AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Laboratory of Sleep
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The Laboratory of Sleep
Her face was pale, menacing and partly lost in the deep shadows of her masked crown. She was motionless, seemingly not quite human.
Sensible, pálida, con la gravedad de una tos, arrojando sangre por su boca, manchando sus dientes, sus carnosos labios y el pañuelo, evidencia de la enfermedad crónica que porta, no dejaba de toser, esta vez cayó en cama, siendo presa de su propia infame, de su falta y ofensa a los cuerpos sacrificados por su ciencia. Auto sacrificando su belleza por derramarla a quienes la necesitan (púes cree en una ironía, en la cuál conforme ayuda a la gente a restaurar su horrorosidad, a ella se le plasma está, arrebatandole la belleza que brinda con las manos de su cuerpo, haciéndola fea poco a poco) así, es que en esta ocasión le es imposible estar en labor, agradeció de que sus pacientes no requerían de una modificación, sino sólo procurar las cicatrices de estas, requiriendo de solo limpiarla, pero para ello, explicó a cada uno (pues el tratamiento no era el mismo) a procesar la piel, que retiraran la piel seca, se lavaran y de unos aceites realizados con hierbas, se untaran en esta, evitando una infección.
Transpirando, con la tonalidad de su piel solo partes del cuerpo se notaba, se había cubierto con solo una sábana, la fiebre que tenía le hacía alucinar, era demasiado alta, que sus carnosos y pálidos labios perdieron la tonalidad, morados, como si golpeados estuvieran. Sus cabellos seguían cayendo en la almohada, encogida en esa pared, sola, con sus propios tormentos. Era una habitación totalmente oscura, siniestra (púes parece una cueva de hospital, instrumentos que podían ser de tortura, mas solo son sus armas para dar belleza, vida) Un sitio en el que decoró como una tumba, asi el dia que tenga que morir, seria ahi, en su lugar sagrado para ella.
...Un portazo se escuchó, dos, luego tres, ¿quiénes eran? No había citado a nadie, que al intentar incorporarse, al levantarse de esa cama, débil, baja de defensas, casi muerta, porque su domitor esa noche la quería horrenda, quería hacerla sufrir (vengándose en no darle de su sangre, torturandola, como si se obsesionara con su fatal estado) Dependiendo siempre de él, y esta vez solo congoja era lo que bebía. Camino, o al menos eso intentaba, dirigiéndose hacia la puerta, abrió. Y ahí, todo fue muy rápido, desconoce que realmente sucedió, solo su mente se nubló, su vista se desvaneció, y caía, no soportó que se desmayó. Su corazón latia lentamente, el ritmo era peligroso, cada instante de su línea de vida está en gravedad, que una mala atención y adiós sería todo. (Siendo los síntomas de esta manera, un día podia estar bien y al otro agonizar, no se sabe realmente su estado real de cada día hasta que su cuerpo pueda decir basta). Sin saber que había sido llevada a un infierno en camisón, y la pérdida del músculo le hacían lucir como un cadáver a simple vista, un muerto, alguien agónico a punto de ver las llamas del inframundo (¡Si creen que al cielo iría, están equivocados, ha pecado más de lo que un fiel ciego no ha hecho) como un arcángel caído, esperando que reparen de sus alas pues sin estas la vida se le acaba.
Invitado- Invitado
Re: The Laboratory of Sleep
La locura, la obsesión y la fe ciega, pueden llevar a cometer actos repudiables, completamente sacados de sí, alejados de cualquier lógica, por más que su causante se empeñe en demostrar que lo hecho por sus manos es lo correcto. Desmond se hundía cada vez más en su propia demencia, hasta parecía ir desarrollando indicios de paranoia, más no lo demostraba abiertamente, sólo se encerraba en su laboratorio, perdiéndose entre los recovecos de teorías imposibles, las que aplicaba sin piedad alguna a cualquier infeliz que se topara en su camino. Graham Wells le había hecho un terrible daño a aquel niño que lo observaba a escondidas y que más tarde se convirtió, no sólo en su discípulo, sino en un monstruo. ¿Lo peor? Es que una institución tan podrida como la Inquisición aprobaba cualquier idea nefasta por parte de aquel hombre sin escrúpulos.
A Desmond no le temblaba el pulso para cumplir con sus fines, en lo absoluto. Cuando se le metía una idea entre ceja y ceja, era difícil hacerlo cambiar de opinión. Era un maldito demente, obsesionado con una ciencia dañina. Pero estaba llegando al punto de quedarse sin ideas, a pesar de haber obtenido resultados excepcionales. Para él no había un punto y final, quería seguir avanzando, ir más allá de lo imposible; deseaba convertirse en la mano derecha del Altísimo en la tierra. Baines se le estaban zafando las tuercas de la cabeza y lo cierto es que no le preocupaba, porque igual seguía siendo un científico extraordinario.
Fue esa misma odisea obsesiva con buscar miles de maneras de crear razas perfectas que se encontró con un caso que llamó poderosamente su atención. No sólo por lo fantástico que era en sí mismo, sino porque le recordaba a alguien a quien dio muerte, y ahora su conciencia le reclamaba. Aun así, no era suficiente para reparar los daños causados en su propia mente. Simplemente exigió tener entre sus garras aquel espécimen tan maravilloso que habían descubierto sólo para él. Desmond no cabía en sí mismo de lo exaltado que se encontraba por tan inigualable experimento.
Desde hacía un tiempo se había encargado de reclutar a enfermos de todas las índoles para tratar con ellos, no para curarlos, sino para sacarle provecho a sus afecciones mediante métodos nada convencionales. Y aquella joven cirujana había llegado a acaparar su atención entre los moribundos que colmaban sus largas listas de conejillos de indias.
—La quiero aquí... ahora. ¡Muévete! —ordenó a uno de sus asistentes, mientras caminaba de un lado a otro como león enjaulado en el salón principal de su residencia—. Y no me importa cómo, sólo hazlo.
Y esperó. Los minutos se hicieron largos, demasiado eternos, incluso para él. Pero, cuando estaba a punto de hacer las cosas por su cuenta, ya harto de esperar, su regalo había llegado. Desmond esbozó una sonrisa siniestra, algo que reveló a sus ayudantes mucho más de lo que se imaginaban. Y más temprano que tarde terminaron marchándose, pues su misión ya estaba más que cumplida.
—¡Ah! Bienvenida —anunció con los brazos abiertos. Luego se acercó a la joven, quien yacía recostada en un sofá—. Mira que mal estás, ¿hace cuánto no bebes? Espera, hace mucho —dijo con tono burlón, retirando un mechón de su rostro—. Tu sangre está enferma, pero si se mezcla con la mía, podrías vivir un poco más. Eso es interesante... Necesito saber más, ¡más!
Le sujetó el mentón, escudriñándola con la mirada, moviendo su rostro de un lado a otro, mientras analizaba sus facciones. ¡Ella era tan parecida a Elodie! El simple recuerdo causó que la soltara de inmediato, haciéndola a un lado con cierta repulsión.
—¡Levántate! —exigió, a pesar del estado lamentable de ella—. Te dije que te levantaras, ¿no pretendes obedecerme?
A Desmond no le temblaba el pulso para cumplir con sus fines, en lo absoluto. Cuando se le metía una idea entre ceja y ceja, era difícil hacerlo cambiar de opinión. Era un maldito demente, obsesionado con una ciencia dañina. Pero estaba llegando al punto de quedarse sin ideas, a pesar de haber obtenido resultados excepcionales. Para él no había un punto y final, quería seguir avanzando, ir más allá de lo imposible; deseaba convertirse en la mano derecha del Altísimo en la tierra. Baines se le estaban zafando las tuercas de la cabeza y lo cierto es que no le preocupaba, porque igual seguía siendo un científico extraordinario.
Fue esa misma odisea obsesiva con buscar miles de maneras de crear razas perfectas que se encontró con un caso que llamó poderosamente su atención. No sólo por lo fantástico que era en sí mismo, sino porque le recordaba a alguien a quien dio muerte, y ahora su conciencia le reclamaba. Aun así, no era suficiente para reparar los daños causados en su propia mente. Simplemente exigió tener entre sus garras aquel espécimen tan maravilloso que habían descubierto sólo para él. Desmond no cabía en sí mismo de lo exaltado que se encontraba por tan inigualable experimento.
Desde hacía un tiempo se había encargado de reclutar a enfermos de todas las índoles para tratar con ellos, no para curarlos, sino para sacarle provecho a sus afecciones mediante métodos nada convencionales. Y aquella joven cirujana había llegado a acaparar su atención entre los moribundos que colmaban sus largas listas de conejillos de indias.
—La quiero aquí... ahora. ¡Muévete! —ordenó a uno de sus asistentes, mientras caminaba de un lado a otro como león enjaulado en el salón principal de su residencia—. Y no me importa cómo, sólo hazlo.
Y esperó. Los minutos se hicieron largos, demasiado eternos, incluso para él. Pero, cuando estaba a punto de hacer las cosas por su cuenta, ya harto de esperar, su regalo había llegado. Desmond esbozó una sonrisa siniestra, algo que reveló a sus ayudantes mucho más de lo que se imaginaban. Y más temprano que tarde terminaron marchándose, pues su misión ya estaba más que cumplida.
—¡Ah! Bienvenida —anunció con los brazos abiertos. Luego se acercó a la joven, quien yacía recostada en un sofá—. Mira que mal estás, ¿hace cuánto no bebes? Espera, hace mucho —dijo con tono burlón, retirando un mechón de su rostro—. Tu sangre está enferma, pero si se mezcla con la mía, podrías vivir un poco más. Eso es interesante... Necesito saber más, ¡más!
Le sujetó el mentón, escudriñándola con la mirada, moviendo su rostro de un lado a otro, mientras analizaba sus facciones. ¡Ella era tan parecida a Elodie! El simple recuerdo causó que la soltara de inmediato, haciéndola a un lado con cierta repulsión.
—¡Levántate! —exigió, a pesar del estado lamentable de ella—. Te dije que te levantaras, ¿no pretendes obedecerme?
Desmond M. Baines- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/10/2015
Re: The Laboratory of Sleep
Un viaje cruel, la inconsciencia y saberse que la muerte te espera, es injusto, intempestiva y traicionera, justo en ese momento tuvo que burlarse de ella, preciso saborea su agonía cuan niño travieso y mimado, actuando como ladrón sigiloso de la vida al entrar sin siquiera ser nombrado, atravesando los límites para perturbar a la enferma, pudo haber sido el acto final que acordado falleciera cuando cayó tras abrir la puerta, hubiese optado por ir al camino de la cobardía, pues ya no quería acudir al tormento que le estaba esperando, pronto sabía que el mal sería tatuado en su templo, pagar por los crímenes de la existencia que llevaba o lleva. Doloroso; es más aun cuando poco a poco se va recobrando la conciencia, escucha voces, percibe pasos, murmullos y burlas por parte de quien le ha sujetado. No había sentido los golpes de la caída, no cuando un peso se situaba en su pecho, era lamentable su respiración, no había cura para tal desgracia, ya estaba su partida dada si no le entregan esa poca esperanza en la que se aferró, en la que aceptaba cada tipo de condiciones y solo a cambio de unas gotas de vida, de pedir, suplicar por beber de su domitor, porque si, cayó a las manos de un monstruo que se jacta de su propia agonía, y con quien le llevaban. Ellos nombraron esa identidad, como si fuese una pesadilla, dormita, más teme abrir los ojos, y encontrarse con lo que le da temor. Muchos al verla le gritan tirana, pero nadie sabe por lo que está pasando, no saben de las bestias ganas en la que lucha por mantenerse con vida, en plasmar su legado y motivada por el cortante tiempo a enseñar este bello arte, para que así no sea olvidada. No quería que fuese asesinado ese sueño, esa es su única esperanza de sanar.
Y llegaron, su templo fue situado en un sofá, la fina seda que era envuelta en este, le hizo desprender gemidos quejosos, aún permanecía la fiebre, y el temblor con la exudación era perjudicada por el ambiente de ese lugar, frío, muy friolento para ella, no ayuda en nada, perjudica toda la condición. Invasora, esa voz se prolonga, se hace cada vez más cercana, e incluso íntima, sus tímpanos reaccionan de manera escalofriante, tratando de abrir los ojos, pero hasta eso la energía no le permite, está cansada, agotada debido a la maldad, resistir a tan inmerso mundo, era demasiado agotador. Torturadora, le carcomen todo, el alma se desangra gota a gota, día a día, siempre algo más, insidiosa que contagia sin contagiar su virus, sola, batallando sin armas, imborrable marcas que estoicamente soporta, removiéndose, sujetándose con un codo como objeto de apoyo, debía levantarse, no darle el gusto al inmortal de seguirse befando de ella. Él era la locura impotente de malestar, él era su auténtica enfermedad, ¡maldito! … Poco, lentamente, se alza, ya sus ojos lograron abrirse, mirando en dirección a una sombra, a donde la luz se enfoca y la voz vibra, lastimándole la vista, siendo inútil el acto por levantarse.
— Tan encantadora bienvenida, más el juego está a punto de terminar, hasta suerte tienes de haberme hallado con vida, los días se están saliendo de control, ya no hace falta contarlos, ni esperar a que sea traída de nueva cuenta, ese día que llegue, sonreiré porque así sé que ya no habrá alguna bufonada tuya, sino solo de mi parte.
Tocio, áspera garganta, tramposo es su cuerpo, se muestra a la defensiva con ella, extenuado de forzar las palabras, desviando el rostro para que no siguiera tocándola, su frialdad es más dañina, su cercanía le asfixia, sus gestos, como el retirar de su mechón, son solo ofensas más de su parte, un vil insecto, sin sostener su mirada, esas irises si las observa, caerá a su juego de nueva cuenta, evitando contacto, no quiere sufrir. Que siempre halla la manera de insultarla, soltada, insinuando el asco, la aberración, demandando que se levantara, sin tener consideración de su estado, la humilla más, la destroza siempre. Volviendo a toser pero la sangre se salpica a la base del sofá, tiñéndose sus labios, al menos le dieron color a tal palidez, resaltando por la blancura, por su caótico estado, no hubo tiempo para cubrirse, el malestar en su pecho no le permite respirar, en pausado habla, sin aliento se deja caer, haciéndose ovillo y cubierta por los cabellos, sin cambiar el ritmo de sus latidos, apagados, escasos, y él lo sabe, por eso se aprovecha.
— Estás a tiempo de que sobreviva, ¿por qué solo gozas con torturarme? Sabes demasiadas cosas, no hace falta que hable, eres inmune a mi peste… solo hazlo, hiéreme todo lo que quieras, pero revíveme, no aguanto más… por favor, no puedo, ya no... ¿Por cuánto tiempo será? ¿Por cuánto es que tendré que implorar, y a cambio de que esta vez?
Y llegaron, su templo fue situado en un sofá, la fina seda que era envuelta en este, le hizo desprender gemidos quejosos, aún permanecía la fiebre, y el temblor con la exudación era perjudicada por el ambiente de ese lugar, frío, muy friolento para ella, no ayuda en nada, perjudica toda la condición. Invasora, esa voz se prolonga, se hace cada vez más cercana, e incluso íntima, sus tímpanos reaccionan de manera escalofriante, tratando de abrir los ojos, pero hasta eso la energía no le permite, está cansada, agotada debido a la maldad, resistir a tan inmerso mundo, era demasiado agotador. Torturadora, le carcomen todo, el alma se desangra gota a gota, día a día, siempre algo más, insidiosa que contagia sin contagiar su virus, sola, batallando sin armas, imborrable marcas que estoicamente soporta, removiéndose, sujetándose con un codo como objeto de apoyo, debía levantarse, no darle el gusto al inmortal de seguirse befando de ella. Él era la locura impotente de malestar, él era su auténtica enfermedad, ¡maldito! … Poco, lentamente, se alza, ya sus ojos lograron abrirse, mirando en dirección a una sombra, a donde la luz se enfoca y la voz vibra, lastimándole la vista, siendo inútil el acto por levantarse.
— Tan encantadora bienvenida, más el juego está a punto de terminar, hasta suerte tienes de haberme hallado con vida, los días se están saliendo de control, ya no hace falta contarlos, ni esperar a que sea traída de nueva cuenta, ese día que llegue, sonreiré porque así sé que ya no habrá alguna bufonada tuya, sino solo de mi parte.
Tocio, áspera garganta, tramposo es su cuerpo, se muestra a la defensiva con ella, extenuado de forzar las palabras, desviando el rostro para que no siguiera tocándola, su frialdad es más dañina, su cercanía le asfixia, sus gestos, como el retirar de su mechón, son solo ofensas más de su parte, un vil insecto, sin sostener su mirada, esas irises si las observa, caerá a su juego de nueva cuenta, evitando contacto, no quiere sufrir. Que siempre halla la manera de insultarla, soltada, insinuando el asco, la aberración, demandando que se levantara, sin tener consideración de su estado, la humilla más, la destroza siempre. Volviendo a toser pero la sangre se salpica a la base del sofá, tiñéndose sus labios, al menos le dieron color a tal palidez, resaltando por la blancura, por su caótico estado, no hubo tiempo para cubrirse, el malestar en su pecho no le permite respirar, en pausado habla, sin aliento se deja caer, haciéndose ovillo y cubierta por los cabellos, sin cambiar el ritmo de sus latidos, apagados, escasos, y él lo sabe, por eso se aprovecha.
— Estás a tiempo de que sobreviva, ¿por qué solo gozas con torturarme? Sabes demasiadas cosas, no hace falta que hable, eres inmune a mi peste… solo hazlo, hiéreme todo lo que quieras, pero revíveme, no aguanto más… por favor, no puedo, ya no... ¿Por cuánto tiempo será? ¿Por cuánto es que tendré que implorar, y a cambio de que esta vez?
Invitado- Invitado
Re: The Laboratory of Sleep
En aquella situación parecía que el enfermo era él y no ella; sí, enfermo con el padecimiento ajeno, de verla desgastarse lentamente, hundida en esa terrible enfermedad. No le importaba, disfrutaba verla de ese modo, para usarla a su antojo como si fuera un juguete. Juguete que no iba a permitir a más nadie tocar; ella le pertenecía... como le pertenecía Elodie. Desmond no podía sentirse más satisfecho con haber hecho tal descubrimiento, luego de estar noches enteras confinado en su laboratorio, encerrado en esas malditas investigaciones suyas. Más que ser un científico brillante, era un demente. Y no, tampoco hay que confundir el interés de Desmond con alguna muestra de afecto, en lo absoluto; su único móvil era la obsesión. Y con aquella joven estaba rebasando los límites. Lo peor es que ella se lo permitía, porque se hallaba tan adicta a la sangre de ese desquiciado vampiro, como él estaba adicto a su enfermedad.
Contemplarla en la agonía era algo que le extasiaba, podía quedarse horas viéndola de ese modo. Sin embargo, tuvo que controlar esa adoración aberrante de su parte, si es que pretendía conservarla a su lado con vida. Porque sí, para su desgracia, debía tenerla de ese modo, sino iba a esfumarse como Elodie. ¡Eso no lo podía permitir! Fue tanta la influencia de ese pensamiento, que quedó consternado, observándola en silencio. Aun así, él seguía dictando las reglas del juego, porque, aunque lo confundan con ello, Casstronaut no era parte de ninguno de sus acostumbrados experimentos; es más, ni la consideraba como tal.
Tras un gruñido, y al ver que la muchacha falló en ponerse de pie, se sentó a su lado. Estaba mal, escuchaba sus latidos cada vez más bajos. Desmond quedó en un estado silencioso, como si todo su orgullo se hubiera apagado, pero no, en realidad estaba pensativo. Quería divertirse con ella, pero para ello debía darle de su sangre, ¡y no quería hacerlo tan pronto maldita sea! No obstante, tuvo que cambiar de estrategia. Con aquella perversión que lo caracterizaba a menudo, su cuerpo quedó sobre el de la muchacha; apoyándose con la diestra a un costado, la hizo girar con la mano libre, sólo para acercar su rostro al de ella. La enfermedad no le parecía tan repulsiva en algunos casos.
—No pretendas decirme qué debo hacer o no. Sabes perfectamente que conmigo no funcionan las cosas de ese modo —le habló muy cerca de sus labios. Aunque apenas estuviera susurrando, las palabras estaban cargadas de ese tono despectivo y autoritario de costumbre—. Yo decidiré cuando se acabará esto, ¿entendiste? Claro que sí, no eres tan tonta.
Se quedó mirando sus labios, teñidos de carmesí. Ese olor le hizo tomar el impulso de pasar el filo de su lengua por la boca de la joven, saboreando su sangre, mientras su mano se deslizaba a través de su cintura. «Oh, mi querida Elodie, ¿has venido de la muerte a torturarme? Lo haré yo primero». Y fue por esa misma razón que se lastimó a sí mismo; de su lengua emanó la sangre que ella necesitaba para mantenerse viva, pero no se la iba a brindar de manera convencional. La obligó a besarlo, aunque se resistiera, en algún punto iba a entregarse, sólo cuando sintiera el elixir que ese vampiro le brindaba. No obstante, apenas la dejó probar un poco, ¡a ese bastardo no se le escapaba nada! Sabía perfectamente que ella iba a querer más y eso le daba más ventajas al verdugo.
—Tendrás suficiente con eso —se apartó con brusquedad, jalándola para que quedara sentada en el sofá—. Espero que tu oferta de esta noche valga la pena, ya sabes que no voy a mantenerte viva de gratis, Elodie.
Contemplarla en la agonía era algo que le extasiaba, podía quedarse horas viéndola de ese modo. Sin embargo, tuvo que controlar esa adoración aberrante de su parte, si es que pretendía conservarla a su lado con vida. Porque sí, para su desgracia, debía tenerla de ese modo, sino iba a esfumarse como Elodie. ¡Eso no lo podía permitir! Fue tanta la influencia de ese pensamiento, que quedó consternado, observándola en silencio. Aun así, él seguía dictando las reglas del juego, porque, aunque lo confundan con ello, Casstronaut no era parte de ninguno de sus acostumbrados experimentos; es más, ni la consideraba como tal.
Tras un gruñido, y al ver que la muchacha falló en ponerse de pie, se sentó a su lado. Estaba mal, escuchaba sus latidos cada vez más bajos. Desmond quedó en un estado silencioso, como si todo su orgullo se hubiera apagado, pero no, en realidad estaba pensativo. Quería divertirse con ella, pero para ello debía darle de su sangre, ¡y no quería hacerlo tan pronto maldita sea! No obstante, tuvo que cambiar de estrategia. Con aquella perversión que lo caracterizaba a menudo, su cuerpo quedó sobre el de la muchacha; apoyándose con la diestra a un costado, la hizo girar con la mano libre, sólo para acercar su rostro al de ella. La enfermedad no le parecía tan repulsiva en algunos casos.
—No pretendas decirme qué debo hacer o no. Sabes perfectamente que conmigo no funcionan las cosas de ese modo —le habló muy cerca de sus labios. Aunque apenas estuviera susurrando, las palabras estaban cargadas de ese tono despectivo y autoritario de costumbre—. Yo decidiré cuando se acabará esto, ¿entendiste? Claro que sí, no eres tan tonta.
Se quedó mirando sus labios, teñidos de carmesí. Ese olor le hizo tomar el impulso de pasar el filo de su lengua por la boca de la joven, saboreando su sangre, mientras su mano se deslizaba a través de su cintura. «Oh, mi querida Elodie, ¿has venido de la muerte a torturarme? Lo haré yo primero». Y fue por esa misma razón que se lastimó a sí mismo; de su lengua emanó la sangre que ella necesitaba para mantenerse viva, pero no se la iba a brindar de manera convencional. La obligó a besarlo, aunque se resistiera, en algún punto iba a entregarse, sólo cuando sintiera el elixir que ese vampiro le brindaba. No obstante, apenas la dejó probar un poco, ¡a ese bastardo no se le escapaba nada! Sabía perfectamente que ella iba a querer más y eso le daba más ventajas al verdugo.
—Tendrás suficiente con eso —se apartó con brusquedad, jalándola para que quedara sentada en el sofá—. Espero que tu oferta de esta noche valga la pena, ya sabes que no voy a mantenerte viva de gratis, Elodie.
Desmond M. Baines- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/10/2015
Re: The Laboratory of Sleep
¡Pero que grosero es! Burlarse de una mujer moribunda, enferma, y demacrada, torturarla aún más en su lecho de muerte tras acariciarla con lo dañino que son sus caricias, su maldad la percibe, la frialdad le golpea impulsivamente, y el cómo unos labios lacerantes, ¡unos malditos labios sangrantes! pudieran detonar cascada de palabras retenidas, manteniéndose callada, haciendo escándalo con su pobre e inútil cuerpo, ya el temblor comenzaba a cesar, poco a poco pierde la movilidad, y su corazón, desgraciado sufre la agonía, es tan doloroso, es tan desgarrador ese sentir, ya se está apagando la vela de su vida, ya muy pronto comienza a ver el paso de su vida en recuerdos, jugando en su contra la mente, traicionera le advierte la llegada, más comienza la leucémica a descubrir los trucos de ese maldito, hasta su punto de extinción es que le salvará, porque es un monstruo que se alimenta de solo agonía, en ese punto de partida es que lo goza como nunca. Este es el momento crucial en la que le ha metido, bajo su piel recorre la linfa del diablo, lo lleva dentro que siempre sabrá quién le está golpeando, quien le está matando, porque eso es para ella, un veneno que se filtra en sus huesos, sin ser liberada hasta que se le destruya, un trueque entre ellos dos. Mientras ella suplica vida, el demanda congoja, mientras ella pide linfa, él ordena por enfermedad. Sin embargo, a esa proporción llegara el momento en que sea demasiado tarde, porque entre la obsesión, el apetito y el placer no hay límites, y llegara la hora en que sea consumido por eso, y no pueda salvarla, lo acepta la leucémica, pero, ¿qué más podía hacer ella en ese estado caótico? Nada, conformarse con aquello, hasta que la locura del domitor lo permita, será.
¡Monstruoso! ¡Monstruoso! Se aprovecha del límite de su existencia, de sus besos, de su carne, y de sus caricias, sentir en los estertores de su aflicción la hora que huye irrevocable y perdida para siempre; desesperada de antemano y sin embargo ebria de vida, ¡quiere vivir! que entre esos movimientos labiales tan cerca, mareada, apenas las palabras comprendió, tener su rostro a la altura del de ella, era un paso más hacia la tumba, pues la conciencia de que cada emoción de ese tipo le es prohibida, que trato de alzar las falanges, detenerlo, pero las manos temblando de horror y deseo, cavar en el sofá la fosa en la que descansará eternamente la enfermedad, ¡este es el sabor de la cosa! para no comprender la embriaguez punzante y repugnantes de estas conexiones irremediablemente condenadas, en las que el placer conduce al otro mundo distinto del de ella, porque ese placer ajeno, para ella es la aberración, un asco, un vómito que podría haber arrojado, pero esa lengua, la humedad que recorrió en su contorno, causaron que cerrara los párpados, apretando con la fuerza que poseía, no la suficiente pero es imposible no sentir miedo, no se permitía verlo, o a esos carmesíes ojos, no quería caer, pero solo se le permitía cerrar un segmento, eran los ojos, o la boca, que bien decidió optar por negarse a la posibilidad de ser sujetada por ellos. Inquieta reacciona, ella juraba sentir aún su cuerpo temblequear, el sudor deslizándose por toda la piel, pero no sabe si solo con la emoción se quedó o en realidad eso sucedía, ya que su templo estaba frío, muy frío.
Sus ojos se abrieron, para cerrar con fuerzas esa boca, repentinamente su templo exigía aferrarse a la ajena, que aprisionó esa lengua, tratando de succionar, la linfa fue el motivo real por el que se quejaba, ¡Monstruoso! Monstruoso, sí, pero absolutamente verdadero. La fragilidad es el único modo de dañar; la flor gustaría menos si no estuviera siempre a punto de marchitarse; cuanto más rápido muere, más embelesa; ¡es que exhala la vida con su maldita sangre! Asimismo, la enferma terminal, la mujer agonizante, se abandona con frenesí al suplicio que la hace sentir doblemente viva al tiempo que la hace jugar con la muerte. Sus momentos están contados; la sed, la necesidad le quema, y en cuanto la violenta separación le hizo aferrarse, no se alejara pero inútilmente fue rechazada, sentada para evitar que siguiera succionando esa lengua, aún percibe la sangre recorrerle, su garganta quemaba, presionando con la escasa fuerza, ya más de lo que poseía, le mira, aturdida, ahogada y si pudiera convulsionarse ya lo estaría, doblándose ante él, acercándose al alzar la falange y acariciar su mejilla, ya los estribos estaban por los suelos, no hay importancia de dignidad, ni de valor, con tal de obtener vida. Así ya no hay cavidad para el asco, ni el rechazo. Se mueve, pasando una pierna a un lado y atrapando ambas al sentarse en las ajenas, conducida por la obtención de vigor, posa las manos en sus hombros, si, con la certeza de que si es escalofrió, y aún con recelo a mirar esas irises, pero todo quedó desvanecido, suplicándole como un objeto más que puede manejar a su antojo.
— No es suficiente, por favor, sabes que no es así, ambos conocemos que lo has hecho para no morir, quieres seguir divirtiéndote, hazlo, suplanta a la muerte por vida, aún estoy muriendo, otórgame un plazo extenso. ¿Qué deseas a cambio? ¿Elodie? No, no Elodie, Soy Casstronaut, la leucémica, no olvides quien soy, que es olvidar mi enfermedad y puede que te haga olvidar salvarme, hiéreme todo lo que quieras, pero cumple con el intercambio, por favor.
¡Monstruoso! ¡Monstruoso! Se aprovecha del límite de su existencia, de sus besos, de su carne, y de sus caricias, sentir en los estertores de su aflicción la hora que huye irrevocable y perdida para siempre; desesperada de antemano y sin embargo ebria de vida, ¡quiere vivir! que entre esos movimientos labiales tan cerca, mareada, apenas las palabras comprendió, tener su rostro a la altura del de ella, era un paso más hacia la tumba, pues la conciencia de que cada emoción de ese tipo le es prohibida, que trato de alzar las falanges, detenerlo, pero las manos temblando de horror y deseo, cavar en el sofá la fosa en la que descansará eternamente la enfermedad, ¡este es el sabor de la cosa! para no comprender la embriaguez punzante y repugnantes de estas conexiones irremediablemente condenadas, en las que el placer conduce al otro mundo distinto del de ella, porque ese placer ajeno, para ella es la aberración, un asco, un vómito que podría haber arrojado, pero esa lengua, la humedad que recorrió en su contorno, causaron que cerrara los párpados, apretando con la fuerza que poseía, no la suficiente pero es imposible no sentir miedo, no se permitía verlo, o a esos carmesíes ojos, no quería caer, pero solo se le permitía cerrar un segmento, eran los ojos, o la boca, que bien decidió optar por negarse a la posibilidad de ser sujetada por ellos. Inquieta reacciona, ella juraba sentir aún su cuerpo temblequear, el sudor deslizándose por toda la piel, pero no sabe si solo con la emoción se quedó o en realidad eso sucedía, ya que su templo estaba frío, muy frío.
Sus ojos se abrieron, para cerrar con fuerzas esa boca, repentinamente su templo exigía aferrarse a la ajena, que aprisionó esa lengua, tratando de succionar, la linfa fue el motivo real por el que se quejaba, ¡Monstruoso! Monstruoso, sí, pero absolutamente verdadero. La fragilidad es el único modo de dañar; la flor gustaría menos si no estuviera siempre a punto de marchitarse; cuanto más rápido muere, más embelesa; ¡es que exhala la vida con su maldita sangre! Asimismo, la enferma terminal, la mujer agonizante, se abandona con frenesí al suplicio que la hace sentir doblemente viva al tiempo que la hace jugar con la muerte. Sus momentos están contados; la sed, la necesidad le quema, y en cuanto la violenta separación le hizo aferrarse, no se alejara pero inútilmente fue rechazada, sentada para evitar que siguiera succionando esa lengua, aún percibe la sangre recorrerle, su garganta quemaba, presionando con la escasa fuerza, ya más de lo que poseía, le mira, aturdida, ahogada y si pudiera convulsionarse ya lo estaría, doblándose ante él, acercándose al alzar la falange y acariciar su mejilla, ya los estribos estaban por los suelos, no hay importancia de dignidad, ni de valor, con tal de obtener vida. Así ya no hay cavidad para el asco, ni el rechazo. Se mueve, pasando una pierna a un lado y atrapando ambas al sentarse en las ajenas, conducida por la obtención de vigor, posa las manos en sus hombros, si, con la certeza de que si es escalofrió, y aún con recelo a mirar esas irises, pero todo quedó desvanecido, suplicándole como un objeto más que puede manejar a su antojo.
— No es suficiente, por favor, sabes que no es así, ambos conocemos que lo has hecho para no morir, quieres seguir divirtiéndote, hazlo, suplanta a la muerte por vida, aún estoy muriendo, otórgame un plazo extenso. ¿Qué deseas a cambio? ¿Elodie? No, no Elodie, Soy Casstronaut, la leucémica, no olvides quien soy, que es olvidar mi enfermedad y puede que te haga olvidar salvarme, hiéreme todo lo que quieras, pero cumple con el intercambio, por favor.
Invitado- Invitado
Re: The Laboratory of Sleep
Así era él, una bestia de las peores; de esas que, incluso, tenían el atrevimiento de juzgar a otras, creyéndose lo mejor. Sí, así Desmond Baines, un tipo de lo peor, un hombre repulsivo que disfrutaba el dolor del prójimo, cuando él mismo se hacía pasar como un fiel devoto del Señor. ¿Qué si sentía mal por eso? ¡En lo más mínimo! Porque su ego era tan elevado, que ni siquiera ponía en práctica lo correcto según la Iglesia, y simplemente se dedicaba a obrar entre sombras, acusando de crímenes absurdos a cualquiera. Sin embargo, no todo puede ser tan malo siempre; de alguna manera, esas bestias terminan condenándose a sí mismas por tan blasfemos actos, y Desmond no era la excepción, por muy todopoderoso que se considerara.
Tal vez, su más craso error, en muchísimos años (y luego de la muerte de su esposa Elodie), fue haber arrastrado a esa jovencita Casstronaut a su morada; hacerla suya con el pretexto de la sangre y la enfermedad. ¿Y era eso lo que lo atraída de ese modo tan morboso a ella? ¡No! La muy maldita era como su Elodie, y su pútrida conciencia le estaba haciendo una mala jugada. Pero esto no significa que él iba a mostrar algún cambio para empezar a obrar bien. ¡En lo absoluto! Porque Desmond seguiría siendo el bastardo de costumbre, sólo que... un poco obsesionado con una humana. Así es, a su manía por tenerla cerca sólo podía llamársele obsesión, en su más y puro estado. Y, eh, tampoco le preocupaba demasiado, porque disfrutaba destruirla lentamente, aunque no quisiera consumar aquel acto terrible. No como lo había hecho con Elodie.
Por eso, cuando decidió apartarse con brusquedad (a pesar de querer continuar alargando aquel maldito beso, porque reconocía que así lo quería), lo había hecho con la evidente intención de desquiciarla. Sí, por supuesto, ella continuaría suplicando por lo que él, y absolutamente él, podía brindarle. Así que, luego de la separación tan abrupta, se quedó en su lugar, siempre con ese gesto despectivo que reservaba con todos. Sin embargo, cuando sintió la caricia sobre su mejilla, no pudo evitar soslayar a la autora de semejante acción. Sonrió internamente por hallarse ganador en aquella peculiar disputa, más no lo demostró. Debía mantenerse como el mal nacido que era.
Sostuvo la mano de Casstronaut con fuerza, pero tampoco la detuvo cuando se sentó sobre sus piernas. ¡Vaya! Aquello sí que no se lo esperaba, simplemente se dedicó a observarla luego de soltar su mano y dedicarse a sostener su cintura con firmeza, jugando con su propia paciencia. ¿Con qué esos eran los efectos a largo plazo de su sangre? Que interesante... Y Desmond finalmente sonrió, con malicia, pero lo hizo.
—No es suficiente... ¿según quién? ¿Tú? Sabes que no tolero que me quieran dar órdenes —replicó, siempre sonando tan severo como de costumbre—. Elodie, y punto. No te ganes mi apatía, o terminarás arrepintiéndote. Y no, no quieres eso, desde luego que no...
Su sonrisa amplia dejó entrever aquellos afilados colmillos con los que solía lacerarla, tanto como su mirada, que ahora recorría el frágil cuerpo de la joven con descaro, especialmente la piel desnuda de su pecho. Y motivado por su propia maldad, la mordió justo en esa piel descubierta, aferrándose a ella en un intento por probar su sangre, pero sólo lo suficiente para no debilitarla más. Luego volvió a hacerse sangrar sus propios labios para besarla de nuevo, mientras envolvía su cuello con la mano y presionaba con la ligera amenaza de quererla ahorcar.
«¿Es esto lo qué quieres?»
Tal vez, su más craso error, en muchísimos años (y luego de la muerte de su esposa Elodie), fue haber arrastrado a esa jovencita Casstronaut a su morada; hacerla suya con el pretexto de la sangre y la enfermedad. ¿Y era eso lo que lo atraída de ese modo tan morboso a ella? ¡No! La muy maldita era como su Elodie, y su pútrida conciencia le estaba haciendo una mala jugada. Pero esto no significa que él iba a mostrar algún cambio para empezar a obrar bien. ¡En lo absoluto! Porque Desmond seguiría siendo el bastardo de costumbre, sólo que... un poco obsesionado con una humana. Así es, a su manía por tenerla cerca sólo podía llamársele obsesión, en su más y puro estado. Y, eh, tampoco le preocupaba demasiado, porque disfrutaba destruirla lentamente, aunque no quisiera consumar aquel acto terrible. No como lo había hecho con Elodie.
Por eso, cuando decidió apartarse con brusquedad (a pesar de querer continuar alargando aquel maldito beso, porque reconocía que así lo quería), lo había hecho con la evidente intención de desquiciarla. Sí, por supuesto, ella continuaría suplicando por lo que él, y absolutamente él, podía brindarle. Así que, luego de la separación tan abrupta, se quedó en su lugar, siempre con ese gesto despectivo que reservaba con todos. Sin embargo, cuando sintió la caricia sobre su mejilla, no pudo evitar soslayar a la autora de semejante acción. Sonrió internamente por hallarse ganador en aquella peculiar disputa, más no lo demostró. Debía mantenerse como el mal nacido que era.
Sostuvo la mano de Casstronaut con fuerza, pero tampoco la detuvo cuando se sentó sobre sus piernas. ¡Vaya! Aquello sí que no se lo esperaba, simplemente se dedicó a observarla luego de soltar su mano y dedicarse a sostener su cintura con firmeza, jugando con su propia paciencia. ¿Con qué esos eran los efectos a largo plazo de su sangre? Que interesante... Y Desmond finalmente sonrió, con malicia, pero lo hizo.
—No es suficiente... ¿según quién? ¿Tú? Sabes que no tolero que me quieran dar órdenes —replicó, siempre sonando tan severo como de costumbre—. Elodie, y punto. No te ganes mi apatía, o terminarás arrepintiéndote. Y no, no quieres eso, desde luego que no...
Su sonrisa amplia dejó entrever aquellos afilados colmillos con los que solía lacerarla, tanto como su mirada, que ahora recorría el frágil cuerpo de la joven con descaro, especialmente la piel desnuda de su pecho. Y motivado por su propia maldad, la mordió justo en esa piel descubierta, aferrándose a ella en un intento por probar su sangre, pero sólo lo suficiente para no debilitarla más. Luego volvió a hacerse sangrar sus propios labios para besarla de nuevo, mientras envolvía su cuello con la mano y presionaba con la ligera amenaza de quererla ahorcar.
«¿Es esto lo qué quieres?»
Desmond M. Baines- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/10/2015
Re: The Laboratory of Sleep
¿A qué grado de asir se expone? ¿Por qué todo desaparece y solo sobrevive la “vida”? El vigor se coloca en la cima de una pirámide donde cada escalón para llegar a esta, es pasar por una serie de mortificaciones, como un ciclo de progresión autodestructiva. Situándose de fondo un silencio, y que este representa el grito más fuerte de la leucémica; evaporando sus sentires, y sumergiéndose en un fuego consumible, y ardiendo en su interior, o quizás hirviendo en sus entrañas con el paso de la linfa. Poco a poco compensaba la energía, reviviendo, y retomando un sonrojo diminutivo por el calor emanado, abriendo paso a una temperatura al fin. El efecto de la linfa obsequiada batallaba por el avance de la enfermedad, suspendiendo y retrasando su proceso mortal, inmóvil los virus se muestran, se desvanecen conforme la sangre avanza. Parecía humana, y él lo podía percibir en la caricia, porque el corazón se sitúa en cada segmento, a esto se referían con que el alma se esconde en los sentidos, donde sí se perjudica uno, se va deteriorando el tempo. Más, aquí se detiene en un solo instante, desde que depositó su peso sobre el demonio, y apretando las piernas con la absurda idea de retenerlo. Le hizo ir por más linfa, esa era su única ambición, deseo, y objetivo ante tantas caricias y provocaciones, ¡que descaro, y que bajeza! pero, ¿a quién le importa eso? A nadie, ya que si a ella no resulta perjudicial, no tendría por qué serlo para los demás, y menos a él, porque gusta de ello, demostrando con su presión, no la detenía, por lo que proseguía moviendo las caderas sobre él, abandonando la caricia cuando su fuerza le demostró que no debía tocar ese rostro, pero su respiración siempre afectaba, anunciaba su alteración a las respuestas, peor, cuando sus violentas manos le acariciaban, y su pecho podía subir y bajar. Acercándose más a él, a la altura de que sus pechos tocaran la barbilla, y le atrajo a ella con ambas manos; una en la nuca y la otra entrelazando los dedos en sus cabellos, cuando él tomaba ese camino.
Aunque, ¿quién resultaba ser Elodie? no es la primera ni la última vez que lo escucha de él, el llamarla de esa forma, era desesperante, y aún más humillante y bárbaro, porque daba indicios de que se burla de ella y pone en duda el pacto, no debía de ser así, es muy peligroso, ya que solo un instante si olvida quien es Casstronaut, olvidará algún día salvarle y eso es cruel, lo más dañino que resulta ser de sus demás ofensas. — Lo sé, no volverá a suceder, confiaré en que siempre me salvaras, y es momento de que reclames tu parte, hacerme lo que desees, ya que eso es lo que más esperas de mí...
Habló la leucemia en el proceso del acercamiento, y se arqueó, ahogando un gemido por la intrusión de sus colmillos, entre abriendo la boca después para liberar el aire. Presiono sus cabellos con ambas manos con fuerza. Sabía que era imposible sentirse atraída a su cuerpo, pero la culpable era esa sangre, esa demencia por vivir le invitaron a lamer esa boca al verse expuesta, olfateando ese elixir exquisito, moviendo la lengua para que ni una sola gota de linfa sea desperdiciada, un frenesí que le hizo aferrarse a esta, y con su especie de ahorcamiento, se quejo, removiéndose porque estorbaba aquello, y liberando la lengua cual serpiente venenosa hace: subiendo y bajando. No era impedimento alguno, le provocaba y de cierta manera era agresiva. (como las caricias de un felino), logrando presionar con los labios al capturarle y le besaba, humedeciéndose sus ojos, tornándose algo rojizo su cuello, y faltando la respiración tras jalarse, produciendo ese dolor, lo necesitaba, realmente deseaba devorarlo, que no hubo de otra que hacer que le soltara. Y la única manera era el deslizar las falanges por su cuerpo, hallando la forma de tocar su piel, hacer tacto para que le detuviera, y así sea liberado su cuello y pueda hacerlo. Ejecutando la maniobra; el posar la palma en su pecho desnudo e ir descendiendo poco a poco, alzándose un poco y solo por dar en el arma que todo hombre alardea, y lo fue masajeando por encima de su prenda al situarse en este. Era erótica la escena, ya que si se veía de otro punto de vista, se admiraba que ella en vez de tocarlo, se estaba tocando. Con la mejor parte: que la enfermiza humana, quería atrapar su lengua, no era un juego, era la sed de él; de querer un poco más.
Aunque, ¿quién resultaba ser Elodie? no es la primera ni la última vez que lo escucha de él, el llamarla de esa forma, era desesperante, y aún más humillante y bárbaro, porque daba indicios de que se burla de ella y pone en duda el pacto, no debía de ser así, es muy peligroso, ya que solo un instante si olvida quien es Casstronaut, olvidará algún día salvarle y eso es cruel, lo más dañino que resulta ser de sus demás ofensas. — Lo sé, no volverá a suceder, confiaré en que siempre me salvaras, y es momento de que reclames tu parte, hacerme lo que desees, ya que eso es lo que más esperas de mí...
Habló la leucemia en el proceso del acercamiento, y se arqueó, ahogando un gemido por la intrusión de sus colmillos, entre abriendo la boca después para liberar el aire. Presiono sus cabellos con ambas manos con fuerza. Sabía que era imposible sentirse atraída a su cuerpo, pero la culpable era esa sangre, esa demencia por vivir le invitaron a lamer esa boca al verse expuesta, olfateando ese elixir exquisito, moviendo la lengua para que ni una sola gota de linfa sea desperdiciada, un frenesí que le hizo aferrarse a esta, y con su especie de ahorcamiento, se quejo, removiéndose porque estorbaba aquello, y liberando la lengua cual serpiente venenosa hace: subiendo y bajando. No era impedimento alguno, le provocaba y de cierta manera era agresiva. (como las caricias de un felino), logrando presionar con los labios al capturarle y le besaba, humedeciéndose sus ojos, tornándose algo rojizo su cuello, y faltando la respiración tras jalarse, produciendo ese dolor, lo necesitaba, realmente deseaba devorarlo, que no hubo de otra que hacer que le soltara. Y la única manera era el deslizar las falanges por su cuerpo, hallando la forma de tocar su piel, hacer tacto para que le detuviera, y así sea liberado su cuello y pueda hacerlo. Ejecutando la maniobra; el posar la palma en su pecho desnudo e ir descendiendo poco a poco, alzándose un poco y solo por dar en el arma que todo hombre alardea, y lo fue masajeando por encima de su prenda al situarse en este. Era erótica la escena, ya que si se veía de otro punto de vista, se admiraba que ella en vez de tocarlo, se estaba tocando. Con la mejor parte: que la enfermiza humana, quería atrapar su lengua, no era un juego, era la sed de él; de querer un poco más.
Invitado- Invitado
Re: The Laboratory of Sleep
¿Acaso era capaz él, justamente él, de salvarla? ¡Jah! ¿A ella? Una pobre enferma de la cual se aprovechaba... Una enferma como Elodie, su Eloise. ¿Qué demonios? ¿Por qué pensaba en esa mujer justo ahora, confundiéndola con esa humana? Saberlo podría ser tan humillante y decepcionante, que probablemente la joven terminaría siendo sepultada justo como su difunta esposa. ¡Y no! No de nuevo. ¿Dónde más podría conseguirla? Exacto, tenía que conservar a su esclava atada a él; retenida sin que pudiera alejarse nunca más de su lado. Y Desmond sabía exactamente cómo hacer que permaneciera a su lado. Porque podía; porque era un desgraciado. Un obseso de proporciones astronómicas.
Quizá su propia obsesión iba a traerle consecuencias, ¿y pensaba en éstas? En lo absoluto, porque su orgullo jamás le permitiría medir su maldad; de no tener en cuenta que algo podría salirse de su camino en algún punto. Pero, ¿qué demonios iba a estar pensando en aquellas cosas cuando se encontraba entretenido en el cuerpo de la muchacha? Sus manos recorrían su pequeña cintura, luego su espalda, y finalmente sus piernas, sin que la tela de su falda fuera un impedimento para hacerlo. No se limitó en ningún momento, ni siquiera cuando la besaba, ahorcándola en el mismo instante; aunque después tuvo que aflojar la presión de sus manos y retomar lo demás, sobre todo cuando ella misma empezaba a tentarlo...
¿Y en qué momento le permitió tocarlo? ¡Eso no podía aceptarlo nada más! Era completamente inadmisible, a pesar de que le dejó tomar la iniciativa por unos minutos, incluso consiguiendo que las caricias de su tacto consiguieran algún resultado, él se apartó de sus labios. La miraba con rabia por su atrevimiento (le gustó, pero una parte de él no lo aceptaba por considerarlo una humillación tremenda); también retiró esa mano que lo tocaba. Sí, desde luego que lo notaba, sabía que se encontraba extasiada debido a sus acciones y a la sangre que había logrado probar. Era admirable, de algún modo lo era. Sin embargo, su orgullo lo superaba por mucho, y terminó arrojándola de nuevo sobre el sofá, entretanto él se acomodaba la ropa, poniéndose de pie.
—¿Con qué derecho, eh? ¡Eres una insolente! No debería salvarte por tu descaro —exclamó, y su malestar era evidente. Pero mientras la miraba, una idea más siniestra se cruzó por su mente—. Ciertamente, puedo hacerte lo que quiera, porque me perteneces. Y ya que estás tan dispuesta, tan sólo por una mísera gota de sangre; no sólo eso, también deberás hacerte cargo de las consecuencias de tus acciones.
De nuevo, como el monstruo que se supone se jactaba de ser, giró el cuerpo de la muchacha, dejándola boca en el sofá, mientras él se arrodillaba detrás de ella, obligándola a separar las piernas. Y fue justo cuando alzó la falda de su vestido para sujetarla por los muslos y jalarla hacia él, prácticamente clavándosele, pero no del todo, sólo era la manera de advertirle lo que pasaría luego si lo seguía molestando.
—¿Te crees muy lista, no? ¡Responde! —ordenó, cuando empujaba sus caderas hacia adelante; incluso ya empezaba a frotarse contra Casstronaut—. Suplica, Elodie... Es lo que te mereces por pecadora.
Quizá su propia obsesión iba a traerle consecuencias, ¿y pensaba en éstas? En lo absoluto, porque su orgullo jamás le permitiría medir su maldad; de no tener en cuenta que algo podría salirse de su camino en algún punto. Pero, ¿qué demonios iba a estar pensando en aquellas cosas cuando se encontraba entretenido en el cuerpo de la muchacha? Sus manos recorrían su pequeña cintura, luego su espalda, y finalmente sus piernas, sin que la tela de su falda fuera un impedimento para hacerlo. No se limitó en ningún momento, ni siquiera cuando la besaba, ahorcándola en el mismo instante; aunque después tuvo que aflojar la presión de sus manos y retomar lo demás, sobre todo cuando ella misma empezaba a tentarlo...
¿Y en qué momento le permitió tocarlo? ¡Eso no podía aceptarlo nada más! Era completamente inadmisible, a pesar de que le dejó tomar la iniciativa por unos minutos, incluso consiguiendo que las caricias de su tacto consiguieran algún resultado, él se apartó de sus labios. La miraba con rabia por su atrevimiento (le gustó, pero una parte de él no lo aceptaba por considerarlo una humillación tremenda); también retiró esa mano que lo tocaba. Sí, desde luego que lo notaba, sabía que se encontraba extasiada debido a sus acciones y a la sangre que había logrado probar. Era admirable, de algún modo lo era. Sin embargo, su orgullo lo superaba por mucho, y terminó arrojándola de nuevo sobre el sofá, entretanto él se acomodaba la ropa, poniéndose de pie.
—¿Con qué derecho, eh? ¡Eres una insolente! No debería salvarte por tu descaro —exclamó, y su malestar era evidente. Pero mientras la miraba, una idea más siniestra se cruzó por su mente—. Ciertamente, puedo hacerte lo que quiera, porque me perteneces. Y ya que estás tan dispuesta, tan sólo por una mísera gota de sangre; no sólo eso, también deberás hacerte cargo de las consecuencias de tus acciones.
De nuevo, como el monstruo que se supone se jactaba de ser, giró el cuerpo de la muchacha, dejándola boca en el sofá, mientras él se arrodillaba detrás de ella, obligándola a separar las piernas. Y fue justo cuando alzó la falda de su vestido para sujetarla por los muslos y jalarla hacia él, prácticamente clavándosele, pero no del todo, sólo era la manera de advertirle lo que pasaría luego si lo seguía molestando.
—¿Te crees muy lista, no? ¡Responde! —ordenó, cuando empujaba sus caderas hacia adelante; incluso ya empezaba a frotarse contra Casstronaut—. Suplica, Elodie... Es lo que te mereces por pecadora.
Desmond M. Baines- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/10/2015
Re: The Laboratory of Sleep
La sangre era la adición en esa escena, una atrayente cercanía que era imposible que la leucémica se alejara, realmente le necesitaba, se estaba convirtiendo en una sed espantosa, horrenda porque alarmaba a todo el cuerpo, y por inercia se aferraba a aquel descarado, que entre frenesí, caricias y roces extremadamente peligrosas, se removía la sufrible, agonizando ante una vida de placer inmensurable, agobiada y alterada, a ese ritmo podría haber sufrido de un paro respiratorio, más la sangre que había adquirido le dio fuerza, tiempo requerido porque no le suelta, sus cuerdas vocales podrían haberse perjudicado , hasta que lo lamentó, su boca desapareció, ¡ya no le tenía más!, ya no podía percibir la sangre, más la que le está recorriendo en las entrañas, regocijándose de esta, pero, ¿por cuánto duraría ese efecto?. Y tembló, consiguió una parte de lo que ansiaba; que le dejara respirar, más no quería apartarse de sus labios. Y todo terminó ahí. Impidió que le siguiera tocando, ella trataba de acercarse pero fue en vano, se rehusaba y la arrojó, como una maldita mujerzuela, como a una cosa que no tiene uso, ¡ahí quedo recostada!, cerrando las piernas y mirando el cómo retomaba la compostura. ¡Qua malvado, que cruel dejar a una moribunda en pleno placer! ¡Ah! Pero tan pronto que no le otorgó el tiempo a quejarse, la giró, tomándola de una manera obscena, asquerosa y vil. Peor que a una perra en pleno apareamiento, no quería, no podía permitir que avanzara, mantenía las piernas juntas hasta que le obligó, su brutalidad le hicieron flaquear, si, temblaba, lastimada por los muslos, no, no quería aquello, se removía pero claro, era inútil.
— ¡No!, no fue esa mi intención. ¡No!, no volverá a pasar, fue por la sangre, sabes que es efecto de lo que ingiero, ¡por favor!, de esta manera no, es imposible, No lo hagas, ¡no!, suéltame.
Su cabeza se hundía en la seda del sofá, negando, removiéndose porque sus meneos le asustaban, ¿por que actuaba de aquella manera? ¿Tan asquerosa era, tan horrible lucia como para no querer tenerla de frente, y conformarse con una espalda, con un trasero y peor, con aquello…? Sin poder liberarse, admitía que lo que realizó fue exclusivamente por la sangre, pero llegar a esos extremos, jamás lo considero, no así, aunque si tuviese que entregar el cuerpo lo haría, pero de esa manera no había posibilidad, y si lo causó, ¿cómo podría ser aún más denigrada? ¿Valía la vida, la sangre, ella para que permitiera eso?.. Sí, con su silencio, como un títere que solo tiran de sus hilos para que se mueva, para que actúe y sea la farsa, divierta y entretenga, acepto. Le volvían loca, ¿quién era Elodie? ¿Quién era Eloise? siempre esa denominación, siempre cambiándole el nombre, expandiendo los dedos sobre la tela para después arremeter en una presión con fuerzas, soportando lo que sucedería, alistando su brazo de ser necesario para morder, ya no había alternativa, él lo dijo: le pertenecía, ¿cómo negarlo, por su maldita necedad a la sobrevivencia?, entregando su pudor, porque pobre de ella, es pura la leucémica, habían prohibido ese tipo de prácticas, era peligroso para su estado, no merecía placer porque la muerte llegaría. Sin embargo, ¿ahora? Con su última palabra, rogó por la salvación, aclamo tener su sangre como pago de esto, ¿suplicar? Es lo que hizo, pero aceptando las consecuencias, sin estar preparada, porque jamás se está para esa situación, por lo que pasó saliva, armándose de valor, esperando el peor golpe, ya que siempre ha sido una pecadora, lo lleva desde el nacimiento. — Sí eso necesitas, hazlo, tómalo y satisfácete.
— ¡No!, no fue esa mi intención. ¡No!, no volverá a pasar, fue por la sangre, sabes que es efecto de lo que ingiero, ¡por favor!, de esta manera no, es imposible, No lo hagas, ¡no!, suéltame.
Su cabeza se hundía en la seda del sofá, negando, removiéndose porque sus meneos le asustaban, ¿por que actuaba de aquella manera? ¿Tan asquerosa era, tan horrible lucia como para no querer tenerla de frente, y conformarse con una espalda, con un trasero y peor, con aquello…? Sin poder liberarse, admitía que lo que realizó fue exclusivamente por la sangre, pero llegar a esos extremos, jamás lo considero, no así, aunque si tuviese que entregar el cuerpo lo haría, pero de esa manera no había posibilidad, y si lo causó, ¿cómo podría ser aún más denigrada? ¿Valía la vida, la sangre, ella para que permitiera eso?.. Sí, con su silencio, como un títere que solo tiran de sus hilos para que se mueva, para que actúe y sea la farsa, divierta y entretenga, acepto. Le volvían loca, ¿quién era Elodie? ¿Quién era Eloise? siempre esa denominación, siempre cambiándole el nombre, expandiendo los dedos sobre la tela para después arremeter en una presión con fuerzas, soportando lo que sucedería, alistando su brazo de ser necesario para morder, ya no había alternativa, él lo dijo: le pertenecía, ¿cómo negarlo, por su maldita necedad a la sobrevivencia?, entregando su pudor, porque pobre de ella, es pura la leucémica, habían prohibido ese tipo de prácticas, era peligroso para su estado, no merecía placer porque la muerte llegaría. Sin embargo, ¿ahora? Con su última palabra, rogó por la salvación, aclamo tener su sangre como pago de esto, ¿suplicar? Es lo que hizo, pero aceptando las consecuencias, sin estar preparada, porque jamás se está para esa situación, por lo que pasó saliva, armándose de valor, esperando el peor golpe, ya que siempre ha sido una pecadora, lo lleva desde el nacimiento. — Sí eso necesitas, hazlo, tómalo y satisfácete.
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Re: The Laboratory of Sleep
¿Era un desgraciado? Por supuesto. ¿Un bastardo como mínimo? Ese apelativo le quedaba muy chico, sobre todo en ese momento, en el que se aprovechaba de una pobre enferma adicta a su sangre. ¿Y qué? Ella misma había decidido entregarse a ese castigo sólo por querer complacer su vil pecado. Y Desmond estaba ahí para convertirse en su verdugo, como también el de muchos. Se creía un elegido entre todos; un ser perfecto que pretendía purificar toda la estirpe de las desgracias de este mundo. ¿Y qué demonios iba a pensar que la única desgracia era él y nada más que él? Ah no, su ego era tan terrible, que jamás consideraría semejante blasfemia en su contra. ¿Culpa de él? No, culpa de Graham Wells y de todos aquellos que alimentaron al demonio que residía en su interior. Ese mismo que lo obligaba a alimentarse de las penas de aquella pobre muchacha...
¡La estaba tratando como a una cualquiera! Y aunque sabía que ella se rehusaba a tan asqueroso contacto, él continuó, porque algo dentro suyo tenía la necesidad de humillarla. Pero el recuerdo de Elodie, tan lúcido en un abrir y cerrar de ojos, lo detuvo. La ansiosa perversidad, que lo dominó en ese momento, pareció esfumarse de manera repentina, incluso para él mismo. ¿Qué estaba pasando? ¡¿Por qué?! Tanta fue la impotencia de Desmond por hallarse hundido en la duda, que se apartó de inmediato, dejando a la joven tirada a un lado, como si fuera un objeto que ya no quería usar más.
¿La conciencia le empezaba a jugar sucio? Quizá. Después de todo no era tan sencillo asimilar que él mismo había asesinado a Elodie, su esposa. Mucho menos le resultaba fácil aceptar que la había amado, pero por su enferma obsesión, acabar con su vida era la mejor manera de terminar con su sufrimiento. ¿O se trataba de otra cosa?
Su reflejo en el cristal era sombrío, como el de las bestias con las que lo llegó a comparar Elodie. ¿Tendría ella razón? ¡Y qué diablos le importaba ahora! Él era un elegido por el Creador y sólo a su Señor le debía explicaciones, nadie más en ese mundo se merecía tanto. Ni siquiera su propio hijo. Fue entonces, ante aquel pensamiento funesto, que se giró para observar a su esclava. Y sonrió, perfectamente en sincronía con la maldad que se hallaba anidada en su corazón.
—Eres como cualquiera... ¡Mírate! No te importa entregarte sólo por satisfacer tu maldita adicción. ¡Como una furcia! O peor que una de esas cabareteras —habló, finalmente, sin intenciones de volver a su lado. De un momento a otro le pareció repugnante—. ¿Quieres un poco más de sangre? ¡Demuestra que te la mereces! Pero no del modo en que lo estabas haciendo. No quiero a una fulana, ¡porque Elodie no lo era! ¿Qué no lo entiendes? Eres tan repulsiva como todos esos... ¡O peor!
Y de un momento a otro quiso destruirla con especial inquina, como lo hacía con todos esos que pasaban por su mesa de laboratorio y por la cámara de torturas. ¡Como aquellos que no necesitaban ser sentenciados en una plaza sino como conejillos de indias! Sí, así debería estar esa blasfema.
¡La estaba tratando como a una cualquiera! Y aunque sabía que ella se rehusaba a tan asqueroso contacto, él continuó, porque algo dentro suyo tenía la necesidad de humillarla. Pero el recuerdo de Elodie, tan lúcido en un abrir y cerrar de ojos, lo detuvo. La ansiosa perversidad, que lo dominó en ese momento, pareció esfumarse de manera repentina, incluso para él mismo. ¿Qué estaba pasando? ¡¿Por qué?! Tanta fue la impotencia de Desmond por hallarse hundido en la duda, que se apartó de inmediato, dejando a la joven tirada a un lado, como si fuera un objeto que ya no quería usar más.
¿La conciencia le empezaba a jugar sucio? Quizá. Después de todo no era tan sencillo asimilar que él mismo había asesinado a Elodie, su esposa. Mucho menos le resultaba fácil aceptar que la había amado, pero por su enferma obsesión, acabar con su vida era la mejor manera de terminar con su sufrimiento. ¿O se trataba de otra cosa?
Su reflejo en el cristal era sombrío, como el de las bestias con las que lo llegó a comparar Elodie. ¿Tendría ella razón? ¡Y qué diablos le importaba ahora! Él era un elegido por el Creador y sólo a su Señor le debía explicaciones, nadie más en ese mundo se merecía tanto. Ni siquiera su propio hijo. Fue entonces, ante aquel pensamiento funesto, que se giró para observar a su esclava. Y sonrió, perfectamente en sincronía con la maldad que se hallaba anidada en su corazón.
—Eres como cualquiera... ¡Mírate! No te importa entregarte sólo por satisfacer tu maldita adicción. ¡Como una furcia! O peor que una de esas cabareteras —habló, finalmente, sin intenciones de volver a su lado. De un momento a otro le pareció repugnante—. ¿Quieres un poco más de sangre? ¡Demuestra que te la mereces! Pero no del modo en que lo estabas haciendo. No quiero a una fulana, ¡porque Elodie no lo era! ¿Qué no lo entiendes? Eres tan repulsiva como todos esos... ¡O peor!
Y de un momento a otro quiso destruirla con especial inquina, como lo hacía con todos esos que pasaban por su mesa de laboratorio y por la cámara de torturas. ¡Como aquellos que no necesitaban ser sentenciados en una plaza sino como conejillos de indias! Sí, así debería estar esa blasfema.
Desmond M. Baines- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/10/2015
Re: The Laboratory of Sleep
Ella escogió este camino difícil; estar viviendo de la duda de la existencia misma, acudiendo a métodos heterodoxos, denigrándose a su paso porque creen que lo que ella quiere es un acto de egoísmo y pecado. Pero si estuviesen en su lugar, si tan solo la comprendieran, no la juzgarían, le ayudarían para que abrace a la vida y no el dolor, no ir a un juego de ir y venir de la muerte, tan brutal y demente ciclo. Aunque no se guíe a la verdad, sino vagar entre mentiras, no se puede quejar, y seguirá hasta que obtenga su fin. Pese a que no esté calmada, ni alejada a la muerte, ella escogió este camino, lo escogió a él. Por lo que ama de la vida, lo que odia a cuesta de ello y lo que viene a efecto de más secuelas.
Como ser rechazada una vez más como mujer, ¿por qué? ¿Por qué no puede causar deseo en los demás? Lo vuelve a sentir, ese asco producido, estaba por un instante de perder su pureza y al final solo fue usada para su diversión, la ofendía de nueva cuenta. ¡Que vil esperpento! Quedo hecha un ovillo, se abrazaba a sí misma por tanto daño emocional, temblando, angustiada y con las lágrimas en sus ojos, se hacía la fuerte, que por el coraje logró retenerlas, pensando en la posible idea de que, no debían tomarla, no así, ni de otra forma, podría morir en el intento, que quizás fue su salvación misma, esa acción le aliento a conservarse, a refugiarse una vez más en la esperanza. Por lo que se fue alzando, frágil y en lento, como si de un movimiento atrevido se quebrara, sentándose, cubriendo bien sus piernas y acomodando sus largos cabellos, sin mirarlo, no se detenía en ofenderla. Siempre tenía que hallar la manera de insultarla, ¿por qué es tan divertido? ¿Por qué esa maldita sonrisa perfecta? Sus falanges se deslizaban por la seda del sofá, acumulando su rabia, apretando con cierta fuerza para seguir resistiendo. Repudiaba cuando le nombraba con ese nombre, cansada eleva las manos a su cabeza, ya no quería escucharlo, apretaba de esta pero no se callaba, seguía esa voz recorriendo sus tímpanos, doliendo, llegando hasta su pecho. ¡Ya no más! en su mente gritaba, hasta que terminó. Ella sabe muy bien qué clase de actos ha consumado para llegar a donde está, Casstronaut, no es una maldita mentirosa como él, no es cualquiera porque hasta eso ha llegado pura, ha permanecido intacta en el mundo bestial en el que se ha venido revolcando, se conoce muy bien pero mirarse ya es algo que no está dispuesta a hacer, porque se teme, teme el hecho de ver su horrorosidad, y denigrarse a ella misma, a ese grado desprecia los espejos, su reflejo. Es por ello que la linfa, su linfa se volvió lo primordial, la base de su existencia y si, si le nombran mujerzuela, solo lo será de esa sangre, la que se ofrezca a ella, la maldita ramera que pide sangre y no dinero, que aclama morder y succionar, y no salir de la pobreza o ambicionar y convertirse en reina. Solo eso necesita, no es nada a comparación de los demás, a lo que él puede otorgar con facilidad. Sin embargo, Desmond debía ser el egoísta, jugar de esta manera, es de lo peor. No podía encararlo, no dada la situación, veía la manera de que accediera, de que no le negara la sangre, se calló, asintiendo la cabeza, aún con la molestia de que la comparara.
— ¿Qué deseas que haga? Ya me he disculpado por ello, no fue mi verdadera intención, mi cuerpo se salió de control. Solo pedía un poco más de sangre, tan solo un poco más. ¿Elodie? Me ha llamado tantas veces con ese nombre, ¿quién es? ¿Quién es Elodie?... No, solo dime que quieres, y lo haré. Siempre he demostrado cuanto la merezco, pero al parecer sigue siendo insuficiente para ti. ¿Qué más debo hacer por ella? ¿Quieres que actúe como Elodie? ¿Eso es lo que realmente esperas de mí? Dimelo...
Dirigió la mirada hacia a él, escondiendo sus manos entre las piernas, percibió la frialdad de estas, quería mantenerlas calientes, aún estaba alterado su tempo, y no solo por la fricción, eran consecuencias de ingerir tan solo un poco de su sangre. En cuanto a su voz, una dulce voz, angelical si lo viesen, armoniosa por sus plegarias. Esperando, esperando para rogar, hablar o lo que pidiese a cambio.
Como ser rechazada una vez más como mujer, ¿por qué? ¿Por qué no puede causar deseo en los demás? Lo vuelve a sentir, ese asco producido, estaba por un instante de perder su pureza y al final solo fue usada para su diversión, la ofendía de nueva cuenta. ¡Que vil esperpento! Quedo hecha un ovillo, se abrazaba a sí misma por tanto daño emocional, temblando, angustiada y con las lágrimas en sus ojos, se hacía la fuerte, que por el coraje logró retenerlas, pensando en la posible idea de que, no debían tomarla, no así, ni de otra forma, podría morir en el intento, que quizás fue su salvación misma, esa acción le aliento a conservarse, a refugiarse una vez más en la esperanza. Por lo que se fue alzando, frágil y en lento, como si de un movimiento atrevido se quebrara, sentándose, cubriendo bien sus piernas y acomodando sus largos cabellos, sin mirarlo, no se detenía en ofenderla. Siempre tenía que hallar la manera de insultarla, ¿por qué es tan divertido? ¿Por qué esa maldita sonrisa perfecta? Sus falanges se deslizaban por la seda del sofá, acumulando su rabia, apretando con cierta fuerza para seguir resistiendo. Repudiaba cuando le nombraba con ese nombre, cansada eleva las manos a su cabeza, ya no quería escucharlo, apretaba de esta pero no se callaba, seguía esa voz recorriendo sus tímpanos, doliendo, llegando hasta su pecho. ¡Ya no más! en su mente gritaba, hasta que terminó. Ella sabe muy bien qué clase de actos ha consumado para llegar a donde está, Casstronaut, no es una maldita mentirosa como él, no es cualquiera porque hasta eso ha llegado pura, ha permanecido intacta en el mundo bestial en el que se ha venido revolcando, se conoce muy bien pero mirarse ya es algo que no está dispuesta a hacer, porque se teme, teme el hecho de ver su horrorosidad, y denigrarse a ella misma, a ese grado desprecia los espejos, su reflejo. Es por ello que la linfa, su linfa se volvió lo primordial, la base de su existencia y si, si le nombran mujerzuela, solo lo será de esa sangre, la que se ofrezca a ella, la maldita ramera que pide sangre y no dinero, que aclama morder y succionar, y no salir de la pobreza o ambicionar y convertirse en reina. Solo eso necesita, no es nada a comparación de los demás, a lo que él puede otorgar con facilidad. Sin embargo, Desmond debía ser el egoísta, jugar de esta manera, es de lo peor. No podía encararlo, no dada la situación, veía la manera de que accediera, de que no le negara la sangre, se calló, asintiendo la cabeza, aún con la molestia de que la comparara.
— ¿Qué deseas que haga? Ya me he disculpado por ello, no fue mi verdadera intención, mi cuerpo se salió de control. Solo pedía un poco más de sangre, tan solo un poco más. ¿Elodie? Me ha llamado tantas veces con ese nombre, ¿quién es? ¿Quién es Elodie?... No, solo dime que quieres, y lo haré. Siempre he demostrado cuanto la merezco, pero al parecer sigue siendo insuficiente para ti. ¿Qué más debo hacer por ella? ¿Quieres que actúe como Elodie? ¿Eso es lo que realmente esperas de mí? Dimelo...
Dirigió la mirada hacia a él, escondiendo sus manos entre las piernas, percibió la frialdad de estas, quería mantenerlas calientes, aún estaba alterado su tempo, y no solo por la fricción, eran consecuencias de ingerir tan solo un poco de su sangre. En cuanto a su voz, una dulce voz, angelical si lo viesen, armoniosa por sus plegarias. Esperando, esperando para rogar, hablar o lo que pidiese a cambio.
Invitado- Invitado
Re: The Laboratory of Sleep
Fue en ese fragmento de auténtica maldad en que se vio a sí mismo, pero mucho más pequeño, como de unos seis o siete años, en frente al monstruo que era su padre, con esa cólera desmedida con la que trataba a todos en casa luego de beber. Entonces se obligó a cerrar las ojos para que el recuerdo desapareciera de sus pensamientos. ¿Por qué tuvo que haberse acordado de semejante tontería? ¿Quizá se estaba pareciendo cada vez más al cerdo de su padre? ¡Pero él ni siquiera era un borracho! Y siendo humano nunca se atrevió a perder tiempo en una taberna. Y una voz maliciosa se refirió a él como un monstruo, como la bestia... Lo comparaba con el otro; se parecían por ese detalle, que no era menos insignificante.
Entonces soslayó a la víctima de sus alucinaciones, estaba aún en el sillón. La escuchó, pero no respondió en el momento. ¡Demonios! Le recordaba demasiado a Elodie. Y él, como un maldito obseso, la había asesinado, cuando tuvo la oportunidad de ayudarla en su enfermedad. ¿Baptiste llegaría a perdonarlo si se enteraba de la cruenta verdad? ¡Lo obligaría! No. Esas cosas no se pedían a la fuerza. De repente se vio a sí mismo demasiado lúcido; demasiado distante del arrogante inquisidor que solía ser. Estaba bien, tenía que aprender a moderar su carácter, porque le serviría en situaciones esenciales, eso no lo podía negar.
Pero la rabia seguía ahí, esos deseos de destruir continuaban haciéndole cosquillas en las manos. Tuvo que presionar los puños, aún con el ceño fruncido. Estaba harto de las tonterías de todos, ¡ni debían existir! Porque no eran perfectos como él, ella no lo era... Aun así la tenía ahí, ¿por qué? Porque le interesaba.
—¡Cállate ya! —gruñó, haciendo caer, de un manotazo, unas piezas de porcelana que se hallaban colocadas en la mesita que los separaba—. Tu cuerpo no se salió nada de control, ¡era lo que buscabas demonios! ¡No te excuses! —recriminó. Tenía los músculos de la mandíbula tensos, y un ligero brillo de pura rabia se asomaba en su mirada—. Tú no...
Y dejó la frase a mitad, no pudo terminarla, apenas logró articular palabra alguna. A pesar de estar hecho una fiera, se contuvo. El tema de Elodie era algo que lo ponía de muy mal humor; era lo único que verdaderamente le quemaba muy dentro.
—No. Tú no eres ella. Nadie puede ocupar su lugar, ¿entiendes? ¡Nadie! —vociferó, iracuando, yendo de un lado a otro, como un animal enjaulado—. ¿Qué crees que puedes hacer en tu condición? Aunque te de toda la sangre que hay en esta condenada ciudad, seguirás igual de enferma. No vas a curarte, porque no hay alternativas a tu enfermedad, sólo sacrificios. ¿Estás dispuesta a sacrificarte, aunque te cueste la libertad?
La pregunta podía tomar el tono que cualquiera quisiera interpretar, porque para Desmond no era algo que realmente hubiera dejado salir a propósito, ni menos con un fin específico. Estaba demasiado contrariado consigo mismo debido al recuerdo de su difunta esposa, como para hacerle caso a sus propias parloterías. Sin embargo, tenía un mínimo de curiosidad por saber lo que aquella infeliz pudiera revelarle.
Entonces soslayó a la víctima de sus alucinaciones, estaba aún en el sillón. La escuchó, pero no respondió en el momento. ¡Demonios! Le recordaba demasiado a Elodie. Y él, como un maldito obseso, la había asesinado, cuando tuvo la oportunidad de ayudarla en su enfermedad. ¿Baptiste llegaría a perdonarlo si se enteraba de la cruenta verdad? ¡Lo obligaría! No. Esas cosas no se pedían a la fuerza. De repente se vio a sí mismo demasiado lúcido; demasiado distante del arrogante inquisidor que solía ser. Estaba bien, tenía que aprender a moderar su carácter, porque le serviría en situaciones esenciales, eso no lo podía negar.
Pero la rabia seguía ahí, esos deseos de destruir continuaban haciéndole cosquillas en las manos. Tuvo que presionar los puños, aún con el ceño fruncido. Estaba harto de las tonterías de todos, ¡ni debían existir! Porque no eran perfectos como él, ella no lo era... Aun así la tenía ahí, ¿por qué? Porque le interesaba.
—¡Cállate ya! —gruñó, haciendo caer, de un manotazo, unas piezas de porcelana que se hallaban colocadas en la mesita que los separaba—. Tu cuerpo no se salió nada de control, ¡era lo que buscabas demonios! ¡No te excuses! —recriminó. Tenía los músculos de la mandíbula tensos, y un ligero brillo de pura rabia se asomaba en su mirada—. Tú no...
Y dejó la frase a mitad, no pudo terminarla, apenas logró articular palabra alguna. A pesar de estar hecho una fiera, se contuvo. El tema de Elodie era algo que lo ponía de muy mal humor; era lo único que verdaderamente le quemaba muy dentro.
—No. Tú no eres ella. Nadie puede ocupar su lugar, ¿entiendes? ¡Nadie! —vociferó, iracuando, yendo de un lado a otro, como un animal enjaulado—. ¿Qué crees que puedes hacer en tu condición? Aunque te de toda la sangre que hay en esta condenada ciudad, seguirás igual de enferma. No vas a curarte, porque no hay alternativas a tu enfermedad, sólo sacrificios. ¿Estás dispuesta a sacrificarte, aunque te cueste la libertad?
La pregunta podía tomar el tono que cualquiera quisiera interpretar, porque para Desmond no era algo que realmente hubiera dejado salir a propósito, ni menos con un fin específico. Estaba demasiado contrariado consigo mismo debido al recuerdo de su difunta esposa, como para hacerle caso a sus propias parloterías. Sin embargo, tenía un mínimo de curiosidad por saber lo que aquella infeliz pudiera revelarle.
Desmond M. Baines- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/10/2015
Re: The Laboratory of Sleep
¡Demonios! ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Que otro maldito juego ha de tener para la leucémica? Acaso, ¿no es suficiente el rechazo?, ¿por qué? ¿Qué es lo que quiere ese maldito? No podía comprender la magnitud de su maldad, estaba a veces paranoico y otras alucinando quizás, porque no podía explicar lo que estaba viendo. Presenciando una bipolaridad, y pérdida de memoria. ¿No se da cuenta que le nombra Eloide? Entonces, ¿por qué maldita sea se lo encara? Le dolía la cabeza el hecho de pensar que esta con un demente, aunque eso ya lo sabía pero que se lo siga encarando, ya era demasiado. Había elevado su rango de psicosis. Siendo letal esta para ella, porque peligra, siempre frente a lo infalible era la muerte y sufrimiento. Ya se ve tan distante a la vida, a esa pequeña luz que espero abrazar. Tenía razón en todo, pero esta vez su cuerpo lo ofreció porque él así lo quiso. La sangre era la sobredosis para ella; aumentaban su ritmo y le daban espasmos de cólera, así avanzaba más su enfermedad y es por su maldita culpa. ¡Maldito necio egoísta! No podía hacer nada más que permanecer ahí, en espera a que se apiade, sin soltarse las manos. Pobre muchacha desesperada que aprieta sus muslos con las manos para no hacerlo enojar y esta vez olvide de quien es ella. Salto de ese sillón por un momento, asustada. ¡Demasiado eufórica y necesitada!, demasiado que se le escaparon quejidos de su boca cuando las piezas cayeron al suelo y se quebraron, pero su voz era mucho peor. Por lo que agacho la mirada, sin provocar más su ira. — No…
Ella insistía en que sus intenciones no eran esas. ¿Cómo una jodida virgen podría entregarse de esa manera? ¡Suficiente! — ¡Basta! Ya no sigas, tanto tu como yo sabemos bien que tan solo el acto podría matarme. Entonces, ¿cómo demonios esperas a que me revuelque sabiendo que moriré? —; ya no pudo más, tuvo que explotar justo en ese momento, sus lágrimas se derramaron, ya el control desapareció, ya todo se fue a la deriva.
— No quiero ocupar el lugar de nadie. Pero justo eres tú quien lo hace, escúchate, obsérvate en ese maldito espejo, el cómo miras mi cadavérico rostro, el cómo me confundes y te aferras a negarlo. ¿Quién es ella, o quién fue para ti, para que me hagas esto?
¡Maldita bestia! Tenía que darle justo en el blanco, pues para que Casstronaut cayera, debían solo presionar su estado, hacer que viera la realidad y temiera de ella misma; un insecto que se pudre poco a poco. Sí que no tenían piedad con ella. — Lo sé, sé que nada cambiara pero quiero tiempo. Solo un poco más para…—, se quedó muda, las palabras pronunciadas con intensidad perdieron las cuerdas exactas y gimió. — ¿te encanta verme siempre así? ¿Qué es lo que en verdad gozas, el hecho de altivar un ego en ti al irme destruyendo lentamente, o, que sepas que alguien te necesita, y quieres verlo suplicar peor que a un perro?
Mientras ella hablaba destrozada, iba moviendo una pierna seguida de la otra, alzándose de ese asiento, estando de pie que camina hacia él, hacia su última posición, y se inca. Quedándose con las piernas juntas y las manos posadas en estas, con el rostro caído y sus cabellos por igual, cubriéndola de su humillación como mujer. — Sacrifique todo cuando pedí que me salvaras. Ahí es que perdí todo. Ya no tengo nada que sacrificar, porque desde el principio acepte todo esto.
Quedó todo lo que representa ella en sus manos, en la decisión del inmortal, porque el tiempo solo podía detenerse con él, breve, pero al menos era algo, sin ser suficiente pero si lo prudente para que sus planes se aceleren. Más, el juego fue ese, el descarado no pronunció nada, incluso un silencio le ensordeció, jamás se percató que se hallaba sola, ¿cuando fue el momento en que decidió abandonar el recinto, dejarla a ella con esta humillación? Quizás y al fin pudo notar que era Casstronaut, y no su maldita Elodie, quizás y ese fue su único juego, otorgar una esperanza para que al final volviera a caer, disfrutando su derrumbe, el caos generado por la desesperanza, las bestialidades que la vida misma está atacando a la pobre leucémica, ya no tenía que rogar, ni orar, todo se le vino encima, derrumbada por lo que era, ya olvidada y sin aliento.
Ella insistía en que sus intenciones no eran esas. ¿Cómo una jodida virgen podría entregarse de esa manera? ¡Suficiente! — ¡Basta! Ya no sigas, tanto tu como yo sabemos bien que tan solo el acto podría matarme. Entonces, ¿cómo demonios esperas a que me revuelque sabiendo que moriré? —; ya no pudo más, tuvo que explotar justo en ese momento, sus lágrimas se derramaron, ya el control desapareció, ya todo se fue a la deriva.
— No quiero ocupar el lugar de nadie. Pero justo eres tú quien lo hace, escúchate, obsérvate en ese maldito espejo, el cómo miras mi cadavérico rostro, el cómo me confundes y te aferras a negarlo. ¿Quién es ella, o quién fue para ti, para que me hagas esto?
¡Maldita bestia! Tenía que darle justo en el blanco, pues para que Casstronaut cayera, debían solo presionar su estado, hacer que viera la realidad y temiera de ella misma; un insecto que se pudre poco a poco. Sí que no tenían piedad con ella. — Lo sé, sé que nada cambiara pero quiero tiempo. Solo un poco más para…—, se quedó muda, las palabras pronunciadas con intensidad perdieron las cuerdas exactas y gimió. — ¿te encanta verme siempre así? ¿Qué es lo que en verdad gozas, el hecho de altivar un ego en ti al irme destruyendo lentamente, o, que sepas que alguien te necesita, y quieres verlo suplicar peor que a un perro?
Mientras ella hablaba destrozada, iba moviendo una pierna seguida de la otra, alzándose de ese asiento, estando de pie que camina hacia él, hacia su última posición, y se inca. Quedándose con las piernas juntas y las manos posadas en estas, con el rostro caído y sus cabellos por igual, cubriéndola de su humillación como mujer. — Sacrifique todo cuando pedí que me salvaras. Ahí es que perdí todo. Ya no tengo nada que sacrificar, porque desde el principio acepte todo esto.
Quedó todo lo que representa ella en sus manos, en la decisión del inmortal, porque el tiempo solo podía detenerse con él, breve, pero al menos era algo, sin ser suficiente pero si lo prudente para que sus planes se aceleren. Más, el juego fue ese, el descarado no pronunció nada, incluso un silencio le ensordeció, jamás se percató que se hallaba sola, ¿cuando fue el momento en que decidió abandonar el recinto, dejarla a ella con esta humillación? Quizás y al fin pudo notar que era Casstronaut, y no su maldita Elodie, quizás y ese fue su único juego, otorgar una esperanza para que al final volviera a caer, disfrutando su derrumbe, el caos generado por la desesperanza, las bestialidades que la vida misma está atacando a la pobre leucémica, ya no tenía que rogar, ni orar, todo se le vino encima, derrumbada por lo que era, ya olvidada y sin aliento.
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