a dos bandas..? O a tres..-Desvió la mirada hacia su regazo, apretándose la muñeca con nerviosismo. ¿De verdad había dicho eso? ¿La voz era la suya?
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
El capitán la miró, escrutando su gesto. ¿De verdad podía ser tan inocente o se lo hacía? podría ser una experta en mentir, una mentalista de la Logia enviada para leerle los pensamientos y sacar toda la información que Stein no obtenía. Se quedó algo sorprendido por su contestación ¿que él estaba jugando a dos bandas o a tres? ¿qué narices significaba eso? Se echó hacia atrás recostándose en el asiento sin perder la mirada, fija en la muchacha.
— ¿A dos bandas?... ya veo. No me esperaba esto de usted, señorita Boissieu. Lo ha hecho muy bien, felicite a su jefe o quien la mande a espiarme, casi lo consigue. Pero dígale de mi parte que la próxima vez envíe algo más que unos bonitos ojos para sonsacar a un cazador, y más cuando éste es quien dirige la Orden.
Desvió la mirada por la ventana emitiendo un ligero bufido, tenso, decepcionado, pero no con Anaé sino consigo mismo. ¿Cómo había sido tan estúpido de caer en una trampa tan sutil? Ciertamente Anaé no era la típica espía, esas mujeres solían ser damas resabiadas que sabían hacer enloquecer a los hombres. Pero quien la enviase conocía su inclinación a las artes y la historia, su aguda intuición para calar a las mata-hari profesionales, sus pocas ganas de enredarse con femmes fatales y hasta había dado en el clavo en el momento adecuado, porque ahora que estaba empezando a dejar de lado el pasado y que las obligaciones en la Orden empezaban a proporcionarle algun rato de respiro.
Había estado tentado de dejar a un lado sus dudas y recelos sobre la chica, como la diferencia de edad, su doble vida, sus reservas en cuanto a la conveniencia para ella de su compañía...¿y ahora resultaba que todo era una farsa? En cuestión de veinte minutos lo que auguraba como una velada diferente y estimulante se había convertido en un puñetero infierno. Primero el regreso de Marion, y después aquello... se sintió estúpido dando la cara por Anaé frente a su madre cuando todo era mentira. Desde luego que se iban a echar unas risas a su costa cuando lo supieran en...¿la Inquisición? ¿La Logia? bah! qué más daba. Quienquiera que la enviase.
Apretó los dientes y la mandíbula. "Pregúnteme lo que quiera, intentaré responder a todas sus preguntas" le dijo. Oh. Vaya. No lo sabía bien. Iba a contestarle, vaya que si iba a contestarle. Dios golpes en la pared del coche y le ordenó al cochero con voz seca y cortante.— A la Plaza de Tertre.
— ¿A dos bandas?... ya veo. No me esperaba esto de usted, señorita Boissieu. Lo ha hecho muy bien, felicite a su jefe o quien la mande a espiarme, casi lo consigue. Pero dígale de mi parte que la próxima vez envíe algo más que unos bonitos ojos para sonsacar a un cazador, y más cuando éste es quien dirige la Orden.
Desvió la mirada por la ventana emitiendo un ligero bufido, tenso, decepcionado, pero no con Anaé sino consigo mismo. ¿Cómo había sido tan estúpido de caer en una trampa tan sutil? Ciertamente Anaé no era la típica espía, esas mujeres solían ser damas resabiadas que sabían hacer enloquecer a los hombres. Pero quien la enviase conocía su inclinación a las artes y la historia, su aguda intuición para calar a las mata-hari profesionales, sus pocas ganas de enredarse con femmes fatales y hasta había dado en el clavo en el momento adecuado, porque ahora que estaba empezando a dejar de lado el pasado y que las obligaciones en la Orden empezaban a proporcionarle algun rato de respiro.
Había estado tentado de dejar a un lado sus dudas y recelos sobre la chica, como la diferencia de edad, su doble vida, sus reservas en cuanto a la conveniencia para ella de su compañía...¿y ahora resultaba que todo era una farsa? En cuestión de veinte minutos lo que auguraba como una velada diferente y estimulante se había convertido en un puñetero infierno. Primero el regreso de Marion, y después aquello... se sintió estúpido dando la cara por Anaé frente a su madre cuando todo era mentira. Desde luego que se iban a echar unas risas a su costa cuando lo supieran en...¿la Inquisición? ¿La Logia? bah! qué más daba. Quienquiera que la enviase.
Apretó los dientes y la mandíbula. "Pregúnteme lo que quiera, intentaré responder a todas sus preguntas" le dijo. Oh. Vaya. No lo sabía bien. Iba a contestarle, vaya que si iba a contestarle. Dios golpes en la pared del coche y le ordenó al cochero con voz seca y cortante.— A la Plaza de Tertre.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Lo que menos le gustó de todo fue el tono de voz de Axel, se estaba alejando de ella..Lo notaba. Estaba perdiendo a Emory y..De algún modo le había decepcionado. Aun seguía pensando en su pequeña locura frente a la cristalera. ¿Tanto le incomodaba...Tan loca le veía? Apretó los labios, sintiendo que las lágrimas se le acumulaban. Había tenido suficientes lágrimas por un día, pero se sentía igual que cuando su nani le regañaba..Fatal. Quería hacerle ver que no era mala, que no podía evitarlo y que no se daba cuenta de esas cosas. Que le perdonase por ser tan rara..pero..¿Jefe? ¿Enviarle como espía? ¿Qué?
Levantó la vista mirándole, de nuevo estaba pensando que aquello debió imaginárselo, porque de qué otro modo alguien diría eso de ella. Como mucho se podía referir a su madre..Pero..¿Jefa? ¿Cazador? ¿Ojos bonitos? ..¿Emory pensaba que tenía los ojos bonitos? ¿La orden? ...Qué…
Empezó a echarse hacia atrás en el coche, hasta que su espalda chocó contra el respaldo, alejándose físicamente de Axel como si así pudiera ser más específica con lo que sentía. Su cabeza daba vueltas. ¿Cazadores? Aquello le recordaba al Louvre, a la tumba de aquel extraño hombre. La orden. Un jefe, un espía. Cerró los ojos con suavidad, haciendo una mueca de disgusto, de dolor y se llevó la mano siniestra a la sien. Las nubes se le acumulaban, la tormenta repicaba a las puertas de su mente, ya de por sí difusa. El nudo en el estómago empezó a condensarse en algo más profundo..En confusión, en no ser capaz de encontrar una salida y eso se resumía en incomodidad, en dolor físico.-..Yo no..No se..Nunca…- Se abrazó, apoyando las manos sobre sus antebrazos y levantó la mirada con gesto de súplica.- No entiendo…-No hilaba nada coherente, se estaba atascando, como siempre que le metían prisa, como siempre que intentaba manejar sus cuerdas vocales al mismo ritmo que funcionaba su cabeza. No sabía de qué estaba hablando, ella nunca le haría daño, ella nunca contaría sus secretos..Secretos que le pertenecían a ella y que así quería que siguieran, secretos que seguramente Marion también conociera, pero apra ella eran muy especiales.- Quiero...Mio...Usted..Yo..-Apretó los labios. Porque cuando intentó hacer una frase entera, diciéndole que nunca sería capaz de traicionarle..Fue cuando lo vio.
O más bien. No lo vio. Allí no estaba Emory. Alguien estaba sentado delante de ella, pero hubiera jurado que no era su Em, ni siquiera era lord Blackmore. Sus ojos habían cambiado, su postura decía que estaba furioso. Se encogió cuando pegó aquellos golpes en el coche. ¿La plaza Tertre?- No quiero…-Murmuró, casi sin aliento, en un susurro..Estaba empezando a asustarse..A Asustarse de verdad.- Quiero irme..No le molestaré más.
Levantó la vista mirándole, de nuevo estaba pensando que aquello debió imaginárselo, porque de qué otro modo alguien diría eso de ella. Como mucho se podía referir a su madre..Pero..¿Jefa? ¿Cazador? ¿Ojos bonitos? ..¿Emory pensaba que tenía los ojos bonitos? ¿La orden? ...Qué…
Empezó a echarse hacia atrás en el coche, hasta que su espalda chocó contra el respaldo, alejándose físicamente de Axel como si así pudiera ser más específica con lo que sentía. Su cabeza daba vueltas. ¿Cazadores? Aquello le recordaba al Louvre, a la tumba de aquel extraño hombre. La orden. Un jefe, un espía. Cerró los ojos con suavidad, haciendo una mueca de disgusto, de dolor y se llevó la mano siniestra a la sien. Las nubes se le acumulaban, la tormenta repicaba a las puertas de su mente, ya de por sí difusa. El nudo en el estómago empezó a condensarse en algo más profundo..En confusión, en no ser capaz de encontrar una salida y eso se resumía en incomodidad, en dolor físico.-..Yo no..No se..Nunca…- Se abrazó, apoyando las manos sobre sus antebrazos y levantó la mirada con gesto de súplica.- No entiendo…-No hilaba nada coherente, se estaba atascando, como siempre que le metían prisa, como siempre que intentaba manejar sus cuerdas vocales al mismo ritmo que funcionaba su cabeza. No sabía de qué estaba hablando, ella nunca le haría daño, ella nunca contaría sus secretos..Secretos que le pertenecían a ella y que así quería que siguieran, secretos que seguramente Marion también conociera, pero apra ella eran muy especiales.- Quiero...Mio...Usted..Yo..-Apretó los labios. Porque cuando intentó hacer una frase entera, diciéndole que nunca sería capaz de traicionarle..Fue cuando lo vio.
O más bien. No lo vio. Allí no estaba Emory. Alguien estaba sentado delante de ella, pero hubiera jurado que no era su Em, ni siquiera era lord Blackmore. Sus ojos habían cambiado, su postura decía que estaba furioso. Se encogió cuando pegó aquellos golpes en el coche. ¿La plaza Tertre?- No quiero…-Murmuró, casi sin aliento, en un susurro..Estaba empezando a asustarse..A Asustarse de verdad.- Quiero irme..No le molestaré más.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
El senescal bajó los ojos a sus antebrazos cuando notó el tacto de Anaé en ellos y después en sus ojos. Parecía realmente confusa. Era una gran actriz, sin duda.
—¿qué es lo que no entiende, señorita? Hubiera dicho Catherine, pero seguramente ni siquiera sea su verdadero nombre ¿Hm?. ¿No entiende donde vamos? Pues se lo voy a explicar. Vamos a la sede la Orden de Hellsing, que como sus jefes ya sabrán, está en la plaza de Tertre, eso no es un secreto. Voy a sacarle la verdad por la buenas o por las malas, usted elige.
Posó la mano sobre la de Anaé y le dio unas palmaditas como las de antes pero esta vez no tenían el objetivo de reconfortarla sino de aumentar más su incomodidad.
— ¿Suyo? pensaba que iba a ser suyo esta noche? mmmmm...le seré sincero, podría haber sucedido en el remoto caso de que me hubiera saltado todas las normas de la buena educación, cosa que no suelo hacer, y más por su bien que por el mío. Pero supongo que eso ya no ocurrirá. Es lo que sucede cuando pillamos a los espías con las manos en la masa.
Observó cómo se echaba hacia atrás en el asiento y su gesto era de pánico. Bueno, quizás la muchacha fuera algo simple y la hubieran enviado sin darle un buen entrenamiento antes. ¿Tan cortos estaban de efectivos en la Inquisición o en la Logia?
—¿quiere irse? descuide, la dejaré marchar cuando me haya dicho todo lo que necesito saber.
El coche estaba enfilando ya por la Plaza de Tertre, y Axel sentía el regusto amargo de la bilis en la garganta.
—¿qué es lo que no entiende, señorita? Hubiera dicho Catherine, pero seguramente ni siquiera sea su verdadero nombre ¿Hm?. ¿No entiende donde vamos? Pues se lo voy a explicar. Vamos a la sede la Orden de Hellsing, que como sus jefes ya sabrán, está en la plaza de Tertre, eso no es un secreto. Voy a sacarle la verdad por la buenas o por las malas, usted elige.
Posó la mano sobre la de Anaé y le dio unas palmaditas como las de antes pero esta vez no tenían el objetivo de reconfortarla sino de aumentar más su incomodidad.
— ¿Suyo? pensaba que iba a ser suyo esta noche? mmmmm...le seré sincero, podría haber sucedido en el remoto caso de que me hubiera saltado todas las normas de la buena educación, cosa que no suelo hacer, y más por su bien que por el mío. Pero supongo que eso ya no ocurrirá. Es lo que sucede cuando pillamos a los espías con las manos en la masa.
Observó cómo se echaba hacia atrás en el asiento y su gesto era de pánico. Bueno, quizás la muchacha fuera algo simple y la hubieran enviado sin darle un buen entrenamiento antes. ¿Tan cortos estaban de efectivos en la Inquisición o en la Logia?
—¿quiere irse? descuide, la dejaré marchar cuando me haya dicho todo lo que necesito saber.
El coche estaba enfilando ya por la Plaza de Tertre, y Axel sentía el regusto amargo de la bilis en la garganta.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Anaé miró hacia otro lado, otra vez dolida cuando le dijo que aquel no sería su nombre. Claro que lo era..¿En qué mundo la gente no decía su nombre? Bueno..En la de los espías, tal vez, pero..Espía de quién. Levantó la vista mirándole, intentando concentrarse, olvidarse de todo lo que le provocaba ese pitido en la cabeza. La orden de Hellsing.. La Orden. Intentó hilar aquello, pero se le hacía difícil. Estaba empezando a pensar que la loca no era ella realmente..Apretó los labios mirando fijamente a Axel. Lo recordaba..Recordaba aquella conversación. Fue la más bonita que tuvo en la vida..Fue la primera vez que Emory le preguntó por su opinión..Le dijo qué creía sobre los seres sobre naturales y él..Él parecía tan satisfecho con lo que le contestó..Cazador. La palabra le vino a la mente y sintió que le faltaba el aire. Cielos. Esto no estaba ocurriendo. Era imposible. ¿Verdad…?
Estaba a punto de empezar a hiperventilar cuando le escuchó hablar de...¡De qué estaba hablando! Se sonrojó, a más no poder. Esto si, esto le salió como una tromba.- ¡No! ¡CLARO QUE NO! ¡No soñaría con que fuera mío!- Bajó la mirada a su regazo..Mentira. Si que había soñado con ello..Si quería que fuera suyo pero..¡No estaba hablando de eso! Se sonrojó más aun y se llevó las manos al rostro, cogiendo aire, varias veces.- Cómo se atreve…-Apretó los labios..- Usted no es él. Usted no es Emory. Emory nunca me hubiera dicho algo así. - Porque lord Blackmore era un perfecto caballero, no pensaba en esas cosas...¿Realmente hubiera..Hubiera...solo por su bien? ¿Qué significaba eso…? ¿Que habría estado obligado..? Se le escapó un sollozo y se llevó ambas manos a la cabeza. Cerró con fuerza los ojos.
Ahora era cuando despertaba. Tenía que despertar de esa pesadilla.- No necesito compasión. ¡No soy una espía! Basta. ¡Basta! Usted no es él. ¡No es él!- Apretó los labios, ahora si se estaba volviendo loca. ¿Desde cuándo su idílico caballero se había convertido en eso? ¿Realmente pensaba que le gustaba estar a su lado pensando en...pensando en…? ¡Ni siquiera se atrevía a pensar en ello! ¿Cómo era posible que creyera que ella era tan baja…? ¿Para él era de las mujeres que perseguían a los hombres en busca de favores..? ¿Como su madre? Sollozó de nuevo y separó las manos de su cabeza. No quería esta pesadilla, quería salir. No lo pensó. Anaé estaba al borde de una crisis, se incorporó, lo suficiente para coger la puerta del coche y abrirla, intentó salir, con él en marcha o no. Ella se bajaba allí.
Estaba a punto de empezar a hiperventilar cuando le escuchó hablar de...¡De qué estaba hablando! Se sonrojó, a más no poder. Esto si, esto le salió como una tromba.- ¡No! ¡CLARO QUE NO! ¡No soñaría con que fuera mío!- Bajó la mirada a su regazo..Mentira. Si que había soñado con ello..Si quería que fuera suyo pero..¡No estaba hablando de eso! Se sonrojó más aun y se llevó las manos al rostro, cogiendo aire, varias veces.- Cómo se atreve…-Apretó los labios..- Usted no es él. Usted no es Emory. Emory nunca me hubiera dicho algo así. - Porque lord Blackmore era un perfecto caballero, no pensaba en esas cosas...¿Realmente hubiera..Hubiera...solo por su bien? ¿Qué significaba eso…? ¿Que habría estado obligado..? Se le escapó un sollozo y se llevó ambas manos a la cabeza. Cerró con fuerza los ojos.
Ahora era cuando despertaba. Tenía que despertar de esa pesadilla.- No necesito compasión. ¡No soy una espía! Basta. ¡Basta! Usted no es él. ¡No es él!- Apretó los labios, ahora si se estaba volviendo loca. ¿Desde cuándo su idílico caballero se había convertido en eso? ¿Realmente pensaba que le gustaba estar a su lado pensando en...pensando en…? ¡Ni siquiera se atrevía a pensar en ello! ¿Cómo era posible que creyera que ella era tan baja…? ¿Para él era de las mujeres que perseguían a los hombres en busca de favores..? ¿Como su madre? Sollozó de nuevo y separó las manos de su cabeza. No quería esta pesadilla, quería salir. No lo pensó. Anaé estaba al borde de una crisis, se incorporó, lo suficiente para coger la puerta del coche y abrirla, intentó salir, con él en marcha o no. Ella se bajaba allí.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
No tenía claro qué era o para quién trabajaba Anaé, pero sí sabía distinguir cuando un prisionero se rompía, cuando cedía a la presión, verbal o fisica, cuando se desmoronaba y empezaba a cantar. Y Anaé lo estaba haciendo.
Le dio un vuelco el corazón y un sudor frío le perló la frente, agudizando el sabor de bilis en la garganta. Catherine había cruzado el umbral de la cordura y sus respuestas eran tan estrambóticas como las anteriores porque... no tenía ni idea de lo que le estaba hablando. ¿qué leches había pasado allí? ¿todo había sido un inmenso malentendido? Esa duda lo atenazó de mala manera, paralizándole la sangre en las venas.
De pronto Anaé echó mano de la puerta y trató de lanzarse en marcha pero Axel tenía reflejos y era más fuerte así que la agarró y tiró de ella hacia dentro.
— ¿pero qué hace?!!! quiere matarse??!!
La detuvo a tiempo y el cochero se giró al ver la portezuela basculando. Axedl alargó la mano y la cerró, después agarró a Anaé por las muñecas ejerciendo presión sobre ellas y haciendo que la muchacha se quedase pegada a la pared del habitáculo. La miró a los ojos, esos enormes ojos llenos de pánico y confusión en ese instante y sintió una punzada de dolor en el pecho.
—... no tiene ni idea de lo que le estoy hablando...— no era una pregunta, era retórica, casi una afirmación.— ¡¡maldita sea!! ¿cómo hemos llegado a esto?
El cochero se detuvo porque habían llegado a la Sede. Axel se acercó más a ella sin soltarla todavía.
— Escúcheme... esto ha sido un terrible malentendido yo... le pido mil disculpas por mi comportamiento... pensé que usted era... una espía. Sé que le sonará extraño, que nadie querría espiar a un hombre corriente pero... lo cierto es que hay muchas cosas que no sabe de mi y entiendo que después de esto no quiera saberlas.
La soltó despacio, pasándose las manos por la cara. ¿Cómo había sido tan paranoico? pero joder! todas las señales apuntaban a eso. Inspiró profundamente.
— Lo siento de verdad, Catherine. Creo que lo mejor es que... la lleve a casa y pongamos fin a esta noche de pesadilla.
Le dio un vuelco el corazón y un sudor frío le perló la frente, agudizando el sabor de bilis en la garganta. Catherine había cruzado el umbral de la cordura y sus respuestas eran tan estrambóticas como las anteriores porque... no tenía ni idea de lo que le estaba hablando. ¿qué leches había pasado allí? ¿todo había sido un inmenso malentendido? Esa duda lo atenazó de mala manera, paralizándole la sangre en las venas.
De pronto Anaé echó mano de la puerta y trató de lanzarse en marcha pero Axel tenía reflejos y era más fuerte así que la agarró y tiró de ella hacia dentro.
— ¿pero qué hace?!!! quiere matarse??!!
La detuvo a tiempo y el cochero se giró al ver la portezuela basculando. Axedl alargó la mano y la cerró, después agarró a Anaé por las muñecas ejerciendo presión sobre ellas y haciendo que la muchacha se quedase pegada a la pared del habitáculo. La miró a los ojos, esos enormes ojos llenos de pánico y confusión en ese instante y sintió una punzada de dolor en el pecho.
—... no tiene ni idea de lo que le estoy hablando...— no era una pregunta, era retórica, casi una afirmación.— ¡¡maldita sea!! ¿cómo hemos llegado a esto?
El cochero se detuvo porque habían llegado a la Sede. Axel se acercó más a ella sin soltarla todavía.
— Escúcheme... esto ha sido un terrible malentendido yo... le pido mil disculpas por mi comportamiento... pensé que usted era... una espía. Sé que le sonará extraño, que nadie querría espiar a un hombre corriente pero... lo cierto es que hay muchas cosas que no sabe de mi y entiendo que después de esto no quiera saberlas.
La soltó despacio, pasándose las manos por la cara. ¿Cómo había sido tan paranoico? pero joder! todas las señales apuntaban a eso. Inspiró profundamente.
— Lo siento de verdad, Catherine. Creo que lo mejor es que... la lleve a casa y pongamos fin a esta noche de pesadilla.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/12/2016
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