AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
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El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Recuerdo del primer mensaje :
Después de la ardua tarea de prepararse y vestirse..Bueno, que la vistieran, porque ella no sabía ni qué tacto tenían las telas; de maquillarse y de que su sirvienta rezara a Dios y sudara sangre para poner su rebelde cabellera dentro de un sombrero, por fin pudo enfundarse los zapatos, que eran lo último de su impecable indumentaria y, finalmente, estar lista para salir de la casa.
Su vestido era la última moda, claro, bastante sobrio, sin nada exagerado ni fuera de lo común, pero del gusto más refinado, con sus pliegues en color canela y el satén verde oscuro ocultando el polisón. Lo que más podría llamar la atención, sería su sombrero, que tenía múltiples detalles sin llegar a ser sobrecargados pero que en conjunto hacían de la pieza un verdadero espectáculo por si mismo.
Su madre se acercó cruzando la sala a toda prisa y sin decir ni una sola palabra le pellizcó las mejillas y le soltó un par de palmaditas bien dadas. -Compórtate, no hables demasiado, a nadie le gustan los charlatanes.- La señora de la casa intentó doblegar un rizo que se había salido del recogido, insistió, con tirones incluidos y finalmente el atrevido remolino volvió a su sitio.- Sólo quédate quieta y sonríe.
-Si, madre.- Contestó sistemáticamente, si bien lo de llamar a alguien madre era bastante nuevo para ella.
Anaé aun no entendía por qué tenía que ir, no le importaba ir a la ópera, claro..Pero acababa de llegar, aun sentía la pesadez del viaje y no conocía París...Decir que estaba asustada era una tontería, porque suponía que sus padres ya habían dispuesto todo para que no le ocurriera nada malo pero..Aun así. No sabía por qué su madre tenía tanto interés en que fuera a la merienda después y encima sola, porque su señora madre tenía otros compromisos que atender junto a su padre. Hubiera preferido ser “presentada en sociedad” por sus propios padres..Aun le costaba asumir que no se iba a sentir “como en casa” ni en la campiña inglesa ni en París, independientemente de lo cerca que estuviera de su familia.
Su madre le dio unos últimos consejos mientras le guiaba a la salida.- Y come lo mínimo posible, aunque bueno..-La señora Boissieu le miró de arriba abajo con desparpajo.- No te vendría mal...¿No te daban de comer en Inglaterra? Tsk..Tendré que hablar con mi tía, esto es un despropósito…-Y ahí seguía ella, quejándose, hasta que finalmente Anaé se encontró con la puerta en las narices.
Se vio en la calle, con un coche esperándole en la entrada, suspirando caminó hacia él acompañada de su doncella, por supuesto, una cosa era ir sin sus familiares y otra muy diferente aventurarse por ahí a la buena de Dios. Una vez dentro del coche, cuando estaba enfilando ya la calle, la doncella le recordó que se había dejado el paraguas. No era difícil en ella, así que tuvo que hacer volver al cochero, entró en casa y después de unos cuantos gestos de desaprobación de la señora se llevó el paraguas a conjunto con sus pliegues canela antes de llegar a la ópera.
París le parecía todavía un lugar salvaje y ajeno, apenas recordaba nada de su infancia allí. En parte le sobrecogía todo ese bullicio, que si, que había estado más veces en una ciudad, en la ópera de aquí o el evento de allá, pero desde luego no era como su solitaria, alejada y silenciosa hacienda. Observaba a través del marco de la ventana cómo las desconocidas calles pasaban ante sus ojos y elevó la mirada hacia las nubes, admirando las curiosas formas y distintas tonalidades.
El coche se detuvo y la doncella le avisó de que estaban ya en el lugar, bajó la vista hacia el edificio de la ópera. Sublime. Sobrecogedor.
Salió del coche y comprobó que llegaba pronto, la gente parecía acostumbrada al lugar pero ella tuvo que detenerse unos momentos y maravillarse en la entrada, al arquitectura era...Oh...El estilo era...Mmh..Apenas unas cuantas parejas apresuradas subían las increíbles escaleras, ella de nuevo se detuvo entre ellas, se giró, miró hacia arriba. Bueno, su madre le iba a perdonar pero una cosa era ser educada, callada y como una estatua y otra era encontrarse ante semejante maravilla y no tomarse el tiempo necesario para asimilarlo.
Después de unos cuantos minutos finalmente la doncella le hizo caminar con nerviosismo, solo para darse cuenta de que estaban todos en sus asientos, ya listos para el espectáculo, con las luces a punto de atenuarse. Ah, que no llegaba pronto..Que llegaba más bien tarde….Bueno..A nadie pareció importarle.
Tuvieron que ayudarle a conseguir su asiento, eso era así, ella no conocía todavía las diferentes localizaciones y si bien la mayoría de los personajes importantes de la sociedad parisina tenían los mejores palcos, ella tenía el suyo propio asignado para su familia, que no era moco de pavo, además la acústica desde allí iba a ser impresionante, que en el fondo, era lo que importaba, aunque la perspectiva hacia el escenario no fuera la mejor, la vista era completamente secundaria.
Se consiguió acomodar justo cuando empezó la obra y atendió, como tenía costumbre. Si bien no tenía claro si le gustaba o no la ópera, la conocía y era una estudiosa de la materia, así que podía, por lo menos, apreciarla como se lo merecía.
El sonido conocido le reconfortó mucho más de lo que hubiera calculado al principio, entre tanto desconcierto tener algo que finalmente pudiera reconocer era todo un alivio. Se le hizo corta, la verdad, para lo cómoda y segura que se sentía en su palco sin necesidad de interactuar con nadie. El suave barullo de las voces al terminar la función dio paso a la ida y venida de la gente, mientras que a ella le condujeron al encuentro de la pequeña reunión, que en el fondo era precisamente aquel el objetivo, codearse con los potentes, aunque ella no se fuera capaz de percibir semejantes sutilidades.
Obediente y temerosa de que su madre tuviera ojos hasta en el infierno, se acercó a las mesas a cotillear, porque la curiosidad de lo que se serviría allí y de si sería tan diferente a lo que ella conocía le pudo más que la timidez, sin embargo caminaba con tranquilidad por los diferentes escaparates de delicatessen, observando, hasta que vio algo mucho más interesante. Se alejó de las mesas para fijarse en una escultura que representaba el rostro de una mujer, de ahí pasó a un tapiz, a una columna geminada que parecía haber sido traída de otro lugar, un cuadro en la pared...Vamos, que fue comiéndose con los ojos cada detalle que había por la sala, moviéndose con toda naturalidad, como si allí estuviera ella sola y no hubiera tenido ningún tipo de institutriz que le hubiera enseñado buenos modales. Y así, en una de sus idas y venidas por el salón, entre esculturas, piezas musicales, instrumentos famosos, arte y formas admirables se encontró con un par de ojos marrones.
Se quedó plantada mirando fijamente, sin pestañear, con la cabeza inclinada ligeramente hacia atrás, porque además esos ojos oscuros estaban bastante más por encima de su ángulo natural de visión. Después de unos cuantos segundos interminables se dio cuenta de que estaba demasiado cerca de alguien, porque esos ojos lo más probable era que tuvieran un dueño. Un dueño cuyo espacio personal había sido descaradamente invadido. Se echó hacia atrás y ,larga y pausadamente, pestañeó; como si acabase de salir de alguna especie de trance.
Después de unos nuevos segundos de descaro, aun mirándole, alguien se le acercó como si quisiera que le hundieran en la tierra, su dama de compañía parecía apurada y le intentaba enviar señales sutiles desde hacía rato, señales que obviamente Anaé no percibió o bien había ignorado deliberadamente. Tras otros buenos segundos, la mujer inclinó la cabeza ligeramente a un lado, como si algo le hubiera hecho ‘click’.- Usted es “el hombre de los ojos raros”. - Y, por supuesto, le habló en inglés cuando se refirió a él.
Después de la ardua tarea de prepararse y vestirse..Bueno, que la vistieran, porque ella no sabía ni qué tacto tenían las telas; de maquillarse y de que su sirvienta rezara a Dios y sudara sangre para poner su rebelde cabellera dentro de un sombrero, por fin pudo enfundarse los zapatos, que eran lo último de su impecable indumentaria y, finalmente, estar lista para salir de la casa.
Su vestido era la última moda, claro, bastante sobrio, sin nada exagerado ni fuera de lo común, pero del gusto más refinado, con sus pliegues en color canela y el satén verde oscuro ocultando el polisón. Lo que más podría llamar la atención, sería su sombrero, que tenía múltiples detalles sin llegar a ser sobrecargados pero que en conjunto hacían de la pieza un verdadero espectáculo por si mismo.
Su madre se acercó cruzando la sala a toda prisa y sin decir ni una sola palabra le pellizcó las mejillas y le soltó un par de palmaditas bien dadas. -Compórtate, no hables demasiado, a nadie le gustan los charlatanes.- La señora de la casa intentó doblegar un rizo que se había salido del recogido, insistió, con tirones incluidos y finalmente el atrevido remolino volvió a su sitio.- Sólo quédate quieta y sonríe.
-Si, madre.- Contestó sistemáticamente, si bien lo de llamar a alguien madre era bastante nuevo para ella.
Anaé aun no entendía por qué tenía que ir, no le importaba ir a la ópera, claro..Pero acababa de llegar, aun sentía la pesadez del viaje y no conocía París...Decir que estaba asustada era una tontería, porque suponía que sus padres ya habían dispuesto todo para que no le ocurriera nada malo pero..Aun así. No sabía por qué su madre tenía tanto interés en que fuera a la merienda después y encima sola, porque su señora madre tenía otros compromisos que atender junto a su padre. Hubiera preferido ser “presentada en sociedad” por sus propios padres..Aun le costaba asumir que no se iba a sentir “como en casa” ni en la campiña inglesa ni en París, independientemente de lo cerca que estuviera de su familia.
Su madre le dio unos últimos consejos mientras le guiaba a la salida.- Y come lo mínimo posible, aunque bueno..-La señora Boissieu le miró de arriba abajo con desparpajo.- No te vendría mal...¿No te daban de comer en Inglaterra? Tsk..Tendré que hablar con mi tía, esto es un despropósito…-Y ahí seguía ella, quejándose, hasta que finalmente Anaé se encontró con la puerta en las narices.
Se vio en la calle, con un coche esperándole en la entrada, suspirando caminó hacia él acompañada de su doncella, por supuesto, una cosa era ir sin sus familiares y otra muy diferente aventurarse por ahí a la buena de Dios. Una vez dentro del coche, cuando estaba enfilando ya la calle, la doncella le recordó que se había dejado el paraguas. No era difícil en ella, así que tuvo que hacer volver al cochero, entró en casa y después de unos cuantos gestos de desaprobación de la señora se llevó el paraguas a conjunto con sus pliegues canela antes de llegar a la ópera.
París le parecía todavía un lugar salvaje y ajeno, apenas recordaba nada de su infancia allí. En parte le sobrecogía todo ese bullicio, que si, que había estado más veces en una ciudad, en la ópera de aquí o el evento de allá, pero desde luego no era como su solitaria, alejada y silenciosa hacienda. Observaba a través del marco de la ventana cómo las desconocidas calles pasaban ante sus ojos y elevó la mirada hacia las nubes, admirando las curiosas formas y distintas tonalidades.
- Spoiler:
El coche se detuvo y la doncella le avisó de que estaban ya en el lugar, bajó la vista hacia el edificio de la ópera. Sublime. Sobrecogedor.
- Spoiler:
Salió del coche y comprobó que llegaba pronto, la gente parecía acostumbrada al lugar pero ella tuvo que detenerse unos momentos y maravillarse en la entrada, al arquitectura era...Oh...El estilo era...Mmh..Apenas unas cuantas parejas apresuradas subían las increíbles escaleras, ella de nuevo se detuvo entre ellas, se giró, miró hacia arriba. Bueno, su madre le iba a perdonar pero una cosa era ser educada, callada y como una estatua y otra era encontrarse ante semejante maravilla y no tomarse el tiempo necesario para asimilarlo.
Después de unos cuantos minutos finalmente la doncella le hizo caminar con nerviosismo, solo para darse cuenta de que estaban todos en sus asientos, ya listos para el espectáculo, con las luces a punto de atenuarse. Ah, que no llegaba pronto..Que llegaba más bien tarde….Bueno..A nadie pareció importarle.
Tuvieron que ayudarle a conseguir su asiento, eso era así, ella no conocía todavía las diferentes localizaciones y si bien la mayoría de los personajes importantes de la sociedad parisina tenían los mejores palcos, ella tenía el suyo propio asignado para su familia, que no era moco de pavo, además la acústica desde allí iba a ser impresionante, que en el fondo, era lo que importaba, aunque la perspectiva hacia el escenario no fuera la mejor, la vista era completamente secundaria.
- Ambientillo, si gustas:
Se consiguió acomodar justo cuando empezó la obra y atendió, como tenía costumbre. Si bien no tenía claro si le gustaba o no la ópera, la conocía y era una estudiosa de la materia, así que podía, por lo menos, apreciarla como se lo merecía.
El sonido conocido le reconfortó mucho más de lo que hubiera calculado al principio, entre tanto desconcierto tener algo que finalmente pudiera reconocer era todo un alivio. Se le hizo corta, la verdad, para lo cómoda y segura que se sentía en su palco sin necesidad de interactuar con nadie. El suave barullo de las voces al terminar la función dio paso a la ida y venida de la gente, mientras que a ella le condujeron al encuentro de la pequeña reunión, que en el fondo era precisamente aquel el objetivo, codearse con los potentes, aunque ella no se fuera capaz de percibir semejantes sutilidades.
Obediente y temerosa de que su madre tuviera ojos hasta en el infierno, se acercó a las mesas a cotillear, porque la curiosidad de lo que se serviría allí y de si sería tan diferente a lo que ella conocía le pudo más que la timidez, sin embargo caminaba con tranquilidad por los diferentes escaparates de delicatessen, observando, hasta que vio algo mucho más interesante. Se alejó de las mesas para fijarse en una escultura que representaba el rostro de una mujer, de ahí pasó a un tapiz, a una columna geminada que parecía haber sido traída de otro lugar, un cuadro en la pared...Vamos, que fue comiéndose con los ojos cada detalle que había por la sala, moviéndose con toda naturalidad, como si allí estuviera ella sola y no hubiera tenido ningún tipo de institutriz que le hubiera enseñado buenos modales. Y así, en una de sus idas y venidas por el salón, entre esculturas, piezas musicales, instrumentos famosos, arte y formas admirables se encontró con un par de ojos marrones.
Se quedó plantada mirando fijamente, sin pestañear, con la cabeza inclinada ligeramente hacia atrás, porque además esos ojos oscuros estaban bastante más por encima de su ángulo natural de visión. Después de unos cuantos segundos interminables se dio cuenta de que estaba demasiado cerca de alguien, porque esos ojos lo más probable era que tuvieran un dueño. Un dueño cuyo espacio personal había sido descaradamente invadido. Se echó hacia atrás y ,larga y pausadamente, pestañeó; como si acabase de salir de alguna especie de trance.
Después de unos nuevos segundos de descaro, aun mirándole, alguien se le acercó como si quisiera que le hundieran en la tierra, su dama de compañía parecía apurada y le intentaba enviar señales sutiles desde hacía rato, señales que obviamente Anaé no percibió o bien había ignorado deliberadamente. Tras otros buenos segundos, la mujer inclinó la cabeza ligeramente a un lado, como si algo le hubiera hecho ‘click’.- Usted es “el hombre de los ojos raros”. - Y, por supuesto, le habló en inglés cuando se refirió a él.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
- Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
No quería matarse, quería salir de allí, alejarse de aquella pesadilla, empezar a correr y no volver jamás a ella. Dejarla atrás, como millones de situaciones de su pasado. Ni en la peor de las imágenes hubiera podido encarnar al hombre al que había visto hacía apenas segundos. Nada le dolía tanto como pensar que aquel hombre la pudiera imaginar con esa sangre fría..Sangre fría para sonsacarle información, como si ella tuviera algún tipo de interés que no fuera puro. Como si de él solo quisiera su posición o su dinero..O su cuerpo. No podía creerlo. ¿A sus ojos ella era así? ¿Una especie de..Caza hombres? ¿Una de esas mujeres que usaba todo cuanto tenía a su alcance para conquistar y manipular? Anaé odiaba a ese tipo de persona, porque lo había visto en su madre y le avergonzaba..pero..Que Emory pensase así de ella..Aquello dolía más que lanzarse por un coche en marcha, estaba segura. Aquello..No podía ser cierto.
No fue difícil detenerla, había cogido impulso y al ser tan pequeña era rápida pero desde luego ni remotamente tanto como Axel y ni qué hablar de la fuerza. Así que aunque al principio pensó en resistirse y hasta agitó los brazos, en cuanto notó las firmes tenazas en las que se habían convertido aquellas manos y en el dolor que le provocaban se quedó totalmente quieta y encogida. No era sólo confusión y miedo lo que lord Blackmore veía en aquellos ojos. Lo que más destacaba era el dolor, una profunda laceración, como si le hubieran arrancado pedacitos de alma y los hubieran pisoteado y, además, se hubieran reido. Así se sentía. Como una estúpida. Avergonzada. Dolida..Tan...Tan dolida.
Le miraba aun, totalmente quieta mientras él hablaba. ¿Qué le pasaba a aquel hombre? ¿Cómo iba a ella espiar a nadie..Si no era capaz de recordar ni lo que había estado haciendo esa mañana? ¿Qué le habían hecho para ser así de desconfiado? ...¿Quién? Apretó los labios cuando, finalmente, Axel le soltó, pero a pesar de todo seguía sintiendo sus dedos como acero candente sobre su piel, pero aun libre ya de aquel tacto no se marchó.
Entreabrió los labios, cogiendo aire, aire que le había estado faltando desde hacía rato y, sin haberlas notado, las lágrimas se deslizaron por sus mejillas hasta cubrir rápidamente su rostro. Anaé se inclinó hacia delante, cualquiera diría que iba a salir de allí a toda prisa, pero no lo hizo. La muchacha se recostó sobre él. Sobre Emory. Dejó caer su mejilla contra su pecho, con los brazos aun contra su propio torso en gesto de auto protección. Se acomodó sobre el cuerpo del lord ingles, encogiéndose tanto como pudiera, acurrucándose, apretándose contra él, buscando algo de cordura, algo a lo que sostenerse. Catherine sollozó, incapaz de contener las lágrimas. Decir que había pasado miedo se quedaba corto, su cuerpo temblaba de pies a cabeza y necesitaba con desesperación un lugar en el que refugiarse y, desde luego, no era su casa. De otro modo jamás le habría invadido de aquella manera..Pero..Pero el alivio que sintió al escuchar de nuevo a Emory..no tenía ningún precio, ni siquiera su decoro. Em estaba allí de nuevo, le podía ver, pero esta vez necesitaba sentirlo, necesitaba saber que él estaba allí.- Nunca le har..haría eso.- Su voz tembló mientras lloraba.- Nunca le haría daño. Nunca..Nunca me he acercado a usted por..-Se le quebró la voz, no pudo decirlo en voz alta. Ella jamás sería así de rastrera. Enterró el rostro contra su pecho, intentando ocultar aquel llanto, intentando aferrarse al Em que había visto.-…¿Eso...Piensa sobre mi? ¿Siempre lo ha pensado..?- Era lo que más le dolía de todo. Llamarle espía, que dudara, que le tratara de esa forma y le dijera aquellas cosas tan horribles..Nada se podía comparar al hecho de que..Había sospechado que ella quería acercarse a él con segundas intenciones.-..¿Tan despreciable soy para usted..?- Sentía el pecho estallando. Justo era aquello lo que no quería de ningún modo. Decepcionarle. Pero..Esta vez...Era ella la que se sentía decepcionada. Cogió aire con fuerza, intentando recomponer la poca dignidad que le quedaba. Apartó el rostro de él y le miró, totalmente rota..Anaé era una muñeca rota. Le había insultado..De la peor forma posible.
No era una mujer muy orgullosa, pero ella siempre había pensado lo mejor de él, aunque le había parecido increíble que un hombre así fuera tan bueno con ella de forma deliberada, ella le había dado toda su buena fe, toda la credibilidad, toda su confianza y él..Él no. Pensar que todo lo que había hecho que sus días fueran menos pesarosos, todo ese tiempo pensando en Emory, reviviendo una y otra vez los momentos en el Louvre..Habían sido una gran mentira.
Cogió aire, se le iba a escapar un sollozo, pero no lo permitió. No más. No iba a permitir que él le viera de esa manera nunca más. Quería enterrarse en algún lugar, quería sepultar todo lo que había vivido, para no tener que pasar por ese dolor. Por ese desengaño. Ahora no sabría si Emory era amable, si buscaba en ella eso de lo que él le había acusado tan a la ligera. No se imaginaba el hoyo que había cavado en su pecho. No se lo podía imaginar.
Se levantó, incorporándose despacio, entumecida. Salió del coche, limpiándose las lágrimas. Se juró que eran las últimas. Se juró que no iba a pensar más en él, que había visto una faceta tan cruel que le daba pavor volver a ver. Le había hecho más daño del que ella pudiera calcular en un principio. Se sentía vacía. Sucia. Engañada. Juzgada.. Y..No debería ser tan sorprendente porque ya le había ocurrido antes..Pero antes no existía Em. Y Emory dolía mucho más que nadie en su vida.
No fue difícil detenerla, había cogido impulso y al ser tan pequeña era rápida pero desde luego ni remotamente tanto como Axel y ni qué hablar de la fuerza. Así que aunque al principio pensó en resistirse y hasta agitó los brazos, en cuanto notó las firmes tenazas en las que se habían convertido aquellas manos y en el dolor que le provocaban se quedó totalmente quieta y encogida. No era sólo confusión y miedo lo que lord Blackmore veía en aquellos ojos. Lo que más destacaba era el dolor, una profunda laceración, como si le hubieran arrancado pedacitos de alma y los hubieran pisoteado y, además, se hubieran reido. Así se sentía. Como una estúpida. Avergonzada. Dolida..Tan...Tan dolida.
Le miraba aun, totalmente quieta mientras él hablaba. ¿Qué le pasaba a aquel hombre? ¿Cómo iba a ella espiar a nadie..Si no era capaz de recordar ni lo que había estado haciendo esa mañana? ¿Qué le habían hecho para ser así de desconfiado? ...¿Quién? Apretó los labios cuando, finalmente, Axel le soltó, pero a pesar de todo seguía sintiendo sus dedos como acero candente sobre su piel, pero aun libre ya de aquel tacto no se marchó.
Entreabrió los labios, cogiendo aire, aire que le había estado faltando desde hacía rato y, sin haberlas notado, las lágrimas se deslizaron por sus mejillas hasta cubrir rápidamente su rostro. Anaé se inclinó hacia delante, cualquiera diría que iba a salir de allí a toda prisa, pero no lo hizo. La muchacha se recostó sobre él. Sobre Emory. Dejó caer su mejilla contra su pecho, con los brazos aun contra su propio torso en gesto de auto protección. Se acomodó sobre el cuerpo del lord ingles, encogiéndose tanto como pudiera, acurrucándose, apretándose contra él, buscando algo de cordura, algo a lo que sostenerse. Catherine sollozó, incapaz de contener las lágrimas. Decir que había pasado miedo se quedaba corto, su cuerpo temblaba de pies a cabeza y necesitaba con desesperación un lugar en el que refugiarse y, desde luego, no era su casa. De otro modo jamás le habría invadido de aquella manera..Pero..Pero el alivio que sintió al escuchar de nuevo a Emory..no tenía ningún precio, ni siquiera su decoro. Em estaba allí de nuevo, le podía ver, pero esta vez necesitaba sentirlo, necesitaba saber que él estaba allí.- Nunca le har..haría eso.- Su voz tembló mientras lloraba.- Nunca le haría daño. Nunca..Nunca me he acercado a usted por..-Se le quebró la voz, no pudo decirlo en voz alta. Ella jamás sería así de rastrera. Enterró el rostro contra su pecho, intentando ocultar aquel llanto, intentando aferrarse al Em que había visto.-…¿Eso...Piensa sobre mi? ¿Siempre lo ha pensado..?- Era lo que más le dolía de todo. Llamarle espía, que dudara, que le tratara de esa forma y le dijera aquellas cosas tan horribles..Nada se podía comparar al hecho de que..Había sospechado que ella quería acercarse a él con segundas intenciones.-..¿Tan despreciable soy para usted..?- Sentía el pecho estallando. Justo era aquello lo que no quería de ningún modo. Decepcionarle. Pero..Esta vez...Era ella la que se sentía decepcionada. Cogió aire con fuerza, intentando recomponer la poca dignidad que le quedaba. Apartó el rostro de él y le miró, totalmente rota..Anaé era una muñeca rota. Le había insultado..De la peor forma posible.
No era una mujer muy orgullosa, pero ella siempre había pensado lo mejor de él, aunque le había parecido increíble que un hombre así fuera tan bueno con ella de forma deliberada, ella le había dado toda su buena fe, toda la credibilidad, toda su confianza y él..Él no. Pensar que todo lo que había hecho que sus días fueran menos pesarosos, todo ese tiempo pensando en Emory, reviviendo una y otra vez los momentos en el Louvre..Habían sido una gran mentira.
Cogió aire, se le iba a escapar un sollozo, pero no lo permitió. No más. No iba a permitir que él le viera de esa manera nunca más. Quería enterrarse en algún lugar, quería sepultar todo lo que había vivido, para no tener que pasar por ese dolor. Por ese desengaño. Ahora no sabría si Emory era amable, si buscaba en ella eso de lo que él le había acusado tan a la ligera. No se imaginaba el hoyo que había cavado en su pecho. No se lo podía imaginar.
Se levantó, incorporándose despacio, entumecida. Salió del coche, limpiándose las lágrimas. Se juró que eran las últimas. Se juró que no iba a pensar más en él, que había visto una faceta tan cruel que le daba pavor volver a ver. Le había hecho más daño del que ella pudiera calcular en un principio. Se sentía vacía. Sucia. Engañada. Juzgada.. Y..No debería ser tan sorprendente porque ya le había ocurrido antes..Pero antes no existía Em. Y Emory dolía mucho más que nadie en su vida.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Asistió estupefacto a las palabras y al llanto de Anaé, sintió una rigidez dolorosa subiendo hasta la nuca y una náusea creciente hacia la garganta. No fingía. No lo había hecho en ningún momento. ¿Cómo podía haberse ofuscado así con aquella pobre muchacha? si un rato antes en el Louvre la admiraba como un cuadro de Claude Monet.
Estaba paralizado, por un instante no supo qué hacer, todo parecía desmoronarse a su alrededor. Notó un extraño vacío en el centro del pecho y la risa irónica de Marion Harmon regresó a sus oídos. Y de pronto la chica se abrazó a él. Eso acabó de romper algo en su interior, algo que se hizo añicos, algo que cortaba como esquirlas de metralla. Elevó la mano acariciando su pelo apenas dos veces, porque ella no le dio tiempo de más. El nudo que tenía en la garganta le impedía pronunciar ni una sola palabra. Entonces ella se apartó e hizo ademán de largarse.
Alargó la mano y la tomó de la muñeca cuando se estaba bajando del coche. Tragó saliva y la miró con una expresión realmente sobrecogedora. Había tomado una determinación que quizás le costase cara, pero no podía hacer otra cosa porque la había ofendido y dañado de una forma que ningun caballero que supiera el significado de la palabra "honor" se podía permitir.
— espere...por favor no se marche...déjeme que le explique...y quizás no sea consuelo para el dolor que le he causado, pero al menos deje que lo intente.
Se bajó del coche con ella y bajo la luz de una farola de gas podía ver las lagrimas corriendo y estropeando el maquillaje, que ya estaba estampado en su impoluta camisa blanca, pero no podía importarle menos. Sacó un pañuelo del bolsillo del chaleco y se lo acercó a la mejilla retirando los churretones que se había hecho y después se lo depositó en la mano por si tenía ganas de llorar más, aunque esperaba que no lo hiciera porque le daba un nosequé. De nuevo la cogió de las manos suavemente como había hecho por la tarde en el carruaje para infundirle ánimos de camino hacia casa de su madre.
— Catherine...me siento un completo imbécil por la forma en la que me he equivocado. El reencuentro con la señora Harmon me ha descolocado más de lo que desearía... es una historia del pasado que aún duele. Y después entendí mal sus palabras. Sé que no hay nada que me disculpe. Por eso quiero ser sincero con usted aunque me esté arriesgando a ....pffff.
Dudaba si hacerlo o no, pero la decisión estaba tomada. Su expresión dolida y sobre todo asustada, lo acabó de desmontar. Hincó una rodilla en el suelo sujetando sus manos y la miró.
— Le prometo que no le haré daño, que no estoy loco, que no pretendo otra cosa que explicarle quién es Axel Blackmore de verdad y entonces...usted podrá decidir si quiere aceptar mis disculpas o no.
La miró un instante antes de ponerse en pie de nuevo, y su expresión era de completo arrepentimiento.
Tiró de ella suavemente hacia el número 12 de la Plaza de Tertre. Se detuvo frente a la puerta y tomó aire.
— ¿Recuerda que le hablé de Philippe Pot en el Louvre? que se decía que era un cazador de monstruos...pues... los monstruos existen, y yo soy uno de los muchos cazadores que combatimos esa oscuridad. Esta es nuestra sede. Ahora ya lo sabe, y esa verdad no la hará más libre, porque ya no podrá dormir tranquila. Se supone que...usted no debería saber esto, nadie debería saberlo. No sólo existimos nosotros, también la Logia de los brujos, La inquisición, y otras organizaciones poderosas que participan en esta guerra entre el bien y el mal, que existe desde tiempos de Caín.— Siguió sujetando sus manos con suavidad.— ¿quiere entrar?
Estaba paralizado, por un instante no supo qué hacer, todo parecía desmoronarse a su alrededor. Notó un extraño vacío en el centro del pecho y la risa irónica de Marion Harmon regresó a sus oídos. Y de pronto la chica se abrazó a él. Eso acabó de romper algo en su interior, algo que se hizo añicos, algo que cortaba como esquirlas de metralla. Elevó la mano acariciando su pelo apenas dos veces, porque ella no le dio tiempo de más. El nudo que tenía en la garganta le impedía pronunciar ni una sola palabra. Entonces ella se apartó e hizo ademán de largarse.
Alargó la mano y la tomó de la muñeca cuando se estaba bajando del coche. Tragó saliva y la miró con una expresión realmente sobrecogedora. Había tomado una determinación que quizás le costase cara, pero no podía hacer otra cosa porque la había ofendido y dañado de una forma que ningun caballero que supiera el significado de la palabra "honor" se podía permitir.
— espere...por favor no se marche...déjeme que le explique...y quizás no sea consuelo para el dolor que le he causado, pero al menos deje que lo intente.
Se bajó del coche con ella y bajo la luz de una farola de gas podía ver las lagrimas corriendo y estropeando el maquillaje, que ya estaba estampado en su impoluta camisa blanca, pero no podía importarle menos. Sacó un pañuelo del bolsillo del chaleco y se lo acercó a la mejilla retirando los churretones que se había hecho y después se lo depositó en la mano por si tenía ganas de llorar más, aunque esperaba que no lo hiciera porque le daba un nosequé. De nuevo la cogió de las manos suavemente como había hecho por la tarde en el carruaje para infundirle ánimos de camino hacia casa de su madre.
— Catherine...me siento un completo imbécil por la forma en la que me he equivocado. El reencuentro con la señora Harmon me ha descolocado más de lo que desearía... es una historia del pasado que aún duele. Y después entendí mal sus palabras. Sé que no hay nada que me disculpe. Por eso quiero ser sincero con usted aunque me esté arriesgando a ....pffff.
Dudaba si hacerlo o no, pero la decisión estaba tomada. Su expresión dolida y sobre todo asustada, lo acabó de desmontar. Hincó una rodilla en el suelo sujetando sus manos y la miró.
— Le prometo que no le haré daño, que no estoy loco, que no pretendo otra cosa que explicarle quién es Axel Blackmore de verdad y entonces...usted podrá decidir si quiere aceptar mis disculpas o no.
La miró un instante antes de ponerse en pie de nuevo, y su expresión era de completo arrepentimiento.
Tiró de ella suavemente hacia el número 12 de la Plaza de Tertre. Se detuvo frente a la puerta y tomó aire.
— ¿Recuerda que le hablé de Philippe Pot en el Louvre? que se decía que era un cazador de monstruos...pues... los monstruos existen, y yo soy uno de los muchos cazadores que combatimos esa oscuridad. Esta es nuestra sede. Ahora ya lo sabe, y esa verdad no la hará más libre, porque ya no podrá dormir tranquila. Se supone que...usted no debería saber esto, nadie debería saberlo. No sólo existimos nosotros, también la Logia de los brujos, La inquisición, y otras organizaciones poderosas que participan en esta guerra entre el bien y el mal, que existe desde tiempos de Caín.— Siguió sujetando sus manos con suavidad.— ¿quiere entrar?
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Quería irse, de verdad que si. Lo que menos le apetecía era seguir haciendo el ridículo de aquella manera, aunque ya no le debería de importar lo que Axel tuviera que decir o lo que pensara sobre ella, pero..Era incapaz de hacerlo. En cuanto el hombre le pidió que le escuchase ella se vio obligada a hacerlo. No se alejó de allí, se quedó bajo la luz de la farola aun sintiendo cómo su respiración no se recomponía pese a haber dejado de llorar. No podía negarse a recibir una disculpa, aunque le hubiera gustado decirle que no le iba a perdonar tan fácilmente, que aquello que había hecho había estado mal, muy mal, que le había asustado..Que le estaba juzgando solo porque se veía de aquella forma, pero no pudo hacerlo.
Apretó los labios, esperando a que él bajase del coche y que se enfrentasen. No quería más discusiones, no quería escucharle decir ninguna tontería más, aun seguía con el temblor que le habían provocado esas venenosas palabras. Bajó la mirada y de nuevo aspiró aire, se dejó limpiar el rostro aunque se sintió realmente extraña con esa muestra de ternura, después de lo que había ocurrido. Cogió el pañuelo y se terminó de limpiar el rostro, palpando por donde habían corrido las lágrimas. Por suerte, Anaé no solía llevar demasiado maquillaje, su piel era bastante blanca de por sí y no solía maquillarse los ojos porque le hacían parecer aun más grandes de lo que ya eran, apenas una línea oscura y un poco de sombreado, pero al final era maquillaje que había dejado en la camisa de Axel. Se colocó las manos delante del cuerpo, entrelazadas, porque de alguna forma necesitaba sentirse algo menos sensible y protegida, pero lord Blackmore no le permitió conservar esa postura mucho tiempo. Levantó la vista hacia él cuando le cogió de las manos con aquella delicadeza.
Era un hombre extraño...Había sido tan duro hacía apenas unos minutos, tan insultante, tan sobrecogedor y autoritario, tan firme y ácido..Y de pronto se convertía en...mermelada de fresa. Cogió aire, haciendo el esfuerzo de escucharle, de no mirarle con mala cara aunque..Hacía rato que solo le miraba confusa, ligeramente..Conmovida y triste, sobre todo triste. La mención de Marion en los labios de Axel volvió a dolerle, aunque se regañó por hacerlo, bajó la mirada unos segundos, incómoda. Saber que esa mujer alteraba a lord Blackmore hasta ese punto le hacía sentir tan enfadada con ella como envidiosa. Le miró con esos ojos de cordera de camino al matadero, cuando le dijo que le iba a contar algo importante ¿Qué era tan arriesgado?...Entonces le vio arrodillarse y se puso tensa inmediatamente..Tardó unos segundos en empezar a enrojecer. Miró a su alrededor, apurada.- ...Lord Blackmore levántese, por favor..-Apretó los labios cuando empezó a hablar, realmente incómoda. Le escuchó, con ansiedad..Porque si alguien les veía, a saber lo que podrían pensar. Se humedeció los labios y asintió con la cabeza, conforme..Solo quería que se levantase del suelo antes de que se pudiera malinterpretar y que a ella se le saliera el corazón del pecho.
Estaba enfadada. Se había jurado permanecer así para él el resto de su vida….Y ahora le miraba con esos extraños ojos de mirada decaída y tintes de arrepentimiento..Y se sentía liviana..¿Quién podría estar enojada para siempre cuando se le disculpaban de aquella manera? Tragó saliva y caminó con él hacia la sede. Asintió con la cabeza, también le había venido a la cabeza aquella tumba. Cogió aire y lo soltó muy lentamente. Brujos..Inquisición...La orden. Bien..Al menos le estaba dando la información a un ritmo en el que pudo digerirla. Tragó saliva, insegura...Y miró a su alrededor algo dubitativa. Cualquiera pensaría que estaba, el pobre hombre, loco de atar.
Le encaró cuando le hizo la pregunta, pero había cosas que no se le iban de la cabeza. Antes le había amenazado con llevarla a aquel mismo lugar a sonsacarle todo lo que necesitara saber..La verdad era que ahora no sabía si le estaba engatusando para entrar o no y lo segundo era..Que no le había contestado a sus preguntas. Cogió aire y le miró, seria, porque le costaba mucho hacer ese tipo de preguntas personales.-..Quiero..Preguntarle algo primero.- Estaba nerviosa, se le notaba.- Quiero saber..Si...Si todo aquello que ha dicho realmente lo sentía. Si piensa que soy mezquina e interesada. - Sacudió suavemente la cabeza, compungida todavía.- No me importa si es un..cazador,-habló en bajo al decir la palabra.- no me importa si..Si existen seres sobrenaturales solo quiero saber si ha pensado alguna vez en mi como en una persona que miente..y...y que estaba jugando con usted..¿Lo ha hecho?- Le miró intentando ser imparcial, intentando no traslucir lo mucho que le iba a afectar su respuesta. Si no había entendido mal, los monstruos, los brujos..Y todos esos cuentos de hadas iban a seguir allí, así que..La Sede de la Orden podría esperar. Así que primero necesitaba saber la verdad de cómo le veía Axel, antes de aceptar su invitación, porque si no se fiaba de ella, entonces..¿De qué serviría ver ese mundo?
Apretó los labios, esperando a que él bajase del coche y que se enfrentasen. No quería más discusiones, no quería escucharle decir ninguna tontería más, aun seguía con el temblor que le habían provocado esas venenosas palabras. Bajó la mirada y de nuevo aspiró aire, se dejó limpiar el rostro aunque se sintió realmente extraña con esa muestra de ternura, después de lo que había ocurrido. Cogió el pañuelo y se terminó de limpiar el rostro, palpando por donde habían corrido las lágrimas. Por suerte, Anaé no solía llevar demasiado maquillaje, su piel era bastante blanca de por sí y no solía maquillarse los ojos porque le hacían parecer aun más grandes de lo que ya eran, apenas una línea oscura y un poco de sombreado, pero al final era maquillaje que había dejado en la camisa de Axel. Se colocó las manos delante del cuerpo, entrelazadas, porque de alguna forma necesitaba sentirse algo menos sensible y protegida, pero lord Blackmore no le permitió conservar esa postura mucho tiempo. Levantó la vista hacia él cuando le cogió de las manos con aquella delicadeza.
Era un hombre extraño...Había sido tan duro hacía apenas unos minutos, tan insultante, tan sobrecogedor y autoritario, tan firme y ácido..Y de pronto se convertía en...mermelada de fresa. Cogió aire, haciendo el esfuerzo de escucharle, de no mirarle con mala cara aunque..Hacía rato que solo le miraba confusa, ligeramente..Conmovida y triste, sobre todo triste. La mención de Marion en los labios de Axel volvió a dolerle, aunque se regañó por hacerlo, bajó la mirada unos segundos, incómoda. Saber que esa mujer alteraba a lord Blackmore hasta ese punto le hacía sentir tan enfadada con ella como envidiosa. Le miró con esos ojos de cordera de camino al matadero, cuando le dijo que le iba a contar algo importante ¿Qué era tan arriesgado?...Entonces le vio arrodillarse y se puso tensa inmediatamente..Tardó unos segundos en empezar a enrojecer. Miró a su alrededor, apurada.- ...Lord Blackmore levántese, por favor..-Apretó los labios cuando empezó a hablar, realmente incómoda. Le escuchó, con ansiedad..Porque si alguien les veía, a saber lo que podrían pensar. Se humedeció los labios y asintió con la cabeza, conforme..Solo quería que se levantase del suelo antes de que se pudiera malinterpretar y que a ella se le saliera el corazón del pecho.
Estaba enfadada. Se había jurado permanecer así para él el resto de su vida….Y ahora le miraba con esos extraños ojos de mirada decaída y tintes de arrepentimiento..Y se sentía liviana..¿Quién podría estar enojada para siempre cuando se le disculpaban de aquella manera? Tragó saliva y caminó con él hacia la sede. Asintió con la cabeza, también le había venido a la cabeza aquella tumba. Cogió aire y lo soltó muy lentamente. Brujos..Inquisición...La orden. Bien..Al menos le estaba dando la información a un ritmo en el que pudo digerirla. Tragó saliva, insegura...Y miró a su alrededor algo dubitativa. Cualquiera pensaría que estaba, el pobre hombre, loco de atar.
Le encaró cuando le hizo la pregunta, pero había cosas que no se le iban de la cabeza. Antes le había amenazado con llevarla a aquel mismo lugar a sonsacarle todo lo que necesitara saber..La verdad era que ahora no sabía si le estaba engatusando para entrar o no y lo segundo era..Que no le había contestado a sus preguntas. Cogió aire y le miró, seria, porque le costaba mucho hacer ese tipo de preguntas personales.-..Quiero..Preguntarle algo primero.- Estaba nerviosa, se le notaba.- Quiero saber..Si...Si todo aquello que ha dicho realmente lo sentía. Si piensa que soy mezquina e interesada. - Sacudió suavemente la cabeza, compungida todavía.- No me importa si es un..cazador,-habló en bajo al decir la palabra.- no me importa si..Si existen seres sobrenaturales solo quiero saber si ha pensado alguna vez en mi como en una persona que miente..y...y que estaba jugando con usted..¿Lo ha hecho?- Le miró intentando ser imparcial, intentando no traslucir lo mucho que le iba a afectar su respuesta. Si no había entendido mal, los monstruos, los brujos..Y todos esos cuentos de hadas iban a seguir allí, así que..La Sede de la Orden podría esperar. Así que primero necesitaba saber la verdad de cómo le veía Axel, antes de aceptar su invitación, porque si no se fiaba de ella, entonces..¿De qué serviría ver ese mundo?
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Le acababa de decir que los monstruos existían y que él cazaba criaturas del mal y... ¿le importaba una soberana mierda? Anaé era muy rara. Lo único que le importaba era si él había pensado sobre ella como una pájara interesada, como una aprovechada, una mujer calculadora. La miró unos segundos maravillado por aquellos extraños mecanismos mentales que no alcanzaba ni a adivinar.
Esa mujer era un jeroglífico egipcio, y él no tenía la piedra Rosetta para descifrarlo. Si la situación no fuera tan tensa y él no estuviera en ese punto tan revuelto, se habría reído. Pero en su persona confluían el desconcierto, la culpabilidad, el asombro, la incredulidad y un sinfín más de sensaciones que no se atrevía a enumerar porque le parecían demasiadas para una sola noche.
— No, no era así como la veía... no es así como la veo ahora. Pero por un instante me equivoqué, arrastrado por una especie de paranoia en la que me cegó la desconfianza. En el Louvre era usted.. luz. La que captó Monet en el cuadro. Pero de pronto...— sus ojo miraron erráticos hacia un tejado cualquiera de la plaza.— mi mundo se volvió patas arriba con ese encuentro inesperado. Le pido disculpas de nuevo.
Axel iba a decirle de nuevo que debería llevara a casa, pero se abrió la puerta de la Sede y salieron dos novatos rumbo a algun lugar y al pasar por su lado lo saludaron.
— Buenas noches capitán.
— Buenas noches... — les hizo un gesto con la cabeza como preguntando que a dónde iban y ellos le devolvieron el gesto de "todo ok".— tened cuidado.
— hasta mañana.
Los chavales se perdieron entre las calles aledañas a la plaza y de nuevo se quedaron ellos dos bajo la luz de una farola. Axel miró a Anaé, cuya mano todavía sujetaba entre las suyas. ¿Qué debía estar pensando en ese mismo instante? ¿estaría deseando echar a correr pensando que eran una pandilla de chalados? ¿estaría pensando que era un imbécil por dejar que le afectase así la presencia de Marion Harmon? ¿Estaría lamentando haber aceptado su invitación al Louvre?
Esa mujer era un jeroglífico egipcio, y él no tenía la piedra Rosetta para descifrarlo. Si la situación no fuera tan tensa y él no estuviera en ese punto tan revuelto, se habría reído. Pero en su persona confluían el desconcierto, la culpabilidad, el asombro, la incredulidad y un sinfín más de sensaciones que no se atrevía a enumerar porque le parecían demasiadas para una sola noche.
— No, no era así como la veía... no es así como la veo ahora. Pero por un instante me equivoqué, arrastrado por una especie de paranoia en la que me cegó la desconfianza. En el Louvre era usted.. luz. La que captó Monet en el cuadro. Pero de pronto...— sus ojo miraron erráticos hacia un tejado cualquiera de la plaza.— mi mundo se volvió patas arriba con ese encuentro inesperado. Le pido disculpas de nuevo.
Axel iba a decirle de nuevo que debería llevara a casa, pero se abrió la puerta de la Sede y salieron dos novatos rumbo a algun lugar y al pasar por su lado lo saludaron.
— Buenas noches capitán.
— Buenas noches... — les hizo un gesto con la cabeza como preguntando que a dónde iban y ellos le devolvieron el gesto de "todo ok".— tened cuidado.
— hasta mañana.
Los chavales se perdieron entre las calles aledañas a la plaza y de nuevo se quedaron ellos dos bajo la luz de una farola. Axel miró a Anaé, cuya mano todavía sujetaba entre las suyas. ¿Qué debía estar pensando en ese mismo instante? ¿estaría deseando echar a correr pensando que eran una pandilla de chalados? ¿estaría pensando que era un imbécil por dejar que le afectase así la presencia de Marion Harmon? ¿Estaría lamentando haber aceptado su invitación al Louvre?
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Anaé necesitaba ir por partes o de lo contrario su mente se convertía en un ovillo de lana imposible de ordenar. Su cabeza era capaz de seguir varios hilos de pensamiento al mismo tiempo, pero su boca no, así que siempre soltaba incoherencias. Dejó la idea de los monstruos a un lado, esperando diligentemente la respuesta del lord inglés. Lo primero era lo primero.
Le observó intentando descifrar lo que querían decirle esos ojos tristes, ella no siguió su mirada cuando pensó en la mujer que le había trastocado tanto y Anaé sintió una punzada de dolor al ver su expresión al volver a Marion, porque..Sabía que en esos momentos pensaba en la dama que se aparecía en su mente, perturbándole. No era una mujer rencorosa, aunque a veces le hubiera gustado serlo, era demasiado simple y demasiado despistada como para guardar un odio profundo. La mayoría de las veces ni se acordaba por qué se había ofendido, pero algo le decía que con Emory era diferente. Repasaba una y otra vez cada detalle de su fortuito encuentro en París, cómo acabaron en el Louvre...Cómo había disfrutado de su compañía y del museo. Cómo de feliz había estado por ir de su brazo a aquella cena..Suspiró, podía entender que hubiera desconfiado..Ella también lo había hecho de él y más de una vez, pero había decidido confiar a pesar de todo, eso no restaba que hubiera dudado. Al menos, Emory tenía un buen motivo para pensar mal de ella, aunque no se hacía ni a una remota idea de lo que suponía realmente ser un cazador. Suponía que ahora empezaría a entender.
Iba a decirle que no estaba enfadada, que ya se le había pasado, pero en ese momento salieron los dos jóvenes de la Sede. Observó cómo se detenían y parecían tener una conversación particular con Axel. ¿Capitán?...¿Los cazadores tenían rangos..? Miró de reojo al lord..¿Un capitán? ¿Se dedicaba a perseguir monstruos pero además era un superior? No lo hubiera adivinado jamás..Miró a los jóvenes desaparecer por las calles y se quedó mirando los oscuros callejones de París, pensando en lo duro que debía ser aquella vida. La conversación en el hermoso museo le vino a la mente..Y miró a Axel, recordando también la expresión que tenía cuando le dijo que esperaba que existieran..Que debía ser una vida muy poco gratificante, sin reconocimiento, en el anonimato...Se cubrió de un suave rubor. La reacción de Emory por aquel entonces tuvo una connotación muy diferente ahora que la miraba desde esa nueva perspectiva. Quiso acariciarle, decirle que aunque no lo supieran estaba segura de que las personas corrientes valorarían su trabajo como es debido si estuvieran informados. Qué vida más solitaria. Qué vida más complicada. Qué vida más gris.
Bajó la mirada, dándose cuenta entonces que sus manos seguían unidas. ¿Aquellos muchachos les habrían visto así?...¿A su capitán? ¿Con ella? Miró hacia un lado y apartó con suavidad las manos, sonrojándose de nuevo. No quería darle mala fama. Al levantar la vista, con timidez, se fijó en las manchas de su camisa. Extendió la mano izquierda, intentando apartar los tintes de su maquillaje de aquella impoluta prenda nívea, pero no ocurrió. Apretó suavemente los labios.- Le he manchado..-Levantó la vista hacia sus ojos, sintiéndose culpable..Pero no solo por eso..Si no por haberse sentido tan ofendida, por haberle entendido tan poco..Solo por..Celos. No quería preguntarle por la señora Harmon, esa espina aun seguía clavada y la verdad era que no quería saber nada de ella, ni quería atosigar a Emory con su infinita curiosidad y unas renovadas ansias por descubrir qué hubo entre ellos...Y qué había. Sentía que si iba por ese camino, al final ella misma estaría poniendo a Marion en sus vidas, inmiscuyendo a la hermosa muchacha entre ellos aun sin estar presente y eso era justo lo contrario a lo que deseaba Catherine...Por muy atrevido que le resultase. Los momentos que compartía con Em..Quería que fueran de ellos. Y de nadie más. No podría evitar que la imaginación de lord Blackmore viajara hacia la despampanante americana, pero por Dios que no lo iba a hacer por culpa de ella. Por mucho que le doliera tenía que asumir que esa mujer formó y formaba parte de la vida de Axel tanto como para afectarle hasta ese punto. Solo esperaba que aquella dama dejara de hacerle daño, que si realmente le importaba supiera valorar a Em y que supiera cuidar de él.
Miró hacia la puerta de la sede con las manos entrelazadas por delante de su cuerpo. No dijo nada durante varios minutos en un sepulcral silencio, como si estuviera pensando aun si debía pasar o no, admirando la arquitectura del singular lugar.- ¿Nos esperará Cerbero al otro lado? - Comentó, con su natural jovialidad, aquello le parecía la mismísima entrada al Hades.- Dije que le acompañaría al infierno. ¿No es así?- Echó ligeramente la cabeza hacia atrás y le fulminó con esos ojazos brillantes, pero ya no existían las lágrimas, ni siquiera su sombra. Volvían a ser brillantes, llenos de curiosidad. Anaé le regaló una sonrisa, escueta, pero plena, antes de volver a mirar hacia delante y caminar hacia la puerta.
Hacía tiempo que había decidido seguirle. Con todas las consecuencias.
Le observó intentando descifrar lo que querían decirle esos ojos tristes, ella no siguió su mirada cuando pensó en la mujer que le había trastocado tanto y Anaé sintió una punzada de dolor al ver su expresión al volver a Marion, porque..Sabía que en esos momentos pensaba en la dama que se aparecía en su mente, perturbándole. No era una mujer rencorosa, aunque a veces le hubiera gustado serlo, era demasiado simple y demasiado despistada como para guardar un odio profundo. La mayoría de las veces ni se acordaba por qué se había ofendido, pero algo le decía que con Emory era diferente. Repasaba una y otra vez cada detalle de su fortuito encuentro en París, cómo acabaron en el Louvre...Cómo había disfrutado de su compañía y del museo. Cómo de feliz había estado por ir de su brazo a aquella cena..Suspiró, podía entender que hubiera desconfiado..Ella también lo había hecho de él y más de una vez, pero había decidido confiar a pesar de todo, eso no restaba que hubiera dudado. Al menos, Emory tenía un buen motivo para pensar mal de ella, aunque no se hacía ni a una remota idea de lo que suponía realmente ser un cazador. Suponía que ahora empezaría a entender.
Iba a decirle que no estaba enfadada, que ya se le había pasado, pero en ese momento salieron los dos jóvenes de la Sede. Observó cómo se detenían y parecían tener una conversación particular con Axel. ¿Capitán?...¿Los cazadores tenían rangos..? Miró de reojo al lord..¿Un capitán? ¿Se dedicaba a perseguir monstruos pero además era un superior? No lo hubiera adivinado jamás..Miró a los jóvenes desaparecer por las calles y se quedó mirando los oscuros callejones de París, pensando en lo duro que debía ser aquella vida. La conversación en el hermoso museo le vino a la mente..Y miró a Axel, recordando también la expresión que tenía cuando le dijo que esperaba que existieran..Que debía ser una vida muy poco gratificante, sin reconocimiento, en el anonimato...Se cubrió de un suave rubor. La reacción de Emory por aquel entonces tuvo una connotación muy diferente ahora que la miraba desde esa nueva perspectiva. Quiso acariciarle, decirle que aunque no lo supieran estaba segura de que las personas corrientes valorarían su trabajo como es debido si estuvieran informados. Qué vida más solitaria. Qué vida más complicada. Qué vida más gris.
Bajó la mirada, dándose cuenta entonces que sus manos seguían unidas. ¿Aquellos muchachos les habrían visto así?...¿A su capitán? ¿Con ella? Miró hacia un lado y apartó con suavidad las manos, sonrojándose de nuevo. No quería darle mala fama. Al levantar la vista, con timidez, se fijó en las manchas de su camisa. Extendió la mano izquierda, intentando apartar los tintes de su maquillaje de aquella impoluta prenda nívea, pero no ocurrió. Apretó suavemente los labios.- Le he manchado..-Levantó la vista hacia sus ojos, sintiéndose culpable..Pero no solo por eso..Si no por haberse sentido tan ofendida, por haberle entendido tan poco..Solo por..Celos. No quería preguntarle por la señora Harmon, esa espina aun seguía clavada y la verdad era que no quería saber nada de ella, ni quería atosigar a Emory con su infinita curiosidad y unas renovadas ansias por descubrir qué hubo entre ellos...Y qué había. Sentía que si iba por ese camino, al final ella misma estaría poniendo a Marion en sus vidas, inmiscuyendo a la hermosa muchacha entre ellos aun sin estar presente y eso era justo lo contrario a lo que deseaba Catherine...Por muy atrevido que le resultase. Los momentos que compartía con Em..Quería que fueran de ellos. Y de nadie más. No podría evitar que la imaginación de lord Blackmore viajara hacia la despampanante americana, pero por Dios que no lo iba a hacer por culpa de ella. Por mucho que le doliera tenía que asumir que esa mujer formó y formaba parte de la vida de Axel tanto como para afectarle hasta ese punto. Solo esperaba que aquella dama dejara de hacerle daño, que si realmente le importaba supiera valorar a Em y que supiera cuidar de él.
Miró hacia la puerta de la sede con las manos entrelazadas por delante de su cuerpo. No dijo nada durante varios minutos en un sepulcral silencio, como si estuviera pensando aun si debía pasar o no, admirando la arquitectura del singular lugar.- ¿Nos esperará Cerbero al otro lado? - Comentó, con su natural jovialidad, aquello le parecía la mismísima entrada al Hades.- Dije que le acompañaría al infierno. ¿No es así?- Echó ligeramente la cabeza hacia atrás y le fulminó con esos ojazos brillantes, pero ya no existían las lágrimas, ni siquiera su sombra. Volvían a ser brillantes, llenos de curiosidad. Anaé le regaló una sonrisa, escueta, pero plena, antes de volver a mirar hacia delante y caminar hacia la puerta.
Hacía tiempo que había decidido seguirle. Con todas las consecuencias.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Cuando hizo el torpe intento de limpiarle la camisa estuvo tentado de que lo dejara estar, que no servía de nada, que lo hecho, hecho estaba, que una vez derramas el cubo del aceite, puedes limpiarlo, pero siempre deja una huella y... ya daba igual porque ella estaba utilizando sus tiempos para procesar, casi podía escuchar los engranajes de su cabeza toda máquina.
Seguramente Anaé fuera una de esas personas prudentes en extremo, que ante la duda preferían callarse por si la cagaban, conscientes de su facilidad para meter la pata. La prudencia era una virtud que él consideraba de las más valiosas, los bocazas no solían llegar lejos o acababan sin ser tomados en serio. Estaba siendo prudente, y él respetaría sus tiempos.
Aguardó la respuesta, que posiblemente cambiase el rumbo de la noche drásticamente. No era así como se suponía que debía suceder, él no le contaba su secreto a la primera dama que aparecía en su camino, y ni siquiera si esa dama le importaba como lo hacía ahora Catherine. No, se suponía que debería pasar el tiempo y que todo volvería al cauce natural, ella se aburriría del serio y formal Lord Blackmore y fijaría su interés en alguien de su edad. Era así como debería haber sucedido y así él no tendría que haberse expuesto de nuevo a que alguien quedase deslumbrado por la gloria, la heroicidad, la leyenda del cazador para después comprobar que en el día a día no tenía nada de romántico y mucho de dramático; que el pan de cada día pasaba por jornadas interminables de trabajo, responsabilidades que pesaban como un yugo, peligros que la mayoría ni imaginaban, largas ausencias y muchas cargas difíciles de compaginar con una familia, con una pareja... y finalmente Lord Blackmore o Axel no lo valían. El Emory que subyacía bajo todo aquel peso acababa por ser decepcionante porque siempre elegía la Orden, el trabajo, la promesa de hacer un mundo mejor para los hijos que no tendría, o los que tendría y criaría como un padre ausente.
Debería haber sido una cena sin más, un rato entre cuchicheos, nadando como pez en el agua, en un terreno donde siempre ganaba; no una noche de dejar al descubierto las piedras con las que solía tropezar en su camino. Pero ya no tenía caso. La maldita Marion Harmon había reaparecido volviendo a hacer sangrar las antiguas cicatrices.
Anaé le preguntó con una sonrisa si le esperaría el Can Cerbero al otro lado y no pudo por menos que sorprenderse y sentir cierto alivio. Al menos parecía que había aceptado sus disculpas y sus ojos brillaban como por la tarde en el Louvre. Por un lado esa chica le producía ternura, por otra le despertaba el instinto protector, y por si fuera poca la amalgama de cosas que sentía sin piedad, le inspiraba, era como una musa. No podía negarle una sonrisa al escuchar aquello y de nuevo le tendió la mano.
— Sin duda tenemos una perra guardiana muy feroz, pero creo que tiene la noche libre.— luego ya le explicaría que se refería a Aveline.— Tengo que pedirle algo Catherine. Es importante que comprenda que esto no debe saberlo nadie, ni su familia... nadie. Un desliz puede poner en peligro la vida de personas como los dos cazadores novatos que ha visto hace un momento. Nunca se sabe a quién le puede llegar esa información y las criaturas a las que nos enfrentamos tienen cientos o miles de años, poderes y habilidades sobrehumanas, estamos en desventaja. No les ayude a sembrar más terror y muerte. Por cada cazador hay al menos cien monstruos, somos pocos y sólo somos humanos. Prométame que no lo contará.
Abrió la puerta de la sede y entraron. La noche acababa de caer y había menos actividad, las hermanas Riekova estaban terminando un entrenamiento en la Arena con sus armas tan exóticas, el látigo cortante y la cadena con bola de pinchos y cuchillas al final. En una de las salas había un par de cazadores consultando unos mapas y uns manuales que habrían pedido al bibliotecario, seguramente documentandose sobre algunas criaturas o algo similar. El hermano Aurelius vestido con su hábito caminaba por el pasillo portando material de curas porque una de las hermanas sangraba por una ceja. Él era uno de los que vivían en la Sede. Siempre estaba de guardia porque en cualquier momento podía llegar un cazador malherido.
— Buenas noches capitán...¿no se iba usted a...? buenas noches señorita.
— Buenas noches Aurelius...¿todo en orden?... esta es la señorita Boissieu.
— si, lo de siempre ¿nueva postulante?— Axel negó con la cabeza y sonrió de medio lado.
— Vamos, Aurelius, a ver si vas a necesitar lentes ¿de verdad tiene pinta de ser cazadora?
— yo que sé, en estos tiempos que corren...disculpe señorita. Voy a... adiós— Axel sonrió de medio lado y vio alejarse al antiguo fraile, que era un brujo wiccano. El hermano Aurelius señaló la Arena donde las dos mujeres luchaban con una habilidad increíble. En un lado estaba el tablón y el nombre de Aveline Blackmore iba en cabeza con el de X. Ackerman, el Halcón y Braco. Eran los cazadores con más destreza y eso se notaba en las clasificaciones.
Se detuvieron un instante a ver cómo se movían las hermanas y como finalmente Aurelius le curaba el corte a una de ellas. El pasillo continuaba con despachos y dependencias varias y subieron a la primera planta, allí estaba su despacho y la hizo pasar. Encendió la lámpara de gas iluminando la estancia. El despacho de Axel no era todo lo elegante y ostentoso que cabía presuponer. Era un hombre práctico y le gustaba hacer su trabajo con gran precisión. Era metódico y ordenado y todo estaba bien colocado y archivado. En la pared tenía colgado el título de licenciado en Historia, había sacado la especialidad en historia de las antiguas civilizaciones, el resto de la familia tenía estudios en leyes, economía o música.
Se acercó al mueble bar, necesitaba un trago, se sirvió un brandy.
— ¿quiere beber algo?.— le dio un trago a su vaso y miró las pilas de informes sobre su mesa.— ¿es lo que esperaba? seguramente sea más decepcionante de lo que imaginaba.
Seguramente Anaé fuera una de esas personas prudentes en extremo, que ante la duda preferían callarse por si la cagaban, conscientes de su facilidad para meter la pata. La prudencia era una virtud que él consideraba de las más valiosas, los bocazas no solían llegar lejos o acababan sin ser tomados en serio. Estaba siendo prudente, y él respetaría sus tiempos.
Aguardó la respuesta, que posiblemente cambiase el rumbo de la noche drásticamente. No era así como se suponía que debía suceder, él no le contaba su secreto a la primera dama que aparecía en su camino, y ni siquiera si esa dama le importaba como lo hacía ahora Catherine. No, se suponía que debería pasar el tiempo y que todo volvería al cauce natural, ella se aburriría del serio y formal Lord Blackmore y fijaría su interés en alguien de su edad. Era así como debería haber sucedido y así él no tendría que haberse expuesto de nuevo a que alguien quedase deslumbrado por la gloria, la heroicidad, la leyenda del cazador para después comprobar que en el día a día no tenía nada de romántico y mucho de dramático; que el pan de cada día pasaba por jornadas interminables de trabajo, responsabilidades que pesaban como un yugo, peligros que la mayoría ni imaginaban, largas ausencias y muchas cargas difíciles de compaginar con una familia, con una pareja... y finalmente Lord Blackmore o Axel no lo valían. El Emory que subyacía bajo todo aquel peso acababa por ser decepcionante porque siempre elegía la Orden, el trabajo, la promesa de hacer un mundo mejor para los hijos que no tendría, o los que tendría y criaría como un padre ausente.
Debería haber sido una cena sin más, un rato entre cuchicheos, nadando como pez en el agua, en un terreno donde siempre ganaba; no una noche de dejar al descubierto las piedras con las que solía tropezar en su camino. Pero ya no tenía caso. La maldita Marion Harmon había reaparecido volviendo a hacer sangrar las antiguas cicatrices.
Anaé le preguntó con una sonrisa si le esperaría el Can Cerbero al otro lado y no pudo por menos que sorprenderse y sentir cierto alivio. Al menos parecía que había aceptado sus disculpas y sus ojos brillaban como por la tarde en el Louvre. Por un lado esa chica le producía ternura, por otra le despertaba el instinto protector, y por si fuera poca la amalgama de cosas que sentía sin piedad, le inspiraba, era como una musa. No podía negarle una sonrisa al escuchar aquello y de nuevo le tendió la mano.
— Sin duda tenemos una perra guardiana muy feroz, pero creo que tiene la noche libre.— luego ya le explicaría que se refería a Aveline.— Tengo que pedirle algo Catherine. Es importante que comprenda que esto no debe saberlo nadie, ni su familia... nadie. Un desliz puede poner en peligro la vida de personas como los dos cazadores novatos que ha visto hace un momento. Nunca se sabe a quién le puede llegar esa información y las criaturas a las que nos enfrentamos tienen cientos o miles de años, poderes y habilidades sobrehumanas, estamos en desventaja. No les ayude a sembrar más terror y muerte. Por cada cazador hay al menos cien monstruos, somos pocos y sólo somos humanos. Prométame que no lo contará.
Abrió la puerta de la sede y entraron. La noche acababa de caer y había menos actividad, las hermanas Riekova estaban terminando un entrenamiento en la Arena con sus armas tan exóticas, el látigo cortante y la cadena con bola de pinchos y cuchillas al final. En una de las salas había un par de cazadores consultando unos mapas y uns manuales que habrían pedido al bibliotecario, seguramente documentandose sobre algunas criaturas o algo similar. El hermano Aurelius vestido con su hábito caminaba por el pasillo portando material de curas porque una de las hermanas sangraba por una ceja. Él era uno de los que vivían en la Sede. Siempre estaba de guardia porque en cualquier momento podía llegar un cazador malherido.
— Buenas noches capitán...¿no se iba usted a...? buenas noches señorita.
— Buenas noches Aurelius...¿todo en orden?... esta es la señorita Boissieu.
— si, lo de siempre ¿nueva postulante?— Axel negó con la cabeza y sonrió de medio lado.
— Vamos, Aurelius, a ver si vas a necesitar lentes ¿de verdad tiene pinta de ser cazadora?
— yo que sé, en estos tiempos que corren...disculpe señorita. Voy a... adiós— Axel sonrió de medio lado y vio alejarse al antiguo fraile, que era un brujo wiccano. El hermano Aurelius señaló la Arena donde las dos mujeres luchaban con una habilidad increíble. En un lado estaba el tablón y el nombre de Aveline Blackmore iba en cabeza con el de X. Ackerman, el Halcón y Braco. Eran los cazadores con más destreza y eso se notaba en las clasificaciones.
Se detuvieron un instante a ver cómo se movían las hermanas y como finalmente Aurelius le curaba el corte a una de ellas. El pasillo continuaba con despachos y dependencias varias y subieron a la primera planta, allí estaba su despacho y la hizo pasar. Encendió la lámpara de gas iluminando la estancia. El despacho de Axel no era todo lo elegante y ostentoso que cabía presuponer. Era un hombre práctico y le gustaba hacer su trabajo con gran precisión. Era metódico y ordenado y todo estaba bien colocado y archivado. En la pared tenía colgado el título de licenciado en Historia, había sacado la especialidad en historia de las antiguas civilizaciones, el resto de la familia tenía estudios en leyes, economía o música.
Se acercó al mueble bar, necesitaba un trago, se sirvió un brandy.
— ¿quiere beber algo?.— le dio un trago a su vaso y miró las pilas de informes sobre su mesa.— ¿es lo que esperaba? seguramente sea más decepcionante de lo que imaginaba.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/12/2016
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Anaé no echaba para nada de menos la cena. La hubiera disfrutado igual, porque lo que le importaba en el fondo era su compañía. No mentía cuando le dijo que iría con él a cualquier parte, solos o acompañados, eso era lo de menos. Axel le parecía un hombre interesante, equilibrado, tan caballeroso y..Bueno, ahora sabía un poco más de él, también podía ser ácido y dar miedo, pero..Esos detalles solo ampliaban su curiosidad. La muchacha era realmente una esponja, le gustaba saber y conocer y Axel tenía tanto que mostrar, le gustaba tanto escucharle, estar a su lado y ver cómo era capaz de comportarse con naturalidad sin importar la situación…
Claro que también era un hombre capaz de alterarse viendo a aquella mujer o pensando que era ella una espía..Axel era mucho más de lo que aparentaba ser y eso lo supo desde el primer día que vio sus ojos en aquella reunión de Londres. Conservaba ese recuerdo, porque le impactó tanto ver a un hombre así, que fue incapaz de olvidar esa mirada. El conjunto de su rostro desapareció con el tiempo, así como su nombre o sus títulos, pero no su esencia. Estaba ilusionada por saber un poquito más de él, se sentía como en la primera página de un libro, donde apenas se encuentra el nombre de la obra y el del autor, empezaba a entrar en las primeras páginas y aun así estaba totalmente inmersa en la historia. Quería saber más. Aceptaría cualquier cosa que Emory decidiera darle, ya fuera una cena, una sonrisa, esa desconfianza o un pedacito de su vida.
Apretó los labios, porque estaba muy emocionada. No se podía imaginar lo que supondría para él dejar que ella entrase allí. No era sólo un edificio o un secreto, era por lo que él vivía..Y moriría. Tenía que ser muy importante y sentirse muy culpable para darle esa parte de él. Asintió con la cabeza, entendía que no podía decir nada, desde luego..Ni se le había pasado por la cabeza.- No se preocupe, lord Blackmore..Mis padres..No hablamos de nada importante y aunque dijera algo..-Sonrió de medio lado.- pensarían que estoy loca, así que..-Negó con la cabeza, no le traicionaría de esa manera, sabía de sobra que era una mujer débil, que no brillaba por su inteligencia, ni siquiera por su belleza..Pero era leal y jamás diría nada que pudiera comprometer algo tan importante como la seguridad de Axel..Que valía mucho más que la suya.- Le prometo que jamás diré nada a nadie..-Luego se quedó pensativa.- A no ser que..A no ser que alguno de esos monstruos pueda obligarme sin que pueda evitarlo..-Porque no sabía qué habilidades podrían tener. Claro que había leído historias pero suponía que muchas eran simple ficción y no estaban basadas en estudios, con lo que lo mismo no eran para tanto..O todo lo contrario.
Curiosamente, no sintió miedo. Entró en la Sede y al momento sus pupilas cambiaron de diámetro. Dio un rápido repaso a la entrada y se fijó en el Padre que pasó por allí. Sonrió con amabilidad y se inclinó como siempre, bastante sorprendida por ver allí a un hombre de Dios. Sonrió cuando le preguntó a Axel si era nueva cazadora..Desde luego no estaba hecha ni para cazar moscas, así que le hizo gracia.- Buenas noches..-Se despidió, aun divertida. Anaé observó curiosa la tabla y de nuevo se quedó mirando el nombre de Aveline en ella. Necesitó varios segundos..Los primeros para recordar que Blackmore era el apellido de la familia de Emory y que, por supuesto, Aveline era su hermana. Otros tantos para asimilar lo que significaba. Miró al caballero, sin dejar de sonreír, plena de asombro.-..¿Es esto como el Brandy..? ¿Cosa de familia?-Observó a alas chicas entrenando, luego al Padre Aurelius ayudando a cerrar las heridas. Se sorprendió lo fuertes que eran allí las mujeres, era un mundo completamente nuevo para ella, en el que sus congéneres no tenían que estar a la sombra de un hombre. Ellas empuñaban las armas y por lo que podía ver, Aveline se colocaba en primer lugar. Se sintió muy insignificante, muy inútil. Ella solo estaba en el mundo para..Nada. Para estar callada, en pie y sonriendo. Y aquí hombres y mujeres arriesgaban sus vidas por una causa mucho mayor que ellos mismos, para salvar personas que nunca sabrían de sus nombres o de cómo sacrificaron sus vidas. Se sentía muy mundana, muy vacía. Muy culpable de ser una de tantas personas incapaz de defenderse por sí mismas de lo que les aguardaba en las calles.
Subió las escaleras, suspirando. Admiraba un montón a esas mujeres de armas, con agallas, no se podía ni imaginar lo duro que debía ser. A todo lo que tendrían que renunciar todos allí. Era sobrecogedor. Entró en el despacho y se sorprendió al ver lo pragmático que era. Sencillo, funcional..Para nada lo que se habría imaginado de un noble. Caminó despacio, ahora que estaban solos, se sentía más tranquila y cómoda. Emory ya sabía de sus límites y le había visto en una de esas crisis así que..Ya poco más le podría sorprender. Observó primero el montón de papeles, pasó una mano con suavidad por encima de la mesa mientras caminaba, con la misma expresión que tenía al caminar por el Louvre. Para ella era todo tan fascinante, tan diferente, tan inaudito y único.- Agua..Si la tiene.- Susurró, como si tuviera miedo de elevar la voz e interrumpir el flujo de esa estancia. Se quedó delante del título en Historia y sonrió cómplice, antes de seguir avanzando. Cotilleaba, para qué negarlo, pero no lo hacía con descaro, ni se detenía a leer lo que había en los papeles, no era tan maleducada.- ¿Se está burlando de mi? Estoy...Sin palabras.- Y como siempre, Anaé no mentía, estaba absolutamente atónita. Se colocó detrás de la silla, donde seguramente Axel pasaba horas enterrado en todos esos papeles. Sonrió y colocó las manos sobre el respaldo, acariciando la madera. - Es tan injusto…-Miró hacia Axel, porque suponía que igual que su padre se pasaba la vida en su oficina él también lo haría, su padre vivía más en el despacho que en su casa.-¿Cómo hacen para..Para no desfallecer? ¿Cómo puede ir..A una cena..o a un museo, con una chiquilla inútil y luego venir aquí y arriesgar su vida? ¿Cómo puede ir a una reunión tediosa y luego sacrificarse de esa manera?..Sin pedir nada a cambio..Sois ustedes tan admirables..-Apretó los labios, la curiosidad le consumía, pero la dejó libre. Miró a Axel a los ojos.- ..¿Por qué..?- Suponía que el inglés no tenía ninguna necesidad de aquello, suponía que lo hacía por propia voluntad porque de lo contrario..¿Qué motivo podría tener tanto peso como para abandonar una vida cómoda, llena de lujos y de todo cuanto un hombre pudiera desear y cambiarla por una dedicada en cuerpo y alma a una causa cuya importancia nadie reconocería?
Claro que también era un hombre capaz de alterarse viendo a aquella mujer o pensando que era ella una espía..Axel era mucho más de lo que aparentaba ser y eso lo supo desde el primer día que vio sus ojos en aquella reunión de Londres. Conservaba ese recuerdo, porque le impactó tanto ver a un hombre así, que fue incapaz de olvidar esa mirada. El conjunto de su rostro desapareció con el tiempo, así como su nombre o sus títulos, pero no su esencia. Estaba ilusionada por saber un poquito más de él, se sentía como en la primera página de un libro, donde apenas se encuentra el nombre de la obra y el del autor, empezaba a entrar en las primeras páginas y aun así estaba totalmente inmersa en la historia. Quería saber más. Aceptaría cualquier cosa que Emory decidiera darle, ya fuera una cena, una sonrisa, esa desconfianza o un pedacito de su vida.
Apretó los labios, porque estaba muy emocionada. No se podía imaginar lo que supondría para él dejar que ella entrase allí. No era sólo un edificio o un secreto, era por lo que él vivía..Y moriría. Tenía que ser muy importante y sentirse muy culpable para darle esa parte de él. Asintió con la cabeza, entendía que no podía decir nada, desde luego..Ni se le había pasado por la cabeza.- No se preocupe, lord Blackmore..Mis padres..No hablamos de nada importante y aunque dijera algo..-Sonrió de medio lado.- pensarían que estoy loca, así que..-Negó con la cabeza, no le traicionaría de esa manera, sabía de sobra que era una mujer débil, que no brillaba por su inteligencia, ni siquiera por su belleza..Pero era leal y jamás diría nada que pudiera comprometer algo tan importante como la seguridad de Axel..Que valía mucho más que la suya.- Le prometo que jamás diré nada a nadie..-Luego se quedó pensativa.- A no ser que..A no ser que alguno de esos monstruos pueda obligarme sin que pueda evitarlo..-Porque no sabía qué habilidades podrían tener. Claro que había leído historias pero suponía que muchas eran simple ficción y no estaban basadas en estudios, con lo que lo mismo no eran para tanto..O todo lo contrario.
Curiosamente, no sintió miedo. Entró en la Sede y al momento sus pupilas cambiaron de diámetro. Dio un rápido repaso a la entrada y se fijó en el Padre que pasó por allí. Sonrió con amabilidad y se inclinó como siempre, bastante sorprendida por ver allí a un hombre de Dios. Sonrió cuando le preguntó a Axel si era nueva cazadora..Desde luego no estaba hecha ni para cazar moscas, así que le hizo gracia.- Buenas noches..-Se despidió, aun divertida. Anaé observó curiosa la tabla y de nuevo se quedó mirando el nombre de Aveline en ella. Necesitó varios segundos..Los primeros para recordar que Blackmore era el apellido de la familia de Emory y que, por supuesto, Aveline era su hermana. Otros tantos para asimilar lo que significaba. Miró al caballero, sin dejar de sonreír, plena de asombro.-..¿Es esto como el Brandy..? ¿Cosa de familia?-Observó a alas chicas entrenando, luego al Padre Aurelius ayudando a cerrar las heridas. Se sorprendió lo fuertes que eran allí las mujeres, era un mundo completamente nuevo para ella, en el que sus congéneres no tenían que estar a la sombra de un hombre. Ellas empuñaban las armas y por lo que podía ver, Aveline se colocaba en primer lugar. Se sintió muy insignificante, muy inútil. Ella solo estaba en el mundo para..Nada. Para estar callada, en pie y sonriendo. Y aquí hombres y mujeres arriesgaban sus vidas por una causa mucho mayor que ellos mismos, para salvar personas que nunca sabrían de sus nombres o de cómo sacrificaron sus vidas. Se sentía muy mundana, muy vacía. Muy culpable de ser una de tantas personas incapaz de defenderse por sí mismas de lo que les aguardaba en las calles.
Subió las escaleras, suspirando. Admiraba un montón a esas mujeres de armas, con agallas, no se podía ni imaginar lo duro que debía ser. A todo lo que tendrían que renunciar todos allí. Era sobrecogedor. Entró en el despacho y se sorprendió al ver lo pragmático que era. Sencillo, funcional..Para nada lo que se habría imaginado de un noble. Caminó despacio, ahora que estaban solos, se sentía más tranquila y cómoda. Emory ya sabía de sus límites y le había visto en una de esas crisis así que..Ya poco más le podría sorprender. Observó primero el montón de papeles, pasó una mano con suavidad por encima de la mesa mientras caminaba, con la misma expresión que tenía al caminar por el Louvre. Para ella era todo tan fascinante, tan diferente, tan inaudito y único.- Agua..Si la tiene.- Susurró, como si tuviera miedo de elevar la voz e interrumpir el flujo de esa estancia. Se quedó delante del título en Historia y sonrió cómplice, antes de seguir avanzando. Cotilleaba, para qué negarlo, pero no lo hacía con descaro, ni se detenía a leer lo que había en los papeles, no era tan maleducada.- ¿Se está burlando de mi? Estoy...Sin palabras.- Y como siempre, Anaé no mentía, estaba absolutamente atónita. Se colocó detrás de la silla, donde seguramente Axel pasaba horas enterrado en todos esos papeles. Sonrió y colocó las manos sobre el respaldo, acariciando la madera. - Es tan injusto…-Miró hacia Axel, porque suponía que igual que su padre se pasaba la vida en su oficina él también lo haría, su padre vivía más en el despacho que en su casa.-¿Cómo hacen para..Para no desfallecer? ¿Cómo puede ir..A una cena..o a un museo, con una chiquilla inútil y luego venir aquí y arriesgar su vida? ¿Cómo puede ir a una reunión tediosa y luego sacrificarse de esa manera?..Sin pedir nada a cambio..Sois ustedes tan admirables..-Apretó los labios, la curiosidad le consumía, pero la dejó libre. Miró a Axel a los ojos.- ..¿Por qué..?- Suponía que el inglés no tenía ninguna necesidad de aquello, suponía que lo hacía por propia voluntad porque de lo contrario..¿Qué motivo podría tener tanto peso como para abandonar una vida cómoda, llena de lujos y de todo cuanto un hombre pudiera desear y cambiarla por una dedicada en cuerpo y alma a una causa cuya importancia nadie reconocería?
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
- Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 27/01/2017
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Tenía una jarra de agua en el despacho y le sirvió un vaso a Anaé dejándolo sobre la mesa y acercándose a la ventana por la que se colaban los plateados rayos de la luna que ya se levantaba sobre la plaza.
— Porque no hay nada más importante ni sagrado que la vida. Ahora mismo, mientras hablamos, hay monstruos ahí fuera, alimentándose de la ignorancia y la inocencia de la gente. Algunos beben su sangre, otros matan sin piedad...¿Cómo puedo saberlo y no hacer nada para pararlo?. El bien y el mal existen desde que el mundo es mundo. La lucha entre sobrenaturales y humanos existe desde antes de que hubiera registro escrito. Hay muchas organizaciones en un bando y otro, tratando de establecer la paz y la convivencia entre especies, otros tratando de provocar la guerra y la anarquía. Nosotros no lo hacemos en nombre de ningun dios, tan sólo defendemos la vida humana, estamos del lado de la oveja porque ellos son el lobo. Mantenemos un equilibrio precario con ellos. Si esto lo supiera todo el mundo se desataría una guerra incontrolada que acabaría con la extinción de los humanos. Créame, ellos son menos pero mil veces más fuertes.
Se bebió medio vaso de brandy y lo dejó sobre un archivador, le señaló a Anaé un cuadro que había al lado de una estantería, era una partitura.
— me la compuso mi hermana cuando era pequeña. Faith es la mejor en todo lo que se propone, pero su vida no es mucho más fácil que la mia. No se considere inútil, ella ha sacrificado su vida por una causa; no disfrutará de las mismas oportunidades que usted, que aún está a tiempo de enamorarse y formar una familia, de estudiar o emprender un negocio...o lo que quiera.— se giró para encararala y mirarla a los ojos, al parecer cuando lo hacía, Anaé le prestaba más atención.— No haga que el sacrificio de mujeres como ella caiga en saco roto. Es por la gente como usted, su familia o sus amigos, por la que nosotros existimos. Catherine, necesito creer que cada vez que Aurelius me tiene que coser un zarpazo de licántropo, estoy consiguiendo que otros puedan tener una vida feliz y la aprovechen. ¿Lo entiende?
Lo cierto es que Axel no era un kamikaze, no estaba loco, ni era un fanático. Creía en su causa, creía en sus ideales. ¿Un idealista? seguramente. ¿Un romántico? también.
— Verá, entiendo que lo vea ingrato, y lo es. Pero tampoco voy a mentirle, este compromiso con estos ideales es algo con lo que se nace, que está escrito bajo la piel. Nadie me obliga, esto es lo que soy. Antes de mí han habido miles de cazadores, y cuando yo no esté, seguirá habiendo. Pero los ideales nunca mueren, los ideales son a prueba de fuego y bala. No se puede matar una idea. La idea es que los humanos sean libres de hacer con su vida lo que quieran, tanto si quieren morir o matarse entre ellos, pero nadie debe sacrificarlos como ganado. Esa es la razón por la que mi vida se complica, porque esta sociedad no está preparada para aceptar todo lo que conlleva esa idea, y no soy libre de ejercer mi libertad. Asisto a reuniones, cenas y eventos en los que me distraigo poco o nada, hago negocios que ni conozco porque me lo llevan todo mis hermanos, y eso es la otra cara de la moneda. ¿Quiere saber lo que realmente disfruto? de una ópera, de un paseo por el Louvre, de disfrutar de las cosas bellas que la raza humana es capaz de crear y sentir, de las sonrisas de la gente y las miradas de quienes encaran un futuro con ilusión. Porque mientras pueda observarlas a mi alrededor, es que estoy haciendo bien mi trabajo.
Acababa de soltarle el sermón de la montaña a Anaé y de pronto se sintió algo descubierto, como cuando se te escurre la manta de madrugada. Le había dicho lo que era, quién era, y cómo funcionaba Emory. Y era sólo una cria impresionable. ¿Que cojones le estaba pasando?¿La edad lo etaba volviendo idiota? carraspeó incómodo y desvió la mirada hacia otro lugar.
— Porque no hay nada más importante ni sagrado que la vida. Ahora mismo, mientras hablamos, hay monstruos ahí fuera, alimentándose de la ignorancia y la inocencia de la gente. Algunos beben su sangre, otros matan sin piedad...¿Cómo puedo saberlo y no hacer nada para pararlo?. El bien y el mal existen desde que el mundo es mundo. La lucha entre sobrenaturales y humanos existe desde antes de que hubiera registro escrito. Hay muchas organizaciones en un bando y otro, tratando de establecer la paz y la convivencia entre especies, otros tratando de provocar la guerra y la anarquía. Nosotros no lo hacemos en nombre de ningun dios, tan sólo defendemos la vida humana, estamos del lado de la oveja porque ellos son el lobo. Mantenemos un equilibrio precario con ellos. Si esto lo supiera todo el mundo se desataría una guerra incontrolada que acabaría con la extinción de los humanos. Créame, ellos son menos pero mil veces más fuertes.
Se bebió medio vaso de brandy y lo dejó sobre un archivador, le señaló a Anaé un cuadro que había al lado de una estantería, era una partitura.
— me la compuso mi hermana cuando era pequeña. Faith es la mejor en todo lo que se propone, pero su vida no es mucho más fácil que la mia. No se considere inútil, ella ha sacrificado su vida por una causa; no disfrutará de las mismas oportunidades que usted, que aún está a tiempo de enamorarse y formar una familia, de estudiar o emprender un negocio...o lo que quiera.— se giró para encararala y mirarla a los ojos, al parecer cuando lo hacía, Anaé le prestaba más atención.— No haga que el sacrificio de mujeres como ella caiga en saco roto. Es por la gente como usted, su familia o sus amigos, por la que nosotros existimos. Catherine, necesito creer que cada vez que Aurelius me tiene que coser un zarpazo de licántropo, estoy consiguiendo que otros puedan tener una vida feliz y la aprovechen. ¿Lo entiende?
Lo cierto es que Axel no era un kamikaze, no estaba loco, ni era un fanático. Creía en su causa, creía en sus ideales. ¿Un idealista? seguramente. ¿Un romántico? también.
— Verá, entiendo que lo vea ingrato, y lo es. Pero tampoco voy a mentirle, este compromiso con estos ideales es algo con lo que se nace, que está escrito bajo la piel. Nadie me obliga, esto es lo que soy. Antes de mí han habido miles de cazadores, y cuando yo no esté, seguirá habiendo. Pero los ideales nunca mueren, los ideales son a prueba de fuego y bala. No se puede matar una idea. La idea es que los humanos sean libres de hacer con su vida lo que quieran, tanto si quieren morir o matarse entre ellos, pero nadie debe sacrificarlos como ganado. Esa es la razón por la que mi vida se complica, porque esta sociedad no está preparada para aceptar todo lo que conlleva esa idea, y no soy libre de ejercer mi libertad. Asisto a reuniones, cenas y eventos en los que me distraigo poco o nada, hago negocios que ni conozco porque me lo llevan todo mis hermanos, y eso es la otra cara de la moneda. ¿Quiere saber lo que realmente disfruto? de una ópera, de un paseo por el Louvre, de disfrutar de las cosas bellas que la raza humana es capaz de crear y sentir, de las sonrisas de la gente y las miradas de quienes encaran un futuro con ilusión. Porque mientras pueda observarlas a mi alrededor, es que estoy haciendo bien mi trabajo.
Acababa de soltarle el sermón de la montaña a Anaé y de pronto se sintió algo descubierto, como cuando se te escurre la manta de madrugada. Le había dicho lo que era, quién era, y cómo funcionaba Emory. Y era sólo una cria impresionable. ¿Que cojones le estaba pasando?¿La edad lo etaba volviendo idiota? carraspeó incómodo y desvió la mirada hacia otro lugar.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 07/12/2016
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Le siguió con la mirada, girándose hasta dar la espalda al escritorio para poder verle. Él estaba allí hablando, con su copa de brandy..¿Se podía hacer a una idea de cómo aparecía ante sus ojos? La luz de la luna le robaba color a su rostro, sus ojos parecían tan azules como cielo abierto, podía ver las diminutas arrugas que pasaban inadvertidas alrededor de sus ojos y su boca, la forma en que las sombras acariciaban la piel donde los rayos no le llegaban al hablar. Ojalá pudiera ver lo grande que se hacía hablando de su misión, la pasión que le llenaba, los tintes de tristeza que le envolvían con cada palabra. ¿Realmente no se daba cuenta?
A pesar de estar absolutamente cegada con la visión de Emory, estaba escuchando, porque no había en esa habitación algo que pudiera captar su atención más que él. Por un momento sintió que no escuchaba su voz, tan absorbida por el movimiento de sus labios, le daba la sensación de estar leyendo de ellos lo que decía y escuchando su voz únicamente en su cabeza. Ignorante e inocente, parecía que le estaba describiendo a ella, pero no podía evitarlo..Sabía que había gente mala, sin necesidad de ser sobre natural, no por ello vivía aterrada, no entraba en su naturaleza, ni siquiera tenía miedo de morir...pero él tenía razón..¿Cómo saber algo tan grande como esto y no hacer nada? ¿Cómo no sentirse pequeña ante semejante vida de dedicación y sacrificio?
Muy a su pesar, dejó de mirarle para prestar atención a la composición, era un detalle increíble que además de compositora y una arpista de renombre pudiera encontrarse en la primera de la lista de la Sede. Ella no se veía capaz ni de dar un guantazo bien merecido y le costaba mucho más que a los demás retener información o aprender cosas nuevas, sencillamente aunque quisiera ella no podría ser así. Su madre tenía razón, Dios le había castigado con ella. Le devolvió la mirada cuando notó los ojos cambiantes de Axel buscando una respuesta. Se encogió con la posibilidad de que lord Blackmore acabase herido, se llevó una mano al antebrazo protegiéndose de la repulsa que le provocaba la simple mención, sus ojos los decían todo, la preocupación se deshacía en ellos. Ser consciente de lo rápido que podía perder a Emory le cayó como una jarra de agua fría. Ella siempre aprovechaba los momentos, vivía de esa manera, dentro de sus posibilidades. No se preocupaba demasiado por el futuro, paseaba por el día a día esperando las cosas nuevas que le traería, sin un objetivo en la vida, sin una función..Y admiraba tanto a hombres y mujeres como él, que eran capaces de sacrificar su vida entera por el mañana de miles de desconocidos. Era lo más sobrecogedor que había vivido y quería contribuir, aunque estuviera totalmente fuera de sus posibilidades.
Sonrió de medio lado, con cierta timidez, le aliviaba que su compañía y los momentos que habían pasado juntos no fueran para él un compromiso y un lastre, le gustó escuchar que incluso el verdadero Emory apreció esos momentos, aunque hubiera estado ella. Le dejó unos segundos, cuando notó que él estaba incómodo, pero de todo cuanto había dicho habían un par de cosas que retuvo con más firmeza y no dejaban de dar golpes en su cabeza. Se acercó a él, procurando no invadir en exceso el espacio que él necesitaba en esos momentos, alargó el brazo y apoyó suavemente la mano en el suyo, lo justo para llamar su atención, no hizo fuerza, para nada..pero Anaé se inclinó un poco y agachó la cabeza, buscando el contacto con sus ojos. Apretó suavemente los labios.- Puedo ver que hace lo que es correcto para usted, que está orgulloso al ver que el mundo a su alrededor sigue girando..Pero no es feliz. Le falta algo..Lo veo..Cada vez que cree que no le miro..-Y sonrió cómplice mirando por un instante el suelo, antes de elevarla de nuevo.- Usted sonríe y es amable y cortés..Y un hombre maravilloso, todo su cuerpo grita que está contento y yo cada vez que le veo sonreír me pregunto…. ¿Y su vida feliz?- Anaé dejó de tocarle, porque notaba que había invadido una zona pantanosa.
Los ojos de Emory siempre le decían lo mismo, que había pesar en ellos, había algo que no iba a conjunto con el resto de sus expresiones, algo que tenía enterrado a mucha profundidad. Empezó a caminar, necesitaba despejarse si no quería hacerle preguntas molestas, no se sentía con el derecho.- No soy tan libre de hacer lo que quiera como se pueda imaginar..-Susurró, casi hablando para sí misma. Pasó los dedos por encima de los archivos, como una escusa para moverse por el despacho y no tener que mirarle.-..Pero cada vez..que noto que sonríe sin que le llegue el sentimiento a los ojos me encuentro pensando en...Qué podría hacer para que llegue..- No se atrevió a mirarle, porque desde que le había hablado de su restringida libertad, de su sacrificio voluntario..Ella no hacía más que darle vueltas a cómo podría hacer feliz a ese hombre, qué tenía que hacer para apartar las nubes grises de esa mirada. Sonrió, pasando las yemas de los dedos por las letras impresas en uno de los lomos de un tomo cualquiera. Al igual que a Axel le llenaba de calor ver que la gente podía vivir en paz. Verle sonreír era lo que le hacía feliz a ella. ..Sonrió, divertida, divagando, porque hacía rato que se había encerrado en su propia mente..Tal vez...Ella era su sacrificio.
Cuando le vino a la mente esta absurda idea, se sintió mil veces más ligera. No sabía qué necesitaba ese hombre para ser feliz realmente. Libertad quizá, enamorarse..O una familia o simplemente encerrarse en la torre más alta de algún castillo perdido en las montañas y olvidarse del resto del mundo, pero si estuviera en su manos Anaé sabía ahora que lo haría por él, que ese hombre que tenía ante ella no se merecía menos. Miró a Emory, para hacerle una promesa velada. Daría cualquier cosa por ver que sus nubes desaparecían.-..¿Quiere saber..Lo que disfruto yo?- Ya que Axel se había tomado la molestia de abrir su mundo y su corazón, ella haría lo mismo por él.
Sonrió de medio lado, moviéndose de nuevo hacia el escritorio, con renovada ilusión. En el rostro de Anaé brillaba la emoción, la emoción de hacer algo por él, algo que pudiera gustarle, algo que era parte de ella. Además, notaba que las palabras de Emory habían supurado, como si necesitase decirlo en alto, recordárselo más que decírselo a ella, pero eso estaba bien, le gustaba ver al verdadero Em.
Sin preguntar si quiera, Anaé empezó a moverse en torno al mueble haciendo a un lado papeles y utensilios, suavemente, encontró un pequeño taco de hojas que colocó en el centro de la mesa cuando, nuevamente, dio un rodeo por ella y se quedó en el lado sin silla. Se quitó los guantes, dejándolos en una pila informe a un lado y abrió el tintero. No sabía si le estaba molestando semejante invasión o no, porque Catherine estaba totalmente inmersa en las láminas que había colocado. No se sentó, al menos en eso le respetó. Cogió una pluma metálica y la limpió antes de sumergirla en el tinte oscuro, se movió cuidadosamente pero antes de apoyar la punta, una gota estropeó el papel, Anaé dejó la pluma rápidamente de vuelta en el tintero y de pronto frotó la mancha con la yema de su dedo anular, al principio podría parecer que estaba estúpidamente intentando limpiarla, pero cuando terminó de difuminar el tinte, usó arena para secarlo y repitió el mismo proceso. Hacía trazas, más o menos finas con la pluma, pero luego les daba forma y las extendía suavemente con las yemas de los dedos. Sus ojos se movían con rapidez sobre las trazas que creaba, viendo el conjunto global, luego en el detalle y de nuevo en la figura que quería componer, totalmente obcecada, perdida en lo que hacía. Tardó, sobre todo al final, en los toques finales, donde dejaba una línea aquí o una difusión más allá, pero finalmente acabó.
Se retiró, poniendo recta la espalda, que había tenido inclinada en la misma postura todo el tiempo. Observó el papel, que en un principio solo parecían goterones y manchas. Esparció los últimos toques de arena, asegurándose de que estaba todo seco. Había acabado con todos los dedos de la mano derecha manchados pero..No pareció importarle. Finalmente: Estuvo satisfecha. Cogió la hoja, retirando la arena y caminó hasta Axel, que seguramente había pensado que estaba loca pero ya..Ahora ya podía pensar lo que quisiera de ella, loca, espía, inocente o ingénua..Sólo quería mostrarle un pedazo de ella, tal y como había hecho él y las palabras no se atrevía a pronunciarlas.
Le entregó la hoja, sostenida cuidadosamente por la mano izquierda. Lo que al principio parecían manchas al azar, se convirtió en un hombre frente a una ventana. Anaé había retratado el perfil de Axel, junto a la ventana, con su copa de brandy en la mano. Solo que había usado la tinta como la luz de los rayos de luna que le habían bañado y las partes oscuras había dejado el blanco de la hoja. No era perfecta, desde luego, pero se distinguía a Axel sin problema, el rostro que enmarcaba el juego de luces y de sombras era claramente el suyo, con esas minúsculas arrugas marcadas con suaves líneas, la recargada mirada, la posición de su cuerpo..-No es digno del Louvre pero..-Anaé se palpó suavemente la frente con la muñeca derecha.- No necesito nada más para saber que no querría estar en otro lugar.
A pesar de estar absolutamente cegada con la visión de Emory, estaba escuchando, porque no había en esa habitación algo que pudiera captar su atención más que él. Por un momento sintió que no escuchaba su voz, tan absorbida por el movimiento de sus labios, le daba la sensación de estar leyendo de ellos lo que decía y escuchando su voz únicamente en su cabeza. Ignorante e inocente, parecía que le estaba describiendo a ella, pero no podía evitarlo..Sabía que había gente mala, sin necesidad de ser sobre natural, no por ello vivía aterrada, no entraba en su naturaleza, ni siquiera tenía miedo de morir...pero él tenía razón..¿Cómo saber algo tan grande como esto y no hacer nada? ¿Cómo no sentirse pequeña ante semejante vida de dedicación y sacrificio?
Muy a su pesar, dejó de mirarle para prestar atención a la composición, era un detalle increíble que además de compositora y una arpista de renombre pudiera encontrarse en la primera de la lista de la Sede. Ella no se veía capaz ni de dar un guantazo bien merecido y le costaba mucho más que a los demás retener información o aprender cosas nuevas, sencillamente aunque quisiera ella no podría ser así. Su madre tenía razón, Dios le había castigado con ella. Le devolvió la mirada cuando notó los ojos cambiantes de Axel buscando una respuesta. Se encogió con la posibilidad de que lord Blackmore acabase herido, se llevó una mano al antebrazo protegiéndose de la repulsa que le provocaba la simple mención, sus ojos los decían todo, la preocupación se deshacía en ellos. Ser consciente de lo rápido que podía perder a Emory le cayó como una jarra de agua fría. Ella siempre aprovechaba los momentos, vivía de esa manera, dentro de sus posibilidades. No se preocupaba demasiado por el futuro, paseaba por el día a día esperando las cosas nuevas que le traería, sin un objetivo en la vida, sin una función..Y admiraba tanto a hombres y mujeres como él, que eran capaces de sacrificar su vida entera por el mañana de miles de desconocidos. Era lo más sobrecogedor que había vivido y quería contribuir, aunque estuviera totalmente fuera de sus posibilidades.
Sonrió de medio lado, con cierta timidez, le aliviaba que su compañía y los momentos que habían pasado juntos no fueran para él un compromiso y un lastre, le gustó escuchar que incluso el verdadero Emory apreció esos momentos, aunque hubiera estado ella. Le dejó unos segundos, cuando notó que él estaba incómodo, pero de todo cuanto había dicho habían un par de cosas que retuvo con más firmeza y no dejaban de dar golpes en su cabeza. Se acercó a él, procurando no invadir en exceso el espacio que él necesitaba en esos momentos, alargó el brazo y apoyó suavemente la mano en el suyo, lo justo para llamar su atención, no hizo fuerza, para nada..pero Anaé se inclinó un poco y agachó la cabeza, buscando el contacto con sus ojos. Apretó suavemente los labios.- Puedo ver que hace lo que es correcto para usted, que está orgulloso al ver que el mundo a su alrededor sigue girando..Pero no es feliz. Le falta algo..Lo veo..Cada vez que cree que no le miro..-Y sonrió cómplice mirando por un instante el suelo, antes de elevarla de nuevo.- Usted sonríe y es amable y cortés..Y un hombre maravilloso, todo su cuerpo grita que está contento y yo cada vez que le veo sonreír me pregunto…. ¿Y su vida feliz?- Anaé dejó de tocarle, porque notaba que había invadido una zona pantanosa.
Los ojos de Emory siempre le decían lo mismo, que había pesar en ellos, había algo que no iba a conjunto con el resto de sus expresiones, algo que tenía enterrado a mucha profundidad. Empezó a caminar, necesitaba despejarse si no quería hacerle preguntas molestas, no se sentía con el derecho.- No soy tan libre de hacer lo que quiera como se pueda imaginar..-Susurró, casi hablando para sí misma. Pasó los dedos por encima de los archivos, como una escusa para moverse por el despacho y no tener que mirarle.-..Pero cada vez..que noto que sonríe sin que le llegue el sentimiento a los ojos me encuentro pensando en...Qué podría hacer para que llegue..- No se atrevió a mirarle, porque desde que le había hablado de su restringida libertad, de su sacrificio voluntario..Ella no hacía más que darle vueltas a cómo podría hacer feliz a ese hombre, qué tenía que hacer para apartar las nubes grises de esa mirada. Sonrió, pasando las yemas de los dedos por las letras impresas en uno de los lomos de un tomo cualquiera. Al igual que a Axel le llenaba de calor ver que la gente podía vivir en paz. Verle sonreír era lo que le hacía feliz a ella. ..Sonrió, divertida, divagando, porque hacía rato que se había encerrado en su propia mente..Tal vez...Ella era su sacrificio.
Cuando le vino a la mente esta absurda idea, se sintió mil veces más ligera. No sabía qué necesitaba ese hombre para ser feliz realmente. Libertad quizá, enamorarse..O una familia o simplemente encerrarse en la torre más alta de algún castillo perdido en las montañas y olvidarse del resto del mundo, pero si estuviera en su manos Anaé sabía ahora que lo haría por él, que ese hombre que tenía ante ella no se merecía menos. Miró a Emory, para hacerle una promesa velada. Daría cualquier cosa por ver que sus nubes desaparecían.-..¿Quiere saber..Lo que disfruto yo?- Ya que Axel se había tomado la molestia de abrir su mundo y su corazón, ella haría lo mismo por él.
Sonrió de medio lado, moviéndose de nuevo hacia el escritorio, con renovada ilusión. En el rostro de Anaé brillaba la emoción, la emoción de hacer algo por él, algo que pudiera gustarle, algo que era parte de ella. Además, notaba que las palabras de Emory habían supurado, como si necesitase decirlo en alto, recordárselo más que decírselo a ella, pero eso estaba bien, le gustaba ver al verdadero Em.
Sin preguntar si quiera, Anaé empezó a moverse en torno al mueble haciendo a un lado papeles y utensilios, suavemente, encontró un pequeño taco de hojas que colocó en el centro de la mesa cuando, nuevamente, dio un rodeo por ella y se quedó en el lado sin silla. Se quitó los guantes, dejándolos en una pila informe a un lado y abrió el tintero. No sabía si le estaba molestando semejante invasión o no, porque Catherine estaba totalmente inmersa en las láminas que había colocado. No se sentó, al menos en eso le respetó. Cogió una pluma metálica y la limpió antes de sumergirla en el tinte oscuro, se movió cuidadosamente pero antes de apoyar la punta, una gota estropeó el papel, Anaé dejó la pluma rápidamente de vuelta en el tintero y de pronto frotó la mancha con la yema de su dedo anular, al principio podría parecer que estaba estúpidamente intentando limpiarla, pero cuando terminó de difuminar el tinte, usó arena para secarlo y repitió el mismo proceso. Hacía trazas, más o menos finas con la pluma, pero luego les daba forma y las extendía suavemente con las yemas de los dedos. Sus ojos se movían con rapidez sobre las trazas que creaba, viendo el conjunto global, luego en el detalle y de nuevo en la figura que quería componer, totalmente obcecada, perdida en lo que hacía. Tardó, sobre todo al final, en los toques finales, donde dejaba una línea aquí o una difusión más allá, pero finalmente acabó.
Se retiró, poniendo recta la espalda, que había tenido inclinada en la misma postura todo el tiempo. Observó el papel, que en un principio solo parecían goterones y manchas. Esparció los últimos toques de arena, asegurándose de que estaba todo seco. Había acabado con todos los dedos de la mano derecha manchados pero..No pareció importarle. Finalmente: Estuvo satisfecha. Cogió la hoja, retirando la arena y caminó hasta Axel, que seguramente había pensado que estaba loca pero ya..Ahora ya podía pensar lo que quisiera de ella, loca, espía, inocente o ingénua..Sólo quería mostrarle un pedazo de ella, tal y como había hecho él y las palabras no se atrevía a pronunciarlas.
Le entregó la hoja, sostenida cuidadosamente por la mano izquierda. Lo que al principio parecían manchas al azar, se convirtió en un hombre frente a una ventana. Anaé había retratado el perfil de Axel, junto a la ventana, con su copa de brandy en la mano. Solo que había usado la tinta como la luz de los rayos de luna que le habían bañado y las partes oscuras había dejado el blanco de la hoja. No era perfecta, desde luego, pero se distinguía a Axel sin problema, el rostro que enmarcaba el juego de luces y de sombras era claramente el suyo, con esas minúsculas arrugas marcadas con suaves líneas, la recargada mirada, la posición de su cuerpo..-No es digno del Louvre pero..-Anaé se palpó suavemente la frente con la muñeca derecha.- No necesito nada más para saber que no querría estar en otro lugar.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/01/2017
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Axel de pronto sintió el contacto en su brazo y aquellos enormes ojos azules, acuosos, casi grises, brillando en aquella semipenumbra, trémulos de preocupación. Ella notaba que le faltaba "algo". Joder, y tanto que le faltaba. El mundo le debia una vida, una familia, un sólo día en el que no pensase en los peligros que podían acechar por cada rincón. Pero no se sentía desafortunado, él tenía muchas más posibilidades que la mayoría, tenía dinero y una familia que lo apoyaba en todo, y no podía quejarse de que su vida fuera un erial. Dramática era la vida de una viuda con 4 hijos a los que mantener y sin un trabajo para hacerlo. Dramática era la vida de un lisiado que perdía toda oportunidad de susbsistir tras quedarse sin su pierna por rabajar en condiciones infrahumanas. Drama era lo que soportaban los que vendían sus cuerpos a cualquier extraño que tuviera dos francos. No. No sentía desafortunado ni triste ni nada parecido. Pero en ocasiones echaba de menos algo menos elevado que la causa y más mundano: el calor de un abrazo, la risa de un niño entre las paredes de su vacía casa, o un buenos días susurrado entre sábanas y almohadones.
— No, Catherine.... yo.. le agradezco su preocupación pero... no se apene. No era mi intención preocuparla. Estoy bien, soy consciente de lo afortunado que soy por todo lo que me ha sido concedido, pero como todos los seres humanos siempre anhelamos algo que no tenemos en vez de contentarnos con lo que sí.
Le dijo que era un hombre maravilloso, y que cuando sonreía ella se preguntaba ¿dónde estaba su vida feliz?. Eso impactó hondo en su coraza. Aduladores conocía a cientos, pero las palabras de Anaé no eran falsas, nacían de su verdadera esencia, de su sutil percepción, esa en la que veía en él el mismo tipo de detalles ínfimos que Axel encontraba en ella. Se estudiaban como se estudia una obra de arte, de forma reflexiva, intuitiva, introspectiva. Para la mayoría de gente Lord Blackmore era simplemente eso, de la misma forma que Anaé Boissieu era sólo una jovencita "rara". Se quedaban en la superficie de las cosas sin rascar para ver lo que había debajo; pero no se les podía culpar, es que la mayoría de la gente era así, no daban para más.
Sin embargo ellos "se veían", podían leerse bajo capas y capas de gestos mil veces repetidos, expresiones hechas o poses ensayadas. Las palabras pasaban a un segundo plano, porque sus ojos hablaban por ellos, su lenguaje corporal gritaba lo que los labios callaban. El capitán estaba completamente desconcertado, y fascinado a la vaez... y revuelto. Porque la noche había empezado muy movida y con todo patas arriba.
— para que llegue...— repitió despacio sus palabras sin terminar la frase, porque ella se puso a remover los papeles y a hacer algo que según le había dicho, disfrutaba. Al principio el boceto no era más que líneas y borrones pero no pudo hacer otra cosa que soltar el vaso en el mueble bar y observarla, muy quieto, asistiendo al nacimiento de algo.
El proceso creativo siempre le había fascinado, admiraba la habilidad de su hermana para componer, aunque no era ni siquiera buena; Aveline ejecutaba las piezas con gran precision, pero rara vez escribía las suyas propias, aunque sospechaba que no lo hacía porque era como dejar al descubierto una parte demasiado importante de sí misma. Admiraba a pintores, a escultores y escritores... porque él no tenía talento artístico pero sabía apreciarlo, y lo que estaba pasando delante de sus ojos era ese pequeño milagro, el nacimiento de la belleza. No porque en ese boceto saliera su cara, sino porque Anaé estaba expresando el talento que tenía, plasmando con tinta un sentimiento, una necesidad de comunicar, contando una historia que para ella tenía sentido. Eso siempre le provocaba un nudo que poco a poco se deshacía en forma de sentimientos.
Se acercó al papel, observó su propia silueta con una expresión que de entrada no reconoció, porque nadie se veía a si mismo cuando creía que no lo estaban mirando. ¿Así es como lo veía? incluso cuando no sabía que lo miraba? Bueno, en eso estaban empatados, sólo que él no sabía plasmarlo en papel. Por un instante se quedó sin palabras, sin saber qué decir, sin ninguna frase de cortesía que le salvase la situación. En ese momento Lord Blackmore, el Capitán había sido desarmado por la dueña de aquellos enormes ojos grisáceos. Finalmente sonrió, al principio era una sonrisa contenida, pero después se estiró y fue amplia, y sincera.
— para que llegue... solo tiene que seguir haciendo lo que hace... es decir... ser usted misma.— Dejó el papel un momento sobre la pila de informes y la cogió de la mano que tenía llena de tinta, besando sus dedos, sin importarle que no hubiera guantes de por medio ni que estuvieran llenos de tinta. Detuvo los labios allí más tiempo del necesario para ser un beso cortés.
El retrato no sería digno del Louvre, pero para Axel era mucho mejor así, porque entonces se lo podía quedar y al contemplarlo, volver a sentir lo que había sentido unos minutos atrás. De pronto le dieron ganas de soltar esa mano y simplemente abrazarla, besarla, acariciarle el pelo y... "¡Axel!" se detuvo a tiempo. Era un caballero, y eso no podía suceder, ella tenía una reputación que mantener y él una noche muy complicada que digerir. Soltó su mano y guardó el dibujo cuidadosamente en una carpeta de tapas de cuero negro.
— Al final entre una cosa y otra... no hemos cenado. Sé que no será como en el Ateneo, pero si le apetece, aquí tenemos cocinas, podemos cenar aquí si le parece bien.
— No, Catherine.... yo.. le agradezco su preocupación pero... no se apene. No era mi intención preocuparla. Estoy bien, soy consciente de lo afortunado que soy por todo lo que me ha sido concedido, pero como todos los seres humanos siempre anhelamos algo que no tenemos en vez de contentarnos con lo que sí.
Le dijo que era un hombre maravilloso, y que cuando sonreía ella se preguntaba ¿dónde estaba su vida feliz?. Eso impactó hondo en su coraza. Aduladores conocía a cientos, pero las palabras de Anaé no eran falsas, nacían de su verdadera esencia, de su sutil percepción, esa en la que veía en él el mismo tipo de detalles ínfimos que Axel encontraba en ella. Se estudiaban como se estudia una obra de arte, de forma reflexiva, intuitiva, introspectiva. Para la mayoría de gente Lord Blackmore era simplemente eso, de la misma forma que Anaé Boissieu era sólo una jovencita "rara". Se quedaban en la superficie de las cosas sin rascar para ver lo que había debajo; pero no se les podía culpar, es que la mayoría de la gente era así, no daban para más.
Sin embargo ellos "se veían", podían leerse bajo capas y capas de gestos mil veces repetidos, expresiones hechas o poses ensayadas. Las palabras pasaban a un segundo plano, porque sus ojos hablaban por ellos, su lenguaje corporal gritaba lo que los labios callaban. El capitán estaba completamente desconcertado, y fascinado a la vaez... y revuelto. Porque la noche había empezado muy movida y con todo patas arriba.
— para que llegue...— repitió despacio sus palabras sin terminar la frase, porque ella se puso a remover los papeles y a hacer algo que según le había dicho, disfrutaba. Al principio el boceto no era más que líneas y borrones pero no pudo hacer otra cosa que soltar el vaso en el mueble bar y observarla, muy quieto, asistiendo al nacimiento de algo.
El proceso creativo siempre le había fascinado, admiraba la habilidad de su hermana para componer, aunque no era ni siquiera buena; Aveline ejecutaba las piezas con gran precision, pero rara vez escribía las suyas propias, aunque sospechaba que no lo hacía porque era como dejar al descubierto una parte demasiado importante de sí misma. Admiraba a pintores, a escultores y escritores... porque él no tenía talento artístico pero sabía apreciarlo, y lo que estaba pasando delante de sus ojos era ese pequeño milagro, el nacimiento de la belleza. No porque en ese boceto saliera su cara, sino porque Anaé estaba expresando el talento que tenía, plasmando con tinta un sentimiento, una necesidad de comunicar, contando una historia que para ella tenía sentido. Eso siempre le provocaba un nudo que poco a poco se deshacía en forma de sentimientos.
Se acercó al papel, observó su propia silueta con una expresión que de entrada no reconoció, porque nadie se veía a si mismo cuando creía que no lo estaban mirando. ¿Así es como lo veía? incluso cuando no sabía que lo miraba? Bueno, en eso estaban empatados, sólo que él no sabía plasmarlo en papel. Por un instante se quedó sin palabras, sin saber qué decir, sin ninguna frase de cortesía que le salvase la situación. En ese momento Lord Blackmore, el Capitán había sido desarmado por la dueña de aquellos enormes ojos grisáceos. Finalmente sonrió, al principio era una sonrisa contenida, pero después se estiró y fue amplia, y sincera.
— para que llegue... solo tiene que seguir haciendo lo que hace... es decir... ser usted misma.— Dejó el papel un momento sobre la pila de informes y la cogió de la mano que tenía llena de tinta, besando sus dedos, sin importarle que no hubiera guantes de por medio ni que estuvieran llenos de tinta. Detuvo los labios allí más tiempo del necesario para ser un beso cortés.
El retrato no sería digno del Louvre, pero para Axel era mucho mejor así, porque entonces se lo podía quedar y al contemplarlo, volver a sentir lo que había sentido unos minutos atrás. De pronto le dieron ganas de soltar esa mano y simplemente abrazarla, besarla, acariciarle el pelo y... "¡Axel!" se detuvo a tiempo. Era un caballero, y eso no podía suceder, ella tenía una reputación que mantener y él una noche muy complicada que digerir. Soltó su mano y guardó el dibujo cuidadosamente en una carpeta de tapas de cuero negro.
— Al final entre una cosa y otra... no hemos cenado. Sé que no será como en el Ateneo, pero si le apetece, aquí tenemos cocinas, podemos cenar aquí si le parece bien.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 07/12/2016
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Anaé estaba mirando su creación, pero en vez de admirarla levantó al vista en seguida para captar la reacción de Axel. Si dijera que estaba nerviosa, mentiría. Nunca había enseñado a nadie lo que dibujaba, en Londres no tenía a nadie que lo apreciara y allí su madre le había prohibido rotundamente relacionarse con cualquier cosa que tuviera que ver con el arte. Debería estar ansiosa por saber si le gustaba o no, por saber lo que opinaba de lo que acababa de hacer, pero no lo estaba. Sabía que a Emory le iba a gustar, que iba a apreciar el detalle y que lo observaría con solemnidad como si fuera la mismísima Giocconda, aunque no estuviera a la altura, aunque hubiera cometido cientos de errores, Axel jamás despreciaría algo que le había hecho con toda su buena intención. Le gustaba y apreciaba cualquier tipo de arte y sabía que la suya no iba a ser diferente, pero la sonrisa que se dibujó en aquel rostro tan inaccesible fue tan increíblemente real que pensó que iba a llorar allí mismo de la emoción. Si no lo hizo fue porque bastante había llorado ya. Se mordió el labio inferior, totalmente feliz, totalmente orgullosa de que sus clases hubieran servido para algo tan grande como ver esa sonrisa. Él debería guardarse el dibujo para rememorar lo que había sentido, pero ella sabía que iba a recordar su reacción toda la vida.
Ya se sentía completamente agradecida, pero no contento con ello Axel cogió su mano manchada. Iba a decirle que tuviera cuidado, que la tinta era muy difícil de quitar y que por mucho que frotase se iba a quedar allí durante días, pero no le dio tiempo. Se sonrojó inmensamente viendo cómo el besaba de más su mano desnuda y el simple gesto le dejó helada, anonadada y sobrecogida. El comentario le dejó vacío el corazón. Nadie le había dicho algo como eso, nadie le había impulsado a ser como era..Se quedó un rato en silencio, viendo cómo él guardaba mimosamente la hoja y de nuevo sintió esa calidez, esas ganas de hacer a ese hombre feliz por encima de cualquier cosa.
Sonrió y asintió con al cabeza.- Estaré encantada de cenar con usted.- Ya lo djo la primera vez, podían ir al restaurante más exclusivo y famoso de París, a un picnic o al mismísimo infierno, porque ella tenía claro que iba a ir.
La noche pasó tranquila, para lo que había sido, cenaron tranquilamente en la Sede. Anaé pasó una de sus cenas más especiales, no había sido perfecta..pero fue única y totalmente repetible para ella desde el primer momento al último..Bueno, tal vez borraría el encuentro con la señorita Marion, pero si lo hiciera Axel no habría entrado en cólera, no le habría llevado hasta la Sede y tampoco le habría contado quién era realmente así que..Bueno, muy a su pesar la parte de la señora Harmon fue una suerte para los dos. Cuando Axel le acompañó a casa se sintió una de esas jóvenes de las que escribían en las historias, con una velada fantástica llena de miles de sensaciones que ahora serpenteaban por su cuerpo. No quería volver al mundo real, no quería dormir, ¿Quién podría? Pero sabía que tenía que volver. Le dio las gracias por la estupenda noche antes de atravesar la puerta de su casa.
Era tarde y a pesar de todo su madre le estaba esperando con un cigarro en al boca, extraño, porque no sabía ni que ella fumase. Elizabeth se levantó y se colocó mejor la bata de seda que tenía. Anaé no sabía si acercarse o no pero o quería que la noche acabara con una discusión con ella..Así que intentó cortar por lo sano.- Se que llegamos tarde pero..La cena se ha alargado y..Estoy muy cansada debería..-¿Cómo ha ido la noche?- Elizabeth se acercó, nada cercana como había simulado ser cuando lord Blackmore estaba presente, pero si interesada.- Pues..Ha sido..Perfecta. Llegamos al Ateneo y -¿La cámara de comercio estaba allí al completo? ¿A quiénes has conocido? Te habrá presentado como es debido, ¿No?- Ah..Si.. A todos..-No sabía qué decir, tampoco se acordaba si le había presentado a todo el mundo allí o no, había demasiada gente y ella solo tenía ojos para Axel, ¿En quién más podría estar interesada su madre? - Oh bien, querida..Muy bien.- Madre estoy agotada..Así que..-Oh, si, claro. Claro.
Anaé empezó a caminar escaleras arriba y fue hacia su habitación, encendió unas pocas luces y empezó a quitarse el poco maquillaje que le quedaba, al igual que el recogido del cabello. No supo cuando, pero su madre apareció.- Déjame a mi.- Anaé le miró sorprendida pero se dejó despeinar por su madre, estaba muy tensa y extrañada, mirándose en el espejo de su tocador, se colocó las manos sobre el regazo, una sobre la otra y de pronto su madre se detuvo y soltó su pelo a mediod es hacer.- ¡Qué es eso!-..¿Eh?- Elizabeth se movió como un torbellino levantando a la chiquilla de los brazos, levantó sus manos, que no llevaban guantes. Seguramente se le habían olvidado en el escritorio de lord Blackmore..Y su madre pudo ver la mano llena de tinta.- Pero qué…¿No estabas en una cena? ¡Cómo te has manchado de tinta! ¿Dónde has estado?- Ante la furia de su madre, Anaé se encogió y le miró asustada.- En...En ningún…-Elizabeth levantó la manga del vestido de Anaé de un tirón tan fuerte como para arrancar las costuras, las marcas de los dedos en sus muñecas habían pasado de un rosa tímido a un fuerte morado. La muchacha abrió los ojos desmesuradamente, recordaba que Axel le había hecho daño al agarrarla pero se le había olvidado. Su madre le miró a los ojos y le soltó con desprecio. Fue hasta la puerta y la cerró con tanta firmeza como para ahcer retumbar los cimientos de la casa.
Catherine se cruzó de brazos intentando protegerse de esa tempestad, pero cuando se giró su madre caminó hacia ella hecha una furia.- ¡Dónde has estado! Habla chiquilla..O te juro que…-Me enseñó dónde trabajaba..Eso es todo, madre.- Elizabeth se detuvo mirando a su hija inquisitivamente.- ¿A su casa..?- A su despacho.- ….¿Te lo ha hecho él..?-Catherine apretó los labios, quería decirle que no, que no había sido pero..- Fue un accidente..- ¿Te has vendido por nada?- ..¿Eh?- ¡Niña estúpida! ¿Cómo tengo que decirte las cosas? Vas a acabar con mi paciencia. Esto. ¡Esto!-Le cogió de las muñecas y se la acercó a la cara, se encogió porque le dolía pero no se quejó.- ¿Te ha obligado?- No..Claro que no..Bueno..Fui..Fui por mi propia voluntad..-No iba a decirle que si, que al principio Axel tenía intención de llevarla a la Sede quisiera o no.- ¿Por propia voluntad?..-Si..Si él me preguntó si quería ir y yo..Yo le dije que si.- ¿Me estás intentando decir que él te ha hecho esto cuando te resististe? Oh, señor, menos mal que el hombre es persistente..Entonces….-La señora Boissieu se quedó mirando a su hija que agachó la cabeza al darse cuenta de que le tocaba decir algo, pero hacía rato que se había perdido. No sabía qué decir y se produjo un silencio muy incómodo que Elizabeth rompió con un suspiro de hastío.- ¡Que si os habéis...acostado!- Anaé levantó la mirada, completamente atónita.- ¿Qué? ¡NO! Claro que no, madre. - Sacudió las manos y se separó de su madre, alejándose como si fuera la misma peste en persona. Dio un rodeo, alejándose de ella, como si quisiera poner distancia entre ellas. ¡Cómo podía pensar algo así de Axel!- Es un caballero, ¡No haría algo así! Y menos..Y menos a la fuerza..Por Dios, madre. ¿En qué está pensando?
Elizabeth cruzó la habitación de nuevo como un huracán y cogió a la chiquilla del mentón, le sorprendió tanto que hizo una mueca de dolor y se asustó.- Y a qué estás esperando. Chiquilla. Hubiera sido perfecto, le habríamos tenido ya. Eres una inútil. ¿Me estás diciendo que no eres capaz de seducir a un viejo solterón? ¡A veces me pregunto si eres hija mía!- Soltó a Anaé con desprecio y la chiquilla acabó sentada en la cama, aun intentando entender lo que le estaba diciendo su madre.- Él no haría algo así..Él es..Él es bueno conmigo..-¡Pues claro que él es bueno contigo! Idiota. Quiere lo que cualquier hombre quiere.- Al ver que Anaé aun seguía sin comprender Elizabeth estuvo a punto de perder los estribos con ella.- Tu cuerpo, hija, ¡Tu cuerpo!- Él..Él no es así. - Todos los hombres lo son querida..Y cuanto más poderosos más caprichosos. Admito que no eres la más bonita..Pero si la más joven, eso también les gusta. Algo debes estar haciendo mal. ¿Te está seduciendo?¿te estás dejando?- Anaé no levantó la mirada de su colcha de satén, negó suavemente con la cabeza sin apenas pensarlo, por supuesto que lord Blackmore no lo estaba haciendo.- Qué hija más inepta. No te he pedido nada en la vida, ni siquiera te culpé por no ser..Bueno, lista. Lo de ser fea es culpa de tu padre, no hay nada que hacer, pero ¿Tampoco eres capaz de despertar ni un poquito de pasión? - Él..Tiene a alguien más.-…….¿Cómo? Quién.- Anaé se encogió de hombros por toda respuesta.- Pero..¿Están prometidos, te ha dicho algo?- Negó de nuevo con la cabeza, suspirando.- Esto es un desastre. ¡Un despropósito? No..Tienes que estar confundida, de lo contrario no habría venido hasta aquí, no nos habría invitado. Eres tú que no te enteras de nada. Escúchame bien.- Cogió a Catherine de los hombros y ella le miró de nuevo asustada.- Si intenta algo...Déjale..pero niégate un poco, a los hombres no les gustan las cosas fáciles, pero si decide que eres aprovechable, le dejas. ¿Has entendido? Aprovecha cualquier momento. Síguele, recuérdale lo perfecto y lo poderoso que es, pero no con palabras, mírale y sonríele, haz caso a otros cuando esté presente y..-¡NO!- El grito dejó a su madre realmente impactada, nunca se le rebelaba tanto.- ¡Qu..!- ¡NO! No voy a hacerlo. No voy a hacer nada tan mezquino. Él nunca va a intentar nada conmigo, es un caballero. ¡UN CABALLERO DE VERDAD….!- El sonido del guantazo reverberó en la habitación y dejó el lugar completamente en silencio.
- ¿Quieres estar encerrada para el resto de tu vida?-Anaé no podía creer lo que había escuchado. Elevó la vista hacia su madre, sus ojos estaban brillantes y húmedos pero se negaba a llorar y no lo hizo. Estaba..Alucinada.- ..Más te vale que consigas que ese caballero tuyo se convierta en un auténtico cerdo antes de que acabe el año.- Se separó de su hija y levantó las manos, suspirando.- Haz lo que tengas que hacer para quitarle de la cabeza a esa otra mujer.- Caminó airada hacia la puerta, pero no se había acabado.- Yo me lavo las manos contigo, querida. Dios sabe que he hecho lo que he podido por ti. Todos lo saben.- Y cerró la puerta, dejando a Anaé sola en su habitación.
Habían pasado unos cuantos días en los que al chiquilla no tenía apenas apetito. El ambiente al otro lado de su habitación estaba igual que en su cabeza: Tormentoso y gris. No había sabido nada de Axel, pero por otra parte se alegraba de ello. La amenaza de su madre aun rondaba fresca por su mente. ¿Cómo alguien podría querer que su hija fuera ultrajada? Bajó la mirada y se sentó frente al tocador, empezando a cepillar su rebelde cabello con pesadumbre. Había entrado en una especie de bucle, en el que se levantaba, se adecentaba, desayunaba y volvía a su habitación hasta la hora de la comida, pasaba la hora del té y la cena, de vuelta a la cama...Y todo comenzaba otra vez.
La rutina se detuvo cuando tocaron su puerta, Gild le comunicó que su madre le requería en el salón principal. Al bajar, se encontró con una Elizabeth muy alterada que despedía muy diligentemente a alguien en la puerta. Anaé terminó de bajar las escaleras sin llegar a ver quién era.- Anaé. ¡Anaé!- La voz de su madre le hizo cerrar los ojos y coger aire antes de aparecer en el salón, su madre estaba alterada caminando de un lado a otro con una carta en la mano.- Oh, Gild, menos mal que estás aquí. Prepara la maleta para la señorita Anaé, solo lo mejor, asegúrate de que lleve todo lo necesario para tres días..Y otra para la morena..Cómo se llama..La que llegó la semana pasada.- ..¿Lorie?- Si, esa, hazle una maleta y envíala dentro de unas horas a la casa de Albert Harmon, le daré una carta en seguida.
Anaé pestañeaba observando el barullo de la servidumbre mientras ponían la casa patas arriba.- ¿Qué haces aquí todavía?- La chiquilla aun pensaba en Albert Harmon y por qué le iba a invitar.- Vamos, hay que buscarte algo decente en seguida. - Elizabeth arrastró a su hija escaleras arriba de nuevo y empezó a revolver su habitación.-..¿Qué ocurr..- ¿Qué ocurre? Tsk..Solo ocurre que los Harmon acaban de recibir la invitación de los Rothschild y su señora quiere que tú le acompañes. No me dijiste que conociste a la señora Harmon en la cámara de comercio, parece que te tiene en muy alta estima. Les han invitado a su cacería anual. Esa tan prestigiosa y a la que nunca nos han invitado porque tu padre no fue capaz de arrastrarse un poco, pero al final tenerte va a dar sus frutos.- Dejó de hablar, cuando casi parecía que iba a ahogarse..pero a la que realmente le faltaba el aliento era a Anaé. ¿Su madre había dicho señora Harmon? ¿Por qué iba a querer su compañía?- Gild, que le den un baño y que esté lista para el viaje en menos de dos horas.
Anaé se encontró en compañía de Lorie en el tren camino a Orly, con todas sus maletas colocadas sobre sus cabezas. Su madre había decidido que no tenían suficientes cosas para que Anaé llevara así que se gastó una cantidad ingente en complementos y ropa nueva que directamente empaquetó y envió al ferrocarril. Catherine se sentía confusa ya terrada, no sabía a cuento de qué tenía que ir a una cacería, ni por qué Marion solicitaría su compañía en un lugar tan prestigioso. Observó los cambios del paisaje en completo silencio, en algún momento se había quedado dormida y la joven Lorie tuvo que despertarla. Tampoco entendía por qué le habían enviado a la sirvienta que llevaba menos tiempo en su casa..Al despertar, bajaron del tren, con la sirvienta y un par de hombres llevando todas las pertenencias de Catherine hasta un coche de caballos equipado con cuatro de los animales que les llevarían hasta Orleans, al este, donde tenían en propiedad las mejores tierras de caza y una rica mansión donde sólo iban en ocasiones muy señaladas durante el año.
La cacería de los corzos era un evento social sin precedentes donde solo acudían las familias más ricas y nobles de toda Francia. Se juntaban para contar trofeos, competir en al caza y para diversión mundana en general.
Cuando el carro se detuvo a la entrada de la mansión, Anaé no pudo evitar quedarse perpleja contemplando semejante edificio. Hasta la mansión de sus tios en la campiña de Londres se quedaba muy corta en comparación a aquella. Había mucha actividad en el lugar, mucho ir y venir de caballos, coches, servidumbre...Pero ella solo tenía ojos para la magnífica estructura de la casa que disponía de un estupendísimo jardín lleno de rosales.
Ya se sentía completamente agradecida, pero no contento con ello Axel cogió su mano manchada. Iba a decirle que tuviera cuidado, que la tinta era muy difícil de quitar y que por mucho que frotase se iba a quedar allí durante días, pero no le dio tiempo. Se sonrojó inmensamente viendo cómo el besaba de más su mano desnuda y el simple gesto le dejó helada, anonadada y sobrecogida. El comentario le dejó vacío el corazón. Nadie le había dicho algo como eso, nadie le había impulsado a ser como era..Se quedó un rato en silencio, viendo cómo él guardaba mimosamente la hoja y de nuevo sintió esa calidez, esas ganas de hacer a ese hombre feliz por encima de cualquier cosa.
Sonrió y asintió con al cabeza.- Estaré encantada de cenar con usted.- Ya lo djo la primera vez, podían ir al restaurante más exclusivo y famoso de París, a un picnic o al mismísimo infierno, porque ella tenía claro que iba a ir.
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La noche pasó tranquila, para lo que había sido, cenaron tranquilamente en la Sede. Anaé pasó una de sus cenas más especiales, no había sido perfecta..pero fue única y totalmente repetible para ella desde el primer momento al último..Bueno, tal vez borraría el encuentro con la señorita Marion, pero si lo hiciera Axel no habría entrado en cólera, no le habría llevado hasta la Sede y tampoco le habría contado quién era realmente así que..Bueno, muy a su pesar la parte de la señora Harmon fue una suerte para los dos. Cuando Axel le acompañó a casa se sintió una de esas jóvenes de las que escribían en las historias, con una velada fantástica llena de miles de sensaciones que ahora serpenteaban por su cuerpo. No quería volver al mundo real, no quería dormir, ¿Quién podría? Pero sabía que tenía que volver. Le dio las gracias por la estupenda noche antes de atravesar la puerta de su casa.
Era tarde y a pesar de todo su madre le estaba esperando con un cigarro en al boca, extraño, porque no sabía ni que ella fumase. Elizabeth se levantó y se colocó mejor la bata de seda que tenía. Anaé no sabía si acercarse o no pero o quería que la noche acabara con una discusión con ella..Así que intentó cortar por lo sano.- Se que llegamos tarde pero..La cena se ha alargado y..Estoy muy cansada debería..-¿Cómo ha ido la noche?- Elizabeth se acercó, nada cercana como había simulado ser cuando lord Blackmore estaba presente, pero si interesada.- Pues..Ha sido..Perfecta. Llegamos al Ateneo y -¿La cámara de comercio estaba allí al completo? ¿A quiénes has conocido? Te habrá presentado como es debido, ¿No?- Ah..Si.. A todos..-No sabía qué decir, tampoco se acordaba si le había presentado a todo el mundo allí o no, había demasiada gente y ella solo tenía ojos para Axel, ¿En quién más podría estar interesada su madre? - Oh bien, querida..Muy bien.- Madre estoy agotada..Así que..-Oh, si, claro. Claro.
Anaé empezó a caminar escaleras arriba y fue hacia su habitación, encendió unas pocas luces y empezó a quitarse el poco maquillaje que le quedaba, al igual que el recogido del cabello. No supo cuando, pero su madre apareció.- Déjame a mi.- Anaé le miró sorprendida pero se dejó despeinar por su madre, estaba muy tensa y extrañada, mirándose en el espejo de su tocador, se colocó las manos sobre el regazo, una sobre la otra y de pronto su madre se detuvo y soltó su pelo a mediod es hacer.- ¡Qué es eso!-..¿Eh?- Elizabeth se movió como un torbellino levantando a la chiquilla de los brazos, levantó sus manos, que no llevaban guantes. Seguramente se le habían olvidado en el escritorio de lord Blackmore..Y su madre pudo ver la mano llena de tinta.- Pero qué…¿No estabas en una cena? ¡Cómo te has manchado de tinta! ¿Dónde has estado?- Ante la furia de su madre, Anaé se encogió y le miró asustada.- En...En ningún…-Elizabeth levantó la manga del vestido de Anaé de un tirón tan fuerte como para arrancar las costuras, las marcas de los dedos en sus muñecas habían pasado de un rosa tímido a un fuerte morado. La muchacha abrió los ojos desmesuradamente, recordaba que Axel le había hecho daño al agarrarla pero se le había olvidado. Su madre le miró a los ojos y le soltó con desprecio. Fue hasta la puerta y la cerró con tanta firmeza como para ahcer retumbar los cimientos de la casa.
Catherine se cruzó de brazos intentando protegerse de esa tempestad, pero cuando se giró su madre caminó hacia ella hecha una furia.- ¡Dónde has estado! Habla chiquilla..O te juro que…-Me enseñó dónde trabajaba..Eso es todo, madre.- Elizabeth se detuvo mirando a su hija inquisitivamente.- ¿A su casa..?- A su despacho.- ….¿Te lo ha hecho él..?-Catherine apretó los labios, quería decirle que no, que no había sido pero..- Fue un accidente..- ¿Te has vendido por nada?- ..¿Eh?- ¡Niña estúpida! ¿Cómo tengo que decirte las cosas? Vas a acabar con mi paciencia. Esto. ¡Esto!-Le cogió de las muñecas y se la acercó a la cara, se encogió porque le dolía pero no se quejó.- ¿Te ha obligado?- No..Claro que no..Bueno..Fui..Fui por mi propia voluntad..-No iba a decirle que si, que al principio Axel tenía intención de llevarla a la Sede quisiera o no.- ¿Por propia voluntad?..-Si..Si él me preguntó si quería ir y yo..Yo le dije que si.- ¿Me estás intentando decir que él te ha hecho esto cuando te resististe? Oh, señor, menos mal que el hombre es persistente..Entonces….-La señora Boissieu se quedó mirando a su hija que agachó la cabeza al darse cuenta de que le tocaba decir algo, pero hacía rato que se había perdido. No sabía qué decir y se produjo un silencio muy incómodo que Elizabeth rompió con un suspiro de hastío.- ¡Que si os habéis...acostado!- Anaé levantó la mirada, completamente atónita.- ¿Qué? ¡NO! Claro que no, madre. - Sacudió las manos y se separó de su madre, alejándose como si fuera la misma peste en persona. Dio un rodeo, alejándose de ella, como si quisiera poner distancia entre ellas. ¡Cómo podía pensar algo así de Axel!- Es un caballero, ¡No haría algo así! Y menos..Y menos a la fuerza..Por Dios, madre. ¿En qué está pensando?
Elizabeth cruzó la habitación de nuevo como un huracán y cogió a la chiquilla del mentón, le sorprendió tanto que hizo una mueca de dolor y se asustó.- Y a qué estás esperando. Chiquilla. Hubiera sido perfecto, le habríamos tenido ya. Eres una inútil. ¿Me estás diciendo que no eres capaz de seducir a un viejo solterón? ¡A veces me pregunto si eres hija mía!- Soltó a Anaé con desprecio y la chiquilla acabó sentada en la cama, aun intentando entender lo que le estaba diciendo su madre.- Él no haría algo así..Él es..Él es bueno conmigo..-¡Pues claro que él es bueno contigo! Idiota. Quiere lo que cualquier hombre quiere.- Al ver que Anaé aun seguía sin comprender Elizabeth estuvo a punto de perder los estribos con ella.- Tu cuerpo, hija, ¡Tu cuerpo!- Él..Él no es así. - Todos los hombres lo son querida..Y cuanto más poderosos más caprichosos. Admito que no eres la más bonita..Pero si la más joven, eso también les gusta. Algo debes estar haciendo mal. ¿Te está seduciendo?¿te estás dejando?- Anaé no levantó la mirada de su colcha de satén, negó suavemente con la cabeza sin apenas pensarlo, por supuesto que lord Blackmore no lo estaba haciendo.- Qué hija más inepta. No te he pedido nada en la vida, ni siquiera te culpé por no ser..Bueno, lista. Lo de ser fea es culpa de tu padre, no hay nada que hacer, pero ¿Tampoco eres capaz de despertar ni un poquito de pasión? - Él..Tiene a alguien más.-…….¿Cómo? Quién.- Anaé se encogió de hombros por toda respuesta.- Pero..¿Están prometidos, te ha dicho algo?- Negó de nuevo con la cabeza, suspirando.- Esto es un desastre. ¡Un despropósito? No..Tienes que estar confundida, de lo contrario no habría venido hasta aquí, no nos habría invitado. Eres tú que no te enteras de nada. Escúchame bien.- Cogió a Catherine de los hombros y ella le miró de nuevo asustada.- Si intenta algo...Déjale..pero niégate un poco, a los hombres no les gustan las cosas fáciles, pero si decide que eres aprovechable, le dejas. ¿Has entendido? Aprovecha cualquier momento. Síguele, recuérdale lo perfecto y lo poderoso que es, pero no con palabras, mírale y sonríele, haz caso a otros cuando esté presente y..-¡NO!- El grito dejó a su madre realmente impactada, nunca se le rebelaba tanto.- ¡Qu..!- ¡NO! No voy a hacerlo. No voy a hacer nada tan mezquino. Él nunca va a intentar nada conmigo, es un caballero. ¡UN CABALLERO DE VERDAD….!- El sonido del guantazo reverberó en la habitación y dejó el lugar completamente en silencio.
- ¿Quieres estar encerrada para el resto de tu vida?-Anaé no podía creer lo que había escuchado. Elevó la vista hacia su madre, sus ojos estaban brillantes y húmedos pero se negaba a llorar y no lo hizo. Estaba..Alucinada.- ..Más te vale que consigas que ese caballero tuyo se convierta en un auténtico cerdo antes de que acabe el año.- Se separó de su hija y levantó las manos, suspirando.- Haz lo que tengas que hacer para quitarle de la cabeza a esa otra mujer.- Caminó airada hacia la puerta, pero no se había acabado.- Yo me lavo las manos contigo, querida. Dios sabe que he hecho lo que he podido por ti. Todos lo saben.- Y cerró la puerta, dejando a Anaé sola en su habitación.
Habían pasado unos cuantos días en los que al chiquilla no tenía apenas apetito. El ambiente al otro lado de su habitación estaba igual que en su cabeza: Tormentoso y gris. No había sabido nada de Axel, pero por otra parte se alegraba de ello. La amenaza de su madre aun rondaba fresca por su mente. ¿Cómo alguien podría querer que su hija fuera ultrajada? Bajó la mirada y se sentó frente al tocador, empezando a cepillar su rebelde cabello con pesadumbre. Había entrado en una especie de bucle, en el que se levantaba, se adecentaba, desayunaba y volvía a su habitación hasta la hora de la comida, pasaba la hora del té y la cena, de vuelta a la cama...Y todo comenzaba otra vez.
La rutina se detuvo cuando tocaron su puerta, Gild le comunicó que su madre le requería en el salón principal. Al bajar, se encontró con una Elizabeth muy alterada que despedía muy diligentemente a alguien en la puerta. Anaé terminó de bajar las escaleras sin llegar a ver quién era.- Anaé. ¡Anaé!- La voz de su madre le hizo cerrar los ojos y coger aire antes de aparecer en el salón, su madre estaba alterada caminando de un lado a otro con una carta en la mano.- Oh, Gild, menos mal que estás aquí. Prepara la maleta para la señorita Anaé, solo lo mejor, asegúrate de que lleve todo lo necesario para tres días..Y otra para la morena..Cómo se llama..La que llegó la semana pasada.- ..¿Lorie?- Si, esa, hazle una maleta y envíala dentro de unas horas a la casa de Albert Harmon, le daré una carta en seguida.
Anaé pestañeaba observando el barullo de la servidumbre mientras ponían la casa patas arriba.- ¿Qué haces aquí todavía?- La chiquilla aun pensaba en Albert Harmon y por qué le iba a invitar.- Vamos, hay que buscarte algo decente en seguida. - Elizabeth arrastró a su hija escaleras arriba de nuevo y empezó a revolver su habitación.-..¿Qué ocurr..- ¿Qué ocurre? Tsk..Solo ocurre que los Harmon acaban de recibir la invitación de los Rothschild y su señora quiere que tú le acompañes. No me dijiste que conociste a la señora Harmon en la cámara de comercio, parece que te tiene en muy alta estima. Les han invitado a su cacería anual. Esa tan prestigiosa y a la que nunca nos han invitado porque tu padre no fue capaz de arrastrarse un poco, pero al final tenerte va a dar sus frutos.- Dejó de hablar, cuando casi parecía que iba a ahogarse..pero a la que realmente le faltaba el aliento era a Anaé. ¿Su madre había dicho señora Harmon? ¿Por qué iba a querer su compañía?- Gild, que le den un baño y que esté lista para el viaje en menos de dos horas.
Anaé se encontró en compañía de Lorie en el tren camino a Orly, con todas sus maletas colocadas sobre sus cabezas. Su madre había decidido que no tenían suficientes cosas para que Anaé llevara así que se gastó una cantidad ingente en complementos y ropa nueva que directamente empaquetó y envió al ferrocarril. Catherine se sentía confusa ya terrada, no sabía a cuento de qué tenía que ir a una cacería, ni por qué Marion solicitaría su compañía en un lugar tan prestigioso. Observó los cambios del paisaje en completo silencio, en algún momento se había quedado dormida y la joven Lorie tuvo que despertarla. Tampoco entendía por qué le habían enviado a la sirvienta que llevaba menos tiempo en su casa..Al despertar, bajaron del tren, con la sirvienta y un par de hombres llevando todas las pertenencias de Catherine hasta un coche de caballos equipado con cuatro de los animales que les llevarían hasta Orleans, al este, donde tenían en propiedad las mejores tierras de caza y una rica mansión donde sólo iban en ocasiones muy señaladas durante el año.
La cacería de los corzos era un evento social sin precedentes donde solo acudían las familias más ricas y nobles de toda Francia. Se juntaban para contar trofeos, competir en al caza y para diversión mundana en general.
Cuando el carro se detuvo a la entrada de la mansión, Anaé no pudo evitar quedarse perpleja contemplando semejante edificio. Hasta la mansión de sus tios en la campiña de Londres se quedaba muy corta en comparación a aquella. Había mucha actividad en el lugar, mucho ir y venir de caballos, coches, servidumbre...Pero ella solo tenía ojos para la magnífica estructura de la casa que disponía de un estupendísimo jardín lleno de rosales.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
- Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 27/01/2017
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
- Palacio de los Roschild:
La propiedad de los Roschild era gigante, un palacete rodeado de coto de caza, jardines y terrenos que imitaban en estilo y opulencia a los del mismisimo Versalles. Era una familia judía que había entroncado con la nobleza siglos atrás y contaban con numerosísismos negocios, que se deiversificaban desde el vino a las armas para el ejército francés. Solomon Roschild era además del patriarca del clan, el mariscal de campo de Su Majestad, un título militar honorífico que le otorgaba patente de corso para hacer los negocios que le vinieran en gana con la Corona y seguir aumentando el patrimonio de la familia.
Se habían concentrado alrededor de 300 personas en aquel acontecimiento social, más todo el servicio que solía ser equivalente al numero de invitados, y la propiedad era un hervidero de gente arriba y abajo.
Instalaron a Anaé en una de las habitaciones compartidas, porque ya se sabía que en estos eventos las habitaciones siempre eran de 2 o 4, y las jóvenes solteras compartían estancia entre ellas y lo mismo con el servicio, que se hacinaba en las dependencias aledañas. Su habitación estaba en el ala Oeste y la compartía con Odette de Bregalonne, una chica de 20 años que venía de una familia con títulos de la pintoresca Gascuña. No eran ricos, diríase que pertenecían más bien a la clase media pero al tener algun titulo nobiliario menor, se la consideraba de la alta sociedad. Era una muchacha de cabellos cobrizos y tez de color melocotón. La vida en el campo le otorgaba un color más saludable que la palidez extrema de las parisinas, sin embargo eso al parecer no era deseable. La muchacha la saludó con cortesía, pero pero rápidamente se puso a organizar la habitación dividiendo los espacios y eligiendo el que más le gustaba. En la campiña no se andaban con tantos remilgos y tonterías como en la ciudad, así que Odette demostró carácter desde el minuto uno. Tenía instrucciones de conseguir un marido en ese evento, así que se sabía de memoria el horario de cada cosa.
— ...primero hay que hacer el saludo oficial y luego habrá un almuerzo ligero antes de que saquen las rehalas de perros y los caballos para mostrarselos a los invitados. Después hay música en el pabellón cubierto del jardín y luego la cena con baile. Mañana habrá cacería y las damas tendremos juegos en los jardines y un desfile de moda de los mejores sastres de París.
La chica le dio conversación a Anaé y después inició el ritual del cambio de vestido, aseo y peinado para estar como debía, acorde con el tipo de actividad que iban a realizar. Eligió un atuendo color azul pastel y joyas a juego, pequeñas, con un sombrero del mismo color tocado de plumas y flores. La artillería se reservaba para la noche y el baile.
Los Harmon estaban alojados en el ala Sur, y aunque en norteamérica no se llevaban ese tipo de eventos al uso tradicional, Marion estaba más que acostumbrada a llevarse las miradas de todos. Su vestido no era de corte francés, tenía unas asimetrías estratégicamente puestas, y una combinación de colores poco común. En lugar del tradicional corsé con polisón, portaba una chaquetilla ceñida de la cual partía una graciosa cola, a juego con su minúsculo sombrero que era más un tocado que un sombrero, dejando al aire su peinado sofisticado muy a la moda del nuevo continente. Era una mujer cosmopolita que vivía en Nueva York, esposa del dueño de un periódico, vanguardista, arriesgada. Pero con la suficiente clase como para que nadie la criticase por excéntrica o vulgar. Todos sabían que la morena estaba en París por la guerra de la herencia. Le correspondían los títulos por ser la mayor y su padre se los había legado a la menor en un arranque de ira. Había precedentes legales para conseguirlo, asi que iban a pelearlo a muerte. En cualquier caso, siempre estaba bien estrechar lazos con la prensa, ya que a veces eran los que tenían el poder para hundir o reflotar un negocio o una reputación.
En los salones inferiores habían larguísimas mesas bien provistas de todo tipo de canapés y platos para que los invitados degustasen el almuerzo antes de salir al patio de caballerías a ver desfilar los animales que iban a participar en la caceria.
Rebeca Roschild, la matriarca del clan, recibía junto a su marido Solomon en el salón principal, ambos resplandecientes, con las bandas cruzadas que los identificaban como miembros honoríficos de la realeza. El despliegue de joyas y telas caras era un festival, pero se esperaba que fuera así. Les llegó el turno a los Harmon y ambos saludaron a la pareja anfitriona con apretones de manos y sonrisas corteses. Los judios de Nueva York no estaban muy bien vistos y la prensa allí podía hacer mucho daño, asi que la familia anfitriona deseaba que el señor Harmon se mantuviese comedido en su rotativa y no vertiese ácido sobre el colectivo judío, porque podía perjudicar los negocios de ultramar.
— Señora Harmon, me encanta su estilo ¿es lo que se lleva ahora en Nueva York? tiene que contarme todos los detalles...Me ha dicho mi marido que quizás necesiten algunos cables para recuperar lo que le pertenece... no dude en reunirse con él, seguro que pueden encontrar alguna solucion para su pequeño problema.— La caña estaba echada y Marion ya sólo tenía que aceptar el anzuelo.
— Es una evento esperadísimo, señora Roschild, no sabe lo feliz que me hace asistir de nuevo después de tanto tiempo. ¡Oh! descuide, le diré a mi marido que se reuna con el suyo, seguro que podrán hablar de esas cosas, ya sabe. Estaré encantada de contarle todas las novedades que hay al otro lado del océano.
Hechas las presentaciones formales y las bienvenidas, se dirigieron a la zona de las mesas a picar algo y tomar una copa, por delante una jornada maratoniana de saludos, cortesías, reencuentros y charlas banales. Paseó sus ojos por el comedor buscando a aquella chiquilla de enormes ojos que parecía un búho.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 07/12/2016
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Anaé observó el lugar y aceptó la ayuda para instalarse de los sirvientes, se identificó, claro está antes de que le guiaran por la inmensa mansión. La chiquilla se mordió el labio inferior, aquello era enorme y había mucho que mirar. En cada pasillo los detalles eran infinitos, cuadros de galerías famosas, retratos de la familia, hermosas mesitas de caoba adornadas con jarrones, esculturas, tapices...Intentaba centrarse en lo importante, como era el camino hacia su habitación, pero había demasiadas cosas que mirar y por mucho que intentase concentrarse era incapaz de mantenerse enfocada en memorizar el camino y se distraía en seguida. De todas formas, por mucho que lo intentase iba a ser totalmente incapaz de memorizarlo, con un poco de suerte reconocería las obras de los pasillos.
Nunca había compartido habitación, así que cuando le asignaron la suya y estaba entusiasmada, algo tímida también, pero nada que pudiera ser raro en ella. La señorita Odette le gustó desde el primer momento, tan enérgica y con un acento tan curioso. Dejó que la muchacha hiciera y deshiciera a su antojo mientras ella se acercaba a la ventana, las vistas no eran las mejores, pero suficiente para que Anaé admirase el bello lugar mientras su nueva compañera le enumeraba los eventos, de los que la castaña se olvidaría segundos después de pronunciarlos. La chica escuchó diligentemente a la francesa, que por fortuna no dejaba de hablar y ahorraba a Anaé la necesidad de hacerlo ella, de vez en cuando asentía con la cabeza para que la chica supiera que le estaba prestando atención. Era un cambio que le gustaba, siempre estaba sola en su habitación y nadie hablaba con ella aunque fueran de las cosas más mundanas, le agradó que Odette tuviera ese carácter tan fuerte, le daba envidia que una muchacha tan joven como ella fuera así, estaba claro que la criatura era dura de pelar y que tenía las ideas muy claras de lo que quería conseguir en la vida, pero no le hacía sentir insignificante..Como la señora Harmon.
Anaé eligió el vestido por sí misma, ya que Lorie había desaparecido en algún momento y no sabía dónde estaba, nunca había sido mandona y estaba más acostumbrada a que la servidumbre supiera en todo momento lo que había que hacer sin necesidad de pedírselo, así que se encontró frente al armario, el más pequeñito de la habitación, decidiendo qué debería ponerse para la presentación. Seguramente allí conocería bastante gente y tendría que dar buena impresión, pero como la mayoría de los vestidos eran nuevos..¿Quién le había traido tanta cantidad? ¿Tantos vestidos iba a ponerse en tres días? Suspiró, algo agobiada, se quedó pensativa pero al final desistió, decidió empezar por lo que le gustaba. Abrió las sombrereras que tenía amontonadas en una esquina y empezó a sacar sus diseños, con la atenta mirada de Odette desde la cama. Si tenía que elegir, prefería no destacar y menos en la ceremonia inicial donde estarían todos seguro, así que eligió uno de los tocados más sobrios, era un sombrero canela con adornos del mismo color y detalles en rosa pastel, muy discreto, único porque lo hizo ella, pero nada de grandes diseñadores ni nada de nada. Acorde con el sombrero, descartó rápidamente unos cuantos vestidos de la colección. Levantó una ceja al encontrar uno que no conocía, pero al acercar el sombrero a los ribetes se dio cuenta de que era el mismo tono canela. Sonrió y empezó a sacar todos los complementos, le costaba un triunfo vestirse sola, pero ya que Lorie no aparecía ni bien ni mal, lo hizo de todas formas. Por suerte, Odette le ayudó a abrocharse el corsé, aunque el dio la sensación de que quería dejarla sin aire, no sabía si era el diseño del vestido o alguna especie de represalia, pero lo dejó estar.
Ahora, como lo de hacerse un peinado diferente a tiempo para la presentación lo dio por imposible sin su sirvienta allí, decidió maquillarse por su cuenta, aprovechando que no le iban a obligar a echarse kilos y kilos de polvos, como si su palidez no fuera ya extrema. La que llenó con una exageración de nube blanquecina la habitación fue Odette, que se afanaba por quitarse el color dorado de la piel como si fuera una condena. Se dio algo de color a los labios, a las pestañas y dejó el resto tal cual. Se pellizcó las mejillas intentando robar algo de color a su cuerpo.- ¿Por qué a ti te queda tan blanco? ¿Qué polvos usas?- Anaé pestañeó y miró a la chica. No quería decirle que seguramente tenía más que ver con la base genética que con la marca del maquillaje.- Mi..Mi madre usaba pasta blanca primero..Antes de echarse los polvos.-Odette pareció interesada.- Mmmh...Pero no tengo pasta…- Seguro que con agua sirve..-Anaé observó su tocador, por donde había esparcido su joyero, botecitos de muchos colores, frascos de perfume y se quedó mirando unos cuantos. Cogió un pincel y una tapa, echó un poco de sus polvos y mezcló agua asegurándose de que no quedaran grumos. Como la francesa parecía confusa, Catherine acabó limpiando el rostro de su compañera del maquillaje que ya llevaba, lo refrescó bien con agua secándolo con una toalla suave antes de esparcir la mezcla, luego usó los polvos suavemente, procurando dejar su piel totalmente mate, sin brillos.-..Tendremos que..Pintarte las cejas, parece que no tienes..-Anaé sonrió de medio lado y Odette se echó a reír, entre una cosa y otra Anaé acabó maquillando totalmente a la chica, que además gustaba de sombras de colores brillantes así que complació sus gustos en la medida de lo posible evitando que la muchacha pareciera una fiesta por sí sola. Al final, ambas parecieron satisfechas, Odette muy sorprendida de la habilidad de Anaé para arrancar a sus rasgos las partes más destacables y bonitas.
Sonriendo complacida, Anaé se lavó las manos y estuvo un buen rato colocándose debidamente el sombrero y sosteniéndolo con pinzas, abrió el joyero para decidir qué debía escoger pero..¿Para qué? Allí habría joyas mucho más despampanantes, más costosas y más exquisitas. Se decidió por un par de perlas que encajó en sus orejas y nada más, que el sombrero se llevase toda la atención si es que alguien se fijaba en ella. Cogió el calentador de manos, por si salían al exterior y esperó a los últimos toques desesperados de la francesa que parecía tan nerviosa como entusiasmada. Definitivamente..Odette le gustaba.
Caminaron sin prisa por los pasillos, por suerte su compañera conocía de sobra el camino hacia el salón principal, que era de por si más grande que la plaza frente al museo del Louvre. Odette le puso en seguida al tanto de la gente que tenían alrededor, no los conocía a todos desde luego, pero su conocimiento sobre qué manejaba el qué era infinito. Anaé fingió escuchar, mientras Odette admiraba un vestido, criticaba otro,etc. Pero se asombró con el estilo de Marion cuando llegó frente a los anfitriones, esa mujer le recordaba un poco a su madre, al menos en la habilidad que tenía de llamar la atención de una sala entera sin necesidad de hacer nada especial, simplemente estando allí, solo que la señora Harmon no era tan vulgar como su madre. Al ser noble, Odette se presentó primero, parecía bastante nerviosa pero su talante alegre y confiado le hacían salir airosa y con buenas sensaciones de cualquier situación. Se perdió entre la gente en seguida y Anaé tuvo que esperar bastante más antes de que tocase su presentación. Fue sencilla, tranquila, muy educada y correcta en todo momento, los señores le dieron la bienvenida y sin más la muchacha fue a las mesas.
Odette estaba en su salsa, iba de un lado a otro, se presentaba, se integraba con facilidad, mientras ella estaba observando los diferentes platos que había sobre las mesas, estaba cogiendo una copa de agua justo en el momento que notó a Odette sonriéndole con nerviosa complicidad, Anaé inclinó suavemente la cabeza alegrándose de que al menos una de ellas estuviera divirtiéndose en aquella velada, porque ella estaba deseando salir al jardín y tener una excusa para no estar allí plantada como una palmera. Caminó por la sala observando los cuadros del lugar, ensimismada, procurando no quedarse en pie mucho tiempo para no querer cortarse los pies por los tobillos antes de la cena.
Nunca había compartido habitación, así que cuando le asignaron la suya y estaba entusiasmada, algo tímida también, pero nada que pudiera ser raro en ella. La señorita Odette le gustó desde el primer momento, tan enérgica y con un acento tan curioso. Dejó que la muchacha hiciera y deshiciera a su antojo mientras ella se acercaba a la ventana, las vistas no eran las mejores, pero suficiente para que Anaé admirase el bello lugar mientras su nueva compañera le enumeraba los eventos, de los que la castaña se olvidaría segundos después de pronunciarlos. La chica escuchó diligentemente a la francesa, que por fortuna no dejaba de hablar y ahorraba a Anaé la necesidad de hacerlo ella, de vez en cuando asentía con la cabeza para que la chica supiera que le estaba prestando atención. Era un cambio que le gustaba, siempre estaba sola en su habitación y nadie hablaba con ella aunque fueran de las cosas más mundanas, le agradó que Odette tuviera ese carácter tan fuerte, le daba envidia que una muchacha tan joven como ella fuera así, estaba claro que la criatura era dura de pelar y que tenía las ideas muy claras de lo que quería conseguir en la vida, pero no le hacía sentir insignificante..Como la señora Harmon.
Anaé eligió el vestido por sí misma, ya que Lorie había desaparecido en algún momento y no sabía dónde estaba, nunca había sido mandona y estaba más acostumbrada a que la servidumbre supiera en todo momento lo que había que hacer sin necesidad de pedírselo, así que se encontró frente al armario, el más pequeñito de la habitación, decidiendo qué debería ponerse para la presentación. Seguramente allí conocería bastante gente y tendría que dar buena impresión, pero como la mayoría de los vestidos eran nuevos..¿Quién le había traido tanta cantidad? ¿Tantos vestidos iba a ponerse en tres días? Suspiró, algo agobiada, se quedó pensativa pero al final desistió, decidió empezar por lo que le gustaba. Abrió las sombrereras que tenía amontonadas en una esquina y empezó a sacar sus diseños, con la atenta mirada de Odette desde la cama. Si tenía que elegir, prefería no destacar y menos en la ceremonia inicial donde estarían todos seguro, así que eligió uno de los tocados más sobrios, era un sombrero canela con adornos del mismo color y detalles en rosa pastel, muy discreto, único porque lo hizo ella, pero nada de grandes diseñadores ni nada de nada. Acorde con el sombrero, descartó rápidamente unos cuantos vestidos de la colección. Levantó una ceja al encontrar uno que no conocía, pero al acercar el sombrero a los ribetes se dio cuenta de que era el mismo tono canela. Sonrió y empezó a sacar todos los complementos, le costaba un triunfo vestirse sola, pero ya que Lorie no aparecía ni bien ni mal, lo hizo de todas formas. Por suerte, Odette le ayudó a abrocharse el corsé, aunque el dio la sensación de que quería dejarla sin aire, no sabía si era el diseño del vestido o alguna especie de represalia, pero lo dejó estar.
- Spoiler:
Ahora, como lo de hacerse un peinado diferente a tiempo para la presentación lo dio por imposible sin su sirvienta allí, decidió maquillarse por su cuenta, aprovechando que no le iban a obligar a echarse kilos y kilos de polvos, como si su palidez no fuera ya extrema. La que llenó con una exageración de nube blanquecina la habitación fue Odette, que se afanaba por quitarse el color dorado de la piel como si fuera una condena. Se dio algo de color a los labios, a las pestañas y dejó el resto tal cual. Se pellizcó las mejillas intentando robar algo de color a su cuerpo.- ¿Por qué a ti te queda tan blanco? ¿Qué polvos usas?- Anaé pestañeó y miró a la chica. No quería decirle que seguramente tenía más que ver con la base genética que con la marca del maquillaje.- Mi..Mi madre usaba pasta blanca primero..Antes de echarse los polvos.-Odette pareció interesada.- Mmmh...Pero no tengo pasta…- Seguro que con agua sirve..-Anaé observó su tocador, por donde había esparcido su joyero, botecitos de muchos colores, frascos de perfume y se quedó mirando unos cuantos. Cogió un pincel y una tapa, echó un poco de sus polvos y mezcló agua asegurándose de que no quedaran grumos. Como la francesa parecía confusa, Catherine acabó limpiando el rostro de su compañera del maquillaje que ya llevaba, lo refrescó bien con agua secándolo con una toalla suave antes de esparcir la mezcla, luego usó los polvos suavemente, procurando dejar su piel totalmente mate, sin brillos.-..Tendremos que..Pintarte las cejas, parece que no tienes..-Anaé sonrió de medio lado y Odette se echó a reír, entre una cosa y otra Anaé acabó maquillando totalmente a la chica, que además gustaba de sombras de colores brillantes así que complació sus gustos en la medida de lo posible evitando que la muchacha pareciera una fiesta por sí sola. Al final, ambas parecieron satisfechas, Odette muy sorprendida de la habilidad de Anaé para arrancar a sus rasgos las partes más destacables y bonitas.
Sonriendo complacida, Anaé se lavó las manos y estuvo un buen rato colocándose debidamente el sombrero y sosteniéndolo con pinzas, abrió el joyero para decidir qué debía escoger pero..¿Para qué? Allí habría joyas mucho más despampanantes, más costosas y más exquisitas. Se decidió por un par de perlas que encajó en sus orejas y nada más, que el sombrero se llevase toda la atención si es que alguien se fijaba en ella. Cogió el calentador de manos, por si salían al exterior y esperó a los últimos toques desesperados de la francesa que parecía tan nerviosa como entusiasmada. Definitivamente..Odette le gustaba.
Caminaron sin prisa por los pasillos, por suerte su compañera conocía de sobra el camino hacia el salón principal, que era de por si más grande que la plaza frente al museo del Louvre. Odette le puso en seguida al tanto de la gente que tenían alrededor, no los conocía a todos desde luego, pero su conocimiento sobre qué manejaba el qué era infinito. Anaé fingió escuchar, mientras Odette admiraba un vestido, criticaba otro,etc. Pero se asombró con el estilo de Marion cuando llegó frente a los anfitriones, esa mujer le recordaba un poco a su madre, al menos en la habilidad que tenía de llamar la atención de una sala entera sin necesidad de hacer nada especial, simplemente estando allí, solo que la señora Harmon no era tan vulgar como su madre. Al ser noble, Odette se presentó primero, parecía bastante nerviosa pero su talante alegre y confiado le hacían salir airosa y con buenas sensaciones de cualquier situación. Se perdió entre la gente en seguida y Anaé tuvo que esperar bastante más antes de que tocase su presentación. Fue sencilla, tranquila, muy educada y correcta en todo momento, los señores le dieron la bienvenida y sin más la muchacha fue a las mesas.
Odette estaba en su salsa, iba de un lado a otro, se presentaba, se integraba con facilidad, mientras ella estaba observando los diferentes platos que había sobre las mesas, estaba cogiendo una copa de agua justo en el momento que notó a Odette sonriéndole con nerviosa complicidad, Anaé inclinó suavemente la cabeza alegrándose de que al menos una de ellas estuviera divirtiéndose en aquella velada, porque ella estaba deseando salir al jardín y tener una excusa para no estar allí plantada como una palmera. Caminó por la sala observando los cuadros del lugar, ensimismada, procurando no quedarse en pie mucho tiempo para no querer cortarse los pies por los tobillos antes de la cena.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/01/2017
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
La gascuñesa estaba poniendo toda la maquinaria en marcha, tenía que detectar un posible partido y disparar toda la artillería. Tres días, tan sólo tres para cazar uno bueno, si no, su padre se encargaría de arreglar algo con quien él quisiera.
— Bonito sombrero, me gusta tanto el color como los adornos, tiene un aire bohemio que no se ve mucho en París últimamente.— La voz de Marion Harmon resonó tras Anaé y su mano se alargó para capturar una copa de champán que rápidamente llevó a sus labios. Le sonrió a la muchacha.— ¿Cómo está? me alegro de verla, es grato contar con rostros conocidos en este tipo de eventos, que son una locura de gente ¿no cree?
La americana la estaba tratando con amabilidad, en principio cortesía pura y dura que pronto tendría que dejar a un lado, puesto que la había invitado ella en realidad. Llegaría el momento de las explicaciones, pero en ese instante anunciaron que iban a empezar el desfile de caballos, así que fueron saliendo hacia el jardín.
Marion pasó su brazo por el de Anaé sonriendo, como si fueran sólo un par de viejas amigas que se acaban de reencontrar.
— ¡Ah! los hombres...siempre con sus asuntos de negocios, guerras y política. Mi marido ha desaparecido en cuanto hemos terminado el saludo. ¿Vamos a ver a los caballos? a mi me gustan mucho, de pequeña montaba bastante en nuestra villa de Windsor.— La gente iba saliendo y se colocaban bajo unos parasoles, como toldos blancos que habían colocado frente a la explanda de verde césped donde iban a empezar a desfilar primero los perros sabuesos que saldrían en rehalas con los criados que se encargaban de cobrar las piezas cazadas por sus señores. Y después los mozos que llevarían cada imponente corcel bien enjaezado con su nombre bordado en el sudadero.
— En norteamérica no se hacen cacerías, se hacen carreras en el hipódromo y también rodeos. Todo es más... hum... rústico. Pero tiene su encanto.— Se giró hacia Anaé sonriéndole y le soltó la bomba.— Me hace mucha ilusión que haya aceptado, así podemos conocernos mejor ya que compartimos amigos comunes.— O lo que venía siendo lo mismo que "las amigas de Emory son mis amigas".— Siento mucho que tuvieran que marcharse la otra noche en la cena, tampoco se perdieron nada, fue el mismo aburrido discurso de todos los años, da igual que una haya estado ausente siete años, siguen diciendo lo mismo.— Sonrió y se le marcaron unas pequeñísimas arrugas alrededor de los ojos. Era una mujer fuerte y le daba igual que se le empezase a notar cierta edad.
— Quizás algún día quieran unirse a mi marido y a mi, salir a cenar o a la Ópera. Me han dicho que Aveline Blackmore está impresionante en Norma, tengo ganas de verla, hace mucho que no nos vemos. Supongo que Emory seguirá tan apasionado de la lírica como siempre. Creo que llegamos a ver siete veces Turandot, porque el aria final, Nessun Dorma, es de sus favoritas. ¿A usted le gusta la ópera?
Iban desfilando los caballos uno tras otro y la gente hacía comentarios sobre ellos, ya que hasta en eso solían ser cotillas, a pesar de que la mayoría no tenía ni idea de animales, lo más cerca que estaban de uno era cuando les servían faisán en la cena. Pasó por delante de ellos un bonito ejemplar de pura sangre inglés, zaíno, de largas crines y mirada viva. En su sudadero estaba bordado el escudo heráldico de los Blackmore con una torre a un lado y en el otro un lobo atravesado por una lanza.
— ¡oh, mire! es Raven, el caballo de Emory. ¡Debe tener al menos quince años! lo recuerdo como si fuera ayer cuando apenas era un potro y no hacía más que tirarlo al suelo. Supongo que participará en la caceria de mañana.
— Bonito sombrero, me gusta tanto el color como los adornos, tiene un aire bohemio que no se ve mucho en París últimamente.— La voz de Marion Harmon resonó tras Anaé y su mano se alargó para capturar una copa de champán que rápidamente llevó a sus labios. Le sonrió a la muchacha.— ¿Cómo está? me alegro de verla, es grato contar con rostros conocidos en este tipo de eventos, que son una locura de gente ¿no cree?
La americana la estaba tratando con amabilidad, en principio cortesía pura y dura que pronto tendría que dejar a un lado, puesto que la había invitado ella en realidad. Llegaría el momento de las explicaciones, pero en ese instante anunciaron que iban a empezar el desfile de caballos, así que fueron saliendo hacia el jardín.
Marion pasó su brazo por el de Anaé sonriendo, como si fueran sólo un par de viejas amigas que se acaban de reencontrar.
— ¡Ah! los hombres...siempre con sus asuntos de negocios, guerras y política. Mi marido ha desaparecido en cuanto hemos terminado el saludo. ¿Vamos a ver a los caballos? a mi me gustan mucho, de pequeña montaba bastante en nuestra villa de Windsor.— La gente iba saliendo y se colocaban bajo unos parasoles, como toldos blancos que habían colocado frente a la explanda de verde césped donde iban a empezar a desfilar primero los perros sabuesos que saldrían en rehalas con los criados que se encargaban de cobrar las piezas cazadas por sus señores. Y después los mozos que llevarían cada imponente corcel bien enjaezado con su nombre bordado en el sudadero.
— En norteamérica no se hacen cacerías, se hacen carreras en el hipódromo y también rodeos. Todo es más... hum... rústico. Pero tiene su encanto.— Se giró hacia Anaé sonriéndole y le soltó la bomba.— Me hace mucha ilusión que haya aceptado, así podemos conocernos mejor ya que compartimos amigos comunes.— O lo que venía siendo lo mismo que "las amigas de Emory son mis amigas".— Siento mucho que tuvieran que marcharse la otra noche en la cena, tampoco se perdieron nada, fue el mismo aburrido discurso de todos los años, da igual que una haya estado ausente siete años, siguen diciendo lo mismo.— Sonrió y se le marcaron unas pequeñísimas arrugas alrededor de los ojos. Era una mujer fuerte y le daba igual que se le empezase a notar cierta edad.
— Quizás algún día quieran unirse a mi marido y a mi, salir a cenar o a la Ópera. Me han dicho que Aveline Blackmore está impresionante en Norma, tengo ganas de verla, hace mucho que no nos vemos. Supongo que Emory seguirá tan apasionado de la lírica como siempre. Creo que llegamos a ver siete veces Turandot, porque el aria final, Nessun Dorma, es de sus favoritas. ¿A usted le gusta la ópera?
Iban desfilando los caballos uno tras otro y la gente hacía comentarios sobre ellos, ya que hasta en eso solían ser cotillas, a pesar de que la mayoría no tenía ni idea de animales, lo más cerca que estaban de uno era cuando les servían faisán en la cena. Pasó por delante de ellos un bonito ejemplar de pura sangre inglés, zaíno, de largas crines y mirada viva. En su sudadero estaba bordado el escudo heráldico de los Blackmore con una torre a un lado y en el otro un lobo atravesado por una lanza.
— ¡oh, mire! es Raven, el caballo de Emory. ¡Debe tener al menos quince años! lo recuerdo como si fuera ayer cuando apenas era un potro y no hacía más que tirarlo al suelo. Supongo que participará en la caceria de mañana.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/12/2016
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Anaé dejó de mirar al exterior al escuchar el irritante timbre de voz de Marion, aunque para ser justos tenía una vez bella. Se giró hacia la mujer, un tanto incómoda, porque ella no hubiera dicho que estaba mejor si se veían y tampoco hubiera dicho ni por asomo que fueran conocidas, pero a pesar de todo cerró las manos delante de su cuerpo, entrelazando los dedos de forma sosegada.- Es agradable cambiar de aires, le agradezco la invitación, señora Harmon.- Y se inclinó como muestra de respeto, era mayor que ella y no tenía muy claro si estaba por encima o no en estatus social, aunque suponía que si, la cortesía nunca estaba de más y otra cosa no, pero Anaé tenía una educación exquisita.
El anuncio del desfile de equinos le agradó en demasía, al fin una excusa para salir y no sentirse una parte más del mobiliario, allí no tendría que fingir que buscaba amigos o conversación, porque no le interesaba. Caminó hacia el exterior, siguiendo los pasos de la gente, pero entonces notó cómo Marion rodeaba su brazo con el suyo y se quedó quieta un instante antes de seguir avanzando al ritmo de la dama. Se puso tensa sin poder evitarlo, no le gustaba demasiado la cercanía de la gente, ni que se tomaran confianzas..Ellas no eran amigas, no entendía a qué venía que se empeñase en cogerla, pero tampoco tuvo corazón para ser descortés, así que salió al exterior sintiendo el gélido aire golpeando su rostro. Cerró los ojos un instante, el aire libre siempre le despejaba. Sonrió suavemente mientras caminaban hacia la zona de la exposición.
Anaé no sabía montar a caballo, era algo raro, pero le veían siempre demasiado torpe y delicada para manejar a un animal de ese tamaño. Al ser la única heredera Boissieu de la familia se negaban a que arriesgara su integridad física tontamente, ella siempre iba en coche, así que la equitación no formó parte de su educación. Sintió una sana envidia por aquella mujer, porque en el fondo no le hubiera importado aprender, pero eso no incluyó el comentario sobre sí misma. A ella no le importaba que los demás hablasen sobre sí mismos y otros, mientras no pretendieran que participase con cotilleos, sencillamente no salía de ella comentar algo sobre lo que sabía o no sabía hacer.- ¿Ha estado en algún rodeo?- La pregunta quedó prácticamente en el aire, porque al principio no entendió a qué se refería..Pero..Claro..Axel. ¿A qué otra persona podría referirse? Bajó la mirada un instante perdiéndose en la fresca hierba. No quería hablar de él..No con Marion.
Cuando la conversación se desvió hacia Aveline se ilusionó y prestó atención mientras observaba a los caballos de diferentes razas caminar con orgullo por el lugar. Estaba a punto de decirle que Aveline era una inspiración para cualquier mujer, que era una arpista digna de su reputación, pero Marion le arrancó la capacidad para hablar de una sola palabra. Fijó su vista hacia delante, pero estaba perdida, no miraba realmente a los caballos, observaba sus poderosas patas clavándose en el césped y levantando tierra a su paso, dejando una huella difícil de ocultar, la misma que estaba dejando ella al pronunciar con tanta confianza el nombre de Axel, un nombre que seguía teniendo vetado, pero la dama americana no se conformaba con pisotearla. Sus palabras se convertían en cucharadas que iba sacando de su alma y llevándosela a la boca pedazo a pedazo, vaciándola completamente. Siete. Siete veces habían ido juntos a ver Turandot. ¿Nessum Dorma era su canción favorita? Lo desconocía..
No. Ya no le gustaba la Ópera. Apretó los labios, con suavidad, sabiendo que era una reacción infantil.- Conozco la Ópera.- No podía decir que le gustase, era otra de tantas miles de cosas que había aprendido porque tenía que hacerlo, pero no podía negar que le gustaba la música. Aho, cada vez que escuchase alguna pieza acabaría pensando en una joven señora Harmon y a un caballeroso Axel sentados y disfrutando juntos de la canción favorita de este último. Se sentía triste, muy triste.
Observó el escudo con curiosidad, al ver el lobo atravesado por una lanza sonrió de medio lado, con complicidad. ¿Tendría Marion tanta confianza como para saber incluso eso? Le resultaba difícil, pero era un sentimiento puramente egoísta, en el fondo anhelaba tener algo que solo conociera ella, que Emory fuera exclusivo para su persona y para nadie más, pero era una gran mentira. La cruda realidad la tenía justo al lado, cogida de su brazo, cuyo tacto le dolía como el sol en junio. Por Dios..Reconocía incluso a su caballo, un caballo del que no había oido hablar en la vida hasta ese momento. Basta ya. No quería saber cosas de Axel por la señora Harmon, quería que se lo contase él o descubrirlo por su cuenta, no necesitaba de ella para nada. ¿Iba a tener que soportar tres días como aquellos? ¿Tendría que soportar a Marion hablando constantemente de Emory? Se le partía el corazón. Su pecho estallaba, quería gritar, decirle que era mala persona, que no le interesaba lo que tuviera que decirle. ¿No tenía un marido del que preocuparse? Apretó los labios con firmeza pensando en lo mucho que hubiera querido ver a Axel cuando era joven..Era muy injusto, por mucho que quisiera ella no podía ir atrás en el tiempo. Marion tenía una parte de Emory que ella no tendría jamás. La realidad fue tan dura como el guantazo de su madre, le puso en su lugar de un solo golpe, con unas míseras palabras. No quería saber nada más, ya había entendido que ella nunca sería como Marion, que no tenía ninguna oportunidad de conocer a Em tan profundamente como ella. La congoja se le había instalado bajo la lengua, en su garganta, impidiéndole decir absolutamente nada, ahogándose en dolor. Había tenido una pequeña esperanza, una chispita de luz, tenue y tímida que le indicaba que estaba haciendo lo correcto respecto al lord inglés, acababan de enseñarle que esa chispa era un agujero negro en comparación con lo que tenían Marion y Axel. Un absoluto nada. Cero. Vacío. Anaé estaba vacía.
Observó al caballo de Axel marchar, pero entonces..Se dio cuenta de algo. Tan cegada estaba por el pesar que le invadía, que no se había dado cuenta de un detalle importante. Levantó la vista de los animales, para mirar a la mujer a su lado. Por fortuna la chiquilla no era tan fácil de leer y su rostro de muñeca parecía no haberse perturbado, aunque había un brillo delatador en sus ojos.- ¿Lord Blackmore..Vendrá?- Eso no se lo esperaba..No lo había visto en la presentación, suponía que en ninguno de los casos Marion querría juntarles. Desde luego ella no quería ver a Emory en un buen tiempo, hasta que pusiera su corazón bajo una fría coraza y templase sus sentimientos porque el cazador parecía leer a través de ella mejor que nadie. Le asustaba lo que podría ver.
El anuncio del desfile de equinos le agradó en demasía, al fin una excusa para salir y no sentirse una parte más del mobiliario, allí no tendría que fingir que buscaba amigos o conversación, porque no le interesaba. Caminó hacia el exterior, siguiendo los pasos de la gente, pero entonces notó cómo Marion rodeaba su brazo con el suyo y se quedó quieta un instante antes de seguir avanzando al ritmo de la dama. Se puso tensa sin poder evitarlo, no le gustaba demasiado la cercanía de la gente, ni que se tomaran confianzas..Ellas no eran amigas, no entendía a qué venía que se empeñase en cogerla, pero tampoco tuvo corazón para ser descortés, así que salió al exterior sintiendo el gélido aire golpeando su rostro. Cerró los ojos un instante, el aire libre siempre le despejaba. Sonrió suavemente mientras caminaban hacia la zona de la exposición.
Anaé no sabía montar a caballo, era algo raro, pero le veían siempre demasiado torpe y delicada para manejar a un animal de ese tamaño. Al ser la única heredera Boissieu de la familia se negaban a que arriesgara su integridad física tontamente, ella siempre iba en coche, así que la equitación no formó parte de su educación. Sintió una sana envidia por aquella mujer, porque en el fondo no le hubiera importado aprender, pero eso no incluyó el comentario sobre sí misma. A ella no le importaba que los demás hablasen sobre sí mismos y otros, mientras no pretendieran que participase con cotilleos, sencillamente no salía de ella comentar algo sobre lo que sabía o no sabía hacer.- ¿Ha estado en algún rodeo?- La pregunta quedó prácticamente en el aire, porque al principio no entendió a qué se refería..Pero..Claro..Axel. ¿A qué otra persona podría referirse? Bajó la mirada un instante perdiéndose en la fresca hierba. No quería hablar de él..No con Marion.
Cuando la conversación se desvió hacia Aveline se ilusionó y prestó atención mientras observaba a los caballos de diferentes razas caminar con orgullo por el lugar. Estaba a punto de decirle que Aveline era una inspiración para cualquier mujer, que era una arpista digna de su reputación, pero Marion le arrancó la capacidad para hablar de una sola palabra. Fijó su vista hacia delante, pero estaba perdida, no miraba realmente a los caballos, observaba sus poderosas patas clavándose en el césped y levantando tierra a su paso, dejando una huella difícil de ocultar, la misma que estaba dejando ella al pronunciar con tanta confianza el nombre de Axel, un nombre que seguía teniendo vetado, pero la dama americana no se conformaba con pisotearla. Sus palabras se convertían en cucharadas que iba sacando de su alma y llevándosela a la boca pedazo a pedazo, vaciándola completamente. Siete. Siete veces habían ido juntos a ver Turandot. ¿Nessum Dorma era su canción favorita? Lo desconocía..
No. Ya no le gustaba la Ópera. Apretó los labios, con suavidad, sabiendo que era una reacción infantil.- Conozco la Ópera.- No podía decir que le gustase, era otra de tantas miles de cosas que había aprendido porque tenía que hacerlo, pero no podía negar que le gustaba la música. Aho, cada vez que escuchase alguna pieza acabaría pensando en una joven señora Harmon y a un caballeroso Axel sentados y disfrutando juntos de la canción favorita de este último. Se sentía triste, muy triste.
Observó el escudo con curiosidad, al ver el lobo atravesado por una lanza sonrió de medio lado, con complicidad. ¿Tendría Marion tanta confianza como para saber incluso eso? Le resultaba difícil, pero era un sentimiento puramente egoísta, en el fondo anhelaba tener algo que solo conociera ella, que Emory fuera exclusivo para su persona y para nadie más, pero era una gran mentira. La cruda realidad la tenía justo al lado, cogida de su brazo, cuyo tacto le dolía como el sol en junio. Por Dios..Reconocía incluso a su caballo, un caballo del que no había oido hablar en la vida hasta ese momento. Basta ya. No quería saber cosas de Axel por la señora Harmon, quería que se lo contase él o descubrirlo por su cuenta, no necesitaba de ella para nada. ¿Iba a tener que soportar tres días como aquellos? ¿Tendría que soportar a Marion hablando constantemente de Emory? Se le partía el corazón. Su pecho estallaba, quería gritar, decirle que era mala persona, que no le interesaba lo que tuviera que decirle. ¿No tenía un marido del que preocuparse? Apretó los labios con firmeza pensando en lo mucho que hubiera querido ver a Axel cuando era joven..Era muy injusto, por mucho que quisiera ella no podía ir atrás en el tiempo. Marion tenía una parte de Emory que ella no tendría jamás. La realidad fue tan dura como el guantazo de su madre, le puso en su lugar de un solo golpe, con unas míseras palabras. No quería saber nada más, ya había entendido que ella nunca sería como Marion, que no tenía ninguna oportunidad de conocer a Em tan profundamente como ella. La congoja se le había instalado bajo la lengua, en su garganta, impidiéndole decir absolutamente nada, ahogándose en dolor. Había tenido una pequeña esperanza, una chispita de luz, tenue y tímida que le indicaba que estaba haciendo lo correcto respecto al lord inglés, acababan de enseñarle que esa chispa era un agujero negro en comparación con lo que tenían Marion y Axel. Un absoluto nada. Cero. Vacío. Anaé estaba vacía.
Observó al caballo de Axel marchar, pero entonces..Se dio cuenta de algo. Tan cegada estaba por el pesar que le invadía, que no se había dado cuenta de un detalle importante. Levantó la vista de los animales, para mirar a la mujer a su lado. Por fortuna la chiquilla no era tan fácil de leer y su rostro de muñeca parecía no haberse perturbado, aunque había un brillo delatador en sus ojos.- ¿Lord Blackmore..Vendrá?- Eso no se lo esperaba..No lo había visto en la presentación, suponía que en ninguno de los casos Marion querría juntarles. Desde luego ella no quería ver a Emory en un buen tiempo, hasta que pusiera su corazón bajo una fría coraza y templase sus sentimientos porque el cazador parecía leer a través de ella mejor que nadie. Le asustaba lo que podría ver.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
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Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
La norteamericana enarcó una ceja, casi extrañada de la pregunta tan peregrina de Anaé. Era un lord inglés con grandes relaciones comerciales en el país, su hermana una reputada arpista ¿cómo no iba a acudir a ese evento si hasta estaban invitados los nobles "menores" como Odette?
— Oh... entiendo...¿no se lo ha dicho? discúlpeme, creía que tenían una relación más...estrecha. No sé por qué pensé que usted ya estaría invitada por su parte.
Una mujer de unos cuarenta años se acercó a saludar a Marion y empezó a parlotear sobre los caballos y la fiesta y bla bla bla. Odette se acercó a Anaé y se puso a su lado, tapándose la boca con la mano para susurrarle.
— Menudo rollo lo de este desfile, si no fuera porque están todos los hombres admirando los animales y así puedes verlos a todos juntos...¿le has hechado el ojo a alguien? ¿Qué te parece el tercero de la segunda fila...el del bigote? Es guapo, pero muuuuuy aburrido. Lo conocí el año pasado. ¿Y el otro que está al lado? ¿Sabes quién es? mmmm...no me suena.
La chica se sabía la lista de nobles y ricos casaderos de memoria, pero no los conocía a todos, obviamente, pero no perdía el tiempo. Necesitaba centrarse en algún objetivo y empezar a camelarselo si no quería ser casada por conveniencia.
Los hombres fumaban y bebían mientras comentaban cosas sobre los caballos y los perros, sobre las armas que llevarían al día siguiente y los detalles de sus técnicas de caza. En la parte de enfrente las mujeres parecían un gallinero alborotado, la mayoría no prestaba atención a los animales sino a los hombres y a las demás mujeres, cotilleando sobre ellos y criticando a las rivales.
El desfile de caballos iba tocando a su fin y en el pabellón exterior iba a empezar un pequeño concierto de música de cámara, después tendrían un rato para pasear o hacer lo que quisieran y luego ya tendrían que arreglarse para la espectacular cena de gala con baile.
— ¿Vamos al concierto? no quiero quedarme sin sitio, con suerte podremos ocupar algun asiento en los laterales, donde ponen a los que no están casados o mayores.
— Oh... entiendo...¿no se lo ha dicho? discúlpeme, creía que tenían una relación más...estrecha. No sé por qué pensé que usted ya estaría invitada por su parte.
Una mujer de unos cuarenta años se acercó a saludar a Marion y empezó a parlotear sobre los caballos y la fiesta y bla bla bla. Odette se acercó a Anaé y se puso a su lado, tapándose la boca con la mano para susurrarle.
— Menudo rollo lo de este desfile, si no fuera porque están todos los hombres admirando los animales y así puedes verlos a todos juntos...¿le has hechado el ojo a alguien? ¿Qué te parece el tercero de la segunda fila...el del bigote? Es guapo, pero muuuuuy aburrido. Lo conocí el año pasado. ¿Y el otro que está al lado? ¿Sabes quién es? mmmm...no me suena.
La chica se sabía la lista de nobles y ricos casaderos de memoria, pero no los conocía a todos, obviamente, pero no perdía el tiempo. Necesitaba centrarse en algún objetivo y empezar a camelarselo si no quería ser casada por conveniencia.
Los hombres fumaban y bebían mientras comentaban cosas sobre los caballos y los perros, sobre las armas que llevarían al día siguiente y los detalles de sus técnicas de caza. En la parte de enfrente las mujeres parecían un gallinero alborotado, la mayoría no prestaba atención a los animales sino a los hombres y a las demás mujeres, cotilleando sobre ellos y criticando a las rivales.
El desfile de caballos iba tocando a su fin y en el pabellón exterior iba a empezar un pequeño concierto de música de cámara, después tendrían un rato para pasear o hacer lo que quisieran y luego ya tendrían que arreglarse para la espectacular cena de gala con baile.
— ¿Vamos al concierto? no quiero quedarme sin sitio, con suerte podremos ocupar algun asiento en los laterales, donde ponen a los que no están casados o mayores.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 07/12/2016
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Axel tenía cosas mejores que hacer que bailarle el agua a los Roschild, eso estaba más que claro, imaginaba que evitaría eventos de ese tipo en la medida de lo posible..Tal vez este era uno de esos que no se podían evitar aunque quisiera. Pensando en ello ahora estaba un poco confusa..¿Le gustaban a Axel ese tipo de encuentros? Las conversaciones de fogueo, el cacareo constante de la gente, las críticas, el tener que sonreír y fingir una cortesía que en realidad no se sentía...¿Le agradaban esas reuniones de alta esfera o simplemente se veía obligado a llevar esa máscara? Si algo había hecho la señora Harmon fue abrirle los ojos a una verdad como un templo: Apenas había empezado a conocer al verdadero Axel Blackmore.
Bajó la mirada unos instantes y tragó saliva, las palabras de Marion siempre abrían un vacío en su pecho, como si clavase agujas en la fina y delicada ala de una mariposa, dejándola lentamente sin posibilidad de volar. - Tampoco se por qué pensó algo así, señora Harmon.- Y lo dijo con toda sinceridad. No sabía por qué ella había llegado a esa conclusión, si lo más normal hubiera sido precisamente que no le invitase. Si se paraba a pensarlo se conocían de apenas dos días..No tenían ese tipo de relación y mucho menos una que pudiera llamarse “estrecha”, ¿Marion no sabía que se conocían de tan poco..? Un paseo por el Louvre o una cena distinguida no tenían nada que ver como un evento social así y desde luego esta vez no estaba obligado a verse acompañado por ella. Era lógico. Axel no quería que ella estuviera allí. Con él.
Necesitaba irse de allí. Necesitaba respirar. Pronto.
Giró el rostro con suavidad, tan sorprendida como aliviada por la interrupción de Odette porque con la señora Harmon hablando por su cuenta empezaba a sentirse como parte del decorado. Pestañeó, lentamente, mirando a la muchacha. Se fijó en el corro de hombres, por primera vez desde que habían salido al exterior. Volvió a pestañear. ¿Era la única allí que realmente se había fijado en los caballos y los canes y no en los hombres? Se sintió un poco estúpida, pero no comentó nada sobre ello, levantó la vista hacia el susodicho que le señalaba. Le era difícil decir si uno era guapo o no, para Anaé no tenía mayor importancia. ¿Sería un buen hombre? ¿Sería fiel y sincero? ¿Sería capaz de pasar el resto de su vida con alguien como ella? Esas preguntas eran las que ella quería conocer, hermosura o no eso desaparecía con el tiempo. Quería saber por qué cuando Odette le preguntó si le había llamado alguien la atención le vino a la mente unos ojos azules.
Negó suavemente con la cabeza, difícilmente ella podía conocer a nadie y si, de pura casualidad, lo hiciera se habría olvidado. Sonrió de medio lado dejando a la francesa chismorrear sobre hombres, no estaba allí para cazar marido, de hecho no creía que aquello fuera apropiado pero si miraba hacia el grupo de mujeres que rondaban su edad..Prácticamente se hablaban unas a otras ocultando sus bocas y hablando en susurros sin apartar la vista de los pretendientes. No entendía esa actitud, ella no se sentía con la necesidad de ir tras una compañía barata como si la única importancia del matrimonio fuera agenciarse un hombre guapo y de posición. ¿Sería rara..? Tampoco sabía para qué estaba allí de todas formas. Anaé era muy literal, si le decían que había una exhibición de perros de caza y caballos, lo presenciaba y lo admiraba, aunque no entendiera ni de uno ni de lo otro...Siempre se sentía tan..Fuera de lugar.
En realidad, no tenía ningún apego por ir a ningún sitio que no fuera su recámara. Quería acostarse, recuperar el aliento, asimilar lo que estaba haciendo allí..E indagar el motivo por el que Axel no le había invitado. ¿Se avergonzaría de ella? Hacía un tiempo que no sabía nada de él, ¿Estaría evitándola? ¿Como si lo que le contó aquella noche no hubiera ocurrido nunca? Aquella noche..¿No significó nada para el caballero? Levantó la vista hacia Odette y sonrió, pero el gesto moría en su mirada, totalmente apagada. Tenía que distraerse, desesperadamente. La música siempre funcionaba.- No cree...¿Que sería muy descarado..?- Preguntó, en su inocencia, porque no sabía de qué modo plasmar sus dudas, no tenía ni idea de conquistas, eso era más que evidente, pero no sabía cómo podía resultar apetecible una pareja cuyo pasatiempo fuera el estar constantemente de caza. Lo que más le sorprendía era que si se fijaba en las mujeres de su edad..Parecían hacer todas lo mismo..¿Sería ella la extraña? ¿Se notaría mucho que ella estaba fuera de onda y que lo que más deseaba era estar apoyada en el brazo de un hombre que Odette seguramente catalogaría de “mayor”? Lo que menos quería era llamar la atención..¿Lo estaría haciendo por no estar en busca de marido? Suspiró...No quería escuchar en un lugar así lo rara que era y..¿Y si descubrían que una noche acompañó a lord Blackmore? ¿Mancharía su reputación? Apretó los labios.- Pero si usted cree que no..-Empezó a caminar, hacia el pabellón exterior. Iban a ser unos días muy largos y muy agotadores. Estaba cansada, triste y asqueada. Estos lugares le recordaban constantemente lo poco que encajaba en ellos...Y lo bien que le quedaban a mujeres como Marion Harmon.
Sabía perfectamente cómo comportarse y siempre era educada y tranquila, de modo que raramente se metía en problemas, pero en algún momento se abstraía y perdía el hilo de lo que acontecía de modo que de alguna manera o de otra, acababa siendo totalmente ignorada y apartada. Esperaba que esta vez ocurriera exactamente lo mismo, entre trescientas personas más jamás iba a llamar la atención y, por Dios que, estaba muy agradecida. Aprovecharía ese don para pasar el resto de los días paseando y distrayéndose con el nuevo paisaje y todo iría bien.
Cuando llegaron al pabellón había una buena cantidad de asientos ya ocupados, se vio arrastrada por Odette hacia la zona que ella codiciaba, cerca de los hombres que pudieran interesarle. Esto si que le parecía a ella una pesadez, era incómodo estar allí..Había pensado que iba a estar bien escuchando música el problema era que ahora se sentía como una de las gallinas del corral y se sentía ridícula por ello. Preferiría que le llamasen loca que ser una mujer desesperada por encontrar marido...Y seguramente era la única con un motivo tan contundente como las puertas de un manicomio, pero..No le interesaban esos juegos de corte. Ella estaba allí para disfrutar de los eventos, de los desfiles de caballos, la música, del cambio de aires y, le gustase o no, para acompañar a la señora Harmon siempre que ella lo solicitara y nada más. Suponía que después de que Marion descubriera que la relación estrecha entre Axel y ella era prácticamente inexistente dejaría de hablar sobre el tema y de seguir abriendo socavones en su alma para distraerse con cosas más importantes.
Lo que más le dolía era fingir que no le importaba. Si Marion estuviese hablando de cualquier otro hombre dudaba que tuviera el mismo efecto..¿Tanto le importaba Axel? ¿Tanto quería ser parte de su vida? Había decidido que quería hacerle feliz..Descubrir cualquier cosa que pudiera hacerle sonreír como en su despacho. El recuerdo de la expresión del lord inglés al mirar su retrato le hizo sonreír con calidez, completamente ensimismada en su mundo. Si..Merecía la pena, solo por verle así, incluso se forzaría a verle constantemente con la señora Harmon si esta pudiera hacerle feliz...¿Quería que Marion le hiciera feliz..?¿Qué sentía Axel Blackmore por la dama americana?..Sintió cómo un puño se cerraba en torno a su pecho. Se obligó a desviar su atención a Odette, el camino por el que le llevaba su mente era uno espinoso por el que no quería pasear.
Bajó la mirada unos instantes y tragó saliva, las palabras de Marion siempre abrían un vacío en su pecho, como si clavase agujas en la fina y delicada ala de una mariposa, dejándola lentamente sin posibilidad de volar. - Tampoco se por qué pensó algo así, señora Harmon.- Y lo dijo con toda sinceridad. No sabía por qué ella había llegado a esa conclusión, si lo más normal hubiera sido precisamente que no le invitase. Si se paraba a pensarlo se conocían de apenas dos días..No tenían ese tipo de relación y mucho menos una que pudiera llamarse “estrecha”, ¿Marion no sabía que se conocían de tan poco..? Un paseo por el Louvre o una cena distinguida no tenían nada que ver como un evento social así y desde luego esta vez no estaba obligado a verse acompañado por ella. Era lógico. Axel no quería que ella estuviera allí. Con él.
Necesitaba irse de allí. Necesitaba respirar. Pronto.
Giró el rostro con suavidad, tan sorprendida como aliviada por la interrupción de Odette porque con la señora Harmon hablando por su cuenta empezaba a sentirse como parte del decorado. Pestañeó, lentamente, mirando a la muchacha. Se fijó en el corro de hombres, por primera vez desde que habían salido al exterior. Volvió a pestañear. ¿Era la única allí que realmente se había fijado en los caballos y los canes y no en los hombres? Se sintió un poco estúpida, pero no comentó nada sobre ello, levantó la vista hacia el susodicho que le señalaba. Le era difícil decir si uno era guapo o no, para Anaé no tenía mayor importancia. ¿Sería un buen hombre? ¿Sería fiel y sincero? ¿Sería capaz de pasar el resto de su vida con alguien como ella? Esas preguntas eran las que ella quería conocer, hermosura o no eso desaparecía con el tiempo. Quería saber por qué cuando Odette le preguntó si le había llamado alguien la atención le vino a la mente unos ojos azules.
Negó suavemente con la cabeza, difícilmente ella podía conocer a nadie y si, de pura casualidad, lo hiciera se habría olvidado. Sonrió de medio lado dejando a la francesa chismorrear sobre hombres, no estaba allí para cazar marido, de hecho no creía que aquello fuera apropiado pero si miraba hacia el grupo de mujeres que rondaban su edad..Prácticamente se hablaban unas a otras ocultando sus bocas y hablando en susurros sin apartar la vista de los pretendientes. No entendía esa actitud, ella no se sentía con la necesidad de ir tras una compañía barata como si la única importancia del matrimonio fuera agenciarse un hombre guapo y de posición. ¿Sería rara..? Tampoco sabía para qué estaba allí de todas formas. Anaé era muy literal, si le decían que había una exhibición de perros de caza y caballos, lo presenciaba y lo admiraba, aunque no entendiera ni de uno ni de lo otro...Siempre se sentía tan..Fuera de lugar.
En realidad, no tenía ningún apego por ir a ningún sitio que no fuera su recámara. Quería acostarse, recuperar el aliento, asimilar lo que estaba haciendo allí..E indagar el motivo por el que Axel no le había invitado. ¿Se avergonzaría de ella? Hacía un tiempo que no sabía nada de él, ¿Estaría evitándola? ¿Como si lo que le contó aquella noche no hubiera ocurrido nunca? Aquella noche..¿No significó nada para el caballero? Levantó la vista hacia Odette y sonrió, pero el gesto moría en su mirada, totalmente apagada. Tenía que distraerse, desesperadamente. La música siempre funcionaba.- No cree...¿Que sería muy descarado..?- Preguntó, en su inocencia, porque no sabía de qué modo plasmar sus dudas, no tenía ni idea de conquistas, eso era más que evidente, pero no sabía cómo podía resultar apetecible una pareja cuyo pasatiempo fuera el estar constantemente de caza. Lo que más le sorprendía era que si se fijaba en las mujeres de su edad..Parecían hacer todas lo mismo..¿Sería ella la extraña? ¿Se notaría mucho que ella estaba fuera de onda y que lo que más deseaba era estar apoyada en el brazo de un hombre que Odette seguramente catalogaría de “mayor”? Lo que menos quería era llamar la atención..¿Lo estaría haciendo por no estar en busca de marido? Suspiró...No quería escuchar en un lugar así lo rara que era y..¿Y si descubrían que una noche acompañó a lord Blackmore? ¿Mancharía su reputación? Apretó los labios.- Pero si usted cree que no..-Empezó a caminar, hacia el pabellón exterior. Iban a ser unos días muy largos y muy agotadores. Estaba cansada, triste y asqueada. Estos lugares le recordaban constantemente lo poco que encajaba en ellos...Y lo bien que le quedaban a mujeres como Marion Harmon.
Sabía perfectamente cómo comportarse y siempre era educada y tranquila, de modo que raramente se metía en problemas, pero en algún momento se abstraía y perdía el hilo de lo que acontecía de modo que de alguna manera o de otra, acababa siendo totalmente ignorada y apartada. Esperaba que esta vez ocurriera exactamente lo mismo, entre trescientas personas más jamás iba a llamar la atención y, por Dios que, estaba muy agradecida. Aprovecharía ese don para pasar el resto de los días paseando y distrayéndose con el nuevo paisaje y todo iría bien.
Cuando llegaron al pabellón había una buena cantidad de asientos ya ocupados, se vio arrastrada por Odette hacia la zona que ella codiciaba, cerca de los hombres que pudieran interesarle. Esto si que le parecía a ella una pesadez, era incómodo estar allí..Había pensado que iba a estar bien escuchando música el problema era que ahora se sentía como una de las gallinas del corral y se sentía ridícula por ello. Preferiría que le llamasen loca que ser una mujer desesperada por encontrar marido...Y seguramente era la única con un motivo tan contundente como las puertas de un manicomio, pero..No le interesaban esos juegos de corte. Ella estaba allí para disfrutar de los eventos, de los desfiles de caballos, la música, del cambio de aires y, le gustase o no, para acompañar a la señora Harmon siempre que ella lo solicitara y nada más. Suponía que después de que Marion descubriera que la relación estrecha entre Axel y ella era prácticamente inexistente dejaría de hablar sobre el tema y de seguir abriendo socavones en su alma para distraerse con cosas más importantes.
Lo que más le dolía era fingir que no le importaba. Si Marion estuviese hablando de cualquier otro hombre dudaba que tuviera el mismo efecto..¿Tanto le importaba Axel? ¿Tanto quería ser parte de su vida? Había decidido que quería hacerle feliz..Descubrir cualquier cosa que pudiera hacerle sonreír como en su despacho. El recuerdo de la expresión del lord inglés al mirar su retrato le hizo sonreír con calidez, completamente ensimismada en su mundo. Si..Merecía la pena, solo por verle así, incluso se forzaría a verle constantemente con la señora Harmon si esta pudiera hacerle feliz...¿Quería que Marion le hiciera feliz..?¿Qué sentía Axel Blackmore por la dama americana?..Sintió cómo un puño se cerraba en torno a su pecho. Se obligó a desviar su atención a Odette, el camino por el que le llevaba su mente era uno espinoso por el que no quería pasear.
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
- Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 27/01/2017
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
El concierto de cámara comenzó en el pabellón exterior y la gente se arremolinó en la carpa, ocupando asientos o quedándose de pie en corrillos, de nuevo corrió el vino y el champán y copas de fino cristal de todos los tipos y colores. Marion había recuperado a su marido y ambos estaban sentados en la segunda fila charlando y susurrando de forma cómplice con algunos de los peces gordos de la fiesta. La nobleza adinerada se caracterizaba por tender esas telas de araña de influencias y favores por doquier, y en ese momento los americanos eran el caramelo, cualquiera que se ganase su favor ayudándolos con el tema de la herencia dispondría de una herramienta poderosa: la información, la prensa, el instrumento más útil para hundir una reputación.
Durante la sesión musical Odette estuvo jugando al juego de las miradas y caídas de párpados con un joven de unos 23 o 24 años que portaba el uniforme militar de alto rango, seguramente algun hijo de altos mandos, al que acompañaba otro hombre, esta vez algo más curtido, cerca de la treintena, no tan agraciado como el militar pero sí con unos rasgos fuertes y carismáticos. Ambos se acercaron a donde estaban Odette y Anaé al finalizar la actuación y se presentaron como Etienne Balzac, barón de Montpellier y Lord Seamus Wixgley, noble inglés emparentando con la familia Balzac, de visita en Francia por unos meses. Saludaron a las señoritas como era debido y el primero, más locuaz que el inglés, se interesó por darle conversación a Odette, intercambiando información sobre sus respectivas familias, conocidos y opiniones sobre el acto que acababan de disfrutar. El barón acababa de regresar de una larga estancia en Turquía con el ejército real, y el lord estaba en París por negocios y asuntos que lo iban a demorar al menos un par de meses. Ambos se interesaron por saber si las señoritas les reservarían algún baile en la fiesta tras la cena y Odette se hizo la interesante, alegando que quizás alguno podría quedarle libre. La muchacha sabía jugar a ese juego de la seducción, de la picardía, aunque los cuatro sabían que ninguno tenía compromiso previo para bailar.
Así pues, ya no iban a estar en la “mesa de las solteronas”, ya tenían dos nombres escritos en el carnet de baile, y eso era un buen comienzo. Se despidieron de los caballeros para dirigirse a sus aposentos, porque ahora comenzaba la labor de acicalado para la cena, que no sería sencilla. La gascuñesa tomó del brazo a Anaé y empezó a parlotear por lo bajo.
— ¿Viste al barón Balzac? me ha mirado el escote!! pero es guapo, creo que bailaré con él toda la noche. ¿Y Lord Wixgley? vamos!! no me digas que no es interesante y es inglés…como tú. Entre ingleses os entendéis mejor, yo no entiendo vuestro humor. ¿Qué te vas a poner? ay, dios!! no sé si el vestido verde o el oro ¿cuál crees que le gustará más al barón?
La muchacha tenía que quemar todos los cartuchos disponibles, y cazar a un barón no era tarea fácil. Empezó a revolotear por el cuarto sacando prendas, comparando accesorios y joyas y desprendiéndose de la ropa que llevaba, para estar cómoda al menos un rato. Aun tenía que refrescarse y peinarse de nuevo, esta vez con más bucles, más perlas o más flores. La fiesta que empezaría en dos horas era el acontecimiento más esperado por las mujeres. Probablemente la mayoría de hombres prefería la cacería del día siguiente y la comilona.
Durante la sesión musical Odette estuvo jugando al juego de las miradas y caídas de párpados con un joven de unos 23 o 24 años que portaba el uniforme militar de alto rango, seguramente algun hijo de altos mandos, al que acompañaba otro hombre, esta vez algo más curtido, cerca de la treintena, no tan agraciado como el militar pero sí con unos rasgos fuertes y carismáticos. Ambos se acercaron a donde estaban Odette y Anaé al finalizar la actuación y se presentaron como Etienne Balzac, barón de Montpellier y Lord Seamus Wixgley, noble inglés emparentando con la familia Balzac, de visita en Francia por unos meses. Saludaron a las señoritas como era debido y el primero, más locuaz que el inglés, se interesó por darle conversación a Odette, intercambiando información sobre sus respectivas familias, conocidos y opiniones sobre el acto que acababan de disfrutar. El barón acababa de regresar de una larga estancia en Turquía con el ejército real, y el lord estaba en París por negocios y asuntos que lo iban a demorar al menos un par de meses. Ambos se interesaron por saber si las señoritas les reservarían algún baile en la fiesta tras la cena y Odette se hizo la interesante, alegando que quizás alguno podría quedarle libre. La muchacha sabía jugar a ese juego de la seducción, de la picardía, aunque los cuatro sabían que ninguno tenía compromiso previo para bailar.
Así pues, ya no iban a estar en la “mesa de las solteronas”, ya tenían dos nombres escritos en el carnet de baile, y eso era un buen comienzo. Se despidieron de los caballeros para dirigirse a sus aposentos, porque ahora comenzaba la labor de acicalado para la cena, que no sería sencilla. La gascuñesa tomó del brazo a Anaé y empezó a parlotear por lo bajo.
— ¿Viste al barón Balzac? me ha mirado el escote!! pero es guapo, creo que bailaré con él toda la noche. ¿Y Lord Wixgley? vamos!! no me digas que no es interesante y es inglés…como tú. Entre ingleses os entendéis mejor, yo no entiendo vuestro humor. ¿Qué te vas a poner? ay, dios!! no sé si el vestido verde o el oro ¿cuál crees que le gustará más al barón?
La muchacha tenía que quemar todos los cartuchos disponibles, y cazar a un barón no era tarea fácil. Empezó a revolotear por el cuarto sacando prendas, comparando accesorios y joyas y desprendiéndose de la ropa que llevaba, para estar cómoda al menos un rato. Aun tenía que refrescarse y peinarse de nuevo, esta vez con más bucles, más perlas o más flores. La fiesta que empezaría en dos horas era el acontecimiento más esperado por las mujeres. Probablemente la mayoría de hombres prefería la cacería del día siguiente y la comilona.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 144
Fecha de inscripción : 07/12/2016
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
Anaé ubicó a la señora Harmon y a su marido, bastante lejos de ellas y codeándose con lo mejor de la reunión. Respiró tranquila entonces, sin tener que preocuparse por la tensión que le generaba la bendita mujer. Atendió la música, algo que le despejó la mente y alivió un poco su corazón, aunque había en su pecho una persistente bruma. Disfrutó del concierto, para qué engañarse, ahora si estaban haciendo algo que ella pudiera entender y admirar de verdad, que lo hizo igualmente con los caballos y los perros, pero de música era mucho más entendida, así que disfrutó de las melodías, hizo ligeras muecas cuando notaba que algún sonido se salía del patrón, era sensible a esas cosas, demasiadas horas de su vida escuchando música y tocando diferentes instrumentos como para no darse cuenta de cuándo alguien fallaba.
Por supuesto, no se percató ni de lejos del momento de coquetería que se estaba llevando a cabo delante de sus narices, de nuevo parecía la única verdaderamente interesada en el concierto, pero nada de lo demás podría importarle menos. Estaba empezando a relajarse, a disfrutar, hasta se atrevió a pensar que si los siguientes tres días iban a ser así no tendría problemas para sobrevivir y tal vez hasta llevarse uno o dos buenos recuerdos. Al acabar el evento se puso en pie, dispuesta a dar un paseo por los alrededores, que era lo que realmente le pedía el cuerpo para alejar de una vez por todas el mal sabor de boca. Su deseo se vio truncado cuando los dos caballeros se acercaron, observó al amable barón primero, más que nada porque era el único que hablaba. Se presentó como tocaba y se inclinó después dejando a Odette hacer su magia y llevarse toda la atención, con lo que estaba absolutamente de acuerdo. Se quedó quietecita y tranquila, sin pronunciar ni una palabra. Miró al lord inglés puesto que él estaba tomando exactamente la misma actitud: Dejaba a su familiar tomar las riendas. Anaé únicamente sonrió cuando Odette se hizo la interesante, a ella le pareció de mal gusto y de una gran impertinencia, además de hacer alarde de una soberbia que esos hombres no se merecían, pero qué entendía ella de galanteos y coqueteos, así que se distrajo con un hermoso vestido de una mujer en sus cuarenta que llevaba un bordado de oro, no por el costoso material en sí, si no por la forma en la que dibujaban en el vestido verde la silueta de un bosque. Algo excéntrico y muy llamativo para esas horas del día, pero exquisito. Ni siquiera se inclinó para despedirse, tan a lo suyo estaba, que no se dio cuenta de que habían acabado de conversar hasta que la francesa le cogió del brazo y la arrastró hacia la habitación.- ..No puede ser, seguro que un caballero como el barón no se dedicaría a mirar escotes.- Sonrió con suavidad, mientras ella hablaba sobre ingleses. Se encogió suavemente de hombros, alegrándose de no tener tiempo para comentar nada sobre el sobrio hombre, porque no le pareció maleducado, ni interesante..Sencillamente indiferente.-..No lo sé..
Ella no se cambió de ropa ni se puso cómoda, se pasó un rato observando a la mujer ir y venir como una loca por la habitación, probándose combinaciones, sacando vestidos..Mientras ella miraba al exterior, por la ventana, añorando el paseo deseaba y el tiempo a solas. No era que Odette le disgustase pero...Necesitaba un momento para enfriar su mente. Decidió que le gustase o no tendría que empezar a vestirse, al menos podía decidir por sí misma. Abrió nuevamente el armario, en cuyo interior sus vestidos se apretujaban pidiendo espacio, seguía sin entender por qué demonios le habían traído tantísimos. Empezó a sacar los que parecían dignos de la ocasión, desde los más sobrios a los más llamativos, al final hizo una colección de media docena, todos ellos de diferentes cortes, diseños, colores y materiales. Nunca se había parado a elegir un vestido ni a pensar si le gustaban o no, no había elegido ninguno así que observó confusa y..Algo..Ilusionada..Podría ponerse el que le diera la gana, por muy sencillo que fuera porque su madre no estaría allí para decirle que no era el más costoso ni el más extravagante. Podría ir como quisiera. Por una vez. Sonrió para sí, con complicidad. Los colores demasiado oscuros resaltaban su palidez y pese a ser una cualidad deseada no era muy segura para llevarlos, sin duda sería uno de los que su madre habría elegido para conseguir todas las miradas sobre su hija, aunque fuera solo por reflejar la luz como la nieve. Pero….Había uno de todos ellos que realmente le apetecía llevar...Se acercaba más a la moda francesa que a la inglesa..¿Se llevarían vestidos de colores en esas fiestas? Bueno qué importaba, allí no le conocía nadie y no le iban a hacer bailar. Tal vez el pobre inglés se viera en la obligación de cumplir con la palabra de su compañero, pero nada más, iría más cómoda si su vestido era ordinario y captaba poco la atención.
Sonrió de medio lado cuando tomó su decisión y empezó a guardar los vestidos en el interior del armario. Había pasado más de lo estrictamente necesario solo contemplando las prendas, pero una vez escogido el vestido lo demás era mucho más sencillo. Se tomó su tiempo para refrescarse y una vez lo hizo, comenzó con la tortura. Se puso las capas que llevaba debajo y en ropa interior y con el cancán puesto, se dedicó a la ardua tarea de cepillar su indomable melena y darle forma, rizo a rizo, con una paciencia infinita que solo Anaé podía tener. Después de todo, era la primera vez que se peinaba sola así que le hacía especial ilusión y se lo tomó como algo completamente personal. No para verse hermosa o para tener los favores de los hombres, si no porque por primera vez en toda su vida podía hacer con su apariencia lo que le diese la total y absoluta gana. Era una sensación única, liberadora, igual que cuando diseñaba sus propios sombreros, nadie le decía cómo tenía que hacerlos o cómo no. Era absolutamente personal, a su gusto y por ello mismo se tomó más tiempo del que debería, encajándolo todo en su sitio, sin dejar que ni uno solo de sus complicados cabellos se saliera de su lugar asignado. Cuando estuvo satisfecha con el peinado, finalmente se maquilló, apenas un toque de base blanca, una suave sombra dorada sobre las pestañas, se oscureció estas y se dio un suave tono melocotón en los labios y unas sencillas perlas adornando su cuello y sus orejas. Estaba lista.
Se colocó el vestido con ayuda de Odette, con todo el mimo del mundo, para no estropearse el costoso trabajo y se miró al espejo con satisfacción, pero..Faltaba algo..Se miró en el reflejo intentando adivinar qué era, entonces algo captó su mirada. Se dio la vuelta y se acercó a su mesita de noche, donde el servicio había dejado un jarrón con flores frescas, eran flores realmente pequeñas de pétalos blancos que se marchitarían al llegar la mañana. Con toda delicadeza, Anaé las recolectó en la palma de su mano y se las salteó por el cabello, usando enganches para sujetarlas, tal y como hizo para asegurarse los mechones. Las espolvoreó por su peinado, dándole el toque final. No llevaría grandes joyas, ni tocados de oro, las flores le gustaban mucho más. Se puso los guantes blancos y mientras lo hacía se fijó en cómo le miraba Odette que al parecer llevaba tiempo contemplándola sin que ella se diera cuenta...Algo había estado haciendo mal. Pestañeó.- Qué..-¿Cómo puedes ponerte eso con todo lo que tienes?-Anaé sonrió, era evidente que había una diferencia económica entre ellas, la inglesa disponía de todo cuanto una joven caprichosa pudiera desear para un evento tan importante como aquel y un poco más. El guardarropa de Anaé era todo un derroche: Los vestidos más a la moda, de grandes diseños, telas costosas, joyas de oro y piedras preciosas..Algo que por muy nobles que fueran la familia de Odette no se podía permitir.- Me gusta así…-Pero ¡El vestido es muy soso! Así el señor Wingley no te mirará dos veces. ¿Por qué no usas el azul..? Es mucho más bonito- La muchacha volvió a sonreír, sin decir nada, esperando a que su compañera de habitación escogiera su propio tocado, que era con el que la francesa tenía problemas.- Si fuera tú escogería..-Odette observó el joyero abierto de Anaé y ella sonrió de nuevo, inclinándose para coger uno de los collares de oro, con piedras negras. La levantó hasta colocarla a la altura del cuello de Odette.- Estas le quedarían bien..-La chica le miró, por una vez sin saber qué decir.- Está bien..A usted le sientan mucho mejor que a mi de todas formas. Son más..De su estilo.- Se acercó para colocarle la llamativa joya, le ayudó también completando la colección con un tocado para el cabello a juego con el collar, era una diadema simple, pero de un diseño tan exquisito que no importaba que en conjunto fueran tan espléndidas. A alguien con la personalidad de Odette le quedaban a la perfección.- Está preciosa.- Aseguró Anaé, aunque no hacía falta decirlo en voz alta, Odette sabía perfectamente cómo se veía. Se dieron los últimos retoques, la señorita Boissieu se aseguró de tener todo en su sitio y se dio unos toques de perfume, muy ligeros, a ambos lados del cuello, eligió una esencia también de flores..Para que no se mezclasen demasiado con el olor de las florecillas en su cabello y, al fin, salieron de la habitación, justo a tiempo para la recepción del baile.
Anaé estaba tranquila, porque con toda certeza no iba a llamar la atención y estaba más cómoda que nunca en su vida. Se sentía bien. Podría disfrutar de una bonita velada viendo a las parejas bailar mientras disfrutaba de la orquesta y del contagioso ambiente festivo.
Por supuesto, no se percató ni de lejos del momento de coquetería que se estaba llevando a cabo delante de sus narices, de nuevo parecía la única verdaderamente interesada en el concierto, pero nada de lo demás podría importarle menos. Estaba empezando a relajarse, a disfrutar, hasta se atrevió a pensar que si los siguientes tres días iban a ser así no tendría problemas para sobrevivir y tal vez hasta llevarse uno o dos buenos recuerdos. Al acabar el evento se puso en pie, dispuesta a dar un paseo por los alrededores, que era lo que realmente le pedía el cuerpo para alejar de una vez por todas el mal sabor de boca. Su deseo se vio truncado cuando los dos caballeros se acercaron, observó al amable barón primero, más que nada porque era el único que hablaba. Se presentó como tocaba y se inclinó después dejando a Odette hacer su magia y llevarse toda la atención, con lo que estaba absolutamente de acuerdo. Se quedó quietecita y tranquila, sin pronunciar ni una palabra. Miró al lord inglés puesto que él estaba tomando exactamente la misma actitud: Dejaba a su familiar tomar las riendas. Anaé únicamente sonrió cuando Odette se hizo la interesante, a ella le pareció de mal gusto y de una gran impertinencia, además de hacer alarde de una soberbia que esos hombres no se merecían, pero qué entendía ella de galanteos y coqueteos, así que se distrajo con un hermoso vestido de una mujer en sus cuarenta que llevaba un bordado de oro, no por el costoso material en sí, si no por la forma en la que dibujaban en el vestido verde la silueta de un bosque. Algo excéntrico y muy llamativo para esas horas del día, pero exquisito. Ni siquiera se inclinó para despedirse, tan a lo suyo estaba, que no se dio cuenta de que habían acabado de conversar hasta que la francesa le cogió del brazo y la arrastró hacia la habitación.- ..No puede ser, seguro que un caballero como el barón no se dedicaría a mirar escotes.- Sonrió con suavidad, mientras ella hablaba sobre ingleses. Se encogió suavemente de hombros, alegrándose de no tener tiempo para comentar nada sobre el sobrio hombre, porque no le pareció maleducado, ni interesante..Sencillamente indiferente.-..No lo sé..
Ella no se cambió de ropa ni se puso cómoda, se pasó un rato observando a la mujer ir y venir como una loca por la habitación, probándose combinaciones, sacando vestidos..Mientras ella miraba al exterior, por la ventana, añorando el paseo deseaba y el tiempo a solas. No era que Odette le disgustase pero...Necesitaba un momento para enfriar su mente. Decidió que le gustase o no tendría que empezar a vestirse, al menos podía decidir por sí misma. Abrió nuevamente el armario, en cuyo interior sus vestidos se apretujaban pidiendo espacio, seguía sin entender por qué demonios le habían traído tantísimos. Empezó a sacar los que parecían dignos de la ocasión, desde los más sobrios a los más llamativos, al final hizo una colección de media docena, todos ellos de diferentes cortes, diseños, colores y materiales. Nunca se había parado a elegir un vestido ni a pensar si le gustaban o no, no había elegido ninguno así que observó confusa y..Algo..Ilusionada..Podría ponerse el que le diera la gana, por muy sencillo que fuera porque su madre no estaría allí para decirle que no era el más costoso ni el más extravagante. Podría ir como quisiera. Por una vez. Sonrió para sí, con complicidad. Los colores demasiado oscuros resaltaban su palidez y pese a ser una cualidad deseada no era muy segura para llevarlos, sin duda sería uno de los que su madre habría elegido para conseguir todas las miradas sobre su hija, aunque fuera solo por reflejar la luz como la nieve. Pero….Había uno de todos ellos que realmente le apetecía llevar...Se acercaba más a la moda francesa que a la inglesa..¿Se llevarían vestidos de colores en esas fiestas? Bueno qué importaba, allí no le conocía nadie y no le iban a hacer bailar. Tal vez el pobre inglés se viera en la obligación de cumplir con la palabra de su compañero, pero nada más, iría más cómoda si su vestido era ordinario y captaba poco la atención.
Sonrió de medio lado cuando tomó su decisión y empezó a guardar los vestidos en el interior del armario. Había pasado más de lo estrictamente necesario solo contemplando las prendas, pero una vez escogido el vestido lo demás era mucho más sencillo. Se tomó su tiempo para refrescarse y una vez lo hizo, comenzó con la tortura. Se puso las capas que llevaba debajo y en ropa interior y con el cancán puesto, se dedicó a la ardua tarea de cepillar su indomable melena y darle forma, rizo a rizo, con una paciencia infinita que solo Anaé podía tener. Después de todo, era la primera vez que se peinaba sola así que le hacía especial ilusión y se lo tomó como algo completamente personal. No para verse hermosa o para tener los favores de los hombres, si no porque por primera vez en toda su vida podía hacer con su apariencia lo que le diese la total y absoluta gana. Era una sensación única, liberadora, igual que cuando diseñaba sus propios sombreros, nadie le decía cómo tenía que hacerlos o cómo no. Era absolutamente personal, a su gusto y por ello mismo se tomó más tiempo del que debería, encajándolo todo en su sitio, sin dejar que ni uno solo de sus complicados cabellos se saliera de su lugar asignado. Cuando estuvo satisfecha con el peinado, finalmente se maquilló, apenas un toque de base blanca, una suave sombra dorada sobre las pestañas, se oscureció estas y se dio un suave tono melocotón en los labios y unas sencillas perlas adornando su cuello y sus orejas. Estaba lista.
Se colocó el vestido con ayuda de Odette, con todo el mimo del mundo, para no estropearse el costoso trabajo y se miró al espejo con satisfacción, pero..Faltaba algo..Se miró en el reflejo intentando adivinar qué era, entonces algo captó su mirada. Se dio la vuelta y se acercó a su mesita de noche, donde el servicio había dejado un jarrón con flores frescas, eran flores realmente pequeñas de pétalos blancos que se marchitarían al llegar la mañana. Con toda delicadeza, Anaé las recolectó en la palma de su mano y se las salteó por el cabello, usando enganches para sujetarlas, tal y como hizo para asegurarse los mechones. Las espolvoreó por su peinado, dándole el toque final. No llevaría grandes joyas, ni tocados de oro, las flores le gustaban mucho más. Se puso los guantes blancos y mientras lo hacía se fijó en cómo le miraba Odette que al parecer llevaba tiempo contemplándola sin que ella se diera cuenta...Algo había estado haciendo mal. Pestañeó.- Qué..-¿Cómo puedes ponerte eso con todo lo que tienes?-Anaé sonrió, era evidente que había una diferencia económica entre ellas, la inglesa disponía de todo cuanto una joven caprichosa pudiera desear para un evento tan importante como aquel y un poco más. El guardarropa de Anaé era todo un derroche: Los vestidos más a la moda, de grandes diseños, telas costosas, joyas de oro y piedras preciosas..Algo que por muy nobles que fueran la familia de Odette no se podía permitir.- Me gusta así…-Pero ¡El vestido es muy soso! Así el señor Wingley no te mirará dos veces. ¿Por qué no usas el azul..? Es mucho más bonito- La muchacha volvió a sonreír, sin decir nada, esperando a que su compañera de habitación escogiera su propio tocado, que era con el que la francesa tenía problemas.- Si fuera tú escogería..-Odette observó el joyero abierto de Anaé y ella sonrió de nuevo, inclinándose para coger uno de los collares de oro, con piedras negras. La levantó hasta colocarla a la altura del cuello de Odette.- Estas le quedarían bien..-La chica le miró, por una vez sin saber qué decir.- Está bien..A usted le sientan mucho mejor que a mi de todas formas. Son más..De su estilo.- Se acercó para colocarle la llamativa joya, le ayudó también completando la colección con un tocado para el cabello a juego con el collar, era una diadema simple, pero de un diseño tan exquisito que no importaba que en conjunto fueran tan espléndidas. A alguien con la personalidad de Odette le quedaban a la perfección.- Está preciosa.- Aseguró Anaé, aunque no hacía falta decirlo en voz alta, Odette sabía perfectamente cómo se veía. Se dieron los últimos retoques, la señorita Boissieu se aseguró de tener todo en su sitio y se dio unos toques de perfume, muy ligeros, a ambos lados del cuello, eligió una esencia también de flores..Para que no se mezclasen demasiado con el olor de las florecillas en su cabello y, al fin, salieron de la habitación, justo a tiempo para la recepción del baile.
Anaé estaba tranquila, porque con toda certeza no iba a llamar la atención y estaba más cómoda que nunca en su vida. Se sentía bien. Podría disfrutar de una bonita velada viendo a las parejas bailar mientras disfrutaba de la orquesta y del contagioso ambiente festivo.
- Vestido:
- peinado(el primero del todo):
Anaé Boissieu- Humano Clase Alta
- Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 27/01/2017
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: El hombre de ojos raros. [Axel Blackmore]
(Roleado en CB)
La cena se iba a servir en la planta inferior de la mansión en el ala norte y este, había mesas larguísimas llenas de viandas y entrantes gourmet, todo decorado con flores, velas y centros de metal dorado rellenos de fruta. Había pequeñas fuentes de agua, guirnaldas y decoraciones de lo más exóticas. Las sillas estaban dispuestas en unas filas largas a ambos lados de la mesa, y frente a cada plato un pequeño cartel. En la entrada de los dos salones había una lista colgada en un mural decorado con flores, donde indicaba el número del asiento y el lado de la mesa de cada invitado, así era más fácil encontrarlo.
Los músicos interpretaban suaves melodías y los criados estaban dispuestos a ambos lados de los salones esperando que los invitados acudiesen a sus puestos y cuando entrasen los señores Roschild dieran comienzo a la cena. Odette buscó su nombre y la habían colocado al lado de unos nobles de Carcassone que tenían una hija de 16 años, poco agraciada por cierto. A Anaé la sentaron al lado de los Harmon y a su otro lado al señor Wixgley.
Anaé estaba radiante, la verdad, muy contenta y orgullosa de su atuendo, dispuesta a disfrutar de la velada, hasta que se fijó en que Odette y ella estaban separadas, eso desinfló un poco sus ánimos..¡Pero no pasaba nada! Esa noche iba a ser divertida, iba a pasárselo bien. Se dio la vuelta, sin mirar al lado de quién le tocaba, fue buscando la mesa que le correspondía..Bastante le costó, la verdad, pero una vez que la ubicó apretó los labios con convicción.
Si, se lo iba a pasar bien, iba a ser educada con quien tuviera al lado, con un poco de suerte hasta era alguien como su compañera que no dejaba de hablar y..¿Esa era la señora Harmon?..Oh, cielos..¿Ese era el señor Wixgley? Se acercó, rezando todo lo que conocía para que no fuera su sitio ese que quedaba entre los dos...Pero no tuvo esa suerte..¿Por qué nunca tenía suerte..?
Se acercó cohibida, colocándose mejor un guante que ya estaba perfectamente puesto. Miró a los señores Harmon y se inclinó primero.- Buenas noches, señor y señora Harmon.- Se colocó en su posición y miró al lord inglés...¿Cómo..Era su nombre? Se quedó pensativa..Y empezó a ponerse nerviosa..Debió prestar atención. ¿Cómo se podía olvidar de esas cosas cuando odette le había estado taladrando la cabeza con el lord toda la tarde? Finalmente, Anaé se inclinó mirándole, solo eso.
—Señorita Boissieu, un placer.— Albert Harmon la saludó, ya que antes no lo había hecho. Marion le soltó un — Bonito vestido, querida.— y el señor Wixgley besó su mano enguantada cortesmente.— Puede llamarme Seamus. Está usted muy hermosa…¿eso son flores frescas? es una idea muy original para un peinado.— El caballero inglés se colocó de nuevo bien las solapas del chaqué, que ya estaban bien puestas antes, pero era como un gesto metódico, en alqguien en quien la pulcritud debía ser una virtud muy arraigada, o quizás una obsesion.
Ya se estaba empezando a agobiar y todavía no había empezado la noche.- Gracias, señora Harmon.- No supo qué decir sobre el suyo, Marion siempre estaba demasiado deslumbrante para ella.- El placer es mio, señor Harmon...-Miró entonces al inglés, tendiéndole la mano. Por todos los santos del santoral, que la velada empezase ya.
Su madre siempre le decía que no comiese mucho, pues se iban a quedar sin reservas en al cocina porque iba a tragarse todo cuanto le pusieran delante para tener siempre la boca llena.- Si..lo son..-Se sonrojó, no pensó que alguien se fijara en eso y que para colmo lo comentara.- Gracias..-No se atrevió a decir su nombre...Era demasiado cercano para su gusto.
Los primeros llegaron al comedor y pronto los platos empezaron a distribuirse. El inglés no eran muy dicharachero, así que le hizo las tipicas preguntas a Anaé sobre su acento inglés, su procedencia y los negocios de su familia, una forma como cualquier otra de entablar conversación. Marion intervino en algun momento.— Me alegro de que le hayan sentado con la señorita Boissieu, creo que ambos comparten el gusto por la pintura.
— en realidad no soy un gran coleccionista, mi padre sí lo es.—
— Oh, no sea modesto, conocí a su padre hace años y sé que tienen una gran colección, y seguro que usted ha heredado tanto las obras como la pasión por conservarlas.
— Aún noha fallecido, señora Harmon, así que espero tardar mucho en heredarlas.
Ese zasca era el típico humor inglés con el Wixgley obsequió a Mario, que sonrió abiertamente algo sorprendida.— Desde luego, disculpe mi confusión.
Anaé bajó la mirada hacia los platos, como si estuviera muy interesada en ellos. ¿Cómo sabía Marion que le gustaba la pintura? No recordaba habérselo dicho..Era algo que mantenía oculto en la medida de lo posible..Empezó a sentirse incómoda por los comentarios de una y otra parte. Se sintió horriblemente mal cuando agradeció que el inglés colocara a Marion en su sitio. Sentía un nudo en mitad del pecho..No tenía ninguna gana de comer.- ¿Hay alguna obra que le guste más, señor..señor..Seamus.- Intentó cortar el humor inglés, que estando entre ellos dos era absolutamente asfixiante.
— Me gustan los clásicos renacentistas como Durero, El Bosco o Tiziano, pero si no lo ha visto, le recomiendo que le eche un vistazo a un nuevo pintor llamado John William Waterhouse. Pude contemplar una serie suya sobre Ofelia que me dejo sin palabras. De hecho he adquirido una de sus obras. ¿Y a usted?— el inglés fue cortando con cuidado lo que había en el plato y cenando tranquilamente. El segundo estaba a punto de entrar, y sobre la mesa se habían colocado más y más aperitivos que parecían no acabar nunca.
- Estuve en el Louvre hace poco, me impresionó la Giocconda..Pero debo admitir que La Victoria de Samotracia fue mi favorita.- Miró al hombre un momento, porque por muchoq ue quisiera no se iba a acordar del nombre del pintor a no ser que lo estudiase con ahínco. Sonrió de todas formas.- No puedo decir que un pintor me guste más que otro.
—Si tiene tiempo algun dia, y lo considera apropiado, podría acompañarla al Museo Cluny, donde se exponen muchas obras de arte del medievo. Es interesante.— dejó que le retirasen el plato y al poco llegó el segundo. La conversacion apenas fue mucho más allá, el inglés se daba cuenta de que la muchacha no era muy habladora asi que tampoco le dio palique de hablar por hablar. Contestó a un par de preguntas que le hizo el hombre que estaba sentado a su izquierda, que versaron sobre negocios e Inglaterra y poco más. Así llegaron a los postres.
- Por supuesto..Si tiene tiempo, estaré encantada.- Mentira, estaba anonadada. ¿Por qué con Axel le resultó tan embriagador y con este hombre no? No tenía nada de malo, en realidad él apreció ofrecerse por voluntad propia que era mucho más de lo que lord Blackmore hizo pero..Le gustaría ir con Axel..Apretó los labios y se riñó, alejando esos egoístas pensamientos de su cabeza, el señor Seamus estaba siendo muy amable y muy agradable. Después de todo podría ser un comentario sin intención de llegar a puerto.
Picoteó más que comió lo que tenía cerca, pero al ver los postres prestó algo más de atención.
Eran muy sofisticados y había todo tipo de florecillas y decoraciones en azúcar de colores. Arrancaron la admiración de la gente, y además pusieron una fuente de chocolate con trozos de fruta para poder bañarlos en los caudales marrones que fluían como si fuera agua. Lord Wixgley torció apenas un leve gesto de desagrado, las pompas ostentosas no le gustaban mucho, él era un tipo de hombre de esos que tienen gustos más sencillos y menos llamativos. El baile iba a comenzar en pocos minutos, a la que despejaran el salón de espejos.
Anaé sin embargo sonrió, más que por lo sotentoso fue por lo agradable a al vista que era todo. Era una de esas personas que comían con los ojos, porque luego no era capaz de pegarle dos bocados al mismo plato, pero aquello era una obra de arte..¿Cuánto habría costado hacer algo así? ¿Tendrían a alguien especial en al cocina para hacer todo eso? Sonrió de nuevo y se decidió por la fruta, la primera vez la probó con chocolate pero luego comió unas cuantas piezas más, solas. - ..Son tan bonitas que da pena comerlas..-Dijo, ensimismada, sin saber que hablaba en voz alta.
Lord Wixgley iba a decir algo pero el barón de Balzac le interrumpió.— querido amigo!! va a empezar el baile y usted y yo teníamos un acuerdo con sendas señoritas que…¡Oh! si está usted aquí! si ha terminado, ¿le complacería acompañaros junto a la señorita Odette hasta el salón de baile?
Anaé levantó la vista.:Cualquiera diría que son parientes. Sonrió de medio lado, pensando en unirse a Odette, bien..Lo prefería. Aun así, giró el rostro y miró a la señora Harmon..Porque al fin y al cabo estaba allí para acompañarla y esperó una señal que le indicase que podía retirarse.
— Lord Wixgley confío en su honorabilidad, como buen británico que es. Espero que la señorita Boissieu y usted encuentren diversión en bailar y no es perderse por los jardines a media noche…aunque.. a quién queremos engañar, son jóvenes y hacen buena pareja, no podría culparles por algo asi.— La americana le estaba encolomando claramente al Lord.
La cara de sorpresa de Anaé fue digna de un cuadro. Se quedó mirando a la señora Harmon intentando hacerse a la idea de que eran imaginaciones suyas y que no quería decir lo que se estaba imaginando. Se sonrojó...Mucho. Se puso en pie, algo apurada.- No hacemos buena pareja.- Dijo, de pronto, muy azorada.- Nos acabamos de conocer. Si em disculpa voy..Voy a buscar a Odette.
E intentó salir de allí lo antes posible. Perderse por los jardines..¡Por Dios! Quién se creía que era ella..Se perdía mucho..Y le gustaba dar paseos cuando estaba todo oscuro..¡Pero había sonado realmente raro! COmo si ella fuera una de esas muchachas persiguiendo pasiones en al oscuridad. Se sonrojó todavía más. ¡Cómo..Cómo podía haber insinuado algo así!
Odette estaba colgada del brazo del barón esperando que la música empezase para dar paso al baile. Saludó a Anaé cuando ésta se acercó.— ¿Dónde va? el baile va a empezar en un momento.— Marion la vio marchar y enarcó una ceja…qué susceptible! estas mojigatas le daban mucha alergia. Una cosa es que se respetasen las tradiciones y la buena educación y la otra ser una mojigata lastimera fuera de la realidad. En fin, tenía mejores asuntos que atender que las tontunas de una jovencita enmadrada.
Anaé se acercó a Odette, intentando templarse. Cerró los ojos un instante, se tuvo que recordar que aquella no era una reacción normal, que lo lógico hubiera sido hacerse la tonta e ignorar los comentarios de esa mujer, pero por algún motivo le afectaba más lo que la dama americana tenía que decir y no quería indagar en qué. Miró a la francesa, recuperando su rostro de mármol.- Voy a por una copa..¿Quiere algo?- No le apetecía beber, pero volvería con algo ligero, por aquello del disimulo.
— No gracias, ya ha ido mi marido. Vaya si quiere a bailar. ¿No la acompaña, señor Wixgley?.— el caballero carraspeó.— Sí, por supuesto…si me hace el honor…— le presentó el brazo para llevarla hacia el salón donde empezaba a sonar ya música.
Pobre caballero. Otro que se veía obligado a aceptar su compañía. Suspiró y se acercó al inglés apoyando suavemente su mano sobre su brazo. Intentaría permanecer callada, de todas formas tampoco le apetecía mucho hablar. Tenía que aprender a serenarse o terminaría por ponerse en evidencia solo por no hacer lo que mejor sabía: Permanecer impasible.- No soy muy buena bailarina..-Le advirtió. En realidad no era que fuera mala bailando, pero era harto torpe y tendía a tropezar más veces de las que pudiera admitir.
— Yo tampoco, así que no se disculpe por ello, mi madre siempre dice que nací con dos pies izquierdos. Mi talento se restringe únicamente a las leyes y al derecho, ya ve.— empezaban la velada con algunos rondós italianos en los que se bailaba en corros de mucha gente, ya había varios rodando en la sala.
De leyes y derechos tenía exactamente el mismo conocimiento que de caballos y perros. Ninguno. Miró al hombre con cierta curiosidad.- ¿Por eso está aquí? ¿Por leyes y derechos?- Anaé caminó despacio, suspirando, hacía siglos que no bailaba pero..Nunca le molestó hacerlo, eran movimientos muy automáticos una vez que se aprendían, los bailes eran los mimos, así que los apreciaba, a decir verdad. Claro que tener a alguien como ella en movimiento constante era un peligro para el público. Todo el mundo estaba más seguro cuando Anaé permanecía quietecita.
—Así es. Los grandes negocios necesitan grandes conocimientos de leyes para que sean ventajosos y no incumplan ninguna.— Le hizo una reverencia y le tendió la mano para comenzar el baile, al ritmo de aquella pieza de melodía alegre que invitaba a moverse y girar al compás ejecutando varias figuras que todo el mundo hacía de la misma forma.
Anaé se inclinó también y se unió al corro. No disfrutaba de la misma manera eufórica que las chicas de su edad de aquellos eventos, pero no podía decirse que le disgustase, al final dar vueltas y seguir el ritmo de la música le hacía sentirse más ligera, más optimista. Cuando en una de las figuras estuvieron el tiempo suficiente cerca Anaé siguió con al conversación.- Entonces tiene grandes negocios o son del barón Balsac.- No tenía especial interés, pero no hablar mientras bailaba se le antojaba raro.
La cena se iba a servir en la planta inferior de la mansión en el ala norte y este, había mesas larguísimas llenas de viandas y entrantes gourmet, todo decorado con flores, velas y centros de metal dorado rellenos de fruta. Había pequeñas fuentes de agua, guirnaldas y decoraciones de lo más exóticas. Las sillas estaban dispuestas en unas filas largas a ambos lados de la mesa, y frente a cada plato un pequeño cartel. En la entrada de los dos salones había una lista colgada en un mural decorado con flores, donde indicaba el número del asiento y el lado de la mesa de cada invitado, así era más fácil encontrarlo.
Los músicos interpretaban suaves melodías y los criados estaban dispuestos a ambos lados de los salones esperando que los invitados acudiesen a sus puestos y cuando entrasen los señores Roschild dieran comienzo a la cena. Odette buscó su nombre y la habían colocado al lado de unos nobles de Carcassone que tenían una hija de 16 años, poco agraciada por cierto. A Anaé la sentaron al lado de los Harmon y a su otro lado al señor Wixgley.
Anaé estaba radiante, la verdad, muy contenta y orgullosa de su atuendo, dispuesta a disfrutar de la velada, hasta que se fijó en que Odette y ella estaban separadas, eso desinfló un poco sus ánimos..¡Pero no pasaba nada! Esa noche iba a ser divertida, iba a pasárselo bien. Se dio la vuelta, sin mirar al lado de quién le tocaba, fue buscando la mesa que le correspondía..Bastante le costó, la verdad, pero una vez que la ubicó apretó los labios con convicción.
Si, se lo iba a pasar bien, iba a ser educada con quien tuviera al lado, con un poco de suerte hasta era alguien como su compañera que no dejaba de hablar y..¿Esa era la señora Harmon?..Oh, cielos..¿Ese era el señor Wixgley? Se acercó, rezando todo lo que conocía para que no fuera su sitio ese que quedaba entre los dos...Pero no tuvo esa suerte..¿Por qué nunca tenía suerte..?
Se acercó cohibida, colocándose mejor un guante que ya estaba perfectamente puesto. Miró a los señores Harmon y se inclinó primero.- Buenas noches, señor y señora Harmon.- Se colocó en su posición y miró al lord inglés...¿Cómo..Era su nombre? Se quedó pensativa..Y empezó a ponerse nerviosa..Debió prestar atención. ¿Cómo se podía olvidar de esas cosas cuando odette le había estado taladrando la cabeza con el lord toda la tarde? Finalmente, Anaé se inclinó mirándole, solo eso.
—Señorita Boissieu, un placer.— Albert Harmon la saludó, ya que antes no lo había hecho. Marion le soltó un — Bonito vestido, querida.— y el señor Wixgley besó su mano enguantada cortesmente.— Puede llamarme Seamus. Está usted muy hermosa…¿eso son flores frescas? es una idea muy original para un peinado.— El caballero inglés se colocó de nuevo bien las solapas del chaqué, que ya estaban bien puestas antes, pero era como un gesto metódico, en alqguien en quien la pulcritud debía ser una virtud muy arraigada, o quizás una obsesion.
Ya se estaba empezando a agobiar y todavía no había empezado la noche.- Gracias, señora Harmon.- No supo qué decir sobre el suyo, Marion siempre estaba demasiado deslumbrante para ella.- El placer es mio, señor Harmon...-Miró entonces al inglés, tendiéndole la mano. Por todos los santos del santoral, que la velada empezase ya.
Su madre siempre le decía que no comiese mucho, pues se iban a quedar sin reservas en al cocina porque iba a tragarse todo cuanto le pusieran delante para tener siempre la boca llena.- Si..lo son..-Se sonrojó, no pensó que alguien se fijara en eso y que para colmo lo comentara.- Gracias..-No se atrevió a decir su nombre...Era demasiado cercano para su gusto.
Los primeros llegaron al comedor y pronto los platos empezaron a distribuirse. El inglés no eran muy dicharachero, así que le hizo las tipicas preguntas a Anaé sobre su acento inglés, su procedencia y los negocios de su familia, una forma como cualquier otra de entablar conversación. Marion intervino en algun momento.— Me alegro de que le hayan sentado con la señorita Boissieu, creo que ambos comparten el gusto por la pintura.
— en realidad no soy un gran coleccionista, mi padre sí lo es.—
— Oh, no sea modesto, conocí a su padre hace años y sé que tienen una gran colección, y seguro que usted ha heredado tanto las obras como la pasión por conservarlas.
— Aún noha fallecido, señora Harmon, así que espero tardar mucho en heredarlas.
Ese zasca era el típico humor inglés con el Wixgley obsequió a Mario, que sonrió abiertamente algo sorprendida.— Desde luego, disculpe mi confusión.
Anaé bajó la mirada hacia los platos, como si estuviera muy interesada en ellos. ¿Cómo sabía Marion que le gustaba la pintura? No recordaba habérselo dicho..Era algo que mantenía oculto en la medida de lo posible..Empezó a sentirse incómoda por los comentarios de una y otra parte. Se sintió horriblemente mal cuando agradeció que el inglés colocara a Marion en su sitio. Sentía un nudo en mitad del pecho..No tenía ninguna gana de comer.- ¿Hay alguna obra que le guste más, señor..señor..Seamus.- Intentó cortar el humor inglés, que estando entre ellos dos era absolutamente asfixiante.
— Me gustan los clásicos renacentistas como Durero, El Bosco o Tiziano, pero si no lo ha visto, le recomiendo que le eche un vistazo a un nuevo pintor llamado John William Waterhouse. Pude contemplar una serie suya sobre Ofelia que me dejo sin palabras. De hecho he adquirido una de sus obras. ¿Y a usted?— el inglés fue cortando con cuidado lo que había en el plato y cenando tranquilamente. El segundo estaba a punto de entrar, y sobre la mesa se habían colocado más y más aperitivos que parecían no acabar nunca.
- Estuve en el Louvre hace poco, me impresionó la Giocconda..Pero debo admitir que La Victoria de Samotracia fue mi favorita.- Miró al hombre un momento, porque por muchoq ue quisiera no se iba a acordar del nombre del pintor a no ser que lo estudiase con ahínco. Sonrió de todas formas.- No puedo decir que un pintor me guste más que otro.
—Si tiene tiempo algun dia, y lo considera apropiado, podría acompañarla al Museo Cluny, donde se exponen muchas obras de arte del medievo. Es interesante.— dejó que le retirasen el plato y al poco llegó el segundo. La conversacion apenas fue mucho más allá, el inglés se daba cuenta de que la muchacha no era muy habladora asi que tampoco le dio palique de hablar por hablar. Contestó a un par de preguntas que le hizo el hombre que estaba sentado a su izquierda, que versaron sobre negocios e Inglaterra y poco más. Así llegaron a los postres.
- Por supuesto..Si tiene tiempo, estaré encantada.- Mentira, estaba anonadada. ¿Por qué con Axel le resultó tan embriagador y con este hombre no? No tenía nada de malo, en realidad él apreció ofrecerse por voluntad propia que era mucho más de lo que lord Blackmore hizo pero..Le gustaría ir con Axel..Apretó los labios y se riñó, alejando esos egoístas pensamientos de su cabeza, el señor Seamus estaba siendo muy amable y muy agradable. Después de todo podría ser un comentario sin intención de llegar a puerto.
Picoteó más que comió lo que tenía cerca, pero al ver los postres prestó algo más de atención.
Eran muy sofisticados y había todo tipo de florecillas y decoraciones en azúcar de colores. Arrancaron la admiración de la gente, y además pusieron una fuente de chocolate con trozos de fruta para poder bañarlos en los caudales marrones que fluían como si fuera agua. Lord Wixgley torció apenas un leve gesto de desagrado, las pompas ostentosas no le gustaban mucho, él era un tipo de hombre de esos que tienen gustos más sencillos y menos llamativos. El baile iba a comenzar en pocos minutos, a la que despejaran el salón de espejos.
Anaé sin embargo sonrió, más que por lo sotentoso fue por lo agradable a al vista que era todo. Era una de esas personas que comían con los ojos, porque luego no era capaz de pegarle dos bocados al mismo plato, pero aquello era una obra de arte..¿Cuánto habría costado hacer algo así? ¿Tendrían a alguien especial en al cocina para hacer todo eso? Sonrió de nuevo y se decidió por la fruta, la primera vez la probó con chocolate pero luego comió unas cuantas piezas más, solas. - ..Son tan bonitas que da pena comerlas..-Dijo, ensimismada, sin saber que hablaba en voz alta.
Lord Wixgley iba a decir algo pero el barón de Balzac le interrumpió.— querido amigo!! va a empezar el baile y usted y yo teníamos un acuerdo con sendas señoritas que…¡Oh! si está usted aquí! si ha terminado, ¿le complacería acompañaros junto a la señorita Odette hasta el salón de baile?
Anaé levantó la vista.:Cualquiera diría que son parientes. Sonrió de medio lado, pensando en unirse a Odette, bien..Lo prefería. Aun así, giró el rostro y miró a la señora Harmon..Porque al fin y al cabo estaba allí para acompañarla y esperó una señal que le indicase que podía retirarse.
— Lord Wixgley confío en su honorabilidad, como buen británico que es. Espero que la señorita Boissieu y usted encuentren diversión en bailar y no es perderse por los jardines a media noche…aunque.. a quién queremos engañar, son jóvenes y hacen buena pareja, no podría culparles por algo asi.— La americana le estaba encolomando claramente al Lord.
La cara de sorpresa de Anaé fue digna de un cuadro. Se quedó mirando a la señora Harmon intentando hacerse a la idea de que eran imaginaciones suyas y que no quería decir lo que se estaba imaginando. Se sonrojó...Mucho. Se puso en pie, algo apurada.- No hacemos buena pareja.- Dijo, de pronto, muy azorada.- Nos acabamos de conocer. Si em disculpa voy..Voy a buscar a Odette.
E intentó salir de allí lo antes posible. Perderse por los jardines..¡Por Dios! Quién se creía que era ella..Se perdía mucho..Y le gustaba dar paseos cuando estaba todo oscuro..¡Pero había sonado realmente raro! COmo si ella fuera una de esas muchachas persiguiendo pasiones en al oscuridad. Se sonrojó todavía más. ¡Cómo..Cómo podía haber insinuado algo así!
Odette estaba colgada del brazo del barón esperando que la música empezase para dar paso al baile. Saludó a Anaé cuando ésta se acercó.— ¿Dónde va? el baile va a empezar en un momento.— Marion la vio marchar y enarcó una ceja…qué susceptible! estas mojigatas le daban mucha alergia. Una cosa es que se respetasen las tradiciones y la buena educación y la otra ser una mojigata lastimera fuera de la realidad. En fin, tenía mejores asuntos que atender que las tontunas de una jovencita enmadrada.
Anaé se acercó a Odette, intentando templarse. Cerró los ojos un instante, se tuvo que recordar que aquella no era una reacción normal, que lo lógico hubiera sido hacerse la tonta e ignorar los comentarios de esa mujer, pero por algún motivo le afectaba más lo que la dama americana tenía que decir y no quería indagar en qué. Miró a la francesa, recuperando su rostro de mármol.- Voy a por una copa..¿Quiere algo?- No le apetecía beber, pero volvería con algo ligero, por aquello del disimulo.
— No gracias, ya ha ido mi marido. Vaya si quiere a bailar. ¿No la acompaña, señor Wixgley?.— el caballero carraspeó.— Sí, por supuesto…si me hace el honor…— le presentó el brazo para llevarla hacia el salón donde empezaba a sonar ya música.
Pobre caballero. Otro que se veía obligado a aceptar su compañía. Suspiró y se acercó al inglés apoyando suavemente su mano sobre su brazo. Intentaría permanecer callada, de todas formas tampoco le apetecía mucho hablar. Tenía que aprender a serenarse o terminaría por ponerse en evidencia solo por no hacer lo que mejor sabía: Permanecer impasible.- No soy muy buena bailarina..-Le advirtió. En realidad no era que fuera mala bailando, pero era harto torpe y tendía a tropezar más veces de las que pudiera admitir.
— Yo tampoco, así que no se disculpe por ello, mi madre siempre dice que nací con dos pies izquierdos. Mi talento se restringe únicamente a las leyes y al derecho, ya ve.— empezaban la velada con algunos rondós italianos en los que se bailaba en corros de mucha gente, ya había varios rodando en la sala.
De leyes y derechos tenía exactamente el mismo conocimiento que de caballos y perros. Ninguno. Miró al hombre con cierta curiosidad.- ¿Por eso está aquí? ¿Por leyes y derechos?- Anaé caminó despacio, suspirando, hacía siglos que no bailaba pero..Nunca le molestó hacerlo, eran movimientos muy automáticos una vez que se aprendían, los bailes eran los mimos, así que los apreciaba, a decir verdad. Claro que tener a alguien como ella en movimiento constante era un peligro para el público. Todo el mundo estaba más seguro cuando Anaé permanecía quietecita.
—Así es. Los grandes negocios necesitan grandes conocimientos de leyes para que sean ventajosos y no incumplan ninguna.— Le hizo una reverencia y le tendió la mano para comenzar el baile, al ritmo de aquella pieza de melodía alegre que invitaba a moverse y girar al compás ejecutando varias figuras que todo el mundo hacía de la misma forma.
Anaé se inclinó también y se unió al corro. No disfrutaba de la misma manera eufórica que las chicas de su edad de aquellos eventos, pero no podía decirse que le disgustase, al final dar vueltas y seguir el ritmo de la música le hacía sentirse más ligera, más optimista. Cuando en una de las figuras estuvieron el tiempo suficiente cerca Anaé siguió con al conversación.- Entonces tiene grandes negocios o son del barón Balsac.- No tenía especial interés, pero no hablar mientras bailaba se le antojaba raro.
Axel Blackmore- Cazador Clase Alta
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